Hace mucho tiempo que no salía sola, pero
sentía la necesidad de hacerlo. De caminar sin rumbo, aunque con precaución,
por las frías y poco concurridas calles de la ciudad.
Lamentable o afortunadamente, dependiendo del
lado en que quiera mirarlo, llegué al lugar donde toda la pesadilla comenzó. Miré
fijamente la plaza que tenía al frente, con sólo una calle que nos separaba. Las
lágrimas empezaron a caer a mares mientras aparecían una y otra vez los recuerdos
de aquella fatídica noche. Crucé y enfrenté lo que había estado evitado estos
años.
Por primera vez, después del «accidente», que
tuve la valentía de llegar hasta aquí, me sentí bastante bien al hacerlo. Me
senté en un banco que permitía tener en mi visual directa a la pileta y a los
columpios, en otras palabras, mis ojos tenían delante el lugar exacto donde
ocurrió todo.
Al estar allí pude entender que no fue mi
culpa, todo este tiempo mortificándome por la muerte de mi novio, pero no fue
así. El único culpable fue Brian, a quien por cierto, nunca supe cómo quedó
después que Nick le enterrara el cuchillo, ni siquiera sé si está vivo o
muerto. De todas maneras no me importa.
Me quedé con la vista fija por un buen rato,
por mis mejillas salían lágrimas y por mi mente los recuerdos pasaban sin
cesar, como una película a color y cámara lenta.
—¡Buu! —escuché una voz de hombre por mi
espalda.
—Me asustaste —susurré al joven trigueño que
tenía frente a mí—. Casi se me salió el corazón, y del salto que di, llegué al
cielo.
—Supuse que estarías aquí. —Kev se sentó a mi
lado, ignorando mi exageración—. Julián está preocupado, pero yo le dije que
saldría por ti.
No le respondí nada, sólo lo miré y él notó mis
ojos enrojecidos e hinchados, no era necesario que me preguntara si estaba
llorando o que yo le dijera algo, era demasiado notorio lo que pasaba y él me
conocía de toda la vida como para pedir explicaciones. Me abrazó con fuerza,
esa era una de las cosas que más adoraba de Kevin, siempre sabía cuando necesitaba
un abrazo bien apretado. Nos quedamos en silencio mientras los minutos
avanzaban.
—Aquí… —rompí el silencio con voz quebradiza
mientras me ponía de pie—. Justo aquí fue donde hirieron a Nick —susurré al
llegar donde cayó de rodillas.
—No digas nada si no quieres. —Me observó con
seriedad—. No es necesario.
—Necesito hacerlo —contesté como pidiendo
permiso de hacer algo—, no he hablado de esto desde que pasó, ya es mucho lo
que he guardado.
Kevin se quedó en silencio mientras yo le
relataba paso por paso todo lo acontecido aquel día. Me moví de un lado a otro,
reviviendo cada instante. Las horas continuaban y mis lágrimas desaparecieron,
a diferencia de mi amigo, quien lloraba al recordarlo todo, al tener de nuevo
las imágenes relatadas de la muerte de su hermano, dejando ver el dolor que
sentía por aquello. Mi corazón se oprimió, daría cualquier cosa porque dejara
de sufrir.
—Lo que sucedió cuando estaba en la pileta, no
lo sé muy bien. —Sequé una que otra lágrima que había vuelto, aunque eran por
el dolor de mi amigo—. Pero Math me lo contó cuando ya me sentí mejor y quise
escuchar. Una vez que Nick logró sacarse a aquel tipo, el que se puso a decir
que nosotros nos íbamos, corrió donde Brian, que es el nombre de aquel imbécil,
se lanzó sobre él y pelearon un rato…
—Ese nombre me quedó bien grabado cuando pasó
todo —interrumpió Kevin.
—Mientras peleaban —continué hablando—, Brian
sacó un cuchillo y en un movimiento se lo enterró a Nick… —Mis lágrimas
comenzaron a salir a ríos—, tu hermano lo agarró, como pudo se lo sacó y atacó
a Brian, a los minutos de eso yo me di la vuelta y vi todo como ya antes te
había contado.
Dejé de hablar y limpié mi cara, para borrar
todo rastro de llanto. Kevin cubría su rostro con ambas manos, ocultándolo,
pero las pequeñas gotas de dolor escurrían por sus dedos ásperos, unos que no
confundo con nada, esos que señalan que es un trabajador mecánico.
—El resto ya lo sabes —susurré al llegar a su
lado.
—Vamos a casa —ordenó una vez que terminó de
secarse las lágrimas.
—Vamos. —Tomé su mano al momento en que se puso
de pie.
Caminamos de esa manera, cruzando la plaza y
llegando a la calle principal de la ciudad, aquella avenida odiada por muchos,
ya que es la responsable de la división de las personas. Pasamos por un
callejón y divisé mi casa, vi un auto estacionado fuera de ella, conocido por
los dos.
—Ford Focus —dijo Kevin.
—Así es —respondí—. Tony está en casa, y no
creo que solo. Ale también debe acompañarlo.
—Y Dom. —Su tono de voz sonó con molestia.
—¿Qué con él? —pregunté algo confusa, por cómo
se refirió a mi amigo.
—No, nada —contestó, me soltó la mano y abrió
la puerta de afuera—. Entra.
Obedecí sin chistar, como casi siempre solía
hacerlo con sus mandatos. Giré la manilla y entré, dejándome a la vista a los
dos chicos que pensé estarían en el interior, aunque Kevin se había equivocado,
Dom no se encontraba.
Últimamente pasaba mucho tiempo conmigo, pero
aquel moreno siempre será una niña ante mis ojos, y no porque le gusten los
hombres, es su carácter, es de los pocos chicos que piensan como chicas. Creo
que es por eso que le encanta el arte, puede expresarse con naturalidad.
Sonreí al recodar que desde el momento en que
Julián le había entregado copias de llaves a mi amiga, ésta se tomó la casa
para ella. Iba y venía sin avisar a nadie, no era raro que alguien la
encontrara sola, a veces moviendo uno que otro mueble, o simplemente cocinando.
Prácticamente era otra más. Y todo para tenerme aún más vigilada, no le bastaba
con la tropa de zánganos que vivían con nosotros y que ya parecían
guardaespaldas cada vez que yo salía, sino que también a Ale le había dado
llaves para que entrara a mi casa.
—Tee —dijo Ale mientras me veía entrar—.
Venimos a invitarte a salir. —Se abalanzó sobre mi abrazándome y besando mi
mejilla.
—¿A dónde? ¿Cuándo? —pregunté saludándola de la
misma manera.
—Ahora —habló Tony—, vamos a dar un paseo por
allí. Tú, Ale, un amigo y yo.
—¿Qué amigo? —interrogó Kevin mientras cerraba
la puerta.
—Es un vecino —respondió el novio de mi amiga.
—¿Lo conozco? —Arqueé una ceja al salir de los
brazos de mi amiga, eso me parecía raro, no por ir a dar una vuelta con un
chico, sino que con un vecino de Tony. Ellos no son la clase de persona que
saldría con alguien como yo.
—No creo —contestó el de lentes.
—Ale, no tengo ganas de salir —dije tratando de
no desanimarla—. No hoy.
—Por ser hoy fue que decidimos sacarte de paseo
—me regañó mirándome fijo.
—Estoy bien —intenté sonar convincente—. Pero
no tengo ganas de salir. Además, voy a ver la tercera temporada de
Supernatural.
—Pero si ya la has visto muchas veces —reclamó
Tony.
—La quiero ver otra vez —añadí con una
sonrisa—. Ya saben que no me canso de ver a mi Dean.
—Kevin, haz algo —ordenó molesta al chico que
estaba parado cerca del sillón, observando unas cartas.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó sin mirarla—.
¿Qué la amarre a su auto?
—No es mala idea —sonrió mi amiga.
—Ni lo pienses —fruncí mi ceño.
—Vamos, es un paseo corto —continuó
insistiendo.
—Ale, de verdad que no quiero. —La miré con
seriedad, ella hizo pucheros—. No me convences con eso.
—Vamos —dijo molesta a su novio—, cuando se
pone así, nadie es capaz de hacerla cambiar de opinión.
—Eso es verdad —sonrió Kevin—. Es más terca que
una mula.
—Nadie pidió tu opinión, duende. —Le saqué la
lengua a quien había hablado.
—Vámonos —añadió Tony.
—No te enojes —hablé mientras abrazaba a mi
amiga—. Si te dije que el día de hoy no saldría.
—Está bien, está bien —reclamó molesta, para
luego hacer el intento de marcharse.
Me despedí de ellos en la puerta y cuando
entré, Kevin se había sentado en el sillón pequeño y el control remoto del
televisor en sus manos. Me acosté junto a él en el sofá, mientras veíamos la
televisión.
—¡ThunderCats! —exclamó con entusiasmo—. Años
que no lo veía.
—Leon O, ése soy yo. Tú eres Chitara —dije
entre risas.
Nos quedamos viendo el primer episodio de la
saga que estaban transmitiendo en un canal de televisión abierto, olvidándome
que vería a mi amado Dean Winchester.
Quizás fue culpa del cansancio acumulado de la
semana, aunque digan que eso no se junta. O, tal vez, el hecho de haber llorado
tanto antes y después de encontrarme con Kevin. Pero me dormí, sin siquiera
darme cuenta cuando.
* * * *
*
Al abrir mis ojos, perezosos y con fastidio,
Julián y los demás ya habían llegado.
—Ya están aquí —susurré al ver a Math sentado a
mis pies.
—No, es una alucinación —respondió mientras se
llevaba una papita a la boca.
—Dame —ordené casi lanzándome sobre él.
—Son mías —contestó guardando el paquete—.
Pídele a Julián que te dé las tuyas.
—¿Dónde está Kevin? —pregunté al ver que no
estaba en el sillón.
—Con Julián en la cocina. —Mi hermano, sin
modales, habló con la boca llena.
—Iré a decirle a Julián donde estaba —suspiré
al sentarme.
—No es necesario —me sonrió—. Kevin ya le contó
lo que pasó.
Me quedé abrazada de mi hermano, robándole
papitas y viendo televisión. A los minutos la puerta de la cocina se abrió,
dejando un rápido vaivén luego de la salida de Kevin. Avanzó rápidamente a la
salida, dando un fuerte portazo al cerrar tras de sí.
—¿Y ahora? —cuestionó Math mirando extrañado.
—No sé —respondí al ponerme de pie—. Ya vengo.
Agarré mi chaqueta y salí tras el chico, pero
no tuve éxito, se metió en su auto y desapareció en la carretera.
Volví a mi casa con un sentimiento de
frustración en mi interior.
—¿Qué pasó, Julián? —interrogué a mi hermano,
que salía de la cocina a la sala.
—Lo de siempre —contestó casi susurrando—. Lo
de siempre —repitió mientras caminaba hacia el sillón para sentarse a ver las
noticias.
Caminé a mi habitación, entré y me lancé a mi
cama, abracé la almohada, cerré los ojos y las palabras de Julián resonaron en
mi mente «lo de siempre». Enterré mi cara en lo que tenía en mis brazos. «Soy
una tonta», me dije. Durante todo este tiempo no me había dado cuenta del
problema con Kevin. No dejaba de tomar, ya su vicio era demasiado, y por más
que intentábamos no nos hacía caso.
La pelea entre él y mi hermano ya era común, y
luego de eso sonaba el teléfono, era típico, llamaban del bar diciendo que
Kevin se había pelado con alguien o estaba por hacerlo, y pasaría la noche en
la cárcel.
Me senté en la cama y sequé un poco mi cara,
una que otra lágrima había corrido desde mis ojos por mis mejillas, no estaba
haciendo lo que Nick me pidió. Es más, ni siquiera logré percatarme a tiempo de
lo que aquejaba a mi amigo.
Me levanté y fui hacia el computador, hace
mucho tiempo que no lo usaba para algo que no fueran tareas. Lo encendí y me puse
a sacar unas cuantas basuras que habían quedado escondidas de la última maqueta
que tuve que hacer para una clase, me encanta hacer maquetas, pero los restos
de desperdicios siempre quedan por todos lados y aparecen de la nada.
Una vez que el computador estuvo listo, me
senté frente a él.
Encendí la pantalla y apareció una fotografía
de hace mucho tiempo, de fondo se podía ver una gran playa con poca gente, de
finas y amarillas arenas, de verdes aguas y rocas a los lejos. Más adelante, la
figura de tres personas, yo en el centro, a la izquierda abrazaba a Nick, y en
el opuesto a Math. Era una imagen de antes que me hiciera novia del chico con
azules ojos, y era fotomontaje hecho por él y por mi hermano. Se notaba, porque
nadie en su sano juicio va a la playa vestido, casi, de esquimal.
Agarré un CD de debajo de un montón de otros
esparcidos en el escritorio, y lo puse en mi computador. Una música comenzó a
sonar y la presentación de Age of Empires II The Conquerors apareció.
Hace mucho tiempo que no jugaba, con suerte
recordaba cómo mover a los pequeños monitos de la pantalla, así que comencé con
lo básico: Aprende a Jugar junto al héroe escocés, Williams Wallace.
El timbre del teléfono me despegó del juego, lo
dejé detenido y me levanté, caminé en dirección a la puerta y me quedé parada
en el umbral.
—En un rato estoy allá —escuché la voz de
Julián—. Gracias.
Dejaron el auricular otra vez en su lugar, y
unos pasos se escucharon aproximarse.
—¿Quién era? —pregunté a mi hermano cuando lo
vi pasar hacia su habitación.
—Mark, el del bar —respondió sin dejar su
apresurado caminar.
—¿Qué pasó? —indagué mientras lo seguía, a
pesar que ya lo podía imaginar.
—Algo que pasa muy pocas veces —contestó
deteniendo su paso y mirándome a los ojos—, Kev está ebrio.
—¿Está bien? ¿Ya se peleó? —consulté a mi
hermanito, al verlo moverse de un lado a otro, buscando una chaqueta.
—No lo sé —dijo seriamente y algo cansado—. Me
dijeron que lo fuera a buscar, sin darme detalles.
—Voy contigo —añadí saliendo de su habitación,
en dirección a la mía para buscar una chaqueta.
—No es bueno que vayas. —Se paró en el umbral
de mi puerta, mientras se acomodaba su campera.
—Esta vez no te haré caso, hermanito —susurré
al llegar a su lado y poniéndome la chaqueta—. Voy contigo quieras o no.
—Está bien, está bien —respondió con
resignación al verme pasar por su lado, rumbo a la sala.
—¿A dónde vas? —preguntó Math que no había
dejado de ver televisión.
—Por Kev —contesté al abrir la puerta.
—¿Vas a dejar que vaya, Julián? —consultó el
pequeño algo sorprendido, a la vez que se ponía de pie de un salto.
—Sí —anunció cortantemente el mayor—.
Volveremos lo más rápido que podamos.
—Yo también voy. —Math comenzó a caminar a su habitación,
la cual comparte con Franco.
—No —ordenó Julián—. Quédate aquí, Franco tiene
que estar por llegar y no quiero que se preocupe de más, ya sabes cómo es de
nervioso. Si empieza a imaginarse cosas, no quiero que llegue la policía como
la última vez —sonrió al recordar aquello.
—Pero… —alcanzó a decir el menor a
regañadientes.
—Va conmigo —interrumpió el mayor—, no le
pasará nada.
—Don’t worry, my little bro —le sonreí al más
pequeño de mis hermanos—. Yo me sé cuidar.
Le lancé un beso y salí de mi casa seguida por
Julián.
* * *
* *
Caminamos hasta el auto de mi hermano, que no
era la gran cosa, es más, cuando lo compró lo hizo por chatarra, pero con la
ayuda de Kevin y su conocimiento en mecánica, lograron hacer que el pedazo de
metales inservible funcionara nuevamente. Aunque eso fue hace como dos meses,
luego de un largo proceso psicológico por tratar de no recordar a mis padres y
el accidente. Julián no quería volver a conducir, pero debía superar su trauma,
más ahora que lo necesitaba para su nuevo trabajo. Consiguió uno de cobrador
externo y debe trasladarse de un lugar a otro, teniendo problemas con la
locomoción colectiva, ya que no llega a todas partes de la ciudad. El auto lo
sacó de bastantes apuros.
Me subí al carro, luego que Julián me abriera
la puerta, y él encendió el motor. Partimos en busca de Kevin.
—¿Cómo van tus notas en el Instituto? —preguntó
rompiendo el silencio.
—Bien —respondí sin ganas de hablar de eso—. La
señora orientadora dijo que, después de todo lo que me había pasado, no me iba como
ella pensaba.
—Ella sigue pensando que los Leighton somos
unos irresponsables —dijo Julián con una pequeña sonrisa torcida.
—Creo que somos los que más han tenido
problemas en ese instituto para graduarse —le sonreí a mi hermano.
—Ella tenía todo listo para mi beca de
estudios. —Su voz sonó algo melancólica—. Cuando le dije que no podría seguir
estudiando, trató de convencerme de muchas maneras para que cambiara mi
decisión.
—Lo sé —susurré pensando en todo lo que
sacrificó por nosotros—. Me lo ha dicho mucho últimamente, también sobre el
porqué Franco se retiró, según ella, podría haber sido bueno en algo.
—Qué poca fe le tenía a Franco —sonrió Julián—.
Siempre me llamaba para decirme que mi hermanito había hecho algo, y que por
eso llamarían a nuestros padres.
—Con Math —dije con orgullo—, con él tiene la
misma esperanza que contigo hace unos años.
—¿Ah sí? —preguntó sin poder ocultar su
alegría.
—Me dijo: «Espero que Matías sea lo que Julián
no pudo, como me encantaría que le fuera excelente en la universidad» —respondí
tratando de imitar la voz de aquella orientadora, que parece una amiga en la
que puedes contar para todo.
—Y lo hará —manifestó mientras doblaba para
estacionarse—. Llegamos.
No era la primera vez que iba a aquel bar,
antes ya había acompañado a Kevin, junto con Nick y Math, a buscar unas piezas
para coches.
El chico era cliente habitual, en esa época,
para comprar cosas de autos. «En un bar no sólo encuentras bebidas y alcohol»,
dijo una vez cuando salía con un motor de carro en sus brazos.
Nunca he entrado, las veces que vine me hacían
esperar en el auto, «éste no es lugar para ti», decían mis acompañantes.
Julián se estacionó en el único lugar que
estaba sin ocupar: frente al bar, que por fuera parecía una cabaña que está a
punto de derrumbarse. Es un lugar parecido a esos de películas del antiguo
oeste, y creo que por ese motivo la gente lo prefiere, la mayoría de los que
salen de aquí andan con gorros vaqueros y más cosas del estilo, sólo les falta
el caballo para ser un verdadero cowboy,
pero ninguno se le compara con el mejor de todos los tiempos: John Wayne.
Por la localización de las ventanas, diría que
tiene como tres pisos de altura, la madera desgastada y el nombre con luces
rotas. Llama la atención de cualquier persona, en pocas palabras, parece un
lugar de mala muerte para cualquier señorita de alta clase, pero para mí sólo
es un bar.
—Voy y vuelvo —comentó Julián, girando las
llaves del auto para apagar el motor.
—Voy contigo. —Abrí la puerta del copiloto para
bajar.
—No irás —ordenó mi hermano con seriedad—. Te
deje venir, pero ahora esperas aquí.
—No lo creo. —Bajé del auto y cerré la puerta.
Julián salió tras de mí y me agarró del brazo.
Suspiró al mirarme y aflojó un poco el apriete que ejercía sobre mi codo.
—Quédate siempre detrás de mí —dijo mirándome a
los ojos serio—. No te alejes ni un milímetro
—No es para tanto, Julián —reí por el escándalo
que hacía mi hermano—. No exageres, es sólo un bar.
—Sí, sí, sólo un bar —habló de mala gana
soltando mi brazo y caminando en dirección a la puerta.
Avanzamos por las piedritas del lugar, de lejos
se escuchaba la música, algo extraña para mí, me pareció raro que en un bar,
estilo vaqueros, escucharan Brian Adams.
Llegamos a la puerta, que tenía dos escalones.
Julián abrió y agarró mi mano. Entramos y ya la canción sonaba más clara, y sí,
era Brian Adams. Have you ever really loved a woman?, y a todo volumen.
Sonreí al pensar en esa canción, en ese lugar. Como
que no pegaba ni juntaba, es decir, un lugar al estilo vaqueros, en donde el
olor que predomina era el del alcohol rancio y frituras, debería tener música
más acorde, no del estilo romántica… No entendí por qué a Kevin le gustaba
tanto ir allí, si quería esa música en casa la encontraba, al igual que el
alcohol… Quizás le gustaba el olor… También olía a sudor y gente que no se
baña.
Comencé a buscar con la mirada a Kevin, no lo
veía por ninguna parte. Seguía de la mano de mi hermano, él me tenía muy
agarrada como para soltarlo.
—¡Hey, Julián! —Se escuchó una voz de hombre.
—Mark —dijo mi hermano moviendo su mano—. ¿Aún
está aquí?
—Sí, sí —respondió el cantinero estrechando la
mano de mi hermano—. Di órdenes que tuvieran vigiladas las salidas en caso que
se quisiera ir.
—¿Dónde está? —preguntó rápidamente, se notaba
que quería salir lo más pronto.
—Ése es el problema —contestó Mark rascándose
la cabeza—. Hace un rato que desapareció de mi vista.
Al parecer el chico no me había visto detrás de
Julián, cosa que no es rara y no es la primera vez que me pasa, si apenas llegó
a la rodilla de mi hermano. Rodé mis ojos y lo ignoré. Seguí buscando con la
mirada a Kevin, mientras mi hermano y el chico del bar conversaban.
—¡Allá está! —exclamé, mientras me soltaba de
la mano de mi hermano, que al parecer la había aflojado.
Caminé en dirección a donde estaba quien
buscaba, no me importó pasar por entre todas esas personas que tragaban y
tragaban alcohol. Y olían y olían mal.
—Hey, ¿qué te pasa? —pregunté dándome la vuelta
para mirar a un tipo que me agarró del brazo.
—Ven, bailemos —dijo tratando de abrazarme.
—Aléjate de mí —respondí mirándolo a los ojos,
no estaba para estupideces como ésa.
—Really,
really, loved a woman —cantó el tipo y el olor a tragos salió de
su bocota.
—Apréndete la canción —musité con ironía al
soltarme de sus brazos, y con mi pierna le di un golpe en donde más les duele a
los hombres: entre sus piernas. De algo que sirvieran las súper clases de
Chris.
—Lo haré —habló el tipo en el suelo casi sin
voz y con sus manos en el lugar golpeado, aguantando el dolor.
Me di la vuelta y seguí a donde estaba Kevin,
ya lo podía ver bien, no estaba solo. Una chica que usaba pantalones ajustados
y cortos, muy cortos, junto a una minúscula camisa, que apenas le tapaba los
pechos, estaba junto a él.
—Vamos a casa —ordené al chico que no me había
visto llegar por detrás.
—¿Quién es? —interrogó la chica con quien
estaba.
—¡Pequeña! —gritó asombrado—. ¿Qué haces aquí?
—indagó mirándome a los ojos, olvidando a la chica.
—¿Quién es? —Volvió a preguntar la rubia con
tono de enfado, mientras abrazaba a Kevin.
—¿Viniste sola? —cuestionó volviendo a ignorar
a la chica.
—No —respondí fríamente—. Ya, vámonos a casa.
—¿Vives con ella? —La chica observó a Kevin
fijamente.
—Sí —dije ya cansada de ella—. Y ya, deja de
hacer preguntas tontas y vete de aquí.
—¿Vas a dejar que me trate así? —Hizo un
puchero mirando a mi amigo, pero con esa falsedad de niña consentida para que
hagan lo que ella quiere.
—Vine con Julián —dije a Kevin, sin prestarle
atención a su acompañante—. El papelón de niña consentida no te funcionara con
él —la miré a los ojos.
—¿Y dónde está? —preguntó el chico.
—Ésa es una buena pregunta —sonreí con burla,
acordándome que no lo había visto desde que me solté de su mano—. Estaba
hablando con Mark, cuando te vi, le dije que te encontré, pero ahora no lo veo
por ningún lado…
—Kevin. —Se escuchó una voz de hombre, algo
ronca, tras de mí—. ¿Ella es tu conocida?
—Yo quiero ser algo más que su conocida
—respondió la chica mirando a Kevin.
—No lo digo por ti —gruñó el recién llegado—.
Tú ya eres conocida por todos aquí —se burló—, lo digo por ella.
—Es mi pequeña —contestó Kevin con una sonrisa
torcida.
—Alguien tiene que tomar su lugar —reclamó el
tipo—, al ser mujer queda fuera.
—¿Fuera de qué? —interrogué confundida al darme
la vuelta, para así mirar a quien hablaba. A mi vista tuve a un ser enorme, con
bigotes y calvo. Aguanté una risita por su apariencia.
—Mi primo —me miró directo a los ojos—, aún
tiene dolor entre sus piernas.
—¿Tu primo? —cuestioné dubitativamente—. No se
parecen en nada. —Reí, al que había golpeado era un tipo alto y flaco, con
cabellera hasta los hombros, lisa y color negro. Se veía bastante débil, quizás
por eso me resultó tan fácil pegarle.
—Por donde pasas hay problemas, pequeña. —Kevin
se burló a mi lado.
—No vuelvas por mí y no me busques —sentenció
la chica al soltarlo, ya prácticamente la habíamos olvidado.
—Está bien —respondió sin darle importancia.
—Te arrepentirás —dijo al menear su cola,
darnos la espalda y marcharse.
—Sí, sí —se burló mi amigo—. Yo tomaré su
lugar. —Se puso de pie, tambaleándose un poco por culpa de los tragos.
—¡Momento! —exclamé moviendo mis manos en señal
de alto, parándome frente a él—. ¿Lugar en qué?
—En la pelea —soltó con risa—, al golpear a
alguien en un bar como éste, puede venir otro a reclamar venganza, y ya ves,
alguien vino porque golpeaste a uno de los clientes frecuentes del lugar.
—Ya sabes dónde, Kevin. —El tipo se dio la
media vuelta y caminó hacia la salida.
—Ve a buscar a Julián mientras yo te sacó de
ésta —ordenó empezando a caminar, pero perdió el equilibrio y casi se va para
el suelo.
—Tú no harás nada. —Lo agarré como puede para
que no se cayera—. ¿Dónde se metió Julián?
—¿Para qué lo quieres? —preguntó Kevin
afirmándose de mí—. Si yo pelearé por ti, no necesitamos a «musculitos».
—Nadie peleará —contesté mientras caminaba con
él hacia la salida, buscado con la mirada a Julián—, además tú dijiste que lo
buscara.
—Es verdad —dijo riendo, dejando a la vista que
estaba borracho—, y si pelearé.
—¡No lo harás! —Levanté un poco mi voz—, nadie
peleará un día como éste.
Kevin detuvo el paso y me miró seriamente, por
unos momentos pensé que ya no estaba tan ebrio. Sus ojos parecían de fuego,
otra vez, me asusté. Simplemente no estaba acostumbrada a eso, y tampoco quería
llegar a hacerlo. Creo que, si no la vuelve a usar conmigo, sería lo
suficientemente feliz por el resto de mi vida, pero algo me decía que distaba
mucho de ello y que tendría que verla varias veces más.
—¿No quieres más peleas por tu culpa? —consultó
con tono prepotente—. Debiste pensarlo antes de andar golpeando a la gente.
—¿Eso es lo que realmente piensas? —indagué
dolida por sus palabras—. ¿Es por eso que no te acercas a mí cuando estás
borracho? ¿Para no decirme lo que realmente sientes?
—Hasta que los encuentro. —La voz de Julián
sonó tras de mí—. Cuando me soltaste no te volví a ver, fue como si hubieras
desaparecido.
—Soy tan enana que nadie me ve —respondí a
Julián, soltando a Kevin y dándome la vuelta para ver a mi hermano—. Sostenlo
tú, que no puede caminar solo.
—Vamos afuera —habló aún con tono prepotente y
su mirada de fuego.
—Allá vamos —aseguró mi hermano—, el auto nos
espera en el estacionamiento.
—Y la pelea también —añadió el trigueño con una
media sonrisa dibujada en su rostro.
—¿Qué pelea? —preguntó mi hermano con
confusión—. Parece que me perdí de algunas cosas. —Fijó su mirada en mí.
—Ninguna —contesté antes que Kevin hiciera
algún comentario—. No hay peleas.
—Si la hay. —Se adelantó en responder con tono
de no estar borracho—. Vamos afuera y ya verás.
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