El tiempo pasó sin que la chica se diera
cuenta de las horas que habían transcurrido. Su cuerpo se mantenía colgando de
las muñecas, su cabeza hacia el suelo dejando que su cabello cayera suelto
cubriendo su rostro. Cualquiera que la viera pensaría que no lucharía más y que
se daba por vencida frente a lo que se le pusiera por delante, pero estarían
muy equivocados.
Su respiración se encontraba tranquila,
sus ojos cerrados, esperando el momento. No tenía idea de dónde estaba, no
recordaba cómo había llegado allí. Lo único que sabía era que el dolor más
grande que le podían provocar se acercaba. Su parte de ángel le anunciaba su
llegada, como siempre desde que había cumplido los once años, tal y como su
padre le confesó cuando cumplió los diez, un año más tarde todos sus poderes
—como el ser que era— se hicieron presentes y, con ellos, la diferencia entre
sus sangres. En su mente pasaban una y otra vez las imágenes de aquella primera
vez en que sus alas la abandonaron, recordó todo el dolor provocado, uno que no
se podía comparar con el que sentía cuando volvían a su cuerpo. Si bien con el
pasar de los años logró controlar la pérdida de sus poderes, no fue así al
recuperarlos, era algo que no podía manejar, la dejaba fuera de sí y, por más
que intentaba, siempre fallaba.
Apretó sus puños con fuerza, segundos
antes que un fuerte y desgarrador grito se hiciera presente en todo el lugar.
Lo que estaba perdido, regresaba con lentitud. Levantó su cabeza y abrió sus
ojos, dejando a la vista unos dorados profundos sin muestra de sentimientos. Su
cuerpo dejó de estar colgando de las cadenas y lentamente se elevó unos
centímetros del suelo. A los pocos minutos un gran resplandor iluminó todo el
lugar, acompañado de los gritos de dolor que no cesaban.
Afuera, un demonio de rojos ojos cubrió su
cara, a pesar de que la chica estaba encerrada en el lugar más oscuro de todos,
donde sólo una gran puerta permitía su acceso, la luz que la cubrió fue tan
poderosa que se esparció con fuerza por entre las pequeñas aberturas que
dejaban las bisagras y el orificio que se encontraba abajo del lugar de acceso.
El otro ser junto a él, simplemente sonrió, eso no le afectaba, poseía lo
mismo.
Los gritos de dolor provenientes de la
medio ángel llenaban el ambiente, causando gran regocijo en los que se
encontraban afuera, parados frente a la puerta.
—¿Me dirás cómo fue que la trajiste?
—preguntó una vez que la luz comenzó a disminuir.
—En los brazos —contestó el de rojos ojos
con algo de burla—. Su destino siempre fue estar junto a mí, y eso lo sabes muy
bien.
—Ya quiero saber cómo reaccionará cuando
me vea —sonrió con malicia mirando al demonio.
—Espera un poco —suspiró clavando su vista
en la puerta—. Aún está recuperándose, esto no lo teníamos planeado.
—Para nada —musitó mirando en la misma
dirección que el otro—. Nunca pensé que la sangre del cazador fuera tan fuerte
como para hacerla humana durante algunos días.
—Tal vez… —susurró con seriedad—, aquel
arcángel lo hizo de esa manera. Quizás pensó que así sería más difícil el
llevar a cabo la Profecía —se carcajeó de manera estrepitosa—. Me gustaría ver
su cara, creo que nunca se imaginó que aquello se transformaría en la manera
más fácil de tratar con la chica.
El silencio reinó de pronto y la luz se
extinguió por completo. El proceso había finalizado, la medio ángel tenía sus
poderes de vuelta. El demonio sonrió y agarró del brazo al ser junto a él,
señalándole que aún no era tiempo de intervenir.
*
* * * *
Su cuerpo colgaba, nuevamente, de las
cadenas. Su respiración estaba agitada, sus ojos cerrados mostraban algunas
señales de dolor y por su rostro caían pequeñas gotas de sudor que se mezclaban
con una que otra lágrima. Se quedó tranquila, lo peor ya había pasado, ahora
sólo le quedaba recuperarse del cansancio que tenía su cuerpo y eso sería en cosa
de minutos. Sonrió, una vez que estuviera bien podría realizar su plan y así su
venganza. Lograba sentir que afuera de donde estaba encerrada, había dos
presencias: una era Belial, pero la otra no la conocía, aunque sabía muy bien
que se trataba de un ángel. Abrió sus ojos mostrando sus iris verdes, pensando
que tal vez quien acompañaba al demonio era el culpable de la muerte de
Bastian, una gran sonrisa se le dibujó en el rostro, su venganza sería más
fácil de lo que pensó.
Varios minutos después la puerta se abrió
con lentitud, dejando a la vista a una chica de ojos dorados que cerraba tras
de sí. Caminaba con una gran sonrisa en su rostro, sin perder de vista a la que
colgaba de las cadenas, parecía sin vida, abatida, si no fuera por la débil
presencia que transmitía, hubiera pensado que se encontraba muerta.
—Supongo que no sabes quién soy, si es que
me puedes escuchar o sentir. —Se burló al llegar frente a la medio ángel que
seguía con su cabeza hacia el suelo—. Soy Shariska, tu madre —se carcajeó luego
de pronunciar aquellas palabras que entraron directo al oído de Hayley.
Nunca su padre le había revelado el nombre
de quien heredó el don que tanto despreciaba, al escuchar la presentación del
ser que tenía al frente, la rabia y el odio se hicieron presentes en el
instante. Juntó sus pies y con un rápido movimiento saltó quedando colgada de
las cadenas, con fuerza golpeó de una patada el pecho de la ángel, enviándola
contra la puerta que fue derribada a causa del impacto.
La chica cayó de pie con sus ojos dorados
mirando al ser que había llegado contra una pared fuera de su calabozo, jaló
las cadenas con un pequeño movimiento, provocando que las amarras en el cielo
se rompieran y éstas cayeran a su lado. Tiró de la gruesa esposa de su muñeca
izquierda y la quitó sin problemas, lo mismo hizo con la derecha.
Una vez libre, caminó a paso decidido
hacia el ser que decía ser su madre. La observó con indiferencia acostada en el
suelo, al parecer no tenía experiencia en la lucha. Levantó su vista y vio al
demonio que tanto aborrecía, sonriendo como siempre.
—Ésa no es manera de tratar a quien te dio
la vida —se burló apoyado en la pared, la misma que Shariska había chocado, con
los brazos cruzados miraba a la medio ángel, sin importarle la que estaba en el
suelo.
—¿Dónde estoy? —preguntó con molestia sin
dejar de ver al de ojos rojos.
—En mi hogar —respondió tranquilo—. Estás
en el Infierno.
—Y de aquí no saldrás, hasta que te unas a
nosotros —agregó la que estaba en el suelo, poniéndose de pie.
—¿Estoy cerca de los ángeles? —cuestionó
sin poder ocultar en sus ojos el deseo de venganza, ignorando a quien se
levantaba.
—No mucho —contestó Belial—. ¿Lo dices por
quien mató a Bastian? —Soltó una sonora risotada.
—Mis motivos son sólo míos. —Lo miró con
odio y rabia, si bien detestaba estar en aquel lugar, no tenía a nadie más a
quien preguntarle.
—Como digas, pequeña Hayley. —Descruzó sus
brazos y dio un paso al frente—. Te dejaré a solas con tu madre —sonrió con
sarcasmo, la chica frunció su ceño—, supongo que tienen mucho de qué hablar.
—Tú no irás a ningún lado. —Avanzó con
rapidez hasta tener al demonio del cuello y a unos centímetros del suelo.
—¿Me lo impedirás tú? —preguntó riendo sin
hacer el menor de los gestos de molestia a causa del agarre.
—No sólo eso —sonrió de medio lado
clavando sus dorados ojos en los rojos del demonio—. Acabaré contigo.
—Si lo haces, no podrás salir de aquí —se
burló sin dejar de mirar a quien lo tenía prisionero.
—Nosotras tenemos algo pendiente —escuchó
la voz de su madre tras de sí, antes de ser golpeada con fuerza en la espalda,
en el lugar donde se encontraban sus alas. El dolor la hizo caer de rodillas,
soltando al demonio.
—Arreglen sus problemas —les dio la
espalda a ambas—. Debo atender unas cosas —terminó de decir antes de desaparecer.
—Será mejor que tú y yo nos llevemos bien
—susurró la ángel mirándola con los ojos dorados mientras se acercaba a su
hija—. Ya que trabajaremos juntas —acarició con suavidad el largo cabello de la
chica.
Tomó con fuerza el brazo de quien tenía al
lado y la lanzó contra la pared, junto al marco vacío de la puerta que había
derribado hace unos momentos. Shariska golpeó su espalda, soltando un pequeño
grito de dolor, mientras quedaba sentada mirando a su rival.
—Para ser un ángel —sonrió de medio lado
con burla y mirando al suelo—, eres bastante débil.
—Los años de encierro debilitan a
cualquiera —frunció el ceño sin dejar de observar al ser que tenía al frente—.
Si supieras…
—No me interesa —la interrumpió cortante
clavando sus ojos dorados en su progenitora—. Lo único que quiero salga de tu
boca, son las indicaciones para salir de este lugar.
—¿Qué te hace pensar que te ayudaré con
eso? —Se burló soltando una carcajada.
—Nada —respondió mirándola con seriedad,
el cuerpo de su madre comenzó a elevarse con lentitud, sin separar la espalda
de la pared—. Sé que me lo dirás por las buenas o por las malas —sonrió con
malicia.
—¿Piensas torturarme? —Arqueó una ceja a
la vez que su cuerpo se detenía, quedando a varios centímetros del suelo—.
¿Acaso piensas que sólo me tenían encerrada?
—Cualquier cosa que te hicieron, te lo
merecías —contestó sin dejar de mirarla a los ojos.
—Te pareces mucho a Evans —se burló,
Hayley la miró con odio, frunciendo su ceño—. ¿Quieres que te cuente algo de su
vida? —Alcanzó a decir antes que comenzara a quedarse sin aire, su hija la
estaba estrangulando con el poder de su mente.
Llevó sus manos a su cuello buscando las
amarras para soltarse, su cara de burla había desaparecido y una mirada de
preocupación dejaba a la vista. No esperaba que ella reaccionara de esa manera,
realmente la odiaba.
—Lamentablemente —susurró soltando a la
que no dejaba de patalear—, saqué más de ti, que de él. —Sus cejas volvieron a
juntarse mientras miraba a la que se hacía llamar su madre, tosiendo—. Dile a
Belial que volveré, pero no para ayudarlo, sino que a matarlo.
Se dio la media vuelta y comenzó a caminar
buscando una salida, sus ojos volvieron a la normalidad y con cuidado avanzó
observando a su alrededor. Si era verdad lo dicho por el demonio, el lugar
debería estar plagado de aquellos seres que por tanto tiempo cazó.
El sitio no era más que una cueva, oscura
y con olor a humedad. Una que otra antorcha adornaban las frías paredes por las
cuales la chica pasaba sus dedos para sentir lo que no lograba ver. Sabía que
su madre la seguía, con lentitud y dejando varios metros de distancia, pero no
le importó, salir de allí era su único interés.
Continuó avanzando sin dejar de tocar la
pared, una que otra vez pudo ver y sentir puertas de metal, por lo que imaginó
que ése era el sitio donde encerraban a quienes torturaban o se revelaban.
Algunos minutos después percibió más
adelante una luz fuerte, desaceleró su paso y con mucho cuidado avanzó apoyando
su espalda contra la pared. Llegó a una especie de círculo, del cual salían
cinco brazos, y en uno de esos se encontraba Hayley, observando lo que tenía al
frente, estaba bien iluminado por antorchas. Varias cajas de madera de un
tamaño mediano se encontraban dispersas por todo el lugar, pero no había
rastros de demonios. Frunció su ceño y avanzó con lentitud, la única presencia
que le llegaba era la de su madre.
Se detuvo en el centro y miró a su
alrededor, tratando de decidir cuál de los cuatro caminos tomar. Suspiró, su
madre se encontraba a unos pasos de ella.
—¿Esto no es el Infierno? —preguntó sin
siquiera voltearse a mirarla.
—No lo es —contestó con voz seca y seria.
—¿Por qué me trajeron aquí? —Fijó sus ojos
llenos de odio en el ser que la había seguido.
—Belial poco me dice de sus planes
—respondió frunciendo su ceño, ella también quería saber el porqué fue llevada
a ese lugar.
—¿Qué es esto? —cuestionó señalando con
sus manos los alrededores.
—Es una vieja cueva —suspiró con cansancio
cruzando sus brazos—. La usan de hace muchos años los contrabandistas, las
cajas están llenas de mercancías —terminó de decir con burla.
—Aún estoy en la Tierra —musitó para sí
dejando a la vista una pequeña sonrisa.
—Bien —dijo poniendo su mano derecha en su
cintura mientras con la otra revolvía un poco de su cabello—. Vamos a hablar
con calma, para explicarte un poco lo que pasará una vez que decidamos volver a
los Cielos.
—¿Volver? —Su voz sonó sarcástica sin
dejar de mirar al ser que no parecía ángel—. Al Súnico lado al que volveré será
junto a… —se detuvo, Bastian ya no estaba en este mundo.
—¿Junto a quién? —preguntó con curiosidad
avanzando hacia su hija, sin quitar su mano de la cintura—. ¿Acaso alguien te
espera? ¿Mi hija tiene novio?
—¡No soy tu hija! —contestó elevando un poco
su voz, volviendo sus ojos dorados.
—Claro que lo eres —mostró una sonrisa de
medio lado—. Estuviste dentro de mí durante todas esas semanas, tu padre me
fecundó y luego te di a luz. Aunque esperaba un chico —se detuvo a unos pocos
pasos de la medio ángel y la observó de arriba a abajo.
—Lástima —suspiró con indiferencia—. Pero
no siempre se tiene lo que uno quiere.
—¿Nunca te habló de mí? —indago mostrando
curiosidad en su tono de voz.
—¿Para qué hablar de algo que no vale la
pena? —respondió con sarcasmo y malas intenciones—. Ahora dime, ¿por dónde
salgo?
—¿Aún piensas que podrás salir de aquí?
—Soltó con burla, casi llegando a la carcajada.
—No lo pienso —dijo mientras caminaba
hacia uno de los túneles—. Lo haré.
—¿Crees que te lo permitiré? —Frunció su
ceño sin dejar de mirarla.
—No me interesa lo que tengas en la cabeza
—contestó recorriendo con la mirada cada una de las entradas.
—¿Quieres hablar de tu padre? —La ironía
se reflejó en su voz, la chica detuvo su lento caminar, apretó sus puños y miró
al suelo. Respiró profundo por unos minutos y continuó con lo que hacía antes:
observar—. Era un gran hombre —añadió con una media sonrisa mientras se sentaba
sobre una de las cajas y miraba a su hija, ésta no hizo gesto alguno—. Recuerdo
cuando lo conocí en aquella pequeña cafetería donde estaba junto a sus amigos,
¿conociste alguna vez a tus tías? —No logró aguantar la risa y soltó varias
sonoras carcajadas. La chica se detuvo por completo, apretó con fuerza los
puños y dientes, pero no volteó a mirarla—. Imagino que no, ya que ellas
murieron poco antes que nacieras —clavó su mirada burlesca en la espalda de
Hayley—. ¿Por cuántos años buscó tu padre al culpable? Lástima, yo me
encontraba pagando por mis culpas, en una parte alejada de los Cielos.
—Eso es algo que a ti no te importa —se
giró para mirarla con odio en sus dorados ojos—. Prometí a mi padre ayudarlo
con el ser que asesinó a su familia —sonrió burlescamente mientras caminaba
hacia el ser que se encontraba sobre la caja—. ¿Quién lo diría? Al final
resultaste ser tú.
Con un rápido movimiento la medio ángel
llegó frente a su seguidora, ésta observó con una sonrisa al momento en que se
desvanecía para aparecer tras su hija.
—Te falta ser un poco más rápida —se burló
mostrando sus ojos en color dorado.
—No seas tan confiada —sonrió de medio
lado dando un codazo de improviso que golpeó con fuerza el estómago del ángel.
La mayor llevó sus manos al lugar
adolorido y se lo apretó con fuerza, nunca se imaginó tal golpe, había
subestimado a la chica. Tantos siglos en la Tierra como humana dejaron varias
marcas en sus poderes como el ser que era, y eso Hayley lo notó desde que entró
al lugar donde estaba encerrada.
—Ya perdí la cuenta de todas las veces que
te he preguntado —suspiró con cansancio sin voltearse a verla—. ¿Me dirás por
dónde salir?
—No lo haré —su voz ya no sonaba burlesca,
estaba seria incorporándose con lentitud—. Estamos teniendo una grata
conversación, ¿quieres saber cuáles fueron las últimas palabras de tus tías?
El puño cerrado de su hija chocó contra su
nariz, fue la única respuesta que obtuvo frente a su pregunta, si bien la chica
nunca conoció a sus familiares, no estaba dispuesta a aguantar aquello, y menos
sabiendo todo el dolor que eso provocó en su padre.
—Tomaré eso como un sí —sonrió limpiando
su sangre que corría hasta sus labios.
Elevó al ser con su poder mental,
lanzándola contra la pared entre dos de los túneles. Quedó a unos cuantos
centímetros del suelo y caminó a su encuentro.
—¿A dónde pretendes llegar? —preguntó
cuando estuvo frente a ella, con tranquilidad.
—A que te unas a mí y a Belial —contestó
mirándola hacia abajo mientras colgaba con sus brazos a los costados.
—¿A ti? —Su voz burlesca resonó en el
lugar—. ¿Y a Belial? Creo que estaría mejor dicho unirme al demonio, pero a ti
que no eres nadie, lo veo difícil.
—Estás acabando con mi paciencia
—respondió con ira frunciendo el ceño.
—¿Yo? —cuestionó sin dejar su tono de
burla—. ¿Pero no eras tú la que debía acabar con la mía?
—Veo que tu padre te enseñó bien —sonrió
recordando que aquel cazador lograba descubrir hasta los más mínimos de
detalles cuando se enfrentaba en una pelea.
—Sí, lo hizo —frunció su ceño al momento
de clavar sus ojos en los de su madre—. Pero hay una gran diferencia entre él y
yo.
—¿Cuál? —indagó dejando notar en su tono
de voz algo de miedo.
—Que yo nunca te perdonaré —dijo sin
mostrar sentimiento alguno.
La ángel flotó en el aire sin poder
moverse, mientras su hija la observaba con seriedad. Con sus ojos indicó el
camino que aquel cuerpo debía seguir y con un rápido movimiento su madre fue a
dar sobre un montón de cajas apiladas.
—¿Me dirás el camino de salida? —Volvió a
preguntar, a pesar que ya sabía la respuesta.
—¿Lo mataron, verdad? —No se levantó de
las cajas, seguía de espalda al suelo sobre varios pedazos de madera, sin
rasguño alguno.
—A mi padre, sí —respondió algo confusa
dirigiendo su mirada al ser que hablaba.
—Eso ya lo sé —soltó varias carcajadas—.
Al chico dueño de tu corazón —apretó sus puños y frunció su ceño, respiró
profundo pero cada vez le costaba más trabajo mantener la calma—. No debes
confiar en los ángeles, primero te dicen que lo protegerán y a los pocos
minutos acaban con lo que más quieres.
—¡Cállate! —gritó mientras avanzaba
lentamente hacia su madre.
—¿Qué no te das cuenta? Juntos podemos
acabar con ellos —sonrió al momento de sentarse y mirar a su hija.
—No me interesa formar equipo ni con los
demonios, ni con los ángeles —musitó sin dejar de caminar, ya estaba a pocos
pasos, sus ojos comenzaban a reflejar ira.
—Todas las personas que te rodean terminan
muertas o heridas —se burló mirándola con desprecio—. Nunca te has preguntado
el porqué.
Aquellas palabras fueron suficientes, ya
no pudo controlarse y el deseo de acabar con el ángel se hicieron presentes en
todo su ser. Sacó sus alas y voló en dirección a su rival, pero esta vez fue
diferente, su madre se levantó con facilidad y, al igual que Hayley, dejó a la
vista sus grandes, resplandecientes y blancas alas. La pelea recién comenzaba.
*
* * * *
Hace
unos momentos había dejado a madre e hija discutiendo en aquella cueva, no
quiso llevar a la chica directamente al Infierno, primero debía superar una
prueba y esperaba que su plan diera resultado. Sonreía mientras caminaba por el
rocoso suelo, nada le costaba ir y venir de la Tierra al Averno y, ahora,
frente a él, tenía la gran puerta que llevaba al límite entre el Cielo y su
reino. La abrió con el poder de su mente y caminó a paso lento.
Allí no había oscuridad, pero tampoco luz,
todo lograba distinguirse a la perfección con un tono rojizo anaranjado que
rodeaba los alrededores. Suspiró y cruzó la puerta, avanzó hacia donde una vez
se llevó a cabo una gran pelea.
A los pocos minutos divisó lo que buscaba,
una enorme estatua de una bestia alada siendo montada por un gran ser, que él
conocía a la perfección. Recordó aquel momento en que se enteró que uno de los
poderosos ansiaba volver a los Cielos y tomar el control, no dudo un segundo en
reunir a sus tropas y partir rumbo a donde se llevaría a cabo la batalla.
Ahora, varios cientos de años más tarde, volvía a pisar esos suelos, teniendo
frente a él la estatua de aquel valiente que se atrevió a desafiar a Dios.
—¡Oh, Abigor! ¿Quién diría que terminarías
así? —Golpeó con la palma de su mano el cuello de piedra de la criatura—. Tanto
tiempo sin tener debajo de mis pies esta tierra. —Dio unos pasos por los
alrededores, sin alejarse de la estatua—. ¿Logras imaginar que en pocos
momentos tendré a la medio ángel siguiendo mis órdenes? Luego de eso el vampiro
llegará y la batalla comenzará. El campo nuevamente se llenará de ángeles y
demonios, peleando por defender y avanzar, como aquel día. —Miró hacia arriba y
suspiró—. No, esta vez será muy diferente, ahora tendremos de nuestro lado a la
chica —esbozó una gran sonrisa fijando sus rojos ojos en la imagen del
demonio—. Aunque para que eso suceda, deberé hacer un pequeño sacrificio más,
creo que no perderé mucho, la idea siempre fue ésa, y todo está saliendo como
lo planeado hace ya tantos siglos.
Unas fuertes carcajadas retumbaron en el
lugar, se propagaron por varios kilómetros, la hora estaba próxima y al fin
volverían al tan anhelado sitio en los Cielos. Luego de varios minutos dejando
salir toda la felicidad que le provocaba lo que vendría, emprendió su regreso a
la cueva, donde esperaba todo estuviera como pensaba.
*
* * * *
Su única misión desde que el demonio la
había sacado de la prisión en los Cielos, era desatar por completo la ira en la
medio ángel, pero bastante le estaba costando, la chica lograba mantener la
calma con suma facilidad, pero creía haber encontrado el punto exacto donde
hacer estallar el poder de su hija.
Detuvo a la que se le abalanzaba con
rapidez, ya suficiente tenía con todos los golpes regalados a ese cuerpo, era
hora de terminar con lo que había empezado. Con su poder mental dejó estática
en el aire a la que tenía su sangre, ésta frunció el ceño y forcejeó intentando
lo imposible: soltarse.
—¿Creías que no tenía mis poderes del ser
que soy? —preguntó con burla mirando los ojos dorados de su rival—. Verás que
equivocada estabas —sonrió enviando a su hija varios metros hacia atrás,
logrando que golpeara su espalda contra la pared de la cueva y dejando a su
paso algunas cajas rotas.
—Nunca tuve interés en saber de tus
poderes —contestó levantándose y sacudiendo su ropa—. No me importa si eres
ángel, humano, demonio, o quién sabe qué cosa —observó fijamente al ser que
tenía al frente—. Lo único que sé, es que saldré de aquí, cueste lo que cueste.
—Sólo tienes un problema para eso. —La
miró sonriente dando pequeños pasos a su encuentro.
—¿Cuál sería, según tú? —cuestionó de
manera sarcástica.
—Que tienes que vencerme para poder salir
—respondió volando a toda velocidad contra la menor.
Hayley se desvaneció y apareció tras su
madre, ésta no tuvo tiempo de reaccionar y esquivar el golpe de poder mental
que le propinó su hija en la espalda, lanzándola varios metros adelante para
luego caer con fuerza contra el suelo de rocas y tierra.
La medio ángel guardó sus alas, a pesar de
odiar con todo su corazón al ser que se había transformado en su rival, sus
sentimientos le impedían acabarla, a pesar de la promesa de venganza a la
muerte de sus tías. Sus ojos continuaban dorados, observando a quien se
levantaba con dificultad.Sabía muy bien que la batalla apenas empezaba y tenía
en mente dejarla inconsciente para luego buscar una salida e ir con Rachel, no
quería que la siguiera y dañara a alguien más, ya mucho tenía con la muerte de
Bastian. Frunció lo más que pudo su ceño al recordar aquello y sus ojos
relampaguearon más dorados de lo normal. Todo bajo la mirada atenta de su
madre, que ya se encontraba de pie y quitando la tierra de su ropa.
—¿Por qué las guardaste? —preguntó con
algo de ironía sin despegar su vista de la chica.
—No son necesarias —contestó sin
importancia, cruzándose de brazos.
—No soy tan débil como piensas —gruñó
antes de volver al ataque.
Batió sus alas soltando varias ráfagas de
viento, que remecieron los escombros en el suelo y algunas cajas de madera que
aún se mantenían de pie. Hayley esperaba sin quitar la posición en que se
encontraba, con los brazos cruzados. Miraba a su atacante sin perder de vista
algún detalle, y cuando estuvo cerca, a pocos centímetros, dio un salto para
esquivarla y se situó sobre la espalda de ésta, tomando con fuerza sus alas y
jalándolas hacia atrás. Provocando así, que madre e hija cayeran al suelo, la
menor encima de la mayor, imitando lo que una vez el demonio había hecho en
ella.
El grito de dolor que salió de la boca del
ángel fue tan desgarrador que por unos momentos dio la impresión que la cueva
comenzaría a desmoronarse. Aun así, su rival no hizo nada por detenerse, sino
que lo contrario y jaló más hacia atrás.
—¡Está vivo! —exclamó con angustia
Shariska, la medio ángel detuvo su ataque y de un salto se quedó a varios pasos
de su contrincante.
Un sin fin de imágenes e ideas pasaron por
la mente de Hayley, no podía pensar en que él siguiera vivo, ella había visto
claramente como aquel ángel lo asesinaba. No entendía por qué hicieron eso, no
sabía cómo llegó a esa cueva, apenas recordaba sus días como humana. La
confusión se hizo presente en todo su ser, llevó sus manos a la cabeza y apretó
un poco, quería sacar todo de su mente para poder pelear con tranquilidad, su
rival buscaba atormentarla y desesperarla, pero no tenía idea del porqué.
Mientras la que estaba en el suelo, se
ponía de pie con dificultad, le dolía demasiado la espalda. Apretó los puños y
dientes, para poder guardar las alas. Se giró para mirar a su hija y la vio con
las manos en la cabeza, sonrió para sí, ya casi la tenía.
—Dijeron que debían cuidarlo —musitó
tratando que su voz sólo fuera escuchada por ella, con su vista fija en un
punto perdido en el suelo.
—No debes confiar en ellos —susurró el
ángel—. Ya te lo advirtieron, aun así no les hiciste caso. Y ahora él está
muerto. —La chica quitó sus manos y levanto la mirada clavándola en quien tenía
al frente.
—Acabas de decir que está vivo. —Su tono
de voz mostraba odio, aquel ser le mentía y la confundía una y otra vez.
—Una pequeña mentira para librarme de tu
ataque no tiene nada de malo —soltó con burla y una sonrisa.
Estática se mantuvo al escuchar esas
palabras, no hizo gesto ni movimiento alguno, sólo observaba con atención al
frente, sus ojos resplandecían cada vez más dorados. La que se hacía llamar su
madre se acercó con lentitud, esperando en cualquier momento la defensa de la
chica, pero por más que se aproximaba, ella no se inmutaba.
—Fue tu culpa que lo mataran —se bufó
frente a la cara de su hija, esta ni la miró—. Te convertiste en humana, el
vampiro no supo qué hacer y fue en busca de ellos. Al verte en ese estado no
encontraron otra solución que matarlo.
—¡Mientes! —gritó sin perderla de vista—.
¡Al igual que todo lo otro que has dicho!
—Esto es verdad —habló con seriedad—.
Primero iban a matarte a ti, pero el chico se interpuso. Así que optaron por
matarlo a él. Por suerte para ti, Belial llegó a tiempo y te salvó, aunque el
vampiro no corrió con la misma fortuna —se carcajeó frente a los ojos de dolor
de la medio ángel.
—¡No te creo nada! —gruñó frunciendo el
ceño—. Todo lo que sale de tu boca es mentira.
—Entonces, ¿cómo te explicas que Belial
estuviera allí? —La cara de asombro de Hayley provocó una sonrisa en su madre,
intentó dar unos pasos hacia atrás—. No tienes explicación.
Era verdad, no sabía que pasó. Bastian
había muerto por su culpa intentando salvarla, eran las únicas palabras que
daban vueltas en la cabeza de la chica. El ser delante de ella sonreía con
malicia, algo no andaba bien del todo, volvió a fruncir su ceño.
—¿Te unes a nosotros o prefieres seguir
ayudando a quienes te traicionaron? —consultó al ver que la mirada de odio
volvía a la medio ángel.
—Estoy acostumbrada a trabajar sola
—contestó con molestia en su voz, el enojo se dejaba ver en todo su ser.
—¿No quieres venganza? —preguntó con
cansancio, la chica era bastante difícil de persuadir—. ¿No quieres acabar con
el que mató a tu amigo?
—Eso es algo que a ti no te incumbe
—respondió fijando su vista en uno de los túneles, algo se acercaba a gran
rapidez, ya sabía el camino de salida—. Ahora si me disculpas —sonrió mirando a
su madre con ironía—, debo hacer unas cosas.
Dio un salto y se dejó caer con lentitud
frente al pasadizo de roca de donde provenía la esencia, sin importarle
siquiera de quien se trataba, lo único que tenía en mente era la salida de
aquel lugar.
—Supongo que ya sabes quién es el que viene
—la voz del ángel sonó tras ella.
—Sí, lo sé —contestó sin mirarla.
—¿Crees que te dejará salir? —preguntó con
una sonrisa—. Yo diría que no.
—Llega justo cuando lo quiero. —Volteó
para mostrarle a su madre los dorados ojos llenos de odio—. Así puedo acabar
con ambos.
—¿Sabes por qué tu padre nunca te mencionó
nada de la Profecía? —cuestionó, estaba usando su última técnica.
—No me interesan tus intrigas. —El juego
de aquel ser ya la estaba cansando.
—Nunca fuiste de su interés, él no te
quería —se carcajeó sin dejar de mirar a Hayley—. ¿Y cómo hacerlo? Si desde
antes de nacer ya eras un estorbo. —La chica se mantuvo callada, apretó sus
dientes sin quitar su vista de quien hablaba—. Y podría hasta jurar, que nadie
de los que conoces te tiene el más mínimo aprecio. —Terminó de decir en
susurro.
—¡Ya basta! —gritó con furia, había sido
suficiente.
Un suave resplandor comenzó a cubrir el
cuerpo de la medio ángel, su madre se alejó varios pasos atrás, mientras en sus
labios se dibujaba una sonrisa, su misión estaba completa. Se cruzó de brazos y
continuó observando el cambio de la chica.
Se elevó unos cuantos centímetros, sus
ojos se cerraron y sus alas se hicieron presentes. Un gran destello blanco
cubrió el lugar, para ir desapareciendo lentamente dando paso a una figura
cubierta en su totalidad por dos alas completamente negras, con suavidad se
abrieron y dejaron a la vista del ángel a su hija con los ojos cerrados que
posaba con delicadeza los pies sobre el suelo. Una vez que pisó con seguridad,
sus párpados se abrieron de pronto. De sus relucientes ojos dorados no había
rastro, ahora lo adornaban los naranjados.
—Llegué justo a tiempo. —La voz del
demonio hizo que Shariska se volteara a verlo.
—La medio ángel ya forma parte… —No
alcanzó a terminar la frase, el nuevo ser que apareció la tenía del cuello,
levantándola varios centímetros. El ángel luchaba por seguir respirando—.
Detente —articuló a duras penas.
Pero la chica no escuchaba, arrojó a su
madre contra la pared de la cueva, pero antes que ésta se golpeara, la recibió
con un fuerte puñetazo en el estómago, enviándola al otro lado del círculo en
el que se encontraban.
Caminó hasta el centro, con total
naturalidad, mientras de sus muñecas crecían sus dos filosas armas. El demonio,
alejado de todo, observaba el espectáculo con su sonrisa, al fin tenía a la
chica como quería.
Levantó el cuerpo de su madre con su poder
mental y fijó sus naranjas ojos en los dorados de ella, no mostraban más que
odio hacia aquel ser. La mayor batallaba por soltarse, en un intento
desesperado golpeó a Hayley de una patada en el pecho, pero sólo logró
enfurecerla más. De un momento a otro la medio ángel saltó, mientras enterraba
una de sus armas en el estómago de su rival, ésta cayó sangrando al suelo,
golpeándose contra la fría y dura roca.
—Belial —pronunció esperando que el
demonio saliera a su defensa, pero el mencionado simplemente se limitó a mirar
y reír—. ¡Eres un maldito!
—Muchos han dicho lo mismo —contestó con
burla—. Pero tú, más que cualquier otro, deberías saber que haré lo que sea por
volver a los Cielos.
—¡Te odio! —Fue lo último que salió de su
boca, su hija había enterrado su otra arma en su corazón. La respiración del
ángel se extinguió en el mismo momento en que Hayley retiraba con lentitud
aquel pedazo de hierro y los guardaba dentro de sus muñecas.
—Vamos, nos esperan en el Infierno
—susurró Belial cerca de la chica pasando su brazo por los hombros de ésta.
Pero ella no respondió, se limitó a mirar
seriamente el lugar, sin mostrar sentimientos, sin dejar a la vista nada de lo
que era antes. En un abrir y cerrar de ojos desaparecieron, para ir al lugar
mencionado por el demonio, donde las huestes los esperaban, la batalla se
aproximaba.
*
* * * *
Caminaba con desesperación de un lugar a
otro, bajo la atenta mirada de unos grises ojos, quien se encontraba sentado en
los escombros de lo que una vez fue la entrada a la posada. La dueña, junto a
su sobrino, habían ido por el cadáver del sacerdote.
—Me estás mareando —dijo con voz ronca al
ver que el chico no cesaría su caminar.
—¿Qué quieres que haga? —Se detuvo para
mirar a quien habló—. Dime, ¿qué hago? —Su voz, al igual que todo su ser, sonaba
desesperado—. Se la llevó y no pude hacer nada por detenerlo.
—Así como estás tampoco podrás hacer mucho.
—Se puso de pie frente a él y clavó sus ojos en los miel del chico—. No le hará
daño, eso lo sabemos muy bien. El problema… —Se silencio, no sabía cómo
decirlo.
—El problema sería si logra hacer que
cambie de opinión —sus ojos melancólicos se fijaron en su tutor—. Si eso
llegase a pasar, no sé qué haré.
—No es muy diferente a como piensas ahora
—suspiró volviendo a sentarse en el lugar de antes—. Tenemos una opción. —Sus
ojos se iluminaron al mirar a su amigo.
—¿Cuál? —consultó con rapidez, a la vez
que la esperanza volvía a su ser.
—Janice —sonrió levantándose—. Está
herida, la habíamos olvidado por completo. El demonio la dejó, al igual que tus
primos.
—¿Crees que dirá algo? —indagó arqueando
una ceja mostrando confusión, no confiaba en la ayuda de ella.
—Tal vez no por sí sola —su sonrisa se
hizo más grande—. Quizás tengamos que presionarla un poquito —le guiñó el ojo
al chico.
Él simplemente se limitó a sonreír de
medio lado, esperando que la idea de su amigo y consejero funcionase. Caminaron
con paso decidido hasta llegar a la chica que aún se encontraba en el suelo,
medio moribunda después de la paliza propinada por el demonio. Los vio
acercarse e intentó ponerse de pie, pero lo único que logró fue sentarse con
dificultad.
—Bastian, yo… —susurró con dificultad
antes de ser interrumpida.
—No queremos escuchar otra cosa que no sea
las respuestas a las preguntas que tenemos —sentenció Ethan con poder, la
vampiro bajó la mirada con miedo, presentía su fin.
—¿Sabes a dónde se la llevaron? —preguntó
Bastian tratando de no mostrar odio.
—Ojalá a su tumba —se burló con una voz
suave, pero bastante fuerte para los finos oídos de los vampiros.
—No te haremos daño, Janice. —El de grises
ojos se agachó para quedar a la altura de la mencionada, la tomó del mentón y
la obligó a mirarlo—. Simplemente queremos vengarnos de ese demonio, ¿tú no?
—Sonrió, tratando de mostrar ternura—. ¿Después de lo que te hizo?
—Claro que quiero venganza —respondió con
furia mirando al que tenía al frente—. Pero la vida de la chica me da igual. —Miró
con odio al menor, éste frunció su ceño, ya casi no tenía paciencia.
—¿Qué mejor venganza que detener sus
planes? —Se apresuró en decir Ethan al ver que el chico comenzaba a
impacientarse, nuevamente.
—Si los ayudo —musitó con suavidad—. ¿Me
prometen que viviré? —Sus ojos se llenaron de lágrimas, ambos vampiros se
miraron sin saber qué hacer.
—Te lo prometemos —contestó Bastian
cruzando sus brazos, el mayor asintió con la cabeza a pesar que ninguno estaba
de acuerdo con ello.
—Se la llevó al Infierno —sonrió mirando a
ambos—. ¿Acaso no era lo obvio?
—¡Claro! —exclamó con ironía Ethan—. ¿Pero
cómo llegamos a ese lugar?
—En eso no les puedo ayudar —sonrió de
medio lado, después de todo la vampiro no les serviría de mucho.
—Si quieres seguir con vida, será mejor
que hables. —Los ojos color miel del menor se llenaron de rabia mientras miraba
al ser moribundo.
—¡Te estoy diciendo la verdad! —gritó con
miedo en su voz—. Debes creerme, Belial nunca confió en mí, lo único que debía
hacer era controlarte y que te unieras a él. Pero no lo logré y por eso ahora
estoy aquí, y de esta manera.
—¿Aún no la matan? —La voz de Noah tras
ellos los sacó de la discusión por unos momentos.
—Cuidado con lo que dices —gruñó Janice
mirando al humano sobre el hombro de Bastian—. Puedo beber de tu sangre en
menos de lo que te tardas en pestañear.
—Lo dudo —sonrió cruzándose de brazos—.
Apenas te puedes mover, además no tengo buen sabor.
—¿Encontraron lo que quedó del sacerdote?
—preguntó Ethan poniéndose de pie para mirar al recién llegado.
—Rachel está acomodando su cabeza. —Hizo
un gesto de desagrado—. Ya saben, para que no se vea tan mal —suspiró, después
de tantos años como cazador, aún habían cosas que no le gustaban.
—¿Qué harán conmigo? —interrumpió Janice
al ver que no la tomaban en cuenta.
—Por ahora nada —respondió Bastian—.
Tenemos otras cosas más importantes en qué pensar, pero ni se te ocurra
alejarte, o me veré en la obligación de olvidar mi promesa. —Sus ojos mostraron
la seriedad de sus palabras, la vampiro sólo asintió con su cabeza y se quedó
tranquila.
—¿Qué pasó con el diario? —El de grises
ojos se acercó al humano.
—Lo tengo aquí, escondido —contestó
tocando con su mano derecha su estómago.
—Debemos leer si es que aparece algo más
que nos pueda ayudar —añadió haciendo una seña, tanto para el humano como al
vampiro, para comenzar a caminar al lugar donde se encontraba Rachel—. Pero
antes iremos a dar nuestro a adiós a Richard, como se lo merece —sonrió con
algo de burla, Bastian lo miró de reojo y meneó la cabeza en señal de negación.
Dejaron a Janice en el suelo, no les
importó lo que pasara con ella, sabían muy bien que no arrancaría, tal y como
mencionó Noah, apenas podía moverse. Caminaron a paso un poco rápido hasta que
más adelante lograron ver la figura de la humana rociando con kerosene el
cuerpo del sacerdote envuelto en una manta color marrón claro, sobre algo
parecido a una mesa, que habían hecho con restos de los escombros de todo lo
que una fue su posada, su hogar.
El sol los había abandonado hace ya varios
minutos. Los dos vampiros se quedaron a unos metros del cuerpo, mientras que
Noah se acercó a Rachel y la abrazó protectoramente. Ésta tomó un par de
cerillos y los encendió, y tal como hace unos días el sacerdote quemaba el
cuerpo de una chica poseída, hacían lo mismo con él, después de tantos años
cuidando el diario del cazador.
—Descansa en paz —fueron las únicas
palabras que se escucharon, salidas de la boca de Rachel.
Con lentitud las llamas fueron consumiendo
el cuerpo, mientras se elevaban a los cielos majestuosas y tenebrosas. Todos
observaban con atención, pero nadie tenía algo más que añadir, los vampiros
apenas lo conocían y los humanos se encontraban demasiado absortos en sus
pensamientos como para decir algo más. Una vez que todo se convirtió en
cenizas, dieron media vuelta y caminaron al lugar donde antes estaba la
habitación de hierro.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Noah
frunciendo el ceño y rompiendo el silencio. Las miradas se clavaron en él.
—Supongo que ir por la chica —contestó
Ethan sentándose en el suelo, luego de hacer a un lado los escombros—. Pero si
la quieren dejar con Belial, ya es cosa de ustedes —sonrió, ahora él acaparó
las miradas con algo de odio—. Era sólo una idea —suspiró mirando al suelo para
ocultar su sonrisa.
—Lo único que sabemos, casi con seguridad
—habló Bastian clavando su vista en Rachel, que lucía preocupada—. Es que se la
llevaron al Infierno.
—¡Todo es por tu culpa! —El humano soltó
toda su furia contra el menor de los seres con colmillos—. Si no le hubieras
dicho al demonio que fuera por ella, estaría con nosotros ahora.
—No es momento para ponernos histéricos. —Trató
de calmarlos Ethan—. La culpa no la tiene Bastian, ni Hayley, ni alguno de
nosotros. Si empezamos a buscar a un culpable no terminaríamos nunca, es algo
que fue dicho hace mucho tiempo, tarde o temprano tenía que suceder.
—Tu palabra no me vale de mucho. —Los ojos
furiosos de Noah se clavaron en quien había hablado—. A ti poco te importa el
bienestar de Hayley.
—Eso no te lo voy a negar —musitó
devolviéndole la mirada, aunque la de él no reflejaba furia, sino algo de
preocupación—. Pero sí me interesa el bien del vampiro estúpido que tengo de
pupilo. Y quieran o no, el destino de ellos dos está ligado, y espero que por
el bien de todos, tanto humanos como vampiros o lo que sean, Belial no logre
cambiar la idea de la chica.
—En eso tienes razón —respaldó Rachel
entrando en la conversación—. Si el demonio llega a dominar tanto los Cielos
como el Infierno, será el fin de lo que conocemos.
—En el caso que Hayley se una a Belial —su
voz sonó apagada, esa idea no le gustaba nada—. ¿Cómo haremos para detener
todo?
—Creo que es allí cuando entras tú
—contestó Ethan con seriedad—. Según lo leído por el humano, tú eres quien debe
detener aquello.
—¿Qué pasa si no quiero eso? —musitó al
preguntar mirando el suelo—. Yo no quiero enfrentarme a ella.
—Sólo estamos suponiendo que ella se vaya
con Belial. —Ethan se puso de pie al escuchar las palabras del vampiro—. Aún no
tenemos nada seguro, ¡no empieces con idioteces!
—¡Yo no dejaré que le haga daño! —gritó
Noah metiéndose en la conversación de ambos seres.
—¡Ya basta los tres! —Rachel se interpuso
con poder entre los que se miraban con odio—. Peleando no conseguiremos nada.
—Sus ojos fulminantes lograron calmar a quienes estaban frente a ella—. Ahora
si Hayley se pasa al lado de Belial, estoy segura que no será porque ella lo
decida. Y si eso sucede —miró a Noah y luego a Bastian—, tendremos que
detenerla, no nos queda otra opción —terminó en susurro pensando en lo que
había dicho.
—Ella tiene razón. —El mayor metió sus
manos en los bolsillos de la chaqueta—. Apenas conozco a la chica, pero creo
que no se irá con el demonio por sí misma, si llegase a pasar tiene que existir
un motivo muy fuerte para que lo haga.
—Y conociendo el carácter de ella —sonrió
de medio lado Noah—, dudo mucho que algo la haga cambiar de opinión.
—Pero eso no quiere decir que nos
quedaremos de brazos cruzados esperando que nos den alguna señal —reclamó el
menor de los vampiros con el ceño fruncido.
—Nadie ha dicho que lo haremos —reprochó
Ethan—. ¿Me pasas el diario, por favor? —preguntó mirando a Noah.
—Claro —contestó de mala gana sacando el
cuaderno de donde lo tenía escondido, entre su ropa a la altura de su estómago.
Se lo extendió al vampiro
—Gracias —sonrió al momento de recibirlo y
volvió a sentarse donde se encontraba hace unos momentos—. Por lo que leíste
hace un rato, Belial participó en la primera pelea, donde se creó, por decirlo
de alguna manera, la dichosa Profecía —comenzó a ojear las hojas, pasando de
las primeras—. Ahora debemos ver si este cazador pudo encontrar alguna manera
de detener todo sin que ninguno de ustedes saliera lastimado.
—No creo que encuentres algo allí —añadió
Rachel encuclillándose cerca del dueño de los ojos grises.
—¿Por qué? —preguntó con algo de molestia
fijando sus ojos en la humana.
—Se encargó de proteger demasiado a Hayley
—musitó con algo de melancolía—. Por todo el tiempo que lo conocí, podría jurar
que si descubrió algo para detener todo, no lo escribió.
—No lo entiendo —agregó Bastian—. Si eso
podría salvar a Hayley, ¿por qué ocultarlo?
—Él debe haber pensando que estaría aquí
cuando llegara la hora de la batalla —contestó mirando al de ojos color miel—.
Lo único que lo guiaba era mantener protegida a su hija, y aún ahora lo hace.
—Fue un idiota. —La voz de Ethan
interrumpió las miradas de la humana y el vampiro—. Si ocultó esa información,
fue un idiota.
—Se nota que ustedes nunca han tenido un
ser querido a quien proteger —se burló de mala gana frunciendo el ceño,
clavando una fría mirada en quien había hablado.
—Fuimos humanos un día —respondió con
frialdad mirando a la mujer—. Sé muy bien lo que es cuidar a un ser querido.
Créeme que lo sé. —Su seria voz logró bajar la vista de la humana—. De todas
maneras echaré un vistazo a las hojas —continuó con lo que hacía antes, pasar
de página en página buscando algo que les sirviera.
—No me puedo quedar aquí a esperar que
termines de leer —reclamó Bastian cruzándose de brazos.
—Lo harás —fue la única respuesta que
obtuvo del mayor, que continuaba buscando entre las hojas, sin despegar un
momento su mirada de aquellos escritos.
—Aunque no quiera aceptarlo —añadió Noah—,
el vampiro estúpido tiene razón. Cada minuto que pasa corre en contra de
Hayley, ¡estaba inconsciente cuando se la llevó! —exclamó sin poder contener su
enojo.
—Cálmense los dos —contestó sin levantar
la vista—. Para esta hora la chica tiene que haber recuperado todos sus
poderes, ¿o no? —preguntó mirando a la humana.
—Sí, ya debe estar recuperada —susurró con
calma en su voz, había olvidado que las horas seguían avanzando.
—¿Creen que no dará batalla después de
todo lo que ha luchado? —Ambos chicos bajaron la mirada, Ethan tenía razón—.
Podrían dejar de pensar en ella como alguien a quien deben cuidar como una de
las maravillas. Porque si bien recuerdo, ninguno hizo algo por salvarla del
demonio.
—Él se la entregó en bandeja —alegó Noah
apuntando al vampiro.
—Era sólo una trampa para que soltara a
Ethan —contestó frunciendo el ceño, a punto de mostrarle los colmillos al
humano—. Cuando lo dejara caer, mi idea nunca fue que se la llevara. Tenía
pensado detenerlo…
—Olvidando que es mucho más fuerte que tú
—interrumpió Ethan—. Si quieren ir por la chica, será mejor que se preparen, no
será fácil llegar donde ella, y mucho menos traerla de vuelta. —Se puso de pie
y observó a ambos—. Así que en vez de estar buscando quien tuvo más culpa,
mejor mueven esos pies y busquen información útil. —Se dio la media vuelta y
caminó hacia unos escombros de autos, no podía leer tranquilo frente a aquellos
dos.
Se sentó y tomó el diario, comenzó a
ojearlo —nuevamente— mientras sentía las presencias de Bastian, los humanos y
la moribunda Janice, un poco más lejos, que a pesar de todo no había dejado de
tenerla vigilada.
El de ojos miel se dejó caer a la derecha
de Rachel y, a su izquierda, lo hizo Noah. Los tres se mantuvieron en silencio,
no había nada que decir, pero sus pensamientos los guiaban a donde mismo: el
lugar que se encontraba la medio ángel.
—Creo que ambos queremos lo mismo, cuidar
a Hayley —cortó el silencio Bastian, mirando al frente en un punto perdido—.
Ethan tiene razón, esta vez, es mejor pelear juntos que separados.
—Por el bien de ella haré una tregua
contigo —respondió Noah con la vista perdida al frente, al igual que el otro
chico.
—Aunque una cosa tengo que dejar clara
—sonrió de medio lado—. Hayley es mía.
—He convivido con ella mucho tiempo —se
burló al responder—. Y sé perfectamente bien que nunca tendrá un dueño, por
decirlo de alguna manera —soltó una carcajada—. Es un espíritu libre.
—Ella te quiere como un hermano, es mejor
que lo aceptes —dijo con aires de superioridad.
—Nadie ha dicho lo contrario —contestó el
humano clavando su mirada en el vampiro, éste también la fijo en él, pero algo
desconcertado, no esperaba esa respuesta—. Por eso te digo que dudo mucho que
ella te vea como su dueño.
—Entonces, ¿no estás interesado en ella
como mujer? —preguntó sin salir de la sorpresa, Noah simplemente negó con la
cabeza y se limitó a sonreír.
—Creo que comprendo a Ethan muy bien
—interrumpió Rachel haciéndose presente—. Ustedes parecen un par de
adolescentes peleando por algo que no les pertenece. Veré si le puedo ser de
ayuda al otro vampiro —terminó de decir al ponerse de pie y comenzar a caminar
hacia el lugar donde se encontraba el mencionado.
Vampiro y humano se miraron algo
confundidos, la cantinera tenía razón y no estaban siendo útiles, nuevamente.
Fruncieron su ceño y se levantaron, aunque ambos sabían que Ethan los correría
apenas llegaran junto a él.
Intentaron dar un paso al frente, pero
varias presencias detuvieron al vampiro. Se detuvo en seco a observar hacia el
noreste, el mayor se levantó y fijó su vista en la misma dirección. La vampiro,
por otro lado, hizo lo mismo.
—¿Qué pasa? —preguntó Noah al ver la
actitud de los tres seres.
—Varios se aproximan —respondió Bastian
antes de dar un salto para llegar junto a Ethan—. ¿Qué crees que pase? —indagó
al momento de llegar con el mayor.
—No lo sé —contestó sin quitar la vista
del frente, había dejado el diario con la humana—. Pero lo sabremos cuando
lleguen.
—¿Crees que Belial tenga algo que ver con
esto? —cuestionó apretando sus puños.
—Ojalá que no —suspiró con cansancio
porque no lo dejaban en paz cuando quería leer—. No me gustaría tener que
matarlos.
—¿A quiénes? —La voz de Rachel sonó detrás
de ellos, a su lado Noah los miraba con la ceja arqueada.
No necesitó una respuesta, a los pocos
segundos unas fuertes ráfagas de viento se hicieron presentes, dejando a la
vista de todos a más de cincuenta seres de ojos negros y colmillos filosos que
brillaban a la luz de la luna. Una de ellos dio un paso al frente y se acercó a
Bastian.
—Mía —musitó el de ojos miel esbozando una
sonrisa, la mencionada sólo le regaló una pequeña reverencia en modo de
respeto—. ¿Qué hacen aquí?
—Nos dijeron que necesitabas de nuestra
ayuda —contestó clavando sus ojos en el vampiro—. No pude localizar a varios,
pero logré reunir a todos estos, cada uno de ellos fiel a ti. Aunque por más
que intenté, el paradero de Owen me es desconocido. Bien sabes que él es buen
peleador.
—Él, junto a Chase y Alan, están muertos
—respondió frunciendo el ceño—. Pero, ¿quién les dijo?
—No supe su nombre —susurró algo
sorprendida por la muerte de los tres vampiros—. Simplemente llegaron un día a
la madriguera y dijeron que estabas en problemas, que reuniéramos la mayor cantidad
posible de nuestra raza que estuvieran dispuestos a dar la vida por ti, y aquí
estamos.
—Llegaron un poco tarde —la voz burlesca
de Janice sonó desde atrás, mientras caminaba con dificultad a donde estaban
reunidos—. Si ven a su alrededor, la batalla acabó.
—¡Janice! —exclamó Mía volteándose para
mirarla en el estado en que se encontraba—. ¿Quién diría que terminarías así?
—Se burló al punto de aguantar una carcajada, de un salto llegó junto a ella—.
Vaya, puedo oler en ti a demonios y vampiros —frunció su ceño y la miró con
repulsión—. ¿Tuviste algo que ver con la muerte de Owen?
—¿Qué me harás si te digo que sí?
—cuestionó sonriendo para molestar a quien tenía al frente.
—No querrás saber —mostró sus colmillos y
sus ojos negros—. Siempre has pensado que te temo, nunca te he mostrado algo
que no sea respeto, porque eres la hembra
alpha de él. Pero eso no quiere decir que sea cierto, todo lo contrario, si
no te he hecho algo es por Bastian.
—No me hagas reír —se burló Janice
mirándola de pies a cabeza—. Tú no me llegas ni a los talones.
—Mía —la voz de Bastian la hizo
voltearse—. No le hagas nada, aún —sonrió para sí—. Necesitamos algunas cosas
de ella, que espero coopere por voluntad propia, sino Ethan se encargará de
sacarle toda la información posible.
—Así
es —una gran sonrisa se dibujó en el rostro al de grises ojos.
La vampiro cayó al suelo sentada mirando
con preocupación a su alrededor, estaba sola, y ellos no tendrían compasión, no
después de todo lo hecho. Varias lágrimas salieron de sus ojos, pero ninguno le
mostró el mínimo de sentimientos más que odio y repulsión.
—Lo lamento —susurró, pero ya era
demasiado tarde para eso.
Ninguno la tomó en cuenta. Los recién
llegados se agruparon alrededor del vampiro de ojos miel y le ofrecieron su
ayuda, uno por uno mostraron que su lealtad le pertenecía al que hace muchos
años atrás nombraron como Príncipe de las Tinieblas.
—No pensé que tendrías algunos bocadillos
—se lamió el labio la vampiro llamada Mía, al mirar a Noah—. Siempre antes de
una batalla es bueno comer algo.
—Él no tiene buen sabor —interrumpió
Janice, el humano, por otro lado, frunció su ceño.
—Nadie pidió tu opinión —contestó sin
siquiera mirar a la que había hablado, sus ojos seguían fijos en su bocadillo—.
Ya probaré si tiene buen sabor o no —sonrió de medio lado al avanzar a su presa
con lentitud.
—Será mejor que no lo toques —la voz de
Bastian la detuvo—. Bien sabes que no comemos humanos —sentenció con seriedad,
clavando sus ojos en ella.
—Sólo me quería divertir un momento
—sonrió al llegar junto al humano y dar una vuelta a su alrededor.
—Soy un cazador —contestó girándose con
rapidez y tomando del cuello a la vampiro—. No necesito la protección de ése para
acabarte.
—Tal y como me gustan —musitó sin dejar de
contemplar los ojos turquesa de Noah.
—El amor floreciendo entre vampiro y
humano —se burló Ethan llegando junto a ellos, para calmar al chico y que éste
soltara a quien hace unos momentos quería beber de su sangre—. Los humanos, en
este caso, son parte de nuestro grupo, por decirlo de alguna manera —dijo
mirando a la chica—. Necesitamos toda la ayuda posible —clavó sus ojos en el humano,
éste entendió en el acto y soltó a su prisionera.
—Antes de que se maten los unos con los
otros —gruñó Bastian con el ceño fruncido—. Les diré lo que pasa. —Todos se
acercaron y se reunieron alrededor de él, Rachel y Noah se quedaron junto a
Ethan, al lado de quien hablaba—. No sé muy bien quien les indicó venir aquí, y
si supiera le estaría agradecido. Pero la batalla en este lugar ya acabó, como
podrán ver. —Con sus manos mostró los escombros de la posada—. Unos demonios,
entre ellos Seth y Kate… —Los vampiros abrieron los ojos asombrados frente a
esos nombres, y varios murmullos se escucharon.
—¿Demonios? —preguntó uno de ellos con
algo de miedo en su voz—. Si como vampiro Seth era poderoso, no quiero
imaginarlo de demonio.
—¿Los tres son demonios? —Otro se hizo
presente, los murmullos reinaban por el lugar, sólo algunos se atrevían a
preguntar.
—Sí, los tres fueron revividos, por
decirlo de alguna manera, ya que no sé como volvieron… —contestó Bastian
observando a todos, notaba el miedo en cada uno de ellos y temía que la ayuda
ofrecida fuera olvidada.
—Un demonio, aún más poderoso —la voz de
Janice se hizo presente—. Realizó un ritual y los trajo de vuelta. No sé muy
bien por qué ellos —mintió con una sonrisa—. Pero de su vida vampírica no queda
rastro.
—¿Demonios más poderosos? —Los temerosos
murmullos cada vez se hacían más fuertes, ellos no acostumbraban a tratar con
esa clase de seres.
—¡Calma por favor! —intervino Rachel al
escuchar los susurros—. Escuchen todo lo que les tiene que decir Bastian y
luego sacan conclusiones, no sirve de nada que se alteren sin conocer la
historia.
—Yo la respaldo —la autoridad de Ethan se
hizo presente—. Si bien ellos son poderosos, no es necesario temerles. Ahora
escuchen lo que tiene que decir el niño —sonrió al mirar al chico.
—Como les decía —continuó hablando el vampiro
de ojos miel, una vez que se apagaron los murmullos. Las miradas de todos
estaban atentas a sus palabras—. Seth y Kate volvieron como demonios, al igual
que Reid, pero él ya está de vuelta en el lugar de donde nunca debió salir. —Algunas
sonrisas de triunfo se reflejaron en los rostros de los seres con colmillos
afilados—. No sé si lo dicho por Janice es verdad; lo siento, pero tus palabras
perdieron credibilidad —la miró con algo de odio—. Lo que sí les puedo asegurar
es que hay un demonio mucho más poderoso detrás de todo esto, y es cuando los
necesito —su mirada mostraba compasión, él sabía cómo llegar a aquellos—. Este
ser se llevó a una persona muy preciada por nosotros, y a la vez, es una de las
implicadas en llevar a los demonios de vuelta a los Cielos —se silenció por
unos momentos para ver la reacción de sus semejantes, pero estos se mantuvieron
tranquilos, esperando la continuación—. Sé que a muchos de ustedes poco les
importa la batalla que se libre entre ángeles y demonios, a mí poco me
interesa, pero al igual que a quien se llevaron, yo soy el otro ser que se verá
envuelto en esa pelea. Quiera o no, estaré presente luchando a favor de los
mensajeros de Dios.
—O sea que —Mía fue la única que logró
articular palabras luego de aquella declaración por parte de él, quien siempre
se había mantenido al margen de cualquier escándalo frente a su persona, al que
muy pocos conocían algo más que su nombre y hazañas—. ¿Pelearemos a tu lado
junto a los ángeles?
—Básicamente, sí —contestó mirándola
seriamente—. No los obligaré a ir, si están aquí es porque alguien o algo les
avisó, pero yo soy nadie como para llevarlos si no lo desean. Es su decisión
marchar conmigo o quedarse aquí, esperando que la batalla termine.
—Si los demonios llegarán a dominar los
Cielos —se atrevió a hablar otro de los vampiros—. ¿Cuál sería nuestro destino?
—Eso es algo que no sabemos —respondió
Ethan mirando al que preguntó—. Aunque creemos que todo lo que conocemos dejará
de existir. Bien sabemos que los demonios son guiados por la ira, y la
destrucción pienso que es fundamental en sus planes. Yo creo que si eso pasara,
todas las criaturas y creaturas dejaríamos de existir en un corto plazo de
tiempo. Sólo estarían ellos y quién sabe si algún ángel más.
—Ahora que ya saben lo principal —dijo con
seriedad Bastian mirando a su alrededor, los ojos de todos los vampiros estaban
sobre él—. Quiero que sean sinceros conmigo y me digan quienes me seguirán, no
tomaré represalias a los que no deseen ir.
—Yo voy —la voz de Mía resonó en el
silencio reinante—. Tal y como dije hace un rato, mi lealtad está contigo. Si
mi ayuda es necesaria, haré todo lo que esté a mi alcance, aunque eso
signifique mi muerte.
El vampiro se limitó a sonreír, tratando
de expresar lo más que pudo su gratitud, estaba contento con eso, así tendrían
más facilidades para ayudar a Hayley. Pero debía obedecer a Ethan, él le había
enseñado que para ser un buen líder y que sus seguidores lo respeten como tal,
mostrar tanta confianza no era adecuado.
Los murmullos de los demás se hacían cada
vez más altos, él prefería hacer oídos sordos y esperar el veredicto final,
estar pendiente de las discusiones nunca fue una buena opción de las veces que
tuvo que aguantar aquellas peleas.
—Iremos —la voz ronca de uno de esos seres
lo sacó de sus pensamientos, no pudo evitar que su sonrisa se volviera más
grande—. A pesar que a muchos de aquí no les agrades por no dejarnos beber
sangre de humano —sonrió de medio lado al decir aquello—. Pero nunca nos ha
faltado alimento y siempre estás preocupado de todos nosotros. Has sido un buen
líder y si es necesario morir por ti, lo haremos.
—Gracias —fue lo único que logró
articular, tres fuertes presencias aparecieron cerca de donde se encontraban
reunidos, dejando a todos boquiabiertos y sus miradas clavadas en los que había
llegado.
—Bastian. —Uno de los seres caminaba al
encuentro del mencionado, su voz era ronca. Los que allí estaban, abrieron paso
para que se dirigiera al vampiro—. Al fin estamos frente a frente.
—Aún no tengo el placer de conocerlos
—susurró frunciendo el ceño, sin despegar sus ojos del recién llegado, los
cuales eran azules y bastante fríos—. Pero veo que ustedes me conocen.
—Son los que fueron a avisarnos que nos
necesitabas —interrumpió Mía posicionándose al lado izquierdo de Bastian, al
derecho se encontraba Ethan y junto a él los humanos.
—Entonces debo imaginar que son los
¿ángeles? —Arqueó una ceja al momento de preguntar.
—Así es —contestó con voz seria y sin
sentimiento—. Venimos porque ha llegado la hora. La batalla está por comenzar.
Tu presencia es necesaria.
—¿Dónde está Hayley? —preguntó ignorando
lo dicho por el ser frente a él.
—En el lugar que fue estipulado hace
siglos: en el Infierno —respondió dejando a la vista del vampiro un resplandor
dorado en sus ojos.
—¿Me llevarán con ella? —cuestionó con
rapidez, poco le importaba aquella pelea, a pesar que si ganaban los demonios,
todo lo conocido desaparecería.
—Eso no es importante en estos momentos
—dijo sin sentimientos, los humanos le regalaron una mirada de odio—. Como te
mencioné la batalla está por comenzar. La medio ángel ya decidió su destino al
irse con el demonio.
—¡¿Qué?! —gritó con euforia—. ¡Por si no
lo saben, se la llevó sin su consentimiento! —exclamó sin poder ocultar su ira.
—¿Cómo que ya decidió? —preguntó Ethan al
momento de dejar su mano en el hombro de Bastian, éste lo miró y se tranquilizó
un poco.
—¿Por qué he de responder tus preguntas?
—Fue lo que salió de la boca del ángel, el vampiro de grises ojos sintió como
la ira del menor comenzaba a pasar a él; frunció su ceño.
—Pero a mí sí me deben responder
—intervino el de ojos miel—. ¿Cómo que ya decidió? —Formuló la misma pregunta
que su tutor.
—Estás confundido en una cosa, creatura
—habló uno de los seres que se encontraba unos pasos atrás de quien se dirigía
a Bastian; sus ojos eran negros—. Nosotros no te debemos obediencia, somos
mensajeros de Dios y estamos al servicio de los humanos.
—Entonces me quedaré aquí —suspiró con una
pequeña sonrisa al cruzarse de brazos—. Busquen a otro que detenga a Belial.
—No eres tan imprescindible como piensas
—sentenció el de ojos azules—. Si quieres volver a ver a la medio ángel, será
mejor que vengas con nosotros. —Bastian titubeó, había olvidado ese detalle,
ahora los ángeles volvían a tenerlo contra la pared—. ¿Vienes?
El silenció se hizo presente, el Príncipe
de las Tinieblas clavó su mirada en la gris de su amigo, buscando algo que le
ayudara a decidir. Pero aquellos ojos sólo reflejaban una cosa: batalla.
Suspiró con cansancio, debía ir por Hayley.
—Iremos —contestó con seriedad frunciendo
el ceño—. Ellos me acompañarán, como ustedes lo planearon, ya que les dijeron
que vinieran a este lugar.
—Los humanos no pueden ir —dijo mirando a
los dos únicos mencionados que se encontraban presentes.
—Pero yo quiero pelear y ayudar a Hayley
—reclamó Noah dando un paso al frente.
—La única manera que puedes ir es muerto.
—El ángel clavó su fiera mirada en el chico, éste retrocedió.
—Míralo desde este punto de vista. —Rachel
tomó a su sobrino de los hombros y levantó sus ojos para que sus miradas
chocaran—. Alguien debe esperar a Hayley, lo más probable es que vuelva herida,
recuerda que estaba inconsciente cuando se la llevaron.
El chico, resignado, asintió con la
cabeza, para luego abrazar a su tía, quien no pudo evitar derramar algunas
lágrimas. Algo les decía a ambos que las probabilidades de volver a ver a la chica
eran mínimas, aun así se aferraban a creer lo contrario.
—Vampiro estúpido —soltó a Rachel para
dirigirse a Bastian—. Tráela sana y salva —le ordenó extendiendo su mano en
señal de despedida, sentía que tampoco lo volvería a ver.
—Eso tenlo por seguro —contestó al recibir
el apretón de manos por parte del humano—. La traeré sin un rasguño —intentó
sonar convincente.
—Se había tardado —sonrió Ethan antes de
salir corriendo a una gran velocidad, Janice intentaba arrancarse—. ¿A dónde
crees que vas? —preguntó al momento que se posó frente a ella y la agarró del
cuello, levantándola unos centímetros.
—¿No dejarás que me hagan daño? —articuló
con dificultad, tomando la mano que la tenía prisionera para intentar
soltarse—. ¿Verdad? —preguntó con desespero.
—Poco me importa tu vida —respondió
dejándola caer—. Pero no encuentro justo que te vayas sin recibir tu castigo
—se acuclilló para mirarla a los ojos—. Mejor ven con nosotros e intenta pagar
por el daño que hiciste, peleando al lado de Bastian.
Se levantó, seguido por la vampiro que
cada vez se encontraba más segura que ese ser al que había convertido hace
tantos años, sentía algo por ella. Y eso era suficiente para seguirlo, incluso
al Infierno, donde un enojado Belial esperaba. Suspiró, estaba atrapada, si no
moría por los vampiros lo haría por los demonios. Varias lágrimas salieron de
su rostro, entendía que su fin se aproximaba. Ethan, más adelante, olfateó las
gotas saladas de Janice, pero poco le importó, ya mucho daño había hecho y era
hora que pagara por todo, incluso por haberle regalado la vida eterna, y qué
mejor idea: llevarla a la batalla contra el ser a quien había ayudado por
tanto.
—¿Están listos? —preguntó el ángel de
azules ojos, una vez que el vampiro llegó junto a ellos.
—Sí —contestó Bastian al ver que su tutor
asentía con la cabeza—. Cuando volvamos, te ayudaremos a construir esto —sonrió
al mirar a Rachel, ésta se limitó a sonreírle, aunque las lágrimas le ganaban.
—Nos vemos pronto. —Noah dio un salto al
sentir la respiración tibia de Mía cerca de su oído, la chica caminó hasta
llegar junto a Bastian.
El vampiro miró al ángel, sus ojos se
volvieron dorados por completo, y en un movimiento tan rápido como lo es el
pestañar, todos desaparecieron frente a la mirada atenta de los humanos. Rachel
se dejó caer cubriendo su rostro con ambas manos, llorando desconsoladamente
por una chica a quien quería como una hija y que jamás volvería a ver. Su
sobrino, en cambio, lo único que pudo hacer fue consolarla, muchas cosas
pasaban por su mente y otra vez lo habían dejado a un lado. Aunque ahora tenía
muy claro que sólo sería un estorbo en la batalla que se aproximaba.
*
* * * *
Abrieron los ojos con lentitud, apenas
lograron percibir cuando habían sido trasladados desde la Tierra al lugar donde
se encontraban. Parecía un desierto, las rocas abundaban, todo era de un color
rojizo naranjado. Bastante más adelante una enorme pared de piedra tenía
tallada una puerta gigantesca, con extraños símbolos grabados. No fue necesario
preguntar, con sólo ver las figuras de los miles de demonios que esperaban
frente a la entrada, supieron que habían llegado al Infierno. Un poco más
adelante, se encontraba la enorme estatua del ser sobre la bestia alada,
Bastian se quedó observando boquiabierto por unos momentos.
—Es Abigor —dijo con serenidad el ángel de
ojos azules—. Una vez fue un poderoso arcángel perteneciente al Coro, pero se
dejó caer, al igual que la mayoría de los que esperan al frente.
—¿Él fue el primero en intentar volver?
—preguntó recordando lo escrito por el padre de Hayley.
—Así es —contestó volviendo su mirada al
frente—. Lo anotado por el cazador fue contado por mí, yo peleé en esa batalla.
El chico de ojos miel abrió los ojos
asombrado, antes que una ráfaga de viento meneara sus cabellos, los tres
ángeles habían desaparecido. Observó atrás y pudo ver a las tropas que lo
acompañarían, cientos y cientos de ángeles esperaban las órdenes, con miradas
serias y sin sentimientos. Más atrás seguían los que suponía eran los
arcángeles, con aquellos ojos fieros que provocan miedo en quien los vea. Y,
sobre estos, nueve de los que supuso tenían los ojos rojos, los arcángeles
pertenecientes al Coro.
—Los ángeles siguen siendo superiores en
número. —Ethan lo distrajo—. Demonios hay muchos, pero los alados se ven más
poderosos.
—No lo sé —contestó girándose y mirando al
frente, frunció su ceño e intentó encontrar a Hayley—. ¿Crees que esté allí?
—Tal vez. —Al igual que Bastian, fijó su
vista al frente para buscar a la medio ángel—. Tu jefe —se burló haciendo
mención al ser que los había llevado a donde se encontraban—, dijo que ella ya
decidió, si no está aquí, debe estar con Belial.
—Espero que no —musitó apretando los
puños.
—Hasta aquí llego con ustedes —la voz de
Janice los hizo clavar su mirada en ella, logrando que todos los vampiros que
se encontraban boquiabiertos observando a su alrededor, se concentraran en sus
palabras—. Les dices a los ángeles que muchas gracias por traerme. —Sus negros
ojos se encontraban perdidos en los miel de Bastian, su rostro tenía una gran
sonrisa mientras caminaba de espalda a la puerta del Infierno—. Mi decisión
también está tomada. —Cada paso era más grande al anterior, se acercaba con
rapidez a los demonios, su voz se hacía más fuerte—. ¡Fue un gusto haberlos
conocidos a todos, pero al final, siempre fueron mis enemigos!
—¡Es un gusto que te alejes de nosotros!
—respondió Ethan con una sonrisa, al fin se libraban de esa molestia, y si ella
decidía ir con sus enemigos, mejor para ellos, más fácil les resultaría
matarla.
—¡Siempre pensé que tanto tú como Bastian
estarían conmigo! —gritó frunciendo el ceño—. ¡Lástima que no fuera… —Una aguja
afilada de hierro plateado atravesó su estómago, frente a la mirada atónita de
los vampiros.
Lentamente aquella arma comenzó a dejar el
cuerpo de Janice, que abrió sus ojos a más no poder por el asombro, un par de
negras alas se dejaba ver en su espalda, pero la figura a quien pertenecían
estaba oculta por la vampiro. Una línea de sangre salió su boca, poco antes que
su cabeza rodara por el rocoso suelo. Su cuerpo sin vida cayó, dejando a la
vista de todos a la medio ángel que fue llevaba por el demonio. Guardó sus dos
filosas agujas en sus muñecas y clavó sus naranjas ojos en los que habían
llegado.
El menor de los vampiros apretó con fuerza
sus puños y sus párpados, los abrió dando un fuerte grito de furia al ver a la
chica convertida en eso, ahora entendía el porqué los ángeles habían dicho tal
cosa, sus ojos se volvieron negros y sus colmillos aparecieron al instante.
—¡Hayley! —gritó a la vez que intentaba
dar un paso al frente para acercarse a la chica, pero una fuerte mano lo
detuvo. Miró a su dueño, Ethan negó con la cabeza y señaló hacia adelante.
—Bastian. —El demonio de rojos ojos había
llegado junto a la chica—. ¡Qué gusto tenerte aquí! —exclamó pasando con
suavidad sus dedos por el hombro de la medio ángel, ésta no mostraba
sentimiento alguno en su naranja mirada—. Si me hubieras hecho caso ahora
estarías junto a ella en vez de ser su enemigo —sonrió—. Ahora hará lo que yo
ordene.
—¡Te mataré, demonio! —Fue la única
respuesta por parte de Bastian, el ser de rojos ojos tomó a Hayley de la
cintura y retrocedieron hasta llegar junto a los que venían del Infierno.
—La batalla está por comenzar. —El ángel
de azules ojos se hizo presente de un momento a otro—. La medio ángel ya no
tiene salvación. —Miró al vampiro—. Y tú eres el único capaz de detenerla, en
ti pondremos nuestra esperanza.
Las trompetas sonaron y los ángeles se
posicionaron para la batalla. Los vampiros, en un costado, seguían a Bastian.
Los demonios, por otro lado, gritaban y reían con euforia, estaban seguros de
su victoria.
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