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14 de mayo de 2017

[Hasta el día de ayer] Capítulo III: «Tragedia y dolor»

Math se dio la vuelta y lanzó un golpe directo a la cara del que había hablado para que se callara, como consecuencia, otros dos se lanzaron sobre él.
Nick agarró a otro, como estaban ebrios, no les costaba nada pegarles. Además eran bajos en estatura, se podía ver una gran diferencia entre ellos y mi hermano.
—¡Math, Nick! —grité—. Ya dejen de pelear.
Pero era inútil, me alejé un poco de los golpes y seguí gritando para que se detuvieran. No quería que siguieran con la pelea, no con ellos. Ya bien es sabido por todos los que vivimos en este sector que ellos no son limpios en los momentos de golpes. Y tanto Math como Nick debían mantenerse limpios y sanos para que pudieran postular sin problema alguna a las becas para su educación como profesionales. Los problemas debían estar lejos de nosotros, teníamos que cumplir con la palabra de Julián cuando le dieron la tutela nuestra, el prometió que estaríamos lejos de estas cosas, que él se encargaría de que fuéramos personas ejemplares. Y, en ese momento, estábamos solos… Y me dio miedo.
—¿Qué pasó? —preguntó una voz atrás de mí—. ¿No te gustan las peleas? —dijo mientras me tomaba del brazo y me jalaba hasta dejarme frente a él.
—¡Suéltame! —grité mientras trataba de darle un golpe, pero agarró mi mano y me la apretó.
—No seas insolente —me regañó mientras tiraba de mi brazo y me dirigía a la pileta.
—¡Thais! —escuché a Nick gritar. Al momento en que se dio cuenta de lo que pasaba, pero el tipo con quien peleaba no lo dejaba ir a mi lado.
—¡Suéltala! —El enojo de Math resonaba en sus palabras, pero se encontraba en las mismas condiciones que mi novio.
—Así que tu nombre es Thais —añadió riendo, sin darle importancia a los gritos a mi favor—. Es lindo.
—¿Qué quieres? —pregunté forcejeando para que me soltara.
—A ti —respondió cuando llegamos a la orilla de la pileta.
—¿A mí? —indagué clavando mis ojos en los de él—. Eso no lo tendrás nunca —amenacé.
—Ya lo veremos —contestó mientras me agarraba con sus dos manos, una en la cabeza y la otra en la espalda, afirmando con fuerza mis brazos para que nos los moviera.
—¡Suéltame, idiota! —ordené mientras seguí con mi frustrado intento de soltarme y, a la vez, buscaba dónde golpear al tipo.
—Quédate quieta, nenita —dijo con tono suave. Pude sentir su respiración cerca de mi cuello y el olor a alcohol llegaba a mi nariz.
Aquello me dio repugnancia, había sentido esos olores antes, pero si viene de alguien como él, me daban ganas de vomitar. Forcejeé con más fuerza hasta que logré golpearlo con mis piernas, pero sólo conseguí que sus ojos se transformaran en ira. Una mirada penetrante de odio era la que tenía en frente, me asustó por unos instantes, mas no dejé que me intimidara.
—Será a la fuerza —gruñó al darme la vuelta y dejarme de espaldas a él.
—Será na…. —alcancé a decir antes de que mi voz se perdiera.
Un grito pronunciando mi nombre fue lo último que escuché, no sé si fue la voz de Nick o de Math, en el agua todos los sonidos se escuchan distinto.
Brian me había sumergido la cabeza en la pileta, sus manos me presionaban tan fuerte hacia el fondo que no podía moverme. Sentía que todo se acabaría, abrí mis ojos y veía en el fondo, los cientos de monedas casi sin valor que había en ella, «cuantos deseos», pensaba mientras mi aire se acababa. La resignación era lo único que me quedaba.
—¿Se te aclararon las ideas? —escuché una voz que me hablaba al oído—. ¿O necesitas otra mojada? —dijo con burla.
No respondí nada, me limité a tomar aire a golpes, lo necesitaba. Podía sentir el agua caer desde mi cabello, correr por mi rostro, avanzar por mi cuello y perderse en mi pecho. Mi espalda pasaba algo parecido, era como si recién hubiera salido de la ducha. El respirar de esa manera provocó que apareciera un dolor fuerte en toda mi delantera.
—Prefiero morir antes de estar contigo —le respondí cuando ya había inhalado el aire suficiente.
Con esas palabras lo único que conseguí fue que el agua volviera a inundar mi cabeza. Pero sería distinto, no aguantaría mucho, me dolía demasiado el pecho y por más que forcejeara, no podía soltarme.
Nunca en mi vida me había desmayado, pero supuse que la sensación que me invadía era por ese motivo, en cualquier momento perdería el conocimiento, el agua comenzó a entrar por mi nariz y boca. Moriría.
Mas, me soltó y pude sacar la cabeza. Me quedé de rodillas frente a la pileta mientras tosía sin parar, salía agua de mi boca y necesitaba aire. Respirar era dificultoso, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo bien. Me olvidé de todo lo que pasaba a mí alrededor, lo único que quería era oxígeno.
Cuando recordé la pelea, me paré y observé. El espectáculo era feo, nadie de pie.
Al lado mío estaba el cuerpo de Brian, tenía una herida en un costado, sangraba mucho, ése fue el motivo por el que me soltó. Un poco más lejos y arrodillado estaba Nick, pero no veía a Math por ningún lado, no se encontraba junto a los otros tipos en el suelo, y el amigo de Brian, el copiloto, también había desaparecido.
—¡Nick! —grité mientras intentaba correr, pero algo agarró mi pie.
—Serás mía —se escuchó la quebradiza voz de Brian, quien me sujeto.
—Nunca —le dije mientras jalaba mi pie y lo quitaba de sus manos.
Brian cerró sus ojos. Yo corrí donde Nick, me arrodillé frente a él y lo abracé tan fuerte como pude.
—¿Estás bien? —preguntó con una voz suave.
—Sí, sí —respondí impaciente mientras lo abrazaba—. ¿Y tú?
—Estoy bien —me dijo apoyando su cabeza en mi hombro.
—¿Dónde está Math? —consulté por mi hermano desaparecido.
Pero Nick no me respondió, sólo se apretaba el estómago. No me había dado cuenta de sus manos, se las tomé y pude ver lo que ocultaba.
—¡Fue con un cuchillo! —exclamé con preocupación—. No hay teléfono —dije con desespero.
—Math ya viene. —Trató de tranquilizarme con su voz apenas perceptible.
—No hables —ordené, mientras por mis mejillas empezaban a rodar lágrimas.
—No llores —susurró en un aliento de voz—, voy a estar bien —habló con suavidad mientras pasaba su mano por mi mejilla.
—¡Prométemelo! —Exigí casi gritando, pero Nick sólo cerró los ojos y se desmayó. Lo tomé en mis brazos y presioné la herida para que no sangrara tanto.
—¡Ya viene la ambulancia! —escuché una voz que gritaba—. ¿Estás bien? —preguntó, pero yo no distinguía nada.

* * * * *

El ensordecedor sonido de la ambulancia se escuchó a lo lejos, habían pasado unos minutos que ni cuenta me di. Como tampoco me percaté que mi hermano estaba junto a nosotros, y que el amigo de Brian sacó a sus acompañantes del lugar.
—¡Una ambulancia! —grité con tono alentador.
—Sí —dijo mi hermano con voz depresiva—. Al fin saliste del trance.
—¡Math! —Volví a gritar al escucharlo.
—Aquí estoy —susurró mirándome con compasión—. Ten calma, ya viene la ayuda.
Mi vista se dirigió a Nick, mis lágrimas no paraban de salir. Y a cada minuto, él perdía más color.
Unos instantes después la ambulancia llegó a nuestro lado. Lo subieron a la camilla y lo metieron rápidamente, me dejaron ir con él, pero Math no nos acompañó.
El viaje en aquel automóvil fue eterno, veía como los paramédicos inyectaban cosas a mi novio y hablaban entre ellos. No entendía que decían. No entendía nada, lo único que veía era a él herido por un cuchillo que no sé de dónde salió, ni cómo llegó a su cuerpo.
—¿Está bien? —pregunté a los paramédicos.
Mas no obtuve respuesta, ellos sólo me miraron y continuaron con lo que hacían. Me abracé y seguí con lo mismo: llorar.
Al llegar al hospital, me dijeron que tenía que esperar afuera, así que me senté en el suelo ya que no había asientos. Me apoyé en el muro frente a la puerta donde revisaban a Nick, levanté mis rodillas y dejé mi cabeza apoyada en ellas, mientras las lágrimas seguían con su recorrido desde mis ojos, hasta perderse en mi cuello. «Va a estar bien», me repetía una y otra vez, tratando de tranquilizarme, pero no funcionaba.
—¡Thais! —escuché la voz de Julián, levanté mi cabeza.
—Hermanito —dije suavemente mientras me ponía de pie.
—¿Estás bien? —preguntó cuando llegó al lado mío y me abrazó.
—Sí, sí —contesté sollozando—, es Nick…
—Math nos contó lo que pasó —interrumpió Julián.
—Es mi culpa —dije mientras escondía mi cara en su pecho—. Es mi culpa.
—No lo es —contradijo mi hermano abrazándome más fuerte.
—¿Dónde está? —consultó una voz quebradiza atrás de mí.
Sentí miedo, no quería salir de mi hermano. Esa voz hizo que se me erizaran los pelos de los brazos, y un frío recorrió todo mi cuerpo. Aun así, me armé de valor y lo enfrenté.
—En esa sala —respondí dándome la vuelta y apuntando con mi mano. Le señalé la puerta.
—No es tu culpa. —Kev me abrazó con fuerza, pude sentir sus lágrimas caer con rapidez sobre mi cuello—. No lo es.
—Ellos… —musité entrecortadamente—, ellos sólo me querían a mí…
—Estás bien, es lo importante. —Me soltó un poco y agarró mi cara con sus manos—. Quédate tranquila. —Besó mi frente con ternura—. Se salvó una vez de los trenes, y de esta también lo hará.
—Eso espero —suspiré un poco más calmada, me soltó y se limpió la cara.
—Ven —dijo Julián mientras me agarraba de la mano—. Vamos a que te limpies.
—¿Qué cosa? —pregunté algo extrañada.
—Estás llena de sangre. —Trató de sonreír mientras me llevaba a un baño—. Ve, lávate la cara.
Entré al pequeño recinto del hospital que sólo tenía un w.c. y un lavamanos, y sobre éste, un espejo. Me miré en él y vi mi cara, tenía manchas de sangre por las mejillas, un poco del cuello y el mentón. «Es de Nick», pensé al observar mis manos rojizas. Abrí la llave y las metí bajo el chorro, de a poco el agua cambiaba su color transparente por uno rojo. Una vez limpias, lavé mi cara, me volví a mirar en el espejo, y lloré por lo que estaba pasando.
Salí del baño a donde me esperaba Julián, quien me abrazó apenas me vio aparecer tras esa puerta.
—Vamos —ordenó con un suave susurro.
—Sí —respondí abrazándolo.
Cuando llegamos junto a Kevin, frente a la puerta donde se encontraba Nick, ya no estaba solo. Chris, Math y Franco hacían acto de presencia, cuál de todos con la cara más preocupada y sus ojos mostraban claros síntomas de llanto. Odiaba todo eso, los payasos no lloran.
El menor de mis hermanos estaba sentado en el suelo junto a Kev, mientras que los otros dos chicos se encontraban de pie frente a Math.
—Pequeña —dijo Franco al verme.
—Franco —musité mientras me acercaba a él para abrazarlo, tenía sus ojos hinchados.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
—Sí, sí —contesté llorando.
—Yo también quiero abrazo. —Se unió el chico con cabellos cortos y castaños claros. Su voz quería sonar burlona, como siempre, pero no lo logró.
—Faltaron tus puños —añadí mirando a Chris, a la vez que lo abrazaba fuerte.
—Con mis puños no hubiera quedado nadie vivo —habló con su tono de bufón, mientras de sus verdes ojos brotaban lágrimas.
—Los familiares de Nick Sheldon. —La voz de un hombre mayor interrumpió nuestra conversación.
—Aquí. —Kev se levantó de un salto—. Soy su hermano.
El chico se acercó al doctor y éste se lo llevó a una oficina.

* * * * *

Estaba nerviosa, caminaba de un lado a otro mientras que Julián y Chris se quedaron apoyados en la pared junto a la puerta donde se encontraba Nick. Franco abrazaba a Math que seguía en el suelo. La espera comenzó a desesperarme, me senté junto a al menor de mis hermanos y me recosté en su hombro. Mas, el tiempo pasaba muy lento, demasiado para mi gusto.
—Si se tardan —dije impaciente—. ¿Por qué no habló frente a todos?
—Ten paciencia —me regañó Math—. Ya vendrán y traerán buenas noticias.
—No tengo paciencia —suspiré al ponerme de pie. Me dirigí a la puerta donde estaba Nick.
—Siéntate y quédate tranquila —ordenó esta vez Franco.
—Está a sólo unos pasos —musité con suavidad—. Si sólo… —volví a hablar mientras jalaba la manilla de la puerta.
—No puedes entrar —interrumpió la voz de hombre de hace un rato—. El hermano es el único que tiene autorización de hacerlo —dijo seriamente y con autoridad.
—Está bien —susurré mientras agachaba la cabeza y soltaba la manilla.
—Como dije —continuó hablando el doctor—, sólo puede entrar el hermano y por diez minutos. El paciente está inconsciente, su estado es grave.
Seguía con mi cabeza pegada en la puerta, mis lágrimas salían aún más. Kev llegó a mi lado, me abrazó y me sacó de ahí. Estaba meditando en mi mente lo que significaban las palabras «su estado es grave». Sollocé apretando mis puños con fuerza, el sentimiento de no poder hacer nada por quien amas es horrible.
—Calma —dijo mi cuñado con voz tranquila—. Cuando terminen lo que hacen con mi hermano, hablaré con el doctor para que te dejen entrar.
—Gracias —musité mientras lo abrazaba.
Kevin me respondió el abrazo fuerte y me besó en la frente, como siempre suele hacer. No me había fijado en el parecido que tenía con Nick, sus cabellos cortos y trigueños, sus ojos color miel, con aquella mirada de frialdad, totalmente diferentes a los de su hermano, pero sus gestos y sus maneras de demostrar algún sentimiento eran muy parecidos, si es que no eran iguales.
Me senté entre mis hermanos, mientras Chris y Julián estaban junto a Kev. Apoyé mi cabeza en el hombro de Franco, Math me abrazó y tomó mi mano, cerré mis ojos y no me di cuenta cuando me dormí.
* * * * *

Cuando desperté, ya habían pasado unas horas. Sentí mi cuerpo casi congelado y cuando recordé que tenía la ropa mojada por lo que pasó en la pileta. Meneé mi cabeza por lo idiota que fui, sí que enfermaría grave.
—Voy a agarrar pulmonía.
—¡Tu ropa! —gritó Math.
—¿Dónde la dejaste? —preguntó algo enojado Julián.
—Está en el bolso —respondió el menor con tono preocupado por olvidarse de aquello.
—¡Te dije que apenas llegaras se la pasaras! —exclamó el mayor alterado.
—Ya cálmate —lo regañé, eso no era justo—. No es su culpa, ni es su responsabilidad. No discutas Julián, no con él, no se lo merece después de todo lo que hizo. —Agarré el bolso y me fui al baño.
Volví a entrar a la pequeña habitación y me cambié de ropa. Noté que mi camisa estaba manchada con sangre. Pasé con suavidad mis dedos sobre el color rojo, apreté mis ojos aguantando las lágrimas que resbalaron de todas maneras e hice una bola con la prenda de vestir. Respiré profundo, me calmé y guardé mi ropa en el bolso. Una vez que acabé, salí.
Al llegar junto a los demás, Kevin no estaba con ellos. Julián tenía abrazado a Math, quien lloraba escondido entre el cuello y el hombro del mayor.
Me senté en medio de Chris y Franco, para no interrumpir a mis hermanos. El menor se merecía un poco más de respeto y a la vez, atención. No quiero que vuelva a caer en depresión, además, Nick saldrá adelante, lo sé, lo siento. Él es fuerte y no caerá.
—¿Dónde está Kev? —pregunté ya que no lo veía.
—Lo dejaron entrar —respondió Chris con voz muy suave.
—¿Ya lo revisaron? —consulté preocupada—. ¿Qué dijeron?
Pero no obtuve respuesta, todo quedó en silencio, uno que traía malos presagios. Un nudo se formó en mi garganta y me aferré a mis pensamientos que todo mejoraría.
—¿Qué dijeron? —Volví a preguntar llorando.
—Lo mismo de antes —dijo Math levantando la cabeza y secándose las lágrimas—. Está grave.
—Pequeña —escuché la voz de Kevin—. Puedes entrar.         
Me levanté rápidamente y fui en dirección a la puerta.
Entré en aquella habitación y las lágrimas ya estaban saliendo. En aquella cama de hospital, lleno de cables y demás cosas, se encontraba Nick, acostado con los ojos cerrados. Se veía tan tranquilo así, me acordé de las muchas veces que lo vi dormir junto a mí.
Me acerqué a su lado y tomé su mano.
—Si eres torpe, ¿por qué dejaste que te hicieran esto? —Le dije con algo de risa, aunque sabía que no tendría respuesta—. Cuando salgas de aquí te cocinaré algo que te guste. Te cocinaré yo, sí, sí, no seas antipático, si me queda rico. —A cada palabra que decía, más lágrimas salían, me sentía extraña—. Nick, yo… —susurré mientras me acercaba a sus labios—. Nick yo te amo —terminé de pronunciar mientras besaba esos labios que, prácticamente, me pertenecían. Mis lágrimas rodaron hasta caer en las mejillas de mi novio.
—Te amo —se escuchó un pequeño murmullo, abrió sus ojos por un momento y los volvió a cerrar.
Un fuerte y prolongado pitido se escuchó en la sala, Nick dejaba de respirar. Lo abracé fuerte y le grité que no se fuera, le supliqué que se quedara conmigo y que no me dejara sola.  Pero él ya no sentía nada, no escuchaba nada…
Llegaron las enfermeras y doctores corriendo, yo no quería soltarlo y a tirones me sacaron de la sala. Julián se acercó al escuchar mis gritos, y junto con Chris me afirmaron. Yo lo único que quería era volver a entrar y hacer que Nick abriera de nuevos sus hermosos ojos, y poder mirarlo como siempre, abrazarlo y besarlo. No podía ser cierto lo que pasaba. Miré a Kevin, estaba en estado de shock, entre tantos gritos y reclamos de mi parte, olvidé que mi amigo sufría aún más que yo. El médico salió con gesto sin sentimientos, y anunció lo que Kevin no quería escuchar: su pequeño hermano había muerto.

* * * * *

El bufón del grupo me abrazó tan fuerte, que por unos momentos pensé que me quedaría sin aire. Todo porque aquellas palabras nosotros las tenemos grabadas a fuego en el corazón, y de nuevo la volvían a decir: «lo siento, hicimos todo lo que pudimos». Siempre es lo mismo, esas palabras retumbaron en mi interior, quería salir, quería correr, quería gritar, pero más que todo, quería estar con Nick.
Abracé fuerte a Chris, y algo en mi interior me dijo «Kev», lo miré, y estaba con la cabeza baja observando el suelo. Me solté un poco de los fuertes brazos de mi amigo y Kev salió corriendo. Recordé una vez que me había quedado a dormir en casa de Nick, él y su hermano conversaban, me desperté y sin querer oí lo que decían.
—Si me pasa algo —habló Nick—. ¿Qué harías?
—No lo sé —respondió algo extrañado su hermano—. Depende qué te pase.
—Si ya no estoy más contigo, Kev —dijo con seguridad.
—Yo… —respondió titubeante—. Yo moriría.
—No seas idiota —le regañó mi novio, mientras se paraba y caminaba a la habitación donde me encontraba.
—Eres lo único que tengo desde que murieron nuestros padres. —La voz de Kevin sonaba rasposa—. Los Leighton nos criaron como si fuéramos sus hijos y gracias a ellos no nos separaron, pero es distinto, tú eres lo único que me queda. —Terminó de decir, pero Nick seguía con su rumbo fijo.
—Yo también moriría —le dije cuando llegó a mi lado.
—¿Estabas escuchando? —preguntó con algo de burla—. ¿No te enseñaron tus hermanos a no meterte en las conversaciones de grandes? —Me abrazó.
—No te tiene que pasar nada —contesté abrazándolo con fuerza.
—Prométeme algo —habló serio y mirándome a los ojos.
—¿Qué cosa? —consulté extrañada.
—Prométeme… —continuó como si supiera lo que le iba a pasar—, que si me llegara a suceder algo, que no pueda volver… Tú cuidarás que mi hermano no haga ninguna idiotez.
—Te lo prometo —le dije—. Pero a ti no te pasará nada —le aseguré antes de besarlo.
Al recordar eso, solté a Chris lo más rápido que pude y salí tras Kevin, «no dejes que cometa una idiotez», escuchaba la voz de Nick en mi cabeza trayendo de vuelta aquella promesa.
—¡Kevin! —grité, pero no me tomó en cuenta—. ¡Kevin! —Volví a gritar.
Seguí corriendo tras él, hasta que lo alcancé y lo tomé de un brazo, Kevin respondió bruscamente jalando su brazo y soltándose.
—Quiero estar solo —me dijo al voltearse.
—¿Qué harás? —pregunté mirando esos ojos llenos de tristeza.
—Dar una vuelta en auto. —Las lágrimas empapaban su rostro medio tostado—. A toda velocidad, ya sabes cómo me encanta sentir que soy el dueño de la carretera. —Pasó su mano por la cara, secándose un poco las amargas gotas saladas—. Por las calles de la ciudad —dijo riendo, para ocultar su tristeza.
—Bien —susurré—. Pero yo voy contigo.
—Tú te vas con tus hermanos —respondió sin dejar de secarse las lágrimas que no paraban de salir.
—Yo me quedo contigo. ¿O qué?, ¿piensas hacer otra cosa? —interrogué con autoridad, imitando a Julián.
—No lo sé —su voz quebradiza me hizo notar el dolor de su alma, en esos momentos, no había rastros de aquel chico rudo.
—No hagas tonteras —lo abracé con fuerza mientras lloraba—. Yo sé lo que sientes, y también tengo ganas de irme con Nick, pero le prometí que, si algo le pasaba alguna vez, yo cuidaría de ti…
—Él era lo único que tenía —interrumpió Kev mientras me abrazaba muy fuerte dejando caer sus lágrimas en mí hombro.
—Me tienes a mí —musité—. Tienes a los demás. Mis hermanos no me perdonarían si yo me fuera con Nick. Es por ellos que sigo aquí, tratando de ser fuerte.
—Yo… —dijo Kevin—. Soy un idiota, no lo supe cuidar.
Sólo lo abracé más fuerte, en ese momento llegó Math, y con sus brazos nos cubrió a ambos, también lloraba. Me había olvidado de él, me olvidé que perdió a su mejor amigo, y que él había visto todo lo sucedido. Lo aferré tan fuerte como lo hacía con Kevin.
* * * * *

A los tres días le entregaron el cuerpo de mi novio a mi cuñado. No estuve presente, no pude.
Le hicieron la autopsia, a pesar de que peleé y reclamé con el doctor para que lo dejara intacto. Me dieron un calmante y al despertar, ya se lo habían hecho.
Salí corriendo de aquel hospital, prometiendo no volver. Math me alcanzó y caminamos en silencio a casa. No podía entender el porqué querían una autopsia, si estaba claro que todo lo que le ocurrió era a causa del cuchillo. Lo más probable es que al final, de todas maneras manchen el nombre de Nick, con tal de dejar limpio el de aquel imbécil. No sería la primera vez que pase, y tampoco será la última. Lo peor, es que no podré hacer nada para impedirlo.
Cuando llegó aquella carroza, con el ataúd dentro, yo estaba en mi habitación, acostada boca abajo en mi cama, viendo fotos de Nick y llorando.
—Ya es hora —dijo Math que se asomaba por la puerta.
—Voy —le respondí levantándome sin ánimos.
Caminé por el pasillo hasta llegar a la puerta de entrada que se encontraba abierta, salí y allí estaban los demás, todos vestidos de negro.
Kevin le entregó las llaves de su auto a Franco, Julián no conducía desde que mis padres fallecieron.
—Tú vas conmigo —susurró al entrelazar sus dedos con los míos.
No le respondí nada, sólo apreté su mano y caminé a donde me llevaba, sentía que apenas tenía fuerzas para caminar; para hablar, no me alcanzaba, no me salían palabras, sólo lágrimas.
Me subí a aquella carroza, que partió rumbo al cementerio un frío veinte de julio. Se podía sentir un día horrible, un cielo nublado a punto de llover, color negro. A los pocos minutos de partir comenzaron a caer pequeñas gotas, las vi llenar de a poco el parabrisas del automóvil, el conductor apretó el botón y los pequeños brazos sobre el espejo empezaron a barrer las gotas acumuladas.
Giré mi cabeza para ver a Kevin, quien miraba por la ventana del copiloto, yo iba entre él y el chofer, apreté su mano y me apoyé en su hombro, mis lágrimas caían tan rápido como lo hacían las pequeñas gotas de lluvia.
Luego de unos treinta minutos, llegamos a nuestro destino. Kevin bajó de la carroza extendiéndome su mano para ayudarme a bajar, se la di y descendí. Mis hermanos llegaron a la parte de atrás del carro y ayudaron a bajar el ataúd, lentamente llegué a su lado. Algo dijo Math, no supe qué fue, sólo recibí unos ramos de flores y caminé siguiendo a Nick.
Avanzamos por entre las tumbas, otro entierro se estaba llevando a cabo, miré a la gente que había reunida, eran muchos, todos con lentes oscuros. Miré a mis hermanos. Kevin encabezaba la marcha con la cabeza hacia el suelo y aquel traje negro de Franco, a él nunca le han gustado esas ropas.
Math iba del otro lado, sosteniendo la otra esquina puntera del ataúd, con su traje rentado. Le seguían Franco y Tony. «¿Tony?», pensé, «¿en qué momento llegó?». Luego de ellos, llevando la última parte del ataúd, seguían Julián y Chris. Miré al bufón por un momento, su risa no estaba, había sido reemplaza por unas lágrimas que caían cubriendo sus mejillas.
«Es un sueño», me dije parando el paso de pronto. «Tiene que ser un sueño, una pesadilla, mi Nick no está en ese cajón; Chris no está llorando, eso imposible; Kev no está de traje. Tiene que ser un sueño, sólo eso».
—Tienes que seguir —escuché la voz de Ale a mi lado.
—¿De dónde saliste? —pregunté mirándola a los ojos—. En mis sueños aparece mucha gente.
Ale me abrazó fuertemente, mis hermanos seguían caminando. Sentí las lágrimas de mi amiga caer en mi cuello «¿por qué llora?», me pregunté.
—Es sólo un sueño, Ale —le dije intentando consolarla—. Una vez que despierte todo acabará —susurré tranquilamente—. Ten calma.
—No. —Mi amiga lloraba sin consuelo—. No es un sueño Thais.
—Claro que sí —le aseguré.
—No lo es, pequeña —escuché la voz de Dom.
—Tienes que seguir adelante —habló esta vez Kian.
—¡No! —grité mientras caía de rodillas al suelo de tierra mojado.
Mis hermanos detuvieron la marcha al sentir mi grito. Me observaron, pero no podían ir a verme. Sólo los miré por un rato, no sé cuánto tiempo, me sentía tan vacía, tan sola, a pesar de estar rodeada de gente.
—Vamos —dijo Dom con su tono de voz suave y tranquilizadora.
Fijé mi vista en él y sentí las lágrimas caer por montones en mis mejillas. Dom me abrazó y me ayudó a levantarme, seguí caminado hasta llegar detrás de mis hermanos. Bajé la cabeza, no los podía ver a la cara, no sé por qué.
Kevin continuó con la marcha, yo detrás de ellos seguía con mi cabeza baja, sintiendo la culpa de la muerte de Nick a cada paso que daba. Me dolía el pecho, me dolía mucho más que aquel día en la pileta. Sentía que me faltaba el aire, mis piernas flaqueaban y mi cabello mojado por la lluvia, estaba pasando de rizado a casi liso, mojándome aún más la ropa.
Levanté mi cabeza y volví a mirar la espalda de mis hermanos, con sus trajes. Me observé yo, y vi que solo tenía unos jeans negros y una camisa de Sonata Arctica al revés. Recordé que no tenía ropa negra desde que murieron mis padres. «No la volveré a usar», le dije a Julián cuando me preguntó el porqué mandaba esa ropa para los niños del hogar, unos años después de aquella tragedia. Que equivocada estaba, aún me faltaba enterrar a otra persona importante en vida, a mi primer y único amor, al que dio su vida por mí.
Todo lo que quedaba de camino, hasta llegar al lugar donde Nick descansaría para siempre, estuvo en silencio, lo único que escuchaba eran los sollozos de Ale a mi lado. Mis lágrimas salían sin cesar, pero mi mente estaba lejos de todo, pensando en aquellas palabras que Kevin me dijo en el hospital, «no lo supe cuidar». Si tan sólo hubiera sido eso, pero no, Kevin lo cuidó demasiado bien, igual como cualquiera de ellos nos cuidan. Fui yo la que no lo cuidé, fui yo la única culpable de todo, a lo mejor, si hubiera hecho caso a aquel, ahora Nick estaría con vida y yo junto a él.
Llegamos hasta la tumba de los padres de Kevin, a su lado, estaban sacando la tierra para dejar el cajón.
Un padre llegó seguido de nosotros y comenzó la despedida de Nick, no sé lo que dijo, mi mente seguía lejos del lugar, esta vez, pensando que todo era un sueño, que despertaría y a mi lado estaría Nick, lo abrazaría y besaría hasta que nos cansáramos.
—Contigo estarán mejor —escuché la voz de Math sacándome de mis pensamientos—. Cuídanos desde allá arriba.
Mi hermano tenía en sus manos una caja de madera, que había hecho en una de sus clases Tecnológicas. Estaba llena de estampas de Rata Blanca junto a algunos seres mitológicos de terror. La dejó sobre el ataúd de Nick y comenzaron a bajarlo lentamente.
—Son nuestros tesoros —dijo llorando—. Cuídalos como siempre lo hiciste.
Aquella caja tenía todas las historias que escribió Math, las que escribió Nick y las que escribieron juntos. Julián abrazó a mi hermano, yo por otro lado, no supe en qué momento llegué junto a Franco y lo abrazaba. Chris estaba con Kevin, los seis frente a los pies del ataúd, y el padre delante de nosotros. Al lado derecho se encontraba Tony con Ale, quien lloraba acurrucada a su novio. Junto a ellos, Dom y Kian. Todos mirando como el ataúd se perdía en la profundidad de aquel pozo.
Un golpe se escuchó cuando el cajón tocó fondo, di un paso adelante como acto reflejo para ver si estaba bien. Mi corazón comenzó a latir a mil por hora. Franco agarró fuerte mi mano y me jaló hacia atrás, me volvió a abrazar.
Escuché el sonido de la pala entrar y salir de aquel orificio, seguido por el de las piedras y la tierra chocar con el ataúd. Lo más feo y doloroso que he escuchado en mi vida. Comencé a dar pasos para retroceder, quería alejarme de ese ruido que hacía a mi corazón apretarse y doler. Mi mundo se derrumbaba con cada caída de tierra, todo lo que una vez soñé, todo lo que una vez planeamos hacer en un futuro, todo lo que tenía, se estaba cubriendo de tierra.
Puse mis manos en mis oídos. Franco me hablaba, yo sólo escuchaba la tierra caer y chocar contra la madera. «No podrá salir» pensé y corrí derecho al pozo.
Unos brazos me agarraron antes de caer.
—¡No hagas estupideces! —gritó Kevin mientras me jalaba hacia atrás.
—¿No te das cuenta? —pregunté al girarme y ver esos ojos hinchados de tanto llorar—. Con esa tierra no podrá salir.
Sus ojos cambiaron, reflejaron compasión. Me abrazó tan fuerte que por un momento sentí que me estrangularía.
—Él ya no está ahí —habló con suavidad—. Está allá —dijo apuntando el cielo.
Lo abracé fuerte, todo lo que más podía. Él besó mi frente y dejó mi cabeza apoyada en su pecho. Su mano en mi oído me presionaba contra él. Ya no sentía el sonido de la tierra al caer, sólo escuchaba el tranquilo y pausado latir del corazón de Kevin, y eso logró calmarme.


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