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13 de junio de 2025

[¿Y si no te hubieras ido?] Capítulo XXII: «Italia, Alexander y Steven»

 

Cuando Narel bajó y se fue al patio, unas pocas horas después, justo para almorzar, Alexander estaba allí con sus hijos. Los niños jugaban con Elijah bajo la mirada de Helen y su padre sentado con Ralph en el suelo cerca de la piscina. Narel se sentó a un lado de Thomas, Nicholas con George y Leah estaban en el agua y el resto jugaban cartas. Thomas le comentó que habían pedido comida china. Joshua, apenas la vio, corrió a saludar, eso atrajo la atención de Alexander, pero no se acercó. Narel le dio unos cuantos besos al niño y después lo dejó para que siguiera jugando con su primo.

—¿Qué harás con el libro? Ese ya lo tienes. —Thomas tenía unos papeles encima de la mesa, no levantó la vista para preguntarle.

—Ya le agradecí a Steven y le dije que ya lo tengo, pensé que se molestaría si le decía que lo cambiaría por otro, pero no fue así, estuvo de acuerdo. Me dijo que lo cambiara por cualquiera que no tuviera y que quisiera, y que ya llegaría el día en que me regalaría alguno que no tenga. —Thomas dejó sus papeles de lado para mirarla, pero ella tenía la vista fija al frente, sin ver nada en especial.

—¿No quisiste simplemente cambiar el que tienes y quedarte con el nuevo?

—Sabes que no, el que tengo me lo regaló Alexander, si cambio ese… —Thomas se fijó que Narel miraba a su hermano hablar con Ralph—. Si cambio ese Alexander no me lo perdonará nunca… Casi todos los libros que tengo son regalos de él, de él y de ti, perder uno de esos es como perder mi Popol Vuh… No podría, Thomas, nunca en la vida.

—¿Hay algo que está molestándote? —Narel lo miró, esperaba que no se dieran cuenta—. ¿Qué es lo que sucede?

—Steven quiere venir a verme el fin de semana que viene. —Thomas sonrió de medio lado, ella se merecía alguien que la amara—. Alexander no quiere que me acerque a él y yo no quiero problemas… No quiero ser una molestia para ti y para Helen.

—¿Te gusta Steven?

—Me gusta estar con él, me agrada. Pero me da un poco de miedo. —Thomas frunció un poco su ceño, por lo que le había contado él no era mal chico como para hacerle algo—. Me da miedo que solo sea porque él hace las cosas que esperaba de Alexander, como viajar de Glasgow solo para verme, dedicarme los goles, llevarme a los museos…

—Alexander dijo que si te ibas a Glasgow, nunca iría a verte, que mejor lo olvidaras.

—Sí, por eso tenía que irme a Glasgow, para olvidarlo… Y me quedé aquí, amándolo… —Narel miró el suelo, Thomas notó que apretaba los puños sobre sus muslos y se le llenaban los ojos de lágrimas—. Amando a alguien que nunca me amará.

—¡Llegó la comida! —Jesse anunció atrayendo la atención de todos. Venía entrando por la puerta trasera con unas cajas, ayudado por Brandon y Garreth.

—Voy a ayudar con los platos. —Thomas no pudo hacer nada para detenerla, sabía que se metería al baño un rato para tranquilizarse y que los demás no notaran que había llorado.

—¿Qué le pasó? —Alexander le preguntó a su hermano al llegar junto a él.

—Quiero que le digas por qué la dejaste. —Ralph miró a Thomas seriamente, estaba junto a Alexander—. Después de que regrese de Italia, le vas a decir todo. —Alexander sintió que la mirada de su hermano lo atravesaba como pequeños cuchillos en todo su cuerpo.

—Pero…

—Sabes que no puede decirle, Thomas. Ella no lo entenderá.

—Ustedes dos se equivocan. —Thomas dejó de mirar a su hermano, que se había vuelto pálido, para clavar su mirada en Ralph—. Entenderá si este estúpido le explica bien lo que sucede.

—No puedes pedirme eso, Thomas. La perderé para siempre si eso pasa, ella se irá… se irá lejos si se entera de que me hicieron elegir entre ella y mis hijos, se irá porque va a pensar que es lo mejor para mí… Thomas, por favor…

—No te lo estoy pidiendo, te lo estoy exigiendo.

—Thomas, sabes que Alexander tiene razón, no le hagas eso… Es tu hermano. —Tanto Ralph como Alexander vieron el ceño de Thomas fruncirse como nunca, algo que ni siquiera pudieron imaginar que pasaría.

—Bien, si tu decisión es no decirle, pobre de ti si te metes en lo que ella pueda formar con Steven.

—No dejaré que ese malnacido se le acerque.

—Sí, sí lo dejarás, e incluso vas a ayudarle a ella a olvidarte. —Alexander miró a su hermano sorprendido—. Solo tienes dos opciones, Alexander. O le dices todo lo que pasa o la ayudas a olvidarte, no hay más.

—¿Estaba llorando? —Ralph le preguntó a Thomas, Alexander se había quedado casi de piedra al escuchar a su hermano. Thomas asintió en respuesta a Ralph—. Vas a tener que alejarte de ella, Alexander. Si de verdad no quieres que se vaya, aléjate de ella.

El almuerzo lo sirvieron y comieron entre risas, aunque Narel evitó en todo momento la mirada de Alexander y Thomas la dejó sentada entre él y Helen. Quería que su hermano se diera cuenta de las cosas, pero la situación era difícil y complicada, y ya no sabía qué hacer para que todo les saliera bien. Después de almorzar cada uno continuó con lo que hacía, algunos volvieron a la piscina, otros a las cartas y los demás simplemente a conversar.

Alexander se sentó en la reposera, junto a Narel, sabía que estaba un poco molesta, al igual que él, pero uno de los dos debía dar el primer paso y le tocaba, por todo lo que había pasado, era su turno. Además, debía tomar una decisión por lo conversado con Thomas. Le pasó un brazo alrededor del hombro y le besó la cabeza.

—Papi. —Joshua llamó su atención, Alexander la soltó y tomó al niño en sus brazos, ambos miraron al pequeño—. No le des besos a Nar, papi.

—No le estoy dando besos a Nar, te estoy dando besos a ti. —Alexander abrazó a su hijo y comenzó a besarlo por todos lados, el niño rio fuerte—. ¿Por qué no quieres que le de besos a Nar?

—Porque mami no quiere, ella llora. —Alexander no pudo hacer nada cuando Narel se puso de pie, no le alcanzó a ver ni la cara, solo la vio entrar a la cocina. Sentó a Joshua a horcajadas frente a él.

—¿Quién dijo eso? ¿Mami o la abuela? —le preguntó mirándolo fijamente.

—La abuela.

—¿Te gusta jugar con Nar? —El niño asintió con una enorme sonrisa—. ¿Te gustaría que se fuera lejos y que no volviera a casa? —Joshua dejó de reír y miró a su padre fijamente—. Tus tíos y yo la cuidamos para que no se tenga que ir, porque sus papás están lejos, lejos y se la quieren llevar… No queremos que eso pase ¿verdad? —Joshua negó efusivamente con la cabeza—. No tiene nada de malo que le de besos en la cabeza o en la frente, tu mami entiende eso. —Alexander abrazó a Joshua, acurrucándolo en su pecho y le besó la cabeza—. Así como lo hago yo contigo ahora, pero a ti también puedo comerte a besos.

Se quedó jugando con su hijo hasta que el niño no podía respirar de tanto reír. Ya encontraría la manera de hablar con Narel, de seguro en ese momento no le abriría la puerta. Primero por lo sucedido con Steven y después por eso.

—Thomas. —Aunque la voz de ella lo distrajo, miró hacia su hermano—. Voy con Ralphie.

—¿Te presto el auto?

—No. —Alexander vio que su amigo respondió al dejarle la mano en la cintura, no podía verle la cara—. Iremos caminando, le hará bien caminar un poco. No te preocupes, la traeré de vuelta temprano.

Narel abrazó a Thomas y Helen y salió por la puerta de atrás con Ralph. Alexander se puso de pie con su hijo en los brazos y se acercó a su hermano, tenía que saber a dónde iban y por qué.

—Al cementerio y no tienes nada de qué preocuparte. —Alexander frunció el ceño al mirar a su hermano—. Eso me ibas a preguntar ¿o no?

—Da lo mismo. —Alexander dio la media vuelta y volvió a sentarse donde antes, para seguir jugando con su hijo.

—Vamos a tener que hacer algo.

—¿Vamos? —preguntó Helen mirando a su esposo, tenía a Emma dormida en sus brazos—. Vamos suena a muchas personas, Alexander tiene que hacer algo. —Thomas la miró fijamente, eso que decía era verdad—. Él tiene que decirle la verdad y lo que está pasando y todo se solucionará. Para bien o para mal, todo se arreglará. Y ni tú, ni yo, ni nadie puede meterse, la decisión y todo lo que pase, solo es por Alexander.

—Va a terminar perdiendo…

—Pero porque él se lo buscó. No te metas, Thomas. No hagas nada más de lo que ya estás haciendo, estás viendo todo lo de la demanda, el resto le toca a Alexander. Y si pierde, es porque él así lo quiso.

—Tienes razón en eso.

—Claro que tengo razón. Yo solo me voy a preocupar porque la boba esa no termine embarazada del tonto de tu hermano. Es lo único que puedo hacer por esa relación que tienen.

Thomas sonrió al mirarla, Helen se hacia la fuerte, pero sabía que en el fondo estaba tan preocupada como él por Alexander y por Narel, pero tenía razón en lo que decía, no debían meterse porque todo era decisión de Alexander, él tenía que arreglarlo.

Alexander se quedó intranquilo durante todo lo que quedaba de día, sabía que su hermano tenía razón, pero también tenía claro que no podía decirle la verdad porque se iría. Era obvio que ella tomaría la decisión de simplemente dejarle el camino libre para que pudiera estar con sus hijos y eso Thomas no lo entendía, o quizás sí lo entendía, pero esperaba que ella lo viera de otra manera. Quizás sería bueno que la vida diera un giro, tal vez luego del viaje a Italia las cosas cambiarían… No tenía ganas de hablar con Marianne al respecto, la verdad era que desde aquel día en que golpeó a Narel que no hablaban, y aquel día se habían reunido únicamente porque Marianne necesitaba una firma para los papeles de Joshua en el colegio. Su rutina simplemente se reducía a mandarle un mensaje diciéndole que iría a recoger a los niños y ellos lo esperaban abajo, en el vestíbulo del edificio, casi siempre acompañado de su abuelo. Y estaba bien, para él, ya que no quería verla ni a ella ni a su madre. Odiaba todo eso que pasaba, tenía más que claro que todo lo que hizo estuvo mal, que no debió tener nada con Narel estando casado con Marianne, pero antes de haberla besado en el departamento ya iban mal las cosas con Marianne, siempre pensó que solo necesitaba una excusa, una pequeña excusa, para decirle que mejor terminaran.

Alexander suspiró, acostado en la reposera y con lentes de sol, podía estar tranquilo pensando sin que nadie lo interrumpiera. Miró a sus hijos jugar, la culpa siempre fue de él, debió cuidarse para no ser padre tan joven… solo era un niño. Y lo peor era que ni siquiera lo hicieron tantas veces y esas pocas ocasiones tuvo dos hijos… Eran lo mejor de su vida, pero en ese momento deseaba que su madre fuera otra, aquella que no quería ni verlo. Quizás Marianne necesitó de una Helen en su vida que la estuviera cuidando constantemente para que no se embarazara… O quizás Marianne solo debió de pensar de una manera más parecida a la de Narel y cuidarse…

Se cruzó de brazos mientras estaba acostado en la reposera, la culpa no era de Marianne, la culpa solo era de él, si él se hubiera cuidado, se hubiera preocupado, nada de eso hubiera pasado… Pero ni siquiera lo hizo la primera vez que estuvo con Narel, si no fuera porque ella se preocupó, capaz y ya tendría al tercero en sus brazos… Eso lo hizo sonreír de medio lado, esa idea le encantaba, a pesar de todo… Se reprochó a sí mismo, era un irresponsable.

—Nick, mira y aprende.

La voz de Narel lo hizo despertar, ¿en qué momento había llegado? La miró en la piscina lanzarse de espalda, los demás rieron, él frunció el ceño. Cómo odiaba que hiciera esas cosas cuando él no estaba cerca para ayudarla. La vio darle las manos a Jesse que la jaló hacia afuera, llevaba un traje de baño que no le había visto, era solo un bikini y no les gustó para nada, no para tantas vistas. Se fijó que Ashley y Harper estaban sentadas a la orilla de la piscina. ¿Por qué no se podía quedar junto a ellas en lugar de estar lanzándose con los chicos? Se quitó la camisa y se puso de pie, así notó que Thomas y Helen estaban sentados a la mesa conversando bastante concentrados con Ralph, ya le preguntaría después sobre qué. Caminó a la piscina, Narel se preparaba para lanzarse de nuevo, tenía la pista despejada ya que competían y dejaban el espacio libre, los demás todos en la orilla para ir tomando cada uno su turno. Trotó, la tomó de la cintura y se dejó caer con ella al agua, Narel lo hundió cuando salieron a flote.

—Ese no cuenta, el estúpido este me botó. —Alexander sonrió al escucharla reclamar mientras nadaba, Garreth le tomó las manos para jalarla afuera, Alexander volvió a tomarla por la cintura y la mandó al agua otra vez, junto con Garreth.

—Yo que ustedes la descalifico —dijo mientras Narel lo apretaba por el cuello desde atrás—. Está atacando a otro participante.

—Tú no estabas jugando, estabas dormido.

Thomas volvió a fijar su vista en Ralph, luego de que vio que ambos habían salido a flote bien, después el bobo ese andaba reclamando porque Narel hacía lo mismo con Garreth. Nunca terminaría de entender a ese tonto hermano que tenía. Helen hablaba con Ralph.

—Entonces ¿crees que ese golpe puede tener alguna repercusión a futuro?

—No lo sé, fue un golpe en la cabeza, esos golpes casi siempre tienen repercusiones y ella ya tiene uno de cuando tenía tres años. —Thomas y Helen se quedaron mirándolo fijamente—. Su primo, el mayor de todos que vive en Chile, antes de irse la dejó caer de cabeza y había una piedra, ya se imaginarán lo que pasó.

—Eso no lo sabía. —Thomas frunció el ceño y miró a la piscina, Narel hundía a Alexander y los demás habían vuelto a la piscina, ya no estaban compitiendo.

—Ella no habla de eso, siempre habla de los otros dos idiotas que tiene de primos, que son hermanos del que se fue. Pero apenas tenía cumplidos los tres años cuando pasó, su primo jugaba con ella a colgarla de cabeza y siempre ha sido una loca, ella se reía y se divertía, pero se le soltó y cayó de cabeza, sobre una piedra filosa. Tiene la cicatriz aún, en el lado derecho poco más arriba de la oreja, en esa parte no tiene rizos.

—¿Qué necesitas que hagamos para saber que está bien? —Thomas le preguntó sin dejar de mirar la piscina.

—Si tienes los exámenes, sería genial, así se los paso a un amigo del hospital que es especialista para que los vea…

—¿Crees que pueda tener algo grave? —Helen interrumpió mirando a Emma, Ralph la miró, tenía a la bebé en los brazos.

—No, pero es mejor asegurarse, saber que todo sigue en su lugar. Pero… —Thomas dejó de mirar la piscina y fijó la vista en Ralph—. Necesito que la lleven al oftalmólogo, me di cuenta de que su vista está un poco gastada, después de que me contó lo que de verdad pasó en Canadá ahora que andábamos caminando, noté que no veía muy bien unas cosas, no sé si sea por lo mismo o porque ya trabaja todo el día frente a una pantalla, pero prefiero que vayamos descartando y que todo sea para bien de ella.

—Bien, tú eres el experto, haremos lo que dices. —Thomas tenía el ceño fruncido al verlo, solo un par de horas y ya se había dado cuenta de todo eso, y él que la tenía a cargo de hace ya más de dos años, no había hecho nada por ella—. Buscaré esos exámenes o sino pediré que le hagan otros.

—A ver cómo la convences de que vaya a un médico. —Helen opinó mientras amamantaba a Emma. Thomas gruñó, eso era verdad, Ralph sonrió—. ¿Hasta qué edad es bueno darle de amamantar, Ralph?

—A pesar de lo que dicen, mientras más de tu leche les des, mejor. —Ralph le dejó una mano en el hombro de Thomas—. La has cuidado bien, no tienes por qué castigarte. —Helen los miró a los dos sentados juntos y sonrió, sabía que en el fondo eran buenos amigos.

—Es bueno tener un pediatra en la familia. —Helen le sonrió, Ralph se carcajeó, pero al mismo tiempo le gustó sentirse parte de esa familia.

—Thomas, pondré ese cartel de que se prohíbe la entrada a los Alextianes. —Los tres miraron a Narel que se acercaba envuelta en una toalla por completo y con el ceño fruncido—. Aquí y en la casa de campo y en la oficina y en todos lados. Voy a bañarme.

—¿Tan temprano? —Thomas le preguntó un tanto confuso—. Siempre eres la última en salir de la piscina, a la que más me cuesta sacar.

—Porque tienes un hermano estúpido, troglodita, neardenthal, hombre de las cavernas, sin cerebro. —Los tres se quedaron mirándola caminar a la cocina sin dejar de reclamar. Lo último que alcanzaron a escuchar era que menos mal que le quedaban solo dos semanas soportándolo porque se iría a Italia.

—No me vas a prohibir la entrada ¿o sí? —Alexander llegó sacudiéndose en cabello.

—¿Qué le hiciste? —Thomas frunció el ceño al verlo, tenía algo en la mano.

—Nada, solo estábamos jugando y se le rompió la parte de arriba del bikini, se le partió por la mitad desde el centro. Menos mal que solo estaba yo cerca y la pude cubrir, Ashley le pasó una toalla y nadie la vio. —Alexander mostró lo que tenía en su mano, que era lo roto—. Lástima, no podrá volver a ponérselo, y tan lindo que era…

—Ashley le regalará otro, no te preocupes. —Helen le sonrió al mirarlo, estaba demasiado feliz—. Está comprando ropa para las dos para ir a Italia, las hermosas playas de Italia en donde tiene pensado conseguirle un novio de dos semanas. —Alexander frunció el ceño al instante—. Solo le rompiste uno de todos los que Ashley tiene.

—Como si tuviera mucho que lucir… —Alexander dijo de manera de que no se notara su enojo, tratando de hacer de que no le importaba.

—Sí tiene. —Ralph tomó la palabra, Alexander frunció mucho más su ceño—. Hoy lo noté cuando me abrazaba, ha crecido bastante en estos dos años que no la había visto.

—Blah, blah, blah… —Alexander apretó lo que tenía en la mano y lo fue a tirar a la basura, después de eso volvió a sentarse en la reposera que estaba antes, con los brazos cruzados.

—Te tocó un hermano muy estúpido, Thomas.

Tanto Ralph como Thomas rieron por eso, luego continuaron conversando por lo que había estudiado y por cuánto tiempo estaría en Londres, cosa que era indefinida porque si se acostumbraba y todo funcionaba en el hospital, podría quedarse para siempre. Narel bajó a los minutos después y se sentó al lado de Helen para jugar con Emma. El día continuó hasta que se oscureció, Alexander dijo que iría a dejar a Ralph aprovechando que llevaría a sus hijos al departamento, pero quedaron de acuerdo para juntarse de nuevo el siguiente fin de semana, para que Ralph hiciera su tan conocido pescado a la parrilla. Al principio Thomas no tenía muchas ganas de prestársela, pero terminó siendo convencido por Narel y no se pudo seguir negando, además el domingo siguiente Harper con Jesse volverían a Coventry. Alexander no dejó que Ralph se despidiera de ella con abrazos muy largos, ya no dejaría que se le acercara tanto, no después de ese comentario. Y también conversó con Ashley sobre los bikinis e Italia, había que dejar las cosas bien claras para seguir conservando las buenas amistades.

 

********

 

Cuando a Narel le dijeron que viajaría a Italia con George y Nicholas, frunció el ceño y se sintió frustrada, salió de la oficina de Thomas en casa y se encerró en su habitación gran parte del día. El mayor pensó que le agradaría la idea, no por nada se había esforzado en conseguirle permiso a George con su padre, había comprado los pasajes y ajustado todo para que fueran los tres, pensaba que estando con ellos se distraería y no pensaría tanto en Alexander, ya que si iba sola con Ashley y Brandon los tendría que estar aguantando constantemente como pareja.

Pero se había equivocado, a Narel no le gustó para nada aquella idea. Y, para peor, si Helen se enteraba tendría que aguantar todas sus burlas porque ella le había dicho que era una mala idea. Narel quería ir a Italia para liberarse de todo un poco y recorrer los museos que tanto le gustaba, no para ir de niñera y tener que estar aguantando las malas caras de esos dos porque no querían acompañarla.

Thomas suspiró, al principio se había negado a aquella idea de Alexander, pero terminó convenciéndolo al decirle que Narel no estaba bien con todo lo que pasaba y que mejor tener a George y Nicholas controlándola a que hiciera algo que pudiera hacerle daño. ¿Y si se le ocurría alguna de esas extrañas ideas en que ponía en riesgo su vida? Como la moto… como ir a galope en caballo… como lanzarse en clavados sin tener experiencia… como salir desabrigada cuando hay grados bajo cero… Thomas recordó lo sucedido en Canadá, no quería que volviera a estar involucrada en alguna pelea como esa, a pesar de que Alexander no sabía nada eso, cuando comenzó a enumerarle lo que había hecho Narel durante su vida, Thomas solo pensó en Canadá y en lo que le dijo Ralph. Aquello fue lo que gatilló a aceptar la idea propuesta por su hermano y no lo pensó más, simplemente comenzó a pedir permiso para que George pudiera ir a Italia con Nicholas, de esa manera ella estaría tranquila… en lo que se refería a que no se pusiera en riesgo.

Y nunca imaginó que sería tan molesto para ella…

—Thomas… —El mencionado levantó la vista de la pantalla, estaba trabajando en casa, y con la mente tan metida pensando en Italia que no notó que ya había anochecido y que ella había salido de su encierro—. Lo siento por enojarme, sé que quieres que ellos me cuiden y que con eso me comporte para que nada me pase, pero sabes que quiero ir a andar en tren y a ver los museos y esos pesados se enojan solo con escuchar la palabra museo.

—Los dejas con Ashley y Brandon cuando vayas a los museos, solo quiero que te acompañen y te cuiden, no quiero que nada malo le pase a mi enana consentida y mimada.

—No quiero ni imaginar como serás con Emma cuando crezca. —Thomas sonrió al mirarla.

—Solo es contigo. —Helen la abrazó al entrar—. Este torpe se comporta así solo contigo, porque todos sabemos que tenemos que cuidarte porque estás más que loca.

—No es cierto…

—Sí, claro… —Helen le besó la cabeza—. Vamos a cenar, ya llegaron todos. —Helen la tomó de los hombros y comenzó a caminar a la cocina—. Tú y yo tendremos una conversación cuando estemos solos.

Thomas suspiró al seguirlas, eso era de esperarse, Helen ya debía estar enterada de lo sucedido con Italia y Narel, ambas debieron conversar mientras preparaban la cena. Le esperaba una larga noche escuchando a Helen por tener la razón y él estar equivocado. Cuando llegó a la cocina, el único que faltaba era Alexander, Narel servía los platos mientras los demás reían, se sentó donde siempre junto a Helen, le besó la cabeza, al lado de su esposa Emma estaba en su coche, no dormía, pero era mejor que estuviera allí para que su madre comiera tranquila. Con el que no pudo hacer nada fue con Elijah, que apenas Narel se sentó fue a su lado para que lo cargara. Ella no le reclamaba ni nada, era feliz con el niño en los brazos, pero debía ir quitándole esa costumbre o tendría un Nicholas más. Lo cierto era que Elijah estaba acostumbrado a ella y viceversa, al fin y al cabo, había nacido el mismo año en que ella llegó a Londres y crecieron juntos.

—Buenas noches. —Alexander entró y se sentó donde siempre, entre Narel y Nicholas. La miró de reojo, ella le estaba picando carne a Elijah.

—Llegas tarde. —Thomas le dijo sin mirarlo. Alexander comenzó a servirse de lo que había a la mesa.

—Steph no quería que la dejara en el departamento.

—¿Por qué no la trajiste? —Nicholas lo miró al preguntarle.

—Nick, no hables con la boca llena. —Y por eso Thomas no quería otro Nicholas, a pesar de que Narel lo regañó al instante.

—Porque mañana se van de viaje a la finca de los abuelos de Marianne y van a salir temprano.

—¿Y por qué no vas con ellos? —Alexander miró a George, que había preguntado.

—Porque no tengo ganas. —Nicholas con George lo miraron con una enorme sonrisa, Alexander suspiró cansado.

—Te vimos hoy en la cafetería.

—Muy bien acompañado. —Ambos chicos habían congeniado tan bien, que ya ni siquiera hablaban por separado, sino que por frases cortadas que uno terminaba por el otro. Narel le besó la cabeza a Elijah, Alexander los miró frunciendo el ceño.

—Georgie, con ese muy bien acompañado. —Garreth se unió a la conversación al mirar al mencionado, él se sentaba entre Narel y Thomas—. ¿Te refieres a esas dos muy buenas compañías? —Nicholas con George asistieron riendo, Thomas los miró, pero no dijo nada. Helen frunció el ceño.

—¿Qué es eso de dos buenas compañías? —Narel le preguntó mirando a Garreth, este dejó de mirar a George para verla a ella.

—Dos buenas razones…

—No entiendo, Garreth. Explícame.

—No es nada, ignóralos. —Alexander, a su lado, interrumpió y comenzó a comer.

—¿Es tu nueva novia, Alex? —El mencionado dejó caer el tenedor sobre el plato al mirar a Nicholas, que lo veía con una sonrisa, pero con esos ojos llenos de maldad, dignos de un Russ.

—Nar, no quiero de esto. —Elijah la distrajo de la conversación al enseñarle el brócoli.

—Sí te gusta, prueba con esto. —Narel untó el brócoli en un poco de mayonesa que tenía en su plato y le dio de probar, el niño comió sin problemas y continuó haciendo lo mismo.

—Así que al fin estás saliendo con la chica más linda del campus. —Garreth siguió con la conversación, Alexander lo miró con el ceño fruncido, Thomas carraspeó.

—Las dos buenas razones la hacen la más linda del campus. —George atrajo la atención de los hermanos, nuevamente.

—No entiendo eso de las dos buenas razones. Quiero que me expliquen. —Narel frunció el ceño al verlos, hasta ellos que eran menores sabían y ella no.

—No es nada, boba. —Helen se metió a la conversación—. No los tomes en cuenta, son solo estupideces porque tienen demasiadas hormonas.

—Entonces… ¿ya estás saliendo de verdad con Camille? —Alexander la miró, ella lo veía fijamente, asintió lentamente, Narel le sonrió.

—Solo fuimos a una cafetería, no sé si eso se pueda considerar salir de verdad.

—Pero es algo ¿no es así? —Alexander continuó mirándola, ella no parecía triste—. Ojalá te funcione todo esta vez. Ella es la chica más linda del campus. —Garreth, junto a ella, asintió. Los otros dos chicos también.

—Nar, ya terminé. —Elijah volvió a acaparar su atención—. Quiero probar eso. —El niño le apuntó a la salsa barbecue que ella tenía en su plato, le dio de probar con algo de carne—. Pica, pica. —Narel sonrió y le dio leche.

—Yo creo que Nar es la más linda del campus. —Pero, para sorpresa de todos, fue Leah quien se unió a la conversación con eso, logrando que Narel se quedara besando la cabeza de Elijah sin levantar la mirada—. Y Alex es un estúpido.

—Como es viernes y la otra semana me voy a Italia, con Elijah nos iremos a acostar y a ver películas. —Narel se levantó con el niño en los brazos—. ¿Vas con nosotros, Leah? —La niña se levantó para seguirla—. Nicholas, George, mañana será día de la bolsa. —Ambos dejaron de comer al escuchar que los llamó por el nombre entero.

—¡¿Qué?! ¡Pero no es justo! —Nicholas reclamó, Narel lo miraba con esos ojos brillosos llenos de maldad, Alexander notó que esa mirada le ganaba a la de los Russ.

—Te pasa por bobo. —Garreth comenzó a reír.

—También será día de la bolsa para ti, Garreth. —Narel lo miró sonriente—. Será para los tres.

—Pero si yo no tengo nada que ver con lo que pasa.

—Gracias, Helen. Estuvo todo muy rico. Yo me encargo de Leah y de Elijah ahora. —Y los tres salieron de la cocina, Elijah en los brazos de Narel y Leah tomándole la mano.

—Thomas… —Nicholas vio en su hermano su oportunidad.

—A mí no me digas nada, ¿no pudiste preguntarle a Alexander después por su cita? ¿Por qué tenías que hacerlo justo ahora?

—Porque Alex es un estúpido. —El mencionado rodó los ojos y continuó comiendo.

—Sí, lo soy tanto que a mí es al único que no le harán día de la bolsa. —Nicholas lo miró boquiabierto, eso era verdad.

—Teníamos que decirle porque Alex no le diría. —George tomó la palabra.

—Ella sabe de Camille, ustedes no tenían por qué meterse en eso. —Alexander los miró, los dos chicos abrieron la boca para decir algo—. Sabe eso y sabe que no terminé con ella para volver con Marianne, se dio cuenta sola y me preguntó y yo le dije la verdad. Así que no se metan, si la quieren cuidar bien, háganlo y se los agradezco, pero no así. —Alexander se puso de pie—. Gracias por la cena, Helen. Estuvo muy rico. —La mayor le sonrió, todos allí sabían que quien cocinaba era Narel, pero le agradecían a Helen por ser la dueña de casa—. Thomas, si ya terminaste, ¿podemos hablar un momento?

—Claro, vamos a mi despacho. —El mayor se levantó y ambos salieron de la cocina.

—Se pasaron esta vez los dos. —Helen miró a los más pequeños en modo de regaño—. No es de su incumbencia lo que pase entre ellos.

—Pero no queremos que le vuelva a hacer daño. —Nicholas se cruzó de brazos al mirarla.

—No queríamos que ninguno se enojara, solo queríamos que Nar supiera que Alex anda con otra. —George trató de hacer ver que lo que hicieron no estuvo tan mal.

—Nar sabe, Georgie. —Garreth tomó un poco de su jugo y habló—. Lo ve todos los días en la universidad con Camille que no se le despega, ella tenía claro que algo terminaría pasando entre esos dos. El otro día le preguntó a Alex si de verdad había terminado con ella porque quería volver con Marianne, como lo ve tan seguido con Camille, quiso saber eso. Él le dijo que no, que no ama ni a Marianne ni a ella, pero que tampoco se siente enamorado de ninguna otra. Es por eso por lo que ella ahora le dijo que ojalá todo le salga bien.

—No sean bobos, no se metan en esas peleas. —Helen tomó a Emma en sus brazos—. Ahora lo único que ganaron es que les haga día de la bolsa y que laven los platos.

—¡Pero, Helen! —Nicholas reclamó al mirarla ponerse de pie.

—No les será tan difícil, son tres, seis manos buenas y rápidas.

—¿Y yo por qué? —Garreth reclamó al mirarla, ya casi iba en la puerta.

—Por tratar de esa manera al género femenino. —Helen salió de la cocina, los tres se quedaron mirando el vaivén de la puerta.

—¿Qué es eso del día de la bolsa? —Tanto Garreth como Nicholas miraron a George, a él no le había tocado aún vivir ese día.

—Es cuando Nar toma una bolsa y hace aseo de las habitaciones y bota todo lo que ella cree que no sirve. Es horrible. —Nicholas exageró pasándose las manos por la cara—. Es mejor que guardemos todos nuestros tesoros o mañana se irá todo, todo.

Cuando Alexander salió de la oficina de Thomas, primero fue al baño y luego subió, su hermano se quedó apagando las luces. Entró a la habitación de Narel y la vio acostada con Elijah y Leah, si la movía un poco podría meterse junto a ella, pero se veían tan tranquilos durmiendo los tres que no quiso molestar. Les apagó la televisión que se les quedó encendida y la habitación se iluminó con las luces del Universo. Le besó la cabeza a Leah, que estaba apoyada en Narel y luego a Elijah, que dormía sobre Narel. Sonrió aún más, le seguía encantando verla como mamá. Después se acercó a ella y la besó en los labios, eso no lo dejaría de hacer nunca. Juntó su frente a la de ella.

—Tú siempre vas a ser la más bonita del campus.

Volvió a besarla y salió de la habitación, había luz en la de Nicholas y caminó hacia allá, abrió la puerta y los vio metiendo algo al armario. Los miró con el ceño fruncido, los dos chicos le sonrieron enormemente, esperaba que no estuvieran haciendo ninguna estupidez por el día de la bolsa que los esperaba. Cerró la puerta y caminó donde Garreth, su hermano veía una película.

—¿Vas a dormir aquí?

—Sí, y no hagas preguntas. —Alexander acomodó un colchón inflable en el piso y arregló todo para dormir.

—Lo imaginaba, Leah y Elijah ocuparon tu cama.

—Ajá. —Alexander se tapó hasta la cabeza e ignoró a su hermano.

—¿De verdad tienes pensado salir con Camille?

—Lo único que tengo pensado es hacer lo que Thomas me pidió, tengo que ayudarle a que me olvide, así que si tengo que salir con alguien que no me gusta para que ella se decepcione, sí, lo haré.

—Y sí…

—Después veré qué hacer, ahora no quiero pensar.

—Nick con Georgie estaban haciendo un muñeco de Freddy para asustar a Nar por el día de la bolsa.

—Mañana mataré a esos dos, ahora solo quiero dormir.

Garreth sonrió, al menos no la estaba pasando bien. No era que quisiera que la pasara mal, pero él también lo había visto con Camille y no le gustaba, no quería que Narel sufriera por eso. No entendía a su hermano, pero tenía claro que por eso de la demanda mucha opción no había. Suspiró y apagó la televisión, mejor se dormía, al fin y al cabo no podía estar pendiente de los problemas de los demás siendo que él tenía los suyos, su relación con Melissa se estaba desmoronando y no sabía aún bien qué hacer. Tal vez hablaría con Helen por un consejo. Miró el cielo, allí aún estaba el papel que Narel le dejó con los nombres de él y Melissa en un corazón, esa loca… «Y no entendió lo de las dos razones», Garreth sonrió, demasiado inocente para algunas cosas.

Al día siguiente, el ruido en la habitación de al lado los despertó temprano. Garreth se puso la almohada en la cabeza para seguir durmiendo otro rato, no alcanzaba a ver a Alexander, pero supuso que hizo lo mismo. La puerta se abrió de pronto.

—Levántate, Garreth. Es día de la bolsa. —Narel le jaló la almohada, Garreth la afirmó con más fuerza.

—¿Por qué no golpeas antes de entrar? —preguntó desde bajo la almohada.

—¿Qué te hace pensar que tienes derecho a privacidad?

—Ve a fastidiar a otro lado. —Narel continuó jalando la almohada.

—Si no te levantas, voy a botar todo lo que yo creo que no te sirve y no usas.

—¿Por qué no vas a hacerle día de la bolsa a Alex? —Garreth se sentó en la cama, Narel tenía los rizos amarrados en una coleta y vestía ropa deportiva, al parecer la más vieja porque hasta manchas de pintura de la piscina tenía.

—A mí no me metas, yo no he hecho nada. —Alexander, acostado en el colchón inflable, habló aún tapado hasta la cabeza.

—Él tiene sus cosas en mi habitación, ni sabe cuándo pasa la bolsa. —Garreth sonrió de medio lado al ver a su hermano sentarse de pronto y mirarla.

—Eso no es cierto. —Narel lo miró fijamente y soltó la almohada, que se la había quitado a Garreth de tanto molestarlo para que se levantara.

—Nar ¿quieres venir a ver nuestra habitación? —Nicholas con George se asomaron por la puerta, ambos con una sonrisa de oreja a oreja. Narel los miró entrecerrando los ojos, algo no estaba bien.

—Les dije que después del desayuno.

—Pero…

—Después del desayuno. —Dejó de mirar a los otros dos y fijó su vista en el único de la habitación que era de apellido Fletcher—. Garreth…

—¿Es por eso por lo que desaparece mi ropa? —Todos miraron a Alexander que había hablado.

—¿Qué te hace pensar que para ti no hay día de la bolsa? —Alexander frunció su ceño al verla—. ¿Qué crees que pasó con esos pantalones marrones que te compraste?

—Pero estaban nuevos…

—Y horribles, así que se fueron a la bolsa de la donación. Además, te dije ese día que andábamos en esa tienda que tanto te gusta, la del caballero que pasea al perro, que no te los compraras porque estaban horribles. —Garreth comenzó a reír, Narel lo golpeó con la almohada para callarlo.

—Pero eran a medida, por un sastre.

—Deja el fastidio, alguien le está danto mejor uso. —Alexander la miró fijamente, como evaluando un golpe de venganza, algo que Narel no notó porque no había dejado de molestar a Garreth con la almohada—. Garreth, vine a preguntarte si vas a almorzar hoy aquí o si vas a salir con Melissa.

—Me quedaré… —Garreth se dejó caer de espalda a la cama.

—Bien, bajen a desayunar ahora, tenemos muchas cosas por hacer. —Narel los miró a todos y luego salió de la habitación, Nicholas con George la seguían mirando demasiado sonrientes, ella los ignoró y bajó.

—Ustedes dos. —Alexander se puso de pie y caminó donde los dos menores—. ¿Qué es lo que piensan hacer?

—Nada, Alex. —Nicholas le sonrió al responderle.

—Estamos listos para el día de la bolsa. —George le sonreía de la misma manera.

—¿Qué es lo que traman? A mí no me engañan con esa sonrisa.

—A mí tampoco. —Garreth opinó mientras se ponía algo de ropa.

—Nada, nada… —Alexander los miró entrecerrando los ojos y fijamente.

—Tienen mi permiso para hacerle la broma de Freddy. —Nicholas con George sonrieron aún más—. Pero si ella se entera de que los dejé, morirán lentamente.

—No lo sabrá nunca, Alex. —Nicholas le pasó un brazo alrededor del cuello a George, escucharon de abajo que Narel los llamaba para desayunar—. Vamos a llenar la tripa, que nos espera un largo día.

—¿Estás seguro de lo que haces? —Garreth le preguntó cuando Alexander cerró la puerta, también se pondría algo de ropa.

—Se lo merece por regalar mi ropa sin preguntar. Esos pantalones no me los puse nunca. Nunca. —Garreth sonrió, su hermano salió por el balcón, de seguro iba a buscar ropa a la habitación de Narel, donde tenía todo.

Desde que tenía trece años, Narel comenzó a juntar de entre sus cosas todo lo que no usaba y no le servía, siempre y cuando estuviera en buen estado, y lo donaba. Todo había comenzado cuando visitó al hermano de Ralph en el hospital de niños con cáncer, allí vio una realidad que hasta ese momento no conocía. Había varios niños que simplemente fueron olvidados por sus padres y no tenían a nadie más que las enfermeras o médicos o gente que trabajaba allí para acompañarlos. Muchos no tenían más que lo puesto. Ella vivía en una realidad absolutamente diferente, nunca le había faltado de lo material, si quería algo, simplemente lo pedía y sus padres se lo daban. Nunca le faltó un plato de comida en la mesa y mucho menos un techo. Ella tenía el mundo a sus pies, si lo comparaba con la realidad del hospital. Todos los problemas que pudiera tener no eran nada con todo lo que se vivía allí.

Aquel primer día en que acompañó a Ralph a visitar a su hermano, el mundo le cambió por completo.

Y así comenzó lo que ella llamaba el día de la bolsa, si bien tenía de todo lo material que pudiera imaginarse, nunca tuvo la atención o el cariño de sus padres, pero eso le sirvió bastante para lo que tenía en mente. Fue por eso por lo que muchas veces llevó ropa completamente nueva al hospital, porque solo le bastaba decirles a sus padres lo que necesitaba, con la excusa de que era para ella, y lo acumulaba en bolsas que las llevaba al hospital. Nunca le gustaron las muñecas o los peluches y siempre era lo que más recibía de su familia, y todo eso era donado. Con el paso de los meses, y con Elijah siendo un bebé aún, convenció a Helen para ir donando todo lo que él no usaba, después la madre de los muchachos se enteró de lo que estaba haciendo y comenzó a juntarle la ropa desde Alexander en adelante.

Aun así, ella quería hacer más, algo que también se vio en aumento cuando falleció el hermano de Ralph y se sintió vacía y perdida porque no pudo hacer nada. Así que mientras caminaba por las calles de Londres se encontró con un hogar de ancianos, se quedó conversando con uno de ellos y decidió llevar la ropa de sus padres, que ella creía no usaban, para donarla. Y, tal y como lo había hecho antes, convenció a Helen para que le diera de su ropa y la de Thomas, luego también se unió la madre de los muchachos.

Aquella costumbre se convirtió en algo normal, por eso cada cierto tiempo hacía su día de la bolsa y juntaba todo lo que no le gustaba, que no usaría y que le regalaban, y lo llevaba. También tomó por costumbre tejer gorros tanto para los niños como para los ancianos. Cuando comenzó a tener su propio dinero, que juntaba vendiendo de las artesanías que hacía, de cuando vendía los trabajos en el colegio, lavando el auto de sus padres, o haciendo alguna cosa que era remunerada, compraba pañales o algo que les hicieran falta y lo llevaba. Y a pesar de todo, seguía sintiendo ese vacío por no poder hacer nada por el hermano de Ralph o por los que quedaban.

Aquel día de la bolsa, Nicholas con George habían escondido un «muñeco» de Freddy que estuvieron haciendo para gastarle una broma. Ellos pensaban que ese miedo que Narel le tenía era más que nada para llamar la atención, así que, según su punto de vista, solo era un juego inofensivo. Garreth le dijo que no siguieran con esa idea, que era mala, pero los pequeños continuaron porque no le vieron nada de malo. Y justo les llegó el día de la bolsa, aprovecharían la ocasión para asustarla. Narel los notó raros, primero reclamaron porque no querían día de la bolsa y luego andaban buscándola para que fuera a la habitación, fue por eso por lo que cuando le tocó el turno de ir a donde Nicholas con George, fue con cuidado. Pero no se imaginó que en el armario estuviera esa cosa con la ropa de Freddy y algo parecido a las garras de metal. Cerró las puertas del armario de un golpe y salió con los puños apretados, los pequeños se quedaron riendo en el suelo. Alexander miraba todo desde el balcón, ninguno lo había visto, y sonrió de medio lado al vengarse por la ropa que le había donado. Narel no le habló ni a Nicholas ni a George durante toda la semana, así ellos entendieron de que con Freddy no se jugaba. Y, cuando al lunes siguiente se fueron a clases y ella se quedó porque ya había terminado esa asignatura, todo lo que encontró inútil en la habitación de Nicholas con George se fue a la bolsa. Unas directo a la basura y otras a la donación.

 

*******

 

El tan esperado día para ir a Italia al fin había llegado, era sábado por la mañana y por la casa de los Russ el movimiento era demasiado, y ruidoso. Narel ya tenía una mochila de campamento lista a la entrada de la puerta, no necesitaba más, sabía que Ashley llevaría más cosas y le pediría a ella si le hacía falta, aunque no lo creía. Ya les había dado desayuno a todos y solo esperaba que esos dos a quien se vio obligada a llevar terminaran su escándalo. Quedaron con Ashley y Brandon de juntarse en el aeropuerto, y Narel sentía que ya iban tarde.

—¿Solo eso vas a llevar? —Alexander le preguntó mientras bajaba por la escalera, ella asintió—. ¿No crees que es muy poco?

—Ashley lleva para todos, no es necesario más.

—¿Tu teléfono? —Alexander se paró frente a ella.

—En el bolsillo. Thomas no me deja salir si no llevo el teléfono.

—Voy a llevar tu mochila al auto. —Alexander fue a agarrar lo mencionado, Narel lo tomó del brazo para evitarlo.

—¡Nicholas, George, las maletas no se van a subir solas al auto! —Narel les gritó, los sintieron correr en el segundo piso.

—¡Ya vamos! —respondió George, pero aún no se asomaban.

—¿Los tienes castigados aún? —Alexander sonrió al mirarla, ella tenía la vista fija en la escalera.

—Por el resto de sus vidas.

—¿Vas a cuidarte? ¿Me lo prometes? —Narel lo miró, Alexander la veía fijamente y de manera extraña.

—Sí, te lo prometo.

—¿No harás tonteras? ¿Solo cosas normales que te traigan de vuelta entera a Londres?

Mi luna no va a dejar que nada me pase, nos lo prometimos. —Alexander sonrió, eso se lo había dicho en español porque Nicholas con George iban bajando la escalera.

—¡Subiremos las cosas, Nar! —Nicholas pasó, casi corriendo, por al lado de ellos con sus cosas.

—Tú no tienes que hacer nada, nosotros nos encargamos. —George lo seguía con lo de él.

—Llevaré lo tuyo, estos no se moverán rápido.

Alexander tomó la mochila del suelo y los siguió. Narel subió, los demás estaban arriba y se iría a despedir, Thomas estaba en su despacho enviando unos correos, pero de eso no se preocupaba, ya que él los llevaría al aeropuerto. Se despidió de Leah y de Garreth, después de Helen y los niños, prometiéndoles a todos que se cuidaría y que les escribiría y les mandaría fotografías todos los días. Obviamente Helen terminó llorando y también Elijah, que quería ir. Narel le prometió que cuando volviera lo llevaría al parque de diversiones con Garreth y Leah. Bajó cuando Thomas la llamó, el auto estaba listo para partir. Fue corriendo, quería irse de copiloto antes de que Nicholas se lo ganara, pero al salir notó que Alexander ya se había instalado allí. Frunció el ceño, George estaba en la parte de atrás y la miraba con una sonrisa y Nicholas junto a la puerta también sonriente.

—¿Por qué tengo que llevarlos, Thomas? —preguntó mirando al mayor, aunque iba sentada atrás y los dos chicos la tenían abrazada, uno a cada lado.

—Porque ya les compré los pasajes.

—¿Y no los podías devolver? —Thomas sonrió al mirarlos por el retrovisor, los dos debían suplicar por perdón.

—Eres nuestra Emperatriz, es nuestro deber cuidarte. —Nicholas le besó la mejilla.

—Y no dejar que nada malo te pase. —George hizo lo mismo que Nicholas, pero al otro lado.

—Los dejaré en Italia abandonados, ya no quiero más bebitos ni esclavos.

—Eres malvada. —Nicholas la miró, pero le seguía sonriendo, los dos iban demasiado entusiasmados.

—No más que ustedes. Thomas, no debiste desperdiciar tu dinero en estos dos.

—No seas mala, siempre quise conocer Italia. —Narel miró a George frunciendo el ceño, eso no era cierto.

—Solo iré a los museos. —Narel vio cómo la sonrisa de ambos chicos desapareció para transformarse en una mueca de desagrado—. Ya me frustraron el viaje.

Alexander, junto a Thomas, suspiró. Había sido idea suya de que los dos la acompañaran para que le contaran de cada uno de los movimientos de Narel en Italia, ellos iban de espías, pero había olvidado que ella solo quería ir a los museos y pasear en tren, y los pequeños odiaban los museos. Alexander quería que Narel fuera feliz, pero también necesitaba tener ojos donde él no llegaba para cuidarla, esperaba no haberse equivocado al mandar a esos dos con ella.

Cuando llegaron al aeropuerto, Ashley los esperaba cerca de la puerta. Hicieron todo el papeleo necesario y luego se despidieron de Thomas y Alexander. Al igual que cuando iba a las competencias de natación, debía de informar a Thomas por cada paso que daba, sino sería castigada sin poder salir sola hasta que cumpliera cien años. Thomas la abrazó con fuerza y le besó varias veces la frente. Extrañaría a la niñera. Luego se despidió de los pequeños, de la misma manera que de ella, los abrazó con fuerza a los dos y les hizo prometer que no andarían haciendo tanta estupidez en un país lejano. Ambos se lo prometieron, se despidieron de Alexander casi de la misma manera que de Thomas y se fueron a la puerta de abordaje, sin siquiera esperar a alguien. Alexander frunció su ceño por eso, se supone que iban de espías y guardaespaldas y a la primera la dejaban sola. Ashley y Brandon también se despidieron, Brandon se fue tras los pequeños y Ashley esperó a Narel, Alexander la había abrazado. Se quedó mirándolos, si no fuera por esa estúpida demanda, estarían los cuatro abordando el avión en lugar de que se estuvieran despidiendo, Alexander no parecía querer soltarla, notaba en sus ojos las ganas de querer besarla. Pero Narel le besó la mejilla y caminó en dirección a la puerta, Ashley le pasó un brazo alrededor del cuello, no la dejaría llorar, ese viaje era para liberarse.

—Nar. —Nicholas llegó junto a ellas, se había devuelto—. ¿Cuáles son nuestros asientos?

—Ustedes van en el portaequipaje y yo en primera clase. —Ashley rio por eso, sabía que los tenía castigados por la broma de Freddy.

—Pero, Nar…

—Vamos, el sobrecargo nos dirá.

La decisión de a donde llegar fue elegida por piedra, papel o tijera entre Ashley y Narel, en esa ocasión la hermana de Helen salió vencedora y el lugar donde aterrizaría el avión desde Londres sería Milán. Era la ciudad que más quería conocer Ashley porque, según ella, era el centro de la moda. Cuando Narel escuchó que su amiga había elegido esa ciudad por eso frunció el ceño, pero luego revisó el listado de museos que hay en Milán y estuvo de acuerdo. Narel se sentó con George y Nicholas, ella al lado de la ventana. Era la primera vez que volaba en avión que no fuera a Canadá y la nostalgia la invadió. Miró a los dos chicos sentados a su lado, ambos dormían, era entendible porque el viaje era largo, los arropó y volvió a sentarse en su asiento, iba mirando las nubes por la ventana mientras escuchaba un audio que le había grabado Alexander. Tenía los audífonos puestos, al parecer él sabía que el viaje largo en avión le recordaría a Canadá, porque se encargó de grabarle algunas cosas para que se mantuviera pensando sin ponerse triste. Ashley, sentada en la fila de adelante junto a Brandon, los miraba de vez en cuando, Narel sonreía al mirar por la ventana.

—¿Qué es lo que tramas? —Ashley miró a Brandon, él le había tomado la mano.

—Nada. —Ella le sonrió.

—A mí no me engañas, sé que te estuviste poniendo de acuerdo con Alex.

—No es nada, de verdad, estoy entusiasmada por ir a Milán. —Brandon la miró fijamente.

—No te metas con ellos, deja que ellos arreglen sus problemas. —Ashley intentó decir algo, pero Brandon no la dejó—. Además Alex está saliendo con Camille ahora, así que mantente alejada.

—Quiero que sean felices.

—Solo quieres estar en el centro. —Ashley lo miró frunciendo el ceño, Brandon sonrió—. Además, debimos llegar a Cagliari, no a Milán.

—¿Por qué?

—Porque es una isla, playas… no ropa… —Ashley le dio un golpe en el brazo—. Y de allí hubiéramos cruzado en ferry, hubiera sido más emocionante.

—¿Era donde quería llegar la boba?

—No, pero cerca. Ella quería llegar a donde nos dejaría el ferry desde Cagliari.

—Lo importante es que lleguemos a Italia y después vemos qué hacer.

Narel había estado planeando lo que haría en ese viaje desde que Alexander le dijo que fueran, a pesar de que no estaban juntos, se decidió que no se perdiera la salida, así que continuó con sus planes. Pero no sirvió de mucho porque una vez que llegaron a Milán, todo cambió, aunque no estuvo de acuerdo con eso de la moda, sí pudo ir a los museos de allí. Y trazaron el nuevo recorrido antes de continuar haciendo planes por separado, el primer día en Milán se divirtieron los cinco. Ashley dijo que su sueño era conocer Venecia, Narel agregó que de camino a Venecia podían pasar por Verona, la ciudad que Shakespeare había usado para uno de sus tan conocidos dramas. Y podían ir desde Milán en tren, que era lo que quería Narel. Al final armaron un nuevo plan recorriendo los lugares que ellas dos querían, los chicos solo se dedicaron a asentir, ellos tenían claro desde el principio que para eso habían ido, Brandon no tenía problema, él quería ver a Ashley feliz y lo estaba, y eso era suficiente para él, además ya conocía Italia.

Las fotografías comenzaron a llegar a Londres desde el momento en que aterrizaron. Alexander la mensajeaba, si podía, cada minuto. Mientras que Thomas con Helen los llamaban por las tardes. Nicholas con George enviaban su reporte diario con fotografías, fue así que Alexander juntó fotografías y videos de Narel haciendo el viaje que los dos planearon, la vio en los paseos en bicicletas, en las entradas a los museos, en las góndolas molestando a Ashley para que no tuviera un viaje romántico, paseando por el jardín de Boboli. Nicholas les mandó un video a todos los de Londres en donde George con Narel tomaron una clase de gladiadores y pelearon como en antaño, aunque sin que se los comieran los leones. Hasta que llegó el día en que irían a la Fontana di Trevi, el paseo que se habían prometido desde que decidieron recorrer el mundo con Alexander, el mismo año en que él conoció a Marianne.

—Nunca me dijiste cuál sería tu deseo. —Narel levantó la vista, estaba frente a la fuente con la moneda en la mano, pensando en lo que había sido su vida desde que llegó a Londres.

—¿Qué haces aquí? —Alexander sonrió de medio lado al verla.

—Tú, Ralph y todos esos a los que llamas la tropa me dijeron que nunca incumpliera mis promesas. —Alexander le tomó la mano y le quitó la moneda—. Esto es nuestra promesa, no podía no estar. —Le mostró la moneda, Narel se quedó mirando aquel objeto—. Vamos a pedir nuestro deseo. —Tomaron entre los dos el euro y lo lanzaron. Ambos se quedaron mirando la fuente. Supuestamente el deseo a cumplir era regresar, pero Narel le había dicho a Alexander que como ella es un bicho raro, pediría un deseo especial. Él le dijo lo mismo, que su deseo sería estar con ella para toda la vida, aunque claro que en esa época era solo como amigos, según pensaba Narel—. Mi deseo sigue siendo el mismo… ¿Y el tuyo?

—No seas odioso, Alexander. Sabes que el único deseo que se puede pedir es regresar a la Fontana di Trevi. —Él la miró sonriente, no le quería decir lo que pidió. Narel seguía mirando a la fuente—. ¿Te tienes que ir?

—Sí, solo vine a esto.

—¿Por qué?

—Porque te lo prometí.

—No quiero que te vayas… —Alexander se quedó mirándola fijamente, a pesar de que ella tenía la vista hacia el frente. Apretó los puños y le besó la cabeza.

—Cuídate, tienes que regresar a casa sin un rasguño.

—¿Por qué no puedes quedarte? —Narel levantó la vista y lo miró, Alexander notó que tenía los ojos llorosos—. ¿Por qué no puedes amarme? —Alexander dio un paso atrás, viéndola con sorpresa—. ¿Qué es lo que tengo de malo?

—Tú no tienes nada de malo, preciosa. Solo soy yo el que no sabe amarte. —Narel volvió a mirar al suelo—. Lo siento, preciosa. Perdóname por todo. —Pero ella continuó solo mirando hacia abajo y se puso la gorra del Manchester que en ese momento tenía en la mano, Alexander supo, cuando la vio bajar la visera, de que estaba llorando. Se odió aún más. Dio la media vuelta y desapareció por entre la gente. Narel tomó el colgante de colibrí que llevaba y lo jaló, rompiendo la cadena.

—Tú vales más que una tonta moneda, cumple mi deseo de olvidarlo para siempre.

Y lo lanzó a la fuente, con todo el enojo acumulado, a pesar de que era el colgante que no se quitaba para nada porque se lo había dado Alexander para ir siempre con ella. Ya no lo quería en su vida, por lo menos no en ese momento de enojo. Luego de que el colgante se hundiera en el agua, esperó no arrepentirse de haberlo hecho.

—¿Sabías que vendría? —Brandon miraba con el ceño fruncido a Ashley, los dos vieron lo que pasó desde un poco más atrás. Ella solo le sonrió enormemente—. Por eso Alex sabía el día y la hora en que estaríamos aquí. —Rodó los ojos y le  soltó la mano—. Te dije que no te metieras, ahora Nar te necesita.

Desde ese día, el resto de fotografías que llegó a Londres fueron muy diferentes. Helen quedaba con el corazón en la mano cada vez que Nicholas con George le hacían videollamadas para mostrarles que Narel andaba lanzándose en parapente, tirolesa, tomando clases de tiro al arco, haciendo rafting. Cuando dieron un paseo en barco para ir a Sardegna y el barco se quedó un rato a mar abierto, George la grabó lanzándose clavados sin importarle nada, aprovechando que otros en el barco también lo estaban haciendo. Ashley se arrepintió de haberle avisado a Alexander una vez que la vio comenzar a quitarse la frustración de esa manera. Había olvidado por completo los museos, no los trenes, pero sí los museos. Lo que llegó después a Londres fueron las fotografías y videos de Narel compitiendo en las carreras de auto, a pesar de que en esas participaron los cinco —aunque en realidad en casi todo participaron los cinco—. Ella se quedó compitiendo cada vez a más velocidad, tanto que un momento asustó a los dos pequeños que le celebraban todo lo que hacía porque para ellos era un juego. Nicholas con George no dejaron que siguiera subiéndose a los autos, pero no pudieron hacer nada cuando se fue de paseo en Vespa sola, separándose del grupo en que iban los cinco. Cuando volvió, ya casi al anochecer, nadie le dijo nada, se le notaba en la cara que había estado llorando por un buen rato. Luego de eso, se calmó y terminaron de pasear por los rincones favoritos de Ashley: las viñas.

Regresaron a Londres desde Florencia, después de recorrer las viñas en Toscana y de pasar por la Torre de Pisa. Los días habían estado soleados y Ashley, que viajó sentada junto a Narel y mandó a los tres chicos adelante, la iba molestando porque había dejado la palidez en Italia y llegaba morena a Londres.

—¿Viste lo que pasó en la Fontana?

—Sí. —Ashley le respondió al abrazarla—. Vi todo lo que pasó.

—No le digas a Alexander lo que pasó con la cadena. —Ashley sabía que eso no se lo iba a querer decir—. Por favor, Ash.

—No le diré nada de eso. Pero va a preguntarte.

—Le diré que se me cayó en alguna parte, ustedes ya le mandaron fotos de todo lo que hice… —Narel la miró frunciendo el ceño—. Se enojó por lo de la Vespa, se supone yo no me podía volver a subir a una moto en la vida y no le hice caso y blah, blah.

—Helen va a matarte por todo lo que hiciste.

—Eso me preocupa más que Alexander. —Ashley sonrió al verla mirar por la ventana.

—Yo le explicaré lo que pasó, pero te van a castigar.

—Justo que Steven me dijo que cuando volviera fuéramos al acuario.

—¿Va a ir a Londres solo a eso? —Narel giró la cabeza para mirarla con extrañeza.

—Siempre que va a Londres, que no tiene que jugar, es solo para ir a museos y esas cosas. Nunca pensé que le gustaran tanto esas cosas. —Ashley aguantó soltar una carcajada cuando Narel volvió a mirar por la ventana. La abrazó y le besó la mejilla.

—Ojalá no cambies nunca. Eres la mejor así como eres.

—¿Te vas a ir a vivir con Brandon ahora apenas regresemos?

—No, habíamos pensado que sí, pero Brandon tendrá que hacer unos cursos extras y mejor lo dejamos para dentro del año. —Narel volvió a mirarla, Ashley no parecía muy feliz con eso—. Tampoco es que sea muy diferente, si casi siempre me quedo en su casa, su armario ya tiene más de la mitad de mi ropa…

—¿Tan grande es el departamento de Brandon? No lo recordaba así. —Ashley le dio un suave golpe en el brazo por eso.

—No tengo tanta ropa.

—Ajá… Por eso trajiste como cinco maletas y te llevas diez.

—Fuimos a Milán, la capital de la moda…

—Brandon. —El mencionado se giró a verla por sobre el asiento—. Vas a tener que comprarte una mansión solo para guardar la ropa de Ash.

—Eso mismo estaba pensando, quizás le diga a Thomas que me ayude a buscar un castillo o algo así, y creo que será chico.

—No tengo tanta ropa. —Los otros dos rieron al verla fruncir el ceño.

—Deberías hacerle el día de la bolsa, Nar. —Nicholas opinó asomándose de la misma manera que Brandon, Narel notó que el mayor estaba en el medio, de seguro esos dos iban peleando por alguna tontera—. Como a nosotros.

—Las abuelas te agradecerán por la moda. —George también se hizo parte.

—Ya me hizo el día de la bolsa, no es necesario más.

—Brandon, iré un día de estos a tu casa a conocer tu armario. —Ashley le apretó el brazo, los demás rieron.

—Claro que no, no irás sin mi permiso.

—No necesito permiso, con Brandon tendremos cursos juntos este año y estudiaremos allí. —Ashley miró a su novio.

—Pobre de ti que dejes que se meta en mi ropa.

—Ni sabes lo que tienes, Ash. —Brandon sonrió al asentir.

Se escuchó por los parlantes que todos debían mantenerse en sus asientos porque estaban próximos a aterrizar. Los muchachos obedecieron y las chicas se quedaron tranquilas, ya seguirían después organizando el día de la bolsa para Ashley

 

**********

 

Thomas dijo que los iría a buscar al aeropuerto, pero decidieron que mejor que no, que los esperara en casa con almuerzo porque más o menos a esa hora llegarían. Prefirieron arrendar un vehículo más grande para que los fuera a dejar, porque, a pesar de que eso de las diez maletas de Ashley era una broma y exageración por parte de Narel, sí era verdad que volvía con más de lo que llevaba. Por eso mejor se fueron al departamento de Brandon, descargaron sus cosas con las de Ashley, y luego se fueron a casa de Thomas todos a pasar el día.

Nicholas con George entraron corriendo, avisando a todos que habían llegado, mientras que los otros tres se quedaron descargando la mochila de Narel y las maletas de los pequeños. Ella frunció el ceño al verlos correr al interior sin siquiera ayudar, aún no olvidaba que los tenía castigados, pero con Brandon y Ashley comenzaron a entrar todo y lo dejaron cerca de la escalera. Thomas se apareció una vez que cerraron la puerta, Narel lo abrazó al instante, él le besó la cabeza, Helen dijo que debía regañarla por hacer esas cosas tan locas y poner su vida en riesgo, pero en ese momento Thomas solo quería abrazarla, definitivamente se había convertido en su mimada. Después saludó a su cuñada y al novio de esta, Narel se fue a la cocina, donde supuso estaba Helen y los demás.

—Alex. —El mencionado no pudo hacer mucho cuando Narel lo abrazó por el cuello, iba saliendo de la cocina en dirección a la entrada para ayudar con las maletas, ese abrazo lo tomó por sorpresa, no se lo esperaba—. Te extrañé tanto… —Alexander se sorprendió aún más por aquello, solo le dejó las manos en la cintura—. Me hubiera gustado que te quedaras en Italia, pero entiendo que no se pueda y también entiendo lo otro que me dijiste, creo… Y tengo una idea. —Él sintió que los brazos de Narel lo apretaron con más fuerza, le gustó estar así. Ella había decidido, en el paseo en Vespa, que si Alexander no sabía amarla, lo ayudaría a que sí lo hiciera, a pesar de haber lanzado el colgante de colibrí, se dio cuenta en esos días lejos de que no era por Marianne que terminaron, sino que ella había hecho algo mal, quizás todo eso de que pocas veces le demostraba lo que sentía, de una manera normal, quizás si se comportara de manera normal, Alexander sabría como amarla—. Voy a ser…

—Alex, cielo, ¿vamos a almorzar aquí? —Narel soltó a Alexander y entendió por qué él no la abrazaba.

—Hola, Camille. —Narel dio un paso al costado y sonrió enormemente al mirar a la chica, que salía de la cocina—. ¿Cómo estás?

—Hola, Narel…

—¡Nar! —Elijah venía desde la cocina gritando, Narel lo tomó en sus brazos—. Te extrañé tanto, tanto… Alex no me contaba tantos cuentos como tú.

—¿Por qué no me dices tío? —Y Alexander habló, Narel entendió de esa manera de que todo definitivamente se había terminado entre los dos, ya que él no le había dicho ni hecho nada cuando lo abrazó. Se sintió tonta.

—Te extrañé, Nar. No vuelvas a irte lejos. —El niño comenzó a besarle la cara, ella sonrió más.

—Yo soy tu tía y ni me saludas. —Ashley se cruzó de brazos al verlos.

—Hola, Ash. —Narel comenzó a reír a causa de Elijah, Ashley no pudo evitarlo y rio también.

—Helen tiene razón al decir que eres una mala influencia. —Ashley le pasó el brazo por alrededor del cuello de Narel, sabía que a pesar de que sonreía, quería llorar. Le besó la cabeza a su sobrino—. Vamos a buscar a mi hermana. Hola, bobo. —Continuaron su camino a la cocina—. Hola, Camille. —Brandon también saludó y luego siguió a las chicas—. Helen, mira a quien te traje para que regañes.

—No la voy a regañar, voy a asesinarla aquí mismo. —Ashley tomó en sus brazos a Elijah y le dejó el camino libre a su hermana que llegó junto a Narel, la miró de arriba a abajo y luego la abrazó, la menor respondió de la misma manera—. Tomaste color.

—Las playas de Italia son hermosas, Helen. Nos tenemos que ir a vivir allá. —Narel habló escondida en el cuello de la mayor, Ashley supo que lloraba. Le hizo un gesto a su novio y salieron al patio, donde estaban los demás, y se llevaron a Elijah—. ¿Por qué no me avisaste que tenías visita?

—No lo sabía, llegaron como hace diez minutos. Pero creo que se irán pronto.

—¿Llegaron? ¿Alexander no durmió aquí anoche? —Helen sintió que la abrazó con fuerza—. No, boba. Anoche no llegó. Las otras noches durmió en tu habitación, solo anoche no llegó y hoy se apareció con su novia.

—¿Novia?

—Sí, ya son novios. —Helen la sintió sollozar en su hombro—. No llores, no seas boba.

—Me mandó fotos durmiendo en mi cama, casi todas las noches con Elijah y otras con Steph, Josh y Leah… decía que me extrañaba… Nunca voy a entenderlo… No puedo respirar bien, Helen…

—¿Qué pasa? —Thomas entró en la cocina y las vio abrazadas—. ¿Qué le sucede a mi mimada?

—No puede respirar bien. —Helen miró a su esposo, él se acercó—. Se encontró con la novia de Alexander.

—Pensé que estaba haciendo escándalo porque no quiere que la castigue por ese paseo en Vespa. —Narel se levantó y miró a Thomas, él sonrió y le limpió la cara—. No estés llorando, ningún idiota merece tus lágrimas. Nadie merece tus lágrimas. ¿No aprendiste eso en Italia? —Thomas le besó la frente.

—¿Lo dices por Nerón? ¿Una lágrima por ti y otra por mí? —Thomas y Helen rieron al verla mejor—. No te burles, tu ascendencia es italiana. Yo podría ser una plañidera.

—¿Una qué? —preguntó Helen un tanto confusa por el cambio en la conversación.

—Las que lloraban —respondió Thomas al mirarla.

—Mientras más lágrimas se juntaban, más importancia tenía el que pasaba mejor vida. Por eso las familias adineradas de la época contrataban a las plañideras para que lloraran y les pagaban por cantidad de lágrimas, mientras más, mejor. —Pero fue Narel quien terminó de explicar.

—Sí, estás lista para ese trabajo. —Helen le sonrió al mirarla, se veía más tranquila.

—Anda a ver a los demás, te estaban esperando.

—¿Dónde está Garreth?

—Tuvo que ir a París por unos días, vuelve el miércoles. Fue solo.

—¿Por qué?

—Terminaron con Melissa. —Narel miró a Thomas fijamente, eso no era nada bueno—. Creo que te necesitará un par de días hasta que se sienta mejor.

—Ya vienen las ferias de la universidad e iremos a comer todo lo que encontremos en el camino, si con eso no se siente mejor, es porque se pasa de bobo.

—Lo dice la plañidera. —Helen opinó rodando los ojos.

—Qué cruel eres, Helen. —Thomas sonrió y la soltó—. ¿Puedo llamar a Garreth?

—Sí, puedes usar el teléfono de mi oficina. Por cierto, Ralph vendrá a hacer el pescado ese en la parrilla, así que apúrate porque debe estar por llegar. —Narel miró a Helen.

—Pasaron muchas cosas cuando me fui a Italia y eso que fueron un poco más de dos semanas, no volveré a salir de casa. ¿Tú sabías que ya se llevaban bien? —Thomas frunció el ceño por eso.

—Para mí también fue una sorpresa…

—Thomas. —Alexander entró a la cocina, interrumpiendo a Helen. Miró a Narel junto a su hermano, pero ella tenía la vista fija en quien hablaba cuando él llegó—. Voy a salir, no volveré esta noche.

—¿No te quedarás a comer? Sabes que viene Ralph. —Thomas dio un paso hacia su hermano.

—No, vendré mañana con Steph y Josh. —Alexander dejó de mirarla y fijó su vista en Thomas—. Ralphie también vendrá mañana.

—Voy al patio a saludar a Leah y a Emma. —Narel salió sin mirarlo, Alexander se quedó viéndola por la ventana.

—¿Por qué no avisaste que traerías a tu novia? —Thomas volvió a pedirle atención.

—Lo siento, Thomas. Pero estoy haciendo lo que me pediste, ayudándola a olvidarme. No hay noticias de la demanda ni de nada de eso, y tienes razón, ella tiene que olvidarme.

—Y estás castigándote ¿verdad? —Helen lo miró con enojo y luego salió al patio, Narel le estaba dando vueltas a Emma y hace poco había tomado leche, la vomitaría, eso era seguro.

—Lo siento, Thomas. —El mayor miró a su hermano, no se veía feliz para nada—. ¿Vas a cuidarla por mí?

—Toda la vida.

—No está brillando.

—Lo sé, ya arreglaré eso. Supongo que tu novia te está esperando. —Alexander asintió—. Solo no hagas estupideces y usa protección, no creo que quieras seguir acumulando puntos en contra para que te perdone cuando se termine lo de la demanda.

—Le compré la colección completa de ¿Dónde está Wally?, eso sumará puntos a favor.

—Pero no tantos como crees. —Ralph interrumpió al llegar—. Hay un escote allá afuera que te está esperando y no tiene buena cara. Porque supongo que le has visto la cara ¿verdad? —Thomas sonrió, hasta Ralph molestaba a Alexander con lo mismo.

—Ya dejen el fastidio con eso…

—Te dije que no le estuvieras dando vueltas y vueltas, que había tomado leche hace poco. —Helen venía entrando con Emma en los brazos y Narel junto a ellas.

—Es tu culpa, si sabías que ya venía, no tenías por qué darle. —Helen rodó los ojos.

—Ve a cambiarte ropa y bajas, tenemos cosas que hacer.

—Eres malvada, Helen.

—Enana loca, ¿qué le estás haciendo a esta bebé tan preciosa? —Ralph le hizo guiños a la niña, que le mostró los brazos para que la cargara, él obedeció.

—¿Y yo qué? A mí no me abrazas, ni me saludas ni nada.

—Tú eres la mimada de Thomas ahora. —Emma le jalaba el cabello a Ralph y ambos reían.

—Pensé que me dirías que es porque tengo vómito. —Ralph la miró, Emma seguía con el cabello.

—Solo es leche lo que tienes, porque la moviste muy brusco, eso no es molesto. Que no se te olvide que trabajo con niños todo el día. —Ralph le besó la frente.

—Ya vengo.

Narel pasó por al lado de Alexander, ignorándolo. Él sabía que se lo merecía, porque ella lo había saludado de esa manera efusiva y él no la tomó en cuenta. Tenía que ser fuerte y continuar con su plan. Se despidió de los que estaban en la cocina y se fue, iría al otro día con sus hijos y compartiría con ella y sus hermanos, también los extrañó y quería estar con ellos, pero necesitaba ir a dejar a Camille y hacer pensar a Narel que pasaría el día con su novia. Suspiró, deseando que en algún momento su vida fuera un poco más fácil.

Narel bajó a los pocos minutos, luego de cambiarse la camisa. Pero en lugar de ir al patio se fue al despacho de Thomas, quería hablar con Garreth y saber cómo estaba. Lo extrañaba y estaba preocupada por él, mientras no arreglara su situación con Melissa, ella se encargaría de que ninguna lágrima llenara su redoma.

—Te recuerdo hoy, a ti que eres mi vida entera. La brisa de primavera, la claridad. A ti, que sufres cuando me esperas, que miras a las estrellas y que suspiras por mí.

—¿Qué te hice para que me rompas los tímpanos de esta manera?

—Te extraño, Garreth. ¿Cuándo vuelves?

—Pasado mañana. —Narel lo sintió suspirar, ella sonrió.

—¿A qué hora? Voy por ti al aeropuerto.

—Thomas sabe.

—Iré con él.

—Y no sufro esperándote.

—Pero sí suspiras por mí mientras miras las estrellas.

—Boba.

—Voy a colgarte, Ralphie hará pescado a la parrilla.

—¿Por qué cuando yo no estoy?

—Porque tú no compartes.

—Esa eres tú.

—Ya vuelve, no quiero que andes solo por París, te puede llevar el lobo.

—A ti te puede llevar el lobo.

—El lobo me tiene miedo.

—Boba… Yo también te extraño.

—Lo sé, porque soy tu suspiro al mirar la luna.

—Tengo que ir a hablar con un abogado ahora, más tarde te mensajeo.

—Bueno.

Y ambos colgaron. Garreth, en París, sonrió de medio lado, solo a esa loca se le ocurría cantarle una canción en lugar de decirle «hola». Era verdad que la extrañaba, tenía ese don de hacerlo sentir bien a pesar de estar mal. Garreth suspiró, ella tampoco la estaba pasando bien. Guardó su teléfono en el bolsillo y se metió a la oficina, ese era el último paso que le quedaba en París luego de la muerte de su padre, después de eso ya podría manejar todo desde Londres y esperaba que todo saliera bien.

Cuando Alexander llegó al otro día con sus hijos, solo encontró a Thomas y a Helen con Emma en sus brazos. Los tres estaban en la cocina desayunando. Cuando preguntó por los demás, se enteró de que se habían ido al parque de diversiones por el día completo. Hasta Ralph fue parte de todo eso. Frunció el ceño porque no le avisaron, él hubiera llevado a Stephanie y Joshua, pero sabía que tenía todo más que merecido. Aquel día se quedó esperando a que volvieran, pero comenzó a oscurecer y fue a dejar a sus hijos con su madre. Luego de eso no regresó, prefirió quedarse en la casa de al lado, la que era de Narel, la que cada día que pasaba era menos de los dos.



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