La chica abrió los ojos como platos y se le
aguaron al instante, quizás no esperaba nunca que la descubriesen tan pronto,
quizás esperaba que nunca nadie supiera su apellido y su pasado. Dio un paso
hacia atrás, pero la tomé de un brazo y se lo impedí.
—Tú y yo tenemos que hablar —dije y ella
pareció empalidecer, aparte de todo, cobarde.
—Yo…
—No te hagas la tonta, sé que sabes de lo que
hablo. —La miré fijamente, bajó la mirada y rodé los ojos, si tenía que hacerla
hablar, lo haría hasta a palos.
—No tengo nada que decir —contestó y jaló el
brazo para zafarse, aunque no pudo. Le costaría un poco, siendo de contextura
más delgada y baja que yo, si parecía que se derrumbaría con sólo darle un
empujón.
—Sabes lo que hizo tu hermano ¿verdad? Lo que
le hizo a los míos… ¡Lo sabes! Quiero que me digas por qué, y si no me quieres
responder te lo sacaré a palos. —Volvió a jalar el brazo sin levantar la vista,
abrí la boca para seguir gritándole.
—¡Thais! ¿Qué rayos crees que haces? —Genial, y
Math cuando menos lo quiero.
—Nada —respondí y vi como la chica miraba a mi
hermano con gesto suplicante, igual no la solté.
—Math… —susurró y fruncí mi ceño.
—Suéltala, Thais —ordenó y puso su mano encima
de la mía, lo miré feo—. Vamos, hazlo, sólo queremos pasarla bien en tu
cumpleaños.
—¿Mi cumpleaños? Te escuché, Math, hablando con
Tony, ya sé quién es ella. —La solté y di un paso hacia atrás, mi hermano abrió
los ojos lo más que pudo.
—Thais, yo…
—No digas nada —interrumpí y sentí mis ojos
llorosos—. Se supone que era mi cumpleaños y todo debía ser feliz y no, no es
así, sólo me pasan cosas malas. —Me di la vuelta y corrí a mi habitación sin
siquiera darme cuenta que la música había parado.
Cerré la puerta tras de mí y me senté en el
suelo arrastrando mi espalda por la madera, me hice bolita abrazando mis
piernas y dejé salir al fin todas esas lágrimas que obligaba a quedarse donde
estaban. Ya no podía aguantarlo más, en la mañana Brian, luego Math y la chica
ésa, el idiota de Danko que quiso besarme y Kevin, ese tonto que se atreve a
decirme que me ama, ¡pero si soy su cuñada! Kevin…
—¡Kevin! —grité, aunque no creo que se
escuchara para afuera, la música ya había vuelto a sonar fuerte.
Observé toda mi habitación, no estaba por
ningún lado ¡pero si lo dejé aquí! ¿Y si hizo alguna estupidez por no
responderle nada? ¡Soy una tonta! Aunque sea debí decirle que no siento lo
mismo por él… porque no lo siento ¿verdad? Me di con la palma de la mano en la
frente, estaba demasiado confundida y no sabía qué hacer. Comencé a respirar
con fuerza y lentamente para tranquilizarme, debía despejar mi mente para poder
pensar tranquila, si es que alguna vez lograba eso, mis hermanos siempre me
dicen que no puedo hacerlo, que siempre hago la primera bobada que se me cruza.
Sonreí de medio lado al recordarlo. ¡Mis hermanos! Sí, ellos debían saber de
Kevin.
Me levanté y limpié mi cara lo más que pude,
respiré profundo y abrí la puerta. La música resonó con fuerza en mis oídos y
caminé por el pasillo, de pronto sentí todo el peso de mis idioteces encima. Lo
primero que vi fue a Math abrazando a la chica esa en la otra esquina de la
casa, meneé la cabeza y miré a otro lado. Tony estaba junto a Ale y tenía el
ceño fruncido, ella lo abrazaba y trataba de consolarlo —imaginé— acariciándole
el cabello. Seguí buscando con la mirada a Julián, él debía saber lo que pasó,
él debía saber dónde estaba Kevin.
Pero ¿dónde estaba Julián?
Comencé a desesperarme, ni mi hermano ni Kevin.
Entre tanta gente me sentía sola, completamente sola. Únicamente hablaba con
Math cuando algo me pasaba, pero ahora ni en él podía confiar, estaba sola, y
lo peor es que mi corazón se apretaba con cada respiro pensando en lo que le
pudo ocurrir a Kevin.
—Los autos…
Corrí a la puerta principal y la abrí con
rapidez, me asomé a la entrada y no vi ni el auto de mi hermano ni el de Kevin,
eso significaba una sola cosa: Kevin salió y Julián lo siguió pensando que
haría algo… algo por mi culpa, todo es por mi culpa… Las malditas lágrimas
volvieron a mis ojos como mares, me limpié la cara, de nada sirve llorar en
momentos como ése, lo único es actuar, pero ¿cómo?
Me temblaron las piernas y sin darme cuenta se
aflojaron mis rodillas, me sentí desvanecer…
—Cuidado, cuidado, no quiero que rompas ese
lindo vestido.
—Alex… —musité al sentirme en sus brazos, él me
miró extrañado.
—¿Qué pasa? —Me abrazó fuerte y escondí mi cara
en su pecho.
—Qué no pasa, es la pregunta correcta —contesté
y eché a llorar sin poder evitarlo.
No supe cuánto tiempo estuve en sus brazos,
sólo sé que ninguno habló, al parecer Alex comprendía que no tenía ganas de
hacerlo y simplemente me dejó llorar, abrazándome fuerte y acompañándome. Todas
mis lágrimas se perdieron en su ropa y cuando me di cuenta de eso sonreí.
—¿Y ahora quieres hablar? —Negué con la cabeza,
no quería preocuparlo de más.
—¿Sabes dónde está Julián? ¿Y Kevin…?
—Kevin salió hace un rato… echaba humo cuando
apareció de tu habitación, no recuerdo haberlo visto tan enojado, ni siquiera
cuando murió Nick… —Lo último lo dijo bastante bajo, quizás para no hacerme
sentir más mal—. Luego de eso le dio empujones a todos y todo lo que se le
cruzó por delante, salió, se metió a su auto y arrancó derrapando el pavimento…
¿Sabes qué pasó? Tú saliste un poco antes… —Lo abracé más fuerte y hundí mi
cara aún más, Alex suspiró—. Julián salió tras él, temiendo que hiciera una
idiotez… otra más…
—Todo es mi culpa, Alex, todo.
—Claro que…
—Necesito ir por Julián y por Kevin
—interrumpí, no quería más de las mismas cosas tratando de consolarme cuando no
eran verdad—. ¿Tienes alguna idea de dónde pudieron ir?
—Sólo se me ocurre el bar —contestó soltándome
un poco para mirarme a los ojos.
—No… —susurré mirando el suelo—. No fueron para
allá…
—¿Cómo lo sabes?
—No lo sé, tengo el presentimiento, Alex,
simplemente siento que no fueron para allá —dije tan rápido que apenas me
entendí. Lo solté y di unos pasos hacia la puerta de calle.
—¿A dónde vas?
—No lo sé, recorreré toda la ciudad si es
necesario hasta encontrarlos. —Me detuve y miré al frente, limpié mi cara—. No
quiero, Alex, no quiero… —Apreté mis puños y di otro paso, sentí una mano
aferrando con fuerza mi brazo. Me giré.
—¿Qué es lo que sabes, Thais? ¿Qué es lo que no
quieres?
—Que algo malo vuelva a pasar —musité fijando
mi vista en el suelo. Sí, soy una cobarde—. No quiero perder a alguien más… No
quiero perder a Julián… ¡No quiero que Kevin también se vaya! —grité, sin
siquiera saber por qué—. Ni a Franco, ni a Chris, ni a ti, ni a Math… Math…
—sonreí torciendo mis labios con un gesto de sin importancia.
—¿Qué pasa con Math? —preguntó en un hilo de
voz, como si supiera algo que yo no debería saber.
—A él ya lo perdí… —dije y apreté mis ojos, no
quería llorar de nuevo.
—No lo has perdido. —Alex me rodeó con sus
brazos, apretándome fuerte.
—Claro que sí, desde que conoció a ésa… ésa…
—¿Estás celosa? —Levanté la mirada y fruncí mi
ceño, abrí la boca para reclamar—. Ahora entiendo por qué dices que perdiste a
Math, estás celosa que tenga novia, estabas acostumbrada a ser el centro de
atención de todos ellos —añadió con un deje de burla, uno que por unos segundos
me tranquilizó. Luego exploté.
—¿Eres idiota? —Alex me miró enarcando una
ceja.
—Hey, he estado intentando consolarte todo este
rato y lo único que haces es insultarme. ¿Merezco eso?
—Eso y mucho más —lo increpé apuntando con mi
dedo índice su pecho—. ¡Debería golpearte por lo que dices!
—Siempre has sido una celosa, con Julián,
Kevin, Math… con los otros no creo porque perderías tu tiempo. —Inflé mis
mejillas y lo miré feo—. Así que ahora estás celosa por la amiguita de Math, y
lo entiendo porque está de bastante buen ver ¿la miraste?
—¡Tonto!
—Celosa…
—¡No puedo estar celosa de una como ésa!
—chillé dando unos pasos afuera—. ¡No puedo! ¡Tú no sabes! ¡De las callejeras
antes que ésa, la culpable de todo! —Volteé para mirarlo y vi que tenía sus
ojos fijos en mí—. Ella y Math tienen la culpa de todo… —susurré y mis rodillas
flaquearon.
Si no hubiera sido porque Alex me agarró, me
hubiera roto las rodillas al chocar contra el pavimento. No había dicho lo que
pensaba en voz alta, no quería aceptar la culpa de mi hermano en todo, Math no
podía estar en el asesinato de Nick, pero Tony lo dijo… Math era culpable junto
con aquella chica, la hermana del innombrable… Todo se volvió confuso y por
unos instantes sentí que mi cabeza explotaría.
Y lloré… Lloré como nunca lo había hecho, ni
siquiera cuando pasó todo aquello con Nick. Lloré como si no hubiera un mañana,
lloré y chillé, lloré y sollocé, y no me detuve por nada.
Podía sentir el abrazo firme y fuerte de Alex,
podía sentir la música adentro y los gritos de las personas que seguían
disfrutando de mi cumpleaños —entre ellos los que ahora consideraba culpables
de todo— y podía sentir los latidos de mi corazón que me imploraban por salir
corriendo de allí y refugiarme en los brazos de Kevin… Kevin… Pero, ¿dónde
estaba?
—¿Dónde estás? ¿Dónde estás? —me pregunté
olvidando en los brazos de quien me encontraba.
—¿Quién? No estoy entendiendo nada y me
gustaría saber. —Alex tomó mis hombros, por suerte el llanto ya había cesado un
poco, y me miró directo a los ojos—. Sólo te quiero ayudar, Thais, nunca te
haría daño, nunca.
—Kevin, me gustaría saber dónde está Kevin y
así de paso Julián, porque donde está uno está el otro.
—¿Qué pasó entre ustedes? ¿Por qué salió tan
enojado poco después que tú? ¿Qué es lo que está pasando, Thais? ¡¿Por qué no
hablas?!
—Es…Es… ¡Es todo tan complicado, Alex!
—contesté al fin. Me solté como pude y volví a dar algunos pasos a la salida—.
Tengo que buscarlos, saber que están bien.
—Pero… ¡Por favor, Thais! ¡Explícame!
—¡No quiero estar aquí, Alex! ¡¿Qué no
entiendes eso?!
—¡No soy adivino para estar en tus
pensamientos!
—¿Qué sabes? —musité, volteando y mirándolo
directo a los ojos, él me miró sin comprender—. ¿Qué sabes de Brian Cox? ¿Qué
sabes de esa noche? ¡¿Qué sabes de todo lo que me han ocultado por tanto
tiempo?!
Alex pestañeó varias veces y entreabrió la
boca, quizás no se esperaba todo eso, quizás no se sentía el adecuado, ¡yo qué
sé! Pero no había nadie más a quien preguntarle… en realidad dudaba que Math o
Franco me dijeran algo… Mi amigo dio un paso hacia atrás.
—Thais… —susurró, fruncí mi ceño, eso sólo
significaba que no me diría nada.
—¡Tampoco me dirás una mierda! —grité y apreté
mis puños a la vez—. ¡¿Cómo me piden que confíe en ustedes si no lo hacen en
mí?! ¡¿Cómo me piden eso cuando ustedes mismos son los que me engañan?! ¿Acaso
creen que no sufro, que no me doy cuenta de lo que pasa? ¡¡Soy tonta pero no
tanto!!
—No, espera, entiende…
—¡¿Qué quieres que entienda?! ¡Si todo este
tiempo lo único que han hecho es ocultarme cosas por miedo a que haga algo de
nuevo! ¡¿Acaso no confían en mí?!
—Confían en ti, pero temen a tu reacción, ya
casi te pierden, no volverán a ponerse en esa situación, no si pueden evitarlo.
Alex habló rápidamente, yo sólo lo miré,
aquellas palabras ya me las habían dicho, pero aún no entraban en mi cabeza o,
mejor dicho, aún no las asimilaba como debía. Apreté mis puños, sólo quería una
solución y saber lo que ocultaban, nada más, no quería más protección, sino que
saber en dónde estaba metida, pero no me dirían nada.
—Tengo frío… —susurré, abrazándome a mí misma y
cambiando totalmente de tema—. No quiero entrar a la casa…
—¿Quieres que te traiga algo? —preguntó algo
desconcertado pero aliviado a la vez de tener que seguir respondiendo mis
dudas.
—Por favor… Cualquier cosa, ya sabes dónde
están…
Alex asintió con la cabeza, giró sobre sus
talones y caminó lentamente a la entrada, con la cabeza algo baja, tomó el pomo
de la puerta y por unos segundos dudó en entrar, podía ver su cuerpo tenso. Me
miró por sobre su hombro, yo seguía donde mismo. Me sonrió de medio lado,
imagino que fue para tranquilizarse él o porque pensó que algo pasaría…
Y luego entró, desapareciendo entre los
asistentes a mi cumpleaños, perdiéndose camino a mi habitación… Y ya no lo
volví a ver.
* * * * *
Corrí, corrí a todo lo que mis piernas pudieron
dar, ni siquiera tenía un rumbo fijo porque no podía pensar a dónde ir. Quería
ir con Kevin, quería ir con Julián, ellos estaban juntos, pero no deseaba
atosigarlos con mis problemas, con mis quejas de Math, con decirles quién era
esa chica, con pedirles que me dijeran qué estaba pasando, qué sabían ellos que
me ocultaban con tanto afán… Todo era tan difícil en ese momento.
Y entonces me detuve, sentí mi pecho levantarse
a causa de la respiración agitada, a tal punto que me dolía, el aire frío
tampoco ayudaba. Dejé mis manos sobre mis rodillas y flexioné mi espalda para
mirar el suelo. Estaba oscuro y mucho, sólo una débil luz de la carretera
alumbraba un poco a donde mi mirada se dirigía, mostrando mi propia sombra…
Luego unas gotitas empezaron a caer, eran saladas, algunas eran mis lágrimas, otro
sudor… No quise ni me importó decidir cuál era cuál.
Cuando al fin pude respirar sin tanta
dificultad, me levanté y miré al frente… Ahogué un grito de sorpresa y me tapé
la boca. Tanto tiempo arrancando de aquel lugar y en momentos en que no sé nada
de nada mi mente me trae precisamente a donde no quería: el cementerio.
¿Cuántas veces había venido aquí desde que mis padrinos fallecieron? Cuatro…
ninguna agradable. Ellos, mis padres, mi abuelo, Nick… Las lágrimas se
agolparon en mis ojos a la vez que bajaba la mano y daba un débil paso al
frente. ¿Acaso era la hora de afrontar mi miedo? ¿Mis peores pesadillas? Al fin
y al cabo yo no era tan culpable de lo sucedido… La culpa la tenía Math…
Y caí de rodillas al suelo.
—Math… —susurré al momento en que me hacía bolita
en el suelo frío y oscuro.
Yo no quería entrar al cementerio, lo odiaba,
sí, claro que sí, todo porque allí estaban algunas de las personas que más
amaba en el mundo y que nunca jamás las volvería a tener a mi lado… Todo porque
una de ellas es el chico más lindo, tierno, atento que haya existido y que por
mi culpa ya no está. ¡Todo porque se las quiso dar de héroe!
Enterré mis dedos en la tierra y los arrastré
dejando pequeñas marcas de ellos. Mis lágrimas caían a mares y no parecía que
se quisieran detener. Como pude me di fuerzas y me levanté, no podía ser tan
débil, debía afrontar todo, ya era hora de eso. Me levanté tambaleante, mis
brazos colgaban a mis costados y mis pies se movían por inercia hacia adelante,
mi cabeza seguía baja mirando al suelo. La reja me impidió el acceso. Había
olvidado que los cementerios tienen horario.
—Genial, te pasas de tonta —me dije con una
sonrisa torcida entre el mar de lágrimas que cubrían mi rostro—. Al fin te
decides por venir y tarde… ¡Idiota! —grité hacia dentro del cementerio, luego
un aire frío me recorrió entera.
Me sentí aterrada, giré sobre mis talones y
volví a correr a todo lo que daba, otra vez sin rumbo fijo. Aunque no llegué
muy lejos, la carrera anterior había sido demasiada y mis piernas flaqueaban a
cada paso que daba, me sentí agotada y el pecho volvía a dolerme de sobre
manera. Me detuve cerca de un poste eléctrico y lo abracé como si la vida se me
fuera en ello. Mis rodillas chocaron con el suelo pero sin soltar aquel pedazo
de madera.
—¡Nunca te pedí que fueras mi héroe, Nick,
nunca! —grité tapándome la cara con las manos a la vez que apoyaba mi espalda
en el poste—. ¡Y ahora que te necesito no estás! ¡No estás! ¡Eres el único que
me podría comprender! ¡Math es tu mejor amigo! ¡¿Qué no entiendes que no sé qué
hacer?!
Y abracé mis rodillas y enterré mi cabeza en
ellas, seguí llorando y pensando lo ridícula que me veía gritando a la calle,
en medio de las personas que por allí transitaban a tan altas horas de la
noche, lejos de casa, de mis hermanos, de todo… Lejos de Kevin… Y entonces el
bombillo se me encendió, ¿dónde diablos estaba? Limpié mi rostro con mis manos
heladas y observé con atención, aquel lugar no lo reconocía… y si no lo conocía
era porque no pasaba por allí… Si no pasaba por allí sólo significaba una cosa:
estaba al otro lado de la calle.
Me levanté rápidamente, debía salir de aquel
lugar lo más pronto posible. Di unos pasos atrás y choqué con una pared, miré
bien alrededor y comenzaron a aparecer lo que no había visto mientras corría,
muchas casas bien adornadas, con hermosos jardines, grandes balcones y
terrazas, entrada para muchos autos. Algunas fachadas estaban hechas de piedra,
otras de madera, algunas de cerámica, todas se notaban de un alto costo, pero
lo que más me gustó fue que tenían muchas ventanas… Y me di con la palma en la
cabeza, ¡estaba donde ellos y lo único que se me venía a la mente era que las
casas estaban hermosas con muchas ventanas! Me seguí reprochando a mí misma en
lugar de salir corriendo de allí…
Y fue cuando una luz me encegueció, tapé mi
rostro con mi brazo, tratando de recuperar la visual, pero era imposible ya que
los focos seguían apuntando a mí. Una sensación parecida a la que sentí en el
cementerio fue la que me cubrió de pies a cabeza: me aterré por completo. Quise
gritar y salir corriendo, pero no podía. Lo primero sí, lo segundo no, estaba
encandilada.
—¡Thais!
Y esa voz logró tranquilizarme, mi respiración
se aflojó, mis labios dejaron de temblar —cosa que ni había notado me pasaba—,
las rodillas casi me traicionaron y por poco me hacen caer, pero no ocurrió y
agradecí aquellos brazos que me aferraron con fuerza pegándome a su cuerpo y
lloré… otra vez…
—Franco… —susurré, y no entendí nada de lo que
estaba pasando, ¿qué hacía él allí?
—Pequeña… —musitó y me apartó de su lado,
tomándome del rostro—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué no sabes que es peligroso?
Llevamos horas buscándote.
—¿Horas? —Y me miró confundido, sus ojos, por
primera vez, mostraban angustia y preocupación, algo en mi interior me dijo que
estaba a punto de suceder otra tragedia. Miré a mi alrededor—. ¿Qué pasa,
Franco? ¿Por qué andas en el auto de Kev? —Y entonces estallé—. ¡¿Qué le pasó a
Kev?! ¡¿Dónde está?!
—No lo sé… —dijo y sus manos bajaron desde mi
cuello hasta mis brazos, sentí sus dedos apretarme. Abrí mi boca—. No sé dónde
está, no sé qué pasó, sólo sé que debemos salir de aquí rápido.
—Pero… —Y como siempre reacciono tarde, la
información me llegó de pronto—. ¡¿Qué?! ¡¿Dónde está?! ¡Tenemos que buscarlo!
—No, lo que nosotros tenemos que hacer es huir,
Julián ni los demás, ni yo mismo, me perdonaré si te pasa algo por no sacarte
de aquí. —Me tomó con fuerza de un brazo, giró y empezó a arrastrarme, pero mis
pies se fijaron en el suelo.
—No quiero ir, quiero saber qué pasa —pedí
tranquilamente y no moviendo un músculo de donde estaba.
Franco clavó su vista en el suelo al detenerse,
inhaló y exhaló lentamente, como pidiendo paciencia, y volteó a mirarme. Sus
ojos se posaron en mí y los pude ver humedecidos y me asusté, otra vez, pero al
temer que algo horrible había sucedido a alguno de ellos. Se acercó a mí con
lentitud y dejó sus manos en mis hombros.
—Thais… De verdad, tenemos que salir de aquí,
te prometo que te explicaremos todo…
—¡Siempre me dicen lo mismo y nunca pasa nada!
—grité al interrumpirlo, ya estaba cansada del mismo discurso.
—Por favor, Thais, te lo pido por favor, salgamos de aquí, vamos a un lugar
seguro.
—Sólo quiero saber qué está pasado. —Y me
aferré a él, llorando y sollozando.
Mi hermano me apretó con fuerza, dejando que me
hundiera en su pecho y me sintiera segura, pero algo en mi interior me decía
todo lo contrario. De pronto sentí que el cuerpo de Franco se tensaba y el
apriete fue más fuerte. Me estremecí.
—Te explico en el auto, pero vámonos.
Y ya no pude oponerme, porque mi hermano me
tomó en sus brazos y me llevó hasta el auto, obligándome a subir. Lo que
ocurrió después fue algo difícil de recordar, sé que iba en el auto, Franco al
lado mío hablando, murmurando más bien, y yo con la vista perdida al frente… Se
supone debería estar prestando atención, mi hermano me decía qué había pasado y
me respondía todas esas preguntas que por tanto tiempo pensé que nunca me las
dirían. En cambio de eso… yo no estaba allí, sino que en un lugar de mi mente
que me decía, una y otra vez, que si le pasaba algo a Kevin todo sería mi
culpa, no cumpliría mi promesa a Nick y no volvería a ver a Kevin… Era tan raro
ir en su auto y que él no fuera conduciendo.
—Thais. —Si no fuera porque Franco me apretó el
brazo, jamás lo hubiera escuchado. Lo miré y por su cara de asombro y tristeza
imaginé que mi rostro no era para nada bueno—. ¿Me has estado escuchando?
—Negué moviendo mi cabeza frenéticamente, él suspiró cansado—. ¿Sabes dónde
estamos? —Volví a negar con mi cabeza sin dejar de mirar a mi hermano, ni
siquiera tenía ganas de saber eso—. En el callejón cerca de casa… —Me miró con
compasión y acercó sus dedos a mis mejillas—. Ya deja de llorar, todo estará
bien desde ahora en adelante… —Ni siquiera me había dado cuenta que lloraba.
—¿Qué… qué pasó? —hablé por fin y hasta me
escuché tartamudeante. Después de todo lo corrido, llorado, ensuciado y
reclamado, cuando tenía la oportunidad que siempre esperé, me quedé estática.
—Demasiadas cosas en pocos minutos… desde que
saliste. —Franco apretó sus manos en torno al manubrio al mirar al frente, vi
como sus labios se apretaban con rabia, su sonrisa no estaba… Mi hermano
siempre llevaba su sonrisa—. Vinieron por ella… Math no dejó que se la
llevaran… Alex… —Franco apretó con más fuerza sus dedos—. Alex está herido… Ale
y Tony trataron de detener la sangre, yo fui por ti…
Y entonces exploté…
Franco no alcanzó a reaccionar. En un rápido
movimiento, y algo sin pensar, desabroché el cinturón y abrí la puerta, mis
piernas descendieron por inercia y se movieron disparadas hacia casa. Si ella
seguía allí, la haría pagar por todo, absolutamente por todo, sin siquiera
importarme Math… No podía, no sabiendo que Alex estaba herido… No sabiendo que
quizás ella era la culpable de la muerte de Nick… Tony lo había dicho, Tony
mientras discutía con Math… Tropecé… de pronto mis fuerzas me fallaron y vi el
suelo pegado a mi cara…
—Quieta, quieta… tranquila, tranquila… —Los
brazos de Franco me rodearon por la cintura e impidieron que cayera. Dejé que
todo mi cuerpo se relajara en su abrazo—. No puedes ir, pequeña, no ahora…
Están vigilando, Julián piensa que te buscan a ti, nos hemos separado para
buscarte… Quien te encontrara debía venir aquí y dejar una señal y luego huir…
—Me separó y me dejó frente a él, para que lo mirara a los ojos. Con sus dedos
me limpió las mejillas—. No llores más, pequeña, no llores más… Todo va a estar
bien…
—Pero…
—Te llevaré al auto, te quedarás escondida y yo
iré a dejar la señal y traerte ropa más cómoda. —Sonrió y eso me dio más
fuerza—. No creo que te quieras quedar con ese vestido.
—No…
—Entonces hazme caso ¿sí? Por favor… —Y su voz
sonó suplicante, tanto que mi corazón se encogió aún más, lo miré a los ojos y
pensé que estaba a punto de llorar, pero Franco no lo haría, Franco no lloraba
nunca… nunca. Asentí con la cabeza—. Todo estará bien, pequeña, todo…
Y me abrazó muy fuerte, sentí como su nariz se
metió por entre mis rizos e inhaló profundamente, luego me llevó hasta el auto
y me dejó sentada en el copiloto. Me besó la frente y la punta de la nariz.
Desapareció por el callejón luego de cerrar el vehículo.
Me abracé las piernas, dejando las rodillas
junto a mi pecho, no tenía ganas de nada, me sentía vacía, extraña, ida… Como
si todo hubiese dejado de existir para sólo ser lágrimas, las que brotaban de
mis ojos sin parar… Hundí mi rostro en mis brazos y sollocé, por Nick, por
Kevin, por Alex, por mis hermanos, por no saber qué pasaba realmente y…
—¡Te encontré! ¡Estaba seguro que estarías más
cerca de lo que pensaban! ¡Brian no me creyó! ¡Pero aquí estás! —dijo todo tan
rápido al momento de abrir la puerta de golpe, que no logré darme por aludida
hasta que me tomó con fuerza de un brazo y me dejó de pie frente a él. Tan mal
era mi estado que mis piernas me flaquearon y no opuse ni resistencia—. Hablé
de más, olvida todo lo que dije —se retractó al tomarme fuerte de los hombros,
me tenía apoyada contra el auto, yo no dije nada—. Vengo por el servicio
social… —Y recordé mejor esa cara, a pesar de a verla visto hace tan poco, era
Jack Shaw del servicio social.
—¿Qué… qué quiere? —logré pronunciar al
interrumpirlo y soné tan deprimente que me di hasta lástima.
—¡A ti, obvio! ¡¿Qué más?! —Me soltó y rió de
una manera extraña, casi loca, después se pasó las manos por el poco cabello
que tenía. Me asustó, comenzaba a parecer un psicópata—. Te dijimos, y a tus
hermanos también, que si volvías a estar en medio de algún altercado violento
tu custodia sería removida e irías a un centro para huérfanos, a disposición
que cualquiera te pudiera adoptar… cualquiera… —Eso último lo dijo de tal
manera, un simple susurro, pero cuando sus ojos brillaron con maldad y su media
sonrisa se dibujó en su rostro pálido, me hizo temblar de pies a cabeza. Eso
contando que no me encontraba bien…
—No estoy entendiendo… —musité y miré el suelo,
frunciendo levemente mi rostro.
—¡No estás entendiendo! Ven, iremos a tu casa.
Me volvió a agarrar de un brazo y me jaló hacia
mi hogar, realmente no entendía cómo no oponía resistencia o hacía algo, pero
cada vez que intentaba hacer algo, mi cuerpo no reaccionaba, no tenía fuerzas,
no tenía ganas, no tenía nada…
—¡¿Qué crees que estás haciendo?!
La voz de Franco me hizo volver a la realidad y
forcejeé para liberarme, pero sólo conseguí que me apretara más y me detuviera
a su lado, frente a mi hermano que salía por la puerta de adelante. El tipo a
mi lado lo miró por unos segundos de manera despectiva, Franco no sonreía, todo
lo contrario, lo miraba seriamente y con el ceño fruncido y los puños
apretados. En ese momento me di cuenta que el parecido con Julián era mucho,
sólo cambiaban en cosas pequeñas como los colores… ¡Maldición, otra vez
pensando en estupideces cuando debería estar tratando de soltarme!
—Quieta, niña, quieta, si no quieres que la
sentencia aumente hasta… digamos… ¿los veinticinco años? —amenazó al apretarme
con más fuerza, le obedecí, Franco caminó hacia nosotros.
—¡Te pregunté que qué crees…!
—¡¡Franco!! —grité al ver que el tipo le daba
con su mano libre un golpe en el estómago, tan fuerte que mi hermano flexionó
las rodillas al abrazarse el lugar golpeado y cayó de frente al suelo—.
¡¡Franco!! —Volví a gritar mientras me intentaba soltar usando todas las
fuerzas que me quedaban, y que al parecer no eran muchas—. ¡¡Basta!! —chillé al
ver que el tipo lo pateaba haciendo que Franco gritara de dolor y se retorciera
en el suelo cubierto por una débil capa de nieve del día anterior.
—Éste no me sirve, necesito al mayor… ¿dónde
está? —Se giró por completo a mí y me tomó de ambos hombros, zamarreándome con
fuerza.
—¡No lo sé! —exclamé enfurecida y volví al
ataque para tratar de soltarme, no alcanzaba a ver a Franco, pero lo sentía
toser—. ¡¡No sé dónde está nadie!! ¡¡Nadie!! —Y no sé cómo, pero lo empujé y el
tipo me soltó, me apuré en ir con Franco y me arrodillé junto a él. Lo tomé en
mis brazos.
—Estoy bien… estoy bien… no te preocupes por
mí… —Y volvió a toser, pensaba que era por el dolor, pero estaba equivocada,
era por la sangre que se le acumulaba en la boca.
—¡Franco! —Y noté cómo mis lágrimas chocaban
contra el rostro de mi hermano.
—Huye, pequeña, huye… —Lentamente se empezó a
levantar, intenté impedirlo, pero no pude. Cuando estuvo de pie me colocó tras
él, protegiéndome—. Con eso no detienes a nadie, son sólo unos suaves
golpecitos, puedo asegurarte que las mujeres pelean mejor. —Lo sentí sonreír y,
hubiera jurado, que le guiñó un ojo al oficial.
—Maldito infeliz… ¡Tú y todos los de tu clase!
—Y esta vez el golpe se fue directo al rostro de mi hermano, quien no hizo nada
por defenderse, yo, tras él, grité… nuevamente.
—Huye… —me susurró mirándome de reojo, el golpe
le había doblado la cara y le podía ver el perfil—. Huye… —repitió y me sonrió,
negué con la cabeza—. Por favor… —Y ni yo ni él vimos cuando el oficial le
enterró el puño en las costillas, a Franco se le desencajaron los ojos por el
dolor y escupió sangre—. ¡Thais! —gritó y reaccioné, dando un paso atrás. El
oficial comenzó a reír estrepitosamente.
—¿Crees que puedes escapar? ¿De verdad crees
que eso es posible? —preguntó aún riendo bastante fuerte, yo simplemente me
quedé mirándolo—. ¿Piensas acaso que no hay nadie más?
Y fue cuando entendí dónde podrían estar los
demás, si Franco estaba como estaba por estar peleando con uno solo, no quería
ni imaginar a los demás y… y Ale con Tony y Kian con Dom, pero si ellos no
tienen idea de peleas. Mis rodillas volvieron a flaquear.
—¡Thais!
Mi hermano, nuevamente, trayéndome a la
realidad. Lo miré y fue borroso por las lágrimas atiborradas en mis ojos. Y me
paralicé, no supe qué hacer, ni decir, ni nada. Sólo veía todo, a Franco con
las manos en el estómago y la sangre saliendo por su labio, que me miraba
dándole la espalda al oficial, y a éste…
Pero antes que le diera una patada por la
espalda, alguien o algo se le lanzó encima y lo arrojó algunos metros lejos de
mi hermano.
Todo se volvió confuso, limpié mi cara y corrí
donde Franco para abrazarlo tan, pero tan fuerte, que cuando cayó al suelo, caí
junto a él. Me senté y dejé su cabeza en mi regazo, ya era obvio que mi vestido
estaba arruinado…
—Que no… es… trampa… —musitó palabras
entrecortadas y que no entendí, me fijé en su rostro y un hilo de sangre
brotaba desde su labio y se perdía en el cuello, se lo limpié con mi mano—.
Peque…
Lo abracé más fuerte, todo en rededor había
desaparecido y Franco y yo estábamos en una burbuja escondidos de todos y todo.
Y, por primera vez en mucho, muchísimos años, le pedí al ser aquel superior a
todos nosotros que no dejara que nada malo le sucediera a mi hermano, que me
quitara la vida a mí si era necesario pero que a él lo dejara sano y salvo. Y
después lloré, lloré porque Franco había cerrado los ojos, porque ya no sentía
su pecho subir y bajar con su respiración pausada y agradable, con esa que
muchas veces me quedé dormida, con esa tranquilizante y feliz, con esa que no
se apagaría nunca.
—No te golpeó tan fuerte, Franco, no lo hizo…
—Enterré mi rostro en el cuello de mi hermano—. Vamos, abre los ojos, ábrelos,
Franco, por favor… por favor...
—¡Thais!
—Julián… —susurré sin salir del cuello de
Franco—. Julián…
—¡Thais!
Me jalaron hacia atrás, fue brusco pero suave a
la vez, sabía que no me querían hacer daño, mi hermano mayor nunca lo haría. Lo
miré y vi que tenía sus ojos fijos en Franco, me lo quitó de los brazos y lo
zarandeó gritando su nombre.
—¡Abre los ojos, idiota adoptado! ¡Ni se te
ocurra cerrarlos! Ni se te ocurra… —susurró, tan débil al momento de abrazarlo
con fuerza contra su pecho, que me quedé sin aire observando la escena.
—Julián… él… él… —Pero no me respondió ni me
miró, sólo enterró sus dedos en el cabello largo de mi hermano y apretó los
ojos con fuerza.
—Prometo nunca más volver a decirte Yorkshire,
pero abre los ojos, vamos, hazlo… Franco, por favor, no puedes dejarme… no
puedes…
Y se me encogió el corazón, se me secó la
garganta y deseé estar soñando. Julián abrazó mucho más a Franco y le besó la
frente, sus lágrimas se perdieron en los mechones de mi hermano y se mezclaron
con algo de la sangre que salía de los golpes que le dio ese idiota… Apreté mis
puños, si sólo no me hubiera arrancado, si sólo me hubiera quedado en casa, si
sólo no me quisieran a mí… Otra vez la maldita culpa, otra vez todo pasaba por
mí… otra vez alguien derramando lágrimas y cerrando los ojos de quien debería
sonreír.
Yo simplemente debería desaparecer…
—Julián… —Y esa voz me trajo a la realidad, y a
mi hermano mayor también, porque soltó un poco a Franco y lo miró con
atención—. Trampa… —susurró y tosió, soltando sangre.
—¿Trampa? —preguntó al mirarlo y quitarle un
poco el cabello de la cara—. ¿De qué estás hablando?
—¡No lo hagas hablar tanto, Julián! ¡Que
descanse, que descanse y no se agite! —chillé desesperada y aliviada, mi
hermano seguía respirando y con nosotros y no dejaría que se fuera.
—Peque…
—No hables, no hables, Franco, no lo hagas… no
lo hagas… —Y arrastrándome de rodillas llegué más cerca de ellos y le tomé la
mano.
—Impor… Importante… —Y volvió a toser sangre.
—No lo es, nada es más importante que tú, y lo
único que importa ahora es llevarte a un hospital. ¿Verdad, Julián, verdad?
—Miré al mayor, pero éste parecía ido, como si estuviera en algún lugar muy
lejos de allí, sólo miraba a Franco—. ¡Julián!
—Oh, sí, médico… —reaccionó mi hermano al fin y
miró alrededor.
—¡No! —gritó Franco, pero gimió y apretó su
rostro a causa del dolor—. Trampa… —musitó débilmente.
—Tranquilo, tranquilo, no grites… no lo hagas…
—supliqué y aferré con más fuerza su mano—. Julián, dile que no lo haga. —Miré
a mi hermano con autoridad, pero éste seguía perdido en Franco y no parecía
reaccionar.
—Julián… —El mencionado lo hizo callar con una
afirmación de cabeza.
—Lo siento, Franco, lo siento tanto… tanto…
Y los miré sin entender, el código que ellos
usaron pasó desapercibido frente a mis ojos porque Franco le regaló una mirada
triste y una sonrisa melancólica, mientras que Julián derramó unas lágrimas que
parecían salir desde lo más profundo, porque sus ojos se volvieron unos pozos
oscuros.
—No lo soporté… ¡Te iba a romper la espalda con
esa patada, si no le caigo encima te hubiera matado! —Elevó su voz y yo
comprendí que hablaban del tipo ése… quien por cierto, ¿dónde estaba?—. Tenía
que hacer algo, tenía que…
—Peque… —Miré a mi hermano cuando susurró y le
apreté con fuerza la mano—. Corre… huye…
—Pero… ¿por qué? No quiero… —rezongué, Franco
soltó mi mano y pasó sus dedos por mis mejillas, mojadas mejillas por las
lágrimas—. No quiero dejarte, si te pasa algo… ¡Si te pasa algo, Franco, si te
pasa algo nunca me lo perdonaré!
—¡Hazlo! —gritó y volvió a toser, pero sin
sangre, supuse que era bueno, aunque su rostro reflejó dolor.
—¡No! ¿Qué no entiendes? —Y me lancé a sus
brazos y lloré, con fuertes sollozos ahogados en el pecho de mi hermano.
—Julián… —lo sentí susurrar y su pecho se elevó
unos centímetros, pero el mayor no dijo nada.
—¡Julián!
Y los pasos correr se sintieron fuertes y acercándose,
eran más de dos personas, pero no salí del escondite de Franco, no quería
soltarlo por nada del mundo, no lo soltaría por nada del mundo. Y el ruido de
las zapatillas chocando contra el pavimento se hizo más fuerte y rápido, luego
más lento y se detuvo…
—¡Julián! ¡Julián! ¡¿Qué está pasando?! ¿Es
Franco, es mí Franco el que está allí?
Chris sonaba desesperado, yo había dejado de sollozar,
pero aún sentía la respiración de mi hermano en mis oídos. Luego me tomaron de
los hombros y me obligaron a levantarme, para volver a quedar sentada sobre mis
gemelos, con la mano de mi hermano entre las mías, nuevamente. No volteé a
mirar quién había llegado, sólo sabía de Chris porque habló, pero no sabía
quién más…
—¡Franco! ¡Franco! —Y mi amigo se lanzó sobre
mi hermano empujando un poco a Julián que lo miró feo—. ¿Cómo pudiste dejar que
te hicieran algo así? ¿Cómo? ¿Dónde quedaron todos esos entrenamientos juntos?
¡Pero si eres mi padawan! ¡Mi otra
mitad! ¡Mi mugre bajo mi uña! —Rodé los ojos, esa lengua de Chris… Julián
emitió un sonido, pero no dijo nada, más bien no lo dejaron hablar—. ¡Por el
amor de… de… del dios del Ragnarok! —Y sonreí por esa ocurrencia, sólo a él se
le podría ocurrir y agradecí que estuviera allí.
—Chris… —Mi amigo me miró—. Eres un idiota… —Y
sonreí por entre las lágrimas que no paraban de salir.
—¡¿Qué creen que hacen, los muy idiotas?! ¿¡Qué
acaso no saben que tienen que llevarlo a un hospital o algún lado para que lo
revisen?!
Me congelé al escuchar esa voz tras de mí. Era
Kevin… No estaba perdido… Kevin… Y juntando fuerzas me puse de pie, volteé
lentamente y me lancé a sus brazos, sin mirarlo, sin hacer nada más, sólo lo
abracé tan fuerte, tan fuerte que sentí un dolor en los hombros. Él reaccionó
algo lento porque se tardó en estrecharme contra su cuerpo.
—Maldición, Thais, ¿por qué no lo has llevado
al hospital? —Me tomó de los hombros y me miró a los ojos.
—Kev… Es… Yo le dije a Julián, pero él… —Me
giré para ver a mi hermano, seguía estático junto a las piernas de Franco ya que
Chris lo estaba sosteniendo—. No sé qué le pasa… Franco dijo algo de una trampa
y Julián ya no reaccionó…
—¿Trampa? ¿Qué…? Oh, no. —Kevin me soltó y
volteé a verlo, tenía sus manos en la cabeza haciendo su cabello hacia atrás—.
¡Por la misma…! ¡¿Qué demonios hace ese tipo tirado en el suelo?!
—¿Eh? ¿Quién? —Miré en dirección a donde lo
hacía Kevin—. Es… Él golpeó a Franco, pero Franco no le hizo nada y le siguió
pegando y pegando… casi lo mata, dijo Julián, pero él lo salvó… detuvo la
patada… Franco dijo algo de una trampa… ¿Qué trampa, Kevin? No estoy
entendiendo nada.
—Ahora no, Thais, dame un segundo y todo se
aclarará, pero primero Franco, ¿no crees? —Pasó de mí y avanzó hasta los
chicos—. ¡Chris, deja de hacer estupideces y lleva a Franco al hospital! —El
mencionado lo miró con atención y luego de unos segundos se puso de pie para
obedecer, yo lo miré confundida, no lo había visto tomar las decisiones de hace
tiempo—. ¡Julián! ¡Julián! —Kevin se acercó a mi hermano con el ceño fruncido y
los puños apretados—. ¡No me obligues a hacerlo, Julián! ¡Sabes muy bien que
soy capaz! —Pero mi hermano seguía sin reaccionar y yo no recordaba verlo así
en algún momento de mi vida… Sólo quizás cuando murieron mis padres…—. ¡Julián!
¡Maldición, Julián!
Kevin, desesperado, tomó a mi hermano del
cuello de la chaqueta y lo alzó. Julián quedó por sobre él al ser más alto,
pero mi amigo no cambió su mirada de enojó y no lo soltó por nada, menos cuando
mi hermano perdió el equilibrio luego de recibir el puño de Kevin directo en la
cara… Quise gritarle y quitarle a mi hermano de las manos, pero algo me decía
que Kevin sabía mejor que yo lo que hacía. Y fue así, mi hermano reaccionó.
—¡Caleb, ayuda a Chris! —gritó Kevin y yo me di
vuelta a mirar a Caleb, él era el tercero… yo pensaba que era Math… Entonces
¿dónde estaba mi otro hermano? Y… ¿qué hacía Caleb allí? Es decir, es amigo de
mis hermanos, vive cerca, pero ¿por qué estaba?
—¡Yo voy contigo, Chris! —chillé, limpié un
poco mi cara y di un paso a su encuentro.
—¡No! —gritaron Julián y Kevin a la vez, volteé
a mirarlos confusa.
—¡Quiero ir con Franco, no dejaré que me
vuelvan a dejar encerrada mientras mi hermano necesita ayuda! —reclamé y avancé
al encuentro de Chris y Caleb.
—¡No!
Y ese grito me detuvo por completo, Franco me
miraba apoyado en Chris y Caleb, me miraba fijamente. Meneó la cabeza en
negación y tosió, nuevamente. Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas, ¿tanto
me odiaba mi hermano por lo que sucedió que no quería que lo acompañara? Apreté
mis puños y lo miré directo a los ojos.
—Pero… —Un fuerte ruido interrumpió mi reclamo.
—¡Váyanse ahora ya! —Kevin avanzó hasta mí—. No
se preocupen, nosotros la vigilaremos y veremos qué hacer. Chris, cuídalo
mucho.
El bufón, junto con Caleb, subieron a Franco a
la parte trasera del auto de Kevin, Caleb se fue con él y Chris al piloto, en
pocos minutos ya no estaban frente a mis ojos. Sentí la mano de Kevin sobre mi
hombro y estallé. Volteé rápidamente y le di con el puño en la cara, cosa que
logró volteársela. Él simplemente se tomó el mentón con la mano y movió la
mandíbula.
—¡Que no entiendes que vienen por ti y que
Franco sólo trata de protegerte! —gritó enojado al mirarme—. ¡Esto era una
trampa, Thais, una trampa! ¿Por qué crees que Franco quedó en ese estado? ¿Por
qué crees que no se defendió? ¡Era una trampa para Julián y el idiota cayó
redondito!
—Pero… pero… ¿por qué? —susurré sin entender.
—¡No hay nada que entender, tenemos que
llevarte a un lugar donde no te encuentren!
—¿Encuentre quién?
—¡Thais! —Kevin sonaba desesperado y sus ojos
me mostraban enojo con cada grito que daba.
—¡Lo siento, lo siento! —chillé, mis ojos se
volvieron a llenar de lágrimas que rodaron por mis mejillas. Y entonces sentí a
Julián tras de mí abrazándome con fuerza y besando mi nuca.
—Servicio social, pequeña —musitó cerca de mi
oído—. Ese calvo tenía una trampa para mí, yo caí y ahora me quitarán tu
custodia… —Me abrazó con fuerza, yo abrí mis ojos a más no poder y miré a Kevin
que pateaba algo en el suelo con las manos en la cintura—. Lo siento por no
cuidarte como debía… Te he metido en demasiados problemas… quizás hubiera sido
bueno que te fueras con nuestros tíos a Estados Unidos cuando lo dijeron…
—¡No! —interrumpí elevando mi voz—. ¡No me
quiero separar de ustedes! ¡No me separarán de ustedes!
—Lo siento tanto, mi pequeña. Si no lo hubiera
golpeado…
—¡¿No pueden hablar en otro momento?! —Kevin
interfirió—. Vienen por Thais y hay que llevarla…
—¿Llevarla dónde?
Me temblaron las rodillas y me tapé la boca para
no gritar. Estaba de espalda a la voz, pero no necesitaba ver para saber quién
era. Y me dio miedo, mucho miedo. Julián, al parecer, se dio cuenta porque me
abrazó más fuerte.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Kevin y se acercó a
la voz, lo vi pasar junto a mí y sentí que el mundo se acabaría, Kevin y aquel
juntos… Pero me hice la fuerte y Julián soltó los brazos, dejándome salir y
poder girarme para ver la escena.
—Escuché bulla y me acerqué —respondió, me
miraba fijamente, tenía las manos en los bolsillos y esa sonrisa de medio lado.
—¿No crees que estás muy lejos de tu casa?
—Kevin siguió encarándolo, pero dejó una distancia de más de tres metros.
—Estoy justo donde quiero y debo estar,
¿verdad, Thais? —Mi nombre lo dijo arrastrando las letras y sin quitarme un ojo
de encima, sentí el miedo recorrerme entera.
—¿Se conocen? —consultó Julián confuso—. ¿Lo
conoces? —Me miró algo desconcertado.
Y las sirenas se escucharon fuerte, no supe si
estaban sonando de hace rato o habían empezado recién, pero se sentían cerca,
demasiado cerca para mi gusto porque eran policías y el cuerpo inconsciente del
oficial del servicio social seguía tirado en mi jardín… Y de pronto entendí la
trampa mejor que antes, iban por mí, me llevarían a un orfanato o a un hogar
para separarme de mis hermanos… ¡Hasta podrían meterme a un reformatorio! Y el
peso de todo cayó sobre mis hombros como una bomba. Estaba punto de perderlos a
todos.
Y los carros llegaron con sus lucecitas y sus
sirenas despertando a todos quienes dormían plácidamente a esas horas de la
noche. Una ambulancia, dos autos de policías y uno del servicio social del que
descendió una esbelta mujer de cabellos cortos y negros, con una mirada
amenazadora y una cara de no reír jamás.
—Es ella —dijo aquel que me provocaba miedo con
sólo escucharlo, se había acercado a la tipa del servicio social—. Allá está
tirado su compañero, prueba suficiente de que aquí ella no está bien y necesita
que le quiten la custodia a su hermano.
No sé por qué, pero miré a Kevin, tenía los
labios apretados forzando una mueca que demostraba estaba aguantado las ganas
de romperle la cara a ese imbécil, además que sus puños estaban que rompían
carne de tan apretados.
—¿Julián Leighton? —llamó la del servicio
social.
—Aquí —contestó mi hermano con su voz de enojo.
—Soy Melanie Pat, del servicio social, y vine
porque recibí una llamada de emergencia de parte de mi compañero diciendo que
le querían golpear y, por lo que veo, lo hicieron. —Lo miró fijamente con esos
ojos castaños oscuros—. Supongo que sabe de su advertencia, una pelea más que
la señorita estuviera involucrada y la custodia sería removida. Así que
señorita Thais, ¿sería tan amable de subir al auto y acompañarme?
—Julián… —susurré y le tomé la mano con
fuerza—. No quiero…
Pero mi hermano no dijo nada y Kevin miraba con
odio una piedra en el camino. Los paramédicos pasaron junto a nosotros
rápidamente para ir en ayuda del oficial del servicio y se quedaron con él un
rato. El innombrable se apoyó en el capo del auto de la oficial, se cruzó de
brazos y mostró una sonrisa torcida, no dejaba de mirarme en ningún momento.
—¿Thais? —dijo la oficial, la ignoré
nuevamente.
—¿Quién fue el responsable de la golpiza
recibida el oficial Shawn? —preguntó uno de los policías, los había olvidado a
ellos—. ¿O fueron ambos? —Se había acercado lo suficiente a nosotros como para
poder distinguirlo bien—. ¡Vamos, hablen! De todas maneras mis oficiales harán
su labor y encontrarán al culpable con los peritajes…
—Yo. —La voz de Julián sonó fuerte y poderosa,
Kevin volteó a verlo con una mirada atónita reflejada en su rostro.
—No… —musité, pero mi hermano me soltó la mano
y dio unos pasos al frente.
En lo que dura un chasquido de dedos, fue lo
que tardó el oficial en hacer una seña y que los policías aparecieran listos
para actuar. Tomaron a Julián y le dejaron las manos atrás, juntas, y lo
empujaron contra la puerta de uno de sus autos para revisarlo y ponerle las
esposas. Di unos pasos hacía él, me miraba con los ojos llorosos y temblorosos,
como pidiendo perdón, pero no había nada que perdonar, él no tuvo la culpa de
nada. Kevin me tomó de un brazo, lo miré y tenía el ceño fruncido, también
miraba a mi hermano.
—¿Thais? —Volvió a decir la oficial—. Si fueras
tan amable… —Y abrió la puerta de su auto para que ingresara.
—¡Pero no quiero ir! —chillé y otra vez las
tontas lágrimas—. ¡Me quiero quedar con mi hermano!
—Ya sabíamos que esto pasaría —escuché al
innombrable—. Mejor lo que le dije que hicieran.
Y sin saber cómo ni cuándo, dos policías se
acercaron a mí y me tomaron de las muñecas, al igual que Julián, me las dejaron
en la espalda, como si fuera una delincuente. Kevin, a mi lado, le lanzó el
puño cerrado a la cara de uno de los oficiales que comenzó a sangrar por la
nariz al instante. Otros dos más aparecieron, me empujaron y caí de bruces al suelo,
todo para intentar detener a Kevin que estaba hecho una furia con todo lo que
pasaba. Julián gritaba que se detuviera, pero no había nada que parara los
golpes de mi amigo, al final lo redujeron con un golpe en la cabeza que lo hizo
sangrar de la frente.
La ira recorrió mi cuerpo cuando sentí que me
tomaron de los hombros y me levantaron, mis manos estaban amarradas. Lancé
patadas al aire, pero no logré golpear nada, parecía una niña pequeña haciendo
una rabieta mientras mis ojos estaban fijos en mi hermano, apoyado aún en el
auto y en Kevin, que lo habían esposado y le curaban la herida de la frente,
pero no se veía muy consciente de lo que pasaba, no estaría tan tranquilo en el
asiento de la ambulancia viendo lo que sucedía. No, ése no era Kevin.
—Calma, calma. —Y esa voz la sentí en mi oído,
haciéndome temblar, pero de ira—. Irás al hogar de las monjitas, te tratarán
bien…
Y antes que pudiera decir o hacer cualquier
cosa, me tapó la boca y se subió junto a mí en el auto de la oficial. Lo último
que vi, a través de aquellos vidrios oscuros, fue a Julián forcejeando con los
policías y a Kevin haciendo lo mismo. Luego mis ojos se cerraron por un extraño
olor que me llegó al cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Me vas a dejar tu opinión?
Los comentarios no son moderados, aparecerán apenas lo envíes, pero si faltan el respeto o son dañinos hacia alguien en especial o la que escribe, será borrado o contestado, todo depende de los ánimos de quien responde.
Intentaré responder los comentarios apenas pueda.
¡Muchas gracias por opinar!