El
novio ya se encontraba en el altar, Alexander podía verlo a la perfección,
vestía un sombrero de copas, eso lo hizo sonreír y a la vez ponerse triste.
Recordaba aquella conversación con Narel cuando eran solo unos niños de catorce
años, cuando ella le dijo que se quería casar en un bosque con neblina, vestida
de verde agua, para parecerse al bosque, y que el novio llevara sombrero de
copa, aunque no tan grande. En ese momento Steven lo llevaba, y vestía un traje
acorde con el sombrero color azul marino.
Al
poco rato de llegar, la música de entrada de la novia comenzó, sabía que Narel
quería violines, y Ashley le había comentado que Steven hizo todo como Narel
quería para que ella fuera feliz ese día, el más feliz de su nueva vida. Los
violines sonaron con fuerza. Luego las puertas se abrieron y entró Nicholas de
la mano de Elijah y tras ellos George, los tres dejaban caer pétalos de rosas
color verde agua, aunque no eran reales, sino que imitación hecha de papel. Los
tres iban vestidos con sombrero de copas y con trajes parecidos al novio.
Nicholas se paró frente al novio, al lado de donde estaría Narel, sin soltar la
mano de su sobrino, George se posición junto a ambos. Luego de eso comenzó el
desfile de las damas de honor, empezando con Ashley que dejó caer otros pocos
pétalos de rosas. Alexander notó que Leah, junto a Garreth, le apretaba el
brazo por la emoción.
Después
entró Helen, que era la madrina de honor. Ambas chicas vestían trajes largos de
color verde agua, Alexander se fijó que eran unos trajes bastante lindos para
ser de damas de honor, que siempre se ve no deben ser mejores que los de la
novia, pero ambas lucían espectacular. Esos trajes de princesa que habían
elegido las hacía ser parte de una boda de cuento.
Y
los violines sonaron diferente…
Alexander
miró a Steven, tenía una sonrisa de oreja a oreja al mirar a la puerta, notó
también que lloraba. Él recordó que no lloró para su boda, aunque fuera más que
nada algo simbólico, fue algo tan rápido, tan pasajero, que no le dio tiempo
para sentir algo más. Pero Steven lloraba. Miró a las chicas y Ashley también
lloraba, Helen, en cambio, se borraba las lágrimas apenas aparecían en sus
ojos. Bajó la vista a Nicholas y a su sobrino, Elijah estaba un poco inquieto,
al parecer quería ir al encuentro de quien entraba, Nicholas con George tenían
una sonrisa de oreja a oreja, casi como la del novio.
Luego
de eso Alexander miró al pasillo, desde la posición en la que estaba no lograba
distinguir la puerta, por lo que no podría ver a la novia hasta que pasara por
la primera fila, donde ellos estaban de pie. Thomas la entregaría, él no
llevaba sombrero de copa, pero sí vestía un traje parecido al del novio de
color azul más claro que el de Steven y el de los niños. Y cuando Thomas y
Narel llegaron al frente, entendió por qué Steven lloraba, si hasta él lo
hubiera hecho. Ella lucía más que hermosa con su traje verde agua, bastante
simple y recatado, no tenía escote y era sin mangas, de donde salían unos
retazos de tul que se juntaban con el que llevaba en el cabello transformándose
en la cola. El vestido era liso, sin adornos, apegado al cuerpo hasta la altura
de la cintura y luego con caída plisada que pasaba hasta casi los tobillos. El
cabello lo llevaba suelto, los rizos le colgaban libres, lo único que tenía de
adorno eran unos broches que afirmaban el tul que se juntaba con el de los
brazos para transformarse en la cola del vestido, que rozaba el suelo. No
llevaba velo. A Alexander le gustó todo lo que vio, ese traje la representaba
por completo y los rizos sueltos como a él le gustaban. Thomas la dejó en el
altar y le besó la frente, Narel cerró los ojos, después le susurró algo y tomó
las manos de ella para juntarlas con las de Steven. Alexander apretó los puños,
su Narel, su tesoro, su preciosa, había sido entregada a otro hombre por su
propio hermano. Thomas dio la media vuelta, tomó a su hijo en brazos y fue a
sentarse al lugar designado junto a Marianne. Pero antes miró a su hermano de
reojo, quien no le quitaba la vista de encima a Narel, en parte lo entendió,
ella se veía preciosa.
Alexander
se perdió en los ojos de su amiga, que no dejaba de mirar a su novio. Luego se
fijó en la sonrisa de ella, resplandecía con ese labial en tono rosado. Después
la miró de pies a cabeza, Narel brillaba más que una estrella. Esperaba que en
cualquier momento ella lo mirara y se diera cuenta de la estupidez que estaba
haciendo, correría a sus brazos y se irían de allí, pero el tiempo pasaba y eso
no sucedía. Nicholas se acercó con los anillos, comenzarían los votos…
Alexander
se soltó la corbata y el primer botón de la camisa, le faltaba el aire y
comenzó a sudar, necesitaba salir de allí y rápido.
Narel
tomó el anillo, Alexander desapareció de la iglesia.
El
sudor le corría por la espalda. Estaba sentado en la cama, la respiración
también la tenía agitada, ese había sido un sueño demasiado real. Miró en
rededor, si no fuera porque dormía en la cama que fue de Narel en la casa de
Thomas y porque ya llevaba dos años separado legalmente de Marianne, casi
hubiera pensado que todo lo que soñó fue real. Pero no, ella seguía sin casarse
con ningún idiota y él aún tenía una pequeña probabilidad de recuperarla,
pequeña, pero existía.
Miró
la hora, ya casi eran las tres de la madrugada, en Italia estaban por ser las
cuatro… La extrañaba y demasiado, a pesar de que tenía más que claro que todo
lo que sucedió era culpa de él. Solo escribió dos palabras en el mensaje,
aunque no lo mandó. Dejó el teléfono en la mesa de noche y bajó a tomar leche,
un poco tibia para poder seguir durmiendo o tratando de hacerlo. Sabía que su
mente no lo dejaría tranquilo hasta que ideara un plan para recuperarla antes
que aquel sueño se hiciera realidad. Por nada del mundo permitiría que ese
sueño se hiciera realidad. Volvió a la habitación y mandó el mensaje, luego se
acostó. Aquella cama, esa almohada, todo allí aún olía a Narel, aún se
respiraba todo de ella en cada rincón de esa habitación y por eso le dijo a
Thomas que se quería quedar allí en lugar de la de invitados.
Torpe, la contestación le llegó casi al
instante, volvió a sentarse en la cama apoyando la espalda al respaldo y
sonrió.
Estoy
acostado en tu cama.
Si ella estaba despierta a esa hora, mejor aprovechar el momento.
Cuida
mis cosas y no rompas nada, por si acaso vuelvo, quiero todo como lo dejé.
¿Vas
a volver?
¿Qué
haces en mi habitación?
Ahora
es mía… aquí todo huele a ti…
Torpe.
¿Por qué no estás dormido? Tienes que trabajar mañana y mejor que descanses
para que no andes como bobo no-productivo.
Te
extraño…
El
teléfono de Alexander comenzó a sonar, Narel lo llamaba. Él se apresuró en
responder.
—¿Sabes
dónde estoy? —Alexander escuchaba un poco de ruido de fondo, pero no logró
distinguir qué era.
—No…
—Además estaba concentrado en escucharla, llevaban varios días sin hablar por
teléfono y solo se podían contactar por mensaje.
—En
la Fontana di Trevi… ¿Recuerdas cuando vinimos los dos aquí?
—Me
acuerdo de eso y de nuestro deseo…
—Voy
a lanzar otra moneda en este momento, a la cuenta de tres, y pediremos un deseo
los dos, será para los dos nuevamente…
—Bien…
empieza a contar…
—¿Ya
sabes tu deseo?
—Solo
cuenta…
—Uno…
dos… tres…
—Quiero
verte… —Y los dos dijeron al unísono las mismas palabras… Alexander escuchó al
otro lado el sonido de la moneda golpear con el agua.
—¿Recuerdas
cuando vinimos los dos? —Narel preguntó, Alexander notó que su voz sonaba
temblorosa, él no quería escucharse así ya que el deseo de ambos era el mismo.
—Sí
lo recuerdo, ya van más de un año, pero sí lo recuerdo bien…
—Fuimos
los únicos en ese momento que usamos la moneda para otro deseo. ¿Lo recuerdas?
—Alexander sonrió, así mismo había sido—. El lanzar la moneda solo simboliza
volver a la Fontana di Trevi, pero nosotros siempre hemos jugado con el destino
y pedimos otro…
—Nunca
supe qué pediste… —Alexander sintió a Narel sonreír al otro lado.
—Que
fueras feliz, sin importar lo que pasara entre tú y yo, lo único que quería era
que fueras feliz… Ese fue mi deseo de esa vez…
—No
volviste conmigo a Londres…
—Necesitaba
perdonarte…
—¿Qué
haces a esta hora en las calles?
—Es
el único momento en que está despejado, en esta época se llena de turistas…
—Vete
a casa, no quiero que andes tarde por allí y te pueda pasar algo.
—No
me pasará nada, no te preocupes.
—No
debiste volver sola, ahora no se cumplirá ninguno de los deseos.
—No
estoy sola. —Alexander sintió que su corazón se le paralizaba, él estaba
esperando un rastro de esperanza y si ella le decía que andaba con aquel que
decía ser su novio, no podría con el dolor—. Estoy contigo… Siempre estás
conmigo... Por eso te hablé después de recibir tu mensaje... —Alexander volvió
a respirar un poco aliviado y con la esperanza más viva que nunca—. Alexander
yo también…
Y la
llamada se cortó, él trató de llamar de vuelta, pero no se conectó, intentó por
más de media hora, hasta que medio se rindió. Se levantó y encendió el
computador, se iría a Italia en el primer vuelo disponible de la mañana,
compraría un pasaje sin regreso, solo de ida, y haría todo lo posible por
traerla de vuelta, sin importar las excusas ni nada parecido. Se la traería,
porque ella también quería verlo. Le dio a comprar el pasaje. El teléfono vibró
junto a él. Yo también te amo. Era la respuesta al primer mensaje que él
le había mandado, su corazón le latió con más fuerza. Encendió la luz y comenzó
a preparar una mochila, solo serían un par de días, con eso bastaría para
traerla de vuelta. Italia y la Fontana di Trevi lo esperaban.
La
sorpresa fue que se encontró con ella en la puerta de la casa, venía llegando
de Roma después de acompañar a Ashley en uno de sus trabajos, pero se separaron
de vuelta ya que tendría unos días libres y se iría a Suiza a ver a Brandon.
Alexander sonrió al verla, los rizos le habían crecido bastante.
—Preciosa…
—Pero a diferencia de las otras veces, fue Narel quien lo tomó de la cara y lo
besó, él la abrazó por la cintura.
—Te
perdono, Alexander. —Él la apretó con más fuerza contra su cuerpo, llevaba más
de dos años esperando escuchar esas palabras. Narel lo rodeó por el cuello—.
Por todo…
—No
tienes idea de cuánto deseaba escuchar eso…
—Entremos,
parece que lloverá en cualquier momento. —Narel lo soltó y tomó de su mano.
—¿Estás
sola? —Alexander preguntó dejando el abrigo colgado a la entrada y soltando su
mochila.
—Sí,
Ash se fue unos días a Suiza a ver a Brandon. —Alexander la abrazó por la
cintura.
—Me
gusta cuando estás sola, la última vez que vine Ashley no se separó de ti
ningún momento… Es una fastidiosa, espero que no vuelva.
—No
seas pesado… —Alexander la besó, Narel notó que la llevaba a la sala, al
alzarla en sus brazos—. Sigo odiando tus pesas…
—No
te veo desde hace cuatro meses. —Se sentó en el sillón y la dejó encima de él,
a horcajadas—. No me pidas no tener ganas de estar solo contigo. —Alexander le
besó el cuello mientras movía sus manos.
—Pero…
—Déjame
tenerte para mí… —suplicó al morderle la oreja—. Después pedimos pizza…
—¿Una
gigante solo para mí?
—Las
que quieras, preciosa… —Alexander comenzó a quitar lo que le estorbaba—. Las
que quieras… pero ahora solo quiero escuchar otras cosas de ti.
Si
había algo que le gustaba de Italia, era simplemente Narel en Italia, solo los
dos en esa casa. En esos casi dos años que ella llevaba allí y luego de que se
fuera de vuelta a Londres, viajó a Milán cada dos, tres o cuatro meses como
máximo. A veces iba por dos o tres días, y otras por una semana completa. Nadie
en Inglaterra sabía de esos viajes, a la única que le contó fue a Marianne
porque había llevado a los niños en algunas ocasiones. Pero era esas veces en
que coincidía con que Ashley no estaba, que sus instintos básicos no se
detenían y aprovechaba cada segundo para tenerla, simplemente le encantaba que,
al estar solos, Narel se desinhibiera.
—¿Vas
a pedir ya la pizza? —Alexander estaba acostado en el sillón con ella encima,
se habían arropado con una manta y él le pasaba los dedos con suavidad por la
espalda.
—Cinco
minutos más. —Alexander le besó la frente, no quería soltarla.
Después
de la pizza, se quedaron acostados en el sillón tapados solo con la manta,
Narel estaba entre las piernas de Alexander, de espalda a él, y con las manos
tomadas, hablando de lo que habían pasado en esos cuatro meses que no se
vieron. Él también aprovechó de enseñarle algunas fotografías de la gente en
Londres. Pero, cuando la noche iluminó con las estrellas las calles de Milán,
ellos se acostaron en la cama, uno frente al otro, Alexander le pasaba los
dedos con suavidad por la cara y los rizos, ella estaba casi dormida.
—¿Por
qué me perdonaste? —Alexander aprovecharía de que ella se encontraba en ese
estado del ciclo del sueño para interrogarla.
—Porque
no tenía sentido no hacerlo. —Él la abrazó con fuerza y le pasó una pierna por
encima—. Gané mucho al quedarme en Londres, tengo una familia, si me hubiera
ido a Glasgow en esa ocasión, lo más probable es que estuviera sola. Tengo
mucho más que dar gracias por no ir que por haber ido.
—¿Estás
saliendo con alguien aquí? —Alexander la veía con los ojos cerrados, casi
inconsciente le respondía.
—Con
Steven. —Él frunció el ceño al escuchar aquello, no podía simplemente
desaparecer de sus vidas, seguía presente—. Me acompaña a los museos a veces,
como siempre. Helen va a matarme… —Alexander la miró fijamente por eso, no
sabía a qué se refería—. Se me pasó la fecha… va a matarme… le diré que el
lunes voy sin falta…
—¿Qué…?
—Te
extraño, Alexander… Quiero ser tuya toda la vida… —Él sonrió por aquello, eso
era otra cosa que le encantaba, escucharla hablar dormida.
—Despierta…
—susurró y comenzó a besarla.
—Estoy
despierta…
—No
lo estás, preciosa. —La abrazó y comenzó a acomodársele encima—. Vamos a por
otra vuelta, despierta.
**********
Como
todas las veces que iba a verla, su idea principal era convencerla de regresar
a Londres, con él. Incluso había aprovechado de que los niños le pidieran que
volviera las veces que los llevó, pero mientras no lo perdonara, ella seguía
diciendo que no. Aunque ya era diferente, lo había perdonado al fin. Alexander
le pasaba los dedos con suavidad por la cara mientras la veía dormir, la luz
del sol entraba por entre las cortinas, no recordaba cuántas veces de todas las
que habían dormido juntos él despertaba primero, solo sabía que eran pocas, muy
pocas. Quizás, lo único que extrañaría de Italia era tenerla solo para él y no
compartirla con nadie. Pero Helen le había levantado el castigo y él continuó
con el arreglo de la casa, cuando regresaran, se irían a vivir juntos, le diría
que al fin estaba separado porque esa noticia aún no se la comunicaba, y
vivirían en su casa, la de los dos. La vida al fin le sonreía y ese sería el
último fin de semana estando lejos, se la llevaría.
—¿Qué
hora es?
—No
lo sé, sigue durmiendo.
—Tengo
que mandarle unas cosas a Thomas. —Narel se acurrucó entre los brazos de
Alexander—. No les avisaste que estás aquí ¿verdad?
—Nunca
les digo, sino manda a tus bebitos y no nos dejan solos. —Alexander le besó la
frente al abrazarla—. Subiste de peso.
—Es
el país de la pasta, imposible no hacerlo. Pastas y helados, comida y comida.
—Garreth
también lo está.
—Es
porque viene muy seguido, creo que está enamorado de la vecina. —Alexander
sonrió de medio lado por eso, ella nunca notaba esas cosas y la verdad era que
Garreth tenía una relación con la vecina—. Ella viaja mucho a Londres, podría
visitarla cuando va. A veces le mando las cosas a Thomas con ella para que así
Garreth la vea.
—¿Le
das permiso de salir con ella?
—Solo
porque cocina bien, así lo hará feliz. También le gustan los parques de
diversiones y cosas muy parecidas a él, y Garreth brilla. Me gusta verlo feliz.
—Narel se salió de los brazos de Alexander y se sentó.
—Preciosa…
—Ella giró para mirarlo, él sonrió al verla sin nada encima. La recorrió entera
con la mirada.
—No,
Alexander. Tengo que…
Pero
no la dejó seguir hablando al tomarla de la cara y besarla. Definitivamente, no
la soltaría y no la dejaría en Italia. Narel bajó unos cuantos minutos después,
con la camisa del Manchester a pesar de los reclamos por parte de Alexander. Se
metió a la cocina y preparó dos pocillos de cereal con yogurt, ya casi era hora
de la llamada de Thomas, así que acomodó todo en la mesa del comedor. Alexander
bajó cuando ella tenía todo listo, se sentó a la mesa de manera de no aparecer
frente al computador, pero donde pudiera verla, comenzó a desayunar. Narel solo
rodó los ojos porque él andaba sin camisa y le reclamaba porque ella se quedaba
en lo que llamaba pijama.
—Hola,
mi enana. —Narel le sonrió a Thomas al verlo al otro lado de la pantalla,
Alexander frunció el ceño al escucharlo decirle así—. ¿Cómo va todo por allá?
—Hola,
Thomas. Todo bien. —Alexander notó que ella sonreía más al hablar—. ¿Cómo
estás? ¿Y Helen? ¿Y mis hermanitos? ¿Y los bebitos? —Quien comía rodó los ojos
por todas esas preguntas juntas.
—Todos
bien. —Narel también desayunaba de lo preparado mientras hablaba con Thomas—.
¿Sabes algo de Alexander?
—No,
nada. —El mayor frunció el ceño al descifrar lo que dijo.
—No
hables mientras comes, nunca aprendes, por eso Nicholas es un malcriado.
—Lo
siento, Thomas. Pero no sé nada de ese bobo, ¿se desapareció otra vez?
—Sí…
No quiero llamar a Marianne para preguntarle si está con los niños, ella está
en época de exámenes. —Alexander la miró, ella estaba con la vista fija en la
pantalla, sabía que no le gustaba mentirle a Thomas, pero era algo pequeño.
—Quizás
anda con alguna de sus tantas novias, como las otras veces… —Alexander frunció
el ceño al escucharla—. Sabes que se parece a Ralphie… hablando de él… ¿sabes
si sigue en Manchester?
—Hablé
con Jesse ayer y me dijo que Ralph aún no regresa. Deberías llamarlo.
—Ayer
lo llamé, antes de regresar de Roma, pero no responde. ¿Sabes algo de su mamá?
—No,
con Jesse no tenemos información de eso, quedó de avisarme si se enteraba del
algo, pero no me ha dicho nada aún. Si te enteras de algo, me avisas.
—Sí,
igual tú, me dices apenas sepas algo. —Alexander continuó comiendo mientras la
miraba, él tampoco se había podido comunicar con Ralph, su madre empeoró y él
llevaba unas cuantas semanas en Manchester. Jesse vigilaba sus movimientos
porque se habían comprado, junto con Harper, el departamento de al lado del que
usaba Ralph, que Narel estaba haciendo todo el papeleo para dejarlo a su
nombre, aunque él no quisiera—. También te avisaré si sé algo de Alexander,
pero no te preocupes, debe estar bien.
—¿Peleaste
con él?
—No,
claro que no. Yo no peleo. —Alexander rodó los ojos al escuchar eso, que era
una completa mentira—. Yo solo discuto. —Thomas comenzó a reír al otro lado—.
No hemos discutido ni nada, no hemos hablado mucho, se desconectaba la llamada
cada vez y mejor nos mandamos mensajes, pero no me ha escrito.
—¿Cómo
va todo con Steven? —Narel sintió la mirada de Alexander encima, pero no podía
mirarlo.
—Eh…
—balbuceó—. ¿A qué te refieres con eso?
—Ashley
nos estuvo contando de que estás saliendo con él nuevamente.
—A
los museos y esas cosas, como siempre.
—¿Solo
eso?
—Claro,
no quiero novios en mi vida ni nada parecido, estoy bien así, luego de terminar
este curso estoy pensando en irme a España a hacer otro.
—Claro
que no. —Alexander apretó los puños al escucharla decir eso, pero agradeció a
su hermano al detenerla—. Al menos te vienes un año acá a estar con nosotros,
te extrañamos, ya llevas mucho tiempo lejos.
—¡Nar!
—La mencionada sonrió al ver a Nicholas al otro lado, que le sonreía
enormemente como siempre—. ¿Alex está allá? ¿Sabes algo de él? —Alexander se
sorprendió al escuchar que su hermano se preocupaba por él.
—No,
no sé nada de él.
—Genial.
—Narel vio a Nicholas salir del computador de Thomas—. Vamos, Georgie. Nar
tampoco sabe, quizás ya se perdió, vamos a sacarle las cosas. —Narel sonrió,
George y Nicholas le lanzaron unos besos y salieron de la oficina que Thomas
tenía en casa.
—Cada
vez que Alexander se desaparece, estos aprovechan de sacarle todo. —Alexander
apretó aún más los puños al escuchar aquello, ya se vengaría una vez que
regresara.
—Se
lo merece por irse sin avisar. —Narel sabía que en ese momento Alexander tenía
ganas de matarla, pero si lo miraba, Thomas se daría cuenta de que estaba allí
y mandaría a alguien de allá a vigilarlo—. Thomas, ¿instalaste el programa?
—Sí,
estaba en eso.
—Es
solo la versión de prueba, así lo revisas y me dices que está bien y que está
mal.
—Bien,
lo revisaré durante el día y te mandaré el listado de lo que se debe arreglar.
—Narel le sonrió a Thomas—. Helen te llamará en un rato, pero sin video, quiere
saber qué harás para las fiestas de fin de año.
—Apenas
estamos en agosto…
—Sí,
pero se quiere preparar con anticipación para que no pase lo del año pasado.
—Alexander suspiró, eso era verdad, el año pasado Narel dijo que fueran todos a
Italia a pasar las fiestas, y cuando dijo todos, eran todos. Helen terminó
frustrada porque la casa era pequeña y no había tiempo de arrendar algo. A
veces entendía muy bien a su cuñada cuando se desesperaba con Narel.
—Bien…
ya veré lo que le invento para que empiece a juntar canas. —Thomas comenzó a
reír.
—No
seas tan mala con ella. —Thomas la vio sonreír, de la misma manera en que lo
hacía Nicholas cuando juraba que él no tenía culpa de nada—. ¿Vas a salir hoy?
—Alexander volvió a prestar por completo atención a la conversación.
—No
lo sé…
—¿No
ibas a ir con tus amigos?
—No
son mis amigos, son amigos de Ashley y Steven, y no lo sé, no me gustan esas
cosas.
—Son
compañeros tuyos…
—Solo
por interés, las mujeres se acercaron cuando conocieron a Ash y supieron que
trabaja en esa tienda de moda. Y los hombres por Steven porque, bueno, es
Steven… —Alexander frunció el ceño por eso—. Está jugando bien, es bien
conocido ya casi a nivel mundial, incluso el otro día que vino Kevin me pidió
que se lo presentara, siendo que él también lo está haciendo bien en España y
han jugado un par de veces.
—Ya
sabes, el mundo gira alrededor del fútbol.
—Estupideces.
—Thomas comenzó a reír más.
—Voy
a revisar el programa y te aviso. Te llamo mañana ¿bueno?
—Bueno.
—Me
avisas si sabes algo del estúpido hermano que tengo y de Ralph.
—Tú
también me avisas si sabes de algo.
—Cuídate.
—Saluda
a Garreth y dile que me escriba, la vecina anda en Londres. —Narel notó que
Thomas sonreía de medio lado.
—Le
diré. No hagas tonteras.
—Yo
no hago tonteras. —Narel movió la mano en señal de despedida y la señal se
cortó, luego suspiró, odiaba mentirle a Thomas.
—¿Cuándo
vino Kevin? —Alexander cerró el computador y la miró, Narel notó que tenía el
ceño fruncido al pararse frente a ella.
—Hace
como un mes, algo así… no me acuerdo.
—¿Por
qué no me dijiste que vino? —Narel se encogió de hombros—. No me gusta él.
—A
ti no te gusta nadie, eso no es novedad. —Ella se puso de pie—. Iré a bañarme
para luego salir a comer algo.
—¿Vas
a salir a comer y no a cocinar algo? —Alexander la siguió a la escalera.
—No
tengo ganas de cocinar, si quieres puedes cocinarte algo tú.
—Sabes
que no sé nada de cocina. —Narel suspiró al entrar en la habitación, eso no era
problema de ella—. ¿Piensas dejarme solo?
—Si
empiezas con el fastidio, sí. —Alexander se metió con ella al baño—. Yo no
tengo por qué darte explicaciones de ninguna cosa.
—¿Cómo
que no?
—Entre
tú y yo no hay nada más que amistad y a veces que pasan otras cosas, pero solo
amistad. —Alexander estaba tan metido en la conversación, que no notó que ella
se quitaba el pijama para meterse a la ducha.
—Pero
me perdonaste.
—Sí,
pero seguimos siendo solo amigos y nada más.
—Los
amigos no se dan besos como nosotros lo hacemos. —Narel lo miró, Alexander
enrojeció.
—Dioseses,
Alexander. ¿Por qué eres tan lento en quitarte la ropa?
Desde
la primera vez que fue a Italia a buscarla y ella lo llevó a aquel restaurante
porque cuando lo conoció pensó en él, cada vez que volvía, iban a comer allí, y
después caminaban tomados de la mano por los lugares pintorescos de Milán. Al
final, Alexander la llevó a uno de los conciertos de André Rieu en Italia,
aunque no con el vestido que usó cuando fue con Steven, sino que uno diseñado
por Ashley que la hacía ver mejor de princesa. Ashley supo resaltar cada rasgo
de Narel y Alexander no le pudo quitar los ojos de encima durante todo el
tiempo que lo tuvo puesto, imaginándola dándole el sí frente al altar. Aunque,
lo que más le gustó, fue quitárselo cuando estuvieron solos. También la llevó
por todos los museos de Milán, debía ganarse su perdón, pero más que todo eso,
lo que quería era pasar tiempo con ella. Tuvo que aguantar no salir en Londres
porque estaba casado, la dejó por la demanda, y en ese momento que podía
disfrutarla, no lo desaprovecharía.
—Regresemos
a Londres. —Alexander la tenía entre sus brazos, ya pasaba de medianoche y
ellos estaban acostados uno frente al otro.
—Cuando
termine lo que estoy estudiando, sabes eso.
—Pero
ya me perdonaste, dijiste que volverías cuando me perdonaras.
—Tú
dijiste que volverías por mí cuando te perdonara, no que yo regresaría sin
terminar lo que estoy haciendo aquí.
—Pero
te extraño, regresa conmigo.
—Quédate
aquí conmigo, Alexander.
—No
puedo.
—¿No
puedes o no quieres?
—No
puedo, sabes que no. Tengo a Steph y a Josh de quienes preocuparme. —Narel se
quedó mirándolo fijamente a esos ojos celestes, ella sabía que contra eso no
tenía opción.
—Entonces
tengamos una relación a distancia, así como Brandon y Ash…
—Olvídalo.
—Alexander la soltó y se acostó mirando el cielo.
—Me
quedan solo seis meses, Alexander. No es tanto.
—Bien,
como digas.
Alexander
se giró para darle la espalda. Narel se quedó mirándolo, quería abrazarlo, pero
mejor le dio su espacio y se acostó mirando al otro lado. Cuando despertó, a la
mañana siguiente, estaba solo en la cama, se levantó y se metió al baño para
darse una ducha rápida. La encontró sentada a la mesa del comedor con el
computador enfrente.
—Te
estaba esperando para desayunar. —Alexander notó que seguía en pijama.
—¿Vamos
a dar una vuelta por Venecia? —Narel lo miró, él vio aquellos ojos ilusionados,
como de hace mucho tiempo no los veía.
—¿De
verdad?
—Sí,
vamos en tren. —Ella se paró en la silla, Alexander se acercó y la abrazó, le
brillaban aún más los ojos—. Ve a bañarte, después desayunamos y salimos.
—Narel lo besó—. Voy a llamar a Marianne mientras estás lista.
Alexander
la bajó de la silla y ella subió a prepararse. Thomas la llamó poco antes de
salir, aunque sin video y así no notó que saldría. Después de eso se fueron de
paseo. La idea de Alexander era demostrarle que Venecia no era muy diferente a
los recorridos que podrían hacer en Londres, pero una vez que estuvo allí, notó
que estaba muy equivocado al respecto de eso, no había comparación entre uno y
otro. Pudo disfrutar del romanticismo de Venecia, pero sin olvidar los museos
que debían visitar sin objeción porque, según Narel, no se podía ir a un lugar
lleno de historia sin visitar los museos. Así que tuvo que aguantar todo eso
solo por verla feliz.
**********
—¿Aún
en pijama?
—Es
domingo, Thomas. —Alexander, acostado en el sillón y jugando con el teléfono,
sonrió de medio lado al escucharla rezongar porque Thomas la regañaba—.
Necesito un día de ser nada.
—¿Ya
terminaste el módulo?
—Estoy
en eso, o lo estaba cuando me llamaste. —Narel le sonrió, Thomas frunció el
ceño.
—Solo
te queda terminar este y el otro y ya regresas, no te atrases.
—No
lo haré, voy a terminar esto para entregarlo mañana y apurar todo.
Alexander,
que se estaba mensajeando con Marianne para saber cómo estaban los niños,
prestaba atención a la conversación de Narel con Thomas, él solo quería que se
subiera a un avión de regreso a Londres en ese mismo momento. No le interesaba
nada de ningún módulo. Lo único que tenía claro era que ese día no saldrían a
ningún lado porque ella debía terminar ese trabajo para reprobar o aprobar el
penúltimo módulo y él sería el encargado de pedir la comida.
—Alexander.
—Narel se le sentó encima—. Estoy estresada… —A Alexander se le cayó el
teléfono de las manos al verla quitarse la camisa—. Hagamos lo que mejor
sabemos hacer…
Y
él, obviamente, no perdió el tiempo y dejó de preguntarse por temas que no
tenían respuesta alguna. Había mejores cosas que hacer y ver. Cuando
terminaron, Alexander le reclamó que estaba estresada porque seguía estudiando,
ella terminó la discusión al decirle que el estrés se debía a que él no la
dejaba en paz con eso. Alexander se quedó mirando televisión mientras ella
continuaba con lo pendiente. Narel solo volvió a prestarle atención cuando
llegó el momento de comer algo.
—¿Esperas
a alguien? —Alexander le preguntó al mirarla, habían golpeado a la puerta. Ella
negó con la cabeza.
—Iré
a ver, tú estás de incógnito. —Narel fue a la puerta y abrió, era una de las
amigas de Ashley—. Hola.
—Hola,
Narel. Vine a buscar algo que me dejó Ashley.
—¿Qué
cosa era?
—Nar…
—Alexander se asomó desde la sala enseñándole el teléfono sonar—. Te llama
Ashley. Buenas tardes —dijo a quien buscaba.
—Buenas.
—Narel le quitó el teléfono de la mano y contestó, un poco alejada, pero
mirando que Alexander conversaba de lo mejor con la chica, cortó rápido para
que Ashley no se diera cuenta de que él estaba allí—. Entonces… ¿qué eres de
Narel?
—Soy
su hermano. —Narel frunció el ceño por eso.
—Te
traeré lo que me dijo Ash —interrumpió interponiéndose entre los dos—. Dame un
momento. —Ambos la vieron subir corriendo, Ashley le había dado instrucciones
de lo que tenía que entregar, que había dejado listo, así que no tuvo problema
en encontrarlo y bajar.
—¿Hasta
cuándo te quedas? —Narel escuchó que la recién llegada le preguntaba, ambos
reían.
—No
lo sé aún… ¿tienes algo entretenido que hacer en Italia?
—Aquí
está lo que te dejó Ash. —Narel volvió a interponerse entre los dos y le
entregó el paquete—. Buenas noches, que descanses.
—Gracias,
Narel —contestó al recibirlo—. Si te quedas por unos días más, llámame y te
enseño lo divertido que es Italia.
—Lo
tendré en cuenta. —La chica se despidió de Alexander al estilo italiano con dos
besos y se fue—. Simpática la amiga de Ash.
—Como
digas. —Narel volvió al comedor, a terminar lo que hacía.
—Como
estás ocupada, podría decirle que me enseñe Italia.
—Como
quieras.
—¿Te
falta mucho? —Alexander se sentó junto a ella.
—No,
estoy guardando y ya.
—Bien,
entonces préstame tu teléfono para llamarla y salir con ella por Italia.
—No
tengo su número, pídeselo a Ash. Es su amiga, no la mía.
—¿Se
lo puedes pedir tú? Se supone que no estoy aquí. —Narel le pasó su teléfono.
—Puedes
mensajearla y pedírselo.
—Gracias,
Nar. Eres la mejor. —Alexander notó que ella cerró el computador portátil y
estiró los brazos—. ¿Terminaste?
—Sí.
—¿Qué
harás ahora?
—Tengo
sueño. —Alexander la miró, no reflejaba sentimiento alguno. Narel se levantó y
comenzó a caminar a la escalera—. Si vas a salir, no andes por lugares muy
extraños.
—¿No
te molesta que salga? —Él la siguió, ella ya estaba subiendo.
—Es
tu vida, no la mía.
—Nar…
—Alexander detuvo la puerta de la habitación antes de que la cerrara de un
portazo y entró.
—Siempre
que vienes lo único que haces es decir que vuelva a Londres, contigo. Solo
vienes para eso. —Narel giró para mirarlo a los ojos.
—Porque
quiero que vuelvas a Londres, allá está nuestra vida.
—Tu
vida, Alexander. No la mía.
—¿Por
qué no entiendes aún que eres mi pilar y que te necesito conmigo?
—Me
acaba de quedar muy claro para lo que me necesitas.
—Sabes
que no voy a salir con otras chicas.
—Quédate
conmigo hasta que termine.
—No.
Narel
se encerró en el baño sin que Alexander alcanzara a detenerla, apretó los puños
y bajó, tenía que ordenar las cosas y lavar lo que había ensuciado mientras
comía. Cuando subió de nuevo, varios minutos después, ella estaba acostada y
dormida. La abrazó y la besó hasta despertarla, Narel tenía razón, estar sin
ropa era lo mejor que sabían hacer.
—Alex…
—Narel intentó despertarlo una vez que salió del baño, pero él parecía dormir
profundamente—. Alex… —De a poco Alexander fue abriendo los ojos, la vio
sonreírle sentada a su lado—. Voy a dejar el trabajo y vuelvo.
—¿Qué
hora es? —preguntó y se sentó.
—Temprano
aún. —Alexander notó que tenía los ojos hinchados.
—¿Por
qué tienes los ojos rojos? —Le tomó la cara, ella le sonrió más.
—La
marihuana. —Él sabía que esa respuesta estaba lejos de ser la verdad—. Voy y
vuelvo, solo tengo que entregar el trabajo de ayer y regreso. —Narel lo besó—.
Espérame y desayunamos juntos.
—¿Por
qué llorabas? —Narel lo miró y luego se levantó.
—No
importa eso, Alexander.
—No
quiero que te vayas. —Ella le sonrió aún más.
—Espérame
para desayunar, no tardaré. —Narel caminó a la puerta, Alexander se fijó que en
esos años Ashley le había enseñado a usar ropa que le favoreciera la figura en
lugar de tanta cosa ancha.
—Si
te vas, no volverás a verme. —Alexander la vio apretar los puños, pero no lo
miró, se esperó unos cuantos gritos de su parte.
—No
tardaré, espérame.
Y
salió, dejando a un atónito Alexander que se quedó con la respuesta a los
gritos en la punta de la lengua. Aquello había sido demasiado pacífico, para
venir de parte de los dos. ¿Acaso ya se había arruinado todo entre los dos y no
habría vuelta atrás? Se dejó caer de espalda, siempre solucionaban todo, pero
ella estuvo llorando y la razón era obvia: él. Seguía haciéndola sufrir. Lo
mejor siempre fue desaparecer de su vida y aún estaba a tiempo. Narel dijo que
no se tardaría y él tenía ganas de andar en tren. Cuando ella llegó y luego de
no ver a Alexander en ningún lugar de la casa, solo se quedó sentada en la
escalera pensando en lo sucedido. Si hubiera estado la mochila o algo, le
habría salido fácil pensar que volvería, pero no era el caso. Con el teléfono
en la mano y mirando el nombre de Alexander en la pantalla, decidió no
llamarlo, sino que editó, bloqueó y eliminó. Luego hizo lo mismo con todo lo
que en ese aparato tuviera nombre de Alexander o algo de él.
—Adiós,
Alexander —dijo mirando la última fotografía que había en esa casa de él, la
tomó y la rompió, ya no quedaba ningún rastro de aquel por el que estuvo
enamorada.
Cuando
Ashley regresó, luego de varios días en Suiza, lo primero que notó fue la falta
de fotografías en la entrada, faltaban todas las que salía Alexander. Después
la oscuridad de la sala siendo que no pasaba de mediodía, Narel estaba
acurrucada en el sillón, sin dejar que la luz ingresara, tapada por completo
con una manta. Ashley suspiró, todo indicaba que de Londres de nuevo le habían
roto el corazón, esperaba que ahora sí ya se acabara para siempre y que se
buscara un guapo italiano que la hiciera feliz.
**********
Desde
que dejó Italia en tren en agosto, no volvió a tener comunicación con Narel,
ella lo había bloqueado y eliminado por completo. Según lo que supo a través de
Ashley, Narel no quería ni saber de que existía. Él sabía y tenía claro que
debía alejarse de ella porque le estaba haciendo mal y quería amarla como se
merecía, no a gritos, no a la distancia, sino que como siempre lo soñó. Y cada
vez se hacía más difícil. Pero, cuando llamó a Ashley luego de enterarse de que
había regresado a Italia y con la esperanza de que lo ayudara a hablar con
Narel, ella solo le dijo que era un estúpido, que si hubiera tenido un poco más
de paciencia Narel estaría con él en Londres, porque no había ido simplemente
ese día a dejar el trabajo, sino que a pedir el cambio para terminar de
estudiar en Inglaterra y se lo aceptaron. Para Alexander, enterarse de aquello,
fue el término del mundo. Se preparó para volar de inmediato a Italia, pero
Ashley le siguió hablando. Él recordaba muy bien aquella conversación en que
ella le preguntó si había visto las revistas de deportes, Steven soltó a todos
los vientos que estaba viviendo su vida de ensueño al tener al fin al amor de
su vida junto a él y que le había dado el sí. Y el mundo que quedó de pie con
la primera noticia de Ashley, se derrumbó por completo. Apenas habían pasado
dos semanas desde que se fue de Italia dejándola sola, no podía ser cierto que
todo ocurriera tan rápido. Pero buscó información y eso que le dijo Ashley fue
lo que encontró. Su pesadilla se había vuelto realidad y todo por culpa de él,
y ya nada tuvo sentido.
Alexander
miró por la ventana de su oficina, sentado en la silla, ya empezaba el invierno
y pequeños copos de nieve caían transformándose lentamente en agua. Recordó
cuando era niño y salía a jugar a la nieve con su mejor amiga y su hermano
pequeño. Recordó cuando empezaron a crecer y ella seguía jugando con la nieve y
su hermano. Recordó una de las últimas veces que estuvo en su oficina, había
sido un día parecido a ese, comenzaban a caer pequeños copos que se
transformaban en agua mientras caían, la calefacción estaba en reparación y él
le enseñó que en el sillón podían dejar de sentir frío, sonrió por eso. Recordó
que Narel le dijo que lo único bueno de vivir o tener una oficina en edificios
de altura, era que podían ver la nieve como nieve antes que se transformara en
solo agua o agua nieve. Alexander sonrió al mirar por la ventana al recordarla,
ella ya casi cumpliría dos años viviendo en Italia, lejos de él, y no había día
en que no la extrañara.
—Alexander.
—Thomas entró, trayendo de vuelta a su hermano, quien dio un brinco y movió la
silla para mirar al frente.
—Dime
—dijo carraspeando, de pronto tuvo la garganta seca.
—¿Qué
te pasa?
—Se
van a cumplir dos años… —Thomas suspiró y se sentó en el sillón que Alexander
había comprado para que su amiga durmiera allí en lugar de la oficina del
mayor, a pesar de que nunca lo usó para eso, sí para otras cosas—. No quiero
escuchar tu sermón, ya sé que debo olvidarme de eso…
—Bien,
pero no te iba a decir nada de eso… Sé que te duele, Alexander, pero quiero
hablarte de otra cosa…
—¿Ya
vieron que empieza a nevar? —Garreth entró como si fuera su casa, se sentó
junto a Thomas—. Voy a traer una máquina de chocolate caliente. —El mayor rodó
los ojos.
—¿Qué
me querías decir, Thomas? —Alexander interrumpió a su hermano, tenía cosas más
importantes que hacer que estar escuchando tonteras de chocolates calientes.
—¡Qué
bueno que están todos aquí! —Alexander bufó, al parecer sus hermanos se habían
puesto de acuerdo para ir a molestarlo, quien entraba era Nicholas, sentándose
en la silla junto al escritorio de Alexander—. Ya empieza a nevar, es hora de
sacar nuestra ropa de invierno…
—¿Qué
me querías decir, Thomas? No tengo tiempo para sus estupideces… —Y el dueño de
la oficina terminó desesperándose y elevando un poco la voz. Nicholas lo miró
sonriente, había pocas cosas que le gustaran más que hacer enojar a Alexander.
—Eso
puede esperar, Alexander, lo que tengo que decirles es importante…
—Habla
rápido… —dijo Alexander al cruzarse de brazos y echarse hacia atrás en la
silla.
—Traeré
a la oficina, para todos, una máquina de chocolate caliente.
—¡Eso
mismo era lo que estaba diciendo yo! —Garreth añadió con entusiasmo, Nicholas
le sonrió. Thomas los observó con una sonrisa de medio lado y Alexander solo
juntó más su ceño—. Ya la tengo vista, vamos a comprarla mañana ¿te parece? —El
sonido de la puerta al ser golpeada los distrajo.
—Thomas.
—Norma abrió con un paquete en las manos—. Llegó esto, es para todos…
—No
tenías que preocuparte por traerlo, Norma. Lo hubiera recogido cuando fuera a
mi oficina —dijo al mirarla, levantándose para tomar la caja.
—Pero
es de la niña… viene de Italia… creí que lo querrían ver enseguida. —Alexander
se puso de pie de un salto, llegando donde Norma antes que Thomas y recibió la
caja, caminó de vuelta al escritorio.
—Gracias,
Norma. —Thomas cerró la puerta cuando la secretaria salió, sus tres hermanos
estaban en la caja. Él solo suspiró y esperó que le pasaran lo que llegaba para
él, como todas las otras veces, una caja grande con cajas chicas para cada uno.
—Este
es el tuyo, Thomas. —Garreth se acercó y se lo pasó, volvió a sentarse en el
sillón y el mayor lo imitó. Nicholas también tenía su caja en las manos y se
sentó donde antes. Alexander igual—. ¿No les parece raro? Todas las cajas son
iguales esta vez…
—Menos
la de Alexander. —Nicholas añadió mirándolo, los otros dos también observaron
que la caja de Alexander era más grande, casi del doble, que las otras.
—Mejor
vemos lo que hay.
Thomas,
a pesar de hacer que no le interesaba, ya estaba abriendo la caja. Notó que
dentro había dos cajas más, una más grande que la otra. Abrió la de mayor
tamaño y se encontró con un gorro tejido de lana. Sonrió. Después buscó la
tarjeta que había junto al gorro. El sonido de la silla de Alexander los
distrajo a todos, ya que casi se cae de ella.
—¿Qué
te mandó? —preguntó Garreth al ver la reacción de su hermano que,
prácticamente, había lanzado la caja al suelo.
—Es
una tonta… —Echó la silla hacia atrás y continuó mirando por la ventana—. Es
una tonta… una tonta, boba… y yo… y yo… —Volvió a acercarse al paquete y lo
tomó, enseñándoselo a sus hermanos. Nicholas estalló en carcajadas—. Es una
tonta, ¿cómo piensa que voy a poner esto en la repisa?
—Solo
es una figurita, Alexander… —Thomas intentaba no reír, no de la manera en que
Nicholas y Garreth lo hacían.
—Una
figurita de ese con el que vive… ¿Cómo… cómo se le ocurre? —Alexander miraba la
caja por todos lados mientras reclamaba y maldecía, sus hermanos lo observaban
y reían, esa había sido una buena broma por parte de Narel.
—¡Wow!
—Nicholas los interrumpió a todos, él había abierto la caja pequeña—. Esto es
raro, me mandó unos zapatitos de bebé tejidos…
—¿Qué
cosa? —preguntó Garreth—. A mí me mandó un gorro…
—El
gorro parece que viene para todos —respondió Thomas—. Yo también tengo uno,
como ya empieza la temporada de frío y ella nos hacía estas cosas… —Les mostró
a sus hermanos el que le había tocado a él.
—Sí,
pero no. —Garreth lo miró y le enseñó el gorro—. En mi caja chica venía este
gorro… es de tamaño bebé… —Alexander lo miró abriendo los ojos por la sorpresa,
dejó la figurita y buscó en su caja—. ¿Qué te mandó a ti, Thomas? —El mayor
sacó la caja chica y la abrió frente a las miradas de sus hermanos.
—Es
una sonaja… —Thomas miró a Alexander, quien abría
un sobre desesperadamente. Ya sabía lo que era.
—No
puede ser… —Fue lo único que dijo Alexander al abrir el abanico de imágenes que
componía la ecografía—. No puede ser… —Lo dejó caer y siguió buscando en la
caja, Nicholas tomó las imágenes—. Tiene que ser una broma… —No se dio cuenta
cuando se le aguaron los ojos.
—Ya
tiene casi tres meses… —Nicholas se acercó a Garreth y Thomas para mostrarle la
ecografía—. Vamos a ser tíos. No es lo más genial de la vida. —Garreth se quedó
mirando las imágenes con Nicholas, Thomas caminó donde Alexander, quien se giró
para mirar por la ventana con un sobre en las manos. No es que le gustara mucho
la noticia, pero sabía que su hermano estaría peor.
—Vas
a ser abuelo —dijo Thomas al dejarle la mano en el hombro, le enseñó la tarjeta
que estaba dentro de la caja, era lo único que decía—. A ti te mandó una carta.
—No
quiero verla. —Alexander lanzó el sobre y que se perdiera—. Tampoco quiero esa
estúpida figura aquí. Si no me vas a decir a qué viniste ¿por qué mejor no te
vas? —Sus otros dos hermanos lo miraron, Thomas les hizo un gesto con la cara y
salieron.
—Alexander…
—No
quiero sermones, te lo dije…
—Tengo
que viajar a Italia, eso es lo que venía a decir. Quería saber si quieres ir
conmigo… —Thomas no sabía que Alexander había ido algunas veces a verla.
Tampoco sabía que debido a la última vez que estuvo con ella, ya no se
hablaban.
—No
quiero saber nada de Italia… Déjame solo.
Thomas
le apretó el hombro y salió, su hermano llevaba esperando Italia, cualquier
excusa para volver, pero aquella noticia le había roto el corazón. Él, por otro lado, se sentía feliz, a pesar
de que su instinto de padre le decía que debía enojarse, no podía, no del todo…
Pero tenía ganas de asesinar al culpable. En cambio, Garreth y Nicholas estaban
más que felices de tener un sobrino o sobrina con rizos. Thomas sonrió, casi de
oreja a oreja, llamaría a Helen para contarle, a ella le molestaría aún más que
a él y juntos podrían planear el asesinato. Escuchó risas de la oficina de
Garreth, mejor se fue para allá porque de seguro sus hermanos estaban
celebrando la buena noticia. Después se preocuparía por Alexander. Abrió la
puerta y sonrió más.
—Hola,
Thomas. ¿Cómo has estado? —El mencionado caminó y la abrazó, esa sí que era una
sorpresa.
—¿Cuándo
llegaste? —preguntó al tomarla de los hombros y mirarla, ella lucía radiante y
tenía la piel un poco tostada, le había dicho la última vez que hablaron por
teléfono que andaba paseando por las hermosas playas de Italia, y se le notaba
en la piel—. Te ves hermosa. —Thomas volvió a abrazarla.
—Llegué
hace un momento…
—¿Verdad
que se ve hermosa? —Garreth interrumpió—. Fue lo mismo que le dije cuando la
vi, aunque no sabíamos del embarazo.
—Eso
sí que fue una sorpresa. —Nicholas la abrazó junto con Thomas, Narel notó que
ya no era un niño, en esos dos años ya había crecido más que Thomas.
—¿Ustedes
sabían que ella estaba aquí? —Thomas preguntó mirándolos a los tres—. ¿Llegaste
aquí primero? ¿Por eso los dos se fueron a la oficina de Alexander?
—Algo
así… —Narel lo miró y le sonrió—. Yo traje el paquete, Nick sabía que volvía
hoy. Garreth me vio llegar… Me dijo que estabas con Alexander… Necesitaba saber
cómo está el terreno antes de ir a verlo…
—¿Cómo
crees que está? —Thomas la miró entre sonriente y divertido—. Le mandaste una
figura de Steven para que adornara su repisa… Eso es maldad pura.
—Claro
que no, solo contribuyo con su colección. —Nicholas y Garreth estallaron en
carcajadas—. No sean pesados… Thomas, ¿cómo está?
—No
tiene ganas de ver a nadie…
—¿Por
qué no? ¿No se alegró por mí? —Thomas la miró fijamente, ella realmente no se
daba cuenta de que para Alexander era difícil saber todo eso. Garreth la abrazó
y le besó la frente—. Él no… —Ambos hermanos notaron que se le cortaba la voz y
se le aguaban los ojos—. ¿Por qué no?
—Yo
sí me alegro. —Nicholas la abrazó, casi a la altura de la panza, y le besó la
mejilla—. Yo sí me alegro por mi sobrino con rizos. —Dejó sus dos manos encima
del vientre—. Será un malvado y haremos muchas travesuras…
—La
venganza, la dulce venganza —dijo Thomas al notar que Narel sonreía por
Nicholas—. Ahora sabrás lo que se siente.
—Si
no me agrada, lo devolveré. —Garreth y Thomas sonrieron, seguía siendo la
misma—. Voy a ver a Alexander.
—¿Estás
segura? —Nicholas la soltó—. Sigue siendo un pesado. Insoportable y pesado.
—No
importa… Tengo que verlo. —Y salió de la oficina, los tres hermanos se quedaron
allí esperando, ninguno de los tres podía predecir lo que sucedería una vez que
Alexander la viera. Además, ninguno sabía que llevaban meses sin hablarse.
—¿De
verdad no entiende por qué Alexander no se alegra? —Garreth preguntó mirando a
Thomas.
—Es
porque a ella se le olvida que es un pesado y, de seguro, cuando hablan,
Alexander no es tan insoportable como siempre. —Nicholas respondió al sentarse
en la silla de Garreth, girándola y meciéndola.
—No
se da cuenta, Garreth. Para ella es normal… —Thomas miró a su hermano—. Ya pasó
por esto, ella vivió lo que Alexander está viviendo ahora, y salió adelante.
Por eso para ella es normal y espera que Alexander se alegre porque cree que él
ya superó todo… Porque si no fuera así, se hubiera quedado en Italia con ella
cuando tuvo la oportunidad de hacerlo.
—Porque
ella pudo, piensa que él también.
—Exacto,
Garreth. Ella siguió viviendo, Alexander se estancó, pero eso ella no lo ha
visto, no sabe y no se le ocurre, que Alexander no ha podido dar vuelta la
página. Y tienes que pensar que ella no sabe de la separación de Alexander ni
de lo que sucedió con Marianne, él no ha querido decírselo y nosotros tampoco
podemos, no si él no quiere. Creo que ambos tienen mucho que decirse. Voy a
esperar a ver cómo sale Narel e iré a consolarlo.
—Tiene
que estar destruido, siempre dijo que solo él podría ser el padre de sus hijos,
como también dijo que solo él podría estar con ella para toda la vida.
—Alexander
siempre ha sido un estúpido. —Nicholas había dejado de girar en la silla para
quedarse mirando los copos de nieve caer—. Lo teníamos todo, y el estúpido no
supo cuidarlo. Ahora tendré que hacerme la idea de ir seguidamente a Italia a
ver a mi sobrino. Necesitaré una camioneta, Thomas.
El
mayor rodó los ojos, Garreth sonrió por eso, primera vez que escuchaba a
Nicholas pedir algo tan costoso. Se quedaron los tres conversando, si no fuera
porque el menor mencionó aquello de Italia, ninguno se habría percatado de ese
pequeño detalle. Lo tendrían que ver crecer a la distancia, ya que, si Steven
seguía prosperando en ese país, lo más probable es que se establecieran para
siempre allá, más con el crecimiento de la familia.
Narel
caminó y abrió la puerta sin golpear, esa oficina seguía igual a la última vez
que la había visto. Los colores, la repisa, el escritorio lleno de fotografías,
el sillón… Enrojeció al mirar el sillón, recordando lo que hicieron aquel día
hacía ya más de tres años en el que no se imaginó que su vida cambiaría tanto,
fue un día parecido, los copos de nieve comenzaban a caer y a transformarse en
agua… Quizás ese día volvería a cambiar su vida…
—No
quiero hablar con nadie, Thomas. Ya te lo dije.
Alexander
también seguía igual. Narel sonrió y caminó por el costado del escritorio, notó
que en la pared aledaña había un cuadro bastante grande, estaba lleno de
fotografías de ellos dos, solo los dos… A sus pies notó que estaba la carta,
sin abrir, que le mandó. La recogió y la abrió. Definitivamente todo seguía
igual allí. Y Alexander solo miraba por la ventana, seguramente seguía pensando
que quien entró era Thomas.
—Italia
es bonito, pero me gusta más Canadá… aunque de los dos me quedo con la casa de
campo de tu mamá, allí la pasamos más que bien… —Alexander giró la silla con el
pie, sorprendido. Narel estaba a menos de un metro de él leyendo la carta que
no quiso mirar—. La casa de Steven es enorme, tiene un terreno enorme, aquí
puedo plantar muchos árboles, como siempre quise… —Alexander la miró, llevaba
los rizos sueltos, aunque le habían crecido desde la última vez, más por debajo
de los hombros. Se levantó—. Ya empecé a plantarlos, de hecho… frutales y no
frutales, lo importante es que nos den aire… —Él siguió mirándola al leer,
llevaba puesto un vestido, pero tejido de lana, con pantimedias y una chaqueta.
Su piel estaba tostada. Le gustó lo que vio—. Sé que no te gustará el regalo,
pero siempre me dijiste que querías tener a todos los mejores futbolistas de la
historia, sin importar el país, sin importar el equipo, y Steven se está
convirtiendo en el mejor de su equipo, por eso ya le hicieron figurita… —Alexander
apretó los puños al avanzar—. Pero no es el único regalo que te mando… Estoy
embarazada y estoy feliz. Voy a empezar con la formación de mi mini equipo de
fútbol, voy por esos siete… —La escuchó sollozar, se detuvo un momento a
mirarla—. Espero que me llames cuando veas esto porque quiero compartir este
momento de felicidad contigo… Ya no estás bloqueado… Te mando, también, mi
primera ecografía para que ya lo empieces a conocer… De seguro será niño, pero
no quiero saber hasta que lo tenga en mis brazos… Te extraño… —Y rompió en
llanto, Alexander la abrazó—. Sigues siendo el mismo egoísta. —Si no fuera
porque la tenía firmemente abrazada, ella se hubiera ido. Había sido un
estúpido, lo sabía, lo entendía en ese momento. Le besó la cabeza y la abrazó
aún más fuerte, pero podía solucionarlo—. Quiero que el bebé que estoy
esperando te conozca. Quiero que sepa de ti. Quiero que lo veas crecer. Quiero
que estés para él, así como siempre estuviste para mí. No quiero que solo seas
una imagen sin vida.
—Preciosa…
—susurró, él también lloraba. Le dejó una mano en la cintura y la otra se la
enterró en los rizos, para obligarla a esconderse en su pecho, no quería que lo
viera llorar. Narel lo abrazó fuerte, Alexander le besó la cabeza.
—Lo
siento si te estoy pidiendo mucho… Cuando me enteré de esto quería era
decírtelo… Tú… Ustedes, son mi mundo, mi familia, lo que tengo… Tú siempre vas
a ser el chico más importante en mi vida, fuera de todo lo que pasó, eso no
cambia… —Alexander apretó sus ojos, aquello le dolía como puñaladas, pero tenía
claro que perderla había sido su culpa y solo su culpa—. Lo siento, Alexander,
lo siento si te estoy pidiendo mucho… Pero quiero saber… Quiero saber si estás
dispuesto a estar conmigo en esto, a seguir siendo mi mejor amigo. —Narel
sintió la mano de su amigo presionarla y luego lo escuchó sollozar, Alexander
estaba llorando—. Alex…
—Tranquila,
estoy bien… solo te extrañaba demasiado. —Narel supo que Alexander le estaba
mintiendo.
—No
fue buena idea… yo fui la egoísta esta vez… perdón, Alexander, perdón…
—Alexander no aguantó más y dejó salir todo el llanto que estaba guardando,
soltando largos sollozos mientras la abrazaba. Ella simplemente lo abrazó aún
más.
—No
fuiste egoísta… Está bien, estás feliz por lo que te está pasando… Solo soy yo
que no he podido seguir adelante… Perdóname tú a mí por no poder estar feliz
por ti, por desear que ese bebé sea mío… —Narel lo abrazó más cuando escuchó
eso—. Por seguir esperándote… —Alexander le tomó el rostro con las manos y se
miraron, ambos llorando—. Voy a estar, si es lo que quieres, voy a estar para
ti y para el bebé… Pero no me pidas dejar esa figurita con las otras, se
quedará en el cajón oscuro que nadie usa llenándose de polvo. —Narel sonrió,
Alexander le besó la frente y ella la palma de la mano, que era lo que tenía a
su alcance—. Seré el mejor tío que el bebé pueda tener… Aunque sea difícil si
estás en Italia, pero haré lo mejor que pueda…
—Alexander…
—Él la miró, aún había algo que no le estaba diciendo—. Volveré a Londres… Solo
si estás de acuerdo con verme seguido… Quiero volver a Londres porque aquí
están ustedes, mi familia… los extraño…
—Sí
quiero… Sí quiero, preciosa, quiero que vuelvas. No me importa verte con otro,
prefiero eso a saber que estás lejos… Quiero que vuelvas… Quiero que te quedes
aquí, ahora y ya no vuelvas más a Italia. Pero… —Alexander la miró fijamente,
ella igual, se esperaba cualquier cosa con ese tono—. No me obligues a
compartir con Steven. —Narel sonrió y asintió.
—Ya,
nada más de llorar, no me gusta verte llorar. —Le tomó la cara y le limpió las
lágrimas—. Vamos a tomar helado, hay mucho que hablar. —Alexander sintió que
aún había algo que no le dijo.
—Está
por nevar…
—Eso
nunca fue una razón para no tomar helado. Voy a lavarme la cara y vamos.
—Alexander la soltó un poco y sonrió.
—Le
hará mal al bebé…
—Claro
que no, el bebé quiere helado, él manda con las comidas ahora y yo solo
obedezco.
—Nunca
le hiciste caso a nadie…
—El
bebé sabe comer rico. —Alexander sonrió más y notó que Narel brillaba al
jalarlo para salir—. Vamos a tomar helado.
—Espera.
—Ella se detuvo, estaba a un paso del baño. Alexander la acercó a él y dejó su
mano sobre el vientre, sorprendiéndola. No quería que se enterara de lo que le
ocultaba, quería saber bien el comportamiento de Alexander y de cómo estaba el
terreno. No sabía cómo iba la situación con Marianne. Alexander se dio cuenta
de que de vista no se le notaba nada, menos con el vestido, pero así sí se
sentía, algo pequeño, porque ya no era el mismo vientre que tantas veces tocó y
besó. Quiso volver a llorar—. Eso no es embarazo, solo estás llena de helado.
—Y
tengo que seguir llenándome más.
—Ahora
entiendo lo del chocolate caliente…
—En
el aeropuerto tienen unas máquinas que los hacen, y están riquísimos, les
estaba contando a Nick y Garreth.
—¿Los
viste a ellos primero?
—Sí,
y probaron el chocolate caliente, así que ahora compraremos una máquina de esas
que había en el aeropuerto.
—¿Fueron
por ti?
—No,
llegué sola, conozco el camino.
Narel
se soltó y se metió al baño para limpiarse la cara, Alexander esperó en la
puerta, él también tenía que hacer lo mismo. Recordando cuando Helen reclamaba
que la loca llegaba a desordenar las vidas de todos, y otra vez lo estaba
haciendo. Aun así sonrió al mirarla lavarse la cara. Después entró él. El
rastro de perfume de Narel al pasar por su lado, le recordó la última vez que
estuvo en Italia con ella, antes de volver a perderla. Ese olor… No lo sentía
en ningún otro lugar, solo en ella, por eso fue normal que recordara su paso
por Italia al sentirlo, además cada una de las veces que la visitó allá, volvió
a Londres con ganas de tenerla para siempre. En casa era una niña en la cama,
en Italia toda una mujer. Se mojó de nuevo la cara, a pesar de las ganas que
tuviera, dudaba mucho que ella dejara que le hiciera algo… Se quedaría con el
recuerdo de hace tres meses… tres meses…
—Espera
un momento. —Narel volteó a mirarlo—. ¿Cuánto tiempo dices que tienes de
embarazo?
—Unas
pocas semanas… —Ella lo miró, él la veía fijamente de arriba abajo—. Vamos por
los helados…
—No,
no, claro que no, preciosa mía… —La tomó de un brazo para detenerla y dejó su
mano en el vientre de ella, nuevamente—. ¿Por qué?
—¿Qué
cosa? —preguntó, tratando de quitar la mano de Alexander.
—¿Por
qué siento esto? —Se agachó y dejó su oído en el vientre de Narel—. Este
cosquilleo…
—No
es nada, Alexander. La estática del avión. Vamos a tomar helado. —Él se puso de
pie y caminó al escritorio.
—No
tienes permiso de salir de la oficina. —Ella notó que estaba buscando algo en
el cajón en donde guardaba sus cosas especiales, se sorprendió cuando sacó la
ecografía que le había mandado, se le llenaron los ojos de lágrimas al notar
que sí le importaba. Alexander se dejó caer en su silla—. Es… yo… Es mío… yo no
seré tío… voy a ser papá…
—Alexander…
—Él volvió a ponerse de pie y caminó donde ella, le tomó el rostro en las manos
y la vio llorar, pero él también lo hacía, solo que de felicidad.
—Es
mío, ¿verdad? —Ella asintió, Alexander la besó—. ¿Por qué no simplemente me
dijiste eso y ya?
—Porque
no sabía cómo estabas… Te fuiste enojado de Italia y no hemos hablado desde ese
día… No sabía qué querías o cómo lo tomarías…
—Me
bloqueaste… ¿cómo querías que habláramos?
—Por
eso no sabía cómo estabas, cómo lo tomarías, qué estaba pasando contigo…
—Siempre
te dije que quería formar una familia contigo, tener nuestros siete… —Narel
dejó sus manos en la cintura de Alexander.
—Sí,
pero pasaron muchas cosas y no sabía… no sabía cómo lo tomarías… cómo seguían
las cosas por acá… tu situación… Apenas me enteré cuando me hice esa ecografía
y vine…
—Siempre
vas a ser una boba… —Alexander sonrió al besarla—. Voy a ser papá… voy a ser
papá… —Narel lo sentía sonreír en cada beso que le daba, estaba feliz y ella
también, era lo que quería, formar una familia con él.
—Alexander…
—Él continuaba besándola sin parar.
—Dime
—dijo entre besos—. Nada de helados…
—No
es eso… —Alexander continuaba sin soltarla—. Tengo que volver a Italia. Aún no
vuelvo para quedarme… —Él la soltó y dio un paso atrás, Narel suspiró—. Me
quedan dos meses para terminar el curso y luego volveré a Londres para siempre.
—¿Vuelves
con Steven? ¿Él piensa que será padre?
—No,
no, claro que no —contestó rápidamente, notó el alivio en la cara de
Alexander—. Entre Steven y yo no pasa nada desde que terminamos. ¿Acaso no
viste las noticias de deporte? Va a casarse con Beatrice, ella es muy simpática
y sabe hacer una pasta exquisita. —Narel notó que Alexander sonrió, después
tendría que explicarle toda esa mentira de Ashley—. Vine a buscarte…
—¿Qué?
—Quiero
que me acompañes esos dos meses en Italia… Ahora que ya sabes que el bebé es
tuyo, quiero que me acompañes en Italia… —Alexander la miró fijamente, ella no
supo descifrarlo—. Sé que la otra vez no quisiste, pero vine a pesar de eso,
quiero que estés conmigo… Te extraño, Alexander. Y te amo, y no quiero estar
lejos de ti nunca más en la vida, no quiero volver a perderte y no me importa
si está bien o mal… —Alexander la miró sorprendido, palabras muy parecidas se
las había dicho él cuando apenas tenían dieciocho años—. No me importa ya nada
más que no sea estar contigo, por eso vine a buscarte, yo esta vez, a pesar de
que la última vez dijiste que no… Entenderé si es que no, de verdad que sí,
pero si esa es tu decisión, yo te prometo que no volveré a buscarte… Nunca más
en la vida… Solo quiero que el bebé te conozca… Sea lo que sea que pase entre
nosotros, quiero que el bebé te conozca… —Alexander la volvió a tomar de la
cara y la besó.
—No
volveré a ser un imbécil, tus sueños son los míos, nos quedaremos en Italia
hasta que termines y luego ya veremos qué hacer. —Narel comenzó a llorar, él le
secó las lágrimas—. No llores, preciosa. Nunca te han quedado las lágrimas.
—Volveremos
a Londres cuando termine. El bebé tiene que crecer con sus tíos, hermanos y
primos. —Alexander sonrió.
—Solo
tengo una petición.
—¿Qué
cosa? —Narel suspiró, ya sabía que no le saldría tan fácil.
—Nos
vamos a Italia siendo una Russ, sino no salimos de Londres.
—¿Thomas
va a adoptarme? —preguntó confusa, Alexander rodó los ojos por la boba esa.
—No,
no seas boba… —Narel lo miró frunciendo el ceño—. Vamos a casarnos, así serás
una Russ.
—Pero…
—Yo
ya no tengo lazos con nadie…
—¿Cómo
es eso? ¿Por qué no me dijiste?
—Porque
no era necesario, estabas lejos… Los papeles están firmados hace más de dos
años…
—¿Y
qué estuviste haciendo todo este tiempo? —Narel lo miró con el ceño aún más
fruncido, Alexander sonrió de medio lado—. ¿Qué es esa mirada, Alexander? ¿Qué
estuviste haciendo este tiempo?
—Extrañándote,
solo extrañándote. —Narel le dio un golpe con el puño en el brazo.
—Estuviste
haciendo pesas…
—Por
eso te dije, estuve extrañándote…
—Vamos
por el helado y te perdonaré que me estuviste engañando.
—Tú
tenías novio…
—Tú
estabas casado…
—No
tomarás helado con el bebé…
—Bien,
bien, pero iremos a la heladería y veré que me compro…
—Espera
un momento… —Narel lo miró meterse la mano al bolsillo y sacar su billetera—.
Tengo algo para ti.
—¿Es…?
¿Es un colibrí? —Alexander asintió mientras ella le preguntaba al mirar el
anillo—. Está precioso.
—Lo
tengo de hace años que lo mandé a hacer, de la primera vez que te pregunté,
esta es la tercera y espero que sea la vencida. Preciosa…
—Sí,
sí quiero, Alexander. —Él rodó los ojos, ni siquiera le alcanzó a preguntar—.
El anillo está hermoso, pero ¿por qué tiene tu nombre?
—Porque
es de compromiso y matrimonio, no voy a comprar dos para que los dejes tirados
por allí porque no te gustan y reclames que mejor hubiéramos donado ese dinero
a algún hogar para niños. —Alexander la vio sonreír, luego bajó la mirada al
anillo, a ella realmente le había gustado, era de oro un poco grueso y con el
colibrí grabado, tenía una semejanza al anillo de aquella saga de libros que a
ella tanto le gustaba.
—Toma.
—Alexander se sorprendió y se le apretó el pecho cuando de pronto ella le
devolvió el objeto—. Necesito colgarlo o lo perderé. —Narel se quitó su cadena
y dejó el anillo allí.
—Yo
lo hago. —Alexander le quitó la cadena y se la amarró—. Ahora ya no hay vuelta
a atrás.
—¿También
necesitas un anillo con mi nombre?
—Ya
lo tengo, solo faltaba que dijeras sí.
—¿De
hace cuánto…?
—Años
que tengo todo planeado, ahora solo falta la fecha.
—Bien,
ahora el helado. —Alexander rodó los ojos, no podía ser todo tan bueno. Narel
giró a la salida.
—Espera
un momento…
Alexander
volvió a agacharse frente al vientre de Narel, dejó sus manos encima y luego lo
besó. Sonrió como bobo y ella solo le acarició el cabello. Luego de eso, se
fueron a la oficina de Garreth, en donde seguían los tres hermanos. No le
dirían nada a nadie aún, se esperarían un poco, así que a diferencia de como
caminaban siempre, Alexander le ofreció el brazo como todo un caballero, Narel
se lo tomó. Thomas los vio y sonrió de medio lado, se notaba que los dos
estuvieron llorando, pero al menos no se les veía triste en ese momento. Al
final se fueron los cinco a tomar helado, había mucho que conversar. Pero antes
de salir, Thomas invitó a Norma a la casa para celebrar que Narel había vuelto
y porque daría una noticia.
—¿Ahora
sí vamos a casarnos? Así el bebé será un Russ. —Nicholas la abrazó por la
espalda, dejó su mentón apoyado en el hombro de Narel y las manos en el
vientre, iban camino al auto de Thomas luego de salir de la heladería.
—No
debiste crecer tanto, Nick. Ahora ya no podré sentarte en mis piernas… —Narel
sintió que le tomaron del brazo, tanto ella como Nicholas miraron a Alexander
que estaba a su lado.
—Uno…
—Ya,
ya, ya la solté. —Nicholas dejó sus manos tras la cabeza, Alexander lo miraba
con el ceño fruncido, luego la soltó y abrió la puerta del auto, tras la del
piloto—. Ha estado con un genio horrible desde hace tres meses más o menos, así
que mejor lo dejamos tranquilo. —Nicholas le susurró a Narel y se metió al
auto. Ella miró a Alexander, era el tiempo que llevaban sin hablarse.
—Yo
me sentaré en el centro —dijo y se acomodó junto a Nicholas, Garreth estaba en
el copiloto y Thomas venía un poco más atrás porque se quedó pagando lo comido.
Narel se subió. Alexander le pasó el brazo por atrás y dejó la mano encima del
vientre, ella acomodó su cabeza en el hombro de él.
Thomas
se subió y se preparó para partir. Irían a su casa, al fin y al cabo, todos
estaban viviendo allí y le darían la noticia a Helen y a los demás. Pero había
algo que estaba molestándole. Acomodó el espejo retrovisor para mirar a
Alexander, él volvía a brillar, esperaba que no se le estuviera pasando ninguna
loca idea por la cabeza. Se dio cuenta que su hermano miraba a Narel, pero ella
iba pendiente de las cosas de afuera diciendo lo que había cambiado y lo que no
en esos más de dos años que llevaba afuera, Nicholas y Garreth le respondían,
pero Alexander solo la miraba, y cuando estuvieron en la heladería la situación
había sido algo similar, se quedaba mirándola, pero en silencio, de todos, fue
quien casi no pronunció palabras. Volvió a mover el retrovisor para ajustarlo
de manera correcta y sin querer se dio cuenta que la mano de Alexander estaba
en el vientre de Narel…
Tres
meses… Thomas frenó de golpe, los de atrás se fueron un poco hacia adelante,
Alexander instintivamente dejó su cuerpo cubriendo el de Narel, luego miró con
el ceño fruncido a Thomas. El mayor pidió disculpas, pero el semáforo había
cambiado de pronto… Notó, por el retrovisor, que las dos manos de Alexander
estaban en el vientre de Narel…
Tres
meses… Hace tres meses Alexander se había perdido un fin de semana completo,
nunca dijo a donde fue, ni con quien estuvo, ni qué estuvo haciendo.
Simplemente se fue un jueves por la noche y volvió un lunes por la tarde,
enojado, y se encerró por más de una semana, solo salía a comer. Y desde
entonces estaba más que insoportable, a veces hasta preferían que estuviera
encerrado y no saliera para nada.
Tres
meses…
Thomas
sonrió más, sería tío y abuelo y tenía muchas ganas de decírselo a Helen. Otro
Russ venía en camino.
—No
quiero que te vuelvas a cortar el cabello. —Narel lo miró, Alexander la veía
fijamente de hace rato, ella lo notó por el reflejo de la ventana—. Siempre me
han gustado tus rizos, no los vuelvas a cortar nunca más en la vida…
—No
te preocupes por eso, Alex. —Nicholas asomó la cabeza entre la conversación que
estaban teniendo ellos, Narel lo miró—. No la verás mucho ahora que vuelva a
Italia con su novio. —Garreth adelante sonrió, Nicholas era todo un Russ
malvado.
—Hazte
a un lado, Nicholas, debilucho. —Alexander le puso la mano en la cara y lo
empujó—. Sigues siendo el mismo debilucho de siempre. —Garreth volteó a
mirarlo, sorprendido. Nicholas sonrió, a pesar de que lo había empujado.
—Ya
no soy un debilucho —dijo sonriendo, su hermano había vuelto otra vez, lo
intentó tomar por el cuello, comenzaron a forcejear.
—Estoy
aquí… estoy embarazada… será su sobrino y el auto se va moviendo. Son unos
inconscientes. —Los dos se quedaron tranquilos y la miraron, volvieron a
sentarse de manera correcta.
—Si
no estuvieras embarazada… —susurró Garreth al mirarla, ella se había visto
demasiado madura.
—Dejo
que se maten.
—Esa
sí es la Nar que conozco. —Garreth sonrió, Thomas igual, luego estacionó el
auto, habían llegado a casa.
—Nar,
¿y tú maleta? —Nicholas le preguntó cuando se bajaron, Thomas guardaría el
auto.
—Con
Ashley, debe estar en casa con Helen. —Alexander se paró junto a ella y le
ofreció el brazo, ella lo ignoró—. Voy a despertar a Emma…
—Helen
va a matarte apenas te vea si haces eso. —Garreth estaba abriendo la puerta
para que entraran.
—No
importa… —Alexander la detuvo al tomarla de la mano, la miró con el ceño
fruncido—. ¿Qué?
—No
vas a andar haciendo de tus locuras, ¿se te olvida que tienes un bebé allí
dentro? —dijo dejándole la mano en el vientre.
—No
se me olvida…
—Tienes
alrededor de tres meses, es cuando más debes cuidarte para que nada te pase y
nada le pase. Te vas a quedar tranquila hasta que todo se estabilice.
—Estoy
estabilizada… —Alexander rodó los ojos.
—¿Alrededor
de tres meses? —Nicholas se quedó mirándolos fijamente, Garreth, a su lado,
también, esa pelea no era de unos amigos comunes y corrientes, a pesar de que
no se podía decir que ellos fueran amigos comunes y corrientes. No era secreto
para ninguno de ellos que Alexander estaba enamorado y no había dado vuelta la
página, pero ese comportamiento era demasiado tranquilo para ser él—. ¡Tú te
desapareciste hace tres meses! —Los dos lo miraron sin saber qué decir—. ¡Debí
darme cuenta cuando tomé las ecografías!
—Nick…
—Narel le sonrió, para intentar calmarlo, se supone que no le dirían nada a
nadie aún y la única que sabía era Ashley.
—Y
esa pelea que acaban de tener… —Garreth la interrumpió—. Por el carácter de
Alexander, debería estar echando humito y enojado y destruyendo todo… Pero no,
está demasiado calmado…
—¿Y
eso qué tiene? Ella es la embarazada, yo prometí cuidarla por toda la vida…
—Vamos
a ser tíos por partida doble, Nick. —Y, sin que Alexander o Narel pudieran
hacer algo, sus hermanos los abrazaron a los dos juntos, ya no había secreto.
—Esto
es tu culpa, Alexander. —Garreth y Nicholas soltaron a su hermano y le dieron
besos a Narel en las mejillas.
—¿Por
qué mía? —preguntó frunciendo más el ceño y tratando de quitársela a sus
hermanos—. Ya, déjenla.
—Porque
te desapareciste hace tres meses… —Alexander rodó los ojos, sus hermanos aún no
la soltaban.
—Ya
basta. —Pero solo logró que los otros dos rieran.
—Estamos
felices, Alexander. ¿Acaso tú no? —Nicholas se separó un momento y miró a su
hermano.
—Claro
que sí, voy a ser papá. Tendré un hijo con la persona que más amo en la vida,
¿cómo no estarlo? —Nicholas lo abrazó, Alexander también, soltando la mano de
Narel.
—Voy
a tener al mejor sobrino de la vida, será un malvado y haremos muchas
travesuras. Y ninguno de ustedes podrá decirle algo, porque tendrá los genes de
los dos en su máximo poder. —Nicholas lo soltó y dio un paso para entrar—. No
le diremos a nadie, ¿verdad, Garreth? —El mencionado asintió y Nicholas entró.
—Vaya,
parece que te diste cuenta del problema de los genes. —Garreth miró a
Alexander, que había quedado pensativo después de las palabras de Nicholas.
—¿Qué
con eso de los genes? —Narel sonreía de oreja a oreja, Alexander la miró
asustado—. Tendré al mejor crío de la vida. —Él rodó los ojos, aún ni nacía y
ya tratándolo de esa manera—. Nicholas le enseñará de todo. —Ambos hermanos la
miraron, ella brillaba mucho más en ese momento—. ¡Nick, espérame! —Y lo
siguió.
—A
ti si te preocupa, ¿verdad? —Garreth se quedó junto a su hermano, mirándola al
entrar.
—Sus
genes, mis genes… Estaría mal de la cabeza si no me preocupara, solo que nunca
lo había pensado, no hasta que Nicholas lo dijo.
—Y
quieres siete…
—Quizás
sea solo uno… ya veremos. —Garreth sonrió y lo abrazó para felicitarlo.
Alexander respondió de la misma manera, se sentía feliz. Luego entraron, aún
había por hacer y por hablar.
—Helen,
te he extrañado tanto, tanto… —Fue lo que escuchó Alexander al entrar, tanto él
como Garreth se quedaron mirándola mientras abrazaba a la mayor.
—¿Qué
tal, bobo? ¿Qué es de tu vida? —Ashley llegó junto a ellos y los saludó—. Hola,
Garreth.
—¿La
has estado cuidando? —Alexander tenía su vista fija en Narel con Helen, la
mayor la miraba de arriba abajo y le tocaba los rizos que le habían crecido.
—Claro
que sí, voy a ser tía, tengo que cuidar a los dos…
—Lo
más chistoso es que hay que cuidarlos de ella misma. —Los tres sonrieron por lo
que dijo Garreth. Ashley miraba a Alexander.
—Aprovecha
de mirarla —le dijo en tono de burla—. Porque nos iremos a Italia con el padre
del bebé. —Ashley se fijó que Alexander sonreía, Garreth la miró.
—Hay
una condición para que volvamos a Italia, Ashley. Si ella no lo cumple, los
tres nos quedaremos.
—¿Lo
sabes? —Ashley sonrió, esperaba que ella le dijera.
—Creo
que todos lo sabemos. —Garreth se unió a la conversación—. Menos Thomas y
Helen.
—¿Cómo
fue que se dieron cuenta?
—Las
fechas. —Ambos hermanos la miraron, luego Alexander volvió a fijar su vista en
Narel con Helen, ya que al parecer le había dicho porque Helen la abrazaba más
y le tocaba el vientre.
—No
eres tan bobo como pensaba… —Alexander la miró con el ceño fruncido.
—No
fastidies, Ashley. O no serás la madrina del bebé. —Ashley abrió la boca por el
asombro.
—¿De
verdad seré yo? Siempre pensé que sería Helen con Thomas.
—No.
Con Nar siempre dijimos que el primero serías tú, tú y Garreth. Si es que
quieren, obviamente. —Su hermano se le quedó mirando, también sorprendido.
—Obvio
que sí, yo sí quiero. —Garreth abrazó a su hermano—. Yo también pensaba que
serían Thomas y Helen.
—No,
Helen será la madrina del segundo bebé con Nicholas y Thomas del tercero con
Leah. Eso ya está todo hablado de hace tiempo. —Ashley abrazó a Alexander
cuando Garreth lo soltó.
—Felicidades,
bobo. Ya eres un gran papá, ahora lo serás mucho más. Y gracias.
—¡¿Qué?!
—Los tres miraron a Thomas que había entrado y estaba junto con Narel y Helen,
el grito les llamó la atención—. ¿Que vas a hacer qué?
—Casarme
con el padre del bebé. —Narel respondió como si fuera de lo más normal—. No
será una gran boda, solo una ceremonia en un par de días más, pero me casaré
con el padre del bebé. —Alexander se fijó que Thomas lo miraba con el ceño
fruncido, así entendió que él también sabía. Sintió que una gota de sudor le
corría por el cuello, a pesar de estar en invierno, su hermano siempre que lo
veía de esa manera lo asustaba.
—¿Y
cómo quieres que te ayude con todo en un par de días? —Helen, que se masajeaba
la sien, le reclamaba—. ¿Por qué siempre haces lo mismo? ¿Por qué no
simplemente vienes y das buenas noticias fáciles? ¿Cómo es eso que te casarás
con el padre del bebé? ¿Cómo quieres que preparemos todo en un par de días en
Italia?
—Yo
no dije Italia… —Thomas y Helen la miraron confusos—. Me voy a casar aquí, en
Londres.
—¿Por
qué me haces esto?
—Helen,
estás exagerando todo…
—¡No
estoy exagerando nada!
—No
grites, le hace mal a tu nieto. —Thomas, junto a ellas, no pudo evitar sonreír
por el comentario. Sabía que Helen quería estrangularla.
—Espera
que salga de tu panza, porque te mataré.
—Mejor
mata al padre del bebé, él quiso eso. Es la condición.
—De
ese me encargo yo. —Thomas volvió a fruncir el ceño al mirar a su hermano,
Alexander sintió el sudor correrle por el cuello otra vez.
—Thomas…
—dijo acercándose a ellos—. ¿Me das autorización para casarme con Narel? —Le
tomó la mano y la dejó junto a él, ella solo lo miró.
—¿Por
qué? —Helen se quedó mirándolos.
—El
padre del bebé, Helen.
—¿Por
qué no puedes simplemente ser normal? —preguntó y después la abrazó—. Sigues
siendo una boba… —Helen comenzó a llorar—. Siempre preocupándome de más… Pensé
que te casarías con Steven… Eres una boba…
—¿Vas
a ser mi madrina Helen? ¿Vas a estar junto a mí? —Narel le había soltado la
mano a Alexander y abrazaba a Helen.
—Claro
que sí, boba. Claro que sí.
—Un
momento. —Ambas se separaron y miraron a Thomas, Alexander también—. Yo no he
autorizado nada aún. —Los miró a los dos con el ceño fruncido—. Todavía no los
escucho decirme cómo es que el estúpido este terminó siendo el padre del bebé…
Si supuestamente tú estabas de novia con Steven…
—Eso
fue mi culpa, Thomas. —Ashley se acercó, Narel notó que tenía rastro de
lágrimas, al parecer se había emocionado con algo—. Yo dije que ella estaba de
novia con Steven para que el estúpido bobo ese que tienes de hermano fuera por
ella y ya le diera su lugar, pero es demasiado estúpido y tuvo que pasar todo
esto para que al fin reaccionara. —Alexander la miró con enojo y al mismo
tiempo se sintió aliviado porque Narel no tuviera nada con Steven, nada muy
comprometedor—. Lo siento, Thomas. Solo quería que volvieran a estar juntos.
—Yo
fui varias veces a Italia, Thomas. Varias a veces a verla durante todo este
tiempo que ella estuvo allá… —Tanto Helen, como Thomas y Garreth abrieron la
boca por el asombro—. Lo siento si nunca te dije nada, pero cada vez que iba,
era con la intención de traerla de vuelta, pero nunca funcionó… Además, ella no
me había perdonado lo de Glasgow… —Narel le tomó la mano y Alexander entrecruzó
los dedos—. Peleábamos más que otra cosa, pero tú sabes, al igual que tú Helen,
que lo que siento por ella es de verdad… Ustedes me han visto durante este
tiempo… Nar me perdonó lo de Glasgow hace como tres meses…
—Fue
cuando te perdiste y no dijiste nada… —Helen susurró al mirarlo, Alexander
asintió.
—Hace
tres meses viajé por última vez a Italia porque habíamos hablado por teléfono y
ella me dijo que estaba perdonado, yo no perdí el tiempo y me fui… Pero las
cosas allá no resultaron como quería… De nuevo me la quise traer y ella dijo
que no… Volví solo a Londres, nuevamente… Sin esperanzas ni nada porque Nar me
bloqueó de todos lados…
—Porque
ella se fue a estudiar, bobo. ¿Qué querías? —Ashley interrumpió la historia con
enojo.
—¿Le
arruinaste Glasgow y también querías quitarle Italia? —Garreth, junto a Ashley,
también opinó. Se cruzó de brazos—. No debiste perdonarlo, Nar. —La mencionada
sonrió, sintió que Alexander le apretó la mano.
—No
molestes, Garreth. No tienes idea de cómo me he sentido estos tres meses sin
saber nada de nada de ella, pensando que me odiaba y que estaba con Steven.
—Ashley sonrió, en parte había logrado su objetivo—. Thomas, te prometo que, si
me das tu autorización, no le haré daño nunca en la vida, que la cuidaré a ella
y a mi hijo. Ahora ya sabes todo lo que hice en este tiempo…
—Siempre
pensé que ibas a ver a Steph y Josh y te quedabas con ellos… —Thomas lo seguía
mirando fijamente, Alexander notó que ya no tenía el ceño fruncido—. ¿Qué
opinas, Helen? ¿Le damos permiso?
—Solo
me has estado fastidiando, Thomas. —Alexander frunció el ceño, Thomas sonrió.
—Claro
que sí, bobo. —Thomas lo abrazó—. ¿O crees que no estoy feliz porque seré tío y
abuelo al mismo tiempo?
—Thomas,
yo soy quien lo tiene en la panza y soy quien te hará abuelo y no me has dado
ni un abrazo. —Thomas la miró al sonreírle, soltó a su hermano y la abrazó,
luego le besó la frente—. Tú me tienes que entregar del brazo.
—Claro
que sí, enana. Si no soy yo, no puede ser nadie.
—Eso
es muy Russ.
—Mira,
Emma. —Helen miró a la escalera, Nicholas venía bajando con su pequeña en los
brazos, lo mataría por despertarla—. Mira quien llegó, tu tía-hermana que trae
en su panza a tu nuevo primo-sobrino, con quien haremos muchas maldades. —Narel
se soltó, tanto de Thomas como de Alexander, y fue con Nicholas.
—Hola,
pequeña preciosa, pero si estás más preciosa que la última vez que te vi. —La
niña le sonreía y le estiraba los brazos, pero Narel solo le hizo gestos y
mimos, Nicholas la tuvo en brazos. Alexander sonrió, sí se estaba cuidando.
Thomas se acercó a saludar a su pequeña y Garreth igual, le diría a Nicholas
que tendrían boda.
—Helen,
tienes que llevarla al ginecólogo. —Tanto la mencionada como Alexander la
miraron.
—¿No
ha ido? —Alexander preguntó frunciendo el ceño.
—Saben
cómo es con el tema de los hospitales y médicos, pude llevarla a que se hiciera
la ecografía para que ya se despejara de dudas, pero nada más, y luego
viajamos. Dijo que hablaría con Helen para que la acompañara, porque le da
miedo.
—Yo
me encargaré de esa boba, Alexander. No te preocupes. —Alexander notó que Helen
tenía el ceño levemente fruncido por lo mismo—. Yo me encargaré de esa boba.
Explícame, Ash, ¿cómo fue que quedó embarazada si la cuidé tanto? —Alexander
escuchó con atención, no había pensado en eso, pero era verdad. Luego recordó
que Narel había dicho que Helen la mataría.
—Hubo
un problema la última vez que fuimos a que se pusiera el anticonceptivo, no
tenían de la misma marca que siempre le dijiste, así que se puso otro. Luego le
tocaba en la fecha en que Alexander llegó, no sé por qué no fue. —Helen lo miró
con el ceño fruncido, Alexander quiso desaparecer—. Pero luego de eso, cuando
volví de Suiza, Nar no estaba bien por la pelea que tuvo con este bobo… ella te
eliminó por completo… tiró todas tus fotografías, desapareciste… dijo que no
volvería a saber de ti y yo estuve de acuerdo e inventé todo eso de Steven,
sabía que él nunca había nombrado a Beatrice porque ella no quería que esa fama
se metiera en sus vidas, así que me aproveché de eso. —Alexander bajó la
mirada, él pensaba que Narel no había sufrido nada con su separación—. Nar no
quiso volver a ponerse la marca que no era, así que lo siguiente que supimos,
antes de que le tocara ir de nuevo, fue que estaba embarazada y todo cambió. Le
hice cuatro pruebas de embarazo y no se lo creyó a pesar de que todos dieron positivos.
Pero cuando vio la ecografía y se lo confirmaron, la cara le volvió a cambiar y
brilló nuevamente. Al principio dijo que no te diría nada. —Ashley miró a
Alexander—. Después dijo que volvería a Londres a buscarte y dependiendo de esa
respuesta, te diría todo. Creo que con eso que van a casarse, ya todo el resto
queda en el olvido.
—¡Alexander,
iré a buscar a Elijah con Nick y Emma!
—¿A
dónde vas a ir con Emma? —Pero fue Helen la que caminó rápido a donde ella.
—A
buscar a Elijah al colegio.
—Está
nevando…
—Claro
que no, solo está nublado, ni frío hace… No seas huraña, Helen.
—No
vas a salir. —Alexander llegó junto a ellas.
—¿Por
qué no? Si ya salió, lo más probable es que me lo encuentre en el camino…
—Viene
con Leah y con Georgie.
—Mejor,
así los saludo a todos.
—Va
con Nicholas, Helen. Deja que vaya con Emma, a la niña le hace bien salir.
—Thomas, al lado de su esposa, habló por Narel—. Lo más probable es que estén a
menos de cinco minutos.
—Bien…
—Le
pondré un abrigo y la llevaré. —Le estiró los brazos para cargarla.
—Claro
que no, te dije que los primeros meses son los que más debes cuidarte.
—Alexander cargó a su sobrina—. Yo la llevaré y tú caminarás a mi lado, Steph y
Josh también vienen con Elijah.
—Bueno,
como digas. —Helen le puso un abrigo a Emma y salieron. Narel lo tomó del brazo
para caminar, Alexander al lado de la calle—. ¿Crees que a Josh y Steph les
agrade verme?
—Se
acuerdan de ti y no de mala manera…
—¿Crees
que les agrade tener un hermano? —Alexander la miró, estuvo más de dos años
afuera y había cosas que no sabía.
—Allí
vienen… —Alexander notó que Narel lo soltaría, de seguro quería correr al
encuentro de los demás—. Vamos a llegar igual caminando, así que pobre de ti
que quieras correr. —Narel lo miró inflando las mejillas, él sonrió.
—Me
estoy cuidando, Alexander. Quiero tener hijos fuertes y sanos, como yo. —Él
rodó los ojos.
—¡Nar!
—Ese había sido Elijah, que corría a su encuentro, Narel lo abrazó fuerte, pero
no lo cargó ni nada, eso le pareció raro al niño—. ¡Te extrañé mucho!
—Y
yo a ti… —Narel se agachó para besarle las mejillas—. Qué grandote estás…
—¿Ya
no me quieres cargar? —preguntó al abrazarla, así como estaba la podía rodear
por el cuello.
—Claro
que sí, pero por ahora no puedo. Ya sabrás por qué. —Se levantó y Leah la
abrazó, que ya había llegado con los demás. Se fijó que Alexander estaba con
Stephanie y Joshua.
—Te
extrañamos… —le dijo Leah sin soltarla—. ¿Ya vuelves para quedarte?
—Casi…
me falta poquito para terminar en Italia, después de eso volveré para siempre.
—Yo
también te extrañé. —George la abrazó fuerte, casi igual que Nicholas, Narel
notó que ya la pasaba por bastante en altura.
—Y
yo a ti, niño perdido de Nunca Jamás. —George sonrió por eso.
—Extrañé
que cocinaras, todos hemos extrañado tus comidas…
—Estaré
un mes más o menos cocinándoles. —George la soltó y Elijah la abrazó.
—¡Te
crecieron los rizos, Nar! —Leah comenzó a tocarle el cabello—. Te ves hermosa.
—Es
el tostado, ya no está como el papel, ahora tiene color. —George también la
miraba, junto con Leah.
—Estás
diferente, algo tienes…
—Bueno…
tengo algo… Un parásito… —Alexander escuchó aquello y suspiró. Narel sintió que
le jalaban la manga del abrigo, miró en esa dirección.
—Hola,
Nar. —Joshua le estiraba los brazos para que lo cargara, como siempre lo hacía,
a Narel se le aguaron los ojos cuando se agachó y lo abrazó, el niño respondió
de la misma manera—. Yo también te extrañé… ¿Vas a volver a vivir con nosotros?
—Sí,
pero no todavía. —Narel sintió que le jalaban el brazo, era Stephanie que le
sonreía, soltó a Joshua y la niña la abrazó.
—¿Quieres
ir a conocer a mi nuevo hermanito?
—¿Nuevo
hermanito? —Narel miró a Alexander.
—Te
has perdido de un par de cosas en este tiempo. —Leah fue la que habló, Narel la
miró, Alexander le pasó a Emma a Leah para que la llevara.
—¿Acaso
tú…? —preguntó mirando a Alexander, que comenzaba a cargar a Stephanie, este la
miró un poco sorprendido.
—No,
no, no es lo que estás pensando. —Leah sonrió mientras abrazaba a Emma—.
Caminemos a casa y te contaré.
—Bien…
—Elijah le tomó una mano y Joshua la otra, Leah se paró junto a ellos, mientras
que George caminó atrás con Alexander.
—¿Tú
y ella…? —le preguntó al que consideraba un hermano mayor.
—Hablaremos
en casa. —George entendió que no quiso decir nada frente a Stephanie, ambos
miraban a los que caminaban adelante, Alexander notó que Narel se quedaba
mirando la casa que habían decidido comprar hace años atrás, se fijó que sus
ojos reflejaron tristeza.
—Papi…
—Stephanie lo trajo a la realidad—. ¿Vamos a vivir con Nar, como cuando fuimos
de paseo?
—Sí,
princesa. Vamos a vivir con Nar. —Alexander le besó la frente, la niña lo
abrazó.
—¿Cuándo
fueron de paseo? —George le preguntó sorprendido, Narel no había viajado a
Londres desde que se fue, solo ellos la iban a ver a Italia.
—Los
lleve un par de días a Italia el año pasado, para que no la olvidaran.
—¿Fuiste
a Italia?
—Varias
veces… Pero no le dije a nadie… Ahora que volvió ya todos saben. —Los que iban
adelante, entraron a la casa, Alexander bajó a Stephanie que corrió adentro—.
Vamos a casarnos y volveremos a Italia hasta que ella termine de estudiar, así
que anda sacando tu mejor traje. —George lo miró boquiabierto—. Y está
embarazada, vamos a tener un hijo, así que, por favor, no hagan estupideces.
—La mandíbula de George no se salvó de esa noticia.
—¡Georgie!
—Nicholas salió corriendo de la casa—. ¿Ya te enteraste? Habrá boda y seremos
tíos. —Nicholas abrazó a su amigo—. Tendremos un sobrino al que enseñarle
maldades será lo mejor del mundo. —Alexander rodó los ojos, esos genes lo
harían sufrir el triple—. Vamos, vamos, tenemos mucho por hacer.
Nicholas
se llevó a George y Alexander entró de los últimos, cerrando tras de sí. Dejó
su abrigo en el armario y notó que estaba lleno. Sonrió. Caminó a la sala, allí
estaba toda su familia reunida, como siempre le gustó, todos reían y
conversaban. Se fijó que los niños estaban por un lado, Narel con Leah que al
parecer le daba la noticia porque su hermana la abrazaba y saltaba. Garreth,
con George y Nicholas estaban sirviendo jugos, Helen con Ashley y Thomas
dejando en las mesas cercanas bocadillos. Sonrió más, no podía sentirse más
feliz. Miró a Thomas, este entendió y caminó a su encuentro.
—Voy
a mostrarle la sorpresa —le dijo cuando llegó junto a él.
—¿Tan
pronto?
—Si
lo piensas no habrá tanto tiempo. Nos iremos a Italia luego de Año Nuevo y no
regresaremos en dos meses más o menos, solo tengo tres semanas para hacer todo.
—Llévala
entonces, y que todo salga bien.
—Creí
que no llegaría este día…
—Lo
sé, se te nota en la cara la felicidad.
—Le
diré que vamos a dar una vuelta… —Alexander se giró para ir a buscarla.
—Alexander…
—El mencionado lo miró—. ¿De verdad quieres casarte así apresurado?
—Solo
será una ceremonia legal, cuando volvamos de Italia y después que nazca el
bebé, haremos la boda de sus sueños, en otoño y con neblina. Y me pondré ese
sombrero de copas para ella. —Thomas sonrió y lo dejó ir. Alexander abrazó a
Narel por la espalda y le besó el cuello, ella estaba con Helen conversando—.
Ven, tengo algo que mostrarte.
—Pero…
—Solo
ven. —Le tomó la mano y la llevó al armario para que se pusiera el abrigo,
luego la sacó de la casa—. Hay algo que llevo años arreglando, hace tres meses
pensé que nunca te lo mostraría. —Narel notó que la llevaba a la casa vecina y
abría las puertas con llave—. No está lista aún, pero lo estará pronto. Falta
la puerta del patio para comunicarla con la casa de Thomas. —Ella miraba todo
sorprendida, Alexander había arreglado las paredes que estaban un poco
destartaladas y pintado por completo, además de los vidrios rotos que la
mayoría fueron por culpa de ella, George y Nicholas. No tenía muebles aún, pero
eso se haría después—. Y mira… —Alexander la llevó al patio, donde estaba el
árbol—. El columpio ya está… —Él vio como se le iluminaban los ojos, igual que
cuando le enseñaba los boletos de tren—. ¿Quieres?
—¡Sí!
—Dio un salto y se quedó quieta—. Pero mejor después… —Alexander la miró, era
raro que se quedara quieta—. A Julián no le gusta que me mueva mucho y me
castiga haciéndome vomitar.
—¿Estás
segura de que será niño? —Alexander la abrazó por la espalda, ella siempre le
dijo que al primero lo llamarían Julián, en honor a su amigo de Canadá. Él
estuvo de acuerdo. Decidieron que a los hombres los nombraría ella y a las
mujeres él.
—Claro
que sí, será niño. Lo soñé, y tendrá tus ojos. —Alexander la abrazó más y
sonrió—. ¿Nuestra casa?
—Solo
de los dos… y antes que me salgas con eso que los dos la compraríamos, puedes
preguntarle a Thomas y él te mostrará que fue mitad y mitad. —Narel se giró y
lo miró, luego lo abrazó por el cuello y lo besó—. De los dos y de los siete.
—Hablando
de los siete… ¿Qué es eso que dijo Steph de su nuevo hermanito? —Alexander la
miró y sonrió, ella frunció el ceño.
—Vamos
adentro, se está poniendo frío. —Le tomó la mano y la llevó, ella lo siguió.
—Alexander…
¿Tú…? ¿Qué estuviste haciendo? ¿Saliste con otras chicas? —A él en parte le
gustó que mostrara de ese tipo de sentimientos por él, pero no la dejaría
sentir celos, eso al final mataría la relación.
—Sabes
que no soy el único que puede darles hermanos a mis hijos, ¿verdad? —Alexander
la abrazó por la cintura, Narel lo miró sorprendida.
—Pero…
Marianne siempre dijo que no quería más… ¿Cómo?
—No
quería más conmigo, al parecer, porque tuvo uno con su novio Jacob…
—¿De
verdad?
—El
bebé es prácticamente recién nacido, no sé bien cuánto tiempo tiene ni muchos
detalles, solo sé que ambos están bien, que es lo importante. Steph y Josh se
lo tomaron bastante bien, espero que cuando le digamos que nosotros también le
daremos un hermano se lo tomen igual.
—Y
lo de la boda…
—Y
lo de la casa… Quiero que vivan aquí.
—¿Y
Marianne está de acuerdo?
—Lo
conversamos, me dijo que está de acuerdo que los tengamos por más tiempo que
una semana cada uno. Igual es entendible porque está con el bebé y quiere toda
su atención, pero hablamos de que podemos tenerlos por seis meses cada uno e ir
viendo cómo se da el asunto.
—Eres
un buen padre, solo superado por Thomas. —Alexander sonrió, Narel lo besó—. Mi
Julián será tan tranquilo que ni se sentirá. Ni tiempo pedirá. —Alexander
sonrió más por eso, estaba más que claro que eso no sería nunca así.
—Volvamos
a casa, aquí aún están arreglando la calefacción.
—¿Qué
pasará en estos meses que estemos en Italia?
—No
te preocupes por eso, Thomas quedará a cargo y Helen se encargará de los
muebles.
—¿Tenías
todo pensado?
—Nadie
en el mundo te amará más de lo que yo te amo, eso debes tenerlo siempre claro.
Alexander
le abrió la puerta para que entraran a casa de Thomas y luego le ayudó a
quitarse el abrigo, guardó ambos en el armario y le tomó la mano, entrecruzando
los dedos. Ya no había nada que les impidiera estar juntos para siempre y eso
era lo que tenía pensado hacer. Ya nada los separaría de nuevo. Aunque se
preocupó cuando Narel llamó a Jesse y a Ralph para que fueran a la casa y
entendió por qué Nicholas le dijo a George que fueran a juntar hielo. Alexander
se pasó la mano por la cara, con esos tres juntos, Ralph, Jesse y Thomas, lo
matarían por haber embarazado a la loca. Pero, a pesar de todo, no le quitarían
la felicidad que sentía en ese momento.
**********
—¿Y
qué pasó después? —preguntó Nicholas acostado en el sillón, Narel estaba a su
lado, ambos miraban al cielo.
—Después
pasó que llegó Marianne con el bebé nuevo, Ralph y Jesse que mataron a
Alexander. Norma con sus locuras. —Narel vio a Nicholas sonreír por eso—. Y en
la noche…
—Ya
fue suficiente de historias. —Ambos miraron a Alexander, sentado en el respaldo
del sillón. Nicholas le lanzó un cojín.
—Y
en la noche, Nick, cuando todos se fueron a dormir, obviamente los niños iban a
querer dormir conmigo, así que se acostaron todos en la cama y Alexander quedó
sin espacio y tuvo que dormir en el oso gigante. —Nicholas comenzó a reír por
eso, Alexander frunció el ceño. Narel se levantó y abrazó a Alexander, luego le
besó la mejilla—. Pero cuando los niños se durmieron, me acosté junto con él en
el oso.
—Ve
a dormir, Nicholas. Ya es tarde y la historia acabó. —Alexander miró a su
hermano menor aún acostado.
—Bien,
bien… —El menor se puso de pie y le besó la mejilla a Narel—. A mí sí me gustan
tus historias, casi siempre tienen finales felices y Marianne se quedó con
nosotros.
—Por
eso te las cuento solo a ti, Nick. Eres al único que le gustan. —Narel soltó a
Alexander y se levantó también—. Buenas noches, bebito de mi corazón.
—Espera.
—Alexander la detuvo al tomarle la mano, ya que iba camino a la escalera tras
Nicholas. Ella giró para mirarlo—. A mí también me gustan tus historias, pero…
yo nunca hubiera engañado a Marianne. —Narel le sonrió por eso.
—Ya
lo sé, Alexander. No te preocupes por eso, por algo solo fue una historia de
qué hubiera pasado si no hubiera ido a Glasgow a estudiar que me preguntó Nick,
y eso se me ocurrió. Se nos ocurrió porque entre los dos la inventamos.
—Hablando
de Nicholas. —Alexander la jaló de la mano, aprovechando que estaba sentado en
el respaldo del sillón, así quedaban casi a la misma altura. Dejó sus manos en
la cintura de Narel—. ¿Cuándo le dirás que se vaya de casa?
—Es
mi bebito, no se irá nunca, no tiene permiso de irse y abandonarme.
—Lo
tienes más mimado que a nuestros hijos.
—Porque
es mi primer bebé.
—Mañana
le diré que debe irse. —Narel frunció el ceño y lo empujó de los hombros,
Alexander la afirmó con fuerza y ambos cayeron al sillón—. ¿Vas a ir conmigo
mañana?
—Como
todos los años. —Alexander le besó la frente—. Y pasaré a ver al hermanito de
Ralphie también.
—Como
todos los años.
—No
te dejaré solo nunca en la vida.
—¿Siempre
vas a volver a mí?
—Siempre,
Alexander. Estuve lejos siete años, ya no lo volveré a estar.
—Vamos
a hacer eso para lo que somos buenos.
—Aquí
no. —Alexander la tomó con fuerza para acomodarla—. Que no, los niños ya no
están tan pequeños.
—No
importa…
—¡Papi!
—¡Nar!
—Alexander frunció el ceño al soltarla, se escuchaban los pasos en el segundo
piso—. ¡Nar!
—¿Cuándo
vas a enseñarle a Julián que debe decirte mamá?
—Otro
día. —Alexander suspiró al soltarla, ella se levantó y caminó a la escalera.
—Nar,
Steph no quiere que juegue con sus cosas. —Julián, ya de casi tres años, se le
lanzó encima.
—No
le puedo pasar las pinturas, Nar. La última vez pintó todas las paredes de la
casa. —Stephanie, con sus ya doce años cumplidos, seguía a su hermano menor.
—Nar,
¿hay algo para comer? —Narel miró a Joshua, ya todo un adolescente de quince
años pasar junto a sus hermanos, ignorando por completo la pelea.
—Es
muy tarde para que comas, ve a dormir, mañana tienes que estudiar.
—Pero…
—A
dormir. —Joshua giró sobre sus talones para devolverse.
—¿Sabes
que mañana no iremos?
—Lo
sé, Josh. Pero es tarde para que comas y lo sabes, solo estás así porque mañana
se cumple otro año desde que Marianne se fue y es el día de ir al cementerio.
—Stephanie abrazó a Narel por eso—. Ve a acostarte, te llevaré una leche una
vez que acueste a Julián.
—¿Tú
no te irás nunca? —Joshua volvió sobre sus pasos y la abrazó.
—Nunca
voy a dejarlos, pequeñín. —Narel le besó la cabeza—. Ve a dormir. —Joshua la
soltó y caminó a su habitación—. Ahora ustedes dos, es muy tarde para que estén
jugando con esto, se van a dormir los dos. —Comenzó a caminar con Julián en los
brazos y Stephanie abrazada—. Ve a cepillarte los dientes, princesa. Me llevaré
al monstruo feroz. —Stephanie le sonrió y se fue a su habitación.
—¿Soy
el monstruo feroz, Nar? —Julián le tomó la cara y la llenó de besos.
—Muy
feroz… Te bañé hace una hora y ya deberías estar acostado, te ensuciaste todo.
—Pero,
Nar…
—Pero
nada, mañana no irás a casa de Garreth. —Narel lo bajó, dejándolo encima de la
cama.
—Pero…
—No.
—El niño se cruzó de brazos y frunció el ceño—. Eres igual a tu padre. —Narel
dio la media vuelta y comenzó a buscar otro pijama.
—Te
acusaré con mi nono.
—No
te daré leche —dijo para empezar a cambiarle ropa.
—Pero,
Nar…
—Y
te acusaré con tu nona para que no te de nunca más galletas. —Lo tomó y lo
acostó en la cama, antes de que siguiera reclamando—. Y ahora a dormir…
—Mi
tetita, mami. —Julián le estiró los brazos. Narel sonrió la escucharlo
hablar en español.
—Voy
a ver a Josh primero. —Narel salió de la habitación y se topó con Alexander.
—¿Te
dijo mami?
—Es
como tú, cuando quieren conseguir algo, hablan bonito.
—¡Papi!
—Te
llama tu monstruo. —Narel bajó corriendo la escalera, iría por una leche para
Joshua y después vería a Stephanie.
—Alex.
—El mencionado miró a Nicholas cerca de la habitación de Julián—. No te enojes
con Nar por esa historia, yo fui quien inventó que engañarías a Marianne.
—¿Por
qué me dice eso?
—Porque
yo creo que si Nar no se hubiera ido, tú hubieras terminado teniendo algo con
ella. Quizás no tanto como en la historia que inventamos, pero sí algo.
—Yo
amo a Marianne, Nick. —Nicholas lo miró por no usar el pasado en aquella frase.
—Eso
no quita que puedas caer en tentación.
—Nunca
lo haría, no con Marianne.
—No
le vuelvas a hacer daño a Nar. —Alexander lo miró fijamente, sabía bien por qué
su hermano le decía aquello—. Es ella quien rema por ti.
—No
lo volveré a hacer.
—Entonces
ya es tiempo que empieces a usar el pasado con Marianne.
—Nick…
—Nicholas sonrió mirando por sobre el hombro de Alexander.
—Nar,
la siguiente historia que inventemos, será el amor imposible entre tú y
Garreth. —Alexander frunció el ceño por eso, Narel que iba a la habitación de
Joshua con leche, le sonrió a Nicholas.
—Dalo
por escrito, será una historia de amor inolvidable. —Los dos la vieron entrar donde
Joshua luego de eso.
—Si
ella vuelve a llorar por ti, me encargaré de que te olvide por completo, que no
tenga ningún recuerdo de tu existencia. —Nicholas volvió a mirar a su hermano
para amenazarlo.
—No
usaré el pasado con Marianne.
—Nar…
—Nicholas la vio salir de la habitación de Joshua y se le acercó—. Tengo una
idea de historia.
—Soy
toda oídos, bebito de mi corazón. —Alexander frunció el ceño al escuchar
aquello.
—¿Qué
hubiera pasado si Alex te hubiera besado a los quince cuando quería? —Narel
miró la enorme sonrisa de Nicholas.
—¿A
los quince cuando quería? —Alexander se acercó, Narel lo miró—. ¿Cuál es esa
historia, Alex?
—¿Nunca
le contaste esa historia, Alex? —Tanto Narel como Nicholas miraron a Alexander
con sorpresa.
—Solo
estás hablando estupideces, Nick. Ve a dormir.
—Yo
quiero saber, Nick. ¿Qué es eso de los quince cuando quería?
—Una
historia, Nar. —Alexander frunció aún más el ceño al ver la enorme sonrisa de
su hermano—. Haremos una historia que sea la inversa, qué hubiera pasado si
Alex te hubiera besado a ti en lugar de Marianne en aquel baile.
—¿A
la inversa? —Narel miró a Nicholas un poco confusa, este asintió efusivamente—.
Entonces… ¿yo tendría que irme como Marianne? —A Alexander se le apretó el
pecho al imaginar aquello y por un momento no reaccionó.
—No,
no… —Nicholas abrazó a Narel con fuerza—. Olvida lo que dije… tú no puedes
irte… no tú…
—Nick…
—No
te irás, Nar. Nunca, tú eres inmortal. —Narel abrazó a Nicholas porque sentía
que no se tranquilizaba.
—Soy
una medusa.
—Sí,
una muy malvada. —Narel se relajó al escucharlo sonreír y luego soltarla—. Solo
haremos la de tú y Garreth.
—Bien,
entendido y claro. Ahora iré a ver a Steph. —Nicholas la dejó ir, luego a miró
a su hermano, aún pensativo.
—Creo
que la historia de Nar y Garreth en Portugal será genial. —Alexander lo miró,
volviendo a fruncir el ceño. No lo separó de Narel antes porque él también se
sintió perdido por un momento, pero podría abrazarla toda la noche, a
diferencia de Nicholas—. Sí, esa será la mejor historia de todas… —Estiró los
brazos y giró para ir a su habitación—. Buenas noches, Alex.
—Nick…
—El mencionado volteó a mirarlo—. ¿Ya me perdonó?
—No
del todo. —Nicholas lo miró seriamente, pensó que su hermano no le daría más
importancia a aquello que hizo—. Sus ojos no brillan aún.
—Lo
sé…
—Si
no quieres usar el pasado con Marianne, está bien. —Alexander lo miró
fijamente—. No es eso lo que le duele, ella lo sabía cuando te dijo que sí
frente al altar.
—Pero…
—No
la sigas comparando o vas a perderla para siempre. A ella y a Julián.
—Ya
no la comparo.
—Sí,
a todos nos quedó claro cuando besaste a la prima de Marianne frente a todos,
solo porque el parecido entre ambas es asombroso. —Alexander sintió que se le
secó la garganta por eso, su hermano le dijo aquello como si fuera un golpe—. A
mí me hubiera gustado ver una historia de amor entre Garreth y Nar en Portugal.
—Alexander lo miró fijamente, entendiendo una parte de la historia que ambos se
estaban contando en el sillón—. Siempre pensé que Garreth era el mejor para
ella, son iguales. —Nicholas sonrió de medio lado, sabía que eso molestaría a
su hermano.
—¡¡Papi!!
El
grito de Julián volvió a dispersar a los adultos, Nicholas sonrió al ver la
uniceja de Alexander imaginando la loca historia de amor entre Narel y Garreth,
de seguro cuando entró a la habitación del pequeño no dejaba de pensar en
aquello y más porque Garreth siempre lo molestaba con aquellas vacaciones que
tuvo con Narel y se fueron a Portugal, años atrás. Con una enorme sonrisa en la
cara, pensando en cómo molestar a su hermano, Nicholas se fue a su habitación.
La venganza, la dulce venganza.
—Preciosa…
—Alexander entró a la habitación y cerró tras de sí—. ¿Te arrepientes…? —Narel
lo miró confusa, dejó de arreglar la cama para acostarse y se quedó viéndolo—.
¿Te arrepientes de terminar con Steven y quedarte conmigo? —Ella soltó una
almohada y giró para quedar frente a él, eso se lo había dicho cuando besó a la
prima de Marianne, porque en ese momento ella se arrepintió de todo lo vivido
con Alexander.
—No
lo sé… —Fue la respuesta más sincera que logró expresar—. No lo sé… Es muy
pronto aún…
—Lo
siento…
—Lo
sé, Alexander. Ya lo sé.
—Te
amo, preciosa. —Alexander le pasó los dedos por la cara, dejándole los rizos
tras la oreja, los tenía cortos, los había donado meses atrás, cuando él besó a
otra. Narel le sonrió al escucharlo, pero seguía sin ser la sonrisa que él
esperaba, seguía estando apagada en comparación a la primera vez que se lo
dijo, y en comparación a la sonrisa que le dijo que sí frente al altar.
—¿A
qué hora saldremos mañana? —Y allí estaba, cambiándole el tema como cada vez
que le decía esas palabras, él deseaba escuchar que se las dijera una vez más,
solo una más…
—Después
de desayunar.
—Bien.
—Narel se acercó y le dio un suave beso en los labios—. Yo elegí esto, Alex. Yo
sabía bien en lo que me estaba metiendo cuando te dije que sí, que aceptaba un
tú y yo para siempre. Yo lo sabía. Y todo lo que hice, lo hice sabiendo que
nunca me amarías como a Marianne. Pero sí quería que me amaras como solo
podrías amarme a mí. —Alexander la miró fijamente, Nicholas tenía razón, él la
amaba a los quince, todo hubiera sido diferente si él la hubiera besado a los
quince—. No me arrepiento de decirte que sí, de firmar esos papeles y llevar tu
apellido porque eso es importante para ti. No me arrepiento de nuestra boda por
la iglesia porque son tus creencias y no las mías y lo hice por ti. Y no te
pido nada, Alex…
—Preciosa…
—Y
te seguiré eligiendo hasta que deje de respirar.
Alexander
la silenció al besarla, quería escucharla, deseaba escucharla decirle que lo
amaba, pero aquellas cosas también le servían. La tomó en los brazos, sin dejar
de besarla, y la acomodó en la cama. En ese momento nadie los interrumpiría en
lo mejor que sabían hacer.
Aquello
no era más que una noche casi normal desde hacía poco menos de cinco años…
Hacía
casi cinco años que Narel había vuelto de Glasgow después de terminar el curso
al que sí fue, porque aquella llamada que Alexander pagó como broma, en la
realidad no funcionó. Narel se fue cuando tenía pensado, luego de regresar de
Canadá, y estuvo en Glasgow durante siete años, siete largos años en donde
pasaron muchas cosas en Londres, como el secuestro de Leah, la muerte de la
madre de los muchachos y, el mayor arrepentimiento que cargaba sobre sus
hombros, el fallecimiento de Marianne a causa de un cáncer.
Durante
los siete años que estuvo en Glasgow, Alexander la ignoró por cinco… cinco años
que se hicieron eternos a ella cargando con una culpa por no haber regresado a
acompañar a su mejor amigo y perderlo… Pero la vida nunca es fácil ni simple, y
ella tuvo que elegir, así como le tocó elegir a Alexander varias veces, y se
quedó en Glasgow y él en Londres. Y cuando regresó por Steven, su novio, que
comenzaría a jugar en el Chelsea, nunca imaginó que terminaría con él para
decirle que sí a Alexander.
Tuvieron
que superar uno que otro obstáculo, pero al final terminaron juntos y felices,
y lo mejor es que los niños la habían aceptado por completo. Solo les quedaba
Julián, que era el consentido y mimado por ser el más pequeño de todos en la
familia, aún no aparecía ningún otro Russ/Fletcher que le quitara el trono.
Pero Narel dudaba que eso pasara, Nicholas con George lo malcriaban, Garreth lo
llevaba a donde le pedía ir, y Helen con Thomas, que eran su nono y nona, lo
trataban como si fuera su verdadero nieto. Narel no podía quejarse, ella había
sido quien malcrió a todos los menores que ella, el único que realmente sufría
con todo eso era Alexander, pero eso a pocos le importaba. Al fin y al cabo,
tenían a la familia que siempre quisieron.
Quizás
lo único realmente diferente entre aquella historia inventada y la vida real,
era que Ashley no reanudó su relación con Brandon después de engañarlo con uno
de sus amigos, a pesar de que fue casi al final, cuando estaban a punto de
terminar la universidad y cuando tenían pensado ir a vivir juntos. Narel nunca
conoció a Brandon, pero sí sabía que su amiga se había enamorado de él y que
por miedo a un futuro parecido al de Helen hizo lo que hizo. Ashley, luego de
eso, no volvió a entablar relaciones duraderas, siguió su camino de la vida de
no tener nada serio, quizás lo único serio que tomaba era el trabajo porque
realmente amaba lo que hacía. Ashley se la pasaba seguido en Glasgow con Narel,
siempre que podía se iba a verla y tomaban vacaciones en las mismas fechas para
salir juntas. Narel, a veces, la molestaba diciéndole que conocía mejor a los
amigos de Steven que ella.
Ashley
también solía molestar a Alexander con aquellas vacaciones en Portugal. Tanto
Ashley como Narel se llevaron a Garreth, que estaba en Glasgow visitando, de
vacaciones porque había terminado con Melissa y querían distraerlo. Pero cada
vez que podían usaban esa salida para molestar a Alexander, que al mandarla al
olvido no se enteró de nada, prácticamente, en más de cinco años. Cinco años en
que ni siquiera soportaba ver las fotografías de ella en casa de Thomas y mucho
menos que la nombraran.
Brandon
con Alexander sí son mejores amigos, pero, a pesar de la insistencia de Narel,
nunca se lo presentaría porque sabía que ella intentaría reconciliarlo con
Ashley. Su amigo tampoco volvió a tener una relación duradera luego de Ashley.
Alexander no quería que la hermana de su cuñada volviera a romperle el corazón
a su amigo, por eso no lo invitó a su boda con Narel. Brandon entendió, sabía
que Ashley estaría en primera fila y no quería verla, a pesar de los años. Pero
Narel tenía la firme convicción de que, si ellos se volvían a ver, el amor
renacería y no se rendiría, encontraría la manera de contactar a Brandon, de
alguna manera lo haría. A pesar de que Helen le decía que lo dejara en paz, que
su hermana no se lo merecía, ella seguía con la idea. Aunque, a pesar del
tiempo, no tenía aún buenas noticias por ello.
Tal
vez, algún día, todos tendrían un felices para siempre… como los cuentos… como
Jesse con Harper… el verdadero cuento de amor en una historia de enredos sin
sentido.
Fin.
Gracias por leer.
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