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11 de julio de 2025

[¿Y si no te hubieras ido?] Capítulo XXV: «A Glasgow los pasajes»

 

Después de haber arrancado a Glasgow, Alexander se acercó a ella el lunes por la tarde, luego de volver de clases y una vez que todos estuvieron ocupados. Narel estaba sentada en el balcón leyendo cuando él llegó y se sentó junto a ella. Hablaron de trivialidades, como hacía mucho tiempo no lo hacían, de a poco ella comenzó a reír con las ocurrencias de Alexander y ambos terminaron mirándose a los ojos. Él le pidió perdón por todo, Narel solo lo escuchó, él le dijo que volvieran a ser amigos, ella aseguró que lo intentaría.

Luego de eso la calma volvió a la casa de los Russ, los desayunos volvieron a ser los de siempre, en donde Alexander se encargaba de que no comiera de más y los fines de semana en familia y, a veces, con Ralph. Otra vez regresaba el ambiente que tanto les gustaba a todos disfrutar. Aunque a Alexander le hubiera gustado estar más cerca, Narel lo seguía evitando, pero él notó que no era por los sentimientos, ya que andaba en algo que la mantenía ocupada y distraída y por más que preguntara, siempre pasaba algo que no lo dejaba terminar de hablar. Además, volverían a jugar contra Glasgow y no quería pensar que el motivo era porque estaba pendiente de aquel chico. Alexander había notado que ella pasaba demasiado tiempo con los entrenadores y en reuniones con gente que estaba a cargo de ciertos departamentos en la universidad, no sabía de qué se trataba, pero necesitaba averiguarlo.

Narel, por otro lado, solo estaba concentrada en lo que había organizado para ayudar a Ralph. Al fin todo funcionaba como quería y eso la tenía más que feliz. Steven la había llamado hace un par de semanas para decirle que la parte de Glasgow estaba lista y que la llamarían para informarle y, cuando eso pasó, ella fue directo a conversar con los demás en Londres y ya todo tenía forma, ese fin de semana se realizaría y le daría la gran sorpresa a Ralph, esperaba con todo su corazón de que funcionara, sino sería una gran decepción, por eso él aún no sabía nada.

Steven llegó el día anterior, con un enorme ramo de rosas rojas y otro con rosas blancas, el primero era para Helen —ya que la fue a buscar a la casa y debía ganarse a la mayor— y el segundo para Narel, aunque ambos terminaron siendo para la misma persona, ya que a Narel no le gustaban esas cosas. Alexander estuvo pendiente de todos esos movimientos, sabía que llegaría ese día por el juego que tendrían el sábado, pero no se esperaba que tratara de ganarse a Helen de esa manera. Comenzó a frustrarse cuando al paso de las horas ella no regresaba y no se quedó tranquilo hasta que Thomas la llamó pasadas las diez de la noche para que volviera. Steven suspiró luego de dejarla en la casa, había olvidado que primero tenía que ganarse al padre y luego a la madre.

Narel tomó su teléfono del bolsillo al sentirlo vibrar, era un mensaje y era raro. Dudó en mirarlo, pero al final terminó por abrirlo igual. Aquel día no tenía clases ni con Ashley ni con Alexander, de hecho, este último ni siquiera debía presentarse porque su horario lo dejaba libre por completo, pero Thomas lo mandaba a trabajar a la oficina. César, a su lado, la miró con el teléfono en la mano.

—¿Es Alex que no quieres responderle? —Narel salió de su ensoñación y miró a César—. Ustedes se veían bien juntos, felices. Aún no entiendo por qué terminaron y por qué él comenzó a salir con Camille. Es decir, es Camille…

—La chica más linda del campus…

—No es la más linda, la más superficial tal vez sí, pero la más linda no…

—Eres hombre, sabes que sí es la más linda… —César la miró y sonrió al mismo tiempo, sabía que los demás tenían claro sobre su orientación sexual, pero al parecer ella aún no lo notaba, a pesar de que se lo dijeron hace un par de meses. O quizás era que simplemente para ella eran todos iguales.

—Puedo ser hombre, pero también soy poeta y la belleza es subjetiva y relativa…

—Sigues siendo hombre, para ustedes todo entra por los ojos y lo sabes.

—¿Qué nos entra por los ojos? —Garreth se dejó caer al lado de Narel y le besó la mejilla—. Hola, César. ¿Ya te está molestando esta boba?

—Nar dice que Camille es la chica más linda del campus, ¿tú qué opinas?

—Melissa es la más linda del campus. —Garreth sonrió al responder—. La belleza es subjetiva.

—Uy, sí, ahora es subjetiva… —Narel los miró a los dos sonreír—. A Alexander le gusta lo subjetivo entonces.

—Alex es un estúpido. —César, sentado al otro lado de Narel, asintió—. César. —Garreth pasó por encima de Narel y se acomodó junto al mencionado, ella lo miró con el ceño fruncido—. Quiero cantarle algo a Melissa ahora que estamos mejor. ¿Me ayudarías con eso?

Narel volvió a tomar el teléfono mientras ellos conversaban, ya que se enfrascaron en música romántica y a ella le dio tiempo de pensar qué responder y por qué le pasaba aquello. Frunció el ceño, lo mejor era responder con un «sí» e ir a la cita, de esa manera acabaría con todo de una buena vez y podría seguir adelante. Pero era tan raro. Le puso enviar al mensaje y tomó su mochila, ya no tendría más clases y necesitaba ir a aquella reunión.

—¿A dónde vas? —Garreth le preguntó al tomarla de la mano cuando se levantó.

—Te cuento después, ahora voy tarde.

—Pero…

—César, olvidaste a Donato y Estefano, Servando y Florentino, Voz Veis.

Narel le sonrió, César agradeció con la mirada, ella tenía razón. Aquellos tenían canciones hermosas que podría utilizar con Garreth para dedicarle a Melissa. Se quedó contándole sobre ellos y ambos chicos olvidaron que Narel se fue sin decirles a dónde.

Cuando llegó a aquella cafetería a donde la habían citado, entró buscando con la mirada, caminó hasta donde la esperaban y carraspeó. Quien la llamó no estaba precisamente sola, sino que un chico la acompañaba y se veían bastante cariñosos. Narel se sorprendió cuando ambos voltearon a verla con una sonrisa, el chico se levantó y se presentó, luego las dejó solas. Narel se sentó frente a quien la había llamado.

—Ha pasado un poco de tiempo —dijo al mirar a Narel sentarse.

—Desde la cachetada. —Ella solo la miró, se veía diferente a la última vez que estuvieron juntas, irradiaba felicidad—. ¿Cómo has estado, Marianne?

—Puede decirse que bien… —Narel la vio sonreír, pero sabía que algo había, por eso la citó allí—. Nar, solo te llamé para pedirte disculpas, nunca te dije nada después de haberte golpeado. Eso nunca debió pasar.

—No tienes que preocuparte por eso, yo entiendo por qué lo hiciste… Si yo… Yo estaba…

—No tienes que decirlo. —Narel volvió a mirarla fijamente, Marianne le sonrió—. Siempre supe que tú y Alex debían estar juntos, te lo dije aquella vez…

—Aquella vez fue hace mucho tiempo, ni siquiera habíamos salido del colegio aún… —Narel sonrió de medio lado, recordaba ese día—. Ni siquiera había nacido Steph.

—Pero estaba en camino.

—Del tamaño de una almendra. —Ambas rieron por eso, a pesar de lo extraña de la situación, se dieron el tiempo de reír.

—Así fue como le explicaste a Josh lo que ni Alex ni yo pudimos decirle. Fue tan raro explicarle que dentro mío estaba su hermana o hermano, en realidad, no se podría decir nada seguro en ese momento.

—Josh se parecía mucho a Elijah en ese momento, y ya tenía costumbre explicándole algunas cosas…

—Y porque tienes esa mente tan infantil. —Narel la miró un tanto sorprendida, se conocían de hace muchos años, pero nunca se sentaron a conversar de esa manera tan amigable o familiar—. Siempre has tenido esa mente infantil y yo nunca lo noté, por eso fue por lo que sentí que debí hacer lo que hice…

—La cachetada no fue nada, Marianne. De verdad, no tienes nada de qué preocuparte por eso, yo ya lo olvidé. —Marianne se quedó mirándola, Narel le sonreía.

—Yo me refiero a la demanda.

—¿Qué demanda? —Marianne pestañeó repetidamente, ella sabía que Narel y Alexander se contaban todo, no podía ser verdad que ella no supiera de eso.

—La demanda que le puse a Alex… ¿De verdad no lo sabes?

—Lo último que supe de ti y de Alexander es que él quería volver a estar contigo… y eso fue como por…

—Antes de que te fueras a Italia. —Narel asintió lentamente, Marianne estaba bien informada de todo—. Pero luego empezó a salir con la chica esa, la que llama la atención por el escote.

—¿La conoces?

—Llegó con ella un día a buscar a los niños, hace como dos semanas.

—He visto a los cuatro juntos, si eso te preocupa, Alexander no deja a los niños de lado por ese escote. A Steph no le agrada mucho, pero no pasan tanto tiempo los cuatro… cuando va a casa de Thomas, ella se la pasa tomando sol, no tiene mucha empatía con los niños, pero…

—Ellos se la pasan contigo. —Narel le sonrió, tratando se ser amigable, se sentía raro conversar con ella de esas cosas, pero al mismo tiempo era agradable—. Josh y Steph me cuentan de lo que hacen cuando salen con Alex, no todo porque no creo que sean capaces de retener todo. Pero sí me cuentan las cosas que para ellos son importantes y de lo que más me hablan es de ti, de lo que haces con ellos, lo que les das de comer, de cómo los tratas, de cómo juegan, de cómo los haces reír… Ellos te adoran.

—Y yo a ellos. Tienes unos hijos maravillosos, Marianne.

—Te adoran igual que Alex a ti. —Marianne notó que la sonrisa de Narel se borraba, así entendió que ella realmente no sabía de la demanda—. Aquella conversación que tuvimos hace años, yo estaba dispuesta a dejarlo para que tuviera una vida contigo.

—Lo sé, me lo dijiste. —Narel volvió a sonreír de medio lado al recordar, aquello había sido tan estúpido por parte de ambas, lo entendía en ese momento, después de todo lo vivido—. Pero no hubiera funcionado conmigo, igual como no funcionó ahora… Sé que me lo merezco porque me metí entre ustedes dos y soy la peor de las basuras por hacerlo. —Marianne intentó decirle algo, pero ella no la dejó—. Pero no lo hice con mala intención, yo nunca quise hacerte daño, yo pensé que ya no lo amabas, que no sentías lo mismo por él… no como aquella vez que hablamos… aquella vez te dije que no lo dejaras porque sabía que Alexander te amaba y que tú sentías lo mismo por él, tenían a Josh, Steph en camino… y yo me iría a Glasgow con mis sentimientos… yo sabía que, si tuve una oportunidad con Alexander, esa ya había pasado y que muy tarde me di cuenta de que lo quería más que un amigo… Pero eso no era posible ni en ese momento, ni ahora ni nunca. En ese momento, en que te acercaste a decirme que lo dejarías porque sentías que era conmigo con quien debía estar, yo no lo veía de esa manera. Para mí siempre fue mi mejor amigo, a pesar de todo lo que se veía al exterior, de lo que veían los demás, para mí era mi mejor amigo. No te niego, como te lo dije años atrás, que no me gustó al principio tu llegada porque se terminaron nuestros juegos y mi mejor amigo me cambiaba, pero él era feliz contigo y eso era lo único que importaba, no lo que yo sintiera. Y créeme que lo que siempre quise fue que ustedes pudieran ser como Thomas y Helen, que el amor se les saliera por los poros. Lo siento mucho por todo lo que te hice, Marianne. De verdad, lo siento mucho. —Marianne dejó su mano sobre la de Narel, que las tenía en la mesa, de manera de que no se sintiera tan mal.

—Nar, no te llamé para esto. Yo sé que no eres de ese tipo de gente, lo sé y lo entiendo ahora que ya no tengo a mi madre metiéndome ideas en la cabeza…

—¿Le pasó algo a tus padres?

—No, no… —Marianne sonrió, a pesar de todo, ella se preocupaba por sus padres—. Solo ya no vivo con ellos, les pedí que se fueran del departamento. Tenías razón, mi madre se metía demasiado en mi vida, en mis cosas, no me dejaba ser yo y necesitaba liberarme… Después de enterarme de Alex y tú, por un lado, me sentí aliviada porque… —Marianne la miró fijamente, Narel esperaba que continuara con la historia de manera expectante—. Yo de hace rato que dejé de amarlo, Nar. Le tengo un gran cariño porque es el padre de mis hijos, por todo lo que vivimos en el tiempo que estuvimos juntos, en los primeros meses, antes de Josh… cuando estaba con Josh dentro mío… pero luego de eso comencé a darme cuenta de que realmente no era lo que quería para el resto de mi vida, y siempre estaba poniendo excusas para todo lo que Alex quería… y de pronto y sin que ninguno de los dos lo esperara, apareció Steph… y volví a pensar que lo podría amar como en los primeros días…

—Pero no pasó…

—No pasó… —Marianne se sentó apoyada en la silla, un mesero llegó con una taza de té para Marianne y un batido para Narel—. Sé que no te gusta tomar mucho té ni café, pero los batidos y los helados sí los aceptas. —Narel le sonrió y agradeció, tanto al chico como a Marianne—. No pasó que volviera a amarlo y entonces me di cuenta de que realmente nunca estuve enamorada. —Narel se atoró con el batido al escucharla decir eso—. Pero mi madre me decía una y otra vez que debía seguir y seguir, por los niños y por la situación, con Alex a mi lado nunca me faltaría nada. Y me decía hasta el cansancio que no debía dejarlo pasar tanto tiempo contigo, porque tú terminarías quitándomelo, a él y todo lo que se relaciona con él… No entendía al principio, luego comprendí que mi madre hablaba del dinero y de la posición de los Russ… Sabes que Alex me pidió el divorcio ¿verdad? —Narel asintió, intentó decir algo, pero esa vez fue Marianne quien no la dejó—. Cuando Alex me dijo del divorcio, no me dijo nada de ti, yo no sabía que tenía algo contigo. Mi madre me aseguró que así era, pero a mí no me interesaba mucho aquello, la verdad. Cuando Alex me pidió el divorcio me sentí aliviada porque al fin cada uno podría seguir con su vida sin tener que estar aguantando las malas caras del otro porque no nos gustaban las mismas cosas. Y eso lo sabes…

—Sí… sé que ustedes nunca pudieron ponerse de acuerdo con lo que les podría gustar a ambos, pero siempre pensé que podrían arreglar esas diferencias si de verdad había eso que llaman amor de por medio.

—Cuando me dijiste si veía mi vida con Alex y sin los niños, cuando ya se fueran de la casa, algo cambió en mi manera de pensar, me di cuenta de que no quería eso, no quería estar sentada junto a alguien con quien no compartía ningún gusto, alguien a quien realmente no conocía. Sé que Alex hizo hasta lo imposible porque todo fuera color rosa entre los dos, y sé también que yo no puse del todo de mi parte, pero era porque no me gustaba, de verdad que no quería esa vida…

—Por eso te sentiste tan aliviada.

—Pero mi madre se lo tomó de otra manera, ella quería sacarle la mayor cantidad de dinero a los Russ y quedar protegida para siempre. —Narel se quedó mirándola, Marianne había bajado la cabeza, al final Ashley y Helen tenían razón—. Mi madre se metió en la propuesta de Alex y la rechazó, mandando otra que nos beneficiara de por vida… estaba pensando solo en ella, fue una egoísta. Alex nunca hubiera dejado que algo les faltara a los niños…

—Ni a los niños ni a ti, Alexander estaba dispuesto a estar para los tres. Eso fue lo que me dijo porque me preguntó si me molestaba, yo le dije que no, que no se le pasara por la cabeza dejarte sola. Al fin y al cabo, solo eran unos niños cuando nació Josh, son decisiones para toda la vida, pero el lazo que ustedes tienen nadie lo podrá borrar nunca. Y eso lo debes tener siempre claro, Marianne. Alexander nunca en la vida va a dejarte sola, aunque los niños ya sean mayores de edad, él nunca te abandonará.

—Lo sé, pero fue mi madre la que se hizo cargo de todo… del divorcio… de la demanda… —Narel la miró, ella volvía a mencionar una demanda. Marianne le sonrió—. Pero ya está todo eso en el pasado, mi madre se fue con sus malas influencias y yo ya estoy rehaciendo mi vida…

—Y Alexander la suya, los dos con personas que sus corazones eligieron. —Marianne la vio sonreír, pero algo en su interior le decía que ella no estaba realmente bien con eso—. Te vi muy bien acompañada.

—Sí… comencé a estudiar… —Narel la miró boquiabierta y le sonrió más, se alegraba mucho por ella—. Y lo conocí a él en los estudios… Se llama Jacob y la verdad es que me hace sentir como nunca me sentí, estoy feliz… Me hace sentir tan bien, fue él el motivo porque decidí separarme de mi madre. —Si Narel hubiera estado bebiendo de su batido, de seguro se le hubiera salido por las narices—. Sé que nunca hice nada parecido por Alex, nunca me la jugué por él, pero fue lo que me hizo despertar y darme cuenta de que realmente nunca lo amé, no como me siento con Jacob.

—Solo eran unos niños, Marianne. A esa edad nada está claro, no fue tu culpa ni la de él… —Narel frunció el ceño—. Quizás sí fue culpa de él, vamos a echarle toda la culpa a él mejor. —Marianne rio a carcajadas por eso, Narel sonrió.

—¿Crees que podamos ser amigas?

—Siempre quise ser tu amiga, pero me sentía rara contigo… tu madre siempre estaba haciendo esos comentarios tan raros sobre mi país de origen, que no sabía si te agradaba o no…

—Ahora ya no está, así que podemos pasar más tiempo juntas y ser amigas. ¿Te parece?

—Sí, me parece. —Narel le sonrió, Marianne supo que era sincera—. Además, tienes que ir a casa de Thomas con los niños de vez en cuando, a ellos les agradas, siempre les has agradado, si el único problema era tu madre.

—Lo sé, empezaré a ir ahora que se calmen las aguas.

—¿Vas a aceptar el divorcio de Alexander?

—Sí, quiero rehacer mi vida por completo con Jacob y quiero hacer las cosas bien.

—Alex también, supongo, quiere hacer las cosas bien con Camille, pasan bastante tiempo juntos.

—¿Cómo te sientes tú con eso? —Narel la miró fijamente y le sonrió, era una enorme sonrisa llena de falsedad, que esperaba no se notara.

—Yo siempre supe y tuve claro de que Alexander era mi imposible. Yo solo quiero que Alexander sea feliz y si es feliz con Camille, espero que todo le salga bien.

—Me siento culpable por haberte separado de él.

—No es tu culpa, Marianne. Él y yo no somos para estar juntos, así todo está bien. —Marianne se quedó mirándola, definitivamente ella no tenía idea de la demanda que la separó de Alexander, decidió no decirle, si no sabía era porque así lo quiso su exnovio.

—Quiero pedirte disculpas, también, por cómo te ha tratado mi madre desde que te conoce.

—Tampoco te tienes que preocupar por eso. —Narel le sonrió, eran demasiadas disculpas para su gusto, así entendió como se sentía Ashley cada vez que ella se disculpaba por alguna cosa—. Yo no crecí con mis padres, lo único que tengo es a Helen y a Thomas y por eso soy tan apegada a ellos, y no los cambiaría por nada. Si volviera a nacer, escogería a los mismos padres suplentes que tengo. —Marianne se quedó mirándola, no entendía por qué le decía eso si ya lo sabía—. Tu madre solo quería lo mejor para ti, quizás en un momento se le perdió el rumbo, pero solo quería lo mejor para ti. Eres su única hija, es normal que se preocupara de esa manera. No te enojes con ella, pero tampoco le permitas volver a meterse tanto en tu vida.

—Pensé que la odiabas…

—No, yo no pierdo el tiempo con eso. Pero sé lo que es crecer sin tus padres y tú tienes a los dos, con sus defectos y todo, pero siguen siendo tus padres. —Marianne la miró fijamente y luego le sonrió, entendiendo por completo por qué Alexander la amaba y por qué los demás la adoraban de esa manera.

—Se me está haciendo tarde para mis clases. ¿Crees que podamos volver a conversar en algún momento?

—Claro que sí. —Marianne se levantó, Narel igual y se sorprendió porque Marianne la abrazó.

—Necesito pedirte un favor. —Narel la miró, Marianne era más baja y así, con esos ojos brillantes que nunca notó, se parecía demasiado a Stephanie, la mayor diferencia estaba en los ojos, la niña había heredado esos celeste de los Russ, en cambio Marianne los tenía verdes—. Por favor, llévale estos papeles a Alex, él está medio enojado conmigo por eso. —Marianne le pasó un sobre, Narel lo recibió—. Pero quizás cuando los reciba me perdone por completo y quiera conversar conmigo.

—Se los daré, no te preocupes, y le diré que hable contigo, que no sea bobo, si todo fue culpa de él.

Ambas volvieron a sonreír por eso, luego Jacob se acercó y se despidieron. Al salir de la cafetería, tomaron rumbos por separado, Marianne con Jacob cruzaron la calle para subirse a un auto, Narel caminó hacia la izquierda, por inercia se fue a la oficina de los Russ, sin darse cuenta se fue a entregar aquel sobre sin siquiera preguntarse por lo que había en su interior.

Las puertas del ascensor se abrieron con el pitido usual, Narel iba metida en sus pensamientos, ya que le había agradado conversar de esa manera con Marianne y le gustó verla feliz. La recordaba de las primeras veces que la vio con Alexander, cuando se conocieron en aquel baile, siempre la vio como una persona delicada y tímida, pero esa Marianne con quien estuvo en la cafetería se veía muy diferente, tenía vida y ya no parecía ser esa persona que se dejara dominar. Narel sonrió al salir, le gustaba ver a la gente feliz.

—Hola, Norma.

—Thomas está en una reunión. —Pero la secretaría apenas la miró—. No lo interrumpas, espera un momento, es algo importante.

—¿Y Alexander? —Norma levantó la mirada de la pantalla, Narel le sonrió enormemente.

—En su oficina, Thomas lo tiene trabajando en unos informes… ¿Tú y él?

—No, no… solo vengo a dejarle unas cosas que me pasaron.

—Alex es un estúpido. —Norma bufó y volvió su vista a la pantalla.

—Eso todos lo sabemos, Norma. Pero él no entiende. —Norma sonrió al verla entrar a la oficina de Alexander, ya que abrió sin siquiera golpear—. Hola, Alexander. ¿Cómo estás? ¿Cómo va tu día?

—¿Qué haces aquí? —Alexander la miró entrar y cerrar tras de sí, la vio fruncir el ceño.

—Te dije hola… No seas mal educado.

—Te vi en la mañana. —Alexander rodó los ojos—. ¿Pasó algo?

—No… —Narel caminó hacia él—. Solo me pidieron si te podía traer esto, creo que es importante así que vine.

—¿Qué es? —Alexander recibió lo que Narel le pasaba.

—No lo sé, me lo pasó Marianne. —Alexander dejó el sobre en la mesa y se puso de pie, tomándola de los hombros.

—¿Cuándo viste a Marianne?

—Ahora hace un momento, me dijo si podíamos hablar.

—No quiero que estés hablando con ella. —Narel notó que el tono de voz de Alexander sonaba a enojo y fruncía el ceño—. No te quiero cerca de ella, ni que la mensajees ni le hables. Bien lejos de ella.

—¿Por qué?

—Solo no te quiero cerca de ella. —Alexander, sin notarlo, apretó sus dedos, Narel se quejó por ello, ya que le apretó los hombros—. Prométeme que no te acercarás a ella.

—Pero quiere ser mi amiga…

—Tú no tienes nada que hacer con ella.

—Pero…

—Pero nada, no tienes nada que hacer con ella y ya.

—Es la madre de tus hijos…

—Sí, mis hijos, que no son nada tuyo. —Alexander se maldijo a sí mismo al ver que los ojos de Narel se aguaban, se odiaba por hacerle daño, pero tenía que ser fuerte mientras esa estúpida demanda no se terminara. Era la única manera, ya pensaría después en cómo pedirle perdón por todo lo que le estaba haciendo.

—Lo siento, Alexander. Por todo. —Él la vio bajar la cabeza, se odio aún más—. ¿Me sueltas? Tengo que ir a ver si Thomas ya se desocupó para preguntarle unas cosas.

—¿Me vas a prometer lo que te pedí?

—Sí, Alexander. Te lo prometo. —Narel no lo miró al hablar, tenía la voz baja—. No te molestaré más, te lo prometo. Será como si no estuviera en tu vida. —Alexander la soltó, Narel giró sobre los talones y salió de la oficina.

—Espero que no lo perdones nunca por hacerte llorar. —Narel miró a Norma y trató de sonreírle como siempre—. Vas a encontrar a alguien para quien seas lo mejor que le pudo pasar.

—Gracias, Norma. Iré donde Thomas. —La secretaria no le dijo nada para detenerla, ella simplemente se metió a la oficina del mayor.

—No le metas ideas en la cabeza, Norma. —Alexander abrió la puerta—. Escuché lo que le dijiste.

—Te lo mereces por ser tan estúpido.

—Soy tu jefe, no te vendría mal un poco de respeto. —Norma sonrió por eso.

—Mi jefe es Thomas y antes de eso lo era tu madre, que no se te olvide quien compraba tus pañales.

—¿Por qué siempre tienes que recordarme eso, Norma? —Alexander frunció el ceño.

—Para que recuerdes tu lugar. Tu madre no estaría nada de feliz porque estás haciendo llorar a la mimada.

—Ya lo sé, Norma. Ya lo sé… pero ya arreglaré todo. —Norma notó que Alexander también estaba sufriendo por eso, lo vio volver a meterse a la oficina cabizbajo y cerrar la puerta. Suspiró y miró la pantalla, la telenovela estaba cada vez mejor, mucho mejor que esos dramas infantiles.

—Thomas. —El mencionado iba saliendo del baño, Narel estaba mirando la vidriera con las medallas y trofeos—. Vas a tener que empezar a hacer espacio para los de Elijah.

—Cuando comience a tenerlos veré lo que hago con esto. —El mayor le besó la cabeza.

—Hay muchos…

—Tú y Alexander han ganado varias competencias, tú casi todas las que te inscribías de olimpiadas del saber y ahora las de natación, y Alexander en deportes.

—Voy a traerte las de oro ahora que vaya a competir a Glasgow.

—Lo sé, ya tengo un espacio para eso.

—Hablando de Glasgow…

—Ya envié todo, solo falta la respuesta de ellos. —Thomas la vio sonreír, aquello no le gustaba, pero con Helen habían decidido que era una buena idea mantenerla lejos de Alexander.

—Sí, pero es otra cosa…

—¡Nar! —Alexander abrió la puerta de par en par, ambos lo miraron. Narel se sorprendió cuando la tomó de la cara y la besó—. Ya no hay demanda, preciosa. Podemos estar juntos otra vez. —Volvió a besarla, dejando a Narel sin entender.

—¿Qué demanda? ¿De qué hablas? —Narel le dejó las manos en el pecho y lo separó un poco de ella. Lo miró, tenía una sonrisa enorme y toda su cara reflejaba felicidad.

—¿De qué hablas, Alexander? —Thomas se interpuso entre ellos, no dejaría que le siguiera haciendo daño.

—Llama a los abogados, Thomas. Ya no hay demanda…

—Thomas. —Los tres miraron a la puerta, Norma los interrumpió respirando un poco agitado—. Te llaman los abogados, dicen que es urgente.

—Es por lo que te digo, Thomas.

—Gracias, Norma. Contestaré. —Thomas caminó a su escritorio y se sentó, apretó un botón para contestar y dejar el altavoz. Norma salió cerrando tras de sí—. ¿Diga? —Alexander abrazó a Narel por la espalda cuando ella comenzó a caminar cerca del escritorio y le besó el cuello, pero ella lo empujó, aunque suavemente.

—Thomas, te hablo por la demanda de Alexander. Fue anulada por la demandante y pidieron que se olvidara el caso. Quieren seguir con la propuesta original.

—¿La original? —Thomas miró a Alexander, tenía el mentón apoyado en el hombro de Narel, con una sonrisa enorme pintada en la cara. Ella, en cambio, observaba todo confusa y tenía sus manos en los brazos de Alexander, como tratando de que la soltara.

—Sí, quieren retomar la primera propuesta y cerrar el acuerdo con eso. No quieren nada de lo otro que propusieron con la demanda. Thomas, espero tus decisiones.

—Dile que sí. —Pero fue Alexander quien respondió—. Que aceptamos volver a tomar la primera propuesta y que todo lo referente a la demanda se olvide.

—Alexander, si vuelves a tomar decisiones apresuradas, volverá a pasarte lo mismo. —Thomas miró a su hermano, esperaba que al ser el abogado quien le dijera eso, entendiera.

—No lo volveré a hacer. Haré todo con calma esta vez, mándanos las propuestas para verlas. —Thomas sonrió, al fin estaba pensando bien.

—Se las haré llegar lo antes posible. Estamos en contacto. —Y, luego de despedirse, la llamada finalizó.

—No estoy entendiendo nada. —Narel apretó los brazos de Alexander para tratar de soltarse, pero el chico sonrió más y volvió a besarla—. Deja de hacer eso.

—Thomas, iré a tomar helado con mi boba.

—Pero yo no quiero salir contigo.

—Vamos y te explico todo lo que pasa. —Y otra vez la besó, Narel lo miró con el ceño fruncido, Alexander sonrió de oreja a oreja—. Avísale a Helen que llegarás tarde. —Thomas la miró, ella no parecía muy convencida de ir con Alexander, pero era mejor que hablaran.

—Bien… —Alexander la abrazó aún más al caminar hacia la puerta, Narel sacó el teléfono del bolsillo.

—Dile que no llegarás a dormir hoy. —Él le besó el cuello, Narel lo empujó y se metieron a la oficina de Alexander, bajo la atenta mirada de Norma, que sonrió al verlos.

El teléfono de Thomas comenzó a sonar, estaba terminando de anotar unos números en la planilla, si se equivocaba, no podría tener buenos resultados para adjudicarse aquello. Lo dejó sonar hasta que la llamada finalizó y sin siquiera mirar quien era. El teléfono volvió a sonar, frunció el ceño y miró, era Helen, mejor lo contestaba.

—Amor…

—Thomas, ¿cómo es eso de que la boba no llegará a la casa a dormir? —Thomas frunció aún más el ceño y terminó de escribir, puso el altavoz—. ¿Por qué le diste permiso para eso?

—Yo no le di permiso para eso, ni siquiera quería ir.

—Alexander me llamó…

—¿Te llamó él? —Thomas interrumpió, su hermano solo le dijo que irían por un helado.

—Me llamó la boba, pero Alexander le quitó el teléfono y me dijo que no llegará a dormir.

—Marianne quitó la demanda.

—¿Qué?

—Le acaban de decir hace un momento, Narel estaba aquí conmigo y se la llevó para explicarle todo.

—Pero…

—Quizás puedan arreglar todo de una buena vez.

—Thomas, Nar le dijo que sí a Steven anoche. —Thomas se pasó la mano por la cara—. ¿No te lo dijo?

—Estábamos hablando de Glasgow cuando Alex interrumpió, no terminamos de hablar.

—A tu hermano ya se le fue el tiempo por estúpido y ahora hará el ridículo de su vida pidiéndole una oportunidad. —Thomas suspiró, eso era verdad. Apretó el botón del intercomunicador.

—Norma, ¿Alexander sigue en su oficina?

—No, se acaba de ir con tu mimada, ella no llevaba buena cara.

—Gracias, Norma. —Thomas volvió a apretar el botón para finalizar la llamada con la secretaría—. Ya escuchaste, Helen. No alcancé a detenerlo. No te preocupes, la loca esa llegará temprano.

—¿Qué harás con tu hermano?

—Supongo que tendré que ir a buscarlo al bar de siempre.

—Solo debimos tener a Elijah y Emma, no eran necesarios tantos hijos. —Thomas sonrió por eso, le encontró la razón a su esposa—. Hablamos en la casa.

Y la llamada finalizó, Thomas se quedó mirando la pantalla y suspiró. Su esposa era tan cariñosa… Volvió su vista al computador, esos trabajos no se ganarían solos.

 

**********

 

Alexander estacionó su auto en el mirador, ese día fue a trabajar en él porque debía ir a comprar unas cosas en la mañana y lo encontró útil en ese momento para conversar con ella. Le había costado convencerla para que saliera con él, como nunca, pero al final lo acompañó porque le entró la curiosidad por lo que tuviera que decirle. Además, ella quería contarle de Steven y quizás sería buen momento. Alexander la dejó adueñarse de la radio del auto y durante el camino, que no fueron más de treinta minutos, solo hablaron de trivialidades.

—Dijiste que iríamos por un helado. —Narel lo miró cuando se estacionó.

—Después, primero quiero que conversemos. —Alexander apagó el motor.

—¿Por qué aquí?

—Iba a llevarte a nuestro árbol, pero ya comienza el invierno y el suelo está húmedo como para que nos sentemos, mejor aquí. De aquí se ven las estrellas.

—Aquí me trajiste cuando me preguntaste si quería casarme contigo… —Alexander la miró, ella había dejado de verlo y miraba al frente—. Dejó de gustarme este lugar… Vamos a casa.

—Espera un momento, voy por la segunda vez. —Narel volvió a mirarlo, él notó que estaba confundida.

—¿Segunda vez de qué?

—Tengo el anillo. —Él la vio fruncir el ceño, sonrió por eso.

—No voy a casarme contigo, Alexander. Si no me llevas a casa, me iré caminando sola, no es… —Alexander la silenció al besarla, tomándole la cara—. Deja de hacer eso.

—Podemos estar juntos ahora. ¿No escuchaste al abogado? —Alexander le preguntó sin soltarle la cara, ella lo veía fijamente.

—Sí lo escuché, pero no entiendo por qué, si tú terminaste todo porque dijiste que no me amas. Y ya, suéltame. —Hizo el intento de separarse, pero no pudo, se quedó tranquila mirando esos ojos celestes.

—¿Qué te dijo Marianne de la demanda?

—Nada, solo me entregó esos papeles que te pasé, no sé de lo que hablaba.

—Te explicaré, pero quédate tranquila. —Narel asintió, Alexander le soltó la cara y le pasó un rizo tras la oreja—. Cuando preparábamos todo para ir a Italia, Thomas recibió un aviso de una demanda, esa demanda era en mi contra por haber engañado a Marianne. —Narel acomodó su cabeza en el respaldo del asiento, pero sin dejar de mirarlo—. Tenían fotos, videos y otras cosas que recopilaron al vernos juntos…

—¿Cómo? —Narel lo interrumpió, Alexander le dejó dos dedos en los labios.

—Me acusaron y demandaron por adulterio, y me pusieron entre la espada y la pared. O te dejaba o perdía a mis hijos, tenía que elegir entre tú y Steph y Josh…

—Esa no fue Marianne, esa fue su madre. Esa señora… Es malvada, malvada de verdad. —Alexander la miró fijamente por eso y luego sonrió, esa reacción por parte de ella nunca se la esperó—. No creíste que fue Marianne ¿verdad?

—No… no lo sé… no tuve cabeza para pensar en eso. —Alexander le tomó la cara, nuevamente—. Te perdería, era lo único que pasaba por mi cabeza y no sabía qué hacer. Tuve que elegir…

—Y elegiste bien, tus hijos son lo más importante. —Alexander sonrió al mirarla—. Si no los hubieras elegido a ellos, te hubiera matado, tarde o temprano me hubiera enterado de esto.

—Lo sé. —Él le besó la frente—. Por eso tenía miedo de decirte.

—¿Por qué?

—¿Qué hubieras hecho? —Narel lo miró, Alexander tenía esos ojos celestes expectantes y al mismo tiempo tristes, no le gustaba verlo triste.

—No lo sé, pero te hubiera matado si no elegías a tus hijos.

—Pero eras tú o ellos…

—Y los elegiste a ellos y eso fue lo mejor que pudiste hacer…

—¡Pero te hice daño!

—¿Y hubieras sido más feliz perdiendo a Steph y a Josh y pagando lo que fuera que te hubieran pedido por adulterio? Eso sigue siendo pena de cárcel ¿o no?

—No lo sé bien… —Narel suspiró al mirarlo.

—La decisión que tomaste fue la mejor, no te compliques la vida. Y ahora estás bien, estamos bien… —Alexander volvió a besarla para silenciarla—. Deja de hacer eso.

—Pero dijiste que estamos bien, ya no hay nada que impida que estemos juntos de nuevo para toda la vida, como siempre dijimos.

—¿Por qué no me dijiste todo esto cuando empezó?

—Porque tenía miedo de tu reacción y de perderte para siempre.

—Yo te hubiera ayudado a arreglar todo…

—¿Qué hubieras hecho?

—No lo sé… pero hubiéramos encontrado una solución entre los dos, juntos…

—Te hubieras ido ¿verdad? —Alexander vio directo a los ojos, para él, en ese momento, eran un libro abierto, le decían que sí se hubiera ido—. Habrías volado a Argentina.

—Solo por un tiempo, hasta que arreglaras todo. Así hubieras estado tranquilo.

—No quiero que te vayas ni siquiera por el día, preciosa. No tienes idea de cómo me sentí cuando te fuiste a Italia. —Alexander le besó la frente—. Pero eso ya se acabó, ahora ya podemos estar juntos de nuevo, como antes y como siempre y nos quedan muchas vacaciones que podremos ir juntos a recorrer el mundo. Vamos a estar juntos de nuevo y cuando firme el divorcio, será para toda la vida. Un tú y yo para toda la vida.

—Alexander…

—Te amo, preciosa.

—Le dije que sí a Steven… —Narel vio como los ojos de Alexander se volvían brillosos y se separaba un poco de ella.

—No… no puedes estar con él… no lo amas…

—Pero yo le gusto… y mucho dijo… ¿por qué no le puedo dar una oportunidad y darme una oportunidad?

—Porque tú me amas a mí, preciosa. —Alexander bajó sus manos y las dejó en el cuello de Narel—. Dile que lo pensaste mejor y ya no quieres nada con él.

—Pero sí quiero algo con él. —Alexander apoyó su frente en la de ella, de manera que sus ojos quedaran hacia abajo, apretando con fuerza sus párpados para evitar llorar, era lo que menos quería escuchar—. Yo…

—¿Por qué? —la interrumpió al preguntarle, sin moverse de donde estaba.

—Porque me gusta estar con él, le gustan los museos y esas cosas y me divierte… es entretenido tener a alguien que te acompañe a esas cosas. —Alexander sonrió al escucharla, se levantó y sin alejarse mucho, la tomó de la cara.

—Vamos a casa, preciosa. Otro día te compro tu helado. —Narel lo miró fijamente, él seguía con los ojos brillosos, pero le sonreía.

—Hay helado en casa, podemos hacer ese con galleta molida como el otro día.

—Como tú quieras, preciosa.

—Alexander… —Él le pasó los dedos con suavidad por la cara—. ¿Estás bien?

—Sí, lo estoy. Estoy feliz, me siento feliz. Al fin ya no tengo secretos contigo y me pude quitar este peso de encima de tener que estar ocultándote cosas, no sabes lo mal que me sentí durante todo este tiempo por eso… no sabes las ganas de mandar todo lejos… no sabes, preciosa… no sabes… —Y, aprovechando la cercanía, volvió a besarla, pero esta vez ella le respondió.

—No hagas eso… —susurró, pero él la ignoró.

—¿Qué no haga qué? —preguntó sonriendo y sin dejar de besarla. El teléfono de Narel comenzó a vibrar, pero Alexander no se detuvo.

—Alex… —Ella le dejó las manos en los hombros, empujándolo un poco hacia atrás. Él frunció el ceño, Narel tomó el teléfono—. No hagas eso, tengo novio ahora y no eres tú.

—No lo tendrás por mucho. —Alexander se sentó de manera correcta y se puso el cinturón, echó a andar el motor.

—¿Qué dijiste?

—Nada, solo que vamos a casa.

Narel lo miró cuando salieron del estacionamiento, no le entendió lo que dijo porque había hablado bajo y ella estaba respondiendo los mensajes que le llegaron. Frunció el ceño y volvió a fijar su vista en el teléfono que vibraba nuevamente, así notó que Alexander la llevaba de la mano con los dedos entrecruzados, no se dio ni cuenta cuando eso pasó. Al llegar a la calle donde vivían, vieron un auto estacionado fuera de la casa, Alexander volvió a tomarla de la misma manera al bajar, a pesar de que Narel le reclamaba por eso, él solo sonrió al caminar. Steven los vio y se quedó mirándolos por un rato, al parecer ellos no notaron su presencia. No pudo evitar molestarse porque iban de la mano, pero frunció más su ceño cuando Alexander le sonrió de medio lado y le besó la mano a Narel antes de soltarla, luego de eso entró.

—¿Dónde andabas?

—Alexander tenía que decirme algo importante y fuimos…

—A algún lugar especial de ustedes dos. —Steven terminó de decir, Narel lo miró fijamente, el chico tenía el ceño fruncido—. ¿Sabe que tú y yo…?

—Sí, ya le dije.

—¿Vamos a dar una vuelta? —Estaba enojado, pero apenas el día anterior ella había aceptado tener algo con él y no desaprovecharía la oportunidad—. Sé que es tarde, pero ¿crees que Helen te dé permiso?

—Voy a preguntarle. Espérame. —Steven la tomó de un brazo antes de que entrara y la besó, solo en ese momento Narel se dio cuenta de que no habían pasado aún veinticuatro horas de su nuevo noviazgo y ella ya lo había engañado con Alexander. Se odió a sí misma al responderle.

—Te espero. —Narel entró corriendo, sentía las mejillas arder, no solo por el beso, sino que por sentir que lo había engañado en tan poco tiempo.

—¿Verdad que yo beso mejor? —Alexander la tomó de un brazo y la dejó apoyada en la pared, junto a la escalera. Narel miró esos enormes ojos celestes brillar con maldad, él estaba demasiado cerca.

—Sí… —Narel despertó de esa hipnosis por aquellos ojos y lo empujó al dejarle las manos en el pecho—. ¿Dónde está Helen?

—En la cocina —respondió sonriente, se quedó mirándola hasta que entró al lugar mencionado y él aprovechó de salir, tenía una cosa que hablar con aquel que esperaba afuera.

—Helen…

—¿Por qué estás tan roja? ¿Estabas haciendo ejercicio o algo?

—Es ese estúpido de Alexander. —Helen la miró mover la cabeza de un lado a otro, aun así no se le quitaba lo rojo—. Helen… Steven está afuera, dice si me das permiso para ir a dar una vuelta.

—Es tarde y tú estás castigada.

—Le diré que no…

—Dile que se quede a cenar. —Narel la miró fijamente, Helen sonrió, sería su venganza para Alexander—. Así aprovechas de decirle al resto de la familia que ya tienes novio.

—Helen. —Narel se acercó y la tomó de los hombros—. Sabes que él no puede entrar a mi habitación ¿verdad?

—¿Lo dices por el oso con la camiseta de Alex? —Narel asintió moviendo la cabeza efusivamente—. ¿Tan rápido ya pensaste en que entraría a tu habitación?

—¿Y si quiere ver mi colección de libros? Yo le he hablado de eso y como le gustan los museos y esas cosas… Helen… ¿de qué te ríes? —La mayor no pudo evitar soltar un par de carcajadas por esas ocurrencias.

—No te preocupes, ve a decirle que se quede a cenar. No entrará en tu habitación ni en un millón de años, Thomas lo mataría primero.

—Bien, lo invitaré a cenar. —Narel la soltó y caminó a la salida.

—Boba. —Se detuvo a mirar a la mayor—. Mete la cabeza al congelador para que se quite lo roja. —Helen sonrió más al verla volverse aún más roja. Salió, prácticamente, como una locomotora a punto de estallar.

—¿Qué haces afuera, Alexander idiota? —Narel lo empujó para salir, así notó que Steven tenía el ceño fruncido al mirarlo.

—Voy a guardar el auto, enana. —Alexander la abrazó como si fuera su hermana pequeña y le besó la mejilla—. Además, aproveché de decirle al nuevo novio de nuestra pequeña hermana lo que le sucederá si te hace derramar apenas media lágrima. ¿Verdad? —Narel vio a Steven asentir. Alexander la soltó y caminó al auto.

—¿Qué dijo Helen?

—Si te quieres quedar a cenar. —Steven la miró fijamente, lo que menos quería en ese momento era pasar rato con Alexander, pero ella le sonreía y tenía esas mejillas coloradas aún, le había gustado besarla y que se ruborizara—. Es tarde y ella me tiene castigada…

—Bien. —Narel se sorprendió, pensó que le diría que no—. Será un placer para mí cenar contigo y con tu familia, así aprovecho de conocerlos mejor.

—Entremos entonces. —Dio la media vuelta y comenzó a caminar—. Aunque ya los conoces a todos.

—A los que más conozco es a George con Nicholas, porque van con nosotros a casi todos lados. —Narel caminó a la sala, allí estaba Thomas con Emma en los brazos, lo que decía Steven era verdad, sus lacayos no la dejaban sola—. Buenas noches, Thomas. —El recién llegado saludó mientras veía a Narel apretarle las mejillas a Emma. La niña balbuceaba algunas palabras que, al entender de Steven, decía que Thomas era su papá, Narel negaba eso y abrazaba al mayor.

—Buenas noches, ¿vas a quedarte a cenar?

—Sí, Helen me invitó, si no es de tu problema.

—Claro que no, además, creo que hay algo que debes preguntarme. —Narel se fijó que Thomas estaba serio, Emma se le lanzó a los brazos y la cargó.

—¡Thomas! —Ese grito fue por parte de Nicholas, después se escucharon los pasos al correr por la escalera—. ¡¿Nar ya llegó?!

—¡Estoy aquí! —Aquel chillido, según Thomas, logró que la vista del mayor se posara en ella. Narel solo le sonrió como disculpa.

—¡Nar! —Nicholas con George pasaron junto a Steven, ignorándolo, y la abrazaron con Emma incluida—. Tenemos algo que hacer urgente.

—Nicholas, George. —Los dos miraron al mayor, tenía esa mirada y voz de seriedad—. Tenemos visita. —Los dos giraron al soltar a Narel y vieron a Steven.

—Hola, Steven. —George fue el primero en saludar y sonreír—. Disculpa, pensamos que era Alex quien estaba aquí y no te vimos.

—Sí, lo sentimos. —Nicholas lo secundó—. Estamos acostumbrados a que sea él siempre el regañado por Thomas y por eso lo ignoramos.

—¡Boba! —Ese era Garreth quien corría por la escalera—. Escuché que ya llegaste. —Pasó, por al lado de Steven, y la abrazó.

—Garreth… —Y otra vez el regaño por parte de Thomas.

—Tenemos visitas, Garreth. —Pero fue Nicholas quien terminó de hablar. Garreth giró a mirar.

—También pensaste que era a Alex a quien regañaban, ¿verdad? —George interrumpió, los tres sonrieron, Narel observó todo un poco confundida, ellos necesitaban anteojos con mayor urgencia.

—Hola, Steven. ¿Vas a salir con la boba?

—No… voy a quedarme a cenar. —Los tres hermanos se quedaron de piedra y miraron a Thomas, que asintió lentamente y con el ceño fruncido por esos modales que estaban mostrando—. Thomas, creo que la pregunta que quieres es si me autorizas para salir de manera formal con Narel. —Ella sintió las miradas de los tres chicos encima.

—Yo ya sé la respuesta de Narel, y si ella está de acuerdo, no le diré que no. Pero si le llegas a hacer algo…

—Alexander ya me advirtió…

—No. —Narel vio a Thomas sonreír de medio lado—. Alexander no tiene ni la menor idea de lo que te pasará si le llegas a hacer algo que la haga sufrir o, siquiera, pensar en que una lágrima le saldrá. —Los tres menores miraron a Steven, si no fuera porque apenas lo estaban conociendo, dirían que se puso pálido.

—Hola, Steven. —Helen entró interrumpiendo las miradas de todos, el mencionado la saludó con un gesto de cabeza, ella evitó reír por el comportamiento de los otros, lo que era solo tener hermanos hombres—. Boba, ven a ayudarme a la cocina.

—Bueno. —Narel salió tras ella y con Emma en los brazos.

—Preciosa, ¿vas a cocinar mañana tú? Sabes que nos gustan más las comidas tuyas que las de Helen. —Los que estaban en la sala escucharon la voz de Alexander, los tres menores se miraron interrogantes, aunque al mismo tiempo con maldad por lo que sufriría su hermano cuando se enterara. También escucharon un golpe.

—Te mereces ese golpe, Alexander idiota, por molestar a Helen. —La voz de Narel llegó a oídos de los demás y supieron de esa manera que Helen lo golpeó.

—¿Qué hacen? —preguntó al llegar a la sala, Thomas lo miró fijamente, había pensado que tendría que ir por él al bar de siempre—. ¿Vas a quedarte a cenar, cuñado? —Los tres menores lo miraron, aquello fue dicho con total burla. Thomas, en cambio, simplemente frunció aún más el ceño.

—Vamos a cenar —dijo el mayor interrumpiendo todo—. Steven, por aquí.

—¿Lo sabías? —Garreth le preguntó a su hermano cuando Thomas desapareció al comedor. Alexander asintió, los tres menores notaron que no se veía triste ni mal.

—¿Qué piensas hacer? —Nicholas atrajo la atención del mayor.

—¿Tienes pensado separar a Nar de él?

—No haré nada, absolutamente nada. —Los tres volvieron a mirarlo fijamente, ese no era el hermano que conocían—. En realidad, sí haré algo, iré a cenar porque tengo hambre.

—Pero… —Nicholas se interpuso en el avanzar de su hermano.

—No haré nada, Nick.

—¿Te enamoraste de ese escote gigante? —George empujó a Nicholas para preguntarle a Alexander.

—¿Cuál…? —Garreth sonrió al escucharlo, era normal para él saber que a su hermano se le olvidaba la existencia de Camille—. No seas bobo, cómo me voy a enamorar de ella si no tiene cerebro.

—Pero tiene dos grandes razones.

—Muévanse, quiero ir a cenar. —Alexander los empujó a ambos, aun así sus hermanos menores no lo veían triste—. Yo no haré nada porque todo lo hará el estúpido ese. Nar aún no sabe que a él no le gustan los museos y esas cosas y ella odia que le mientan.

—Oh… ya veo… —Nicholas se dejó la mano en el mentón, como todo un detective—. Vas a dejar que el destino los separe…

—¿Y si se enamora?

—No se va a enamorar, cuando sepa que le mintió, ella lo dejará. —Alexander sonrió de medio lado al dejarle las manos en los hombros, una a cada uno.

—Así como tú le mentiste. —Alexander frunció el ceño al escuchar a Garreth, tenía que hablar—. Creo que tanto Steven como tú están en la misma posición.

—¿Cuándo le mentiste, Alex? —Nicholas le preguntó con curiosidad.

—¿Y con qué? —George se le unió.

—Déjenme en paz. —Ignoró a ambos y se fue al comedor, debía elegir un asiento para el invitado lejos de Narel.

—¿Qué haces, Garreth? —Nicholas le preguntó al verlo con el teléfono en la mano.

—Invito a Ash para que venga a cenar, esto no creo que quiera perdérselo. —Los tres sonrieron y caminaron al comedor, eso era verdad, Ashley los mataría si no le avisaban lo que sucedía.

 

**********

 

Cuando Ashley llegó, acompañada de Brandon, solo sonrió al verlos a todos sentados. Garreth le avisó a Helen de que su hermana iría a cenar así que agregaron los dos lugares. Narel le preguntó a Helen que por qué hacían eso, pero la mayor solo la mandó a hacer lo pedido, por eso cuando Ashley llegó con Brandon, solo frunció el ceño, no entendía por qué estaban allí. La hermana de Helen, en cambio, solo la vio sentada entre Alexander y Steven y sonrió aún más por eso, desde que Garreth le avisó lo que sucedía, solo tenía ganas de molestarlo. Brandon, por otro lado, simplemente miró a su amigo y le sonrió de medio lado, Alexander frunció el ceño por aquel gesto. A diferencia de Narel, él sabía que ellos estaban allí para burlarse y a su causa.

—Ya basta. —Alexander dejó el tenedor encima del trozo de carne que Narel estaba sacando—. Ya tienes tu porción, no es necesario más. —Ella lo miró inflando las mejillas y fue a sacar papas cocidas—. Tampoco de eso. Lo que tienes en el plato es lo único que vas a comer.

—Deja que coma lo que ella quiera. —Narel miró a Steven, a su otro lado, tenía el ceño fruncido, pero no la veía a ella, sino que a Alexander.

—Tiene que seguir la dieta de la natación, cuñado. —Fue la respuesta de Alexander, Narel asintió moviendo la cabeza.

—Ella se comería todo lo que está en la mesa. —Steven miró a Thomas, sentado en la cabecera de la mesa, que había hablado.

—Y más, si comer es lo mejor que existe en el mundo.

Narel refunfuñó y comenzó a comer lo que tenía en el plato, con el ceño más fruncido porque sentía que cada vez era menos comida la que le daban. Al frente, Nicholas, George y Garreth observaban fijamente todo lo que sucedía. Al lado de ellos, Ashley y Brandon susurraban de vez en cuando y comentaban cosas con los otros tres chicos. Los únicos que estaban tranquilos eran Helen, Leah, Emma y Elijah, los cuatro sentados juntos con Helen en la otra cabecera de la mesa, y era porque los dos más pequeños no notaban lo que sucedía y Leah ya le había dicho a Narel que a ella le gustaba Steven como su novio.

—¿Por qué ustedes tienen frituras y yo no? —Narel preguntó mirando los platos de los demás—. Helen…

—Tú ya comiste tu ración de frituras de la semana. —Alexander acaparó su atención al responderle—. Fuiste a comer el martes con Garreth a ese lugar nuevo cerca de la oficina y comiste tu ración de esta semana y las de todo el año.

—No es cierto.

—Sí lo es.

—Conmigo también comiste frituras ayer, yo no tenía idea de tu dieta. —Narel enrojeció al escucharlo. Alexander frunció el ceño.

—¿Comiste frituras sin mí? —Garreth, al otro lado de la mesa, reclamó.

—Solo un poquito. —Steven miró al frente, Nicholas con George picaban carne y comían sin quitarle el ojo de encima y casi sin pestañear. Un escalofrío lo recorrió entero.

—¿Fue solo un poquito, cuñado?

—¿Eh? —Steven miró a Alexander, la imagen de los dos chicos aún la tenía grabada en la cabeza.

—Nar. —Elijah llegó junto a ella y le estiró los brazos—. Ya tengo sueño. —Narel lo sentó a horcajadas encima y el niño la abrazó, escondiendo la cara en el cuello de ella. Thomas, sin dejar de mirar todo lo que sucedía, solo frunció el ceño, no quería otro Nicholas.

—Cuñado, ¿por qué no nos cuentas un poco de los museos y libros que te gustan? —A Ashley se le cayó el tenedor sobre el plato, logrando que el sonido acaparara todas las miradas, eso había sido total maldad por parte de Alexander.

—Lo siento —dijo al volver a tomarlo—. Hoy practicando volley di un golpe mal y me quedó resentido.

—¿Estás practicando volley, Ash? —Narel consultó algo sorprendida, ambas habían quedado de que solo estarían en natación, a pesar de que Ashley solo fuera de suplente.

—Sí, pero solo por juego —contestó sonriéndole para que no le hiciera preguntas por esa mentira.

—No me gusta el volley, prefiero el handball.

—Tú sí que sabes. —Brandon le hizo un gesto con la mano, demostrando apoyo—. Por eso le ganamos el otro día a estos bobos.

—Sí, cuando venga Jesse de nuevo a quedarse tenemos que hacer más juegos de esos, y tú tienes que estar en mi equipo para que pateemos a Alex y lo hagamos comer polvo.

—¿Cuándo viene Jesse?

—El sábado, viene al juego solamente. También viene Harper y John.

—¿Al juego del sábado? —Alexander interrumpió algo extrañado.

—Sí… —Narel contestó algo dubitativa, no quería que nadie supiera—. Los invité a todos a que vinieran a apoyar porque es un juego benéfico y esas cosas se apoyan.

—¿Sabes de qué se trata? —Thomas y Helen prestaron atención, ellos sabían quién era la que organizaba todo eso, pero también estaban en conocimiento de que ella no quería que nadie supiera. Brandon la miraba expectante por la respuesta—. El entrenador nos dijo que era benéfico y que no tendríamos ninguna ganancia en esta ocasión, sabes que si ganamos nos dan un pequeño premio, aunque algunos preferirían que los ayudaran con las notas.

—No tengo idea, solo sé que es a beneficio y el entrenador me dijo que diera publicidad, así que yo invité a todos los que conozco…

—Que son muchos porque tú conoces a muchas personas… —Ashley se burló, Narel frunció el ceño.

—Ya no eres bienvenida en esta casa, Ash. —La mencionada frunció el ceño.

—Voy a quedarme a dormir contigo.

—Claro que no. —Aunque para sorpresa de todos, fue Alexander quien respondió.

—Bien, ya es tarde. —Thomas detuvo todo al levantarse—. Te agradezco la compañía, Steven. —El mencionado lo miró—. Pero sabes que mañana todos aquí tienen clases y deben acostarse temprano, eres bienvenido para cuando quieras.

—Gracias, Thomas. Si ya estaba por despedirme. —Steven se levantó y miró a Helen—. Gracias por la invitación, estaba todo muy rico.

—Dame a Elijah. —Alexander se acercó a Narel, que se levantaba con el niño en los brazos.

—¿Por qué?

—Lo llevaré a su cama, está casi dormido y ya es muy grande para ti. —Narel frunció el ceño al mirarlo—. No me mires así, sabes que es verdad. —Alexander le quitó al niño de los brazos y lo cargó—. Además, tienes visita y debes ir a dejar al cuñado a la puerta.

—Es verdad. —Narel le dio la espalda y miró a Steven, sonriéndole—. Te acompaño a la puerta.

Steven se despidió de todos y le tomó la mano, entrecruzando los dedos, mostrándole a Alexander de que era él quien la llevaría desde ese momento en adelante. Se despidió de Narel en la puerta, abrazándola por la cintura mientras la besaba y quedando de acuerdo en que al otro día la iría a buscar a la salida de la universidad para ir a dar una vuelta, aunque no sería muy larga porque al entrenador no le gustaba que salieran el día antes del partido, pero como estaban recién empezando su noviazgo y solo era un juego benéfico, no había problema en que pasearan un par de minutos por allí. Fuera de eso, tenía más que claro que ella saldría con aquellos guardaespaldas que no se le separaban ningún momento.

Apenas Narel entró, Ashley la abrazó gritándole su tan adorada frase de «muñequita mía» en el oído. Ella la empujó un poco porque sintió que se le rompían los tímpanos, pero subieron a la habitación sin que Ashley la soltara. Ashley había enviado a los curiosos a sus respectivas habitaciones, por eso no estaban allí esperando para empezar el interrogatorio. Aunque Narel no notó nada de aquello.

—¿No te parece raro de que sea un año mayor que tú y aún no termine de estudiar? —Ashley le preguntó, estaban acostadas en la cama de Narel, ella boca abajo y su amiga de lado, para mirarla y hablarle.

—Quizás está haciendo cursos aparte. —Narel la miró, no era algo que realmente a ella le preocupara.

—¿Por qué le dijiste que sí? —Ashley la observó fijamente, notó que los ojos de Narel no mostraron sentimientos ni nada parecido, aún seguía sin poder leerla como lo hacían Alexander o Thomas.

—No lo sé muy bien, Ash. Es solo que… Llegó el miércoles y estuvimos conversando en el parque un rato… de pronto él me dijo eso que le gusto, así como dijeron ustedes… y bueno… no lo sé, sabes que hablamos con Alexander y quedamos en que trataríamos de llevarnos mejor… Solo pensé en ese momento en que quizás también me gusta Steven, pero no lo noto porque sigo pensando en que Alexander me va a decir que me ama a mí y dejé que me besara.

—Pero…

—Ash… no quiero hacerle daño a Steven… pero en ese momento, en el parque, se veía todo tan mágico que no pude decirle que no. ¿Y si de verdad es la oportunidad que tengo en la vida para ya dejar a Alexander atrás?

—No lo sé, Nar. Estás enamorada de él de hace años y lo que tuviste con él fue muy fuerte. Y terminaron por una tontera… —Ashley se silenció, Narel la miraba fijamente, había hablado de más.

—¿Tú sabías de la demanda, Ash?

—¿Demanda?

—La demanda de Marianne a Alexander. ¿Lo sabías, Ash? —Ashley tragó grueso, Narel suspiró—. ¿Quién más sabía?

—Thomas, Helen, Garreth, Brandon… —Narel se encogió de hombros—. Los más cercanos a Alex, Thomas sabía porque él recibió la demanda y nos pidió ayuda para contener a Alex…

—Contener a Alexander… —Narel repitió, Ashley notó que Narel bajaba la mirada y se le aguaban los ojos—. ¿Y a ninguno le importó cómo me sentía yo? Solo se preocuparon por Alexander… Creo que mi respuesta a Steven fue lo mejor del último tiempo. —Ashley la vio meter la cabeza bajo la almohada, estaba llorando.

—Alex decidió no decirte nada porque tenía miedo de que te fueras a Argentina o algún otro país lejos. —Ashley la veía a la espalda, sabía que lloraba porque su respiración se notaba agitada—. Todos estábamos preocupados por ti, pero tú demostraste tomar las cosas de una manera diferente a como pensamos, en cambio Alex lo único que hizo fue meterse al alcohol y cada vez de manera peor. Fue por eso que le prestamos un poco más de atención.

—No importa, Ash. —Ashley notó, cuando Narel sacó la cabeza bajo de la almohada y la miró, que le sonreía tratando de borrar todo rastro de lágrimas—. Es Alexander quien es parte de la familia, no yo. Si lo entiendo y comprendo que lo cuidaran y lo protegieran, y ya no importa, de verdad. Ya estoy acostumbrada a que todos me mientan.

Ashley se quedó solo mirándola volver a meter la cabeza bajo la almohada, no sabía cómo se había enterado ni si Alexander le dijo algo al respecto, pero entendía que se sintiera mal porque nadie le contó lo que sucedía y simplemente dejaron que pasara el tiempo. Ninguno pensó o imaginó que ella se sentiría mal porque le ocultaron todo eso, siempre pensaron que solo se enojaría con el culpable de todo. Qué equivocados estaban. Solo esperaba que, por esa loca cabeza, no pasara la idea de hacer alguna otra locura como las que hizo por sentirse mal por todo lo que pasaba. Ashley suspiró y se acomodó en la cama, pero antes le mandó un mensaje a Brandon para desearle buenas noches, a pesar de que estaba a tres puertas de distancia, era mejor de esa manera. Notó, al tomar el celular de la mesa de noche, de que el teléfono de Narel tenía un mensaje de Steven y como diez de Alexander. Sonrió por eso y le volvió a escribir a su novio lo loco que había sido esa cena, después le contó de que Narel estaba enterada de la demanda. Brandon le respondió a los pocos minutos diciéndole que ya lo sabía, Alexander se quedó con él en la habitación de invitados y le había dicho lo sucedido, así Ashley se enteró de la historia completa. Pero ambos terminaron hablando de lo chistoso que sonaba Alexander cada vez que le decía cuñado a Steven, que al parecer todos notaban que con cada una de esas letras mostraba sus deseos de hacerlo desaparecer. En realidad, la única que no se daba cuenta de eso era Narel, que lo vio lo más normal del mundo, Alexander había dado vuelta la página después de haber conversado con ella en el mirador, aunque sí se sintió un poco culpable porque él había aceptado demasiado bien su relación y ella nunca pudo soportar de que saliera con Camille. Lo bueno es que aún estaba a tiempo de cambiar eso, ya que ellos seguían juntos, por lo que tenía entendido.

 

**********

 

—¿Dónde estás? —Narel estaba fuera de la universidad, con el teléfono pegado en el oído y, sin siquiera saludar, fue lo primero que preguntó cuando le respondieron.

—No voy a ir.

—¿Por qué no? Te dije que tienes que venir.

—Siempre te dije que no me darías órdenes.

—Deja de decir estupideces.

—No iré.

—Si no vienes, te iré a buscar al hospital y haré escándalo, y ninguna de las enfermeras con las que estás saliendo te va a tomar en cuenta.

—¿Por qué quieres que vaya?

—Porque es importante, solo ven ahora.

—No estoy interesado.

—Voy a matarte.

—¿Tú y cuántos más? —Narel giró, eso se había escuchado demasiado cerca. Ralph le sonreía tras ella—. ¿De verdad pensaste que no vendría después de todo el fastidio que has hecho estos días?

—Solo te dio miedo que alejara a todas las enfermeras. —Ralph sonrió por eso, la abrazó y le besó la cabeza.

—No son tantas…

—Ajá… cinco no son tantas… —Comenzaron a caminar a la cancha, Ralph la llevaba abrazada por la cintura—. Cuando una de ellas se entere, va a ser peor que el Vesubio.

—No se van a enterar. —Ralph rio por esas ocurrencias—. Nunca en la vida.

—Les diré a todas, quiero ver el Vesubio explotar. Siempre has sido un estúpido con esto, por eso Alexander se pone así contigo. —Ralph la miró y sonrió de medio lado.

—Él lo lleva en la sangre, igual que yo.

—¡Embustes! —Ralph comenzó a reír.

—Vas a dejar de ver a Ebenezer. —Narel infló las mejillas al mirarlo.

—¡Nar! —Joshua iba corriendo mientras la llamaba. Narel le estiró los brazos y lo cargó—. Ya llegamos.

—Invitaste a todos… —Ralph miró que Marianne, casi en la puerta de entrada a la universidad, la saludaba con la mano y con Stephanie en los brazos, un chico junto a ella también le hacía una seña en forma de saludo.

—Claro que sí, es un evento benéfico, tienen que venir todos. —Narel abrazó a Joshua, que le tomó la cara y le daba besos en las mejillas.

—Tiene un parecido a su padre…

—¿Tú crees? —Ralph rodó los ojos—. Yo creo que Stephanie se parece más, tiene esos ojos iguales a él. Josh también, pero son un poco más oscuros, y el cabello igual es un poco más oscuro que el de Alexander, pero igual de cobrizo.

—No me refiero a eso, enana. —Ralph volvió a tomarla de la cintura para seguir caminando—. Y también tiene un parecido a ti. —Narel lo miró extrañada—. ¿No recuerdas cuando salías a recibirme cada vez que llegaba del colegio?

—Sí me acuerdo, tú eras lo único que tenía en Brighton, me la pasaba contigo… Lo sabes… mis padres siempre me dejaron sola. —Ralph la abrazó más, estaban por llegar a la puerta.

—¿Qué es eso? —Narel le sonrió enormemente, Ralph miraba el cartel gigante que decía que el juego de ese día era en beneficio del hospital para niños con cáncer—. ¿Por eso querías tan desesperadamente que viniera?

—Claro que sí, hoy eres el centro de atención. —Ralph la miró fijamente, ella le seguía sonriendo con el niño en los brazos—. Todo es para el hospital de los niños con cáncer en donde trabajas y tú eres el embajador, por eso te necesito aquí, porque eres el representante del hospital.

—Pero…

—Ya está todo hablado, llevo meses organizando todo, así que solo sonríe, que está llenísimo de gente y todo, absolutamente todo, incluso lo que venden de comidas y otras cosas que no son entradas, va para el hospital.

—¿Quién sabe?

—Solo Thomas y Helen… —Ralph la vio sonreír de manera nerviosa—. Y Steven, porque lo usé para contactarme con la gente de Glasgow.

—Lo usaste… —El chico comenzó a reír fuerte.

—Sí… eso es malo, lo sé, pero fue por una buena causa.

—Bien, vamos a sentarnos. Pero no olvidaré esto jamás, le diré a Thomas que te castigue por hacer estas cosas a mi espalda.

—Si Thomas me castiga por esto, haré que el Vesubio explote.

Se sentaron en las graderías, Narel entre Ralph y Thomas. Joshua se instaló en sus piernas buscando a su padre en la cancha, Narel le mostró donde estaba y el niño movió su mano para saludarlo, pero Alexander se encontraba recibiendo instrucciones del entrenador y no lo vio. Helen, sentada junto a Thomas y con Emma en los brazos, solo la veía sonriente, sabía que había invitado a todos, y en el grupo se encontraba Marianne, a quien siguió hablando a pesar de que Alexander le dijera que no. Luego de aclarado el asunto de la demanda, él le dijo que podía conversar con ella sin ningún problema, antes no quería que se vieran porque no sabía lo que pasaba, pero una vez que estuvo todo resuelto, no había motivos para que no compartieran. De hecho, Marianne estaba invitada a almorzar ese día luego del partido a casa de Thomas con su novio y los niños.

Elijah llegó con Nicholas y con George, que habían ido a comprar papitas y jugos. El niño miró a su primo en los brazos de Narel y se sentó en las piernas de su padre, así compartiría con él lo que llevaba para comer. Ashley se sentó junto a Leah, que estaba al lado de Helen, una vez que llegó. Al final, aquel sector de las graderías solo estaban los familiares y amigos, Garreth con Melissa, Marianne con su novio, César junto a Ashley, y Jesse, John y Harper, todos allí porque era un evento en beneficio del hospital.

—¡Russ! —Alexander miró a las gradas, allí vio a Narel sentada con Joshua en las piernas que lo saludaba efusivamente. Él sonrió enormemente, era lo que siempre había querido, que sus hijos estuvieran allí. Vio a Marianne con Stephanie un poco más abajo, la niña también movía sus manos rápidamente para que la viera—. ¡No confundas la pelota de nuevo y a ver si juegas bien y no solo das pena!

Alexander frunció el ceño por eso y se ubicó en su lugar. Brandon, que era el capitán y había escuchado todo, solo sonrió de medio lado al mirarlo. Antes no notó que eso que le gritaba Narel, Alexander no lo sentía como apoyo, sino que le daban las fuerzas para demostrarle que no era tan malo como ella le decía. Después de tres años recién notaba el verdadero significado de esos gritos, Alexander parecía que estaba en llamas y nada lo detendría. El pitido del inicio del partido sonó con fuerza y el pelotazo retumbó en los oídos de todos. El anterior entrenador de Alexander la miró y le mostró ambos pulgares hacia arriba, con una sonrisa enorme. Narel había logrado que él se volviera imparable, anotó antes de los diez minutos del juego y parecía tener energía infinita, y eso estaba contagiando a los demás.

Aunque, cuando Steven anotó y le dedicó el gol a Narel, tal y como venía haciendo desde que empezaron allí, los ánimos decayeron un poco para el equipo de Brandon y Alexander, aunque el primero notó que aquello de la dedicación solo encendió más el fuego en su amigo, que volvió a levantar los ánimos de todos. El pitido de fin del partido terminó con el marcador 5 a 2 a favor del equipo de Brandon y Alexander, los vítores y gritos se escucharon con fuerza. Narel tomó a Joshua en sus brazos y bajó de las gradas, se imaginaba que Alexander querría celebrar con su hijo, que era primera vez que lo veía jugar. Él notó aquello y caminó a su encuentro, pero se detuvo cuando vio que Steven la abrazaba y la besaba. Hasta ese momento no había pensado en aquella relación como tal, sabía que terminarían pronto, pero cuando los vio así fue como se dio cuenta de lo que perdió. Era él quien tenía que abrazarla y besarla con su hijo en los brazos, no Steven. Sintió que le faltó el aire.

—¡Papi! —Alexander miró en la otra dirección, Marianne se acercaba con Stephanie—. ¡Papi! —La niña se le lanzó a los brazos y él la besó por toda la cara.

—Buen juego. —Marianne le sonrió al verlo levantar a su hija—. Primera vez que entiendo todo lo que sucede.

—Creo que a los dos nos hizo bien estar separados. —Alexander la observó, Marianne estaba radiante—. ¿Te está tratando bien tu novio?

—Es un amor conmigo y con los niños. —Alexander dejó de jugar con Stephanie y solo la sostuvo en sus brazos.

—Si te hace algo, aunque sea lo más mínimo, se las verá conmigo y con mis puños, que eso siempre lo tenga claro. —Marianne solo rio por eso—. ¿Vas a ir a almorzar a la casa?

—Sí, iremos los dos.

—Bien, así le diré y le dejaré las cosas bien claras.

—¿Cómo estás? —Alexander sabía que eso era por lo de Narel.

—Bien, todo está bien.

—¡Russ!

—¡Papi! —Alexander miró al otro lado, Narel llegaba con Joshua. Marianne le pidió a Stephanie.

—Jugaste bien.

—¿Cómo Beckham?

—Mejor que Beckham. —Alexander la abrazó, con Joshua incluido, y la besó en la mejilla—. Eres mejor que Beckham y Josh te miró todo el rato. ¿Lo escuchaste? ¿Como gritaba de emoción cada vez? Lo que siempre quisiste, Alexander. —Alexander la contempló, tomó a Joshua en sus brazos y lo besó, lo otro que siempre quiso era besarla luego de los juegos. Nunca lo hizo, como tampoco le dedicó los goles—. Marianne, ¿vas a ir a casa a almorzar? —Narel pasó por al lado de su amigo que alzaba a su hijo y se acercó a Marianne.

—Sí, con los niños y Jacob.

—Genial, allá te veré, ahora tengo que ir a ver un asunto.

—¿A dónde…? —Alexander trató de detenerla, pero ella le sonrió enormemente, no había notado lo feliz que estaba.

—¡Nar! —Brandon la abrazó antes de que se fuera e interrumpiendo a Alexander—. Gracias por ese grito y el entrenador te llama.

—Lo sé, lo sé, ya voy.

Los tres se quedaron mirándola correr en dirección a donde estaban los entrenadores, no solo los de ellos, sino que también los de Glasgow. Eso era raro, ella no tenía por qué estar metida en ese grupo. Además, aparte de los entrenadores, había otro grupo de personas vestidas un poco formal. Tanto Brandon como Alexander se dieron cuenta de que eran miembros del directorio de la universidad en la que estudiaban y los otros dos llevaban el escudo de Glasgow. Algo pasaba y ellos no estaban informados. Un chico llegó con un micrófono y un parlante, los tres vieron a Narel correr a las gradas y volver a sentarse entre Ralph y Thomas, aunque antes de instalarse, le besó la mejilla al originario de Brighton.

—Buenas tardes. —Alexander bajó a Joshua, que le dio la mano a su madre y se fueron de vuelta a las gradas. Brandon se paró junto a su amigo y escucharon al miembro del directorio hablar—. Como todos ustedes saben, hoy se llevó a cabo un evento benéfico, el primero que se hace a nivel de dos universidades a favor de un hospital, el de niños con cáncer que está en Londres. Se agradece a cada uno de ustedes por ser parte de esto y por favor, al embajador del hospital, que se acerque. —Alexander miró a las gradas, así notó que Ralph bajaba y se acercaba a donde estaba el grupo reunido—. Y se agradece aún más a quien organizó todo esto de manera anónima. —A Alexander le latió el corazón con fuerza y volvió a mirar a donde estaba Narel, Thomas la abrazaba y le besaba la frente, de esa manera se dio cuenta de quien había organizado todo eso. Sonrió de medio lado.

—Esa boba… —Brandon lo miró con curiosidad.

—¿Dices que Nar…?

—Sí, solo a ella se le pudo ocurrir todo esto… y no dijo nada… esa boba…

—Un aplauso para los jugadores de ambas universidades que participaron en todo eso.

Ambos chicos aplaudieron, no terminaron de escuchar el discurso que estaban dando, ya que se pusieron a conversar, pero no era tan importante tampoco, tendrían todo el día para interrogar a la culpable de todo. Luego de eso, los jugadores comenzaron a ir a los camarines, el público a sus casas y el directorio se quedó conversando con Ralph. Llamaron a Narel y ella bajó corriendo, Thomas le dijo que la esperaban en casa, pero Nicholas con George se quedaron para hacer de escoltas. El directorio le hizo entrega a Ralph del dinero recaudado, que no fue poco, y le dijeron a Narel que, debido a la buena acogida de todo, estaban dispuestos a escuchar nuevas ideas. Ella ya tenía lo siguiente en mente, pero primero debía convencer a Jesse para que tuviera al equipo de polo de Coventry disponible.

—No, claro que no.

—¿Qué cosa? —Narel miró a Ralph, se habían despedido recién de las personas y él le dijo eso de la nada.

—No vas a organizar nada, ya fue mucho con esto. No volverás a hacer nada sin antes decirme.

—Pero…

—Te dije que no, esto lo hiciste porque viste lo que yo tenía en la computadora ¿o me equivoco? —Narel enrojeció al verse descubierta—. No necesito respuesta. Si quieres hacer algo, primero lo conversas conmigo.

—Bien… —Narel infló las mejillas y frunció el ceño, Ralph sonrió. No le haría caso, pero mejor hacerle entender que sí.

—Voy a dejar esto al hospital y luego voy a casa de Thomas para que almorcemos.

—¿Puedo ir contigo?

—Conmigo y los lacayos que están esperándote.

Ralph con Narel caminaron a donde Nicholas con George, que al ver al mayor lo saludaron al estilo militar. Ralph solo rodó los ojos por eso. Los cuatro se fueron al hospital a dejar lo recaudado, después tendrían todo el día para disfrutar en familia.

 

*********

 

—Claro que sí, teniente general. —Alexander rodó los ojos al ver a su hermano saludarlo al estilo militar.

—¿Cuándo fui degradado? —Les preguntó, George, junto a Nicholas, lo saludaba de la misma manera.

—Siempre has sido el teniente general —contestó el menor.

—Hace unos meses me decían general. —Alexander se encogió de hombros, esos ni pestañeaban al estar así.

—Ralph es nuestro general. —Alexander frunció el ceño al escuchar a Nicholas, eso era de suponerse, Ralph le quitaba sus lugares.

—Ralph nuestro general, Thomas nuestro mariscal de campo y Nar nuestra emperatriz, ama del Universo. —Alexander sintió ganas de golpearlos al escuchar todo eso.

—Solo hagan lo que les dije.

—Sí, mi teniente general.

Alexander los dejó solos, luego de escucharlos gritar de esa manera a ambos, y se fue al patio de la casa de Thomas en donde los demás desayunaban. Habían pasado un par de días luego del juego benéfico y Steven volvió aquel fin de semana para salir con Narel, la llevaría a los museos que ella quería y por eso les había dado instrucciones claras a sus hermanos, ya que ellos irían de compañía. No dejaría por nada del mundo de que Narel saliera sola con aquel, por algo también estaban desayunando allí antes de salir. Se sentó junto a ella, dejándola en el centro, los demás solo lo miraron, a todos les causaba aún un poco de gracia cada vez que le decía cuñado a Steven.

—Buenos días. —Narel giró, ya que estaba sentada dándole la espalda a la puerta de la cocina, y frunció el ceño.

—¿Qué haces aquí? —Ralph la miró, aún estaba enojada porque no la dejó hacer otro evento benéfico. Narel se puso de pie—. ¿Qué traes? —preguntó al acercarse y mirar las bolsas—. ¿Se come y es rico?

—Sí, se come y sí es rico y tú vas a cocinar. —Ralph le besó la frente, Narel frunció el ceño, nuevamente.

—Voy a salir con Steven ahora, así que no cocinaré.

—Vas a hacer empanadas.

—¿Empanadas?

—Empanadas, Nar. —Nicholas llegó junto a ellos, Thomas, que veía todo desde donde estaba sentado, supo de esa manera que ellos le habían abierto la puerta a Ralph, se preocupó cuando lo vio entrar siendo que estaban allí.

—Tienes que hacernos empanadas. —George la abrazó, al otro lado de Nicholas.

—Nos arrodillaremos y te suplicaremos. —Ambos chicos se arrodillaron, Narel los tomó de la oreja y los obligó a ponerse de pie.

—¿Qué les he dicho de estar arrodillándose frente a alguien?

—Que no lo tenemos que hacer.

—Ni siquiera frente a la Reina, nadie merece sus rodillas sucias. —Thomas carraspeó, Narel sabía que ese regaño era para ella, no podía enseñarle a los más pequeños faltarle el respeto a la realeza, al fin y al cabo, ellos como ingleses, nacían con esos valores—. No se volverán a arrodillar.

—¿Nos harás empanadas? —Nicholas preguntó con una sonrisa enorme en la cara.

—No.

—¿Entonces iremos a los museos? —Narel vio que George tenía una cara de fastidio, ambos hicieron pucheros.

—Sí.

—Buenos días. —César se paró junto a Ralph, Narel los miró—. Ya dejé lo que faltaba en la cocina y aquí están tus dulces, Nick. —El mencionado tomó la bolsa que le pasaba el recién llegado y, junto con George, la abrieron sin esperar un segundo.

—¿Vinieron juntos? —Narel les preguntó al mirarlos, los dos asintieron—. ¿Acaso tú…? —Ella miró a Ralph sorprendida—. No puedo creer que tú también te fueras a sus brazos, César. —Alguien en la mesa se atoró, Ralph quiso golpearla, César enrojeció.

—Estás malinterpretando las cosas. —Narel escuchó a Ralph decir arrastrando cada una de las sílabas, se había enojado.

—A ti te sirve cualquier cosa, Ralph, ya tienes como diez enfermeras a tus órdenes y César es una blanca e inocente paloma. —César rodó los ojos frente a esa acusación.

—No son diez y no tengo nada con César, sabes que es de Chile, igual que tú e igual que yo, así que le dije que harías empanadas a la chilena y vino. Y ya basta de tanta estupidez.

—Son nueve entonces. —Narel vio como los ojos de Ralph comenzaron a centellear, se parecía a cómo se miraba con Thomas algunas veces cuando no estaban de acuerdo. César pasó por su lado y se sentó con los demás a la mesa, Ashley estaba allí y quería hablarle de algunas cosas. Nicholas con George estaban comiendo golosinas, Thomas los miraba con el ceño fruncido, ya los regañaría a los dos.

—¿Sabes quién va a casarse? —Ralph sonrió de medio lado, sería su turno de la venganza—. Tu adorado Tebby. —Y la vio palidecer.

—No es cierto, él no haría eso…

—Lo publicó en redes sociales… verdad… tú no tienes… —Ralph sacó el teléfono de su bolsillo y luego de teclear algunas cosas, le mostró la publicación en donde se anunciaba el casamiento. Narel se lo quitó de las manos.

—No es posible, él me lo prometió… No puede ser… —Ralph sonrió, Narel se sentó en el suelo con el teléfono en las manos, sin dejar de mirar la foto. Él había ganado.

—Cuñado. —Alexander aprovechó que Narel estaba con el teléfono y se sentó en su lugar para hablarle a Steven—. Creo que…

—Espera un momento, ¿quién es ese Tebby? —Steven lo miró fijamente, Alexander sonrió de medio lado, él no sabía o se había olvidado de aquel de quien hablaban.

—Nada importante, cuñado —contestó burlesco para molestarlo—. Solo su primer amor de quien siempre estará enamorada y toda esa tontera femenina.

—¿Su primer amor?

—Claro, Esteban fue su primer novio allá en Brighton, aún no lo olvida y siempre que va para allá, tiene que pasar a verlo, es prioridad. —Steven se quedó mirándolo fijamente, Alexander sonrió—. Pero no te preocupes, cuñado. Ella está saliendo contigo ahora.

—Pensé que tú eras su primer amor…

—¿Yo? —Alexander rio con fuerza—. Yo ni me le acerco a eso, es Esteban. Siempre ha sido Esteban, cuñado. —Steven miró a Narel, parecía a punto de llorar sentada aún en el suelo con el teléfono en la mano, Ralph junto a ella trataba de hacerla levantarse—. Cuñado, lo que es importante es que aproveches que Ralph quiere que cocine para que no le lleves al museo.

—¿Qué? —Steven volvió a mirar a Alexander, este sonreía de medio lado—. Le dije que la llevaría a todos los museos que quisiera.

—Pero te aburres y no te gustan, ¿o me equivoco? —Steven suspiró, no podía negar aquello, Alexander tenía razón—. Aquí todos lo sabemos menos ella, pero nadie le dirá nada porque eso te corresponde a ti. Pero a cambio, puedes elegir entre pasar un aburrido día recorriendo los museos o dejarla que se quede cocinando, y créeme, Ralph no le pide que cocine por nada, no hay como ella.

—Bien… tienes razón.

—Lo sé, cuñado. —La sonrisa de Alexander estaba llena de maldad.

—Steve… —Narel los interrumpió, ambos la miraron, Alexander notó que parecía muerta en vida, sí que era una exagerada—. No tengo ganas de salir hoy… me quedaré en casa y haré empanadas…

—Como tú quieras, si no te sientes bien, yo te apoyo en que te quedes aquí. —Narel solo asintió y caminó donde Thomas, lanzándosele encima. Helen rodó los ojos, sentada junto a su esposo, los dos escucharon cuando sollozaba por su desdicha.

—Bien, almorzaremos empanadas. —Ralph miró a Alexander, tenía la misma cara de maldad que Narel cuando era niña—. Hazte a un lado. —El de ojos celestes obedeció y volvió a sentarse donde antes, Ralph se sentó en el lugar de Narel—. Lamento arruinar tu salida, Steven. Pero nosotros tres somos de ese país y ya se cumple otro año de su independencia y no es malo recordar nuestros orígenes de vez en cuando. —Alexander sonrió a su lado, así notó que Ralph hizo todo eso con un propósito—. No sé por qué este teléfono no deja de vibrar. —Sacó el aparato del bolsillo y lo miró, eran muchas notificaciones de la red social en donde estaba publicado el anuncio, entró a mirar lo que sucedía. Alexander, a su lado y mirando, comenzó a reír a carcajadas. Ralph frunció el ceño—. Voy a matarla.

Narel había escrito en la publicación a nombre de Ralph, dando la impresión de que él estaba enamorado de Esteban. El mensaje decía lo siguiente: «¿Por qué me haces esto? Me prometiste amor eterno…». Ella había olvidado de que necesitaba una cuenta para escribir y como tenía en mano la de Ralph, simplemente escribió. Las burlas y comentarios empezaron a llegar al instante, nadie se imaginaba de aquellas orientaciones por parte de Ralph. Narel solo le dijo que tenía suerte de que las enfermeras no podían ver el comentario y que no tenía nada de lo que preocuparse. El resto del día se quedaron disfrutando en familia, con los invitados que ya prácticamente eran de la casa. Narel también llamó a Marianne para que fuera, sabía que Alexander quería aprovechar bien cada segundo con sus hijos, así que como ya estaba todo calmado entre los dos, la invitaba cada vez que podía. Al caer la noche se fueron despidiendo. Ralph se fue porque al otro día comenzaba el internado y César se quedó porque harían unas investigaciones para un trabajo con Garreth. Ashley con Brandon, como era normal, se quedarían el fin de semana completo. Marianne se fue con su novio y dejó a los niños con su padre, que aprovecharon y se acostaron en la cama de Narel. Ella, en cambio, se despidió de Steven en la puerta y quedaron de verse al día siguiente, pero no irían a los museos, quizás se quedarían de nuevo en casa, se habían divertido y ya empezaba la primavera. Alexander, por otro lado, y luego de darse cuenta de las cosas, notó que Narel nunca le hizo escándalo ni le dijo nada en contra cuando se enteró de su compromiso con Marianne. Frunció el ceño acostado, se instaló con sus hijos en la cama de ella, sabía que así no lo mandaría a otro lado. Todo lo que le dijo a Steven solo fue para molestarlo, pero si se ponía a analizar bien el tema, Narel sí parecía enamorada de Esteban y no de él. Apretó los puños, tendría que solucionar eso, le mandaría a pagar la boda completa al que estaba en Brighton con tal de que Narel dejara de pensar en él. Cuando ella entró a la habitación y lo vio allí acostado, no lo pudo mover ni con maquinaria pesada.

 

**********

 

Y en un abrir y cerrar los ojos, la primavera pasó, comenzó la temporada de verano y el color de las aguas de la piscina inundó el patio de la casa de Thomas. Pero, a diferencia de los otros veranos, ese era especial porque se graduaban los tres: Ashley, Narel y Alexander, además de César, por un lado, y Brandon terminaba los cursos que hizo después de graduarse. En Coventry la historia era similar, Jesse y Harper también finalizaban. Por suerte las ceremonias fueron en diferente fecha, las de Coventry primero y pudieron asistir los de Londres y viceversa. Luego de todo eso, Thomas decidió festejar en la casa de campo, allí se juntarían todos y celebrarían a los recién egresados. Narel tuvo la sensación de que aquella casa nunca estuvo tan llena como ese fin de semana, pero todos se veían demasiado felices festejando, tanto que hasta se dejó ganar por Nicholas y por George en algunas competencias de nado que estaban haciendo en el lago. Aunque, como era normal, no pudo ganarle ni a Thomas, ni Alexander, ni Jesse e incluso a Ralph en los clavados. Aquel verano, tenía la impresión de que sería demasiado corto.

—¿A dónde vas? —Alexander, que iba comiendo manzana y saliendo de la cocina a la sala, se topó con Narel en la puerta de entrada—. Hoy no tienes cita con tu novio.

—No solamente salgo con él. —Narel frunció el ceño al mirarlo, por intruso.

—¿Le estás siendo infiel? —Ella lo golpeó en el brazo, él sonrió.

—Siempre hablas solo estupideces, por eso mejor te ignoro. —Alexander la tomó de un brazo antes de que saliera—. ¿Qué quieres?

—Saber a dónde vas, tú no usas esos zapatos de ese estilo con taco ni te vistes con blusa. —Alexander la miró de arriba abajo, ella se veía demasiado bien para salir sin decirle a donde.

—Voy a una entrevista.

—¿Entrevista de qué?

—De trabajo. —Alexander la dejó frente a él, abrazándola por la cintura con una mano.

—¿Por qué vas a una entrevista de trabajo si trabajas con nosotros?

—Porque Thomas me dijo que es bueno ir para saber qué se siente y para ponerme a prueba, y como me invitaron y Thomas está de acuerdo, iré.

—Te llevo.

—No.

—No es pregunta, te llevaré en el auto porque con esos zapatos no vas a llegar ni a la esquina. —Narel infló las mejillas por eso, era verdad, apenas había bajado la escalera y ya le molestaban los pies, todo por hacerle caso a Ashley.

—Bien… pero yo manejo. ¿Tienes el auto afuera? —Narel abrió la puerta.

—Sí, está afuera, y claro que no, las mujeres son un peligro cuando conducen con tacos y lo sabes. —Narel infló aún más las mejillas al mirarlo desde la entrada— ¿No vas a llevar cartera? —preguntó con burla.

—Deja de hablar estupideces, lo mejor de los pantalones son los bolsillos para no andar con tanta estupidez. Y por algo también vas tú. —Alexander frunció el ceño por eso.

—¡Thomas, voy con la boba!

Gritó, luego cerró y salieron, se subieron al auto y partieron. Alexander sabía que su hermano se enojaría porque le gritaba desde la puerta, pero si le iba a avisar se enterarían los demás y terminarían todos dentro del carro. Era mejor aguantar un regaño del mayor. Continuó comiendo manzana mientras iban de camino y hablaban de cosas sin importancia. Cuando llegaron al edificio de la entrevista, Alexander le tomó la mano al bajar, Narel se había aburrido de decirle que no hiciera eso, pero por más que se lo decía, más lo hacía. Alexander no entendía que a Steven eso le molestaba y luego terminaba peleando con su novio. Suspiró mientras caminaban, le dolían los pies y la entrevista era en el piso once. Cuando salió, se encontró con Alexander conversando muy animado con la secretaría.

—¿Qué haces? —El chico la miró, ella tenía el ceño fruncido.

—Converso con Susan, es muy simpática. Deberías trabajar aquí, hermanita, para venir a buscarte y conversar con ella.

—No soy tu hermana y vámonos. —Alexander sonrió porque fue Narel quien le tomó la mano—. Adiós, Susan, y muchas gracias por todo.

—Nos vemos, Susan. —Alexander sintió cómo Narel le jaló el brazo para que caminara, él entrecruzó los dedos, ella no le reclamó—. No seas celosa, estoy soltero ahora.

—No son celos, Alexander idiota —contestó con enojo al llamar al ascensor—. No te puedo dejar solo en ningún lado, lo mismo que Ralph. —Alexander la miró, era bien sabido por todos que Ralph era un don Juan de primera.

—Yo solo tengo ojos para ti. —Alexander la vio sonrojarse al entrar al ascensor, eso le gustó.

—No es cierto.

—Sabes que sí, tú sabes bien lo que siento por ti.

—Me duelen los pies. —Alexander se quedó mirándola mientras se sacaba los zapatos.

—Por mí te dejaría solo con los lentes en este mismo instante. —Narel lo miró, él notó que estaba más sonrojada—. ¿No te gustaría a ti también? La pasábamos bien los dos solos…

—No seas bobo, estamos en un ascensor. —Alexander sonrió de medio lado, la respuesta había sido mejor de lo que esperaba, ni siquiera le dijo que tenía novio.

—Eso no importa.

—Y no se puede. Ahora tengo novio.

—¿Ahora haces esas cosas con él? —Narel lo golpeó en el brazo, olvidando que tenía los zapatos en la mano. Alexander frunció el ceño, eso le había dolido.

—¡No digas estupideces, Alexander idiota! ¡Yo solo hago esas cosas contigo! —Ella bajó la mirada al darse cuenta de lo que había dicho, él ensanchó su sonrisa, eso no se lo esperaba. Las puertas del ascensor se abrieron.

—Sube a mi espalda. —Narel lo miró, Alexander notó que estaba roja como un tomate—. Te duelen los pies y el suelo del estacionamiento está húmedo, sube a mi espalda y te llevo hasta el auto. —Ella obedeció y lo abrazó, dejando su mentón apoyado en el hombro de él.

—Hueles bien… había olvidado lo bien que hueles… —Alexander no dijo nada, solo caminó—. Ya no hueles a alcohol como las otras veces, ya estás normal y me gusta…

—¿Te gusto? —Alexander la sintió esconderse en su cuello.

—Alexander… ¿tienes que ir a trabajar ahora? —Él negó con la cabeza—. ¿Vamos por allí? Como antes… solo los dos…

—Voy a abrir la puerta del auto y te bajo —comentó una vez que llegaron al carro—. Te paras sobre mis zapatos y luego te subes. —Alexander la soltó lento, luego de abrir, y ella obedeció las instrucciones, él aprovechó la ocasión y la dejó apoyada contra el auto, solo a unos centímetros—. Vamos a un lugar en donde solo te deje puestos los lentes… —susurró, sintiendo la respiración de Narel sobre la de él.

—No hagas esto… tengo novio y me siento mal con estas cosas… —Alexander apretó los puños y apoyó su frente en el hombro de ella—. Por favor, Alexander…

—Bien… entra al auto y vamos a dar una vuelta.

Narel bajó de los zapatos de Alexander y se metió al auto, él caminó pasando por atrás para hacer un poco más de tiempo y tranquilizarse. Ella ya llevaba varios meses de novia con Steven y aún no se decepcionaba. Tendría que hacer algo, pero no sabía qué para no hacerle daño. Se subió al auto y salieron sin rumbo fijo, Alexander simplemente manejó mientras conversaban y escuchaban música, así se fue relajando de a poco. Él condujo hacia Staines, quizás podrían estar de suerte y navegar en algún bote en Thames Side. Aunque, lo primero que hicieron al llegar, fue buscar donde comer porque Narel reclamó que moría de hambre y, como era de costumbre, Alexander le reguló todo lo que quiso comprar. Luego de eso se subieron a un bote, simplemente para estar sentados allí y mirar el cielo y el paisaje.

—Esto es lo que más me gusta de Londres. —Alexander la miró, estaban acostados de espalda uno al lado del otro—. Tiene eso que es verano, pero con esas nubes de casi lluvia y después sol, y después lluvia y nubes, es lo más genial de todo. No me gusta el calor.

—Porque eres malvada y toda tu capa de hielo se derrite. —Él notó que algo cambiaba en sus ojos, a pesar de que ya no brillaba como antes, había ocasiones en que sí lo hacía, pero en ese momento todo se apagó—. ¿Qué sucede?

—¿Tú crees que yo soy muy fría?

—No lo sé, yo estoy acostumbrado a tu forma de ser. Sé que muchas veces ni cuenta te das de las cosas, pero para alguien que recién te conoce puede que sí lo seas. ¿Por qué lo preguntas?

—Steven… —Alexander frunció el ceño al escuchar ese nombre—. Él dice que lo soy…

—Él no es nadie para decirte esas cosas. —Alexander volvió a acostarse de la misma manera que antes, mirando el cielo—. No lo tomes en cuenta.

—No tenemos muchas cosas en común… —Él rodó los ojos, aquello no era secreto para nadie—. Pero también es cierto que en las diferencias está la magia…

—No hay magia allí, no pienses tonteras. Te estás engañando de la misma manera en que yo lo hice con Marianne.

—Entonces…

—¿Qué es lo que quieres hacer ahora que terminaste de estudiar? —Narel lo miró, pero él tenía la vista fija en el cielo. Ella quería ir a Glasgow a ese curso, pero aún no tenía la respuesta definitiva.

—Ir a conocer Grecia.

—¿Y qué es lo que quiere Steven?

—Jugar fútbol. —Narel frunció el ceño, entendió a lo que se refería Alexander—. Solo quiere jugar fútbol en Italia.

—¿Y a él le gustaría ir a Grecia contigo?

—Dice que sí.

—¿Dice? —Alexander giró y la miró, así quedaron frente a frente.

—Sí… cuando le dije me respondió que sí, pero fue como si no tuviera ganas. Luego me dijo que a él le gustaban otras cosas…

—Es porque le dijiste que quieres ir a Grecia a ver museos, preciosa. —Narel lo vio sonreír, aunque no entendió por qué.

—Pero si a él también le gustan… —Alexander comenzó a reír fuerte, Narel frunció el ceño por eso—. Steven no quiere tener hijos. —Él se quedó en silencio y solo la miró.

—¿Estás pensando en tener familia con él?

—No. —La respuesta fue instantánea, Alexander sonrió por eso—. Si no le gustan los niños, no puedo pensar en eso. —Él frunció el ceño, aquello no le había gustado—. Es solo que un día me dijo que no le gustan, que le aburren, yo estaba jugando en el patio con Emma, Steph y Josh y él lo dijo. Le pregunté si quería tener hijos y me dijo que no…

—Y tú quieres siete…

—Tampoco le gustan los animales, no quiere perros…

—Y tú quieres recoger todos los que encuentras en la calle… —Alexander, en ese momento, la vio sonreír enormemente y brillar casi como antes.

—Tú sí sabes. —Él sonrió por aquello.

—No vamos a recoger a todos los que encuentres.

—Me conformo con uno.

—Bien, un perro y siete hijos, eso es suficiente, más de eso no puedo mantener.

—Le pondremos Calcifer. —Alexander la abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo.

—Como tú quieras, pero no dormirá en las habitaciones.

—¿Después de ir a Grecia?

—Después de recorrer el mundo. —Y la besó, sin importarle nada, en ese momento habían vuelto a ser como él siempre quiso. Además, ella le respondió. Y luego la lluvia cayó—. Termina con él, vuelve conmigo… —susurró, Narel lo miró.

—Vámonos o vas a enfermar.

Alexander suspiró y se pusieron de pie, si no fuera por los zapatos con taco que ella llevaba, se hubieran ido corriendo al auto, pero en cambio solo caminaron rápido. El viaje de vuelta a casa fue casi en completo silencio, solo se escuchaba la música de la radio. Al llegar, el auto de Steven estaba estacionado afuera, Alexander frunció el ceño y cubrió a Narel con la manta que tenía en el carro, con esa blusa blanca y la lluvia, no dejaría que el de Glasgow la viera así. Ella solo lo miró, él le dijo que se le traslucía todo y que una señorita como ella no tiene por qué andar exhibiéndose así que, si quería respecto, primero debía respetarse ella misma. Al entrar él subió con los zapatos de ella en la mano. Thomas lo vio cabizbajo, después hablaría con él. Narel en cambio, fue al despacho del mayor a hablar con Steven, de manera rápida porque debía cambiarse de ropa y ducharse para no enfermar.

 

**********

 

—¿Vienes a ver a Thomas por lo de Glasgow? —Narel le sonrió a Norma como respuesta—. Te ves feliz.

—Quería que me dijeran que sí y me dijeron que sí, Norma. Es la universidad de mis sueños, ahora tengo que terminar todo lo pendiente. —Norma la miró sonriente—. Pero debo hablar con Alexander primero.

—¿Él aún no sabe? —Narel negó con la cabeza y se mordió el labio, Norma rodó los ojos—. No tienes que pedirle permiso.

—No es eso, es solo que… ayer estuvimos conversando de algunas cosas y no creo que pueda simplemente decirle que me iré.

—¿Volvió a suplicarte? —Narel asintió moviendo la cabeza lentamente—. Hazlo sufrir, que se arrodille, que sufra por todo.

—¿Y Steven? —Norma sonrió y meneó la cabeza.

—No lo amas, niña. No puedes engañarte toda la vida pensando que funcionará, solo serás infeliz. —Norma la vio encogerse de hombros—. Ve a hablar con ese idiota, llegó enojado hoy.

Narel sabía que Alexander no andaba de humor. El día anterior, luego de que Steven se fuera y de cambiarse de ropa, se lo topó en la sala antes de ir a preparar la cena. No le habló, solo se quedó mirando el periódico en la parte deportiva. Sabía y entendía que estuviera molesto porque ella no le respondió cuando le pidió que volvieran y fue porque en ese momento no tenía respuesta para eso ni claro lo que quería. Pero después de la conversación con Steven y de estar casi toda la noche meditándolo, ya tenía todo decidido. Abrió la puerta sin golpear, Alexander no levantó la vista de la pantalla, ella cerró con llave y se acercó.

—Alexander… —Narel lo vio fruncir el ceño al escucharla, luego la miró—. Necesito decirte una cosa.

—¿Es importante? ¿No podías esperar a que volviera a casa? —Alexander volvió a fijar su vista en la pantalla, ella andaba con falda, como si no tuviera suficiente con todo el tiempo aguantando como para que se apareciera de esa manera.

—Es importante. —Narel se acercó más, Alexander giró en la silla y la observó, de pie frente a él—. ¿Me amas?

—¿Qué? —Él se puso de pie, de esa manera quedaba solo a unos centímetros.

—¿Me amas de verdad? ¿No estás jugando conmigo?

—¿Cómo…? —Alexander la abrazó por la cintura y dejó sus narices casi juntas—. Siempre te he amado, preciosa —susurró, Narel solo lo veía a los ojos—. Siempre has sido tú y solo tú… pero tenía tanto miedo de perderte para siempre que lo único que hice fue una estupidez tras otra y… —Ella lo tomó de la cara y lo besó, para sorpresa de Alexander, que no dudó ni un segundo en responderle y abrazarla más fuerte—. Te amo, preciosa.

—Y yo te amo a ti, Alexander Russ. —Y él sonrió, antes de volver a besarla, no solo porque se sentía feliz, sino que porque ella volvía a brillar. La abrazó aún más fuerte, quería sentir cada centímetro de ese cuerpo junto al suyo.

—¿Por qué…?

—Te extraño… —Lo interrumpió sin darle tiempo de dejar de besarla—. Te extraño, Alex… —Y él lo supo, por la manera en que se estaban besando y por el calor que ambos despedían, que no aguantaría mucho más. La tomó en sus brazos y ella lo rodeó con las piernas.

—El sillón también te extraña —dijo al acostarla allí, con él encima—. Yo te extraño… —Alexander la miró, ella desabotonaba un poco de la blusa para él—. No tienes idea todo lo que he sufrido por más de un año sin poder tenerte. —Y la besó, nuevamente, porque desde ese mismo momento ya no la soltaría más. Narel le enterró los dedos en el cabello y escondió su rostro en él, sabía que Norma tenía oído biónicos. Alexander se dejó caer por completo sobre ella, Narel simplemente lo abrazó—. ¿Viniste con falda…?

—Para ti… todo me lo puse para ti… —Narel le besó la frente y le acarició el cabello, Alexander la tenía abrazada con fuerza con su cara apoyada en el hombro—. También extrañaba todo esto…

—¿Terminaste con Steven?

—No.

—¿Lo engañaste? —Alexander sonrió al pensarlo.

—No, ayer hablamos y se fue enojado.

—¿Por qué?

—Porque no le gusta que salga contigo y me dio a elegir.

—No le conviene, va a salir perdiendo.

—Eso le dije… —Alexander la abrazó más, sin salir de la posición en la que estaba, se sentía demasiado feliz como para moverse.

—¿Vas a terminar con él?

—Sí.

—¿Vamos a casarnos? —Alexander levantó la mirada y la vio fijo a los ojos.

—Sí, solo quiero ser tuya, Alex. Para toda la vida, no quiero a nadie más. —Alexander volvió a besarla, acomodándose mejor encima de ella—. Espera, tengo que hablar con Thomas.

—No vayas… —Él le besaba el cuello y bajando.

—Es importante, después nos podemos ir por allí y no llegar a casa a dormir.

—¿Le vas a pedir permiso a Thomas?

—Sí… —Narel lo tomó de la cara—. Le diré que no volveremos hasta el lunes, te necesito entero.

Alexander sonrió, si por él fuera no la dejaría salir de la oficina por un buen rato, pero le había gustado más la idea de no volver hasta después del fin de semana. Así que la soltó y dejó que se arreglara para que fuera a la oficina de Thomas. Norma la vio salir radiante, solo sonrió, pensando que al fin el idiota de Alexander entendía las cosas y todo funcionaría bien.

—Thomas. —El mencionado levantó la vista del computador y se puso de pie para saludarla con un abrazo—. Vine a ver lo de Glasgow.

—Ya está listo, solo falta tu firma. —Thomas la miró, estaba radiante, algo había pasado—. ¿Vienes de ver a Alex? —Él la vio sonreír y entendió todo—. ¿Otra vez?

—Thomas, no me iré a Glasgow.

—¿Qué? —El mayor la observó sorprendido, ella llevaba desde que postuló esperando una respuesta afirmativa.

—Me quedaré aquí con Alex. Voy a volver con él y haremos lo que teníamos pensando. Iremos a Grecia y a todos esos lugares que siempre quisimos conocer. —Thomas sonrió al mirarla, se veía demasiado feliz, más que cuando le hablaba sobre ir a Glasgow—. Puedo estudiar después, Glasgow no se moverá, pero lo que tengo y siento por Alex sí puede cambiar, ya han pasado muchas cosas y no quiero seguir perdiendo el tiempo lejos de él. Thomas… no te enojes conmigo. —Narel lo abrazó fuerte, el mayor solo sonrió más.

—No me enojo, no seas boba. Te ves feliz y eso me deja feliz, sea cual sea la decisión que tomes, lo único que me importa es que seas feliz.

—Quiero estar con tu hermano para toda la vida. —Thomas le besó la frente.

—Hay una cosa que debemos conversar antes, es sobre la primera vez que querías ir a Glasgow. —Narel se separó un momento de él y lo miró.

—¡¿Cómo es eso de que te vas a Glasgow?! —Los dos miraron a Alexander abrir la puerta con enojo, los ojos le centelleaban.

—Lo siento, niña. Pensé que de eso hablaban y le pregunté si se iba contigo.

—No importa, Norma. —Thomas tranquilizó la situación, la secretaria salió cerrando tras de sí, Narel se acercó a Alexander.

—¡¿Por qué no me dijiste nada?! ¡¿Por qué dejaste que me creyera lo que me estabas diciendo recién?! —Ella se detuvo y solo lo miró, Alexander estaba demasiado enojado—. ¡Después de todo lo que hice hace tres años, sigues con la misma estúpida idea de irte a Glasgow!

—¿Tres años? —Narel susurró, Alexander se silenció y abrió los ojos, dándose cuenta de lo que había dicho.

—¿Qué pasó hace tres años, Alexander? —Thomas se interpuso entre su hermano y Narel, Alexander notó que el ceño fruncido de Thomas sabía toda la verdad—. Fuiste tú el culpable, ¿no es así? —Thomas tomó a su hermano del cuello de la camisa, a pesar de ser más alto, no le importó—. ¡Fuiste tú ¿si o no?! —Narel miraba todo desde la espalda de Thomas, un tanto asustada por la reacción del mayor, vio a Alexander asentir. Thomas lo soltó empujándolo unos pasos más atrás—. Díselo.

—Pero…

—¡Solo díselo, Alexander!

—Preciosa… —Él dio un paso acercándose, ya había bajado todo el enojo y Narel notó que el labio inferior le temblaba, así se dio cuenta de que seguía temiendo a Thomas—. Hace tres años… esa llamada de Glasgow… Preciosa, no pensé que funcionaría, solo fue una broma… —Alexander le tomó la cara, ella tenía gesto de no entender—. Yo le pagué a alguien para que te llamara y dijera que no había curso para ti en Glasgow… Yo hice que no fueras… Yo no te quería lejos… Lo siento, preciosa… —Y en ese momento Alexander recordó aquella conversación con Ashley, años atrás, cuando le dijo que si alguna vez Narel llegaba a romperse, nunca más se recuperaría. Lo notó porque esos ojos que hace unos minutos atrás brillaban al mirarla, se habían apagado por completo. Narel le tomó las manos y las quitó de su cara, luego bajó la cabeza—. Preciosa, dime algo.

—Enana… —Thomas trató de detenerla, pero ella simplemente pasó por al lado de ambos y salió rápidamente—. Te quedas aquí, Alexander. Y pobre de ti que salgas de esta oficina porque soy capaz de matarte. —Su hermano no hizo siquiera el intento de seguirlo, pero al llegar al ascensor, las puertas ya se habían cerrado—. ¿Te dijo algo, Norma?

—No, ni siquiera se despidió, era como si fuera un zombie o algo así.

—¿Lloraba?

—No.

—Que Alexander no salga de mi oficina, si lo hace, estás en todo tu derecho de matarlo.

Norma vio a Thomas meterse por la escalera de emergencia, pero por más que corrió, cuando llegó abajo el ascensor ya había llegado y subido de nuevo. Salió a la calle, miró a todos lados, pero no la distinguió. Tomó su teléfono y la llamó, pero no hubo respuesta. Lo intentó más de diez veces, luego le marcó a Helen.

—¿Sabes algo de Narel?

—¿Qué? —Helen, al otro lado, le preguntó preocupada.

—Si sabes algo de ella avísame de inmediato, dile a Ashley también.

—¿Qué sucede?

—Luego te explico, solo avísame.

—Está bien.

Thomas volvió a mirar alrededor, pero no la encontró. Su respiración seguía un poco agitada por haber bajado corriendo desde el piso doce, pero no podía quedarse de brazos cruzados. Necesitaba encontrarla, aunque primero tenía que arreglar al que estaba arriba.



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