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6 de marzo de 2022

[Hasta el día de ayer] Anexo 8: «Permiso de volar ~ Franco»

El viento… quizás alguna vez podré explicar la sensación tan placentera que siento cuando el viento golpea mi cara. Por eso me gustaban los columpios. En realidad me siguen gustando, pero la sociedad es cruel y a medida que vamos creciendo, nos va quitando esas pequeñas satisfacciones que tenemos de niños.

Yo amaba sentir el viento chocar en mi cara y volar… Porque yo volaba en los columpios. Recuerdo al abuelo gritarme muchas veces que llegaría al cielo. Recuerdo más veces a mamá enojada porque podría caerme, que ya parecía que daría la vuelta. Recuerdo a papá sonreír y a mamá golpearlo en el brazo por eso en lugar de ir a bajarme o de regañarme. Yo recuerdo reír mientras volaba.

«Yo llegaré más alto, Franco». Seguido de sus estrepitosas risas. Porque si hay una cosa que recuerdo bien de los columpios, es a ella columpiándose. Le gustaba tanto como a mí el viento en la cara y la sensación de volar. Era nuestro momento en común.

«¿Cómo es eso que no sabes andar en bicicleta, Franco?». Recuerdo esa pregunta hasta el día de hoy, muchos años después. Yo apenas tenía doce años y ella catorce, una de sus tantas visitas a Canadá, y me enseñó que el viento en la cara mientras se volaba en bicicleta, era mejor o casi igual que el del columpio.

Recuerdo que papá moría de la risa porque ella me enseñó a pedalear.

Recuerdo que el abuelo moría de la risa porque ella me sacaba a pasear en bicicleta, para enseñarme a disfrutar del viento, para enseñarme a volar.

Recuerdo que mamá también sonreía por eso, yo iba sentado en el asiento y afirmado de ella, que pedaleaba con ganas sin sentarse, pero mostrando una sonrisa.

«Tienes que volar, Franco. Tienes que volar». Siempre me lo decía, yo lo olvidé.

Yo quería volar, como ella me dijo, como ella me enseñó. Pero pasan cosas que hacen que uno se olvide de lo que realmente importa y quiere.

Como cuando falleció el abuelo. ¡Vaya! Que sí lo extraño. Él fue quizás la persona más importante para mí durante mucho tiempo, me enseñó a ver las cosas de otra manera. Quizás Julián siempre se vio como su regalón, él lo decía para molestarnos: «Julián tiene mis ojos, es mi favorito». ¡Cómo olvidarlo! Si siempre que nos llevaba a alguna parte lo decía y, según, pedía el helado más grande para él. El postre más grande para él. Y todo lo mejor para él.

Papá lo regañaba porque decía que incitaba al odio entre hermanos. Pero no fue así, todo lo contrario, y el abuelo lo sabía porque cada vez que papá reclamaba por eso, él simplemente sonreía y decía «tonteras tuyas».

El abuelo con eso solo hizo que nos uniéramos más. Él quería que nos amáramos y respetáramos entre nosotros sin importar si uno tenía mayor preferencia. Yo lo entendí. El mundo en el que vivíamos, y en el que vivimos, es un mundo de competencia, si no compites, no entras al juego. Si no ganas, no eres nadie… nadie… Él nos enseñó a ser unidos pese a todo, a estar para el otro cuando lo necesitara. Nos enseñó a ser familia. A su loco modo, eso sí, pero ¿qué diversión tiene estar cuerdo?

Lo más chistoso de todo, es que a mí sí me daba el helado más grande.

«Tienes los ojos de tu madre, Franco. Y te amo más por eso». Yo solo sonreía cuando lo decía, no entendía bien porque solo era un niño. Yo pensaba que me quería más que Julián. Pero no fue así, el abuelo nos amaba a todos por igual. Es solo que él admiraba a mamá, admiraba que dejara todo por papá y por nosotros, y que tuviera la valentía de seguir adelante día tras día siendo que tenía una bella vida llena de lujos al otro lado de la calle. Y ella se quedó, al pie del cañón, siendo la guía y siendo la fuerte.

Recuerdo cuando el abuelo le decía a papá que nunca perdiera a mamá. Pero más recuerdo cuando nos decía a nosotros: Julián, Chris, Kevin y yo, que cuando nos enamoráramos fuera de una mujer como mamá, que podríamos divertirnos con lo que se nos cruzara en el camino, pero cuando llegara el momento de decir que sí estábamos enamorados, fuera de una mujer como mamá.

Y a mí eso nunca se me olvidó, pero no había nadie en el mundo como mamá.

«Tienes que volar, Franco. Tienes que volar».

Y como no había nadie como mamá, había que divertirse en el camino.

Todos los días doy gracias al cielo por darme el abuelo que me dio, por tener la oportunidad de disfrutarlo los años que lo disfruté. Por simplemente su existencia. Math, Nick y Thais no tuvieron la dicha que nosotros. Ellos no alcanzaron a conocerlo como nosotros. Y por eso, antes de dormir, doy las gracias.

Yo sé que ya no me gané el cielo, que mi lugar está entre las llamas. Pero soy el único de la familia que sigue creyendo en algo de ese tipo, y me gusta.

«Arderemos en el infierno, Franco. Tú y yo. Yo tendré mi mansión y tú otra junto a la mía. Claro que la mía será más grande y fenomenal porque me paso de mala, pero arderemos. Y nos esperará una eternidad de maldad».

No sé si ella recordará esas cosas, pero yo sí lo hago y cada vez que me vienen a la mente, sonrió como un idiota. Sí, yo sé que no soy muy inteligente, pero así lo parezco menos.

Ella solía decirlo porque no creía en las religiones actuales, y eso que estaba bautizada bajo la creencia católica. Además de haber echo otras cosas que aquella iglesia exigía. De una familia de ascendencia latina, donde esos cultos son de mayor apogeo, no le quedó de otra. Ella no profesaba, pero si no era mayor de edad, simplemente debía obedecer y seguir reglas. Lo que siempre me dio risa, es que, a pesar de no seguir ninguna ideología teológica, era quien más respetaba al mundo.

A mí me gusta creer que hay algo superior a nosotros que nos mantiene a raya. Quizás si será cierto que pagaremos por nuestros pecados. No le deseo mal a nadie, pero sí estoy consciente que algunos merecen pagar. Como el maldito que casi me quita a mi hermana y que se llevó a Nick…

«Tienes que volar, Franco. Tienes que volar».

Cuando fallecieron mamá y papá, creí que nunca podría volver a sonreír. Fue difícil, es decir ¿cómo sigues luego de perder a tus padres? Es el destino, sabemos que moriremos en algún momento, así es la vida. Pero ¿por qué así? ¿Cómo así? Tenían que quedarse unos años más con nosotros, seguir alentándonos, ver a Math graduarse de la universidad, ver a Nick ser un gran escritor, ver a Thais siguiendo los pasos Math y siendo una gran profesional en lo que ella quisiera estudiar.

Si mamá y papá hubieran estado aquí, Nick jamás se hubiera ido…

Si mamá y papá hubieran estado aquí, Julián estaría en la universidad o en el college.

Si mamá y papá hubieran estado aquí, Chris no tendría esa máscara de todo está bien en mi vida cuando no lo está.

Si mamá y papá hubieran estado aquí, Kevin hubiera seguido estudiando mecánica en lugar de ponerse a trabajar.

Si mamá y papá hubieran estado aquí, yo no habría dejado de estudiar…

Julián se sacrificó por todos nosotros, dejó de estudiar siendo que tenía becas para seguir adelante, para ponerse a trabajar y darnos una mejor vida. Yo lo vi, lo vi llorar cuando tuvo que rechazar su futuro. Él quería eso, el ansiaba eso, él quería ser un gran profesional. ¿Cómo esperaba que yo siguiera estudiando si lo vi sufrir por sus sueños desvanecidos? Yo no podía seguir, tenía que ayudarlo. Yo sé que no era el gran estudiante, que mis calificaciones no eran deficientes pero tampoco eran la gran cosa, como lo eran las de Julián. Yo sabía que no me ganaría becas ni nada por el estilo. Yo sabía que mi futuro no iba por ese lado. Me hubiera gustado, sí, pero Julián me necesitaba y no lo diría nunca.

Yo quería que Julián siguiera estudiando, que cumpliera sus sueños, que volara. Pero era difícil, muy difícil. Había bocas que alimentar. Julián puso sus sueños en los más pequeños, en Nick, en Math, en Thais. Yo pedí al cielo que ellos volaran como no pudimos hacerlo nosotros.

«Extiende tus brazos, Franco. Siente el viento en tu cara, esto es lo más parecido a volar».

Me hubiera gustado, nunca haber visto, cuando la madre de Chris lo golpeaba… Cuando nos enteramos por mamá y papá que Chris tenía una madre real, al principio no entendimos, ninguno de nosotros, hasta Chris, pero con el paso de los años fuimos comprendiendo de qué se trataba. Y no fue algo importante, Chris era hermano y ya, no había nada que discutir. No importa el apellido que tuviera, él era hermano y listo.

Chris fue mi ejemplo a seguir en muchos aspectos de mi vida… Muchas cosas malas. Pero si hubo algo que me enseñó sin querer enseñarme, fue a reír en lugar de llorar. Si lloras te siguen golpeando y haciendo daño. Pero si los miras con una sonrisa, se desconciertan y te dejan en paz. Chris era el mejor con las máscaras, yo aprendí mirándolo.

Odiaba la máscara de Chris. Odiaba cuando aparecía y no decía lo que le sucedía. Odiaba cuando lo intentaba hacer conmigo o con Julián, o hasta con Kevin. Somos hermanos, sabemos cuando uno está mal o bien. Chris pensaba que nos engañaba. Odiaba que pensara que éramos tan tontos…

Chris pensaba que lo dejaríamos solo, que al no tener nuestro apellido podríamos olvidarlo como si nunca hubiera existido. ¡Qué equivocado estaba! Si se hubiera quitado la máscara un momento, hubiera visto que daríamos más que la vida por verlo bien, que siempre sería nuestro hermano. Que siempre nos tendría para darle una mano. No tenía que fingir, tenía que volar, pero no de la manera que estaba volando.

Julián intentó apaciguar el dolor que sentimos al perder a nuestros padres poniéndose él en el lugar de ellos, mostrando que podíamos seguir adelante. Pero yo lo vi llorar por perder sus sueños, aunque él no me vio a mí, y yo me quedé a su lado, aunque él hasta el día de hoy me reclame porque no hice lo que él quería.

Julián me hizo a un lado cuando Chris se drogaba, como si yo no lo supiera… Chris siempre fue mi otra mitad, yo sabía lo que pasaba aunque no lo dijera. Yo vi cuando su madre lo golpeaba… Julián me dijo: «quédate en casa», y se fue con Kevin… Cuando volvieron Chris tenía ya casi principios de hipotermia, recuerdo que la orden de Julián fue que le hiciera chocolate caliente, mientras él y Kevin lo metían a la ducha para que el cuerpo entrara en calor. Cerraron la puerta, no me dejaron ver… Pero yo sabía, sabía que habían ido por él porque le contaron a Kevin que la deuda de Chris era grande y que si seguía así sin pagar, primero serían golpes, después quien sabe. Y ellos fueron al rescate. Julián estaba golpeado, pero el rostro de Chris lo estaba aún más. Cuando salieron del baño, lo llevaron envuelto en unas mantas. Los enanos ya dormían y no vieron nada. Chris se tomó su chocolate caliente, todos en silencio. No me dijeron nada…

«Algún día, Franco, voláremos como ardillas voladoras».

Julián tampoco me hizo parte de la decisión de alejarla a ella para siempre. Hicimos una promesa y lo entendí, entendí que quisiera protegerla de todo, que lo sucedido en aquella fiesta había sido mucho. Pero yo sabía que había algo más, que Julián no quiso decir, que solo lo conversó con Kevin.

Kevin… Kevin y su problema de alcohol. ¿Cuántas veces tuvimos que ir a buscarlo a un bar porque ya no sabía ni quien era él? ¿Cuántas veces vi el rostro de Chris sin su sonrisa por aquello, porque el estado de Kevin le recordaba a su madre y los golpes? ¿Cuántas veces a Kevin no le importó lo que sentíamos nosotros?

Es mi hermano, siempre lo he considerado así. Pero ¿acaso nosotros no perdimos lo mismo que él? Nick también era mi hermano. Sus padres eran mis tíos, así como mis padres eran los tíos de él. En términos de perder, estábamos parejos. Kevin no pensó en nosotros en ningún momento. Él fue egoísta desde el primer día en que decidió que el camino del alcohol era lo mejor que podía sucederle.

Así como Chris fue un egoísta cuando aceptó probar aquellos «dulces», como él le llamaba a la droga.

Y yo… yo la extrañaba, porque yo quería volar, como ella me dijo. Yo quería volar… con ella…

Pero Kevin es débil cuando bebe, sobre todo cuando bebe de más, mucho de más… Fue así que un día me enteré de lo que sucedió con ella y Julián, eso que no me quería decir. Fue así también que me enteré de los sentimientos de Kevin por Thais. Fue así que nunca más quise ir por Kevin al bar.

—El abuelo nos lo decía, ¿recuerdas, Franco? «Si te vas enamorar, que sea una mujer buena, como Taylor». ¿Lo recuerdas, Franco?

—Claro que sí, Kevin, lo recuerdo muy bien. Pero ya no hay mujeres como mamá…

—Te equivocas en eso, Franco. Julián la tenía ¿sabes? Él tenía a la chica perfecta, como tu mamá… Él la tenía…

—¿Te refieres a ella?

—Claro que sí… Claro que sí… Julián la tenía y la dejó ir… La mandó de vuelta a su casa cuando ella le dijo que se quedaría aquí, con él, a ayudarlo a sacar todo esto adelante. Y él la echó, la mandó de vuelta a casa… Y ella no quería… ella quería quedarse aquí…

—Julián tendría sus motivos…

—No quería que se pudriera en toda esta mierda… Pero la tenía, tenía a alguien como «mamá».

Kevin se dejó caer de espalda al capó del auto, estábamos a las afuera del bar, en un lugar donde la noche era oscura y solíamos ir a mirar las estrellas. Yo seguí sentado, con mis pies apoyados en el parachoques tomando mi cerveza, asimilando lo que había dicho mi hermano. Y era verdad… si había una mujer que pudiera ser lo que el abuelo decía, era ella.

—¿Y sabes quién más es así? Thais… Nick tuvo una suerte única en el mundo, al igual que Julián, los malditos bastardos.

Kevin, acostado como estaba, lanzó la botella de cerveza lejos, se escuchó el estrépito cuando chocó con el suelo. Yo apreté mis puños y miré mis zapatos. Thais es mi hermana, mi única hermana. Yo no podía ver lo que decía Kevin, pero él sí… sus lazos no eran sanguíneos… Y entendí el motivo principal de sus borracheras. ¿Quién en su vida no ha bebido por una mujer? Si yo mismo lo estaba haciendo en ese momento.

«Se tenía que ir y ya, Franco. No hay nada más que decir de eso».

Era la única respuesta que recibía de Julián cuando le preguntaba por qué no se quiso despedir de ella. Por qué esa promesa. Pero hasta el día de hoy no he recibido respuesta. Recuerdo que el abuelo y papá siempre decían que ella estaba para Julián… Kevin tenía razón, Julián no debió dejarla ir…

—¿Por qué siempre me haces a un lado? ¿Por qué no me dejas ayudarte con las cosas? Somos una familia, Julián, yo también puedo ayudarte.

—Tu único deber era seguir estudiando, nada más.

—¿Y cómo lo harías con todo? ¿Cómo sacarías todo adelante tú solo? No seas idiota, Julián. ¡Soy tu hermano! Y estoy aquí para apoyarte.

—No me des más problemas de los que ya tengo, Franco.

—¡Siempre me tratas como si fuera un problema!

—¡Eres un problema, Franco! ¡Eres un maldito problema!

Recuerdo que después de ese grito, ambos nos quedamos callados. Luego que mamá y papá se fueran, las peleas con Julián aumentaron. Era normal que pelearamos, siempre lo hicimos y siempre lo haremos. Como el abuelo nos decía: «si no pelean, no son hermanos». Pero siempre fue por cosas pequeñas, el último trozo de chocolate, la última galleta, el «a mí me quieren más». Las cosas normales de niños.

Pero después del accidente las peleas entre los dos se volvieron rutinarias y cada vez más fuertes.

Esa que tuvimos, fue una de las peores. Tengo la imagen grabada de Julián respirando con fuerza al mirarme, y las aberturas de su nariz casi como si fuera un toro embravecido. Esos momentos que esperas no volver a ver jamás. Recuerdo que lloré y Julián me abrazó, y ambos nos calmamos.

—Solo quiero lo mejor para ustedes, Franco. Solamente eso, ¿cómo no lo entiendes?

—¿Qué te hace pensar que no lo entiendo? ¿Por qué siempre me tratas como su fuera estúpido?

—No es eso, Franco… Yo solo…

—Quieres hacerte cargo de todo, ser el héroe salvador, no quieres que nadie sufra. Pero estás equivocado, Julián. Todos los héroes necesitan de un asistente. Todos necesitan de un apoyo. Somos hermanos, solo nos tenemos a nosotros, déjame ser quien te ayude a sostener esta carga. No estás solo, maldita sea, no lo estás.

Julián nunca más me volvió a reclamar porque dejé de estudiar, pero yo sí le reclamé muchas veces porque él dejó de hacerlo. Él sí que tenía un buen futuro y más que merecido.

«Algún día, Franco, vamos a volar, tú y yo, ya lo verás. Volaremos, Franco, volaremos».

Para ellos fue fácil simplemente hacer la promesa y olvidarse de todo. Entendía que tanto Julián como Chris se sintieran culpables, es decir, si no fuera por los «dulces» de Chris, jamás se hubiera producido la pelea. Kevin nunca hubiera golpeado a alguien mucho más grande que él y ella nunca hubiera interferido y quedado inconsciente. Julián se culpaba no solo por eso, sino que también por haber descuidado a Kevin y dejado que se agarrara a golpes y por no darse cuenta del problema de drogadicción de Chris.

El abuelo, Kevin y papá tenían razón, Julián tenía lo mejor.

Lo que nunca nadie supo, ni sabrá, ni se imaginarán, es que el único que quedó prendado a esa sonrisa había sido yo. El único que se imaginaba una vida con ella, era yo. El único que siempre le dijo lo que sentía, pero en broma, había sido yo… Y fue el único que sufrió cuando ella volvió…

El abuelo y papá se hubieran llevado una gran sorpresa.

—Es un tonto.

—¿Qué cosa?

—Tu amigo de Londres, es un tonto. Teniéndote a ti y eligiendo a otra, solo un tonto haría eso.

—No quiero hablar de eso, Franco. Ya no es tema, quiero vivir mi vida sin preocupaciones.

—Solo lo dices porque se te pasaron las copas.

Esa vez seguimos bailando por un rato, felices los dos. Luego se desató la tormenta y no volví a verla hasta siete años después…

«Tienes que volar, Franco. Tienes que volar».

Julián siempre pensó que yo era un estúpido. Creo que Kevin y Chris también. Los enanos… Los enanos son otra historia aparte… ambos viven en su mundo de fantasía e irrealidad en donde piensan que el mundo gira alrededor de ellos y no son capaces de ver más allá, de ponerse en el lugar del otro, no son capaces de sentir. Ellos han tenido de todo y no han sufrido por nada. Es decir, perdieron lo mismo que nosotros, pero para ellos todo ha sido más fácil.

Fue por eso por lo que, cuando Thais hizo lo que hizo, yo lo único que pude hacer fue esperar. No lo entendía, ni lo entiendo hasta el día de hoy. Tenía de todo, todo, después del esfuerzo de Julián por sacar adelante a la familia y ella haciendo eso. ¿Su manera de agradecer? A los enanos les hacía falta un poco más de realidad…

Pero sin abusar…

Yo entendí que era una trampa, que aquello que planeaba el supuesto oficial de servicio social no era así. Thais se desaparece en su fiesta de cumpleaños y justamente aparece él… ¿Con qué sentido? ¿A esa hora? Es decir, entiendo que aparecieran policías porque algunos chicos empezaron a pelear afuera, pero ellos no estaban invitados y no tenían nada que ver con el tema de la casa. Si Alex de vio envuelto fue por casualidad, él le llevaba algo a Thais para abrigarse…

Yo pensé que Julián entendería que era una trampa…

Pero me equivoqué…

Julián, mi hermano, todo lo hice por ti. Para que vieras que tan estúpido no soy…

«Vamos a volar, Franco. Vamos a volar».

Nunca me gustaron las peleas, siempre he pensado que las cosas se pueden resolver hablando antes de llegar a los golpes. Pero crecí en un mundo que prefiere las peleas y luego las palabras. Yo quería volar, quería seguir ese mundo, quería todo eso… yo quería volar… pero con ella…

—¿Recuerdas que cuando nos conocimos me golpeaste?

Sé que no fui la primera persona a la que vio cuando llegó. Me hubiera gustado serlo, no lo niego, pero sé que primero vio a Julián, a Chris, a Kevin… Ellos cuatro eran casi inseparables cuando ella venía. Y es que todos tienen la misma edad, casi, con diferencia de algunos meses. Sé que fue Julián quien le contó lo sucedido en esos siete años de separación, siete años que sucedieron muchas cosas… Sé que a ella se le partió el corazón cuando se enteró de lo de Nick…

—¿Sabes que a Sebastián lo conocí porque me golpeó con un balón de fútbol?

—Prometí vengar ese golpe cuando lo conociera.

—Recuerdo eso… Vino conmigo, está afuera… Me ayudará a solucionar todo esto…

—¿Acaso hay algo que no me estás diciendo con respecto a eso?

—Vamos a casarnos, Franco. Así como aquí pasaron cosas, en Londres igual. Y ahora vamos a casarnos, en un mes más, casi, vamos a ser marido y mujer. ¿Puedes creerlo?

Chris me enseñó a sonreír cuando quería llorar. Dejan de golpear cuando te ven sonreír en lugar de llorar, así evitas muchos más golpes. Aunque esa estrategia no funcionó cuando me golpeaba el de servicio social, que estaba claro que solo quería ser golpeado para lograr la detención de Julián. Yo me dejé golpear, así como en ese momento fingí la mejor de mis sonrisas para felicitarla por su felicidad.

Si mamá y papá no se hubieran ido, Julián sería un gran profesional.

Si mamá y papá no se hubieran ido, Chris no hubiera buscado una solución para el dolor que casi lo deja peor que aquella mujer que dice ser su madre.

Si mamá y papá no se hubieran ido, Kevin seria un gran dueño de taller automotriz con profesión y todo.

Si mamá y papá no se hubieran ido, Math nunca se hubiera mezclado con esa gente y los estaría llenando de orgullo con su desempeño en la universidad.

Si mamá y papá no se hubieran ido, Nick estaría con nosotros.

Si mamá y papá no se hubieran ido, Thais estaría pisándole los talones a Math, jugándoselas por ser mejor que él en calificaciones.

Si mamá y papá no se hubieran ido, yo no tendría que guardarme todo lo que siento.

«Te dije que un día volaríamos, Franco. ¿Ya ves? Siempre cumplo lo que prometo».

Recuerdo que cuando me lo dijo, solo sonreí. ¿Qué más podía hacer? Era verdad, volaríamos en avión.

Y sería madre… Madre… Me dijo que el primer hijo que tuviera se llamaría Julián, el segundo sería Franco, como yo, en mi honor, para tener un pedacito de mi siempre con ella…

Lo que no sabe y nunca sabrá, es que siempre llevará más de un pedacito de mí con ella…

—¿Cómo es eso que quieres recorrer el mundo? Explícate.

—Me dijiste que tengo que volar, me lo enseñaste siempre. Vuela, Franco, vuela. Eso me decías.

—Pero llevas tan poco tiempo aquí… tan poco tiempo desde que volvimos a estar todos juntos…

—Nos trajiste a Londres por un nuevo futuro, y eso tenemos, un nuevo futuro. Terminé de estudiar, tengo esta oportunidad de viajar y aprender y trabajar en turismo. Tengo todo un mundo que conocer, ¿me vas a decir que no puedo?

—Sí puedes, Franco, es solo que… te voy a extrañar.

—No me iré para siempre.

—Ya lo sé…

«Vamos a volar, Franco. Vamos a volar».

Después que nació el pequeño Julián, aprendí que volar en moto era mejor que volar en bicicleta. Y me enseñaron a usarla de la misma manera. En Londres aprendí a extender mis brazos y sentir el viento húmedo gracias a una moto.

Aunque no me duró mucho la diversión, porque así como aprendí a disfrutar de ese viento, aprendí que ella no podía usar motos por el accidente que tuvo años atrás. Su esposo, Sebastián, echaba humito por la nariz cada vez que ella se acercaba a una moto. Quizás yo hubiera estado de la misma manera si por culpa de esos aparatos hubiera estado al borde de perderla…

Tal vez, recorriendo el mundo, encuentre una mujer como mamá… Pero mientras eso pase, la vida hay que disfrutar.

Si mamá y papá no se hubieran ido, jamás hubiéramos pisado Londres y mucho menos lo hubiéramos convertido en nuestro hogar.

Aquí voy a volar.