No me di cuenta en qué momento Danko pasó por
al lado mío y llegó junto a Alex, quien se mantenía de pie al lado de Chris, ya
que éste lo había soltado. El nuevo tomó a mi amigo de azules ojos del cuello
de la camisa y lo levantó unos cuantos centímetros del suelo.
—¡¿Qué dijiste?! —preguntó con rabia, mientras
Alex imploraba porque lo soltara.
—¡¿Qué haces, imbécil?! —Se metió Kevin
soltándome de golpe para defender a nuestro amigo.
—¡¡Habla!! —gritó, de la misma manera en que
había preguntado, sin soltar a Alex y mucho menos tomar en cuenta a Kevin.
—¿Cómo quieres que lo haga si lo estás
estrangulando? —El trigueño tomó del brazo de Danko e intentó que bajara a su
presa, pero éste lo miró con furia—. Suéltalo —ordenó clavando sus ojos de
fuego en él.
Por un momento todo a mí alrededor me pareció
un juego de video, parecido a Mortal Kombat, en donde los dos oponentes se
lanzaban rayos, uno de fuegos y el otro de electricidad, acabando con facilidad
con su rival. Meneé mi cabeza, la realidad era lo que tenía al frente y esos
poderes no eran más que las miradas de esos dos.
Chris, por otro lado, intentaba convencer al
nuevo que soltara a Alex con palabras, y no sé cuándo Kevin agarró del cuello a
Danko y con su mano derecha amenazaba con plantarle su puño en el rostro.
Tampoco supe en qué momento llegó Math junto a mí, y Franco sostenía a Alex
para que no se le acabara el aire. Fruncí mi ceño, por estar en las nubes me
había perdido el espectáculo.
Todo esto estaba mal, Derek acababa de morir y
ellos agarrándose a golpes, ¡serán idiotas! ¿Dónde está Julián cuando lo
necesitamos? Trabajando. Justo cuando hace falta.
—¡Ya basta! —grité, aunque imaginé que no sería
tomada en cuenta. Pero no fue así, Danko clavó su mirada en mí—. Son unos
idiotas, ¿saben? —Avancé hacía quien tenía sus ojos puestos en los míos y lo
obligué a soltar a Alex, luego que Kevin dejara de amenazarlo—. Para que sepas
Alex no entiende a golpes. —El chico nuevo fijó su vista al suelo—, no tenías
por qué tratarlo de esa manera, él te hubiera respondido si le preguntas bien.
—No dejé que dijera nada y me volteé a ver a Kevin—. Y tú no tenías que ponerte
así, en vez de ayudar sólo empeoras las cosas.
—¿Qué querías? —Su mirada de fuego se posó en
mí—. ¿Qué dejara a éste hacer lo que quisiera con Alex? Bien sabes que nunca
permitiré eso.
—Ahora que ya espantaron a toda la gente con su
pelea. —El chico que nos atendió llegó a nuestro lado—. ¿Podrían pagarme y
volver otro día? No es por correrlos, pero tengo que limpiar y volver a recibir
a los que deseen helado.
—De todas maneras ya nos íbamos —contestó Kevin
caminando a la caja para cancelar lo consumido.
—¿Estás bien? —pregunté al llegar junto a Alex,
que estaba sostenido por Franco.
—Sí, lo estoy, no te preocupes. —Sonrió de
medio lado mientras tomaba grandes bocanadas de aire.
—Le debes una disculpa, ¿no crees? —Me dirigí a
Danko, que se mantenía tranquilo mirándonos a nosotros.
—Yo… —musitó clavando su mirada en Alex—.
Disculpa, no debí reaccionar así, pero les pido que me entiendan… —Se detuvo y
apretó sus puños—. Derek era mi mejor amigo.
—Franco —habló Kevin que guardaba el vuelto en
su bolsillo del pantalón—, vete con la pequeña a casa, llévate a Math también.
Chris y Alex van conmigo al hospital.
—¿Por qué me tengo que ir a casa? —protesté cruzándome
de brazos.
—Sí, ¿por qué yo también? —Math se añadió.
—¿Por qué tengo que hacerme cargo de los
enanos? —alegó Franco, con mi hermano lo miramos con el ceño fruncido.
—Porque Julián fue claro en decirte que no
debías ir al hospital —dijo Kevin mirándome, sin permitir que emitiera algún
tipo de sonido, ya que se volteó con rapidez a mirar a Math—. Porque si te
llevo recibiré un golpe de tu hermano, y porque si dejo a estos dos a cargo de
este idiota —señaló a Chris con los ojos, quien tampoco tuvo tiempo de
rechistar—, también me arriesgo a un golpe de musculitos. Ahora, simplemente,
dense la vuelta y váyanse.
Iba a decir que no le haría caso, pero la fría
mirada de quien nos mandaba me obligó a observar las rayas de colores que
adornaban el piso de la heladería. Franco me agarró del brazo y me dirigió a la
salida, a mi lado derecho y, un poco atrás, caminaba Math con las manos en la
nuca y el ceño fruncido.
—Sé que me porté mal con ustedes —escuché la
voz de Danko y detuve mi paso sin importarme los regaños—, pero agradecería
mucho que me llevaran al hospital. —Volteé para mirar la reacción de mis
amigos. Por la cara que puso Kevin eso no le agradó para nada.
—Por mí no hay problema —contestó Alex, con más
voz que hace un rato—. Yo fui el golpeado, no creo que ellos dos hagan algún
escándalo. Además mientras no se vuelva a repetir…
—Prometo controlarme —se apresuró en decir
mirando a todos con ojos suplicantes—, pero por favor, llévenme.
—No lo sé —agregó Chris—. Te volviste un loco y
no te conocemos.
—¿Quién nos asegura que no harás algo parecido
en mi auto? —preguntó Kevin recalcando a su propiedad.
—Yo te llevo, no tengo problemas —intervine
ganándome un jalón en mi brazo por parte de Franco y una mirada de regaño de
Kevin.
—Vamos, pequeña —susurró mi hermano en mi oído
antes de soltarme.
—Pero… —No alcancé a terminar de hablar.
—Vete a casa —dijo Kevin mirándome—. Y te
llevaremos, pero ni se te ocurra hacer algo o lo pagarás muy caro —amenazó a
Danko.
—A la orden —contestó el nuevo. Y noté que unos
ojos llenos de tristeza adornaban su rostro.
Aquello causó una extraña sensación en mí. Me
di la vuelta y comencé a caminar a la salida, esta vez pasé por la puerta para
continuar a la vereda, iríamos a casa a pie, Kevin debía ir al otro lado. Sentí
la mano de Franco posicionarse en mi cintura y pegarme a él, lo abracé de la
misma manera, metiendo mi mano en su bolsillo del pantalón del lado derecho, una
antigua manía que tenía. Math, a mi lado izquierdo, seguía con sus dedos
entrecruzados apoyados en su nuca.
Mi vista se fijó en el gris del pavimento, mis
hermanos hablaban de no sé qué cosa, mis pensamientos no me dejaban concentrar
en esas palabras. Además, esa mirada aún seguía clavada en mí. Danko vivía algo
similar a nosotros, acababa de perder a un buen amigo a manos de esos, y nunca
conseguiría que la justicia se hiciera presente. No, claro que no, aquella
entidad siempre los protegería.
Tal vez por eso el sentimiento que expresaban
sus ojos no podía sacarlo de mi cabeza. O quizás era un aviso. Era bastante
extraño. Se me cortaba la respiración. ¿Será que se intentaría matar? No,
absolutamente no, apenas lo conocía, pero dudaba que algo así cruzara su mente.
Eso lo haría yo, más bien, lo hice, y las circunstancias eran diferentes. No creía
que un chico haría tal cosa por un amigo, aunque quien sabe.
¡Venganza! Eso sí, su mirada reflejaba tristeza
y odio, como los ojos de Kevin cuando se enteró de cada detalle de lo que pasó.
Él quería venganza, acabar con el autor del delito con sus propias manos,
dejarlo hecho nada, que ni su madre lo reconociera. Por suerte Julián lo calmó.
Pero, ¿quién calmará a Danko? No lo conozco, lo sé, mas siento que su ira se
expresará en venganza y eso me asusta, no quiero más problemas y mucho menos
que sigan muriendo chicos que viven en los alrededores.
—Llegamos a casa. —La voz de Math me sacó de mi
pequeño monólogo interior.
—¿Qué te traes? —preguntó Franco al entrar
seguido por mí.
—Nada —contesté pasando por su lado para que
cerrara la puerta de afuera.
—Estuviste muy callada todo el camino —dijo
abrazándome por la espalda—. Sé que algo tramas.
—De verdad que nada —aseguré clavando mis ojos
en él.
—¿No piensan entrar? —Math estaba junto a la
puerta de la casa, esperando por nosotros.
—Voy, voy. —Sonrió mi hermano dando saltos
hasta llegar junto al menor—. Muero de hambre, ¿y tú?
—También —contestó caminando atrás del
sonriente—. Ojalá que Julián traiga algo rico.
—Eso espero —suspiró el de cabello largo antes
de entrar al baño, mientras yo cerraba la puerta tras de mí.
Math se dejó caer con pesadez en el sillón
grande, tomando el control remoto al paso. Encendió la televisión y subió el
volumen. Lo seguí y me senté junto a él, entendía muy bien aquel movimiento,
eso significaba que quería hablar antes que Franco saliera del baño.
—¿Qué es lo que me tienes que decir? —preguntó
en susurro acercándose a mí.
—Mejor hablamos después —contesté lanzándome a
sus brazos—. Franco no tardará.
Mi hermano respondió abrazándome con fuerza, al
momento en que la puerta del baño se abría. Besó mi cabeza y bajó el volumen
del televisor, ya no era necesario. Franco llegó hasta la sala y, con un salto
por sobre el sillón de dos cuerpos, cayó, prácticamente, acostado.
—Idiota, para la próxima que hagas eso lo
romperás —lo regañó Math mirándolo seriamente.
—Si se rompe, ya veremos qué hacer. —Sonrió el
otro a la vez que dejaba sus manos atrás de su cabeza y se acomodaba para ver
televisión.
—¿Nos quedaremos aquí? ¿Sin hacer nada?
¿Obedeciendo a Kevin? —Me atreví a preguntar sin salir de los brazos de mi
hermano.
—Tenemos que esperar a Julián —contestó Math.
Pude notar un poco de preocupación en su voz.
—No entiendo. —Fruncí mi ceño—, ¿por qué no nos
dejó ir?
—Porque está en lo correcto —respondió Franco.
Lo miré, pero él tenía su vista fija en la pantalla—. Primero Julián lo mataría
por dejar que fueras tú y el bebé. —Sonrió, para luego volver su mirada seria—.
Y porque todo eso es bastante molesto.
—No creo que lo recuerdes —añadió Math con
lentitud y sus ojos perdidos al frente—, pero será lo mismo que cuando murió
Nick. —Me aferré con fuerza a mi hermano, no me gustaba escuchar esas palabras.
—Fue algo parecido… —La voz de mi otro hermano
sonó apagada.
Luego de eso, el silencio reinó.
Matías tenía razón, eso no lo podía negar, no
recordaba nada de lo pasado en aquel entonces, nada de lo que se trataba de
trámites. El momento de la pelea por la autopsia estaba claro en mi mente, pero
lo demás ni rastro. Tampoco se puede decir que me esforzara por recordar,
porque no es así. Simplemente no quería.
—También tú sabes las cosas que han pasado.
—Franco rompió el silencio, lo miré—. No es bueno que vayas a esos lados.
—Según tú, ¿qué es lo que sé? —pregunté
frunciendo el ceño.
—Lo que pasó con Derek y eso —contestó clavando
su mirada en mí.
—Se te olvida, hermanito. —Salí de los brazos
de Math y me senté—, ¿qué ustedes llegaron a un acuerdo para no decirme nada de
lo sucedido?
—A veces me sorprende tu estupidez, Franco
—dijo el menor acomodándose mejor en el sillón.
—A mí igual —corroboré las palabras mencionadas
por mi hermano al momento de ponerme de pie—. Iré a cambiarme de ropa.
—Sólo fue una pequeña equivocación —se
defendió. Sentí su mirada en mí, pero seguí mi camino.
Escuché los murmullos de las voces de mis
hermanos continuar con la discusión, mas no me interesaba. Lo que tenía en
mente era quitarme la incómoda falda y cambiarla por un jeans, y eso hice. Una vez que estuve lista, me lancé sobre mi cama
con la cara escondida entre mis almohadas.
El recuerdo de esa noche en el hospital se
apareció en mi mente sin que lo llamara. No quería pensar en eso, intenté
imaginar otra cosa pero fue imposible. Una y otra vez se repetían las imágenes,
Nick en aquella habitación, la pelea en la plaza, el cuerpo de Brian en el
suelo, la sangre en mi ropa y mi rostro. Enterré aún más la cara en mi
almohada. Sentí el susurro del último «te amo» pronunciado por mi novio.
Si había algo en el mundo que odiaba era ese
sentimiento. Aquel que se siente al perder a alguien, uno que no se puede
borrar ni olvidar por mucho que pasa el tiempo. Y es peor cuando quien se va es
tan cercano como Nick, o como mis padres. El simple hecho de saber que nunca
más los volvería a ver, era algo estaría por y para siempre en mi cabeza, y lo
odiaba.
El ruido del motor proveniente del auto de
Julián me hizo levantar la cabeza. Conocía muy bien cada sonido, el de Kevin
era un poco más suave, a diferencia del de mi hermano que cada día se volvía
más tosco. Se notaba la mano de mi amigo en su medio de trasporte, lo cuidaba
demasiado.
Me puse de pie al sentir la puerta de calle
abrirse, limpié mi cara, que a pesar de todo aún quedaban lágrimas por lo
sucedido. Salí de mi habitación.
Caminé hasta la sala donde mis hermanos seguían
tal cual los dejé. Suspiré, había olvidado que Julián vendría con las noticias
de la orientadora. La puerta se abrió, clavé instantáneamente mis ojos en quien entraba, a diferencia de los vagos que se encontraban
viendo televisión, y avancé a su encuentro. Mejor llevarse las sorpresas
pronto, en vez de estar esperando para el final.
—Tenemos hambre —dijo Franco sin siquiera
saludar.
—Haz algo bueno una vez en tu vida y cocina
—contestó Julián sin darle importancia.
—Hola, hermanito. —Sonrió Math al mayor, éste
lo saludó con la mano.
—Hola —saludé al momento de abrazarlo por el
cuello, poniéndome en puntillas y besarlo en la mejilla.
—Traje comida china. —Besó mi mejilla y mostró
las bolsas que traía en la mano—. ¿Dónde está el resto?
Ninguno respondió, pero todos dejamos nuestros
ojos clavados en el mayor. Creo que eso fue suficiente para que se diera cuenta
de lo que pasaba.
—¿No resistió? —preguntó con melancolía en su
voz.
—No —contestó Franco—. Kevin, Chris, Alex y el
otro chico, a quien por cierto nunca había visto. —Me miró de forma extraña—,
fueron al hospital.
—¿También iremos? —consulté—. Yo no tengo
hambre, podemos ir enseguida.
—Tú y yo tenemos que hablar —sentenció mi
hermano mirándome—. Math, ordena las cosas para que comamos. Franco —suspiró
antes de seguir—, quédate mirando televisión.
—A la orden —respondió acomodándose mejor en el
sillón.
—Vamos a la cocina. —Julián emprendió rumbo
seguido por mí, mientras Math comenzaba a preparar la mesa.
Entramos a la habitación señalada por mi hermano,
me senté en el mueble de cocina mientras él dejaba las cosas en el espacio que
quedaba vacío junto a mí y se lavaba las manos. Ninguno hablaba, yo simplemente
lo seguía con la mirada.
—¿Y bien? —Rompí el silencio, ya me había
cansado la espera.
—Te pondrán un castigo por arrancarte del
Instituto —dijo sin mirarme mientras empezaba a dividir los platos de la
comida—. No será mucho. —Fijó sus ojos en mí, le sonreí—, por eso que en parte
fue «en defensa propia». —Hizo una mueca de desagrado—. Pero deberás cumplirlo
al pie de la letra, la orientadora no es la única que sabe, y como bien
conoces, ella no es la que manda.
—¡Claro que lo haré! —exclamé al ver que mi
hermano se quedaba en silencio.
—Eso lo sé, te vigilarán. —Sonrió de medio lado
al momento que seguía con los platos.
—¿Qué es lo que tengo que hacer? —pregunté un
tanto desconcertada por las reacciones de Julián.
—Algo que te encanta. —Se volvió para mirarme y
ver su perfecta sonrisa al momento en que Math entraba a la cocina—. Deberás
limpiar el gimnasio.
—¡¿Qué?! —grité, pero fue apagado por las
risotadas del menor de mis hermanos. Le regalé una mirada de odio, aun así,
continuó exagerando.
—¡Esa cosa es enorme! —Se le entendió con
dificultad.
—¿Qué pasa? —Franco ingresó a la habitación
empujando a Math que seguía en la puerta con ataque.
—Tu hermanita recibió el mejor de los castigos
—contestó Julián contagiándose de la risa del menor—. Tendrá que limpiar el
gimnasio del Instituto.
—Pobre de ti —musitó Franco dándome un golpe en
la espalda, aguantando la risa.
—Sí, sí, ríanse. —Fruncí mi ceño, pero no
dejaron de soltar carcajadas—. Háganlo mientras otros lloran por la muerte de
Derek. —Me bajé del mueble y salí de la cocina, las risas desaparecieron.
Si iban a estar de payasos, por lo menos que
respetaran el momento que vivimos, no me parece justo que se comporten de esa
manera, sabiendo que nuestros amigos están en el hospital por las consecuencias
de la última pelea por estos lados. Me dejé caer con pesadez en el sillón de
tres cuerpos y me crucé de brazos. A los pocos minutos sentí la puerta de la
cocina abrirse y Julián apareció.
—A nosotros también nos preocupa lo que pasó
—dijo cuando llegó a mi lado y se sentó—. Pero no por eso dejaremos que nos
gane la nostalgia. Ya hemos pasado por algo similar. —Fijé mi vista en él para
chocar con sus ojos—, bien lo sabes. Debemos salir adelante.
—Lo sé —musité débilmente—, pero no encuentro
justo que estén de payasos mientras los demás andan en el hospital.
—La culpa la tienes tú, por tus castigos. —Sonrió
de medio lado, le di un golpe en el brazo.
—La culpa la tiene el directorio o los
encargados de eso en el Instituto —respondí, sin poder ocultar una leve
sonrisa.
—Creo que quien te vaya a buscar por las tardes
—suspiró, supongo que pensando en que él tendría que hacerlo, aunque no lo
demostrara, no le gusta ir por mí—, tendrá que esperar o ajustarse a tus nuevos
horarios.
—Tanto problema. —Fijé mi vista al frente—, me
puedo venir sola.
—Ahora menos que nunca —contestó antes de
ponerse de pie—. Vamos a comer, antes que Franco haga alguna estupidez en la
cocina.
—Cuando él no haga ninguna tontera. —Sonreí al
pensar en mi hermano de largos cabellos—, se acabará el mundo.
—Eso es verdad —dijo el mayor al besar mi
frente y caminar a la cocina.
Lo seguí, y al entrar en la habitación pudimos
ver que Math le quitaba los limones de las manos. Al parecer Franco y sus dotes
culinarios intentaban ponerle el jugo al chapsui de pollo que trajo Julián. No
era la primera vez que lo hacía, pero a veces es mejor que cada uno condimente
lo que comerá.
—Ya basta —interrumpió Julián para que esos dos
dejaran de discutir—. Vamos a comer para ver qué hacemos luego.
Ayudé a llevar los platos a la mesa y nos
sentamos a comer. Hace mucho tiempo que no nos encontrábamos los cuatro solos,
más bien no recordaba alguna ocasión en que no estuvieran los que faltan.
Cuando nuestros padres vivían, también era típico tenerlos aquí, con más
frecuencia luego de la muerte de mis padrinos, pero aun así la mesa siempre se
encontraba con más sillas usadas.
A pesar que las risas y murmullos de mis
hermanos eran sonoras, hacían falta las demás. La costumbre era parte del día
tras día. Suspiré mientras seguía comiendo, sin prestar mucha atención a lo que
hablaban, ya que Franco optó por contar lo sucedido con las piernas de la
mesera. A mi mente se vino el recuerdo de los primeros días luego de la muerte
de nuestros padres, cuando nos tuvimos que acostumbrar a estar sin ellos, y
después lo mismo, pero con Nick.
—¡Thais! —escuché el grito de Franco, distrayéndome
de mis pensamientos.
—No grites no soy sorda. —Fruncí mi ceño al
momento de responderle.
—Al parecer sí —contestó después de tragar—.
Hace rato que estoy intentando que me tomes en cuenta.
—Estaba pensando en cosas más interesantes que
las piernas de la mesera. —Le sonreí con sarcasmo.
—Como el chico nuevo —se burló Math antes de
llevarse un poco de comida a la boca.
—¿Qué con eso? —pregunté clavando mi mirada en
quien habló.
—Que te vimos —respondió Franco—, hablando con
él, y con mucho gusto.
—Así es —añadió el menor—, no puedes negarlo,
varios ojos estaban presentes.
—¿En qué anda mi pequeña? —Julián me hizo un
guiño antes de sonreírme.
—En nada —contesté con un suspiro. Meneé mi
cabeza y seguí comiendo.
—¿Cómo que no? —consultó Franco elevando un
poco su voz—. Te vimos sonreírle y hacerle ojitos.
—¡¿Qué yo qué?! —exclamé frunciendo el ceño,
dejando caer mi tenedor sobre el plato—. ¡Julián!
—¿Qué? —preguntó el mencionado mirándome.
—Franco me está molestando. —Hice un puchero y
me crucé de brazos.
—¿Desde cuándo tengo que defenderte por eso?
—Arqueó una ceja y me miró interrogante.
—Desde que no encuentra cómo salir del lío en
que se metió —contestó Franco con burla.
—Yo no me he metido en ningún lío —añadí
volviendo a tomar el tenedor—. No es mi culpa que tú veas cosas que no son.
—No sólo lo vi yo. —Sonrió con satisfacción—.
Todos estaban presentes, ¿me apoyas, Math?
—Yo también lo vi —aseguró el menor sin dejar
de comer.
—Lo que digan es problema de ustedes —protesté
sin darles importancia—. Yo sé lo que pasó y si no les gusta, ni modo, es la
vida.
Las risas y burlas se hicieron presentes con
fuerza, habían encontrado una nueva forma de molestarme, y lo peor era que
sabían que me no me gustaba. Conocían muy bien mi promesa de no volver a enamorarme,
pero aun así siempre que se les presentaba la oportunidad de ligarme a un
chico, lo hacían.
Continué comiendo como si ellos no existieran,
nada más podía hacer, si los tomaba en cuenta el juego seguiría por mucho rato,
mientras que si los ignoraba todo pasaría en un abrir y cerrar de ojos. Y así
fue, de pronto todo se volvió en un silencio insoportable. Las miradas de cada
uno estaban fijas en los platos casi vacíos, y nuestros ojos reflejaban un poco
de tristeza, por unos momentos imaginé que todos pensábamos en lo mismo: lo que
ocurría en el hospital. Por lo menos era lo que yo tenía en mente.
—¿Cuánto es el tiempo de castigo? —pregunté
para acabar con el silencio, mirando al mayor de mis hermanos.
—¿Qué? —consultó devolviéndome la mirada, al
parecer se encontraba tan sumido en los pensamientos que no escuchaba nada.
—¿Cuánto es el tiempo de castigo? —Volví a
preguntar—. ¿Cuántos días tengo que limpiar el gimnasio?
—Por dos semanas —contestó y bajó la mirada al
plato. El silenció reinó nuevamente.
Lo único que se lograba escuchar en cada rincón
de la casa era el golpe del tenedor, hasta que ya no quedó nada de comida. Con
el mismo silencio nos pusimos de pie y cada uno llevó lo utilizado para la
limpieza, ninguno peleó por lavar, Julián comenzó a hacerlo a pesar que le
tocaba a Math. A veces la bipolaridad se hacía presente por todos lados.
—¿Tienes tareas? —preguntó el mayor antes que
alcanzara a salir de la cocina.
—No —contesté al voltearme para mirar su
espalda—. Y mi bolso se quedó en el auto de Kevin cuando fue por mí.
—Entonces cuando termine con esto nos vamos al
hospital —suspiró, a ninguno nos agradaba volver a ese lugar.
—Está bien —respondí y salí del recinto para
dirigirme al baño.
Mis otros dos hermanos continuaron viendo
televisión. Rápidamente hice mis aseos rutinarios de limpieza dental y volví a
la sala, donde aún las miradas estaban perdidas en la pantalla. Me senté junto
a Franco y observé que tanto veían, pero al parecer la tenían encendida sólo
para el ruido, porque lo único que se apreciaba eran comerciales.
—Qué aburrido es eso —dije observando a todos
lados en busca del control remoto.
—No dejes que tome el control —casi suplicó
Math—, o nos pondrá a ver Supernatural.
—Qué chistoso —musité cruzándome de brazos—.
Para tu información hoy no lo dan, no es fin de semana. Idiota.
—Cinco minutos y nos vamos. —La voz de Julián
al salir de la cocina interrumpió nuestra discusión.
—Como ordenes —contestó Franco haciendo el
saludo militar con la mano.
El sonido de la televisión llenó el ambiente de
la sala. La palabra hospital ponía tensos a todos, y no era para menos,
rodeados de muertes. Suspiré y me acurruqué en los brazos de mi hermano para
esperar. Habían cosas que no entendía, y necesitaba saber, tal vez Alex me
ayudaría con eso. Él fue quien llegó a avisarnos lo que sucedió.
—¿Cómo supo Alex que estábamos en la heladería?
—pregunté confusa al recordar—. ¿Cómo supieron ustedes?
—Vimos el auto de Kevin estacionado afuera
—contestó Franco sin darle mucha importancia al asunto.
—Dijo que irían a comer helado —añadió Math—.
¿No lo recuerdas?
—Sí, pero yo dije que no quería —respondí aún
algo confusa.
—No lo sé —suspiró el menor levantándose—.
Pasábamos por allí, camino a casa, vimos el auto y fuimos a molestar, como
siempre hacemos. —Sonrió.
—Eso tiene lógica —dije con voz suave—. Pero,
¿qué hay con Alex?
—Debe haber sido lo mismo. —Franco tomó la
palabra—. Debió salir del hospital y tomar la ruta más corta, por la heladería.
Vio el auto de Kevin y mejor se fue para allá.
—Ya estoy más clara. —Sonreí para empezar a
ponerme de pie.
—¿Qué pasa? —preguntó Franco. Lo miré y él a
mí—. ¿Acaso el chico nuevo te dejó pensando en otras cosas? —Las risas de Math
llenaron el ambiente, seguidas por las pequeñas sonrisitas del otro.
—¡Estúpido! —exclamé antes de lanzarme sobre él
y apretarle con mis manos su cuello. Lo que provocó que sus risas aumentaran.
—Pequeña —me llamó Julián, pero no lo miré—,
déjalo vivir un poco más. Aún nos hace falta.
—Está bien —contesté de mala gana soltándolo—.
Sólo te salvaste porque mi hermanito me lo pidió, para la otra no la cuentas
—le advertí al levantarme y con una sonrisa.
—Lo tendré presente —dijo fingiendo estar
ahogado.
—Vamos —ordenó el mayor tomando sus llaves y
abriendo la puerta.
Seguí sus pasos al momento en que Franco
apagaba la televisión. Salimos al jardín y sentí que Math pasó corriendo por
entre nosotros, de seguro quería irse de copiloto, fruncí el ceño al mirarlo,
ni en estas situaciones deja de pelear por el asiento. Julián, delante de mí,
resopló.
Franco fue el encargado de cerrar las puertas
mientras los demás lo esperábamos en el auto. Una vez que todos estuvimos
adentro, Julián partió rumbo al hospital. Miré por la ventana, supuse que el
silencio sería el acompañante principal de todo el trayecto, era mejor observar
el paisaje.
En pocos minutos estuvimos en el lugar. Sentí
un escalofrío recorrerme entera cuando puse un pie fuera del auto, hace tan
poco había estado allí, arrancando del que acabó con mi mundo. Apreté mis puños
y descendí por completo, miré al frente y en la puerta de entrada se encontraba
Kevin fumando junto a Chris que intentaba calmar a Alex. Si bien ellos eran
amigos, no entendía muy bien el por qué sufría tanto. Algo ocultaban y mi deber
era averiguarlo.
Julián tomó de mi mano y caminamos hacia
nuestros amigos. Math encabezaba la marcha, seguido por Franco y nosotros,
hasta llegar a donde se encontraban los otros, solté a mi hermano y me fui con
Alex, lo abracé con fuerza. Él hizo lo mismo conmigo.
—No sé qué pasó —susurró entre lágrimas—. Te
juro que no sé qué pasó.
—¿Por qué lo dices? —pregunté extrañada frente
a sus palabras.
—Antes de ir al centro comercial. —Se separó un
poco de mí y me miró a los ojos—, vine a verlo. Estaba bien, incluso hablamos,
poco pero lo hicimos. Estaba bien —repitió para volver a abrazarme con fuerza,
dejando su cara apoyada en mi hombro.
—No lo alcancé a ver —musité lo más bajo que
pude—. Salí arrancando porque…
Me detuve, Alex me soltó y me observó con
extrañeza, limpió un poco su cara con sus manos y yo tapé mi boca con mis
manos. Algo estaba mal y mis suposiciones no me gustaban nada.
—¿Qué tienes? —La voz de Chris me hizo despegar
mis ojos de los azules de Alex.
—Nada —contesté muy suavemente—. Nada.
Sin pensarlo dos veces, corrí a la entrada del
hospital hasta llegar a donde se encontraba la enfermera recepcionista. La
señora, misma que antes, me miró perpleja, con la boca abierta, dejó caer el
lápiz con el que anotaba.
—¿Me recuerdas? —pregunté aceleradamente.
—Sí —contestó titubeante.
—¿Quién más vino a ver a Derek? —interrogué
clavando mi mirada en ella, intentando intimidarla.
—No puedo revelar… —dijo entrecortadamente.
—¡Respóndeme, maldita sea! —grité sin
importarme nada dando un golpe con mi puño en el mesón—. ¿Quién más vino antes
que yo?
—Un chico de cabello negro —respondió con
temor—. No supe su nombre.
—¿Estás segura de eso? —La miré desafiante,
acercándome a ella.
—No lo sé —musitó con rapidez—. No lo sé, tenía
el cabello muy negro y los ojos igual, daba miedo su presencia. Salió un poco
después que tú…
—Gracias —la interrumpí con calma, no
necesitaba saber más. Retrocedí dando pasos hacia atrás, sin siquiera mirar,
hasta que choqué con algo, volteé con rapidez.
—¿Esto está relacionado con lo que me ocultaste
toda la tarde? —preguntó Kevin clavando sus ojos en mí.
—Sí. —Fue lo único que pronuncié, de pronto se
me secó la garganta.
—¿Nos dirás qué tanto pasa? —cuestionó fijando
su dura mirada en mí, y me di cuenta que Julián se encontraba con él,
observándome con fiereza.
—Creo que… —susurré mirándolo a ambos, apreté
mis puños y corrí a la salida.
Los gritos del mayor de mis hermanos sonaban
fuertes tras de mí, indicándome que me detuviera, pero no le hice caso. Salí
hasta llegar con los demás para refugiarme en los brazos de Math. Lo abracé con
todas mis fuerzas, él me respondió de la misma manera, sin entender nada de lo
que pasaba. Ni siquiera yo lograba dilucidar con claridad todo lo que ocurría
en mí cabeza.
—Será mejor que expliques de una vez —la
amenaza de Julián sonó tras de mí. Abracé aún más a Math.
—¿Qué pasa? —preguntó Alex. Me sentía rodeada
de gente.
—Es lo que queremos saber —respondió con voz
fría Kevin.
—Es… —susurré al soltar a mi hermano y girarme,
aunque sin mirar a nadie—. Es que estuve aquí hace un rato, después de salir
del Instituto. —Clavé mis ojos en Julián para ver su reacción. Frunció su ceño
y se cruzó de brazos—. Quería saber cómo estaba Derek y que me contara lo que
ustedes no quisieron.
—Te dije muy claramente que no te quería por
estos lados —me regañó el mayor de mis hermanos. Los demás miraban sin saber
qué hacer—. ¿Sabías de esto? ¿Tú la trajiste? —preguntó con enojo a Kevin.
—Conmigo no vengas con ese tono —contestó
mirándolo directo a los ojos—. Bien sabes que yo soy de los que prefieren que
se quede en casa. —Fruncí mi ceño al escuchar eso—. Y más con las cosas que
están pasando. No tenía idea de sus planes, alcancé a agarrarla cuando salió
corriendo del hospital —dijo más calmado.
—Bien. —Julián volvió su vista a mí—. Cuenta
qué está pasando.
—Cuando vine hace un rato creí ver a Brian Cox
—susurré tomando la mano de Math—. Pensé que era él pero no fue así. Por eso le
pregunté a la recepcionista. —Miré a Julián que me observaba con confusión—.
Por un momento imaginé que sí era él y había hecho algo para que Derek muriera…
—suspiré recordando a Nick—. Con eso que dijo Alex, que se encontraba mejor
cuando lo pasó a ver y después… ya saben.
—¿Era o no era ese maldito? —interrogó Kevin
enojado.
—No era —mentí frunciendo mi ceño, intentando
que me creyera.
—¡La enfermera te dijo que había un chico…!
—Alzó su voz, sus ojos de fuego aparecieron.
—¡No me grites! —lo interrumpí—. La señora dijo
que tenía el cabello muy negro, el maldito ése lo tenía negro, pero más al lado
del castaño. —Lo miré con odio, debía protegerlo, cumplir con mi promesa.
Kevin se giró y golpeó con su puño cerrado la
pared del hospital, la magnitud del impacto se notó cuando dejó caer su brazo
derecho a un costado, mostrando sus nudillos recién golpeados rojos, con un hilo
de sangre muy fino. Me dispuse a acercarme, pero Math me detuvo, Kevin se
volvió hacia nosotros.
—Al igual que a Nick —dijo demostrando dolor—,
el cuerpo de Derek no lo entregarán hasta tres días más, es decir el sábado.
—Se silenció y observó a todos, menos a mí, un escalofrió me recorrió a causa
de eso—. Su madre, como bien saben, los ha criado sola, a Derek y sus dos
hermanos menores —suspiró y se pasó la mano izquierda por el cabello—. Por eso
y como yo ya tenía más práctica. —Sonrió con sarcasmo—, me ofrecí para ayudarle
en todo lo necesario.
—¿Qué es lo que se necesita? —preguntó Franco
con notoria preocupación.
—Dinero —contestó rápidamente Kevin—. ¿Qué más?
El mundo gira alrededor del dinero.
—Pero del papeleo y esas cosas —habló Julián—.
¿Quién se hará cargo? —Mi hermano conocía muy bien a Kevin, él sabía todo lo
que le dolía aquello y lo que pasaba no hacía más que recordárselo a cada
instante.
—Ya me encargué de eso —respondió dejando
sorprendidos a todos los Leighton, los demás, al parecer, ya lo sabían.
—Pero… —susurró Math antes de ser interrumpido.
—Dije que me ofrecí a ayudar —protestó
frunciendo el ceño—. ¿Acaso piensan que la señora con dos críos de siete y doce
años se puede hacer cargo de eso? No, claro que no —elevó un poco su voz, pero sin
llegar al grito—. Está allá arriba casi en estado de shock, sus hijos apenas
entienden lo que pasa.
—El amigo de Derek se encuentra con ella
ayudándola en lo que más pueda —añadió Alex con voz muy baja—. Yo lo haría,
pero no sé qué hacer.
—Creo que es mejor que te los lleves —dijo
Kevin con voz casi suplicante mirando a Julián—. Ve y saca tu bolso de mi auto.
—Me extendió sus llaves sin mirarme, la recibí y busqué con la vista el carro,
hasta que di con él, prácticamente al frente de mis ojos.
—Está enojado contigo por mentirosa —susurró
Math, había olvidado que lo tenía de la mano.
—Si le miento es por su bien —contesté al
llegar a la puerta.
—Así que ocultas algo —agregó frotándose la
barbilla al apoyarse en la puerta trasera.
—Sí —suspiré al tener en mis manos el pesado
bolso—. Y tú serás mi cómplice cuando te lo cuente.
—¿Tiene que ver con ése? —preguntó, a pesar de
los años, a él todavía le costaba nombrarlo, muy pocas veces lo hacía.
Asentí con la cabeza y le entregué mi bolso,
puso una cara de fastidio, pero lo recibió de todos modos y se la colgó del
hombro izquierdo, para dejar su mano derecha en mi cintura y abrazarme. Julián,
seguido de Franco, Chris y Alex, llegaron en pocos segundos. Mi hermano mayor
le entregó las llaves del auto a Math y me pidió las de Kevin, en grandes
zancadas llegó a su lado y se las entregó para volver con nosotros.
Miré a Kevin quedarse en la entrada del
hospital, pero bajó la mirada cuando nuestros ojos chocaron. Comenzamos a
caminar hacia el auto de mi hermano mayor, cuando apareció por la puerta Danko,
se acercó a mi amigo y ambos entraron en el recinto, al igual que nosotros nos
subimos al carro.
Todo el trayecto fue en completo silencio, Math
se adueñó —como siempre— del copiloto, nadie se lo peleó. Mientras que atrás,
Chris y Alex iban sentados solos y yo sobre Franco. Él no permitiría que otro
me cargara, pequeña manía de hermano sobreprotector que salía a relucir cuando
intentaba hacerse el gracioso, lamentablemente esta vez nadie se encontraba
para chistes.
Al llegar a casa recibí mi bolso de Math y me
dirigí inmediatamente a mi habitación, no tenía ganas de nada, ni siquiera de
averiguar algo. Me puse mi pijama y me lancé sobre la cama, no me importó
meterme bajo las cobijas, lo único que quería era un poco de descanso sobre mi
suave colchón, sólo eso.
La puerta se abrió con lentitud, levanté mi
cabeza con pereza y vi a Math que cerraba tras de sí, me incorporé y se sentó a
mi lado, abrazándome protectoramente, no pude evitar responderle en el
instante, a la vez que unas lágrimas brotaban de mis ojos. Era hora de
desahogarme.
—Está vivo. —Solté sin tanta vuelta—. Hoy lo
confirmé, está vivo.
—Entonces, no fue sólo una ilusión… —Me abrazó
con más fuerza—. ¿De verdad lo viste?
—Y lo escuché —añadí limpiándome un poco la
cara, borrando las gotas saladas—. Fui a ver a Derek, pero me perdí en el
camino. Sentí unos pasos y luego ese murmullo cerca de mi oído. —Math acarició
mi cabeza con suavidad—. Nunca he olvidado su voz, eso te lo he dicho. Corrí
inmediatamente hasta la salida, donde me topé con los brazos de Kev —suspiré
pensando en que él se encontraba enojado conmigo—. Cuando íbamos en el auto lo
miré por el espejo retrovisor y nuestras sospechas salieron a la luz: está
vivo.
—Pero no nos hará nada —aseguró mi hermano,
supongo que no supo qué más decir.
—Lo que me preocupa es la reacción de Kevin, no
quiero decirle que sigue vivo —musité pensando en las mentiras dichas.
—Tarde o temprano lo sabrá —contestó con algo
de preocupación—. Cuando llegue el momento veremos cómo se dan las cosas, por
ahora debes mantenerte calmada.
—Él mató a Derek —susurré escondiendo mi cara
en el pecho de mi hermano.
—Eso no lo sabemos —dijo intentando
consolarme—. No estuvimos en la pelea, no sabemos quiénes pelearon…
—Él lo mató —aseguré mirándolo a los ojos—. La
enfermera me dijo que él había estado antes de que yo fuera. Él venía saliendo
de la habitación de Derek cuando lo vi. —Me detuve, estaba levantando demasiado
mi voz—. Estoy segura que hizo algo para acabar con su vida.
—Eso no es nada seguro —refutó frunciendo un
poco su ceño—. No te alarmes ni pienses cosas a lo tonto y a lo loco. Mantén la
calma.
—Estoy tranquila —respondí con voz suave—. Pero
estoy segura que tuvo algo que ver, y te prometo que lo averiguaré.
—Será mejor que te mantengas alejada —ordenó
mirándome con seriedad—. O nunca más en tu vida volverás a salir sola.
—No me meteré en problemas. —Le sonreí para
ganarme su permiso—. Eso te lo aseguro.
—A la primera señal de peligro —dijo aún con
tono serio—, te alejas y no vuelves a saber del tema. —Lo miré con el ceño
fruncido—. ¿Lo prometes?
—Lo prometo —contesté sin ánimos. Math besó mi
frente.
—Ahora prepárate para dormir, ya que estás con
pijama, aprovecha el tiempo. —Sonrió enseñándome el reloj.
—Pensaba que era más tarde —añadí observando
que el aparato marcaba las 20:45 horas—. De todas maneras, no había más que
hacer.
Mi hermano se levantó y salió de la habitación
seguido por mí. Me dirigí al baño y, tal como dijo Math, me preparé para
dormir. Una vez que salí fui a la sala donde Alex y Chris terminaban de comer.
Les di las buenas noches a todos y caminé a mi cama, un largo día me esperaba,
debía buscar información y, además, cumplir con el castigo impuesto por violar
las reglas del Instituto. Suspiré pensando en todo lo que tendría que limpiar,
aun así me dejé caer con pesadez sobre mi cama y me arropé hasta las orejas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Me vas a dejar tu opinión?
Los comentarios no son moderados, aparecerán apenas lo envíes, pero si faltan el respeto o son dañinos hacia alguien en especial o la que escribe, será borrado o contestado, todo depende de los ánimos de quien responde.
Intentaré responder los comentarios apenas pueda.
¡Muchas gracias por opinar!