El
despertador sonó como todos los días, Narel estiró la mano para apagarlo y se
dio cuenta que dormía entre los brazos de Alexander, que se movió por el mismo
ruido. Ella vio la hora y se sentó rápidamente, él simplemente se quedó
mirándole la espalda, iba a pasar sus dedos, pero ella se puso de pie. Alexander
se incorporó, pensando que se había arrepentido de todo lo que pasó la noche
anterior.
—¿Qué pasa?
—preguntó al mirarla moverse de un lado a otro, aunque le gustaba la vista ya
que estaba sin ropa.
—Tengo que
ir por Nick, la alarma está programada porque estaba en casa de Thomas, se me
hace tarde. —Tomó todo lo necesario y se metió al baño. Alexander bostezó, para
él era temprano y quería quedarse otro rato acostado con ella. Miró su
teléfono, más de cincuenta llamadas perdidas de Thomas y unos pocos mensajes,
después los leería y lo llamaría, de seguro no era nada importante. No tenía
nada más que eso. Tomó el teléfono de Narel, no había ni llamadas ni mensajes,
en parte no podía ser de otra manera, si ella lo que menos tomaba en cuenta era
ese aparato. Sintió el agua de la ducha y sonrió de medio lado al levantarse,
si no podía estar en la cama con ella otro rato, nada le impedía que se
ducharan juntos. Agarró su ropa desperdigada por la habitación y fue donde
ella.
—Te ayudaré
en los lugares en donde no llegas. —Narel dio un salto por el susto, Alexander
sonrió, la abrazó por la espalda y dejó que por ambos cuerpos corriera el agua.
A pesar de
los reclamos de Narel porque él se estaba tardando demasiado y no la dejaba
avanzar, salieron a buena hora del departamento para ir a buscar a Nicholas. Alexander
le dijo que le compraría desayuno en la universidad, ya que no alcanzaría a
prepararlo en la casa de Helen como todos los días, pero que lo dejara
disfrutar un poco más de poder besarla a cada rato, porque sería diferente
cuando salieran por la puerta. Narel lo miró cuando le dijo aquello, Alexander
supo que fue el momento justo en que se dio cuenta que habían traicionado a Marianne,
pero no dejó que sus ojos dejaran de brillar y la besó. Caminaron tomados de la
mano, Alexander entrecruzó sus dedos, a pesar de que Narel no quería, él era
insistente. Se fijó que ella solo miraba al suelo.
—No fue tu
culpa —dijo, Narel levantó la vista para mirarlo—. Tú no tienes compromisos con
nadie, él único que traicionó aquí soy yo. —Alexander le sonrió, ella no
entendía cómo estaba tan tranquilo después de lo que habían hecho—. Te lo dije,
no dejaré que nada malo te pase, todo lo que pasó, todo lo que hicimos, todo
fue mi culpa.
—No se
trata solo de eso. —Narel se detuvo, estaban a pocos metros de la casa de Thomas
y era mejor hablar antes de llegar, se quedaron tomados de la mano mirándose el
uno al otro, el vaho salía de sus bocas y narices—. Yo… yo casi siempre evito a
Marianne porque sé que el comportamiento que tenemos tú y yo, la unión que
tenemos tú y yo, no es del todo normal. —Y Alexander recordó que él amaba su anormalidad—.
Es decir, está bien que nos conozcamos de hace años, que siempre estuviéramos
juntos para todo, las promesas que nos hicimos… Pero esto… —Narel levantó las
manos de ambos, con los dedos entrecruzados, para mostrarle a Alexander a lo
que se refería—. Esto no es normal en ninguna parte… No en personas que solo
son amigos… Entiendo que esto entre nosotros simplemente nació de la nada, por
lo que pasó aquella vez con Ralphie, y que así se quedó y que para ti y para mí
y para todos quienes nos conocen del mismo tiempo, es normal… Es decir, Nick y Garreth
también me toman así de la mano por el mismo motivo… —Alexander frunció el
ceño, eso no lo sabía, ya les diría a esos dos que tienen prohibido caminar de
la mano con Narel, en realidad de ese mismo momento en adelante tendrían muchas
cosas prohibidas con Narel—. Marianne una vez me preguntó… me preguntó por qué
nosotros éramos tan unidos, le dije que es porque hemos pasado por varias cosas
juntos, yo prácticamente crecí con tu familia, casi como adoptada, y contigo
era con quien más pasaba… estábamos todo el día juntos, prácticamente… Para mí
era normal, pero no para ella porque no lo entendió… —Alexander hizo el intento
de hablar, pero ella no lo dejó al ponerle la otra mano sobre la boca—. Preferí
evitarla porque no supe explicarle, no supe cómo darle a entender que eso era normal,
siendo que no lo es… No supe porque es como me dicen en Canadá y como me dice
Ash, soy muy boba para esas cosas… —Alexander la abrazó, eso Marianne nunca se
lo había mencionado y tampoco él le preguntaría algo al respecto—. Pensé que
estaba haciendo algo mal y la única manera de evitarlo, era alejándome de Marianne…
—Tú no has
hecho nada mal… —Alexander le besó la cabeza, sentía los dedos de Narel
aferrarlo con fuerza en su espalda—. Ya te lo dije, él único que tiene la culpa
de todo soy yo. No quiero que te sientas mal ni culpable por nada, yo asumiré
todo y seré responsable por todo lo que pase. Tú quédate tranquila. —Alexander
sabía que eso era imposible, pero al menos estaría un poco más relajada—. Solo…
Solo… —Se separaron un momento para mirarse—. Solo no me digas que te
arrepientes de todo… —Narel sonrió negando con la cabeza—. Si no estuviéramos
tan cerca de la casa de Thomas, te besaría entera. —A cambio de eso, le besó la
frente y siguieron caminando, tomados de la mano, pero sin cruzar los dedos.
Nicholas la
estaba esperando en el portal, que al verla le gritó a Thomas que Narel ya
estaba allí y que saldría. El mayor salió cuando el pequeño abrazaba a su amiga
y esta le besaba la cabeza. Thomas miró a Alexander, tenía la vista perdida en Narel,
ninguno de los dos se había percatado que el mayor estaba allí hasta que
carraspeó. Ella lo miró y se acercó para besarle la mejilla, Thomas la
escudriñó buscando algún signo de algo diferente, pero lo único que vio fue que
estaba radiante, ya no quedaba nada de esa mirada triste que tenía los días
anteriores. Nicholas jaló la mano de Narel para comenzar a caminar, ella le
sonrió a Thomas y movió su mano en forma de despedida, diciéndole que a la
tarde iría a comer con ellos. El mayor solo la miró sonriente. Se fijó que Alexander
comenzaba a caminar tras ellos, pero lo detuvo tomándole del brazo.
—Thomas,
llegaré tarde. —Ambos sabían que eso era mentira, pero cualquier cosa servía
para evitar el sermón.
—Hay ropa
tuya en el armario. Ve y cámbiate para que nadie más que yo note que andas con
lo mismo de ayer. —Alexander lo miró, lo pasaba por unos centímetros, a veces
realmente se sorprendía por ese hermano que tenía—. Hablaremos después de por
qué no me respondiste las llamadas.
—¡Nar! —Alexander
gritó, la mencionada, unos pasos más adelante, lo miró—. Te alcanzo en un rato.
—Ella simplemente le hizo una seña y continuó caminando con Nicholas. Alexander
entró seguido de su hermano—. Te dije que estábamos estudiando…
—¿Estudiando
qué? ¿Anatomía? —Alexander se paralizó al escuchar a su hermano mientras
husmeaba en el armario—. No soy estúpido, Alexander. Se le nota de lejos como
brilla.
—¿También
te diste cuenta? —Alexander comenzó a cambiarse ropa allí mismo—. Creo que soy
un genio para eso, le devolví el brillo que se le apagó en Canadá. —Thomas
quiso ahorcarlo por tratarlo como un tonto, en cambio de eso solo le jaló la
oreja, una vez que ya estuvo vestido, de la misma manera que lo hacía cuando
eran niños—. ¡Auch! ¡Thomas, eso duele!
—Tú también
estás brillando. —Alexander lo miró boquiabierto, ahora sí que ya se había
quedado sin saber qué decirle, él no notaba si brillaba o no, en realidad
siempre pensó que eso solo lo hacía Narel con su anormalidad—. Alexander…
—No le haré
daño, Thomas. Te lo prometo. No le haré daño. Prefiero morir antes que a ella
le pase algo por mi culpa. —El mayor lo miró fijamente a los ojos, su hermano no
estaba mintiendo. Suspiró, por más que les dijera a ambos que estuvieran
separados, siempre encontrarían la manera de volver a estar juntos. Ella debió
irse a Glasgow.
—¿Qué
pasará con Marianne? —Thomas notó que su hermano aún no había pensado en eso—. Yo
sabía, desde que Narel apareció en nuestras vidas, que ustedes dos solo me
darían problemas. —Alexander sonrió, Thomas lo miró con el ceño fruncido.
—Pero sí
que la hemos pasado bien ¿verdad?
Alexander
salió de la casa con las dos orejas rojas y adoloridas, y corrió para alcanzar
a su hermano con su amiga que iban un poco más adelante. Se paró junto a ella y
la abrazó por la cintura, no los interrumpió porque Nicholas le iba contando sobre
la pesadilla que tuvo en la noche, pero que ya era grande y no correría a
dormir con ella cada vez que se asustara, porque era deber de él, también, como
hombre, cuidar de ella. Narel solo le sonreía, para ella siempre sería un niño,
sin importar la edad que tuviera. En cambio Alexander, tenía muy claro que el único
que la cuidaría toda la vida sería él. Se despidieron de Nicholas en la puerta
del colegio, donde, como todos los días, Narel le dijo que no se moviera de
allí hasta que ella llegara.
—¿Por qué
tienes las orejas rojas? —Narel le preguntó cuando comenzaron a caminar a la
universidad—. Igual que cuando hacíamos alguna tontera y Thomas te las jalaba
por portarte mal. —Alexander la miró de reojo, iba caminando con las manos en
los bolsillos del abrigo, así evitaba las ganas de querer tomar la de ella—. ¿Thomas
te jaló de las orejas?
—No seas
boba, yo soy más alto que él, ya no tiene poder sobre mí.
—Thomas
siempre va a tener poder sobre ti, y sobre todos tus hermanos, es el pilar.
Alexander
sonrió, eso que decía era verdad, por eso se paralizó cuando vio a Thomas casi
derrumbarse con todo lo que sucedía. El mayor sabía que contaba con el apoyo de
todos, y Alexander siempre estaría para él, por eso estaba trabajando duro en
la oficina para poder recuperar lo perdido, pero sin dejar de lado la búsqueda
de Leah. Sabía también que Narel lo estaba ayudando, de hecho, ella estaba
creando un programa que ayudara a que el trabajo de Thomas fuera un poco más
fácil, y según lo que le había comentado su hermano, cuando ella terminara sus
estudios, tenía pensado contratarla. Al fin y al cabo, siempre era bueno tener
alguien con los conocimientos necesarios en computadoras e informática. Tenían
a Luis, era verdad, él veía casi en su totalidad esa parte de la empresa, y Garreth
continuaría una vez que estudiara, pero Thomas confiaba más en Narel que en
Luis y prefería tenerla a ella a su lado. Aunque esa conversación solo había
sido entre Alexander y Thomas, y allí se quedó. Faltaban algunos años aún para
que todo se concretara.
—Alexander…
—Narel le tomó el brazo con las dos manos para detenerlo, él la miró, tenía las
mejillas infladas—. Mi desayuno, tengo hambre. —Alexander sonrió y le apretó la
cara para que ella soltara el aire que tenía acumulado.
—Vamos a la
cafetería. —Narel lo soltó y caminó en dirección a lo señalado. Alexander
sonrió más al verla feliz, al verla como antes. Sin poder evitarlo la abrazó
por la espalda, rodeándole el cuello y le besó la cabeza, luego de eso la soltó
y continuó caminando a su lado—. ¿Qué vas a querer?
—Chocolate
caliente con uno de esos pastelitos que tienen una fresa encima.
—¿No crees
que estás comiendo mucho? —Alexander la miró de reojo—. Anoche te comiste casi
toda la comida china.
—Estoy en
pleno crecimiento, necesito alimentarme bien. —Alexander sonrió—. Cuando ya
trabaje en una empresa, pediré una de esas máquinas que hacen chocolate
caliente solo para mí.
—Te vas a
convertir en una ballena…
—Una
ballena con chocolate caliente.
Alexander
le abrió la puerta para que pasaran a la cafetería y fueron a pedir el
desayuno. Él la miraba mientras escogía cuál de todos los pastelitos con fresa
iba a querer. Y sonrió más al pensar que cuando Thomas la contratara, tendría
que ser con una máquina de chocolate caliente o ella no aceptaría el trato. El
pobre de su hermano… ni se imaginaba en lo que se estaba metiendo. Pidieron y
se fueron a sentar, la mañana estaba fría, aun así prefirieron quedarse en las
mesas a la intemperie.
—Hasta que
te encuentro. —Llevaban un rato comiendo cuando llegó Ashley y se sentó con
ellos, mirando solo a Narel—. Hola, Russ… —Alexander no le respondió y se echó
en la silla, estaba todo bien hasta que se apareció—. Comenzarán las fiestas
universitarias… nos inscribí en todas. —Ashley tenía una sonrisa de oreja a
oreja, a Narel se le cayó de la mano el tenedor con el que comía pastel. Alexander
le pasó el suyo al verla fruncir el ceño porque no podría seguir comiendo.
—¿Cómo es
eso de nos inscribí? —preguntó Alexander acaparando la atención a Ashley, que
no había perdido detalle de lo sucedido con el tenedor.
—A ti no,
solo Nar y yo… tú no estás invitado. —El chico bufó y volvió a echarse en la
silla.
—Pero yo no
quiero ir —dijo Narel, que al parecer estaba de lo más feliz comiendo—. Alex,
esto esta genial. ¿De verdad que no quieres?
—No
—contestó medio enojado, cansado que Ashley estuviera invitando a todas esas
fiestas a Narel—. Me voy a clases, te busco después. —Fue a besarle a mejilla,
pero en lugar de eso, le besó la comisura del labio—. No te alejes.
—Que te
vaya bien. —Narel bajó la cabeza para seguir comiendo, Alexander notó que se
había sonrojado, pero no haría nada, no con Ashley tan cerca. Se levantó y
caminó hacia el salón, ese día tendría clases solo y después con las chicas.
—¡Oye, Russ!
—Esa era Ashley la que le gritaba, dudó en voltear, pero lo hizo igual. Así
notó que la chica lo miraba y le hacía un gesto con sus dedos de que lo tenía
vigilado. Alexander frunció más su ceño, ¿cómo mantener ese secreto si al
parecer se le notaba por los poros?—. ¿Pudiste arreglar las cosas con el
estúpido?
—Creo que
sí… —Ashley se fijó que su amiga seguía comiendo—. Debemos venir a comer más
seguido estos pasteles.
—¿Cómo es
eso que crees?
—Yo creo
que sí lo arreglamos… —dijo al mirarla, ya había terminado el pastel—. De mi
parte por lo menos quedó todo claro y no le haré daño.
—Él no
parece con el corazón roto…
—¿Por qué
lo tendría? —Narel la miró extrañada, Ashley suspiró—. ¿Crees que Marianne le
pueda romper el corazón de alguna manera?
—¡Qué boba
eres! —Ashley rodó los ojos y se rindió—. ¿Por qué tienes tanta hambre? ¿Helen
no te dio de desayunar?
—En mi
departamento no hay comida. —Narel se encogió de hombros, ya casi llevaba dos
meses viviendo con Thomas, desde la desaparición de Leah.
—¿No
llegaste a casa anoche? —Ashley la miró con sorpresa, había algo que se le
estaba pasando por entre los dedos y debía averiguarlo. El comportamiento de
esos dos era raro. El problema era Narel, nunca podía descifrar por completo lo
que decía o hacía.
—Dormí en
mi casa… en el departamento… Se nos hizo tarde ayer estudiando…
—Pero te
pudiste ir a casa con Alexander, él te hubiera dejado en la puerta de Thomas.
—Nos
quedamos a dormir los dos en el departamento…
—Hola,
Ashley. —Un chico, de los que juegan en el equipo de fútbol, por lo que notó Narel
ya que lo había visto cuando fue un sábado a acompañar a Alexander, se sentó
junto a su amiga al saludarla—. ¿Irás el viernes a la fiesta? Espero verte
allá.
—Hola,
Brandon. Claro que sí, allí estaré. —Narel continuó tomando su chocolate
caliente, ignorando alrededor, pero sí se fijó en que el chico jugueteaba con
el cabello de Ashley dejándoselo tras la oreja, algo parecido a lo que Alexander
le hacía a ella, aunque se sentía diferente—. ¿Nar?
—¿Ah?
—Ashley rodó los ojos, Narel le sonrió porque al parecer no la había escuchado.
—Te
presento a Brandon y a Ryan. —Narel ni cuenta se dio que había otro chico y
sentado a su lado, donde antes estaba Alexander—. Son jugadores del equipo de
fútbol de la universidad, ya llevan dos años aquí y son titulares.
—Hola —le
dijo el chico sentado a su lado, extendiéndole la mano, ella le respondió—. Yo
soy Ryan… creo que te vi el otro día en la galería, en una de las prácticas…
—Ah, sí…
fui un sábado…
—A ella le
gusta el fútbol —añadió Ashley, Narel no le dio importancia y terminó de beber
su chocolate caliente.
—¿De
verdad? —preguntó Ryan algo emocionado, Narel notó que tenía los ojos verdes
oscuros, como uno de los chicos en Canadá. Volvió a extrañar Canadá—. ¿Qué equipo
te gusta?
—El
Manchester, obviamente. El mejor de todos los tiempos.
—Ella sí
que sabe de fútbol. —Brandon se unió a la conversación—. No como tú ¿eh? —Narel
notó que Brandon se burlaba de Ryan.
—¿Por qué
te dice así? ¿Te gusta el Chelsea? —Brandon echó a reír, Ryan lo miró frunciendo
el ceño.
—Es buen
equipo, Brandon, y prontamente seremos los mejores. Eso también va para ti
—dijo al mirar a Narel, pero le sonreía.
—Lo dudo,
pero dicen que nada se pierde con soñar.
—Y ellos
van a soñar mucho. —Brandon seguía riendo, Ryan le dio un golpe amistoso en el
brazo.
—Ash, vamos
a clases, se nos hará tarde. —Narel se puso de pie mirando a su amiga, que al
parecer había enmudecido, algo muy raro en ella.
—Si eras tú
la que no dejaba de comer.
—Estoy en
pleno desarrollo, hay que alimentarse. —Ashley rodó los ojos y luego miró a su
amiga de pie, ella lucía diferente, tenía algo distinto al día anterior.
—Ash,
¿entonces el viernes? —Brandon se paró junto a la chica, ella le sonrió y
asintió.
—Las
acompañamos al salón, seremos sus guardaespaldas. —Narel no se dio cuenta
cuando Ryan llegó a su lado, tenía el cabello castaño claro y corto, le combinaban
a la perfección con los ojos. A diferencia de Alexander que tenía el cabello
siempre como de diez centímetros. También notó que Ryan era un poco más bajo
que Alexander.
Tenían que
ir a los salones del edificio principal, esos no le gustaban a Narel porque las
paredes que daban hacia los pasillos eran por completo de vidrio y tanto la
gente que pasaba por fuera, como las que estaban en clases, podían ver todo
hacia afuera o hacia dentro. Para ella eran distracción. Los muchachos las
escoltaron hasta llegar a la puerta del salón que les correspondía, Ryan se fue
hablando de fútbol todo el camino con Narel, dejándola invitada a ir a las
prácticas cuando quisiera. Brandon también invitó a Ashley, esta aceptó de
inmediato sin siquiera pensarlo, a pesar de que no le gustara para nada.
—¿Vas a ir
a la fiesta del viernes? —Ryan le preguntó a Narel, antes de que entrara al
salón.
—No, yo…
—A ella no
le gustan esas cosas —respondió Ashley, al pasarle un brazo por el cuello a su
amiga, medio abrazándola—. Además, es menor de edad, no le dan permiso. —Narel
la miró, no esperaba que su amiga dijera eso, ya que siempre le decía que debía
ir—. Pero quizás, si aparece un príncipe azul que logre convencer a su tutor,
pueda ir. —Ashley le guiñó un ojo a Ryan, él sonrió.
—Esperaré
que cumplas la mayoría de edad y te invitaré con permiso de tus padres, como si
fueras una princesa. —Ryan le tomó la mano a Narel y se la besó, como los
caballeros de los libros. Ella se le quedó mirando un tanto sorprendida, eso
era algo que no se esperaba nunca en la vida.
—Narel. —La
mencionada quitó su mano al instante. Los chicos voltearon a ver quién llegaba,
Ashley rodó los ojos—. ¿Qué haces? Las clases están por comenzar. —Alexander se
interpuso entre su amiga y los chicos, notando que eran los titulares del
equipo de fútbol de la universidad, y dejando a Narel a su espalda.
—Hola, Russ.
—Brandon le extendió la mano, Alexander se la estrechó—. No te hemos visto
últimamente en las prácticas ¿volverás?
—Sí, he
tenido un poco de problemas, pero sí volveré. —Ryan le extendió la mano a Alexander
para saludarlo, este dudó, pero lo hizo igual, apretando con fuerza. Ashley
notó que ellos se estaban matando con la mirada.
—Espero que
sí, juegas bien, si practicas de seguro serás titular este mismo año. Bien, nos
vemos el viernes, Ash. —La chica le sonrió, continuaba abrazando a Narel—. Nos
vemos, Nar. Russ, no te pierdas. —Brandon le dejó la mano en el hombro a Ryan y
ambos dieron la vuelta para retirarse. Ashley volvió a darse cuenta de las
miradas que se echaron Alexander y Ryan.
—No tienes
derecho a decir nada. —Ashley detuvo a Alexander que se giró para decirles
algo—. Ninguna de nosotras es tu novia como para escuchar tus reclamos. ¿O se
te olvida, Russ, que estás casado? —Alexander notó que Narel se tensó frente a
aquellas palabras de Ashley, se soltó del abrazo que la tenía y entró al salón.
—No vuelvas
a decir esas cosas frente a Narel. —Alexander le tomó el brazo a Ashley antes
que entrara.
—Pero… ¿por
qué? ¿Qué está pasando? —Ashley se fijó que Alexander estaba enojado y miraba a
Narel sentarse a través de las paredes de vidrio.
—Solo no lo
vuelvas a hacer y ya. —La soltó y entró al salón, sentándose junto a su amiga,
quien ignoró todo alrededor y comenzó a dibujar en su cuaderno. Ashley se sentó
junto a ellos a los minutos después, luego de saludar a los compañeros.
Alexander
miraba a Narel de reojo, las clases habían comenzado y ella no dijo palabra
alguna, ni antes de que llegara el profesor ni entre las clases. Ashley los
miraba a los dos, algo sucedió entre ellos y no sabía qué. En la mañana se
veían bien, lo del tenedor fue raro, estaba acostumbrada a que ellos
compartieran las cosas, tomaban del mismo vaso, de la misma botella, comían del
mismo plato… pero era muy difícil que usaran los mismos servicios o cuando los
compartían, los limpiaban antes. En la mañana Narel simplemente comió. A no ser
qué…
—¿Cuántos
pasteles te comiste en la mañana? —Ashley atrajo la atención de los dos, que
dejaron de hacer el ejercicio de algebra para mirarla.
—Uno… —Narel
le contestó con extrañeza, no entendía por qué Ashley le preguntaba eso.
—Uno y
medio —añadió Alexander volviendo a sus cálculos—. Se comió la mitad del mío si
es que no fue más.
—¡Oh, por
todos los dioses! —Ashley levantó un poco la voz, logrando que no solo Narel
con Alexander la miraran, sino que los chicos sentados adelante también—. Ahora
entiendo todo… —Miró su cuaderno para dejar de ser el centro de atención y
pensaran que se refería al ejercicio.
—No está
difícil, Ashley. No exageres. —Narel rodó los ojos y continuó con sus
problemas, los quería terminar en clases para no llegar a hacer tareas a la
casa. Alexander miró a Ashley y esta a él, no se
dijeron nada, con eso había sido suficiente para darse a entender todo.
Cuando la
clase terminó, Narel ya había acabado con todos los ejercicios, se los había
ido a mostrar al profesor para saber si estaba todo bien y se quedó conversando
con el anciano, ya que fue la única que los hizo en el tiempo que le
correspondía y de manera correcta. Cuando el profesor se fue, ella volvió junto
a sus amigos. Alexander la miró con el ceño fruncido, a él le faltaba uno por
hacer y tampoco se quería llevar tareas para la casa, pero ese no le estaba
funcionando.
—Mira eso
—le dijo Narel, apuntando un número en el cuaderno, Alexander notó su error y
sonrió—. ¿Cuántos te faltan, Ash?
—La mitad…
Odio matemáticas… ¿Vas a ser la favorita de los profesores aquí también? —Alexander
la miró con enojo, no dejaría que la estuviera molestando como siempre hicieron
en el colegio el resto de los compañeros, por eso Narel nunca quería participar
en nada con ellos—. Mejor, así nos pides más tiempo para los trabajos.
—No seas
aprovechada, Ash. —Alexander se relajó y comenzó a arreglar el ejercicio—. Alex…
—El mencionado la miró—. Voy a comprar…
—¿A dónde?
—A la
farmacia… —Alexander se levantó.
—¿Por qué?
¿Qué sucede? ¿Qué tienes?
—Nada…
nada… termina de hacer eso… —le sonrió para tranquilizarlo—. No es nada, solo
tengo que comprar unas cosas que me hacen falta. Voy y vuelvo.
—Espérame y
te acompaño.
—Termina
eso tranquilo para que después podamos ir a tomar helado.
—¿Ya estás
pensando en comer de nuevo? —Ashley la miró sonriente.
—Es tomar…
tomar helado… —Ambas chicas sonrieron, Narel le dejó la mano en el hombro a Alexander,
dejándola caer por el brazo y salió del salón.
—Bien…
—Ashley se sentó en el lugar de Narel, al lado de Alexander—. Ahora dime qué
fue lo que sucedió ayer.
—Estudiamos
—contestó haciendo los cálculos que necesitaba—. Eso era lo que haríamos ayer,
estudiar.
—Ajá… ¿Y
qué con lo otro?
—¿Qué otro?
—Alexander continuaba con la vista fija en el cuaderno, Ashley lo miraba con
atención.
—No te
hagas el bobo conmigo, Russ. Nar brilla más que una estrella fugaz, así que me
dices lo que hiciste, o le pregunto a ella hasta que me diga. —Alexander la
miró, ya había terminado—. Te conviene más la primera opción, sabes que Nar
siempre piensa todo de manera diferente.
—Arreglamos
la situación, conversamos y arreglamos todo. —Alexander comenzó a guardar sus
cosas, notó que Ashley ya tenía su mochila lista—. Ella pensó que tú me
gustabas, como si yo tuviera mal gusto.
—Lo mismo
me preguntó a mí ayer, lo mismo le respondí, como si yo tuviera mal gusto…
—Pensó que
la había besado porque la confundí con Marianne. —Ambos chicos comenzaron a
caminar, debían ir a otro salón.
—¿Qué le
dijiste por eso?
—Que no, no
le iba a estar mintiendo, aunque debí hacerlo…
—¿Por qué?
¿Por qué es un amor no correspondido?
—No debí
hacerlo porque me di cuenta de lo que siento por ella, y ahora ella lo sabe
también… O creo que lo sabe también, no lo sé… a veces ella es tan… —Se detuvo,
había cosas que debía pensar bien—. Pero… —Alexander miró al frente, Narel
entraba al baño, frunció el ceño, quería saber lo que estaba pasando—. Pero no
sé lo que ella siente por mí… Y no sé si algún día lo llegue a saber. Ve a
verla, se metió al baño, sé que también quieres saber qué tenía que ir a
comprar a la farmacia.
—Si
pudieras entrar al baño de mujeres, ya estarías adentro, ¿verdad? —Ashley
resopló, pero Alexander tenía razón, también tenía curiosidad.
—Si no estuviéramos
en receso, simplemente hubiera entrado. Las espero afuera. —Ashley entró, Alexander
se quedó apoyado en la pared del baño. Estaba un poco impaciente con eso de la
farmacia, esperaba que pronto salieran y le dijeran qué sucedía, pero la puerta
no se abría nunca, hasta que al fin aparecieron.
—Vamos por
un helado, Russ.
Ashley le
pasó un brazo por el cuello a Narel y no dejó que Alexander se acercara, Narel
solo le sonrió, pero no era una sonrisa de mucha felicidad. Ashley le enseñó
una cajita por la espalda, Alexander la tomó y caminó un poco más atrás,
mirando lo que era. Se le cayó de las manos al leer, él no había pensado en
ningún momento en eso, simplemente se dedicó a hacerla de él sin medir
consecuencias. Tomó la caja del suelo y corrió para alcanzarlas, Ashley lo miró
con enojo, ahora ella ya sabía lo que habían hecho y lo peor, es que fue culpa
de él por mandarla a ver a Narel. Sería un largo, largo día. El teléfono de Narel
comenzó a sonar, llamando la atención de los tres ya que ella nunca lo llevaba
encima. Alexander vio de reojo que quien llamaba era Nicholas, Narel se
apresuró en contestar.
—Nar, ya
salí de clases.
—¿De
verdad? ¿Tan temprano? —preguntó deteniendo el paso y mirando a Alexander, este
se agachó para escuchar entre los dos.
—Sí,
dijeron que va a nevar mucho y como ya mañana estoy de vacaciones por Navidad,
mejor nos dejaron salir. ¿Qué hago? ¿Me voy solo?
—No. —Alexander
tomó el teléfono y continuó hablando con su hermano—. Iremos por ti, quédate
allí.
—Bueno, los
espero. —Narel notó que Alexander tampoco quería que su hermano anduviera solo,
también estaba asustado por el asunto de Leah, quiso tomarle la mano, pero Alexander
le entregó el teléfono y se quedó mirándola.
—Vamos…
—¡Ashley!
—Ese grito los interrumpió, era el chico del equipo de fútbol que conversaba
con Ashley en la mañana. Alexander notó que no iba solo—. ¡Ashley! ¡Hasta que
te alcanzo! Van a suspender las clases desde ahora en adelante porque están
anunciando una nevada más o menos fuerte. ¿Les gustaría ir a tomar algo por allí?
—Claro que
sí. —Ashley le sonrió, prácticamente, de oreja a oreja.
—Nos vemos
mañana, Ashley. —Alexander le tomó la mano a Narel—. Nos vemos —dijo mirando a
los otros dos chicos.
—Hasta
mañana, Ash. —Narel se despidió mientras caminaba, ya que Alexander la llevaba
firmemente agarrada y ya iba a la salida—. No andes tan tarde en la calle. Adiós,
chicos. —Luego se giró, para llevarle el ritmo a Alexander e ir por Nicholas, Narel
notó que Alexander tenía el ceño fruncido.
—¿Es idea
mía o no la dejó responder? —Ryan preguntó mirando a los que se habían ido.
—No es eso
—contestó Ashley, que estaba más que entusiasmada por salir con ellos—. Tienen
que ir por su hermano menor. Alexander ha estado teniendo problemas familiares
fuertes, hace poco más de un mes que falleció su madre… Por eso no ha ido a las
prácticas.
—¿Ellos son
hermanos? —consultó Ryan con curiosidad, ya que no se parecían.
—No, no…
—dijo Ashley sonriente—. El tutor de Nar es el hermano mayor de Alexander y al
que van a buscar es el hermano menor de Alexander. Ella vive con ellos, ella es
responsabilidad de ellos.
—¿Por qué?
¿Narel no tiene padres?
—Se fueron…
y ella se quedó… es complicado y no sé si debo decirte todo. —Ashley lo miró, Ryan
le sonrió, de todas maneras, le había sacado la suficiente información.
—Bueno,
bueno. —Brandon interrumpió—. Vamos a tomar algo.
**********
Nicholas
los estaba esperando a la salida, como siempre, se acercó a ellos cuando los
vio y abrazó a ambos juntos. Después le tomó la mano a Narel y caminaron a la
casa de Thomas. Nicholas habló todo el rato sobre la nevada que caería, preguntándole
a su amiga si podrían salir a mirar o jugar en la nieve, ella sabía que Elijah
estaba algo enfermo, así que prefirió que para la siguiente nevada saldrían a
jugar los tres. Al llegar a la casa, Alexander le besó la cabeza a Nicholas y
lo abrazó, él iría a su departamento, pero primero los dejaría sanos y salvos
en la entrada.
—La cuidas
por mí —le susurró a Nicholas antes de dejarlo entrar, su hermano asintió y desapareció
en el portal. Después se giró a mirar a Narel, le dejó la mano en el cuello, acariciándolo
con suavidad—. Te veo mañana en el departamento, como a las 10… necesitamos
conversar. —Le besó la frente, Narel cerró los ojos y asintió.
—Hasta
mañana, Alex.
Esperó a
que entrara y luego se fue a su departamento, llevaba prácticamente un día sin
aparecerse por allí, pero al parecer no lo extrañaban ya que ni una llamada
tuvo. No era raro, lo más seguro es que Marianne estuviera con sus padres. Para
él eso era un fastidio, cuando vivían todos en el departamento, a Marianne le
gustaba ir a quedarse a su antigua casa, prácticamente, todos los días. Cuando Thomas
y Helen le dejaron el departamento para que comenzaran a hacer su vida juntos,
los padres de Marianne, sobre todo su madre, decidieron que mejor se quedaban
allí a vivir. Era imposible que se fueran y él sentía que no tenía ni un poco
de privacidad en su propia casa. Marianne no entendía que eso a él le
molestaba, tampoco podía obligarla, pero él hacía todo lo posible porque las
cosas funcionaran entre los dos. A pesar de estar enamorado de otra persona, él
había puesto todo de sí para que funcionara con Marianne, pero ya no sabía qué
más hacer. Entendía, también, que eran demasiado jóvenes cuando pasó todo, que
apenas tenían quince años. Él miraba a sus hermanos y solo querían divertirse y
jugar, y él también quería eso a esa edad, a veces pensaba y no sabía cómo fue
que terminó comportándose de esa manera con Marianne. A él le gustaba Narel,
siempre le gustó Narel, pero Marianne llegó y le dijo que sí y él simplemente
lo tomó y se sintió enamorado, obviamente sin siquiera saber lo que es el amor,
y pasó todo lo que pasó.
Marianne
solo era una niña, al igual que él. Los padres de ella los obligaron a casarse
por las tradiciones. Pero, aun así, cuando nació Joshua, él quería hacer todo
bien, quería que todo funcionara con ella, quería amarla hasta el final de sus
días, quería tener una gran familia, ser unidos, ser como Thomas y Helen que se
amaban por encima de todo. Quería tener siete hijos… Pero con el paso del
tiempo notó que Marianne no quería lo mismo que él, de hecho, no quería más que
dos hijos, y tampoco podía obligarla. Era una gran persona, no lo negaba, pero
lo hacía sentir atrapado en algo que no era lo de él, en algo que no quería
para él… Y no sabía qué hacer para solucionar todo. Y los dioses sabían que
había hecho todo lo posible, pero no sirve solo de una parte, tiene que ser de
los dos… A Marianne ni siquiera le había gustado la casa que vio para ellos, no
le gustó porque no quería estar cerca de Thomas y los demás, a pesar de estar
varios años viviendo juntos. Aunque Alexander sabía que esas palabras no habían
sido de ella, sino que de las influencias que su madre ejercía sobre ella, y
eso lo tenía más que cansado. Tenía una relación con Marianne, no con su madre.
Había bailado con Marianne en aquel baile, no con su madre. Había tenido dos
hijos con Marianne, no con su madre. Alexander apretó los puños mientras
caminaba, no podía culpar a Marianne de nada, si al final el único que debió
ser precavido fue él y no lo hizo, ahora simplemente pagaba las consecuencias
de sus actos. Y, lo peor, era que había cometido el mismo error con Narel, ya
que tampoco se cuidó. Esperaba que eso no le generara ningún problema, aunque
no podía negar que la idea de formar una familia con ella era fuerte. Meneó la
cabeza.
Por fortuna
él tenía a Narel, donde siempre iba a refugiarse, donde podía ser realmente él,
donde sabía que nada malo le pasaría porque ella lo cuidaría hasta el fin de
sus días. Sonrió pensando en lo sucedido la noche anterior, ya quería volver a
tenerla en sus brazos, aunque estuviera mal, quería repetir todo. Pero, si Narel
era como Marianne en ese sentido, eso no pasaría hasta en un millón de años
más. Meneó la cabeza, no pensaría en eso, tenía cosas más importantes en las
que concentrarse, como ese futbolista que se había atrevido a besarle la mano…
Ya se las pagaría cuando volviera a las prácticas… ya se las pagaría.
Narel entró
y subió las escaleras corriendo, directo a la habitación de Helen en donde
supuso estaba con Elijah. La mochila rebotó en el suelo cuando la soltó y ella
se dejó caer de espaldas sobre la cama. Helen solo rodó los ojos, Elijah estaba
acostado tomando un jugo, le había mandado un mensaje temprano a Helen
preguntando por el niño y esta le había respondido que estaba mejor, y se veía
bastante bien, al parecer solo fue un resfriado leve, aun así, no lo sacaría a
la nieve a jugar con Nicholas, esperarían a que estuviera bien y sin medicinas.
—Helen, hoy
conocí a un chico… —La mayor la miró, era raro que Narel hablara de eso, de
seguro eran ideas que le había metido Ashley en la cabeza—. Era amigo de Ashley.
—Helen sonrió al tener razón y continuó ordenando ropa—. Me besó la mano como
los caballeros de los libros, hasta con reverencia… fue tan chistoso y raro… —Helen
estaba metida en el armario ordenando mientras la escuchaba.
—¿Y tú qué
hiciste?
—No mucho, Alexander
llegó y ya no pude seguir hablando, él también los conocía y se quedaron
hablando entre ellos. —Helen la miró de reojo sin dejar de ordenar el armario, esa
boba seguía siendo la misma boba.
—¿Y era
guapo?
—Sí. —Elijah
aprovechó que Narel estaba acostada y se le lanzó encima, ella lo abrazó y lo
besó en la cara, haciéndolo reír—. Sí estaba guapo, Helen. Aunque no más que Alexander.
Juega fútbol igual, es titular del equipo de la universidad y va en segundo
año, pero es más bajo que Alexander, serán como unos diez centímetros menos o
algo así. —Helen notó que las comparaciones tenían que ver mucho con Alexander
y eso la preocupó un poco, tanto ella como Thomas sabían que a Narel le gustaba
Alexander y quería irse a Glasgow para ya olvidarlo para siempre, en cambio se
tuvo que quedar y verlo junto a otra persona todos los días, Helen imaginaba
que eso debía ser bastante doloroso—. Tiene los ojos verdes oscuro… Mirarlo me
recordó Canadá…
—Olvida
Canadá. —Helen se giró y le revolvió el cabello, observó que su hijo se estaba
comiendo, prácticamente, a Narel, imitando lo que ella le hacía—. Elijah va a
morderte fuerte y vas a terminar con el cuello rojo.
—No
importa, a él le gusta. —Narel le hacía cosquillas al niño—. Si ya sé que tengo
que olvidar Canadá, pero no se puede de un día a otro. Es difícil, pero lo
estoy intentando, de verdad. —Helen terminó de ordenar el armario y se sentó en
la cama, Narel hizo lo mismo con Elijah en los brazos—. Helen ¿puedes llevarme
a ese médico que te vio durante el embarazo?
—Ginecólogo
se llama…
—Ese mismo.
—Helen la miró como buscando algo raro—. ¿Puedes llevarme?
—¿Por qué
quieres ir?
—Porque ya
cumpliré dieciocho, ¿no es normal que ya vaya? Tengo que tomar esas pastillas
anticonceptivas y todo ese asunto… —Helen la miró boquiabierta, esperaba que no
fuera Ashley quien le estuviera diciendo esas cosas, porque si no su hermana
sería asesinada por Thomas y por Alexander—. Ashley me dijo… —Helen resopló,
también sería asesinada por ella—. Me dijo que ella toma esas pastillas de como
los quince años, y yo no tomo ninguna de esas cosas y a lo mejor ya es hora…
—Ella toma
pastillas porque empezó a salir con chicos antes de los quince años y mamá
prefirió llevarla a un ginecólogo para que no le saliera con la sorpresa que
sería abuela… Ashley tiene una manera de pensar muy diferente a la tuya, no te
compares nunca con ella.
—No me
comparo, Helen. Es solo que… —Helen notó que ella le quería decir algo, pero no
sabía cómo—. Y si llega a pasar algo con un chico… ¿qué hago? —Helen comenzaba
a entender, estaba conociendo otro tipo de gente en la universidad y era normal
que sintiera curiosidad, ella no podía juzgarla ni nada parecido, al fin y al
cabo, había tenido a Elijah a los diecisiete y por un lado prefería que Narel
se preocupara por eso a estar como que nada y terminara siendo madre sin querer
serlo—. No quiero tener hijos aún… es decir, sabes que me gustaría tener siete,
pero no todavía, no sin terminar de estudiar y tener economía fija. —Eso era lo
que tanto le gustaba a Thomas de Narel y por eso la cuidaba, a pesar de ser una
boba para algunas cosas, siempre pensaba en el futuro, tanto de ella como los
de su alrededor, y después tomaba una decisión al respecto.
—La
solución es fácil, mantén las piernas cerradas. Además, hiciste la promesa de
la pureza ¿o no? —Helen le sonrió, Narel la miró, ¿cómo decirle que la noche
anterior Alexander y ella habían jugado con el destino más de una vez?—. ¿No me
digas que…? Narel Webb…
—¡Auch! Elijah,
no me muerdas tan fuerte o te morderé más fuerte yo a ti. —Narel abrazó al niño
y le besó el cuello haciéndole cosquillas, el niño sonrió—. No te puedo decir,
me vas a regañar y echar de tu casa.
—Con eso me
dijiste todo. —Helen se paró de la cama y comenzó a dar vueltas por la
habitación, masajeándose la sien—. Dime que no seguiste las instrucciones de
Ashley.
—No, no… si
solo fue algo que… —Narel meditó antes de seguir, como hablar del tema sin
decir lo que realmente había pasado, la vida era una complicación—. Ni siquiera
pasó, pasó…
—Me estás
mintiendo… Solo dime que te cuidaste.
—Me tomé la
pastilla del día de después. —Helen volvió a sentarse cansada, ¿en qué momento
adoptó a aquella loca que le hacía salir canas?
—Te sacaré
hora para el ginecólogo lo antes posible. —Tomó el teléfono y empezó a buscar
un número—. Si dicen que hay para ahora, te arreglas y nos vamos.
—Gracias, Helen.
—Narel alzó a Elijah al aire, el niño seguía riendo sin parar mientras
esperaban que Helen terminara de hablar.
—No hay
horas hasta el viernes, te reservé la primera disponible, a las 11:00…
—Bien, el
viernes vamos. —Helen rodó los ojos, además debía ser niñera—. Vas a ir
conmigo, ¿verdad? ¿No me vas a dejar sola? —Helen sonrió de medio lado, esa sería
su pequeña venganza.
—Le tendrás
que decir a Thomas que te acompañe, yo no puedo salir con Elijah enfermo. —Narel
se dejó caer en la cama con Elijah encima, el niño volvió a morderla, pero ella
no le dijo nada.
—Thomas va
a matarme…
—Sí, lo sé,
a ti y al que se atrevió a tocarte… Oh, y espera a que se entere Alexander… Tendrás
que revivir para que Alexander te mate por segunda vez. —Narel abrazó a Elijah,
Helen sonrió—. Es lo malo de tener hermanos mayores.
Cuando Thomas
llegó en la tarde, ya había comenzado a nevar, Nicholas jugaba en la sala con Elijah
y Narel con Helen estaban en la cocina, preparando la cena. Thomas, después de
saludar a su hermano e hijo, se fue donde ellas. Miró a Narel, seguía radiante
como en la mañana, además que le sonreía de oreja a oreja, por un momento pensó
que algo tramaba y él se vería en medio de la situación.
—Adivina
quién conoció a un chico hoy y quiere ir a pedir pastillas anticonceptivas por
eso. —Helen, que ordenaba la mesa para cenar, dejó salir eso como que nada. Narel
se atoró con la leche que bebía.
—¡No es tan
así, Helen! —Thomas la miró frunciendo el ceño, Narel lo notó y bajó la mirada.
—¿Cuándo la
vas a llevar? —Helen observó a su esposo, esa no era la reacción que esperaba. Thomas
estaba enojado de verdad.
—Le dieron
hora para el viernes a las 11:00…
—Bien, mientras
más pronto mejor. —Thomas se sentó a la mesa, esperando la comida y mirando el
teléfono.
—¿No
quieres saber a quién conoció? —Helen intentó calmar el ambiente y le dejó el
plato en frente.
—No es
necesario, yo ya sé quién es. —Narel palideció y sintió ganas de llorar, estaba
traicionando a Thomas, al que siempre estuvo para ella, a quien no le importó
cruzar de continente a continente para ir a buscarla, quien nunca le falló… Todo
por amar a Alexander…
—Thomas… —Narel
se acercó para arreglar la situación.
—Será mejor
que comas en silencio hoy.
Ella se
sentó y Helen le dejó un plato de comida al frente, la mayor se sintió
culpable, no esperaba que su esposo reaccionara de esa manera, Helen llamó a
los niños y cenaron, si no fuera por las ocurrencias de Nicholas, hubiera sido
una cena en completo silencio. Cuando terminó, Narel subió a la habitación que
estaba usando y allí se quedó, hasta el otro día, esperando que nadie llegara a
verla durante toda la noche y así fue. El único sonido que había era la
vibración del teléfono, de seguro era Alexander, lo ignoró.
—Creo que
fuiste un poco duro con ella, está intentando cuidarse… —Helen estaba
preparando todo para acostarse, Thomas la miró, dejando el periódico que leía
de lado, él ya estaba acostado.
—¿Te dijo quién
es el chico?
—Me dijo
que conoció a un futbolista amigo de Ashley…
—Es Alexander,
Helen. —Su esposa lo miró, por eso las comparaciones entre los dos chicos—. Es Alexander
con quien… con quien… ¡Con quien ya sabes las tonteras! —Thomas dejó caer el periódico,
en realidad lo había lanzado lejos—. Le dije que se mantuviera alejado de ella,
que no la molestara, que no le diera ideas. Y ayer… ayer se quedaron a dormir
en el departamento y hoy llegaron radiantes y sonrientes los dos… Él está
casado, Helen… ¿Cómo no entiende eso?
—Casado,
pero no enamorado. —Helen se acostó junto a su esposo—. Tarde o temprano esto
terminaría pasando, Thomas. Lo que ellos sienten el uno por el otro iba a
terminar saliendo a flote, no puedes tenerlos separados por siempre, van a
encontrarse en algún momento.
—Ya tiene
dos hijos… dos hijos con Marianne… ¿y si ahora deja embarazada a Narel?
—Por eso
ella quiere cuidarse…
—Manteniéndose
lejos, no hay mejor cuidado que ese.
—Pero si no
puede, es mejor que la ayudemos con esto, para que no termine con un niño
encima…
—Mataré a Alexander.
—Lo sé,
pero al menos ponte en su lugar, no puedes juzgarlo, no después de las cosas
que hicimos tú y yo ¿o no lo recuerdas?
—Yo me
acuerdo de todas las cosas que he hecho contigo. —Thomas sonrió y la abrazó—.
Pero siempre fui responsable…
—Tanto que
terminé embarazada… —Thomas rodó los ojos, ese había sido un golpe bajo—. Si yo
me hubiera preocupado, así como Narel lo hace, Elijah no estaría aquí. Ella
quiere hacer las cosas bien, pero está enamorada de Alexander, perdió Glasgow,
lo de Canadá aún le afecta y Alexander se le puso en bandeja… ¿Cómo querías que
le dijera que no? Solo espero que ninguno de los dos salga herido.
—Ninguno de
los tres… Estás olvidando a Marianne…
—Creo que
ella no ama a Alexander… —Thomas la miró fijamente—. Creo que lo quiere porque
es el padre de sus hijos y fue el primero y todo eso, pero no creo que lo ame.
No lo sé, fue algo que noté cuando vivíamos todos juntos. Si pienso en como
trata Marianne a Alexander y lo comparo en como lo trata Narel, se nota mucha
diferencia… Es decir, como tú dices, Alexander y Narel brillan juntos, pero Alexander
cuando está con Marianne siempre está apagado…
—En eso
tienes razón, hoy brillaba y nunca lo había visto así. Nunca en la vida…
—Vamos a
dejar que las cosas pasen, lo importante es que estemos si llega a pasar algo y
le compraré pastillas a esa loca para que no le pase nada.
Thomas
sonrió y abrazó fuerte a Helen, ya había sido demasiada charla. La besó, él
también quería brillar y estar radiante como su hermano.
**********
Narel había
despertado temprano ese día y bajó a hacerse desayuno. Le había dicho a Alexander
que sí iría al departamento a la hora acordada, pero después de lo sucedido la
noche anterior con Thomas, ya no sabía si ir o no. También había visto los
mensajes que le dejó Alexander, de los que no respondió ninguno, no tenía ganas…
El comportamiento de Thomas la tenía mal y lo único que se le pasaba por la
cabeza era buscar una solución para eso… Quizás lo que debía hacer era no ir
con Alexander, así Thomas no estaría enojado con ella y no necesitaría
pastillas… Además, ¿en qué estaba pensando al pedirle a Helen que la llevara
por esas pastillas? ¿Por qué creía que se repetiría lo sucedido con Alexander? Obviamente
eso no pasaría, él tenía a Marianne para ello… Cuando Ashley le recordó a Alexander,
el día anterior, que él estaba casado, ella reaccionó a lo que hicieron… Y no
estaba bien, a pesar de que se sintiera bien, no lo estaba… Ashley muchas veces
le había hablado de sus relaciones fallidas y de cómo jugaron con ella. Narel
no quería ser el juguete de Alexander… Ella lo amaba y no quería que él se
aprovechara de esa situación para tomar ventaja… Se sentó con un pocillo con
cereal para comer, había entendido a lo que se refería su amigo en Canadá… Y
también comprendió por qué le decían boba, si después de mucho tiempo recién
pudo comprenderlo. Mejor se metería a un convento.
—¿Vas a
salir? —Narel dio un salto, estaba sumida en sus pensamientos que no escuchó
cuando Thomas entró—. Está nevando bastante afuera.
—No lo sé…
—Thomas se sentó a su lado, Narel se fijó que aún estaba en pijama, por la
nevada no iría a la oficina, lo más seguro—. Estaba aburrida de estar acostada…
—¿A dónde
tenías pensado ir? —Thomas tomó una manzana y comenzó a picarla con un
cuchillo.
—Al
departamento… —Thomas la miró, Narel notó que ya no estaba enojado—. Pero si no
quieres que vaya, no iré…
—¿A qué
tienes que ir? —Él se quedó mirándola fijamente, no necesitaba que ella le
diera una respuesta—. Vas con Nicholas. —Narel lo miró algo sorprendida—. No te
quedarás sola con Alexander sin antes tener tus pastillas.
—¿Estás de
acuerdo con eso?
—No, claro
que no. —Thomas la miró, no quería ser tan duro con ella como la noche
anterior, pero necesitaba que entendiera—. Le dije a Alexander que se
mantuviera lejos, que respetara lo que tiene con Marianne, pero no funcionó… No
estoy de acuerdo con lo que hicieron, pero también sé que no los puedo tener
separados, siempre van a encontrar la manera de volver a verse… Yo sé lo que tú
sientes por mi hermano, y creo que es un estúpido por todo lo que hizo con Marianne
siendo que… —Thomas se detuvo, él sabía de los sentimientos de los dos, pero no
sabía que tanto se dijeron ellos sobre eso como para estar ventilando temas que
no le corresponden—. Siendo que no es lo que quería…
—Pero sí es
lo que quería, él siempre quiso tener una familia, tener sus siete hijos… Se
asustó cuando pasó todo eso con Marianne, pero dijo que la amaba, que se
quedaba con ella porque la amaba… —Thomas notó como se le llenaban los ojos de
lágrimas a Narel y se le quebraba la voz al hablar—. Porque quería hacer su
familia feliz… Después que se tomara esa botella de whisky, cuando ya pensó
bien todo, cuando asumió que Josh era real, dijo que la amaba y que quería
formar una familia con ella. —Thomas le limpió las lágrimas que iban saliendo
de a poco—. Si Alexander está jugando conmigo, así como Ashley dice que los
chicos juegan con las chicas, no es justo… —Thomas se levantó y la abrazó,
había comenzado a llorar con sollozos, ella le respondió rodeándolo por la
cintura—. No es justo, Thomas… Porque yo sí lo amo más que Marianne y más que
cualquier otra chica que pueda conocer…
—Es por
esto mismo que le dije se mantuviera alejado de ti. —Thomas la abrazó con
fuerza y le besó la cabeza, la dejaría llorar todo lo que quisiera, ya se
tranquilizaría y pensaría mejor las cosas para tomar una decisión. Él sabía que
su hermano no jugaba, como también conocía la mente de Narel y que todo lo
pensaba de otra manera.
—Ya no
necesitaré las pastillas. —Thomas sonrió al escucharla más tranquila, pero
sabía que le mentía.
—¿Estás
segura? —Como no obtuvo respuesta inmediata, él supuso que lo estaba dudando, y
era normal, ella amaba a Alexander y estaba en la edad de querer experimentar
ciertas cosas, y como dijo Helen, Alexander se le ofreció en bandeja—. No está
mal sentir lo que sientes, está bien, muy bien… no cualquiera es capaz de amar…
el problema es que Alexander tomó una decisión de vida, una decisión que lo
ligó a una mujer de por vida, porque fuera de que estén casados, tienen dos
hijos y esa es una unión de por vida… ¿Vas a poder soportar eso?
—No lo sé…
yo… yo no había pensado en nada de esto, en nada de lo que pasó entre los dos…
Yo me iría a Glasgow y lo olvidaría y seguiría mi vida… A mí no se me pasó por
la cabeza terminar de esa manera con Alexander…
—¿Y qué
sentiste? —Narel lo abrazó fuerte, Thomas sabía que le daba vergüenza, como
también sabía lo que había sentido, si por algo brillaba.
—Fue… Fue
liberador… —Esa no era la palabra que Thomas esperaba—. Estuvo bien, Thomas… No
sé cómo decírtelo, solo que se sintió bien, muy bien.
—Ve y habla
con Alexander, escucha lo que quiere decir y dile lo piensas. Pero es mejor que
conversen. —Narel se separó un poco y lo miró—. Sí, con Nicholas o no vas. —Le
besó la frente.
—Está bien,
yo no tengo problema con eso.
—Tú no,
pero sí Alexander.
Thomas
volvió a sentarse, la puerta se abrió y entró Nicholas, saludó a los dos y
pidió del mismo cereal que comía Narel. Su hermano se lo preparó y luego le
dijeron que la acompañaría al departamento, a Nicholas le encantó la idea
porque caminaría entre la nieve. Comieron y se prepararon para salir, Narel
sabía que sería una larga mañana.
Ambos
llegaron al departamento antes de la hora en que habían quedado de juntarse con
Alexander. No nevaba cuando salieron, pero sí se había juntado bastante como
para ir haciendo bolitas y lanzarlas entre ellos mientras caminaban. Narel le
prometió a Nicholas que, para la siguiente nevada, saldrían a jugar en la nieve
junto con Elijah. Antes de llegar, pasaron a comprar lo necesario para hacer
chocolate caliente, fue por eso por lo que, apenas llegaron y se quitaron los
abrigos, Narel le preparó a Nicholas un tazón con malvaviscos, así se quedaría
tranquilo mientras veía televisión, ella tenía pensado ordenar el desastre que
había quedado el día en que durmió con Alexander, ya que salieron temprano y
después no fue de nuevo.
—¡Nar!
¡Llegó Alex, ¿le digo que se vaya?! —Narel estaba en la habitación terminando
de armar la cama cuando Nicholas gritó, salió a la puerta y vio a Alexander
tomando a Nicholas en sus brazos para meterlo de vuelta al departamento y lo
dejara pasar, el menor daba patadas al aire.
—Nick, si
sabías que Alex estaba en camino. —Alexander bajó a su hermano, cerró la puerta
y se quitó el abrigo.
—Eso no le
quita que sea un pesado. —El menor comenzó a acomodarse la ropa que se le
levantó cuando Alexander la tomó.
—Tú también
eres un pesado y yo no ando cerrándote la puerta en la cara. —Alexander pasó
por al lado de su hermano, dejándole mano en la cabeza y dándole un pequeño
empujón, Nicholas lo miró con el ceño fruncido y se le lanzó encima. Alexander
le dejó la mano en la cabeza y Nicholas no pudo avanzar, solo lanzar golpes al
aire. El mayor lo miró divertido—. Te faltan algunos centímetros para poder
hacerme algo.
—Ya, Alexander,
déjalo. —El mencionado la miró, frunciendo el ceño, le tomó el mentón, con la
mano libre, y le levantó la cara
—¿Qué te
pasó en el cuello?
—Elijah se
cree vampiro. —Alexander se giró para mirar a Nicholas que había hablado y
dejaba de pelear—. Mira, a mí también me hizo lo mismo. —El menor le enseñó el
cuello, Alexander notó que tenían las mismas marcas.
—Ve a
lavarte la cara, la tienes con chocolate.
—No, aún
no. —Alexander miró a su hermano pasar hacia la sala y lanzarse al sillón—.
Todavía me queda chocolate caliente.
—Thomas va
a castigarte para toda la vida. —Narel miraba a Nicholas subir y bajar los
brazos mientras daba pequeños rebotes en el sillón. Chasqueó la lengua, lo que
decía Alexander era verdad, Thomas la mataría. Sintió los dedos de Alexander en
su cuello, que la obligaban a mirarlo—. Le das demasiada azúcar y lo consientes
mucho. —Narel lo miró, él le dejó la otra mano en la cintura, de tal manera que
la tuvo por completo frente a él—. Y no me salgas con eso que lo que está
pasando y Leah y toda la historia, porque lo tratas así desde siempre. —Alexander
se acercó para besarle la mejilla, desviándose a último momento y dejándole el
beso en la comisura del labio. Narel se sonrojó, estaba empezando a molestarle
esas cosas que le provocaba Alexander. Él la miró divertido, si a ella no le
gustaba, a él le encantaba dejarla así.
—¿Quieres
un chocolate caliente? —preguntó cambiando el tema.
—¿Con
malvaviscos?
—Y mucha
azúcar. —Narel le tomó la mano y lo llevó a la cocina, Alexander sonrió porque
no fue él quien la llevara esa vez. Cuando estuvieron fuera de la vista de Nicholas,
volvió a tomar el control, volteándola para besarla, Narel lo abrazó por el
cuello.
—¿Por qué
no me respondiste los mensajes? —Alexander la soltó, también quería chocolate
caliente.
—Me dormí
temprano anoche. —Ella le dio la espalda para empezar a preparar todo. Alexander
tomó un paquete de galletas que había encima del mueble y se sentó allí.
—¿Y por qué
no respondiste hoy en la mañana? —preguntó jugando con lo que tenía en la mano,
esas eran las favoritas de Nicholas, con chispas de chocolate. Y después decía
que no lo consentía.
—Estaba
ocupada con Thomas. —Alexander la miró, ella estaba al lado de él preparando la
taza, desde allí podía verla completa.
—Estuviste
llorando. —Narel arrugó la nariz, también le molestaba que se dieran cuenta de
todo, tanto él como Thomas.
—¡Nar! —Nicholas
entró gritando y empujando la puerta, dejándola en vaivén. Los otros dos lo
miraron—. ¿Dónde están mis galletas?
—¿Estás
galletas? —preguntó Alexander en tono de burla y enseñándoselas—. Si las
quieres, tómalas. —Alzó la mano junto con las galletas, sentado en el mueble,
casi tocaba el cielo. Nicholas arrugó el ceño y comenzó a saltar para
agarrarlas—. Qué enano eres, Nicholas.
—Nar, Alexander
me está molestando.
—Uy, sí,
arranca donde mami… —Alexander sonreía mientras miraba a Nicholas tratar de
agarrar las galletas.
—¡Nar!
—Alexander,
no lo molestes.
—Por bocón,
menos te las paso. —Nicholas se quedó quieto, Narel rodó los ojos frente a lo
que pasaba, lo que era tener que soportar a los Russ, el menor salió de la
cocina.
—¿Por qué
no simplemente se las pasaste? —preguntó Narel al mirarlo.
—¿Por qué
simplemente lo dejas crecer? —le devolvió la pregunta de la misma manera. La
puerta se abrió y Nicholas entró con una silla, Alexander sonrió, al menos no
se rendía—. Toma, enano. —Nicholas agarró las galletas y Alexander notó que le
brillaban los ojos, nadie creería que estaba a punto de cumplir los trece
años—. Deja la silla donde estaba.
—Claro que
sí. —Nicholas tomó la silla y salió de la cocina con las galletas. Volvió a
entrar—. Nar, ¿quieres galletas? —Le enseñó el paquete abierto para que sacara,
ella le dijo que no. Alexander la miró, eso era raro, que no estuviera
comiendo.
—Yo quiero
—dijo Alexander y le estiró la mano a Nicholas.
—Para ti no
hay. —Nicholas habló con la boca llena de galleta y salió de la cocina.
—¿Por qué
lo trajiste? —Alexander dio un salto y bajó del mueble.
—Cuando
veas a Thomas, le preguntas qué pasó y por qué ando con Nicholas. —Narel le
extendió la taza, los malvaviscos se estaban derritiendo—. Prueba. —Alexander
sopló y bebió.
—Está
bueno, no sé para qué quieres una máquina si a ti te quedan genial. —Narel le
pasó los dedos por los labios, también se había dejado bigote de chocolate como
Nicholas.
—Porque no
quiero trabajar. —Pasó por al lado de él y salió de la cocina—. Solo quiero
tomar chocolate caliente y comer pasteles con fresas. —Alexander sonrió al
seguirla mientras bebía.
—¿Qué estás
haciendo? —Se fijó que ella iba a la habitación, Nicholas continuaba mirando
televisión.
—Ordenando
un poco, el otro día dejamos todo tirado. —Alexander la siguió mientras ella
continuaba arreglando todo. Se sentó a horcajadas en la silla que tenía frente
a un escritorio en la habitación.
—¿Qué
tienes en esa caja?
—¿Cuál
caja?
—Esa, en el
armario. —Narel miró mientras estiraba la cama.
—Lanas,
muchas lanas, iré a vender en una feria con Helen.
—¿De
verdad?
—Sí, ya
casi la convenzo de que haga algo productivo. —Alexander sonrió, imaginando a
su cuñada dando vueltas por la casa porque Narel la desesperaba—. ¿De qué
querías hablarme?
—De una
cosa que encontré. —Alexander dejó la taza en el escritorio y se metió la mano
en el bolsillo—. De esto. —Le enseñó la cajita que Ashley le había pasado.
—¿De dónde
sacaste eso? —preguntó dejando lo que hacía y mirándolo sorprendida.
—Del baño
de mujeres. —Se lo pasó, ya que ella se lo estaba pidiendo y a él no le
interesaba mantenerlo—. ¿Vas a decirme qué pasa? —consultó al verla meterse al
baño, de seguro a botar la cajita.
—¿Tengo que
explicarte lo que pasa? ¿De verdad? —Narel rodó los ojos al salir y seguir
ordenando. Alexander frunció el ceño.
—No, pero
¿por qué no me dijiste? Te hubiera acompañado, también es mi responsabilidad.
—Porque no
es tu responsabilidad. —Alexander notó que apretaba el cojín en sus manos,
dejando los nudillos blancos—. La responsabilidad de esto solo es mía… —susurró
dejando el cojín en la cama y sin mirarlo.
—Es mi
responsabilidad cuidarte para que nada te pase. —Él se levantó y se acercó,
dejándole la mano en la espalda.
—Te echaste
la culpa de todo, dijiste que todo lo que sucedió solo es tu culpa. Y eso no es
así…
—Porque es
mi culpa, yo fui quien embarazó a Marianne y puso esta enorme barrera entre tú
y yo, solo es mi culpa. —Narel lo miró fijamente, Alexander notó que, a pesar
de todo, de estar medio discutiendo, ella seguía brillando.
—Pero es mi
responsabilidad no embarazarme y agrandar mucho, mucho más el problema. ¿Por
qué no lo entiendes? ¿Qué crees que pasaría si yo termino con un niño tuyo? —Alexander
sonrió al imaginarlo, con un niño de él…—. ¿De qué te ríes, Alexander? ¿Por qué
te burlas?
—No me
estoy burlando… —Él alzó un poco la voz, Narel miró hacia la puerta, al otro
lado, en la sala, Nicholas continuaba viendo televisión. Alexander cerró la
puerta y volvió con ella—. No me estoy burlando, es solo que imaginé tener un
niño contigo y me puse feliz, eso es todo.
—No puedes
ponerte feliz con eso…
—¿Por qué
no? ¿Qué tiene de malo que imagine un futuro contigo?
—¡Porque
estás casado, Alexander! ¿Cómo puedes olvidar eso y hacer como que nada pasa?
¿Cómo que todo esto es normal? —Alexander la miró boquiabierto, había alzado un
poco la voz y en sus ojos se notaba que no se sentía bien con eso, pero no
mostró señales de querer llorar.
—¿Qué te
tengo que decir para que te quedes tranquila?
—No me
quiero quedar tranquila, Alexander. Solo quiero que encontremos una solución a
esto y podamos seguir tan amigos como siempre, y si hay que olvidar lo que
pasó, se olvida y ya. —Alexander la escuchó, respiraba agitado, se estaba
enojando y pocas, muy pocas veces la había visto así. Pero todas esas palabras
a él le dolieron en el pecho—. Me dijiste que necesitamos hablar, si no es para
buscar una solución, entonces ¿para qué?
—¿Por qué
llorabas antes de venir acá? —preguntó con voz rasposa, realmente se sentía mal
por lo que sucedía y a ella parecía no afectarle en nada.
—Por todo
esto, Alexander. Por todo esto. —Narel se sentó en la orilla de la cama,
mirando al suelo, él se acuclilló enfrente, intentó tomarle las manos, pero
ella se abrazó a sí misma—. No fue chistoso cuando ayer Ashley te recordó que
estás casado, fue cuando decidí ir a la farmacia para encontrar solución a uno
de los problemas… Si estás casado… ¿en qué lugar estoy yo en tu vida, Alexander?
—No… no te
equivoques… tú no eres mi otra… —Alexander se arrodilló y se acercó lo
suficiente para dejar su frente apoyada en la de Narel—. Tú nunca serás mi
otra… tú estás en primer lugar…
—¿Cómo voy
a estar en primer lugar si con Marianne tienes lo que siempre quisiste?
—Porque no
es a quien amo… —Narel lo separó un poco de ella tomándole el rostro entre sus
manos—. Es a ti a quien amo, solo a ti…
—¿Cómo sé
que no estás jugando conmigo? —Alexander la miró con sorpresa, ese sí que había
sido un golpe bajo, y mucho más doloroso que todos los golpes físicos recibos
por parte de ella.
—No tienes
cómo saberlo. —Alexander se soltó y se puso de pie, Narel lo miró—. Lo único
que puedes hacer es confiar en mí. ¿Puedes hacer eso, puedes confiar en mí? —Él
notó que ella dudó, dio un paso hacia atrás cuando Narel se levantó—. ¿De
verdad, Narel? ¿De verdad no puedes confiar en mí?
—No es eso,
Alexander… —Él dio otro paso hacia atrás, alejándose de ella.
—¿Sabes qué
es lo que más duele? —Narel notó que Alexander tenía los ojos llorosos, por
culpa de ella—. Lo que más duele es que te estoy diciendo que te amo y tú ni
siquiera lo sientes, ni siquiera lo notas… Te estoy diciendo que te amo y no te
importa, ni siquiera sé si sientes algo por mí. Está bien si no me crees, si no
confías en mí, si piensas que estoy jugando contigo como si yo fuera cualquier
tipo del montón… Está bien todo eso, ¿sabes? ¡Pero yo soy el único imbécil en
este mundo y en todos los otros capaz de dar la vida por ti y a ti ni te
importa! —Alexander se giró y se limpió la cara, Narel se quedó estática
mirándole la espalda y verlo llorar.
—Pero es
qué… también tienes que ponerte en mi lugar… —Narel supo, al verlo de esa
manera, que Alexander no jugaba, pero debía buscar una excusa porque todo eso
estaba mal.
—¿Y tú? —Alexander
se giró para mirarla, Narel notó que lloraba aún más—. ¿Y tú, te has puesto en
mi lugar? ¿Has pensado en cómo me siento? ¿Te das cuenta de cómo me dolió que
no confíes en mí? Tú… tú que eres lo más importante para mí, que eres a quien
más cuido, que te amo con todo mi ser, que eres mi tesoro… ¿Pensaste en cómo me
siento con todo esto? Si solo… solo te dije que habláramos hoy para pasar un
rato contigo… ver una película… pedir pizza…
—Pero es
que es eso, Alexander… Eso no está bien…
—¡A mí ya
no me importa lo que está bien o mal! Dejó de importarme el día en que te besé
en la entrada… ¿Por qué no te das cuenta? ¿Cómo es que no notas que estoy
dispuesto a cualquier cosa por ti? Que haría todo lo que me pidas. Que si
quieres que me arrodille y me arrastre en este momento, ni lo dudaría… —Alexander
dio un paso al frente y le tomó la cara—. ¿Cómo no te das cuenta? —Narel notó
que cada vez lloraba más—. ¿Me amas? ¿Sientes lo mismo por mí? Te juro que, si
la respuesta es no, saldré por esa puerta y no volveré a molestarte nunca más…
—Alexander la miraba fijamente, ella no mostraba sentimientos—. ¿Me amas, Narel?
—Ella recordó a su amigo en Canadá, se quedó con esa imagen grabada en su mente
de cuando le decía que nunca le revelara sus sentimientos. Sintió que Alexander
la soltaba de a poco y bajaba la mirada—. Y se supone que era yo quien jugaba…
—Y eso fue como una puñalada para Narel, quién abrió los ojos por la sorpresa.
—No te
tienes que ir… —Alexander la miró, sus ojos seguían llenos de lágrimas, no así
los de Narel, quien notó que los de él estaban apagados—. Me puedo ir yo, yo me
iré y no volverás a saber de mí…
—Si eso es
lo que quieres bien… Y que sea lo más pronto posible, por favor… —Alexander
caminó a la puerta, ya no tenía nada más que hacer allí—. ¡Vete y arráncate!
¡Sigue escondiéndote como siempre! ¡Sigue en esa estúpida burbuja que tienes y
ojalá no te vuelvas a aparecer en mi vida!
Alexander
abrió y salió, dando un portazo. Narel se dejó caer y apoyó la espalda en la
cama, flexionó sus piernas y escondió su cara en las rodillas. Lloró por todo
lo que aguantó durante la pelea. Alexander tomó su abrigo y comenzó a ponérselo,
ni siquiera le importó tener la cara llena de lágrimas.
—Yo la
cuidaré por ti, pero sin gritos. —Nicholas le habló, Alexander abrió los ojos
por el asombro, había olvidado a su hermano—. Yo la cuidaré por el resto de su
vida. —Alexander volvió a quitarse el abrigo y se acercó a su hermano, se
acuclilló enfrente.
—¿Qué
escuchaste, Nick? —le preguntó un poco más calmado y luego de limpiarse la
cara.
—Hubiera
sido bonito verte feliz con Nar… Hubiera sido bonito un niño tuyo y de ella… —Alexander
lo abrazó y le besó la cabeza.
—Sabes que
no podemos decirle nada a nadie de esta pelea, ¿verdad?
—Lo sé, yo
no diré nada a nadie… No me gusta cuando pelean…
—No lo
volveremos a hacer. —Alexander le tomó el rostro a su hermano, sabía que decía
la verdad—. ¿Qué ves?
—Anime… —Alexander
se sentó a su lado para mirar televisión.
—¿Pedimos
pizza en un rato más para almorzar?
—¡Sí! Le
iba a decir a Nar que mejor comemos aquí, el maratón de anime está bueno y no
me quiero mover. Pero hay que avisarle a Thomas que comeremos aquí.
—No te
preocupes por eso, yo le mandaré un mensaje.
Alexander
se quedó tranquilo junto a Nicholas, así se fue relajando, de a poco dejó de
llorar y esperó, Narel no podría estar todo el día encerrada y, cuando saliera,
ya conversarían con más calma. Ella, por otro lado, dejó salir todo el llanto
acumulado, y una vez que sintió que ya no podía más, se levantó y fue al baño a
lavarse la cara. Limpiaría lo que estaba usando Nicholas y le diría que se
fueran, esperaba que el menor de los Russ no se diera cuenta de nada.
—Nick, ya
terminé, nos vamos ya. —Narel salió, sin mirar al frente.
—Nar, están
dando capítulos nuevos de Conan. —Narel
lo miró y se dio cuenta que Alexander estaba sentado junto a Nicholas. Se quedó
estática ya que él la ignoró y se suponía se había ido, mientras que Nicholas
adelantó su cabeza para mirarla porque su hermano le tapaba la vista—. ¿Nos
vamos cuando terminen, porfis? Sabes que nunca dan episodios nuevos,
tenemos que verlos…
—Si ya
terminaste… —Alexander la miró y le extendió la mano, Narel se fijó que tenía
los ojos rojos e hinchados—. Siéntate con nosotros a ver Edogawa Conan, es uno de tus favoritos. —Narel le tomó la mano y Alexander
entrecruzó sus dedos, guiándola junto a él para que se sentara. Ella se acomodó
a su lado para acurrucarse contra él. Alexander la abrazó fuerte y le besó la
frente—. Ya no llores más, todo va a estar bien… —Alexander comenzó a
susurrarle, Nicholas, sentado al otro lado de Alexander, miraba televisión
fijamente—. Pediremos pizza en un rato y nos quedaremos viendo tele, ya le
avisé a Thomas… Afuera está nevando fuerte…
Narel le
pasó un brazo por atrás de la espalda y dejó apoyada su cabeza en el hombro de Alexander,
se quitó los zapatos y flexionó las piernas, quedando medio en posición fetal junto
a él. Alexander le dejó una mano en la cintura, aferrándola con fuerza, y apoyó
su mejilla en la cabeza de ella. Con su otra mano la intentó abrazar, pero Narel
se la tomó y entrecruzó sus dedos. Eso a él lo hizo sonreír, no podía evitar
que le gustaran esas pequeñas cosas que hacía ella para demostrarle que era
importante. Alexander sintió que Narel le apretaba los dedos, pero no le dijo
ni hizo nada, ya había sido mucho por el día y era hora de descansar de los
gritos.
—Lo siento…
—Narel levantó la cabeza y le besó la mejilla—. No volveré a hacerte llorar…
—Ya lo sé…
—Alexander giró su cabeza y dejó su frente apoyada en la de Narel—. Solo tienes
miedo, como yo, pero todo estará bien, yo no dejaré que nada malo te pase… voy
a cuidarte siempre… —Alexander le besó la punta de la nariz y volvió a dejar su
frente con la de ella—. Nick, ¿por qué no vas al baño un rato?
—Porque no
quiero —contestó sin despegar la vista de la televisión, Narel sonrió—. Solo
bésala, yo no le diré a nadie. —Los otros dos lo miraron, seguía entretenido
mirando anime. Alexander volvió a mirarla y la besó, ella le respondió—. No era
tan difícil… —Ambos se miraron y sonrieron—. Pero solo te la presto un rato, Nar
se casará conmigo cuando yo crezca. —Alexander le soltó la mano a Narel y
empujó a Nicholas en el sillón, ella aprovechó y lo abrazó más, acomodándosele
en el hombro. Nicholas comenzó a pelear con el brazo de Alexander, el mayor
sonrió porque ni así le ganaba.
—Te estoy
ganando solo con un brazo, Nicholas, debilucho.
—Alex, ¿a
qué hora vas a pedir la pizza? —Narel preguntó sin moverse, pese a la pelea que
tenía al lado, ya estaba acostumbrada.
—Sí, Alex,
¿a qué hora? Ya tenemos hambre.
—Has estado
comiendo toda la mañana…
—Pero
tenemos hambre, hambre de pizza. —Nicholas se dejó caer con todo su peso sobre
el brazo de Alexander, este se quejó por quedar atrapado bajo el cuerpo de su
hermano.
—Van a
terminar quebrándose algo. —Narel intentó levantarse, pero la mano de Alexander
en su cintura la apretó más.
—Tú no te
muevas, quédate tranquilla allí, estás bien. —Alexander volvió a lanzar a su
hermano al sillón—. Quieto, quieto, voy a llamar ahora. —Nicholas se sentó
tranquilo y volvió a ver la televisión.
—Quiero una
gigante solo para mí —dijo, al subirle el volumen a lo que veía para cantar la
canción de apertura.
—Yo
también. —Alexander rodó los ojos, en parte entendía a Helen cuando reclamaba
porque Narel la desesperaba.
—Compraré
una gigante para los tres…
—Pero yo
quiero una gigante para mí solo. —Nicholas volvió a lanzarse encima, Alexander
lo detuvo con su brazo, nuevamente. Tendría que empezar a hacer más ejercicio,
su hermano estaba adquiriendo más fuerza. Lo lanzó de vuelta al sillón.
—¡Quieto!
—Levantó un poco la voz—. Déjame llamar para saber los sabores…
—Quiero con
extra-queso. —Nicholas volvió a sentarse para mirar la televisión. Alexander
tomó su teléfono del bolsillo.
—Yo también
quiero escuchar para pedir la mía especial.
—Tú vas a
comer de la que yo coma. —Alexander comenzó a buscar el número, no se dio
cuenta que Narel inflaba las mejillas.
—Pero yo
quiero una gigante solo para mí, como Nick…
—No,
preciosa, claro que no. Vas a comer la que yo pida y compartiremos.
—Pero ¿por
qué?
—Porque yo
lo digo.
La voz, al
otro lado de la línea, comenzó a recitar los tipos y sabores de pizza, los tres
se quedaron en silencio escuchando, cuando terminó, la pelea fue de elegir cuál
comerían. Alexander volvió a rodar los ojos, mejor hubiera pedido comida china.
Cuando las
pizzas llegaron, Alexander fue a recibirlas, Narel a la cocina a buscar las
cosas y Nicholas se quedó ordenando la mesa de centro para comer allí mientras
seguían viendo el maratón de anime. El menor no se quería despegar de la
pantalla por ningún motivo. Alexander dejó las cajas encima de la mesa y Nicholas
las abrió para buscar la de él, sin esperar a nadie sacó un trozo.
—Nicholas,
las manos. —Alexander se quedó mirándolo, todo ese comportamiento era por culpa
de Narel.
—Pero si
solo he estado en la casa —reclamó, ya le estaba dando un mordisco.
—Nicholas.
—Bien,
bien, ya voy… —El menor se puso de pie y fue a hacer lo que le mandaron,
arrastrando los pies. Alexander continuó ayudando a Narel a ordenar las cosas
para comer.
—Alexander…
—Él la miró, ella lo veía seriamente—. Póstrate a mis pies. —Alexander rodó los
ojos y miró a Nicholas sentarse, se acomodó junto a él.
—Ya pasó tu
oportunidad para eso, ahora ya es tarde. —Abrió la otra caja y sacó un trozo
que le sirvió a Narel, que se sentó junto a él, los tres en el suelo.
—Dijiste
que sería siempre…
—Era una
metáfora… —El teléfono de Alexander comenzó a sonar, lo sacó del bolsillo y vio
que era Thomas, pero solo un mensaje así que lo ignoró—. ¿Te diste cuenta de
que tú y yo somos como Ran y Shinichi?
—Narel lo miró, ella no pensaba en esas cosas y sonrió.
—Tú te
pareces más a Hattori, eres infantil
como él. —Nicholas, a su lado, se puso a reír. Alexander frunció el ceño.
—Entonces
somos como Heiji y Kazuha.
—Tú eres
como Inuyasha. —Narel y Alexander
miraron a Nicholas cuando dijo eso, los dos no entendieron por qué—. Estás
enamorado de una, pero te vas con otra… Tan torpe como él… —Narel se tapó la
boca para no reír tan fuerte por eso, Alexander lo miró con enojo—. Y en ese
caso Nar sería Kagome, que es más
linda que Kikyou, y es quien siempre
está con el perro tonto, pero como es tonto, nunca se da cuenta de lo que tiene
al frente… —Alexander frunció más el ceño y se echó hacia atrás, apoyando la
espalda en el sillón y cruzándose de brazos.
—¿Te
acuerdas el otro día cuando comimos comida china aquí sentados donde mismo? —Narel
se sentó a su lado, Alexander la miró y asintió, claro que se acordaba, habían
comido entre besos y abrazos—. Abre. —Ella le mostró un trozo de pizza en sus
manos, él sonrió y mascó hasta que entre los dos se terminaron el pedazo—. Nick,
¿te cambió un trozo de la mía por uno de la tuya?
—Bueno. —Nicholas
sacó uno y se lo pasó, y luego el mismo sacó uno de la otra caja.
—Abre. —Narel
volvió a dejarle la pizza cerca de la boca.
—Muerde tu
primero. —Ella mordió y Alexander también, así aprovechaba de tocarle los
labios.
—Parecen
unos bobos… —Alexander le dejó la mano en la cabeza a Nicholas y lo empujó,
pero el menor continuó comiendo sin tomarlo en cuenta, ellos igual.
—¿Por qué
lo trajiste? —preguntó mirando a Narel, ella solo le sonrió, lo abrazó por el
cuello y le besó la mejilla—. ¿Me dejaste la cara con aceite de pizza? —Ella
asintió sonriente—. Voy al baño. —Se la quitó de encima y se metió a la
habitación, a pesar de que había un baño de visitas, él fue al de la habitación
de Narel. Nicholas aprovechó que su hermano no estaba, se acercó a ella y la
abrazó.
—Gracias
por traer a mi hermano de vuelta. —Narel le besó la cabeza, sin entender muy
bien a qué se refería ya que Alexander no había salido a ninguna parte—. ¿Crees
que quiera salir a jugar a la nieve con nosotros?
—No lo sé,
cuando salgamos a jugar, le preguntamos.
—Hazte a un
lado, Nicholas. —El menor obedeció y soltó a Narel—. ¿Ya terminaste?
—Sí, una
gigante era mucho para mí. —Alexander rodó los ojos.
—Voy a
recoger las cosas entonces.
Narel tomó
todo lo que se lavaba y se fue a la cocina, Alexander con Nicholas se quedaron
ordenando el resto en una caja y la otra vacía para la basura. Cuando Narel
llegó, ambos habían vuelto a sentarse en el sillón y seguían mirando
televisión. Alexander le tomó la mano y la sentó junto a él, como antes, ella
lo abrazó y apoyó su cabeza en el hombro de él.
—Hush —dijo Alexander cuando Nicholas
comenzó a cantar fuerte, había pasado poco más de media hora desde que
terminaron de comer, el menor lo miró y se quedó en silencio, al parecer ya
había recobrado las fuerzas y el hambre porque sacó otro trozo de pizza—. Nar
se durmió, está cansada… ¿Me haces un favor? —Nicholas asintió—. ¿Me traes el cobertor
de la cama? Está nevando y va a bajar la temperatura, viene Navidad y su
cumpleaños y no quiero que se enferme. —Nicholas se levantó y fue a la
habitación, dejó el cobertor encima de Narel, pero Alexander terminó de
arroparla—. Cuando despierte nos vamos, para que no se nos haga tan tarde. —Nicholas
lo miró y asintió, quizás y solo quizás, con él si compartiese a Narel.
—Parece que
no durmió bien anoche. —Nicholas volvió a sentarse junto a su hermano. Alexander
lo miró.
—¿Por qué
lo dices?
—Peleó con Thomas
anoche… creo… —Nicholas medio frunció el ceño, su hermano notó que lo hizo
porque se esforzaba por recordar algún detalle—. En la cena estuvo rara y
apenas terminó de comer, se fue a la habitación y no salió de allí hasta hoy en
la mañana. Thomas no dejó que fuera a decirle buenas noches, igual la luz de la
habitación estaba apagada, no quise golpear.
—Me dijo
que se durmió temprano.
—No lo
creo, yo me quedé jugando en el computador hasta tarde… Ya estoy de vacaciones…
Y escuché que se movía en la habitación, iba a ir a verla, pero como Thomas me
dijo que ya no fuera a dormir con ella, no fui.
—Ya no
puedes dormir con ella, Nicholas. Ya estás grande para eso.
—Lo sé,
además si ya no crezco como hombre, no podré cuidarla cuando nos casemos.
—Tú no vas
a casarte con ella.
—Claro que
sí, Nar ya dijo que sí.
—Eso no es
verdad.
—Cuando
despierte le preguntas, vas a ver que sí. Vamos a casarnos cuando crezca.
Alexander
miró a su hermano con el ceño fruncido, sobre su cadáver Narel se casaría con
otro. La abrazó más fuerte. Sobre su cadáver.
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