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4 de julio de 2025

[¿Y si no te hubieras ido?] Capítulo XXIV: «Porque la energía solo se transforma»

 

César le avisó a Garreth de que había visto a Narel en la universidad. Estaba conversando con el chico de Glasgow porque al parecer entrenaban para el juego del sábado. Garreth sabía que ellos ocuparían la cancha por la mañana y el equipo de Alexander con Brandon por la tarde, aunque a juzgar por la apariencia de su hermano, luego de haberse metido en la borrachera de su vida, no iría al entrenamiento. Habían dormido poco, esperando alguna novedad, pero no tuvieron nada hasta en ese momento. Garreth se lo comunicó al resto, Alexander quiso ir de inmediato a la universidad a buscarla. Ashley le quitó las ganas de una cachetada y fue con Harper, pero cuando llegaron Narel ya no estaba. Steven le dijo que solo se había aparecido un momento para hacerle unas preguntas y se marchó, que no sabía más. Ambas volvieron a la casa frustradas, pero al menos sabían que estaba bien.

—¿Qué preguntas? —Alexander estaba acostado en el sillón, no tenía ganas de que le llegara el sol ni quería moverse.

—No lo sé, no le preguntamos. —Ashley, sentada en el suelo, le respondió—. Quería saber por ella, si sabía dónde estaba, no me importa lo que hablen. Si ella quiere salir con él yo la apoyo y la aliento, le diré que le conviene más que tú, que eres un borracho.

—No tienes derecho…

—Yo ya no bebo, no de esa manera. —Alexander la miró, eso era verdad, Ashley llevaba bastante tiempo que no bebía de esa manera. Ella era la que siempre terminaba como estaba él.

—Brandon te hizo bien.

—No fui yo. —Su amigo se le paró en frente—. Vamos, ponte de pie. Iremos al entrenamiento.

—Olvídalo, no puedo ni moverme.

—Eso no me importa, sabías del juego de mañana, no debiste ponerte a beber de esa manera. —Brandon lo tomó del brazo—. Levántate, irás a hacer ejercicio para botar el alcohol con el sudor.

—Llévatelo, no lo dejes aquí, Brandon. Hazlo sufrir.

—No seré yo quien lo haga sufrir, sino que el entrenador. —Alexander frunció el ceño al ponerse de pie—. Serás su mascota hoy.

Ashley se quedó mirándolos al salir, sentada en donde estaba. Tenía el celular de Narel en la mano, con la esperanza de que ella llamara en cualquier momento o tener noticias, pero no era el caso. Lo único que se acumulaban eran los mensajes y llamadas de Thomas y Helen, ellos ya le habían dicho una y mil mentiras de que estaba en el baño, dormida, cocinando, salido con Garreth, con Jesse, que estaba hablando con Harper… Ya no sabía qué más decirles y tenía la sensación de que, ni su hermana ni su cuñado se tragaban todo eso que le decían. Si no fuera porque estaban Dublín, Ashley aseguraría de que hubieran regresado a la primera llamada no contestada de Narel. Tomó el aparato y lo apagó, era mejor así. En ese momento en lo único que pensaba era que nunca debieron organizar esa fiesta. Estúpida fiesta. Nada hubiera pasado si… Todo era culpa de Alexander, solo a él se le había ocurrido decirle que se quedara en la habitación, si pasaba algo, solo a él culparían de todo.

Su teléfono comenzó a sonar, miró la pantalla, contestó rápidamente.

—Ralph.

—Hola, Ashley. Disculpa, recién escuché el mensaje que me dejaste.

—¿Estás de internado?

—Sí… ¿Estás sola?

—Sí, Alex fue con Brandon al entrenamiento, Garreth con Jesse y Harper andan comprando algo para comer.

—Les hace falta la cocinera. —Ashley sonrió, él tenía información—. Está en mi departamento, no te preocupes.

—Gracias por avisarme, no sabes la angustia que tengo…

—Estabas llorando cuando me dejaste ese mensaje… Quédate tranquila, está bien, aunque me dijo que les había avisado antes de ir al departamento.

—No… no dijo nada…

—Imaginé que me estaba mintiendo, pero no le digas a nadie donde está. Te llamé por eso a ti, sé que puedo confiar en ti.

—¿Por qué no quieres que sepan?

—No está bien por algo que pasó con Alexander, no sé qué pasó ayer, algo vio y no quiere tenerlo cerca… creo que le hará bien estar unos días sin verlo. El domingo por la mañana dijo que volverá a casa.

—¿Qué hago con Thomas?

—Yo lo llamaré, le diré que se enojó con Alexander y se fue a quedar a mi casa, que no se preocupe.

—Bien, pero que vuelva el domingo.

—Estará allí a primera hora.

—Gracias.

—Te dejo, tengo que llamar a Thomas y luego ir a ver unos temas. Cuídate y no digas nada.

—No lo haré.

La llamada finalizó y Ashley se quedó mirando la pantalla por un momento, se sentía más tranquila sabiendo donde estaba su amiga. Se apoyó en el sillón, aún sentada en el suelo, al parecer nunca podría devolver a Narel todo lo que había hecho por ella, si hasta el dejar de beber era por su causa. Si no fuera por ese tonto vicio también la hubieran invitado a la boda, a pesar de que no quería ir, pero lo que la afligía era hacer algo parecido con alguien a quien realmente le importara. En la boda de su prima había bebido tanto que hizo el ridículo, no se perdió con el padrino como siempre suelen decir, pero sí con uno de los que estaban sirviendo, lo conoció cuando por error llegó a la cocina cuando terminaban de arreglar el pastel, uno que terminó de decorar ella con lo primero que encontró en el camino. Sonrió al recordarlo, Narel también había reído cuando Helen le contó, a pesar de que Ashley se moría de la vergüenza y Helen estaba enojada por el ridículo de su hermana, Narel comenzó a reír demasiado y contagió a las otras dos, así lo vieron como un chiste, aunque no fue agradable que anduviera haciendo esas cosas por estar ebria, y ni siquiera era mayor de edad… Ashley comprendió, en ese momento, de que Brandon fue lo segundo mejor que le pudo pasar en la vida, su reputación… esa que tantas veces quiso mantener y por la cual no le gustaba que la vieran mucho con Narel en el colegio, no la hubiera dejado encontrar a alguien como él nunca en la vida, en cambio la habían premiado. No se podía quejar.

Tomó su teléfono y llamó, a pesar de que marcaba y marcaba, no colgaría, dejaría que sonara hasta que el contestador automático respondiera.

—Contesta, sé que estás allí.

—¿Hablaste con Ralph? —Ashley sonrió, cuando a los pocos minutos después de hablar, le respondieron—. Y después andan hablando de que yo soy la aguafiestas y le cuenta todo a Thomas.

—No hablé con nadie, solo llamé para probar suerte y gané. Ahora me debes un premio.

—Te daré un número y te avisaré para cuando se mueva la fila y puedas cobrarlo.

—¿Necesitas ropa?

—No, salí y compré algo en la mañana.

—¿Cuándo vuelves?

—Cuando llegue Thomas.

—¿Lo llamaste?

—No, porque después ustedes hablan de que yo le digo todo lo que hacen. No voy a hablar con nadie.

—Estás hablando conmigo… —Ashley miró el teléfono y comenzó a reír, esa boba, le había colgado al darse cuenta de que le hablaba.

—¿De qué te ríes? —Garreth se quedó mirándola, habían llegado recién—. Pareces aún más loca.

—De nada…

—¿Supiste algo?

—No, nada… —Ashley miró a Harper—. ¿Me acompañas a dar una vuelta? Necesito un poco de aire.

—Bueno. —Harper le pasó las cosas que llevaba a Jesse—. Vamos.

—Un momento, no pueden llegar y salir así. —Jesse se paró en frente de ellas, que estaban por ir a sacar sus abrigos—. ¿A dónde van?

—Brandon con Alexander fueron a entrenar, Brandon me llamó porque necesita que le lleve unas cosas, voy a eso y volvemos. —Jesse se quedó escudriñándola con la mirada, Ashley le sonrió.

—Bien… pero vuelven pronto.

—Estaremos de regreso y ni notarán que nos fuimos. —Ambas chicas salieron, los dos se quedaron mirándolas.

—Ashley sabe algo. —Garreth le dijo al caminar a la cocina, habían comprado una cena lista, llegar y servir.

—No sabe algo, ella sabe dónde está y va a verla. A mí no me engaña.

—Creo que sí, Thomas dejó de llamarme.

—Eso puede ser malo y bueno.

—¿En qué sentido?

—Que pueden estar de regreso y van a ver a tu hermano en ese estado. —Garreth lo miró, no había pensado en esa posibilidad.

—Ojalá que Brandon lo haga sufrir en el entrenamiento.

Los dos sonrieron y arreglaron lo comprado, la idea era que cuando volvieran los demás, solo calentaran y a comer. Le compraron un plato a Narel igual, a pesar de que las probabilidades de que regresara ese día eran muy bajas.

 

**********

 

Cuando Narel colgó el teléfono, luego de hablar con Ashley, lo primero que se le pasó por la cabeza era que Alexander llegaría en cualquier momento a buscarla. Dejó la computadora portátil de Ralph sobre la mesa de centro, estaba sentada, o más bien acostada, en el sillón usándola con el teléfono del departamento cerca, por eso le contestó a Ashley cuando dejó el mensaje en la grabadora. Ya se había metido por completo en lo que hacía Ralph y, a pesar de que él no sabía, lo ayudaría en lo que más pudiera. Pero, en ese momento, en lo único que pensaba era en que Alexander llegaría y no la dejaría en paz, era seguro que Ashley le diría. Se giró, escondiendo la cara en el sillón, y se estiró por completo, dejando caer las manos por el costado del mueble en el que estaba. No quería verlo.

Había pasado poco menos de media hora cuando el golpeteo en la puerta comenzó. Narel refunfuñó acostada, no quería verlo para nada. Pero también estaba el caso de que pudiera haber pasado algo, los golpes en la puerta eran insistentes. Se levantó con lentitud y abrió. Ashley, al otro lado, la miraba con el ceño fruncido. No la dejó decir nada, simplemente entraron, aunque Harper sonreía al verla.

—No vuelvas a hacer esto de desaparecer así, si no quieres ver a Alexander porque es el mayor de los idiotas en todo el mundo, bien. Pero nosotros no tenemos que estar en el mismo saco. —Ashley, luego de regañarla, la abrazó—. Muñequita mía, no sabes lo preocupada que estaba. —Narel rodó los ojos.

—Déjame en paz, sabes que todo eso no es verdad. —Harper comenzó a reír al lado de ellas.

—Si es verdad, Nar. Ash estaba preocupada. —Narel miró a Ashley acusadoramente.

—Se te acabaron las ideas para mentirle a Helen y a Thomas, ¿verdad?

—Sí, pero ya dejaron de llamar, así que no importa. —Ashley le besó la mejilla y le tomó la mano—. Vamos a ver televisión y a pedir pizza para comer. Tendremos nuestra noche de chicas aquí.

—Ash, ¿cómo supiste que estaba aquí? —Ashley la miró, ambas se habían sentado en el sillón, Harper estaba de pie con el teléfono en la mano.

—No podías ir a ningún otro lado. —Ashley la abrazó, sabía que estaba triste por algo, se le notaba en los ojos—. No le hemos dicho a nadie que estás aquí, solo nosotras sabemos.

—Ya pedí una pizza. —Harper se sentó junto a ellas—. Pagaremos con efectivo para que nadie sepa que estamos aquí.

—¿No le dirán a nadie?

—Claro que no, boba. Si estamos aquí para cuidarte, no para molestarte.

—¿Qué estabas haciendo en la computadora, Nar? —Harper la tomó, lo que Narel miraba seguía abierto.

—Le ayudaré a Ralph a juntar dinero para el hospital de los niños, él estaba buscando como hacer algo para generar recursos, pero allí se le quedó y se fue de internado. Yo me quedé buscando qué más hacer.

—¿Y Ralph sabe? —Ashley la miró fijamente, Narel le sonrió—. ¿No crees que mejor le dices primero?

—No, porque si no funciona solo se ilusionará y le romperé el corazón. —Ashley rodó los ojos por esa respuesta, Harper sonrió—. Mañana tengo una reunión por una idea que se me ocurrió.

—¿Mañana? —Harper dejó la computadora en donde estaba—. ¿Mañana que es sábado?

—Sí, es con la gente de Glasgow. Se me ocurrió una idea y Steven ya habló, mañana tengo que ir.

—¿Estás saliendo con Steven? —Ashley le preguntó, la tenía abrazada aún y la soltó un poco para mirarla.

—No, estoy con ustedes, no saliendo con él.

—No seas boba, no me refiero a eso.

—¿Entonces?

—A que si estás saliendo con él. —Narel rodó los ojos, Harper sonrió.

—Ya te dije que estoy con ustedes, aún no aprendo a clonarme. —Ashley le jaló uno de los rizos, Narel frunció el ceño.

—Que no es eso, boba. ¿Te gusta Steven?

—No, solo somos amigos. Y ya no me toques los rizos.

—Pero tú le gustas a él, no entiendo por qué no te lo ha dicho aún.

—Porque no le gusto, Ash. Tú eres la boba al pensar en eso. —Harper comenzó a reír fuerte, Narel la miró—. ¿Tú piensas como Ash?

—Todos pensamos lo mismo, todos sabemos que él gusta de ti.

—Pero solo somos amigos, nos juntamos para ir a los museos y esas cosas, nada más.

—¿Y por qué crees que él va a los museos? —Narel miró fijamente a Harper.

—Porque le gusta, ¿por qué más sería?

—Porque quiere agradarte, quiere que tú gustes de él también.

—Pero yo lo veo como un amigo, así como Jesse o Brandon, solo que le gustan los museos y a nadie más le gustan…

—Por eso, boba. A nadie más le gustan, solo a ti. —Ashley le lanzó un cojín, Narel la miró con el ceño fruncido al tomarlo en sus manos—. ¿De verdad crees que un futbolista idiota, sin cerebro como todos los futbolistas, pueda gustarle los museos? —Narel la miró dubitativa—. No seas boba… ¿alguna vez has tenido una conversación inteligente con él? ¿Qué te lleve el ritmo de todas esas cosas que hablas? ¿Una conversación como las que tienes con Harper cuando hablan de libros?

—No… —Narel abrazó el cojín y se quedó pensando en eso—. ¿Eso no es porque sabe más que yo y no quiere parecer cerebrito? —Las dos chicas comenzaron a reír a carcajadas.

—No, boba. Es porque tú le gustas y quiere acercarse a ti, en cualquier momento te dirá lo que siente. —Ashley notó que Narel enrojeció—. A ti también te gusta.

—No, no es eso, no lo veo así.

—Te pusiste como tomate.

—Me da vergüenza. —Las dos chicas detuvieron la risa y la miraron, Narel abrazó más fuerte el cojín—. Me da vergüenza no darme cuenta de esas cosas, lo mismo pasó con César, fui la única que no notó que le gustaban los hombres… Y ayer… ayer… frente a mis propios ojos ustedes estaban organizando todo eso y yo no lo noté… Me da vergüenza ser así de tonta.

—No eres tonta, eres boba. —Ashley volvió a abrazarla, de manera sobreprotectora. Narel recordó a Helen cuando la consolaba—. Eres la persona más inteligente que conoces y tú conoces a muchas personas. —Narel le dio con el cojín en la cara, las tres rieron. El sonido de la puerta las interrumpió, Harper fue a ver, ya que debía ser la pizza. Narel con Ashley fueron a buscar platos y vasos.

—¿Qué harás si se te declara? —Harper le preguntó mientras ordenaban la mesa de centro para comer sentadas en el suelo.

—No lo sé, es raro… Pero no le diré que sí. —Ashley la miró, eso era seguro—. Es decir, si me dice algo, no le corresponderé porque yo no siento lo mismo por él… y no creo que sea correcto decirle que sí, ilusionarlo y jugar con él… eso se siente feo.

—¿Y por qué no le das una oportunidad? —Ashley miró a Harper que había preguntado—. ¿Y si te enamoras de él al darle una oportunidad?

—No lo creo, si es como ustedes dicen, que solo le gustan los museos por agradarme, ya empezó con mentiras y no me gusta que me mientan. Así no debió ser… además… —Las dos chicas la miraron, Narel había bajado el tono de voz y mirado hacia el suelo—. Además, yo quiero recorrer el mundo, hacer cosas divertidas, terminar de estudiar, ver si puedo ir a hacer ese curso en Glasgow, quiero ir a conocer donde nací… quiero volver a Canadá… Él solo quiere jugar fútbol en Italia y en el Chelsea, y es bueno, pero ¿y qué más? Ash, tú entiendes eso.

—Sí, claro que sí. Al principio con Brandon pensé que solo estaba interesado en el fútbol, pero después me di cuenta de que no, de que él tiene todo un futuro imaginado y me gusta, y quiero ser parte de él.

—¿Y no te gusta nada de nada? —Harper notó que Narel volvía a enrojecer, sonrió por eso—. Yo creo que sí te gusta un poco.

—Me gustan sus ojos. —Ashley se atoró al escucharla, Alexander se moriría cuando supiera, lo primero que le gustó de él fueron sus ojos y terminó enamorada—. Tiene esos ojos como los de Kev… —Narel miró a Ashley—. Como el Kev de Canadá, Steven tiene esos ojos brillantes, como que quiere comerse el mundo… Pero a diferencia de Kev, que se quiere comer el mundo completo, Steven solo quiere comerse el mundo del fútbol, por eso no son tan fogosos como los de Kev.

—Un día tenemos que ir a Canadá, Harper. Solo las tres. —La mencionada la miró—. Por todo lo que me cuenta esta boba de allá, de seguro terminamos con unos novios más guapos que los que tenemos.

—Claro que no, no vas a tener nada con ellos. —Narel le jaló la oreja a Ashley—. Con ellos no.

—No seas egoísta. —Ashley la miró, Narel frunció el ceño—. ¿Nunca te gustó ninguno de Canadá? Si te hubieras quedado allá… ¿a quién te hubiera gustado ver con otros ojos?

—Kevin. —Ashley volvió a atorarse, esa vez con la pizza, la respuesta había sido demasiado rápida—. Siempre me gustó Kev, creo que es el único que podría contenerme y apoyarme en las cosas que se me ocurrieran. Kevin es como tú, es tu versión masculina.

—Si no sintieras nada por Alexander… —Harper interrumpió a las otras dos, que la miraron.

—Kev, él sería mi primera opción en todo el mundo. No hay más.

—Está listo entonces. —Harper ordenó la caja de la pizza, ya habían terminado—. Cuando dejemos de estudiar, nos vamos a Canadá, con Ash tenemos que conocer a esos chicos y quedarnos allá para siempre.

—Creo que yo me quedaré con Julián, siempre que me hablas de él se ve tan genial. —Narel frunció el ceño—. Además, si es como tú, es justo lo que necesito.

—Ya te dije que… —Se quedó en silencio, el teléfono de Ashley comenzó a sonar.

—Brandon, amor… sí, estoy bien… Ah, sí, le dijimos eso, pero necesitábamos un tiempo lejos de todos ustedes por lo que pasó… no lo creo… —Harper con Narel la miraron que se quitó el teléfono del oído.

—¡Estás con Nar! —Ashley notó que Narel palidecía al escuchar la voz de Alexander, que al parecer le había quitado el teléfono a Brandon—. ¡A mí no me mientas, sé que estás con ella! ¡Dime dónde para ir a buscarla! —Narel negó con la cabeza.

—Deja de gritar, idiota. Y no, no estoy con ella, con Harper salimos a dar una vuelta a ver si la encontrábamos y no, no sabemos dónde está aún.

—¡Vuelve con ella a casa ahora…! —Las tres escucharon unos ruidos, luego de eso la voz de Brandon otra vez. Ashley se puso el auricular al oído, nuevamente.

—Sí, en un rato. No te preocupes… Pégale fuerte y lo mandas a dormir. Buenas noches, amor. —Y Ashley colgó, las otras dos la miraron—. Bien, todo arreglado, mandaron a dormir a ese idiota. Nosotras tendremos nuestra noche de chicas y mañana iremos al juego juntas. —Ashley miró a Narel, tenía cara de preocupación—. Vas a ir al juego ¿verdad?

—Sí… —Las dos chicas la miraron, esa respuesta fue con demasiadas dudas—. Pero me sentaré en el lado de Glasgow esta vez, por la reunión. Además… —Ashley se fijó que bajó la mirada y se perdía en un punto en el suelo—. Mañana es 11 de noviembre…

—Alexander va a matarse en el mismo campo, pero se lo merece. Y por los dos motivos.

Las tres decidieron quedarse viendo películas sentadas en el sillón, acurrucadas en el cobertor de la cama y con la luz apagada. No se dieron cuenta del paso de las horas, no hasta que el amanecer las despertó con los pequeños rayos de sol por entre las nubes. Se levantaron y fueron a la universidad, allí tendrían desayuno y luego al juego, que estaría espectacular, según los ojos de Ashley, cuando la vieran sentada entre el público del equipo contrario. Ya quería ver la cara de Alexander por eso y, de paso, la de Garreth, ya que ella no quería saber de ninguno de los dos.

 

**********

 

Aquel sábado las gradas estaban llenas, y los alrededores también. Desde que jugaron la primera vez que todo se llenaba cuando volvían a encontrarse, era uno de los juegos más esperados porque, a pesar de que antes siempre el vencedor era Glasgow, ya llevaban dos años en que las estadísticas habían cambiado, a veces ganaba uno y a veces el otro, incluso cuando los de Londres viajaban a Escocia regresaban con el título del vencedor. Narel había estado conversando con el entrenador sobre eso, a pesar de ya no tener una relación con Alexander, seguía participando de las prácticas porque ya le habían dado hasta la camiseta con su nombre. El entrenador le comentó que desde el partido que ganaron que Glasgow les estaba pidiendo más encuentros, antes los ignoraban o encontraban alguna excusa para no participar, pero últimamente eran ellos quienes los buscaban y era bueno, Glasgow siempre fue reconocido entre los equipos universitarios.

Alexander miró las gradas, le gustaba ver esa cantidad de gente que iba a mirarlos, en realidad a todos los chicos le encantaba la idea de tener tantos adeptos, sin importar si los iban a ver a ellos o al equipo contrario, lo que se sentía bien era el simple hecho de tener a tanta gente pendiente de sus juegos, los motivaban a querer ganar. Pero, el chico de ojos celestes aquel día miró buscando a alguien en especial, una chica de rizos que siempre se sentaba en la última hilera de las gradas, con la gorra del equipo de la universidad y con la camiseta con su nombre. Aunque ese día no estaba. Quería verla… necesitaba verla y saber que todo estaba bien, había dejado la casa el jueves y ya era sábado y no tenía ninguna noticia de ella, se estaba desesperando. Además, era 11 de noviembre, su aniversario y la necesitaba. Apretó los puños, era su culpa… y Thomas había dejado de llamar con tanta insistencia… Nicholas no le respondía para saber si pasaba algo… Estaba desesperándose, si Thomas volvía y Narel no estaba en casa, sabía que estallaría la tercera guerra mundial. No quería más preocupaciones, pero tenía claro de que se merecía todo lo que pasaba. Miró las gradas del equipo contrario, una gorra roja del Manchester llamó su atención, podía reconocer esos rizos en cualquier lugar del mundo siempre y cuando estuvieran de día. Frunció su ceño, estaba en el lugar equivocado, no debía estar con el equipo de Glasgow. La vio reír y hablar de lo mejor con el entrenador de ese equipo… y esa gorra… no era la de ella. Estaba todo claro en ese momento, solo con Ralph podría esconderse, se había quedado en el departamento. Dio un paso para ir donde ella, se la llevaría de vuelta a casa en ese mismo segundo.

—El juego va a comenzar. —Brandon lo tomó de un brazo y lo detuvo.

—No me interesa. —Su amigo notó que Alexander no dejaba de mirar a Narel.

—Vamos, tenemos que ganar.

—¡Que no me interesa! —Alexander miró a Brandon con enojo, este lo soltó, no lo había visto nunca así—. Solo quiero ir por ella y llevarla a casa… pedirle perdón por todo…

—¡Alexander! —Ambos chicos miraron a las gradas en donde estaban sus amigos, Camille movía la mano para llamar su atención—. ¡Gana este juego por mí!

—Tú novia vino a verte, no le falles.

—No molestes. —Alexander volvió a mirar al lado contrario, Narel ya no estaba allí—. ¡Maldición!

Ambos chicos comenzaron a prepararse para el juego, Alexander entendió que Brandon tenía razón: había un partido que ganar. Narel, por otro lado, escuchó cuando Camille le gritó a Alexander y lo vio demasiado cerca, por suerte ya había terminado de hablar de lo que necesitaba, así que se despidió y se alejó de todo eso. Sin darse cuenta llegó al árbol que dividía el colegio con la universidad, recordó que años atrás, cuando recién había llegado a Londres, con Alexander se subían a ese árbol para mirar los juegos de la universidad, recordaba cuando él decía que un día jugaría en esa cancha, quizás solo unos meses para luego ser profesional. O tal vez sería profesional antes. Narel sonrió cuando volvió a subirse donde antes, la última vez que estuvieron allí fue cuando Alexander decidió ya no ser jugador de profesión, Joshua había nacido hacía dos semanas y desde aquel árbol miraron el último juego universitario juntos. Nunca imaginó, que más de cinco años después, volvería a mirar desde allí, pero esta vez el juego de su mejor amigo.

Se quedó en el árbol incluso después de terminar el juego, allí nadie iría a buscarla, sabía que Ashley no la dejaría tranquila y no tenía ganas de volver a casa aún, no si no estaban Thomas y Helen, no quería ver a Alexander y a Garreth, no todavía. Varios minutos después descendió, iría a comer algo por allí y luego a pasear, tenía ganas de caminar sin pensar en nada. Aunque estar en el árbol le había traído demasiadas memorias, como cuando fue por primera vez al Royal Oak, Alexander la llevó un sábado, ya tenía aproximadamente un año viviendo el Londres y él había notado lo mucho que le gustaban los árboles, así que simplemente se fueron a pasear, ella no sabía que Alexander quería mostrarle aquel árbol de tantos años, más de setecientos. Él le enseñó, en ese paseo, de que el Richmond Park no era solo para ir a jugar y tomar helado, sino que tenía una historia detrás, una que le gustó aún más porque era por los árboles, los robles, de muchísimos años. Luego de ese viaje Narel comenzó a decir que ella era más fuerte que un roble, que por eso casi no enfermaba. Alexander se arrepintió de llevarla luego de que ella pareciera cotorra repitiendo lo mismo día tras día.

—¿Dónde estabas? —Narel se detuvo, ya había salido de la universidad e iba caminando hacia el parque, pero por los caminos largos, para no encontrarse con nadie—. No te vi en el juego.

—Estaba viendo unos asuntos por lo que quiero hacer.

—Pensé que te quedarías al juego completo, les ganamos. —Narel vio al chico sonreír de oreja a oreja, ella le respondió de la misma manera—. ¿Te gustaría ir a celebrar con un ganador?

—En realidad… —Se quedó mirándolo y recordando todo lo dicho por las chicas la noche anterior—. Steven… hay una feria cerca, ¿te gustaría ir allí a celebrar? Tiene juegos mecánicos y montañas rusas y arcade… —El chico solo sonrió al verla, parecía una niña pequeña describiendo un lugar maravilloso—. ¿O te dan miedo esas cosas?

—No… no me da miedo, pero no tengo tanto estómago para eso, pero si quieres ir, no hay problema por mí. Mi vuelo sale mañana por la tarde y tengo tiempo para pasarlo contigo.

Narel se quedó mirándolo y le sonrió, comenzaron a caminar conversando del juego, ella tuvo que aguantar las ganas de decir algunas cosas porque se supone que no lo había visto. No le gustaba mentir, pero algo le decía que mejor se fuera con cuidado con algunos temas, quizás era por las conversaciones de las chicas la noche anterior, aunque por más que mirara a Steven, no veía nada de lo que ellas decían, lo más probable es que estuvieran equivocadas, así que las ignoró y comenzó a divertirse en la feria. Steven no fue capaz de subirse dos veces a la montaña rusa, en cambio Narel no tenía como parar por tanta diversión, los parques de diversiones y las ferias eran uno de sus lugares favoritos siempre. Juegos y comida, todo junto en un solo lugar, después de las bibliotecas y los libros, lo segundo mejor de la vida.

Steven la dejó en la puerta de la casa cuando ya comenzaba a anochecer. Narel vio que no tenía buena cara, quizás sí le había afectado hacer que se subiera a los juegos, pero él le dijo que estaba bien y que la esperaba en Glasgow para seguir con su idea. Narel se quedó mirándolo hasta que desapareció en la calle, de verdad no se veía para nada bien.

—¿Qué es esto? —Nicholas abrió la puerta cuando escuchó que alguien intentaba abrirla—. Georgie, mira, nos invaden los osos de peluche gigantes. —El mencionado llegó junto a él, ambos rieron, el oso de peluche al otro lado del umbral movía los brazos. Apenas entraba por la puerta.

—Nick, ¿cuándo llegaste?

—¿Escuchaste, Georgie? Y habla como nuestra Emperatriz, es un oso gordo, quizás se la comió.

—Y por eso quedó como un oso-ballena, se dio un buen festín. —El oso, con sus brazos de peluche, los golpeó a los dos. Ambos rieron más.

—Déjenme entrar.

—No podemos dejar entrar a los osos gigantes de peluche, no sabemos de dónde vienen. —Narel, al otro lado del peluche, lo empujó, los otros dos adentro rieron más—. Emperatriz de mi vida, te extrañé. —Nicholas la abrazó fuerte, dejando el oso a un lado.

—Yo te extrañé, Nick.

—¿Y a mí? —George se unió al abrazo, Narel los rodeó a los dos.

—Extrañé a mis dos bebitos, ya no volverán a salir sin mí.

—¿Ya nos perdonas por lo de Freddy? —Narel los soltó y los miró, ambos sonreían con dulzura.

—Eso no se los perdonaré nunca, nunca en la vida.

—¿Qué es…?

—¡Thomas! —Narel pasó por entre los chicos y el oso gigante, pero se detuvo porque el mayor tenía el ceño fruncido y todo él mostraba enojo. Tras él estaba Alexander, Narel evitó mirarlo, algo que no pasó desapercibo por Thomas.

—Nicholas, George, suban eso. —Ella notó que no solo se veía enojado, también sonaba así. Los dos chicos obedecieron, subiendo el oso con cuidado por la escalera—. ¿Dónde estabas?

—En la feria del colegio…

—¿Y tu teléfono? —Narel lo miró, él seguía con el ceño fruncido, no era como las otras veces que la abrazaba y todo se pasaba, ahora había dejado distancia.

—No sé dónde está…

—¿Cómo no sabes? ¿Por qué no te compraste otro o buscaste la manera de comunicarte?

—Lo siento, Thomas…

—Vas a estar castigada. —Narel lo miró, tenía los planes para ayudar a Ralph y no le servía estar castigada en ese momento.

—¿Por cuánto tiempo? —Thomas frunció aún más el ceño frente a esa pregunta, Narel bajó la mirada.

—Por toda la vida es poco.

—Pero…

—Tenía mi confianza en ti. —Narel se quedó en silencio, solo mirando el suelo, ella sabía que le había fallado, pero no esperaba que fuera para tanto—. Y te desapareciste por días. ¡Días! Si hubiera sido solo un momento, está bien, no hay problema. Pero fueron días. Me esperaba cualquier cosa de estos dos idiotas, pero no de ti. —Narel levantó un momento la mirada y vio que Garreth estaba junto a Alexander. Los tres notaron que tenía los ojos llorosos, volvió a mirar al suelo—. Fue una decepción todo esto que pasó, ya no te podré dejar de nuevo sola en casa. —Alexander notó que Narel apretaba los puños—. ¿Y dónde están tus anteojos? Si sabes que es por tu bien… Mejor vete a tu habitación, mañana hablaremos. —Narel giró sobre sus talones y subió corriendo la escalera, estaba llorando. Se encontró con Nicholas y con George a la subida, que la esperaban con el oso gigante—. ¡Tienes prohibidas las visitas! ¡Incluidas las de tu familia y esclavos! —Narel los miró, Nicholas con George la miraron con sorpresa, ninguno se esperaba esa reacción de Thomas. Ella tomó el peluche y se encerró en su habitación, los dos más pequeños se fueron a seguir escuchando en la escalera.

—¿Te quedaste mudo, Russ? —Ashley se asomó desde la cocina, Brandon iba tras ella—. ¿O eres tan poco hombre como para no decir nada? —Thomas se quedó mirando a su cuñada, Alexander frunció el ceño por eso, Ashley rodó los ojos, tomó su abrigo del armario y se fue. Brandon se despidió rápidamente para seguirla.

—Creo que hay alguien aquí que nos debe una explicación. —Helen salió de la cocina, Thomas la miró.

—Thomas… —Alexander se acercó, enseñándole el teléfono de Narel. Su hermano lo miró con sorpresa.

—¿Por qué…?

—Se lo quité para que no hablara con Steven. —Thomas frunció aún más el ceño al mirarlo.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué dejaste que le hablara de esa manera? Incluso me alentaste a que la castigara antes de que llegara. Tú fuiste quien me dijo que desde el jueves que no llega a casa.

—Lo siento, Thomas. —El mayor le quitó el teléfono de las manos con brusquedad.

—¿Qué fue lo que realmente pasó?

—Nada, Thomas. —Garreth se interpuso entre sus hermanos, habían quedado de acuerdo con Alexander de que no le dirían nada a Thomas, pero no se esperaban que llegara antes, sin dejarles tiempo de pensar en algún plan—. Alex le quitó el teléfono porque estaba celoso y no quería que hablara con Steven, Nar se enojó y se fue, pensamos que volvería, pero no lo hizo y se quedó en el departamento porque Ralphie estaba de internado.

—¿Y Nar se enojó porque Alex le quitó el teléfono? —Helen los miró arqueando una ceja, Garreth la miró sonriente—. Sí, claro, como si a ella le importara ese aparato.

—Hicimos una fiesta, Thomas. —Alexander miró a Garreth, a pesar de ser quien se negara a confesar, lo terminó haciendo igual—. No le dijimos nada a Nar para que no les dijera a ustedes, sabíamos que, si ella se enteraba, cuando ustedes la llamaran ella les diría. Así que Alex le quitó el teléfono y le pedimos que se encerrara en su habitación…

—¿Qué le pidieron qué? —Thomas los miró con el ceño aún más fruncido.

—No queríamos que les dijera nada a ustedes, solo fue por eso, no lo pensamos bien. —Alexander trató de hablar calmadamente para que Thomas fuera aflojando su enojo—. Ella dijo que se quedaría en la habitación, pero no sabemos en qué momento se fue y no la vimos hasta ahora… no supo que le saqué el teléfono, ella de verdad piensa que lo perdió en alguna parte.

—Voy a matarlos, a los dos… Dejaron que le gritara y ni les importó… todo por mantener su estúpida mentira. Garreth, desde el lunes comienzas a trabajar en la oficina y tú —dijo mirando a Alexander—. Te acaban de aumentar las horas de trabajo, ya no serán tres al día, sino que seis, y no, no hay derecho a reclamos y no me interesa si no les queda tiempo para estudiar o salir por allí, ya verán ustedes, los inteligentes de esta familia, como se la arreglan. Y ya no los quiero seguir viendo. —Thomas subió la escalera, se topó con Nicholas y con George que lo miraban asombrado, meneó la cabeza y se metió a la habitación.

—Esta vez sí que se pasaron, dejarla encerrada. Te mereces que no te perdone, Alexander. —Helen los miró con enojo y luego siguió el camino de su esposo.

—Veo que sigue teniendo los pantalones mejor puestos que ustedes. —Jesse salió de la cocina de la mano de Harper, los dos hermanos lo vieron sonreír burlesco y de medio lado—. Nada cambia al final, sigue siendo más que los dos juntos. Nos vemos mañana.

—Esto es tu culpa. —Alexander miró a su hermano con enojo. Luego de que Jesse saliera con Harper.

—¿Mía? Tú fuiste quien le quitó el teléfono y la quiso dejar encerrada, yo te dije que le dijeras todo. Todo.

Garreth subió, Alexander se quedó en la sala por un rato. Tendría que dormir en el sillón, de seguro su hermano no lo dejaría entrar a su habitación y la casa de al lado estaba ocupada por Jesse con Harper, siempre que iban a Londres, ellos se quedaban allí. Narel nunca preguntaba donde se alojarían, para ella era normal que simplemente llegaran, ya que la mayor parte de las veces, desde que ya no tenía nada con Alexander, terminaban teniendo noches de chicas en su habitación con Harper y Ashley, y ellos noche de chicos en donde Garreth, con Alexander, Brandon y Jesse. Narel aún no tenía ni la menor idea de que la casa de al lado era de ella, y mucho menos que Alexander la seguía arreglando, de a poco, pero lo hacía. Aquel 11 de noviembre, para Alexander, había sido el segundo peor de todos. El primero era, obviamente, el fallecimiento de su madre. Pero de verdad tenía demasiadas ganas de haber conversado con Narel o haber visto alguna película o cualquier cosa. Solo quería tenerla cerca.

 

**********

 

—Buenos días. —Alexander entró a la cocina con claros síntomas de no haber dormido bien, a pesar de que se había duchado y preparado, el dormir en el sillón se le notaba en todo el cuerpo. Miró a su cuñada—. ¿Por qué estás cocinando tú?

—No quiere bajar y no vas a ir a molestarla.

Alexander se sentó sin ánimos, su hermano mayor, sentado ya a la mesa, estaba con el periódico y no le dio ni una mirada. Tenía el ceño fruncido. Alexander suspiró, sería un largo día. Los demás fueron llegando de a poco, George y Nicholas fueron los primeros, luego bajó Garreth. Helen subió a buscar a los más pequeños, Leah, Elijah y Emma, y volvieron a reunirse todos como familia.

—¿Dónde está Jesse? —Alexander preguntó al ver a Harper entrar.

—Buenos días a todos —dijo mirándolo con el ceño fruncido—. Primero se saluda, Alexander. No seas sin respeto. —Harper se sentó a la mesa, para desayunar—. Y ya baja.

—¿Cómo que ya baja?

—Está tratando de hacer que Nar baje.

—¿Por qué él sí puede subir y yo no? —Nicholas, a su lado, comenzó a reír.

—¿Quieres que te enumeremos los porqués o solo te decimos el total de razones? —Alexander frunció aún más el ceño.

—Le llevaré desayuno. —Se levantó, ignorando al resto.

—Si llegas a poner un pie en esa habitación, te castro. —Alexander volvió a sentarse luego de escuchar a Thomas, para terminar de desayunar, aquel comentario dejó a todos sin habla. El mayor había estado en silencio durante todo el rato, se notaba enojado.

—Voy por Steph y Josh.

Nadie le respondió cuando se levantó y salió, ni siquiera Garreth, a quien tampoco los demás tomaban mucho en cuenta. Ese día habían quedado de juntarse todos de nuevo, para despedir a Jesse y Harper, por eso esperaban a Ralph para que fuera a cocinar.

Mientras que, en el segundo piso, Jesse intentaba hacer que Narel bajara.

—Tortuguita, es mi último día aquí, ¿por qué no me haces algo rico para desayunar? —Jesse estaba acostado a su lado, con las manos tras la cabeza y mirando el cielo.

—Solo vete. —Narel le respondió, tapada hasta la cabeza y acostada con la espalda al cielo.

—Vamos, tortuguita, no me verás en un buen tiempo.

—Mejor, no quiero ver a nadie. —Narel sintió que Jesse se levantaba de la cama, suspiró, al fin la dejaban sola.

—Haré arrollado de tortuga. —Jesse tomó todos los cobertores y enrolló a Narel dentro, dejando que gritara todo lo que quisiera. Luego la dejó sentada en la cama, solo se le veían los ojos, enojados—. ¿De dónde sacaste ese oso gigante?

—Steven lo ganó en la feria para mí.

—¿Y por qué no lo ganaste tú? —Narel frunció el ceño, Jesse sonrió—. Él te ganó a ti… ¿Qué sucede, tortuguita? ¿Estás perdiendo el toque? —Ella intentó golpearlo, pero no pudo porque no logró salir del rollo—. No me puedes hacer nada. —Continuó intentándolo, pero lo único que consiguió fue rodar al piso, Jesse comenzó a reír a carcajadas—. Vamos, tortuguita, tienes que comer algo.

—No quiero bajar.

—Te traeré algo entonces.

—¿A qué hora llega Ralphie? —Jesse la miró fijamente, desde que llegó a ver si la podía hacer bajar, ya que Garreth le había mandado un mensaje de que Narel seguía encerrada, que no la miraba con atención. Tenía ojeras y los ojos rojos, demasiado.

—¿Estuviste fumando marihuana?

—Sí, me fumé toda la que me quedaba. Necesito a Ralphie para que me traiga más. ¿Cuándo llega?

—No lo sé aún, dijo que vendría a cocinar, pero no sé a qué hora llega.

—Jesse… —El mencionado la miró, Narel, aún en el suelo, se había acurrucado envuelta y parecía un gusano—. ¿Sigues jugando polo?

—¿Qué? —Eso lo había sacado por completo de sus pensamientos, pensó que le hablaría de algo serio, como lo sucedido en los días anteriores, pero no que le preguntara por algún deporte.

—Si sigues jugando polo en la universidad…

—Sí… ¿por qué preguntas? —Jesse volvió a sentarse en la orilla de la cama, a sus pies Narel seguía siendo un gusano.

—Quiero ayudar a Ralphie a hacer unas cosas, si te llamo ¿me vas a ayudar?

—Siempre que puedo hacer algo por ti, lo hago. Eso lo sabes, porque eres mi tortuguita y porque papá me mataría si no hago lo que quieres. —Jesse la miró, ella siempre sonreía cuando le decía eso, pero no esa vez, continuó con la mirada perdida, vacía, sin mirarlo.

—Gracias, Jesse.

—¡Nar! —Joshua gritó cuando la puerta se abrió, Jesse lo miró, iba en los brazos de Ralph—. ¿Dónde está Nar? —El niño se bajó de los brazos del mayor y corrió a donde Jesse, vio el bulto en el suelo—. ¡Nar! ¿Qué haces? ¿A qué vamos a jugar? —Joshua se le lanzó encima y la besó, Jesse notó que solo en ese momento Narel sonrió.

—¿Qué estás haciendo allí tirada?

—No quiere bajar a desayunar, así que la hice arrollado de tortuga para bajarla.

—No quiere estar en la cocina, Jesse. —El mencionado miró a Ralph por eso, no sabía ni entendía la razón de eso.

—¡Es un osote! —Joshua se lanzó encima del peluche, Narel como pudo se sentó.

—Quítame esto, Jesse. —El chico sonrió y la ayudó, sus ojos volvían a brillar un poco. En parte le causó risa, el padre de Joshua la apagaba por completo y el niño la restauraba.

—¿Y ese oso? —preguntó Ralph llegando donde Joshua jugaba, estaba tratando de escalarlo, así que lo ayudaría.

—Lo ganó Steven porque quiere que seas su suegro. —Narel miró a Jesse con el ceño fruncido, este sonrió más al liberarla.

—No es así, me lo hubiera dicho. Ash y Harper están tan equivocadas como tú. —Jesse solo sonrió más, Ralph, con Joshua en los brazos, meneó la cabeza al escucharla.

—Sí, tortuguita. Lo que digas. —Jesse la ayudó a levantarse—. Vamos a desayunar.

—¡Yo también tengo hambre, Nar! —Ralph tuvo que bajar al niño que se le lanzaba a los brazos a Narel, ella lo cargó—. No comí nada en casa para comer de lo que tú haces que es más rico. —Joshua la abrazó con fuerza, Narel le sonrió—. Vamos a comer.

—¿Cómo…? —Jesse se quedó mirando a Ralph luego de que Narel saliera con el niño en los brazos.

—Me encontré con Alex afuera, él venía llegando con los niños y me dijo lo que pasaba. Thomas no quiere que se le acerque, así que me pidió subir con Josh, dijo que el niño haría que bajara y no se equivocó.

—Es el rey de los estúpidos.

—Y pronto dejará de ser por completo mi yerno. Si Steven sigue así, Nar aceptara si se le declara.

—Le dirá que sí cuando estemos en Glasgow, si Alex no le dice lo que pasa antes de que le salga lo del curso, ella le dirá que sí a Steven en Glasgow, eso es más que seguro.

—Mientras ella sea feliz, no me importa con quien esté. Solo quiero que ella esté bien.

—En eso te apoyo.

Ambos bajaron mientras conversaban, al entrar a la cocina, notaron que Narel no estaba allí, sino que en el patio techado con Joshua en las piernas y Elijah sentado junto a ella, los tres comían. Alexander la miraba desde adentro, al menos ya había bajado. Pero Thomas no lo dejó acercarse, ni a él ni a Garreth, los dos estaban con el mayor buscando unas cosas en los anuncios del periódico. Ralph entró saludando y se quedó con Helen conversando sobre lo que haría de almuerzo, Jesse se fue a desayunar afuera. Al poco rato llegaron Brandon con Ashley y todos volvieron a reunirse, a pesar de que el ambiente estuviera pesado, trataron de hacer la despedida de Jesse y Harper lo más liviana posible. Aunque no pudieron evitar las burlas por parte de Nicholas, George y Jesse contra Alexander, ya que estuvieron todo el día recordándole que el Snoopy era minúsculo en comparación con aquel oso. Alexander sintió que, en ese sentido, ya había perdido la guerra. Además, Narel ni lo miraba, la balanza se desequilibró por completo y él estaba perdiendo por donde se mirara. Después de ir a dejar a Jesse y a Harper al tren, y de paso llevar a Ralph al departamento, se fue a la casa de al lado a dormir. Tenía mucho que pensar. Los niños se quedaron con Narel viendo películas, de seguro se dormirían con ella, por eso no se preocupaba. Lo único que tenía en la cabeza eran sus ojos, se habían apagado por completo y por su culpa. Y ella a los únicos que les habló durante todo el día fue a los niños, a Leah, a George y Nicholas. El resto estaban, pero solo les contestaba por cortesía. Alexander se dejó caer de espalda en la cama, sintió una lágrima rodar por su mejilla, todo lo que pasaba era su culpa, Thomas se lo dijo muchas veces y él no hizo caso, y terminó rompiéndole el corazón de tal manera de que se apagó por completo. Y, lo peor, era de que no tenía ni la menor de idea de cómo arreglar todo. Tal vez, el paso de los días, le daría una respuesta. Se acurrucó en la cama abrazando una almohada y se durmió, con la esperanza de que todo volviera a como antes, quizás a un tiempo en que él estaba con Marianne… si pudiera volver al pasado, evitaría por todos los medios romperle el corazón a Narel… si le dieran otra oportunidad él dejaría que se marchara a Glasgow a estudiar, si eso la alejaba de él, la llevaría hasta esa universidad él mismo… Si pudiera volver el tiempo, nunca la hubiera besado.

 

**********

 

—¿Entonces le dijiste que no? —Thomas estaba sentado en su despacho, ya habían pasado un par de semanas luego de lo sucedido y todo se sentía un poco más tranquilo.

—No te confundas, Thomas. Si estuviera en otra situación, si estuviera más en casa, me la llevo como me pidió. —Ralph, sentado frente a él, lo vio fruncir el ceño—. Pero también tengo más que claro que contigo es con quien mejor está, y por eso le dije que no.

—A nosotros aún no nos habla. No como antes… Emma le hace cosas como que se va a quedar conmigo, pero Narel solo le sonríe y no juega con ella como antes, y sus ojos… sus ojos aún no brillan…

—¿Sabes lo que pasó ese día? —Thomas negó con la cabeza, Ralph suspiró—. Vio a Alexander en la cocina con su novia encima. Sabes tan bien como yo que ella dice ser como un roble, pero no es más que algodón, no lo ha superado.

—¿Crees que sea buena idea de que no lo vea en un buen tiempo?

—Sí, creo que es la mejor de las ideas, mantenerlo lejos, muy lejos. —Thomas se pasó la mano por la barbilla, él opinaba como Ralph, Alexander le estaba haciendo daño y quería evitarlo—. Sé que es tu hermano y lo cuidas y proteges, pero el muy estúpido se ha buscado todo esto él solo, si le hubiera dicho desde el principio todo, nada de esto estaría pasando. Yo sé que estuve de acuerdo con él, pero…

—Thomas. —Ambos se silenciaron y miraron a la puerta, Narel había entrado sin siquiera golpear—. Hola, Ralphie. —Los dos chicos notaron que los ojos de ella seguían apagados—. Thomas, necesito que actives esa cosa para poder usar mi dinero en cualquier parte del mundo.

—¿Por qué? —preguntó un tanto confuso, Ralph frunció el ceño por esa petición.

—Mis padres me llamaron, quieren que vaya a pasar la Navidad este año con ellos… están en Canadá.

—¿Qué? —Thomas se levantó de pronto, Ralph lo imitó, ninguno quería que volviera a poner un pie en ese país. Ella no mostró ningún tipo de sentimiento.

—Están en Quebec, no voy a tener tiempo de cruzar todo Canadá para ir a ver a los chicos, no tienes de qué preocuparte. Son mis padres.

—Pero…

—Tengo que renovar el pasaporte, Thomas. Necesito que me cambies eso que te dije, de verdad.

—Thomas… —Alexander entró y se topó con la escena, vio a Narel bajar la mirada y apretar los puños, luego pasó por su lado y salió de la oficina.

—Yo me encargo. —Ralph salió tras ella, dejando a Alexander confuso.

—¿Qué está pasando? —Thomas frunció el ceño al sentarse.

—Nada que sea de tu incumbencia. —Alexander se enojó y caminó donde su hermano—. ¿Qué necesitas?

—Están listos los informes que me pediste.

—Bien, gracias. Revisa lo que te mandé, eso está pendiente.

Alexander se quedó mirando a Thomas para descifrar algún signo que le indicara lo que sucedía, pero su hermano solo miró lo que le había pasado y lo ignoró. Suspiró al sentarse frente a él, debía quedarse allí hasta que terminara de revisar, su hermano no lo dejaría ir tras Ralph, a pesar de que se moría de ganas por preguntarle lo que sucedía.

Ralph salió de la oficina y encontró a Narel acuclillada junto a Norma mientras miraban la pantalla. Las dos conversaban y la secretaría, a veces, apuntaba con su dedo el monitor. Al parecer estaban hablando de antes que Narel irrumpiera en la oficina de Thomas.

—O sea… ¿también tengo esa opción? —Ralph escuchó a Narel preguntarle, ninguna de los dos lo había visto, ya que ambas estaban demasiado metidas en la pantalla.

—Sí, niña. Y yo creo que te conviene más.

No molestes a Norma. —Ralph le guiñó un ojo a la secretaría, después de haber hablado en español, esta le sonrió enormemente. Narel frunció el ceño por eso.

No le creas ni una palabra, Norma. —Narel la miró y habló en el mismo idioma del chico—. Este está saliendo con todas, absolutamente todas las enfermeras del hospital. —Ralph sonrió por esa ocurrencia.

Eso no es verdad…

—Claro que sí. No le creas nada, Norma. El otro día que fui por él, se me acercaron varias a preguntar si soy su hermanita… ¡Hermanita, ¿puedes creerlo?! Todas interesadas en él…

—¿Acaso no eres mi hermanita?

—Ellas no tienen por qué andar preguntando eso. —Ralph soltó una carcajada por eso.

—¿Y tú que les respondiste? —Narel miró fijamente a Norma por esa pregunta.

Que sí, obvio. Y que no tiene permiso de salir con ninguna estúpida. —Norma frunció el ceño por eso.

No tienes que tratar así a la gente —la regañó al darle un coscorrón. Narel dejó su mano en el lugar golpeado.

Con razón dejaron de invitarme a almorzar.

—¿Vas a invitarme a almorzar?

Sí, vamos a comer algo. Aprovecha que estoy recién pagado y tengo como alimentar todo eso que comes.

—Sabes que no puedo comer tanto ahora por la dieta de natación. —Ralph rio por eso, era verdad, el bolsillo de todos descansaba gracias a esa dieta.

Vamos a comer, Norma. Avísale a Thomas que saldrás conmigo. —La secretaría asintió y llamó por el intercomunicador.

—Thomas, voy a almorzar con la niña y con Ralph.

—Bien, me avisas cuando regreses.

—Claro.

—Deja de coquetear con Norma. —Narel le dio un golpe en el brazo a Ralph camino al ascensor—. Podría ser tu madre.

—Hermana mayor solamente. —Narel miró a Norma instalarse entre los dos—. No soy tan vieja como piensas.

—¿Solo tienes la cara, Norma? —Narel recibió otro coscorrón de la secretaría, frunció el ceño a la vez que se sobaba el lugar golpeado. Ralph rio más fuerte por eso, alcanzó a ver, antes de que las puertas de ascensor se cerraran, a Alexander mirándolos.

—¿Qué estaban haciendo en el computador?

—Norma me ayuda a buscar los pasajes en avión, es la mejor en eso. —Narel abrazó a la secretaría, esta solo rodó los ojos mientras caminaban—. Siempre consigue los mejores precios y los mejores asientos junto a la ventana.

—Es un avión, la ventana es lo de menos.

—Me gusta mirar las nubes.

—No vas a ir a Canadá. —Narel frunció el ceño al entrar al restaurante y sentarse, tomó el menú para ver qué comer.

—Estará lejos de los chicos, no te preocupes. —Pero fue Norma quien respondió—. Sus padres le dijeron que fuera por Navidad y cumpleaños, no tendrá tiempo de cruzar Canadá para ir a verlos a ellos.

—¿No crees que eso es raro?

—¿Qué cosa? —Narel seguía leyendo el menú.

—Que tus padres te llamen para decirte que vayas a Canadá.

—No la llamaron. —Ralph miró a Norma fijamente al escucharla responder eso—. Le mandaron un mensaje hace como media hora. —Narel asintió, aún con la vista fija en el menú—. Le dijeron que fuera a pasar Navidad y su cumpleaños con ellos porque la extrañan.

—No vas a ir. —Narel dejó el menú sobre la mesa y no dijo nada—. No vas a ir porque es raro, ¿no se te ocurrió pensar para qué te quieren? Si te extrañarán de verdad, no te mandarían un mísero mensaje solo para las fiestas, sino que te llamarían o se preocuparían más por ti. No vas a ir.

—No quiero ver a Alexander para las fiestas, solo es eso. Canadá está lejos y no molestaré a nadie, a ningún Russ y a ningún Fletcher. —Ralph se quedó mirándola, no había pensado en ese punto. Norma solo sonrió al verla, ella ya sabía el motivo. Narel apuntó una línea en el menú—. Quiero eso y con jugo, nada de gaseosas.

El almuerzo pasó sin mayores inconvenientes, Ralph dejó de hablar sobre el viaje de Canadá y continuaron como que eso no había pasado, aunque tenía sus dudas y hablaría con Thomas al respecto, las influencias del mayor de los Russ en los negocios eran grandes y, en ese momento, las necesitaba. Luego de almorzar caminaron de vuelta a la oficina, allí dejaría a Norma y a Narel, que debía esperar a Thomas para regresar a casa porque Helen andaba con Emma donde sus padres y a Narel no le gustaba estar sola porque se aburría. A pesar de no hablar casi con ninguno en casa, prefería esperar a Thomas.

Pero mira nada más, que alto y hermoso está este niño. —Narel apretó los puños al escuchar esa voz, no podía ser que sus tíos estuvieran saliendo del edificio en donde estaba la oficina de Thomas—. Mira cómo ha crecido este pebete. —La tía de Narel le apretó las mejillas a Ralph, que la miraba con una sonrisa de medio lado—. No me digas que tú y la nenita… No sabes la felicidad que me das al ser parte por completo de la familia.

Tía… —Ralph tomó del brazo a Narel, que se estaba marchando e ignorándolos, de esa manera la detuvo—. Entre ella y yo no hay nada.

Es un gusto verte, Ralph. —El tío de Narel se acercó y le dio la mano, al mismo tiempo que abrazaba a su esposa por la cintura, que al parecer se había decepcionado por completo frente a aquella respuesta—. Espero que tengamos la oportunidad de juntarnos en algún momento para saber cómo sigue todo en Brighton.

Usted me dice y yo voy, pero de hace tiempo que dejé de vivir allá.

—¿Cómo sigue tu madre? ¿Aún en Manchester? —Narel notó que su tía volvía en sí y lo miraba con gesto preocupado, miró a Ralph, a él no le gustaba hablar de eso, pero no mostraba sentimiento alguno. También estaba el hecho de que ella era tía de Ralph, o algo así, porque eran primas con su madre.

Sigue todo igual…

—¿Qué hacen aquí? —Ralph la miró, eso había sonado demasiado antipático, incluso para venir de ella.

Primero se saluda, nena. No seas irrespetuosa.

—Lo mismo digo. —Ralph medio frunció el ceño y apretó su mano, Narel hizo una mueca con el labio por el agarre.

Teníamos que hablar un asunto con Thomas, aprovechamos que andábamos inscribiendo a las nenas en el colegio. —Su tío le acarició la mejilla, Narel lo prefería a él antes que su tía, siempre pensó que era porque él era el sanguíneo y ella solo la parte política—. Tenemos unos asuntos que hacer y queríamos saber si él, con todos los conocidos que tiene en Inglaterra, nos podía ayudar. Pero ya nos vamos, tenemos que seguir con el asunto de la mudanza.

—¿Mudanza? —Narel le preguntó, rezándole a todos los dioses que conocía para que no dijeran Londres.

Sí, nos mudaremos de manera definitiva a Londres, a las nenas les hará bien el cambio. —Ralph notó, como todo el cuerpo de Narel se transformó, el escalofrío que tuvo lo sintió hasta él y la cara se le puso pálida—. Nos vemos después. —Su tío le besó la mejilla y se fue con su esposa, que no dejó de decir hasta que se perdieron en el camino por lo guapo que estaba Ralph.

—Despierta.

—Me iré a Canadá para siempre y no pienso volver en la vida. —Ralph con Norma la miraron cuando entró al edificio y comenzó a apretar el botón del ascensor con insistencia, como si eso hiciera que llegara más rápido.

—Tienes que controlar ese temperamento.

—Es lo que llevo años tratando de enseñarle. —Norma opinó una vez que estuvieron todos en el ascensor.

—No tienes derecho a apretarme el brazo de esa manera, no eres Alexander. —Narel, en el centro de los dos, iba con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—¿Acaso Alexander tiene derecho de hacerlo? —Narel miró a Ralph y abrió la boca, no tenía respuesta para eso. Se ruborizó—. Eres una boba.

—Voy a preguntarle a Thomas qué querían. —Salió, prácticamente, echando humito del ascensor directo a la oficina del mayor, sin importarle si estaba ocupado o con alguien.

—Norma. —Ralph la miró mientras ella volvía a acomodarse en el escritorio—. Necesito pedirte un favor.

—¿Eso me va a costar que Thomas se enoje conmigo? —Norma vio a Ralph sonreír de medio lado, entendía a las enfermeras que querían salir con él.

—No, te ahorrará trabajo porque ya sabrás, lo más probable es que Thomas te pida lo mismo que yo. —La secretaría lo miró fijamente mientras Ralph anotaba unas cosas en una agenda de ella—. Necesito que averigües sobre esto.

—¿Esto es…?

—Los negocios de los padres de Nar y los datos de ellos, de ellos y sus tíos…

—¿Por qué…?

—Algo raro está pasando y no quiero que ella esté metida en el centro, ya mucho ha pasado como para que también la metan en todo esto. —Norma lo miró dubitativa—. Thomas también te lo pedirá ahora que hable con él.

—Bien, lo haré, todo sea porque esa niña esté bien.

—Gracias, Norma. —Ralph le sonrió, Norma deseó ser una de esas enfermeras—. Garreth…

—Hola, Ralphie. —El mayor de los Fletcher iba llegando, tenía un castigo que cumplir.

—Ve a sacar a Nar de la oficina de Thomas. —El menor lo miró sorprendido.

—Pero no me habla aún… ¿cómo quieres…?

—No lo sé, solo hazlo. Es importante. —Ralph lo notó dubitativo—. Si lo haces, te haré ese pescado que tanto te gusta en la parrilla de Thomas.

—Dalo por echo. —Ralph sonrió al verlo entrar a la oficina del mayor, si había algo similar entre él y Narel, era que a ambos le brillaban los ojos cada vez que hablaban de comida y era fácil controlarlos con eso.

Thomas vio a Narel entrar, dejó lo que hacía para mirarla caminar hasta su escritorio y sentarse frente a él. Tenía el ceño fruncido y parecía enojada, aunque las mejillas estaban coloradas. Se fijó que sus ojos brillaban nuevamente. Arrugó el entrecejo, quizás Ralph le había dicho algo y se la llevaría, quizás hasta había vuelto con esos juegos de besarla para separarla de cualquiera que se le acercara. Si ese se atrevió a hacer aquello, lo mataría. No dejaría que nadie se la llevara, era su mimada, aunque estuviera enojada.

—¿Qué hacían mis tíos aquí? —Thomas la miró sorprendido, estaba sobre pensando todo.

—Querían saber sobre tus negocios y cómo he estado administrando todo. —Thomas notó que Narel se relajó, se sentó apoyando la espalda en el respaldo de la silla y el enojo comenzaba a disiparse.

—¿Qué les dijiste?

—Que no tengo información, que tengo que pedirla al banco.

—No quiero que le digas nada.

—No les diré nada, no tienen por qué saber. Ni a tus padres les doy esa información.

—Bien… no quiero que estén enterados de mis movimientos… los quiero bien lejos, por eso me quedaré a vivir en Canadá. Ellos se vienen a Londres y yo me largo.

—Un momento…

—¿Puedes creerlo, Thomas? —El mayor la vio al levantarse y dejarse las manos en la cabeza, ya estaba exagerando todo—. ¿Venirse a Londres? De todos los millones de ciudades en el mundo donde pudieron ir, tenía que ser aquí… Aquí… quiero desaparecer. —Thomas suspiró y solo la miró lanzarse de boca al sillón—. Avísame cuando ya desaparezca.

—Bueno. —Thomas sonrió de medio lado y volvió a su trabajo, la dejaría sola para que desapareciera tranquila.

—¡Nar! —Pero la tranquilidad no le duró, vio a Garreth entrar directo al sillón, ignorándolo por completo—. ¡Adivina! Pusieron un puesto de frituras aquí a la vuelta. Vamos a comer.

—Yo no hablo contigo. —Thomas, con el ceño fruncido al ver a su hermano, se dio cuenta de que Narel giraba la cabeza para mirar el respaldo del sillón, dándole por completo la espalda a Garreth.

—Me estás hablando…

—Déjame en paz.

—Vamos a comer, Nar. A competir quien puede comer más frituras. —Garreth se le lanzó encima. Thomas se puso de pie para ir a quitarlo.

—Que me dejes en paz. —Thomas se quedó quieto al mirar a Narel tomar a Garreth del cuello y hacerle una llave—. ¿Qué frituras son?

—Vamos a ver. —Garreth se levantó, con Narel colgando de su cuello, y salieron de la oficina. Thomas solo los miró y suspiró, no entendía nada. Decidió seguirlos, pero se topó con Ralph y con la mirada de enojo de él, algo pasaba.

—Tenemos que hablar.

 

*********

 

La última Navidad, Alexander salió luego de la cena, Narel pensó que estaba con sus hijos y que luego iría por ella para seguir con su tradición, pero dejó de esperarlo cuando el reloj marcó más de dos horas después de medianoche. Al otro día, mientras abrían los regalos, Alexander llegó con la ropa desordenada y oliendo a alcohol, pasó directo al segundo piso a ducharse. Narel le dejó, en la habitación de Garreth mientras se duchaba, una cajita con una enorme cinta roja. Alexander la vio cuando fue a sacar su ropa, la abrió y vio un colgante con una cadena, notó que se podía abrir y adentro tenía dos fotografías pequeñas, una de Stephanie y otra de Joshua, ambos de bebés con apenas unos días. Él supo que era por su promesa de medianoche que él había ignorado. Se vistió con rapidez y se fue a buscarla a la habitación. Ella estaba ordenando unas cosas cuando entró.

—Te prometo… —Narel le puso la mano en la boca para silenciarlo, pero no lo miró, en cambio él la recorrió entera, quería verle los ojos.

—Ya se rompió, no es necesario de que sigas, nunca más…

Lo soltó y continuó ordenando, él se quedó sin habla y con los ojos picándole. Salió cerrando tras de sí, se fue a la habitación de Garreth y se lanzó boca abajo en la cama, no supo cuánto rato, pero se durmió llorando. Narel se enteró después, al escuchar sin querer una conversación de él con Garreth, de que había pasado la noche con Camille. Para su cumpleaños la saludó con un mensaje pasado el mediodía y no se apareció por la casa. Él solo le hacía daño y era mejor dejarla sola.

A pesar de que sus padres le dijeron que se fuera con ellos a Canadá a pasar Navidad y cumpleaños, ni Thomas ni Ralph la dejaron poner un pie en el aeropuerto. Ella no se enojó, tampoco tenía ganas, solo quería alejarse de Alexander, no verlo en lo posible, por las noches aún se le aparecía la imagen de él en la cocina con su novia y eso le seguía doliendo. Por otro lado, Thomas y Helen notaron que, aquel día en que se enteró de que sus tíos se estaban mudando a Londres, los ojos volvían a brillarle y se acercó nuevamente a ellos, no como antes, pero al menos ya les hablaba más normal y participaba de la cocina, desde que Thomas la regañó que no volvió a cocinar, prefería pasar lo más desapercibida posible. Pero aquel día fue con Garreth a comer frituras y todo se sintió como antes, y volvió a arruinarse en Navidad cuando Alexander no llegó, y se le apagaron los ojos por completo cuando la ignoró en su cumpleaños. De nuevo no supieron qué hacer. Ni siquiera salía de la habitación a jugar a la nieve con Nicholas y con George, el único momento en que se asomaba fuera de esas cuatro paredes era para ir a comer, el resto del día simplemente se quedaba allí, acostada entre los brazos del oso gigante que había ganado Steven para ella, al que le había puesto la camiseta de fútbol de Alexander, de cuando jugaba en el colegio.

Ralph en cambio, había averiguado lo que tanto quería, gracias a Norma y a Thomas. Los padres de Narel, al igual que sus tíos, se habían metido en un negocio un tanto raro y no les fue bien. Al parecer los menos afectados fueron los padres de Narel, pero sus tíos quedaron bastante mal parados, tanto que tuvieron que vender casi todas las propiedades y, prácticamente, arrancar de Argentina. Thomas y Ralph sacaron como conclusión de que, el inesperado interés por Narel era por el tema del dinero. Debían saber que ella tenía sus ganancias y movimientos gracias a las inversiones del mayor de los Russ, aunque dudaban mucho de que realmente supieran cuánto tenía, ya que era algo que ella misma ignoraba porque todo lo dejó en manos de Thomas y se mantenía con el trabajo que realizaba para la empresa de los Russ, con eso era suficiente para vivir, según sus pensamientos, ya que seguía siendo un parásito de Thomas y Helen.

Luego de aquellas investigaciones entre los dos la convencieron de que no viajara, aunque omitieron decirle de lo que sucedía con sus padres y tíos, ya que a ellos no les correspondía informarle de nada, solo podían cuidarla, de alguna manera, y tratar de que volviera a brillar. Ambos sabían que Alexander se había alejado de esa manera porque quería lo mismo, razón por la que la evitaba casi por completo, apenas se topaban en la universidad y en esos momentos de vacaciones de Navidad, prácticamente no se veían a ninguna hora. Tanto Thomas como Ralph esperaban que todo siguiera así.

Cuando las vacaciones de fin de año acabaron y volvieron a clases, se juntaron con César a escuchar música. Él solía llevar una pequeña radio a todos lados, cuando no andaba con su guitarra, y por ser invierno y con nieve, la guitarra se quedaba la mayor parte del tiempo en casa. No así la radio, la que instalaban en cualquier aula que estuviera libre y se quedaban pasando el rato. A veces solo estaban los tres: César, Ashley y Narel, en otras ocasiones se les unía Garreth, pero aquel día, extrañamente estaban todos, Ashley se había sentado junto a Narel y Brandon para mantenerla distraída de Alexander y Camille, mientras que Garreth con Melissa se quedaron con César, porque así le podía dedicar canciones. De un momento a otro César tuvo que salir y los dejó a cargo de la radio. Narel se levantó y comenzó a dibujar en la pizarra cosas sin sentido. Alexander se estaba besando con Camille y no quería verlos, y por otro lado Garreth discutía con Melissa. Cuando el moreno llegó junto a ella para dibujar, supo que las cosas no estaban bien, odiaba que él sufriera por esa chica.

—¿Quieres saber si de verdad te ama, Garreth? —El chico simplemente la miró, extrañado—. Yo te diré si te ama o no. —Garreth la vio caminar a la radio de César y colocar un CD, luego una canción en español comenzó a sonar—. Recuerdo con cariño, las cosas que contigo aprendí. —Narel se acercó a Garreth cantando, pero en el idioma de ellos para que todos los presentes le entendieran—. Me dices nuevamente que vives el presente junto a ella. Y el fuego que nos quema, se llama amor del bueno. —Narel le cruzó los brazos a Garreth por el cuello, él solo la miró sin entender—. Entonces yo me quemo y es por ti. —Alexander se levantó, dispuesto a separarlos, pero Ashley le tomó del brazo, él frunció el ceño al mirarla—. Deja, déjala ya…

—Estás loca. —Narel le sonrió, tenía a Garreth cerca al abrazarlo de esa manera por el cuello—. Yo no te veo de esa manera ni siento por ti de esa manera.

—Lo sé, si lo hicieras ya me hubieras besado o dejado tus manos en mi cintura, mientras que siguen en tus bolsillos. Por eso siempre vas a ser el amore mio. —La cachetada que recibió Garreth por parte de Melissa, una vez que Narel lo soltó, lo dejó boquiabierto—. Te dije que no te ama, Garreth.

—Estás loca, no me gusta esta que eres. —Narel se quedó mirándolo, él se fue a perseguir a la chica. El resto de los presentes solo la veían fijamente. Ella suspiró y tomó su mochila, se iría por allí.

—¿Qué crees que estabas haciendo? —Narel solo chasqueó la lengua e ignoró a Alexander, quien la agarró del brazo y la detuvo.

—Le demuestro a ese bobo que ella no lo ama, si desconfía de él a cada instante, es porque no lo ama. Y ya viste que Garreth no me puso ningún dedo encima. —Alexander la miró fijamente, ella había cambiado la manera en que lo miraba, ahora se veía siempre con brillo, pero ese brillo de enojo—. ¿Quieres saber cómo sigue la canción? —Narel lo tomó del cuello de la camisa, él no hizo gesto alguno—. El engaño es adictivo y sabe parecido al amor. —Ella lo acercó aún más—. Y quien de nada se arrepiente es más feliz… me miras a los ojos… —Alexander, a diferencia de Garreth, le dejó las manos en la cintura, pegándola a su cuerpo—. Repites no te quiero, entonces yo me quemo una vez más… por ti… por mí… —Y Alexander la besó, olvidando que hace solo unos minutos estaba sentado junto a su novia haciendo eso mismo. Pero Narel no le respondió, solo lo miró—. Te lo dije, el engaño es adictivo, a ver cómo le haces para que tu novia no se enoje.

Narel lo soltó y se zafó del agarre de Alexander, él simplemente se quedó estático pensando en lo que había pasado y mirándola caminar a la salida. Tampoco le gustaba ese cambio en ella, Ashley tenía razón, una vez que se terminara de romper, todo cambiaría. La cachetada por parte de Camille lo trajo a la realidad, pero a diferencia de su hermano él no salió persiguiéndola. Todo lo contrario, se quedó con Ashley y Brandon. Tampoco era que se pudieran ir, César les dejó a cargo la radio y no podían fallarle. Le pidió a Ashley que la llamara, pero Narel había apagado el teléfono. Ellos tres sabían que, en el fondo, ella se odiaba por hacer esas cosas. Pero los tres estuvieron de acuerdo en que, si Melissa no notaba la diferencia, no se merecía a Garreth. Él se merecía a la mejor chica del mundo y Melissa no estaba demostrando serlo.

Cuando Garreth llegó a la casa, ya tarde y con el atardecer ya extinto, Alexander y Thomas se pusieron rápidamente de pie y fueron a la puerta, ambos vieron que su hermano tenía rastros de haber estado llorando.

—¿Me esperaban? —les preguntó, era raro que fueran a recibirlo de esa manera.

—¿Sabes algo de Nar? —Alexander vio como su hermano fruncía el ceño al mencionarla.

—No, y espero no saber de ella en mi vida. —El menor les dio la espalda y subió la escalera corriendo. Los otros dos escucharon el portazo.

—Ya es tarde, Alexander. Ve a dormir. —Thomas le dejó una mano en el hombro, los dos estaban preocupados, pero tenían la esperanza de que Garreth supiera algo.

—¿Qué harás tú?

—Seguir esperando a ver si da señales. Ralph dijo que avisaría si llega allá.

—No quiero dormir, Thomas. Quiero verla llegar. —Alexander se giró para ver a su hermano, Thomas notó la preocupación en sus ojos—. Es mi culpa que esté así.

—No puedo negarte eso, pero también es culpa de ella.

—No se le podía pedir que siguiera aguantando más.

—¿Dónde está Nar? —Nicholas, ya en pijama, se asomó por la escalera a ver a sus hermanos.

—Con Ralph, llega mañana. —Alexander no dijo nada frente a la mentira de Thomas, sabía que lo hacía para que los más pequeños no se preocuparan.

—Mañana nos vendremos con ella entonces, iremos donde Ralphie a jugar videojuegos. —Nicholas estiró los brazos, sus dos hermanos lo miraron—. Me voy a dormir, buenas noches.

—No me obligues a ir a la cama, Thomas. No puedo simplemente ir y no verla llegar.

Su hermano suspiró, nada podía hacer, él estaba igual de preocupado. Ambos se quedaron sentados en el sillón de la sala, ambos pendientes del teléfono. Alexander intentó rastrearla por el celular, pero él no entendía mucho del tema, era Narel quien lo hacía siempre y no le pedirían a Leah ayuda, querían mantenerla alejada de esas cosas. Cuando Garreth bajó a la mañana siguiente, sus dos hermanos mayores estaban en la sala.

—¿Tan temprano ya despiertos? —preguntó, ninguno tenía buena cara—. Parece que les hubiera pasado un tren por encima.

—¿De verdad no sabes nada de Nar, Garreth? —Alexander habló sin mirarlo, estaba con el computador en las piernas buscando—. Sé que estás enojado con ella, pero…

—¿Aún no llega? —Los dos mayores lo vieron sentarse en el suelo frente a ellos.

—No sabemos dónde está —respondió Thomas—. Si sabes algo…

—No la veo desde ayer que nos separamos en la universidad. ¿Qué han hecho para buscarla?

—Voy a ver a Helen, quizás se comunicó con ella. —Thomas se puso de pie, Garreth se sentó en su lugar.

—Llamar a diferentes lugares, Thomas avisó al banco para que, si usa las tarjetas o algo, le avisen. Pero no hay nada aún, ni movimientos de dinero ni nada.

—¡Está en Glasgow! —Alexander se levantó al escuchar a su hermano mayor desde la escalera, iba bajando rápidamente.

—¿Llamó a Helen?

—No, me avisaron del banco de la compra del pasaje y por el hospedaje. —Thomas notó que a su hermano le volvía el alma al cuerpo al saber dónde estaba, luego se apagó otra vez al darse cuenta de que era en Glasgow—. Me daré una ducha rápida y me voy por ella.

—Voy contigo.

—No. —Thomas fue cortante, Alexander frunció el ceño—. Te quedas en casa, necesito que te quedes aquí. Tomaste una decisión y no quiero que te vean con ella por lo de la demanda.

—Pero…

—No vas a ir, Alexander.

—Yo voy contigo, Thomas. —Garreth se interpuso entre sus dos hermanos—. También es culpa mía lo que pasa.

—Bien, Helen nos preparará algo para comer y salimos. —Thomas giró para ir a ducharse—. Alex, compra los pasajes de ambos, por favor. Lo más pronto y el más rápido.

 

**********

 

Garreth se había conseguido el número de Steven la última vez que estuvo en Londres, porque Narel había desaparecido por esa fiesta y porque ella estaba pasando bastante tiempo con él, y creía que terminaría diciéndole que sí, y si iba a formar parte de la familia, mejor tener como comunicarse. Thomas, por otro lado, se lo había pedido hace un tiempo ya, la primera vez que la invitó a salir y llegó a la casa a buscarla, él tenía otro tipo de radar. Se comunicaron con Steven cuando aterrizaron en Glasgow, si estaba con Narel preferían que no la pusiera de sobre aviso, pero se equivocaron, ella no se encontraba con él. Thomas reservó una habitación para ambos en el mismo lugar en donde lo hizo Narel, era apenas una residencial con habitación y baño. Garreth frunció el ceño al mirar todo, Thomas solo sonrió, era seguro que ella buscaría algo así, lo menos notorio posible, pero era un lugar pintoresco. Le preguntaron a la señora en la recepción por Narel, ella le comentó que sí había una reservación con ese nombre y que llegó una chica, pero salió luego de desayunar aquel día y en ese momento, ya más del mediodía, no se había aparecido. Aunque tenía reservado para una noche más. La señora les pasó la habitación junto a la de ella para que alojaran.

Ninguno de los dos conocía Glasgow como para salir a buscarla hasta en el último rincón, y sabían que con Steven no estaba. Pero Thomas tenía una pequeña sospecha de dónde podría estar y se fue hacia allá con Garreth, su hermano refunfuñó todo el camino por el lugar en el que pasarían la noche, Thomas solo sonreía de medio lado, no sabía cuándo su hermano se había vuelto tan delicado. Aunque, si lo pensaba bien, de todos sus hermanos el único que era capaz de quedarse a dormir hasta en medio de los ratones era Nicholas, y precisamente se debía a que pasaba demasiado tiempo con Narel y esas locas enseñanzas que tenía. Thomas aún recordaba la primera lagartija que Nicholas atrapó mientras jugaba con ella, y también se le iban a la mente los reclamos de Ashley cuando se la dejaron en los rizos falsos que se había hecho para una fiesta esa noche. Si lo pensaba bien su cuñada fue víctima de muchas ideas por parte de esos dos y antes por parte de Alexander y Narel. Thomas estaba seguro de que, si en algún momento Narel llegaba a tener un hijo, Nicholas sería el más feliz de todos y el tío favorito de ese bebé. Por su edad al nacer Elijah, Joshua y Stephanie, nunca los trató como si fueran solo sus sobrinos, se veían más bien como primos, y por eso a él no le molestaba que no le dijeran tío. De hecho, ninguno de los niños les decía tío ni a Garreth, ni a Nicholas, ni a Thomas, ni a Leah, ni a Helen, ni a Ashley, ni a nadie. Narel le había enseñado a Elijah que debía decirle Ash a Ashley, Alex a Alexander, Nick a Nicholas y al único que llamaba por su nombre completo era a Garreth, porque no era tan difícil de pronunciar. Los demás simplemente imitaron al mayor de los primos.

—Sabía que te encontraría aquí. —Garreth y Thomas se sentaron frente a Narel, que tenía un libro en sus manos—. Solo hay un lugar a donde te arrancas siempre cuando quieres desaparecer y ese son los libros, era seguro que estarías en la biblioteca más grande del mundo.

—Mitchell Library no es la más grande del mundo, Thomas. Pero sí una de las más grandes de Europa. —Narel cerró el libro y los miró, ambos lucían cansados. Thomas se levantó y se sentó junto a ella.

—¿Tus anteojos…?

—Lo siento por todo, Thomas. —Pero el mayor no pudo seguir hablando, Narel lo abrazó fuerte—. Lo siento por defraudarte por la fiesta y por todo lo que ha pasado. No quiero seguir molestándote, eres lo más importante para mí. —Thomas sabía que estaba llorando, a pesar de que estuviera escondida y hablando suavemente por estar en la biblioteca—. No volveré a hacer algo que te moleste.

—Eso no lo creo. —Thomas sonrió, era lógico que eso sería imposible, y no porque no quisiera, sino que estaba en su ser y él no haría que dejara de ser ella, al fin y al cabo, por eso la adoraba, por ser como era—. Y no estoy enojado contigo por lo que pasó en la fiesta esa de la que no fuiste parte, eso ya lo hablamos, sé que no tuviste nada que ver, si ni castigo te puse.

—Perdón, Thomas. Solo he sido una molestia desde que me tienes a tu cargo, no puedo hacer nada bien… —Garreth la miró al escuchar eso, sabía que estaba mal por todo lo que pasaba con Alexander, pero no pensaba que fuese tanto—. No quiero seguir molestando a nadie… también hice llorar a Garreth…

—¿Por eso arrancaste hasta acá?

—No sé cuánto dinero tengo y aquí conozco un poco… —Thomas comenzó a reír—. Silencio, esto es una biblioteca, Thomas. Compórtate.

—Bien, ya desapareciste como querías, ahora vamos a casa. Helen quiere darse el gusto de matarte con sus propias manos por hacerle esto. —El mayor sintió como el cuerpo de Narel se tensó.

—Tuve que apagar el teléfono porque va a explotar por culpa de Helen.

—Va a matarte, además no andas con los anteojos, sabes cómo se pone con eso.

—Thomas… —Narel se separó un momento y lo miró, el mayor notó que tenía los ojos demasiado rojos para haber llorado solo con él, así supo que llevaba horas con lo mismo—. Una señora se sentó sobre ellos mientras esperaba el tren…

—¿Te viniste en tren? —Garreth preguntó asombrado, los otros dos lo miraron—. Pero son más de siete horas…

—No me voy a subir a un avión si puedo viajar en tren.

—Estás loca.

—Eso ya lo sabemos todos.

—Cuando lleguemos a casa, mandaremos a hacer otros. —Thomas le tomó la cara para que dejara de pelear con Garreth—. Vamos a casa, en avión ahora porque ya tenemos los pasajes.

—Thomas, creo que queda poco dinero, vas a tener que prestarme para los nuevos anteojos. —Thomas le besó la frente y sonrió.

—Bien, no hay problema con eso. Vamos a casa.

—¿Eso quiere decir que no dormiremos aquí? —Garreth consultó mientras caminaban al exterior—. Esa es la mejor de las noticias, después de encontrarte obviamente.

—Pasaremos la noche aquí, Garreth. —El menor vio cómo su hermano reía, eso lo estaba haciendo intencional.

—Pero Thomas…

—A ver si se te quita lo delicado.

—¿Dónde reservaste hotel que Garreth está tan preocupado? —Narel miró a Thomas, se veía demasiado feliz a pesar de todo.

—En donde te estás quedando tú. —Narel miró a Garreth con una sonrisa llena de maldad.

—¿Tienes miedo de que se te peguen los chinches? —El menor frunció el ceño por eso—. ¿O que una rata te coma la nariz mientras duermes?

—No empieces…

—Eres torpe, Garreth, y demasiado delicado. —Narel giró a mirar a Thomas—. Yo creo que su relación con Melissa no da frutos porque debe ser del mismo lado que César, por eso su delicadeza. —Thomas estalló en carcajadas al escuchar eso.

Garreth la tomó del cuello, intentando hacerle una llave mientras caminaban, pero solo era por juego porque ambos reían. Sabían, con eso, que se perdonaban por todo lo que se habían hecho en el último tiempo, por la fiesta y por los problemas con Melissa que ella pudo ocasionar. Aquella noche, a pesar de que Narel tenía una habitación para ella, durmió en la cama de Thomas junto a la de Garreth, se quedaron conversando hasta tarde, pidiendo disculpas y hablando de otros temas, ella se durmió de tanto llorar. Thomas fue el más perjudicado, ya que tuvo que dormir en el sillón. Al otro día volaron a Londres luego del desayuno y, tal y como le dijeron, Helen la regañó y castigó por el resto de su vida, no tendría perdón.



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