La primera
carta que Julián recibió por parte de ella comenzaba con algo así: «¿A que no
te imaginas con qué me he topado aquí en Londres?». No tenía saludo, ni un
«¿cómo estás?». No, nada de eso, ella le escribía, así como si se vieran todos
los días y no hubiera kilómetros y kilómetros que los separaran. Y eso a Julián
le agradó porque ella continuaba tratándolo como a un buen amigo.
Cuando
recibió aquella carta no mostró emoción ni nada parecido. Sabía que sus padres,
y el abuelo, estaban atentos a sus movimientos, así que decidió ir a la
habitación a leer con tranquilidad, ignorando por completo al resto. Aunque eso
sólo logró que su padre y su abuelo sonrieran más.
La niña le
contaba cómo había sido la mudanza y de la nueva casa, también del insoportable
vecino que tenía, que la recibió con un pelotazo en la cara, pero que ni se
preocupara por eso porque ya encontraría una venganza adecuada, una muy dulce
venganza. Terminó prometiéndole que en la próxima carta le enviaría fotos de
Londres.
Julián
sonrió durante casi toda la lectura, menos en la parte del pelotazo porque no
había podido ayudarla, y eso lo hizo sentirse un estorbo, pero se alegraba al
saber que se vengaría, e incluso pensó en darle algunas ideas en la carta de
respuesta que le enviaría. Salió de la habitación y les contó a los demás lo
que salía en la carta, y entregó cada uno de los mensajes que la niña les había
enviado. En la noche, antes de ir a dormir, comenzó a escribir.
Las cartas
comenzaron a llegar semanalmente, a pesar de que Julián no podía responder con
tanta frecuencia, a ella no le importó porque sabía que a su amigo le costaba
no sólo más trabajo, sino que dinero, un dinero que prefería fuera gastado en
cosas más importantes que en cartas a ella. Pero no podía negar la felicidad
que sentía su corazón cada vez que recibía noticias de Canadá, y no sólo de
Julián, sino que, de todos, porque todos le mandaban aunque sea unas líneas.
Y así
Julián se enteró de que la niña sí llevó a cabo su venganza, pero que con el
paso de las semanas se volvió muy amiga de quien la había golpeado. Y la niña,
por otro lado, se fue enterando que sus amigos en Canadá estaban teniendo
pequeñas dificultades con la gente que los miraba en menos. Entendía poco de
eso, porque ella había nacido y crecido en el seno de una familia a la que no
le faltaba nada, pero trataba de ponerse en los pies de su amigo y tratar de
ayudarlo en lo que fuera posible.
Y los meses
fueron pasando, lenta y rápidamente a la vez, ninguno de los niños sabía muy
bien cómo definirlo. Por una parte, ella ansiaba que sus padres le dijeran que
para ese verano irían de viaje a Canadá, y por otro lado los niños esperaban
que ella les dijera que iría a verlos, pero no fue así. Aquel verano ella tuvo
que viajar a ver a sus familiares en Inglaterra y no le quedó tiempo para nada
más. Eso sí, la amistad que había hecho con aquel niño creció con cada día que
pasaba.
Julián
comenzó a jugar básquetbol en el Instituto, era un deporte que siempre le había
gustado y tenía la estatura suficiente como para lucirse. Sus padres tuvieron
que sacrificar un poco de cosas para comprarle el equipo, pero si eso hacía
feliz a su hijo, lo harían. Albert pensó que Chris también se uniría, pero no
fue así, y por un lado sintió alivio porque era un gasto menos, aunque el niño
sí jugaba con su hermano en la cancha de donde vivían y lo hacían bastante bien
los dos. Solían jugar con otros niños de los alrededores casi todos los fines
de semana por largas horas, por no decir que el día completo, y también se les
unía Kevin cuando comenzó a ver que los dos sólo pasarían allí y no habría más
juegos de otro tipo.
Los más
pequeños, en cambio, continuaban con otro tipo de juegos en casa, a pesar de
que Franco quería ir a meterse en medio, Taylor no lo dejaba porque sabía que
Julián pasaría pendiente de él y no podría divertirse como debía. Ella notaba
que su hijo mayor cargaba con el peso de sus hermanos sin que nadie se lo hubiera
perdido, simplemente se los echó al hombro para cuidarlos de todo mal que les
pudiera pasar en el Instituto, y eso ella amaba de su hijo, pero también tenía
muy claro que sólo era un niño y como niño debía disfrutar de su niñez, y si
con eso tenía que mantener a Franco alejado de él, lo haría. Ya lo dejaría
cuando estuviera un poco más grande y no fuera un blanco fácil de pelotas
voladoras. Además, ya mucho tenía con recibir a los tres niños golpeados, a
veces, como para tener un cuarto.
Cuando
Julián cumplió los quince años, ya eran otros los intereses que rondaban por su
mente. La pubertad le había llegado a él y a Chris, y a Kevin, que a pesar de
ser un año menor, los seguía como una sombra. Y los tres comenzaron a mirar con
otros ojos a las niñas y, obviamente, seguido por las fieles y sanas enseñanzas
del abuelo que ya los había arrastrado por un sinfín de lugares a donde no
tenían permiso de ir, pero que no le importaba y los llevaba igual. Fue por
esas razones que los niños ya conocían las carreras clandestinas de coches, los
bares y, ahora, a las mujeres.
Julián
comenzó a salir con una chica de su clase, iba un poco en serio, según él, pero
ella era de las chicas superficiales que lo buscaba por ser el capitán del
equipo de basquetbol. Y a pesar de que él lo sabía, dentro de su corazón quería
pensar que el asunto iba con seriedad. Le contó con lujos de detalles lo que
sentía a su amiga en Inglaterra, sonando lo más enamorado posible, él quería un
amor de verdad. Ella continuaba escribiéndole semana tras semana sin dejar ni
una sola por pasar, a veces les enviaba regalos a todos, lo último que Julián
había recibido fue unos CD de sus grupos musicales favoritos, y originales. La
niña le había escrito que estuvo lavando el coche de su padre y madre por algunas
semanas y le compró eso, además de unos juegos de PlayStation para ella.
Pero los
gritos de Nick en la sala no lo dejaron terminar de escribir la carta.
Apresuradamente guardó todo lo que tenía y salió a ver qué pasaba, sabía que
sus tíos saldrían de la ciudad por un par de días a visitar a unos familiares,
algo escuchó que un pariente de su tío se encontraba enfermo y quería verlo
antes de morir, y sabía que tanto Kevin como Nick se quedarían con ellos
durante todo el tiempo que sus padres estuvieran fuera. Por eso le pareció raro
que el pequeño estuviera gritando.
—¿Qué
pasa? —preguntó al salir y ver a sus padres y tíos en la sala, Kevin estaba
sentado en el sillón con los brazos cruzados, se veía enojado.
—¡Nick es
un niño mimado! —gritó Kevin al levantarse—. ¡Sabe lo que pasa y aun así hace
esto! —Pateando el suelo se fue a la habitación de Julián, cerrando con un
portazo.
—No se
preocupen, después lo veo yo —dijo Albert al ver la cara de preocupación de
Cadie.
—Nick, no
puedes ir porque no sabemos que tiene el abuelo. Te puedes contagiar de algo.
—El padre del pequeño, que lo tenía en sus brazos, trataba de hacerlo entender.
—¡Pero
quiero andar en tren! ¡En tren! —continuaba gritando mientras movía brazos y
piernas.
—Cuando
regresemos iremos a dar una vuelta, pero no ahora.
—Papi…
—Thais, que no entendía por qué tanto grito, le jaló el pantalón a su padre al
momento en que se ponía a llorar.
—Tranquila,
pequeñita, tranquila. No pasa nada. —Trato de tranquilizarla Albert, pero no
surgió efecto, ambos niños lloraban.
Julián
miraba todo desde una esquina, y se preguntó dónde estarían los demás. Se
imaginó que con el abuelo en el patio alejados de todo eso, así que se acercó a
su padre y le pidió que le pasara a su hermana, la llevaría afuera para que los
demás continuaran tranquilizando a Nick. Thais se le acurrucó en los brazos y
escondió su cara en el cuello de su hermano, pero antes de salir fue por Kevin,
quien salió de brazos cruzados y con el ceño fruncido, sin darle siquiera una
mirada a sus padres o hermano.
Al final,
terminaron dejando al niño con escándalo incluido en los brazos de Albert y
salieron de la casa sin mirar atrás. Con el corazón apretado, pero ellos sabían
que era por el bien de Nick no llevarlo. Lo que no se imaginaron nunca, es que
ese tren no llegaría a destino jamás. La probabilidad de que ocurra un
accidente de trenes, que se descarrile alguno o pase algo, es bastante poca,
pero los Sheldon tuvieron la mala suerte de ser esa probabilidad, y el tren en
el que viajaban se descarriló producto de una mala conexión de los carros.
La noticia
le llegó al día siguiente a los Leighton.
Albert
recordaba muy bien ese día, un policía llegó a su casa. Obviamente se preocupó,
y si su padre no hubiera estado en la cocina junto a su esposa, lo primero que
hubiese pensado era que algo le había pasado. En cambio el policía sólo se
quitó el gorro y le preguntó si podían conversar un momento fuera de la casa,
donde no escucharan los niños. Y así fue como le dio la noticia, sus dos amigos
de infancia, que conocía prácticamente de toda la vida y que había sido él
quien los unió como pareja, ya no estaban en este mundo. Sus piernas le
temblaron, pero debía ser fuerte y las obligó a que se quedaran quietas. Lo que
no pudo evitar fueron las lágrimas que salieron sin parar desde que escuchó
aquellas palabras del policía. Éste le tomó del hombro y le dio el pésame,
antes de girar y meterse en su auto, aunque antes de arrancar, le dio una
última mirada al hombre que se había quedado de pie fuera de la casa sin saber
qué hacer, un hombre al que de pronto le cayeron los años encima, un hombre que
lloraba la pérdida de sus hermanos.
El abuelo
salió al ver que su hijo no entraba y lo vio en ese estado, su perspicaz mente
intuyó lo que había pasado y abrazó con fuerza a Albert. Éste, al sentirse
protegido, le correspondió y se dejó llevar por las sensaciones del momento, ya
no le dio importancia a la flaqueza de las piernas y no las obligó a quedarse
quietas, el llanto se hizo más fuerte. El abuelo también lloraba en silencio,
se le desgarraba el corazón no sólo porque había perdido a dos personas que
consideraba como sus hijos, que vio crecer y estuvo con ellos en todo momento,
sino que el ver sufrir a Albert lo mataba por dentro.
Cuando
Taylor llegó a ver qué pasaba, las piernas se le endurecieron y salió del
confortable abrazo de su padre para darle la noticia. La miró directo a los
ojos y ella vio todo el dolor que estos contenían y se tapó la boca al momento
en que las lágrimas comenzaron a salir solas.
—Hubo… Hubo
un accidente… —dijo entrecortadamente sin quitarle un ojo de encima—. El tren…
El tren… Fue una suerte que obligáramos a Nick a quedarse en casa.
Y dio un
paso para abrazar a su esposa, porque a diferencia de él, ella no pudo contener
el temblor de sus piernas y se desvaneció, pero no alcanzó a caer porque Albert
la tomó en sus brazos y trató de tranquilizarla con palabras, aunque ni él
podía estar tranquilo. No sabía qué hacer, no sabía cómo actuar, sólo sabía que
sus amigos ya no estaban y no regresarían de ese viaje jamás. Jamás. Y eso era
un dolor que no se lo deseaba ni a sus mayores enemigos.
Sus ojos
se toparon con unos trigueños que se estaban volviendo rojos a causa de las
lágrimas, y fue cuando supo que debía ser fuerte por sus hijos, ahora los hijos
de su amigo también eran de él, y la noticia les sería más difícil de asimilar
a los pequeños…
—Tío…
—susurró Kevin con la cara empapada en lágrimas. Albert sintió que Taylor
recuperó sus fuerzas al escuchar al niño.
—Kev.
—Pero a pesar de que Albert se sentía listo para conversar con el niño, fue
Taylor la que tomó la palabra, aunque sus piernas le flaquearan—. Cadie y Wade…
ellos… —Se agachó y abrazó al niño, que a pesar de ya tener catorce años,
continuaba siendo un niño pequeño para ella—. Kevin, tus padres no podrán
volver… el tren en que viajaban… el tren… —Taylor sentía que no podía, pero ver
los ojos del niño derramar lágrimas y ver esta tristeza profunda en su mirada,
supo que debía ser aún más fuerte—. El tren tuvo un problema y se salió de las
líneas… Tus padres, ellos…
Pero Kevin
no la dejó continuar, ya que sabía lo que había pasado con esas pocas palabras,
y simplemente la abrazó con fuerza, dejando salir todo el dolor que sentía en
lágrimas. Taylor sólo lo acunó entre sus brazos y lloró junto con él, ella
sabía que desde ese mismo momento tanto Kevin como Nick, serían sus hijos,
desde ese momento y para siempre. Y ella se prometió darles todo lo que
necesitaran y que nunca les faltara nada, y que nunca los haría pasar por ese
dolor otra vez, si tenía que volverse inmortal, lo haría, y era una promesa que
no tenía permitido fallar.
La parte
más difícil de todo fue contarle a Nick, y hacer entender a los más pequeños.
Al principio para Nick no fue tanto, porque no lograba entender del todo lo que
sucedía, pero al notar que sus padres no regresarían y que habían sido
enterrados bajo tierra y no podrían salir de allí, comenzaron los ataques de
llanto durante el día y la tarde, las pesadillas por las noches, los miedos por
quedarse solo, y el odio porque sus padres lo habían abandonado y no lo
llevaron con él.
La carta
que correspondía llegó a destino bastante más tarde de lo habitual, a pesar de
que Julián no tenía fecha específica para escribirle. Y las manchas de tinta y
lágrimas hicieron que ella notara que algo malo pasaba sin siquiera comenzar a
leerla. En aquellas líneas Julián relató todo el accidente, sus padres no
sabían que él había estado escuchando tras la puerta una noche en que
conversaban con el abuelo sobre eso. Le contó cómo lo tomó Kevin, que se hacía
el fuerte, pero en el fondo lo único que quería era arrancar, y le habló sobre
el pequeño Nick y su loco arranque de ira hacia sus padres. Pero lo que más le
relató fue cómo logró Kevin traer de vuelta a su hermano, Julián estaba
realmente sorprendido con eso porque jamás en su vida hubiera pensado que Kevin
sería capaz de golpear a Nick, pero sí que había servido. Un día, Nick se
encontraba con un ataque aún más fuerte que todos los anteriores, no quería
nada con nadie y decía que odiaba a todos, en uno de sus arrebatos golpeó a
Math y casi bota a Thais. Kevin, al ver todo eso y darse cuenta que sus tíos no
podían controlar al niño, lo tomó de un brazo y lo hizo a un lado, Nick
simplemente lo miró sorprendido, pero cuando Kevin le dio una cachetada que le
giró la cara, y aunque Taylor fuera a detenerlo pero no hizo mucho porque
Albert le dijo que no, el niño continuó gritando que todos eran unos tontos,
que no quería nadie, que quería irse con sus padres. Así fue como Kevin tomó una
decisión y volvió a darle otra cachetada, y así hasta que lo tranquilizó y el
niño cayó de rodillas llorando, con tanto dolor, que se ahogaba con sus propias
lágrimas. Kevin lo abrazó con fuerza mientras le susurraba que todo estaría
bien, Nick le hizo prometer que él no lo dejaría, que no le hiciera lo mismo
que sus padres, y Kevin le juró y le prometió que nunca se iría, que nunca
dejaría que le pasara algo, que él sería su escudo y su espada, y que sólo
viviría para hacerlo feliz. Taylor se unió cuando Albert ya no pudo retenerla
más.
Desde ese
día Nick volvió a ser el niño de siempre, junto con Math, pero las pesadillas
continuaron así que la casa volvió a sufrir un arreglo: Math y Nick
compartirían habitación para que ambos estuvieran más tranquilos.
Pero fue
el corazón de Kevin el que empezó a oscurecerse lentamente y sin que él mismo
lo notara. Ya no reía tanto como antes, sus ojos comenzaron a apagarse, pero
intentaba por todos los medios que nadie lo notara, que nadie se fijara en el
dolor que sentía, que nadie supiera lo que sufría por dentro. Pero tanto Albert
como Taylor lo sabían, sabían que el niño estaba guardando todo el peso por él
y por su hermano, estaba absorbiendo el dolor de su hermano para sólo sentirlo
él y que el pequeño pudiera ser feliz, sin importarle que su corazón se
enfriara.
Julián lo
notó la noche en que fueron invitados a su primera fiesta, era en el Instituto
así que no había peligro de bebidas alcohólicas, pero eso no fue impedimentos
para algunos niños que de todas maneras lograron ingresar algunas, entre ellos
estaba Kevin. Julián relató con lujo de detalles cómo el comportamiento de
Kevin había cambiado con alcohol en su cuerpo, y también le contó que al
parecer le había quedado gustando porque lo encontró varias veces solo en la
casa que era de sus padres con una botella en la mano.
Las cartas
por parte de la niña comenzaron a ser más lejanas, ya no llegaban semana tras
semana. Julián empezó a pensar que había hecho algo mal, quizás el escribirle
cuando tuviera tiempo terminó por aburrir a su amiga y ella simplemente decidió
olvidarlo de a poco. Aunque cuando llegaban las cartas, eran enormes, tanto que
ella empezaba diciendo: «Hey, aquí te va otra biblia en camino». Julián ya se
había acostumbrado a que no lo saludara. Las cartas también habían cambiado su
manera de ser, ya casi no le contaba de lo que sucedía en su vida por Londres,
sus travesuras y juegos, sino que le hablaba de todo lo que Julián le contaba y
trataba de darle su punto de vista desde la lejanía. Y le contaba de las cosas
nuevas que iba conociendo por Londres. Julián se proponía que en la siguiente
carta que él escribiera, le preguntaría por qué ya no le contaba de sus cosas,
pero al final terminaba escribiendo sobre muchas cosas que le iban pasando y lo
olvidaba.
La niña se
apareció una semana de julio, del año en que tanto ella como Kevin cumplían
quince años. Ella estaba a pocos meses, Kevin ya los tenía. Julián la notó
diferente apenas la vio, y ella no llegó directo a él, sino que se fue con
Albert y el abuelo. Estuvieron conversando por largo rato en el patio, a la
sombra del gran árbol que adornaba el recinto, Taylor mantenía a los niños
adentro. Sabían que algo raro pasaba y estaban desesperados por ir a enterarse,
pero la mirada de su madre no los dejaba hacer nada. De un momento a otro el
abuelo entró y Taylor salió, Albert y la niña continuaron afuera. Aquella
noche, y a diferencia de todas las otras veces en la que la niña los había
visitado, durmió en la habitación con la pequeña Thais, pero no habló con
ninguno de los niños, Albert y Taylor la mandaron directo a dormir y ninguno
pudo siquiera preguntar qué pasaba.
A la
mañana siguiente, cuando Taylor anunció que el desayuno estaba listo, Julián
notó que la niña ayudaba a su madre con las cosas. Tenía muchas ganas de saber
lo que ocurría, por qué no había ido al hotel como las otras veces, y por qué
estuvo tanto rato hablando con los adultos. Quizás en eso estaba la respuesta
que necesitaba saber de por qué la niña no le contaba de sus cosas, quizás algo
malo le había pasado y él quería enterarse.
—Buenos
días, Julián. ¿Cómo has estado? —preguntó al verlo y sonreírle. Pero él no pudo
responder nada—. ¿Qué te sucede? ¿Por qué no me hablas y te quedas con esa cara
de bobo mirándome sin decir nada? Aunque sea dime hola para saber que sigues
vivo. Taylor…
—A mí no
me preguntes, están en la edad en que nadie los entiende. —Taylor la miró y
rodó los ojos—. Tú estás en la misma etapa, sino no entendería por qué hiciste
lo que hiciste.
—Yo no
hice nada, Taylor, no seas así. Sólo fue una pequeña bromita —le reclamó
mientras caminaba tras la mayor para seguir ordenado las cosas para el
desayuno.
—¿Por qué
no le dice «mamá» a nuestra mamá? —Chris bostezó mientras hablaba y se pasaba
una mano por el cabello, deteniéndose al lado de Julián.
—No lo sé,
Chris. No entiendo lo que pasa, ella llegó diferente.
—Es aún
más weirdo que antes. —Chris cruzó los brazos tras la nuca.
—Sí, está
cambiada, y ¿ya se dieron cuenta lo bien que le queda el vestido? —Julián miró
a Kevin fijamente—. ¿Fue por eso por lo que no pudiste hablarle, Julián?
—¡¿Qué
estás diciendo, Kevin?! —preguntó alterado dándole un empujón.
—¡Pero si
no te salió la voz! Yo también estaba mirando y nada, no dijiste nada, Julián.
—¿Por qué
pelean? —Los tres se quedaron paralizados y la miraron, ella los escudriñaba
con los ojos entrecerrados—. Si se iban a comportar así, mejor no hubiera
venido.
—¡Já! —Fue
lo único que salió de la boca de Taylor cuando pasó tras ella en dirección a la
habitación de los más pequeños, que al parecer no habían escuchado el llamado a
desayunar.
—Qué
antipática estás, Taylor. ¿Lo sabías?
—¡¿Por qué
no le dices «mamá» a mamá?! —gritó Chris al fin, algo desesperado. Julián pensó
que poco le faltó para agarrar a la niña de los hombros y menearla—. ¿Qué es lo
que está pasando? ¡No estoy entendiendo nada!
—Porque no
es mi madre, Chris. Es la de ustedes, no la mía —contestó como si fuera lo más
obvio rodando los ojos. Chris la miró entre sorprendido y boquiabierto.
—Pero…
—Yo la veo
como una hermana, Chris. Deja el drama.
—¡Llegaste
aún más weirdo que antes! —gritó para luego sentarse en su lugar a la mesa. La
niña simplemente resopló.
—Y… ¿Cómo
están? —preguntó cambiando el tema y tratando de entablar conversación con aquellos
tres chicos que solo la miraban con el ceño medio fruncido.
—¿Cómo
quieres que estemos? —Kevin la traspaso con la mirada, aquellos ojos de hielo
que había comenzado a forjar desde el accidente de sus padres, pero ella no se
intimidó y lo miró con gesto enojado—. ¿Supiste lo de mis papás? ¿Supiste del
accidente? ¿Y preguntas cómo estamos así tan simple? —La niña apretó sus puños
y clavó su mirada en Julián.
—¿No le
dijiste? ¿Acaso no le dijiste todo lo que le mandé a decir? ¿Acaso no le
entregaste su carta? —Julián sólo la miró, y no hizo nada, incluso cuando ella
lo tomó del cuello, que a pesar de ser una cabeza más baja lo hizo igual—.
¡¿Por qué no dices nada, Julián?! ¡¿Qué es lo que te pasa?! —Lo miró con enojo
al no ver reacción en aquellos ojos grises y se acercó a Kevin. Éste la observó
un tanto dubitativo por unos momentos, ya que ella lo miraba fijamente y con el
ceño fruncido—. No pude venir antes —susurró bajando la cabeza—. Perdóname. Sé
que debí estar aquí hace casi dos años atrás, pero no pude, de verdad que no
pude.
Y se echó
a llorar, los tres chicos se quedaron mirando sin saber muy bien qué hacer,
hasta que Kevin la abrazó y ella se acurrucó en esos brazos, pidiéndole
disculpas entre sollozos. El chico no aguantó y comenzó a llorar con ella
mientras la apretaba contra su cuerpo. Julián simplemente se quedó mirando, él
sabía que Kevin no lloró desde que entró por aquella puerta cuando se enteró de
todo. Se hizo el fuerte por su hermano y por los más pequeños, no dijo nada y
se mantuvo serio, demasiado para su gusto porque los tres solían reír bastante.
También sabía de las extrañas salidas de Kevin en el último tiempo, y que
llorara de esa manera le haría bien. Chris, en cambio, se agarró la cabeza y
sólo pensaba en lo extraña que era la weirdo, un momento seria frente a ellos
para regañarlos, y al siguiente segundo llorando. Nunca la entendería.
Los padres
de los niños salieron a los minutos después, sabían que los chicos debían
ponerse al día con lo sucedido, y aunque aún faltaba conversar, no podían tener
encerrados más tiempo a los pequeños, así que salieron y desayunaron en
familia, como si nada hubiera pasado, entre risas y contándose cosas con y sin
importancia, pero evitando por todos los medios tocar temas de gran
profundidad.
* * * * *
—Y… bien…
¿cómo está todo por tu vida? —La niña había trepado el árbol para sentarse
junto a Julián que estaba en el techo de la casa, ya las estrellas brillaban en
el cielo.
—Toda está
como ves, no hay mucho que decir —contestó y se acostó mirando el cielo—.
Cuenta de tu vida, no creas que no me di cuenta de que no quieres hablar de eso
en tus cartas.
—Pasaron
algunas cosas, Julián —dijo y se acostó a un lado de él, mirando hacia donde
mismo—. Y me siento un poco diferente.
—¿Vas a
decirme qué es? Si te noté diferente apenas entraste.
—Mi amigo
de Londres será papá… —La noticia le llegó tan de pronto que simplemente se
sentó y la miró, ella seguía con la vista fija en el cielo. De pronto se le
pasó una idea por la cabeza y esperó que no fuera así.
—Es… Tú…
—No, yo
no. —Movió las manos negando todo—. Yo no, Julián, no. Él eligió a otra…
—Julián pudo ver en los ojos de su amiga, que no lo miraban, que guardaba dolor
por aquello—. Es tan raro, Julián, este sentimiento. Él será papá y es mi mejor
amigo y… pasábamos juntos, a todos lados, a sus juegos y entrenamientos de
fútbol, a los míos de basquetbol, en la cabaña de campo con su familia,
dormíamos juntos en la misma habitación y a veces hasta en la misma cama. —A
Julián se le apretó el pecho al escuchar eso, y no supo por qué—. Éramos como
hermanos, como el hermano que nunca tuve. —Y sintió un gran alivio cuando ella
le confesó aquellos sentimientos—. Pero… Pero él se enamoró y me cambió por
otra, así de rápido y así de simple, se olvidó de mí como si yo fuera cualquier
cosa. —Julián se mantuvo en silencio y volvió a acostarse junto a ella, mirando
las estrellas—. Y yo siempre estuve para él… y de pronto ya no lo tenía… Y tuve
que sonreír a pesar de querer llorar. Y tuve que ser fuerte por los dos, porque
él se derrumbó al principio, y aún ahora… Y yo… Y yo no pude aguantar, Julián,
no pude aguantar. —Julián sabía que ella estaba llorando, lo sabía por eso se
acostó junto a ella, era la única manera en que lograría que dejara salir todo
lo que sentía—. Sólo tomé un avión directo a Canadá, no le dije nada a nadie.
Aún no sé cómo fue que me creyeron la gente del aeropuerto, a veces no entiendo
a la gente.
—Por eso
mis papás conversaron contigo y te estás quedando aquí…
—Sí, sólo
fue una bromita piadosa y Taylor lo transforma en algo colosal. —Julián rió por
el vocabulario, de seguro Chris no entendería nada—. Julián, creo que me gusta
mi amigo de Londres. —A Julián volvió a apretársele el pecho al escuchar eso,
como si miles de cuchillos filosos se le enterraran en el corazón—. Pero es
imposible, cualquier cosa entre los dos, ya es imposible ¿verdad? Es decir, él
será papá y comenzará a formar su familia y todo eso… Pero duele ¿sabes? Duele
saber que prefirió a otra en lugar de mí, duele mucho… ¿Has sentido alguna vez
algo así? —Ella lo miró de reojo, él continuaba mirando el cielo—. No lo creo,
tú eres uno de esos insensibles que sólo se divierte con las mujeres, como el
abuelo les enseñó. No estuvo bien que arrancara, lo sé muy bien y me siento mal
por eso, pero quería venir a verlos… Quería verte, Julián.
A Julián
le comenzó a latir el corazón de a prisa, no sabía qué decir ni hacer, pero
ella fue más rápida y se secó las lágrimas y se acomodó para mirarlo a los
ojos.
—Tienes
los ojos muy lindos, así a la luz de las estrellas. Cuando tengas hijos de
seguro serán lindísimos, asegúrate de escoger una buena mamá para ellos…
Julián, hablar contigo es como hablar con una pared.
Se levantó
rápidamente y bajó el árbol para entrar a la casa, allí se fue a jugar con los
demás. Franco la había estado llamando de hace un rato y quería despejar su
mente, su amigo no fue de mucha ayuda. Julián, en cambio, se quedó acostado en
el techo por varios minutos más mirando el cielo y pensando qué era lo que le
pasaba con aquella niña, por qué se sentía así, por qué no podía hablar con
ella libremente como antes o como en las cartas, por qué se ponía tan nervioso
al tenerla cerca. Eran muchas preguntas sin respuesta que llenaban su cabeza y
no lo dejaban respirar tranquilo.
Ella se
quedó como dos semanas y medias en Canadá, más que cualquier cosa porque no
debió salir sin avisar, y aparte de los regaños que día tras día recibía por
parte de Taylor, se imaginaba el que le esperaba al volver a Londres, y no
precisamente por parte de sus padres, sino que de su amigo y el hermano mayor
de su amigo, que ya parecían sus verdaderos padres sobreprotectores.
La mayor
parte del tiempo que estuvo con sus amigos, la pasó con Kevin, sentía que le
debía mucho al no estar con él cuando ocurrió lo de sus padres y quería
acompañarlo hasta el fin del mundo si era posible. Si bien su mayor amistad era
con Julián, con Kevin y Chris se llevaba muy bien, y había aprendido a leer a
Kevin más que Julián incluso, porque muchas veces se sentía como Kevin y eso
ambos lo notaron. En ocasiones, incluso, sólo bastaba una mirada para que el
otro supiera lo que les pasaba por la cabeza. Eso a Julián le molestó un poco,
pero al notar que la niña ayudaba a Kevin y lo hacía sonreír como antes,
prefirió ignorarlo.
La niña se
aprendió el camino al cementerio con los ojos cerrados, ya que acompañaba a
Kevin cada vez que quería ir. Fue por eso por lo que, antes de tomar su vuelo
de regreso a Londres, lo acompañó para despedirse. Y cuando estuvieron allí,
los dos se prometieron ser amigos por siempre, sin que nadie más se enterara, y
él le dijo que le escribiría cartas aparte de las que le mandaba Julián, y ella
le dijo lo mismo. Ya que ambos se habían enterado de cosas que les ocurrían y
preferían se quedaran entre los dos.
Fue así
como retornó a Londres, prometiendo no volver a arrancarse para ir a verlos
—aunque no tenían por qué enterarse si salía con o sin permiso—, y esperando
regresar pronto, ojalá que no pasara tanto tiempo como la última vez, y en su
loca cabeza comenzó a maquinar algún maléfico plan para poder volar a Canadá
cuando quisiera y pudiera.
* * * * *
Los días,
las semanas y los meses comenzaron a pasar, quizás rápido, quizás lento, eso
siempre depende de la prisa que llevemos y de lo que queramos lograr. Los
chicos comenzaron a crecer y a notar cada vez más la diferencia entre las
clases sociales, a pesar de que sus padres trataban de mantenerlos alejados de
todo eso, les resultaba imposible porque seguían asistiendo a un instituto en
donde compartían con esa gente todos los días. Además, el abuelo no ayudaba
mucho porque se encargaba de decirles una y otra cosa, a veces Albert pensaba
que le gustaba hacerlos pelear con otros chicos, pero cuando conversó con él
seriamente por las enseñanzas que le estaba dejando a los niños, comprendió que
el abuelo sólo los estaba preparando para un futuro en que quizás deberían
cuidarse de aquella gente, esperaba que nunca pasara eso, pero él ya había
vivido toda su vida en el mismo circulo, y después su hijo con lo mismo y ahora
sus nietos, y ya era hora de salir de aquella línea y comenzar a formar otra,
por esos sus nietos debían aprender a no tomar en cuenta a aquellos, aunque
fuera difícil, debían seguir adelante a pesar de todas las burlas y malos ratos
que los otros les hicieran pasar.
Pero no
fue hasta unos pocos meses después que la niña se fuera, que ocurrió el hecho
que cambió sus vidas en lo que a clases sociales se refería. Y es que no se
imaginaron jamás que las cosas tomarían ese rumbo, tenían problemas, tenían
peleas, pero no para llegar a eso… Julián continuaba saliendo de vez en cuando
con aquella chica de la alta, de quien quería sentirse enamorado, y fue
invitado a una fiesta por los sectores de donde prefería no ir. Pero dijo que,
si lo invitaban, debían invitar también a sus hermanos: Chris y Kevin. Franco,
obviamente, se quedó en casa haciendo un pequeño teatro porque lo dejaban
atrás, pero sus padres lograron contenerlo con otras cosas, y él era fácil de
tranquilizar.
Los chicos
llegaron a la fiesta con el único afán de divertirse un rato y pasarla bien.
Pero no fue tan así, desde el preciso momento en que llegaron que las miradas
recayeron sobre ellos: por sus ropas, estilo de caminar, por sus caras, porque
destilaban que no eran de la misma categoría. Julián trató de conversar con la
chica con quien salía, pero le fue un poco imposible porque ella estaba
demasiado ocupada. Kevin fue quien finalmente dijo las palabras que Julián se
negaba: habían sido invitados para ser objeto de burlas. Aunque los dos estaban
equivocados, porque cuando escucharon los gritos que una pelea se había armado,
corrieron al patio a ver qué pasaba, al fin y al cabo Chris llevaba unos
minutos perdido. Y allí lo encontraron, dos lo tenía agarrado de los brazos y
otro le estaba dando golpes en el estómago. Lo que no entendió Kevin fue cómo
pudo llegar a esa situación en tan pocos minutos, pero no le dio mucha
importancia porque Julián ya estaba dando de golpes a quien osaba pegarle a su
hermano, y Kevin no se hizo de esperar. Chris, en cambio, una vez que se vio
liberado, comenzó a recuperarse de a poco —más que cualquier otra cosa,
necesitaba volver a respirar con normalidad—, y cuando ya se sintió mejor y
miró a su alrededor, sus hermanos estaban dándose de golpes con seis chicos. No
más altos que Julián, ninguno, pero sí se notaba que practicaban algún tipo de
deporte o algo porque los músculos se dejaban ver bajo la ropa que llevaban. Se
abalanzó sobre ellos tan rápido como pudo.
El circulo
de gente alrededor se hizo a los pocos segundos, los gritos no fueron
escuchados por ninguno de los tres chicos que estaba preocupados de sacarse a
los otros de encima. A pesar de que los gritos eran bastante fuertes, ninguno
de los tres los tomó en cuenta. En parte porque no les interesaba, y en parte
porque la euforia y la adrenalina del momento sólo los hacía pensar en los
golpes: esquivar y pegar. No podían dejarse golpear, aquello era imposible e
impensable, lo único que les quedaba era una buena defensa, muy buena defensa,
porque los otros los superaban en número y eran más musculosos.
Los gritos
no se detuvieron, y a nadie pareció importarle que los adultos no se hicieran
presentes, y a ninguno se le ocurrió pensar que quizás no había ninguno
presente en el lugar.
El grito
de Chris alertó a los otros dos, que detuvieron sus golpes una vez que se
quitaron a los que tenían encima.
—¡Hey,
amigo! ¡Tranquilo, si no es para tanto!
Julián
notó que su hermano avanzaba lento hacia atrás, moviendo sus manos como negando
algo, pero alguien se le lanzó encima para seguir golpeándolo y ya no pudo ver
a Chris.
—¡Chris!
—El grito, ahora de Kevin, desesperó a Julián que seguía sin ver nada. Como
pudo se sacó de encima a quien quería golpearlo.
Y la furia
aumento aún más al ver que quien peleaba con Chris, lo amenazaba con una botella
rota. Fue tanto su enojo, que se cegó y no vio nada, no hasta que sintió el
filo del vidrio hacer contacto con su estómago.
Kevin
después le relataría a la niña, en Londres, que cuando aquel tipo se había
abalanzado sobre Julián, y al ver que Chris estaba siendo amenazado de esa
manera, a él no le quedó de otra que interponerse entre aquella arma y su
hermano, pero que realmente no sabía de dónde había salido Julián empujando
todo y a todos, incluso a él, recibiendo el corte en lugar de sus dos hermanos.
Julián no
recordaba nada de eso, sólo que de pronto se sintió débil y cayó. Todo se
detuvo en aquel momento y despertó en el hospital, con la mano de su madre
fuertemente agarrada. Por suerte para él, sólo fue un corte superficial que le
dejaría una bonita cicatriz para el resto de su vida.
Desde ese
día, los tres supieron que nunca deberían volver a una de esas fiestas. Desde
aquel día, si querían divertirse de esa manera, se juntaban con los chicos de
los alrededores de donde vivían.
Cuando la
niña se enteró de todo esto, quiso volver a dejar todo tirado en Londres y
tomar un avión sin permiso hacia Canadá, pero aquella vez tuvo dos grandes
problemas. El primero fue que llamó a Taylor para saber cómo estaba la
situación y cómo sería recibida, y no obtuvo una muy buena respuesta, pues
Taylor fue tajante al decirle que los chicos estaban castigados, y que si ella
llegaba nuevamente sin permiso de sus padres, sería castigada de la misma
manera o peor. Y la segunda objeción era que el hijo de su mejor amigo en
Londres estaba por nacer, y le había prometido acompañarlo durante todo el
proceso, ya que él no la estaba pasando nada de bien con el tema.
Así que no
le quedó de otra que aguantarse todas esas ganas y quedarse en la comodidad de
su hogar en Londres, pero nada de eso le impidió escribir dos enormes cartas:
una para Kevin, en donde le explicaba lo enojada que estaba con el actuar de
ellos; y otra para Julián, en donde le rogaba que cuidara de Kevin, porque algo
le decía que no se quedaría tranquilo luego de ver cómo dejaron a su hermano.
A Julián
se le había pasado por la cabeza la palabra «venganza» por parte de Kevin, pero
no creía que fuera capaz de hacer algo así. Pero la niña fue tan convincente
con el tema, y ella había aprendido a leer tan bien a Kevin, que Julián decidió
prestar atención a todas aquellas palabras y observar a Kevin aún más de lo
normal. No podía dejar que algo malo le ocurriera a su hermano.
Pero la
vida da giros inesperados, a veces dolorosos, a veces felices, aunque Kevin
sólo pensaba que eran tristes y dolorosos. Pensó que la vida lo único que
quería era castigarlo por alguna cosa que hubiera hecho, pero no sabía qué era,
por más que pensaba, no sabía qué había hecho mal. Y fue entonces que
simplemente se le ocurrió que su gran error fue nacer.
Por eso la
carta que la niña recibió aquel día, fue un tanto extraña. Las letras de Julián
se entrecruzaban y ella notó, por la letra tosca, que no se encontraba nada de
bien, y a medida que iba leyendo iba arrugando la carta de la rabia e
impotencia. Se sintió molesta tanto con Kevin como con Julián por no cuidarlo.
Y es que Kevin se había lanzado directo a la boca de los lobos buscando una
manera de vengar la herida de su hermano, impulsado por el alcohol en su
cuerpo, buscó pelea un sábado por la noche luego de salir de una fiesta en su
barrio, pero esta vez Julián no lo pudo ayudar y cuando los otros rompieron la
botella, el corte en el hombro de Kevin logró quitarle de un suspiro todo el
alcohol del cuerpo.
La carta
de respuesta se tardó en llegar, porque ella sentía que los mandaría a ambos lo
más lejos que pudiera. Además había hablado con Taylor por teléfono y estaba
realmente angustiada, porque no sabía qué hacer con los chicos, no tenían
dinero como para mudarse y no sabían cómo tranquilizarlos. Y a pesar de sólo
tener quince años, la preocupación la invadió y no se le ocurría nada como para
ayudar a sus amigos al otro lado del continente.
Y así fue
como un día se sentó y escribió, dos largas cartas, nuevamente, una para Kevin
y otra para Julián. Lo recordaba muy bien, era el día que más recordaba de
todos los que envió carta, porque llovía y mucho, bastante para lo normal en
Londres, y apenas puso la carta en el correo, le llegó una de inmediato.
Simplemente eso la hizo sospechar que algo raro pasaba, era imposible que los
muchachos le respondieran antes de recibir noticias suyas, eso nunca había
pasado y nunca pasaría, si eran unos vagos en el tema.
La tomó
con temblor de las manos del cartero, y corrió de vuelta a su casa, sin
importarle la incesante lluvia o que el piso estuviera resbaladizo y pudiera
sufrir algún accidente. Ella simplemente corrió como si su vida dependiera de
ello. Al llegar a casa, para variar estaba sola, así que subió a su habitación
y se encerró a leer. No supo en qué momento sus ojos comenzaron a llover, más
fuerte y rápido que en el exterior, y es que la carta era sólo una hoja con dos
líneas escritas, si es que se le podía decir escritura a eso. Pero no
necesitaba decir más.
La letra
era de Julián, aunque el remitente era Taylor, y lo único que salía en aquel
papel era: «El abuelo, mi amado abuelo, ya no está más con nosotros. Falleció
anoche». Y a pesar de no tener ningún otro dato, no saber cómo y qué pasó,
aquello fue suficiente para que sus ojos se transformaran en un mar de lágrimas
que empaparon, en cosa de segundos el arrugado papel que una vez fue una carta.
Porque no se lo creyó, aquello era una broma de mal gusto, no podía ser cierto.
Simplemente no. Se negaba a aceptarlo. Y si hacía desaparecer la carta, nunca
hubiera sucedido tal hecho, así que tomó la hoja y el sobre y lo hizo mil
pedazos. Agarró un encendedor —que se lo había quitado a una de sus compañeras
del colegio para que no fumara—, y se encerró en el baño a quemar todo rastro
de la evidencia. Si esa carta no existió, nada de lo que pudiera decir allí era
cierto.
Pero no
funcionó, la pesadez en su corazón continuaba y no desaparecía a pesar de ya no
tener la carta. Se acurrucó en el rincón más oscuro de su habitación, y no se
movió de allí ni por el hambre, ni por el frío, ni porque el teléfono o el
timbre sonaran, no se levantó siquiera a encender la luz. Simplemente se quedó
a hacer nada, olvidándose del tiempo, de si era de día o de noche. Hasta que,
sin darse cuenta, se durmió.
Se
despertó con el sonido del teléfono, en el mismo lugar donde había estado. Se
encontró desorientada y perdida, no sabía si habían pasado días o algo así.
Aunque desechó la idea casi de inmediato, porque sus padres se preocuparían y
la buscarían ¿verdad? Eso era poco probable, pero no imposible, al fin y al
cabo no se habían dado ni cuenta que ella estaba encerrada en la habitación en
ese estado. No, sus padres no se preocuparían.
Se levantó
y tomó el teléfono, tenía varias llamadas perdidas, y varias eran pocas si se
podía llamar de alguna manera, y todas eran de su amigo en Londres o de algún
familiar de él. No tenía ganas de contestar, pero lo llamaría de vuelta para
que la dejara un rato tranquila. Se dispuso a llamar pero una llamada entrante
la interrumpió, le contestó a su amigo y fue solo cosa de decir «¿Aló?» para
que se escucharan los gritos al otro lado, para saber dónde estaba, con quién
estaba, cómo se le ocurría desaparecer, qué pasaba, y después de todos los
gritos y regaños, y antes de que ella pudiera decir cualquier cosa, él le
informó que su hijo había nacido y la necesitaba, que iría por ella en cinco
minutos, así que se preparara.
Y a ella
no le quedó de otra más que disfrazar su tristeza tras una sonrisa,
resplandeciente como siempre, ya tendría tiempo de llorar cuando estuviera
sola. Así que se dio ánimos y se metió a la ducha, sacando a relucir su mejor
cara para cuando su amigo llegara a buscarla. Y no fue raro encontrarlo sentado
en la cama cuando salió del baño, después de todo hacía años que tenía llaves.
Él simplemente la abrazó con fuerza, se sentía mal por ser padre a los quince
años, pero a la vez feliz. Ella aprovechó ese abrazo para consolarse, y es que
su amigo en ese momento, no la entendería, y ella tampoco le causaría más
problemas. Salieron tan rápido como pudieron y, a pesar de que sólo quería
echarse a llorar, tuvo que fingir felicidad durante todo el día. En la noche,
de vuelta en su casa y sola, llamó a Taylor.
En Canadá
el asunto no iba muy bien, o mejor dicho iba mal. Y es que el abuelo era el
abuelo, no había día ni noche que no se extrañara su presencia. Y no había día
ni noche en que no se viera a los chicos o sus padres llorando la pérdida.
Tanto Albert como Taylor debían ser fuertes frente a sus pequeños, eso lo
sabían y tenían más que claro, pero no podían describir con palabras cuánto les
costaba aquello, y es que era tan difícil acostumbrarse a la ausencia de aquel
maravilloso ser. Albert se trataba de consolar a sí mismo repitiéndose una y
otra vez que al menos se fue sin sufrir, y que lo hizo soñando, porque a él le
avisaron a la mañana siguiente que su padre no había despertado cuando fueron
por él para el desayuno. Pero, a pesar de saber eso, no se sentía para nada
tranquilo, sino que todo lo contrario. Había perdido a su pilar fundamental, a
pesar de tener a Taylor, su padre era su padre, su mayor bendición y su mejor
amigo, y eso era irremplazable.
Las cartas
dejaron de llegar desde Canadá, ni Julián ni el resto de los muchachos tenían
ganas de escribir. Los ánimos andaban por los suelos. Kevin entendía con mayor
razón el sentimiento, él y Nick habían perdido a sus padres, pero el abuelo era
un dolor constante, ya no tendrían sus risas ni nada, ni siquiera quien les
levantara el coraje cuando soportaban todas las burlas y malos ratos. Pero
debían seguir, eso se los decía su padre, madre y aquella niña desde Londres,
porque a pesar de que las cartas ya no salían de Canadá, sí salían de Londres y
todos los días, ya no era una por semana, era una por cada día, hasta que se
detuvieron al empezar el verano.
Al
principio Julián pensó que fue su culpa por ignorarla, luego Kevin también se
sintió culpable y le pidieron consejo a su madre, pero a diferencia de como
solía hacer siempre, Taylor los ignoró generando aún más culpa en los chicos.
Hasta que el timbre de la casa sonó temprano por la mañana de un caluroso
sábado. Franco, quien a sus quince años andaba con la hiperactividad a flor de
piel, corrió a la puerta para abrir. Y el grito alertó a todos, y es que seguía
tan exagerado como siempre. Cuando vio a su amiga de Londres, solo gritó y la
abrazó. Ella se sorprendió bastante al verlo, Franco había cambiado desde la
última vez que lo vio, su estatura ya no era la de antes y su musculatura
tampoco, y lo pudo notar a la perfección con el abrazo que le dio porque le
tuvo que besar la mejilla mirándolo hacia arriba y el apretón le hizo sonar los
huesos. Le sonrió y pudo notar aquellos ojos azules que se veían apagados, un
leve brillo, y se volvieron a abrazar.
—¿Qué son
estos gritos? —Un adormilado Chris se asomó desde la sala—. ¿Le pasó algo a
mamá?
—Llegó mi
novia de Londres —contestó Franco con una sonrisa y dejándola entrar, ella solo
rodó los ojos—. Y mira, se enanizó.
—¿Enanizó?
¿Qué es eso? ¿Acaso esa palabra existe?
—Responde
tú, eres la que habla raro y nadie te entiende —dijo Chris al abrazarla, él
hace rato que ya la había pasado por más de una cabeza.
—¿Dónde
está tu permiso? Te dije que sin permiso firmado por tus padres no te dejaría
entrar a la casa. —Taylor venía saliendo de la cocina con lo necesario para
empezar con el desayuno.
—Oh, yo
también me alegro de verte, Taylor. Tan amable como siempre. —Y la niña se
acercó y la abrazó, la mayor correspondió el abrazo y la besó en la frente.
—Me alegra
que estés aquí.
—Y yo me
alegro de verte tan joven a pesar de todo lo que tienes que vivir en esta casa
con estos vagos.
—No sé si
tomar eso como un cumplido o como una ofensa. Pero no importa, me alegra que
estés aquí.
—Has
crecido mucho en este tiempo. —Albert venía saliendo del baño y se acercó a
abrazarla—. Más alta, más linda y aún con ese lenguaje particular y sarcástico.
—Es mi
marca de agua —respondió abrazándolo con fuerza—. Quería verte, Albert. Tenía
muchas ganas de verte y saber cómo estás.
—Estoy
bien —le susurró al oído—. Tengo que estarlo. Sé de las cosas que te han pasado
en Londres, me gustaría tener un poco de tiempo para conversar contigo al
respecto, que tengas una mirada diferente.
—No quiero
hablar de esas cosas sin importancia, vine a verlos a ustedes y al abuelo… —Se
escondió en el pecho de Albert al hablar—. Quiero ir a ver al abuelo…
—Te
llevaré después de desayunar.
—Ya es
hora de desayunar —anunció Taylor, Albert soltó la niña y caminó a la
habitación de los más pequeños, Chris y Franco se acomodaron en sus lugares.
—¿Quién
tocaba el timbre? —Kevin venía saliendo de su habitación, refregándose los ojos
y quitándose la pereza—. Pensé que nos odiabas —dijo al verla y acercarse—. Que
no querías saber nada de nosotros.
—Aunque
quisiera odiarlos, no podría —contestó al abrazarlo—. No podría ni en mil
millones de años luz. —Kevin la besó en la frente y ella notó que también había
crecido desde la última vez que los vio.
—¿Qué
haces aquí?
—Es que
aquí nadie puede decir un simple «hola» —alegó al salir de los brazos de Kevin
y mirar a Julián.
—No tienes
derecho a reclamos, tus cartas ni saludos traen y… —Pero se quedó callado
porque la niña lo abrazó y fuerte.
—Tenía
muchas ganas de verte, Julián… solo eso… —Y no le quedó más que abrazarla con
la misma intensidad, no podía negar que él también tenía muchas ganas de verla,
abrazarla y saber que estaría con ellos. No le bastaban solo las cartas, quería
verla.
—Ya fue
mucho abrazo, suelta a mi novia de Londres.
—Franco
les ha dicho a todos de su novia de Londres. —Math llegó junto con Nick, el
menor corrió a abrazarla—. Y yo no sé qué tanto, ni que fueras muy linda o la
gran cosa como para lucirte tanto. —Math simplemente se sentó en su lugar.
—Yo
también te extrañé, Math —le dijo al abrazarlo por la espalda y besarlo en la
mejilla—. Te extrañé mucho.
Albert
llegó con Thais a la mesa y desayunaron en familia, contándose de todo tipo de
anécdotas que no tuvieran nada que ver con algo triste. Luego de eso y, tal y
como dijo el jefe de familia, fueron a ver al abuelo. La niña se quedó
aproximadamente dos semanas, en donde se contaron de todo y se pusieron al día
con lo que pasaba tanto en Canadá como en Londres. Hubo algunas cosas que
Julián notó diferente, como el exceso de cariño de parte de ella, generalmente
no era de andar abrazando a cada rato, o quizás sí pero no a él o él la
esquivaba como le dijo Kevin, pero sí notó que ella andaba preocupada de dar
más amor que de costumbre. La noticia del abuelo fue un golpe duro para todos,
pero ella lo tomó de manera diferente o eso fue lo que quiso demostrar, porque
los hacia reír cuando los veía tristes o se ponía a inventar una y otra cosa
para no verlos mal. Aunque no podía evitar llorar cada vez que fueron a verlo,
ella solía bajar la cabeza y apretar los puños cada vez que llegaban a ese
lugar, se mantenía así un rato y luego levantaba la cabeza con una radiante
sonrisa, Julián nunca entendió cómo lo hacía y quizás nunca lo entendería
tampoco, eran las locuras de la weirdo como decía Chris.
Y las
semanas comenzaron a pasar, otra vez… y los meses… y las cartas seguían
llegando, tanto para Canadá como para Londres. Y llegó el tan esperado día en
que Julián cumplió la mayoría de edad. Quizás el día en sí no fue tan especial
ni nada, pero sentirse ya mayor de edad fue una sensación única para Julián,
sintió que al fin podría ser de más ayuda para su familia, a pesar de que su
madre le dijera que siempre fue de ayuda, él no lo sintió hasta que cumplió sus
dieciocho. Aunque Chris lo arruinó rápidamente al recordarles a todos que él
también sería mayor en un par de meses, contra eso Julián solo terminó rodando
los ojos.
Algunas
cosas habían pasado con el transcurso de los meses, las peleas con los de la
clase alta se habían intensificado. Los Leighton se mantenían aparte de eso por
sus padres, ellos lograban mantenerlos a raya con esos temas, pero los chicos
de los alrededores y con quienes compartían día tras día, no lo estaban. Los
rumores de peleas y asuntos por el estilo eran muy frecuentes en cada una de
las charlas que tenían, cada vez que se juntaban a jugar un partido de
basketball o que simplemente se reunieran a conversar un rato en la plaza, las
peleas era el principal tema.
Julián
había tratado por todos los medios de mantener a sus hermanos alejados de todo
aquello, pero le resultaba difícil. A Kevin le encantaba todo el tema, Julián
sabía que era su manera de liberar toda la tensión por la pérdida de sus
padres, sabía a la perfección que Kevin se culpaba por todo aquello y que además
cargaba con el peso de la crianza de su hermano, a pesar de que no dijera nada,
Julián conocía mejor que cualquiera a Kevin y sabía que lo único que intentaba
era mantener a Nick alejado de todo eso, que ojalá nunca se enterara ni fuera
participe de las cosas que sucedían. Julián pensaba que era un error mantenerlo
en la burbuja que quería Kevin, pero él hacía lo mismo con sus hermanos
menores. Con Franco no pudo, por más que lo intentó, terminó siendo parte de
todo eso al igual que Kevin y Chris, pero los menores estaban alejados y no
dejaría por ningún medio que entraran a ese mundo. Al final no era muy
diferente de Kevin.
Pero esas
ganas de cuidar y proteger a sus hermanos habían ido en aumento con la cercanía
de su mayoría legal de edad, sus padres solían decirle que a veces era
demasiado sobreprotector, pero Julián insistía en que afuera eran demasiado
crueles como para dejar que sus hermanos estuvieran a tal grado. Taylor y
Albert no podían estar más orgullosos de él.
Y aunque
la vida avanza y gira y es cíclica, algunas cosas que no deberían pasar, pasan…
La vida de los Leighton dio un giro completo, nunca se esperaron nada de
aquello. Con el paso de los meses, y el crecer de los niños, con la disminución
de los gastos y las necesidades del día a día, Albert decidió comprarse un
auto, de segunda mano y ayudado por Kevin. La mayor parte de las veces salían
en familia, aprovechando el tiempo de compartir entre todos y olvidarse de
ciertas cosas, como cuando se arrancaban de día de camping. Pero en ocasiones
Albert y Taylor y salían solos, a veces les llevaban cosas a los parientes de
los Sheldon o seguían ayudando al hogar en donde el abuelo pasó sus últimos
años.
Fue así
que en una ocasión cuando se dirigían a ver a un cercano de los Sheldon, que un
accidente les sucedió. Iban solos, saliendo de la ciudad, riendo y conversando
entre los dos, cuando todo explotó y se hizo trizas. Afortunadamente por ellos
todo fue instantáneo, nunca se dieron cuenta de lo que había sucedido.
La noticia
le llegó a Julián a las pocas horas, al igual que cuando dieron aviso de los
Sheldon, un oficial golpeó la puerta de la casa y el mayor abrió. Lo que no
pudo evitar fue que Math entrara, el pequeño escuchó todo el relato que el
policía le contó a su hermano. Le dijo que la avioneta había perdido el control
y en un intento forzoso de aterrizar buscó una calle no muy transitada y con
espacio suficiente para lograrlo, lo que no pensaron es que justo en ese
momento estuvieran allí los Leighton. La avioneta no logró aterrizar, sino que
se estrelló contra el auto y no hubo sobrevivientes por parte de ninguno de los
móviles.
Math gritó
desesperado, Julián trató de calmarlo al tomarlo en sus brazos, pero el niño ya
había crecido lo suficiente y le costaba trabajo. El escándalo de Math alertó a
los demás y al ver a la policía allí pensaron lo peor. El oficial se fue, pero
les dijo que volvería por Julián en unas horas más porque necesitaba que él
reconociera lo que quedaba de sus padres.
Chris
entró en estado de shock ¿qué haría ahora sin sus padres? Él no tenía a nadie
más. Sabía que no pertenecía a esa familia, sabía que podría pasar cualquier
cosa. ¿Qué sería de su vida? Cansado, abatido, sin saber qué hacer, se dejó
caer en el sillón mientras las lágrimas cubrían su rostro, no escuchó ninguno
de los gritos de Math.
Franco
solo lloraba mirando a Julián que trataba de calmar a Math, pero no podía
respirar, no sabía qué hacer, solo lloraba y le faltaba el aire, le dolía el
pecho y se quedó pasmado. Kevin estaba junto a Thais, que al ver a Math de esa
manera no sabía qué hacer, solo abrazó a Kevin lo más fuerte que pudo y se
quedó allí, escondida en esos brazos que la protegerían de cualquier mal, sin
darse cuenta que las lágrimas del mayor empapaban su cabello. Nick, en cambio,
intentó acercarse a Math, pero les resultaba imposible por todas las patadas al
aire que lanzaba. Hasta que de un momento a otro se quedó sin fuerza y solo se
dejó cubrir por los fuertes brazos de su hermano, y comenzó a tranquilizarse
con lentitud. Julián no derramó ni una sola lágrima.
Cuando
Math se calmó y Julián logró dejarlo con Kevin, se acercó a Chris —que seguía
en estado de shock— y solo le dejó la mano en el hombro. Chris al instante lo
abrazó y comenzó a llorar con grandes sollozos, Julián apenas le entendía lo
que decía, pero descifró el «¿y ahora qué haré?». El mayor comprendió a lo que
se refería, por eso lo abrazó con fuerza y le dijo que eran hermanos y eso nada
ni nadie podría cambiarlo jamás, que estarían juntos por toda la vida y más.
Chris solo lloraba, él había perdido todo lo que tenía. Julián no se dio cuenta
cuando Franco los abrazó a ambos, sino que no fue hasta que sintió sus mejillas
mojadas a causa de las lágrimas de Franco, que lo notó. Y dejó a los dos en su
protección, entre sus brazos.
Julián se
metió en su cabeza que debía ser fuerte por sus hermanos, serían el pilar de la
familia, los sacaría a todos adelante costase lo que costase, nada ni nadie lo
detendría, y si debía olvidar sus sueños por sus hermanos, lo haría. Fue así
como él simplemente rechazó las becas de estudio y comenzó a trabajar, debía
alimentar a sus hermanos. Chris lo imitó, él también ya había dejado atrás sus
años de estudio. Lamentablemente por Julián, y a pesar de hacer todos los
esfuerzos necesarios para que no ocurriera, Kevin y Franco dejaron de estudiar
para ayudar con las labores del hogar. Esto al principio generó muchas peleas,
pero al final Julián terminó cediendo porque se dio cuenta que no llegaría a
ningún lado si seguían así, y simplemente debían adaptarse a la nueva vida a la
que se enfrentaban.
Aceptó lo
que tenía al frente y siguió adelante, por sus hermanos, solo por ellos.
Comenzó a endurecer tanto su cuerpo como su mente, y con el ejercicio liberaba
el estrés que acumulaba día tras día soportando el peso de todo. Y creyó
tenerlo bajo control, por lo menos durante todo un año, hasta que Kevin fue
mayor de edad…
Franco
recordaba muy bien ese día, fue por esos días de julio, calurosos días de
julio. Estaba sentado en la terraza de la casa, haciendo nada y pensando en
nada, o quizás pensando en mucho, en todo lo que había cambiado su vida desde
que sus padres ya no estaban. No lo decía, no lo comentaba con nadie, pero
sabía que Julián soportaba con un gran peso y él quería sentirse útil y de
ayuda, quería que su hermano contara más con él y que salieran juntos adelante.
Pero eso no pasaba. Math estaba mal y mucho, no quería salir del estado en que
quedó cuando se enteró de todo, dejó de ir al colegio y junto con él, Nick
también lo hizo. Ya nadie sabía qué hacer. Kevin se perdía en las noches, Chris
ya no hacía tantas bromas y se notaba en su semblante que había madurado,
además visitaba con mayor frecuencia a su madre biológica. Franco pensaba que
su familia se estaba desmoronando y no podía hacer nada por evitarlo. Se dejó
caer de espalda, acostado mirando al cielo de madera y cerró los ojos.
—Franco…
Y recordó
esa voz, siempre tenía algo bueno que decirles y les subía el ánimo, pero de
seguro los odiaba porque dejaron de escribirle, de buscarla, de llamarla… La
dejaron de lado cuando todo ocurrió, y por otra parte ya no recibieron más
noticias de por esos lados, y lo entendía, y es que ¿cómo no los odiaría si la
mandaron al olvido por completo?
—Franco…
Y no
entendía por qué seguía escuchándola, ¿acaso tanto la extrañaba?
—¡Maldita
sea, Franco! ¿Qué tengo que hacer para que despiertes?
—¡¿No eres
un sueño?! —Franco se levantó de un salto y la abrazó con fuerza, de verdad la
había extrañado—. Pensé que no te volvería a ver…
—Eres un
tonto… —le dijo y lo abrazó tan fuerte como lo hacía él—. Todos ustedes son
unos tontos…
Y se echó
a llorar, junto con Franco, sin saber cuánto rato estuvieron así. Solo se
quedaron llorando por todo lo que sucedió y sucedía. Y simplemente había que
desaparecer un rato.
—¿Trajiste
tu permiso? —susurró Franco medio soltándola, y ambos sonrieron, era la manera
en que Taylor la recibía siempre que llegaba sola.
—Claro que
no —contestó limpiándose la cara—. Ya soy mayor de edad, hago y digo lo que quiero
y sin permiso.
—A mamá no
le hubiera gustado esa respuesta…
—Lo sé
—respondió al girar—. Lo más probable es que me dijera que aún falta tiempo
para eso, pero solo son unos meses. ¿No es así?
—Así mismo
es. —Julián la abrazó con fuerza y ella hizo lo mismo.
—Otra vez
no estuve cuando me necesitaron. —Las lágrimas habían vuelto, pero Julián solo
la apretó más contra su cuerpo.
—Estás
aquí ahora, y eso es lo importante.
—¿Cuándo
será el día en que avises que vendrás? —Kevin habló desde la entrada de la reja.
—Si les
aviso, no es sorpresa.
Se
saludaron con un abrazo de la misma manera que con los demás, susurrándose
cosas al oído y diciéndose palabras que solo ellos dos entendían.
—¿Dónde
está Chris?
—Anda
viendo a sus pequeños hermanos. —Julián fue quien respondió—. Su verdadera
madre tuvo algunos hijos y él no quiere que pasen por lo mismo que le pasó a
él. Llegará en un rato más, él sigue siendo parte de esta familia.
—¿Y por
qué no lo sería? —preguntó mirándolo extrañada—. Albert siempre dijo que era
suyo y de Taylor, sin importar el lazo sanguíneo. ¿O acaso ustedes los muy
inútiles le dijeron algo? —Los miró con reproche a los tres.
—Claro que
no. —Se apresuró en decir Julián—. Son todos mis hermanos y los cuido como si
fueran mis hijos.
—Pero no lo
son —contestó rápidamente ella—. Y eso lo debes tener claro.
Franco y
Kevin guardaron silencio, ninguno se había atrevido a decirle las cosas así tan
de frente. Pero con ella nada era seguro y lógico, nunca podrían entenderla.
—¡Pero
miren nada más lo que trajeron los aviones! —Chris entró corriendo y la tomó en
sus brazos, dándole un giro—. Estás más liviana que la última vez.
—No es
cierto, tú estás con más músculos, como Julián.
—Nadie le
gana a musculitos —dijo y todos sonrieron.
Se
pusieron al día sentados en la terraza y conversando tranquila y animadamente.
Hablaron de lo sucedido, de cómo se sintieron, omitiendo varias cosas, pero a
la vez diciéndoselas entre líneas. Lloraron, rieron, la pasaron bien por varios
minutos, y así ella pudo notar que sus amigos de Canadá ya no eran los mismos,
habían madurado de diferente manera y rápido, era entendible por lo que
tuvieron que pasar, pero había cosas que seguían siendo igual y al parecer
siempre lo serían, y eso fue lo que los mantuvo unidos. Conversaron por largo
rato, recordando historias, recordando frases, sintiéndose como en años atrás
cuando se conocieron, y así hasta que aparecieron las estrellas. Y Nick los
interrumpió asomándose por la puerta.
—Tengo
hambre —anunció y, por muy raro que le pareció a Nick, los demás comenzaron a
reír.
Entraron y
ella saludó a Nick y Thais que veían televisión, la más pequeña poco y nada
entendía lo que sucedía. Sabía que sus padres habían muerto, pero con sus
cortos diez años era un poco difícil comprender del todo, saber del sacrificio
de sus hermanos mayores o de lo que pasaba alrededor. Ella estaba siendo criada
en una burbuja impuesta por Julián y Kevin, seguido por Chris y Franco. Lo más
probable es que hubieran sido felices si Math y Nick hubieran estado en el
medio, pero ellos ya contaban con casi trece años y ya entendían mucho más que
Thais.
—Yo
cocinaré —dijo y le quitó el paño a Julián que le colgaba del hombro—. Estuve
mucho tiempo en el avión y necesito hacer algo productivo por la vida o me dará
algo.
—Pasan y
pasan los años y sigo sin entenderle. —Chris se dejó caer en el sillón al lado
de Thais, quitándole el control de las manos.
—¿Y desde
cuándo sabes cocinar?
—Paso
mucho tiempo sola en Londres, y sufro de hambre, si no aprendía moriría de
algo… Algo por no comer…
—Y se nota
que te has alimentado bien —añadió Kevin entrando a la cocina junto a Julián y
ella, mirándola de arriba a abajo—. Muy bien…
—¡Cuidado
con esos ojos! —Fue el grito que se escuchó de Franco, que iba a ver a Math
encerrado en la habitación.
—¿Él se
está encargando de Math? —preguntó algo confusa, Franco no era muy bueno para
esos temas.
—Él tomó
el rol de mamá… —suspiró Julián—. Lo ha hecho bien, todo lo que puede. Pero
Math… él no quiere nada, a veces con suerte come o sale de su habitación y ya
no sabemos qué hacer.
—Cocinaré
algo tan rico, que con solo el olor saldrá de la habitación. Ya verás que de
aquí a que me tenga que ir, Math estará como antes, o casi. Verás que sí.
Siempre se
dice que cada persona tiene un propósito en la vida, o que cada persona que
llega a la vida de otra persona es para enseñarle algo, ya sea malo o bueno.
Quizás eso era lo que habían ganado con la weirdo, a pesar de que no sabían muy
bien el propósito, si sabían que lograba hacerlos reír o tranquilizarlos de
alguna manera. Incluso a Math, porque a pesar de que solo peleaban, en el fondo
eso le ayudaba. De a poco el niño comenzó a salir más de su habitación y a
compartir con el resto, casi como antes, y todo se sentía como antes… Pero no
todo dura para siempre, y eso lo sabían, porque ella debía volver, a pesar de
que la estancia esta vez fuera mucho mayor, por casi dos meses comparados con
las tres semanas que iba usualmente, pero tenían tiempo definido.
Ella se
había ganado una beca para estudiar en Escocia, en una universidad a la que
siempre quiso ir, esa era la buena noticia que tenía para llevarles a sus
amigos en Canadá. Pero al mismo tiempo tenía muy en claro que ellos no estaban
para eso, por todo lo que habían pasado y por todo lo que les quedaba, por eso
solo lo mencionó como si no fuera importante, a pesar de que por dentro se
moría de la felicidad por lo que obtuvo. Aunque también sentía que si hablaba
mucho de aquello Julián podría sentirse aún más mal, ya que él renunció a todo
por sacar adelante a sus hermanos, así que con mayor razón evitó todo eso.
Pero había
temas, pequeñas cosas, que estaban presentes y molestaban a ella y Julián,
cosas inconclusas. Cuando se quedaban solos, algo que era raro pero que pasaba,
se sentía el elefante en la habitación, pero ninguno de los dos hacía el mínimo
intento por hacer algo con aquello. Se había agarrado a los gritos con todos,
con Franco, con Chris, con Kevin y con Math, les dijo a los cuatro lo que
sentía y cómo veía la situación, los regañó por dejar de estudiar, por creer
cosas que no eran ciertas, por dividirse cuando eran tan unidos. Tuvo una pelea
con cada uno de ellos por separado, solo Kevin y Math le gritaron de vuelta.
Pero era necesario, se dijeron cosas que tenían que decirse para continuar, que
los hicieron ver lo que sucedía de manera diferente, y cada una de esas peleas
terminó en un abrazo. Menos la que tuvo con Franco, ya que a este no se le
ocurrió nada mejor que pedirle matrimonio, a lo que ella solo le respondió
rodando los ojos y dejándolo solo.
Pero con
Julián era diferente, ella quería decirle muchas cosas que sentía tenía que
saber, pero no podía, no le salía comenzar una pelea con él y terminarla de
buena manera, su corazón le decía que si peleaba con Julián, lo perdería para
siempre y no quería eso, no quería perder a ninguno. Tenía miedo, y mucho, y
por eso evitaba por todos los medios quedarse sola con él y estallar de la
misma manera en que lo hizo con los demás.
—Solo te
estás arrancando ¿verdad? —Y fue Julián quien decidió romper el asunto. Ella
dio un respingo, estaba cocinando y no escuchó cuando Julián entró a la cocina.
—¿De qué
hablas? —preguntó sin voltear a mirarlo, y a pesar de saber muy bien a qué se
refería.
—Sabes de
qué hablo, solo te estás arrancando. —Julián se apoyó en el mueble de cocina,
junto al que ella cocinaba.
—No lo
hago —contestó, pero seguía sin mirarlo.
—Ya no
soportas más ¿verdad? —Ella tiró las cosas con las que cocinaba sobre la mesa.
—Claro que
no, es difícil y mucho. Es muy difícil saber llevar todo eso y que por más que
lo intento no puedo, no puedo sacarlo.
—¿Por qué
simplemente no se lo dices?
—Porque
no… Es mi mejor amigo, era como un hermano, no sé en qué momento cambiaron las
cosas, no sé en qué momento pasó todo esto, pero ya no lo aguanto, ya no puedo
más, ya no puedo seguir viéndolo formar su familia cuando yo quería estar allí,
yo quería ser esa a la que le dice que ama. —Y estalló en llanto, pero seguía
sin mirarlo y con la vista fija en lo que antes cocinaba.
—¿Ya ves
que no era tan difícil hablar? —Julián tampoco la miraba, tenía la vista al
frente y los brazos cruzados.
—Mira
quién lo dice…
—Tú eres
la que llega aquí haciendo como si todo estuviera bien cuando en realidad te
estás derrumbando, tanto o más que nosotros.
—No voy a
andar llevando mis problemas a todo el mundo cuando todo el mundo tiene cosas
mucho más importantes en las que pensar.
—Ese es tu
problema, es tu mayor problema, creer que cualquier cosa tiene más importancia
que tú, y no es así. Tú eres tan importante como todos los otros, eres tan
importante como cualquiera de mis hermanos. Pero dale y dale con ponerte en
último lugar y pasar por todo sola cuando no lo estás. Sabes que puedes contar
conmigo, con nosotros, pero no, te encierras y solo te haces daño.
—Es… raro
¿sabes? Nunca lo vi de esa manera, nunca hasta que tuvo novia… Y… No lo sé, yo
solo quiero que sea feliz, que sean felices porque no eligió a una mala
persona, pero me duele el pecho, me duele el corazón, y el corazón me dice que
tengo que irme… Y llegó esta oportunidad de estudiar en Escocia, ¡es Escocia!
No podía decir que no, y sí, estoy arrancando, pero arrancando por mi bien.
—¿Él sabe
que estás aquí? ¿O sus hermanos? Porque cada vez que vienes para acá te llaman
por lo menos cinco veces al día y ahora los evitas, solo le estás enviado
mensajes.
—Piensan
que ya me fui a Escocia… Les dije a todos que me iba a Escocia, pero primero me
vine a verlos a ustedes, ya llevaba mucho tiempo sin verlos y lo que pasó… Mi
lugar es aquí en estos momentos, Londres puede vivir sin mí.
—No me
gusta verte triste ni mal.
—Lo sé,
por eso no me estás mirando.
—Ni tú a
mí.
—¿Eres mi
gemelo perdido?
—Soy tu
gemelo malvado.
—Yo soy la
malvada.
—Soy tu
gemelo sin rizos. —Julián dijo aquello riendo, ella lo acompañó.
—Tú también
te pasas de tonto, no puedes hacer lo que estás haciendo, dejando todo de lado
por los demás. Te quejas de mí pero tú eres peor. No le harás ningún bien
dejando en una burbuja a todos para que nada les pase. —Todo el cuerpo de
Julián se tensó, eso era lo que él evitaba hablar con ella porque sabía se lo
diría sin mediciones.
—¿Y qué
más podía hacer? ¿Dejar que sigan los pasos de la gente de por aquí?
—¿Y qué te
hace pensar que ellos seguirán eso, si son tus hermanos y fueron criados por
los mismos padres? —Y después de todo el rato conversando, ella levantó la
mirada y la fijó en Julián, pero este siguió mirando al frente.
—No lo sé…
supongo que tengo miedo al igual que tú, miedo de perderlos a ellos también. No
quiero que nada malo les pase.
—Nada les
pasará, pero si los proteges tanto, el día que les toque salir a la calle no
resistirán. Déjalos que aprendan a golpes de espada, déjalos que aprendan como
tú y los demás, sino serán solo una burbuja que todo les afectará.
—Tal vez
tengas un poco de razón…
—¿Un poco?
—bufó y volvió a tomar los utensilios para seguir cocinando.
—Sí, solo
un poco. —Julián sonrió de medio lado, ella también.
—¡Hoy hay
fiesta! —Franco abrió la puerta de golpe—. ¿Irás conmigo, novia de mi vida? —Le
preguntó al abrazarla.
—No lo sé…
—Anda,
nunca has ido a una fiesta de estos lados. ¡Tienes que ir!
—Voy si va
Julián.
—Entonces
iremos, Julián no se pierde estas fiestas —dijo y salió cerrando tras de sí.
—¿De
verdad no te pierdes esas fiestas? —consultó al mirarlo, esperaba que dijera
que él no iba.
—De
verdad, ¿qué esperabas? ¿Qué me quedaría todo el día encerrado haciendo de papá
y mamá? —Esta vez quien bufó fue Julián y salió de la cocina.
—Esperaba
algo así como un mayordomo que no sonríe jamás… —susurró para sí y continuó con
lo que hacía—. Como Alfred…
De la sala
se escuchaban los gritos de Franco hablando de la fiesta con Chris y los demás,
al parecer era todo un evento social al que asistirían. Y fue así como se
enteró que el motivo real por el que era tan importante era Kevin. Aún no era
su cumpleaños, y no tenían pensando compartir con el resto de la gente, pero la
fiesta llegaba en el momento preciso de pasar a la mayoría de edad, y eso era
suficiente para todos.
* * * * *
—¿No crees
que es algo inconsciente? — Julián rodó los ojos mientras lavaba los platos,
ella había entrado a la cocina, pensó que todo seguiría normal, como en la
cena—. Es decir, vas a dejar a tus hermanos pequeños solos por irte de fiesta…
—¿No
fuiste tú la que dijo que no es mi responsabilidad? —preguntó sin dejar lo que
hacía, ella abrió la boca.
—Yo no
dije eso…
—Claro que
sí.
—¡Que no!
Yo solo dije que no los puedes tener en una burbuja…
—¿Acaso
dejándolos un momento solos no es sacarlos de la burbuja?
—¡Julián!
—¿Qué pasa
ahora? —dijo al girarse y mirarla—. ¿Te molesta no tener el control?
—No te
entiendo…
—No hay
nada que entender. Dijiste que no los tuviera en una burbuja, y no los tengo en
una burbuja y te lo estoy demostrando. ¿Qué más quieres?
—No me
refería a eso y lo sabes.
—No tienes
derecho a reclamos esta vez, tú estás arrancando.
—Ese no es
el tema, no lo cambies por evitar todo lo otro.
—¿No
quieres ir a la fiesta?
—No me
gustan esas cosas.
—¿Y por
qué no dijiste que no y listo? —Julián la miró arqueando una ceja, ella abrió
la boca pero no dijo nada.
—A veces
te odio, Julián.
—No es
cierto, pero ya es tiempo que aprendas a decir que no y dejar de poner al resto
por encima de ti. Si no quieres ir, no vas y ya, y te quedas cuidando a todos
los que se quedan aquí. ¿Por qué dijiste que sí?
—Franco…
—¿Por
Franco? ¿Franco? ¿Acaso estamos hablando de la misma persona?
—Pensé que
dirías que no…
—¿Y yo qué
tengo que ver en tus decisiones?
—Eras la
excusa para no ir. —Ella lo miró y le sonrió, eso funcionaba en Londres, solo
le bastaba poner una sonrisa angelical y su amigo de allá dejaba de regañarla.
—Aprende a
tomar decisiones pensando en tu bienestar, en ti en primer lugar, y luego
vienes aquí a darme sermones por cómo vivir la mía. —Julián dejó el paño que
colgaba de su hombro con fuerza en el lavaplatos y salió de la cocina.
—Qué
antipático eres —dijo aunque nadie la escuchó, y así notó que su amigo era
mucho más fácil de manipular, tendría que cambiar las tácticas, ¿o estaba
perdiendo el toque? Se encogió de hombros y salió de la cocina.
* * * * *
La fiesta
era en una casa vecina, bastante cerca como para no preocuparse tanto por la
distancia en que estarían los más pequeños de la casa, aunque al parecer ella
era la única que seguía viendo eso como problema, los demás iban riendo y
conversando de lo mejor, quizás estaba exagerando las cosas. Cuando llegaron al
lugar de la fiesta, Franco le tomó la mano y entraron. Ella notó la diferencia
con Londres casi al instante, o quizás se debía a que los lugares que
frecuentaba en el Viejo Mundo eran de otra clase social, es decir, su familia
era acomodada y qué decir de la de su amigo, si la de ella tenía una buena
situación, la de su amigo sería prácticamente la realeza. No se comparaba en
nada con el lugar al que acababa de entrar, quizás solo en la música fuerte, y
pensó que si su amigo de Londres la viera allí, estaría castigada por toda la
eternidad. Ese fue el principal motivo por el que se soltó de la mano de
Franco, se adentró en la casa ignorando a sus acompañantes, y se dejó llevar
por todo ese nuevo mundo que por mucho tiempo evitó en Londres, y es que ella
no era de las que participan en fiestas ni en nada, porque se aburría y
prefería quedarse en casa leyendo o jugando videojuegos. Pero allí fue
diferente, se sintió viva, porque esa era la principal diferencia entre ambos
mundos, allí había vida, en el otro lugar las cosas eran más apagadas, pero
allí no y eso la envolvió como quien descubre maravillas en mundos perdidos.
Julián no
le había quitado la vista de encima desde que se soltó de Franco, pero cuando
llegó una muchacha con la que estaba saliendo, la perdió por completo, al igual
que a sus hermanos. Terminó pensando que había que divertirse, aunque no le
gustaba la idea que ella anduviera sola por allí, prefirió pensar que uno de
sus hermanos la encontraría y él se entregó a la fiesta. Chris, por otro lado,
se encontró con un conocido y se quedó charlando con él, no se dio cuenta de
nada de sus hermanos. A Kevin se le atravesó una rubia con una botella de
tequila y se perdió en el camino. Solo Franco continuó siguiéndola, él tenía
una intuición más desarrollada y algo le decía que no podía dejarla sola, y así
fue que se mantuvo a su lado por casi todo el rato que estuvieron allí, él sabía
que aquella niña no era de fiestas, no bebía, no fumaba, no se drogaba, no nada
de nada, que llevaba maldad en su interior y mucha, pero era una maldad
inocente, si se podía decir de alguna manera, y recordaba muy bien las palabras
de su padre cada vez que hablaban de ella y no quería por nada que se ensuciara
su inocencia. Pero no pudo evitar que probara algunos cuantos tragos que le
ofrecieron en el camino, a pesar de que intentaba quitarle casi todo de las
manos. Al final la llevó a bailar y la mantuvo lejos de todos los vicios, y
Franco disfrutó cada segundo de aquello, tanto que por un momento de verdad
deseó que ella fuera su novia, y es que verla sonreír de esa manera le hacía
sentir feliz.
—Es un
tonto —le dijo mientras bailaban.
—¿Qué
cosa? —preguntó confundida al mirarlo, ella decía estar bailando pero en
realidad era cualquier cosa menos eso, aunque Franco la guiaba bien.
—Tu amigo
de Londres, es un tonto. Teniéndote a ti y eligiendo a otra, solo un tonto
haría eso.
—No quiero
hablar de eso, Franco. Ya no es tema, quiero vivir mi vida sin preocupaciones.
—Solo lo
dices porque se te pasaron las copas.
Ambos
sonrieron y Franco le dio unos cuantos giros, aunque con cuidado porque no
quería que se mareara, ella no tenía costumbre de beber. Pero un fuerte golpe
interrumpió el instante de felicidad, la música se detuvo, Franco la tomó con
fuerza de la mano y caminó hacia el ruido, el mal presentimiento se había
agrandado. Y allí estaba Kevin, agarrándose a los golpes con otra persona mucho
más alto y corpulento que él, y no llevaba las de ganar al estar sostenido por
el cuello de la ropa, siendo levantado y arrojado contra el mueble en donde
servían los tragos.
—¡Kevin!
—Franco escuchó a su amiga gritar y hacer el intento de ir por el golpeado,
pero no la dejó y la tomó con más fuerza de la mano, él ya estaba acostumbrado
a eso y sabía que en cualquier momento aparecería Julián a salvar la situación
y ella quedaría en medio de los golpes.
Y así fue,
a los pocos segundos el golpeador fue embestido por otro que le cayó con todo
el peso del cuerpo encima, rodando ambos por el suelo. Franco se dio con su
palma libre en la cara, pensando que nunca tendrían una fiesta sin peleas. Y en
ese pequeño instante de reflexión que tuvo, su amiga se soltó de su mano y corrió
a ver a Kevin que se estaba sentando aturdido, sin importarle siquiera la pelea
que se estaba llevando a cabo a pocos metros de distancia, una que tenía
pensado ir a detener una vez que comprobara que Kevin estaba bien, si se podía
decir bien.
—Kev…
—dijo y lo tomó del rostro.
—Estoy
bien —contestó, a pesar de que se le veía en la mirada que no era así, se le
notaba el aturdimiento y el olor a alcohol le salía por cada rincón de su ser—.
Estoy bien…
—Iré a
detener a Julián —anunció al ponerse de pie, pero no pudo hacer mucho porque un
golpe en la cabeza la mandó directo al suelo, inconsciente, lo último que
escuchó fue un largo y prolongado «no» de parte de Franco.
Y fue en
ese momento que todo cambió para el mayor de los Leighton, ver que su amiga no
reaccionaba en los brazos de Kevin y luego con Franco, le hicieron darse cuenta
que las cosas no estaban bien y no supo cómo se sacó a la persona de encima, o
quizás todo se detuvo cuando vieron caer a alguien completamente ajeno a todo
eso, pero solo fue capaz de llegar donde sus hermanos, tomar a su amiga en
brazos y salir de aquella casa, debía llevarla a un hospital, mientras gritaba
por sus hermanos. Sabía muy bien que Kevin y Franco iban junto a él, a pesar de
que Kevin caminara a duras penas apoyado en Franco, pero Chris no estaba por
ningún lado y por más que gritara su nombre, no aparecía, hasta que lo vio en
un rincón riendo como desquiciado y solo, y el mundo de Julián se vino al suelo
aún más, Chris estaba drogado.
* * * * *
Los
últimos días de su estancia en Canadá los pasó en el hospital, Franco era quien
estaba prácticamente día y noche con ella, por eso se enteró que hace unos
meses atrás, casi un año, ella había estado hospitalizada por un accidente en
moto que tuvo y que como consecuencia no pudo volver a jugar basquetball. Eso
era algo que no quería que nadie de Canadá supiera, pero estar allí le trajo
recuerdos que compartió con quien más la visitaba. Julián casi ni se asomó por
el hospital, ella no le reprochó nada, incluso lo comprendía porque se sentía
culpable. Kevin en cambio, estuvo con ella cuando despertó y entre lágrimas le
pidió disculpas, pero ella sabía que la culpa no era de ninguno de sus amigos,
solo estuvo en el lugar y momento equivocados. El problema mayor era Chris, no
podían dejarlo caer en ese mundo. Por Kevin se enteró que la pelea había
comenzado porque él se había interpuesto para que Chris no comprara basura,
pero ya debía lo suficiente como para que la paga se acompañara de golpes, y él
los recibió en nombre de su hermano que no se encontraba en ninguno de sus
cabales. Julián no tenía idea de lo que pasaba Chris, solo Kevin lo había
notado y se dio cuenta de aquello porque él tenía su vicio con el alcohol. La
conversación que ella tuvo con cada uno, menos con Julián, fue solo para
ayudarlos, no les reprochó nada ni les hizo sentir algo de culpa por estar en
el hospital, ni tampoco le dijo de sus intenciones luego de todo lo sucedido,
solo quería que sus amigos volvieran a ser como antes y que estuviera todo
bien, o dentro de lo que se podía llamar bien.
—Julián,
tomé una decisión —dijo mientras caminaban, había salido recién del hospital
luego de una semana en observaciones, y se dirigían a la casa de los Leighton,
Julián dijo que solo él iría por ella porque debían conversar de temas
importantes.
—Yo
también —contestó, ella lo miraba, a pesar de que el mayor solo tuviera la
vista seria, fría y fija hacia adelante.
—Me
quedaré en Canadá, no volveré al otro mundo, me quedaré aquí y te ayudaré a
sacar todo esto adelante. —Julián detuvo el paso de pronto, no cambió la mirada
y se paró en frente de ella, estaban a pocos metros de la casa.
—No. —La
palabra fue pronunciada tan cortante, que ella pensó que Julián la culpaba por
algo o la odiaba—. No harás eso, tomarás tu avión dentro de unas horas y
seguirás con tu futuro, tus sueños…
—¡Pero me
necesitas! —interrumpió casi con un grito y sintiendo que en cualquier momento
echaría a llorar, quería con todo su corazón quedarse en Canadá y ayudar a
arreglar las cosas.
—No te
necesito —respondió, tan seco y cortante como antes.
—¡Necesitas
toda la ayuda posible!
—¡No
necesito de tu ayuda! —gritó y ella dio un paso atrás, Julián mostraba todo su
enojo—. ¡Lo único que quiero es que te vayas y no vuelvas jamás! ¡Jamás!
Y continuó
caminando, con la misma mirada seria y fría de antes, ignorando a aquella chica
que dejó llorando a su espalda. Ella llegó a la casa unos minutos más tarde,
limpiando su rostro antes de entrar, pero por primera vez en mucho tiempo no
pudo fingir una sonrisa frente a los pequeños que allí se encontraban. Julián
estaba encerrado en su habitación. Ella ordenó sus cosas y esperó a que los
demás llegaran, Kevin había prometido llevarla al aeropuerto, pero no podía
salir de la casa sin antes despedirse de todos, cosa que hizo entre lágrimas y
abrazos, ninguno de los Leighton supo por qué Julián no se despidió ni salió de
su encierro. Ella le hizo prometer a Chris que dejaría la tontera, este entre
lágrimas le dijo que lo haría, aunque fuera difícil.
Cuando el avión
despegó, ella cerró los ojos y guardó en su memoria todos los recuerdos de
Canadá, los buenos y los malos, porque ya nunca más los volvería a tener ni a
sentir. Y su corazón se entristeció, había perdido en Londres y Canadá, y a
pesar de que se dirigía a un lugar completamente nuevo, tenía mucho miedo de
volver a fracasar, pero sabía muy bien que tenía que llevar la frente en alto y
salir adelante. Quizás, en el futuro, Julián la perdonaría… Quizás… pero por el
momento, Canadá solo podría ser un recuerdo…
—¿Por qué
lo hiciste? —le preguntó Kevin a Julián cuando llegó del aeropuerto, el mayor
estaba sentado esperándolo en la terraza de la entrada—. ¿Por qué la echaste y
que no vuelva más?
—Porque se
lo prometí a papá —contestó al mirarlo sentarse a su lado, Kevin notó que había
llorado y Julián no derramó lágrimas cuando fallecieron sus padres, de hace
mucho tiempo que Kevin no veía rastros de lágrimas en su amigo—. Papá siempre
me dijo que ella debía mantener su inocencia, dentro de todo lo que es ella,
que era lo que la diferenciaba del resto y que eso la llevaría a hacer grandes
cosas. ¡Tiene todo un mundo por delante! ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué la
dejara aquí podrirse como nosotros? Le prometí a papá que la cuidaría, y la
mandé al hospital… No puedo, Kev, no puedo verla mal…
—Pero…
—Prefiero
que esté lejos y no volver a saber de ella, a que esté aquí expuesta a
cualquier cosa que no se merece. Tú lo sabes tan bien como yo, ella no es para
esto, ella no es para aquí. Ella está para comerse el mundo.
—¿Sabes
qué te diría a esas palabras?
—Sí, lo
sé. Me diría que nosotros también. Pero, Kev… No puedo dejar que Chris se siga
haciendo daño, no puedo dejar que Math siga por ese camino, no puedo dejar que
Franco deje de sonreír, no puedo no darle un mejor futuro a Nick y Thais, no
puedo dejar que tú sigas con tus vicios… Ustedes son mi responsabilidad, y por
mi culpa pasó todo esto…
—No fue tu
culpa…
—¡Claro
que sí lo fue! Si yo no hubiera estado distraído, ella jamás se hubiera metido
en la pelea. —Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirando el césped—.
Kev, no te pido que me entiendas, no se lo pido a nadie, pero se lo prometí a
papá, prometí que la cuidaría y para cuidarla no la necesito ni la quiero aquí.
Ahora fue un golpe en la cabeza, pero ¿mañana qué? ¿La enterraremos? Kev, lo
mejor para ella es estar lejos… lejos de nosotros. —Julián miró a Kevin directo
a los ojos—. Y quiero que me prometas… —La puerta se abrió, saliendo Chris y
Franco que se sentaron alrededor, se notaba en sus miradas tristes que habían
escuchado la conversación. Julián miró a cada uno—. Quiero que los tres me
prometan, que pase lo que pase, aunque se esté acabando el mundo, no la
llamaran, ni le escribirían ni nada, harán como si ella nunca nos hubiera
hablado, harán como si hubiera pasado sin influenciar en nada en nuestras
vidas, la dejarán vivir su vida y nosotros la nuestra, harán como si no
existiera. —Los tres lo miraron incrédulos, no quería ni podían hacer eso—.
¡Prométanlo! Es solo por el bien de ella… —suplicó y echó a llorar, Franco lo
abrazó mientras le susurraba que se lo prometía, luego Chris y Kevin también lo
dijeron, y con eso pusieron fin a una etapa de su vida, una de las más
importantes, y comenzaron otra en donde debían poner de pie todo lo que habían
perdido, lo que se derrumbó y empezar a construir una nueva vida desde cero,
pero sin olvidar todo lo aprendido. Ahora era cuando sus hermanos más lo
necesitarían, ahora era cuando comenzarían realmente a vivir.
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