Después
de haber arrancado a Glasgow, Alexander se acercó a ella el lunes por la tarde,
luego de volver de clases y una vez que todos estuvieron ocupados. Narel estaba
sentada en el balcón leyendo cuando él llegó y se sentó junto a ella. Hablaron
de trivialidades, como hacía mucho tiempo no lo hacían, de a poco ella comenzó
a reír con las ocurrencias de Alexander y ambos terminaron mirándose a los
ojos. Él le pidió perdón por todo, Narel solo lo escuchó, él le dijo que
volvieran a ser amigos, ella aseguró que lo intentaría.
Luego
de eso la calma volvió a la casa de los Russ, los desayunos volvieron a ser los
de siempre, en donde Alexander se encargaba de que no comiera de más y los
fines de semana en familia y, a veces, con Ralph. Otra vez regresaba el
ambiente que tanto les gustaba a todos disfrutar. Aunque a Alexander le hubiera
gustado estar más cerca, Narel lo seguía evitando, pero él notó que no era por
los sentimientos, ya que andaba en algo que la mantenía ocupada y distraída y
por más que preguntara, siempre pasaba algo que no lo dejaba terminar de
hablar. Además, volverían a jugar contra Glasgow y no quería pensar que el
motivo era porque estaba pendiente de aquel chico. Alexander había notado que
ella pasaba demasiado tiempo con los entrenadores y en reuniones con gente que
estaba a cargo de ciertos departamentos en la universidad, no sabía de qué se
trataba, pero necesitaba averiguarlo.
Narel,
por otro lado, solo estaba concentrada en lo que había organizado para ayudar a
Ralph. Al fin todo funcionaba como quería y eso la tenía más que feliz. Steven
la había llamado hace un par de semanas para decirle que la parte de Glasgow
estaba lista y que la llamarían para informarle y, cuando eso pasó, ella fue
directo a conversar con los demás en Londres y ya todo tenía forma, ese fin de
semana se realizaría y le daría la gran sorpresa a Ralph, esperaba con todo su
corazón de que funcionara, sino sería una gran decepción, por eso él aún no
sabía nada.
Steven
llegó el día anterior, con un enorme ramo de rosas rojas y otro con rosas
blancas, el primero era para Helen —ya que la fue a buscar a la casa y debía
ganarse a la mayor— y el segundo para Narel, aunque ambos terminaron siendo
para la misma persona, ya que a Narel no le gustaban esas cosas. Alexander
estuvo pendiente de todos esos movimientos, sabía que llegaría ese día por el
juego que tendrían el sábado, pero no se esperaba que tratara de ganarse a
Helen de esa manera. Comenzó a frustrarse cuando al paso de las horas ella no
regresaba y no se quedó tranquilo hasta que Thomas la llamó pasadas las diez de
la noche para que volviera. Steven suspiró luego de dejarla en la casa, había
olvidado que primero tenía que ganarse al padre y luego a la madre.
Narel
tomó su teléfono del bolsillo al sentirlo vibrar, era un mensaje y era raro.
Dudó en mirarlo, pero al final terminó por abrirlo igual. Aquel día no tenía
clases ni con Ashley ni con Alexander, de hecho, este último ni siquiera debía
presentarse porque su horario lo dejaba libre por completo, pero Thomas lo
mandaba a trabajar a la oficina. César, a su lado, la miró con el teléfono en
la mano.
—¿Es
Alex que no quieres responderle? —Narel salió de su ensoñación y miró a César—.
Ustedes se veían bien juntos, felices. Aún no entiendo por qué terminaron y por
qué él comenzó a salir con Camille. Es decir, es Camille…
—La
chica más linda del campus…
—No
es la más linda, la más superficial tal vez sí, pero la más linda no…
—Eres
hombre, sabes que sí es la más linda… —César la miró y sonrió al mismo tiempo,
sabía que los demás tenían claro sobre su orientación sexual, pero al parecer
ella aún no lo notaba, a pesar de que se lo dijeron hace un par de meses. O
quizás era que simplemente para ella eran todos iguales.
—Puedo
ser hombre, pero también soy poeta y la belleza es subjetiva y relativa…
—Sigues
siendo hombre, para ustedes todo entra por los ojos y lo sabes.
—¿Qué
nos entra por los ojos? —Garreth se dejó caer al lado de Narel y le besó la
mejilla—. Hola, César. ¿Ya te está molestando esta boba?
—Nar
dice que Camille es la chica más linda del campus, ¿tú qué opinas?
—Melissa
es la más linda del campus. —Garreth sonrió al responder—. La belleza es
subjetiva.
—Uy,
sí, ahora es subjetiva… —Narel los miró a los dos sonreír—. A Alexander le
gusta lo subjetivo entonces.
—Alex
es un estúpido. —César, sentado al otro lado de Narel, asintió—. César.
—Garreth pasó por encima de Narel y se acomodó junto al mencionado, ella lo
miró con el ceño fruncido—. Quiero cantarle algo a Melissa ahora que estamos
mejor. ¿Me ayudarías con eso?
Narel
volvió a tomar el teléfono mientras ellos conversaban, ya que se enfrascaron en
música romántica y a ella le dio tiempo de pensar qué responder y por qué le
pasaba aquello. Frunció el ceño, lo mejor era responder con un «sí» e ir a la
cita, de esa manera acabaría con todo de una buena vez y podría seguir
adelante. Pero era tan raro. Le puso enviar al mensaje y tomó su mochila, ya no
tendría más clases y necesitaba ir a aquella reunión.
—¿A
dónde vas? —Garreth le preguntó al tomarla de la mano cuando se levantó.
—Te
cuento después, ahora voy tarde.
—Pero…
—César,
olvidaste a Donato y Estefano, Servando y Florentino, Voz Veis.
Narel
le sonrió, César agradeció con la mirada, ella tenía razón. Aquellos tenían
canciones hermosas que podría utilizar con Garreth para dedicarle a Melissa. Se
quedó contándole sobre ellos y ambos chicos olvidaron que Narel se fue sin
decirles a dónde.
Cuando
llegó a aquella cafetería a donde la habían citado, entró buscando con la
mirada, caminó hasta donde la esperaban y carraspeó. Quien la llamó no estaba
precisamente sola, sino que un chico la acompañaba y se veían bastante
cariñosos. Narel se sorprendió cuando ambos voltearon a verla con una sonrisa,
el chico se levantó y se presentó, luego las dejó solas. Narel se sentó frente
a quien la había llamado.
—Ha
pasado un poco de tiempo —dijo al mirar a Narel sentarse.
—Desde
la cachetada. —Ella solo la miró, se veía diferente a la última vez que
estuvieron juntas, irradiaba felicidad—. ¿Cómo has estado, Marianne?
—Puede
decirse que bien… —Narel la vio sonreír, pero sabía que algo había, por eso la
citó allí—. Nar, solo te llamé para pedirte disculpas, nunca te dije nada
después de haberte golpeado. Eso nunca debió pasar.
—No
tienes que preocuparte por eso, yo entiendo por qué lo hiciste… Si yo… Yo
estaba…
—No
tienes que decirlo. —Narel volvió a mirarla fijamente, Marianne le sonrió—.
Siempre supe que tú y Alex debían estar juntos, te lo dije aquella vez…
—Aquella
vez fue hace mucho tiempo, ni siquiera habíamos salido del colegio aún… —Narel
sonrió de medio lado, recordaba ese día—. Ni siquiera había nacido Steph.
—Pero
estaba en camino.
—Del
tamaño de una almendra. —Ambas rieron por eso, a pesar de lo extraña de la
situación, se dieron el tiempo de reír.
—Así
fue como le explicaste a Josh lo que ni Alex ni yo pudimos decirle. Fue tan
raro explicarle que dentro mío estaba su hermana o hermano, en realidad, no se
podría decir nada seguro en ese momento.
—Josh
se parecía mucho a Elijah en ese momento, y ya tenía costumbre explicándole
algunas cosas…
—Y
porque tienes esa mente tan infantil. —Narel la miró un tanto sorprendida, se
conocían de hace muchos años, pero nunca se sentaron a conversar de esa manera
tan amigable o familiar—. Siempre has tenido esa mente infantil y yo nunca lo
noté, por eso fue por lo que sentí que debí hacer lo que hice…
—La
cachetada no fue nada, Marianne. De verdad, no tienes nada de qué preocuparte
por eso, yo ya lo olvidé. —Marianne se quedó mirándola, Narel le sonreía.
—Yo
me refiero a la demanda.
—¿Qué
demanda? —Marianne pestañeó repetidamente, ella sabía que Narel y Alexander se
contaban todo, no podía ser verdad que ella no supiera de eso.
—La
demanda que le puse a Alex… ¿De verdad no lo sabes?
—Lo
último que supe de ti y de Alexander es que él quería volver a estar contigo… y
eso fue como por…
—Antes
de que te fueras a Italia. —Narel asintió lentamente, Marianne estaba bien
informada de todo—. Pero luego empezó a salir con la chica esa, la que llama la
atención por el escote.
—¿La
conoces?
—Llegó
con ella un día a buscar a los niños, hace como dos semanas.
—He
visto a los cuatro juntos, si eso te preocupa, Alexander no deja a los niños de
lado por ese escote. A Steph no le agrada mucho, pero no pasan tanto tiempo los
cuatro… cuando va a casa de Thomas, ella se la pasa tomando sol, no tiene mucha
empatía con los niños, pero…
—Ellos
se la pasan contigo. —Narel le sonrió, tratando se ser amigable, se sentía raro
conversar con ella de esas cosas, pero al mismo tiempo era agradable—. Josh y
Steph me cuentan de lo que hacen cuando salen con Alex, no todo porque no creo
que sean capaces de retener todo. Pero sí me cuentan las cosas que para ellos
son importantes y de lo que más me hablan es de ti, de lo que haces con ellos,
lo que les das de comer, de cómo los tratas, de cómo juegan, de cómo los haces
reír… Ellos te adoran.
—Y
yo a ellos. Tienes unos hijos maravillosos, Marianne.
—Te
adoran igual que Alex a ti. —Marianne notó que la sonrisa de Narel se borraba,
así entendió que ella realmente no sabía de la demanda—. Aquella conversación
que tuvimos hace años, yo estaba dispuesta a dejarlo para que tuviera una vida
contigo.
—Lo
sé, me lo dijiste. —Narel volvió a sonreír de medio lado al recordar, aquello
había sido tan estúpido por parte de ambas, lo entendía en ese momento, después
de todo lo vivido—. Pero no hubiera funcionado conmigo, igual como no funcionó
ahora… Sé que me lo merezco porque me metí entre ustedes dos y soy la peor de
las basuras por hacerlo. —Marianne intentó decirle algo, pero ella no la dejó—.
Pero no lo hice con mala intención, yo nunca quise hacerte daño, yo pensé que
ya no lo amabas, que no sentías lo mismo por él… no como aquella vez que
hablamos… aquella vez te dije que no lo dejaras porque sabía que Alexander te
amaba y que tú sentías lo mismo por él, tenían a Josh, Steph en camino… y yo me
iría a Glasgow con mis sentimientos… yo sabía que, si tuve una oportunidad con
Alexander, esa ya había pasado y que muy tarde me di cuenta de que lo quería
más que un amigo… Pero eso no era posible ni en ese momento, ni ahora ni nunca.
En ese momento, en que te acercaste a decirme que lo dejarías porque sentías
que era conmigo con quien debía estar, yo no lo veía de esa manera. Para mí
siempre fue mi mejor amigo, a pesar de todo lo que se veía al exterior, de lo
que veían los demás, para mí era mi mejor amigo. No te niego, como te lo dije
años atrás, que no me gustó al principio tu llegada porque se terminaron
nuestros juegos y mi mejor amigo me cambiaba, pero él era feliz contigo y eso
era lo único que importaba, no lo que yo sintiera. Y créeme que lo que siempre
quise fue que ustedes pudieran ser como Thomas y Helen, que el amor se les
saliera por los poros. Lo siento mucho por todo lo que te hice, Marianne. De
verdad, lo siento mucho. —Marianne dejó su mano sobre la de Narel, que las
tenía en la mesa, de manera de que no se sintiera tan mal.
—Nar,
no te llamé para esto. Yo sé que no eres de ese tipo de gente, lo sé y lo
entiendo ahora que ya no tengo a mi madre metiéndome ideas en la cabeza…
—¿Le
pasó algo a tus padres?
—No,
no… —Marianne sonrió, a pesar de todo, ella se preocupaba por sus padres—. Solo
ya no vivo con ellos, les pedí que se fueran del departamento. Tenías razón, mi
madre se metía demasiado en mi vida, en mis cosas, no me dejaba ser yo y
necesitaba liberarme… Después de enterarme de Alex y tú, por un lado, me sentí
aliviada porque… —Marianne la miró fijamente, Narel esperaba que continuara con
la historia de manera expectante—. Yo de hace rato que dejé de amarlo, Nar. Le
tengo un gran cariño porque es el padre de mis hijos, por todo lo que vivimos
en el tiempo que estuvimos juntos, en los primeros meses, antes de Josh… cuando
estaba con Josh dentro mío… pero luego de eso comencé a darme cuenta de que
realmente no era lo que quería para el resto de mi vida, y siempre estaba
poniendo excusas para todo lo que Alex quería… y de pronto y sin que ninguno de
los dos lo esperara, apareció Steph… y volví a pensar que lo podría amar como
en los primeros días…
—Pero
no pasó…
—No
pasó… —Marianne se sentó apoyada en la silla, un mesero llegó con una taza de
té para Marianne y un batido para Narel—. Sé que no te gusta tomar mucho té ni
café, pero los batidos y los helados sí los aceptas. —Narel le sonrió y
agradeció, tanto al chico como a Marianne—. No pasó que volviera a amarlo y
entonces me di cuenta de que realmente nunca estuve enamorada. —Narel se atoró
con el batido al escucharla decir eso—. Pero mi madre me decía una y otra vez
que debía seguir y seguir, por los niños y por la situación, con Alex a mi lado
nunca me faltaría nada. Y me decía hasta el cansancio que no debía dejarlo
pasar tanto tiempo contigo, porque tú terminarías quitándomelo, a él y todo lo
que se relaciona con él… No entendía al principio, luego comprendí que mi madre
hablaba del dinero y de la posición de los Russ… Sabes que Alex me pidió el
divorcio ¿verdad? —Narel asintió, intentó decir algo, pero esa vez fue Marianne
quien no la dejó—. Cuando Alex me dijo del divorcio, no me dijo nada de ti, yo
no sabía que tenía algo contigo. Mi madre me aseguró que así era, pero a mí no
me interesaba mucho aquello, la verdad. Cuando Alex me pidió el divorcio me
sentí aliviada porque al fin cada uno podría seguir con su vida sin tener que
estar aguantando las malas caras del otro porque no nos gustaban las mismas
cosas. Y eso lo sabes…
—Sí…
sé que ustedes nunca pudieron ponerse de acuerdo con lo que les podría gustar a
ambos, pero siempre pensé que podrían arreglar esas diferencias si de verdad
había eso que llaman amor de por medio.
—Cuando
me dijiste si veía mi vida con Alex y sin los niños, cuando ya se fueran de la
casa, algo cambió en mi manera de pensar, me di cuenta de que no quería eso, no
quería estar sentada junto a alguien con quien no compartía ningún gusto,
alguien a quien realmente no conocía. Sé que Alex hizo hasta lo imposible
porque todo fuera color rosa entre los dos, y sé también que yo no puse del
todo de mi parte, pero era porque no me gustaba, de verdad que no quería esa
vida…
—Por
eso te sentiste tan aliviada.
—Pero
mi madre se lo tomó de otra manera, ella quería sacarle la mayor cantidad de
dinero a los Russ y quedar protegida para siempre. —Narel se quedó mirándola,
Marianne había bajado la cabeza, al final Ashley y Helen tenían razón—. Mi
madre se metió en la propuesta de Alex y la rechazó, mandando otra que nos
beneficiara de por vida… estaba pensando solo en ella, fue una egoísta. Alex
nunca hubiera dejado que algo les faltara a los niños…
—Ni
a los niños ni a ti, Alexander estaba dispuesto a estar para los tres. Eso fue
lo que me dijo porque me preguntó si me molestaba, yo le dije que no, que no se
le pasara por la cabeza dejarte sola. Al fin y al cabo, solo eran unos niños
cuando nació Josh, son decisiones para toda la vida, pero el lazo que ustedes
tienen nadie lo podrá borrar nunca. Y eso lo debes tener siempre claro,
Marianne. Alexander nunca en la vida va a dejarte sola, aunque los niños ya
sean mayores de edad, él nunca te abandonará.
—Lo
sé, pero fue mi madre la que se hizo cargo de todo… del divorcio… de la
demanda… —Narel la miró, ella volvía a mencionar una demanda. Marianne le
sonrió—. Pero ya está todo eso en el pasado, mi madre se fue con sus malas
influencias y yo ya estoy rehaciendo mi vida…
—Y
Alexander la suya, los dos con personas que sus corazones eligieron. —Marianne
la vio sonreír, pero algo en su interior le decía que ella no estaba realmente
bien con eso—. Te vi muy bien acompañada.
—Sí…
comencé a estudiar… —Narel la miró boquiabierta y le sonrió más, se alegraba
mucho por ella—. Y lo conocí a él en los estudios… Se llama Jacob y la verdad
es que me hace sentir como nunca me sentí, estoy feliz… Me hace sentir tan
bien, fue él el motivo porque decidí separarme de mi madre. —Si Narel hubiera
estado bebiendo de su batido, de seguro se le hubiera salido por las narices—.
Sé que nunca hice nada parecido por Alex, nunca me la jugué por él, pero fue lo
que me hizo despertar y darme cuenta de que realmente nunca lo amé, no como me
siento con Jacob.
—Solo
eran unos niños, Marianne. A esa edad nada está claro, no fue tu culpa ni la de
él… —Narel frunció el ceño—. Quizás sí fue culpa de él, vamos a echarle toda la
culpa a él mejor. —Marianne rio a carcajadas por eso, Narel sonrió.
—¿Crees
que podamos ser amigas?
—Siempre
quise ser tu amiga, pero me sentía rara contigo… tu madre siempre estaba
haciendo esos comentarios tan raros sobre mi país de origen, que no sabía si te
agradaba o no…
—Ahora
ya no está, así que podemos pasar más tiempo juntas y ser amigas. ¿Te parece?
—Sí,
me parece. —Narel le sonrió, Marianne supo que era sincera—. Además, tienes que
ir a casa de Thomas con los niños de vez en cuando, a ellos les agradas,
siempre les has agradado, si el único problema era tu madre.
—Lo
sé, empezaré a ir ahora que se calmen las aguas.
—¿Vas
a aceptar el divorcio de Alexander?
—Sí,
quiero rehacer mi vida por completo con Jacob y quiero hacer las cosas bien.
—Alex
también, supongo, quiere hacer las cosas bien con Camille, pasan bastante
tiempo juntos.
—¿Cómo
te sientes tú con eso? —Narel la miró fijamente y le sonrió, era una enorme
sonrisa llena de falsedad, que esperaba no se notara.
—Yo
siempre supe y tuve claro de que Alexander era mi imposible. Yo solo quiero que
Alexander sea feliz y si es feliz con Camille, espero que todo le salga bien.
—Me
siento culpable por haberte separado de él.
—No
es tu culpa, Marianne. Él y yo no somos para estar juntos, así todo está bien.
—Marianne se quedó mirándola, definitivamente ella no tenía idea de la demanda
que la separó de Alexander, decidió no decirle, si no sabía era porque así lo
quiso su exnovio.
—Quiero
pedirte disculpas, también, por cómo te ha tratado mi madre desde que te
conoce.
—Tampoco
te tienes que preocupar por eso. —Narel le sonrió, eran demasiadas disculpas
para su gusto, así entendió como se sentía Ashley cada vez que ella se
disculpaba por alguna cosa—. Yo no crecí con mis padres, lo único que tengo es
a Helen y a Thomas y por eso soy tan apegada a ellos, y no los cambiaría por
nada. Si volviera a nacer, escogería a los mismos padres suplentes que tengo.
—Marianne se quedó mirándola, no entendía por qué le decía eso si ya lo sabía—.
Tu madre solo quería lo mejor para ti, quizás en un momento se le perdió el
rumbo, pero solo quería lo mejor para ti. Eres su única hija, es normal que se
preocupara de esa manera. No te enojes con ella, pero tampoco le permitas
volver a meterse tanto en tu vida.
—Pensé
que la odiabas…
—No,
yo no pierdo el tiempo con eso. Pero sé lo que es crecer sin tus padres y tú
tienes a los dos, con sus defectos y todo, pero siguen siendo tus padres.
—Marianne la miró fijamente y luego le sonrió, entendiendo por completo por qué
Alexander la amaba y por qué los demás la adoraban de esa manera.
—Se
me está haciendo tarde para mis clases. ¿Crees que podamos volver a conversar
en algún momento?
—Claro
que sí. —Marianne se levantó, Narel igual y se sorprendió porque Marianne la
abrazó.
—Necesito
pedirte un favor. —Narel la miró, Marianne era más baja y así, con esos ojos
brillantes que nunca notó, se parecía demasiado a Stephanie, la mayor
diferencia estaba en los ojos, la niña había heredado esos celeste de los Russ,
en cambio Marianne los tenía verdes—. Por favor, llévale estos papeles a Alex,
él está medio enojado conmigo por eso. —Marianne le pasó un sobre, Narel lo
recibió—. Pero quizás cuando los reciba me perdone por completo y quiera
conversar conmigo.
—Se
los daré, no te preocupes, y le diré que hable contigo, que no sea bobo, si
todo fue culpa de él.
Ambas
volvieron a sonreír por eso, luego Jacob se acercó y se despidieron. Al salir
de la cafetería, tomaron rumbos por separado, Marianne con Jacob cruzaron la
calle para subirse a un auto, Narel caminó hacia la izquierda, por inercia se
fue a la oficina de los Russ, sin darse cuenta se fue a entregar aquel sobre
sin siquiera preguntarse por lo que había en su interior.
Las
puertas del ascensor se abrieron con el pitido usual, Narel iba metida en sus
pensamientos, ya que le había agradado conversar de esa manera con Marianne y
le gustó verla feliz. La recordaba de las primeras veces que la vio con
Alexander, cuando se conocieron en aquel baile, siempre la vio como una persona
delicada y tímida, pero esa Marianne con quien estuvo en la cafetería se veía
muy diferente, tenía vida y ya no parecía ser esa persona que se dejara
dominar. Narel sonrió al salir, le gustaba ver a la gente feliz.
—Hola,
Norma.
—Thomas
está en una reunión. —Pero la secretaría apenas la miró—. No lo interrumpas,
espera un momento, es algo importante.
—¿Y
Alexander? —Norma levantó la mirada de la pantalla, Narel le sonrió
enormemente.
—En
su oficina, Thomas lo tiene trabajando en unos informes… ¿Tú y él?
—No,
no… solo vengo a dejarle unas cosas que me pasaron.
—Alex
es un estúpido. —Norma bufó y volvió su vista a la pantalla.
—Eso
todos lo sabemos, Norma. Pero él no entiende. —Norma sonrió al verla entrar a
la oficina de Alexander, ya que abrió sin siquiera golpear—. Hola, Alexander.
¿Cómo estás? ¿Cómo va tu día?
—¿Qué
haces aquí? —Alexander la miró entrar y cerrar tras de sí, la vio fruncir el
ceño.
—Te
dije hola… No seas mal educado.
—Te
vi en la mañana. —Alexander rodó los ojos—. ¿Pasó algo?
—No…
—Narel caminó hacia él—. Solo me pidieron si te podía traer esto, creo que es
importante así que vine.
—¿Qué
es? —Alexander recibió lo que Narel le pasaba.
—No
lo sé, me lo pasó Marianne. —Alexander dejó el sobre en la mesa y se puso de
pie, tomándola de los hombros.
—¿Cuándo
viste a Marianne?
—Ahora
hace un momento, me dijo si podíamos hablar.
—No
quiero que estés hablando con ella. —Narel notó que el tono de voz de Alexander
sonaba a enojo y fruncía el ceño—. No te quiero cerca de ella, ni que la
mensajees ni le hables. Bien lejos de ella.
—¿Por
qué?
—Solo
no te quiero cerca de ella. —Alexander, sin notarlo, apretó sus dedos, Narel se
quejó por ello, ya que le apretó los hombros—. Prométeme que no te acercarás a
ella.
—Pero
quiere ser mi amiga…
—Tú
no tienes nada que hacer con ella.
—Pero…
—Pero
nada, no tienes nada que hacer con ella y ya.
—Es
la madre de tus hijos…
—Sí,
mis hijos, que no son nada tuyo. —Alexander se maldijo a sí mismo al ver que
los ojos de Narel se aguaban, se odiaba por hacerle daño, pero tenía que ser
fuerte mientras esa estúpida demanda no se terminara. Era la única manera, ya
pensaría después en cómo pedirle perdón por todo lo que le estaba haciendo.
—Lo
siento, Alexander. Por todo. —Él la vio bajar la cabeza, se odio aún más—. ¿Me
sueltas? Tengo que ir a ver si Thomas ya se desocupó para preguntarle unas
cosas.
—¿Me
vas a prometer lo que te pedí?
—Sí,
Alexander. Te lo prometo. —Narel no lo miró al hablar, tenía la voz baja—. No
te molestaré más, te lo prometo. Será como si no estuviera en tu vida.
—Alexander la soltó, Narel giró sobre los talones y salió de la oficina.
—Espero
que no lo perdones nunca por hacerte llorar. —Narel miró a Norma y trató de
sonreírle como siempre—. Vas a encontrar a alguien para quien seas lo mejor que
le pudo pasar.
—Gracias,
Norma. Iré donde Thomas. —La secretaria no le dijo nada para detenerla, ella
simplemente se metió a la oficina del mayor.
—No
le metas ideas en la cabeza, Norma. —Alexander abrió la puerta—. Escuché lo que
le dijiste.
—Te
lo mereces por ser tan estúpido.
—Soy
tu jefe, no te vendría mal un poco de respeto. —Norma sonrió por eso.
—Mi
jefe es Thomas y antes de eso lo era tu madre, que no se te olvide quien
compraba tus pañales.
—¿Por
qué siempre tienes que recordarme eso, Norma? —Alexander frunció el ceño.
—Para
que recuerdes tu lugar. Tu madre no estaría nada de feliz porque estás haciendo
llorar a la mimada.
—Ya
lo sé, Norma. Ya lo sé… pero ya arreglaré todo. —Norma notó que Alexander
también estaba sufriendo por eso, lo vio volver a meterse a la oficina
cabizbajo y cerrar la puerta. Suspiró y miró la pantalla, la telenovela estaba
cada vez mejor, mucho mejor que esos dramas infantiles.
—Thomas.
—El mencionado iba saliendo del baño, Narel estaba mirando la vidriera con las
medallas y trofeos—. Vas a tener que empezar a hacer espacio para los de
Elijah.
—Cuando
comience a tenerlos veré lo que hago con esto. —El mayor le besó la cabeza.
—Hay
muchos…
—Tú
y Alexander han ganado varias competencias, tú casi todas las que te inscribías
de olimpiadas del saber y ahora las de natación, y Alexander en deportes.
—Voy
a traerte las de oro ahora que vaya a competir a Glasgow.
—Lo
sé, ya tengo un espacio para eso.
—Hablando
de Glasgow…
—Ya
envié todo, solo falta la respuesta de ellos. —Thomas la vio sonreír, aquello
no le gustaba, pero con Helen habían decidido que era una buena idea mantenerla
lejos de Alexander.
—Sí,
pero es otra cosa…
—¡Nar!
—Alexander abrió la puerta de par en par, ambos lo miraron. Narel se sorprendió
cuando la tomó de la cara y la besó—. Ya no hay demanda, preciosa. Podemos
estar juntos otra vez. —Volvió a besarla, dejando a Narel sin entender.
—¿Qué
demanda? ¿De qué hablas? —Narel le dejó las manos en el pecho y lo separó un
poco de ella. Lo miró, tenía una sonrisa enorme y toda su cara reflejaba
felicidad.
—¿De
qué hablas, Alexander? —Thomas se interpuso entre ellos, no dejaría que le
siguiera haciendo daño.
—Llama
a los abogados, Thomas. Ya no hay demanda…
—Thomas.
—Los tres miraron a la puerta, Norma los interrumpió respirando un poco
agitado—. Te llaman los abogados, dicen que es urgente.
—Es
por lo que te digo, Thomas.
—Gracias,
Norma. Contestaré. —Thomas caminó a su escritorio y se sentó, apretó un botón
para contestar y dejar el altavoz. Norma salió cerrando tras de sí—. ¿Diga?
—Alexander abrazó a Narel por la espalda cuando ella comenzó a caminar cerca
del escritorio y le besó el cuello, pero ella lo empujó, aunque suavemente.
—Thomas,
te hablo por la demanda de Alexander. Fue anulada por la demandante y pidieron
que se olvidara el caso. Quieren seguir con la propuesta original.
—¿La
original? —Thomas miró a Alexander, tenía el mentón apoyado en el hombro de
Narel, con una sonrisa enorme pintada en la cara. Ella, en cambio, observaba
todo confusa y tenía sus manos en los brazos de Alexander, como tratando de que
la soltara.
—Sí,
quieren retomar la primera propuesta y cerrar el acuerdo con eso. No quieren
nada de lo otro que propusieron con la demanda. Thomas, espero tus decisiones.
—Dile
que sí. —Pero fue Alexander quien respondió—. Que aceptamos volver a tomar la
primera propuesta y que todo lo referente a la demanda se olvide.
—Alexander,
si vuelves a tomar decisiones apresuradas, volverá a pasarte lo mismo. —Thomas
miró a su hermano, esperaba que al ser el abogado quien le dijera eso,
entendiera.
—No
lo volveré a hacer. Haré todo con calma esta vez, mándanos las propuestas para
verlas. —Thomas sonrió, al fin estaba pensando bien.
—Se
las haré llegar lo antes posible. Estamos en contacto. —Y, luego de despedirse,
la llamada finalizó.
—No
estoy entendiendo nada. —Narel apretó los brazos de Alexander para tratar de
soltarse, pero el chico sonrió más y volvió a besarla—. Deja de hacer eso.
—Thomas,
iré a tomar helado con mi boba.
—Pero
yo no quiero salir contigo.
—Vamos
y te explico todo lo que pasa. —Y otra vez la besó, Narel lo miró con el ceño
fruncido, Alexander sonrió de oreja a oreja—. Avísale a Helen que llegarás
tarde. —Thomas la miró, ella no parecía muy convencida de ir con Alexander,
pero era mejor que hablaran.
—Bien…
—Alexander la abrazó aún más al caminar hacia la puerta, Narel sacó el teléfono
del bolsillo.
—Dile
que no llegarás a dormir hoy. —Él le besó el cuello, Narel lo empujó y se
metieron a la oficina de Alexander, bajo la atenta mirada de Norma, que sonrió
al verlos.
El
teléfono de Thomas comenzó a sonar, estaba terminando de anotar unos números en
la planilla, si se equivocaba, no podría tener buenos resultados para
adjudicarse aquello. Lo dejó sonar hasta que la llamada finalizó y sin siquiera
mirar quien era. El teléfono volvió a sonar, frunció el ceño y miró, era Helen,
mejor lo contestaba.
—Amor…
—Thomas,
¿cómo es eso de que la boba no llegará a la casa a dormir? —Thomas frunció aún
más el ceño y terminó de escribir, puso el altavoz—. ¿Por qué le diste permiso
para eso?
—Yo
no le di permiso para eso, ni siquiera quería ir.
—Alexander
me llamó…
—¿Te
llamó él? —Thomas interrumpió, su hermano solo le dijo que irían por un helado.
—Me
llamó la boba, pero Alexander le quitó el teléfono y me dijo que no llegará a
dormir.
—Marianne
quitó la demanda.
—¿Qué?
—Le
acaban de decir hace un momento, Narel estaba aquí conmigo y se la llevó para
explicarle todo.
—Pero…
—Quizás
puedan arreglar todo de una buena vez.
—Thomas,
Nar le dijo que sí a Steven anoche. —Thomas se pasó la mano por la cara—. ¿No
te lo dijo?
—Estábamos
hablando de Glasgow cuando Alex interrumpió, no terminamos de hablar.
—A
tu hermano ya se le fue el tiempo por estúpido y ahora hará el ridículo de su
vida pidiéndole una oportunidad. —Thomas suspiró, eso era verdad. Apretó el
botón del intercomunicador.
—Norma,
¿Alexander sigue en su oficina?
—No,
se acaba de ir con tu mimada, ella no llevaba buena cara.
—Gracias,
Norma. —Thomas volvió a apretar el botón para finalizar la llamada con la
secretaría—. Ya escuchaste, Helen. No alcancé a detenerlo. No te preocupes, la
loca esa llegará temprano.
—¿Qué
harás con tu hermano?
—Supongo
que tendré que ir a buscarlo al bar de siempre.
—Solo
debimos tener a Elijah y Emma, no eran necesarios tantos hijos. —Thomas sonrió
por eso, le encontró la razón a su esposa—. Hablamos en la casa.
Y la
llamada finalizó, Thomas se quedó mirando la pantalla y suspiró. Su esposa era
tan cariñosa… Volvió su vista al computador, esos trabajos no se ganarían
solos.
**********
Alexander
estacionó su auto en el mirador, ese día fue a trabajar en él porque debía ir a
comprar unas cosas en la mañana y lo encontró útil en ese momento para
conversar con ella. Le había costado convencerla para que saliera con él, como
nunca, pero al final lo acompañó porque le entró la curiosidad por lo que
tuviera que decirle. Además, ella quería contarle de Steven y quizás sería buen
momento. Alexander la dejó adueñarse de la radio del auto y durante el camino,
que no fueron más de treinta minutos, solo hablaron de trivialidades.
—Dijiste
que iríamos por un helado. —Narel lo miró cuando se estacionó.
—Después,
primero quiero que conversemos. —Alexander apagó el motor.
—¿Por
qué aquí?
—Iba
a llevarte a nuestro árbol, pero ya comienza el invierno y el suelo está húmedo
como para que nos sentemos, mejor aquí. De aquí se ven las estrellas.
—Aquí
me trajiste cuando me preguntaste si quería casarme contigo… —Alexander la
miró, ella había dejado de verlo y miraba al frente—. Dejó de gustarme este
lugar… Vamos a casa.
—Espera
un momento, voy por la segunda vez. —Narel volvió a mirarlo, él notó que estaba
confundida.
—¿Segunda
vez de qué?
—Tengo
el anillo. —Él la vio fruncir el ceño, sonrió por eso.
—No
voy a casarme contigo, Alexander. Si no me llevas a casa, me iré caminando
sola, no es… —Alexander la silenció al besarla, tomándole la cara—. Deja de
hacer eso.
—Podemos
estar juntos ahora. ¿No escuchaste al abogado? —Alexander le preguntó sin
soltarle la cara, ella lo veía fijamente.
—Sí
lo escuché, pero no entiendo por qué, si tú terminaste todo porque dijiste que
no me amas. Y ya, suéltame. —Hizo el intento de separarse, pero no pudo, se
quedó tranquila mirando esos ojos celestes.
—¿Qué
te dijo Marianne de la demanda?
—Nada,
solo me entregó esos papeles que te pasé, no sé de lo que hablaba.
—Te
explicaré, pero quédate tranquila. —Narel asintió, Alexander le soltó la cara y
le pasó un rizo tras la oreja—. Cuando preparábamos todo para ir a Italia,
Thomas recibió un aviso de una demanda, esa demanda era en mi contra por haber
engañado a Marianne. —Narel acomodó su cabeza en el respaldo del asiento, pero
sin dejar de mirarlo—. Tenían fotos, videos y otras cosas que recopilaron al
vernos juntos…
—¿Cómo?
—Narel lo interrumpió, Alexander le dejó dos dedos en los labios.
—Me
acusaron y demandaron por adulterio, y me pusieron entre la espada y la pared.
O te dejaba o perdía a mis hijos, tenía que elegir entre tú y Steph y Josh…
—Esa
no fue Marianne, esa fue su madre. Esa señora… Es malvada, malvada de verdad.
—Alexander la miró fijamente por eso y luego sonrió, esa reacción por parte de
ella nunca se la esperó—. No creíste que fue Marianne ¿verdad?
—No…
no lo sé… no tuve cabeza para pensar en eso. —Alexander le tomó la cara,
nuevamente—. Te perdería, era lo único que pasaba por mi cabeza y no sabía qué
hacer. Tuve que elegir…
—Y
elegiste bien, tus hijos son lo más importante. —Alexander sonrió al mirarla—.
Si no los hubieras elegido a ellos, te hubiera matado, tarde o temprano me
hubiera enterado de esto.
—Lo
sé. —Él le besó la frente—. Por eso tenía miedo de decirte.
—¿Por
qué?
—¿Qué
hubieras hecho? —Narel lo miró, Alexander tenía esos ojos celestes expectantes
y al mismo tiempo tristes, no le gustaba verlo triste.
—No
lo sé, pero te hubiera matado si no elegías a tus hijos.
—Pero
eras tú o ellos…
—Y
los elegiste a ellos y eso fue lo mejor que pudiste hacer…
—¡Pero
te hice daño!
—¿Y
hubieras sido más feliz perdiendo a Steph y a Josh y pagando lo que fuera que
te hubieran pedido por adulterio? Eso sigue siendo pena de cárcel ¿o no?
—No
lo sé bien… —Narel suspiró al mirarlo.
—La
decisión que tomaste fue la mejor, no te compliques la vida. Y ahora estás
bien, estamos bien… —Alexander volvió a besarla para silenciarla—. Deja de
hacer eso.
—Pero
dijiste que estamos bien, ya no hay nada que impida que estemos juntos de nuevo
para toda la vida, como siempre dijimos.
—¿Por
qué no me dijiste todo esto cuando empezó?
—Porque
tenía miedo de tu reacción y de perderte para siempre.
—Yo
te hubiera ayudado a arreglar todo…
—¿Qué
hubieras hecho?
—No
lo sé… pero hubiéramos encontrado una solución entre los dos, juntos…
—Te
hubieras ido ¿verdad? —Alexander vio directo a los ojos, para él, en ese
momento, eran un libro abierto, le decían que sí se hubiera ido—. Habrías
volado a Argentina.
—Solo
por un tiempo, hasta que arreglaras todo. Así hubieras estado tranquilo.
—No
quiero que te vayas ni siquiera por el día, preciosa. No tienes idea de cómo me
sentí cuando te fuiste a Italia. —Alexander le besó la frente—. Pero eso ya se
acabó, ahora ya podemos estar juntos de nuevo, como antes y como siempre y nos
quedan muchas vacaciones que podremos ir juntos a recorrer el mundo. Vamos a
estar juntos de nuevo y cuando firme el divorcio, será para toda la vida. Un tú
y yo para toda la vida.
—Alexander…
—Te
amo, preciosa.
—Le
dije que sí a Steven… —Narel vio como los ojos de Alexander se volvían
brillosos y se separaba un poco de ella.
—No…
no puedes estar con él… no lo amas…
—Pero
yo le gusto… y mucho dijo… ¿por qué no le puedo dar una oportunidad y darme una
oportunidad?
—Porque
tú me amas a mí, preciosa. —Alexander bajó sus manos y las dejó en el cuello de
Narel—. Dile que lo pensaste mejor y ya no quieres nada con él.
—Pero
sí quiero algo con él. —Alexander apoyó su frente en la de ella, de manera que
sus ojos quedaran hacia abajo, apretando con fuerza sus párpados para evitar
llorar, era lo que menos quería escuchar—. Yo…
—¿Por
qué? —la interrumpió al preguntarle, sin moverse de donde estaba.
—Porque
me gusta estar con él, le gustan los museos y esas cosas y me divierte… es
entretenido tener a alguien que te acompañe a esas cosas. —Alexander sonrió al
escucharla, se levantó y sin alejarse mucho, la tomó de la cara.
—Vamos
a casa, preciosa. Otro día te compro tu helado. —Narel lo miró fijamente, él
seguía con los ojos brillosos, pero le sonreía.
—Hay
helado en casa, podemos hacer ese con galleta molida como el otro día.
—Como
tú quieras, preciosa.
—Alexander…
—Él le pasó los dedos con suavidad por la cara—. ¿Estás bien?
—Sí,
lo estoy. Estoy feliz, me siento feliz. Al fin ya no tengo secretos contigo y
me pude quitar este peso de encima de tener que estar ocultándote cosas, no
sabes lo mal que me sentí durante todo este tiempo por eso… no sabes las ganas
de mandar todo lejos… no sabes, preciosa… no sabes… —Y, aprovechando la
cercanía, volvió a besarla, pero esta vez ella le respondió.
—No
hagas eso… —susurró, pero él la ignoró.
—¿Qué
no haga qué? —preguntó sonriendo y sin dejar de besarla. El teléfono de Narel
comenzó a vibrar, pero Alexander no se detuvo.
—Alex…
—Ella le dejó las manos en los hombros, empujándolo un poco hacia atrás. Él
frunció el ceño, Narel tomó el teléfono—. No hagas eso, tengo novio ahora y no
eres tú.
—No
lo tendrás por mucho. —Alexander se sentó de manera correcta y se puso el
cinturón, echó a andar el motor.
—¿Qué
dijiste?
—Nada,
solo que vamos a casa.
Narel
lo miró cuando salieron del estacionamiento, no le entendió lo que dijo porque
había hablado bajo y ella estaba respondiendo los mensajes que le llegaron.
Frunció el ceño y volvió a fijar su vista en el teléfono que vibraba
nuevamente, así notó que Alexander la llevaba de la mano con los dedos
entrecruzados, no se dio ni cuenta cuando eso pasó. Al llegar a la calle donde
vivían, vieron un auto estacionado fuera de la casa, Alexander volvió a tomarla
de la misma manera al bajar, a pesar de que Narel le reclamaba por eso, él solo
sonrió al caminar. Steven los vio y se quedó mirándolos por un rato, al parecer
ellos no notaron su presencia. No pudo evitar molestarse porque iban de la
mano, pero frunció más su ceño cuando Alexander le sonrió de medio lado y le
besó la mano a Narel antes de soltarla, luego de eso entró.
—¿Dónde
andabas?
—Alexander
tenía que decirme algo importante y fuimos…
—A
algún lugar especial de ustedes dos. —Steven terminó de decir, Narel lo miró
fijamente, el chico tenía el ceño fruncido—. ¿Sabe que tú y yo…?
—Sí,
ya le dije.
—¿Vamos
a dar una vuelta? —Estaba enojado, pero apenas el día anterior ella había
aceptado tener algo con él y no desaprovecharía la oportunidad—. Sé que es
tarde, pero ¿crees que Helen te dé permiso?
—Voy
a preguntarle. Espérame. —Steven la tomó de un brazo antes de que entrara y la
besó, solo en ese momento Narel se dio cuenta de que no habían pasado aún
veinticuatro horas de su nuevo noviazgo y ella ya lo había engañado con
Alexander. Se odió a sí misma al responderle.
—Te
espero. —Narel entró corriendo, sentía las mejillas arder, no solo por el beso,
sino que por sentir que lo había engañado en tan poco tiempo.
—¿Verdad
que yo beso mejor? —Alexander la tomó de un brazo y la dejó apoyada en la
pared, junto a la escalera. Narel miró esos enormes ojos celestes brillar con
maldad, él estaba demasiado cerca.
—Sí…
—Narel despertó de esa hipnosis por aquellos ojos y lo empujó al dejarle las
manos en el pecho—. ¿Dónde está Helen?
—En
la cocina —respondió sonriente, se quedó mirándola hasta que entró al lugar
mencionado y él aprovechó de salir, tenía una cosa que hablar con aquel que
esperaba afuera.
—Helen…
—¿Por
qué estás tan roja? ¿Estabas haciendo ejercicio o algo?
—Es
ese estúpido de Alexander. —Helen la miró mover la cabeza de un lado a otro,
aun así no se le quitaba lo rojo—. Helen… Steven está afuera, dice si me das
permiso para ir a dar una vuelta.
—Es
tarde y tú estás castigada.
—Le
diré que no…
—Dile
que se quede a cenar. —Narel la miró fijamente, Helen sonrió, sería su venganza
para Alexander—. Así aprovechas de decirle al resto de la familia que ya tienes
novio.
—Helen.
—Narel se acercó y la tomó de los hombros—. Sabes que él no puede entrar a mi
habitación ¿verdad?
—¿Lo
dices por el oso con la camiseta de Alex? —Narel asintió moviendo la cabeza
efusivamente—. ¿Tan rápido ya pensaste en que entraría a tu habitación?
—¿Y
si quiere ver mi colección de libros? Yo le he hablado de eso y como le gustan
los museos y esas cosas… Helen… ¿de qué te ríes? —La mayor no pudo evitar
soltar un par de carcajadas por esas ocurrencias.
—No
te preocupes, ve a decirle que se quede a cenar. No entrará en tu habitación ni
en un millón de años, Thomas lo mataría primero.
—Bien,
lo invitaré a cenar. —Narel la soltó y caminó a la salida.
—Boba.
—Se detuvo a mirar a la mayor—. Mete la cabeza al congelador para que se quite
lo roja. —Helen sonrió más al verla volverse aún más roja. Salió,
prácticamente, como una locomotora a punto de estallar.
—¿Qué
haces afuera, Alexander idiota? —Narel lo empujó para salir, así notó que
Steven tenía el ceño fruncido al mirarlo.
—Voy
a guardar el auto, enana. —Alexander la abrazó como si fuera su hermana pequeña
y le besó la mejilla—. Además, aproveché de decirle al nuevo novio de nuestra
pequeña hermana lo que le sucederá si te hace derramar apenas media lágrima.
¿Verdad? —Narel vio a Steven asentir. Alexander la soltó y caminó al auto.
—¿Qué
dijo Helen?
—Si
te quieres quedar a cenar. —Steven la miró fijamente, lo que menos quería en
ese momento era pasar rato con Alexander, pero ella le sonreía y tenía esas
mejillas coloradas aún, le había gustado besarla y que se ruborizara—. Es tarde
y ella me tiene castigada…
—Bien.
—Narel se sorprendió, pensó que le diría que no—. Será un placer para mí cenar
contigo y con tu familia, así aprovecho de conocerlos mejor.
—Entremos
entonces. —Dio la media vuelta y comenzó a caminar—. Aunque ya los conoces a
todos.
—A
los que más conozco es a George con Nicholas, porque van con nosotros a casi
todos lados. —Narel caminó a la sala, allí estaba Thomas con Emma en los
brazos, lo que decía Steven era verdad, sus lacayos no la dejaban sola—. Buenas
noches, Thomas. —El recién llegado saludó mientras veía a Narel apretarle las
mejillas a Emma. La niña balbuceaba algunas palabras que, al entender de
Steven, decía que Thomas era su papá, Narel negaba eso y abrazaba al mayor.
—Buenas
noches, ¿vas a quedarte a cenar?
—Sí,
Helen me invitó, si no es de tu problema.
—Claro
que no, además, creo que hay algo que debes preguntarme. —Narel se fijó que
Thomas estaba serio, Emma se le lanzó a los brazos y la cargó.
—¡Thomas!
—Ese grito fue por parte de Nicholas, después se escucharon los pasos al correr
por la escalera—. ¡¿Nar ya llegó?!
—¡Estoy
aquí! —Aquel chillido, según Thomas, logró que la vista del mayor se posara en
ella. Narel solo le sonrió como disculpa.
—¡Nar!
—Nicholas con George pasaron junto a Steven, ignorándolo, y la abrazaron con
Emma incluida—. Tenemos algo que hacer urgente.
—Nicholas,
George. —Los dos miraron al mayor, tenía esa mirada y voz de seriedad—. Tenemos
visita. —Los dos giraron al soltar a Narel y vieron a Steven.
—Hola,
Steven. —George fue el primero en saludar y sonreír—. Disculpa, pensamos que
era Alex quien estaba aquí y no te vimos.
—Sí,
lo sentimos. —Nicholas lo secundó—. Estamos acostumbrados a que sea él siempre
el regañado por Thomas y por eso lo ignoramos.
—¡Boba!
—Ese era Garreth quien corría por la escalera—. Escuché que ya llegaste. —Pasó,
por al lado de Steven, y la abrazó.
—Garreth…
—Y otra vez el regaño por parte de Thomas.
—Tenemos
visitas, Garreth. —Pero fue Nicholas quien terminó de hablar. Garreth giró a
mirar.
—También
pensaste que era a Alex a quien regañaban, ¿verdad? —George interrumpió, los
tres sonrieron, Narel observó todo un poco confundida, ellos necesitaban
anteojos con mayor urgencia.
—Hola,
Steven. ¿Vas a salir con la boba?
—No…
voy a quedarme a cenar. —Los tres hermanos se quedaron de piedra y miraron a
Thomas, que asintió lentamente y con el ceño fruncido por esos modales que
estaban mostrando—. Thomas, creo que la pregunta que quieres es si me autorizas
para salir de manera formal con Narel. —Ella sintió las miradas de los tres
chicos encima.
—Yo
ya sé la respuesta de Narel, y si ella está de acuerdo, no le diré que no. Pero
si le llegas a hacer algo…
—Alexander
ya me advirtió…
—No.
—Narel vio a Thomas sonreír de medio lado—. Alexander no tiene ni la menor idea
de lo que te pasará si le llegas a hacer algo que la haga sufrir o, siquiera,
pensar en que una lágrima le saldrá. —Los tres menores miraron a Steven, si no
fuera porque apenas lo estaban conociendo, dirían que se puso pálido.
—Hola,
Steven. —Helen entró interrumpiendo las miradas de todos, el mencionado la
saludó con un gesto de cabeza, ella evitó reír por el comportamiento de los
otros, lo que era solo tener hermanos hombres—. Boba, ven a ayudarme a la
cocina.
—Bueno.
—Narel salió tras ella y con Emma en los brazos.
—Preciosa,
¿vas a cocinar mañana tú? Sabes que nos gustan más las comidas tuyas que las de
Helen. —Los que estaban en la sala escucharon la voz de Alexander, los tres menores
se miraron interrogantes, aunque al mismo tiempo con maldad por lo que sufriría
su hermano cuando se enterara. También escucharon un golpe.
—Te
mereces ese golpe, Alexander idiota, por molestar a Helen. —La voz de Narel
llegó a oídos de los demás y supieron de esa manera que Helen lo golpeó.
—¿Qué
hacen? —preguntó al llegar a la sala, Thomas lo miró fijamente, había pensado
que tendría que ir por él al bar de siempre—. ¿Vas a quedarte a cenar, cuñado?
—Los tres menores lo miraron, aquello fue dicho con total burla. Thomas, en
cambio, simplemente frunció aún más el ceño.
—Vamos
a cenar —dijo el mayor interrumpiendo todo—. Steven, por aquí.
—¿Lo
sabías? —Garreth le preguntó a su hermano cuando Thomas desapareció al comedor.
Alexander asintió, los tres menores notaron que no se veía triste ni mal.
—¿Qué
piensas hacer? —Nicholas atrajo la atención del mayor.
—¿Tienes
pensado separar a Nar de él?
—No
haré nada, absolutamente nada. —Los tres volvieron a mirarlo fijamente, ese no
era el hermano que conocían—. En realidad, sí haré algo, iré a cenar porque
tengo hambre.
—Pero…
—Nicholas se interpuso en el avanzar de su hermano.
—No
haré nada, Nick.
—¿Te
enamoraste de ese escote gigante? —George empujó a Nicholas para preguntarle a
Alexander.
—¿Cuál…?
—Garreth sonrió al escucharlo, era normal para él saber que a su hermano se le
olvidaba la existencia de Camille—. No seas bobo, cómo me voy a enamorar de
ella si no tiene cerebro.
—Pero
tiene dos grandes razones.
—Muévanse,
quiero ir a cenar. —Alexander los empujó a ambos, aun así sus hermanos menores
no lo veían triste—. Yo no haré nada porque todo lo hará el estúpido ese. Nar
aún no sabe que a él no le gustan los museos y esas cosas y ella odia que le
mientan.
—Oh…
ya veo… —Nicholas se dejó la mano en el mentón, como todo un detective—. Vas a
dejar que el destino los separe…
—¿Y
si se enamora?
—No
se va a enamorar, cuando sepa que le mintió, ella lo dejará. —Alexander sonrió
de medio lado al dejarle las manos en los hombros, una a cada uno.
—Así
como tú le mentiste. —Alexander frunció el ceño al escuchar a Garreth, tenía
que hablar—. Creo que tanto Steven como tú están en la misma posición.
—¿Cuándo
le mentiste, Alex? —Nicholas le preguntó con curiosidad.
—¿Y
con qué? —George se le unió.
—Déjenme
en paz. —Ignoró a ambos y se fue al comedor, debía elegir un asiento para el
invitado lejos de Narel.
—¿Qué
haces, Garreth? —Nicholas le preguntó al verlo con el teléfono en la mano.
—Invito
a Ash para que venga a cenar, esto no creo que quiera perdérselo. —Los tres
sonrieron y caminaron al comedor, eso era verdad, Ashley los mataría si no le
avisaban lo que sucedía.
**********
Cuando
Ashley llegó, acompañada de Brandon, solo sonrió al verlos a todos sentados.
Garreth le avisó a Helen de que su hermana iría a cenar así que agregaron los
dos lugares. Narel le preguntó a Helen que por qué hacían eso, pero la mayor
solo la mandó a hacer lo pedido, por eso cuando Ashley llegó con Brandon, solo
frunció el ceño, no entendía por qué estaban allí. La hermana de Helen, en cambio,
solo la vio sentada entre Alexander y Steven y sonrió aún más por eso, desde
que Garreth le avisó lo que sucedía, solo tenía ganas de molestarlo. Brandon,
por otro lado, simplemente miró a su amigo y le sonrió de medio lado, Alexander
frunció el ceño por aquel gesto. A diferencia de Narel, él sabía que ellos
estaban allí para burlarse y a su causa.
—Ya
basta. —Alexander dejó el tenedor encima del trozo de carne que Narel estaba
sacando—. Ya tienes tu porción, no es necesario más. —Ella lo miró inflando las
mejillas y fue a sacar papas cocidas—. Tampoco de eso. Lo que tienes en el
plato es lo único que vas a comer.
—Deja
que coma lo que ella quiera. —Narel miró a Steven, a su otro lado, tenía el
ceño fruncido, pero no la veía a ella, sino que a Alexander.
—Tiene
que seguir la dieta de la natación, cuñado. —Fue la respuesta de Alexander,
Narel asintió moviendo la cabeza.
—Ella
se comería todo lo que está en la mesa. —Steven miró a Thomas, sentado en la
cabecera de la mesa, que había hablado.
—Y
más, si comer es lo mejor que existe en el mundo.
Narel
refunfuñó y comenzó a comer lo que tenía en el plato, con el ceño más fruncido
porque sentía que cada vez era menos comida la que le daban. Al frente,
Nicholas, George y Garreth observaban fijamente todo lo que sucedía. Al lado de
ellos, Ashley y Brandon susurraban de vez en cuando y comentaban cosas con los
otros tres chicos. Los únicos que estaban tranquilos eran Helen, Leah, Emma y
Elijah, los cuatro sentados juntos con Helen en la otra cabecera de la mesa, y
era porque los dos más pequeños no notaban lo que sucedía y Leah ya le había
dicho a Narel que a ella le gustaba Steven como su novio.
—¿Por
qué ustedes tienen frituras y yo no? —Narel preguntó mirando los platos de los
demás—. Helen…
—Tú
ya comiste tu ración de frituras de la semana. —Alexander acaparó su atención
al responderle—. Fuiste a comer el martes con Garreth a ese lugar nuevo cerca
de la oficina y comiste tu ración de esta semana y las de todo el año.
—No
es cierto.
—Sí
lo es.
—Conmigo
también comiste frituras ayer, yo no tenía idea de tu dieta. —Narel enrojeció
al escucharlo. Alexander frunció el ceño.
—¿Comiste
frituras sin mí? —Garreth, al otro lado de la mesa, reclamó.
—Solo
un poquito. —Steven miró al frente, Nicholas con George picaban carne y comían
sin quitarle el ojo de encima y casi sin pestañear. Un escalofrío lo recorrió
entero.
—¿Fue
solo un poquito, cuñado?
—¿Eh?
—Steven miró a Alexander, la imagen de los dos chicos aún la tenía grabada en
la cabeza.
—Nar.
—Elijah llegó junto a ella y le estiró los brazos—. Ya tengo sueño. —Narel lo
sentó a horcajadas encima y el niño la abrazó, escondiendo la cara en el cuello
de ella. Thomas, sin dejar de mirar todo lo que sucedía, solo frunció el ceño,
no quería otro Nicholas.
—Cuñado,
¿por qué no nos cuentas un poco de los museos y libros que te gustan? —A Ashley
se le cayó el tenedor sobre el plato, logrando que el sonido acaparara todas
las miradas, eso había sido total maldad por parte de Alexander.
—Lo
siento —dijo al volver a tomarlo—. Hoy practicando volley di un golpe mal y me
quedó resentido.
—¿Estás
practicando volley, Ash? —Narel consultó algo sorprendida, ambas habían quedado
de que solo estarían en natación, a pesar de que Ashley solo fuera de suplente.
—Sí,
pero solo por juego —contestó sonriéndole para que no le hiciera preguntas por
esa mentira.
—No
me gusta el volley, prefiero el handball.
—Tú
sí que sabes. —Brandon le hizo un gesto con la mano, demostrando apoyo—. Por
eso le ganamos el otro día a estos bobos.
—Sí,
cuando venga Jesse de nuevo a quedarse tenemos que hacer más juegos de esos, y
tú tienes que estar en mi equipo para que pateemos a Alex y lo hagamos comer
polvo.
—¿Cuándo
viene Jesse?
—El
sábado, viene al juego solamente. También viene Harper y John.
—¿Al
juego del sábado? —Alexander interrumpió algo extrañado.
—Sí…
—Narel contestó algo dubitativa, no quería que nadie supiera—. Los invité a
todos a que vinieran a apoyar porque es un juego benéfico y esas cosas se
apoyan.
—¿Sabes
de qué se trata? —Thomas y Helen prestaron atención, ellos sabían quién era la
que organizaba todo eso, pero también estaban en conocimiento de que ella no
quería que nadie supiera. Brandon la miraba expectante por la respuesta—. El
entrenador nos dijo que era benéfico y que no tendríamos ninguna ganancia en
esta ocasión, sabes que si ganamos nos dan un pequeño premio, aunque algunos
preferirían que los ayudaran con las notas.
—No
tengo idea, solo sé que es a beneficio y el entrenador me dijo que diera
publicidad, así que yo invité a todos los que conozco…
—Que
son muchos porque tú conoces a muchas personas… —Ashley se burló, Narel frunció
el ceño.
—Ya
no eres bienvenida en esta casa, Ash. —La mencionada frunció el ceño.
—Voy
a quedarme a dormir contigo.
—Claro
que no. —Aunque para sorpresa de todos, fue Alexander quien respondió.
—Bien,
ya es tarde. —Thomas detuvo todo al levantarse—. Te agradezco la compañía,
Steven. —El mencionado lo miró—. Pero sabes que mañana todos aquí tienen clases
y deben acostarse temprano, eres bienvenido para cuando quieras.
—Gracias,
Thomas. Si ya estaba por despedirme. —Steven se levantó y miró a Helen—.
Gracias por la invitación, estaba todo muy rico.
—Dame
a Elijah. —Alexander se acercó a Narel, que se levantaba con el niño en los
brazos.
—¿Por
qué?
—Lo
llevaré a su cama, está casi dormido y ya es muy grande para ti. —Narel frunció
el ceño al mirarlo—. No me mires así, sabes que es verdad. —Alexander le quitó
al niño de los brazos y lo cargó—. Además, tienes visita y debes ir a dejar al
cuñado a la puerta.
—Es
verdad. —Narel le dio la espalda y miró a Steven, sonriéndole—. Te acompaño a
la puerta.
Steven
se despidió de todos y le tomó la mano, entrecruzando los dedos, mostrándole a
Alexander de que era él quien la llevaría desde ese momento en adelante. Se
despidió de Narel en la puerta, abrazándola por la cintura mientras la besaba y
quedando de acuerdo en que al otro día la iría a buscar a la salida de la
universidad para ir a dar una vuelta, aunque no sería muy larga porque al
entrenador no le gustaba que salieran el día antes del partido, pero como
estaban recién empezando su noviazgo y solo era un juego benéfico, no había
problema en que pasearan un par de minutos por allí. Fuera de eso, tenía más
que claro que ella saldría con aquellos guardaespaldas que no se le separaban
ningún momento.
Apenas
Narel entró, Ashley la abrazó gritándole su tan adorada frase de «muñequita
mía» en el oído. Ella la empujó un poco porque sintió que se le rompían los
tímpanos, pero subieron a la habitación sin que Ashley la soltara. Ashley había
enviado a los curiosos a sus respectivas habitaciones, por eso no estaban allí
esperando para empezar el interrogatorio. Aunque Narel no notó nada de aquello.
—¿No
te parece raro de que sea un año mayor que tú y aún no termine de estudiar?
—Ashley le preguntó, estaban acostadas en la cama de Narel, ella boca abajo y
su amiga de lado, para mirarla y hablarle.
—Quizás
está haciendo cursos aparte. —Narel la miró, no era algo que realmente a ella
le preocupara.
—¿Por
qué le dijiste que sí? —Ashley la observó fijamente, notó que los ojos de Narel
no mostraron sentimientos ni nada parecido, aún seguía sin poder leerla como lo
hacían Alexander o Thomas.
—No
lo sé muy bien, Ash. Es solo que… Llegó el miércoles y estuvimos conversando en
el parque un rato… de pronto él me dijo eso que le gusto, así como dijeron
ustedes… y bueno… no lo sé, sabes que hablamos con Alexander y quedamos en que
trataríamos de llevarnos mejor… Solo pensé en ese momento en que quizás también
me gusta Steven, pero no lo noto porque sigo pensando en que Alexander me va a
decir que me ama a mí y dejé que me besara.
—Pero…
—Ash…
no quiero hacerle daño a Steven… pero en ese momento, en el parque, se veía
todo tan mágico que no pude decirle que no. ¿Y si de verdad es la oportunidad
que tengo en la vida para ya dejar a Alexander atrás?
—No
lo sé, Nar. Estás enamorada de él de hace años y lo que tuviste con él fue muy
fuerte. Y terminaron por una tontera… —Ashley se silenció, Narel la miraba
fijamente, había hablado de más.
—¿Tú
sabías de la demanda, Ash?
—¿Demanda?
—La
demanda de Marianne a Alexander. ¿Lo sabías, Ash? —Ashley tragó grueso, Narel
suspiró—. ¿Quién más sabía?
—Thomas,
Helen, Garreth, Brandon… —Narel se encogió de hombros—. Los más cercanos a
Alex, Thomas sabía porque él recibió la demanda y nos pidió ayuda para contener
a Alex…
—Contener
a Alexander… —Narel repitió, Ashley notó que Narel bajaba la mirada y se le
aguaban los ojos—. ¿Y a ninguno le importó cómo me sentía yo? Solo se
preocuparon por Alexander… Creo que mi respuesta a Steven fue lo mejor del
último tiempo. —Ashley la vio meter la cabeza bajo la almohada, estaba
llorando.
—Alex
decidió no decirte nada porque tenía miedo de que te fueras a Argentina o algún
otro país lejos. —Ashley la veía a la espalda, sabía que lloraba porque su
respiración se notaba agitada—. Todos estábamos preocupados por ti, pero tú
demostraste tomar las cosas de una manera diferente a como pensamos, en cambio
Alex lo único que hizo fue meterse al alcohol y cada vez de manera peor. Fue
por eso que le prestamos un poco más de atención.
—No
importa, Ash. —Ashley notó, cuando Narel sacó la cabeza bajo de la almohada y
la miró, que le sonreía tratando de borrar todo rastro de lágrimas—. Es Alexander
quien es parte de la familia, no yo. Si lo entiendo y comprendo que lo cuidaran
y lo protegieran, y ya no importa, de verdad. Ya estoy acostumbrada a que todos
me mientan.
Ashley
se quedó solo mirándola volver a meter la cabeza bajo la almohada, no sabía
cómo se había enterado ni si Alexander le dijo algo al respecto, pero entendía
que se sintiera mal porque nadie le contó lo que sucedía y simplemente dejaron
que pasara el tiempo. Ninguno pensó o imaginó que ella se sentiría mal porque
le ocultaron todo eso, siempre pensaron que solo se enojaría con el culpable de
todo. Qué equivocados estaban. Solo esperaba que, por esa loca cabeza, no
pasara la idea de hacer alguna otra locura como las que hizo por sentirse mal
por todo lo que pasaba. Ashley suspiró y se acomodó en la cama, pero antes le
mandó un mensaje a Brandon para desearle buenas noches, a pesar de que estaba a
tres puertas de distancia, era mejor de esa manera. Notó, al tomar el celular
de la mesa de noche, de que el teléfono de Narel tenía un mensaje de Steven y
como diez de Alexander. Sonrió por eso y le volvió a escribir a su novio lo
loco que había sido esa cena, después le contó de que Narel estaba enterada de la
demanda. Brandon le respondió a los pocos minutos diciéndole que ya lo sabía,
Alexander se quedó con él en la habitación de invitados y le había dicho lo
sucedido, así Ashley se enteró de la historia completa. Pero ambos terminaron
hablando de lo chistoso que sonaba Alexander cada vez que le decía cuñado a
Steven, que al parecer todos notaban que con cada una de esas letras mostraba
sus deseos de hacerlo desaparecer. En realidad, la única que no se daba cuenta
de eso era Narel, que lo vio lo más normal del mundo, Alexander había dado
vuelta la página después de haber conversado con ella en el mirador, aunque sí
se sintió un poco culpable porque él había aceptado demasiado bien su relación
y ella nunca pudo soportar de que saliera con Camille. Lo bueno es que aún
estaba a tiempo de cambiar eso, ya que ellos seguían juntos, por lo que tenía
entendido.
**********
—¿Dónde
estás? —Narel estaba fuera de la universidad, con el teléfono pegado en el oído
y, sin siquiera saludar, fue lo primero que preguntó cuando le respondieron.
—No
voy a ir.
—¿Por
qué no? Te dije que tienes que venir.
—Siempre
te dije que no me darías órdenes.
—Deja
de decir estupideces.
—No
iré.
—Si
no vienes, te iré a buscar al hospital y haré escándalo, y ninguna de las
enfermeras con las que estás saliendo te va a tomar en cuenta.
—¿Por
qué quieres que vaya?
—Porque
es importante, solo ven ahora.
—No
estoy interesado.
—Voy
a matarte.
—¿Tú
y cuántos más? —Narel giró, eso se había escuchado demasiado cerca. Ralph le
sonreía tras ella—. ¿De verdad pensaste que no vendría después de todo el
fastidio que has hecho estos días?
—Solo
te dio miedo que alejara a todas las enfermeras. —Ralph sonrió por eso, la
abrazó y le besó la cabeza.
—No
son tantas…
—Ajá…
cinco no son tantas… —Comenzaron a caminar a la cancha, Ralph la llevaba
abrazada por la cintura—. Cuando una de ellas se entere, va a ser peor que el
Vesubio.
—No se
van a enterar. —Ralph rio por esas ocurrencias—. Nunca en la vida.
—Les
diré a todas, quiero ver el Vesubio explotar. Siempre has sido un estúpido con
esto, por eso Alexander se pone así contigo. —Ralph la miró y sonrió de medio
lado.
—Él
lo lleva en la sangre, igual que yo.
—¡Embustes!
—Ralph comenzó a reír.
—Vas
a dejar de ver a Ebenezer. —Narel infló las mejillas al mirarlo.
—¡Nar!
—Joshua iba corriendo mientras la llamaba. Narel le estiró los brazos y lo
cargó—. Ya llegamos.
—Invitaste
a todos… —Ralph miró que Marianne, casi en la puerta de entrada a la
universidad, la saludaba con la mano y con Stephanie en los brazos, un chico
junto a ella también le hacía una seña en forma de saludo.
—Claro
que sí, es un evento benéfico, tienen que venir todos. —Narel abrazó a Joshua,
que le tomó la cara y le daba besos en las mejillas.
—Tiene
un parecido a su padre…
—¿Tú
crees? —Ralph rodó los ojos—. Yo creo que Stephanie se parece más, tiene esos
ojos iguales a él. Josh también, pero son un poco más oscuros, y el cabello
igual es un poco más oscuro que el de Alexander, pero igual de cobrizo.
—No
me refiero a eso, enana. —Ralph volvió a tomarla de la cintura para seguir
caminando—. Y también tiene un parecido a ti. —Narel lo miró extrañada—. ¿No
recuerdas cuando salías a recibirme cada vez que llegaba del colegio?
—Sí
me acuerdo, tú eras lo único que tenía en Brighton, me la pasaba contigo… Lo
sabes… mis padres siempre me dejaron sola. —Ralph la abrazó más, estaban por
llegar a la puerta.
—¿Qué
es eso? —Narel le sonrió enormemente, Ralph miraba el cartel gigante que decía
que el juego de ese día era en beneficio del hospital para niños con cáncer—.
¿Por eso querías tan desesperadamente que viniera?
—Claro
que sí, hoy eres el centro de atención. —Ralph la miró fijamente, ella le
seguía sonriendo con el niño en los brazos—. Todo es para el hospital de los
niños con cáncer en donde trabajas y tú eres el embajador, por eso te necesito
aquí, porque eres el representante del hospital.
—Pero…
—Ya
está todo hablado, llevo meses organizando todo, así que solo sonríe, que está
llenísimo de gente y todo, absolutamente todo, incluso lo que venden de comidas
y otras cosas que no son entradas, va para el hospital.
—¿Quién
sabe?
—Solo
Thomas y Helen… —Ralph la vio sonreír de manera nerviosa—. Y Steven, porque lo
usé para contactarme con la gente de Glasgow.
—Lo
usaste… —El chico comenzó a reír fuerte.
—Sí…
eso es malo, lo sé, pero fue por una buena causa.
—Bien,
vamos a sentarnos. Pero no olvidaré esto jamás, le diré a Thomas que te
castigue por hacer estas cosas a mi espalda.
—Si
Thomas me castiga por esto, haré que el Vesubio explote.
Se
sentaron en las graderías, Narel entre Ralph y Thomas. Joshua se instaló en sus
piernas buscando a su padre en la cancha, Narel le mostró donde estaba y el
niño movió su mano para saludarlo, pero Alexander se encontraba recibiendo
instrucciones del entrenador y no lo vio. Helen, sentada junto a Thomas y con
Emma en los brazos, solo la veía sonriente, sabía que había invitado a todos, y
en el grupo se encontraba Marianne, a quien siguió hablando a pesar de que
Alexander le dijera que no. Luego de aclarado el asunto de la demanda, él le
dijo que podía conversar con ella sin ningún problema, antes no quería que se
vieran porque no sabía lo que pasaba, pero una vez que estuvo todo resuelto, no
había motivos para que no compartieran. De hecho, Marianne estaba invitada a
almorzar ese día luego del partido a casa de Thomas con su novio y los niños.
Elijah
llegó con Nicholas y con George, que habían ido a comprar papitas y jugos. El
niño miró a su primo en los brazos de Narel y se sentó en las piernas de su
padre, así compartiría con él lo que llevaba para comer. Ashley se sentó junto
a Leah, que estaba al lado de Helen, una vez que llegó. Al final, aquel sector
de las graderías solo estaban los familiares y amigos, Garreth con Melissa,
Marianne con su novio, César junto a Ashley, y Jesse, John y Harper, todos allí
porque era un evento en beneficio del hospital.
—¡Russ!
—Alexander miró a las gradas, allí vio a Narel sentada con Joshua en las
piernas que lo saludaba efusivamente. Él sonrió enormemente, era lo que siempre
había querido, que sus hijos estuvieran allí. Vio a Marianne con Stephanie un
poco más abajo, la niña también movía sus manos rápidamente para que la viera—.
¡No confundas la pelota de nuevo y a ver si juegas bien y no solo das pena!
Alexander
frunció el ceño por eso y se ubicó en su lugar. Brandon, que era el capitán y
había escuchado todo, solo sonrió de medio lado al mirarlo. Antes no notó que
eso que le gritaba Narel, Alexander no lo sentía como apoyo, sino que le daban
las fuerzas para demostrarle que no era tan malo como ella le decía. Después de
tres años recién notaba el verdadero significado de esos gritos, Alexander
parecía que estaba en llamas y nada lo detendría. El pitido del inicio del
partido sonó con fuerza y el pelotazo retumbó en los oídos de todos. El
anterior entrenador de Alexander la miró y le mostró ambos pulgares hacia
arriba, con una sonrisa enorme. Narel había logrado que él se volviera
imparable, anotó antes de los diez minutos del juego y parecía tener energía
infinita, y eso estaba contagiando a los demás.
Aunque,
cuando Steven anotó y le dedicó el gol a Narel, tal y como venía haciendo desde
que empezaron allí, los ánimos decayeron un poco para el equipo de Brandon y
Alexander, aunque el primero notó que aquello de la dedicación solo encendió
más el fuego en su amigo, que volvió a levantar los ánimos de todos. El pitido
de fin del partido terminó con el marcador 5 a 2 a favor del equipo de Brandon
y Alexander, los vítores y gritos se escucharon con fuerza. Narel tomó a Joshua
en sus brazos y bajó de las gradas, se imaginaba que Alexander querría celebrar
con su hijo, que era primera vez que lo veía jugar. Él notó aquello y caminó a
su encuentro, pero se detuvo cuando vio que Steven la abrazaba y la besaba.
Hasta ese momento no había pensado en aquella relación como tal, sabía que
terminarían pronto, pero cuando los vio así fue como se dio cuenta de lo que
perdió. Era él quien tenía que abrazarla y besarla con su hijo en los brazos,
no Steven. Sintió que le faltó el aire.
—¡Papi!
—Alexander miró en la otra dirección, Marianne se acercaba con Stephanie—.
¡Papi! —La niña se le lanzó a los brazos y él la besó por toda la cara.
—Buen
juego. —Marianne le sonrió al verlo levantar a su hija—. Primera vez que
entiendo todo lo que sucede.
—Creo
que a los dos nos hizo bien estar separados. —Alexander la observó, Marianne
estaba radiante—. ¿Te está tratando bien tu novio?
—Es
un amor conmigo y con los niños. —Alexander dejó de jugar con Stephanie y solo
la sostuvo en sus brazos.
—Si
te hace algo, aunque sea lo más mínimo, se las verá conmigo y con mis puños,
que eso siempre lo tenga claro. —Marianne solo rio por eso—. ¿Vas a ir a
almorzar a la casa?
—Sí,
iremos los dos.
—Bien,
así le diré y le dejaré las cosas bien claras.
—¿Cómo
estás? —Alexander sabía que eso era por lo de Narel.
—Bien,
todo está bien.
—¡Russ!
—¡Papi!
—Alexander miró al otro lado, Narel llegaba con Joshua. Marianne le pidió a
Stephanie.
—Jugaste
bien.
—¿Cómo
Beckham?
—Mejor
que Beckham. —Alexander la abrazó, con Joshua incluido, y la besó en la
mejilla—. Eres mejor que Beckham y Josh te miró todo el rato. ¿Lo escuchaste?
¿Como gritaba de emoción cada vez? Lo que siempre quisiste, Alexander.
—Alexander la contempló, tomó a Joshua en sus brazos y lo besó, lo otro que
siempre quiso era besarla luego de los juegos. Nunca lo hizo, como tampoco le
dedicó los goles—. Marianne, ¿vas a ir a casa a almorzar? —Narel pasó por al
lado de su amigo que alzaba a su hijo y se acercó a Marianne.
—Sí,
con los niños y Jacob.
—Genial,
allá te veré, ahora tengo que ir a ver un asunto.
—¿A
dónde…? —Alexander trató de detenerla, pero ella le sonrió enormemente, no
había notado lo feliz que estaba.
—¡Nar!
—Brandon la abrazó antes de que se fuera e interrumpiendo a Alexander—. Gracias
por ese grito y el entrenador te llama.
—Lo
sé, lo sé, ya voy.
Los
tres se quedaron mirándola correr en dirección a donde estaban los
entrenadores, no solo los de ellos, sino que también los de Glasgow. Eso era
raro, ella no tenía por qué estar metida en ese grupo. Además, aparte de los
entrenadores, había otro grupo de personas vestidas un poco formal. Tanto
Brandon como Alexander se dieron cuenta de que eran miembros del directorio de
la universidad en la que estudiaban y los otros dos llevaban el escudo de
Glasgow. Algo pasaba y ellos no estaban informados. Un chico llegó con un
micrófono y un parlante, los tres vieron a Narel correr a las gradas y volver a
sentarse entre Ralph y Thomas, aunque antes de instalarse, le besó la mejilla
al originario de Brighton.
—Buenas
tardes. —Alexander bajó a Joshua, que le dio la mano a su madre y se fueron de
vuelta a las gradas. Brandon se paró junto a su amigo y escucharon al miembro
del directorio hablar—. Como todos ustedes saben, hoy se llevó a cabo un evento
benéfico, el primero que se hace a nivel de dos universidades a favor de un
hospital, el de niños con cáncer que está en Londres. Se agradece a cada uno de
ustedes por ser parte de esto y por favor, al embajador del hospital, que se
acerque. —Alexander miró a las gradas, así notó que Ralph bajaba y se acercaba
a donde estaba el grupo reunido—. Y se agradece aún más a quien organizó todo
esto de manera anónima. —A Alexander le latió el corazón con fuerza y volvió a
mirar a donde estaba Narel, Thomas la abrazaba y le besaba la frente, de esa
manera se dio cuenta de quien había organizado todo eso. Sonrió de medio lado.
—Esa
boba… —Brandon lo miró con curiosidad.
—¿Dices
que Nar…?
—Sí,
solo a ella se le pudo ocurrir todo esto… y no dijo nada… esa boba…
—Un
aplauso para los jugadores de ambas universidades que participaron en todo eso.
Ambos
chicos aplaudieron, no terminaron de escuchar el discurso que estaban dando, ya
que se pusieron a conversar, pero no era tan importante tampoco, tendrían todo
el día para interrogar a la culpable de todo. Luego de eso, los jugadores
comenzaron a ir a los camarines, el público a sus casas y el directorio se
quedó conversando con Ralph. Llamaron a Narel y ella bajó corriendo, Thomas le
dijo que la esperaban en casa, pero Nicholas con George se quedaron para hacer
de escoltas. El directorio le hizo entrega a Ralph del dinero recaudado, que no
fue poco, y le dijeron a Narel que, debido a la buena acogida de todo, estaban
dispuestos a escuchar nuevas ideas. Ella ya tenía lo siguiente en mente, pero
primero debía convencer a Jesse para que tuviera al equipo de polo de Coventry
disponible.
—No,
claro que no.
—¿Qué
cosa? —Narel miró a Ralph, se habían despedido recién de las personas y él le
dijo eso de la nada.
—No
vas a organizar nada, ya fue mucho con esto. No volverás a hacer nada sin antes
decirme.
—Pero…
—Te
dije que no, esto lo hiciste porque viste lo que yo tenía en la computadora ¿o
me equivoco? —Narel enrojeció al verse descubierta—. No necesito respuesta. Si
quieres hacer algo, primero lo conversas conmigo.
—Bien…
—Narel infló las mejillas y frunció el ceño, Ralph sonrió. No le haría caso,
pero mejor hacerle entender que sí.
—Voy
a dejar esto al hospital y luego voy a casa de Thomas para que almorcemos.
—¿Puedo
ir contigo?
—Conmigo
y los lacayos que están esperándote.
Ralph
con Narel caminaron a donde Nicholas con George, que al ver al mayor lo
saludaron al estilo militar. Ralph solo rodó los ojos por eso. Los cuatro se
fueron al hospital a dejar lo recaudado, después tendrían todo el día para
disfrutar en familia.
*********
—Claro
que sí, teniente general. —Alexander rodó los ojos al ver a su hermano
saludarlo al estilo militar.
—¿Cuándo
fui degradado? —Les preguntó, George, junto a Nicholas, lo saludaba de la misma
manera.
—Siempre
has sido el teniente general —contestó el menor.
—Hace
unos meses me decían general. —Alexander se encogió de hombros, esos ni
pestañeaban al estar así.
—Ralph
es nuestro general. —Alexander frunció el ceño al escuchar a Nicholas, eso era
de suponerse, Ralph le quitaba sus lugares.
—Ralph
nuestro general, Thomas nuestro mariscal de campo y Nar nuestra emperatriz, ama
del Universo. —Alexander sintió ganas de golpearlos al escuchar todo eso.
—Solo
hagan lo que les dije.
—Sí,
mi teniente general.
Alexander
los dejó solos, luego de escucharlos gritar de esa manera a ambos, y se fue al
patio de la casa de Thomas en donde los demás desayunaban. Habían pasado un par
de días luego del juego benéfico y Steven volvió aquel fin de semana para salir
con Narel, la llevaría a los museos que ella quería y por eso les había dado
instrucciones claras a sus hermanos, ya que ellos irían de compañía. No dejaría
por nada del mundo de que Narel saliera sola con aquel, por algo también
estaban desayunando allí antes de salir. Se sentó junto a ella, dejándola en el
centro, los demás solo lo miraron, a todos les causaba aún un poco de gracia
cada vez que le decía cuñado a Steven.
—Buenos
días. —Narel giró, ya que estaba sentada dándole la espalda a la puerta de la
cocina, y frunció el ceño.
—¿Qué
haces aquí? —Ralph la miró, aún estaba enojada porque no la dejó hacer otro
evento benéfico. Narel se puso de pie—. ¿Qué traes? —preguntó al acercarse y
mirar las bolsas—. ¿Se come y es rico?
—Sí,
se come y sí es rico y tú vas a cocinar. —Ralph le besó la frente, Narel
frunció el ceño, nuevamente.
—Voy
a salir con Steven ahora, así que no cocinaré.
—Vas
a hacer empanadas.
—¿Empanadas?
—Empanadas,
Nar. —Nicholas llegó junto a ellos, Thomas, que veía todo desde donde estaba
sentado, supo de esa manera que ellos le habían abierto la puerta a Ralph, se
preocupó cuando lo vio entrar siendo que estaban allí.
—Tienes
que hacernos empanadas. —George la abrazó, al otro lado de Nicholas.
—Nos
arrodillaremos y te suplicaremos. —Ambos chicos se arrodillaron, Narel los tomó
de la oreja y los obligó a ponerse de pie.
—¿Qué
les he dicho de estar arrodillándose frente a alguien?
—Que
no lo tenemos que hacer.
—Ni
siquiera frente a la Reina, nadie merece sus rodillas sucias. —Thomas
carraspeó, Narel sabía que ese regaño era para ella, no podía enseñarle a los
más pequeños faltarle el respeto a la realeza, al fin y al cabo, ellos como
ingleses, nacían con esos valores—. No se volverán a arrodillar.
—¿Nos
harás empanadas? —Nicholas preguntó con una sonrisa enorme en la cara.
—No.
—¿Entonces
iremos a los museos? —Narel vio que George tenía una cara de fastidio, ambos
hicieron pucheros.
—Sí.
—Buenos
días. —César se paró junto a Ralph, Narel los miró—. Ya dejé lo que faltaba en
la cocina y aquí están tus dulces, Nick. —El mencionado tomó la bolsa que le
pasaba el recién llegado y, junto con George, la abrieron sin esperar un
segundo.
—¿Vinieron
juntos? —Narel les preguntó al mirarlos, los dos asintieron—. ¿Acaso tú…? —Ella
miró a Ralph sorprendida—. No puedo creer que tú también te fueras a sus
brazos, César. —Alguien en la mesa se atoró, Ralph quiso golpearla, César
enrojeció.
—Estás
malinterpretando las cosas. —Narel escuchó a Ralph decir arrastrando cada una
de las sílabas, se había enojado.
—A
ti te sirve cualquier cosa, Ralph, ya tienes como diez enfermeras a tus órdenes
y César es una blanca e inocente paloma. —César rodó los ojos frente a esa
acusación.
—No
son diez y no tengo nada con César, sabes que es de Chile, igual que tú e igual
que yo, así que le dije que harías empanadas a la chilena y vino. Y ya basta de
tanta estupidez.
—Son
nueve entonces. —Narel vio como los ojos de Ralph comenzaron a centellear, se
parecía a cómo se miraba con Thomas algunas veces cuando no estaban de acuerdo.
César pasó por su lado y se sentó con los demás a la mesa, Ashley estaba allí y
quería hablarle de algunas cosas. Nicholas con George estaban comiendo
golosinas, Thomas los miraba con el ceño fruncido, ya los regañaría a los dos.
—¿Sabes
quién va a casarse? —Ralph sonrió de medio lado, sería su turno de la
venganza—. Tu adorado Tebby. —Y la vio palidecer.
—No
es cierto, él no haría eso…
—Lo
publicó en redes sociales… verdad… tú no tienes… —Ralph sacó el teléfono de su
bolsillo y luego de teclear algunas cosas, le mostró la publicación en donde se
anunciaba el casamiento. Narel se lo quitó de las manos.
—No
es posible, él me lo prometió… No puede ser… —Ralph sonrió, Narel se sentó en
el suelo con el teléfono en las manos, sin dejar de mirar la foto. Él había
ganado.
—Cuñado.
—Alexander aprovechó que Narel estaba con el teléfono y se sentó en su lugar
para hablarle a Steven—. Creo que…
—Espera
un momento, ¿quién es ese Tebby? —Steven lo miró fijamente, Alexander sonrió de
medio lado, él no sabía o se había olvidado de aquel de quien hablaban.
—Nada
importante, cuñado —contestó burlesco para molestarlo—. Solo su primer amor de
quien siempre estará enamorada y toda esa tontera femenina.
—¿Su
primer amor?
—Claro,
Esteban fue su primer novio allá en Brighton, aún no lo olvida y siempre que va
para allá, tiene que pasar a verlo, es prioridad. —Steven se quedó mirándolo
fijamente, Alexander sonrió—. Pero no te preocupes, cuñado. Ella está saliendo
contigo ahora.
—Pensé
que tú eras su primer amor…
—¿Yo?
—Alexander rio con fuerza—. Yo ni me le acerco a eso, es Esteban. Siempre ha
sido Esteban, cuñado. —Steven miró a Narel, parecía a punto de llorar sentada
aún en el suelo con el teléfono en la mano, Ralph junto a ella trataba de
hacerla levantarse—. Cuñado, lo que es importante es que aproveches que Ralph
quiere que cocine para que no le lleves al museo.
—¿Qué?
—Steven volvió a mirar a Alexander, este sonreía de medio lado—. Le dije que la
llevaría a todos los museos que quisiera.
—Pero
te aburres y no te gustan, ¿o me equivoco? —Steven suspiró, no podía negar
aquello, Alexander tenía razón—. Aquí todos lo sabemos menos ella, pero nadie
le dirá nada porque eso te corresponde a ti. Pero a cambio, puedes elegir entre
pasar un aburrido día recorriendo los museos o dejarla que se quede cocinando,
y créeme, Ralph no le pide que cocine por nada, no hay como ella.
—Bien…
tienes razón.
—Lo
sé, cuñado. —La sonrisa de Alexander estaba llena de maldad.
—Steve…
—Narel los interrumpió, ambos la miraron, Alexander notó que parecía muerta en
vida, sí que era una exagerada—. No tengo ganas de salir hoy… me quedaré en
casa y haré empanadas…
—Como
tú quieras, si no te sientes bien, yo te apoyo en que te quedes aquí. —Narel
solo asintió y caminó donde Thomas, lanzándosele encima. Helen rodó los ojos,
sentada junto a su esposo, los dos escucharon cuando sollozaba por su desdicha.
—Bien,
almorzaremos empanadas. —Ralph miró a Alexander, tenía la misma cara de maldad
que Narel cuando era niña—. Hazte a un lado. —El de ojos celestes obedeció y
volvió a sentarse donde antes, Ralph se sentó en el lugar de Narel—. Lamento
arruinar tu salida, Steven. Pero nosotros tres somos de ese país y ya se cumple
otro año de su independencia y no es malo recordar nuestros orígenes de vez en
cuando. —Alexander sonrió a su lado, así notó que Ralph hizo todo eso con un
propósito—. No sé por qué este teléfono no deja de vibrar. —Sacó el aparato del
bolsillo y lo miró, eran muchas notificaciones de la red social en donde estaba
publicado el anuncio, entró a mirar lo que sucedía. Alexander, a su lado y
mirando, comenzó a reír a carcajadas. Ralph frunció el ceño—. Voy a matarla.
Narel
había escrito en la publicación a nombre de Ralph, dando la impresión de que él
estaba enamorado de Esteban. El mensaje decía lo siguiente: «¿Por qué me haces
esto? Me prometiste amor eterno…». Ella había olvidado de que necesitaba una
cuenta para escribir y como tenía en mano la de Ralph, simplemente escribió.
Las burlas y comentarios empezaron a llegar al instante, nadie se imaginaba de
aquellas orientaciones por parte de Ralph. Narel solo le dijo que tenía suerte
de que las enfermeras no podían ver el comentario y que no tenía nada de lo que
preocuparse. El resto del día se quedaron disfrutando en familia, con los
invitados que ya prácticamente eran de la casa. Narel también llamó a Marianne
para que fuera, sabía que Alexander quería aprovechar bien cada segundo con sus
hijos, así que como ya estaba todo calmado entre los dos, la invitaba cada vez
que podía. Al caer la noche se fueron despidiendo. Ralph se fue porque al otro
día comenzaba el internado y César se quedó porque harían unas investigaciones
para un trabajo con Garreth. Ashley con Brandon, como era normal, se quedarían
el fin de semana completo. Marianne se fue con su novio y dejó a los niños con
su padre, que aprovecharon y se acostaron en la cama de Narel. Ella, en cambio,
se despidió de Steven en la puerta y quedaron de verse al día siguiente, pero
no irían a los museos, quizás se quedarían de nuevo en casa, se habían
divertido y ya empezaba la primavera. Alexander, por otro lado, y luego de
darse cuenta de las cosas, notó que Narel nunca le hizo escándalo ni le dijo
nada en contra cuando se enteró de su compromiso con Marianne. Frunció el ceño
acostado, se instaló con sus hijos en la cama de ella, sabía que así no lo
mandaría a otro lado. Todo lo que le dijo a Steven solo fue para molestarlo,
pero si se ponía a analizar bien el tema, Narel sí parecía enamorada de Esteban
y no de él. Apretó los puños, tendría que solucionar eso, le mandaría a pagar
la boda completa al que estaba en Brighton con tal de que Narel dejara de
pensar en él. Cuando ella entró a la habitación y lo vio allí acostado, no lo
pudo mover ni con maquinaria pesada.
**********
Y en
un abrir y cerrar los ojos, la primavera pasó, comenzó la temporada de verano y
el color de las aguas de la piscina inundó el patio de la casa de Thomas. Pero,
a diferencia de los otros veranos, ese era especial porque se graduaban los
tres: Ashley, Narel y Alexander, además de César, por un lado, y Brandon
terminaba los cursos que hizo después de graduarse. En Coventry la historia era
similar, Jesse y Harper también finalizaban. Por suerte las ceremonias fueron
en diferente fecha, las de Coventry primero y pudieron asistir los de Londres y
viceversa. Luego de todo eso, Thomas decidió festejar en la casa de campo, allí
se juntarían todos y celebrarían a los recién egresados. Narel tuvo la
sensación de que aquella casa nunca estuvo tan llena como ese fin de semana,
pero todos se veían demasiado felices festejando, tanto que hasta se dejó ganar
por Nicholas y por George en algunas competencias de nado que estaban haciendo
en el lago. Aunque, como era normal, no pudo ganarle ni a Thomas, ni Alexander,
ni Jesse e incluso a Ralph en los clavados. Aquel verano, tenía la impresión de
que sería demasiado corto.
—¿A
dónde vas? —Alexander, que iba comiendo manzana y saliendo de la cocina a la sala,
se topó con Narel en la puerta de entrada—. Hoy no tienes cita con tu novio.
—No
solamente salgo con él. —Narel frunció el ceño al mirarlo, por intruso.
—¿Le
estás siendo infiel? —Ella lo golpeó en el brazo, él sonrió.
—Siempre
hablas solo estupideces, por eso mejor te ignoro. —Alexander la tomó de un
brazo antes de que saliera—. ¿Qué quieres?
—Saber
a dónde vas, tú no usas esos zapatos de ese estilo con taco ni te vistes con
blusa. —Alexander la miró de arriba abajo, ella se veía demasiado bien para
salir sin decirle a donde.
—Voy
a una entrevista.
—¿Entrevista
de qué?
—De
trabajo. —Alexander la dejó frente a él, abrazándola por la cintura con una
mano.
—¿Por
qué vas a una entrevista de trabajo si trabajas con nosotros?
—Porque
Thomas me dijo que es bueno ir para saber qué se siente y para ponerme a
prueba, y como me invitaron y Thomas está de acuerdo, iré.
—Te
llevo.
—No.
—No
es pregunta, te llevaré en el auto porque con esos zapatos no vas a llegar ni a
la esquina. —Narel infló las mejillas por eso, era verdad, apenas había bajado
la escalera y ya le molestaban los pies, todo por hacerle caso a Ashley.
—Bien…
pero yo manejo. ¿Tienes el auto afuera? —Narel abrió la puerta.
—Sí,
está afuera, y claro que no, las mujeres son un peligro cuando conducen con
tacos y lo sabes. —Narel infló aún más las mejillas al mirarlo desde la
entrada— ¿No vas a llevar cartera? —preguntó con burla.
—Deja
de hablar estupideces, lo mejor de los pantalones son los bolsillos para no
andar con tanta estupidez. Y por algo también vas tú. —Alexander frunció el
ceño por eso.
—¡Thomas,
voy con la boba!
Gritó,
luego cerró y salieron, se subieron al auto y partieron. Alexander sabía que su
hermano se enojaría porque le gritaba desde la puerta, pero si le iba a avisar
se enterarían los demás y terminarían todos dentro del carro. Era mejor
aguantar un regaño del mayor. Continuó comiendo manzana mientras iban de camino
y hablaban de cosas sin importancia. Cuando llegaron al edificio de la
entrevista, Alexander le tomó la mano al bajar, Narel se había aburrido de
decirle que no hiciera eso, pero por más que se lo decía, más lo hacía.
Alexander no entendía que a Steven eso le molestaba y luego terminaba peleando
con su novio. Suspiró mientras caminaban, le dolían los pies y la entrevista
era en el piso once. Cuando salió, se encontró con Alexander conversando muy
animado con la secretaría.
—¿Qué
haces? —El chico la miró, ella tenía el ceño fruncido.
—Converso
con Susan, es muy simpática. Deberías trabajar aquí, hermanita, para venir a
buscarte y conversar con ella.
—No
soy tu hermana y vámonos. —Alexander sonrió porque fue Narel quien le tomó la
mano—. Adiós, Susan, y muchas gracias por todo.
—Nos
vemos, Susan. —Alexander sintió cómo Narel le jaló el brazo para que caminara,
él entrecruzó los dedos, ella no le reclamó—. No seas celosa, estoy soltero
ahora.
—No
son celos, Alexander idiota —contestó con enojo al llamar al ascensor—. No te
puedo dejar solo en ningún lado, lo mismo que Ralph. —Alexander la miró, era
bien sabido por todos que Ralph era un don Juan de primera.
—Yo
solo tengo ojos para ti. —Alexander la vio sonrojarse al entrar al ascensor,
eso le gustó.
—No
es cierto.
—Sabes
que sí, tú sabes bien lo que siento por ti.
—Me
duelen los pies. —Alexander se quedó mirándola mientras se sacaba los zapatos.
—Por
mí te dejaría solo con los lentes en este mismo instante. —Narel lo miró, él
notó que estaba más sonrojada—. ¿No te gustaría a ti también? La pasábamos bien
los dos solos…
—No
seas bobo, estamos en un ascensor. —Alexander sonrió de medio lado, la
respuesta había sido mejor de lo que esperaba, ni siquiera le dijo que tenía
novio.
—Eso
no importa.
—Y
no se puede. Ahora tengo novio.
—¿Ahora
haces esas cosas con él? —Narel lo golpeó en el brazo, olvidando que tenía los
zapatos en la mano. Alexander frunció el ceño, eso le había dolido.
—¡No
digas estupideces, Alexander idiota! ¡Yo solo hago esas cosas contigo! —Ella
bajó la mirada al darse cuenta de lo que había dicho, él ensanchó su sonrisa,
eso no se lo esperaba. Las puertas del ascensor se abrieron.
—Sube
a mi espalda. —Narel lo miró, Alexander notó que estaba roja como un tomate—.
Te duelen los pies y el suelo del estacionamiento está húmedo, sube a mi
espalda y te llevo hasta el auto. —Ella obedeció y lo abrazó, dejando su mentón
apoyado en el hombro de él.
—Hueles
bien… había olvidado lo bien que hueles… —Alexander no dijo nada, solo caminó—.
Ya no hueles a alcohol como las otras veces, ya estás normal y me gusta…
—¿Te
gusto? —Alexander la sintió esconderse en su cuello.
—Alexander…
¿tienes que ir a trabajar ahora? —Él negó con la cabeza—. ¿Vamos por allí? Como
antes… solo los dos…
—Voy
a abrir la puerta del auto y te bajo —comentó una vez que llegaron al carro—.
Te paras sobre mis zapatos y luego te subes. —Alexander la soltó lento, luego
de abrir, y ella obedeció las instrucciones, él aprovechó la ocasión y la dejó
apoyada contra el auto, solo a unos centímetros—. Vamos a un lugar en donde
solo te deje puestos los lentes… —susurró, sintiendo la respiración de Narel
sobre la de él.
—No
hagas esto… tengo novio y me siento mal con estas cosas… —Alexander apretó los
puños y apoyó su frente en el hombro de ella—. Por favor, Alexander…
—Bien…
entra al auto y vamos a dar una vuelta.
Narel
bajó de los zapatos de Alexander y se metió al auto, él caminó pasando por
atrás para hacer un poco más de tiempo y tranquilizarse. Ella ya llevaba varios
meses de novia con Steven y aún no se decepcionaba. Tendría que hacer algo,
pero no sabía qué para no hacerle daño. Se subió al auto y salieron sin rumbo
fijo, Alexander simplemente manejó mientras conversaban y escuchaban música,
así se fue relajando de a poco. Él condujo hacia Staines, quizás podrían estar
de suerte y navegar en algún bote en Thames Side. Aunque, lo primero que
hicieron al llegar, fue buscar donde comer porque Narel reclamó que moría de
hambre y, como era de costumbre, Alexander le reguló todo lo que quiso comprar.
Luego de eso se subieron a un bote, simplemente para estar sentados allí y
mirar el cielo y el paisaje.
—Esto
es lo que más me gusta de Londres. —Alexander la miró, estaban acostados de
espalda uno al lado del otro—. Tiene eso que es verano, pero con esas nubes de
casi lluvia y después sol, y después lluvia y nubes, es lo más genial de todo.
No me gusta el calor.
—Porque
eres malvada y toda tu capa de hielo se derrite. —Él notó que algo cambiaba en
sus ojos, a pesar de que ya no brillaba como antes, había ocasiones en que sí
lo hacía, pero en ese momento todo se apagó—. ¿Qué sucede?
—¿Tú
crees que yo soy muy fría?
—No
lo sé, yo estoy acostumbrado a tu forma de ser. Sé que muchas veces ni cuenta
te das de las cosas, pero para alguien que recién te conoce puede que sí lo
seas. ¿Por qué lo preguntas?
—Steven…
—Alexander frunció el ceño al escuchar ese nombre—. Él dice que lo soy…
—Él
no es nadie para decirte esas cosas. —Alexander volvió a acostarse de la misma
manera que antes, mirando el cielo—. No lo tomes en cuenta.
—No
tenemos muchas cosas en común… —Él rodó los ojos, aquello no era secreto para
nadie—. Pero también es cierto que en las diferencias está la magia…
—No
hay magia allí, no pienses tonteras. Te estás engañando de la misma manera en
que yo lo hice con Marianne.
—Entonces…
—¿Qué
es lo que quieres hacer ahora que terminaste de estudiar? —Narel lo miró, pero
él tenía la vista fija en el cielo. Ella quería ir a Glasgow a ese curso, pero
aún no tenía la respuesta definitiva.
—Ir
a conocer Grecia.
—¿Y
qué es lo que quiere Steven?
—Jugar
fútbol. —Narel frunció el ceño, entendió a lo que se refería Alexander—. Solo
quiere jugar fútbol en Italia.
—¿Y
a él le gustaría ir a Grecia contigo?
—Dice
que sí.
—¿Dice?
—Alexander giró y la miró, así quedaron frente a frente.
—Sí…
cuando le dije me respondió que sí, pero fue como si no tuviera ganas. Luego me
dijo que a él le gustaban otras cosas…
—Es
porque le dijiste que quieres ir a Grecia a ver museos, preciosa. —Narel lo vio
sonreír, aunque no entendió por qué.
—Pero
si a él también le gustan… —Alexander comenzó a reír fuerte, Narel frunció el
ceño por eso—. Steven no quiere tener hijos. —Él se quedó en silencio y solo la
miró.
—¿Estás
pensando en tener familia con él?
—No.
—La respuesta fue instantánea, Alexander sonrió por eso—. Si no le gustan los
niños, no puedo pensar en eso. —Él frunció el ceño, aquello no le había
gustado—. Es solo que un día me dijo que no le gustan, que le aburren, yo
estaba jugando en el patio con Emma, Steph y Josh y él lo dijo. Le pregunté si
quería tener hijos y me dijo que no…
—Y
tú quieres siete…
—Tampoco
le gustan los animales, no quiere perros…
—Y
tú quieres recoger todos los que encuentras en la calle… —Alexander, en ese
momento, la vio sonreír enormemente y brillar casi como antes.
—Tú
sí sabes. —Él sonrió por aquello.
—No
vamos a recoger a todos los que encuentres.
—Me
conformo con uno.
—Bien,
un perro y siete hijos, eso es suficiente, más de eso no puedo mantener.
—Le
pondremos Calcifer. —Alexander la abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo.
—Como
tú quieras, pero no dormirá en las habitaciones.
—¿Después
de ir a Grecia?
—Después
de recorrer el mundo. —Y la besó, sin importarle nada, en ese momento habían
vuelto a ser como él siempre quiso. Además, ella le respondió. Y luego la
lluvia cayó—. Termina con él, vuelve conmigo… —susurró, Narel lo miró.
—Vámonos
o vas a enfermar.
Alexander
suspiró y se pusieron de pie, si no fuera por los zapatos con taco que ella
llevaba, se hubieran ido corriendo al auto, pero en cambio solo caminaron
rápido. El viaje de vuelta a casa fue casi en completo silencio, solo se
escuchaba la música de la radio. Al llegar, el auto de Steven estaba
estacionado afuera, Alexander frunció el ceño y cubrió a Narel con la manta que
tenía en el carro, con esa blusa blanca y la lluvia, no dejaría que el de
Glasgow la viera así. Ella solo lo miró, él le dijo que se le traslucía todo y
que una señorita como ella no tiene por qué andar exhibiéndose así que, si
quería respecto, primero debía respetarse ella misma. Al entrar él subió con
los zapatos de ella en la mano. Thomas lo vio cabizbajo, después hablaría con él.
Narel en cambio, fue al despacho del mayor a hablar con Steven, de manera
rápida porque debía cambiarse de ropa y ducharse para no enfermar.
**********
—¿Vienes
a ver a Thomas por lo de Glasgow? —Narel le sonrió a Norma como respuesta—. Te
ves feliz.
—Quería
que me dijeran que sí y me dijeron que sí, Norma. Es la universidad de mis
sueños, ahora tengo que terminar todo lo pendiente. —Norma la miró sonriente—.
Pero debo hablar con Alexander primero.
—¿Él
aún no sabe? —Narel negó con la cabeza y se mordió el labio, Norma rodó los
ojos—. No tienes que pedirle permiso.
—No
es eso, es solo que… ayer estuvimos conversando de algunas cosas y no creo que
pueda simplemente decirle que me iré.
—¿Volvió
a suplicarte? —Narel asintió moviendo la cabeza lentamente—. Hazlo sufrir, que
se arrodille, que sufra por todo.
—¿Y
Steven? —Norma sonrió y meneó la cabeza.
—No
lo amas, niña. No puedes engañarte toda la vida pensando que funcionará, solo
serás infeliz. —Norma la vio encogerse de hombros—. Ve a hablar con ese idiota,
llegó enojado hoy.
Narel
sabía que Alexander no andaba de humor. El día anterior, luego de que Steven se
fuera y de cambiarse de ropa, se lo topó en la sala antes de ir a preparar la
cena. No le habló, solo se quedó mirando el periódico en la parte deportiva.
Sabía y entendía que estuviera molesto porque ella no le respondió cuando le
pidió que volvieran y fue porque en ese momento no tenía respuesta para eso ni
claro lo que quería. Pero después de la conversación con Steven y de estar casi
toda la noche meditándolo, ya tenía todo decidido. Abrió la puerta sin golpear,
Alexander no levantó la vista de la pantalla, ella cerró con llave y se acercó.
—Alexander…
—Narel lo vio fruncir el ceño al escucharla, luego la miró—. Necesito decirte
una cosa.
—¿Es
importante? ¿No podías esperar a que volviera a casa? —Alexander volvió a fijar
su vista en la pantalla, ella andaba con falda, como si no tuviera suficiente
con todo el tiempo aguantando como para que se apareciera de esa manera.
—Es
importante. —Narel se acercó más, Alexander giró en la silla y la observó, de
pie frente a él—. ¿Me amas?
—¿Qué?
—Él se puso de pie, de esa manera quedaba solo a unos centímetros.
—¿Me
amas de verdad? ¿No estás jugando conmigo?
—¿Cómo…?
—Alexander la abrazó por la cintura y dejó sus narices casi juntas—. Siempre te
he amado, preciosa —susurró, Narel solo lo veía a los ojos—. Siempre has sido
tú y solo tú… pero tenía tanto miedo de perderte para siempre que lo único que
hice fue una estupidez tras otra y… —Ella lo tomó de la cara y lo besó, para
sorpresa de Alexander, que no dudó ni un segundo en responderle y abrazarla más
fuerte—. Te amo, preciosa.
—Y
yo te amo a ti, Alexander Russ. —Y él sonrió, antes de volver a besarla, no
solo porque se sentía feliz, sino que porque ella volvía a brillar. La abrazó
aún más fuerte, quería sentir cada centímetro de ese cuerpo junto al suyo.
—¿Por
qué…?
—Te
extraño… —Lo interrumpió sin darle tiempo de dejar de besarla—. Te extraño,
Alex… —Y él lo supo, por la manera en que se estaban besando y por el calor que
ambos despedían, que no aguantaría mucho más. La tomó en sus brazos y ella lo
rodeó con las piernas.
—El
sillón también te extraña —dijo al acostarla allí, con él encima—. Yo te
extraño… —Alexander la miró, ella desabotonaba un poco de la blusa para él—. No
tienes idea todo lo que he sufrido por más de un año sin poder tenerte. —Y la
besó, nuevamente, porque desde ese mismo momento ya no la soltaría más. Narel
le enterró los dedos en el cabello y escondió su rostro en él, sabía que Norma
tenía oído biónicos. Alexander se dejó caer por completo sobre ella, Narel
simplemente lo abrazó—. ¿Viniste con falda…?
—Para
ti… todo me lo puse para ti… —Narel le besó la frente y le acarició el cabello,
Alexander la tenía abrazada con fuerza con su cara apoyada en el hombro—.
También extrañaba todo esto…
—¿Terminaste
con Steven?
—No.
—¿Lo
engañaste? —Alexander sonrió al pensarlo.
—No,
ayer hablamos y se fue enojado.
—¿Por
qué?
—Porque
no le gusta que salga contigo y me dio a elegir.
—No
le conviene, va a salir perdiendo.
—Eso
le dije… —Alexander la abrazó más, sin salir de la posición en la que estaba,
se sentía demasiado feliz como para moverse.
—¿Vas
a terminar con él?
—Sí.
—¿Vamos
a casarnos? —Alexander levantó la mirada y la vio fijo a los ojos.
—Sí,
solo quiero ser tuya, Alex. Para toda la vida, no quiero a nadie más.
—Alexander volvió a besarla, acomodándose mejor encima de ella—. Espera, tengo
que hablar con Thomas.
—No
vayas… —Él le besaba el cuello y bajando.
—Es
importante, después nos podemos ir por allí y no llegar a casa a dormir.
—¿Le
vas a pedir permiso a Thomas?
—Sí…
—Narel lo tomó de la cara—. Le diré que no volveremos hasta el lunes, te
necesito entero.
Alexander
sonrió, si por él fuera no la dejaría salir de la oficina por un buen rato,
pero le había gustado más la idea de no volver hasta después del fin de semana.
Así que la soltó y dejó que se arreglara para que fuera a la oficina de Thomas.
Norma la vio salir radiante, solo sonrió, pensando que al fin el idiota de
Alexander entendía las cosas y todo funcionaría bien.
—Thomas.
—El mencionado levantó la vista del computador y se puso de pie para saludarla
con un abrazo—. Vine a ver lo de Glasgow.
—Ya
está listo, solo falta tu firma. —Thomas la miró, estaba radiante, algo había
pasado—. ¿Vienes de ver a Alex? —Él la vio sonreír y entendió todo—. ¿Otra vez?
—Thomas,
no me iré a Glasgow.
—¿Qué?
—El mayor la observó sorprendido, ella llevaba desde que postuló esperando una
respuesta afirmativa.
—Me
quedaré aquí con Alex. Voy a volver con él y haremos lo que teníamos pensando.
Iremos a Grecia y a todos esos lugares que siempre quisimos conocer. —Thomas
sonrió al mirarla, se veía demasiado feliz, más que cuando le hablaba sobre ir
a Glasgow—. Puedo estudiar después, Glasgow no se moverá, pero lo que tengo y siento
por Alex sí puede cambiar, ya han pasado muchas cosas y no quiero seguir
perdiendo el tiempo lejos de él. Thomas… no te enojes conmigo. —Narel lo abrazó
fuerte, el mayor solo sonrió más.
—No
me enojo, no seas boba. Te ves feliz y eso me deja feliz, sea cual sea la
decisión que tomes, lo único que me importa es que seas feliz.
—Quiero
estar con tu hermano para toda la vida. —Thomas le besó la frente.
—Hay
una cosa que debemos conversar antes, es sobre la primera vez que querías ir a
Glasgow. —Narel se separó un momento de él y lo miró.
—¡¿Cómo
es eso de que te vas a Glasgow?! —Los dos miraron a Alexander abrir la puerta
con enojo, los ojos le centelleaban.
—Lo
siento, niña. Pensé que de eso hablaban y le pregunté si se iba contigo.
—No
importa, Norma. —Thomas tranquilizó la situación, la secretaria salió cerrando
tras de sí, Narel se acercó a Alexander.
—¡¿Por
qué no me dijiste nada?! ¡¿Por qué dejaste que me creyera lo que me estabas
diciendo recién?! —Ella se detuvo y solo lo miró, Alexander estaba demasiado
enojado—. ¡Después de todo lo que hice hace tres años, sigues con la misma
estúpida idea de irte a Glasgow!
—¿Tres
años? —Narel susurró, Alexander se silenció y abrió los ojos, dándose cuenta de
lo que había dicho.
—¿Qué
pasó hace tres años, Alexander? —Thomas se interpuso entre su hermano y Narel,
Alexander notó que el ceño fruncido de Thomas sabía toda la verdad—. Fuiste tú
el culpable, ¿no es así? —Thomas tomó a su hermano del cuello de la camisa, a
pesar de ser más alto, no le importó—. ¡Fuiste tú ¿si o no?! —Narel miraba todo
desde la espalda de Thomas, un tanto asustada por la reacción del mayor, vio a
Alexander asentir. Thomas lo soltó empujándolo unos pasos más atrás—. Díselo.
—Pero…
—¡Solo
díselo, Alexander!
—Preciosa…
—Él dio un paso acercándose, ya había bajado todo el enojo y Narel notó que el
labio inferior le temblaba, así se dio cuenta de que seguía temiendo a Thomas—.
Hace tres años… esa llamada de Glasgow… Preciosa, no pensé que funcionaría,
solo fue una broma… —Alexander le tomó la cara, ella tenía gesto de no
entender—. Yo le pagué a alguien para que te llamara y dijera que no había
curso para ti en Glasgow… Yo hice que no fueras… Yo no te quería lejos… Lo
siento, preciosa… —Y en ese momento Alexander recordó aquella conversación con
Ashley, años atrás, cuando le dijo que si alguna vez Narel llegaba a romperse,
nunca más se recuperaría. Lo notó porque esos ojos que hace unos minutos atrás
brillaban al mirarla, se habían apagado por completo. Narel le tomó las manos y
las quitó de su cara, luego bajó la cabeza—. Preciosa, dime algo.
—Enana…
—Thomas trató de detenerla, pero ella simplemente pasó por al lado de ambos y
salió rápidamente—. Te quedas aquí, Alexander. Y pobre de ti que salgas de esta
oficina porque soy capaz de matarte. —Su hermano no hizo siquiera el intento de
seguirlo, pero al llegar al ascensor, las puertas ya se habían cerrado—. ¿Te
dijo algo, Norma?
—No,
ni siquiera se despidió, era como si fuera un zombie o algo así.
—¿Lloraba?
—No.
—Que
Alexander no salga de mi oficina, si lo hace, estás en todo tu derecho de
matarlo.
Norma
vio a Thomas meterse por la escalera de emergencia, pero por más que corrió,
cuando llegó abajo el ascensor ya había llegado y subido de nuevo. Salió a la
calle, miró a todos lados, pero no la distinguió. Tomó su teléfono y la llamó,
pero no hubo respuesta. Lo intentó más de diez veces, luego le marcó a Helen.
—¿Sabes
algo de Narel?
—¿Qué?
—Helen, al otro lado, le preguntó preocupada.
—Si
sabes algo de ella avísame de inmediato, dile a Ashley también.
—¿Qué
sucede?
—Luego
te explico, solo avísame.
—Está
bien.
Thomas
volvió a mirar alrededor, pero no la encontró. Su respiración seguía un poco
agitada por haber bajado corriendo desde el piso doce, pero no podía quedarse
de brazos cruzados. Necesitaba encontrarla, aunque primero tenía que arreglar
al que estaba arriba.