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27 de febrero de 2017

[Mi veneno] Capítulo XII: «Mi veneno» (Parte 1)

El tiempo pasó sin que la chica se diera cuenta de las horas que habían transcurrido. Su cuerpo se mantenía colgando de las muñecas, su cabeza hacia el suelo dejando que su cabello cayera suelto cubriendo su rostro. Cualquiera que la viera pensaría que no lucharía más y que se daba por vencida frente a lo que se le pusiera por delante, pero estarían muy equivocados.
Su respiración se encontraba tranquila, sus ojos cerrados, esperando el momento. No tenía idea de dónde estaba, no recordaba cómo había llegado allí. Lo único que sabía era que el dolor más grande que le podían provocar se acercaba. Su parte de ángel le anunciaba su llegada, como siempre desde que había cumplido los once años, tal y como su padre le confesó cuando cumplió los diez, un año más tarde todos sus poderes —como el ser que era— se hicieron presentes y, con ellos, la diferencia entre sus sangres. En su mente pasaban una y otra vez las imágenes de aquella primera vez en que sus alas la abandonaron, recordó todo el dolor provocado, uno que no se podía comparar con el que sentía cuando volvían a su cuerpo. Si bien con el pasar de los años logró controlar la pérdida de sus poderes, no fue así al recuperarlos, era algo que no podía manejar, la dejaba fuera de sí y, por más que intentaba, siempre fallaba.
Apretó sus puños con fuerza, segundos antes que un fuerte y desgarrador grito se hiciera presente en todo el lugar. Lo que estaba perdido, regresaba con lentitud. Levantó su cabeza y abrió sus ojos, dejando a la vista unos dorados profundos sin muestra de sentimientos. Su cuerpo dejó de estar colgando de las cadenas y lentamente se elevó unos centímetros del suelo. A los pocos minutos un gran resplandor iluminó todo el lugar, acompañado de los gritos de dolor que no cesaban.
Afuera, un demonio de rojos ojos cubrió su cara, a pesar de que la chica estaba encerrada en el lugar más oscuro de todos, donde sólo una gran puerta permitía su acceso, la luz que la cubrió fue tan poderosa que se esparció con fuerza por entre las pequeñas aberturas que dejaban las bisagras y el orificio que se encontraba abajo del lugar de acceso. El otro ser junto a él, simplemente sonrió, eso no le afectaba, poseía lo mismo.
Los gritos de dolor provenientes de la medio ángel llenaban el ambiente, causando gran regocijo en los que se encontraban afuera, parados frente a la puerta.
—¿Me dirás cómo fue que la trajiste? —preguntó una vez que la luz comenzó a disminuir.
—En los brazos —contestó el de rojos ojos con algo de burla—. Su destino siempre fue estar junto a mí, y eso lo sabes muy bien.
—Ya quiero saber cómo reaccionará cuando me vea —sonrió con malicia mirando al demonio.
—Espera un poco —suspiró clavando su vista en la puerta—. Aún está recuperándose, esto no lo teníamos planeado.
—Para nada —musitó mirando en la misma dirección que el otro—. Nunca pensé que la sangre del cazador fuera tan fuerte como para hacerla humana durante algunos días.
—Tal vez… —susurró con seriedad—, aquel arcángel lo hizo de esa manera. Quizás pensó que así sería más difícil el llevar a cabo la Profecía —se carcajeó de manera estrepitosa—. Me gustaría ver su cara, creo que nunca se imaginó que aquello se transformaría en la manera más fácil de tratar con la chica.
El silencio reinó de pronto y la luz se extinguió por completo. El proceso había finalizado, la medio ángel tenía sus poderes de vuelta. El demonio sonrió y agarró del brazo al ser junto a él, señalándole que aún no era tiempo de intervenir.

* * * * *

Su cuerpo colgaba, nuevamente, de las cadenas. Su respiración estaba agitada, sus ojos cerrados mostraban algunas señales de dolor y por su rostro caían pequeñas gotas de sudor que se mezclaban con una que otra lágrima. Se quedó tranquila, lo peor ya había pasado, ahora sólo le quedaba recuperarse del cansancio que tenía su cuerpo y eso sería en cosa de minutos. Sonrió, una vez que estuviera bien podría realizar su plan y así su venganza. Lograba sentir que afuera de donde estaba encerrada, había dos presencias: una era Belial, pero la otra no la conocía, aunque sabía muy bien que se trataba de un ángel. Abrió sus ojos mostrando sus iris verdes, pensando que tal vez quien acompañaba al demonio era el culpable de la muerte de Bastian, una gran sonrisa se le dibujó en el rostro, su venganza sería más fácil de lo que pensó.
Varios minutos después la puerta se abrió con lentitud, dejando a la vista a una chica de ojos dorados que cerraba tras de sí. Caminaba con una gran sonrisa en su rostro, sin perder de vista a la que colgaba de las cadenas, parecía sin vida, abatida, si no fuera por la débil presencia que transmitía, hubiera pensado que se encontraba muerta.
—Supongo que no sabes quién soy, si es que me puedes escuchar o sentir. —Se burló al llegar frente a la medio ángel que seguía con su cabeza hacia el suelo—. Soy Shariska, tu madre —se carcajeó luego de pronunciar aquellas palabras que entraron directo al oído de Hayley.
Nunca su padre le había revelado el nombre de quien heredó el don que tanto despreciaba, al escuchar la presentación del ser que tenía al frente, la rabia y el odio se hicieron presentes en el instante. Juntó sus pies y con un rápido movimiento saltó quedando colgada de las cadenas, con fuerza golpeó de una patada el pecho de la ángel, enviándola contra la puerta que fue derribada a causa del impacto.
La chica cayó de pie con sus ojos dorados mirando al ser que había llegado contra una pared fuera de su calabozo, jaló las cadenas con un pequeño movimiento, provocando que las amarras en el cielo se rompieran y éstas cayeran a su lado. Tiró de la gruesa esposa de su muñeca izquierda y la quitó sin problemas, lo mismo hizo con la derecha.
Una vez libre, caminó a paso decidido hacia el ser que decía ser su madre. La observó con indiferencia acostada en el suelo, al parecer no tenía experiencia en la lucha. Levantó su vista y vio al demonio que tanto aborrecía, sonriendo como siempre.
—Ésa no es manera de tratar a quien te dio la vida —se burló apoyado en la pared, la misma que Shariska había chocado, con los brazos cruzados miraba a la medio ángel, sin importarle la que estaba en el suelo.
—¿Dónde estoy? —preguntó con molestia sin dejar de ver al de ojos rojos.
—En mi hogar —respondió tranquilo—. Estás en el Infierno.
—Y de aquí no saldrás, hasta que te unas a nosotros —agregó la que estaba en el suelo, poniéndose de pie.
—¿Estoy cerca de los ángeles? —cuestionó sin poder ocultar en sus ojos el deseo de venganza, ignorando a quien se levantaba.
—No mucho —contestó Belial—. ¿Lo dices por quien mató a Bastian? —Soltó una sonora risotada.
—Mis motivos son sólo míos. —Lo miró con odio y rabia, si bien detestaba estar en aquel lugar, no tenía a nadie más a quien preguntarle.
—Como digas, pequeña Hayley. —Descruzó sus brazos y dio un paso al frente—. Te dejaré a solas con tu madre —sonrió con sarcasmo, la chica frunció su ceño—, supongo que tienen mucho de qué hablar.
—Tú no irás a ningún lado. —Avanzó con rapidez hasta tener al demonio del cuello y a unos centímetros del suelo.
—¿Me lo impedirás tú? —preguntó riendo sin hacer el menor de los gestos de molestia a causa del agarre.
—No sólo eso —sonrió de medio lado clavando sus dorados ojos en los rojos del demonio—. Acabaré contigo.
—Si lo haces, no podrás salir de aquí —se burló sin dejar de mirar a quien lo tenía prisionero.
—Nosotras tenemos algo pendiente —escuchó la voz de su madre tras de sí, antes de ser golpeada con fuerza en la espalda, en el lugar donde se encontraban sus alas. El dolor la hizo caer de rodillas, soltando al demonio.
—Arreglen sus problemas —les dio la espalda a ambas—. Debo atender unas cosas —terminó de decir antes de desaparecer.
—Será mejor que tú y yo nos llevemos bien —susurró la ángel mirándola con los ojos dorados mientras se acercaba a su hija—. Ya que trabajaremos juntas —acarició con suavidad el largo cabello de la chica.
Tomó con fuerza el brazo de quien tenía al lado y la lanzó contra la pared, junto al marco vacío de la puerta que había derribado hace unos momentos. Shariska golpeó su espalda, soltando un pequeño grito de dolor, mientras quedaba sentada mirando a su rival.
—Para ser un ángel —sonrió de medio lado con burla y mirando al suelo—, eres bastante débil.
—Los años de encierro debilitan a cualquiera —frunció el ceño sin dejar de observar al ser que tenía al frente—. Si supieras…
—No me interesa —la interrumpió cortante clavando sus ojos dorados en su progenitora—. Lo único que quiero salga de tu boca, son las indicaciones para salir de este lugar.
—¿Qué te hace pensar que te ayudaré con eso? —Se burló soltando una carcajada.
—Nada —respondió mirándola con seriedad, el cuerpo de su madre comenzó a elevarse con lentitud, sin separar la espalda de la pared—. Sé que me lo dirás por las buenas o por las malas —sonrió con malicia.
—¿Piensas torturarme? —Arqueó una ceja a la vez que su cuerpo se detenía, quedando a varios centímetros del suelo—. ¿Acaso piensas que sólo me tenían encerrada?
—Cualquier cosa que te hicieron, te lo merecías —contestó sin dejar de mirarla a los ojos.
—Te pareces mucho a Evans —se burló, Hayley la miró con odio, frunciendo su ceño—. ¿Quieres que te cuente algo de su vida? —Alcanzó a decir antes que comenzara a quedarse sin aire, su hija la estaba estrangulando con el poder de su mente.
Llevó sus manos a su cuello buscando las amarras para soltarse, su cara de burla había desaparecido y una mirada de preocupación dejaba a la vista. No esperaba que ella reaccionara de esa manera, realmente la odiaba.
—Lamentablemente —susurró soltando a la que no dejaba de patalear—, saqué más de ti, que de él. —Sus cejas volvieron a juntarse mientras miraba a la que se hacía llamar su madre, tosiendo—. Dile a Belial que volveré, pero no para ayudarlo, sino que a matarlo.
Se dio la media vuelta y comenzó a caminar buscando una salida, sus ojos volvieron a la normalidad y con cuidado avanzó observando a su alrededor. Si era verdad lo dicho por el demonio, el lugar debería estar plagado de aquellos seres que por tanto tiempo cazó.
El sitio no era más que una cueva, oscura y con olor a humedad. Una que otra antorcha adornaban las frías paredes por las cuales la chica pasaba sus dedos para sentir lo que no lograba ver. Sabía que su madre la seguía, con lentitud y dejando varios metros de distancia, pero no le importó, salir de allí era su único interés.
Continuó avanzando sin dejar de tocar la pared, una que otra vez pudo ver y sentir puertas de metal, por lo que imaginó que ése era el sitio donde encerraban a quienes torturaban o se revelaban.
Algunos minutos después percibió más adelante una luz fuerte, desaceleró su paso y con mucho cuidado avanzó apoyando su espalda contra la pared. Llegó a una especie de círculo, del cual salían cinco brazos, y en uno de esos se encontraba Hayley, observando lo que tenía al frente, estaba bien iluminado por antorchas. Varias cajas de madera de un tamaño mediano se encontraban dispersas por todo el lugar, pero no había rastros de demonios. Frunció su ceño y avanzó con lentitud, la única presencia que le llegaba era la de su madre.
Se detuvo en el centro y miró a su alrededor, tratando de decidir cuál de los cuatro caminos tomar. Suspiró, su madre se encontraba a unos pasos de ella.
—¿Esto no es el Infierno? —preguntó sin siquiera voltearse a mirarla.
—No lo es —contestó con voz seca y seria.
—¿Por qué me trajeron aquí? —Fijó sus ojos llenos de odio en el ser que la había seguido.
—Belial poco me dice de sus planes —respondió frunciendo su ceño, ella también quería saber el porqué fue llevada a ese lugar.
—¿Qué es esto? —cuestionó señalando con sus manos los alrededores.
—Es una vieja cueva —suspiró con cansancio cruzando sus brazos—. La usan de hace muchos años los contrabandistas, las cajas están llenas de mercancías —terminó de decir con burla.
—Aún estoy en la Tierra —musitó para sí dejando a la vista una pequeña sonrisa.
—Bien —dijo poniendo su mano derecha en su cintura mientras con la otra revolvía un poco de su cabello—. Vamos a hablar con calma, para explicarte un poco lo que pasará una vez que decidamos volver a los Cielos.
—¿Volver? —Su voz sonó sarcástica sin dejar de mirar al ser que no parecía ángel—. Al Súnico lado al que volveré será junto a… —se detuvo, Bastian ya no estaba en este mundo.
—¿Junto a quién? —preguntó con curiosidad avanzando hacia su hija, sin quitar su mano de la cintura—. ¿Acaso alguien te espera? ¿Mi hija tiene novio?
—¡No soy tu hija! —contestó elevando un poco su voz, volviendo sus ojos dorados.
—Claro que lo eres —mostró una sonrisa de medio lado—. Estuviste dentro de mí durante todas esas semanas, tu padre me fecundó y luego te di a luz. Aunque esperaba un chico —se detuvo a unos pocos pasos de la medio ángel y la observó de arriba a abajo.
—Lástima —suspiró con indiferencia—. Pero no siempre se tiene lo que uno quiere.
—¿Nunca te habló de mí? —indago mostrando curiosidad en su tono de voz.
—¿Para qué hablar de algo que no vale la pena? —respondió con sarcasmo y malas intenciones—. Ahora dime, ¿por dónde salgo?
—¿Aún piensas que podrás salir de aquí? —Soltó con burla, casi llegando a la carcajada.
—No lo pienso —dijo mientras caminaba hacia uno de los túneles—. Lo haré.
—¿Crees que te lo permitiré? —Frunció su ceño sin dejar de mirarla.
—No me interesa lo que tengas en la cabeza —contestó recorriendo con la mirada cada una de las entradas.
—¿Quieres hablar de tu padre? —La ironía se reflejó en su voz, la chica detuvo su lento caminar, apretó sus puños y miró al suelo. Respiró profundo por unos minutos y continuó con lo que hacía antes: observar—. Era un gran hombre —añadió con una media sonrisa mientras se sentaba sobre una de las cajas y miraba a su hija, ésta no hizo gesto alguno—. Recuerdo cuando lo conocí en aquella pequeña cafetería donde estaba junto a sus amigos, ¿conociste alguna vez a tus tías? —No logró aguantar la risa y soltó varias sonoras carcajadas. La chica se detuvo por completo, apretó con fuerza los puños y dientes, pero no volteó a mirarla—. Imagino que no, ya que ellas murieron poco antes que nacieras —clavó su mirada burlesca en la espalda de Hayley—. ¿Por cuántos años buscó tu padre al culpable? Lástima, yo me encontraba pagando por mis culpas, en una parte alejada de los Cielos.
—Eso es algo que a ti no te importa —se giró para mirarla con odio en sus dorados ojos—. Prometí a mi padre ayudarlo con el ser que asesinó a su familia —sonrió burlescamente mientras caminaba hacia el ser que se encontraba sobre la caja—. ¿Quién lo diría? Al final resultaste ser tú.
Con un rápido movimiento la medio ángel llegó frente a su seguidora, ésta observó con una sonrisa al momento en que se desvanecía para aparecer tras su hija.
—Te falta ser un poco más rápida —se burló mostrando sus ojos en color dorado.
—No seas tan confiada —sonrió de medio lado dando un codazo de improviso que golpeó con fuerza el estómago del ángel.
La mayor llevó sus manos al lugar adolorido y se lo apretó con fuerza, nunca se imaginó tal golpe, había subestimado a la chica. Tantos siglos en la Tierra como humana dejaron varias marcas en sus poderes como el ser que era, y eso Hayley lo notó desde que entró al lugar donde estaba encerrada.
—Ya perdí la cuenta de todas las veces que te he preguntado —suspiró con cansancio sin voltearse a verla—. ¿Me dirás por dónde salir?
—No lo haré —su voz ya no sonaba burlesca, estaba seria incorporándose con lentitud—. Estamos teniendo una grata conversación, ¿quieres saber cuáles fueron las últimas palabras de tus tías?
El puño cerrado de su hija chocó contra su nariz, fue la única respuesta que obtuvo frente a su pregunta, si bien la chica nunca conoció a sus familiares, no estaba dispuesta a aguantar aquello, y menos sabiendo todo el dolor que eso provocó en su padre.
—Tomaré eso como un sí —sonrió limpiando su sangre que corría hasta sus labios.
Elevó al ser con su poder mental, lanzándola contra la pared entre dos de los túneles. Quedó a unos cuantos centímetros del suelo y caminó a su encuentro.
—¿A dónde pretendes llegar? —preguntó cuando estuvo frente a ella, con tranquilidad.
—A que te unas a mí y a Belial —contestó mirándola hacia abajo mientras colgaba con sus brazos a los costados.
—¿A ti? —Su voz burlesca resonó en el lugar—. ¿Y a Belial? Creo que estaría mejor dicho unirme al demonio, pero a ti que no eres nadie, lo veo difícil.
—Estás acabando con mi paciencia —respondió con ira frunciendo el ceño.
—¿Yo? —cuestionó sin dejar su tono de burla—. ¿Pero no eras tú la que debía acabar con la mía?
—Veo que tu padre te enseñó bien —sonrió recordando que aquel cazador lograba descubrir hasta los más mínimos de detalles cuando se enfrentaba en una pelea.
—Sí, lo hizo —frunció su ceño al momento de clavar sus ojos en los de su madre—. Pero hay una gran diferencia entre él y yo.
—¿Cuál? —indagó dejando notar en su tono de voz algo de miedo.
—Que yo nunca te perdonaré —dijo sin mostrar sentimiento alguno.
La ángel flotó en el aire sin poder moverse, mientras su hija la observaba con seriedad. Con sus ojos indicó el camino que aquel cuerpo debía seguir y con un rápido movimiento su madre fue a dar sobre un montón de cajas apiladas.
—¿Me dirás el camino de salida? —Volvió a preguntar, a pesar que ya sabía la respuesta.
—¿Lo mataron, verdad? —No se levantó de las cajas, seguía de espalda al suelo sobre varios pedazos de madera, sin rasguño alguno.
—A mi padre, sí —respondió algo confusa dirigiendo su mirada al ser que hablaba.
—Eso ya lo sé —soltó varias carcajadas—. Al chico dueño de tu corazón —apretó sus puños y frunció su ceño, respiró profundo pero cada vez le costaba más trabajo mantener la calma—. No debes confiar en los ángeles, primero te dicen que lo protegerán y a los pocos minutos acaban con lo que más quieres.
—¡Cállate! —gritó mientras avanzaba lentamente hacia su madre.
—¿Qué no te das cuenta? Juntos podemos acabar con ellos —sonrió al momento de sentarse y mirar a su hija.
—No me interesa formar equipo ni con los demonios, ni con los ángeles —musitó sin dejar de caminar, ya estaba a pocos pasos, sus ojos comenzaban a reflejar ira.
—Todas las personas que te rodean terminan muertas o heridas —se burló mirándola con desprecio—. Nunca te has preguntado el porqué.
Aquellas palabras fueron suficientes, ya no pudo controlarse y el deseo de acabar con el ángel se hicieron presentes en todo su ser. Sacó sus alas y voló en dirección a su rival, pero esta vez fue diferente, su madre se levantó con facilidad y, al igual que Hayley, dejó a la vista sus grandes, resplandecientes y blancas alas. La pelea recién comenzaba.

* * * * *

Hace unos momentos había dejado a madre e hija discutiendo en aquella cueva, no quiso llevar a la chica directamente al Infierno, primero debía superar una prueba y esperaba que su plan diera resultado. Sonreía mientras caminaba por el rocoso suelo, nada le costaba ir y venir de la Tierra al Averno y, ahora, frente a él, tenía la gran puerta que llevaba al límite entre el Cielo y su reino. La abrió con el poder de su mente y caminó a paso lento.
Allí no había oscuridad, pero tampoco luz, todo lograba distinguirse a la perfección con un tono rojizo anaranjado que rodeaba los alrededores. Suspiró y cruzó la puerta, avanzó hacia donde una vez se llevó a cabo una gran pelea.
A los pocos minutos divisó lo que buscaba, una enorme estatua de una bestia alada siendo montada por un gran ser, que él conocía a la perfección. Recordó aquel momento en que se enteró que uno de los poderosos ansiaba volver a los Cielos y tomar el control, no dudo un segundo en reunir a sus tropas y partir rumbo a donde se llevaría a cabo la batalla. Ahora, varios cientos de años más tarde, volvía a pisar esos suelos, teniendo frente a él la estatua de aquel valiente que se atrevió a desafiar a Dios.
—¡Oh, Abigor! ¿Quién diría que terminarías así? —Golpeó con la palma de su mano el cuello de piedra de la criatura—. Tanto tiempo sin tener debajo de mis pies esta tierra. —Dio unos pasos por los alrededores, sin alejarse de la estatua—. ¿Logras imaginar que en pocos momentos tendré a la medio ángel siguiendo mis órdenes? Luego de eso el vampiro llegará y la batalla comenzará. El campo nuevamente se llenará de ángeles y demonios, peleando por defender y avanzar, como aquel día. —Miró hacia arriba y suspiró—. No, esta vez será muy diferente, ahora tendremos de nuestro lado a la chica —esbozó una gran sonrisa fijando sus rojos ojos en la imagen del demonio—. Aunque para que eso suceda, deberé hacer un pequeño sacrificio más, creo que no perderé mucho, la idea siempre fue ésa, y todo está saliendo como lo planeado hace ya tantos siglos.
Unas fuertes carcajadas retumbaron en el lugar, se propagaron por varios kilómetros, la hora estaba próxima y al fin volverían al tan anhelado sitio en los Cielos. Luego de varios minutos dejando salir toda la felicidad que le provocaba lo que vendría, emprendió su regreso a la cueva, donde esperaba todo estuviera como pensaba.

* * * * *

Su única misión desde que el demonio la había sacado de la prisión en los Cielos, era desatar por completo la ira en la medio ángel, pero bastante le estaba costando, la chica lograba mantener la calma con suma facilidad, pero creía haber encontrado el punto exacto donde hacer estallar el poder de su hija.
Detuvo a la que se le abalanzaba con rapidez, ya suficiente tenía con todos los golpes regalados a ese cuerpo, era hora de terminar con lo que había empezado. Con su poder mental dejó estática en el aire a la que tenía su sangre, ésta frunció el ceño y forcejeó intentando lo imposible: soltarse.
—¿Creías que no tenía mis poderes del ser que soy? —preguntó con burla mirando los ojos dorados de su rival—. Verás que equivocada estabas —sonrió enviando a su hija varios metros hacia atrás, logrando que golpeara su espalda contra la pared de la cueva y dejando a su paso algunas cajas rotas.
—Nunca tuve interés en saber de tus poderes —contestó levantándose y sacudiendo su ropa—. No me importa si eres ángel, humano, demonio, o quién sabe qué cosa —observó fijamente al ser que tenía al frente—. Lo único que sé, es que saldré de aquí, cueste lo que cueste.
—Sólo tienes un problema para eso. —La miró sonriente dando pequeños pasos a su encuentro.
—¿Cuál sería, según tú? —cuestionó de manera sarcástica.
—Que tienes que vencerme para poder salir —respondió volando a toda velocidad contra la menor.
Hayley se desvaneció y apareció tras su madre, ésta no tuvo tiempo de reaccionar y esquivar el golpe de poder mental que le propinó su hija en la espalda, lanzándola varios metros adelante para luego caer con fuerza contra el suelo de rocas y tierra.
La medio ángel guardó sus alas, a pesar de odiar con todo su corazón al ser que se había transformado en su rival, sus sentimientos le impedían acabarla, a pesar de la promesa de venganza a la muerte de sus tías. Sus ojos continuaban dorados, observando a quien se levantaba con dificultad.Sabía muy bien que la batalla apenas empezaba y tenía en mente dejarla inconsciente para luego buscar una salida e ir con Rachel, no quería que la siguiera y dañara a alguien más, ya mucho tenía con la muerte de Bastian. Frunció lo más que pudo su ceño al recordar aquello y sus ojos relampaguearon más dorados de lo normal. Todo bajo la mirada atenta de su madre, que ya se encontraba de pie y quitando la tierra de su ropa.
—¿Por qué las guardaste? —preguntó con algo de ironía sin despegar su vista de la chica.
—No son necesarias —contestó sin importancia, cruzándose de brazos.
—No soy tan débil como piensas —gruñó antes de volver al ataque.
Batió sus alas soltando varias ráfagas de viento, que remecieron los escombros en el suelo y algunas cajas de madera que aún se mantenían de pie. Hayley esperaba sin quitar la posición en que se encontraba, con los brazos cruzados. Miraba a su atacante sin perder de vista algún detalle, y cuando estuvo cerca, a pocos centímetros, dio un salto para esquivarla y se situó sobre la espalda de ésta, tomando con fuerza sus alas y jalándolas hacia atrás. Provocando así, que madre e hija cayeran al suelo, la menor encima de la mayor, imitando lo que una vez el demonio había hecho en ella.
El grito de dolor que salió de la boca del ángel fue tan desgarrador que por unos momentos dio la impresión que la cueva comenzaría a desmoronarse. Aun así, su rival no hizo nada por detenerse, sino que lo contrario y jaló más hacia atrás.
—¡Está vivo! —exclamó con angustia Shariska, la medio ángel detuvo su ataque y de un salto se quedó a varios pasos de su contrincante.
Un sin fin de imágenes e ideas pasaron por la mente de Hayley, no podía pensar en que él siguiera vivo, ella había visto claramente como aquel ángel lo asesinaba. No entendía por qué hicieron eso, no sabía cómo llegó a esa cueva, apenas recordaba sus días como humana. La confusión se hizo presente en todo su ser, llevó sus manos a la cabeza y apretó un poco, quería sacar todo de su mente para poder pelear con tranquilidad, su rival buscaba atormentarla y desesperarla, pero no tenía idea del porqué.
Mientras la que estaba en el suelo, se ponía de pie con dificultad, le dolía demasiado la espalda. Apretó los puños y dientes, para poder guardar las alas. Se giró para mirar a su hija y la vio con las manos en la cabeza, sonrió para sí, ya casi la tenía.
—Dijeron que debían cuidarlo —musitó tratando que su voz sólo fuera escuchada por ella, con su vista fija en un punto perdido en el suelo.
—No debes confiar en ellos —susurró el ángel—. Ya te lo advirtieron, aun así no les hiciste caso. Y ahora él está muerto. —La chica quitó sus manos y levanto la mirada clavándola en quien tenía al frente.
—Acabas de decir que está vivo. —Su tono de voz mostraba odio, aquel ser le mentía y la confundía una y otra vez.
—Una pequeña mentira para librarme de tu ataque no tiene nada de malo —soltó con burla y una sonrisa.
Estática se mantuvo al escuchar esas palabras, no hizo gesto ni movimiento alguno, sólo observaba con atención al frente, sus ojos resplandecían cada vez más dorados. La que se hacía llamar su madre se acercó con lentitud, esperando en cualquier momento la defensa de la chica, pero por más que se aproximaba, ella no se inmutaba.
—Fue tu culpa que lo mataran —se bufó frente a la cara de su hija, esta ni la miró—. Te convertiste en humana, el vampiro no supo qué hacer y fue en busca de ellos. Al verte en ese estado no encontraron otra solución que matarlo.
—¡Mientes! —gritó sin perderla de vista—. ¡Al igual que todo lo otro que has dicho!
—Esto es verdad —habló con seriedad—. Primero iban a matarte a ti, pero el chico se interpuso. Así que optaron por matarlo a él. Por suerte para ti, Belial llegó a tiempo y te salvó, aunque el vampiro no corrió con la misma fortuna —se carcajeó frente a los ojos de dolor de la medio ángel.
—¡No te creo nada! —gruñó frunciendo el ceño—. Todo lo que sale de tu boca es mentira.
—Entonces, ¿cómo te explicas que Belial estuviera allí? —La cara de asombro de Hayley provocó una sonrisa en su madre, intentó dar unos pasos hacia atrás—. No tienes explicación.
Era verdad, no sabía que pasó. Bastian había muerto por su culpa intentando salvarla, eran las únicas palabras que daban vueltas en la cabeza de la chica. El ser delante de ella sonreía con malicia, algo no andaba bien del todo, volvió a fruncir su ceño.
—¿Te unes a nosotros o prefieres seguir ayudando a quienes te traicionaron? —consultó al ver que la mirada de odio volvía a la medio ángel.
—Estoy acostumbrada a trabajar sola —contestó con molestia en su voz, el enojo se dejaba ver en todo su ser.
—¿No quieres venganza? —preguntó con cansancio, la chica era bastante difícil de persuadir—. ¿No quieres acabar con el que mató a tu amigo?
—Eso es algo que a ti no te incumbe —respondió fijando su vista en uno de los túneles, algo se acercaba a gran rapidez, ya sabía el camino de salida—. Ahora si me disculpas —sonrió mirando a su madre con ironía—, debo hacer unas cosas.
Dio un salto y se dejó caer con lentitud frente al pasadizo de roca de donde provenía la esencia, sin importarle siquiera de quien se trataba, lo único que tenía en mente era la salida de aquel lugar.
—Supongo que ya sabes quién es el que viene —la voz del ángel sonó tras ella.
—Sí, lo sé —contestó sin mirarla.
—¿Crees que te dejará salir? —preguntó con una sonrisa—. Yo diría que no.
—Llega justo cuando lo quiero. —Volteó para mostrarle a su madre los dorados ojos llenos de odio—. Así puedo acabar con ambos.
—¿Sabes por qué tu padre nunca te mencionó nada de la Profecía? —cuestionó, estaba usando su última técnica.
—No me interesan tus intrigas. —El juego de aquel ser ya la estaba cansando.
—Nunca fuiste de su interés, él no te quería —se carcajeó sin dejar de mirar a Hayley—. ¿Y cómo hacerlo? Si desde antes de nacer ya eras un estorbo. —La chica se mantuvo callada, apretó sus dientes sin quitar su vista de quien hablaba—. Y podría hasta jurar, que nadie de los que conoces te tiene el más mínimo aprecio. —Terminó de decir en susurro.
—¡Ya basta! —gritó con furia, había sido suficiente.
Un suave resplandor comenzó a cubrir el cuerpo de la medio ángel, su madre se alejó varios pasos atrás, mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa, su misión estaba completa. Se cruzó de brazos y continuó observando el cambio de la chica.
Se elevó unos cuantos centímetros, sus ojos se cerraron y sus alas se hicieron presentes. Un gran destello blanco cubrió el lugar, para ir desapareciendo lentamente dando paso a una figura cubierta en su totalidad por dos alas completamente negras, con suavidad se abrieron y dejaron a la vista del ángel a su hija con los ojos cerrados que posaba con delicadeza los pies sobre el suelo. Una vez que pisó con seguridad, sus párpados se abrieron de pronto. De sus relucientes ojos dorados no había rastro, ahora lo adornaban los naranjados.
—Llegué justo a tiempo. —La voz del demonio hizo que Shariska se volteara a verlo.
—La medio ángel ya forma parte… —No alcanzó a terminar la frase, el nuevo ser que apareció la tenía del cuello, levantándola varios centímetros. El ángel luchaba por seguir respirando—. Detente —articuló a duras penas.
Pero la chica no escuchaba, arrojó a su madre contra la pared de la cueva, pero antes que ésta se golpeara, la recibió con un fuerte puñetazo en el estómago, enviándola al otro lado del círculo en el que se encontraban.
Caminó hasta el centro, con total naturalidad, mientras de sus muñecas crecían sus dos filosas armas. El demonio, alejado de todo, observaba el espectáculo con su sonrisa, al fin tenía a la chica como quería.
Levantó el cuerpo de su madre con su poder mental y fijó sus naranjas ojos en los dorados de ella, no mostraban más que odio hacia aquel ser. La mayor batallaba por soltarse, en un intento desesperado golpeó a Hayley de una patada en el pecho, pero sólo logró enfurecerla más. De un momento a otro la medio ángel saltó, mientras enterraba una de sus armas en el estómago de su rival, ésta cayó sangrando al suelo, golpeándose contra la fría y dura roca.
—Belial —pronunció esperando que el demonio saliera a su defensa, pero el mencionado simplemente se limitó a mirar y reír—. ¡Eres un maldito!
—Muchos han dicho lo mismo —contestó con burla—. Pero tú, más que cualquier otro, deberías saber que haré lo que sea por volver a los Cielos.
—¡Te odio! —Fue lo último que salió de su boca, su hija había enterrado su otra arma en su corazón. La respiración del ángel se extinguió en el mismo momento en que Hayley retiraba con lentitud aquel pedazo de hierro y los guardaba dentro de sus muñecas.
—Vamos, nos esperan en el Infierno —susurró Belial cerca de la chica pasando su brazo por los hombros de ésta.
Pero ella no respondió, se limitó a mirar seriamente el lugar, sin mostrar sentimientos, sin dejar a la vista nada de lo que era antes. En un abrir y cerrar de ojos desaparecieron, para ir al lugar mencionado por el demonio, donde las huestes los esperaban, la batalla se aproximaba.

* * * * *

Caminaba con desesperación de un lugar a otro, bajo la atenta mirada de unos grises ojos, quien se encontraba sentado en los escombros de lo que una vez fue la entrada a la posada. La dueña, junto a su sobrino, habían ido por el cadáver del sacerdote.
—Me estás mareando —dijo con voz ronca al ver que el chico no cesaría su caminar.
—¿Qué quieres que haga? —Se detuvo para mirar a quien habló—. Dime, ¿qué hago? —Su voz, al igual que todo su ser, sonaba desesperado—. Se la llevó y no pude hacer nada por detenerlo.
—Así como estás tampoco podrás hacer mucho. —Se puso de pie frente a él y clavó sus ojos en los miel del chico—. No le hará daño, eso lo sabemos muy bien. El problema… —Se silencio, no sabía cómo decirlo.
—El problema sería si logra hacer que cambie de opinión —sus ojos melancólicos se fijaron en su tutor—. Si eso llegase a pasar, no sé qué haré.
—No es muy diferente a como piensas ahora —suspiró volviendo a sentarse en el lugar de antes—. Tenemos una opción. —Sus ojos se iluminaron al mirar a su amigo.
—¿Cuál? —consultó con rapidez, a la vez que la esperanza volvía a su ser.
—Janice —sonrió levantándose—. Está herida, la habíamos olvidado por completo. El demonio la dejó, al igual que tus primos.
—¿Crees que dirá algo? —indagó arqueando una ceja mostrando confusión, no confiaba en la ayuda de ella.
—Tal vez no por sí sola —su sonrisa se hizo más grande—. Quizás tengamos que presionarla un poquito —le guiñó el ojo al chico.
Él simplemente se limitó a sonreír de medio lado, esperando que la idea de su amigo y consejero funcionase. Caminaron con paso decidido hasta llegar a la chica que aún se encontraba en el suelo, medio moribunda después de la paliza propinada por el demonio. Los vio acercarse e intentó ponerse de pie, pero lo único que logró fue sentarse con dificultad.
—Bastian, yo… —susurró con dificultad antes de ser interrumpida.
—No queremos escuchar otra cosa que no sea las respuestas a las preguntas que tenemos —sentenció Ethan con poder, la vampiro bajó la mirada con miedo, presentía su fin.
—¿Sabes a dónde se la llevaron? —preguntó Bastian tratando de no mostrar odio.
—Ojalá a su tumba —se burló con una voz suave, pero bastante fuerte para los finos oídos de los vampiros.
—No te haremos daño, Janice. —El de grises ojos se agachó para quedar a la altura de la mencionada, la tomó del mentón y la obligó a mirarlo—. Simplemente queremos vengarnos de ese demonio, ¿tú no? —Sonrió, tratando de mostrar ternura—. ¿Después de lo que te hizo?
—Claro que quiero venganza —respondió con furia mirando al que tenía al frente—. Pero la vida de la chica me da igual. —Miró con odio al menor, éste frunció su ceño, ya casi no tenía paciencia.
—¿Qué mejor venganza que detener sus planes? —Se apresuró en decir Ethan al ver que el chico comenzaba a impacientarse, nuevamente.
—Si los ayudo —musitó con suavidad—. ¿Me prometen que viviré? —Sus ojos se llenaron de lágrimas, ambos vampiros se miraron sin saber qué hacer.
—Te lo prometemos —contestó Bastian cruzando sus brazos, el mayor asintió con la cabeza a pesar que ninguno estaba de acuerdo con ello.
—Se la llevó al Infierno —sonrió mirando a ambos—. ¿Acaso no era lo obvio?
—¡Claro! —exclamó con ironía Ethan—. ¿Pero cómo llegamos a ese lugar?
—En eso no les puedo ayudar —sonrió de medio lado, después de todo la vampiro no les serviría de mucho.
—Si quieres seguir con vida, será mejor que hables. —Los ojos color miel del menor se llenaron de rabia mientras miraba al ser moribundo.
—¡Te estoy diciendo la verdad! —gritó con miedo en su voz—. Debes creerme, Belial nunca confió en mí, lo único que debía hacer era controlarte y que te unieras a él. Pero no lo logré y por eso ahora estoy aquí, y de esta manera.
—¿Aún no la matan? —La voz de Noah tras ellos los sacó de la discusión por unos momentos.
—Cuidado con lo que dices —gruñó Janice mirando al humano sobre el hombro de Bastian—. Puedo beber de tu sangre en menos de lo que te tardas en pestañear.
—Lo dudo —sonrió cruzándose de brazos—. Apenas te puedes mover, además no tengo buen sabor.
—¿Encontraron lo que quedó del sacerdote? —preguntó Ethan poniéndose de pie para mirar al recién llegado.
—Rachel está acomodando su cabeza. —Hizo un gesto de desagrado—. Ya saben, para que no se vea tan mal —suspiró, después de tantos años como cazador, aún habían cosas que no le gustaban.
—¿Qué harán conmigo? —interrumpió Janice al ver que no la tomaban en cuenta.
—Por ahora nada —respondió Bastian—. Tenemos otras cosas más importantes en qué pensar, pero ni se te ocurra alejarte, o me veré en la obligación de olvidar mi promesa. —Sus ojos mostraron la seriedad de sus palabras, la vampiro sólo asintió con su cabeza y se quedó tranquila.
—¿Qué pasó con el diario? —El de grises ojos se acercó al humano.
—Lo tengo aquí, escondido —contestó tocando con su mano derecha su estómago.
—Debemos leer si es que aparece algo más que nos pueda ayudar —añadió haciendo una seña, tanto para el humano como al vampiro, para comenzar a caminar al lugar donde se encontraba Rachel—. Pero antes iremos a dar nuestro a adiós a Richard, como se lo merece —sonrió con algo de burla, Bastian lo miró de reojo y meneó la cabeza en señal de negación.
Dejaron a Janice en el suelo, no les importó lo que pasara con ella, sabían muy bien que no arrancaría, tal y como mencionó Noah, apenas podía moverse. Caminaron a paso un poco rápido hasta que más adelante lograron ver la figura de la humana rociando con kerosene el cuerpo del sacerdote envuelto en una manta color marrón claro, sobre algo parecido a una mesa, que habían hecho con restos de los escombros de todo lo que una fue su posada, su hogar.
El sol los había abandonado hace ya varios minutos. Los dos vampiros se quedaron a unos metros del cuerpo, mientras que Noah se acercó a Rachel y la abrazó protectoramente. Ésta tomó un par de cerillos y los encendió, y tal como hace unos días el sacerdote quemaba el cuerpo de una chica poseída, hacían lo mismo con él, después de tantos años cuidando el diario del cazador.
—Descansa en paz —fueron las únicas palabras que se escucharon, salidas de la boca de Rachel.
Con lentitud las llamas fueron consumiendo el cuerpo, mientras se elevaban a los cielos majestuosas y tenebrosas. Todos observaban con atención, pero nadie tenía algo más que añadir, los vampiros apenas lo conocían y los humanos se encontraban demasiado absortos en sus pensamientos como para decir algo más. Una vez que todo se convirtió en cenizas, dieron media vuelta y caminaron al lugar donde antes estaba la habitación de hierro.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Noah frunciendo el ceño y rompiendo el silencio. Las miradas se clavaron en él.
—Supongo que ir por la chica —contestó Ethan sentándose en el suelo, luego de hacer a un lado los escombros—. Pero si la quieren dejar con Belial, ya es cosa de ustedes —sonrió, ahora él acaparó las miradas con algo de odio—. Era sólo una idea —suspiró mirando al suelo para ocultar su sonrisa.
—Lo único que sabemos, casi con seguridad —habló Bastian clavando su vista en Rachel, que lucía preocupada—. Es que se la llevaron al Infierno.
—¡Todo es por tu culpa! —El humano soltó toda su furia contra el menor de los seres con colmillos—. Si no le hubieras dicho al demonio que fuera por ella, estaría con nosotros ahora.
—No es momento para ponernos histéricos. —Trató de calmarlos Ethan—. La culpa no la tiene Bastian, ni Hayley, ni alguno de nosotros. Si empezamos a buscar a un culpable no terminaríamos nunca, es algo que fue dicho hace mucho tiempo, tarde o temprano tenía que suceder.
—Tu palabra no me vale de mucho. —Los ojos furiosos de Noah se clavaron en quien había hablado—. A ti poco te importa el bienestar de Hayley.
—Eso no te lo voy a negar —musitó devolviéndole la mirada, aunque la de él no reflejaba furia, sino algo de preocupación—. Pero sí me interesa el bien del vampiro estúpido que tengo de pupilo. Y quieran o no, el destino de ellos dos está ligado, y espero que por el bien de todos, tanto humanos como vampiros o lo que sean, Belial no logre cambiar la idea de la chica.
—En eso tienes razón —respaldó Rachel entrando en la conversación—. Si el demonio llega a dominar tanto los Cielos como el Infierno, será el fin de lo que conocemos.
—En el caso que Hayley se una a Belial —su voz sonó apagada, esa idea no le gustaba nada—. ¿Cómo haremos para detener todo?
—Creo que es allí cuando entras tú —contestó Ethan con seriedad—. Según lo leído por el humano, tú eres quien debe detener aquello.
—¿Qué pasa si no quiero eso? —musitó al preguntar mirando el suelo—. Yo no quiero enfrentarme a ella.
—Sólo estamos suponiendo que ella se vaya con Belial. —Ethan se puso de pie al escuchar las palabras del vampiro—. Aún no tenemos nada seguro, ¡no empieces con idioteces!
—¡Yo no dejaré que le haga daño! —gritó Noah metiéndose en la conversación de ambos seres.
—¡Ya basta los tres! —Rachel se interpuso con poder entre los que se miraban con odio—. Peleando no conseguiremos nada. —Sus ojos fulminantes lograron calmar a quienes estaban frente a ella—. Ahora si Hayley se pasa al lado de Belial, estoy segura que no será porque ella lo decida. Y si eso sucede —miró a Noah y luego a Bastian—, tendremos que detenerla, no nos queda otra opción —terminó en susurro pensando en lo que había dicho.
—Ella tiene razón. —El mayor metió sus manos en los bolsillos de la chaqueta—. Apenas conozco a la chica, pero creo que no se irá con el demonio por sí misma, si llegase a pasar tiene que existir un motivo muy fuerte para que lo haga.
—Y conociendo el carácter de ella —sonrió de medio lado Noah—, dudo mucho que algo la haga cambiar de opinión.
—Pero eso no quiere decir que nos quedaremos de brazos cruzados esperando que nos den alguna señal —reclamó el menor de los vampiros con el ceño fruncido.
—Nadie ha dicho que lo haremos —reprochó Ethan—. ¿Me pasas el diario, por favor? —preguntó mirando a Noah.
—Claro —contestó de mala gana sacando el cuaderno de donde lo tenía escondido, entre su ropa a la altura de su estómago. Se lo extendió al vampiro
—Gracias —sonrió al momento de recibirlo y volvió a sentarse donde se encontraba hace unos momentos—. Por lo que leíste hace un rato, Belial participó en la primera pelea, donde se creó, por decirlo de alguna manera, la dichosa Profecía —comenzó a ojear las hojas, pasando de las primeras—. Ahora debemos ver si este cazador pudo encontrar alguna manera de detener todo sin que ninguno de ustedes saliera lastimado.
—No creo que encuentres algo allí —añadió Rachel encuclillándose cerca del dueño de los ojos grises.
—¿Por qué? —preguntó con algo de molestia fijando sus ojos en la humana.
—Se encargó de proteger demasiado a Hayley —musitó con algo de melancolía—. Por todo el tiempo que lo conocí, podría jurar que si descubrió algo para detener todo, no lo escribió.
—No lo entiendo —agregó Bastian—. Si eso podría salvar a Hayley, ¿por qué ocultarlo?
—Él debe haber pensando que estaría aquí cuando llegara la hora de la batalla —contestó mirando al de ojos color miel—. Lo único que lo guiaba era mantener protegida a su hija, y aún ahora lo hace.
—Fue un idiota. —La voz de Ethan interrumpió las miradas de la humana y el vampiro—. Si ocultó esa información, fue un idiota.
—Se nota que ustedes nunca han tenido un ser querido a quien proteger —se burló de mala gana frunciendo el ceño, clavando una fría mirada en quien había hablado.
—Fuimos humanos un día —respondió con frialdad mirando a la mujer—. Sé muy bien lo que es cuidar a un ser querido. Créeme que lo sé. —Su seria voz logró bajar la vista de la humana—. De todas maneras echaré un vistazo a las hojas —continuó con lo que hacía antes, pasar de página en página buscando algo que les sirviera.
—No me puedo quedar aquí a esperar que termines de leer —reclamó Bastian cruzándose de brazos.
—Lo harás —fue la única respuesta que obtuvo del mayor, que continuaba buscando entre las hojas, sin despegar un momento su mirada de aquellos escritos.
—Aunque no quiera aceptarlo —añadió Noah—, el vampiro estúpido tiene razón. Cada minuto que pasa corre en contra de Hayley, ¡estaba inconsciente cuando se la llevó! —exclamó sin poder contener su enojo.
—Cálmense los dos —contestó sin levantar la vista—. Para esta hora la chica tiene que haber recuperado todos sus poderes, ¿o no? —preguntó mirando a la humana.
—Sí, ya debe estar recuperada —susurró con calma en su voz, había olvidado que las horas seguían avanzando.
—¿Creen que no dará batalla después de todo lo que ha luchado? —Ambos chicos bajaron la mirada, Ethan tenía razón—. Podrían dejar de pensar en ella como alguien a quien deben cuidar como una de las maravillas. Porque si bien recuerdo, ninguno hizo algo por salvarla del demonio.
—Él se la entregó en bandeja —alegó Noah apuntando al vampiro.
—Era sólo una trampa para que soltara a Ethan —contestó frunciendo el ceño, a punto de mostrarle los colmillos al humano—. Cuando lo dejara caer, mi idea nunca fue que se la llevara. Tenía pensado detenerlo…
—Olvidando que es mucho más fuerte que tú —interrumpió Ethan—. Si quieren ir por la chica, será mejor que se preparen, no será fácil llegar donde ella, y mucho menos traerla de vuelta. —Se puso de pie y observó a ambos—. Así que en vez de estar buscando quien tuvo más culpa, mejor mueven esos pies y busquen información útil. —Se dio la media vuelta y caminó hacia unos escombros de autos, no podía leer tranquilo frente a aquellos dos.
Se sentó y tomó el diario, comenzó a ojearlo —nuevamente— mientras sentía las presencias de Bastian, los humanos y la moribunda Janice, un poco más lejos, que a pesar de todo no había dejado de tenerla vigilada.
El de ojos miel se dejó caer a la derecha de Rachel y, a su izquierda, lo hizo Noah. Los tres se mantuvieron en silencio, no había nada que decir, pero sus pensamientos los guiaban a donde mismo: el lugar que se encontraba la medio ángel.
—Creo que ambos queremos lo mismo, cuidar a Hayley —cortó el silencio Bastian, mirando al frente en un punto perdido—. Ethan tiene razón, esta vez, es mejor pelear juntos que separados.
—Por el bien de ella haré una tregua contigo —respondió Noah con la vista perdida al frente, al igual que el otro chico.
—Aunque una cosa tengo que dejar clara —sonrió de medio lado—. Hayley es mía.
—He convivido con ella mucho tiempo —se burló al responder—. Y sé perfectamente bien que nunca tendrá un dueño, por decirlo de alguna manera —soltó una carcajada—. Es un espíritu libre.
—Ella te quiere como un hermano, es mejor que lo aceptes —dijo con aires de superioridad.
—Nadie ha dicho lo contrario —contestó el humano clavando su mirada en el vampiro, éste también la fijo en él, pero algo desconcertado, no esperaba esa respuesta—. Por eso te digo que dudo mucho que ella te vea como su dueño.
—Entonces, ¿no estás interesado en ella como mujer? —preguntó sin salir de la sorpresa, Noah simplemente negó con la cabeza y se limitó a sonreír.
—Creo que comprendo a Ethan muy bien —interrumpió Rachel haciéndose presente—. Ustedes parecen un par de adolescentes peleando por algo que no les pertenece. Veré si le puedo ser de ayuda al otro vampiro —terminó de decir al ponerse de pie y comenzar a caminar hacia el lugar donde se encontraba el mencionado.
Vampiro y humano se miraron algo confundidos, la cantinera tenía razón y no estaban siendo útiles, nuevamente. Fruncieron su ceño y se levantaron, aunque ambos sabían que Ethan los correría apenas llegaran junto a él.
Intentaron dar un paso al frente, pero varias presencias detuvieron al vampiro. Se detuvo en seco a observar hacia el noreste, el mayor se levantó y fijó su vista en la misma dirección. La vampiro, por otro lado, hizo lo mismo.
—¿Qué pasa? —preguntó Noah al ver la actitud de los tres seres.
—Varios se aproximan —respondió Bastian antes de dar un salto para llegar junto a Ethan—. ¿Qué crees que pase? —indagó al momento de llegar con el mayor.
—No lo sé —contestó sin quitar la vista del frente, había dejado el diario con la humana—. Pero lo sabremos cuando lleguen.
—¿Crees que Belial tenga algo que ver con esto? —cuestionó apretando sus puños.
—Ojalá que no —suspiró con cansancio porque no lo dejaban en paz cuando quería leer—. No me gustaría tener que matarlos.
—¿A quiénes? —La voz de Rachel sonó detrás de ellos, a su lado Noah los miraba con la ceja arqueada.
No necesitó una respuesta, a los pocos segundos unas fuertes ráfagas de viento se hicieron presentes, dejando a la vista de todos a más de cincuenta seres de ojos negros y colmillos filosos que brillaban a la luz de la luna. Una de ellos dio un paso al frente y se acercó a Bastian.
—Mía —musitó el de ojos miel esbozando una sonrisa, la mencionada sólo le regaló una pequeña reverencia en modo de respeto—. ¿Qué hacen aquí?
—Nos dijeron que necesitabas de nuestra ayuda —contestó clavando sus ojos en el vampiro—. No pude localizar a varios, pero logré reunir a todos estos, cada uno de ellos fiel a ti. Aunque por más que intenté, el paradero de Owen me es desconocido. Bien sabes que él es buen peleador.
—Él, junto a Chase y Alan, están muertos —respondió frunciendo el ceño—. Pero, ¿quién les dijo?
—No supe su nombre —susurró algo sorprendida por la muerte de los tres vampiros—. Simplemente llegaron un día a la madriguera y dijeron que estabas en problemas, que reuniéramos la mayor cantidad posible de nuestra raza que estuvieran dispuestos a dar la vida por ti, y aquí estamos.
—Llegaron un poco tarde —la voz burlesca de Janice sonó desde atrás, mientras caminaba con dificultad a donde estaban reunidos—. Si ven a su alrededor, la batalla acabó.
—¡Janice! —exclamó Mía volteándose para mirarla en el estado en que se encontraba—. ¿Quién diría que terminarías así? —Se burló al punto de aguantar una carcajada, de un salto llegó junto a ella—. Vaya, puedo oler en ti a demonios y vampiros —frunció su ceño y la miró con repulsión—. ¿Tuviste algo que ver con la muerte de Owen?
—¿Qué me harás si te digo que sí? —cuestionó sonriendo para molestar a quien tenía al frente.
—No querrás saber —mostró sus colmillos y sus ojos negros—. Siempre has pensado que te temo, nunca te he mostrado algo que no sea respeto, porque eres la hembra alpha de él. Pero eso no quiere decir que sea cierto, todo lo contrario, si no te he hecho algo es por Bastian.
—No me hagas reír —se burló Janice mirándola de pies a cabeza—. Tú no me llegas ni a los talones.
—Mía —la voz de Bastian la hizo voltearse—. No le hagas nada, aún —sonrió para sí—. Necesitamos algunas cosas de ella, que espero coopere por voluntad propia, sino Ethan se encargará de sacarle toda la información posible.
       —Así es —una gran sonrisa se dibujó en el rostro al de grises ojos.
La vampiro cayó al suelo sentada mirando con preocupación a su alrededor, estaba sola, y ellos no tendrían compasión, no después de todo lo hecho. Varias lágrimas salieron de sus ojos, pero ninguno le mostró el mínimo de sentimientos más que odio y repulsión.
—Lo lamento —susurró, pero ya era demasiado tarde para eso.
Ninguno la tomó en cuenta. Los recién llegados se agruparon alrededor del vampiro de ojos miel y le ofrecieron su ayuda, uno por uno mostraron que su lealtad le pertenecía al que hace muchos años atrás nombraron como Príncipe de las Tinieblas.
—No pensé que tendrías algunos bocadillos —se lamió el labio la vampiro llamada Mía, al mirar a Noah—. Siempre antes de una batalla es bueno comer algo.
—Él no tiene buen sabor —interrumpió Janice, el humano, por otro lado, frunció su ceño.
—Nadie pidió tu opinión —contestó sin siquiera mirar a la que había hablado, sus ojos seguían fijos en su bocadillo—. Ya probaré si tiene buen sabor o no —sonrió de medio lado al avanzar a su presa con lentitud.
—Será mejor que no lo toques —la voz de Bastian la detuvo—. Bien sabes que no comemos humanos —sentenció con seriedad, clavando sus ojos en ella.
—Sólo me quería divertir un momento —sonrió al llegar junto al humano y dar una vuelta a su alrededor.
—Soy un cazador —contestó girándose con rapidez y tomando del cuello a la vampiro—. No necesito la protección de ése para acabarte.
—Tal y como me gustan —musitó sin dejar de contemplar los ojos turquesa de Noah.
—El amor floreciendo entre vampiro y humano —se burló Ethan llegando junto a ellos, para calmar al chico y que éste soltara a quien hace unos momentos quería beber de su sangre—. Los humanos, en este caso, son parte de nuestro grupo, por decirlo de alguna manera —dijo mirando a la chica—. Necesitamos toda la ayuda posible —clavó sus ojos en el humano, éste entendió en el acto y soltó a su prisionera.
—Antes de que se maten los unos con los otros —gruñó Bastian con el ceño fruncido—. Les diré lo que pasa. —Todos se acercaron y se reunieron alrededor de él, Rachel y Noah se quedaron junto a Ethan, al lado de quien hablaba—. No sé muy bien quien les indicó venir aquí, y si supiera le estaría agradecido. Pero la batalla en este lugar ya acabó, como podrán ver. —Con sus manos mostró los escombros de la posada—. Unos demonios, entre ellos Seth y Kate… —Los vampiros abrieron los ojos asombrados frente a esos nombres, y varios murmullos se escucharon.
—¿Demonios? —preguntó uno de ellos con algo de miedo en su voz—. Si como vampiro Seth era poderoso, no quiero imaginarlo de demonio.
—¿Los tres son demonios? —Otro se hizo presente, los murmullos reinaban por el lugar, sólo algunos se atrevían a preguntar.
—Sí, los tres fueron revividos, por decirlo de alguna manera, ya que no sé como volvieron… —contestó Bastian observando a todos, notaba el miedo en cada uno de ellos y temía que la ayuda ofrecida fuera olvidada.
—Un demonio, aún más poderoso —la voz de Janice se hizo presente—. Realizó un ritual y los trajo de vuelta. No sé muy bien por qué ellos —mintió con una sonrisa—. Pero de su vida vampírica no queda rastro.
—¿Demonios más poderosos? —Los temerosos murmullos cada vez se hacían más fuertes, ellos no acostumbraban a tratar con esa clase de seres.
—¡Calma por favor! —intervino Rachel al escuchar los susurros—. Escuchen todo lo que les tiene que decir Bastian y luego sacan conclusiones, no sirve de nada que se alteren sin conocer la historia.
—Yo la respaldo —la autoridad de Ethan se hizo presente—. Si bien ellos son poderosos, no es necesario temerles. Ahora escuchen lo que tiene que decir el niño —sonrió al mirar al chico.
 —Como les decía —continuó hablando el vampiro de ojos miel, una vez que se apagaron los murmullos. Las miradas de todos estaban atentas a sus palabras—. Seth y Kate volvieron como demonios, al igual que Reid, pero él ya está de vuelta en el lugar de donde nunca debió salir. —Algunas sonrisas de triunfo se reflejaron en los rostros de los seres con colmillos afilados—. No sé si lo dicho por Janice es verdad; lo siento, pero tus palabras perdieron credibilidad —la miró con algo de odio—. Lo que sí les puedo asegurar es que hay un demonio mucho más poderoso detrás de todo esto, y es cuando los necesito —su mirada mostraba compasión, él sabía cómo llegar a aquellos—. Este ser se llevó a una persona muy preciada por nosotros, y a la vez, es una de las implicadas en llevar a los demonios de vuelta a los Cielos —se silenció por unos momentos para ver la reacción de sus semejantes, pero estos se mantuvieron tranquilos, esperando la continuación—. Sé que a muchos de ustedes poco les importa la batalla que se libre entre ángeles y demonios, a mí poco me interesa, pero al igual que a quien se llevaron, yo soy el otro ser que se verá envuelto en esa pelea. Quiera o no, estaré presente luchando a favor de los mensajeros de Dios.
—O sea que —Mía fue la única que logró articular palabras luego de aquella declaración por parte de él, quien siempre se había mantenido al margen de cualquier escándalo frente a su persona, al que muy pocos conocían algo más que su nombre y hazañas—. ¿Pelearemos a tu lado junto a los ángeles?
—Básicamente, sí —contestó mirándola seriamente—. No los obligaré a ir, si están aquí es porque alguien o algo les avisó, pero yo soy nadie como para llevarlos si no lo desean. Es su decisión marchar conmigo o quedarse aquí, esperando que la batalla termine.
—Si los demonios llegarán a dominar los Cielos —se atrevió a hablar otro de los vampiros—. ¿Cuál sería nuestro destino?
—Eso es algo que no sabemos —respondió Ethan mirando al que preguntó—. Aunque creemos que todo lo que conocemos dejará de existir. Bien sabemos que los demonios son guiados por la ira, y la destrucción pienso que es fundamental en sus planes. Yo creo que si eso pasara, todas las criaturas y creaturas dejaríamos de existir en un corto plazo de tiempo. Sólo estarían ellos y quién sabe si algún ángel más.
—Ahora que ya saben lo principal —dijo con seriedad Bastian mirando a su alrededor, los ojos de todos los vampiros estaban sobre él—. Quiero que sean sinceros conmigo y me digan quienes me seguirán, no tomaré represalias a los que no deseen ir.
—Yo voy —la voz de Mía resonó en el silencio reinante—. Tal y como dije hace un rato, mi lealtad está contigo. Si mi ayuda es necesaria, haré todo lo que esté a mi alcance, aunque eso signifique mi muerte.
El vampiro se limitó a sonreír, tratando de expresar lo más que pudo su gratitud, estaba contento con eso, así tendrían más facilidades para ayudar a Hayley. Pero debía obedecer a Ethan, él le había enseñado que para ser un buen líder y que sus seguidores lo respeten como tal, mostrar tanta confianza no era adecuado.
Los murmullos de los demás se hacían cada vez más altos, él prefería hacer oídos sordos y esperar el veredicto final, estar pendiente de las discusiones nunca fue una buena opción de las veces que tuvo que aguantar aquellas peleas.
—Iremos —la voz ronca de uno de esos seres lo sacó de sus pensamientos, no pudo evitar que su sonrisa se volviera más grande—. A pesar que a muchos de aquí no les agrades por no dejarnos beber sangre de humano —sonrió de medio lado al decir aquello—. Pero nunca nos ha faltado alimento y siempre estás preocupado de todos nosotros. Has sido un buen líder y si es necesario morir por ti, lo haremos.
—Gracias —fue lo único que logró articular, tres fuertes presencias aparecieron cerca de donde se encontraban reunidos, dejando a todos boquiabiertos y sus miradas clavadas en los que había llegado.
—Bastian. —Uno de los seres caminaba al encuentro del mencionado, su voz era ronca. Los que allí estaban, abrieron paso para que se dirigiera al vampiro—. Al fin estamos frente a frente.
—Aún no tengo el placer de conocerlos —susurró frunciendo el ceño, sin despegar sus ojos del recién llegado, los cuales eran azules y bastante fríos—. Pero veo que ustedes me conocen.
—Son los que fueron a avisarnos que nos necesitabas —interrumpió Mía posicionándose al lado izquierdo de Bastian, al derecho se encontraba Ethan y junto a él los humanos.
—Entonces debo imaginar que son los ¿ángeles? —Arqueó una ceja al momento de preguntar.
—Así es —contestó con voz seria y sin sentimiento—. Venimos porque ha llegado la hora. La batalla está por comenzar. Tu presencia es necesaria.
—¿Dónde está Hayley? —preguntó ignorando lo dicho por el ser frente a él.
—En el lugar que fue estipulado hace siglos: en el Infierno —respondió dejando a la vista del vampiro un resplandor dorado en sus ojos.
—¿Me llevarán con ella? —cuestionó con rapidez, poco le importaba aquella pelea, a pesar que si ganaban los demonios, todo lo conocido desaparecería.
—Eso no es importante en estos momentos —dijo sin sentimientos, los humanos le regalaron una mirada de odio—. Como te mencioné la batalla está por comenzar. La medio ángel ya decidió su destino al irse con el demonio.
—¡¿Qué?! —gritó con euforia—. ¡Por si no lo saben, se la llevó sin su consentimiento! —exclamó sin poder ocultar su ira.
—¿Cómo que ya decidió? —preguntó Ethan al momento de dejar su mano en el hombro de Bastian, éste lo miró y se tranquilizó un poco.
—¿Por qué he de responder tus preguntas? —Fue lo que salió de la boca del ángel, el vampiro de grises ojos sintió como la ira del menor comenzaba a pasar a él; frunció su ceño.
—Pero a mí sí me deben responder —intervino el de ojos miel—. ¿Cómo que ya decidió? —Formuló la misma pregunta que su tutor.
—Estás confundido en una cosa, creatura —habló uno de los seres que se encontraba unos pasos atrás de quien se dirigía a Bastian; sus ojos eran negros—. Nosotros no te debemos obediencia, somos mensajeros de Dios y estamos al servicio de los humanos.
—Entonces me quedaré aquí —suspiró con una pequeña sonrisa al cruzarse de brazos—. Busquen a otro que detenga a Belial.
—No eres tan imprescindible como piensas —sentenció el de ojos azules—. Si quieres volver a ver a la medio ángel, será mejor que vengas con nosotros. —Bastian titubeó, había olvidado ese detalle, ahora los ángeles volvían a tenerlo contra la pared—. ¿Vienes?
El silenció se hizo presente, el Príncipe de las Tinieblas clavó su mirada en la gris de su amigo, buscando algo que le ayudara a decidir. Pero aquellos ojos sólo reflejaban una cosa: batalla. Suspiró con cansancio, debía ir por Hayley.
—Iremos —contestó con seriedad frunciendo el ceño—. Ellos me acompañarán, como ustedes lo planearon, ya que les dijeron que vinieran a este lugar.
—Los humanos no pueden ir —dijo mirando a los dos únicos mencionados que se encontraban presentes.
—Pero yo quiero pelear y ayudar a Hayley —reclamó Noah dando un paso al frente.
—La única manera que puedes ir es muerto. —El ángel clavó su fiera mirada en el chico, éste retrocedió.
—Míralo desde este punto de vista. —Rachel tomó a su sobrino de los hombros y levantó sus ojos para que sus miradas chocaran—. Alguien debe esperar a Hayley, lo más probable es que vuelva herida, recuerda que estaba inconsciente cuando se la llevaron.
El chico, resignado, asintió con la cabeza, para luego abrazar a su tía, quien no pudo evitar derramar algunas lágrimas. Algo les decía a ambos que las probabilidades de volver a ver a la chica eran mínimas, aun así se aferraban a creer lo contrario.
—Vampiro estúpido —soltó a Rachel para dirigirse a Bastian—. Tráela sana y salva —le ordenó extendiendo su mano en señal de despedida, sentía que tampoco lo volvería a ver.
—Eso tenlo por seguro —contestó al recibir el apretón de manos por parte del humano—. La traeré sin un rasguño —intentó sonar convincente.
—Se había tardado —sonrió Ethan antes de salir corriendo a una gran velocidad, Janice intentaba arrancarse—. ¿A dónde crees que vas? —preguntó al momento que se posó frente a ella y la agarró del cuello, levantándola unos centímetros.
—¿No dejarás que me hagan daño? —articuló con dificultad, tomando la mano que la tenía prisionera para intentar soltarse—. ¿Verdad? —preguntó con desespero.
—Poco me importa tu vida —respondió dejándola caer—. Pero no encuentro justo que te vayas sin recibir tu castigo —se acuclilló para mirarla a los ojos—. Mejor ven con nosotros e intenta pagar por el daño que hiciste, peleando al lado de Bastian.
Se levantó, seguido por la vampiro que cada vez se encontraba más segura que ese ser al que había convertido hace tantos años, sentía algo por ella. Y eso era suficiente para seguirlo, incluso al Infierno, donde un enojado Belial esperaba. Suspiró, estaba atrapada, si no moría por los vampiros lo haría por los demonios. Varias lágrimas salieron de su rostro, entendía que su fin se aproximaba. Ethan, más adelante, olfateó las gotas saladas de Janice, pero poco le importó, ya mucho daño había hecho y era hora que pagara por todo, incluso por haberle regalado la vida eterna, y qué mejor idea: llevarla a la batalla contra el ser a quien había ayudado por tanto.
—¿Están listos? —preguntó el ángel de azules ojos, una vez que el vampiro llegó junto a ellos.      
—Sí —contestó Bastian al ver que su tutor asentía con la cabeza—. Cuando volvamos, te ayudaremos a construir esto —sonrió al mirar a Rachel, ésta se limitó a sonreírle, aunque las lágrimas le ganaban.
—Nos vemos pronto. —Noah dio un salto al sentir la respiración tibia de Mía cerca de su oído, la chica caminó hasta llegar junto a Bastian.
El vampiro miró al ángel, sus ojos se volvieron dorados por completo, y en un movimiento tan rápido como lo es el pestañar, todos desaparecieron frente a la mirada atenta de los humanos. Rachel se dejó caer cubriendo su rostro con ambas manos, llorando desconsoladamente por una chica a quien quería como una hija y que jamás volvería a ver. Su sobrino, en cambio, lo único que pudo hacer fue consolarla, muchas cosas pasaban por su mente y otra vez lo habían dejado a un lado. Aunque ahora tenía muy claro que sólo sería un estorbo en la batalla que se aproximaba.

* * * * *

Abrieron los ojos con lentitud, apenas lograron percibir cuando habían sido trasladados desde la Tierra al lugar donde se encontraban. Parecía un desierto, las rocas abundaban, todo era de un color rojizo naranjado. Bastante más adelante una enorme pared de piedra tenía tallada una puerta gigantesca, con extraños símbolos grabados. No fue necesario preguntar, con sólo ver las figuras de los miles de demonios que esperaban frente a la entrada, supieron que habían llegado al Infierno. Un poco más adelante, se encontraba la enorme estatua del ser sobre la bestia alada, Bastian se quedó observando boquiabierto por unos momentos.
—Es Abigor —dijo con serenidad el ángel de ojos azules—. Una vez fue un poderoso arcángel perteneciente al Coro, pero se dejó caer, al igual que la mayoría de los que esperan al frente.
—¿Él fue el primero en intentar volver? —preguntó recordando lo escrito por el padre de Hayley.
—Así es —contestó volviendo su mirada al frente—. Lo anotado por el cazador fue contado por mí, yo peleé en esa batalla.
El chico de ojos miel abrió los ojos asombrado, antes que una ráfaga de viento meneara sus cabellos, los tres ángeles habían desaparecido. Observó atrás y pudo ver a las tropas que lo acompañarían, cientos y cientos de ángeles esperaban las órdenes, con miradas serias y sin sentimientos. Más atrás seguían los que suponía eran los arcángeles, con aquellos ojos fieros que provocan miedo en quien los vea. Y, sobre estos, nueve de los que supuso tenían los ojos rojos, los arcángeles pertenecientes al Coro.
—Los ángeles siguen siendo superiores en número. —Ethan lo distrajo—. Demonios hay muchos, pero los alados se ven más poderosos.
—No lo sé —contestó girándose y mirando al frente, frunció su ceño e intentó encontrar a Hayley—. ¿Crees que esté allí?
—Tal vez. —Al igual que Bastian, fijó su vista al frente para buscar a la medio ángel—. Tu jefe —se burló haciendo mención al ser que los había llevado a donde se encontraban—, dijo que ella ya decidió, si no está aquí, debe estar con Belial.
—Espero que no —musitó apretando los puños.
—Hasta aquí llego con ustedes —la voz de Janice los hizo clavar su mirada en ella, logrando que todos los vampiros que se encontraban boquiabiertos observando a su alrededor, se concentraran en sus palabras—. Les dices a los ángeles que muchas gracias por traerme. —Sus negros ojos se encontraban perdidos en los miel de Bastian, su rostro tenía una gran sonrisa mientras caminaba de espalda a la puerta del Infierno—. Mi decisión también está tomada. —Cada paso era más grande al anterior, se acercaba con rapidez a los demonios, su voz se hacía más fuerte—. ¡Fue un gusto haberlos conocidos a todos, pero al final, siempre fueron mis enemigos!
—¡Es un gusto que te alejes de nosotros! —respondió Ethan con una sonrisa, al fin se libraban de esa molestia, y si ella decidía ir con sus enemigos, mejor para ellos, más fácil les resultaría matarla.
—¡Siempre pensé que tanto tú como Bastian estarían conmigo! —gritó frunciendo el ceño—. ¡Lástima que no fuera… —Una aguja afilada de hierro plateado atravesó su estómago, frente a la mirada atónita de los vampiros.
Lentamente aquella arma comenzó a dejar el cuerpo de Janice, que abrió sus ojos a más no poder por el asombro, un par de negras alas se dejaba ver en su espalda, pero la figura a quien pertenecían estaba oculta por la vampiro. Una línea de sangre salió su boca, poco antes que su cabeza rodara por el rocoso suelo. Su cuerpo sin vida cayó, dejando a la vista de todos a la medio ángel que fue llevaba por el demonio. Guardó sus dos filosas agujas en sus muñecas y clavó sus naranjas ojos en los que habían llegado.
El menor de los vampiros apretó con fuerza sus puños y sus párpados, los abrió dando un fuerte grito de furia al ver a la chica convertida en eso, ahora entendía el porqué los ángeles habían dicho tal cosa, sus ojos se volvieron negros y sus colmillos aparecieron al instante.
—¡Hayley! —gritó a la vez que intentaba dar un paso al frente para acercarse a la chica, pero una fuerte mano lo detuvo. Miró a su dueño, Ethan negó con la cabeza y señaló hacia adelante.
—Bastian. —El demonio de rojos ojos había llegado junto a la chica—. ¡Qué gusto tenerte aquí! —exclamó pasando con suavidad sus dedos por el hombro de la medio ángel, ésta no mostraba sentimiento alguno en su naranja mirada—. Si me hubieras hecho caso ahora estarías junto a ella en vez de ser su enemigo —sonrió—. Ahora hará lo que yo ordene.
—¡Te mataré, demonio! —Fue la única respuesta por parte de Bastian, el ser de rojos ojos tomó a Hayley de la cintura y retrocedieron hasta llegar junto a los que venían del Infierno.
—La batalla está por comenzar. —El ángel de azules ojos se hizo presente de un momento a otro—. La medio ángel ya no tiene salvación. —Miró al vampiro—. Y tú eres el único capaz de detenerla, en ti pondremos nuestra esperanza.

Las trompetas sonaron y los ángeles se posicionaron para la batalla. Los vampiros, en un costado, seguían a Bastian. Los demonios, por otro lado, gritaban y reían con euforia, estaban seguros de su victoria.

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