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12 de abril de 2021

[Hasta el día de ayer] Anexo I: «Promesas rotas (parte segunda)».

 

La primera carta que Julián recibió por parte de ella comenzaba con algo así: «¿A que no te imaginas con qué me he topado aquí en Londres?». No tenía saludo, ni un «¿cómo estás?». No, nada de eso, ella le escribía, así como si se vieran todos los días y no hubiera kilómetros y kilómetros que los separaran. Y eso a Julián le agradó porque ella continuaba tratándolo como a un buen amigo.

Cuando recibió aquella carta no mostró emoción ni nada parecido. Sabía que sus padres, y el abuelo, estaban atentos a sus movimientos, así que decidió ir a la habitación a leer con tranquilidad, ignorando por completo al resto. Aunque eso sólo logró que su padre y su abuelo sonrieran más.

La niña le contaba cómo había sido la mudanza y de la nueva casa, también del insoportable vecino que tenía, que la recibió con un pelotazo en la cara, pero que ni se preocupara por eso porque ya encontraría una venganza adecuada, una muy dulce venganza. Terminó prometiéndole que en la próxima carta le enviaría fotos de Londres.

Julián sonrió durante casi toda la lectura, menos en la parte del pelotazo porque no había podido ayudarla, y eso lo hizo sentirse un estorbo, pero se alegraba al saber que se vengaría, e incluso pensó en darle algunas ideas en la carta de respuesta que le enviaría. Salió de la habitación y les contó a los demás lo que salía en la carta, y entregó cada uno de los mensajes que la niña les había enviado. En la noche, antes de ir a dormir, comenzó a escribir.

Las cartas comenzaron a llegar semanalmente, a pesar de que Julián no podía responder con tanta frecuencia, a ella no le importó porque sabía que a su amigo le costaba no sólo más trabajo, sino que dinero, un dinero que prefería fuera gastado en cosas más importantes que en cartas a ella. Pero no podía negar la felicidad que sentía su corazón cada vez que recibía noticias de Canadá, y no sólo de Julián, sino que, de todos, porque todos le mandaban aunque sea unas líneas.

Y así Julián se enteró de que la niña sí llevó a cabo su venganza, pero que con el paso de las semanas se volvió muy amiga de quien la había golpeado. Y la niña, por otro lado, se fue enterando que sus amigos en Canadá estaban teniendo pequeñas dificultades con la gente que los miraba en menos. Entendía poco de eso, porque ella había nacido y crecido en el seno de una familia a la que no le faltaba nada, pero trataba de ponerse en los pies de su amigo y tratar de ayudarlo en lo que fuera posible.

Y los meses fueron pasando, lenta y rápidamente a la vez, ninguno de los niños sabía muy bien cómo definirlo. Por una parte, ella ansiaba que sus padres le dijeran que para ese verano irían de viaje a Canadá, y por otro lado los niños esperaban que ella les dijera que iría a verlos, pero no fue así. Aquel verano ella tuvo que viajar a ver a sus familiares en Inglaterra y no le quedó tiempo para nada más. Eso sí, la amistad que había hecho con aquel niño creció con cada día que pasaba.

Julián comenzó a jugar básquetbol en el Instituto, era un deporte que siempre le había gustado y tenía la estatura suficiente como para lucirse. Sus padres tuvieron que sacrificar un poco de cosas para comprarle el equipo, pero si eso hacía feliz a su hijo, lo harían. Albert pensó que Chris también se uniría, pero no fue así, y por un lado sintió alivio porque era un gasto menos, aunque el niño sí jugaba con su hermano en la cancha de donde vivían y lo hacían bastante bien los dos. Solían jugar con otros niños de los alrededores casi todos los fines de semana por largas horas, por no decir que el día completo, y también se les unía Kevin cuando comenzó a ver que los dos sólo pasarían allí y no habría más juegos de otro tipo.

Los más pequeños, en cambio, continuaban con otro tipo de juegos en casa, a pesar de que Franco quería ir a meterse en medio, Taylor no lo dejaba porque sabía que Julián pasaría pendiente de él y no podría divertirse como debía. Ella notaba que su hijo mayor cargaba con el peso de sus hermanos sin que nadie se lo hubiera perdido, simplemente se los echó al hombro para cuidarlos de todo mal que les pudiera pasar en el Instituto, y eso ella amaba de su hijo, pero también tenía muy claro que sólo era un niño y como niño debía disfrutar de su niñez, y si con eso tenía que mantener a Franco alejado de él, lo haría. Ya lo dejaría cuando estuviera un poco más grande y no fuera un blanco fácil de pelotas voladoras. Además, ya mucho tenía con recibir a los tres niños golpeados, a veces, como para tener un cuarto.

Cuando Julián cumplió los quince años, ya eran otros los intereses que rondaban por su mente. La pubertad le había llegado a él y a Chris, y a Kevin, que a pesar de ser un año menor, los seguía como una sombra. Y los tres comenzaron a mirar con otros ojos a las niñas y, obviamente, seguido por las fieles y sanas enseñanzas del abuelo que ya los había arrastrado por un sinfín de lugares a donde no tenían permiso de ir, pero que no le importaba y los llevaba igual. Fue por esas razones que los niños ya conocían las carreras clandestinas de coches, los bares y, ahora, a las mujeres.

Julián comenzó a salir con una chica de su clase, iba un poco en serio, según él, pero ella era de las chicas superficiales que lo buscaba por ser el capitán del equipo de basquetbol. Y a pesar de que él lo sabía, dentro de su corazón quería pensar que el asunto iba con seriedad. Le contó con lujos de detalles lo que sentía a su amiga en Inglaterra, sonando lo más enamorado posible, él quería un amor de verdad. Ella continuaba escribiéndole semana tras semana sin dejar ni una sola por pasar, a veces les enviaba regalos a todos, lo último que Julián había recibido fue unos CD de sus grupos musicales favoritos, y originales. La niña le había escrito que estuvo lavando el coche de su padre y madre por algunas semanas y le compró eso, además de unos juegos de PlayStation para ella.

Pero los gritos de Nick en la sala no lo dejaron terminar de escribir la carta. Apresuradamente guardó todo lo que tenía y salió a ver qué pasaba, sabía que sus tíos saldrían de la ciudad por un par de días a visitar a unos familiares, algo escuchó que un pariente de su tío se encontraba enfermo y quería verlo antes de morir, y sabía que tanto Kevin como Nick se quedarían con ellos durante todo el tiempo que sus padres estuvieran fuera. Por eso le pareció raro que el pequeño estuviera gritando.

—¿Qué pasa? —preguntó al salir y ver a sus padres y tíos en la sala, Kevin estaba sentado en el sillón con los brazos cruzados, se veía enojado.

—¡Nick es un niño mimado! —gritó Kevin al levantarse—. ¡Sabe lo que pasa y aun así hace esto! —Pateando el suelo se fue a la habitación de Julián, cerrando con un portazo.

—No se preocupen, después lo veo yo —dijo Albert al ver la cara de preocupación de Cadie.

—Nick, no puedes ir porque no sabemos que tiene el abuelo. Te puedes contagiar de algo. —El padre del pequeño, que lo tenía en sus brazos, trataba de hacerlo entender.

—¡Pero quiero andar en tren! ¡En tren! —continuaba gritando mientras movía brazos y piernas.

—Cuando regresemos iremos a dar una vuelta, pero no ahora.

—Papi… —Thais, que no entendía por qué tanto grito, le jaló el pantalón a su padre al momento en que se ponía a llorar.

—Tranquila, pequeñita, tranquila. No pasa nada. —Trato de tranquilizarla Albert, pero no surgió efecto, ambos niños lloraban.

Julián miraba todo desde una esquina, y se preguntó dónde estarían los demás. Se imaginó que con el abuelo en el patio alejados de todo eso, así que se acercó a su padre y le pidió que le pasara a su hermana, la llevaría afuera para que los demás continuaran tranquilizando a Nick. Thais se le acurrucó en los brazos y escondió su cara en el cuello de su hermano, pero antes de salir fue por Kevin, quien salió de brazos cruzados y con el ceño fruncido, sin darle siquiera una mirada a sus padres o hermano.

Al final, terminaron dejando al niño con escándalo incluido en los brazos de Albert y salieron de la casa sin mirar atrás. Con el corazón apretado, pero ellos sabían que era por el bien de Nick no llevarlo. Lo que no se imaginaron nunca, es que ese tren no llegaría a destino jamás. La probabilidad de que ocurra un accidente de trenes, que se descarrile alguno o pase algo, es bastante poca, pero los Sheldon tuvieron la mala suerte de ser esa probabilidad, y el tren en el que viajaban se descarriló producto de una mala conexión de los carros.

La noticia le llegó al día siguiente a los Leighton.

Albert recordaba muy bien ese día, un policía llegó a su casa. Obviamente se preocupó, y si su padre no hubiera estado en la cocina junto a su esposa, lo primero que hubiese pensado era que algo le había pasado. En cambio el policía sólo se quitó el gorro y le preguntó si podían conversar un momento fuera de la casa, donde no escucharan los niños. Y así fue como le dio la noticia, sus dos amigos de infancia, que conocía prácticamente de toda la vida y que había sido él quien los unió como pareja, ya no estaban en este mundo. Sus piernas le temblaron, pero debía ser fuerte y las obligó a que se quedaran quietas. Lo que no pudo evitar fueron las lágrimas que salieron sin parar desde que escuchó aquellas palabras del policía. Éste le tomó del hombro y le dio el pésame, antes de girar y meterse en su auto, aunque antes de arrancar, le dio una última mirada al hombre que se había quedado de pie fuera de la casa sin saber qué hacer, un hombre al que de pronto le cayeron los años encima, un hombre que lloraba la pérdida de sus hermanos.

El abuelo salió al ver que su hijo no entraba y lo vio en ese estado, su perspicaz mente intuyó lo que había pasado y abrazó con fuerza a Albert. Éste, al sentirse protegido, le correspondió y se dejó llevar por las sensaciones del momento, ya no le dio importancia a la flaqueza de las piernas y no las obligó a quedarse quietas, el llanto se hizo más fuerte. El abuelo también lloraba en silencio, se le desgarraba el corazón no sólo porque había perdido a dos personas que consideraba como sus hijos, que vio crecer y estuvo con ellos en todo momento, sino que el ver sufrir a Albert lo mataba por dentro.

Cuando Taylor llegó a ver qué pasaba, las piernas se le endurecieron y salió del confortable abrazo de su padre para darle la noticia. La miró directo a los ojos y ella vio todo el dolor que estos contenían y se tapó la boca al momento en que las lágrimas comenzaron a salir solas.

—Hubo… Hubo un accidente… —dijo entrecortadamente sin quitarle un ojo de encima—. El tren… El tren… Fue una suerte que obligáramos a Nick a quedarse en casa.

Y dio un paso para abrazar a su esposa, porque a diferencia de él, ella no pudo contener el temblor de sus piernas y se desvaneció, pero no alcanzó a caer porque Albert la tomó en sus brazos y trató de tranquilizarla con palabras, aunque ni él podía estar tranquilo. No sabía qué hacer, no sabía cómo actuar, sólo sabía que sus amigos ya no estaban y no regresarían de ese viaje jamás. Jamás. Y eso era un dolor que no se lo deseaba ni a sus mayores enemigos.

Sus ojos se toparon con unos trigueños que se estaban volviendo rojos a causa de las lágrimas, y fue cuando supo que debía ser fuerte por sus hijos, ahora los hijos de su amigo también eran de él, y la noticia les sería más difícil de asimilar a los pequeños…

—Tío… —susurró Kevin con la cara empapada en lágrimas. Albert sintió que Taylor recuperó sus fuerzas al escuchar al niño.

—Kev. —Pero a pesar de que Albert se sentía listo para conversar con el niño, fue Taylor la que tomó la palabra, aunque sus piernas le flaquearan—. Cadie y Wade… ellos… —Se agachó y abrazó al niño, que a pesar de ya tener catorce años, continuaba siendo un niño pequeño para ella—. Kevin, tus padres no podrán volver… el tren en que viajaban… el tren… —Taylor sentía que no podía, pero ver los ojos del niño derramar lágrimas y ver esta tristeza profunda en su mirada, supo que debía ser aún más fuerte—. El tren tuvo un problema y se salió de las líneas… Tus padres, ellos…

Pero Kevin no la dejó continuar, ya que sabía lo que había pasado con esas pocas palabras, y simplemente la abrazó con fuerza, dejando salir todo el dolor que sentía en lágrimas. Taylor sólo lo acunó entre sus brazos y lloró junto con él, ella sabía que desde ese mismo momento tanto Kevin como Nick, serían sus hijos, desde ese momento y para siempre. Y ella se prometió darles todo lo que necesitaran y que nunca les faltara nada, y que nunca los haría pasar por ese dolor otra vez, si tenía que volverse inmortal, lo haría, y era una promesa que no tenía permitido fallar.

La parte más difícil de todo fue contarle a Nick, y hacer entender a los más pequeños. Al principio para Nick no fue tanto, porque no lograba entender del todo lo que sucedía, pero al notar que sus padres no regresarían y que habían sido enterrados bajo tierra y no podrían salir de allí, comenzaron los ataques de llanto durante el día y la tarde, las pesadillas por las noches, los miedos por quedarse solo, y el odio porque sus padres lo habían abandonado y no lo llevaron con él.

La carta que correspondía llegó a destino bastante más tarde de lo habitual, a pesar de que Julián no tenía fecha específica para escribirle. Y las manchas de tinta y lágrimas hicieron que ella notara que algo malo pasaba sin siquiera comenzar a leerla. En aquellas líneas Julián relató todo el accidente, sus padres no sabían que él había estado escuchando tras la puerta una noche en que conversaban con el abuelo sobre eso. Le contó cómo lo tomó Kevin, que se hacía el fuerte, pero en el fondo lo único que quería era arrancar, y le habló sobre el pequeño Nick y su loco arranque de ira hacia sus padres. Pero lo que más le relató fue cómo logró Kevin traer de vuelta a su hermano, Julián estaba realmente sorprendido con eso porque jamás en su vida hubiera pensado que Kevin sería capaz de golpear a Nick, pero sí que había servido. Un día, Nick se encontraba con un ataque aún más fuerte que todos los anteriores, no quería nada con nadie y decía que odiaba a todos, en uno de sus arrebatos golpeó a Math y casi bota a Thais. Kevin, al ver todo eso y darse cuenta que sus tíos no podían controlar al niño, lo tomó de un brazo y lo hizo a un lado, Nick simplemente lo miró sorprendido, pero cuando Kevin le dio una cachetada que le giró la cara, y aunque Taylor fuera a detenerlo pero no hizo mucho porque Albert le dijo que no, el niño continuó gritando que todos eran unos tontos, que no quería nadie, que quería irse con sus padres. Así fue como Kevin tomó una decisión y volvió a darle otra cachetada, y así hasta que lo tranquilizó y el niño cayó de rodillas llorando, con tanto dolor, que se ahogaba con sus propias lágrimas. Kevin lo abrazó con fuerza mientras le susurraba que todo estaría bien, Nick le hizo prometer que él no lo dejaría, que no le hiciera lo mismo que sus padres, y Kevin le juró y le prometió que nunca se iría, que nunca dejaría que le pasara algo, que él sería su escudo y su espada, y que sólo viviría para hacerlo feliz. Taylor se unió cuando Albert ya no pudo retenerla más.

Desde ese día Nick volvió a ser el niño de siempre, junto con Math, pero las pesadillas continuaron así que la casa volvió a sufrir un arreglo: Math y Nick compartirían habitación para que ambos estuvieran más tranquilos.

Pero fue el corazón de Kevin el que empezó a oscurecerse lentamente y sin que él mismo lo notara. Ya no reía tanto como antes, sus ojos comenzaron a apagarse, pero intentaba por todos los medios que nadie lo notara, que nadie se fijara en el dolor que sentía, que nadie supiera lo que sufría por dentro. Pero tanto Albert como Taylor lo sabían, sabían que el niño estaba guardando todo el peso por él y por su hermano, estaba absorbiendo el dolor de su hermano para sólo sentirlo él y que el pequeño pudiera ser feliz, sin importarle que su corazón se enfriara.

Julián lo notó la noche en que fueron invitados a su primera fiesta, era en el Instituto así que no había peligro de bebidas alcohólicas, pero eso no fue impedimentos para algunos niños que de todas maneras lograron ingresar algunas, entre ellos estaba Kevin. Julián relató con lujo de detalles cómo el comportamiento de Kevin había cambiado con alcohol en su cuerpo, y también le contó que al parecer le había quedado gustando porque lo encontró varias veces solo en la casa que era de sus padres con una botella en la mano.

Las cartas por parte de la niña comenzaron a ser más lejanas, ya no llegaban semana tras semana. Julián empezó a pensar que había hecho algo mal, quizás el escribirle cuando tuviera tiempo terminó por aburrir a su amiga y ella simplemente decidió olvidarlo de a poco. Aunque cuando llegaban las cartas, eran enormes, tanto que ella empezaba diciendo: «Hey, aquí te va otra biblia en camino». Julián ya se había acostumbrado a que no lo saludara. Las cartas también habían cambiado su manera de ser, ya casi no le contaba de lo que sucedía en su vida por Londres, sus travesuras y juegos, sino que le hablaba de todo lo que Julián le contaba y trataba de darle su punto de vista desde la lejanía. Y le contaba de las cosas nuevas que iba conociendo por Londres. Julián se proponía que en la siguiente carta que él escribiera, le preguntaría por qué ya no le contaba de sus cosas, pero al final terminaba escribiendo sobre muchas cosas que le iban pasando y lo olvidaba.

La niña se apareció una semana de julio, del año en que tanto ella como Kevin cumplían quince años. Ella estaba a pocos meses, Kevin ya los tenía. Julián la notó diferente apenas la vio, y ella no llegó directo a él, sino que se fue con Albert y el abuelo. Estuvieron conversando por largo rato en el patio, a la sombra del gran árbol que adornaba el recinto, Taylor mantenía a los niños adentro. Sabían que algo raro pasaba y estaban desesperados por ir a enterarse, pero la mirada de su madre no los dejaba hacer nada. De un momento a otro el abuelo entró y Taylor salió, Albert y la niña continuaron afuera. Aquella noche, y a diferencia de todas las otras veces en la que la niña los había visitado, durmió en la habitación con la pequeña Thais, pero no habló con ninguno de los niños, Albert y Taylor la mandaron directo a dormir y ninguno pudo siquiera preguntar qué pasaba.

A la mañana siguiente, cuando Taylor anunció que el desayuno estaba listo, Julián notó que la niña ayudaba a su madre con las cosas. Tenía muchas ganas de saber lo que ocurría, por qué no había ido al hotel como las otras veces, y por qué estuvo tanto rato hablando con los adultos. Quizás en eso estaba la respuesta que necesitaba saber de por qué la niña no le contaba de sus cosas, quizás algo malo le había pasado y él quería enterarse.

—Buenos días, Julián. ¿Cómo has estado? —preguntó al verlo y sonreírle. Pero él no pudo responder nada—. ¿Qué te sucede? ¿Por qué no me hablas y te quedas con esa cara de bobo mirándome sin decir nada? Aunque sea dime hola para saber que sigues vivo. Taylor…

—A mí no me preguntes, están en la edad en que nadie los entiende. —Taylor la miró y rodó los ojos—. Tú estás en la misma etapa, sino no entendería por qué hiciste lo que hiciste.

—Yo no hice nada, Taylor, no seas así. Sólo fue una pequeña bromita —le reclamó mientras caminaba tras la mayor para seguir ordenado las cosas para el desayuno.

—¿Por qué no le dice «mamá» a nuestra mamá? —Chris bostezó mientras hablaba y se pasaba una mano por el cabello, deteniéndose al lado de Julián.

—No lo sé, Chris. No entiendo lo que pasa, ella llegó diferente.

—Es aún más weirdo que antes. —Chris cruzó los brazos tras la nuca.

—Sí, está cambiada, y ¿ya se dieron cuenta lo bien que le queda el vestido? —Julián miró a Kevin fijamente—. ¿Fue por eso por lo que no pudiste hablarle, Julián?

—¡¿Qué estás diciendo, Kevin?! —preguntó alterado dándole un empujón.

—¡Pero si no te salió la voz! Yo también estaba mirando y nada, no dijiste nada, Julián.

—¿Por qué pelean? —Los tres se quedaron paralizados y la miraron, ella los escudriñaba con los ojos entrecerrados—. Si se iban a comportar así, mejor no hubiera venido.

—¡Já! —Fue lo único que salió de la boca de Taylor cuando pasó tras ella en dirección a la habitación de los más pequeños, que al parecer no habían escuchado el llamado a desayunar.

—Qué antipática estás, Taylor. ¿Lo sabías?

—¡¿Por qué no le dices «mamá» a mamá?! —gritó Chris al fin, algo desesperado. Julián pensó que poco le faltó para agarrar a la niña de los hombros y menearla—. ¿Qué es lo que está pasando? ¡No estoy entendiendo nada!

—Porque no es mi madre, Chris. Es la de ustedes, no la mía —contestó como si fuera lo más obvio rodando los ojos. Chris la miró entre sorprendido y boquiabierto.

—Pero…

—Yo la veo como una hermana, Chris. Deja el drama.

—¡Llegaste aún más weirdo que antes! —gritó para luego sentarse en su lugar a la mesa. La niña simplemente resopló.

—Y… ¿Cómo están? —preguntó cambiando el tema y tratando de entablar conversación con aquellos tres chicos que solo la miraban con el ceño medio fruncido.

—¿Cómo quieres que estemos? —Kevin la traspaso con la mirada, aquellos ojos de hielo que había comenzado a forjar desde el accidente de sus padres, pero ella no se intimidó y lo miró con gesto enojado—. ¿Supiste lo de mis papás? ¿Supiste del accidente? ¿Y preguntas cómo estamos así tan simple? —La niña apretó sus puños y clavó su mirada en Julián.

—¿No le dijiste? ¿Acaso no le dijiste todo lo que le mandé a decir? ¿Acaso no le entregaste su carta? —Julián sólo la miró, y no hizo nada, incluso cuando ella lo tomó del cuello, que a pesar de ser una cabeza más baja lo hizo igual—. ¡¿Por qué no dices nada, Julián?! ¡¿Qué es lo que te pasa?! —Lo miró con enojo al no ver reacción en aquellos ojos grises y se acercó a Kevin. Éste la observó un tanto dubitativo por unos momentos, ya que ella lo miraba fijamente y con el ceño fruncido—. No pude venir antes —susurró bajando la cabeza—. Perdóname. Sé que debí estar aquí hace casi dos años atrás, pero no pude, de verdad que no pude.

Y se echó a llorar, los tres chicos se quedaron mirando sin saber muy bien qué hacer, hasta que Kevin la abrazó y ella se acurrucó en esos brazos, pidiéndole disculpas entre sollozos. El chico no aguantó y comenzó a llorar con ella mientras la apretaba contra su cuerpo. Julián simplemente se quedó mirando, él sabía que Kevin no lloró desde que entró por aquella puerta cuando se enteró de todo. Se hizo el fuerte por su hermano y por los más pequeños, no dijo nada y se mantuvo serio, demasiado para su gusto porque los tres solían reír bastante. También sabía de las extrañas salidas de Kevin en el último tiempo, y que llorara de esa manera le haría bien. Chris, en cambio, se agarró la cabeza y sólo pensaba en lo extraña que era la weirdo, un momento seria frente a ellos para regañarlos, y al siguiente segundo llorando. Nunca la entendería.

Los padres de los niños salieron a los minutos después, sabían que los chicos debían ponerse al día con lo sucedido, y aunque aún faltaba conversar, no podían tener encerrados más tiempo a los pequeños, así que salieron y desayunaron en familia, como si nada hubiera pasado, entre risas y contándose cosas con y sin importancia, pero evitando por todos los medios tocar temas de gran profundidad.

 

* * * * *

 

—Y… bien… ¿cómo está todo por tu vida? —La niña había trepado el árbol para sentarse junto a Julián que estaba en el techo de la casa, ya las estrellas brillaban en el cielo.

—Toda está como ves, no hay mucho que decir —contestó y se acostó mirando el cielo—. Cuenta de tu vida, no creas que no me di cuenta de que no quieres hablar de eso en tus cartas.

—Pasaron algunas cosas, Julián —dijo y se acostó a un lado de él, mirando hacia donde mismo—. Y me siento un poco diferente.

—¿Vas a decirme qué es? Si te noté diferente apenas entraste.

—Mi amigo de Londres será papá… —La noticia le llegó tan de pronto que simplemente se sentó y la miró, ella seguía con la vista fija en el cielo. De pronto se le pasó una idea por la cabeza y esperó que no fuera así.

—Es… Tú…

—No, yo no. —Movió las manos negando todo—. Yo no, Julián, no. Él eligió a otra… —Julián pudo ver en los ojos de su amiga, que no lo miraban, que guardaba dolor por aquello—. Es tan raro, Julián, este sentimiento. Él será papá y es mi mejor amigo y… pasábamos juntos, a todos lados, a sus juegos y entrenamientos de fútbol, a los míos de basquetbol, en la cabaña de campo con su familia, dormíamos juntos en la misma habitación y a veces hasta en la misma cama. —A Julián se le apretó el pecho al escuchar eso, y no supo por qué—. Éramos como hermanos, como el hermano que nunca tuve. —Y sintió un gran alivio cuando ella le confesó aquellos sentimientos—. Pero… Pero él se enamoró y me cambió por otra, así de rápido y así de simple, se olvidó de mí como si yo fuera cualquier cosa. —Julián se mantuvo en silencio y volvió a acostarse junto a ella, mirando las estrellas—. Y yo siempre estuve para él… y de pronto ya no lo tenía… Y tuve que sonreír a pesar de querer llorar. Y tuve que ser fuerte por los dos, porque él se derrumbó al principio, y aún ahora… Y yo… Y yo no pude aguantar, Julián, no pude aguantar. —Julián sabía que ella estaba llorando, lo sabía por eso se acostó junto a ella, era la única manera en que lograría que dejara salir todo lo que sentía—. Sólo tomé un avión directo a Canadá, no le dije nada a nadie. Aún no sé cómo fue que me creyeron la gente del aeropuerto, a veces no entiendo a la gente.

—Por eso mis papás conversaron contigo y te estás quedando aquí…

—Sí, sólo fue una bromita piadosa y Taylor lo transforma en algo colosal. —Julián rió por el vocabulario, de seguro Chris no entendería nada—. Julián, creo que me gusta mi amigo de Londres. —A Julián volvió a apretársele el pecho al escuchar eso, como si miles de cuchillos filosos se le enterraran en el corazón—. Pero es imposible, cualquier cosa entre los dos, ya es imposible ¿verdad? Es decir, él será papá y comenzará a formar su familia y todo eso… Pero duele ¿sabes? Duele saber que prefirió a otra en lugar de mí, duele mucho… ¿Has sentido alguna vez algo así? —Ella lo miró de reojo, él continuaba mirando el cielo—. No lo creo, tú eres uno de esos insensibles que sólo se divierte con las mujeres, como el abuelo les enseñó. No estuvo bien que arrancara, lo sé muy bien y me siento mal por eso, pero quería venir a verlos… Quería verte, Julián.

A Julián le comenzó a latir el corazón de a prisa, no sabía qué decir ni hacer, pero ella fue más rápida y se secó las lágrimas y se acomodó para mirarlo a los ojos.

—Tienes los ojos muy lindos, así a la luz de las estrellas. Cuando tengas hijos de seguro serán lindísimos, asegúrate de escoger una buena mamá para ellos… Julián, hablar contigo es como hablar con una pared.

Se levantó rápidamente y bajó el árbol para entrar a la casa, allí se fue a jugar con los demás. Franco la había estado llamando de hace un rato y quería despejar su mente, su amigo no fue de mucha ayuda. Julián, en cambio, se quedó acostado en el techo por varios minutos más mirando el cielo y pensando qué era lo que le pasaba con aquella niña, por qué se sentía así, por qué no podía hablar con ella libremente como antes o como en las cartas, por qué se ponía tan nervioso al tenerla cerca. Eran muchas preguntas sin respuesta que llenaban su cabeza y no lo dejaban respirar tranquilo.

Ella se quedó como dos semanas y medias en Canadá, más que cualquier cosa porque no debió salir sin avisar, y aparte de los regaños que día tras día recibía por parte de Taylor, se imaginaba el que le esperaba al volver a Londres, y no precisamente por parte de sus padres, sino que de su amigo y el hermano mayor de su amigo, que ya parecían sus verdaderos padres sobreprotectores.

La mayor parte del tiempo que estuvo con sus amigos, la pasó con Kevin, sentía que le debía mucho al no estar con él cuando ocurrió lo de sus padres y quería acompañarlo hasta el fin del mundo si era posible. Si bien su mayor amistad era con Julián, con Kevin y Chris se llevaba muy bien, y había aprendido a leer a Kevin más que Julián incluso, porque muchas veces se sentía como Kevin y eso ambos lo notaron. En ocasiones, incluso, sólo bastaba una mirada para que el otro supiera lo que les pasaba por la cabeza. Eso a Julián le molestó un poco, pero al notar que la niña ayudaba a Kevin y lo hacía sonreír como antes, prefirió ignorarlo.

La niña se aprendió el camino al cementerio con los ojos cerrados, ya que acompañaba a Kevin cada vez que quería ir. Fue por eso por lo que, antes de tomar su vuelo de regreso a Londres, lo acompañó para despedirse. Y cuando estuvieron allí, los dos se prometieron ser amigos por siempre, sin que nadie más se enterara, y él le dijo que le escribiría cartas aparte de las que le mandaba Julián, y ella le dijo lo mismo. Ya que ambos se habían enterado de cosas que les ocurrían y preferían se quedaran entre los dos.

Fue así como retornó a Londres, prometiendo no volver a arrancarse para ir a verlos —aunque no tenían por qué enterarse si salía con o sin permiso—, y esperando regresar pronto, ojalá que no pasara tanto tiempo como la última vez, y en su loca cabeza comenzó a maquinar algún maléfico plan para poder volar a Canadá cuando quisiera y pudiera.

 

* * * * *

 

Los días, las semanas y los meses comenzaron a pasar, quizás rápido, quizás lento, eso siempre depende de la prisa que llevemos y de lo que queramos lograr. Los chicos comenzaron a crecer y a notar cada vez más la diferencia entre las clases sociales, a pesar de que sus padres trataban de mantenerlos alejados de todo eso, les resultaba imposible porque seguían asistiendo a un instituto en donde compartían con esa gente todos los días. Además, el abuelo no ayudaba mucho porque se encargaba de decirles una y otra cosa, a veces Albert pensaba que le gustaba hacerlos pelear con otros chicos, pero cuando conversó con él seriamente por las enseñanzas que le estaba dejando a los niños, comprendió que el abuelo sólo los estaba preparando para un futuro en que quizás deberían cuidarse de aquella gente, esperaba que nunca pasara eso, pero él ya había vivido toda su vida en el mismo circulo, y después su hijo con lo mismo y ahora sus nietos, y ya era hora de salir de aquella línea y comenzar a formar otra, por esos sus nietos debían aprender a no tomar en cuenta a aquellos, aunque fuera difícil, debían seguir adelante a pesar de todas las burlas y malos ratos que los otros les hicieran pasar.

Pero no fue hasta unos pocos meses después que la niña se fuera, que ocurrió el hecho que cambió sus vidas en lo que a clases sociales se refería. Y es que no se imaginaron jamás que las cosas tomarían ese rumbo, tenían problemas, tenían peleas, pero no para llegar a eso… Julián continuaba saliendo de vez en cuando con aquella chica de la alta, de quien quería sentirse enamorado, y fue invitado a una fiesta por los sectores de donde prefería no ir. Pero dijo que, si lo invitaban, debían invitar también a sus hermanos: Chris y Kevin. Franco, obviamente, se quedó en casa haciendo un pequeño teatro porque lo dejaban atrás, pero sus padres lograron contenerlo con otras cosas, y él era fácil de tranquilizar.

Los chicos llegaron a la fiesta con el único afán de divertirse un rato y pasarla bien. Pero no fue tan así, desde el preciso momento en que llegaron que las miradas recayeron sobre ellos: por sus ropas, estilo de caminar, por sus caras, porque destilaban que no eran de la misma categoría. Julián trató de conversar con la chica con quien salía, pero le fue un poco imposible porque ella estaba demasiado ocupada. Kevin fue quien finalmente dijo las palabras que Julián se negaba: habían sido invitados para ser objeto de burlas. Aunque los dos estaban equivocados, porque cuando escucharon los gritos que una pelea se había armado, corrieron al patio a ver qué pasaba, al fin y al cabo Chris llevaba unos minutos perdido. Y allí lo encontraron, dos lo tenía agarrado de los brazos y otro le estaba dando golpes en el estómago. Lo que no entendió Kevin fue cómo pudo llegar a esa situación en tan pocos minutos, pero no le dio mucha importancia porque Julián ya estaba dando de golpes a quien osaba pegarle a su hermano, y Kevin no se hizo de esperar. Chris, en cambio, una vez que se vio liberado, comenzó a recuperarse de a poco —más que cualquier otra cosa, necesitaba volver a respirar con normalidad—, y cuando ya se sintió mejor y miró a su alrededor, sus hermanos estaban dándose de golpes con seis chicos. No más altos que Julián, ninguno, pero sí se notaba que practicaban algún tipo de deporte o algo porque los músculos se dejaban ver bajo la ropa que llevaban. Se abalanzó sobre ellos tan rápido como pudo.

El circulo de gente alrededor se hizo a los pocos segundos, los gritos no fueron escuchados por ninguno de los tres chicos que estaba preocupados de sacarse a los otros de encima. A pesar de que los gritos eran bastante fuertes, ninguno de los tres los tomó en cuenta. En parte porque no les interesaba, y en parte porque la euforia y la adrenalina del momento sólo los hacía pensar en los golpes: esquivar y pegar. No podían dejarse golpear, aquello era imposible e impensable, lo único que les quedaba era una buena defensa, muy buena defensa, porque los otros los superaban en número y eran más musculosos.

Los gritos no se detuvieron, y a nadie pareció importarle que los adultos no se hicieran presentes, y a ninguno se le ocurrió pensar que quizás no había ninguno presente en el lugar.

El grito de Chris alertó a los otros dos, que detuvieron sus golpes una vez que se quitaron a los que tenían encima.

—¡Hey, amigo! ¡Tranquilo, si no es para tanto!

Julián notó que su hermano avanzaba lento hacia atrás, moviendo sus manos como negando algo, pero alguien se le lanzó encima para seguir golpeándolo y ya no pudo ver a Chris.

—¡Chris! —El grito, ahora de Kevin, desesperó a Julián que seguía sin ver nada. Como pudo se sacó de encima a quien quería golpearlo.

Y la furia aumento aún más al ver que quien peleaba con Chris, lo amenazaba con una botella rota. Fue tanto su enojo, que se cegó y no vio nada, no hasta que sintió el filo del vidrio hacer contacto con su estómago.

Kevin después le relataría a la niña, en Londres, que cuando aquel tipo se había abalanzado sobre Julián, y al ver que Chris estaba siendo amenazado de esa manera, a él no le quedó de otra que interponerse entre aquella arma y su hermano, pero que realmente no sabía de dónde había salido Julián empujando todo y a todos, incluso a él, recibiendo el corte en lugar de sus dos hermanos.

Julián no recordaba nada de eso, sólo que de pronto se sintió débil y cayó. Todo se detuvo en aquel momento y despertó en el hospital, con la mano de su madre fuertemente agarrada. Por suerte para él, sólo fue un corte superficial que le dejaría una bonita cicatriz para el resto de su vida.

Desde ese día, los tres supieron que nunca deberían volver a una de esas fiestas. Desde aquel día, si querían divertirse de esa manera, se juntaban con los chicos de los alrededores de donde vivían.

Cuando la niña se enteró de todo esto, quiso volver a dejar todo tirado en Londres y tomar un avión sin permiso hacia Canadá, pero aquella vez tuvo dos grandes problemas. El primero fue que llamó a Taylor para saber cómo estaba la situación y cómo sería recibida, y no obtuvo una muy buena respuesta, pues Taylor fue tajante al decirle que los chicos estaban castigados, y que si ella llegaba nuevamente sin permiso de sus padres, sería castigada de la misma manera o peor. Y la segunda objeción era que el hijo de su mejor amigo en Londres estaba por nacer, y le había prometido acompañarlo durante todo el proceso, ya que él no la estaba pasando nada de bien con el tema.

Así que no le quedó de otra que aguantarse todas esas ganas y quedarse en la comodidad de su hogar en Londres, pero nada de eso le impidió escribir dos enormes cartas: una para Kevin, en donde le explicaba lo enojada que estaba con el actuar de ellos; y otra para Julián, en donde le rogaba que cuidara de Kevin, porque algo le decía que no se quedaría tranquilo luego de ver cómo dejaron a su hermano.

A Julián se le había pasado por la cabeza la palabra «venganza» por parte de Kevin, pero no creía que fuera capaz de hacer algo así. Pero la niña fue tan convincente con el tema, y ella había aprendido a leer tan bien a Kevin, que Julián decidió prestar atención a todas aquellas palabras y observar a Kevin aún más de lo normal. No podía dejar que algo malo le ocurriera a su hermano.

Pero la vida da giros inesperados, a veces dolorosos, a veces felices, aunque Kevin sólo pensaba que eran tristes y dolorosos. Pensó que la vida lo único que quería era castigarlo por alguna cosa que hubiera hecho, pero no sabía qué era, por más que pensaba, no sabía qué había hecho mal. Y fue entonces que simplemente se le ocurrió que su gran error fue nacer.

Por eso la carta que la niña recibió aquel día, fue un tanto extraña. Las letras de Julián se entrecruzaban y ella notó, por la letra tosca, que no se encontraba nada de bien, y a medida que iba leyendo iba arrugando la carta de la rabia e impotencia. Se sintió molesta tanto con Kevin como con Julián por no cuidarlo. Y es que Kevin se había lanzado directo a la boca de los lobos buscando una manera de vengar la herida de su hermano, impulsado por el alcohol en su cuerpo, buscó pelea un sábado por la noche luego de salir de una fiesta en su barrio, pero esta vez Julián no lo pudo ayudar y cuando los otros rompieron la botella, el corte en el hombro de Kevin logró quitarle de un suspiro todo el alcohol del cuerpo.

La carta de respuesta se tardó en llegar, porque ella sentía que los mandaría a ambos lo más lejos que pudiera. Además había hablado con Taylor por teléfono y estaba realmente angustiada, porque no sabía qué hacer con los chicos, no tenían dinero como para mudarse y no sabían cómo tranquilizarlos. Y a pesar de sólo tener quince años, la preocupación la invadió y no se le ocurría nada como para ayudar a sus amigos al otro lado del continente.

Y así fue como un día se sentó y escribió, dos largas cartas, nuevamente, una para Kevin y otra para Julián. Lo recordaba muy bien, era el día que más recordaba de todos los que envió carta, porque llovía y mucho, bastante para lo normal en Londres, y apenas puso la carta en el correo, le llegó una de inmediato. Simplemente eso la hizo sospechar que algo raro pasaba, era imposible que los muchachos le respondieran antes de recibir noticias suyas, eso nunca había pasado y nunca pasaría, si eran unos vagos en el tema.

La tomó con temblor de las manos del cartero, y corrió de vuelta a su casa, sin importarle la incesante lluvia o que el piso estuviera resbaladizo y pudiera sufrir algún accidente. Ella simplemente corrió como si su vida dependiera de ello. Al llegar a casa, para variar estaba sola, así que subió a su habitación y se encerró a leer. No supo en qué momento sus ojos comenzaron a llover, más fuerte y rápido que en el exterior, y es que la carta era sólo una hoja con dos líneas escritas, si es que se le podía decir escritura a eso. Pero no necesitaba decir más.

La letra era de Julián, aunque el remitente era Taylor, y lo único que salía en aquel papel era: «El abuelo, mi amado abuelo, ya no está más con nosotros. Falleció anoche». Y a pesar de no tener ningún otro dato, no saber cómo y qué pasó, aquello fue suficiente para que sus ojos se transformaran en un mar de lágrimas que empaparon, en cosa de segundos el arrugado papel que una vez fue una carta. Porque no se lo creyó, aquello era una broma de mal gusto, no podía ser cierto. Simplemente no. Se negaba a aceptarlo. Y si hacía desaparecer la carta, nunca hubiera sucedido tal hecho, así que tomó la hoja y el sobre y lo hizo mil pedazos. Agarró un encendedor —que se lo había quitado a una de sus compañeras del colegio para que no fumara—, y se encerró en el baño a quemar todo rastro de la evidencia. Si esa carta no existió, nada de lo que pudiera decir allí era cierto.

Pero no funcionó, la pesadez en su corazón continuaba y no desaparecía a pesar de ya no tener la carta. Se acurrucó en el rincón más oscuro de su habitación, y no se movió de allí ni por el hambre, ni por el frío, ni porque el teléfono o el timbre sonaran, no se levantó siquiera a encender la luz. Simplemente se quedó a hacer nada, olvidándose del tiempo, de si era de día o de noche. Hasta que, sin darse cuenta, se durmió.

Se despertó con el sonido del teléfono, en el mismo lugar donde había estado. Se encontró desorientada y perdida, no sabía si habían pasado días o algo así. Aunque desechó la idea casi de inmediato, porque sus padres se preocuparían y la buscarían ¿verdad? Eso era poco probable, pero no imposible, al fin y al cabo no se habían dado ni cuenta que ella estaba encerrada en la habitación en ese estado. No, sus padres no se preocuparían.

Se levantó y tomó el teléfono, tenía varias llamadas perdidas, y varias eran pocas si se podía llamar de alguna manera, y todas eran de su amigo en Londres o de algún familiar de él. No tenía ganas de contestar, pero lo llamaría de vuelta para que la dejara un rato tranquila. Se dispuso a llamar pero una llamada entrante la interrumpió, le contestó a su amigo y fue solo cosa de decir «¿Aló?» para que se escucharan los gritos al otro lado, para saber dónde estaba, con quién estaba, cómo se le ocurría desaparecer, qué pasaba, y después de todos los gritos y regaños, y antes de que ella pudiera decir cualquier cosa, él le informó que su hijo había nacido y la necesitaba, que iría por ella en cinco minutos, así que se preparara.

Y a ella no le quedó de otra más que disfrazar su tristeza tras una sonrisa, resplandeciente como siempre, ya tendría tiempo de llorar cuando estuviera sola. Así que se dio ánimos y se metió a la ducha, sacando a relucir su mejor cara para cuando su amigo llegara a buscarla. Y no fue raro encontrarlo sentado en la cama cuando salió del baño, después de todo hacía años que tenía llaves. Él simplemente la abrazó con fuerza, se sentía mal por ser padre a los quince años, pero a la vez feliz. Ella aprovechó ese abrazo para consolarse, y es que su amigo en ese momento, no la entendería, y ella tampoco le causaría más problemas. Salieron tan rápido como pudieron y, a pesar de que sólo quería echarse a llorar, tuvo que fingir felicidad durante todo el día. En la noche, de vuelta en su casa y sola, llamó a Taylor.

En Canadá el asunto no iba muy bien, o mejor dicho iba mal. Y es que el abuelo era el abuelo, no había día ni noche que no se extrañara su presencia. Y no había día ni noche en que no se viera a los chicos o sus padres llorando la pérdida. Tanto Albert como Taylor debían ser fuertes frente a sus pequeños, eso lo sabían y tenían más que claro, pero no podían describir con palabras cuánto les costaba aquello, y es que era tan difícil acostumbrarse a la ausencia de aquel maravilloso ser. Albert se trataba de consolar a sí mismo repitiéndose una y otra vez que al menos se fue sin sufrir, y que lo hizo soñando, porque a él le avisaron a la mañana siguiente que su padre no había despertado cuando fueron por él para el desayuno. Pero, a pesar de saber eso, no se sentía para nada tranquilo, sino que todo lo contrario. Había perdido a su pilar fundamental, a pesar de tener a Taylor, su padre era su padre, su mayor bendición y su mejor amigo, y eso era irremplazable.

Las cartas dejaron de llegar desde Canadá, ni Julián ni el resto de los muchachos tenían ganas de escribir. Los ánimos andaban por los suelos. Kevin entendía con mayor razón el sentimiento, él y Nick habían perdido a sus padres, pero el abuelo era un dolor constante, ya no tendrían sus risas ni nada, ni siquiera quien les levantara el coraje cuando soportaban todas las burlas y malos ratos. Pero debían seguir, eso se los decía su padre, madre y aquella niña desde Londres, porque a pesar de que las cartas ya no salían de Canadá, sí salían de Londres y todos los días, ya no era una por semana, era una por cada día, hasta que se detuvieron al empezar el verano.

Al principio Julián pensó que fue su culpa por ignorarla, luego Kevin también se sintió culpable y le pidieron consejo a su madre, pero a diferencia de como solía hacer siempre, Taylor los ignoró generando aún más culpa en los chicos. Hasta que el timbre de la casa sonó temprano por la mañana de un caluroso sábado. Franco, quien a sus quince años andaba con la hiperactividad a flor de piel, corrió a la puerta para abrir. Y el grito alertó a todos, y es que seguía tan exagerado como siempre. Cuando vio a su amiga de Londres, solo gritó y la abrazó. Ella se sorprendió bastante al verlo, Franco había cambiado desde la última vez que lo vio, su estatura ya no era la de antes y su musculatura tampoco, y lo pudo notar a la perfección con el abrazo que le dio porque le tuvo que besar la mejilla mirándolo hacia arriba y el apretón le hizo sonar los huesos. Le sonrió y pudo notar aquellos ojos azules que se veían apagados, un leve brillo, y se volvieron a abrazar.

—¿Qué son estos gritos? —Un adormilado Chris se asomó desde la sala—. ¿Le pasó algo a mamá?

—Llegó mi novia de Londres —contestó Franco con una sonrisa y dejándola entrar, ella solo rodó los ojos—. Y mira, se enanizó.

—¿Enanizó? ¿Qué es eso? ¿Acaso esa palabra existe?

—Responde tú, eres la que habla raro y nadie te entiende —dijo Chris al abrazarla, él hace rato que ya la había pasado por más de una cabeza.

—¿Dónde está tu permiso? Te dije que sin permiso firmado por tus padres no te dejaría entrar a la casa. —Taylor venía saliendo de la cocina con lo necesario para empezar con el desayuno.

—Oh, yo también me alegro de verte, Taylor. Tan amable como siempre. —Y la niña se acercó y la abrazó, la mayor correspondió el abrazo y la besó en la frente.

—Me alegra que estés aquí.

—Y yo me alegro de verte tan joven a pesar de todo lo que tienes que vivir en esta casa con estos vagos.

—No sé si tomar eso como un cumplido o como una ofensa. Pero no importa, me alegra que estés aquí.

—Has crecido mucho en este tiempo. —Albert venía saliendo del baño y se acercó a abrazarla—. Más alta, más linda y aún con ese lenguaje particular y sarcástico.

—Es mi marca de agua —respondió abrazándolo con fuerza—. Quería verte, Albert. Tenía muchas ganas de verte y saber cómo estás.

—Estoy bien —le susurró al oído—. Tengo que estarlo. Sé de las cosas que te han pasado en Londres, me gustaría tener un poco de tiempo para conversar contigo al respecto, que tengas una mirada diferente.

—No quiero hablar de esas cosas sin importancia, vine a verlos a ustedes y al abuelo… —Se escondió en el pecho de Albert al hablar—. Quiero ir a ver al abuelo…

—Te llevaré después de desayunar.

—Ya es hora de desayunar —anunció Taylor, Albert soltó la niña y caminó a la habitación de los más pequeños, Chris y Franco se acomodaron en sus lugares.

—¿Quién tocaba el timbre? —Kevin venía saliendo de su habitación, refregándose los ojos y quitándose la pereza—. Pensé que nos odiabas —dijo al verla y acercarse—. Que no querías saber nada de nosotros.

—Aunque quisiera odiarlos, no podría —contestó al abrazarlo—. No podría ni en mil millones de años luz. —Kevin la besó en la frente y ella notó que también había crecido desde la última vez que los vio.

—¿Qué haces aquí?

—Es que aquí nadie puede decir un simple «hola» —alegó al salir de los brazos de Kevin y mirar a Julián.

—No tienes derecho a reclamos, tus cartas ni saludos traen y… —Pero se quedó callado porque la niña lo abrazó y fuerte.

—Tenía muchas ganas de verte, Julián… solo eso… —Y no le quedó más que abrazarla con la misma intensidad, no podía negar que él también tenía muchas ganas de verla, abrazarla y saber que estaría con ellos. No le bastaban solo las cartas, quería verla.

—Ya fue mucho abrazo, suelta a mi novia de Londres.

—Franco les ha dicho a todos de su novia de Londres. —Math llegó junto con Nick, el menor corrió a abrazarla—. Y yo no sé qué tanto, ni que fueras muy linda o la gran cosa como para lucirte tanto. —Math simplemente se sentó en su lugar.

—Yo también te extrañé, Math —le dijo al abrazarlo por la espalda y besarlo en la mejilla—. Te extrañé mucho.

Albert llegó con Thais a la mesa y desayunaron en familia, contándose de todo tipo de anécdotas que no tuvieran nada que ver con algo triste. Luego de eso y, tal y como dijo el jefe de familia, fueron a ver al abuelo. La niña se quedó aproximadamente dos semanas, en donde se contaron de todo y se pusieron al día con lo que pasaba tanto en Canadá como en Londres. Hubo algunas cosas que Julián notó diferente, como el exceso de cariño de parte de ella, generalmente no era de andar abrazando a cada rato, o quizás sí pero no a él o él la esquivaba como le dijo Kevin, pero sí notó que ella andaba preocupada de dar más amor que de costumbre. La noticia del abuelo fue un golpe duro para todos, pero ella lo tomó de manera diferente o eso fue lo que quiso demostrar, porque los hacia reír cuando los veía tristes o se ponía a inventar una y otra cosa para no verlos mal. Aunque no podía evitar llorar cada vez que fueron a verlo, ella solía bajar la cabeza y apretar los puños cada vez que llegaban a ese lugar, se mantenía así un rato y luego levantaba la cabeza con una radiante sonrisa, Julián nunca entendió cómo lo hacía y quizás nunca lo entendería tampoco, eran las locuras de la weirdo como decía Chris.

Y las semanas comenzaron a pasar, otra vez… y los meses… y las cartas seguían llegando, tanto para Canadá como para Londres. Y llegó el tan esperado día en que Julián cumplió la mayoría de edad. Quizás el día en sí no fue tan especial ni nada, pero sentirse ya mayor de edad fue una sensación única para Julián, sintió que al fin podría ser de más ayuda para su familia, a pesar de que su madre le dijera que siempre fue de ayuda, él no lo sintió hasta que cumplió sus dieciocho. Aunque Chris lo arruinó rápidamente al recordarles a todos que él también sería mayor en un par de meses, contra eso Julián solo terminó rodando los ojos.

Algunas cosas habían pasado con el transcurso de los meses, las peleas con los de la clase alta se habían intensificado. Los Leighton se mantenían aparte de eso por sus padres, ellos lograban mantenerlos a raya con esos temas, pero los chicos de los alrededores y con quienes compartían día tras día, no lo estaban. Los rumores de peleas y asuntos por el estilo eran muy frecuentes en cada una de las charlas que tenían, cada vez que se juntaban a jugar un partido de basketball o que simplemente se reunieran a conversar un rato en la plaza, las peleas era el principal tema.

Julián había tratado por todos los medios de mantener a sus hermanos alejados de todo aquello, pero le resultaba difícil. A Kevin le encantaba todo el tema, Julián sabía que era su manera de liberar toda la tensión por la pérdida de sus padres, sabía a la perfección que Kevin se culpaba por todo aquello y que además cargaba con el peso de la crianza de su hermano, a pesar de que no dijera nada, Julián conocía mejor que cualquiera a Kevin y sabía que lo único que intentaba era mantener a Nick alejado de todo eso, que ojalá nunca se enterara ni fuera participe de las cosas que sucedían. Julián pensaba que era un error mantenerlo en la burbuja que quería Kevin, pero él hacía lo mismo con sus hermanos menores. Con Franco no pudo, por más que lo intentó, terminó siendo parte de todo eso al igual que Kevin y Chris, pero los menores estaban alejados y no dejaría por ningún medio que entraran a ese mundo. Al final no era muy diferente de Kevin.

Pero esas ganas de cuidar y proteger a sus hermanos habían ido en aumento con la cercanía de su mayoría legal de edad, sus padres solían decirle que a veces era demasiado sobreprotector, pero Julián insistía en que afuera eran demasiado crueles como para dejar que sus hermanos estuvieran a tal grado. Taylor y Albert no podían estar más orgullosos de él.

Y aunque la vida avanza y gira y es cíclica, algunas cosas que no deberían pasar, pasan… La vida de los Leighton dio un giro completo, nunca se esperaron nada de aquello. Con el paso de los meses, y el crecer de los niños, con la disminución de los gastos y las necesidades del día a día, Albert decidió comprarse un auto, de segunda mano y ayudado por Kevin. La mayor parte de las veces salían en familia, aprovechando el tiempo de compartir entre todos y olvidarse de ciertas cosas, como cuando se arrancaban de día de camping. Pero en ocasiones Albert y Taylor y salían solos, a veces les llevaban cosas a los parientes de los Sheldon o seguían ayudando al hogar en donde el abuelo pasó sus últimos años.

Fue así que en una ocasión cuando se dirigían a ver a un cercano de los Sheldon, que un accidente les sucedió. Iban solos, saliendo de la ciudad, riendo y conversando entre los dos, cuando todo explotó y se hizo trizas. Afortunadamente por ellos todo fue instantáneo, nunca se dieron cuenta de lo que había sucedido.

La noticia le llegó a Julián a las pocas horas, al igual que cuando dieron aviso de los Sheldon, un oficial golpeó la puerta de la casa y el mayor abrió. Lo que no pudo evitar fue que Math entrara, el pequeño escuchó todo el relato que el policía le contó a su hermano. Le dijo que la avioneta había perdido el control y en un intento forzoso de aterrizar buscó una calle no muy transitada y con espacio suficiente para lograrlo, lo que no pensaron es que justo en ese momento estuvieran allí los Leighton. La avioneta no logró aterrizar, sino que se estrelló contra el auto y no hubo sobrevivientes por parte de ninguno de los móviles.

Math gritó desesperado, Julián trató de calmarlo al tomarlo en sus brazos, pero el niño ya había crecido lo suficiente y le costaba trabajo. El escándalo de Math alertó a los demás y al ver a la policía allí pensaron lo peor. El oficial se fue, pero les dijo que volvería por Julián en unas horas más porque necesitaba que él reconociera lo que quedaba de sus padres.

Chris entró en estado de shock ¿qué haría ahora sin sus padres? Él no tenía a nadie más. Sabía que no pertenecía a esa familia, sabía que podría pasar cualquier cosa. ¿Qué sería de su vida? Cansado, abatido, sin saber qué hacer, se dejó caer en el sillón mientras las lágrimas cubrían su rostro, no escuchó ninguno de los gritos de Math.

Franco solo lloraba mirando a Julián que trataba de calmar a Math, pero no podía respirar, no sabía qué hacer, solo lloraba y le faltaba el aire, le dolía el pecho y se quedó pasmado. Kevin estaba junto a Thais, que al ver a Math de esa manera no sabía qué hacer, solo abrazó a Kevin lo más fuerte que pudo y se quedó allí, escondida en esos brazos que la protegerían de cualquier mal, sin darse cuenta que las lágrimas del mayor empapaban su cabello. Nick, en cambio, intentó acercarse a Math, pero les resultaba imposible por todas las patadas al aire que lanzaba. Hasta que de un momento a otro se quedó sin fuerza y solo se dejó cubrir por los fuertes brazos de su hermano, y comenzó a tranquilizarse con lentitud. Julián no derramó ni una sola lágrima.

Cuando Math se calmó y Julián logró dejarlo con Kevin, se acercó a Chris —que seguía en estado de shock— y solo le dejó la mano en el hombro. Chris al instante lo abrazó y comenzó a llorar con grandes sollozos, Julián apenas le entendía lo que decía, pero descifró el «¿y ahora qué haré?». El mayor comprendió a lo que se refería, por eso lo abrazó con fuerza y le dijo que eran hermanos y eso nada ni nadie podría cambiarlo jamás, que estarían juntos por toda la vida y más. Chris solo lloraba, él había perdido todo lo que tenía. Julián no se dio cuenta cuando Franco los abrazó a ambos, sino que no fue hasta que sintió sus mejillas mojadas a causa de las lágrimas de Franco, que lo notó. Y dejó a los dos en su protección, entre sus brazos.

Julián se metió en su cabeza que debía ser fuerte por sus hermanos, serían el pilar de la familia, los sacaría a todos adelante costase lo que costase, nada ni nadie lo detendría, y si debía olvidar sus sueños por sus hermanos, lo haría. Fue así como él simplemente rechazó las becas de estudio y comenzó a trabajar, debía alimentar a sus hermanos. Chris lo imitó, él también ya había dejado atrás sus años de estudio. Lamentablemente por Julián, y a pesar de hacer todos los esfuerzos necesarios para que no ocurriera, Kevin y Franco dejaron de estudiar para ayudar con las labores del hogar. Esto al principio generó muchas peleas, pero al final Julián terminó cediendo porque se dio cuenta que no llegaría a ningún lado si seguían así, y simplemente debían adaptarse a la nueva vida a la que se enfrentaban.

Aceptó lo que tenía al frente y siguió adelante, por sus hermanos, solo por ellos. Comenzó a endurecer tanto su cuerpo como su mente, y con el ejercicio liberaba el estrés que acumulaba día tras día soportando el peso de todo. Y creyó tenerlo bajo control, por lo menos durante todo un año, hasta que Kevin fue mayor de edad…

Franco recordaba muy bien ese día, fue por esos días de julio, calurosos días de julio. Estaba sentado en la terraza de la casa, haciendo nada y pensando en nada, o quizás pensando en mucho, en todo lo que había cambiado su vida desde que sus padres ya no estaban. No lo decía, no lo comentaba con nadie, pero sabía que Julián soportaba con un gran peso y él quería sentirse útil y de ayuda, quería que su hermano contara más con él y que salieran juntos adelante. Pero eso no pasaba. Math estaba mal y mucho, no quería salir del estado en que quedó cuando se enteró de todo, dejó de ir al colegio y junto con él, Nick también lo hizo. Ya nadie sabía qué hacer. Kevin se perdía en las noches, Chris ya no hacía tantas bromas y se notaba en su semblante que había madurado, además visitaba con mayor frecuencia a su madre biológica. Franco pensaba que su familia se estaba desmoronando y no podía hacer nada por evitarlo. Se dejó caer de espalda, acostado mirando al cielo de madera y cerró los ojos.

—Franco…

Y recordó esa voz, siempre tenía algo bueno que decirles y les subía el ánimo, pero de seguro los odiaba porque dejaron de escribirle, de buscarla, de llamarla… La dejaron de lado cuando todo ocurrió, y por otra parte ya no recibieron más noticias de por esos lados, y lo entendía, y es que ¿cómo no los odiaría si la mandaron al olvido por completo?

—Franco…

Y no entendía por qué seguía escuchándola, ¿acaso tanto la extrañaba?

—¡Maldita sea, Franco! ¿Qué tengo que hacer para que despiertes?

—¡¿No eres un sueño?! —Franco se levantó de un salto y la abrazó con fuerza, de verdad la había extrañado—. Pensé que no te volvería a ver…

—Eres un tonto… —le dijo y lo abrazó tan fuerte como lo hacía él—. Todos ustedes son unos tontos…

Y se echó a llorar, junto con Franco, sin saber cuánto rato estuvieron así. Solo se quedaron llorando por todo lo que sucedió y sucedía. Y simplemente había que desaparecer un rato.

—¿Trajiste tu permiso? —susurró Franco medio soltándola, y ambos sonrieron, era la manera en que Taylor la recibía siempre que llegaba sola.

—Claro que no —contestó limpiándose la cara—. Ya soy mayor de edad, hago y digo lo que quiero y sin permiso.

—A mamá no le hubiera gustado esa respuesta…

—Lo sé —respondió al girar—. Lo más probable es que me dijera que aún falta tiempo para eso, pero solo son unos meses. ¿No es así?

—Así mismo es. —Julián la abrazó con fuerza y ella hizo lo mismo.

—Otra vez no estuve cuando me necesitaron. —Las lágrimas habían vuelto, pero Julián solo la apretó más contra su cuerpo.

—Estás aquí ahora, y eso es lo importante.

—¿Cuándo será el día en que avises que vendrás? —Kevin habló desde la entrada de la reja.

—Si les aviso, no es sorpresa.

Se saludaron con un abrazo de la misma manera que con los demás, susurrándose cosas al oído y diciéndose palabras que solo ellos dos entendían.

—¿Dónde está Chris?

—Anda viendo a sus pequeños hermanos. —Julián fue quien respondió—. Su verdadera madre tuvo algunos hijos y él no quiere que pasen por lo mismo que le pasó a él. Llegará en un rato más, él sigue siendo parte de esta familia.

—¿Y por qué no lo sería? —preguntó mirándolo extrañada—. Albert siempre dijo que era suyo y de Taylor, sin importar el lazo sanguíneo. ¿O acaso ustedes los muy inútiles le dijeron algo? —Los miró con reproche a los tres.

—Claro que no. —Se apresuró en decir Julián—. Son todos mis hermanos y los cuido como si fueran mis hijos.

—Pero no lo son —contestó rápidamente ella—. Y eso lo debes tener claro.

Franco y Kevin guardaron silencio, ninguno se había atrevido a decirle las cosas así tan de frente. Pero con ella nada era seguro y lógico, nunca podrían entenderla.

—¡Pero miren nada más lo que trajeron los aviones! —Chris entró corriendo y la tomó en sus brazos, dándole un giro—. Estás más liviana que la última vez.

—No es cierto, tú estás con más músculos, como Julián.

—Nadie le gana a musculitos —dijo y todos sonrieron.

Se pusieron al día sentados en la terraza y conversando tranquila y animadamente. Hablaron de lo sucedido, de cómo se sintieron, omitiendo varias cosas, pero a la vez diciéndoselas entre líneas. Lloraron, rieron, la pasaron bien por varios minutos, y así ella pudo notar que sus amigos de Canadá ya no eran los mismos, habían madurado de diferente manera y rápido, era entendible por lo que tuvieron que pasar, pero había cosas que seguían siendo igual y al parecer siempre lo serían, y eso fue lo que los mantuvo unidos. Conversaron por largo rato, recordando historias, recordando frases, sintiéndose como en años atrás cuando se conocieron, y así hasta que aparecieron las estrellas. Y Nick los interrumpió asomándose por la puerta.

—Tengo hambre —anunció y, por muy raro que le pareció a Nick, los demás comenzaron a reír.

Entraron y ella saludó a Nick y Thais que veían televisión, la más pequeña poco y nada entendía lo que sucedía. Sabía que sus padres habían muerto, pero con sus cortos diez años era un poco difícil comprender del todo, saber del sacrificio de sus hermanos mayores o de lo que pasaba alrededor. Ella estaba siendo criada en una burbuja impuesta por Julián y Kevin, seguido por Chris y Franco. Lo más probable es que hubieran sido felices si Math y Nick hubieran estado en el medio, pero ellos ya contaban con casi trece años y ya entendían mucho más que Thais.

—Yo cocinaré —dijo y le quitó el paño a Julián que le colgaba del hombro—. Estuve mucho tiempo en el avión y necesito hacer algo productivo por la vida o me dará algo.

—Pasan y pasan los años y sigo sin entenderle. —Chris se dejó caer en el sillón al lado de Thais, quitándole el control de las manos.

—¿Y desde cuándo sabes cocinar?

—Paso mucho tiempo sola en Londres, y sufro de hambre, si no aprendía moriría de algo… Algo por no comer…

—Y se nota que te has alimentado bien —añadió Kevin entrando a la cocina junto a Julián y ella, mirándola de arriba a abajo—. Muy bien…

—¡Cuidado con esos ojos! —Fue el grito que se escuchó de Franco, que iba a ver a Math encerrado en la habitación.

—¿Él se está encargando de Math? —preguntó algo confusa, Franco no era muy bueno para esos temas.

—Él tomó el rol de mamá… —suspiró Julián—. Lo ha hecho bien, todo lo que puede. Pero Math… él no quiere nada, a veces con suerte come o sale de su habitación y ya no sabemos qué hacer.

—Cocinaré algo tan rico, que con solo el olor saldrá de la habitación. Ya verás que de aquí a que me tenga que ir, Math estará como antes, o casi. Verás que sí.

Siempre se dice que cada persona tiene un propósito en la vida, o que cada persona que llega a la vida de otra persona es para enseñarle algo, ya sea malo o bueno. Quizás eso era lo que habían ganado con la weirdo, a pesar de que no sabían muy bien el propósito, si sabían que lograba hacerlos reír o tranquilizarlos de alguna manera. Incluso a Math, porque a pesar de que solo peleaban, en el fondo eso le ayudaba. De a poco el niño comenzó a salir más de su habitación y a compartir con el resto, casi como antes, y todo se sentía como antes… Pero no todo dura para siempre, y eso lo sabían, porque ella debía volver, a pesar de que la estancia esta vez fuera mucho mayor, por casi dos meses comparados con las tres semanas que iba usualmente, pero tenían tiempo definido.

Ella se había ganado una beca para estudiar en Escocia, en una universidad a la que siempre quiso ir, esa era la buena noticia que tenía para llevarles a sus amigos en Canadá. Pero al mismo tiempo tenía muy en claro que ellos no estaban para eso, por todo lo que habían pasado y por todo lo que les quedaba, por eso solo lo mencionó como si no fuera importante, a pesar de que por dentro se moría de la felicidad por lo que obtuvo. Aunque también sentía que si hablaba mucho de aquello Julián podría sentirse aún más mal, ya que él renunció a todo por sacar adelante a sus hermanos, así que con mayor razón evitó todo eso.

Pero había temas, pequeñas cosas, que estaban presentes y molestaban a ella y Julián, cosas inconclusas. Cuando se quedaban solos, algo que era raro pero que pasaba, se sentía el elefante en la habitación, pero ninguno de los dos hacía el mínimo intento por hacer algo con aquello. Se había agarrado a los gritos con todos, con Franco, con Chris, con Kevin y con Math, les dijo a los cuatro lo que sentía y cómo veía la situación, los regañó por dejar de estudiar, por creer cosas que no eran ciertas, por dividirse cuando eran tan unidos. Tuvo una pelea con cada uno de ellos por separado, solo Kevin y Math le gritaron de vuelta. Pero era necesario, se dijeron cosas que tenían que decirse para continuar, que los hicieron ver lo que sucedía de manera diferente, y cada una de esas peleas terminó en un abrazo. Menos la que tuvo con Franco, ya que a este no se le ocurrió nada mejor que pedirle matrimonio, a lo que ella solo le respondió rodando los ojos y dejándolo solo.

Pero con Julián era diferente, ella quería decirle muchas cosas que sentía tenía que saber, pero no podía, no le salía comenzar una pelea con él y terminarla de buena manera, su corazón le decía que si peleaba con Julián, lo perdería para siempre y no quería eso, no quería perder a ninguno. Tenía miedo, y mucho, y por eso evitaba por todos los medios quedarse sola con él y estallar de la misma manera en que lo hizo con los demás.

—Solo te estás arrancando ¿verdad? —Y fue Julián quien decidió romper el asunto. Ella dio un respingo, estaba cocinando y no escuchó cuando Julián entró a la cocina.

—¿De qué hablas? —preguntó sin voltear a mirarlo, y a pesar de saber muy bien a qué se refería.

—Sabes de qué hablo, solo te estás arrancando. —Julián se apoyó en el mueble de cocina, junto al que ella cocinaba.

—No lo hago —contestó, pero seguía sin mirarlo.

—Ya no soportas más ¿verdad? —Ella tiró las cosas con las que cocinaba sobre la mesa.

—Claro que no, es difícil y mucho. Es muy difícil saber llevar todo eso y que por más que lo intento no puedo, no puedo sacarlo.

—¿Por qué simplemente no se lo dices?

—Porque no… Es mi mejor amigo, era como un hermano, no sé en qué momento cambiaron las cosas, no sé en qué momento pasó todo esto, pero ya no lo aguanto, ya no puedo más, ya no puedo seguir viéndolo formar su familia cuando yo quería estar allí, yo quería ser esa a la que le dice que ama. —Y estalló en llanto, pero seguía sin mirarlo y con la vista fija en lo que antes cocinaba.

—¿Ya ves que no era tan difícil hablar? —Julián tampoco la miraba, tenía la vista al frente y los brazos cruzados.

—Mira quién lo dice…

—Tú eres la que llega aquí haciendo como si todo estuviera bien cuando en realidad te estás derrumbando, tanto o más que nosotros.

—No voy a andar llevando mis problemas a todo el mundo cuando todo el mundo tiene cosas mucho más importantes en las que pensar.

—Ese es tu problema, es tu mayor problema, creer que cualquier cosa tiene más importancia que tú, y no es así. Tú eres tan importante como todos los otros, eres tan importante como cualquiera de mis hermanos. Pero dale y dale con ponerte en último lugar y pasar por todo sola cuando no lo estás. Sabes que puedes contar conmigo, con nosotros, pero no, te encierras y solo te haces daño.

—Es… raro ¿sabes? Nunca lo vi de esa manera, nunca hasta que tuvo novia… Y… No lo sé, yo solo quiero que sea feliz, que sean felices porque no eligió a una mala persona, pero me duele el pecho, me duele el corazón, y el corazón me dice que tengo que irme… Y llegó esta oportunidad de estudiar en Escocia, ¡es Escocia! No podía decir que no, y sí, estoy arrancando, pero arrancando por mi bien.

—¿Él sabe que estás aquí? ¿O sus hermanos? Porque cada vez que vienes para acá te llaman por lo menos cinco veces al día y ahora los evitas, solo le estás enviado mensajes.

—Piensan que ya me fui a Escocia… Les dije a todos que me iba a Escocia, pero primero me vine a verlos a ustedes, ya llevaba mucho tiempo sin verlos y lo que pasó… Mi lugar es aquí en estos momentos, Londres puede vivir sin mí.

—No me gusta verte triste ni mal.

—Lo sé, por eso no me estás mirando.

—Ni tú a mí.

—¿Eres mi gemelo perdido?

—Soy tu gemelo malvado.

—Yo soy la malvada.

—Soy tu gemelo sin rizos. —Julián dijo aquello riendo, ella lo acompañó.

—Tú también te pasas de tonto, no puedes hacer lo que estás haciendo, dejando todo de lado por los demás. Te quejas de mí pero tú eres peor. No le harás ningún bien dejando en una burbuja a todos para que nada les pase. —Todo el cuerpo de Julián se tensó, eso era lo que él evitaba hablar con ella porque sabía se lo diría sin mediciones.

—¿Y qué más podía hacer? ¿Dejar que sigan los pasos de la gente de por aquí?

—¿Y qué te hace pensar que ellos seguirán eso, si son tus hermanos y fueron criados por los mismos padres? —Y después de todo el rato conversando, ella levantó la mirada y la fijó en Julián, pero este siguió mirando al frente.

—No lo sé… supongo que tengo miedo al igual que tú, miedo de perderlos a ellos también. No quiero que nada malo les pase.

—Nada les pasará, pero si los proteges tanto, el día que les toque salir a la calle no resistirán. Déjalos que aprendan a golpes de espada, déjalos que aprendan como tú y los demás, sino serán solo una burbuja que todo les afectará.

—Tal vez tengas un poco de razón…

—¿Un poco? —bufó y volvió a tomar los utensilios para seguir cocinando.

—Sí, solo un poco. —Julián sonrió de medio lado, ella también.

—¡Hoy hay fiesta! —Franco abrió la puerta de golpe—. ¿Irás conmigo, novia de mi vida? —Le preguntó al abrazarla.

—No lo sé…

—Anda, nunca has ido a una fiesta de estos lados. ¡Tienes que ir!

—Voy si va Julián.

—Entonces iremos, Julián no se pierde estas fiestas —dijo y salió cerrando tras de sí.

—¿De verdad no te pierdes esas fiestas? —consultó al mirarlo, esperaba que dijera que él no iba.

—De verdad, ¿qué esperabas? ¿Qué me quedaría todo el día encerrado haciendo de papá y mamá? —Esta vez quien bufó fue Julián y salió de la cocina.

—Esperaba algo así como un mayordomo que no sonríe jamás… —susurró para sí y continuó con lo que hacía—. Como Alfred…

De la sala se escuchaban los gritos de Franco hablando de la fiesta con Chris y los demás, al parecer era todo un evento social al que asistirían. Y fue así como se enteró que el motivo real por el que era tan importante era Kevin. Aún no era su cumpleaños, y no tenían pensando compartir con el resto de la gente, pero la fiesta llegaba en el momento preciso de pasar a la mayoría de edad, y eso era suficiente para todos.

 

* * * * *

 

—¿No crees que es algo inconsciente? — Julián rodó los ojos mientras lavaba los platos, ella había entrado a la cocina, pensó que todo seguiría normal, como en la cena—. Es decir, vas a dejar a tus hermanos pequeños solos por irte de fiesta…

—¿No fuiste tú la que dijo que no es mi responsabilidad? —preguntó sin dejar lo que hacía, ella abrió la boca.

—Yo no dije eso…

—Claro que sí.

—¡Que no! Yo solo dije que no los puedes tener en una burbuja…

—¿Acaso dejándolos un momento solos no es sacarlos de la burbuja?

—¡Julián!

—¿Qué pasa ahora? —dijo al girarse y mirarla—. ¿Te molesta no tener el control?

—No te entiendo…

—No hay nada que entender. Dijiste que no los tuviera en una burbuja, y no los tengo en una burbuja y te lo estoy demostrando. ¿Qué más quieres?

—No me refería a eso y lo sabes.

—No tienes derecho a reclamos esta vez, tú estás arrancando.

—Ese no es el tema, no lo cambies por evitar todo lo otro.

—¿No quieres ir a la fiesta?

—No me gustan esas cosas.

—¿Y por qué no dijiste que no y listo? —Julián la miró arqueando una ceja, ella abrió la boca pero no dijo nada.

—A veces te odio, Julián.

—No es cierto, pero ya es tiempo que aprendas a decir que no y dejar de poner al resto por encima de ti. Si no quieres ir, no vas y ya, y te quedas cuidando a todos los que se quedan aquí. ¿Por qué dijiste que sí?

—Franco…

—¿Por Franco? ¿Franco? ¿Acaso estamos hablando de la misma persona?

—Pensé que dirías que no…

—¿Y yo qué tengo que ver en tus decisiones?

—Eras la excusa para no ir. —Ella lo miró y le sonrió, eso funcionaba en Londres, solo le bastaba poner una sonrisa angelical y su amigo de allá dejaba de regañarla.

—Aprende a tomar decisiones pensando en tu bienestar, en ti en primer lugar, y luego vienes aquí a darme sermones por cómo vivir la mía. —Julián dejó el paño que colgaba de su hombro con fuerza en el lavaplatos y salió de la cocina.

—Qué antipático eres —dijo aunque nadie la escuchó, y así notó que su amigo era mucho más fácil de manipular, tendría que cambiar las tácticas, ¿o estaba perdiendo el toque? Se encogió de hombros y salió de la cocina.

 

* * * * *

 

La fiesta era en una casa vecina, bastante cerca como para no preocuparse tanto por la distancia en que estarían los más pequeños de la casa, aunque al parecer ella era la única que seguía viendo eso como problema, los demás iban riendo y conversando de lo mejor, quizás estaba exagerando las cosas. Cuando llegaron al lugar de la fiesta, Franco le tomó la mano y entraron. Ella notó la diferencia con Londres casi al instante, o quizás se debía a que los lugares que frecuentaba en el Viejo Mundo eran de otra clase social, es decir, su familia era acomodada y qué decir de la de su amigo, si la de ella tenía una buena situación, la de su amigo sería prácticamente la realeza. No se comparaba en nada con el lugar al que acababa de entrar, quizás solo en la música fuerte, y pensó que si su amigo de Londres la viera allí, estaría castigada por toda la eternidad. Ese fue el principal motivo por el que se soltó de la mano de Franco, se adentró en la casa ignorando a sus acompañantes, y se dejó llevar por todo ese nuevo mundo que por mucho tiempo evitó en Londres, y es que ella no era de las que participan en fiestas ni en nada, porque se aburría y prefería quedarse en casa leyendo o jugando videojuegos. Pero allí fue diferente, se sintió viva, porque esa era la principal diferencia entre ambos mundos, allí había vida, en el otro lugar las cosas eran más apagadas, pero allí no y eso la envolvió como quien descubre maravillas en mundos perdidos.

Julián no le había quitado la vista de encima desde que se soltó de Franco, pero cuando llegó una muchacha con la que estaba saliendo, la perdió por completo, al igual que a sus hermanos. Terminó pensando que había que divertirse, aunque no le gustaba la idea que ella anduviera sola por allí, prefirió pensar que uno de sus hermanos la encontraría y él se entregó a la fiesta. Chris, por otro lado, se encontró con un conocido y se quedó charlando con él, no se dio cuenta de nada de sus hermanos. A Kevin se le atravesó una rubia con una botella de tequila y se perdió en el camino. Solo Franco continuó siguiéndola, él tenía una intuición más desarrollada y algo le decía que no podía dejarla sola, y así fue que se mantuvo a su lado por casi todo el rato que estuvieron allí, él sabía que aquella niña no era de fiestas, no bebía, no fumaba, no se drogaba, no nada de nada, que llevaba maldad en su interior y mucha, pero era una maldad inocente, si se podía decir de alguna manera, y recordaba muy bien las palabras de su padre cada vez que hablaban de ella y no quería por nada que se ensuciara su inocencia. Pero no pudo evitar que probara algunos cuantos tragos que le ofrecieron en el camino, a pesar de que intentaba quitarle casi todo de las manos. Al final la llevó a bailar y la mantuvo lejos de todos los vicios, y Franco disfrutó cada segundo de aquello, tanto que por un momento de verdad deseó que ella fuera su novia, y es que verla sonreír de esa manera le hacía sentir feliz.

—Es un tonto —le dijo mientras bailaban.

—¿Qué cosa? —preguntó confundida al mirarlo, ella decía estar bailando pero en realidad era cualquier cosa menos eso, aunque Franco la guiaba bien.

—Tu amigo de Londres, es un tonto. Teniéndote a ti y eligiendo a otra, solo un tonto haría eso.

—No quiero hablar de eso, Franco. Ya no es tema, quiero vivir mi vida sin preocupaciones.

—Solo lo dices porque se te pasaron las copas.

Ambos sonrieron y Franco le dio unos cuantos giros, aunque con cuidado porque no quería que se mareara, ella no tenía costumbre de beber. Pero un fuerte golpe interrumpió el instante de felicidad, la música se detuvo, Franco la tomó con fuerza de la mano y caminó hacia el ruido, el mal presentimiento se había agrandado. Y allí estaba Kevin, agarrándose a los golpes con otra persona mucho más alto y corpulento que él, y no llevaba las de ganar al estar sostenido por el cuello de la ropa, siendo levantado y arrojado contra el mueble en donde servían los tragos.

—¡Kevin! —Franco escuchó a su amiga gritar y hacer el intento de ir por el golpeado, pero no la dejó y la tomó con más fuerza de la mano, él ya estaba acostumbrado a eso y sabía que en cualquier momento aparecería Julián a salvar la situación y ella quedaría en medio de los golpes.

Y así fue, a los pocos segundos el golpeador fue embestido por otro que le cayó con todo el peso del cuerpo encima, rodando ambos por el suelo. Franco se dio con su palma libre en la cara, pensando que nunca tendrían una fiesta sin peleas. Y en ese pequeño instante de reflexión que tuvo, su amiga se soltó de su mano y corrió a ver a Kevin que se estaba sentando aturdido, sin importarle siquiera la pelea que se estaba llevando a cabo a pocos metros de distancia, una que tenía pensado ir a detener una vez que comprobara que Kevin estaba bien, si se podía decir bien.

—Kev… —dijo y lo tomó del rostro.

—Estoy bien —contestó, a pesar de que se le veía en la mirada que no era así, se le notaba el aturdimiento y el olor a alcohol le salía por cada rincón de su ser—. Estoy bien…

—Iré a detener a Julián —anunció al ponerse de pie, pero no pudo hacer mucho porque un golpe en la cabeza la mandó directo al suelo, inconsciente, lo último que escuchó fue un largo y prolongado «no» de parte de Franco.

Y fue en ese momento que todo cambió para el mayor de los Leighton, ver que su amiga no reaccionaba en los brazos de Kevin y luego con Franco, le hicieron darse cuenta que las cosas no estaban bien y no supo cómo se sacó a la persona de encima, o quizás todo se detuvo cuando vieron caer a alguien completamente ajeno a todo eso, pero solo fue capaz de llegar donde sus hermanos, tomar a su amiga en brazos y salir de aquella casa, debía llevarla a un hospital, mientras gritaba por sus hermanos. Sabía muy bien que Kevin y Franco iban junto a él, a pesar de que Kevin caminara a duras penas apoyado en Franco, pero Chris no estaba por ningún lado y por más que gritara su nombre, no aparecía, hasta que lo vio en un rincón riendo como desquiciado y solo, y el mundo de Julián se vino al suelo aún más, Chris estaba drogado.

 

* * * * *

 

Los últimos días de su estancia en Canadá los pasó en el hospital, Franco era quien estaba prácticamente día y noche con ella, por eso se enteró que hace unos meses atrás, casi un año, ella había estado hospitalizada por un accidente en moto que tuvo y que como consecuencia no pudo volver a jugar basquetball. Eso era algo que no quería que nadie de Canadá supiera, pero estar allí le trajo recuerdos que compartió con quien más la visitaba. Julián casi ni se asomó por el hospital, ella no le reprochó nada, incluso lo comprendía porque se sentía culpable. Kevin en cambio, estuvo con ella cuando despertó y entre lágrimas le pidió disculpas, pero ella sabía que la culpa no era de ninguno de sus amigos, solo estuvo en el lugar y momento equivocados. El problema mayor era Chris, no podían dejarlo caer en ese mundo. Por Kevin se enteró que la pelea había comenzado porque él se había interpuesto para que Chris no comprara basura, pero ya debía lo suficiente como para que la paga se acompañara de golpes, y él los recibió en nombre de su hermano que no se encontraba en ninguno de sus cabales. Julián no tenía idea de lo que pasaba Chris, solo Kevin lo había notado y se dio cuenta de aquello porque él tenía su vicio con el alcohol. La conversación que ella tuvo con cada uno, menos con Julián, fue solo para ayudarlos, no les reprochó nada ni les hizo sentir algo de culpa por estar en el hospital, ni tampoco le dijo de sus intenciones luego de todo lo sucedido, solo quería que sus amigos volvieran a ser como antes y que estuviera todo bien, o dentro de lo que se podía llamar bien.

—Julián, tomé una decisión —dijo mientras caminaban, había salido recién del hospital luego de una semana en observaciones, y se dirigían a la casa de los Leighton, Julián dijo que solo él iría por ella porque debían conversar de temas importantes.

—Yo también —contestó, ella lo miraba, a pesar de que el mayor solo tuviera la vista seria, fría y fija hacia adelante.

—Me quedaré en Canadá, no volveré al otro mundo, me quedaré aquí y te ayudaré a sacar todo esto adelante. —Julián detuvo el paso de pronto, no cambió la mirada y se paró en frente de ella, estaban a pocos metros de la casa.

—No. —La palabra fue pronunciada tan cortante, que ella pensó que Julián la culpaba por algo o la odiaba—. No harás eso, tomarás tu avión dentro de unas horas y seguirás con tu futuro, tus sueños…

—¡Pero me necesitas! —interrumpió casi con un grito y sintiendo que en cualquier momento echaría a llorar, quería con todo su corazón quedarse en Canadá y ayudar a arreglar las cosas.

—No te necesito —respondió, tan seco y cortante como antes.

—¡Necesitas toda la ayuda posible!

—¡No necesito de tu ayuda! —gritó y ella dio un paso atrás, Julián mostraba todo su enojo—. ¡Lo único que quiero es que te vayas y no vuelvas jamás! ¡Jamás!

Y continuó caminando, con la misma mirada seria y fría de antes, ignorando a aquella chica que dejó llorando a su espalda. Ella llegó a la casa unos minutos más tarde, limpiando su rostro antes de entrar, pero por primera vez en mucho tiempo no pudo fingir una sonrisa frente a los pequeños que allí se encontraban. Julián estaba encerrado en su habitación. Ella ordenó sus cosas y esperó a que los demás llegaran, Kevin había prometido llevarla al aeropuerto, pero no podía salir de la casa sin antes despedirse de todos, cosa que hizo entre lágrimas y abrazos, ninguno de los Leighton supo por qué Julián no se despidió ni salió de su encierro. Ella le hizo prometer a Chris que dejaría la tontera, este entre lágrimas le dijo que lo haría, aunque fuera difícil.

Cuando el avión despegó, ella cerró los ojos y guardó en su memoria todos los recuerdos de Canadá, los buenos y los malos, porque ya nunca más los volvería a tener ni a sentir. Y su corazón se entristeció, había perdido en Londres y Canadá, y a pesar de que se dirigía a un lugar completamente nuevo, tenía mucho miedo de volver a fracasar, pero sabía muy bien que tenía que llevar la frente en alto y salir adelante. Quizás, en el futuro, Julián la perdonaría… Quizás… pero por el momento, Canadá solo podría ser un recuerdo…

—¿Por qué lo hiciste? —le preguntó Kevin a Julián cuando llegó del aeropuerto, el mayor estaba sentado esperándolo en la terraza de la entrada—. ¿Por qué la echaste y que no vuelva más?

—Porque se lo prometí a papá —contestó al mirarlo sentarse a su lado, Kevin notó que había llorado y Julián no derramó lágrimas cuando fallecieron sus padres, de hace mucho tiempo que Kevin no veía rastros de lágrimas en su amigo—. Papá siempre me dijo que ella debía mantener su inocencia, dentro de todo lo que es ella, que era lo que la diferenciaba del resto y que eso la llevaría a hacer grandes cosas. ¡Tiene todo un mundo por delante! ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué la dejara aquí podrirse como nosotros? Le prometí a papá que la cuidaría, y la mandé al hospital… No puedo, Kev, no puedo verla mal…

—Pero…

—Prefiero que esté lejos y no volver a saber de ella, a que esté aquí expuesta a cualquier cosa que no se merece. Tú lo sabes tan bien como yo, ella no es para esto, ella no es para aquí. Ella está para comerse el mundo.

—¿Sabes qué te diría a esas palabras?

—Sí, lo sé. Me diría que nosotros también. Pero, Kev… No puedo dejar que Chris se siga haciendo daño, no puedo dejar que Math siga por ese camino, no puedo dejar que Franco deje de sonreír, no puedo no darle un mejor futuro a Nick y Thais, no puedo dejar que tú sigas con tus vicios… Ustedes son mi responsabilidad, y por mi culpa pasó todo esto…

—No fue tu culpa…

—¡Claro que sí lo fue! Si yo no hubiera estado distraído, ella jamás se hubiera metido en la pelea. —Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirando el césped—. Kev, no te pido que me entiendas, no se lo pido a nadie, pero se lo prometí a papá, prometí que la cuidaría y para cuidarla no la necesito ni la quiero aquí. Ahora fue un golpe en la cabeza, pero ¿mañana qué? ¿La enterraremos? Kev, lo mejor para ella es estar lejos… lejos de nosotros. —Julián miró a Kevin directo a los ojos—. Y quiero que me prometas… —La puerta se abrió, saliendo Chris y Franco que se sentaron alrededor, se notaba en sus miradas tristes que habían escuchado la conversación. Julián miró a cada uno—. Quiero que los tres me prometan, que pase lo que pase, aunque se esté acabando el mundo, no la llamaran, ni le escribirían ni nada, harán como si ella nunca nos hubiera hablado, harán como si hubiera pasado sin influenciar en nada en nuestras vidas, la dejarán vivir su vida y nosotros la nuestra, harán como si no existiera. —Los tres lo miraron incrédulos, no quería ni podían hacer eso—. ¡Prométanlo! Es solo por el bien de ella… —suplicó y echó a llorar, Franco lo abrazó mientras le susurraba que se lo prometía, luego Chris y Kevin también lo dijeron, y con eso pusieron fin a una etapa de su vida, una de las más importantes, y comenzaron otra en donde debían poner de pie todo lo que habían perdido, lo que se derrumbó y empezar a construir una nueva vida desde cero, pero sin olvidar todo lo aprendido. Ahora era cuando sus hermanos más lo necesitarían, ahora era cuando comenzarían realmente a vivir.

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