«Primero
fueron creados los Serafines: aquellos seres más cercanos a Dios, los que
manifiestan su Gloria y son capaces de transmitirla a todo el Universo, como
diminutas y puras esencias de principios de vida. Su gran resplandor es capaz
de acabar con la oscuridad más espesa, purificando todo a su paso. Es por ello
que son los guardianes de los lugares sagrados. Poseen tres grandes pares de
alas con ojos, con ellas se cubren por completo para protegerse del gran
destello emitido continuamente por el Todopoderoso. Sus ojos brillan de muchos
colores.
Después
se crearon los Querubines: destinados a cuidar el arte de Dios, cada uno de los
caminos y templos que llevan a la evolución espiritual y la sabiduría. Poseen
el discernimiento como uno de sus grandes dones. Son más pequeños que los Serafines
y su cercanía a Dios es menor. Tienen un par pequeño de alas blancas, pegadas a
su espalda, las cuales no pueden quitarse nunca. En el caso que eso pasara,
desaparecería su esencia. Sus ojos son una mezcla de muchos colores, pero por
lo general predomina el ocre. Por su tamaño les resulta bastante fácil
escabullirse por todos los rincones del Cosmos, llevando la luz espiritual para
contagiar todo lo que les rodea.
Más
tarde nacieron los Tronos —y mi primera duda acerca de la creación de los seres
divinos—, se dice que están ligados a las acciones de los hombres —cuando estos
aún no habían sido creados—. Son los constructores del orden universal, para
eso llevan a cabo un registro de las acciones de todos los tiempos. Suelen
llamarlos también como Espíritus de las Estrellas, porque según cuenta la
leyenda, se les veía su forma reflejada a la luz del Sol cuando dejaba de
llover, formando un hermoso camino multicolor. Esto es debido a que sus alas
circulares llevan los colores del arco iris, su tamaño es enorme comparado con
los dos anteriores, y sus ojos son de color morado bien suave. Su don es el de
la perseverancia.
Estos
tres entes son los creados para Dios, exclusivamente para Él. Por ello sólo
obedecen sus órdenes y se caracterizan por su pacifismo. No les interesa más
que servir a su Padre.
Los
siguientes en ser traídos al Universo fueron: Dominaciones, Virtudes y
Potestades. Cada uno de ellos con un único fin: servir al Hijo —que en ese
entonces no era conocido como Jesús, ni ningún otro nombre—.
Los
primeros representan la soberanía de Dios. Son los encargados de cuidar y regir
el límite de lo finito con lo infinito, encargándose así de los dominios de la
consciencia expandida que es imposible pasar. Los únicos que tienen pase libre
son los Tronos, ellos pueden ir y venir cuando quieran. El resto debe esperar
órdenes del Todopoderoso. Poseen un cetro y una espada, sus ojos brillan
blancos al igual que sus tres pares de alas que adornan su espalda descubierta,
son los más parecidos al Hombre, en forma física.
Los
llamados Virtudes son los encargados de la plasmación y concreción de las
aspiraciones humanas, y son los responsables de los prodigios que reclaman las
religiones. Físicamente son unos bebés con dos pares de alas relucientes, con
un pequeño cuerpo —muchos dicen que no lo tienen, pero están equivocados—, sus
ojos brillan como los de un simple humano, poseen colores diversos, de
cualquiera que pueda existir.
Los
últimos deben cuidar el orden cósmico, los planetas y el balance entre la materia
y el espíritu. Aparte, tienen como misión cuidar el reino de Dios, en todos y
cada uno de sus aspectos. Fueron los primeros en usar el libre albedrío, que no
dudaron en enseñar al resto de sus hermanos celestiales. Ellos deciden qué
camino tomar. No poseen alas, aunque eso no les impide vola. Siempre llevan
puesta su armadura dorada con casco, escudo y una llameante espada. Sus ojos
son marrones.
Los
tres siguientes son los hechos para el Hombre, pero eso no significa que deben
obedecerlos en todo. Como ya mencioné antes, poseen el libre albedrío.
Quienes
encabezan la lista son los denominados Principados, o también llamados
“vigilantes”. Razas, naciones, reinos y países, han sido los guiados bajo los
pasos de ellos. Ésa es su misión: conducir enormes cantidades de personas a
través de la historia. También deben vigilar de muy cerca a los gobernantes,
reyes y jefes espirituales de los hombres —he aquí el porqué de su apodo—. No
se muestran frente a las personas, envían pequeñas señales para que sigan su camino,
pero cuentan que más de uno los ha visto. Se dice que poseen una belleza tal
capaz de dejar al más temerario pasmado y boquiabierto, sus tres pares enormes
de alas pueden cubrir grandes grupos de personas para protegerlos, sus ojos son
amarillos.
Los
siguientes son los Arcángeles, al igual que los Principados guían a las
personas y ejércitos, pero esa es la diferencia, ellos sólo pueden ayudar a ese
tipo de humanos. Son seres con un gran poder espiritual y por ello están a
cargo del orden y cuidado de los puntos cardinales. Cuando se trata de trabajar
en conjunto, ellos son los que asumen el liderazgo. Trabajan constantemente
para cumplir la palabra y orden de Dios, se dice que de todos son los que más
usan el libre albedrío y es por ello que varios le han dado la espalda al
Creador. Según se cuenta, son siete los más importantes, aunque con el paso de
los años, sólo se han nombrado a cuatro: Miguel, Uriel, Gabriel y Rafael. Los
que han tenido la dicha de poder verlos, los describen como seres fieros, que
con su mirada son capaces de hacer que su oponente se rinda, no muestran
sentimiento alguno, son fieles soldados del Todopoderoso —cuando han elegido
ese camino—. Dos pares de alas adornan su espalda, tiene un cuerpo similar al
humano, cubierto por un fino manto de seda blanca y sus ojos centellean grises.
Los últimos en formar parte de esta
jerarquía son los Ángeles, o como se les llama comúnmente, “los mensajeros de
Dios”. Son colaboradores y auxiliares de los humanos, están a sus órdenes y no
al revés. Deben alcanzar los favores y peticiones, tanto como proteger y cuidar
de cada una de las almas. Se encuentran en todas partes, invisibles al ojo
humano, perceptibles sólo para algunas criaturas. No pueden mostrarse por
voluntad propia, a no ser que sea una orden directa el hacerlo, pero si alguna
persona solicita su presencia, debe acudir de forma inmediata. La energía del
amor y la más alta luz que produce la consciencia humana en camino a la
evolución, son los que le dan poder, mientras estas dos cosas existían, ellos
estarán aquí.
De
todos los antes mencionados, los Ángeles son los únicos que pueden morir y sólo
por uno de su misma especie, sin importar el grado que tengan. Es por ello que
respetan el orden jerárquico sin problemas, temen ser castigados al igual que
las almas encarnadas.
Los
Arcángeles han sido los encargados de entrenarlos, aunque nunca llegarán a los
poderes de sus maestros. Y al igual que ellos, son fieles soldados de Dios,
pero a diferencia de sus tutores, gran parte de los ángeles le han dado la
espalda a su Creador y se han dejado caer.
Cuando
un humano solicita su presencia, suelen poseer por unos momentos a algún
ferviente devoto, y al hacerlo su único par de alas se vuelve invisible.
Siempre estarán sobre su espalda, aunque no la toquen, las tendrán, pero no las
sentirán. No se las pueden quitar por voluntad propia, a no ser que se dejen
caer o se las arranquen, y al hacerlo su esencia se perderá y ya no serán
bienvenidos en los Cielos: formarán parte de los humanos o de los caídos. Sus
alas estarán con ellos desde el momento en que son creados, hasta cuando
perezcan. Pero, cuando están como humanos, tienen el poder de decidir si
mostrarlas o no, si su deseo es ocultarlas, nadie podrá verlas ni sentirlas,
sólo ellos sabrán que están allí porque son parte de cada uno, aunque tampoco las
sentirán.
Los
sentimientos no forman parte de su vocabulario, pero en ocasiones pueden dudar
y eso a veces los lleva a experimentar la ira, si no son capaces de controlarlo
su esencia cae, y no volverá a ser un Ángel jamás. Sus ojos brillan dorados, siempre
y cuando ellos quieran mostrarlos, pero si la ira comienza a aparecer, estos
cambian a naranjas.
De
todos estos entes, los únicos que permanecen fieles a Dios y son incapaces de
pensar por sí mismos, son los que están hechos para Él. Los demás tienen la
libertad de elegir en donde posicionarse. Cada una de estas jerarquías poseen
un Coro, y eso quiere decir que un grupo de ellos son escogidos por ser los más
fuertes y poderosos, entrenados exclusivamente para la batalla, y muy pocas
veces suelen salir a enfrentarse a alguien. Se distinguirán con facilidad del
resto porque sus ojos serán rojos.
El
motivo por el cual los hechos para el Creador no poseen libre albedrío, es un
misterio que sólo Él sabe. Aunque se cuentan dos leyendas: una es porque
Lucifer, el primero de los caídos y el más bello de todos los Arcángeles,
decidió reinar sobre los hombres. Esto enfureció a su Padre y lo expulsó de los
Cielos, pero la amabilidad que lo caracteriza le hizo crear un reino entre las
Tinieblas y el Fuego para que fuera su hogar. Lucifer gruñó a los cuatro
vientos que prefería reinar un lugar lleno de desolación a estar siguiendo
órdenes de Él y desde entonces se hizo llamar “el adversario”, o mejor conocido
como Satán.
Temiendo
que esto se volviera a repetir, el Creador quitó de las consciencias de los
Serafines, Querubines y Tronos, todo tipo de rastro que los llevara a pensar
por sí mismos, no volvería a perder a otro de sus más preciados seres.
La
segunda dice que Lucifer nunca fue expulsado, sino todo lo contrario, él se
ofreció voluntariamente a bajar a la Tierra para ayudar a la humanidad con el
fin de hacer caer en tentación a la gente, logrando así fortalecer su fe y
espiritualidad. Durante gran parte del tiempo en que estuvo junto a los humanos
se hizo ver como un demonio, porque siempre debe existir el lado oscuro de la
vida, sin oscuridad no hay luz; si no hay mal, el bien no existiría. Los
opuestos crean la perfección y el equilibrio.
Pero
sólo Dios sabía de aquello, ninguna de sus otras creaciones tenía consciencia
que Lucifer había sido enviado por Él y los humanos comenzaron a crear un sin
fin de historias acerca del caído. La duda se hizo presente en varios
arcángeles y en un número incontable de ángeles, quienes decidieron seguir al
demonio y se dejaron caer, perdiendo sus alas y su Gracia, pero los poderes que
le habían sido otorgados al momento de su creación, quedaron intactos. Sus ojos
se oscurecieron, algunos se volvieron completamente negros y formaban parte de
la clase más baja de los demonios. Otros los tenían azules oscuros, dejando a
la vista un rango superior. Algunos se volvieron grises verduzcos, y a ellos le
debían respeto.
Otros
de los caídos, en cambio, formaban parte del Coro Angelical, estos perdían su
gracia y sus alas, pero sus ojos rojos quedaban intactos.
Cualquiera
de las dos leyendas sobre Lucifer llegaban a lo mismo: Ángeles y Arcángeles que
decidieron caer y convertirse en demonios. Mucho tiempo después fue que se
dieron cuenta que nunca habían visto a Lucifer junto a ellos en lo que se llamó
Infierno, y así como antes adoraban a Dios, que a pesar de nunca haberlo visto
creían en Él por ser quien les otorgó la vida, comenzaron a adorar a Lucifer,
que al igual que su Creador, no podían ver, ni tocar, ni percibir.
A
diferencia de los Celestiales, los caídos poseían sentimientos, pero todos
hacia el lado del mal, en el Averno domina la ley del más fuerte, quien no
obedece es castigado, las peores torturas imaginables caen ante quien ose
oponerse a su líder.
Todas
aquellas almas que han sido tentadas por los demonios que vagan en el Universo,
obtienen un pase directo al Infierno, y allí les dan a elegir: torturas por el
resto de su inmortalidad o un par de negros ojos y ser otro más de los demonios
que abundan en aquel lugar.
Se
cuenta, que hace mucho tiempo atrás, uno de los caídos que perteneció al Coro
Angelical decidió que era hora de volver al lugar donde había estado antes,
pero no a servir a su Creador, sino que a dominar tanto los Cielos como el
Infierno.
Varios
se le unieron sin protestar, logró formar sesenta legiones en donde
predominaban los demonios con ojos grises verduzcos, fuertes, fieros, casi
indestructibles. Y también millares de ojos negros, que lo seguirían hasta el
fin del mundo si fuera posible.
Sus
ojos rojos brillaban emocionados al mirar sus huestes reunidas en el Averno,
todos dispuestos a dar su vida —si se le puede llamar así—, por él. Era
conocido como un gran Duque del Infierno, un hermoso caballero que siempre
llevaba su lanza de estandarte o su cetro acompañado por su fiel mascota: un
monstruo alado, el cual se dejaba montar sólo por él. Conocedor del porvenir y
los secretos de la guerra, pero sin duda alguna, su mayor don era que usaba a
la perfección el arte de hacerse amar por sus soldados.
Listos estaban para partir a su batalla,
debían derrotar o convertir al Ángel encargado de la puerta del Infierno. Pero
gran fue su sorpresa cuando llegó junto a él otro de rojos ojos, uno más de los
miembros del Coro Angelical…»
Cerró el cuaderno con fuerza cuando la
puerta de la posada se abrió de golpe, observó con atención quien entraba, el
diario se le cayó de las manos al ponerse de pie asombrado y preocupado, ya que
el vampiro cargaba a una malherida medio ángel.
Había llegado a la posada hace unas
cuantas horas, no podía dejar de pensar en la chica, el de ojos color miel
salió tras ella porque se encontraba en peligro. Dio un golpe a la mesa del bar
para tratar de tranquilizarse, deseaba ir en ayuda de Hayley, pero no podía,
lamentablemente sólo sería un estorbo en aquella batalla, tenía la sospecha que
el rival de la medio ángel debía ser poderoso, como para que ella se encontrara
en peligro.
Golpeó con sus dos puños la mesa, su tía
había llevado al sacerdote a una de las habitaciones y le estaba curando las
heridas, él no tenía nada más que hacer. Miró a su derecha y vio el diario del
cazador, no dudó en tomarlo y ponerse a leer, hasta que la puerta lo
interrumpió.
—La llevaré a su habitación —susurró el
recién llegado sin dejar su paso—. Supongo que en unas horas estará mejor.
—Mi tía está curando las heridas de
Richard —musitó sin poder ocultar su preocupación y sin perder de vista ambas
figuras—. Apenas termine le diré que vaya a verla.
—Está bien —dijo y se perdió en el pasillo
rumbo al lugar mencionado.
Se dejó caer arrastrando su espalda contra
la madera del bar, pasó sus manos por su cabello, arrastrándolo hacia atrás,
con la mirada perdida en el suelo. Sólo una vez en su vida había visto a la
chica en ese estado y fue cuando murió su padre. De una patada lanzó lejos una
de las sillas cercanas, lo que más detestaba era no poder ser de ayuda.
Su mirada se perdió en el cuaderno que
estaba junto a él en el suelo, lo tomó y buscó la página que leía antes que
llegara el vampiro, pero otra cosa llamó su atención, fijó su vista concentrado
en los escritos y comenzó a leer con calma cada una de las palabras.
«Ella
me aseguró que no tendría debilidades, pero se equivocó. Los ángeles han
confirmado mi temor, Hayley se vuelve humana durante tres días en el año,
siempre siguiendo una pauta: cuatro días antes de la sexta luna llena. Ni
ellos, ni yo hemos descubierto aún por qué sucede, pero imagino que es por mi
sangre. ¡Maldigo la hora en qué te conocí! Lo único bueno es mi pequeña.
Cuando
le sucede, un fuerte dolor en su espalda la hace caer rendida boca abajo. Con
el pasar de los años lo ha ido controlando, la primera vez perdió el
conocimiento por varias horas. Según lo que me dijeron ellos, el dolor sólo se
compara con el que se siente al arrancarle las alas. Luego de eso se vuelve
humana por completo, su fuerza disminuye bastante, no estoy seguro, pero a
veces pienso que en su totalidad. Sus poderes mentales desaparecen.
El
segundo día comienza a recuperarse de a poco, sus fuerzas aumentan en una
minúscula cantidad. Y así hasta la medianoche del tercer día, cuando recupera
sus alas y todo lo que pierde al volverse humana. Acompañado de un gran dolor
en todo su cuerpo, junto a la pérdida de consciencia por unos minutos, es mejor
que nadie esté cerca cuando sucede.».
—Hayley —susurró cerrando el cuaderno y
poniéndose de pie—. ¿Dónde está cuando lo necesito? —gruñó buscando entre los
cajones—. ¡Aquí! —exclamó al encontrar el calendario.
Dejó el diario del cazador junto a lo que
había encontrado y observó con atención las fases de la luna señaladas al final
de cada mes.
—Sexta luna —susurró pasando de hoja en
hoja—. Junio —dijo examinando el mes mencionado—. Cuatro días antes de la luna
llena… —contó hasta dar con el correspondiente—. ¡Maldición, es hoy! —gritó
dando un fuerte golpe a la mesa.
—¿Qué pasa? —La voz de su tía lo hizo
fijar su vista en ella.
—Hayley —susurró—. ¿Sabías que se vuelve
humana?
—Sí, lo sé —contestó caminando hacia su
sobrino y dejando los utensilios médicos sobre una de las mesas—. ¿Ella te
dijo?
—Lo menciona su padre —musitó enseñándole
con la vista el diario—. ¿Qué pasaría si ella queda gravemente lastimada cuando
está en esos días?
—Lo mismo que a un humano —respondió algo
confusa—. Dependiendo del daño que tenga, podría hasta morir. ¿Qué sucede?
—El vampiro estúpido la trajo en muy mal
estado. —Frunció su ceño—. Están en la habitación de ella.
—¿Por qué no me dijiste antes? —preguntó
molesta tomando los utensilios y caminando a toda prisa a donde se encontraba
la chica.
—Porque te conozco, y sé que no me dirías
nada si no preguntaba de esa manera —susurró para sí mismo, antes de volver a
tomar el diario.
*
* * * *
La voz de la medio ángel pidiéndole que se
detuviera porque era humana resonaba en su cabeza, aun así no era capaz de soltarla.
Aquel espeso líquido sabía demasiado bien y no quería dejarla.
Los verdes ojos de ella se aparecieron en
sus pensamientos y se separó de su cuerpo de golpe. Horrorizado limpió sus
labios y guardó sus colmillos, la chica era una humana más y él la estaba
matando. Había consumido demasiada de su sangre, su brazo colgaba de la cama,
sus ojos cerrados y su piel pálida. Dio unos pasos atrás asustado, no quería
perderla.
—Hayley —suspiró arrodillándose frente a
ella—. Perdóname, por favor. —Unas lágrimas salieron de sus ojos al momento en
que tomó su mano, pero la chica no hizo ningún gesto, apenas respiraba.
Apoyó su cabeza cerca del cuello de la
medio ángel, no estaba tan mal cuando la trajo, sino que él había sido el
responsable por dejarla estado en que se encontraba.
—¿Quién fue? —La voz de la dueña del hogar
interrumpió sus pensamientos.
—Janice, una vampiro —contestó dándole la
espalda y poniéndose de pie.
—Perdió bastante sangre —se apresuró en
llegar junto a la chica con todos los utensilios—. No sé si… —Su rostro reflejó
preocupación.
—¡¿Si qué?! —preguntó algo alterado—. ¿Si
vive o muere? ¡Tienes que saber, ella ha vivido siempre contigo, te considera
una madre, tienes que salvarla!
—Cada vez que esto le pasa —susurró
comenzado a curar los cortes y heridas en el cuerpo de la chica—. Se encerraba
en la habitación de atrás, hasta que pasara su estado. Es primera vez que la
lastiman tanto cuando es humana.
—¿Se vuelve de esa manera con frecuencia?
—indagó un poco más calmado.
—Tres días en el año —contestó derramando
algunas lágrimas, temía por la salud de la chica—. Necesita sangre con urgencia
—sollozó.
—Es mi culpa —musitó el vampiro dejándose
caer pegado a la pared y derramando lágrimas que no pudo contener—. No aguanté
las ganas, su olor era demasiado fuerte, la mordí y no pude detenerme.
La mayor se puso de pie con la cabeza
mirando al suelo, el vampiro pensó que le haría algo, pero no fue así. Se dio
la vuelta y lo observó con reproche.
—Ayúdame a encontrar la manera de salvarla
—suspiró dejando a la vista un rostro afligido y preocupado, de sus ojos no
dejaban de salir aquellas gotas saladas.
—Dime qué debo hacer y lo haré. —Se puso
de pie y secó su cara.
—Su sangre es negativa —habló en un hilo
de voz—. Ni Noah ni yo tenemos de ese tipo. Por favor, ve y busca en los
hospitales o donde sea, no descanses hasta que la encuentres. No se me ocurre
otra manera.
—¿Por qué no la llevas a un hospital?
—consultó algo confundido.
—Debe estar encerrada —contestó algo
cortante—. Cuando vuelva en sí… —Detuvo su hablar y apretó sus puños.
—Volverá. —La intentó calmar Bastian y a
la vez tranquilizarse un poco él.
—Y su sangre de ángel predomine —continuó
hablando—, perderá la razón por unos instantes, no es bueno que personas estén
a su alrededor, sus alas aparecerán y no podrá hacer nada para ocultarlas.
Aparte que no reconoce a sus cercanos. —El chico abrió los ojos sorprendido
ante tal revelación, nunca imaginó que ella se volviera humana, y mucho menos
que perdiera la consciencia a tal punto de olvidar a las personas.
—Regresaré lo más pronto posible —musitó
antes de salir de la habitación.
Una vez que él desapareció, la mayor se
lanzó sobre el cuerpo de la chica y la abrazó con fuerza, esta no hizo gesto
alguno. Lloró amargamente por el estado en que se encontraba, tanto Noah como
ella eran prácticamente sus hijos, y con sólo pensar que podría perderlos le
rompía el corazón.
—Siempre has sido fuerte —susurró sin
dejar de llorar—. Por favor, no te dejes vencer.
Terminó de curar sus heridas, sin dejar de
derramar lágrimas de dolor, rogando y esperando que el vampiro llegara pronto.
—¿A dónde vas? —La voz del humano lo hizo
detenerse, el chico se había puesto de pie.
—Ayuda a tu tía —le dijo mirando al suelo
y con voz autoritaria.
—Tú no me das órdenes —contestó con burla
y frunciendo su ceño—. Más te vale…
—Hayley está mal, muy mal —lo interrumpió
clavando sus ojos color miel que demostraban una tristeza profunda—. Será mejor
que ayudes a tu tía, dijo algo de llevarla a la habitación de atrás.
Su mirada se fijó en la puerta, en menos
de un segundo ya la tenía abierta y su presencia desaparecía en la oscuridad de
la noche.
Noah se quedó pasmado ante la mirada del
vampiro, dejó el cuaderno sobre el bar y se apresuró en llegar a la habitación
de la medio ángel. Allí, desde la puerta, observó como su tía limpiaba cada una
de sus heridas, sin dejar de llorar por la suerte de quien reposaba en la cama
en un estado realmente desfavorable, cualquiera diría que aquella chica, que
hace unas horas acabó con un demonio, era completamente distinta a quien tenía
al frente. Suspiró, estaba muy equivocado al compararla con la vez que murió su
padre, ahora apenas respiraba y su tez pálida la hacía ver más muerta que viva.
—Tía —susurró en un hilo de voz, la
mencionada se puso de pie y miró al chico con los ojos hinchados de tanto
llorar—. Ella…
—Necesita sangre —lo interrumpió—. Bastian
fue por ella, esperamos que con eso se recupere.
—¿Y si eso no sirve? —preguntó sin dejar
de mirar a su tía, una gota rodó por su mejilla, no se había dado cuenta que
las lágrimas comenzaban a salir.
—No sé qué pasará. —La mayor rompió en
llanto dejándose caer de rodillas, el chico llegó y la abrazó con fuerza—. No
sé nada —lloró en los brazos de su sobrino.
Se quedaron en silencio por varios minutos,
ambos lloraban. Rachel no mencionó palabra alguna del porqué la chica se
encontraba en ese estado.
*
* * * *
El vampiro recorrió de ciudad en ciudad a
gran velocidad, entrando en todos los hospitales o centros médicos que
encontrara a su paso, pero nada le servía. En algunos lugares no tenían sangre
de donaciones y en los que había, la negativa escaseaba.
El amanecer ya se anunciaba con los
débiles rayos del sol y el tiempo corría en su contra. Estaba bastante alejado
de la posada, pero no se daría por vencido, encontraría ese líquido y se lo
llevaría a Hayley. Gran fue su dicha al encontrarse con un camión transportador
de sangre, apresuró su paso y se puso por delante, obligando al conductor a
detenerse.
—¡Necesito de la negativa! —gritó con
furia caminando hacia la ventana del conductor.
—Eso a mí que me importa —contestó con
burla.
El chico tomó la manilla y la jaló,
quitando la puerta frente a un sorprendido chofer que no sabía donde ocultarse.
—Necesito de la negativa. —Volvió a
repetir más calmado y mirando a quien tenía al frente de manera amenazadora.
—No sé si hay atrás —balbuceó asustado,
sentándose en el asiento del copiloto.
En pocos segundos Bastian estuvo en la
parte trasera del camión y, con un rápido movimiento quitó una de las puertas.
Entró al frío congelador donde mantenían la sangre y comenzó a buscar entre las
bolsas una o dos que le sirvieran, no tenía idea de cuánto necesitaría la chica
para recuperarse y esperaba con todo su corazón que lo hiciera, jamás se
perdonaría que le pasara algo y mucho menos al ser ocasionado por él.
Desde donde se encontraba escuchó cómo el
chofer informaba que lo estaban asaltando, no le dio importancia, era bastante
rápido como para dejarse alcanzar y mucho antes que alguien llegara a socorrer al
conductor, él ya no estaría allí.
Continuó buscando entre bolsa y bolsa
hasta que dio con una que le servía, sonrió de felicidad al notar que bajo ésa
había otra. De un salto salió del congelador y se dirigió al humano asustado.
—Gracias —musitó guiñándole un ojo,
segundos después, desapareció rumbo a la posada.
—De nada —contestó en un hilo de voz
mirando en dirección a donde el chico había partido.
Algunas lágrimas salían de sus ojos y se
perdían con el viento en su rápido correr. Ya pasaba de mediodía y el camino
que le quedaba por recorrer aún era bastante. Rogaba y suplicaba que la chica
estuviera con vida. Apresuró su paso, no le importó nada, lo único que quería
era llegar junto a ella y saber que con eso se salvaría.
Al atardecer, abatido y acabado llegó a la
posada, sonrió al ver a una figura familiar esperarlo en la puerta, cayó de
rodillas y con esfuerzo se puso de pie. Su amigo fue a su encuentro y lo ayudó
a levantarse.
*
* * * *
Varios minutos habían pasado desde que
dejó a la chica junto a Bastian, afortunadamente el vampiro llegó a tiempo, aún
el olor embriagador de la sangre de Hayley estaba presente en su memoria, pero
su instinto ya se había calmado.
Poco después divisó el lugar donde se
encontraba el auto de la chica y, donde hace unos instantes, Janice golpeaba a
la medio ángel. Olfateó el aire intentando buscar el aroma de la vampiro, pero
ya había desaparecido por completo. Apretó sus puños y dio una patada al suelo
con fuerza, deseaba saber qué pensaban de la pelea entre Bastian y sus primos.
Caminó hasta la puerta del piloto, fijó su
vista en el seguro y lo levantó. Se sentó en el asiento y sacó los cables bajo
el manubrio, rozó los que necesitaba y en poco segundos el motor encendió.
Espero un poco y partió rumbo a la posada, olvidando quitar las ramas que aún
cubrían el techo del automóvil que salieron volando una vez que agarró
velocidad.
Comenzaba a amanecer cuando llegó a
destino, estacionó el auto de la chica y bajó. Husmeó el lugar, pero no
percibió el rastro del vampiro, aunque sí el de la medio ángel. Rápidamente se
dirigió a donde provenía el olor de ella. Allí se encontró con una moribunda
chica que apenas respiraba, su pálido color demostraba que había perdido mucha
sangre.
—Bastian —susurró dando un golpe con su
puño en la pared.
Suspiró al volver a fijar su vista en
ella, por suerte para él las heridas ocasionadas por la vampiro habían sido
curadas, y la sangre de la chica ya no le causaba nada.
—¿Qué hacen? —preguntó seriamente al
sentir a Rachel salir de otra de las habitaciones, sin dejar de mirar a la
medio ángel.
—Llevaremos a Hayley a la habitación de
atrás —contestó deteniendo su paso con unos utensilios médicos en las manos.
—¿Por qué? —Clavó su mirada gris en los
ojos hinchados de la mujer.
—No sé si hablaste con Bastian —respondió
frunciendo su ceño—. Pero ella en estos momentos es completamente humana. —El
vampiro abrió los ojos impresionado, ahora entendía el porqué Janice la había
golpeado con tal facilidad—. Cuando vuelva a ser ángel… —Detuvo su hablar y
bajó la mirada, las lágrimas volvieron a aparecer—, necesita estar alejada de
todo, perderá el conocimiento por varios minutos y no podrá controlar sus
poderes.
—Pero… —susurró algo desconcertado frente
a toda la información recibida—. ¿Cómo está? ¿Dónde se metió Bastian? Porque es
él quien la tiene en ese estado, ¿verdad? —Su voz sonó molesta, no entendía
cómo el chico había sido capaz de tal cosa.
—Fue por sangre —musitó con algo de miedo
al ver los ojos grises arder, el vampiro estaba enojado—. Esperamos que con eso
Hayley se recupere, no sabemos qué hacer en este caso, nunca había pasado. —Volvió
a bajar su mirada—. Sí, Bastian es el responsable, él me lo confesó. —Miró al
interior de la habitación—. Ella está mal, apenas respira…
—Está todo listo —interrumpió Noah
apareciendo por la puerta que daba hacia el bar.
Ambos fijaron sus miradas en el recién
llegado, quien se quedó estático parado en el umbral de la puerta, observando a
los dos mayores que tenían su ceño fruncido. Se cruzó de brazos y suspiró, esperando
respuestas.
—¿En qué ayudo? —preguntó Ethan con voz
muy suave.
—Debemos llevar a Hayley —contestó Rachel
entrando a la habitación de la mencionada—. Si no tienes problemas… —Lo miró
con desconfianza—. Creo que te sale más fácil cargarla.
—Si a los problemas te refieres al efecto
de su sangre —respondió caminando hacia la cama—, no te preocupes, que sus
heridas ya están cubiertas.
—Yo puedo cargarla sin problemas —reclamó
Noah al llegar junto a ellos.
—Yo soy más rápido —sonrió de medio lado
el vampiro al momento de quitar un poco de las cobijas que cubrían el malherido
cuerpo de la chica—. Además no soy el interesado en ella. —La tomó en sus
brazos, delicadamente, pero a la vista de los demás era como si hubiera tomado
una pluma. El peso de la chica no influía en lo más mínimo en la fuerza
sobrehumana que poseía—. Si me despejan el paso en unos segundos estaré en la
habitación.
Tía y sobrino se hicieron a un lado y el
vampiro salió a toda prisa en la dirección señalada, deteniéndose sólo para
abrir las puertas. Afortunadamente, el humano había dejado la entrada al lugar
de hierro despejado, así que se dejó caer hasta llegar frente a una cama que
tenían lista para la chica. Allí la depositó con cuidado, pero ésta no hizo
ningún gesto ni movimiento, ni siquiera en el trayecto agitado en los brazos
del ser.
—Apenas llegue ese estúpido le daré el
regaño de su vida —sonrió al ponerse de pie sin dejar de mirar a la medio
ángel.
A los pocos minutos Rachel se hizo
presente, Ethan se hizo a un lado y ella se instaló a armar unas agujas con
unos delgados y flexibles tubos para hacer el traspaso de sangre cuando llegara
Bastian.
—¿Dónde está el diario? —preguntó
observando a la mayor moverse de un lado a otro, dejando todo listo para la
llegada del vampiro.
—Aquí —respondió Noah entrando a la
habitación—. Lo estuve medio leyendo, tiene cosas bastante interesantes.
—¿Algo de cómo detener a Belial? —indagó
clavando su mirada en el humano que caminaba en dirección a una silla.
—Nada aún —suspiró al sentarse—. Pero creo
que más adelante sale algo, apenas estoy leyendo el principio. ¿Quieres echarle
un vistazo?
—Ahora no —contestó aguantando la
curiosidad—. Continúa leyendo y luego nos comentas. —Se giró a mirar a la mujer
que aún no paraba de moverse de un lado a otro—. ¿Hace cuánto se fue Bastian?
—No sé como a qué hora partió —respondió
sin detenerse—. Pero ha pasado bastante tiempo desde que se fue.
—¿Qué pasó con el sacerdote? —Volvió a
clavar su mirada en el chico.
—Está descansando en una de las
habitaciones —musitó pasando de página en página el cuaderno.
—¿Quieren que lo traiga? —preguntó
esperando un no como respuesta.
—No es necesario. —La voz de Rachel lo
tranquilizó—. Nosotros tampoco podemos quedarnos, no quiero que nadie esté
cerca cuando ella vuelva en sí.
—Entonces iré a esperar a Bastian —sonrió
mientras caminaba a la salida—. Si es que no necesitas algo más. —Volteó a
mirar a la mujer.
—Puedo sola con lo que queda —contestó sin
mirarlo, para no detenerse en lo que hacía.
Salió de la habitación y caminó rumbo a la
entrada de la posada. Allí se sentó a esperar al vampiro. Además, desde esa
posición podía percibir las esencias de los humanos, incluida Hayley, y del
sacerdote que se encontraba en algún lugar de la posada. En otras palabras,
tenía todo bajo su supervisión, sólo le faltaba el chico que había ido por
sangre. Frunció su ceño al recordar lo pasado entre él y la medio ángel.
Observó el cielo y supuso que el mediodía
estaba próximo, por la altura del sol que se dejaba ver a ratos entre las
nubes. Tranquilamente y con la mirada al frente continuó esperando. Hasta que
el atardecer trajo consigo a un agotado vampiro que cayó de rodillas al verlo,
se puso de pie instantáneamente y corrió a su encuentro, ayudándolo a
levantarse.
—Encontré de la que necesita —suspiró
pasando su brazo por el cuello de su tutor—. Dime que aún respira. —Bajó la
mirada, sabía que le esperaba un gran regaño.
—Antes de salir de la habitación —musitó
caminando con el chico casi a rastras—, aún lo hacía.
—Será mejor que me apure —susurró juntando
sus fuerzas para llegar al lugar en que había dejado a la chica.
—No están allá. —El mayor lo ayudó a
incorporarse—. Se fueron a la habitación bajo tierra. Y sí, tienes razón, es
mejor que te apures. —Agarró al chico y lo colgó en su espalda, en pocos
segundos ya se encontraban dentro del lugar cubierto de hierro.
Noah continuaba leyendo el diario cuando
entraron, mientras que Rachel había parado su caminar de un lado a otro para
sentarse junto a la chica. Una vez que Ethan dejó a Bastian en una silla, la
mujer se acercó y le pidió las bolsas con sangre. El chico se las entregó y
ella se apuró en ir a ponerlas para que el líquido rojo que tanto necesitaba
comenzara a pasar al cuerpo de la medio ángel que con cada minuto que pasaba su
condición empeoraba.
—Espero que con esto te recuperes —dijo la
mayor al momento en que el líquido empezaba a entrar a las venas de la chica.
El menor de los vampiros observaba con
atención todo lo que la mujer hacía, desde donde se encontraba sentado. Su
tutor se paró junto a él, le dio un golpe en el hombro y suspiró, intentando
que el chico se calmara y dejara de culparse.
—Ahora —rompió el silencio Ethan fijando
su vista en el humano con el cuaderno—, coméntanos lo que leíste.
—No mucho, a decir verdad —contestó
cerrando el diario—. Hasta ahora algo de la jerarquía angelical y lo que le
pasa a Hayley estos días.
—¿Sale cómo ayudarla en estos casos? —Se
apresuró en preguntar Bastian al escuchar aquello.
—Si saliera —sonrió con burla—, ella ya
estaría bien. —Frunció su ceño para mirar al vampiro, éste quitó su vista del
humano y la volvió a posar sobre la chica.
—Una sola pelea más entre los dos y les
juro que los mando de la mano al Infierno. —La amenaza del mayor de los
vampiros resonó en el lugar, los dos chicos bajaron la mirada y la mujer lo
observó con asombro—. Ahora, ¿nos explicas lo que leíste?
—Con gusto —respondió con algo de miedo en
la voz, Noah abrió el diario y comenzó a relatar todo lo que sabía.
Varias horas el humano estuvo contando con
lujo de detalles lo que había alcanzado a leer, todos escuchaban con atención
sus palabras, a pesar que no tuviera relación con la profecía. La chica
inconsciente lentamente comenzó a tomar color, Rachel a su lado se alivió y
suspiró tranquila, al igual que el vampiro menor, que a pesar de estar atento a
las palabras del humano, no perdía de vista a la medio ángel.
«…Belial
era el nombre del recién llegado y, junto a sus ocho legiones, se unió a la
guerra para volver a los Cielos. Pero no sólo fue a dar su apoyo, sino que
también era portador de las buenas nuevas: el ángel encargado de vigilar la
puerta del Infierno había sido derrotado.
Emocionados
marcharon rumbo a la salida de aquel lugar, a la cabeza ambos demonios con sus
rojos ojos relucientes, uno montado sobre la gran bestia alada y el otro
caminando a paso veloz. Una vez fueron compañeros en los Cielos y ahora también
lo eran en el Averno. Dos de los Arcángeles pertenecientes al Coro Angelical,
ambos bastante fuertes.
Sabían
muy bien que no les saldría fácil entrar a donde querían, pero estaban
dispuestos a cualquier cosa con tal de lograr su cometido. Así continuaron
avanzando, con una gran sonrisa en sus labios, una que fue borrada cuando
cruzaron la puerta y vieron a sus enemigos. Detuvieron su paso de pronto y
observaron con atención, esperando el momento preciso para atacar.
Millares
de ángeles era lo que tenían al frente, todos con sus ojos dorados y miradas
serias, dispuestos a morir con tal de cuidar su lugar de origen. Cien
arcángeles comandaban el ataque proveniente de los Cielos. Diez volaban sobre
los otros, ellos eran parte del Coro y sus rojos ojos brillaban observando todo
desde las alturas.
Dejaron
que todos los demonios salieran por la puerta y se formaran delante sus ojos,
esperando que sus hermanos caídos dieran el primer paso, y así fue; el que
montaba la bestia alada ordenó a una de sus legiones el primer ataque. Cientos
de demonios se lanzaron furiosos contra los ángeles y arcángeles que los
esperaban sin hacer el menor movimiento, quietos y tranquilos se quedaron hasta
que tuvieron a los seres de negros ojos frente a ellos, estos incrédulos se
detuvieron y observaron a sus enemigos con los ojos cerrados. Se carcajearon
por un rato, burlándose de aquellos que, según ellos, ansiaban morir y no
prestarían resistencia. Grande fue su error, una trompeta sonó desde las
alturas, era la señal que esperaban. De cada una de sus muñecas aparecieron sus
armas, dos finos y largos pedazos de hierro, con una forma de aguja. Eran parte
de ellos, al igual que sus alas y cuando eran necesarias las sacaban —no sé el
porqué ni cómo fueron puestas estás armas en ellos, sólo sé que Hayley también
las posee, tienen aproximadamente un metro de largo y es con lo único que
pueden matar a un ser de su raza, ya sea cualquiera de los pertenecientes a la
jerarquía—. Abrieron sus dorados ojos y los demonios retrocedieron unos pasos,
temerosos. Rápidamente los ángeles se abalanzaron sobre ellos, agarrándolos y
enterrándoles las armas en el cuello, en el estómago o en el corazón, acabando
con los que una vez fueron sus compañeros en las alturas. Todos los de negros
ojos cayeron, ninguno de los que tenían mirada dorada fue vencido, continuaron
de pie, esperando el siguiente ataque.
Aquellas
finas y largas agujas de hierro forjadas de tal manera que parecen plateadas,
son otras de las cosas que pierden al caer y a la vez, ese material se
transforma en una debilidad para los demonios, ya que al perder lo que era
parte de ellos, su cuerpo reacciona con un rechazo cuando siente que lo perdido
se aproxima.
Belial,
enfurecido, dio órdenes que tres legiones fueran contra los ángeles, estos
esperaban con total tranquilidad que las tropas enemigas llegaran. Más fieros
que los anteriores, se lanzaron sin miedo contra sus rivales, varios cayeron
instantáneamente, mientras que otros lucharon unos minutos, intentando golpear
a algún ángel, pero todo era en vano, nada les hacía daño.
Una segunda orden fue dada, los de ojos
grises verduzcos se hicieron presentes en el campo de batalla cuando quedaban
pocos demonios de clase baja, ellos aparecieron demostrando su gran poder. Uno
de ellos tomó a un ángel y le quitó sus armas, el de dorados ojos continuó
peleando, pero el demonio con un rápido movimiento le enterró una de aquellas
agujas en el corazón, provocándole la muerte. Todo se detuvo por unos momentos,
el demonio soltó los pedazos de hierro y dio un grito eufórico mientras tomaba
el cuerpo sin vida de su rival y lo lanzaba contra los de su especie. Estos
sorprendidos bajaron la guardia, fue el momento que los de ojos negros y grises verduzcos aprovecharon
para atacar, aguantando todo el dolor que sentían al tocar el hierro,
arrancaron las armas de varios ángeles y lentamente comenzaron a caer frente a
las miradas indiferentes de quienes se mantenían suspendidos en el aire.
De
ambos lados disminuían los números, pero los demonios seguían cayendo más
rápido. Entonces el de rojos ojos que se mantenía calmado sobre su bestia,
ordenó que todos las legiones marcharan de una vez y acabaran con todos sus
enemigos, y así lo hicieron, corrieron gritando en el nombre de su amo hasta
chocar con sus rivales, imitando a los que antes había peleado.
Los ojos negros, azules oscuros y grises
verduzcos brillaban en el campo de batalla, al ver disminuir con facilidad el
número de sus enemigos, pero aún ningún arcángel había llegado a pelear. Otra
trompeta resonó en las alturas, diferente a la anterior, con más fuerza y
poder. Una fuerte ráfaga recorrió el campo de batalla y los cien de grises ojos
se hicieron presentes, adelantándose a los ángeles y situándose frente a los
demonios. No necesitaron otra señal, simplemente atacaron, acabando con todo a
su paso. Los de dorados ojos dieron unos pasos hacia atrás, bien sabían que
cuando los arcángeles entraban, ellos debían retroceder.
Lentamente
el suelo comenzó a adornarse de un negro y viscoso líquido, era los restos de
los demonios que al morir y no tener un cuerpo físico, se reducen a eso. Al
igual que el de los ángeles muertos, pero estos eran blancos.
El
dueño de la bestia al ver que su sueño se convertía en aquel líquido, voló con
su criatura y derribó a varios arcángeles, pero estos no mueren, aunque sí
reciben heridas que los dejan fuera de batalla. Sonrió y se lanzó nuevamente
contra ellos y unos pocos ángeles que se encontraban en las cercanías, pero
esta vez no logró agarrar ninguno. Uno de los que se mantenían suspendidos en
el aire bajó a toda velocidad y con su lanza dorada lo envió lejos junto a su
bestia. El otro demonio de rojos ojos, al ver todo lo que pasaba, enfurecido
corrió al campo de batalla y peleó contra los arcángeles, logrando vencer a
varios.
De
un momento a otro los de grises ojos y los demonios quedaron igualados en
número, se detuvieron y se miraron por unos minutos, mientras la batalla
principal se llevaba a cabo a unos metros de ellos, donde un ser montando en
una bestia, peleaba con un arcángel perteneciente al Coro. Ambos con sus rojos
ojos centelleantes y sus lanzas deseosas por esparcir la sangre de su
contrincante.
Flotaban
en el aire con tal rapidez que a veces sólo se veían las luces provocadas por
el choque de los metales en que estaban forjadas sus armas. De pronto la bestia
cayó, golpeando con fuerza el suelo, el demonio salió disparado unos metros
lejos. Seguido de eso, el arcángel descendió con suavidad hasta posar con
delicadeza sus pies sobre la tierra.
Caminó
con paso decidido hasta llegar al que una vez fue su hermano y lo tomó del
cabello. Lo arrastró hasta dejarlo sobre su bestia, montándola como siempre lo
hacía desde que consiguió domarla, y con su poder mental los levantó,
posicionándolos de tal manera que parecía que el animal seguía con vida, fiero
y amenazante con su jinete en la espalda. Unas palabras pronunció el de alas
blancas y toda la figura que tenía en frente se volvió de piedra. Se giró para
clavar sus amenazantes ojos en el otro demonio de rojos ojos, éste no se dejó
intimidar y caminó hacia su oponente decidido a acabar con él.
Pero
el arcángel tenía otros planes, y con un parpadeó envió a todos los demonios
que quedaban —con excepción de Belial—, dentro del Infierno. Mientras que a los
ángeles y arcángeles los mandó de vuelta a los Cielos, miró a sus semejantes en
las alturas y estos desaparecieron segundos después. El demonio sorprendido se
limitó a sonreír.
—He
aquí el límite que ustedes nunca cruzarán —habló con voz clara y profunda a la
vez que señalaba la enorme estatua de piedra, recién creada, con su lanza.
—Ustedes
no pueden delimitar nada —sonrió con burla—. No son Él para hacerlo.
—Tienes
razón —contestó sin mostrar en su mirada algo más que seriedad—. No puedo
ponerles un límite, pero sí tengo el derecho de crear una barrera. —Los ojos
del demonio demostraron miedo—. Escucha bien esto, porque te he elegido para
que seas quien lo mencione a tus hermanos. Bajo la palabra de mi Padre, hoy
decreto que ustedes no podrán volver a pisar los Cielos, a no ser que nazca un
ser engendrado por dos creaturas de las Tinieblas y que sea completamente
humano. —Belial abrió sus ojos a más no poder—. Quien será el encargado de
cuidar y proteger que la puerta no sea cruzada por ustedes. Y, a la vez, nazca
un ser mitad ángel y mitad humano quien ayudará a los de tu raza.
—¡Eso
es imposible! —gritó con furia mirando al arcángel que no demostró nada en su
rostro—. ¡Un ángel jamás podrá engendrar, ellos no tienen sexo, y qué decir de
las creaturas de las Tinieblas, al igual que los otros tampoco pueden tener
descendencia! ¡No puedes hacer esto!
—Lo
pronuncié bajo palabra de mi Padre, una vez hecho, no se puede disolver. —El
demonio soltó un grito que hizo temblar el suelo.
—¡Te
maldigo a ti, y a todos los de tu especie! —Se dejó caer de rodillas mirando al
arcángel—. ¡Y también lo maldigo a Él! —Fue lo último que alcanzó a decir,
antes que una inmensa luz cubriera todo.
Inconsciente
fue dejado en el Infierno, cuando despertó relató lo que el arcángel había
hecho, llamándola como “La Profecía del Ángel y el Príncipe de las Tinieblas”,
un nombre bastante largo que terminó siendo reducido a algo tan simple como “La
Profecía”. Cuentan que juró hacer todo lo posible por encontrar la manera de
lograr que aquellos dos seres nacieran, sin importarle cuales fueran las
consecuencias, y lo hizo.
Pero
un pequeño detalle se le olvidó, uno mencionado por uno de los ángeles cuando
me contaban todo esto. Ambas creaturas —medio ángel y el ser de las Tinieblas—,
poseen el libre albedrío, si ellos no quisieran formar parte de aquella
batalla, él no puede hacer nada para obligarlos. Al igual que son libres para
elegir si pelear entre ellos o luchar juntos para acabar con quien hizo todo lo
posible porque nacieran. Aunque esté dicho que mitad ángel y vampiro sean
enemigos a muerte.».
* * * * *
Un humano se paseaba con total
tranquilidad por las cercanías de donde regía Charrsk, sacó de sus muñecas dos largas, finas y filosas agujas
hechas de hierro y se las enterró al ángel que cuidaba una enorme puerta, el
ser alado cayó sin vida inmediatamente.
Abrió la puerta y sonrió.
—El valiente caballero llegó. —Dejó ver
sus rojos ojos relucientes en la oscuridad del lugar.
—Y el ángel que fue castigado y condenado
por traición, te esperó por todos estos años. —Los dorados ojos del ser
centellearon junto al demonio.
—Te conseguí otro cuerpo —susurró quitando
con su mente las gruesas cadenas que afirmaban manos y pies de la creatura—.
Pero de chica.
—Tantos años como mujer —sonrió al verse
libre—. No podría acostumbrarme a uno de hombre.
—A parte de eso —dijo tomando al débil ser
en sus brazos—. No me acostumbraría a besar a un hombre.
Con la velocidad de un parpadeo,
desaparecieron del lugar, dejando en su paso a un ángel muerto y un alma que
quedó sin cuerpo, ya que un mensajero de Dios traicionero decidió ocuparlo como
envase.
En la gran puerta al Infierno esperaban
cuatro demonios de negros ojos. Acababan de llegar del encargo al que habían
sido mandados, y junto a ellos reposaba un cuerpo sin vida de una chica de buen
ver. El demonio de rojos ojos les ordenó aquello y sin oponerse las dictaciones
de su amo, se apresuraron en traer lo pedido.
Algunas horas después lo vieron aparecer
en frente, con un bulto que resplandecía en su espalda, traía a un ángel.
—No está nada mal ese cuerpo —sonrió
mirando lo que se encontraba en el suelo, dejando al ser que traía de pie
apoyado en él—. ¿Qué te parece?
—Me agrada —respondió entrando en el
envase, minutos después el cuerpo sin vida se levantó y se tambaleó un poco—.
Creo que perdí la costumbre —sonrió dejándose caer sobre los brazos del
demonio.
—No te preocupes, tengo que volver a la
Tierra por un asunto pendiente con una vampiro —sonrió de medio lado
sosteniendo a la chica—. Tendrás algunos días para acostumbrarte nuevamente a
un cuerpo de humano.
—No te tardes mucho, tenemos cosas
pendientes —suspiró soltándolo y parándose sola, mordió su labio inferior y lo
observó con lujuria en sus dorados ojos.
—Volveré pronto —susurró con una sonrisa—.
Ustedes cuídenla —ordenó a los demonios que asintieron haciendo una
reverencia—. Práctica con tu nuevo cuerpo, que pronto pelearemos —musitó antes
de desaparecer.
—Como digas, Belial —contestó, a pesar que
el mencionado ya no se encontraba cerca.
*
* * * *
Con una sonrisa, casi de oreja a oreja,
avanzaba a gran velocidad una chica de negra cabellera. No podía ocultar su
felicidad, Ethan le había revelado información importante, además de haberse
vengando de la humana que se había atrevido a tocar a Bastian. Cuando el
demonio supiera lo que hizo, la felicitaría de tal manera, que la sentaría
inmediatamente a su lado —si fuera posible—, en los Cielos.
El amanecer comenzaba a aparecer, varias
horas habían pasado desde la pelea y la vampiro llegaba frente a una puerta. Dentro
estaban sentados dos demonios sin nada que hacer, discutiendo por la suerte del
menor de sus hermanos y esperando el momento para la venganza.
—¿Aún por aquí? —Sonrió al girar la
manilla y entrar—. ¿Les dijo Belial dónde nos juntaríamos?
—No lo mencionó —respondió el mayor
posando sus azules ojos en la recién llegada—. Supongo que tú no tienes idea
del lugar.
—No lo sé —suspiró frunciendo su ceño—.
Esperaba que ustedes me dijeran algo.
—¿Qué pasó con la chica? —preguntó con una
media sonrisa.
—Eso sólo se lo contestaré a Belial
—musitó dejándose caer sobre un sillón viejo y desgastado, cerró los ojos y
esperó.
Los demonios la observaron sin darle
importancia, poco les interesaba la vida de aquella vampiro. Lo único que
querían era que los llevara con Bastian, pero ni eso pudo hacer. Luego de unos
minutos imitaron lo que la chica hacía y esperaron. Bien sabían que no podían
rastrear a Bastian, aunque tenían muy claro que el chico no se quedaría
tranquilo sabiendo que ellos volvieron a la Tierra, él no descansaría hasta
mandarlos de vuelta, y si ellos no pueden encontrarlo, el vampiro sí, ¿para qué
buscar algo que llegará en cualquier momento?
Así continuaron, sin hacer nada, en
completo silencio hasta que la tarde comenzó a caer y la puerta se abrió de par
en par con un fuerte golpe.
—Espero que el vampiro ya forme parte del
grupo —susurró frunciendo el ceño y mirando a los demonios—. Como también
pretendo escuchar toda la vida de la chica, desde su nacimiento hasta el día de
hoy. —Clavó sus ojos en la vampiro.
—Bastian no desea participar en la guerra
—respondió Seth poniéndose de pie—. Pero no te preocupes, que hará lo que
quieras, eso te lo aseguro.
—Me hubiera encantado saber que ya estaba
de mi lado —musitó sin perder de vista a la vampiro, con su mente escudriñaba
hasta el último rincón de sus pensamientos—. Ahora iremos a darle una visita,
así que prepárense.
—Como ordenes —contestó el de ojos azules
haciéndole una seña a su hermana para que salieran de la cabaña, ésta lo siguió
inmediatamente.
—¿Qué cuentas, Janice? —Sonrió con malicia
acercándose a la chica que se ponía de pie.
—Tengo una noticia que te encantará —dijo
sonriendo de felicidad—. Encontré a la chica y le di su merecido, supe de buena
fuente que…
No alcanzó a terminar de hablar cuando un
fuerte golpe en la cara la mandó contra la pared, rompiéndole el labio
superior.
—¡Te dije que no la golpearas! —gritó con
furia el demonio—. ¿Buena fuente? —preguntó caminando hacia la asustada
vampiro—. ¿Olvidas que puedo leer tu estúpida mente?
—Yo… —susurró en un hilo de voz.
—¡Silencio! —La interrumpió—. No he pedido
tu opinión. —Sus rojos ojos se hicieron presentes, a la vez que la chica se
levantaba arrastrando su espalda contra la pared—. La chica a la que golpeaste
se llama Hayley Marshall, ¿verdad?
—Sí —contestó temerosa por lo que pudiera
pasar.
—Ella es el ángel que se unirá a mí, la
que se convertirá en nuestra líder. —Su enojada voz comenzaba a elevarse de a
poco, mientras el cuello de la vampiro se apretaba—. Caíste en una trampa de tu
adorado Ethan. —La alzó y arrojó contra otra de las paredes de la cabaña,
rompiendo todo a su paso, la chica fue a dar fuera de la vivienda—. Pero lo que
me molesta es que desobedeciste. Te di instrucciones de no golpearla. —Salió de
la cabaña por entre los escombros y elevó a la chica del cuello con su mano—, y
no, tú fuiste con toda la intención de acabar con ella por quitarte a Bastian,
¡a quién tampoco controlas! —El demonio soltó toda su furia arrojando a la
vampiro contra el suelo, ésta dio un grito de dolor que estremeció a los
demonios que se encontraban cerca—. ¿No podías simplemente traerla a mí? —Se
arrodilló frente al ser que tenía la cabeza rota y magulladuras en todo el
cuerpo—. Te di cinco días, que terminaron siendo seis, se te acabó el plazo. —La
tomó de su negra cabellera y la observó con una sonrisa, la chica lo miró
horrorizada, ése sería su fin. Pero algo lo detuvo antes de quebrarle el
cuello—. ¿La dejaste malherida?
—Apenas respiraba —contestó con dificultad
y temerosa.
El demonio la soltó y se puso de pie, le
dio la espalda y caminó hacia los de su misma especie.
—Donde esté la ángel, estará Bastian —les
dijo con una sonrisa—. Y ella nos guiará. —Miró a la moribunda Janice—. Y algo
me dice que todo saldrá más fácil de lo que esperaba —sonrió con malicia
volviendo a tomar a la vampiro con su poder mental y dejarla frente a él—.
Espero que me disculpes —musitó con sarcasmo—, pero ya sabes que me molesta la
desobediencia, y más cuando son cosas tan importantes como éstas. Aunque, si no
fuera por ti —acarició el lastimado rostro de la morena—, no me habría dado
cuenta de la debilidad oculta de Hayley. Ahora necesito que encuentres su
rastro y nos guíes donde ella.
—Dame unos minutos y sabrás el lugar exacto
donde está —respondió tratando de sonreír, pero los cortes en su cara y labios
no le permitieron hacerlo.
Husmeó el aire con dificultad, su nariz
sangraba y los olores se mezclaban. Los demonios, a su lado, la miraban
impacientes. El de rojos ojos quería encontrar a la medio ángel lo más pronto
posible, y los otros dos lo único que deseaban era venganza contra el vampiro.
Pasó su mano con suavidad por su nariz y
quitó algo de la sangre, volvió a olfatear. Esta vez encontró lo que buscaba,
sonrió con dificultad y clavó su vista en el de rojos ojos, este no necesitó
que hablara, su mente ya había leído y la dirección que necesitaba se
encontraba en su cabeza. Tomó a la vampiro y la dejó sobre su espalda.
—Síganme —ordenó a los otros dos, antes de
dar un salto y avanzar a toda velocidad, la noche comenzaba a caer.
Los que en su anterior vida habían sido
hábiles bebedores de sangre, volvieron sus negros ojos y siguieron a Belial, ya
sabían lo que pasaba cuando lo desobedecían y no estaban dispuestos a
enfrentarse a un enojado demonio de ojos rojos.
*
* * * *
Cerró el cuaderno al momento que dejó de
leer, su garganta estaba algo seca, había leído sin parar en voz alta un gran
número de palabras y apenas asimilaba la información entregada. Suspiró y miró
a los demás, el vampiro de grises ojos lo miraba con atención, parecía que su
mente viajaba lejos de allí. Su tía, tomada de la mano de Hayley, observaba un
punto en el suelo, sin prestar atención a algo más. El otro se había puesto de
pie y caminaba de un lado a otro en la habitación.
—No dejaré que toques un cabello de Hayley.
—Se atrevió a decir frunciendo el ceño y mirando al chico que no dejaba de
moverse.
—No tengo pensado hacerlo —musitó clavando
su fría mirada en el humano—. Y ella tampoco desea formar parte de esa estúpida
profecía.
—Explícame algo. —La voz de Ethan sonó con
poder y sus ojos reflejaron el cuerpo de la humana—. ¿El padre de Hayley
hablaba con ángeles?
—Según lo que leyó Noah —contestó devolviéndole
la mirada al vampiro—, sí lo hacía.
—¿No sabes nada de eso? —preguntó algo
molesto.
—No, claro que no —respondió elevando un
poco su voz, estaba tan atónita como ellos y aun así el vampiro se atrevía a
tratarla como una mentirosa—. Apenas sabía que Hayley es mitad ángel. Evans
siempre fue bastante cerrado con sus cosas, y todo lo que averiguaba lo anotaba
en el cuaderno, uno que ni siquiera mi esposo pudo mirar.
El de ojos miel golpeó con tal fuerza una
de las paredes que por poco y la triza. Todas las miradas se clavaron en él,
alivianando un poco la tensión del momento.
—Mataré a ese demonio. —Soltó con rabia e
ira mientras sus ojos se volvían negros—. Lo haré, aunque eso signifique que
ella me odie por no cumplir con su venganza.
—No podrás solo. —El mayor frunció el ceño
y suspiró al mirarlo—. Creo que es mejor esperar que la chica vuelva a ser un
ángel, buscar al demonio y acabarlo entre todos. Bien dice en el diario que
ustedes no necesariamente deben ser enemigos.
—¿Por qué no vamos y le preguntamos más
datos a Richard? —interrumpió Noah mirando a ambos vampiros—. Por lo que vi,
cuando lo fuimos a buscar, él sabe algo.
—Es una buena idea —añadió Rachel soltando
la mano de Hayley y quitando la aguja que le transportaba el líquido rojo—. Ya
recuperó bastante sangre, ahora es mejor que descanse. En pocas horas volverá a
su estado normal y nosotros no debemos estar cerca.
—Vayan ustedes —se apresuró en decir
Bastian, apretando sus puños y volviendo sus ojos a la normalidad—. Yo me
quedaré aquí, a esperar que despierte.
—¡Estás loco! —exclamó la mujer dejando
caer los utensilios médicos—. ¿Acaso no escuchaste cuando dije lo que le sucede
cuando su parte de ángel vuelve?
—Sí, escuché y muy bien —susurró mirando a
quien le hablaba—. Aun así no me alejaré de su lado.
—No sabes cómo reaccionará. —Ethan se
acercó y tomó de su brazo, jalándolo con fuerza hacia atrás ya que el chico se
dirigía a la medio ángel—. ¿Quieres morir?
—Ni siquiera eso me tienen permitido hacer
—dijo con burla soltándose del agarre—. ¿Qué no se dan cuenta? Nosotros no
somos más que unas marionetas en un plan creado por dos miserables seres, un
demonio y un arcángel. —Frunció su ceño y sus ojos reflejaron odio—.
Respondiendo a la pregunta que hiciste hace rato, sí, el cazador mantenía
tratos con ángeles, él fue quien me dijo que los tales ellos no dejarían que yo muriera, aquel día cuando fui convertido.
—Pero en tus manos está la oportunidad de
elegir. —Ethan lo miró con reproche.
—¡¿Elegir qué?! —gritó mirando a quien
tenía al frente directo a los ojos grises—. ¿Elegir como va a ser mi pelea con
ella o cómo quiero que acabe conmigo? El demonio hizo todo, todo lo posible
porque nosotros naciéramos y aquí estamos. Ni siquiera sé si aquel día, cuando
éramos niños, nos encontramos de casualidad o esos seres prepararon todo para
que nos conociéramos —musitó con algo de melancolía—. Hazte a un lado.
—No permitiré que te quedes aquí —contestó
sin dejar de mirarlo a los ojos, unos fieros y amenazantes, que él conocía a la
perfección—. No mientras sepa que te puede hacer daño.
—Hazte a un lado —susurró bajando la
mirada y apretando sus puños, el mayor no hizo movimiento alguno—. ¡Hazte a un
lado! —gritó dándole un empujón a quien tenía al frente, alejándolo de él.
Noah se puso de pie lo más rápido que
pudo, Rachel se acercó para intentar calmarlos, lo que menos podían hacer en
ese instante era pelear, pero el vampiro menor estaba fuera de sí.
—Tendrás que darme un golpe más duro que
ése —sonrió Ethan volviendo sus ojos negros y poniéndose frente a Bastian.
El menor volvió a empujarlo, pero esta vez
el de gris mirada lo detuvo, enviándolo contra la pared, provocando que el
chico se golpeara en la espalda. Cayó sentándose en el suelo, con la mirada
baja, perdida en un punto invisible, el mayor mostró nuevamente sus ojos
normales y miró a los humanos.
—¿Me pueden dejar con él a solas un
momento, por favor? —Rachel le regaló una mirada de desapruebo—. No le pasará
nada a la chica, te lo prometo —intentó
tranquilizarla.
Tía y sobrino salieron del recinto y
esperaron afuera, junto a los libros.
—No quiero pelear con ella —susurró
Bastian desde el suelo—. No quiero.
—No tienes por qué hacerlo. —La voz dura
del mayor sonó con fuerza—. Estás dejando que te domine la ira, es mejor que te
calmes y pienses bien las cosas.
—Me matará con facilidad —musitó en un
hilo de voz, levantó la mirada y la fijó en su tutor, mostrándole unos ojos
vidriosos que aguantaban derramar algunas lágrimas.
—No digas estupideces —le respondió a modo
de regaño—. No eres débil, bebiste mucha sangre de demonio, eso te hace más
poderoso que un vampiro común.
—No lo digo por eso —dijo con suave voz—.
No opondré resistencia a su ataque.
—Si no lo haces, lo haré yo. —Levantó al
chico del cuello de la chaqueta—. No dejaré que los Cielos, o lo que sea a
donde se van las supuestas buenas almas, se llene de demonios.
—¿Para qué pelear por un lugar dónde sabes
que no irás? —preguntó al momento que una lágrima rodaba por su mejilla
derecha.
—Porque allá están personas que fueron
importantes para mí —contestó con algo de enojo—. Hace sólo unos minutos
dijiste que matarías al demonio, ¿cómo pretendes hacerlo? ¿Muerto? Ustedes dos
son los únicos que pueden detener sus planes. ¡¿Acaso no quieres detenerlo, o
prefieres seguir siendo su estúpida marioneta?! —gritó soltando al chico—.
Estoy seguro que ella me apoyará, sólo le importa acabar con el demonio, los
planes de liderar aquella guerra no están en su mente.
—No quiero perderla —musitó dejando salir
todas las gotas saladas de sus ojos—. No quiero.
—No lo harás. —Ethan calmó su ser para
tranquilizar al chico—. Pero, para eso, debes pelear contra el demonio y acabar
de una vez con sus trucos para volver a los Cielos, es el único camino que
tienes para ser libre, tanto tú como ella.
Bastian limpió su cara, secando cada una
de las lágrimas derramadas, y fijó su vista en la gris de su amigo, éste dejó
ver una mirada con algo de compasión por quien tenía al frente.
—Sólo quiero estar unos momentos con ella
—susurró a modo de súplica—. Saldré antes que su parte de ángel vuelva.
—Está bien —contestó con resignación, para
que él llorara, la chica debía importarle mucho. Sabía muy bien la historia del
chico, y nunca lo había visto derramar una lágrima como las de ese momento.
Realmente le dolía lo que pasaba.
Dio la media vuelta y caminó a la salida
de la habitación, en dirección a donde los otros humanos esperaban. Abrió la
compuerta y salió, Rachel se levantó de la silla, en la cual estaba sentada, en
el acto. Noah continuó parado con los brazos cruzados cerca de su tía.
—¿Dejaste que se quedara? —preguntó algo
alterada la mujer.
—Saldrá antes que la chica se convierta
—contestó con el ceño fruncido, aquello no le gustaba, al igual que a la dueña
de casa.
—¿Cómo sabrá el momento en que debe salir?
—Su voz sonó a preocupación.
—En peores se ha visto —sonrió de medio
lado recordando algunas de las cosas realizadas por el chico—. No te preocupes,
a ninguno le pasará algo. ¿Vamos a hablar con el sacerdote?
—Ha de estar durmiendo —comentó el chico
que se había mantenido tranquilo y en silencio.
—Me apunto para despertarlo. —Miró al
chico reflejando algo de maldad en sus ojos.
—Vamos a ver que le sacamos. —Rachel
comenzó a caminar a la salida—. Si sabe algo, con un poco que preguntemos dirá
muchas cosas.
Los tres caminaron hacia la posada,
dejando a la medio ángel y al vampiro solos en aquel lugar.
En el interior de la habitación de hierro,
el chico se había acercado a donde reposaba el ser destinado a ser su enemigo.
La observaba con preocupación mientras pasaba con suavidad sus dedos por el
brazo descubierto de ella, donde hace unos momentos tenía la aguja que le
permitía obtener sangre. Se arrodilló frente a la cama, a la altura de la
cabeza de la chica y besó su frente. Por suerte ya había recuperado gran parte
de su color y se encontraba a salvo. Tomó su mano entre las suyas y sonrió
porque en ese momento fuera una humana por completo, así su sangre de ángel no
lo quemaría.
—Perdóname —musitó pasando con delicadeza
sus dedos por el rostro de la chica—. No pude detenerme. —Se levantó y acostó
junto a ella, rodeándola con sus brazos, de manera que quedara apoyada en su
pecho—. No me interesa lo que digan de estar lejos de ti cuando vuelvas a ser
tú, no me iré a ningún lado, aquí me quedaré hasta que despiertes y pueda
volver a verte. —La abrazó con fuerza, inhalando todo el aroma que despedía su
cuerpo y cerró los ojos.
Así se quedaron, Hayley aún no
reaccionaba, pero ya no había rastro de lo que era el día anterior, la vida
volvió a ella. Bastian sólo aprovechaba de tenerla junto a él todo el tiempo posible,
tenía un presentimiento y no le gustaba nada.
Comenzaron a pasar los minutos y horas, el
tiempo se había perdido para ellos, pero los que se encontraban afuera, sabían
que ya pasaba del medio día y que en cualquier momento la chica volvería.
—Con que aquí te escondes, Hayley —sonrió
de medio lado un chico de azules ojos al momento de dejarse caer con una mujer
colgando de su cuello, la soltó bruscamente, ésta cayó al suelo—. Hay unos
humanos en el interior de la casa —dijo mirando a su alrededor—. La chica a
quien busco está en la bodega, junto a un vampiro. —Miró a la que se encontraba
en el piso—, pero no te preocupes, otro está dentro de la posada.
—¿Cuáles son tus órdenes? —preguntó un
demonio que llegaba a su lado.
—Encárguense de humanos y los vampiros. —Los
miró seriamente—. Yo iré por la chica, ya que el lugar está completamente
rodeado de hierro, para ustedes es imposible pisarlo.
—¿Yo qué hago? —consultó la que aún se
encontraba en el suelo.
—¿Tú? —Se giró para mirarla con burla—. Tú
dedícate a observar cómo acabamos con tu querido Ethan, y a la vez, puedes
mirar y aprender como debiste controlar a Bastian. Ya no me sirves de nada. —Le
dio la espalda y caminó en dirección a la bodega.
—Si prefieres —susurró cerca de su oído la
única demonio del grupo—, puedo quebrar tu cuello para que no veas nada de eso
—sonrió burlescamente.
Una fuerte ráfaga de viento pasó cerca de
ellas, impulsando con fuerza a la demonio que salió disparada varios metros en
el aire hasta caer sobre uno de los autos olvidados de Rachel.
*
* * * *
Se encontraban sacándole información a
Richard, y tal como lo mencionó la dueña del local, sólo bastaba con unas pocas
amenazas de su parte para que comenzara a hablar. Lamentablemente por ellos, lo
que les reveló era lo mismo descrito en el diario.
El vampiro, apoyado en el umbral de la
puerta con los brazos cruzados, frunció su ceño y clavó su mirada a la salida,
algo poderoso se acercaba, junto a dos demonios y uno de su misma especie. Se
puso alerta y dio un paso al frente, en dirección a la puerta, se giró para
mirar a los humanos.
—Un demonio poderoso se acerca —susurró
mirando a la mujer, ésta abrió los ojos asombrada—. Quédense aquí y cuiden al
sacerdote, saldré y veré qué quieren.
Los humanos obedecieron y el vampiro salió
velozmente del lugar, justo en el momento que la demonio le susurraba una
posible muerte a Janice. No permitiría eso, si había alguien que debía acabar
con ella, era Bastian, o en otro caso Hayley. Avanzó con gran velocidad,
tomando a la demonio por sorpresa de un brazo y lanzándola sobre uno de los
autos estacionados unos metros del lugar.
—Creo que tu muerte está en otras manos
—sonrió cambiando sus grises ojos a unos negros, mientras miraba a la chica en
el suelo—. Voy a divertirme un rato.
—Gracias —logró articular en un hilo de
voz, mirando la espalda de quien había sido su salvador.
Se puso de pie rápidamente, no sin antes
dejar a la medio ángel acostada tranquilamente. Su mal presentimiento se hacía
realidad, Belial estaba afuera acompañado de dos demonios y un vampiro. Frunció
su ceño y apretó sus puños, habían interrumpido su comodidad.
Avanzó a grandes pasos por la escalera,
cerró bien la compuerta, no dejaría que nadie se acercara, y corrió por la
habitación de los libros. Giró la manilla y se encontró de frente con el de
rojos ojos, que sonreía de medio lado.
—Bastian —suspiró burlonamente—. ¿Escondes
algo?
—¡Claro! —exclamó con efusividad—. Esto. —Frunció
su ceño y le dio un golpe en el estómago al demonio, alejándolo de la puerta.
Observó a su alrededor, un poco más lejos
y junto a una vampiro en el suelo, estaba su primo mirándolo con el ceño
fruncido. Janice se encontraba malherida, no le importó y fijó vista en
dirección a la cual observaba la mujer. A lo lejos y sobre un auto, su prima se
levantaba, mostrando en sus negros ojos furia contra quien se acercaba, Ethan
la había golpeado.
—¿Dónde está Hayley? —preguntó levantando
la cabeza a la vez que sonreía, esos golpes no le hacían nada, y aunque el
chico lo sabía, lo que le importaba era alejarlo.
—No quiere verte —contestó con burla—.
Cualquier cosa que le tengas que decir, yo se lo diré.
—¿Desde cuándo eres secretaria? —Se
carcajeó mostrando sus rojos ojos.
—Desde que apareciste en nuestras vidas
—respondió sin importarle las palabras del demonio.
—No juegues conmigo, Bastian —sonrió de
mala gana, el vampiro lo estaba desesperando—. Puedo acabarte en sólo unos
segundos.
—Inténtalo —amenazó poniendo sus ojos
negros y enseñándole los colmillos.
—Me encantaría —contestó a la vez que sus
ojos volvían a ser azules—. Pero me gustaría más que tú, junto con la ángel, me
ayudaran en mi pequeña travesía a los Cielos.
—Lamentablemente por ti —sonrió sin
ocultar lo que era—, ni ella ni yo tenemos en nuestros planes ayudarte.
—Tal vez cambie de opinión con lo que
vengo a decirle. —Su mirada se puso seria—. ¿Me dejas verla?
—Ya te dije que ella no quiere verte —suspiró
con resignación.
—¿Será acaso que lo dicho por esa vampiro
es verdad? —preguntó de forma burlona—. ¿La chica está herida?
—¡Oh, no, claro que no! —Se apresuró en
contestar con una sonrisa fingida—. Ella se encuentra en perfectas condiciones
—mintió, reflejando en sus ojos verdad—. Simplemente está cansada de todo esto
y no quiere volver a saber del tema.
—Veo que tu único deseo es morir —dijo
mirándolo a los ojos—. Por suerte para ti, y creo que es algo que sabes muy
bien, yo no puedo matarte. No aquí, pero sí cuando llegue el día —sonrió con
malicia—. A no ser que ella se adelante y te acabe con sus propias manos,
porque a pesar de todo lo que digas, yo sé que su lugar está junto a mí y me
ayudará a volver al sitio de donde caí.
—Puede que todo lo mencionado por ti se
haga realidad —susurró sin dejar de mirarlo—. Como también las cosas pueden
tomar otro rumbo, y en vez de volver a los Cielos, te quedes en el Infierno
eternamente y sin poder salir jamás.
—Con ella a mi lado triunfaré —se carcajeó
de buena manera—, eso tenlo por seguro. Pero ahora, déjame pasar que debo
hablarle.
—Si quieres hacerlo. —Sus ojos se
volvieron amenazantes—, tendrás que pasar sobre mí.
—Estoy cansado de estos jueguitos tontos
—suspiró volviendo sus ojos rojos—, pero si es lo que quieres, adelante.
Levantó al vampiro unos metros en el aire
y lo arrojó contra la posada. Los que se encontraban en el interior dieron un
salto de la sorpresa y el miedo, se apresuraron a salir por atrás, su idea era
entrar por unas de las ventanas a la habitación superior de donde se encontraba
Hayley, allí estarían seguros. El único problema era que tenían que cargar con
el sacerdote malherido.
*
* * * *
La chica de ojos violeta se puso de pie, y
de un salto llegó frente al vampiro que la esperaba con sus ojos negros y
brillante dentadura. Lo observó con cuidado, había oído hablar de él en más de
una ocasión, y también lo conocía de vista. Pero nunca tuvo la oportunidad de
tenerlo tan cerca, sonrió para sí y lamió su labio inferior; sus ojos se
volvieron negros.
—Al fin algo de diversión —susurró a la
vez que se lanzaba sobre quien la había golpeado.
—Lo mismo digo —sonrió al verla cerca.
La demonio atacó con su puño cerrado
directo a la cara del vampiro, éste recibió el golpe sin oponer resistencia,
provocando que su cara se volteara. Aun así, la sonrisa dibujada en su rostro
no se borró. Tomó de los brazos a la mujer y le dio un cabezazo, la soltó y la
observó tambalearse de un lado a otro.
—¿Tu hermano vendrá a defenderte? —Se
burló al recordar lo unidos que eran los primos de Bastian.
—¡Por favor! —exclamó con burla al
incorporarse—. Yo sola puedo con alguien tan poca cosa como tú.
—Ya lo veremos —susurró pasando su mano
con suavidad sobre su mentón—. Esta vez la frase si le queda, pegas como niña.
Se carcajeó provocando ira en la demonio
que mostraba sus negros ojos con furia. Eso era lo que quería, diversión de la
buena, de nada le servía un simple jueguito como el que habían tenido hace unos
días en la iglesia. Ahora sería diferente.
Dio un salto con rapidez hasta quedar
frente a la demonio, a pocos centímetros de su cuerpo, le sonrió con malicia y
ésta intentó dar un paso hacia atrás asustada, algo en los ojos del vampiro la
dejaban con miedo. Pero no tuvo tiempo de reaccionar, ya que en menos de un pestañeo
el de grises ojos le había regalado un golpe en el estómago que la mandó,
nuevamente, sobre uno de los autos olvidados, esta vez rompiendo gran parte del
vehículo.
—Supongo que ya te diste cuenta que al
momento de la diversión no discrimino entre hombres o mujeres —dijo al llegar
junto a la chica sobre el capó del auto.
La agarró del cabello y el olor a sangre
entró por su nariz, tenía roto el labio, la cabeza y la ceja derecha. Aparte de
múltiples golpes en el cuerpo y la ropa rasgada. La levantó y arrojó sobre el
techo de otro carro cercano. Dio un salto y se situó junto a la demonio.
—Yo sí hago diferencias —sonrió mirándolo
acostada sobre el automóvil—. Para mí las niñas siempre serán niñas —se burló,
Ethan frunció el ceño.
La demonio se puso de pie con un rápido
movimiento y elevó al vampiro con su poder mental, éste luchaba contra las
amarras invisibles en su cuello a la vez que la chica lo movía de un lado a
otro como si fuera una cometa. Sonreía mientras lo miraba volar, quienes decían
que los de esa especie no podían hacerlo claramente mentían. De un momento a
otro, lo lanzó hacia la posada, golpeando la parte donde se encontraba en bar
cerca del lugar que Bastian había chocado.
El vampiro se quedó observando el cielo
medio estrellado a causa de las nubes, hasta que una sombra comenzó a taparle
la visual. No hizo movimiento alguno y esperó. Unos cuantos rasguños había sido
el resultado del golpe, un poco de sus ropas rotas y un líquido rojo comenzaba
a salir cerca de su oído izquierdo. Pero no le dio importancia, eran heridas
menores para un ser tan experimentado como él.
—¿Aún te parece que golpeo como niña?
—preguntó con burla cuando lo tomó del cuello y lo elevó con su mano—. ¿O ya
empiezas a cambiar de opinión? —Sonrió mirándolo a los ojos.
—¿Qué quieres que te diga? —suspiró con
sarcasmo—. Eres una niña.
La chica frunció su ceño y lanzó al de
ojos grises hacia una de las paredes que aún se mantenía en pie, la que daba a
las habitaciones. Pero esta vez el vampiro dio un giro en el aire y cayó de
pie, sonriendo. Husmeó con prudencia el lugar y se percató que los humanos ya
no se encontraban en el interior, sonrió aliviado, no quería que les pasara
algo a ellos, ni Bastian ni Hayley le perdonarían aquello.
Con un salto llegó cerca de la demonio,
como a unos dos metros, desde allí la miró con el ceño fruncido y la rabia
escapándose de sus ojos. Se carcajeó, para que la chica se enfadara aún más y
lo consiguió. Rápidamente se abalanzó sobre él, pero se detuvo a medio camino,
Ethan la observaba seriamente y ella no hacía más que forcejear con la pared
invisible que le impedía acercarse.
—¿Pensabas que sólo tú podrías usar esos
trucos? —Se burló dejando ver una sonrisa de medio lado—. Si no te diste
cuenta, te equivocas, yo también puedo jugar con mi mente. No por nada dicen
las malas lenguas que la sangre de demonio es rica en proteínas.
Lentamente comenzó a subirla, caminó con
ella flotando en el aire hasta salir por completo de los restos de la posada
que estaban en su paso, ignorando todos los gritos de la demonio que colgaba
agarrada por su cuello. Dio un salto y se paró en el techo de una gran
camioneta sucia y destartalada, y desde allí arrojó a su rival contra otro ser
que se encontraba varios metros lejos.
*
* * * *
Zarandeó un poco su cabeza y se puso de
pie, el demonio de rojos ojos le había dado un buen golpe, logrando
espabilarlo, ahora se encontraba con todas las energías repuestas para empezar
el combate. Se sacudió la ropa mientras caminaba hacia fuera, dejando atrás la
destruida posaba, esperando que la dueña algún día le perdonase aquello. Miró a
su alrededor, Ethan peleaba con Kate, sonrió pensando en la diversión que eso
provocaría en su tutor. Observó al frente y vio a Seth, que seguía parado cerca
de Janice, quien no dejaba de mirar al vampiro mayor. Su primo, en cambio, a
ratos fijaba su vista en su hermana y en otros momentos en Belial. Mientras que
este se aproximaba al Príncipe de las tinieblas con su singular sonrisa.
—¿Tantas ganas tienes de morir? —preguntó
parándose a unos metros del chico.
—Estoy muerto de hace tiempo —contestó sin
mostrar sentimiento alguno.
—Eso es verdad —se carcajeó frente a él—.
¿De verdad no quieres ayudarme?
El vampiro suspiró con resignación a la
vez que meneaba su cabeza de un lado a otro señalando la negativa a la pregunta
en cuestión. Frunció su ceño y se lanzó contra el demonio, con ambos puños
golpeó con fuerza el estómago del ser, logrando que éste saliera volando hacia
atrás, chocando con uno de los postes del tendido eléctrico.
Avanzó con rapidez y antes que se pusiera
de pie, tomó al demonio de sus ropas, alzándolo. El ser simplemente se limitaba
a sonreír. El chico lo volvió a lanzar con más fuerza, alejándolo cada vez más
de la habitación de hierro, su único deseo era mantenerlo alejado de Hayley,
hasta que ésta recobrara su consciencia.
Comenzó a correr hacia el ser de rojos
ojos y cuando estuvo cerca de donde había caído golpeándose contra unos árboles
frente a la posada, cruzando la carretera, algo lo agarró del hombro y lo jaló para
atrás, provocando que chocara contra el mismo poste que el demonio.
—Yo me encargo de él —susurró Seth
clavando su negra mirada en su primo—. Puedes ir por la chica.
—Pero si nos estábamos divirtiendo
—contestó Belial pasando junto al demonio de menor rango—. Aunque, como dicen
los humanos, el tiempo es oro. —Se acuclilló al llegar frente al vampiro y
sacudió su ropa—. Te falta mucho aún para detenerme. —Se carcajeó al momento de
levantarse.
—¡No entrarás! —gritó con furia Bastian al
ver al demonio acercarse a la puerta.
—¡Tu pelea es conmigo! —Se interpuso su
primo deteniendo el paso del chico con su poder mental.
El de mirada miel comenzó a forcejear con
las ataduras invisibles, mientras no perdía de vista la espalda del demonio que
caminaba con lentitud hacia donde se encontraba la medio ángel, no permitiría
que se acercara, no dejaría que él entrara. Fijó su vista en su primo e intentó
dominarlo con su poder, pero alguien se adelantó y como caído del cielo, el
cuerpo de su prima chocó con el del ser que lo atacaba, logrando así liberarse.
—¡Un pequeño regalo, niño! —Le sonrió
Ethan agitando su mano.
—¡Gracias! —respondió lanzándose contra el
de rojos ojos.
—¡Ya basta! —exclamó girándose para mirar
a su contrincante—. Deberías estar agradecido, por mí tienes vida, si no fuera
por eso nunca hubieras nacido.
—No te imaginas lo agradecido que me
siento por haber hecho todo lo posible por darme la vida —dijo con sarcasmo sin
dejar de mirar aquellos rojos ojos que se clavaban en él de forma amenazadora.
—Tengo una idea mejor —sonrió con malicia
girándose—. De hace unos momentos que tres humanos se mueven atrás de esa
bodega donde se encuentra Hayley. ¿Qué me dices si jugamos con ellos un poco?
—Se carcajeó a la vez que los mencionados comenzaban a flotar por encima del
techo de la habitación. Pataleando e intentando soltar aquello que apretaba sus
delicados cuellos.
Lentamente los dejó unos metros frente a
él, sosteniéndolos unos cuantos centímetros del suelo. Sonreía con maldad
reflejada en sus ojos, mientras de a poco a los humanos se les iba acabando el
aire. El más débil, sin duda, era el sacerdote. Aún no se encontraba en estado
para aguantar aquel ataque. Mientras que Rachel y Noah batallaban sin cesar por
soltarse del demonio.
Bastian apretó sus puños, no aguantaría
que el ser de ojos rojos hiciera lo que quisiera con ellos, como tampoco
dejaría que se metiera en su vida.
—¡Suéltalos! —gritó a la vez que se
lanzaba a la espalda del ser, dándole un fuerte golpe con sus puños en la
columna, cosa que lo envió bastante cerca de quienes tenía cautivos.
Aun así, los tres humanos seguían intactos
sobre el suelo, el demonio se carcajeó con burla, demostrando que el vampiro no
era nada comparado con él.
—Te propongo un trato. —Se giró para mirar
a quien lo había golpeado—. Los suelto si te quitas del camino entre Hayley y
yo.
—No lo hagas. —La voz de Rachel sonó
apagada y con esfuerzo—. No te preocupes por nosotros, déjanos morir, lo único
importante es que detengan a ese demonio.
—Vaya, vaya, vaya —se burló Belial dándose
una media vuelta para clavar su vista en la humana—. Aquí todos tienen ganas de
morir. —Se acercó a las tres figuras—. ¡Esto sí es una sorpresa! —exclamó con
asombro—. ¡Pero si es Richard! No pensé encontrarte aquí. Imaginé que tu
hermano acabaría contigo. Creo que ya empiezo a entender algunas cosas, ¿dónde
está el diario?
—A salvo —contestó el mencionado en un
hilo de voz—. En un lugar al que nunca podrás acceder.
—Eso está por verse —sonrió con malicia—.
No existe lugar al que yo no pueda entrar. Por cierto, ahora que ya no eres
custodio del estúpido cuaderno del cazador, no es necesario que sigas en este
mundo. —Elevó más al sacerdote—. Nos vemos en el Infierno —susurró al momento
que la cabeza de Richard daba un giro de 180º para luego caer al suelo, frente
a la cara de espanto y horror de los otros dos humanos—. Una molestia menos
—suspiró dándole una patada al cuerpo sin vida y dejándolo bastante lejos de
todos.
De un rápido movimiento llegó a un costado
del demonio, juntó sus puños y le dio un golpe con todas sus fuerzas en la
espalda. El ser de rojos ojos flotó por varios metros en el aire, para luego
caer azotando con fuerza su cuerpo sobre el techo de la posada, que a duras
penas se mantenía de pie. Los humanos cayeron de pronto, tosiendo e inhalando
aire con dificultad.
—Buen golpe —susurró Bastian con el ceño
fruncido al llegar junto al atacante.
—Mató a uno, no podía dejar que acabara
con los otros dos —musitó mirando al lugar donde el ser de rojos ojos había
caído—. Ahora a esperar su venganza, por lo menos me divertí bastante en estos
momentos, tu prima me dio momentos agradables —sonrió de medio lado.
—No me vengas con despedidas —reclamó
mirándolo con algo de molestia—. Ni tú ni yo moriremos. Mucho menos los
humanos, no tengo que mencionarte a Hayley.
Ethan se limitó a sonreír, sin perder de
vista el lugar donde se encontraba el demonio. De un momento a otro comenzó a
elevarse, a la vez que perdía el aire y su cuello se apretaba.
—Insisto —dijo Belial a la vez que se
levantaba y caminaba por entre los escombros en dirección a los vampiros—,
ustedes lo único que quieren es morir. —Sus rojos ojos centellearon a la vez
que el vampiro batallaba por intentar soltarse.
—¡No es a él a quien quieres! —gritó con
ira Bastian.
—En eso tienes razón. —El demonio fijó su
vista en quien hablaba—. Lo que quiero se encuentra en esa habitación. Te
cambio a la chica por el vampiro, ¿qué dices?
—¡Qué importa ésa! —La voz de Janice
interrumpió las miradas de odio entre el vampiro y el de rojos ojos—. ¡Salva a
Ethan!
—Seth, por favor —suplicó mirando a su
aliado—. Cállala de una buena vez.
—Será un placer, Belial —contestó el
mencionado caminando hacia la vampiro, ésta reflejó miedo en sus ojos.
—Llévate a Hayley —susurró el chico con
una voz apenas perceptible—. Pero antes suelta a Ethan.
—Sabía que entenderías en algún momento
—sonrió el demonio dejando caer con rudeza al vampiro—. Ahora si me permites,
iré por la medio ángel.
—¡¿Qué haces estúpido?! —gritó con ira
Noah que se encontraba de pie, aún inhalando con dificultad.
—Lo mismo pregunto. —El de ojos grises
había llegado a su lado, respirando con dificultad y hablando a duras penas.
Pero el chico no hizo gesto alguno, su
mirada se encontraba clavada en la espalda del demonio y su odio se veía reflejado
en sus negros ojos.
A vista de los presentes, no fue más que
una fuerte ráfaga la que se presentó dejando un espacio vacío donde antes
estaba el vampiro que se dirigía a toda velocidad contra el demonio. Lo agarró
de los hombros por la espalda y así dio un salto, lo más alto que pudiera. Con
toda su fuerza y rabia acumulada lo soltó. El ser de rojos ojos se estampó en
el suelo, quedando por unos momentos inmóvil frente a la mirada de asombro de
los dos demonios primos de Bastian y de la vampiro, que por uno y otro motivo
seguía con vida.
El chico se dejó caer con suavidad frente
a los pies del demonio, con el ceño fruncido esperó a que se pusiera de pie,
sabía que aquello no le haría nada y ahora debía enfrentar a la furia del ser.
Lentamente comenzó a ponerse de pie, mientras una débil risa se hacía cada vez
más fuerte. Una vez incorporado, se sacudió y volteó a mirar al vampiro. De su
boca salió un fuerte grito, que logró hacer que los humanos salieran disparados
contra la posada. Los demonios se cubrieron con los brazos la cara por las
fuertes ráfagas de viento que emanaban del furioso ser, aun así, se movieron
unos cuantos metros. La vampiro no pudo resistir la fuerza y, al igual que los
humanos, su espalda chocó contra uno de los autos. Mientras que Ethan se cubrió
al igual que los primos de Bastian, y al igual que al mencionado, el demonio no
logró moverlos.
—¡Fuera de mi camino! —gritó a la vez que
tomaba al vampiro del cuello y con fuerza lo lanzó contra el de grises ojos.
No alcanzó a detenerse para no golpear a
su tutor, por ende, ambos golpearon con fuerza el suelo y se arrastraron unos
metros hacia la carretera, alejándose de la bodega donde se encontraba Hayley.
El demonio, por otro lado, avanzaba con firmeza. Se detuvo cerca de la puerta y
elevó por completo la habitación de madera, algunos libros cayeron, las hojas
flotaron en el aire, al igual que las sillas y las mesas, con fuerza todo el
inmueble fue a parar sobre la posada, ya completamente destruida.
Dio unos pasos al frente y se topó con la
compuerta de hierro, no le importó nada y con el poder de su mente quitó
aquello que le detenía para llegar a la chica. Frente a la mirada de asombro de
ambos vampiros que se ponían de pie con dificultad. Bastian se quedó sin habla
mientras observaba toda la parte superior de aquella habitación anti demonios
elevarse, y que, al igual que lo construido en madera, fue a dar sobre la
posada.
Sonrió mientras caminaba, la chica dormía
sobre una cama, se notaba que estaba débil. La elevó y la dejó frente a él, la
tomó en sus brazos y la observó con curiosidad.
—¡Quién lo diría, Hayley Marshall. Después
de todo si sacaste sangre de tu padre! —Se carcajeó al momento de voltearse
para enseñar que ya tenía lo que quería—. Eres humana.
El menor de los vampiros dio un grito de
odio a la vez que se lanzaba contra el demonio, pero éste sólo sonreía, el
chico no alcanzó ni acercarse lo suficiente antes de salir disparado hacia
atrás.
La chica, en los brazos del ser de ojos
rojos, hizo un gesto de dolor. Abrió los ojos con dificultad y observó con
cuidado lo que pasaba, se encontraba con alguien a quien no podía ver con
claridad, hasta que las imágenes se hicieron más claras.
—¡Belial! —gritó con horror al momento que
daba un salto para soltarse de aquellos brazos. Pero el demonio, aprovechando
que ella estaba débil, la tomó con fuerza de la cintura para impedir que se
alejajara.
Continuó forcejeando para soltarse, pero
todo resultaba inútil, no tebía todas sus fuerzas aún.
—Mira nada más quienes han llegado
—susurró cerca del oído de la medio ángel.
Hayley fijó su vista al frente, las tres
figuras que se habían presentado como ángeles estaban junto a Bastian, Ethan,
Rachel y Noah. No entendía qué pasaba, ni dónde se encontraba, lo último que
lograba recordar era al vampiro bebiendo de su sangre y dejándola sin fuerza.
El de ojos miel dio unos pasos al frente,
el ángel que había hablado con ella caminaba tras él, no le quitaba la vista de
encima y sus ojos brillaban dorados.
—Esto va a ser bueno —sonrió el demonio, nuevamente,
cerca su oído—. Observa con atención, pequeña Hayley, ahora tu destino
cambiará.
—Suéltame —ordenó sin dejar de forcejear,
pero como respuesta obtuvo que el ser de rojos ojos la apretara con más fuerza.
Continuó con sus intentos de soltarse, pero
un fuerte grito con su nombre la hizo fijar su vista en el vampiro.
—¡Cuidado! —Alcanzó a gritar con fuerza
antes que el ángel sacara su arma principal y con un rápido movimiento cortara
la cabeza del chico a quien tanto había buscado y esperado por todos estos
años—. ¡Bastian! —exclamó al momento que sus fuerzas se incrementaron por unos
minutos, aun así, seguía siendo prisionera del demonio.
—Te das cuenta —susurró con sarcasmo a la
vez que la cara de la chica se empapaba con lágrimas al ver el cuerpo sin vida
del vampiro en el suelo—, que en ellos no se puede confiar —terminó de decir
antes de desaparecer con la medio ángel.
Lo último que recordaba era la cara del
ser que mató a Bastian, su mirada de indiferencia se había clavado en los
pensamientos de la chica. Lo odiaba, sí. Tanto o más que a su madre. Se
vengaría, eso estaba claro, pero también lo haría con el demonio.
Ya nada le importaba, su destino estaba
claro, acabaría con quien le quitó la vida al chico, para luego acabar con el
demonio. Si quedaba malherida en el intento, poco le importaba, pero no se
dejaría morir antes de llevar a cabo su cometido.
Abrió sus ojos con furia a la vez que un
fuerte dolor recorría su cuerpo entero. Se encontraba encadenada de las manos
que hacían elevar sus brazos en direcciones opuestas. En un lugar oscuro apenas
iluminado por una que otra antorcha.
Dio un grito que remeció las paredes, uno
que mezclaba muchos sentimientos a la vez, pero la rabia, impotencia y el dolor
eran los principales. Dos centelleantes ojos naranjos se dejaron ver, volvió a
gritar de la misma manera, cerrando sus ojos con fuerza. Respiró profundo y se
calmó un poco, abrió sus ojos y estos estaban dorados para quedarse de color
verde. Dejó su cuerpo colgar de sus muñecas, se daba por vencida, aunque sólo
hasta que su parte de ángel volviera por completo.
La decisión estaba tomada y los odiaba. No
quería saber nada de los que eran su media raza. Y si en sus manos estaba,
acabaría con todos ellos de una vez, sin importarle si en el intento se iba su
vida, ya nada importaba. Pero aunque fuera con su último aliento, eliminaría al
demonio para toda la eternidad.
Su
cabello se fue hacia adelante y poco quedaba para que las puntas tocaran el
suelo, su cuerpo colgaba casi inerte, y así se quedó esperando. Ya quedaba
poco, muy poco…
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