Aquella
mañana, Alexander frunció el ceño apenas los vio. Esperaba, como todos los
días, a la entrada del colegio, así saludaba a sus hermanos y caminaba con
Narel y Garreth a la universidad. Pero no iban todos, faltaba una, precisamente
a quien más quería ver. Era verdad que ya no se hablaban ni por mensaje ni por
llamadas cuando no estaban juntos, pero si faltaba solía avisarle. Quizás le
pasó algo a Helen y como andaba con la loca idea de que solo ella sabía lo que
necesitaba su hermanito, haría lo que fuera por quedarse. Ashley llegó mientras
saludaba a sus hermanos.
—¿Dónde
está? —Alexander le preguntó a Garreth mientras caminaban, esperaba que Ashley
le hiciera la pregunta, pero al parecer ella ya sabía la respuesta.
—Está
enferma. —Alexander miró a su hermano fijamente, eso se lo debieron avisar—.
Pasó mala noche, vomita que vomita, y esos mareos que tuvo todo el día… Quizás
voy a tener dos sobrinos, uno de ella y otro de Helen. —Alexander se detuvo y
palideció, se quedó un poco más atrás, Garreth miró a Ashley y ambos sonrieron,
pudieron ver, de reojo, que se volvía cada vez más pálido.
—Eres
malo, Garreth. —Ashley le susurró, los dos rieron un poco más mientras
caminaban, Alexander seguía atrás, detenido—. Russ, si no te apuras vas a
llegar tarde. —Alexander despertó y corrió a su alcance—. ¿Qué te pasó?
¿Piensas que puedes ser el papá?
—¿Y
quién más puede ser?
—Según
tú la viste con Jesse… —Alexander frunció el ceño por las palabras de Ashley.
—No
pasó nada entre ellos. Si ella… Si ella estuviera embarazada… solo puede ser
mío…
—¿Y
si no lo fuera? —Garreth lo miró, su hermano seguía pálido.
—Sería
mío y ya, Garreth. —Alexander se detuvo frente al menor y lo miró fijo a los
ojos—. Tendría mi apellido, mi figura paterna y a mí siempre a su lado. Sería
mío, Garreth, que te quede claro. —Dio la media vuelta y caminó al salón, con
los puños apretados y el ceño fruncido.
—Al
menos sabemos que si la boba se llegase a embarazar de alguien y la deja sola,
lo tendría a él. —Ashley le tomó el brazo a Garreth para caminar.
—Eso
es verdad. —Luego los dos rieron por la broma que le hicieron—. ¿Vas a meter
más cizaña ahora que estés sola con él?
—Pero
por supuesto que sí, lo haremos sufrir todo el día.
—De
seguro se va a querer ir a cada rato para saber. Míralo, ya está llamando y
mandando mensajes, pero la boba estaba dormida cuando salimos. Voy al salón.
—Garreth se fue a donde le correspondía y Ashley con Alexander para las clases
que tenían juntos. Les esperaba un largo día de risas por aquello.
—¿A
dónde vas, Russ? —Ashley le detuvo el paso.
—A
casa, tengo que saber cómo está. —Intentó pasar, pero Ashley no lo dejó.
—Tienes
que ir a clases y llevarle la materia después, hoy tus clases son las mismas
que las de ella. —Ashley lo miró fijamente—. ¿O estás preocupado por otra cosa?
—Obvio
que estoy preocupado por otra cosa, si Garreth me dice que puede estar
embarazada. ¿Cómo quieres que esté?
—Quiero
que estés tranquilo, si ella está saliendo con Kevin, él sabrá qué hacer.
—Ashley notó que el ceño se le fruncía dejando solo una ceja, los ojos le
brillaron con enojo y apretó los puños—. Tranquilízate, termina las clases y
luego la vas a ver, si Garreth dijo que la dejaron dormida al salir y si no
durmió bien, es mejor que descanse. Así cuando vayas, la ves despierta. Ven,
vamos a clases.
Ashley
lo empujó desde la espalda, obligándolo a entrar al salón. Se le había salido
la broma de las manos, la idea solo era fastidiarlo un rato, en venganza por lo
que Narel lloró esos últimos días a causa de él. Aunque lo mantuvo en clases
todo el día. Pero, al finalizar las horas, no pudo detener que se fuera,
prácticamente corriendo a la casa de Thomas, en donde entró, dejando la mochila
tirada en el suelo.
—¿A
ti qué te pasa? —Helen lo detuvo al hablarle y verlo correr al segundo piso.
—Vengo
a ver a Nar, me dijeron que se siente mal.
—Sí,
está un poco mal del estómago… Pero no es para que te apures tanto…
—¿Cómo
no? Si Garreth me dijo que puede estar embarazada. —Helen frunció el ceño por
eso, esos Russ-Fletcher terminarían por enfermarla de los nervios.
—Tranquilízate,
ella no está embarazada y está muy lejos de estarlo, si yo me preocupo de que
lleve al día los anticonceptivos para que no la embaraces. —Alexander bajó,
acercándose a su cuñada—. Se intoxicó por comerse todo el chocolate que le
trajiste.
—Pero
si era más de un kilo de chocolate…
—Sí,
y se lo comió todo viendo películas ayer por la tarde, encerrada en su
habitación sola… ya a la madrugada no podía del dolor y tuve que quedarme con
ella mientras vomitaba y vomitaba… Estaba peor que yo que soy la embarazada.
—¿Entonces
no está…?
—No,
no seas bobo… ¿tú crees que yo voy a dejar que la embaraces siendo que aún no
defines lo que quieres? No seas estúpido, Alexander. Tiene que recorrer el
mundo y no lo hará con un niño en los brazos, por muchas ganas que tenga, no
voy a dejar que la embaraces.
—Lo
siento, Helen.
—No
lo sientas, mejor pon en claro lo que quieres y lo hablas con ella. Y ya no le
compres más de esos chocolates.
—No
lo haré, no le compraré más. —Alexander miró a su cuñada, de verdad la había
adoptado—. ¿Puedo pasar a verla?
—Sí,
y si puedes la despiertas para darle una sopa. No ha comido nada desde que
terminó de vomitar todo tu regalo.
—Gracias,
Helen. —Alexander subió corriendo y se metió a la habitación de Narel, ella
dormía tranquilamente, se acercó y le sacó los rizos de la cara—. Despierta,
preciosa —dijo ya más tranquilo, pero ella no se movió. Se sentó en la cama—.
¡Llegaron las demonios! —Narel abrió los ojos y se incorporó, volvió a lanzarse
de vuelta a la cama y se acurrucó en posición fetal. Alexander la vio hacer una
mueca de dolor.
—Me
duele todo, diles que se vayan y que no vuelvan hasta que cumplan como cien
años. —Alexander sonrió y se acomodó más cerca, para poder abrazarla.
—Te
voy a traer algo para que comas. —Le besó la cabeza—. No te duermas. —Se puso
de pie y salió de la habitación para buscar a Helen que estaba en la cocina—.
Yo le llevo la sopa.
—¿Despertó?
—Más
o menos, pero yo me encargo ahora. Tú solo quédate tranquila. —Helen rodó los
ojos, ellos eran todos iguales, como si estar embarazada la volviera inválida o
algo así.
—Bien.
—Comenzó a prepararle un pocillo mientras Alexander arreglaba una bandeja.
—No
va a querer comer esto.
—La
obligas, nadie la mandó a comer todos los chocolates esos sola.
—No
tienes que regañarme a mí…
—Tú
fuiste quien se los regaló. —Alexander se encogió de hombros—. Solo llévale la
sopa y pobre de ella que deje una gota.
—Pero
no la obligué a comerlos todos… —Helen solo lo miró con el ceño fruncido,
Alexander suspiró y subió con la bandeja—. Siéntate, te traje sopa.
—No
quiero sopa, solo es agua con aceite, para eso mejor tomo agua de la llave.
—Narel se sentó, Alexander le dejó la bandeja en las piernas—. Agua y aceite,
yo no sé en qué estaba pensando la persona que inventó la sopa, de seguro era
un amargado que no disfrutaba de la comida. —Él solo sonrió al verla, a pesar
de que reclamaba, estaba tomándola.
—Me
alegro de que ya no estés mal.
—Me
duele todo, pero la tripa pide comida y no puedo ignorar a la tripa. —Alexander
le dejó los rizos tras la oreja y se sentó a su lado, le pasó un brazo por los
hombros, medio abrazándola. Le besó la cabeza—. Aunque esto no sea comida.
—Tómala
toda y después te traigo algo que te guste.
—Quiero
pollo asado con papitas, quiero muchas frituras.
—Claro,
claro, lo que digas.
—¿Qué
haces aquí? —Alexander suspiró—. ¿Por qué no estás en clases?
—Ya
pasa del mediodía, ya terminaron mis clases del día.
—¿Y
por qué no estás dejando a Josh?
—Porque
me vine a verte… Tengo que saber cómo estás.
—Pero
Josh…
—Lo
puedo ir a buscar y seguir dejándolo todos los otros días, ahora solo come.
—Pero,
eres su papá…
—No
voy a dejar de ser papá porque un día no lo voy a dejar. —Alexander notó que
Narel dejó el pocillo vacío, sonrió por eso, Helen no lo mataría—. Tú también
eres importante para mí. —Sintió que se encogió de hombros—. Si estás pensando
en lo que dije el otro día…
—No
importa eso, todo está bien… Voy a sacar la bandeja…
—No,
yo la saco, no te muevas. —Alexander se levantó y tomó la bandeja, la vio
acostarse de nuevo. Dejó las cosas en el escritorio y vio que unas hojas de la
croquera estaban rotas, se agachó para tomarlas, eran los dibujos de la casa,
arrancó las hojas y las rompió. Él sintió que algo se apretaba en su corazón—.
Preciosa… —dijo al acercarse y sentarse en la cama—. ¿Quieres que veamos una
película?
—¿Cuál?
—Una
que tú quieras… —Narel se sentó, apoyada en el respaldo de la cama para
mirarlo.
—¿Podemos
ver una de Hayao? Pero no la de las luciérnagas… —Alexander sonrió y le
acarició la mejilla—. ¡Sukiyaki! —Narel comenzó a silbar.
—Está
bien, veremos a Umi-chan. —Le besó la frente, ella de verdad se veía chistosa
silbando aquella canción creyendo que se parecía, pero estaba muy equivocada—.
Eres importante para mí…
—Sí
leí la carta. —Ella dejó de silbar y se sentó mirando al frente.
—¿Cuándo?
—Anoche,
antes de comerme los chocolates.
—¿No
la viste hasta anoche?
—Anoche
me dieron ganas de comer chocolate, los abrí y estaba la carta… por eso se
acabaron tan rápido… Tú también eres importante para mí… —Narel lo miró fijó a
los ojos, Alexander notó la mirada triste—. Siempre lo vas a ser… —Él aprovechó
de que tenía su mano en la mejilla de ella, la bajó al cuello y la atrajo, la
besó. Narel lo abrazó por la cintura al corresponderle. Alexander continuó
besándola, no la soltaría.
—¡Alexander
Russ! —Ambos se separaron, Narel medio se acostó en la cama para taparse la
cara, Alexander se levantó para mirar a Helen.
—Helen,
mira, se tomó toda la sopa —dijo y se le acercó, Helen le dio un coscorrón—. Lo
siento, Helen.
—¿No
se supone que estás enferma? —Helen se acercó a la cama y la destapó, Narel
tenía la cara colorada.
—Fue
mi culpa, Helen. No la regañes.
—¿Ese
ejemplo le estás dando a tu hermanito? —Narel abrazó a Helen a la altura del
vientre.
—Mi
hermanito me ama como soy.
—Ya
no te quiere porque no le diste ningún chocolate.
—No
importa, Alexander comprará más y le daré. —Helen lo miró, él negó con la
cabeza, Narel no lo veía. Él le había dicho a Helen que no le daría más de esos
chocolates y lo cumpliría.
—Voy
a bajar la bandeja… —dijo para arrancar de lo que sucedía.
—¿Vas
a almorzar aquí? —Helen le preguntó, él asintió—. Ya está casi listo, esperamos
a Thomas para comer.
—¿Qué
hiciste para almorzar? —Narel la soltó y la miró.
—Para
ti solo hay sopa, hoy y mañana.
—Pero…
—Alexander bajó sonriendo, no solo por el beso, sino que al escucharla reclamar
por la sopa.
—No
te puedo dar cosas pesadas. —Helen se sentó en la cama y la miró—. Estás
enferma aún, puedes volver a vomitar todo. ¿Quieres que eso pase?
—No,
Helen. No me gusta vomitar y me duele todo aquí —dijo pasando la mano desde la
garganta hasta el pecho.
—¿Qué
está pasando con Alexander? —Helen la miró fijamente, supuestamente ella no
volvería a hacer nada con él.
—Me
besó…
—Tú
lo besabas a él también.
—Sí…
—Narel se acostó, dejando la cabeza en las piernas de la mayor—. Lo extraño…
Todo eso que hacíamos…
—¿Y
qué vas a hacer?
—Había
una carta adentro de la caja de chocolates… Para explicarme por qué había dicho
eso de los goles… Que fue porque pensó que sería más fácil para los dos si yo
empezaba a odiarlo. Que yo siempre he sido lo más importante para él, pero que
quizás para los dos era necesario que uno de los dos odiara al otro… —Helen le
pasó la mano por la cabeza—. ¿Cómo puede pensar eso? Fuera de todo lo que pasó
y de todo lo que pueda sentir… O lo que pueda sentir él… Yo no lo voy a odiar
nunca en la vida, ¿cómo podría hacer algo así? Si es mi mejor amigo… Aunque
haga la peor estupidez de todas, yo lo perdonaré igual… Si de eso se trata la
amistad… Voy a estar enojada mucho tiempo, tal vez, pero lo terminaré
perdonando…
—¿Vas
a volver a pensar en un futuro con él?
—No
he dejado de pensar en un futuro con él. —Helen la miró, Alexander las escuchó
hablar y se quedó al otro lado, para no interrumpir, pero prestando atención—.
Solo no será mi prioridad, si él no define lo que quiere, yo no lo voy a
esperar toda la vida. No tengo complejo de Penélope. —Helen sonrió por eso.
—¿Vas
a dejar que las cosas pasen?
—Tú
me enseñaste eso y mírate, vas a darme un hermanito. —Helen le dio un
coscorrón, Narel frunció el ceño.
—¿Qué
haces aquí, Alexander? —Thomas le dio un golpe en el hombro, Alexander dio un
respingo. Las dos en la habitación se levantaron, Narel de las piernas de Helen
y ella de la cama—. ¿Estás escuchando tras las puertas?
—No.
—Thomas le dejó las manos en la espalda y lo empujó dentro de la habitación.
—Encontré
a alguien espiándolas. —Thomas se acercó a Helen y la besó, después le acarició
el vientre—. ¿Cómo estás, enana? ¿Ya te sientes mejor?
—Sí,
pero todavía me duele todo. —Thomas le besó la frente—. La culpa fue de
Alexander, me regaló esos chocolates envenenados. —Alexander frunció el ceño,
Thomas sonrió.
—Voy
a preparar todo para que almorcemos. —Helen comenzó a caminar a la puerta—. Tú
no tienes permiso de bajar, te traeré fruta cocida en un rato. —La vio arrugar
la nariz—. No tienes derecho a reclamos —dijo antes de que hablara, luego bajó.
—Thomas,
quiero frituras. —Alexander sonrió de medio lado al mirarla, él estaba de pie
cerca de la puerta.
—Claro,
claro, te mereces todos los premios. —Thomas le revolvió el cabello—. Le diré
que te prepare algo más que una sopa.
—Gracias,
Thomas. Por eso eres el mejor. —El mayor solo sonrió y salió.
—Voy
a almorzar y después subo para que veamos la película. —Alexander se acercó y
se arrodilló en el suelo, ella lo miró—. No hagas tonteras en este rato que te
dejemos sola.
—Yo
no hago tonteras… —Alexander la interrumpió al besarla. Luego salió de la
habitación, se apuraría. La extrañaba y quería aprovechar el tiempo con ella.
Narel se acostó a esperar.
—¿Qué
haces aquí tan temprano? —Thomas le preguntó cuando llegó a la cocina, le
estaba ayudando a Helen a preparar todo.
—Vine
cuando salí de clases —respondió, comenzó a ayudar también para que Helen se
sentara.
—¿Por
qué tanto interés?
—Porque
Nar está enferma, quería saber cómo seguía.
—Solo
es un dolor de estómago, no tienes que exagerar tanto. —Thomas se sentó, junto
a su esposa, y comenzaron a comer.
—Fue
porque Garreth le gastó una broma. —Alexander se sentó donde siempre y miró a
su cuñada—. Garreth le dijo que Nar está embarazada. —Thomas se atoró y lo
miró—. Así que el bobo este se vino corriendo para saber si era verdad.
—¿Por
eso dejaste tu mochila a medio camino tirada?
—Sí…
—dijo algo tímido, Thomas rio.
—Se
pasa de bobo, Thomas. —Helen también comenzó a reír, Alexander frunció el ceño
mientras comía—. Sabe las fechas de los días femeninos de la loca mejor que
ella misma y cae en las bromas de Garreth. Se pasa de bobo.
—No
fue solo por eso, Helen. —Los otros dos lo miraron, había hablado un poco
triste—. Ashley me dijo que está saliendo con Kevin… Me preocupé.
—¿De
que tuviera hijos con otro?
—Todos
los niños que salgan de ese vientre van a ser míos. —Thomas le puso más
atención—. No importa si son de laboratorio como siempre dice, todos van a
tener mi apellido y a mí como figura paterna.
—¿Y
si ella quiere al padre del niño?
—Eso
no importa, serán míos y ya. —Alexander continuó comiendo rápido, Thomas meneó
la cabeza—. Thomas… —El mayor lo miró—. ¿Ella está saliendo con otro? —Helen
también lo miró, Alexander se veía triste.
—No.
Por lo que sé no, no me ha dicho nada.
—Entonces
volveré a intentarlo. —Alexander se levantó y dejó el plato en el lavaplatos—.
Estaba muy rico, Helen. Gracias. —Salió de la cocina, los otros dos lo
escucharon correr por la escalera.
—Le
cambió la cara cuando le dijiste que no está saliendo con nadie.
—Y
le va a cambiar más cuando sepa que la invitaron al teatro. —Helen sonrió al
ver a su esposo.
—Eran
tan malo como Garreth, les gusta hacerlo sufrir.
—Se
lo merece por hacerla llorar por estupideces.
Se
quedaron comiendo, Thomas la interrogaba por cómo había estado en la mañana. A
pesar de que Narel le decía que él no se preocupaba de su hermanito, él solo
vivía para su familia. A veces era mejor dejar que loca hablara sola. Ellos dos
se quedaron conversando sobre cómo sería su futuro con el nuevo bebé en casa.
—Preciosa.
—Alexander entró a la habitación y cerró tras de sí, Narel estaba acostada y no
se movió. Él se acercó—. Veamos la película ahora. —Se sacó los zapatos y abrió
la cobija para meterse a la cama—. No te pudiste dormir en tan poco tiempo.
—No
estoy dormida. —Alexander se metió a la cama, para abrazarla—. Solo me sentí un
poco rara.
—Irradias
calor. —Le puso una mano en la frente—. Tienes algo de fiebre.
—Ya
se pasará… No tengo ganas de ver tele, solo quiero estar acostada. —Alexander
se acomodó de tal manera que quedaron frente a frente.
—Duerme,
descansa otro rato. Yo me quedaré contigo.
—Es
tu culpa todo esto…
—Yo
solo te compré los chocolates, no te dije que te los comieras todos en un rato.
—Es
tu culpa porque me dejaste sola. —Alexander se asombró, Narel lo miraba con los
ojos llorosos—. Me dejaste sola comiendo en lugar de quedarte conmigo como
siempre vigilando lo que como. —Alexander se dio cuenta que la fiebre estaba
hablando por ella—. Yo nunca te dejo solo…
—Yo
no te dejo sola…
—Me
dejaste sola porque querías que te odiara… —Narel lo tomó del cuello de la
camisa—. Querías que te odiara porque así era más fácil para ti…
—Porque
nos estábamos haciendo daño… Solo fue una idea… —Narel comenzó a llorar—. No
llores, te va a subir la fiebre…
—¿Tú
podrías odiarme? —Alexander volvió a mirarla asombrado—. ¿Podrías hacerlo?
—Pero no le respondió, solo se quedó mirándola—. Tú sí podrías hacerlo, por eso
se te ocurrió esa idea. Tú sí puedes odiarme… Pero yo no puedo, yo no puedo
odiarte, aunque piense en todo lo que me has hecho, porque yo también te he
hecho cosas… a veces sin querer, a veces con querer, pero también lo he hecho…
Y no voy a odiarte nunca en la vida, con esto que haces, de cómo me tratas, lo
único que consigues es que me sienta mal… pero no te voy a odiar, porque sé que
un día todo esto pasará y ya no me sentiré mal por lo que dices… Pero… ¿qué va
a pasar contigo cuando eso pase? ¿Vas a estar bien con todo eso? ¿Pensando que
esa idea que se te ocurrió funcionó? ¿Pero a qué costo? Nosotros tenemos
nuestra promesa de medianoche y estás dejando que todo se arruine por tus
tonteras… —A Alexander comenzaron a rodarle las lágrimas por la cara—. Yo no
quiero perderte… no quiero que todo se arruine porque te enamoraste de mí y yo
de ti… no quiero que todo lo que teníamos de antes de eso se pierda por
tonteras… Yo no puedo odiarte, Alexander… Yo solo puedo amarte… —Alexander la
tomó de la cara y la besó, pudo sentir el calor que irradiaba por la fiebre, él
continuaba llorando y lo hacía más porque la probabilidad de que ella recordara
todo eso que le dijo cuando se recuperara, era baja, pero él sí lo recordaría.
—Yo
también te amo, preciosa. —La abrazó fuerte—. Y no quiero perderte, de ninguna
manera… Y por nada del mundo… No quiero perderte… —Sintió que el cuerpo de ella
comenzaba a subirle la temperatura—. Voy a buscar algo para la fiebre.
—Helen
dejó algo encima de alguna parte. —Alexander se separó y se levantó de la cama,
vio que en el escritorio había un vaso y unas pastillas, se acercó y buscó.
—Siéntate
un momento —dijo al llegar junto a la cama, ella obedeció y se sentó, recibió
la pastilla y la tomó con agua. Alexander dejó el vaso en la mesa de noche y se
volvió a acomodar junto a ella, pero esta vez se sentó apoyado en el respaldo
de la cama y la acomodó entre sus piernas para abrazarla—. Quédate así, no tan
tapada para que te baje la fiebre. —Ella solo asintió, con los ojos cerrados.
—No
te vayas… —Alexander le besó la cabeza, la mejilla, los labios.
—No
lo haré. —Volvió a besarla—. Me quedaré contigo todo el día y toda la noche.
—Continuó besándola.
—¿Me
lo prometes?
—Te
lo prometo. —Ella sonrió entre los besos que le daba Alexander—. Duerme, para
que te baje la fiebre.
Él
siguió besándola, no la soltaría. Narel tenía los ojos cerrados, dejándose
besar por Alexander. A los pocos minutos volvió a dormirse. Él le besó la
frente y se quedó apoyado en ella, esperaría que le bajara la fiebre para
moverse, se quedaría allí cuidándola para que se recuperara. No supo cuánto
tiempo pasó, pero lloraba de a ratos.
—La
puerta se queda abierta. —Thomas entró y los miró.
—Está
dormida, no me quiero mover para que no despierte. Tenía fiebre y le está
bajando.
—Vas
a tener que moverte. —Alexander frunció el ceño.
—Le
prometí que me quedaría a cuidarla, no me iré.
—Marianne
te está esperando abajo. —Alexander lo miró abriendo los ojos—. Algo le pasó a
tu suegro y te necesita. Debes elegir, y sin andar llorando después por la
decisión que tomaste.
**********
Narel
despertó y ya comenzaba a atardecer, Alexander no estaba con ella. Se levantó
para cerrar las cortinas, después bajó. Buscaría a Alexander porque sentía un
poco de hambre y quería ver qué podía comer. Le dolía el estómago aún, pero
siempre dicen que enfermo que come, no se muere, y ella tenía mucho por hacer
antes de morir. Cuando llegó a la sala se fijó que Thomas estaba sentado allí
con su computador portátil, no se veía ninguno de los pequeños en los
alrededores, quizás estaban en la cocina o jugando afuera, aprovechando los
últimos días de sol.
—¿Dónde
está Alex? —Thomas la miró cuando se paró frente a él para preguntarle.
—Siéntate
un momento aquí conmigo. —El mayor dejó el portátil en la mesa y la abrazó.
—¿Pasó
algo?
—Alexander
tuvo que irse, algo le pasó al suegro y tuvo que irse. —Thomas sintió el cuerpo
de Narel temblar por un momento.
—¿Y
sabes algo del caballero? ¿Está bien?
—Sí,
ya nos llamó para preguntar por ti y para decir que está bien, que no fue nada
grave, solo un susto.
—Eso
es bueno… —Narel se separó un poco, Thomas la miró, tenía los ojos llorosos,
pero al menos su cuerpo no irradiaba calor, ya le había bajado la fiebre—.
¿Dónde está Helen? Quiero un poco de sopa, tengo hambre.
—¿Vas
a tomar sopa sin reclamar?
—No
tengo ganas de pensar en otra cosa. —Thomas la abrazó, al escucharla se dio
cuenta que cambió el tema para hacerse la fuerte—. Me prometió que se quedaría…
sé que soy egoísta, que tiene deberes y responsabilidades, pero me lo prometió…
—El mayor la sintió llorar, la dejó que lo hiciera tranquila—. ¿Y si todas sus
promesas son falsas?
—No
tengo la respuesta para eso, enana. —Helen entró a la sala y la vio llorar, se
acercó, pero Thomas le hizo un gesto con la mano para que se quedara tranquila,
que él se encargaría. Volvió a la cocina—. Solo sé que tienes que estar
tranquila, que se solucionará todo, pero tú tienes que estar tranquila.
—No
importa… —Se separó un poco y Thomas le limpió la cara—. Si así es como tiene
que ser, solo yo fui la tonta que pensó por un momento que todo sería de color
rosa. No importa, solo es mi culpa.
—No
es tu culpa…
—Thomas,
me he portado bien… —El mayor la miró, le estaba cambiando el tema
drásticamente—. ¿Me levantas el castigo, por favor? Sabes que habrá una
convención de libros y escritores en Coventry y Harper me dijo que fuera, que
ellos me dan alojamiento y todo. Jesse dijo que no me dará comida porque como
más que una ballena, pero Harper lo manda y ella dijo que sí. Thomas, por
favor.
—Está
bien, te levanto el castigo, pero me tienes que seguir avisando a dónde vas,
con quién y todo eso. —Thomas le besó la frente.
—Sí
lo haré, sabes que sí… ¿Pensaste lo del teatro? —El mayor la miró fijamente, él
sabía que la habían invitado, pero no se mostró muy animada ni nada parecido.
—¿Quieres
ir?
—Sí…
al principio no, pero ahora sí quiero ir.
—¿Alexander
tiene algo que ver en estas decisiones?
—Un
poco, sí… No estamos bien, todos lo saben, pero si yo salgo por un rato, él
podrá venir tranquilo a estar con ustedes. Yo no soy familia, él sí y los
extraña… Siempre me dijo que ustedes son lo único y lo mejor que tiene y que no
quiere estar separado, por eso se quiere comprar la casa de al lado.
—Él
puede venir cuando quiera, no es necesario que tengas que salir para eso.
—Thomas la miró, volvían a caerle lágrimas por las mejillas.
—¿Pudiste
averiguar quién compró la casa de al lado? —Thomas negó con la cabeza, no podía
decirle aún que era de ella—. Cuando lo averigües, me dices, me gustaría hacer
una última gran cosa por Alexander y hacerle toda la gestión para que se la
pueda comprar y se vaya allí con su familia, para que así tenga a sus hermanos
al lado.
—A
Marianne no le gusta…
—Yo
hablé con ella… —Thomas la miró un poco asombrado por eso, no lo sabía—. Según
lo que entendí, haría el intento por arreglar las cosas con él, escuchándolo y
todo eso. Por eso fue al juego el otro día, aunque no le guste. Dijo que
trataría de entenderlo, así que si Alexander tiene esa casa y se lo dice y si
ella de verdad quiere arreglar todo, no le dirá que no. ¿Me ayudas con eso,
Thomas? Para que Alexander tenga la casa de sus sueños…
—Sí…
te ayudaré. —Thomas la abrazó fuerte y le besó la cabeza—. ¿Y tú?
—No
te preocupes por mí, Thomas. Yo voy a recorrer el mundo en tren, seré una
trotamundos.
—¿Y
tus siete hijos? —Narel lo miró fijamente, él notó que volvían los ojos llenos
de lágrimas.
—Ya
no quiero tener hijos… me quedaré con mis hermanitos y nada más…
—¡Nar!
—Nicholas se le lanzó encima al abrazarla y llenarla de besos—. ¿Ya te sientes
mejor? —Narel asintió.
—Iré
a decirle a Helen que te prepare algo para comer.
—Yo
te acompaño, Nar.
Nicholas,
que ya la pasaba como por cinco centímetros, le tomó la mano para ayudarla a
levantarse y llevarla abrazada a la cocina. Allí Helen le estaba preparando una
sopa, pero más espesa y no solo agua. Le dijo que al otro día tampoco iría a
clases, no si seguía con dolores o con riesgos de que pudiera subirle la
fiebre. Nicholas se sentó a su lado para vigilarla. A los pocos minutos
entraron Leah y Elijah, la saludaron y el pequeño le pidió que lo tomara, cosa
que no negó. Después subieron, se fueron los cuatro a la habitación de Narel y
se acostaron en la cama a ver las películas de Hayao, hasta que el sueño los
venció. Cuando Thomas los fue a ver, despertó a Nicholas para que se fuera a
dormir a su habitación, pero tanto Elijah como Leah quisieron quedarse, Narel
no se negó y Thomas los autorizó.
Alexander
llegó un poco más tarde y se fue directo a la habitación de Narel, pero se
llevó una sorpresa al ver a su hermana y sobrino durmiendo de lo mejor con
ella. Le encendió la luz del Universo, le besó la frente a Leah y Elijah, pero
a Narel le dio un suave beso en los labios. Thomas entró.
—Pensé
que ya no volverías —dijo sacándolo de la habitación—. Deja que descanse.
—No
pude volver antes… ¿Puedo dormir aquí?
—Garreth
no llegará hoy, se quedará donde unos compañeros… Espero que sea así y no me
salga con alguna sorpresa después… Puedes dormir en su habitación si quieres.
—Alexander asintió y caminaron hasta entrar. Thomas cerró tras de sí—. Hay algo
de lo que quiero hablarte. —Se sentó en la cama de Garreth—. Nar quiere
regalarte la casa de al lado.
—¿Qué?
—preguntó incrédulo al acercarse—. ¿Le dijiste…?
—No,
claro que no. Me pidió que averiguara por su dueño para ofrecerle un trato y
comprarla. Dice que es lo que quieres y que ella te quiere ver feliz…
—Esa
casa es de los dos.
—Pero
ella quiere que sea tuya y de Marianne.
—Pero…
hoy en la tarde hablamos… quedamos que lo intentaríamos de nuevo…
—¿Eso
fue antes o después que la dejaras sola? —Alexander lo miró, boquiabierto—. No
tienes que responderme, solo sé que ella bajó buscándote porque le habías prometido
quedarte. Tomaste una decisión, ahora tienes que asumir los costos que eso
conlleva.
—Pero
fue por mi suegro…
—Sí,
la cambiaste por tu suegro ahora. —Alexander abrió los ojos, entendió lo que le
decía Thomas—. Mira, no está mal lo que hiciste, pero ella piensa ahora que
todas tus promesas son falsas y creo que tiene razón en pensarlo. Fuiste a ver
a tu suegro y está bien, ella lo entiende y piensa que es egoísta por querer
que te quedaras con ella, pero lo entiende… —Alexander intentó decir algo, pero
Thomas no lo dejó—. Si no la vas a amar como se merece, hazte a un lado,
Alexander. Déjala seguir sin tus niñerías de que quieres que te odie o que te
extrañe. Solo déjala seguir.
Thomas
se levantó y caminó a la salida, Alexander se quedó mirando el suelo, sin poder
darle la cara. No sabía qué hacer. Se pasó la mano por la cara y se metió al
baño, de pronto se sintió más que cansado y solo quería dormir y no despertar.
Se acostó en la cama de su hermano mirando al cielo, sonrió de medio lado, allí
había un cartel y la letra era de Narel, ya sabía con qué y con quién
molestaría a Garreth, no se olvidaría del nombre Melissa, quien al parecer era
quien le quitaba el sueño. Pensando en su venganza por lo del embarazo, se
quedó dormido.
—Garreth,
despierta que se te hará tarde. —Narel tomó una almohada del suelo, que al
parecer había botado mientras dormía, y comenzó a pegarle al bulto que estaba
completamente tapado. Alexander se sentó un poco asustado y adormilado.
—Para,
para… —Narel se detuvo y lo miró.
—¿Dónde
está Garreth?
—Se
quedó a dormir en casa de unos amigos. —Ella lo miró con los ojos
entrecerrados.
—¿Qué
amigos?
—No
lo sé…
—¿Cómo
no sabes? —Le lanzó la almohada y caminó a la puerta, Alexander se levantó y se
dio cuenta que ella había entrado por la ventana. Narel salió—. Thomas… Thomas…
Thomas…
—¿Y
ahora qué pasa, escandalosa? —Thomas iba saliendo de su habitación, ya vestido
para ir a trabajar—. ¿Por qué estabas en la habitación de Garreth? —El mayor
miró a Alexander, que iba tras ella, y frunció el ceño.
—Fui
a despertarlo y en lugar de Garreth, estaba Alex… —Thomas sonrió y comenzó a
bajar la escalera, Narel lo siguió—. ¿Dónde está Garreth? ¿Con qué amigos?
—De
la universidad.
—Conozco
a todos esos, ninguno tiene donde invitarlo. —Thomas rodó los ojos.
—¿Cómo
no van a tener dónde invitarlo? ¿De qué estás hablando? —Alexander también iba
detrás de ellos—. ¿Cómo es eso que conoces a todos sus amigos?
—Tengo
que saber con quién se relaciona y darle permiso de si puede o no
frecuentarlos. Thomas… —El mayor se metió al baño, ignorándola. Narel comenzó a
golpear la puerta.
—Si
no me dejas en paz, me encargaré de subirte a un avión sin retorno a Argentina.
—Thomas le gritó desde el baño, ella dejó de golpear y comenzó a caminar de un
lado a otro, Alexander sonrió de medio lado al verla con el ceño fruncido y los
puños apretados—. Te dije que está con unos amigos y no tienes por qué
preocuparte. —Thomas salió y caminó a la cocina.
—¿Y
si está con Melissa? —El mayor se detuvo y volteó a mirarla—. Eso si te
interesa ¿verdad? Ustedes no tienen buena fama, sobre todo ese —dijo señalando
a Alexander, que frunció el ceño—. Yo no quiero que Garreth siga sus malas
enseñanzas, así que dime dónde está…
—Solo
me dijo unos amigos…
—Entonces
llámalo, a mí no me va a contestar. —Thomas sacó el teléfono del bolsillo y
comenzó a marcar. Al otro lado Garreth contestó—. ¿Dónde estás? —Pero antes de
que el mayor pudiera decir algo, Narel le quitó el aparato de las manos y
habló—. Te quiero en cinco minutos en la casa.
—No
fastidies. —Garreth le cortó.
—Me
colgó… me colgó… —Le pasó el teléfono a Thomas, que siguió caminando a la
cocina, Narel lo siguió y se sentó—. Me colgó… —Alexander y Thomas la vieron
taparse la cara con ambas manos—. Ese idiota me colgó…
—Tú
tienes clases, ve a bañarte. —Thomas miró a Alexander, que se acercaba a
Narel—. Déjala hacer todo el escándalo que quiera, si ya Garreth la ignoró.
—No
tengo clases hoy, avisaron que las suspendieron.
—Pero
te tienes que ir a bañar igual. —Alexander lo miró con el ceño fruncido.
—Ya
estoy aquí, en menos de cinco minutos. —Garreth entró, Narel quitó las manos de
la cara al mirarlo, Alexander vio que tenía lágrimas, suspiró, era una
exagerada.
—¿Con
quién estabas, Garreth? —Narel se levantó y lo abrazó por el cuello, como ya la
pasaba por una cabeza, se empinó, quedando en puntillas. Garreth la alzó al
abrazarla. Alexander vio que eso le subió la camisa y andaba sin pantalones,
frunció aún más el ceño.
—Con
unos amigos, le dije a Thomas… Y no, no estaba con ninguna chica… Ya te dije
que no seré como mis hermanos…
—Solo
puedes ser el amore mio, Garreth.
—¿Vamos
a dormir así los dos, bien abrazados un rato? —Le habló al oído, mirando a
Alexander, en menos de dos segundos Narel sintió los brazos de Alexander
rodearla por la cintura y separarla de su hermano. Él la bajó, pero no la
soltó.
—No
sé en qué mala decisión a mi madre se le ocurrió darme hermanos. —Thomas
refunfuñó al mirarlos, luego volteó y comenzó a preparar el desayuno.
—Vamos
arriba, tú tienes que seguir guardando reposo y yo me bañaré… —Comenzó a
caminar sin soltarla, abrazándola por la espalda—. Y ponte pantalones ¿cuántas
veces tengo que decírtelo?
—¿Están
juntos de nuevo? —Garreth le preguntó a Thomas al sentarse a la mesa, tomando
una manzana.
—Si
le preguntas a Alexander, te dirá que sí. Si le preguntas a ella, te dirá que
no. —Garreth comenzó a reír.
—Son
unos bobos…
—No,
solo tu hermano es un bobo… Ella lo perdonó para estar bien y en menos de diez
minutos ya estaba haciendo algo para que lo dejara… No entiendo a Alexander.
—Nadie
lo entiende.
—Esa
loca sí… Ella lo entiende bastante bien. —Thomas se paró junto a su hermano y
lo miró—. A mí sí me vas a decir dónde estabas.
—Paseando
por Londres con la chica más maravillosa que he conocido en la vida.
—No
le digas a la loca o no te quitará el ojo de encima ni cuando vayas al baño.
—Ya
lo sé… Thomas. —El mayor volvió a mirarlo, se había dado vuelta para seguir
cocinando—. Si todo sigue saliendo bien entre los dos, quiero traerla para
presentarla.
—Bien,
pero primero vas a tener que preparar el terreno, no solo con la loca
escandalosa, sino que también con Leah. —Garreth suspiró al terminar de comer
la manzana, había olvidado que debía rendir cuentas a dos aprensivas.
—Iré
a darme un baño.
—Alexander
durmió en tu cama anoche, por si acaso. No sé qué baño está ocupando ahora.
—Garreth asintió y caminó fuera de la cocina, tendría todo el día para
investigar lo sucedido cuando no estuvo.
**********
Alexander
salió con Narel de la cocina entre reclamos. Como la llevaba abrazada por la
espalda, la alzó, de esa manera dejó de hablar. Subió con ella sin soltarla y
la acomodó en la cama, Leah y Elijah ya no estaban, se debían estar preparando
para ir al colegio, ellos sí tenían clases. Le dijo a Narel que no se
levantara, que él se daría una ducha y luego verían lo del desayuno, pero que
no podía salir. No quería que fuera a molestar a Garreth, si su hermano andaba
con alguna chica no era problema de ella y no tenía por qué hacerle tanto
escándalo. Se metió al baño.
—Mientras
esté Alexander, esta puerta se queda abierta. —Thomas entró, abriendo de par en
par, Narel estaba acostada leyendo.
—Yo
no fui quien cerró, no me he movido de aquí —dijo, dejando el libro encima de
la cama—. Thomas, me falta espacio para mis libros, ya llené el librero,
necesito otro.
—Lo
que te falta es una habitación para dejar todos tus libros. —El mayor se sentó
junto a ella en la cama y le besó la frente.
—O
una casa…
—¿Quieres
irte de esta casa?
—No,
quiero una casa para llenarla de libros, yo me quedo viviendo aquí. —Thomas le
revolvió el cabello.
—No
me gustaría que te fueras. —Narel le sonrió, Thomas se puso de pie—. Ya tienes
mejor cara… menos mal que mañana es sábado y podrás descansar el fin de semana.
Voy a seguir buscando al estúpido hermano que tengo, descansa. —Caminó a la
puerta.
—Está
en el baño, Thomas. —Alexander abrió la puerta y salió, solo envuelto en una
toalla alrededor de su cintura.
—La
puerta se queda abierta, te lo dije el otro día. —Thomas lo miró frunciendo el
ceño.
—No
fastidies. —Alexander lo ignoró y se revolvió el cabello, dejando gotas caer
por todos lados.
—¿Por
qué no te vestiste en el baño? —Narel se tapó hasta la cabeza—. Si sabes que yo
estoy aquí. —Alexander rodó lo ojos.
—¿Qué
quieres, Thomas? —Narel frunció el ceño, sin salir del escondite, al sentirse
ignorada.
—Helen
me dio esta lista de cosas para hacerle desayuno a la loca, desayuno suave.
Quiere que lo vayas a comprar.
—¿Qué
desayuno suave? —Narel salió del escondite para preguntar. Ambos chicos la
miraron, estaba sonrojada, solo Alexander sonrió por eso—. Ponte ropa, por
todos los dioseses. —Volvió a taparse hasta la cabeza.
—Helen
dijo que no tienes permiso de reclamar por la comida que te dará, que solo
comerás y callarás. —Thomas volvió a mirar a Alexander—. Después que compres
eso te vas a la oficina.
—¿Por
qué?
—Porque
puedes tener libre de clases, pero no del trabajo y hay cosas que hacer.
—Pero
quiero quedarme aquí, alguien tiene que cuidarla.
—Yo
me cuido sola.
—Solo
será medio día, Alexander. Después de ir por las cosas, te vas para allá.
—Narel sintió que Thomas cerró la puerta, de seguro solo para que Alexander se
vistiera.
—Sal
de allí. —Alexander jaló el cobertor. Narel se tapó la cara con las manos—. No
tengo nada que no hayas visto… —Alexander le tomó las manos y la miró, seguía
sonrojada—. Ni tocado… —Se acercó hasta apoyar sus frentes—. Ni besado… —Le
dejó las manos en la cintura, junto con la toalla. La fue obligando a
retroceder hasta que quedó acostada—. Ni acariciado… —Se le acomodó encima,
sintió los dedos de ella aferrarse a la toalla, sonrió. Le besó la mejilla,
bajó al cuello y continuó por encima de la ropa hasta las piernas y subió,
levantándole la camisa. Se le acomodó encima de nuevo y la besó.
—Alex…
—Estoy
ocupado —dijo tratando de quitarse la toalla y sin dejar de besarla.
—La
puerta está sin llave… —Alexander se detuvo y se puso de pie. La miró acostada
y respirando agitado, fue rápido a la puerta y cerró con seguro.
—No
importa lo que diga Thomas. —Se quitó la toalla y volvió a ocuparse—. No te voy
a soltar, desde el auto que no estamos juntos y ya no aguanto más. —Narel lo
jaló del cabello al sentirlo y se le escondió en el cuello, a Alexander no le
importó ni la ropa, solo se sentía desesperado por volver a tenerla así. Se
quedó besándola con suavidad al terminar—. Voy a comprar lo que pidió Helen.
—Narel asintió y lo soltó, lo tenía abrazado con fuerza con las piernas.
—Me
iré a bañar. —Alexander se puso de pie y la ayudó a hacer lo mismo, la abrazó y
comenzó a caminar con ella al baño mientras la besaba—. Necesito ropa…
—Yo
te llevo el pijama de autitos, anda a bañarte.
—¿Por
qué ese?
—Porque
te tapa entera. —Alexander volvió a besarla y la dejó en el baño—. Iré a
comprar o no vas a desayunar.
Alexander
se vistió, le dejó el pijama en el baño, tomó el papel que le dio Thomas y bajó
corriendo para ir a comprar. Tenía una sonrisa dibujada en la cara de oreja a
oreja que no se le borraría ni siquiera al pensar que su hermano lo obligaría a
ir a trabajar. Aunque solo fuera medio día. Sentía que nada podría arruinarle
el día.
—¿A
ti qué te pasa? —Alexander miró a Helen, que estaba junto a la escalera abajo.
—Nada,
nada… Voy a comprar lo que pediste. Nar se está bañando. —Le besó la mejilla y
salió.
Helen
se quedó viendo un rato la puerta, Alexander estaba reluciente y desde la casa
de campo que no lo veían de esa manera. Frunció el ceño, esperaba que las cosas
salieran bien. Se fue a la cocina, si Alexander había ido por las compras
significaba que la loca estaba de acuerdo y le prepararía algo de desayunar.
Thomas llevó a los niños ese día al colegio y Garreth dijo que dormiría un
rato.
—Buenos
días, Helen. —Narel entró a la cocina, Helen la miró mientras picaba algo de
fruta. Suspiró, brillaba más que Alexander—. Buenos días, hermanito lindo
precioso.
—Te
acuerdas de lo que tenemos que hacer el lunes, ¿verdad? —Narel se quedó
viéndola un rato, Helen rodó los ojos—. Tenemos que ir a que te pongan esa
inyección para que no tengas hijos.
—Verdad,
verdad… —Narel le sonrió, Helen le jaló un rizo—. Lo siento, Helen, si sabes
que no soy buena con las fechas.
—¿Qué
estabas haciendo con Alexander? —Helen se masajeó la sien al verla
ruborizarse—. ¿No dijiste ayer que nada más?
—Es
que… Helen… Hay un demonio que siempre me dice pruébalo y un angelito que me
dice quieto y reza. ¿A quién le hago caso de los dos? —Helen le dio un
coscorrón.
—No
me salgas con tus tonteras de canciones.
—Lo
siento, Helen… Pero no puedo sacarlo de aquí aún… —Helen vio que Narel dejaba
su mano en el pecho, la abrazó.
—Ya
sé que es difícil, y más si Alexander no te deja olvidarlo… Pero no te quiero
ver mal.
—No
lo estaré, te lo prometo.
—Helen,
ya te traje las cosas. —Alexander entró y se quedó mirándolas, Helen dejó de
abrazarla y recibió las compras, fue a prepararle algo para comer—. ¿Por qué te
levantaste? Te iba a llevar las cosas para que comieras en la habitación.
—No
quiero, estoy aburrida de estar acostada.
—¿Te
sientes mejor? —Alexander le dejó la mano en la frente.
—¿No
es un poco tarde para preguntarle eso? —Alexander miró a su cuñada cuando habló
y enrojeció, Narel miró el suelo, sentía su cara arder—. Debiste pensar en eso
antes de… antes de hacer lo que estaban haciendo…
—No
estábamos haciendo nada, Helen… —Alexander se silenció al ver el gesto de Helen
con el cuchillo al cortar fruta, sintió que fácilmente podría ser él—. Me iré a
la oficina, Thomas me espera.
—¿No
vas a desayunar con la boba?
—Sí…
solo si prometes no matarme. —Helen lo miró entrecerrando los ojos.
—No
te prometo nada… Pero lo intentaré.
—¿Qué
es eso, Helen? —Narel preguntó mirando la mesa.
—Tu
desayuno, galletas de agua y queso blanco.
—Pero
no me gusta eso…
—No
te pregunté si te gusta o no, vas a comer y ya.
—Pero…
¿dónde están mis tostadas a la francesa y mis comidas altas en grasas?
—Te
vas a olvidar de eso en un buen tiempo, ahora solo vas a comer de esto. —Helen
la miró con el ceño fruncido, Narel se sentó. Alexander sonrió a su lado.
—Esto
es tan cruel, Helen… Ni por mi hermanito.
—Para
la otra que te comas un kilo de chocolate sola, ten en consideración esto antes
de hacerlo.
—Ya
entendí… —Alexander le besó la mejilla al sonreír—. No te rías tanto porque
para ti hay lo mismo.
—No
es cierto. A nadie le gusta eso. —Alexander miró a Helen, ella sonreía, eso no
le gustó—. ¿Verdad que no, Helen? ¿Verdad que para mí es desayuno normal?
—Tú
vas a comer de lo mismo. —Helen sonrió con triunfo—. ¿No te gusta regalarle
chocolates? Ahora te aguantas. —Alexander frunció el ceño, Narel rio.
—Si
quieres puedes comer más de la mitad, no hay problema con eso.
—Ajá,
ahora sí compartes.
—Porque
me acabo de acordar que sé compartir.
Capítulo XVII: «El aniversario».
Narel
entró a la oficina de Alexander sin siquiera golpear. Él la miró, sentado al
otro lado del escritorio, sin perder detalle. Llevaba puesto aquel vestido que
usó para la última Navidad, le dieron ganas de quitárselo, aunque no se puso lo
que Ashley la obligó a ponerse aquel día. De todas maneras, a Alexander le
gustó, el cuerpo de ella estaba cambiando y él lo sabía muy bien. Sonrió de
medio lado. Habían pasado un par de días desde que estuvo enferma del estómago.
Después de aquello volvieron a dormir juntos y a seguir algo parecido a antes.
No era igual, Alexander lo sentía, a pesar de que ella brillaba con él y se
veía feliz, habían cambiado varias cosas. Como por ejemplo, que llegara a su
oficina, con ese vestido, a esa hora… Faltaba poco para las 18:00 horas.
—¿Qué
haces con ese vestido? —Le preguntó al verla sentarse en el sillón, se veía
impaciente.
—No
me quedó de otra, me di cuenta de que no tengo más… quizás le diga a Ashley que
vayamos de compras.
—¿Y
para qué te quieres comprar vestidos? —Alexander se levantó y se sentó junto a
ella. Se dio cuenta que llevaba labial rosado, estaba lista para ir a algún
lado—. ¿Viniste a provocarme vestida así? —Le pasó un brazo por atrás de la
espalda y medio la abrazó por la cintura, le besó el cuello.
—Thomas
me dijo que esperara aquí. —Alexander dejó de besarla.
—¿Por
qué?
—Está
hablando con Kevin por mi permiso para ir al teatro. —Narel sintió los dedos de
Alexander enterrarse en su cintura.
—¿Vas
a ir igual?
—Es
el concierto de la música de las películas de Hayao, tú no quisiste ir conmigo.
—Alexander se puso de pie y volvió a su silla en el escritorio.
—Sabes
que no puedo…
—Entonces
voy con Kevin.
—¿Por
qué con él? ¿Por qué no vas con Garreth o Nick? —Se pasó las manos por la cara,
era muy poco tiempo para idear algún plan para que ella no fuera.
—Porque
Kevin me invitó.
—¿Así
como el estúpido de la guitarra te invitó a almorzar el otro día?
—No
es estúpido, se llama César y es mi amigo porque viene del país donde nací. No
seas antipático, Alexander. —Narel lo miró con el ceño fruncido.
—Pero
tú estás conmigo, no puedes estar saliendo con otros.
—Tú
sales con Marianne y yo no te digo nada… Y yo no me ando dando besos ni con
Kevin ni con César que son los dos únicos con los que he salido. —La puerta se
abrió luego de que golpearon.
—Hola,
Alexander. —Narel se puso de pie al ver a Kevin, Alexander frunció el ceño
porque ambos sonreían—. El teatro nos espera. —Ella le tomó la mano, ya que
Kevin se la pedía—. Adiós, Alexander. —A pesar de hablarle, no lo miró ni al
entrar ni al salir.
—Nos
vemos después, Alex.
Narel
tampoco lo miró antes de cerrar la puerta, se fueron al ascensor. Alexander
salió de su oficina casi de inmediato, solo alcanzó a ver que las puertas se
habían cerrado. Apretó los puños y caminó donde Thomas, su hermano debió
detenerla. Norma, la secretaria de ambos, simplemente lo miró, los conocía de
hace años, a todos, y se imaginaba lo que pasaba. Thomas lo miró por encima de
los papeles que tenía en la mano cuando entró, sonrió de medio lado, Alexander
estaba iracundo.
—¿Qué
crees que haces? —preguntó al verlo caminar donde Thomas guardaba su escocés
con unos vasos, se usaba para celebrar el cierre de tratos con los clientes.
—Necesito
un trago…
—Toma
agua o jugo, pero… —Meneó la cabeza, Alexander vació el vaso en menos de un
segundo. Se sirvió otro—. Dijiste un trago.
—No
fastidies.
—¿Qué
te sucede? —Alexander se sentó frente a su hermano, con el vaso en la mano.
—¿Cómo
que qué me sucede? Lo sabes bien, Thomas… ¿Por qué la dejaste ir? Debiste
decirle que no.
—No
me culpes de tus errores. —Thomas lo vio seguir bebiendo, suspiró—. Fuiste tú
el que le dijo que no quería acompañarla.
—Dije
que no podía, no que no quería…
—Es
lo mismo.
—¡No
es lo mismo, Thomas! ¡Lo sabes bien! —Alexander se puso de pie y volvió a
llenar el vaso. Thomas lo vio meditar un momento, luego tomó la botella y se
sentó donde antes—. Tú fuiste quien me dijo que no saliera con ella, que
mantuviera distancia mientras durara el proceso de separación, lo estoy
haciendo, le he dicho que no a todos los lugares que ha querido ir. ¿Crees que
eso es agradable para mí? ¿Decirle que no hasta para cuando quiere ir a tomar
helado? No me fastidies con eso, Thomas. —Volvió a beber del vaso.
—No
le puedo decir que no salga con sus amigos.
—Esos
no son amigos, solo quieren ser algo más de ella.
—¿Vas
a volver a desconfiar como con Jesse? —Thomas lo miró, Alexander se empinó el
vaso y lo vació.
—No…
No quiero que salga con otros…
—Entonces
dile que te estás separando y por qué no puedes salir con ella a lugares así.
—No
quiero preocuparla.
—Entonces
déjate de fastidiar y aguanta. —Thomas vio que apretaba el vaso con fuerza, se
le notaba en los nudillos que comenzaban a ponerse blancos, pero no se sirvió
más.
—Me
voy a quedar en tu casa hoy. —Alexander soltó el vaso y metió su mano al
bolsillo, tomó el teléfono y comenzó a llamar.
—No
tiene sentido que hagas eso. —Thomas abrió el cajón y le mostró el celular de
Narel. Alexander frunció el ceño dejando solo una ceja.
—¿Por
qué tienes eso? ¿Y si le pasa algo? ¿Si necesita comunicarse?
—No
fue lejos, Alexander. Deja de exagerar todo. Si te vas a casa a hacer guardia,
vas a ver que antes de las 20:30 estará de vuelta. ¿Tú crees que la voy a dejar
expuesta a cualquier cosa? Deja de ser tan estúpido.
—Falta
poco para eso, vamos a casa. —Thomas lo miró frunciendo el ceño, Alexander se
levantó y guardó la botella. El mayor notó que se tambaleaba.
—No
sabes ni beber… —Se puso de pie, mejor se lo llevaba.
—No
fastidies. —Alexander abrió donde Thomas guardaba los hielos—. Tienes lleno de
leche aquí en lugar de tener algo refrescante.
—Vamos
a casa.
Alexander
vio a Thomas cerca de la puerta y lo siguió, pero antes pasó por su oficina
para guardar lo que dejó a medio terminar al salir rápido de allí. También para
apagar todo. Después se fueron al ascensor. Le esperaba unas largas horas de
guardia, pero no se movería de esa casa hasta que Narel estuviera de vuelta o
sino la saldría a buscar por todo Londres. Fue por eso por lo que, cuando ella
abrió la puerta y puso un pie en la escalera al segundo piso, donde suponía
estaba Thomas con Helen, ya que después de cierta hora la mandaban a hacer
reposo, no se imaginó que un brazo la rodearía por la cintura para detenerla.
Sintió la respiración de Alexander en su oreja. Abrió los ojos por la sorpresa.
—Te
estaba esperando… —Alexander la abrazó con fuerza, pegándola a su cuerpo.
—Estuviste
bebiendo.
—No…
solo un poco…
—No
me gusta cuando bebes.
—No
me gusta que salgas con otros chicos. —Narel se encogió de hombros, Alexander
le besó el cuello.
—Lo
tendré en consideración, me iré a dormir… —Él la afirmó con más fuerza—. Tengo
que avisarle a Thomas. —Alexander se separó un poco de ella.
—¡Thomas,
la loca ya llego! ¡Vamos a salir!
—¿Cómo
es eso de que vamos a salir? Yo me iré a dormir.
—No,
tú vas conmigo. —La levantó y caminó con ella a la puerta, después que salieron
la bajó. Le tomó la mano, desobedeciendo a Thomas con eso que no la tratara
como su novia en lugares públicos, y caminó con ella, solo serían unos pasos.
—¿Por
qué vamos a la casa de junto? —le preguntó al notar que entraban en la casa que
quería comprar—. ¿Por qué tienes llaves?
—No
hagas tantas preguntas, solo entra. —Narel notó, apenas entró, que la casa
estaba en construcción y que había algunos lugares que solo eran esqueleto,
mientras que otros tenían más avances. Solo se iluminaba con la luz que entraba
por el exterior.
—Es…
es… —Alexander la vio caminar por la que sería la sala, en donde la chimenea ya
estaba lista—. Es como me la imaginé… —Él sonrió, claro que sería así, si se
había quedado con los dibujos que ella rompió—. ¿Crees que el dueño sea mi
gemelo perdido? —Alexander rodó los ojos por eso—. Iré a ver la cocina. —Sintió
que la rodearon con fuerza por la cintura y le detuvieron el paso.
—Alto,
aún todo está en construcción, no puedes andar por cualquier lado, algunas
partes están llenas de materiales y otras apenas se sostienen porque las están
cambiando. —La alzó y caminó hacia la escalera—. Nosotros vamos a arriba, y
solo a una parte, no te quiero dando vueltas por todos lados y te pase algo.
—La bajó y le tomó la mano, caminando él primero hasta llegar a la primera
puerta. Narel vio que, por debajo, se veía una débil luz. Alexander abrió y
ella entró después de él.
—¿Por
qué? —preguntó una vez que Alexander se hizo a un lado para cerrar la puerta.
Frente a ella había unas velas encendidas, de los pequeños cirios, una alfombra
y sobre ella una mesa tapada con un mantel. Cerca de la ventana, había un
sillón de los que se transformaban en cama, que ya estaba de esa manera.
—Porque
siempre tienes hambre, así que preparé una cena para los dos. —Narel notó que
la mesa tenía dos platos, dos copas y espumante. Frunció el ceño por eso, ese
bobo tenía pensado seguir bebiendo—. Para celebrar.
—¿Qué
vamos a celebrar? —Alexander volvió a abrazarla por la espalda.
—¿No
sabes qué día es hoy?
—Viernes…
—Él rodó los ojos por eso.
—Es
11 de noviembre… —Alexander sintió que el cuerpo de Narel se tensó—. En
realidad, estamos aún a 10, pero en unas pocas horas será 11 y voy a aprovechar
todo el día completo contigo.
—Se
cumple un año del fallecimiento de tu mamá… —Él la abrazó con fuerza.
—Sí…
pero también se cumple un año desde nuestro primer beso, en el departamento… Y
eso es lo que vamos a celebrar. Es nuestro aniversario… Aunque nosotros estamos
juntos desde que nos conocimos, desde el pelotazo.
—No
es tan así, yo te conocí al día siguiente, cuando fue el pelotazo solo conocí a
Thomas.
—Es
desde el pelotazo, no seas boba. Desde el pelotazo que tú me diste a mí. —Narel
sonrió por eso, si fuera necesario, lo volvería a hacer—. Yo te di uno y ese
apenas te vi, pero al día siguiente, en el colegio, tú me diste uno que fue más
fuerte, los balones de basket siempre pegan más fuerte que los de fútbol, y tú
me diste con ese. —Alexander le besó el cuello—. Desde ese momento que estamos
juntos… desde tus once… once como nuestro aniversario…
—Y
tus doce. —Alexander la giró para mirarla a los ojos.
—¿Te
besaste con Kevin? —Narel frunció el ceño por eso.
—Me
preparas todo esto y desconfías de mí, qué estúpido eres, Alexander. —Le dejó
las manos en el pecho para intentar soltarse—. Suéltame.
—No
estoy desconfiando de ti, pero él pudo besarte.
—Entonces
la pregunta es otra, estúpido. —Narel lo miró, tenía los ojos enojados—. Mírame
los labios, el labial está intacto porque no comí, no bebí y no besé a nadie. Y
ahora suéltame.
—Pudiste
pintarlos de nuevo.
—No
ando con nada encima, si sabes que viajo ligera. Solo tengo los documentos y
una tarjeta en un bolsillo escondido que le hice a este vestido por aquí.
—Alexander vio que levantó un poco la falda y le mostró las cosas, allí no
cabía nada más que lo que decía.
—A
lo mejor es de esos labiales que no se salen… —Narel lo besó, Alexander la
abrazó con fuerza y le correspondió.
—¿Se
salió? —Alexander asintió, volvió a besarla y caminó hasta la mesa que había
inventado—. ¿Por qué se te ocurrió todo esto? —Alexander la invitó a sentarse
en el suelo, frente a la mesa.
—Había
que aprovechar que te pusiste ese vestido.
—Pero
tú estás todo desordenado, el cabello desparramado, la camisa fuera del
pantalón, parece que se te perdieron los primeros botones…
—Pero
a mí solo me importa ese vestido.
—No
me gusta cuando bebes. —Alexander abrió la botella de espumante y sonrió de
medio lado—. Debiste traer jugo o agua, si sabes que no me gusta eso.
—Ya
estás mayor, puedes beber de vez en cuando. —Comenzó a servir las copas, aunque
a ella solo un poco.
—No
bebo porque no me gusta, no por la edad. —A pesar de los reclamos, se empinó la
copa dejándola vacía. Alexander sonrió, él también la vació y sirvió más para
los dos—. A diferencia de ti, yo sí sé beber y no me hace efecto el alcohol. Y
menos mal que es una de las botellas chicas, sino te la reviento en la cabeza.
—Vamos
a comer.
—¿Tú
cocinaste?
—Claro,
te preparé pastas. —Alexander tomó la comida que tenía guardada en una mini nevera
para mantener el calor y sirvió.
—Esto
es del restaurante italiano al que vamos.
—Tu
favorito. Tú cocinas, yo bebo y juntos somos la mejor pareja.
Alexander
volvió a besarla y luego comieron, dejando vacíos no solo los platos, sino que
también la botella. Aunque de eso último había sido Alexander el mayor
culpable. Después de eso, él la sentó entre sus piernas para abrazarla.
Aprovechó de besarle el cuello mientras ella le contaba con lujo de detalles el
concierto, Alexander sonreía de vez en cuando, eso significaba que le prestaba
atención. Hasta que le soltó la amarra del vestido desde la espalda.
—Nada
más de hablar —susurró al ir acostándola en la alfombra—. De la Navidad pasada
que solo quiero quitarte este vestido, esa vez solo pude la mitad, ahora será
completo. —Se quedó pasándole los dedos con suavidad desde el cuello y bajando.
—Solo
es un pedazo de tela… —Se silenció cuando Alexander le dejó los dedos en los
labios y terminó de quitarle el vestido.
—Tu
cuerpo está cambiando. —Narel enrojeció al ver la mirada de Alexander
recorrerla entera.
—Las
hor… —Él la besó, mientras se le acomodaba encima.
—Ya
sé que tienes respuesta para todo —dijo y la fue besando desde el cuello para
ir bajando—. Pero estamos solos y ahora lo único que quiero es escuchar otras
cosas de ti… casi nunca estamos solos y voy a aprovechar cada segundo.
Narel
sabía que eso era verdad, Alexander siempre le reclamaba que en la casa de
Thomas no tenía privacidad, y era así, una casa llena de gente para todo lo que
él quería hacer. Pero si quería estar con ella, no le quedaba más que aguantar.
Narel lo entendía, en parte, por ejemplo, cuando estaban en momentos como ese.
Le daba vergüenza que alguien la viera así. O cuando estaban en el sillón,
viendo alguna película o deportes, y a Alexander le daba lo cariñoso y entraba
Thomas. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo empujó para que se le
saliera de encima y él se iba al suelo. Terminaba siendo regañada por Thomas y
por Alexander.
—¿Va
a ser así? —Narel le preguntó mientras le pasaba los dedos con suavidad por la
espalda y el cabello, Alexander llevaba unos minutos acostado encima, sin
moverse—. Cuando vivamos juntos… los dos solos… ¿va a ser así? —Él medio se
levantó y apoyó los codos a los costados de la cabeza de ella para mirarla,
desde el auto que ella no tocaba tema de un futuro juntos, era como si hubiera
olvidado que podrían tener un para siempre.
—Va
a ser mejor, tú me vas a cocinar. —Narel frunció el ceño, Alexander sonrió—. No
hay comida mejor que la tuya. —Volvió a acostársele encima.
—Muévete,
que me aplastas…
—Te
encanta que te aplaste. —Él se acomodó entre sus piernas, Narel se quedó
callada—. ¿Ya ves que te encanta? —Alexander le besó el cuello, ella lo abrazó
más fuerte—. ¿Sabes cuál es la diferencia entre nosotros y otras parejas? —La
besó para silenciarla, después de preguntarle se dio cuenta que había hecho mal
la pregunta y mejor la detuvo antes que dijera que era porque él seguía casado.
Narel lo miró cuando le soltó los labios—. Es que yo soy tuyo, por completo, me
tienes a tus pies… Pero tú no estás así por mí y está bien, no tiene nada de
malo. No voy a dejar que esto se termine nunca, porque no sé qué haría sin ti…
—Quisiste
que te odiara…
—El
camino fácil, no funcionó. Fue para peor.
—Porque
eres un bobo. —Narel lo besó—. Yo no quiero que seas mío, yo quiero que elijas
amarme, así como yo elijo amarte todos los días, aunque me equivoque. No me
gusta eso de la pertenencia de las personas.
—Pero
a mí me gusta que seas mía y solo mía y de nadie más… —Alexander la rodeó por
la cintura y la abrazó fuerte.
—Yo
no… —Se detuvo, pensando bien las palabras para que no se prestaran a
confusión—. Yo no podría hacer esas cosas con otra persona… Ni siquiera puedo
imaginarlo… Siempre has sido tú y solo tú, desde que te conozco, y no sé si eso
está bien o mal, pero es así… Y creo que, en el fondo, tú lo sabes tan bien
como yo…
Alexander
la besó y movió las caderas, había sido mucha charla. Narel le jaló del cabello
y, en lugar de sentir dolor en ese momento, le gustó. Le gustó porque al
tenerla así de abrazada ninguno pertenecía al otro, sino que simplemente eran
uno. Pero era verdad lo que le dijo, él no podía vivir sin ella y tenía claro
que ella sí podría seguir adelante sin él, ya se lo había demostrado, y por eso
no se daría el lujo de perderla. Aunque, tenía más que claro, que debía ir de a
poco con todo. Apenas ese día ella había vuelto a hablar de un futuro juntos, y
era un paso, porque ya ni siquiera quería tener siete hijos, pero él estaba
convencido que de a poco todo volvería a ser como siempre fue. Narel lo besó a
los minutos después de que terminaron, Alexander la veía sonreír entre besos.
Se sentían bien los dos, después de todo lo que habían pasado entre discusiones
y tratando de odiarse, estar como estaban, era lo mejor. Luego ordenaron lo
usado para comer y se acostaron en el sillón que se transformaba en cama. Alexander
se durmió con una sonrisa en el rostro, mientras la abrazaba con fuerza,
pasaría mucho tiempo antes de volver a estar así y no desaprovecharía la
oportunidad. A pesar de que el amanecer los encontró a los pocos minutos que
habían cerrado los ojos.
**********
Alexander
abrió la puerta con cuidado, tratando de no hacer tanto ruido. Narel bostezó a
su lado, casi no habían dormido, era normal que estuviera cansada. La llevaba
de la mano, los trámites del divorcio estaban casi listos y decidió, la noche
recién pasada, que no le volvería a soltar la mano jamás. Entraron.
—Hola,
Alex. Hola, Nar. —Nicholas iba bajando por la escalera corriendo—. ¿Llegaron
recién?
—Te
dije que estaría despierto y no teníamos que hacer tanto alboroto con no meter
ruido. —Narel abrazó a Nicholas y le besó la cabeza, aunque ya se tenía que
empinar porque el niño no paraba de crecer—. Me baño y te preparo desayuno.
—Alexander frunció el ceño.
—¿Por
qué le vas a preparar desayuno tú?
—Porque
me toca, Helen ya está casi con mi hermanito afuera, yo me hago cargo de las
cosas.
—Tú
te tienes que hacer cargo solo de mí. —Narel rodó los ojos, Nicholas miró a
Alexander y sonrió.
—Le
diré a Thomas que llegaste recién.
—Bien…
nos preparará desayuno a los dos.
—Le
diré a Helen que ya estoy aquí. —Alexander le tomó la mano.
—Alto,
ayer le dije a Thomas que te traería temprano…
—Me
trajiste temprano, amaneció hace poco. —Nicholas echó a reír, Alexander frunció
el ceño.
—No
molestes a Helen si aún está Thomas en la habitación.
—Nick
¿a dónde ibas tan temprano? —Narel cambió por completo el tema al mirar al más
pequeño.
—A
ver tele, para esperar a todos.
—Dame
esas cosas, Alex, iré a ponerlas a lavar. —Narel señaló la mini nevera en la
que había llevado la comida.
—Yo
la llevo.
—Nick,
voy a ver esto, me baño y te preparo desayuno.
El
niño solo asintió y caminó a la sala, Alexander se fue con Narel a la cocina,
ella se quedó lavando lo sucio y él se fue con su hermano, tenía algunas cosas
que aclarar. Pero se encontró con Thomas, antes de llegar a la sala, el mayor
iba bajando la escalera y lo miraba con el ceño fruncido. Le había dicho que la
hora límite de llevar a Narel a casa era la 1 de la madrugada, y él lo ignoró
por completo, ya pasaban de las 8 de la mañana.
—¿Llegaste
recién?
—No…
iba a ver tele con Nick. —Thomas lo miró frunciendo aún más el ceño.
—Te
dije que no más de la 1.
—Pero
si no me pasé de esa hora, de verdad.
—Te
esperé hasta las 2… —Thomas comenzó a acercarse, Alexander retrocedió—. No me
tomes por idiota… Aún llevas la misma ropa destartalada de ayer… —La puerta de
la cocina se abrió, Alexander suspiró, la vería con el vestido del día anterior
y no podría intentar zafarse del regaño. Giró para mirarla en el momento justo
en que ella se le lanzaba a los brazos, rodeándolo por el cuello y con las
piernas para besarlo. A él no le quedó de otra más que cargarla.
—¿Nos
vamos a bañar juntos, amor? —Alexander sonrió de oreja a oreja mientras le daba
suaves y cortos besos.
—Si
me lo pides de esa manera… ¿cómo decirte no? —La abrazó más fuerte para
llevarla a la habitación—. ¡Auch! ¡Auch! —Pero tuvo que bajarla, Thomas le jaló
la oreja.
—Hola,
Thomas. No te vi. —Narel le sonrió, el mayor la miró con el ceño fruncido—.
Prepararé el desayuno después que me bañe. —Le besó la mejilla y caminó a la
escalera.
—Voy
a bañarme, Thomas. Después me matas si quieres. —Se fue persiguiendo a Narel,
dejando al mayor con la palabra en la boca. Caminó a la sala, donde Nicholas
veía televisión.
—Tú
no vas a tener permiso de tener novia nunca en la vida.
—Si
eso ya lo sé, Nar me tiene prohibido acercarme a las brujas.
—Alexander
y Garreth van a terminar sin orejas. —Nicholas sonrió, los dos se quedaron
viendo un poco de deportes.
—¿Garreth
tampoco llegó anoche?
—Llegó
un poco antes de Alexander. Voy a matar a esos dos.
—Deja
viva a Nar, necesitamos comer.
—Y
una niñera.
Tal
y como les dijo, después de bañarse se fue a preparar el desayuno. Ese día
tendrían una ceremonia por el cumplimiento de un año de la muerte de la madre
de los muchachos, por eso Nicholas los estaba esperando vestido de manera
formal. Narel era la única que no se vistió así, ya que cocinaría. Cuando llegó
a la cocina, Helen estaba sentada a la mesa con Thomas, la saludó y la regañó
por no volver a casa, pero la dejaron cocinar tranquila. Helen le acomodaba una
corbata a su esposo y luego a Elijah, ambos vestían impecables. Se le fueron
uniendo de a poco, Nicholas, Alexander, Garreth y Leah, el único más
desordenado era Alexander, con la camisa fuera del pantalón, el cabello
desarmado y los botones abiertos. Thomas lo regañó. Cuando terminaron de
desayunar, Narel corrió a su habitación para cambiarse ropa, pero cuando iba
pasando por la puerta, Ashley entró.
—¡Muñequita
mía! —le dijo y la abrazó por el cuello—. Te traje ropa para hoy, no te dejaré
ir si no vas formal.
—No
me molestes, Thomas dijo que podía ir con pantalones. —La ignoró y continuó
caminando.
—Claro
que no, te pondrás lo que te traje. —Ashley se fue tras ella.
—Nar.
—Ella se detuvo a mirar a Alexander, bajo la escalera. Notó que Brandon sonreía
al mirarlos, no lo vio entrar al salir arrancando de Ashley—. Voy por Steph y
Josh, después nos vamos.
—Bueno,
buscaré tu corbata. —Alexander asintió al mirarla.
—Yo
acompañaré a Alex. —Brandon les sonrió a ambas chicas—. Nar, no seas tan mala
con Ash, lleva una semana buscándote ropa. —Narel miró a Ashley con el ceño
fruncido, su amiga le sonreía angelicalmente.
—Bien,
pero no podrás negarte a ninguna cosa que se me ocurra hacer en todos los
futuros posibles.
Cuando
Alexander llegó, Narel estaba en la sala arreglándole la corbata a Nicholas. Se
fijó que Ashley le compró un vestido con terminación en falda plisada y de
mangas casi al codo, bastante recatado para su gusto, pero perfecto para la
ocasión. Le arregló el cuello de la chaqueta a Nicholas y después le besó la
frente. Garreth fue el siguiente para el mismo proceso. Alexander se acercó con
Stephanie en los brazos, la abrazó para saludar, ya que ella estaba ocupada con
Garreth y Joshua la jaló del vestido. Narel se agachó y lo miró, vestía
impecable igual que sus tíos, pero sin corbata. Le besó la cabeza y se levantó,
Alexander dejó a Stephanie en el suelo, la niña vestía de princesa con un
vestido con vuelitos.
—¿Encontraste
mi corbata?
—Sí
—dijo y se la sacó, la tenía colgando de su cuello para que no se le perdiera—.
¿Y Marianne?
—No
vino. —Narel le subió el cuello de la camisa y le abotonó los dos primeros para
que no se viera tan desordenado.
—Tienes
el cabello muy largo, ya es tiempo que te lo cortes. —Narel le puso la corbata,
pero no se la ajustó.
—No
reclames, agradece que al menos me afeito. —Alexander se metió la camisa dentro
del pantalón.
—Así
no se hace, se te va a estar saliendo a cada rato. —Ella le desabrochó el
cinturón y le acomodó la camisa de manera correcta.
—Cuidado
por donde pasas tus manos… —Alexander sonrió de medio lado al mirarla, ella
levantó la vista para verlo.
—A
todos nos hizo lo mismo. —Garreth, cerca de ellos jugando con Stephanie, le
sonrió.
—Era
la única manera de que estuvieran impecables, Garreth. No fastidies. —Alexander
frunció el ceño, dejando solo una ceja dibujada en su rostro.
—¿Metiste
tus manos a los pantalones de todos? —Garreth estalló en carcajadas.
—Les
arreglé la corbata, nada más. —Narel subió el nudo, dejándoselo bien apretado.
—Vas
a ahorcarme.
—Es
la idea, por estúpido. —Ella suspiró y le arregló la corbata y el cuello de la
camisa, Alexander se puso la chaqueta y ella terminó de acomodarlo—. Estamos
listos, vámonos. Thomas ya debe estar allá.
—¡Nar!
—¿Por
qué ahora? Justo ahora… —Alexander la miró salir con los puños apretados, era normal
cuando pasaba eso.
—Bien,
una mitad en el auto mío y la otra en el de Brandon. —Alexander tomó a
Stephanie en sus brazos—. Nick, tú vas conmigo, lleva a Josh. Yo cerraré todo
mientras.
Narel
se fue a la puerta, de donde la llamaban, mientras los demás se dividían para
salir. En el auto de Brandon irían Ashley, Garreth y Leah; y en el de
Alexander, Stephanie, Joshua, Nicholas y Narel. Comenzaron a organizarse
mientras ella seguía con las visitas inesperadas.
—¡Hola,
Alex! —dijeron las mellizas al verlo pasar, él solo les sonrió. Narel las miró
como reían después de eso, frunció el ceño, ya conversaría con ellas al
respecto. Las escuchó hablar sobre lo guapo que se veía. Frunció aún más el
ceño.
—No
puedo ir hoy —les dijo a sus tíos en español—. Estamos saliendo a la
ceremonia por el fallecimiento de su madre. No puedo ir hoy.
—Ya casi volveremos a la Argentina…
—Pueden venir mañana, pero no hoy. —Apretó los puños, le estaban haciendo
perder el tiempo—. Me tengo que ir. —Narel se fijó que ya todos estaban
listos para partir, el auto de Brandon se fue, solo faltaba ella—. Me avisan
si vienen mañana, pero ahora me tengo que ir.
Y,
sin esperar una respuesta, se subió al copiloto del auto de Alexander. Él la
vio con el ceño fruncido y prefirió no preguntar nada, quizás a la tarde, luego
de almorzar, cuando volviera a tener el estómago lleno. Le tomó la mano y
entrecruzó los dedos mientras conducía, ella de a poco fue aflojando el
entrecejo. Alexander le besó la mano, Narel apretó los dedos. Nicholas atrás,
que cuidaba a sus sobrinos, miró todo con atención. Algo había cambiado en su
hermano, se veía más decidido, estaba diferente. Sonrió al verlos, esperaba que
al fin se pusiera los pantalones con Narel o, simplemente, él no dejaría que se
le acercara. Nicholas había tomado esa decisión la última vez que la vio llorar
por Alexander, cuando le dijo que no era importante. Y cumpliría su palabra,
aunque eso significara que debía pelear con su hermano, no dejaría que volviera
a hacerla llorar.
Cuando
llegaron a la capilla, Alexander se estacionó entre los autos de Brandon y
Thomas. Narel se bajó y abrió la puerta de atrás para que descendiera Nicholas.
Notó, que en la fila de al frente de autos, había un Rolls-Royce Silver Seraph.
Frunció el ceño por eso, pensó que no se aparecería, pero estuvieron
equivocados los tres: Thomas, Helen y ella. Tomó a Joshua en brazos y cerró la
puerta del pasajero.
—Nick,
quédate a mi lado todo el rato. —Alexander escuchó eso luego de cargar a
Stephanie, después cerró el auto. Se dio cuenta que ella miraba al frente.
Frunció el ceño, era imposible que ese auto estuviera allí.
—Bueno,
pero yo llevo a Josh, ya tengo más fuerza que tú. —Le extendió los brazos a su
sobrino y lo cargó—. Estoy más alto igual. —Alexander se dio cuenta que su
hermano no había visto el auto y eso era bueno.
—Vamos
a estar casi todo el tiempo sentados. —Alexander se acercó y la tomó de la
mano, entrecruzando los dedos. Narel lo miró e intentó soltarlo, pero él no la
dejó—. ¿Por qué?
—Porque
ya es tiempo de que todos sepan que eres mi novia. —Narel se dio cuenta de que
tenía el ceño fruncido—. Vamos adentro.
Nicholas
le dejó la mano en la cintura, pero sin abrazarla. Sabía que su hermano se
enojaría. Cuando entraron, vieron que Thomas estaba en la primera fila junto a
Leah, Helen, Elijah y sus suegros. El mayor los miró, Narel notó que tenía el
ceño fruncido, debía ser por el auto. También notó que meneó la cabeza al
verlos caminar de la mano. En la fila atrás de Thomas estaban Brandon, Ashley y
Garreth. Narel vio a su amiga hacerle una seña para que se sentaran con ellos,
la veía sonreír de oreja a oreja al mirarlos. Sintió la mano de Nicholas
apretarla. Lo miró.
—¿Está
aquí…?
—Sí,
y tú te vas a quedar conmigo todo el rato, no te vas a separar de mí. —Nicholas
solo asintió y continuaron caminando. Alexander los miró de reojo. Se
acomodaron en la banca, él al lado de Ashley y Narel entre los dos hermanos
Russ. Garreth se sentó a la otra orilla, junto a Nicholas.
—¿Por
qué vino? —Narel sintió que los dedos de Nicholas la apretaban con más fuerza y
no dejaba de mirar la primera fila del otro lado de las bancas.
—Thomas
lo invitó. —Alexander tenía el ceño fruncido mirando al frente, Stephanie
estaba medio dormida en sus brazos—. No sé por qué lo hizo.
—Es
el padre de ustedes, Alexander. Aunque no te guste. —Narel lo miró, sabía que
estaba enojado, pero no habían ido para eso.
—Él
no es mi padre.
—El
mío tampoco —añadió Nicholas, Narel suspiró al girarse a mirarlo—. El único que
puede tener ese lugar es Thomas. —Garreth tomó a Joshua en sus brazos. Nicholas
abrazó a Narel fuerte y escondió su cara en el cuello de ella—. Está mirando
para acá…
—No
lo mires. —Alexander continuaba con la vista al frente, Narel no pudo evitar
mirarlo, le apretó los dedos, ya que seguían tomados de la mano—. A ti también
te sigue dando miedo.
—Claro
que sí, si es peor que Hitler. Si no es por el espectacular auto que tiene, no
hay nada bueno en ese señor. —Alexander le besó la cabeza y medio sonrió, era
verdad lo del auto. Luego se acercó para susurrarle a Nicholas.
—Quédate
tranquilo, Nick. Yo no dejaré que nada malo te pase.
—Y
yo te cuidaré toda la vida, bebito mío. —Narel le besó la cabeza, Nicholas de a
poco se fue sentando de manera correcta. Alexander aprovechó la cercanía y le
robó un beso a Narel, ella lo miró frunciendo el ceño.
—No
pude aguantarme. —Le besó la punta de la nariz al sonreír, luego se sentó
mirando al frente.
La
ceremonia empezó a los pocos minutos, Joshua se bajó de los brazos de Garreth y
se fue con Narel, allí comenzó a quedarse dormido de a poco. Ella suspiró al
mirar a los tres niños —Stephanie, Elijah y Joshua— dormidos profundamente. Se
encogió de hombros al pensar que, si hubiera seguido siendo niña, estaría
dormida como ellos en lugar de estar escuchando la ceremonia. Desde que había
leído la Biblia se declaró no creyente, por eso no le importaban los temas que
tuvieran que ver con la religión, los entendía, pero no lo profesaba. En
cambio, los Russ-Fletcher sí, ellos sí eran creyentes y por eso estaba allí,
por ellos, porque eran sus amigos y parte de la familia y no los dejaría solos,
aunque tuviera que aguantar algo que no le gustaba. Porque era importante para
ellos. También estaba Alexander, cuando
hablaron de un futuro juntos, él dijo matrimonio por las leyes del Hombre y de
Dios, ella no estaba de acuerdo, pero por él sí lo haría, solo por él. Narel
miró de reojo a Alexander en un momento que tuvieron que levantarse, él estaba
concentrado en lo que decía el señor frente al altar. Ella frunció el ceño,
había algo que no entendía, a pesar de ser tan creyente, no se casó con
Marianne por la iglesia, en cambio Thomas con Helen sí lo hicieron. Volvió a
mirar al frente, nuevamente quiso ser uno de los niños y poder dormir
tranquilamente hasta que toda la ceremonia acabara.
Al
terminar, Garreth tomó a Joshua en sus brazos y Nicholas abrazó a Narel por la
cintura de la misma manera en que habían entrado, ella no lo dejaría solo.
Alexander, por otro lado, le tomó la mano y entrecruzó los dedos, la tuvo así
durante casi toda la ceremonia porque ya se había decidido a que ese era el único
camino que le quedaba.
—Nicholas.
—Narel sintió los dedos del mencionado enterrarse con fuerza en su cintura,
estaban cerca de los autos, los demás saludaban y daban las gracias a los que
asistieron—. ¿No vas a saludar a tu padre?
—No
lo habíamos reconocido, señor. —Narel notó que Nicholas se había quedado,
prácticamente, sin habla.
—Me
alegra que no siguieras los pasos de tus hermanos, teniendo hijos a tan
temprana edad y sin preocuparse de seguir una buena línea. —Nicholas solo lo
miró, Narel le pasó un brazo por la cintura para que se tranquilizara—. ¿Eres
la novia de Alexander? ¿La que siempre andaba corriendo por la casa? —Narel
asintió, era verdad lo de la casa—. No me digas que ese estúpido se separó, si
siempre le dije que no tenía sentido haberse casado con alguien a quien apenas
conocía. —El señor tomó a Narel del mentón y le levantó la cara. Ella se
mantuvo firme—. Al menos tú no tienes mala procedencia, ¿la conoces? ¿De dónde
son tus parientes en Chile?
—Suéltala.
—Alexander le tomó la muñeca a su padre para que le soltara el mentón a Narel,
lo miró con odio.
—Deberías
averiguarlo, te llevarás una sorpresa. —Terminó de decir y la soltó, después
fijó la vista en su hijo—. Espero que procrees una buena descendencia con ella
y limpies la sangre. —El señor sonrió, luego volteó y se fue al auto.
—Nick,
¿estás bien? —Narel se giró para verlo y lo abrazó—. No le hagas caso.
—Yo
estoy bien, tú estás temblando. —Nicholas se separó de ella y la miró—. Alex,
está temblando.
—Toma,
Nick. Aquí están las llaves del auto, lleva a Steph. —Nicholas cargó a su
sobrina y fue al auto—. Mírame —dijo tomándole la cara.
—Estoy
bien…
—Estás
temblando.
—Porque
tu padre sigue dando miedo, esos ojos… ojos que son iguales a los tuyos, pero
tan fríos… tan…
—Sin
vida…
—Sí…
No te parezcas nunca a él, Alexander. —Narel lo abrazó y escondió la cara en el
cuello de él, Alexander la apretó con fuerza.
—¿Qué
pasó? —Thomas llegó junto a ellos y los miró.
—Nada,
nada… ya todo está bien. —Alexander le restó importancia, en parte porque
tampoco entendía muy bien lo que había pasado—. Vámonos a casa.
—Ashley
con Brandon ya se fueron. Irán a comprar el almuerzo. —Thomas le acarició los
rizos a Narel que seguía escondida—. Nos vemos en casa. ¿Te llevas a Nick?
—Sí,
ya está en el auto con Steph y Josh.
—Bien.
—Thomas dio la media vuelta y se fue a su auto, Alexander lo vio salir a los
pocos minutos.
—Vamos,
preciosa. O te quedarás sin comida. —Narel se separó, él sonrió, sabía que esa
sería la solución a todo.
—Espero
que Ashley compré comida rica y no se le ocurra comprar esa tontera de sushi.
—Alexander sonrió más al verla caminar al copiloto, se subió—. Nick, tú no
quieres sushi ¿verdad? —Narel volteó a mirarlo, él negó con la cabeza—. Ninguno
de los dos queremos sushi, Alexander. Y estoy segura de que Steph y Josh
tampoco.
—¿Van
a comprar sushi? —Nicholas se asomó por entre los dos asientos, Alexander había
comenzado a moverse y frenó.
—Siéntate
bien y amárrate o no nos iremos a ningún lado. —Nicholas obedeció, Alexander
volvió a ponerse en marcha—. Y no se sabe lo que comprarán, solo sabemos que
Ashley y Brandon fueron a comprar.
—Espero
que no sea sushi. —Alexander rodó los ojos al escuchar a su hermano, tenía los
mismos gustos de Narel, a quien le tomó la mano porque no la soltaría por
nada—. La última vez que le dieron de encargo comprar la comida fue lo que
llevaron y a nadie le gustó, espero que se dieran cuenta de eso, con lo bobos
que son.
—Llamaré
a Ashley. —Narel comenzó a buscar su teléfono—. No sé dónde está, parece que se
quedó en casa… Claro, claro, justo llegaron las demonios y olvidé ir a
buscarlo. Bueno, habrá que esperar que los dioses se pongan de nuestro lado,
Nick. Si rezaste mucho hoy para que nos vaya bien, de seguro no compran sushi.
—Narel sintió la mirada de enojo de parte de Alexander—. ¿Qué?
—Te
he dicho que no te burles de la religión de nosotros.
—No
me estoy burlando… —Alexander seguía mirándola con enojo al estar en el
semáforo en rojo—. Bien, bien, lo siento. Y ya vamos, que está en verde.
A
los pocos minutos de haber llegado a la casa, Ashley, Brandon, Garreth y Leah
llegaron con la comida. Afortunadamente para Narel no compraron sushi. Y
después de cambiarse ropa, se sentaron a la mesa a comer. Ese día se quedarían
en casa, también los suegros de Thomas, necesitaban un poco de tranquilidad, si
es que se podía decir de alguna manera. Alexander se quedaría a dormir esa
noche en casa, pero con los niños. A Narel eso le había gustado porque
significaba que tendrían que bañarlos, dormirlos, contarles cuentos, saltar en
la cama… harían cosas divertidas antes de simplemente cerrar los ojos. Por eso
cuando llegó la hora de acostarse, dejaron a los niños en el centro y ellos uno
en cada orilla. Joshua se acomodó junto a Narel, siempre era así, y ella les
contó un cuento a los tres inventando a medida que les iba relatando. Cuando
los niños se durmieron, Alexander movió la cama para dejarla pegada a una pared
y se acostó al lado de Narel, que también estaba medio dormida.
—Alexander…
—le dijo más dormida que otra cosa al momento de abrazarlo—. ¿Por qué no te
casaste por la iglesia?
—Porque
es algo importante. —La miró al abrazarla, ella no era de las que hablaban de
eso—. Por las leyes del Hombre puedes separarte en caso de que no funcione o
algo salga mal, pero ante los ojos de Dios es otra cosa… No me sentí preparado
para eso en ese momento… Es un lazo más fuerte.
—¿Y
lo harías?
—Contigo…
contigo sí lo haría. Pero tú no crees en esas cosas.
—Ya
encontrarás a otra que quiera formar ese lazo contigo. —Alexander la sintió
acomodarse mejor entre sus brazos, él rodó los ojos por esa respuesta.
—¿A
qué se refería mi padre con tus parientes?
—Es
una tontera.
—¿Sabes
la respuesta? ¿No tienes que averiguarlo?
—No
tengo nada que averiguar y me siento orgullosa de no ser parte de eso. —Narel
se separó un poco de él y lo miró—. ¿Sabes que tu padre es fascista y nazista?
—Él asintió con la cabeza—. Se vino a Londres y se salvó por poco, yo creo que
fue porque aún era bastante joven, solo un niño prácticamente. Se pensaba que
podían no tener todo el discernimiento creado, y tu padre lo supo ocultar muy
bien… Cuando los nazis arrancaron, se dice que, tanto en Chile como en
Argentina, les dieron pase libre… Muchos de los que llegaron a Chile se fueron
luego a Argentina… Es lo que se cuenta… Mis antecesores eran de esos… Y los
antecesores de la madre de las demonios también… Se puede decir que las
demonios son sangre pura.
—¿Y
tú?
—Yo
no tengo linaje, yo me hice una transfusión de sangre. —Alexander sonrió al
besarle la cabeza, luego que ella volviera a acurrucarse contra su cuerpo.
—Nuestros
hijos serán sangre pura entonces.
—Como
los caballos. —Alexander suspiró—. No digas tonteras, solo serán niños. Niños normales,
felices, con los mismos derechos que cualquiera.
—¿Mañana
vas a salir con tus tíos?
—Es
verdad… los nazis quedaron de llamarme. —Alexander evitó soltar una carcajada
por eso—. No sé dónde está el teléfono, que se quede perdido.
—¿Y
si llegan mañana?
—Mañana
veré qué hacer.
—¿Vamos
a dar una vuelta con los niños mañana? ¿Los cuatro? —Narel lo miró, eso era
raro.
—¿De
verdad?
—Sí,
podemos ir al parque de diversiones o algún lugar donde puedan jugar los tres,
porque tú eres como una niña más.
—Sí
quiero. —Narel lo besó, él sonrió.
—Vamos
a empezar a hacer más cosas los cuatro.
—¿Por
qué? ¿Está pasando algo?
—Porque
es a ti a quien amo y con quien voy a pasar el resto de mi vida, ellos tienen
que acostumbrarse a eso y a aceptar que te tendrán en sus vidas para siempre.
—¿Y
si no quieren?
—Ya
veremos qué hacer. Mientras solo aprovechemos lo que tenemos. —Alexander la
besó esa vez—. Duerme, ya es tarde.
La
abrazó con fuerza y comenzó a pasarle los dedos por la cara, para dejarle los
rizos tras la oreja, hasta que la sintió respirar con tranquilidad y supo que
se había dormido. Se acomodó y se durmió también, con una gran sonrisa al ver a
sus hijos y estar los cuatro juntos.
**********
—Helen.
Helen. Helen. —Como era normal, Narel corría por la casa buscando a la mayor.
La encontró en la sala, sentada mirando televisión—. ¿Te estás escondiendo de
mí?
—¿Por
qué haría eso? Como si pudiera moverme… —Narel se acercó y apoyó la cabeza en
el vientre.
—Estás
panzona, Helen. Y no solo es por mi hermanito… Ya quiero que salga de tu panza.
—Ya
queda poco… será en enero y estamos por empezar diciembre… —Helen le dejó la
mano en la cabeza—. ¿Para qué me buscabas? ¿Vas a preparar el almuerzo?
—Sí.
—Narel se sentó junto a ella para mirarla—. Pero también por esto. —Le pasó un
papel que llevaba en la mano—. Me van a dejar entrar a vender mis tejidos en
una feria. ¿No es lo más genial de la vida? Después de mi hermanito,
obviamente. —Helen sonrió por eso.
—¿Cuándo
es?
—El
otro fin de semana.
—Tienes
que empezar a trabajar entonces.
—Claro
que sí, pondré a los esclavos a trabajar después de almuerzo y le pediré el
auto a Thomas cuando venga del trabajo. Lo reservaré.
—¿Por
qué no fuiste a las prácticas hoy con Alexander?
—Porque
el entrenador me dijo que no fuera, hay probabilidades de lluvia y no sabía si
les prestarían la cancha techada, estaban entrenando tenis también.
—Ya
son las últimas de la temporada…
—Sí,
pero el entrenador dijo que tratará de conseguir la techada porque no quiere
que los muchachos pierdan el ritmo. Aunque la otra semana ya es la última y
luego viene el descanso por vacaciones de Navidad.
—Al
menos conseguiste tu camiseta.
—Si
yo los ayudo, es lo mínimo que me merezco.
—Les
dijiste a tus tíos que el otro fin de semana te quedarías con las niñas. —Narel
la miró, había olvidado ese detalle—. Llevas varias semanas ignorándolos y ya
se vuelven a Argentina en dos lunes más.
—Las
llevaré conmigo a vender, ya veré que hago para mantenerlas quietas, quizás las
amarre a una silla, juntitas las dos. —Helen suspiró por eso—. Ahora lo
importante es poner a los esclavos a trabajar, iré por Garreth para que haga
algo productivo, él es el esclavo mayor.
—Pero
no les digas esclavos.
—Claro
que no, no quiero que se subleven, les diré que son los duendes de Santa y
tienen que producir.
—¿A
cuántas ferias te inscribiste?
—Solo
a esta, es la navideña. —Narel le sonrió a Helen, la mayor supo con eso que
algo tramaba—. Las otras son en enero, no puedo hacer nada en enero porque va a
llegar mi hermanito con la cigüeña. —Helen entendió por qué Elijah decía que su
hermanito venía de la cigüeña—. Aunque la cigüeña es carnívora y hay más
probabilidades de que se coma a los bebés, pero no podía decirle a Elijah que
venía de París, porque ya hemos estado en París. —Helen simplemente la miró, a
veces necesitaba de mucha paciencia.
—Helen,
voy a salir. —Garreth se acercó y le besó la mejilla—. Ya le avisé a Thomas.
Nos vemos después.
—¿A
dónde crees que vas, Garreth? —Narel caminó tras él, Helen continuó viendo
televisión—. ¿Con el permiso de quién? Ni siquiera me has avisado con dos
semanas de anticipación…
—No
molestes, solo voy a salir y ya.
—No
puedes salir porque va a llover. —Garreth se detuvo antes de abrir la puerta—.
¿A dónde querías ir?
—No
es quería, es voy a ir.
—Pero
ya te dije que no, tenemos cosas que hacer y lloverá, vas a mojarte. No puedes.
—-Me
pondré un abrigo y ya. —Abrió la puerta del armario y sacó algo con lo que
cubrirse de la lluvia—. Listo. Ahora me voy.
—No
te dejaré salir, vas a juntarte con alguien, por eso vas perfumado. —Narel se
paró frente a la puerta impidiéndole el paso.
—Eso
no es tu problema, yo no te molesto cuando sales con Alexander.
—No
quiero que alguna bruja te haga daño…
—Bien,
no iré a ningún lado. —Narel le sonrió y lo abrazó, él también la rodeó con
fuerza.
—Entonces
nos pondremos a trabajar, hay mucho por hacer. —Garreth la levantó del suelo y
la metió en el armario, cerró la puerta—. ¡Garreth! ¡Abre! ¡Te mataré cuando
salga de aquí!
—Helen,
déjala salir después que me vaya, por favor. —La mayor solo se encogió por eso
y se levantó—. Cada vez está más odiosa con esto.
—Porque
estás saliendo con Melissa… Te dije que la trajeras a casa para presentarla,
una vez que hagas eso, se le pasará toda la tontera esta.
—Lo
haré, pero no aún porque a ella le da vergüenza. Además…. Conoce a Nar de la
universidad…
—¿Le
tiene miedo? —Los gritos en el armario eran cada vez más fuertes.
—Sí…
Después que salga, Helen.
—Bien,
pero cuando se le ocurra la manera de vengarse de ti, nadie te defenderá.
—Eso
ya lo sé.
—No
salgas el otro fin de semana, quiere que la acompañes porque la aceptaron en la
feria, sabes que eso es importante, por eso también quería que te quedaras.
—Bueno,
si sabe que cuenta conmigo para eso.
—No
lo sabe, porque ahora estás saliendo en lugar de quedarte. Y ya vete o ese
demonio que encerraste echará la puerta abajo. —Garreth corrió a la salida y se
fue, a los pocos minutos Helen abrió la puerta del armario, Narel salió con
lágrimas en los ojos.
—Voy
a matarlo, Helen. —La mayor solo la abrazó fuerte—. No me gusta estar
encerrada…
—Vamos
a cocinar, así se te pasa el susto.
—Te
demoraste mucho en sacarme…
—Sabes
que me cuesta ponerme de pie con esta panzota.
Helen
se la llevó a la cocina para que dejara el escándalo. A los pocos minutos
bajaron Nicholas con Elijah y Leah, que, por estar casi lloviendo, se quedaron
jugando en la sala. Thomas llegó cuando el almuerzo estuvo listo, Narel
aprovechó de pedirle el auto el fin de semana siguiente para poder ir a la
feria y llevar todo lo que necesitaba. Él no se negó, según Alexander, no le
diría nunca que no porque la loca ya lo tenía embobado. Thomas sabía que la
consentía, pero tampoco podía decir que ella no se lo mereciera. Alexander, en
cambio, se apareció casi cuando estaban terminando de almorzar, con Stephanie y
Joshua, los había ido a buscar luego del entrenamiento. Dejó a los niños
jugando en la sala con Nicholas, Elijah y Leah y él se fue a la cocina, donde
Narel lo esperaba para que comiera. Ya se estaba acostumbrando a ser recibido
de esa manera, con Helen en ese estado, era Narel quien tenía absoluto control
de la cocina y a él le gustaba. Le preparaba desayuno, almuerzo y cena, cuando
tenían que almorzar en la universidad, ella se encargaba de arreglarle las
cosas para llevar los dos, o tres incluyendo a Garreth, además de tener todo
listo para Nicholas, Elijah y Leah. Cuando se atrasaba por las tardes porque
iba a ver a los niños o porque se quedaba ayudando a Thomas en la oficina, ella
también lo esperaba para que no se saltara las comidas. Alexander,
prácticamente, estaba viviendo en casa de Thomas, desde que se había
formalizado el asunto del divorcio ya no regresó más al departamento, a lo único
que iba era a ver a los niños, a buscarlos y a dejarlos, pero si no se quedaba
en casa de Thomas, dormía en la casa de al lado, aunque eso casi nunca pasaba,
ya que prefería dormir con Narel. Entendía por qué Thomas la consentía en casi
todo lo que se le ocurriera.
Por
la tarde comenzaron a arreglar todo para la feria, Narel le había robado la
impresora a Thomas y se acomodaron en la sala a ordenar. Quería hacer tarjetas
de agradecimiento además de etiquetas para los productos, indicando el material
y lo necesario para el cuidado del tejido. Helen solo los miraba, tenía a
Nicholas cortando, a Leah armando cajas y ella en el computador diseñando y
creando, había comprado papel especial para todo lo que se le ocurrió. Los que
más se divertían eran los niños, sobre todo Stephanie y Joshua que eran más
pequeños, ya que rompieron bastantes de las cosas que los otros iban haciendo.
Alexander y Thomas estaban terminando de hacer unos trabajos para la empresa,
cuando salieron y fueron a la sala vieron todo el desorden. Alexander supo, de
esa manera, que Narel no servía para ponerle orden a los niños, ya que tenían
un picadillo de papel por todos lados. Se sentó junto a ella, que seguía
imprimiendo por todo lo que habían roto y le besó la cabeza. Le dijo que
pediría comida para que no se preocupara por la cena. Cuando al fin pudieron
terminar todas las etiquetas y tarjetas, y las guardaron lejos de las manos de
Stephanie y Joshua, se fueron a cenar. Hasta esa hora, aún no había rastro de
Garreth y Narel le llevaba las horas contadas.
—Voy
a dejar a los niños y vuelvo. —Alexander la besó, estaban en la puerta de
entrada, Narel se había envuelto en un cobertor porque llevaba pijama.
—¿Los
vas a traer mañana?
—No,
ya te rompieron muchas cosas hoy. Si los traigo no vas a terminar nunca y no
vas a ganar nada en la feria.
—Pero…
—El
otro fin de semana los llevaré un rato a la feria ¿bueno? —Él le besó la
frente—. Entra, yo ya vengo.
—¿Y
Garreth?
—Ya
llegará… ahora entra.
Narel
se metió a la casa y Alexander se fue en el auto a dejar a los niños. A esa
hora ya estaban todos arriba acostados, el invierno ya casi empezaba. Se sentó
en el sillón a esperar, no se movería de allí hasta que apareciera Garreth, se
lo debía. Aunque por tanto ajetreo durante el día, no se dio ni cuenta cuando
se durmió. Alexander la encontró acurrucada en el sillón, completamente
envuelta en el cobertor. Durmiendo de esa manera, parecía que por esa cabeza
nunca se pasaba ninguna maldad… pero la realidad era muy diferente. Le besó la
frente y fue a apagar las luces de afuera y las que aún seguían encendidas
adentro, supuso, al verla dormir, que Garreth aún no llegaba así que le dejaría
la de entrada encendida. Luego de apagar todo, la subiría a la cama.
—¿Qué
haces? —Garreth estaba de pie junto a Narel, que seguía dormida. Alexander
llegaba desde el patio.
—Me
aseguro de que el demonio esté dormido y pueda subir tranquilo, sin gritos.
—Mañana
no te vas a salvar de lo que le hiciste. —Alexander la tomó en los brazos,
Narel medio se le acurrucó, pero no se despertó—. Termina de apagar las luces,
ya están todos arriba.
—¿Vas
a quedarte?
—Yo
vivo aquí.
Garreth
sonrió al mirarlo subir la escalera, le gustaba ver a su hermano así de feliz.
Apagó lo que faltaba y subió, también se sentía cansado, había estado paseando
con Melissa, aprovechando que las lluvias pronosticadas no fueron tantas y
quería descansar. Se metió a su habitación, se puso pijama y se alistó para
dormir. Prácticamente se lanzó a la cama, fue cuando sintió algo romperse bajo
él, se giró y la harina le cayó desde el cielo. Apretó los puños, había huevos
en la cama y la harina se le pegó al estar cubierto de ellos. La mataría. Ahora
sí que la mataría. Se levantó y caminó con enojo, abrió la puerta. Alexander
rio al verlo, estaba acostado mirando televisión, Narel a su lado lo abrazaba,
pero seguía dormida.
—¿Qué
te pasó, Garreth?
—La
voy a despertar.
—No
te dejaré hacerle nada mientras duerme, tú te lo buscaste al encerrarla, si
sabes que sufre de una supuesta claustrofobia.
—Claustrofobia,
sí, claro… La mataré mañana.
—Como
digas. —Garreth vio a su hermano sonreír al mirarlo.
—¿Estás
seguro de que está dormida?
—Si
estuviera despierta, esa puerta hubiera estado con llave y nosotros ocupados.
Garreth
frunció el ceño y salió cerrando tras de sí. Alexander solo sonrió más, afuera
se escucharon las risas de Nicholas y Leah al verlo cubierto de huevos y
harina, después el portazo de Garreth. Supuso que se bañaría y se iría a dormir
a la habitación de invitados. Apagó la televisión y se acostó, abrazó a Narel y
le besó la cabeza. Definitivamente dormida, así como estaba, nadie se
imaginaría de las cosas que se le pasaban por la mente. Sonrió más, la amaba
por esa mente tan loca que tenía.
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