Thomas
entró a su oficina con gesto cansado, Alexander estaba sentando en el suelo,
con las manos en la cabeza moviendo el cabello de un lado a otro. Suspiró,
tenía unas ganas enormes de matarlo, pero él también guardaba un secreto que le
ensuciaba las manos. Se acercó a la mini nevera que tenía y sacó unos hielos,
sirvió dos vasos con whiskey y se acomodó junto a su hermano, extendiéndole
uno.
—Lo
bueno de ser ingleses. —Thomas chocó su vaso con el de Alexander.
—Nar
hubiera dicho que en Canadá serían cervezas.
—En
casi todo el mundo serían cervezas.
—No
hay como el escocés.
—Pensé
que no querías nada con Escocía. —Ambos bebieron, pero Thomas notó que su
hermano se empinó el vaso hasta dejarlo vacío.
—Mejor
voy por la botella. —Alexander se levantó y tomó lo que buscaba, volvió a
sentarse junto a su hermano y se sirvió más, le ofreció a Thomas, quien también
había dejado el vaso seco.
Se
quedaron en silencio, solo se escuchaba el sonido al llenar los vasos y el
choque de estos de vez en cuando, ambos sumidos en sus pensamientos, Thomas no
se dio cuenta que la botella se iba vaciando más rápido de lo normal, no se
fijó porque era su hermano quien la estaba desocupando. Thomas estaba más
concentrado con el vaso en la mano y mirando su contenido, jugando con los
hielos.
—Somos
únicos ¿verdad? —preguntó Thomas sonriendo.
—Claro,
por algo somos Russ. —Alexander notó que a Thomas se le había subido el alcohol
y por eso sonreía mirando el vaso.
—Siempre
dijimos que la íbamos a cuidar, y al final solo le hicimos daño…
—Tú
no le hiciste nada, yo fui quien le hizo todo… No sé cómo pude hacerle eso con
Glasgow… pero se sintió tan bien que se quedara que lo terminé olvidando…
—Thomas sonrió, con eso Alexander supo que se le habían pasado las copas.
—Tú
no tienes idea de lo que le hice. —Alexander miró a su hermano sorprendido.
Thomas dejó el vaso vacío sobre la mesa de centro y se levantó, fue a su
escritorio a buscar unas cosas en el cajón con llave. Volvió a sentarse junto a
su hermano y le dejó encima un montón de cartas que estaban dentro de una
bolsa—. Son todas de Canadá… Todas cerradas… No le pasé ninguna…
—Si
Nar se entera de esto… —Alexander sacó las cartas, debía haber más de cien,
comenzó a mirarlas, había de Kevin, de Franco, de Math, pero de quien más había
era de Chris. Miró las fechas, la mayoría eran cercanas a sus cumpleaños desde
que dejó de ir a Canadá a la fecha, la última de Chris era la más reciente, de
apenas diciembre pasado.
—Le
prometí a Julián que no dejaría que hubiera comunicación con ellos, yo
detendría las cartas aquí y él las detendría allá… Hice demasiado bien mi
trabajo…
—¿Qué
vas a hacer?
—No
lo sé… Ella no quiere saber nada de nosotros…
—Se
le pasará en algún momento, al menos contigo, volverá a hablarte… A mí no me
dará ni la hora… —Alexander guardó las cartas, había vuelto a llorar y no las
quería manchar—. No seas estúpido como yo y dáselas, ella sabrá qué hacer…
—Helen
va a matarme…
—Pero
seguirá contigo… En cambio yo… en cambio yo… —Thomas le pasó un brazo por los
hombros, Alexander agachó la cabeza y se quedó llorando, aún era demasiado
pronto para poder pensar con claridad. Su vista se fijó en las cartas cuando se
tranquilizó un poco—. ¿Cuándo hablaste con Julián? Pensé que ustedes no se
conocían, solo por lo que nos contaba Nar…
—Yo
fui a Canadá a buscarla, Alexander… —Ya habían tenido demasiados problemas por
estar ocultando cosas, era hora que Alexander se enterara de todo. El menor lo
miró con sorpresa—. Ella tuvo un accidente allá, no fue grave, solo se vio
envuelta en una pelea por andar en una fiesta con los chicos… Se fue al
hospital, estuvo inconsciente un par de horas. —Thomas notó que cada vez el
ceño de Alexander se juntaba más, por eso omitió la cantidad real de horas que
estuvo inconsciente—. Julián me llamó de inmediato, yo tomé el primer vuelo
disponible y me la traje. Le prometí a Julián que la mantendría lejos de ellos,
que no dejaría que volviera a subirse a un avión hacia ellos y que cortaría
todo tipo de relación con Canadá, y lo hice…
—¿Por
eso ella…?
—Sí,
por eso ella estaba tan triste. La idea fue de Julián… Él tomó la decisión de
que ella no volviera nunca más porque en cualquier momento le podría pasar algo
más grave. Ellos no estaban pasando por un buen momento y el ambiente donde
ellos viven era de peleas y drogas, Julián me dijo que ese mundo no es para
Narel, que me la llevara y no la dejara volver… Yo le encontré razón y me la
traje sin mirar atrás…
—Ahora
entiendo muchas cosas… —Alexander se apoyó en el sillón y echó la cabeza hacia
atrás—. Le han tocado cosas difíciles y, en lugar de ayudarla, voy y le quito
Glasgow… Me merezco que ya no me dé ni la hora…
—Narel
le dijo a Julián que la dejara quedarse allá… con él… para solucionar todo… En
ese sentido Julián fue bastante fuerte para decirle que no la quería volver a
ver en la vida…
—Yo
también se lo dije y, en lugar de irme, me quedé con ella… No puedo tenerla
lejos de mi vida… No soy tan fuerte como Julián…
—Narel
solo se estaba arrancando de sus sentimientos por ti, por eso se quería quedar
en Canadá…
—Lo
sé, la cobarde siempre escondiéndose…
—¿A
dónde crees que arrancará ahora?
—Se
irá a Glasgow a eso que dijo Norma. —Thomas miró a su hermano fijamente.
—Ella
vino aquí a decirme que no iría a Glasgow para quedarse contigo. —Alexander
bajó la cabeza, volvía a llorar—. No quería perder más tiempo de no estar
contigo, por eso te prefirió antes de Glasgow.
—Y
yo…
—No
sé si se vaya a Glasgow ahora. Quizás se vaya a otro lado…
—Espero
que no muy lejos para poder recuperarla… Espero que no muy lejos… —Alexander se
quedó en silencio por un momento, con las manos en la cabeza y mirando el
suelo—. Italia… Se irá a Italia con el estúpido ese. —Thomas lo miró, era
verdad eso, Steven había estado insistiendo con que fueran a Italia a ver el
asunto de jugar fútbol allá—. Creo que es tiempo que me tome vacaciones, hace
rato que no salgo a ningún lado… Y hay lugares de Italia que no conozco…
—No
conoces nada de Italia…
—Mayor
razón para ir a dar una vuelta.
—Alexander.
—El menor lo miró, Thomas se había levantado y tomado un sobre desde el
escritorio, volvió a sentarse junto a él en el suelo—. Antes que hagas
cualquier plan, primero mira esto. Son los papeles. —Se los pasó, Alexander
abrió el sobre y sacó el contenido—. Ya está firmado por Marianne, oficialmente
su matrimonio ya no existe. Y tal como acordamos, ella quedará protegida de por
vida, igual los niños, que vivirán con ella hasta que tengan la edad de decidir
con quien quedarse, pero los puedes ir a ver y buscar cuando quieras, no pueden
negarte nada. —Thomas se dio cuenta que su hermano estaba mirando los papeles,
leyendo entre líneas—. Solo falta tu firma…
—¿Tienes
con qué firmar? —Thomas por un momento pensó que se tardaría más en asimilarlo,
le pasó un bolígrafo—. Gracias. —Alexander se apoyó en la mesa de centro y
firmó todas las copias que le correspondían, al llegar a la última, solo
suspiró—. Ahora sí me puedo ir tranquilo a Italia, la traeré de vuelta y ya
nada habrá que nos impida estar juntos.
El
teléfono de Thomas sonó en su bolsillo, lo tomó y respondió. Alexander lo
miraba fijamente al hablar, aunque solo decía monosílabos, esperaba que fueran
noticias de Narel, y buenas noticias, pero la cara de Thomas no reflejaba
ninguna de las dos.
—Vamos
a casa, ya apareció y está allá. —Alexander se puso de pie rápidamente, tenía
que verla, necesitaba verla y hablar de lo que pasó, hacer que lo perdonara.
—¿Les
dijiste que no la dejaran salir? —Ambos hermanos llegaron al ascensor.
—No
fue necesario, ella dijo que no iría a ningún lado. Vamos, tienes que arreglar
todo y ya dile que estás separado, has alargado demasiado tiempo esta
conversación.
—Sí…
pero no quería que se asustara o pensara mal las cosas. —Llegaron al auto y se
subieron, Thomas manejó—. Le diré todo ahora cuando lleguemos a casa,
conversaré bien todo con ella.
—Será
tu última oportunidad.
—Lo
sé, por eso tengo miedo. Si no funciona, ahora sí que la perderé para siempre.
**********
Cuando
pusieron un pie dentro de la casa, lo que menos se imaginaron era ver a Helen
esperándolos. Pero cuando la cachetada que le dio a Alexander sonó con fuerza,
Thomas se quedó estático. Aunque, cuando lo golpeó por segunda vez logrando
hacer que mirara al otro lado, los dos quedaron sorprendidos y sin habla.
—Nar
te espera en tu oficina, Thomas. Déjame sola con este idiota. —El mayor
simplemente obedeció, después de todo el tiempo que la conocía, por primera vez
le tuvo miedo de verdad—. Tú y yo vamos a hablar sin interrupciones.
—Helen…
—Dije
sin interrupciones.
Thomas
entró a su oficina, Narel estaba sentada con unos papeles en la mano. Él
simplemente se quedó estático por un momento al verle de espalda, primero la
sorpresa de Helen golpeando a su hermano y ahora eso. Se sintió viejo para
tanto asombro en poco tiempo. Caminó hasta su silla y se sentó, Narel lo miró y
le sonrió, pero estaba por completo apagada.
—Thomas,
mira, ya firmé los papeles para ir a Glasgow. Estuve hablando con…
—¿Qué
pasó con tus rizos? —Narel notó que Thomas no dejaba de mirarla.
—¿Sabías
que los puedes donar para que hagan pelucas a los niños con cáncer? —Thomas la
vio meterse la mano en la ahora melena que tenía—. Mi cabello estaba tan largo,
que él que me lo cortó dijo que alcanzaban dos pelucas o quizás cuatro o más
porque tengo mucho…
—Apenas
te llega a la oreja… Pero ¿tus rizos?
—Ah,
eso… me lo cortó y alisó, pero eso no va a durar mucho porque no es permanente,
solo usó esa misma cosa con la que Ash pierde el tiempo.
—¿Estás
bien? —Thomas la miró preocupado, por más que quisiera ayudar a los niños,
ancianos o a quien fuera, sus rizos eran sagrados y jamás se los cortaría, no
solo porque eran la adoración de Alexander, sino que porque eran su propia
adoración.
—Estoy
perfecto, Thomas. Me iré a Glasgow. —Narel le extendió los papeles, él los
tomó—. No te preocupes por lo otro, el cabello crecerá. Yo bebo mucha agua para
eso. —Thomas le sonrió y se levantó, dejando los documentos en la mesa.
—Perdóname
por todo lo que pasó y por no cuidarte como te lo mereces. —Thomas se arrodilló
frente a ella y le tomó las manos—. Perdóname, enana, por ser tan mal padre.
—No
es tu culpa, Thomas. Nada es tu culpa, tú y Helen son lo mejor que tengo, mis
hermanitos y los bebitos, y Garreth también. Y obviamente Leah cuenta dentro de
los bebitos, aunque ella diga que no. —Thomas sonrió al mirarla, pensó que
lloraría, pero seguía con la mirada fría y no tenía rastro de llanto en sus
ojos—. Creo que la entrenadora de natación estaría muy feliz ahora, ya no
tendría que gastar en tanto gel para mí. —Thomas la miró, a pesar de que
sonreía por esa broma, no era lo mismo. Era una sonrisa más bien falsa.
—Tengo
algo para ti. —Narel lo vio meterse la mano en el bolsillo de adentro de la
chaqueta y sacar una bolsa, se la entregó—. Son cartas de Canadá. —Ella quitó
la vista del paquete y lo miró, aún arrodillado frente a ella—. Le prometí a
Julián cuando fui por ti que no dejaría que tuvieran contacto, que detendría
toda la correspondencia que llegara desde allá porque estaba seguro de que te
seguirían escribiendo, como tú a ellos, a pesar de que los hiciera prometer de
que no te buscaran. Y así fue, ellos siguieron mandando cartas, pero nunca te
las entregué.
—Thomas…
—Perdóname,
enana…
—Thomas…
—Narel se levantó de la silla y se arrodilló en el suelo junto al mayor para
abrazarlo—. No tengo nada que perdonarte, todo lo que hiciste fue pensando en
mi bien porque me quieres muchísimo igual como yo a ti… Y lo entiendo, Thomas.
De verdad que lo entiendo. —El mayor la abrazó con fuerza, sorprendido por esa
madurez que de pronto había aflorado de ella—. Pero ahora me tienes que ayudar
con todo lo de Glasgow, como te decía, hablé con Ash ahora que llegué porque
estaba con Helen, y quedamos de vivir juntas allá para que no gastemos tanto,
ella se irá con Brandon porque él también se ganó esto.
—Bien,
entonces tenemos mucho por hacer. —Thomas le besó la frente—. Vamos a hablar
con Ashley para que te cuide por estos seis meses, y solo serán seis meses,
terminando todo eso, te vuelves a casa porque ya estoy extrañándote. No te
quiero tan lejos.
—Volveré
a los seis meses, Thomas. Yo también ya los extraño.
Salieron
de la oficina y llegaron a la sala. Alexander abrió los ojos por la sorpresa,
no estaban sus rizos. Se levantó, pero tal y como lo pensó, Narel ni lo miró.
Se dio cuenta de que ella llevaba las cartas de Canadá en la mano y por la cara
de su hermano lo había perdonado. Ojalá para él fuera así de simple. Narel le
pidió permiso a Helen para no cenar ese día, Thomas la autorizó y subió,
Alexander sabía que era por él y porque quería leer las cartas. Una vez que
desapareció, el mayor le comentó a su esposa lo que había sucedido con Canadá y
por qué quería estar sola un rato. Si Alexander hubiera estado de humor, se
habría burlado de la cachetada que recibió su hermano por parte de Helen, en
cambio solo se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar los golpes
recibidos y por ser ignorado por Narel.
—Russ…
—Ashley atrajo su atención, su hermano y Helen se metieron a la cocina—. Te
mereces todo lo que pasa. Te lo dije, te lo dije siempre, una vez que se rompa,
no volverá a ser la misma, porque no es como nadie que conozcas.
—Lo
sé…
—¡Y
aun así la rompiste! Ella se iba a quedar contigo ahora, iba a dejar todo por
ti, después de todo lo que hiciste, ella iba a dejar todo por ti.
—¿Vas
a cuidarla en Glasgow? —Ashley notó que Alexander estaba a punto de llorar.
—Mucho
mejor de lo que tú lo has hecho.
—Gracias,
Ashley.
Alexander
se fue a la cocina, seguido de la cuñada de Thomas. Él estaba castigado por
Helen, tenía prohibido salir de la casa a cualquier hora y al único lugar que
podía ir era a la oficina o a buscar y dejar a los niños. Tampoco podía ir a
esconderse a la casa de al lado, vería todos los días a Narel y no sería parte
de su vida, tendría que aguantar por las decisiones de ella sin siquiera
reclamar y verla feliz sin él. Helen fue muy clara con cada uno de los
detalles. También le dejó prohibido seguir arreglando la casa de al lado, no
era de él y no tenía por qué meterse. Ella se encargaría de dejarla lista para
la verdadera dueña del lugar, para cuando regresara. Le diría a Thomas que le
devolviera hasta el último centavo que Alexander había invertido en los
arreglos. Aquello fue lo peor para él, pero sabía que se lo merecía y, a pesar
de todo, era poco castigo.
Helen
entró a la habitación de Narel una vez que todos estuvieron dormidos, ella
estaba en la cama leyendo las cartas, quizás por segunda o tercera vez. La
mayor se sentó a su lado y la abrazó, besándole la frente, solo en ese momento
Narel comenzó a llorar, después de todo el día aguantando, recién cuando Helen
la abrazó se derrumbó. Ashley entró algunos minutos después, las vio y su
hermana le hizo una seña de que todo estaba bien, la menor miró a Narel
sollozar como nunca en la vida. Se acercó y tomó las cartas, las ordenó y las
dejó en el escritorio, sabía que, si se manchaban a causa de las lágrimas, no
se lo perdonaría. Se sentó junto a su amiga, esa noche dormiría con ella, una
vez que soltara a Helen, que por la manera en la que lloraba, parecía que no la
dejaría nunca.
Cuando
Ashley despertó al otro día, Narel no estaba en la cama. Estiró el brazo para
tomar el teléfono de la mesa de noche y ver la hora, se dejó caer de espalda
con frustración, era demasiado temprano para que esa loca no estuviera allí. Se
tapó hasta la cabeza y le escribió a Brandon para que fuera a desayunar allá,
había que aprovechar las vacaciones, aunque ella debería estar pensando en sus
prácticas. Se escondió aún más en la cama, de solo pensar en el trabajo le daba
urticaria.
—¡Nar!
—Nicholas abrió la puerta gritando.
—No
está aquí. —Ashley respondió sin asomarse.
—Vamos,
Georgie. Debe estar preparando el desayuno.
Ashley
escuchó a los dos chicos bajar corriendo, se llevarían una gran sorpresa al
verla sin rizos. Decidió ser parte de aquello y se levantó, no supo la hora en
que Helen se fue la noche anterior, pero debió ser tarde porque ella se durmió
y seguía con Narel. Tenía claro que el dolor que sentía era enorme para
cortarse el cabello de esa manera, aunque una vez que se le fuera el alisado,
que ya debió pasar, los rizos harían que pareciera de los años ochenta. Ashley
los observó a todos cuando llegó a la cocina, Helen estaba sentada junto a
Thomas y Elijah, Emma en su silla con un biberón con jugo, Nicholas con George
y Leah por otro lado ya estaban comiendo o, más bien, tragando. Garreth estaba
junto a Alexander, que tenía una cara de no haber dormido en toda la noche y su
hermano trataba de animarlo. Pero Narel no estaba. Saludó y se sentó a
desayunar, esperaba que Brandon llegara en cualquier momento.
—¡Ashley!
—Narel entró apresuradamente luego de varios minutos de estar a la mesa, la
mencionada la miró, tenía razón de los rizos, pero se los había arreglado de
tal manera que no se veía como imaginó—. ¿Ya terminaste? Tenemos cosas que
hacer. —Narel la tomó de un brazo.
—¿Qué
cosas? —preguntó, aunque estaba siendo jalada por su amiga para salir de la
cocina.
—Tenemos
que ir al centro comercial a que me compre un vestido, iré a ver a Andre
Rieu, Steven me compró boletos y necesito un vestido de princesa. Vamos,
Ash. Muévete.
—Thomas…
—Alexander habló una vez que ambas chicas desaparecieron de la cocina.
—No
tienes permiso de hablar ni de pedir explicaciones, ni tú ni Thomas. —Pero fue
Helen quien contestó, Alexander volvió a bajar la mirada al plato, había notado
que Narel tenía los ojos hinchados, demasiado, de seguro estuvo llorando toda
la noche.
—¿Qué
está pasando? —Nicholas preguntó, cuando Narel entró y la vieron sin sus rizos,
se le había caído el tenedor con el que comía, pero fue todo tan rápido, que
recién lo recogió y limpió—. ¿Por qué los tienes a los dos castigados?
—Porque
eres el único Russ de esta familia que se merece el cielo, Nick. —Los dos
mayores no emitieron comentario alguno.
—Buenos
días. —Brandon entró y los miró a todos, parecía que hubiera un velorio. Ashley
no estaba.
—Hola,
Brandon. —Helen le respondió—. Ash salió con Nar, si quieres te quedas a
desayunar mientras esperas.
—Ash
me mandó un mensaje, pensé que aún no salían y alcanzaría a verlas, Nar quedó
de responderme ayer unas cosas y no me dijo nada al final y es raro que a ella
se le olvide algo. —Miró a Alexander y le dejó la mano en el hombro, su amigo
volteó a verlo, Brandon le sonreía enormemente—. ¿O estaban demasiado ocupados
celebrando su reconciliación?
—¿Qué?
—Pero fue Nicholas al que se le volvió a caer el tenedor. Brandon notó que su
amigo no tenía para nada buena cara.
—Creo
que hay muchas cosas que tienes que explicar, Alexander. —El mencionado miró a
su cuñada, en cada una de las palabras dichas se notaba su enojo.
—Brandon,
estás aquí. —Pero Ashley entró interrumpiendo todo y saludó a su novio con un
beso en la mejilla—. Voy con Nar al centro comercial y vuelvo en un rato, no
nos tardaremos tanto. Espérame aquí. —Y salió, tan rápido como entró.
—No
estoy entendiendo nada —dijo Brandon comenzando a servirse desayuno.
—Nosotros
tampoco —añadió Nicholas, los tres más pequeños asintieron. Garreth estaba en
silencio, lo más probable es que Alexander lo pusiera al tanto de todo la noche
anterior. Helen dejó que Elijah se fuera a jugar junto con Emma y Leah.
—Pasa
que, hace tres años, a su hermano aquí presente se le ocurrió la genial idea de
hacer una llamada falsa a Narel diciéndole que no tenía espacio en Glasgow.
—Thomas comenzó el relato, Alexander bajó la cabeza—. Fue esa la razón porque
la que ella no se fue a estudiar a Glasgow como tanto quería.
—¿Qué
hiciste qué cosa, Alexander? —Nicholas se levantó, Brandon miró a su amigo,
parecía a punto de llorar—. ¿Cómo pudiste hacer eso?
—Nick,
siéntate. Todos estamos enojados, pero ninguno de nosotros puede opinar por lo
que hizo, ya es suficiente con que para Nar no exista. —Garreth trató de calmar
a su hermano menor, que apretaba los puños con fuerza.
—¿Por
eso se cortó los rizos? —George, junto a Nicholas, pero sin levantarse,
preguntó.
—¿Qué
se cortó los rizos? —Brandon consultó sorprendido—. Eso es algo que nunca lo
imaginé.
—Ninguno
de nosotros pensó que eso pasaría, cuando Alex me contó anoche, no lo creí
hasta ahora que la vi. —Garreth miró a Brandon al responderle.
—Ayer
me llamó para decirme que no iría a Glasgow al curso que nos ganamos, que se
quedaría aquí contigo. —Brandon volvió a mirar a Alexander, que seguía en la
misma posición, tenía los puños apretados sobre los muslos, si no fuera por la
advertencia de Helen, hace rato que no estaría allí escuchando todo eso—. Quedó
de avisarme cómo le iba contigo, si estabas de acuerdo en volver con ella, como
no me dijo nada, pensé que todo se había solucionado entre los dos.
—Espero
que nunca te perdone, yo no te quiero ni como cuñado ni como hermano. —Aquellas
palabras, de su hermano menor, se fueron directo a su corazón. Era algo que
nunca se esperó, él adoraba a sus hermanos con todo su ser.
—¡Nicholas!
—¿Acaso
no viste, Thomas? ¿No viste que Nar no tenía los ojos como siempre? ¿No viste
que estaba por completo apagada? Y todo es por culpa de él. —Nicholas apuntó a
Alexander con el dedo, Thomas y todos en la mesa, nunca lo vieron tan enojado,
siempre fue el más tranquilo de la familia—. Solo la ha hecho llorar desde que
la conoce, nunca pudo soportar que ella fuera feliz y que él no, así que se
dedicó a hacerla infeliz. Ni siquiera tiene derecho a llamarse su amigo. Es un
estúpido y no hace nada bien. —Alexander se levantó, ignorando la advertencia
de Helen y miró a Nicholas.
—Es
verdad, Nick, todo lo que dices. —Los que estaban en la mesa notaron que
Alexander tenía los ojos rojos e hinchados—. Por eso desapareceré de su vida,
pero luego de que le explique todo lo referente a esa llamada. Después de eso,
no volverá a saber de mí en su vida. No te preocupes, Helen, estaré arriba, no
faltaré a mi palabra contigo. —Y salió de la cocina, mucho había aguantado y
todos allí lo sabían.
—No
lo juzgues tan cruel, Nick. —Garreth, otra vez, trató de calmar a su hermano—.
Está sufriendo de verdad.
—Buenos
días. —Jesse entró tomado de la mano de Harper—. Hola, Brandon. Qué bueno que
estás aquí, la tortuga me llamó ayer y me dijo que no irá a Glasgow, así que
veamos cómo lo haremos con el alojamiento. Por cierto, ¿dónde está? ¿Aún con
Alex celebrando su reconciliación? Porque dudo mucho que ese estúpido le dijera
que no…
—Salió
con Ashley. —Helen le contestó luego de saludar a Harper, que le llevaba unas
cosas que le mandó John—. Alexander está arriba.
—Bien,
iré a saludar y felicitarlo. —Jesse salió de la cocina, Helen se puso de pie
para ver lo que traía de la casa de campo.
—Se
llevará una gran sorpresa. —George habló, luego de estar en silencio por casi
todo el rato.
—¿Por
qué? —preguntó Harper, aunque sin dejar de ayudar a Helen—. ¿Pasó algo?
—Ni
te lo imaginas. —Un ruido fuerte se escuchó en el segundo piso, y luego unos
pasos acelerados en la escalera.
—Harper,
nos vamos. No nos quedaremos aquí está vez. —Thomas notó el ceño fruncido de
Jesse y la mano roja—. Te explico en el camino. No es nada contra ustedes, solo
no quiero ver a Alexander dentro de mucho tiempo. Y que alguien le lleve hielo.
—Lo último que escucharon desde la cocina fue a Harper preguntarle qué sucedía.
—Yo
iré a verlo. —Brandon se levantó—. Quizás necesite hablar con alguien que no
sea familia. —Recibió la bolsa de hielo que le pasó Helen y salió de la cocina.
—Jesse
siempre le dijo que lo mataría si le hacía daño a Nar. —Garreth se levantó para
comenzar a recoger las cosas de la mesa—. Las otras veces podría decirse que
tenía justificativo, pero esta vez… esta vez no tiene perdón.
**********
Alexander
comenzó a desesperarse con el paso de los días y al ver que el comportamiento
de Narel hacia él no cambiaba. Ella seguía ignorándolo por completo, como si no
existiera. Si bien de a poco los demás fueron acostumbrándose al cambio, aún
había cosas que eran extrañas, como por ejemplo, a las horas de las comidas,
Narel se servía su plato aparte y cuando Alexander hablaba era como si no
escuchara, para ella realmente no existía. Sabía que, si su plato tenía más o
menos de la cuenta, él comenzaría a fastidiarla y tendría que tomarlo en
cuenta, así que lo preparaba con la ración justa y así nadie le decía nada. A
pesar de que ya no participaría en más competencias de natación, Alexander fue
bastante claro al decirle que la dieta seguiría por su bien. Ralph le había
comentado que la familia de Narel tenía un amplio historial de enfermedades
heredables, así que mejor previno y la obligó a seguir comiendo sano.
Y ya
ni siquiera podía usar eso para acercársele, siendo lo que lo único que quería
era explicarle todo…
A
veces se quedaba más tiempo en el departamento con Marianne y Jacob, luego de
ir a dejar a los niños, ellos lo invitaban a tomar un té o algo para que se
relajara. Helen sabía de aquello y así no tenía problemas en casa. A veces se
sentía un estúpido por obedecerle a su cuñada de esa manera, es decir, ya tenía
veintidós años cumplidos para eso, pero sabía muy bien que era por su bien y
por el de Narel y por eso se aguantaba. Marianne y Jacob lo escuchaban y le daban
consejos, pero no funcionaban del todo. Narel seguía ignorándolo y avanzando
con su vida lejos de él, y eso era lo que más le dolía. Las únicas veces que
ella lo miró, pero no le dijo nada, fue aquel día en que Jesse lo golpeó y lo
vio con el ojo morado, y después cuando se repitió la situación al enterarse
Ralph. Ambas veces fue Ashley quien le contó a Narel lo sucedido.
Aquel
día tan esperado para Narel había llegado al fin, iría al concierto que por
tanto tiempo deseó ir. Ashley le eligió un vestido de princesa, pero ya más de
adulta. Cuando Alexander la vio salir, esperaba de todo corazón que Thomas la
detuviera, pero, aunque el mayor también quisiera hacerlo, era Helen quien
tenía jurisdicción en ese caso y todo lo que ellos dijeran solo aumentaría el
agravio. Así que ambos se mantuvieron en silencio. Alexander, al verla, no pudo
sino recordar el vestido de novia que siempre le imaginó puesto, como ella se
lo describió años atrás al contarle su boda de ensueño. Ashley debió hacerlo
con toda la intención de causarle esa impresión, así fue como lo pensó
Alexander apenas la vio bajar por la escalera, ese vestido verde agua era como
siempre la veía en sus sueños de boda. Solo se quedó apretando los dientes y
los puños cuando salió, nada podía hacer. Después de algunas horas se sentó en
el pórtico a esperarla, si no era ese día, no hablarían nunca, Narel viajaría a
Glasgow en dos días más y ya todo estaría perdido para él.
—Tenemos
que hablar —dijo cuando ella bajó del auto y caminó al pórtico, pero tal y como
venía haciendo, lo ignoró y entró a la casa—. Habláremos aunque no quieras.
—Sin que Narel pudiera evitarlo, la tomó de la cintura y la cargó, casi como si
fuera un saco, y la llevó al patio. Esta vez él ignoró los gritos y golpes en
su espalda por parte de ella, sabía que en la sala estaban los demás, pero
esperaba que Thomas y Helen no dejarían que ninguno interrumpiera. Alexander la
metió a la habitación en donde guardaban las cosas de la piscina, ella lo
miraba con enojo—. No te dejaré salir de aquí hasta que me escuches.
—No
me interesa nada de lo que tienes que decir porque todo eso que sale de tu boca
son solo mentiras.
—Me
da lo mismo si me crees o no, pero me vas a escuchar aunque no quieras. —Narel
se tapó los oídos al escucharlo decir eso—. ¡Me tiene harto todo esto! —Le tomó
las muñecas y las quitó para que lo escuchara—. ¡Me tiene harto que me ignores
cuando estoy al lado tuyo!
—¡¿Y
qué te hace pensar que eso a mí me importa?! —Narel forcejeó para soltarse,
pero él no la dejó.
—¡Me
da igual si te importa o no, pero vas a escucharme por una maldita vez!
—¡Voy
a golpearte en donde más te duele!
—¡Hazlo!
¡Si con eso dejas salir todo lo que sientes, solo hazlo! —Alexander la soltó y
abrió los brazos, dando un paso atrás e indicándole que estaba allí disponible
para sus golpes—. ¡Qué esperas! ¡¡Hazlo!! ¡Nunca has sido de las que amenaza
antes de hacer algo! ¡Simplemente lo haces y ya! —Alexander la miraba a los
ojos y ella a él, desde aquel día en su oficina que no se veían de esa manera—.
¡Siempre has sido fuerte, más que un roble! ¡Nunca te doblegas, nunca te
rindes! ¡¿Por qué no te das cuenta de que eres mi pilar?! —Alexander le tomó la
cara entre sus manos, ella lo vio derramar unas lágrimas. Él notó que respiraba
agitado—. ¡Mi maldito pilar! Y que si no te tengo no sé qué hacer… me pierdo…
no sé qué rumbo seguir…
—Tú…
—Yo
hice que alguien llamara, si es verdad. Hice que alguien se hiciera pasar por
alguien de Glasgow y te dijera todo eso. —Alexander sintió que la respiración
de ella se agitaba más—. Pero tenía claro que tú o Thomas llamarían de vuelta a
Glasgow y ellos dirían que no, que todo seguía en orden y que te irías, a pesar
de que yo no quería que te fueras y de que estaba dispuesto a cualquier cosa
con tal de que te quedaras…
—¡Y
cualquier cosa hiciste porque yo sí llamé a Glasgow! —Narel lo empujó al
gritarle y soltarse—. ¡Sí llamé una y mil veces! ¡Y una y mil veces llamó
Thomas! ¡A ese número que ahora sé que es falso y a otros! ¡Y en ninguno tenían
información sobre mi registro! ¡En ninguno! ¡No sé qué hiciste, pero me
borraste de todo! —Alexander la miró sorprendido, eso era raro, ya que él
simplemente pagó por una llamada y no dio ni datos—. ¡Después de que Thomas me
inscribiera contigo, seguimos llamando e intentando, pero no hubo respuesta!
¡Nos enteramos ahora, ahora que me gané este curso, porque le preguntaron a
Thomas por qué no fui la primera vez!
—Yo
no… yo solo pagué por la llamada…
—No
te creo.
—Lo
siento.
—Bien.
—Narel pasó por al lado de él para salir, Alexander la tomó de un brazo y la
dejó frente a él.
—¡¿Qué
quieres que haga?! ¡¿Qué suplique por tu perdón?! ¡Porque aunque no me creas
estoy dispuesto a cualquier cosa con tal que me perdones! ¡No volverás a saber
de mí nunca más en tu vida! —Alexander notó que los ojos de Narel cambiaron por
un momento y reflejaron duda—. ¡Una vez que te subas a ese maldito avión y te
vayas a Glasgow! ¡Desapareceré de tu vida para siempre!
—¡Bien,
te perdono! —Narel jaló su brazo y se soltó—. ¡Te perdono todo lo que has
hecho! ¡Todo! ¡Ahora desaparece!
Alexander
quedó aturdido por lo último, tanto que no alcanzó a detenerla cuando salió de
la habitación corriendo. Se quedó estático sin saber qué hacer, lo único a lo
que su cuerpo reaccionaba era llorar. Narel subió corriendo a su habitación y
cerró de un portazo, no lloró, pero se quitó el vestido y se preparó para
acostarse. Se sentía acelerada y agitada, y no quería llorar. Sentía que ni
siquiera había disfrutado del concierto que por tanto tiempo esperó ir. Comenzó
a frustrarse.
—Menos
mal que tu despacho está insonorizado. —Helen miró a Thomas, ambos sentados en
el sillón de la sala junto a los demás viendo una película, y le susurró—. Sino
todos se enterarían de nuestras discusiones.
Thomas
sonrió de medio lado, eso era verdad, una vez le dijeron que a veces era bueno
soltar todo entre las parejas. No era que discutieran mucho ni a tantos gritos,
pero le encontró razón cuando le comentaron que, sin esas discusiones, las
parejas terminaban separándose por no soltar todo lo que guardaban. Le besó la
frente a Helen al momento en que se escuchó un portazo en el segundo piso.
Varios minutos después, Alexander subió.
—¿Qué
crees que haces? —Alexander entró a la habitación de Narel, ella llevaba la
camiseta de fútbol puesta. Cerró la puerta y apagó la luz, solo quedaron
iluminados por el Universo—. Te hice una pregunta… —Pero Alexander simplemente
la miraba y comenzó a quitarse la ropa, Narel notó que sus ojos resplandecían.
—Voy
a desaparecer. —La rodeó con un brazo por la cintura con fuerza y la alzó—.
Pero antes de eso, voy a despedirme de ti como te lo mereces. —Alexander la
acostó en la cama y se le acomodó encima, sonrió al ver que ella no oponía
resistencia—. ¿O no quieres? —Aunque fue Narel quien lo besó y Alexander no
perdió más el tiempo.
—Para
esto sí somos compatibles, ¿verdad? —Alexander sonrió, eso era verdad. Estaba
acostado por completo sobre ella, con la cabeza en su pecho, con un brazo
alrededor de su cintura y la otra mano tomada a la de ella con los dedos
entrecruzados junto a su cuello. Narel, por otro lado, le tenía una pierna por
encima y con su mano libre le acariciaba el cabello—. ¿Estás cansado?
—Para
ti, nunca. —Alexander terminó con varias mordeduras en ambos hombros, pero no
reclamaría, no después de lo que estaban haciendo ya que sería la última vez.
Solo se dedicó a disfrutar, de la misma manera que Narel.
—Deberíamos
despedirnos más seguido, amor. —Él sonrió, porque ella estaba disfrutando tanto
como él y porque llevaba varios «amor» dichos con total naturalidad. Alexander
le acariciaba la espalda y más abajo, Narel estaba acostada encima de él, con
la cara escondida en su cuello y los ojos cerrados—. Es la mejor noche de
todas.
—No
ha terminado aún, preciosa. —Alexander le besó la frente, podía seguir sin
importarle nada, Narel lo tenía rodeado con sus piernas, pero estaba casi
dormida, lo sentía en su respiración. Tomó el cobertor y cubrió a ambos con él.
—Te
amo, Alexander. —Él la abrazó con fuerza, no quería dejarla—. No desaparezcas…
No sé qué hacer sin ti… —Alexander sabía que quien hablaba no recordaría nada
de eso al día siguiente, ella había entrado en la etapa de la inconsciencia.
—Lo
mismo que has hecho toda la vida, preciosa. Seguir adelante porque tú puedes
con todo. —Se limpió la cara, había vuelto a llorar.
Extrañamente
cuando despertó, Narel seguía entre sus brazos. Ya no encima como cuando se
durmió, pero sí lo tenía abrazado. Le besó la frente, era temprano aún, lo
supuso por la luz del sol que entraba a través de las cortinas, así que la
acomodó mejor contra su cuerpo y se quedó pasándole un rato los dedos por los
rizos, cortos… Odió que hiciera aquello desde el momento en que la vio. Sabía
que ese día Thomas había planeado un almuerzo de despedida y felicitación para
los tres que se irían a Glasgow. Él no estaba en buenos términos ni con Jesse
ni con Ralph, y no tenía pensado pedir perdón porque sabía bien los motivos de
los chicos para tratarlo de esa manera, se lo merecía, y él solo quería y
anhelaba el perdón de Narel.
—Alex,
¿estás despierto?
—Sí,
preciosa. —Se acomodó de tal manera que ambos quedaran a la misma altura, al
menos ya le hablaba.
—Alex…
—Alexander la miró fijamente, ella se mordía el labio, estaba nerviosa—. Ven
conmigo a Glasgow por estos seis meses. —Narel sabía la respuesta a eso, y
hasta la noche anterior no quería preguntarle, pero todo en su cabeza había
cambiado desde que se gritaron.
—Es
complicado, preciosa. Tengo a Steph y a Josh…
—Pero
los podemos venir a ver cuando quieras o llevarlos, no creo que Marianne no te
deje llevarlos.
—Eso
lo sé, pero no es solo eso. Tú sabes mejor que cualquier persona que me gusta
estar con ellos por cualquier cosa que pase.
—Yo
sé que solo vives por ellos, pero serán seis meses y ya, no es mucho, eso pasa
en un abrir y cerrar de ojos.
—No,
preciosa. No me iré contigo a Glasgow. —Alexander le besó la frente y se
levantó, para comenzar a ponerse ropa. Narel se sentó para mirarlo—. Lo que te
dije ayer es verdad, una vez que te subas a ese avión, yo desapareceré de tu
vida, ya no te haré más daño.
Él
salió por el ventanal al balcón, se metería a la habitación de Garreth para que
los demás no supieran que pasó la noche con Narel, con uno que supiera era
suficiente. Además, le esperaba un largo día aguantando las caras de enojo de
Jesse y Ralph, esperaba que al ver que Narel ya le hablaba, se calmaran un poco
los ánimos de ellos dos. Después de desayunar iría por los niños, o quizás
antes, llamaría a Marianne para saber si los pequeños querían desayunar con él.
Narel, por otro lado, se dejó caer con frustración a la cama y unas lágrimas
rodaron por sus mejillas, las que no salieron la noche anterior. Mejor se puso
de pie, iría a preparar el desayuno para todos para pasar las penas cocinando.
**********
—Hola,
Marianne. —Alexander entró con los niños una vez que la dueña de casa abrió la
puerta. Stephanie se le lanzó a los brazos y Joshua corrió a sentarse en el
sillón a ver televisión.
—Alex,
¿qué haces aquí? —El recién llegado la miró dubitativo por esa pregunta.
—Vine
a dejar a los niños. —Marianne dejó a Stephanie sentada junto a su hermano—.
Gracias por dejar que se quedaran anoche, querían dormir con Nar y los demás
como despedida.
—Por
eso te pregunto por qué estás aquí y no en el aeropuerto. Nar dijo ayer que el
avión sale como en una hora más. Vete, Alex, si te apuras la vas a alcanzar a
ver.
—Sí,
dijeron que se irían temprano a dejarla, después de almorzar. Todos irían.
Nosotros, los niños y yo, nos fuimos antes al parque de diversiones, ellos
estaban felices. —Marianne lo miró, Alexander se había acuclillado frente a los
dos pequeños y los besaba.
—Ven,
te daré algo de beber. —Marianne caminó hacia la cocina, Alexander la siguió.
—Solo
un té.
—No
te daré alcohol, sé que ya no quieres volver a caer en eso.
—Se
lo prometí a Nar y cumpliré con eso. —Alexander se apoyó en el mueble de cocina
mientras Marianne le preparaba el té—. Hiciste un buen trabajo en el
departamento, te quedó bonito.
—Sí,
después de que mamá y papá se fueron, me cambió un poco la vida.
—¿Estás
viviendo con Jacob?
—Se
queda aquí algunas veces, sobre todo los fines de semana, cuando me quedo sola.
—Marianne lo miró y le pasó la taza, él la recibió y agradeció con una
sonrisa—. Pero no, no vivimos juntos aún y no tengo pensado hacerlo
prontamente. Estoy bien así, quiero terminar mis estudios.
—¿Vuelves
a clases mañana?
—Sí,
mañana tengo clases por la tarde.
—Me
gusta Jacob para ti, es buena gente.
—Y a
mí me gusta Nar para ti, lo siento por separarte de ella.
—Eso
ya está en el pasado, si Nar perdonó a tu mamá, yo no tengo nada que quejarme.
Marianne
lo miró, en parte con sorpresa. Ella siempre conoció a ese Alexander un poco
más relajado, podría decirse, que pensaba antes de actuar. Excepto por aquel
día en que engendraron a Joshua, en ese momento ninguno de los dos pensó lo que
hacía. Pero también tenía claro de que ese Alexander que conocía no era del
todo real, el de verdad era el que Narel veía, ese que se enojaba por todo,
celoso a más no poder, que gritaba cuando no salían las cosas como quería, que
arrancaba cada vez que podía. Marianne se dio cuenta de que nunca conoció del
todo al Alexander que Narel le describía.
—Conmigo
nunca fuiste así. —Alexander quitó la vista de la taza humeante y la fijó en
Marianne—. Nunca fuiste así de celoso y sobre protector. Siempre te preocupaste
por mí y estuviste en cada momento que te necesité, sé que dejaste muchas cosas
por mí, por estar para mí, y que sigues estando, pero nunca fuiste de la otra
manera.
—Yo
no soy celoso. —Fue la rápida respuesta de él, Marianne sonrió.
—Cuando
me enteré de lo tuyo con Nar entendí por qué cada vez que salíamos cuando
recién nos conocimos, teníamos que ser los tres y solo los tres. No querías que
nadie se le acercara. —Alexander notó que Marianne comenzaba a reír—. ¿Te
acuerdas de todas esas veces que fuimos a una heladería y terminabas peleando
hasta con el chico que servía porque Nar pedía de probar todos los sabores?
—Alexander frunció el ceño al recordarlo—. Te enojabas hasta porque los chicos
respondían sonriéndole por cortesía, ya que ella se quedaba como diez minutos o
más solo pidiendo y pidiendo muestras, aunque cuando ya se decidía, no era poco
lo que compraba.
—Por
eso no puedo dejarla sola, sino se comería todo lo que esté a su paso. Esa
boba, un día va a enfermar y… —Alexander escuchó a Marianne reír más fuerte.
—Siempre
estuviste enamorado de ella, Alex. Nunca voy a entender por qué te fuiste
conmigo.
—Es
complicado. —Alexander volvió a mirar la taza humeante al bajar la cabeza.
—Ven
conmigo, vamos a sentarnos un rato al balcón. —Alexander la siguió, necesitaba
un poco de aire y allí le iría de maravilla—. ¿Por qué es complicado?
Supuestamente me amabas. —Él la miró al sentarse, eso era verdad.
—Nar
era la intocable…
—Y
la in-mirable también. —Alexander la vio sonreír frente a él.
—Que
yo no soy celoso. —Marianne le hizo un gesto con la mano para restarle
importancia—. Era la intocable tanto para mí como para el resto. La conoces de
hace tiempo, sabes cómo era en esa época y sabes como sigue siendo ahora.
Inocente, inteligente para muchas cosas, pero muy boba para otras. No quería
que dejara de ser eso que es por enamorarse o sentirse enamorada…
—Siempre
la has amado y protegido…
—Me
prometí a mí mismo cuidarla hasta mi último respiro, a mí manera de cuidarla.
—Nunca
notó lo que sentías por ella.
—Si
lo hubiera notado, el mundo se habría acabado. —Ambos rieron por eso, Alexander
notó que Marianne sacó algo de su bolsillo y frunció el ceño—. Ahora fumas…
—Siempre
he fumado, de antes de conocerte, solo que nunca lo hice cerca de ti ni estando
contigo.
—¿Por
qué?
—Tenía
que ser una niña de bien.
—Tus
padres…
—Sí,
ellos querían que te atara a mí para siempre. Eres de buena familia, no nos
faltaría nada, así que tuve que dejar de hacer algunas cosas para que te
quedaras conmigo. —Alexander la vio bajar la mirada luego de soltar el humo—.
Quizás por eso también…
—Por
eso no me detuviste. —Marianne lo miró fijamente—. Por eso me dijiste que
siguiera sin importar, era tu manera de soltar toda la frustración que estabas
guardando a causa de tus padres. Conmigo no podías ser tú…
—De
la misma manera que tú no podías ser tú conmigo. Yo sé que esto. —Marianne le
enseñó el cigarro— para ti es asqueroso.
—Lo
es, espero que no lo hagas frente a los niños.
—Claro
que no, saco uno cuando estoy sola y siempre es aquí, en el balcón. Es mi
rincón de libertad.
—¿Hay
algo más que desconozca de ti?
—Bebo
más que tú. —Alexander sonrió, eso no podía ser verdad, solo Ashley bebía más
que él. Marianne abrió una puerta de un mueble que tenía en un rincón del
balcón.
—Oh,
vaya…
—Te
lo dije, y tengo de todo un poco, menos cerveza. Pero no te ofreceré nada.
—Marianne tenía allí una colección de licores.
—No
quiero nada de eso, yo ya estoy en otro nivel. —Marianne cerró la puerta con
llave—. Me alegra saber que nuestra separación no te afectó tanto.
—Me
afectó al principio porque me sentí confundida. Yo sabía que no te amaba, no
sabía si te había amado en algún momento, pero me afectó el pensar qué pasaría
con nosotros, los niños y yo, dependíamos por completo de ti.
—Siempre
te dije que no te faltaría nada, ni a ti ni a ellos.
—Lo
sé, pero también es cierto que tenía a mi madre diciéndome cosas y me dejé
engañar. Antes de conocerte, siempre hacía cosas a escondidas de ellos, en
rebeldía. Pero cuando te conocí y ellos supieron de ti y tu familia, sentí que
podría usar eso a mí beneficio, sacar partido y liberarme…
—Me
usaste…
—Al
principio sí, era una liberación salir de esa casa. El problema fue el
embarazo, eso no lo tenía planeado ni pensado ni nada… Joshua nos cambió la
vida a ambos… y luego llegó Stephanie y creo que con eso ya los dos nos dimos
cuenta de que solo nos quedaba un camino, a pesar de que los dos nos
sintiéramos frustrados.
—Yo
no estaba frustrado, yo quería una vida contigo. —Marianne lo miró dubitativa,
ella siempre pensó que eso se lo decía en forma de aceptación por su desdicha—.
Yo de verdad quería que todo funcionara entre los dos, yo sí te amé, Marianne.
Pude estar enamorado de Nar casi desde el momento en que la conocí, pero
también es cierto que te amé, me gustaste cuando te vi y pensé en ti varios
días hasta que me atreví a invitarte a una cita. Y me enamoré de ti, de tu
dulzura, de tu ternura, de tu forma de demostrarme amor. Todo eso era
completamente diferente a las locuras de Nar, y me enamoré. Cuando nació Josh
todo cambió, sentí que te amaba más e incluso pensé que ya solo amaba a Nar
como amiga, quería hacerte feliz, quería hacer las cosas bien por ti y por Josh,
quería que tuviéramos nuestra vida de cuento de hadas como Thomas y Helen.
—Alexander vio que Marianne derramó un par de lágrimas, así entendió que todo
sentimiento siempre solo fue por su parte y no recíproco—. Yo de verdad te
amaba, Marianne. Todas esas veces que te lo dije fue porque así lo sentía. Pero
tú te distanciaste después del nacimiento de Josh, ya no eras dulce y tierna
como cuando te conocí, ya no dejabas que me acercara tanto y te fuiste alejando
cada vez más y dejaste que tu madre se metiera cada vez más… Yo te necesitaba a
ti, entera, y tú solo me dabas las sobras.
—Alex…
—Marianne trató de interrumpir, nunca lo había visto hablar mientras le rodaban
lágrimas por las mejillas.
—Yo
sé y entiendo que para ti fue difícil, éramos unos niños cuando nació Josh,
apenas tenías quince años igual que yo. Sé que lo que tú dejaste atrás fue
mucho más que yo, que tuviste que suspender tus estudios, que tu estilo de vida
cambió por completo. Pero, yo de verdad quería, Marianne. De verdad quería
amarte toda la vida porque te lo merecías… Ahora, que veo todo desde el final,
siento que tú y yo nunca hubiéramos congeniado.
—No,
Alex, nunca lo hubiéramos hecho. —Marianne le tomó la cara y le limpió las
lágrimas—. Yo nunca quise hacerte daño, pero estaba atrapada…
—Yo
también me sentía atrapado… La diferencia fue…
—Que
tú tenías a Nar y cada vez que algo pasaba, te refugiabas en ella y volvías a
brillar. —Alexander asintió, limpiándose la cara luego de que Marianne lo
soltara—. Yo le dije a Nar que le dejaba el camino libre, se lo dije antes de
que supiéramos que Steph venía en camino. —Alexander la miró sin comprender—.
¿No lo sabías? —Él negó con la cabeza—. Se lo dije un día en que me di cuenta
de que ella te veía de otra manera, no solo como amigos. Ustedes pensaban que
ninguno de nosotros notábamos lo que sentían el uno por el otro, pero a veces
era demasiado notorio. Ella hubiera dado la vida por ti y tú por ella sin
siquiera pensarlo, y eso no lo hace cualquiera. —Alexander sonrió al pensarlo,
eso era verdad—. Los únicos que no notaban nada eran ustedes dos, por parte de
Nar era completamente normal, es decir, ella no se da cuenta de nada. Pero sí
fue raro que tú no te dieras cuenta… O solo no quisiste aceptarlo…
—No
lo sabía, ella siempre ha sido muy extraña con sus sentimientos, si no te lo
dice, no sabes lo que realmente siente.
—Ella
es así solo contigo porque no podía tener esos pensamientos para su mejor amigo
que, además, estaba casado. Cuando le dije que le dejaba el camino libre, me
dijo que no porque tú me amabas a mí. No pude seguir insistiendo, ella solo
pensaba en irse a Glasgow luego de terminar de estudiar.
—¿Querías
que te dijera que sí? ¿Qué te fueras de mi lado?
—Sí…
lo vi como medio de escape… a las pocas semanas de eso nos enteramos de Steph…
—Que
fue concebida por esas copas de más en el aniversario de tus padres… —Marianne
asintió, eso era verdad, ella siempre inventaba excusas para negarse a
Alexander, no siempre funcionaba, pero aquella vez se olvidaron de cuidarse, la
mayor preocupación de Marianne era no volver a embarazarse.
—Nunca
te vi tan feliz como en esas fotos que tomó el investigador de ti y Nar… Creo
que estás cometiendo un error al estar aquí y no en el aeropuerto.
—Solo
le he hecho daño, Marianne. Le dije que desaparecería de su vida una vez que se
fuera a Glasgow y lo haré. Por lo menos por estos seis meses, no sé cómo me
sienta cuando regrese, pero ahora es mejor que le dé su espacio lejos de mí.
—En
ese sentido tienes razón, no fue poco lo que hiciste.
—Ya
lo he dicho varias veces, pero nunca pasó por mi cabeza que funcionaría.
—¿Por
qué no dijiste nada después?
—Porque
Nar se fue a Canadá y no volvió bien, Thomas estaba preocupado por eso, al
principio no entendí, pero Thomas me confesó hace un par de días que fue porque
tuvo un accidente allá. —Marianne lo miró con cara de sorpresa—. Nadie sabe,
creo que solo le dijeron a Ashley, pero sin detalles. Y Thomas se dedicó a
llevarla al médico y ver su estado de salud, no entendí bien, pero creo que
puede afectarle en un futuro, por eso él y Helen están pendientes de todo eso…
Y… cuando comenzó a sentirse mejor por lo sucedido en Canadá… pasó lo de Leah y
luego lo de mamá… después… después…
—Después
empezaste a tener algo con ella y ya se te olvidó todo…
—Sí,
así fue… cuando empecé a tener algo con ella todo cambió, fue como…
—Volver
a nacer. —Alexander la vio fijamente, eso era verdad—. Lo mismo me pasó cuando
el investigador me dijo que estabas saliendo con alguien y le explicó a mamá
que podíamos demandarte por adulterio y obtener mayores ventajas. Cuando el
investigador nos mostró las fotos de ti y Nar yo me sentí liberada y me gustó
verte así de feliz, porque conmigo no lo eras. —Marianne notó que Alexander
miró hacia el horizonte, donde el sol ya casi desaparecía—. El avión ya despegó
¿verdad?
—Sí,
ya debería haberse ido hace un par de minutos.
—¿De
qué tienes miedo, Alex? —Él volvió a mirarla, eso lo sorprendió—. ¿Qué te
asusta tanto que no fuiste?
—De
irme con ella…
—¿Qué?
—Te
lo dije, Marianne. Solo le he hecho daño durante todo este tiempo, con
mentiras, con estupideces, solo daño… Ella iba a rechazar ese curso para
quedarse conmigo, lo sabes. Pero ¿realmente me merezco eso de ella? No lo creo…
Antes de irse… la noche antes del almuerzo… me dijo que me fuera con ella y yo
le dije que no…
—Pero
¿por qué? Debiste ir con ella.
—Porque
no puedo, porque tengo responsabilidades aquí en Londres…
—Si
lo dices por los niños, estás equivocado. Ellos adoran a Nar y si los quisieras
llevar unos días contigo y con ella, yo no tengo ningún problema. Así que no
los uses.
—No
es solo por ellos… Tengo que trabajar en la oficina, estar al pendiente de
otras cosas…
—Son
solo excusas sin sentido, Alexander. Acepta que te dan miedo los grandes
cambios y salir de donde te sientes protegido. Te da miedo que estando solos
los dos no funcione o pase algo y no puedas arrancar donde siempre. Ustedes dos
tienen un carácter explosivo, pueden llevarse muy bien y al mismo tiempo muy
mal, pero aun así se aman y, a pesar de que siempre dicen que Nar no se da
cuenta de nada, tiene muy claro eso y por eso es la que siempre da un brazo a
torcer por ti, para seguir por ti, para tenerte a ti… Es ella la que está en el
lugar que tú estabas conmigo… —Alexander se quedó sin habla, solo mirándola,
desde ese punto de vista Marianne tenía razón—. Debiste irte con ella.
—Ya
es tarde…
—Alex,
¿qué harás ahora?
—No
lo sé, me tomaré unos días de vacaciones y pensaré todo con tranquilidad.
—¿Quieres
llevarte a los niños? —Alexander se sorprendió por eso, era lo que quería—.
Josh entra mañana a clases, pero Steph estará en casa todo el día, puedes
llevártelos a los dos y hacer toda la rutina completa.
—Les
preguntaré si quieren.
Alexander
se levantó y entró a ver a sus hijos, los dos sentados en el sillón viendo
televisión, les preguntó si se querían ir con él por unos días y ambos dijeron
que sí, felices. Solamente Joshua se sintió un poco frustrado porque Alexander
le dijo que él les leería cuentos, no se los inventaría, y el niño quería
cuentos inventados como los que les relataba Narel para dormir. Pero, aun así,
Marianne les arregló una mochila con algunos juguetes, porque tenían de todo en
la habitación de Narel, y se fueron con su padre por tiempo indefinido.
Alexander le avisó a Thomas que se los llevaba por un par de días en el camino
a casa, llegaron con pocos minutos de diferencia, los del aeropuerto primero.
—Te
estuvo esperando. —Thomas le dijo al mirarlo, los niños subieron corriendo la
escalera porque Elijah les mostraría un juego nuevo.
—Lo
sé, me mandó unos mensajes. —El mayor no notó síntomas de que estuviera
bebiendo, pero sí de llanto.
—¿Por
qué no fuiste?
—Porque
tenía miedo… —Thomas lo abrazó.
—Todo
va a estar bien, Alex. —Thomas lo tomó de los hombros y lo miró—. ¿Puedes ir a
ver a Nick antes de irte a dormir? No está bien.
Alexander
asintió y subió, tenía ganas de darse un baño primero y luego vería a su
hermano. Imaginaba que no se sentiría para nada bien con la partida de Narel,
él era su bebito mayor. Thomas, por otro lado, tomó su teléfono y llamó a
Marianne para agradecerle que dejara a los niños con Alexander, ambos sabían
que ellos serían su contención. Desde aquella noche la habitación de Narel se
transformó en la de Alexander.
**********
Nicholas
lo perdonó a los pocos días. La casa se sentía diferente y el sabor de las
comidas había cambiado, pero todos se decían a sí mismos que solo sería por
seis meses y volvería la normalidad. Las clases habían comenzado para los más
pequeños y Alexander se tomó algunas semanas libres de la oficina, aunque a
veces Thomas lo necesitaba y tenía que ir sí o sí, en esas ocasiones dejaba a
Stephanie con Helen. Como estaba de vacaciones él la cuidaba cuando Marianne
estudiaba y así no tenía que dejarla con alguna niñera. Alexander le preguntó a
Helen si estaba de acuerdo con cuidarla una vez que él volviera a trabajar, a
lo que su cuñada respondió con gusto de que sí, que ella la vería.
Narel
llamaba a Alexander todos los días, varias veces, pero él nunca respondía. Lo
mensajeaba seguido, pero nada respondía. Con el paso de los días comenzaron a
disminuir, Alexander esperó que fuera porque ya había empezado el curso y
necesitaba estudiar, no quería pensar que se había aburrido de insistirle.
Sabía el horario que tenía clases, así que cuando ella estaba en eso, llamaba a
Ashley para saber cómo iba todo por Glasgow. Así fue como se enteró de que
Steven quería volver a tener algo con ella, Narel había terminado con él al día
siguiente que se cortó los rizos, aun así él la invitó al concierto porque
sabía que era uno de sus sueños. Pero ella no quería nada con nadie. Ashley le
dijo que él era insistente y no se rendía con nada, como Narel. Y que la
llevaría a conocer a sus padres. Aquello logró que la respiración de Alexander
se detuviera por unos momentos, esperaba que todo saliera mal en esa reunión.
Para su poca fortuna, Ashley le mandó una fotografía de Narel cenando con
Steven y la familia de este, todos reían y disfrutaban. Alexander sintió ganas
de romper su promesa y responderle los mensajes, pero se contuvo.
De
Londres iban, prácticamente, todos los fines de semana a verla, el único que no
iba era Alexander con sus hijos. Siempre llegaban contándoles historias de lo
que hacían, de lo que veían, de cómo estaba todo por allá. Y su teléfono se
llenaba de mensajes preguntando por qué no fue. Con el pasó de las semanas cada
vez eran menos preguntas. Cuando se cumplieron cinco meses de su estadía en
Glasgow, los mensajes y llamadas eran casi inexistentes. A los seis meses, ya
no llegaba ninguno. El día tan esperado de su regreso al fin estaba a la vuelta
de la esquina, Alexander contaba las horas, Thomas le dijo que no irían al
aeropuerto porque arrendarían un auto con Jesse para que les salieran más
económico el largo viaje de vuelta a la casa de campo, así que todos se
quedaron esperando allí.
—¡Ya
estamos aquí! —Alexander se levantó de un salto, aquella era la voz de Ashley—.
Hola familia, que no me fue a visitar ningún día, sino que solo a la boba.
—Helen abrazó a su hermana, tras ella, Brandon, entraba unas maletas.
—¿Dónde
está? —preguntó Alexander mirando por encima del hombro a Brandon.
—¿Quién?
—Ashley lo miró como si estuviera loco.
—¿Dónde
está Nar? —Alexander frunció el ceño.
—¿Nadie
le dijo nada a este idiota? —Ashley los miró a todos, ninguno tenía rastro de
culpabilidad, rodó lo ojos—. Nar se fue a Italia ayer, con Steven. Vuelo
directo desde Glasgow.
Y
Ashley lo notó, Alexander palideció y el mundo se le fue al suelo. Pasó por
entre los dos recién llegados y subió a grandes zancadas, no salió de la
habitación en todo lo que quedaba de mañana, con el teléfono en la mano,
decidiendo si marcar o no. Los demás le comentaron a Ashley de que no le
dijeron nada porque fue su decisión alejarse y respetarían aquello, ella les
encontró la razón.
—Me
voy a Italia. —A Ashley se le cayó el tenedor de la mano, estaban almorzando y
Alexander salió de la habitación, interrumpiendo para decir eso.
—¿Qué?
—Me
voy a Italia, Thomas. Necesito más vacaciones, ya compré el pasaje y volveré
cuando tenga que volver.
—No,
espera…
—Nos
vemos.
Y
salió, tan rápido como entró y habló, los demás notaron que llevaba una mochila
al hombro. Thomas lo siguió, pero no pudo hacer mucho porque un taxi lo
esperaba afuera y desapareció apenas Alexander subió y cerró la puerta.
Nicholas, George y Garreth comenzaron a hablar entre sí, sonriendo porque al
fin su hermano se ponía de acuerdo y hacía algo productivo. Thomas, cuando
volvió, también tenía una sonrisa de oreja a oreja. Ashley solo resopló,
esperando que el estúpido ese al menos supiera en qué hotel se estaba quedando
Narel.
—Vamos,
Georgie. Tenemos que llamar a Nar para avisarle que Alex va en camino.
—Nicholas se levantó, su amigo lo siguió.
—Si
van a llamarla, yo también voy para ver cómo está y para preguntarle algunas
cosas. —Garreth los siguió.
—Yo
igual, Garreth. —Elijah detuvo a su tío tomándolo de la mano.
—¿Creen
que se enoje porque Alex va? —George miró a Nicholas—. ¿Y si también llamamos a
Alex y le decimos que Nar se está quedando en la misma habitación de Steven?
—Esa
es una muy buena idea, Georgie. —Nicholas abrazó a su amigo y ambos sonrieron.
—Un
momento ustedes cuatro. —Thomas los detuvo sin siquiera levantarse de la mesa—.
No van a llamar a nadie y se vuelven acá ahora mismo.
—Pero…
—Nicholas protestó, los otros dos mayores solo miraron.
—Tienen
que lavar todo lo sucio y después, ustedes tres. —Thomas miró a George,
Nicholas y Elijah—. Tienen clases mañana y tú, Garreth, me debes un informe.
—Pero…
—Ese reclamo fue por parte de los cuatro.
—Están
muy ocupados para estar perdiendo el tiempo con video llamadas. —Los cuatro se
devolvieron y se sentaron donde antes.
—¿Por
qué? —Nicholas preguntó con frustración.
—Siempre
hemos sido todos en esa relación. —George se dejó caer estirando los brazos
sobre la mesa.
—Porque
ya es tiempo de que esa relación sea solo de a dos, y nadie se meterá en el
medio.
—¿Y
si le vuelve a hacer daño y se corta de nuevo los rizos? —Todos miraron a Leah
que había preguntado, Brandon comenzó a reír.
—No
creo que Alex sobreviva si le vuelve a hacer algo, estuvo practicando un poco
de… ¿cómo fue que le llamaba? —Brandon miró a Ashley.
—Súper
karate-doo-xing. —Garreth sonrió por ese nombre.
—Dijo
que debía seguir la línea que llevaba de entrenamientos y en Glasgow no había
nada que le gustara, así que iba a esas cosas de peleas.
—Tú
vas a ser una princesa, suave y delicada, no como la loca de tu hermana. —Emma
le sonrió a su madre cuando le habló.
—Si
Alex va a Italia… —Nicholas volvió a acaparar la atención—. ¿Nosotros también
podemos ir?
—Sí,
pero primero vamos a ver qué tal le resulta todo. —Thomas le respondió, los dos
chicos le respondieron con una enorme sonrisa.
**********
Alexander
golpeó la puerta insistentemente, Brandon le había dicho que Narel estaba en
Milán, sabía que Ashley sería una tumba y no le diría nada. Ya teniendo la
ciudad, fue fácil encontrar el hotel en donde se alojaba, es decir, con solo
saber que estaba a cargo de Thomas, la cantidad se reducía enormemente. Thomas
buscaría el lugar más seguro de todos, y así fue. Continuó golpeando, su mayor
miedo era que le abriera Steven, no sabía cómo reaccionaría si eso pasaba. Pero
fue la cara de frustración de Narel lo que vio cuando al fin se abrió la
puerta, y se la cerró en la cara. Alexander frunció el ceño por eso, pero
alcanzó a detenerla antes de que se cerrara por completo.
—¿Qué
haces aquí? —Narel rodó los ojos al verlo entrar y cerrar la puerta.
—Esa
pregunta la debería hacer yo. —Alexander solo se dedicó a mirarla, habían
pasado seis meses sin verla, escucharla, sentirla, y al fin la tenía unos
cuantos metros al frente—. Vine de vacaciones a Italia y me encuentro con que
estás en la habitación que me pasaron.
—¿Viniste
con alguna de tus nuevas novias? —Alexander sonrió de medio lado por esa
ingenuidad—. ¿Por qué…? —Él la vio fruncir el ceño—. Mentiroso. Si te hubieran
pasado esta habitación, tendrías llave. —Alexander soltó una carcajada por eso.
—¿Por
qué asumiste que venía con alguien?
—Porque
es una habitación para parejas. —Alexander miró alrededor y entró en la cuenta
de que ella tenía razón, la observó con sorpresa, eso solo significada que ella
se estaba quedando allí con Steven—. Y si me dices que te pasaron esta, es
porque vienes acompañado con una de tus tantas novias.
—No
soy Ralph. —Alexander dio unos pasos al frente, para acercarse.
—Pero
poco te falta.
—Dime
que estás sola aquí —susurró tomándole unos rizos, que estaban más largos que
la última vez, ya le llegaban al cuello.
—¿Con
quién más estaría? —Narel preguntó un tanto confundida por eso.
—Con
Steven.
—¿Por
qué estaría con él? —Alexander la miró fijo a los ojos al tomarle la cara entre
las manos, brillaba más que la última vez que la vio, pero aún le faltaba algo.
La besó.
—No
tienes idea de cuánto te extrañé.
—No
creo que mucho porque no me llamaste ni… —Él volvió a besarla, Narel lo abrazó
por la cintura—. ¿Has estado haciendo pesas?
—Tenía
que quitarme el estrés.
—No
te he perdonado.
—Yo
sé que nunca vas a hacerlo, pero al menos déjame estar cerca de ti…
—Tú
desapareciste…
—No
lo volveré a hacer…
—Tendrás
que hacerlo ahora porque voy a salir con Steven. —Alexander sonrió, pero no se
alejó de ella.
—Eso
no es cierto.
—Claro
que sí, debería estar por llegar.
—Si
estuvieras con él, no me hubieras besado.
—Una
cosa no tiene nada que ver con la otra, yo puedo salir con Steven y besarte, no
tengo compromisos con nadie. —Alexander sonrió más.
—¿No
eres su novia?
—Claro
que no.
—Mataré
a Ashley. —Alexander volvió a besarla—. No vas a salir con él.
—Pero
tengo hambre. —Él la miró y se separó un poco de ella, ya era casi la hora de
cenar, entendía que estuviera así—. ¿Solo trajiste esa mochila?
—Sí…
¿Por qué preguntas eso? —Narel la jaló para quitársela de los hombros.
—Vamos
a comer algo. —Lo tomó de la mano y lo tironeó para salir—. Desde que vine la
otra vez que quiero ir contigo a comer pastas y helado, tu comida favorita en
la cuna de la pasta. —Alexander aprovechó la ocasión y entrecruzó los dedos
mientras era arrastrado hasta el ascensor—. Vamos a comer porque muero de
hambre.
—¿Y
Steven?
—Solo
te lo dije para ver si te ibas, como siempre. —Alexander frunció el ceño—.
Vamos a tener unas mini vacaciones por esa que nos perdimos. —Él la miró, ya
habían salido del hotel e iban caminando por las calles de Milán—. No vas a
estar mucho tiempo aquí, así que abusaré de tu billetera. —Las cejas de
Alexander se transformaron en una.
—¿Por
qué dices que no estaré mucho aquí? ¿Cuánto tiempo tienes pensado quedarte?
—Narel se detuvo frente a un restaurante de estilo rústico, Alexander notó que
le brillaban los ojos, era al lugar que quería llegar y entendió muy bien por
qué lo llevó allí, todo era de madera.
—No
lo sé, unos dos años quizás.
—¿Qué?
—Narel le soltó la mano y entró para pedir una mesa—. No es cierto.
—Yo
vine a estudiar, Alexander. Y si todo sale bien, me quedaré para siempre.
Alexander
se quedó de piedra por eso. Ella, en cambio, siguió al mesero que le indicó
donde podían sentarse y le pasó la carta. Luego de un rato reaccionó y se fue a
sentar junto a ella, sin dejar de mirarla, se veía demasiado tranquila para
haber dicho aquello, además Thomas le hubiera comentado lo que pensaba hacer…
aunque, como él fue quien se alejó, los demás dejaron de darle noticias.
Alexander se quedó fijo mirándola pedir, como él no reaccionaba del todo aún,
ella eligió por los dos, lo conocía y sabía bien lo que le gustaba.
—No
quiero que te quedes.
—No
es tu decisión.
—Pero
vas a estar sola. —Narel lo miró, ambos ya estaban comiendo.
—No
lo estaré, Ash consiguió trabajo aquí y se quedará conmigo. —Narel notó que
Alexander no tenía idea de eso, por la cara de sorpresa que puso—. ¿Sabes lo
que pasó con Brandon? —Él negó con la cabeza, apenas había hablado con ellos
cuando llegaron, no se enteró de nada—. Brandon fue invitado a trabajar en el
CERN, es lo más genial de la vida, trabajar en el CERN. No cualquiera lo hace y
a él lo invitaron, Ash se quedó con el mejor novio de todos. —Alexander frunció
el ceño por eso—. Jesse también estuvo a punto, ¿puedes creerlo? Jesse… ese
descarriado, todo un científico. Pero él quiere seguir otro camino. La muy boba
de Ash no tenía idea del CERN. —Alexander sonrió tímidamente, si no fuera
porque ella estuvo hablando sin parar sobre aquel lugar durante casi un año, él
tampoco tendría idea de lo que es—. Y el lugar más cercano en que encontró
trabajo Ash fue aquí, así que nos mudamos. Les sale mucho más fácil y cerca
viajar de aquí a Suiza y al revés, que de Londres a Suiza y al revés.
—Pero…
—Mañana
tengo pensado ir a mirar las casas que Thomas encontró y elegir una para las
dos o tres, cuando Brandon venga.
—Estas
pastas sí están buenas. —Narel lo miró frunciendo el ceño—. Las tuyas igual,
pero…
—Ya
olvídalo.
—Nar…
—Alexander le tomó la mano, había terminado de comer, Narel lo miró a los ojos,
los tenía brillosos.
—Primero
tengo que aprender el idioma, si no hablo italiano casi como nativo, no podré
quedarme a estudiar, tengo seis meses para ser una experta. —Alexander
entrecruzó sus dedos con los de ella, sentados uno frente al otro.
—Pero
yo vine a buscarte…
—Gracias,
Alexander. Pero no estoy perdida, estoy buscando mi lugar en el mundo. —El
mesero les llevó el helado.
—Tu
lugar es en Londres, conmigo… con nosotros…
—No
estuviste conmigo en Navidad ni mi cumpleaños. —Alexander la miró, en ese
momento ella tenía los ojos brillosos—. Dos años que no estuviste conmigo… Te
esperé en Glasgow ¿sabes? Para Navidad cuando llegaron todos y para mi
cumpleaños… Y no estuviste… ni siquiera un mensaje… —Narel soltó su mano y
comenzó a beber del helado—. ¿Por qué dices que mi lugar está contigo si tú no
estás conmigo? Yo nunca te dejé solo, Alexander.
—Estoy
aquí ahora…
—El
río suena mucho ¿verdad? —Él la miró, ella le sonreía, pero entendió a lo que
se refería, ya había pasado demasiado entre ellos como para simplemente creer
que todo se arreglaría de la manera fácil.
—Tendré
que aprender a silenciarlo entonces. —Narel lo miró dubitativa, eso no se lo
esperaba, Alexander era de los que se rendían con facilidad en temas como ese—.
¿Qué se puede hacer en Milán? —Él la vio sonreír enormemente.
—Cuando
Ash me dijo la otra vez que viniéramos a Milán, siempre le dije que no porque
no había más que ropa. Pero hay lugares geniales, vamos a recorrerlos todos,
Alex.
Alexander,
al mirarla, recordó cuando Nicholas le contó que no pudo decirle que no cuando
recogió a George. Ella en ese momento tenía aquella mirada y sonrisa que era
imposible negarle algo. Terminaron de cenar y salieron de allí, se fueron
caminando lentamente de vuelta al hotel, tomados de la mano. A esa hora la
mayoría de las cosas estaban cerradas, pero Narel lo llevó por algunos lugares
que quería enseñarle de noche. Alexander aprovechó de besarla cada vez que
pudo, por eso no fue raro que, al volver al hotel, la abrazara con fuerza y la
llevara a la habitación.
—Odio
tus pesas. —Narel le dijo cuando él la cargó y la apretó entre sus brazos.
—Y
ellas te odian a ti, porque cuando estoy contigo, no las necesito. —Alexander
la acostó en la cama con él encima—. Voy a recuperar el tiempo perdido.
**********
El
teléfono de Alexander vibraba insistentemente desde que llegó a Italia. Él lo
dejó en silencio y lo metió en la mochila para no ser interrumpido, pero ya era
de mañana y mejor lo veía, sabía que era Thomas quien lo fastidiaba tanto.
Bostezó al mirar el aparato con todas aquellas llamadas, tenía unos mensajes de
Marianne. Los abrió, pensando que le pudo pasar algo a los niños, pero solo
eran buenos deseos por parte de ella para que arreglara todo con Narel. Sonrió,
hablaba más con ella ahora que cuando estaban juntos. Miró alrededor y notó que
el computador portátil de Narel estaba en la mesa de la cocina, para ser una
habitación de hotel, era bastante completa. Se sentó y lo encendió, llamaría a
Thomas por video llamada aprovechando que Narel aún estaba acostada.
—Hola,
Thomas —dijo una vez que se conectó—. ¿Cómo está todo por casa? —Su hermano
mayor tenía el ceño fruncido.
—¿Por
qué no respondiste las llamadas?
—Estaba
ocupado. —Alexander volvió a bostezar, había dormido casi nada la noche
anterior.
—Veo
que llegaste bien.
—Estoy
bien, Thomas. No te preocupes.
—¿Estás
con Narel?
—Está
dormida aún, no la quiero despertar.
—Hola,
Alex. —Helen se asomó en la pantalla—. Veo que te fue bien, para estar sin
camisa… —Los dos de Londres lo vieron enrojecer.
—No
tanto… me dijo que se quedará aquí para siempre…
—Ya
lo sabemos, por eso quería hablarte, pero te fuiste demasiado rápido. —Thomas
lo miró fijamente, su hermano se veía triste, pero tenía los ojos con ese
brillo similar al de Narel.
—Alex
¿ya preparaste el desayuno? —Alexander la miró salir de la habitación con la
camisa de él puesta—. ¿Qué haces? —preguntó al acercarse y abrazarlo por la
espalda—. Hola, Thomas. Hola, Helen. —Luego de saludar, le besó la mejilla a
Alexander.
—Hola,
enana. Estaba por llamarte.
—¿Ya
es la hora de la llamada? —Narel preguntó mirando el reloj en el computador.
—¿Hora
de la llamada? —Alexander la miró y aprovechó de besarle la mejilla, como ella
lo tenía aún abrazado por la espalda, le quedaba cerca.
—Thomas
me llama todos los días a unas horas en especial. —Alexander miró a Thomas que
asentía—. Thomas, estoy embarazada. —Todos lo vieron palidecer, Narel había
dicho eso con tanta naturalidad que, si no fuera porque solo llegó la noche
anterior, Alexander le hubiera creído.
—No
le hagas esas bromas, boba. Mira cómo dejaste a tu padre. —Helen tomó el poder
del computador para seguir hablando, ambas reían, Alexander notó que de a poco
el color le volvía a su hermano que optó por quedarse en silencio, pero no le
quitaba los ojos de encima. Alexander se sintió incomodó por eso, sentía que su
hermano era capaz de matarlo a través de la pantalla. Narel con Helen seguían
hablando animadamente—. ¿Tienes novio de nuevo?
—Claro
que no, Helen. —Alexander frunció el ceño, pero no la miró, Thomas seguía
serio—. Lo que Alexander y yo tenemos solo es físico. —Helen soltó una
carcajada al otro lado—. Iré a ver las casas hoy, Thomas. —Alexander notó que
su hermano volvía en sí.
—Cuando
encuentres una que te guste, me avisas y la vemos.
—Bien…
—Yo
iré con ella, Thomas. Le ayudaré a elegir.
—¿De
verdad? —Narel lo miró y Alexander a ella, quedando a solo unos centímetros.
—Tengo
que callar ese río. —Alexander le dio un beso fugaz, para que Thomas no saliera
de la pantalla a matarlo—. Te avisamos apenas encontremos una, Thomas.
—Bien…
—Nos
iremos a desayunar ahora. —Alexander sonrió de medio lado al ver el ceño
fruncido de su hermano—. Los llamamos después. —Y bajó la pantalla, cortando la
comunicación. Le tomó la mano a Narel y la sentó encima, de frente a él.
—Vamos
a desayunar que hace hambre y luego a ver las casas. —Narel lo rodeó por el
cuello.
—Sí,
pero antes te quitas mi camisa porque yo no te la presté.
Y,
antes de que ella pudiera reclamar, la besó. Luego le quitó todo lo que le
estorbaba.
Salieron
después de bañarse y pasaron a desayunar a algún lugar pintoresco. Alexander
simplemente se dejaba guiar, pero mientras desayunaban trazaron un recorrido
para visitar las casas que Thomas le había encontrado. Pasearon por aquellas
calles tomados de la mano y miraron cada una de las residencias como si las
fueran a arrendar para ambos. Algunas entraron a mirarlas, otras solo le bastó
ver el lugar en donde quedaban para salir de allí, a pesar de que a Narel le
gustaron la mayoría, era Alexander quien terminaba viendo los detalles que a
ella le pasaban desapercibidos. Hasta que se decidieron por una. Alexander se
quedó conversando con la persona a cargo mientras Narel recorría cada una de
las habitaciones, además de subir y bajar corriendo la escalera a cada rato.
Parecía una niña con el mejor de los juguetes. La vio llamar a Thomas para
mostrarle la que habían escogido, Alexander aprovechó la oportunidad para
dejarlo hablando con la persona que les arrendarían por dos años y él se fue
con Narel, que lo arrastró por todos lados.
—Se
siente como si estuviéramos buscando una casa para los dos, Alex. ¿No es
genial? —Alexander la vio meterse a unas de las habitaciones de arriba, solo
sonrió al mirarla tan feliz.
—Ya
hablé con tu hermano, está todo listo. —El encargado de la casa llegó junto a
él y le entregó el teléfono—. Aquí están las llaves, dos copias, y mi número.
El contrato se lo enviaré a tu hermano, como la casa está completamente
amoblada, el cuidado es especial.
—No
se preocupé, se le entregará en las mismas buenas condiciones que está ahora.
—Alexander le dio la mano para cerrar el trato.
—Cualquier
cosa, me llaman.
—Gracias.
El
encargado se fue y Alexander subió, era verdad lo que decía, se sentía como que
estaban buscando una casa para ambos. La abrazó por la espalda y le entregó el
teléfono, Narel comenzó a llamar a Ashley, él frunció el ceño porque quería un
momento tranquilo con ella, pero entendió que quisiera llamarla porque sería la
casa en que ambas vivirían. Narel comenzó a pasearse por todos lados con el
teléfono, él simplemente la seguía, le llamó la atención de que no se metería a
una habitación. Hasta que escuchó decirle a Ashley que esa la había escogido
para ella porque tenía la ventana con la vista a Suiza y un armario más grande
que toda la casa, para toda la ropa que tenía. Después de que terminó, fue
Narel quien lo abrazó y él le besó la frente. Al día siguiente dejarían el
hotel y comenzarían a acomodar todo en la casa. Ella le dijo a Alexander que se
quedaría con la habitación que miraba hacia Londres, y la que sobraba la podía
usar él si tenía ganas de ir a visitarlas. Alexander solo sonrió al escucharla,
él no usaría esa habitación si podía dormir con ella, estaba más que loca si
creía de verdad en esas palabras.
**********
Cuando
golpearon a la puerta, los dos se miraron sorprendidos, dejando lo que hacían.
El día anterior se habían quedado hasta tarde revisando que todo funcionara
como debía en la casa arrendada, además de ver qué necesitaban comprar. Y ese
día dejaron el hotel temprano para continuar habilitando la casa. Pero no se
esperaban que llegaran visitas tan pronto, apenas llevaban un par de horas
allí. Alexander se acercó a la puerta con el ceño fruncido luego de escuchar a
Narel decirle que quizás eran los amables vecinos que iban a saludar y dar la
bienvenida, Alexander solo pensó que no quería a ningún personaje del género
masculino cerca, ni a mil kilómetros a la redonda, no estando ella sola. Abrió
la puerta.
—¡Nar!
—¡Nick!
Y
Alexander simplemente se tuvo que hacer a un lado, porque pasó a ser por
completo invisible, y si no se movía, lo movían. Allí estaban Nicholas con
George abrazando a Narel sin soltarla. El único que lo saludó fue Garreth, para
los otros dos él no era nada.
—Ya
basta —dijo tomando a Narel de la cintura y separándola de los recién
llegados—. ¿Qué hacen aquí?
—¡Garreth!
—Pero nuevamente fue ignorado, porque Narel se lanzó a los brazos del
mencionado—. Te extraño tanto, tanto. —Y la ceja de Alexander se volvió a
transformar en una sola.
—Te
trajimos el computador, Thomas dijo que se lo pediste. —Nicholas le pasó un
bolso, con una enorme sonrisa.
—Pero
dijo que lo mandaría por encomienda.
—Nosotros
somos la encomienda. —George, junto a Nicholas, le sonreía de la misma manera.
Alexander frunció el ceño.
—Llamaré
a Thomas para avisarle que ya llegaron. —Caminó donde Narel, la rodeó con un
brazo por la cintura y la separó de Garreth—. Llamaremos a Thomas. —Comenzó a
caminar a la sala, con ella colgando—. Y ya basta, a mí no me dijiste que me
extrañaste.
—Porque
lo que tengo contigo solo es físico. —Garreth comenzó a reír a carcajadas al
escucharla, los dos menores solo miraron todo.
—Nar,
Ash te mandó esto. —Nicholas se acercó con un bolso, Alexander la bajó para que
lo recibiera.
—Ash
es una boba —dijo al mirar lo que era, luego subió corriendo a la habitación.
—A
ti te mandó esto. —George se acercó a Alexander con un sobre, él lo sacó y lo
leyó. El papel solo tenía una frase «André Rieu estará en Italia, deja de ser
tan idiota».
—¿No
pueden darnos solo un poco de paz? Apenas llevo dos días aquí y ya llegaron
todos. —Alexander sacó su teléfono del bolsillo, sus tres hermanos le sonreían
enormemente.
—¿Hasta
cuándo se quedan? —Narel les preguntó al bajar corriendo, Alexander frunció más
el ceño al verla de esa manera, cualquier cosa le podía pasar al correr así—.
¿Para toda la vida?
—Nar,
mira. —George atrajo toda su atención al pasarle un papel—. Ya soy legalmente
parte de la familia. —Narel lo abrazó por el cuello y lo besó por todos lados
en la cara, el chico solo se dejó. Alexander tomó el papel para leerlo.
—¿Thomas
terminó el trámite para ser tu tutor legal?
—Sí.
—George le respondió a Alexander, Nicholas abrazó a Narel con George incluido—.
Pero no me cambiaré el apellido, seguiré con Collier por honor a mi abuelo.
—Vamos
a comer para celebrar.
—No,
claro que no. —Alexander volvió a tomarla de la misma manera para separarla de
sus hermanos—. Thomas… No, nada… Solo para avisarte de que ya llegaron… Sí…
Gracias… Y ahora tú. —Metió el teléfono al bolsillo y la observó fijamente,
brillaba otra vez—. No vamos a ir a comer nada, lo único que haremos será subir
a esos tres de vuelta a un avión.
—Claro,
claro, lo que digas. De paso vamos a comer. —Narel lo ignoró y giró, abrazando
a Nicholas. Alexander solo frunció aún más el ceño—. Nick, ya deja de crecer.
—El menor solo sonrió al bajarla—. ¿Se acuerdan de la pizzería esa que comimos
en Milán la otra vez?
—¿Esa
de las pizzas más ricas del mundo? —Narel asintió con una enorme sonrisa a
George para responderle.
—Esta
aquí, a la vuelta, y ya es hora de comer, así que vamos. —Narel giró y se le
colgó del cuello a Garreth—. Vamos a competir quien come más pizza, Garreth.
—Los cuatro comenzaron a salir de la casa, Alexander se quedó atrás mirando
todo—. Si no te apuras, te vas a quedar sin pizza, Alexander.
Rezongando,
el mayor de todos cerró tras de sí y se fue con ellos, Nicholas con George se
pararon a su lado para caminar, le llevaban noticias de Londres, Marianne con
los niños le mandaron algunos mensajes y otras cosas. Adelante Narel seguía
abrazada de Garreth mientras caminaban. Alexander no le dijo nada, sabía que si
su hermano estaba allí sin Melissa era porque algo había pasado entre los dos,
y cada vez que eso sucedía, Garreth arrancaba con Narel para sentirse mejor.
Lo único
bueno de la llegada de sus hermanos, según Alexander, fue que terminaron rápido
los arreglos de la casa. Tomó su computador y se sentó en el comedor, el
espacio era mucho más pequeño que en Londres, pero Narel le comentó que más
grande que Glasgow y que estaba bien. Por eso, mientras él estaba en el
comedor, a su espalda quedaba la sala de estar y los demás jugaban cartas. Se
conectó luego de unos minutos la llamada, quería hablar con Marianne y ver a
sus hijos. Todo iba bien, al principio, hablaba con los niños y ellos le hacían
preguntas, hasta que comenzaron los gritos. Joshua se asomó por completo en la
pantalla, Marianne estaba con Stephanie en los brazos y el niño sentado junto a
ellas, pero tenía que gritar apoyando a Narel. Alexander giró frunciendo el
ceño al mirar lo que sucedía, esos cuatros estaban peleando casi como
luchadores de sumo y Joshua le hacía barra a Narel, que los golpeara a todos.
Intentó silenciarlos, pero era completamente invisible. Se despidió de Marianne
y los niños y se puso de pie, agarró a Narel por la cintura y la separó de los
demás.
—¿Qué
crees que haces?
—Les
estoy enseñando los golpes que aprendí en Glasgow, el mundo está cada vez más
loco y mis bebitos necesitan aprender a defenderse. Sobre todo Nick.
—¿No
se podían quedar quietos solo un segundo? —Alexander la bajó, los cuatro lo
miraron, estaba enojado—. Hablaba con mis hijos.
—Lo
sentimos, Alex. —Nicholas le pasó un brazo a Narel por los hombros al
levantarse—. No lo volveremos a hacer.
—Bien…
—dijo con fastidio y giró para volver a sentarse donde antes, comenzó a marcar
otra vez. Pero, antes de que se conectará, los gritos volvieron—. ¡Dijeron que
se quedarían quietos!
—¿Por
qué estás llamando a Thomas? —Narel le preguntó al levantarse—. ¿Por qué llamas
a Thomas sin avisarnos? —Ella buscó sus anteojos y se sentó, con un libro en la
mano. Nicholas con George se acomodaron en el suelo a jugar cartas. Garreth,
junto a Narel, comenzó a hacer el crucigrama del periódico. Alexander se dio
con la mano en la cara.
—Hola,
Alexander. —Thomas apareció en la pantalla, Alexander giró a mirarlo—. Veo que
tienes a todos tranquilos por allá, ojalá fueran así aquí.
Alexander
se encogió de hombros y solo suspiró, continuó hablando con su hermano, ya que
debía presentar unos informes y al salir tan rápido de Londres, olvidó
enviárselos y terminarlos. Thomas le recordó, cuando lo llamó mientras estaban
comiendo, de que no estaba de vacaciones como dijo, sino que simplemente hizo
abandono laboral. Alexander se alejó de sus hermanos mientras comían para
hablar con Thomas, así le confesó que su idea era llegar a Italia y llevarse a
Narel de vuelta a casa, no esperaba que ella tuviera planes de quedarse toda la
vida allí. Thomas solo sonrió al escuchar eso y luego le dijo que se lo merecía
por estúpido, tuvo seis meses para recuperarla y decidió perderla para siempre.
En ese momento, a través de la video llamada, Thomas sonreía para sí mismo,
había enviado a esos tres para que mantuvieran a Alexander alejado de Narel lo
más que pudiera, a él no le agradó para nada la idea de ser abuelo. No
significaba que no los quería juntos, pero aún no era tiempo de ser abuelo.
—Entonces…
¿ya lo perdonaste? —Garreth le preguntó a Narel, la noche había caído, Nicholas
con George se acostaron en la habitación que quedaba libre y Garreth se quedó
en la que sería de Ashley, en ese momento estaba con Narel tirados en la cama,
de espalda y mirando el cielo.
—No…
todavía lo veo y me dan ganas de asesinarlo… pero…
—Pero
lo amas aún.
—No
lo sé, Garreth. —El moreno la miró de reojo—. No sé si lo amo aún, me siento
bien con él porque a pesar de todo es mi mejor amigo y nos conocemos desde
siempre, pero se siente diferente.
—Es
porque le perdiste la confianza.
—Si
te hubiera pasado a ti todo esto, ¿perdonarías?
—Es
complicado. —Garreth volvió a mirar al cielo—. Puedo ponerme en los zapatos de
los dos, entiendo y comprendo por qué Alex hizo todo eso, siempre ha sido
miedoso y eres quien lo centra, para él la vida tiene sentido cuando estás
cerca y entiendo que no quisiera que te fueras, por eso siempre te pide que no
lo dejes, si hasta su promesa es que no lo dejes. —Narel suspiró, si lo miraba
de esa manera, lo entendía—. Pero, por otro lado, también puedo entender tu
enojo, no fue poco todo lo que pasaron.
—¿Lo
perdonarías si estuvieras en mi lugar?
—Creo
que no lo haría, o necesitaría mucho tiempo para recuperarme de todo.
—Ya
no me siento de la misma manera cuando estoy con él, es como si ya me diera
igual si está o no está, si se va o se queda.
—Aún
necesitas un poco más de tiempo para terminar de procesar todo.
—¿Qué
pasó con Melissa?
—Terminamos,
esta vez para siempre.
—Ya
me has dicho eso antes.
—Se
fue a vivir a Francia. —Narel lo miró, eso no lo sabía—. Se fue sin esperar mi
respuesta, solo se fue. Dijo que era lo mejor para los dos, que ya no se sentía
igual y que mejor terminar bien a terminar mal.
—¿Cómo
estás?
—No
lo sé, creo que ya sabía que todo acabaría de un momento a otro, solo estaba
alargando el sufrimiento. —Narel lo abrazó y le besó la mejilla, Garreth seguía
mirando el cielo.
—Ahora
estás libre para conocer a alguien mejor, quizás una linda italiana que sepa
hacer buena pasta para que nos alimente a los dos. —Garreth comenzó a reír por
eso—. Tienes que buscarte una buena cocinera, Garreth, con todo lo que comes,
no puede ser menos que eso.
—Ven
a dormir, deja que Garreth descanse. —Alexander entró interrumpiendo, los dos
que estaban acostados se sentaron, Garreth notó que su hermano tenía los ojos
brillosos y estaba demasiado calmado—. Ya es tarde, déjalo descansar.
—Bueno.
—Narel le besó la mejilla a Garreth—. Buenas noches, Garreth. Descansa. —Se
puso de pie y se fue a la habitación de ella.
—Buenas
noches, Garreth.
—Espera.
—Alexander se detuvo antes de salir y lo miró—. ¿Qué te sucede?
—Escuché
de lo que hablaban. —Garreth suspiró, imaginaba que podría ser algo así—. Yo
sigo enamorado de ella aún y daría mi vida por verla feliz y bien, sé que solo
he hecho estupidez tras estupidez, pero es verdad que la amo.
—Alex…
—Cuando
te veo de esta manera con ella, siento que eres tú quien se la merece. Al único
al que hubiera dejado que se le acercara.
—Pero
yo no la veo así…
—No
la ves así porque siempre supiste lo que yo sentía, pero si yo no hubiera
estado en el medio, si yo me hubiera quedado con Marianne o no me hubiera
enamorado de ella del principio. ¿Acaso no la habrías visto de otra manera?
—Garreth abrió los ojos por la sorpresa, eso lo había pensado solo una vez,
cuando Narel lo defendió de quienes lo molestaban—. ¿Me vas a decir que no te
gustó la primera vez que la viste? ¿Qué no sentiste admiración cuando te
defendió de esos que te molestaban? Cambiaste tu manera de verla porque sabías
que era mi Nar, pero si ese mí no hubiera estado… A ti, Garreth, es al único al
que se la hubiera entregado en bandeja, aunque hubieran terminado los dos
siendo unas esferitas. —Garreth no pudo evitar reír por aquello, era verdad—.
Sabes cómo es, sabes cómo te trata, la conoces desde siempre. No te conformes
con menos de lo que ella te da, porque te mereces eso y más. Buenas noches,
Garreth. —El moreno lo vio salir y cerrar la puerta, Alexander pocas veces le
daba consejos o le decía cosas de ese estilo, pero cuando lo hacía, siempre lo
dejaba derramando una que otra lágrima, como en ese momento, que se tuvo que
limpiar la cara. Se metió al baño, era hora de prepararse para dormir.
—¿Estabas
en la ventana? —Alexander entró a la habitación y cerró la puerta, la vio junto
a la ventana con la camiseta del Manchester, ya estaba lista para dormir. Ella
lo miró y él negó con la cabeza como respuesta, comenzó a quitarse la ropa para
acostarse—. Pensé que estabas mirando a Londres, por eso elegí esta para mí,
tiene ventana a Londres, así cada vez que los extrañé, miraré por aquí.
—No
estaba aquí, estaba terminando de mandarle los documentos a Thomas. —Alexander
se acercó y le tomó algunos mechones de los rizos.
—Tienes
cara de cansado.
—Lo
estoy. —Alexander le besó la frente—. Vamos a dormir.
—Pero…
—Él la miró, ella tenía cara de extrañeza—. ¿No vamos a quitarnos la ropa?
—No,
hoy no… —Alexander la tomó de la cara y la miró fijamente—. Para mí no es solo
físico, Nar. Yo te amo de verdad.
—Alexander…
—Voy
a dormir en el sillón. —Él giró para salir de la habitación, Narel lo tomó de
la mano.
—¿Por
qué?
—Porque
tú ya no me amas. —Narel lo agarró con fuerza de la mano—. Volveré a Londres
mañana.
—¿Por
qué tan pronto? —Alexander sintió que ella hablaba con voz quebrada—. Pensé que
tendríamos las vacaciones que no tuvimos la otra vez…
—Es
mejor que no… —Él seguía dándole la espalda, lo único que los unía era la mano
de Narel que no lo soltaba.
—¿Es
porque llegaron los bebitos?
—No,
Nar. Es porque no tiene sentido. Nada tiene sentido. —Alexander tiró su mano,
Narel lo soltó—. Buenas noches.
—Así
no se va a callar el río…
—Quizás
lo mejor es que siga sonando.
Y
salió, cerrando tras de sí. Narel se quedó mirando la puerta un rato, no supo
cuánto, solo sentía sus lágrimas caer. Se metió a la cama pensando que
Alexander en cualquier momento volvería, pero despertó a la mañana siguiente
sola. Bajó a preparar el desayuno, él ya estaba levantado y sentado a la mesa
con el computador, no la miró, no directamente, ni siquiera cuando le preguntó
si había comido algo. Los demás bajaron al poco rato, Alexander les comentó,
mientras comían, que volvería a Londres y que su avión salía pasado el
mediodía. Nadie dijo nada, Garreth miró a Narel y entendió por qué tenía los
ojos hinchados. Cuando llegó la hora de que debía partir al aeropuerto,
Alexander subió a despedirse, ella se había encerrado en la habitación.
—No
quiero que te vayas, Alexander. —Él la miró, tenía los ojos más hinchados que
antes.
—Es
lo mejor, necesitas perdonarme y pensar todo bien.
—¿Por
qué siempre te arrancas de mí?
—No
es eso…
—Yo
sé que no soy lo que esperas, que tengo muchas cosas malas, pero… pero…
—Alexander la vio comenzar a sollozar tanto que no le salían las palabras.
—No
quiero que llores más por mí, no quiero que vuelvas a estar mal otra vez por
mí, no quiero que nada malo te pase por mí… Solo sufres cuando estás conmigo…
No es tu culpa nada, tú no tienes nada de malo… Yo soy el que está mal y por
eso no puedes perdonarme…
—Alexander…
—Volveré
por ti cuando me perdones por completo.
—Y
si cuando eso pase…
—Voy
a esperar a que estés lista, y si cuando me perdones te enamoraste de otro, lo
entenderé. —Alexander le tomó la cara y juntó sus frentes—. Yo solo quiero que
seas feliz, y siempre te voy a amar.
—Quédate…
—No,
Nar. No voy a quedarme. —Alexander la soltó y se levantó.
—¿Cómo
es posible que me ames si lo único que haces es arrancarte de mí? —Alexander
caminó a la puerta y abrió.
—Quizás
es porque para mí también solo es físico… quizás para mí siempre fue solo
físico…
—Alexander.
—Él se detuvo antes de salir, aquello había sonado demasiado tranquilo, pero no
la miró—. Que tengas buen viaje.
Y
salió, cerrando tras de sí. Para él nunca había sido algo físico, la amaba con
todo su ser de verdad. Pero no se sentía capaz de callar todo el ruido que
llevaba el río bajo sus pies. Lo mejor, para ambos, era seguir cada uno por su
lado. Garreth subió cuando Alexander salió en el taxi que fue a buscarlo, era
el momento de estar para ella.
Con
aquel cambio de planes, Ashley llegó antes de lo previsto a Milán, había
retrasado el viaje para darle tiempo a Alexander de arreglar todo, pero ese
idiota nunca entendía, si hasta le mandó el vestido de princesa a Narel para
que él la llevara al concierto, la hiciera feliz y juntara puntos a favor, pero
nunca entendía nada. Los tres chicos volvieron a Londres a la semana después de
que Ashley llegara.
A
diferencia de Glasgow, Alexander se mantuvo en contacto con Narel, le mandaba
mensajes de vez en cuando y fotografías de todos en Londres, aunque más de sus
hijos. No volvería a cometer el mismo error de antes, si ella lo dejó de amar solo
fue por esas estupideces que hizo, y haría lo que fuera por mantenerla, aunque
sea como su mejor amiga, pero le dolía, se quedaba sin respiración solo saber
que ya no lo amaba, por eso prefería mantenerse lejos. Ashley, por otro lado,
le mostraba a Narel las actualizaciones de Alexander en redes sociales, ya que
ella se seguía negando a tener algo de ese estilo, estaba bien así sin tanta de
esa tecnología. Ashley le mostró que Alexander había puesto de perfil una
fotografía en la que estaba con ella, en Italia, que se tomaron la primera
noche en que él llegó mientras iban caminando de vuelta al hotel. Él la
abrazaba por la espalda mientras le besaba la mejilla, de fondo se veía el Arco della Pace. Narel le quitó el
teléfono de las manos a su amiga para ver qué otras fotografías tenía Alexander
publicadas, pero solo encontró la que usaba para el equipo de fútbol. Volvió a
mirar la actual y notó que tenía una descripción abajo, era la frase del video
juego que a ella tanto le gustaba: «Estaré aquí… Estaré esperando aquí… Estaré
esperando… por ti… así que… si vienes aquí… me encontrarás. Te lo prometo».
Ashley abrazó a Narel cuando la vio comenzar a llorar por eso, pero ambas
sabían que no había tiempo para llanto, las dos debían aprender el idioma a la
perfección en seis meses o ninguna podría quedarse en Milán, ni Narel
estudiando, ni Ashley trabajando.
Y
cuando llegó la fecha decisiva, las dos comunicaron con alegría de que su
estadía en Italia sería por tiempo indefinido. Ashley le enseñó a Narel de que
Alexander había cambiado su fotografía de perfil y había puesto aquella que le
tomaron cuando Marianne lo mandó a seguir, esa en que besaba a Narel en el
parque con los niños en los brazos. Narel notó que la frase estaba en italiano Tanti cari auguri. Pero, a diferencia de
la vez anterior, solo sonrió al mirarla, porque dicen que el tiempo todo lo
cura.
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