Cuando el avión llegó a Londres, Thomas tomó las cosas y se fueron a un auto que los esperaba. Narel iba en silencio, había dormido gran parte del viaje, o por lo menos lo aparentó, y no tenía ganas de hablar de lo sucedido, pero sabía que en cualquier momento el sermón mayor llegaría. Thomas solo la miraba, aquella niña no la estaba pasando bien con el dolor y frustración que sentía por lo sucedido en Glasgow y ahora en Canadá. Thomas sabía que no durmió en gran parte del camino y que mientras estaba acostada dándole la espalda, en realidad lloraba.
Narel notó
que el auto iba directo al departamento de ella, se alegró porque Thomas la
llevara allá en lugar de a su departamento, no quería ver a Alexander. Cuando
llegaron, entre los dos descargaron todo y subieron, el silencio reinaba, a
pesar de que decían una que otra trivialidad, no era lo mismo. Thomas abrió
dejándola pasar, lo primero que Narel vio fue a Helen con el ceño fruncido que
la miraba como una madre preocupada recibe a un hijo que ha estado a punto de
morir, pero reflejando enojo. Narel se quedó estática, nunca tuvo de parte de
su madre biológica una de esas miradas, esperaba un golpe de Helen en cualquier
momento.
—Eres una
boba. —Pero todo lo contrario a lo que Thomas y Narel esperaban, Helen la
abrazó con fuerza y se puso a llorar—. Cuando Thomas recibió esa llamada, de
que estabas en el hospital en Canadá, pensé lo peor, que no te volvería a ver.
Eres una tonta, no vuelvas a hacer esto…
—Lo siento,
Helen…
Y se echó a
llorar en los brazos de Helen, dejando caer la mochila que cargaba. Lloró por
todo lo que había pasado, por lo de Glasgow, por Canadá, porque se tuvo que
hacer la fuerte por todos, para que no la vieran mal, pero por dentro se moría
de la desesperación. Ella debía estar en Glasgow. Ella debía estar bien con la
gente de Canadá. Y estaba todo mal. Mal… Excepto por ese momento, en que Helen
la abrazaba y protegía.
—Vamos a
comer —le dijo limpiándole la cara luego de un rato—. De seguro tienes hambre.
—Helen la tomó de la mano y la llevó a la cocina.
—Hola,
amor. Sí, yo también estoy bien.
Thomas
refunfuñó mientras tomaba la mochila del suelo y entraba, cerrando tras de sí.
Fue a la habitación de Narel y dejó las cosas allí, notando que en la cama
dormía su pequeño hijo. Normal, ya era la hora de su siesta. Le besó la frente
y se fue donde su esposa, él también tenía hambre y esperaba no ser desplazado
con eso. Las encontró en la cocina ordenando los platos, entró pero siguió
siendo ignorado.
—¿Qué vamos
a comer? —interrumpió, para así llamar la atención de su esposa, que lo miró.
—Tú nada,
no hasta que te bañes.
—Pero…
—Pero nada,
llevas más de veinticuatro horas en un avión, ve a bañarte y luego de eso,
pides comida. —Helen lo empujó suavemente fuera de la cocina—. Te dejé ropa en
un bolso junto a la mochila de Elijah. Te esperaremos para comer.
Helen dio
la media vuelta y volvió a meterse a la cocina, Thomas se fue refunfuñando a la
habitación de Narel para darse un baño. Todo era por culpa de la loca esa. Miró
a su hijo seguir durmiendo, volvió a besarlo en la frente y se fue a duchar, su
esposa tenía razón, llevaba más de veinticuatro horas, prácticamente, en un
avión, era hora de quitarse el viaje de encima.
Narel miró
todo un poco sorprendida. No estaba acostumbrada a que Helen tomara esa
postura, pero por la reacción obediente de Thomas, debía pasar seguido. Ella se
había acostumbrado con facilidad a esa relación, cuando los conoció ya estaban
juntos y no se los imaginaba por caminos separados. Miró a Helen, siempre la
vio como una chica cualquiera, enamorada y buena persona, pero sin mayores
atributos más que ser ama de casa. Estaba equivocada, manejar a un Russ
requería fuerza y paciencia, y ella tenía dos. Narel la abrazó sorprendiendo a
Helen.
—Gracias.
—Fue lo que dijo, la mayor solo la abrazó de vuelta.
—Llevemos
estas cosas a la mesa mientras esperamos a Thomas.
—¿Dónde
está Ashley? —preguntó al no ver a la chica que se encargaría de tener todo en
orden—. De verdad que hizo un buen trabajo dejando el departamento habitable.
—Estuvimos
trabajando las dos, también con Nick, aunque no pudimos hacer todo lo que
quisimos porque llegaste antes, mucho antes… —Helen y Narel se sentaron a la
mesa a esperar, ya tenían todo listo—. Le dije que saliera a dar una vuelta hoy
para que estuvieras tranquila, llegará a la noche o mañana, no lo sé, pero en
el día debía dejar todo libre.
—Gracias,
Helen. Pensaste en todo.
—Nadie sabe
que volviste, solo nosotros, ni siquiera sabe Nicholas.
—Está bien,
no quiero hablar de lo que pasó en Canadá.
—Nadie lo
sabrá, con Thomas lo conversamos y es mejor que nadie lo sepa, no porque no sea
algo muy grave, porque grave es. Pero para que no te molesten…
—Para que
no me moleste Alexander, querrás decir…
—Eso mismo,
sé que si se hubiera enterado, hubiera cruzado el mar nadando para traerte de
vuelta…
—Es un
odioso… —Helen sonrió, ella sabía por Thomas todo lo que Alexander hacía por
mantener a su amiga libre de cualquier mal.
—Pero no
sabrá que ya volviste, así que puedes seguir haciéndole creer que estás en
Canadá…
—Eso mismo
estaba pensado. —Narel sonrió de medio lado, Helen suspiró, esa cara era la que
ponía cuando se le ocurría algo malo—. Helen, deberíamos irnos a la casa de
campo a descansar hasta antes de entrar a clases.
—Es buena
idea, pero no sé si Thomas quiera ir.
—Vamos
solas, podemos llevar a Ashley y a Nicholas, pero a nadie más. Obviamente al
pequeño Elijah también.
—Creo que
necesito vacaciones, con lo que me hiciste pasar, me siento estresada.
—¿Ves?
Necesitamos un relajo… —Narel la miró, Helen supo con seguridad que algo se le
había ocurrido—. Además, estará Jesse. ¿No te gustaría ver a ese vaquero solo
en pantalones?
—Jesse no
estará en la casa de campo. —Thomas las interrumpió al llegar, Narel suspiró y
Helen se levantó de la silla como un resorte—. Él ya debe estar en la
residencia de donde estudiará, que no se te olvide, enana loca, que él entraba
a estudiar este año junto con ustedes. Y ya tuviste demasiadas vacaciones.
—Claro que
no, fueron interrumpidas.
—Demasiadas
vacaciones —repitió Thomas y besó en la mejilla a su esposa—. Vamos a comer
para que olvide que estabas pensando en otros…
—También
tenemos derecho a mirar.
—Tú no,
Helen. Tú no.
Narel los
miró caminar a la cocina y sonrió por tenerlos, luego de eso dio una vuelta por
el departamento, no quiso ir a meterse a la habitación porque sabía que Elijah
estaba allí tomando la siesta y no lo quería despertar, por ese día haría lo
que Helen decía. Realmente habían hecho un buen trabajo ordenando todo, ahora
ya parecía un hogar… aunque le faltaban algunas cosas. Narel escuchó a Thomas y
Helen sonreír, los miró dejar las cosas en la mesa y se dio cuenta que era eso
lo que le faltaba. Gente… más bien no era gente, era llenarlo de vida, como la
casa en Canadá, que a pesar de todo, destilaba alegría. Y ese sería el
siguiente propósito en su vida, llenar aquel departamento de vida. Miró otro
momento a Helen con Thomas, este la besó con ternura, Narel sonrió, ella
siempre los vio como la pareja perfecta, no había nadie más que se amaran tanto
como ellos… Y volvió a recordar Canadá… porque esa escena en la mesa era muy
similar a cuando veía a los padres de los chicos besarse… y entendió algo que
no quería entender, ella se imaginaba una vida de ese tipo con Alexander, se
imaginaba viviendo con él y siendo feliz con él… era la esperanza que ella
tenía, la diferencia con el imposible… La pequeña mano de Elijah, al tomarle el
dedo índice, la despertó de su ensoñación al mirarlo. El niño le sonrió y le
estiró los brazos, ella lo tomó al instante y lo besó en las mejillas. El
pequeño la abrazó.
—Helen,
Elijah despertó y no fui yo esta vez. —Caminó donde ellos. Thomas fue a saludar
a su hijo, pero el niño se quedó en los brazos de Narel.
—Es la hora
que despierta, por primera vez no es tu culpa. Vamos a comer, estás cansada y
hambrienta, comamos.
El niño se
quedó en los brazos de Narel mientras comían y ella le daba de su plato. Por
primera vez Helen no la regañó por aquello. Comieron tranquilos y riendo, sin
tocar ningún tema que pudiera hacer sentir mal a Narel, no le dieron sermones
ni nada, simplemente la dejaron ser. Luego de eso, Helen dijo que se encargaría
de dejar todo limpio, Narel y Thomas se sentaron en la sala a mirar a Elijah
jugar en la alfombra.
—Lo siento,
Thomas —dijo Narel luego de un rato, el mencionado la miró a pesar de que ella
seguía con la vista fija en el niño—. Lo siento por hacer que fueras a Canadá.
—No tienes
que disculparte por nada. Tuviste un accidente, no podía dejarte tirada, eres
mi hermana loca. —Thomas la abrazó y le dejó la mano en la cabeza—. ¿Te duele? Hice
una promesa con los de Canadá, dije que te llevaría a un médico aquí, así que
iremos mañana.
—No es
necesario…
—Prefiero
asegurarme de que lo sucedido no fue nada importante. En lo que se refiere al
golpe, sé que es de importancia alta…
—¿Y si me
dejan en el hospital de nuevo? No quiero volver allí…
—No lo
harán, solo quiero que revisen que no tienes secuelas o algo raro que te haga
mal a futuro. Quiero que me des sobrinos sanos, sé que serán los más
inteligentes de todos, pero los quiero sanos. —Narel sonrió, Thomas le besó la
frente—. Mañana irás con Helen.
La puerta
de entrada se abrió, Ashley entró bostezando, parecía que no durmió en toda la
noche anterior. Helen, que salía de la cocina, la miró con gesto reprobatorio.
Ashley la ignoró y caminó a la sala.
—¡Nar!
—gritó y se abalanzó sobre ella, Narel la dejó, si le decía que tuviera cuidado
o algo, Ashley comenzaría a hacer preguntas—. Pensé que llegarías como en dos
semanas más…
—Hubo un
poco de cambio de planes… Ashley, apestas a alcohol…
—Ah… eso….
Estaba en una fiesta con unos amigos, y alguien derramó su trago en mi ropa…
—No te
acerques a Elijah de esa manera. —Helen regañó a su hermana, la menor solo rodó
los ojos.
—Iré a
darme un baño y luego a dormir, estoy cansadísima. Buenas noches, mañana
hablamos, Nar. Hay mucho que decir. —Y sin más, se perdió en la habitación de
invitados, que al parecer ya estaba lista para su uso.
—Tú también
deberías hacer lo mismo. —Helen tomó a Elijah en sus brazos y miró a Narel—. Ve
a darte un baño y luego te acuestas, estás cansada y mañana nos espera un día
largo. Nosotros nos iremos a casa.
—Bien…
¿mañana a qué hora vienes?
—Thomas me
pasará a dejar antes de irse a la oficina.
—Bueno,
bueno… Te haré caso porque estoy que me duermo.
Thomas y
Helen se fueron luego de recoger el desorden de Elijah, no se llevaron todo
porque al otro día volverían, pero sí se llevaron lo que estorbaba. Se
despidieron con abrazos y se marcharon. Narel se fue a su habitación y preparó
todo para un baño, Thomas se había encargado de que ese baño principal, tuviera
bañera para que se pudiera meter por completo al agua. Narel no se dio cuenta
que le habían puesto las manecillas de hidromasaje, así que la llenó de agua y
probó el sistema. Se quedó tranquila, relajándose… Sin notar que todo el rato
que allí estuvo, sus lágrimas contribuyeron con el llenado de la bañera. Cuando
el cansancio la venció, se puso pijama y se metió a la cama. Se durmió al
instante.
*
* * * * * * * * * *
Helen llegó
temprano al otro día, tal y como había dicho. Narel ya andaba en pie y el
pequeño Elijah iba dormido en los brazos de su madre, decidieron acostarlo en
la cama. De Ashley no se sabía nada, al parecer la fiesta estuvo más que buena.
Salieron cuando Narel estuvo lista, ese día Helen tenía pensando interrogarla,
ya la había dejado descansar, pero no le preguntaría nada si Ashley andaba
cerca, por eso ella la acompañó para que la revisaran y no Thomas. Tenía todo
el camino y la estadía en el consultorio para eso.
Narel le
relató lo sucedido, lo que ella recordaba y lo que le contaron los muchachos, Helen
la dejó hablar sin interrumpirla, sin decirle nada, solo la escuchó durante
todo el rato hasta que llegó al momento en que salió del hospital. Se quedó
callada y la mayor no quiso apurarla. Sabía que estaba tratando de no llorar, Thomas
le dijo que Narel se sentía desorientada y perdida, además de triste.
—Le dije a
Julián que me quedaría con ellos. —Ambas estaban sentadas esperando que
llamaran a Narel para revisión, Elijah tomaba jugo en una especie de biberón, Helen
prefería darle de esa manera a que se ensuciara todo—. Estaba dispuesta a dejar
todo en Londres por quedarme con ellos, por ayudarlos en todo lo que pudiera
para que salieran adelante, para que hicieran un buen futuro y si se podía, más
adelante, venirnos todos a Londres… Todos… Pero no quiso, Helen… Me dijo que me
fuera, me echó de Canadá… Me echó de sus vidas, me dijo que no me necesitaba y
que no quería que volviera jamás. —Helen le dejó la mano en la cabeza, con Elijah
en sus brazos no podía hacer mucho más, Narel miraba al suelo—. ¿Cómo pudo
hacerme eso?
—Porque lo
estás viendo de la manera equivocada. —Narel levantó la vista y miró a la
mayor, Helen notó que tenía los ojos muy hinchados—. No te has dado el tiempo
de ponerte en su lugar, tampoco. ¿Lo intentaste? —Narel negó con la cabeza—. No
creo que te sea difícil, los conoces bastante bien… ¿Por qué crees que Julián
hizo eso? Y no me digas que porque es un pesado, piensa un poco, ponte en su
lugar. —Narel la miró directo a los ojos por un momento, Helen entendió que
ella había comprendido lo sucedido.
—Yo… Yo
hubiera hecho lo mismo… —Helen sonrió—. Es decir, si yo estuviera en la
situación que están ellos, en donde no viven en un buen sector, que es iróJosh
porque Canadá es espectacular para todo, no me gustaría que alguien a quien
adoro con todo mi corazón se vea arrastrado a ese mundo que no se merece…
—Exactamente.
No juzgues a Julián por lo que hizo, yo creo que deberías darle las gracias.
—Porque me
mandó de vuelta al lugar donde pertenezco. Al lugar donde tengo futuro. Al
lugar donde puedo brillar más que Venus… —Helen notó que Narel volvía a llorar.
—No seas
boba, ya no llores. —Elijah se soltó de los brazos de su madre y se encaramó en
los de Narel para abrazarla, como si supiera que ella necesitaba ser abrazada—.
Tú misma lo dijiste, él quiere que los demás cumplan los sueños que él no pudo.
Él se sacrificó por sus hermanos, sacrificó sus sueños y no va a dejar que
ninguno haga lo mismo, él cargará con todo ese peso y no lo compartirá con
nadie. Tú tienes las oportunidades aquí, esta es tu casa, aquí está tu hogar. Perdiste
Glasgow, es verdad, pero te queda Londres y te quedan miles de oportunidades de
cumplir todos tus sueños. ¿Te vas a dar por vencida? ¿Vas a dejar que Glasgow
te vea derrotada? ¿Vas a dejar que Julián y sus hermanos se queden solos en
Canadá? ¿Vas a dejar que todo se quede así como se quedó? ¿Vas a dejar que tu
luz se apague? ¿Te vas a rendir? Tú, quien tiene como frase no llorar y no
rendirse. ¿Vas a rendirte con todo?
—Eres
cruel, Helen. —Narel comenzó a sollozar, Elijah la abrazó con más fuerza y Helen
dejó que se apoyara en su hombro—. No me voy a rendir nunca, encontraré la
manera de estudiar en Glasgow, aunque sea cocina. Encontraré la forma de hacer
que todo en Canadá esté bien. Los volveré a ver algún día, aunque Julián no
quiera. Y me los traeré a todos a Londres, los sacaré de allí y los haré venir
para que su futuro sea mejor, aunque no quieran los obligaré. —Helen rodó los
ojos, iba demasiado bien para ser cierto—. No dejaré que mi luz se apague
porque yo brillo más que una estrella.
—Señorita Narel
Webb, favor de pasar a la consulta.
Y hubiera
seguido, pero la llamaron para ser atendida. Le pasó el niño a Helen y fue a
donde la llamaban, allí le explicó todo lo sucedido al médico, omitiendo
grandes detalles, en realidad solo le dijo que se había caído y se había
golpeado la cabeza mientras estaba de vacaciones en Canadá y su familia quería
una segunda opinión. La mandaron a hacerse unos exámenes, que aprovechó el
mismo día para hacerlos y que los revisaran, y una vez que Helen comprobó que
todo estaba bien, llamaron a Thomas para juntarse e ir a almorzar. Narel le
dijo que fueran a buscarlo a la oficina, pero Helen le dijo que Alexander estaba
aclimatándose a su futuro trabajo allí, que había empezado al día siguiente que
ella se fue a Canadá. Así que mejor decidieron que Thomas saliera en lugar de
ellas ir.
Luego de
almorzar y de que Thomas interrogara y sermoneara todo lo que quiso, haciendo
que prometiera que se cuidaría y que dejaría la tontera de andar metida en
lugares peligrosos, las dejó en el departamento de Narel para él volver a la
oficina a terminar unos trabajos pendientes. Volvería a buscar a Helen a la
salida.
—Helen, ¿la
madre de los muchachos está en Londres? —Helen la miró, había encendido la
televisión para que Elijah se quedara un rato tranquilo, pero en ese momento
nadie le prestaba atención porque Narel lo tenía en sus brazos mientras tomaba
su leche.
—No, vino
al día después que te fuiste a Canadá y luego se marchó casi enseguida a la
casa con su… —Helen meditó antes de seguir—. Ya llevan tantos años juntos, que
se les puede decir esposos…
—Su pareja,
Helen. Es su pareja. Acuérdate que ella sigue casada con el ogro que Thomas, Alexander
y Nick tienen como padre… —Helen echó a reír, había olvidado que Narel le decía
así a su suegro, pero mucha razón tenía para darle ese apodo—. Pensé que estaba
en Londres, por eso no andas con Nick para todos lados.
—Nick se
fue unos días con su madre a ver a sus otros hermanos, no tenía muchas ganas,
pero al final fue igual. Lo mandarán en un avión de regreso en cuatro días más.
—Con razón,
ya me parecía raro que no anduviera por aquí.
—Su madre
dijo que debía pasar tiempo con sus hermanos, Leah es una niña pequeña aún,
igual Garreth, por eso tienen que compartir con Nick. Aunque Garreth es mayor
que él.
—Está bien,
ellos igual deberían venir más seguido a Londres, para que compartan con el
resto de la familia.
—Garreth
vendrá unos meses, viajará con Nick. Según lo que me dijo Thomas, estudiará un
semestre en el instituto donde fuimos todos, y luego volverá. Tiene problemas
con algunas pronunciaciones en inglés, se acostumbró demasiado al francés.
—Eso es
bueno, además después estarán por acá siempre, si se harán cargo entre todos de
la empresa, es mejor que se vaya adaptando al ambiente de Londres. Espero que
tenga tiempo de salir con nosotros, ¿verdad, Elijah? ¿Salir por allí con el tío
Garreth que está más loco que yo? —Narel levantó a Elijah, Helen rodó los ojos.
—No lo
muevas así o te vomitará, estaba tomando leche. —Narel lo bajó y lo dejó en el
suelo para que siguiera jugando, se sentó en posición de flor de loto en el
sillón.
—¿Qué harás
este otro año cuando Elijah ya vaya al colegio? Te aburrirás…
—Hay varias
cosas que hacer…
—Te
aburrirás, Helen. Mejor que empieces a buscar un hobbie que no sea fastidiarme…
—Aquí la
única que fastidia eres tú.
La puerta
de entrada se abrió interrumpiendo la discusión. Ashley entró tarareando una
canción que Narel conocía bien, ambas la miraron, al parecer la recién llegada
ni cuenta se dio que había gente.
—¡Nar!
—dijo y se lanzó a abrazarla—. ¿Cuándo llegaste?
—Ashley,
nos vimos ayer —respondió separándose un poco de ella.
—¿De
verdad? —Ashley se sentó junto a ellas—. Como no te vi en la mañana, pensé que
lo había soñado. —Helen rodó los ojos—. ¿Por qué no me dijiste que ya volvías?
¡Espera un momento! ¿Si ya estás aquí, quiere decir que mañana entramos a
clases? ¡Y no he comprado la ropa para ir el primer día!
—Tengo una
hermana estúpida… —susurró Helen mirando a Elijah que con tanto grito se había
acercado al lado de su madre.
—Ash… volví
antes… entramos a clases como en dos semanas más…
—¿Qué fue
lo que pasó? —preguntó al mirar a su amiga, ella quería quedarse en Canadá para
siempre.
—Nada
importante, solo tuve una discusión con el mayor de ellos y preferí volver en
lugar de seguir agrandando el problema. Ya no es como antes, todo había
cambiado y no me sentí bien…
—Fue como
cuando volviste a Brighton y ya no encajaste con tus amigos…
—Exactamente…
Quizás es verdad que todos cambiamos.
—Entonces
aprovechemos el tiempo y vamos de compras. —Ashley se levantó de un salto—. Hay
que ir por ropa para vernos más que bien en la universidad, habrá mucho chico
guapo al que deslumbrar. —Helen se dio con la palma de la mano en la frente por
la hermana que tenía, por suerte Narel no era así—. ¡Vamos, vamos, Nare! Se nos
acaba el tiempo. —Ashley le tomó del brazo y la jaló, fue un movimiento fuerte
y rápido, Narel se mareó.
—¡Ashley!
—Pero fue Helen quien detuvo a su hermana—. Déjala descansar. —Ashley miró a su
amiga con las manos en la cabeza y los ojos cerrados.
—¿Qué fue
lo que pasó en Canadá? —preguntó más tranquila al volver a sentarse.
—Lo que te
dije Ash, no encajé como lo hice hace años. Solo estoy cansada por el vuelo tan
largo, mañana ya estaré bien.
—Mañana
iremos de compras entonces, y no aceptaré un no por respuesta.
—Está bien…
Helen miró
a su hermana abrazar a Narel, que se había vuelto pálida. Le dijeron que sería normal
que a veces se sentiría rara, había sido un golpe fuerte, pero no esperaba que
la reacción fuera esa. Igual tenía en consideración que seguía tomando
pastillas. Aun así la decisión fue no decir nada, y en parte era mejor así para
que no armaran tanto alboroto y la dejaran descansar como se debía.
Al poco
rato Thomas llegó por Helen y su hijo y se fueron luego de cenar. Al día
siguiente no irían porque Ashley la llevaría de compras, aunque Helen la dejó
advertida de que no molestara tanto a Narel porque estaba triste por lo
sucedido en Canadá. Su hermana le respondió que no había nada mejor para un
corazón triste, que ir de compras. Helen sabía que Ashley nunca entendería que Narel
no era de ese tipo, pero las dejó porque sabía que necesitaba pensar en otras
cosas y distraerse. Se fueron y ambas chicas se quedaron viendo un rato
televisión y conversando de la vida, así Narel se enteró de algunas cosas que
sucedieron en Londres cuando ella no estuvo y de las locuras que andaba
haciendo Ashley antes que se acabaran las vacaciones. Solo sonrió frente a todo
lo que le decía.
**********
El timbre
sonó pasado el mediodía, Narel no esperaba a nadie y no sabía si Ashley recibiría
algo o alguien. Caminó a la puerta, estaba haciendo un poco de orden en el
departamento, ya se sentía mejor, habían pasado cuatro días desde que volvió de
Canadá. Estaba por llegar cuando Ashley se le interpuso reclamando que ella
abriría, desde el día anterior que divagaba con que un chico guapo iría a dejar
algún paquete y se terminaría enamorando de ella. Narel solo rodó lo ojos y
sonrió al verla abrir la puerta en pose que, según ella, era sexy.
—Ah, solo
eres tú. —Ashley cerró de golpe, pero quien llegó alcanzó a detenerla y poder
entrar.
—¿Cuándo te
irás? —A Narel se le cayó el cojín que tenía de las manos—. Si no fuera porque
son cosas que llegan para Nare, ni me aparecía por aquí para ver esa horrorosa
cara que tienes.
—Tú nunca
te has mirado al espejo ¿verdad? —Ashley le quitó la caja que llevaba en las
manos—. Supongo que es esto, puedes irte.
—Y lo que
tengo en la mochila. —Se giró para quitarse el bolso, pero se le cayó las manos
y se quedó estático—. ¿Nare?
—Hola, Alexander.
¿Cómo has estado? —En pocos pasos Alexander llegó para tomarla en sus brazos, Narel
simplemente se dejó. No podía decir que no lo extrañaba.
—¿Por qué
no me avisaste que habías vuelto? ¿Quién te trajo del aeropuerto?
—Eso no
importa… Ya estoy aquí, otra vez, solo eso es lo importante. —Narel lo miró a
los ojos cuando Alexander la soltó un momento para tomarle el rostro entre sus
manos.
—¿Por qué
tienes los ojos hinchados y rojos?
—Estaba
fumando marihuana…
—¿Y por qué
no compartiste? —Ashley interrumpió al acercarse.
—Mataré a
Ashley… —Narel sonrió, Alexander se quedó mirándola por un momento y luego le
besó la frente—. ¿Cuándo volviste?
—Ayer —dijo
rápidamente antes que Ashley se le ocurriera decir alguna cosa—. ¿Cómo te fue
con lo del fútbol?
—Iré a las
prácticas los sábados —contestó con una sonrisa—. ¿Irás a verme?
—Siempre y
cuando no tenga mucha tarea…
—Tienes que
ir… ¿Ya almorzaste? Vamos a comer algo. —La soltó para tomarla de la mano y
poder salir.
—¿Y yo qué?
—Ashley lo miró cruzándose de brazos—. No estoy pintada…
—No
molestes —dijo Alexander, soltando a Narel y tomando la mochila del suelo.
—Vamos los
tres. —Alexander miró a su amiga sonreírle, no estaba de acuerdo en salir con
Ashley, pero tampoco sentía que le podía negar algo a Narel—. Voy por mis
cosas. —Giró y se metió a la habitación, Ashley caminó al lado de Alexander,
que miraba la puerta por donde había desaparecido su amiga.
—También lo
notaste ¿verdad? —Alexander la miró—. Notaste que está diferente, ¿verdad?
—Sí… algo
le pasó… ¿No te dijo alguna cosa?
—No, nada…
quizás a ti te cuente algo más. Pero no es la misma que se fue a Canadá… No sé
qué es lo que tiene diferente…
—No brilla.
—Ashley lo miró, Alexander tenía razón—. Tiene los ojos apagados. Ya no brilla.
—¿Qué
harás?
—La traeré
de vuelta. —Ambos miraron la puerta de la habitación por donde salía Narel, que
se les quedó viendo porque no dejaban de mirarla.
—¿Qué
sucede? ¿Tengo algo?
—No —dijo Alexander
al dejar la mochila en el sillón—. Vamos a comer. —Le tomó la mano y caminó a
la salida, Ashley los siguió cerrando la puerta.
Fueron
caminando a un restaurante cercano, Alexander no le soltó la mano ningún
momento, ni siquiera cuando sacó el teléfono del bolsillo para llamar a Thomas
y avisarle que no llegaría a trabajar durante todo el día. Narel aprovechó
aquello, y que Alexander estaba pidiendo una mesa, para hablar con el mayor y
preguntarle por qué Alexander había ido al departamento antes, Thomas le
comentó que no se esperaba aquello, que no sabía de lo que había llegado. Narel
le restó importancia, de todas maneras, el mayor estaba más preocupado y
pendiente porque al día siguiente llegarían Nicholas con Garreth, y en dos
semanas más se cambiaría a la casa que compró. Se despidió al ver que Alexander
la llamaba, Thomas le prometió que ese fin de semana la llevaría a conocer la
casa nueva. Le entregó el teléfono a Alexander, quien la miraba con curiosidad
por saber de la conversación, y se sentó junto a él.
—Me dijo Thomas
que mañana llegan Garreth y Nick. —Alexander la miró, Narel seguía comiendo
tranquilamente, Ashley también se quedó mirándola. Había estado en silencio
casi desde que se sentó, miraba por la ventana o se perdía en la inmensidad del
Cosmos de un pequeño punto en el vacío. Solo había hablado para ordenar lo que
comería.
—Sí… Nick
vuelve porque ya empiezan sus clases y Garreth vendrá a pasar una temporada,
está teniendo problemas con la pronunciación del inglés y necesita practicar,
ese bobo…
—Tengo
ganas de ver a Garreth, que salgamos a tomar algún helado…
—No saldrán
solos, si vas, yo voy también…
—Por eso
dije salgamos…
—Bien, me
parece bien. —Alexander seguía mirándola, eso fue raro, ella siempre le
reclamaba que debía dejarla salir sola con Garreth o Nicholas o cualquiera de
sus hermanos, y obviamente eso no podía ser, con el úJosh que salía sola era
con Thomas.
—Nare… —La
mencionada alzó la mirada para ver a Ashley, que le había hablado—. ¿Qué te
sucede?
—Nada, Ash.
¿Por qué?
—Estás
diferente…
—Claro que
no, soy la misma de siempre. La misma con la que irás a la universidad, una a
la que no quería ir pero que no le queda de otra.
Y bajó la
mirada para seguir comiendo, Ashley miró a Alexander, ella había entendido lo
que pasaba: Narel estaba frustrada. Pero el chico no le devolvió la mirada,
estaba perdido en su amiga. Y Ashley lo notó, él estaba preocupado, al fin y al
cabo sí tenía algo de sentimientos ese bobo.
Aunque, lo
que remató todo, fue que cuando terminaron de comer y al salir del restaurante,
Alexander les propuso a las chicas ir a tomar helado, Ashley saltó diciendo que
sí, pero Narel se negó argumentando que estaba cansada, que fueran ellos si
querían, pero que ella prefería ir a casa a dormir. Alexander y Ashley la
miraron sorprendidos, ella nunca decía que no a un helado, Alexander se acercó
para tomarle la mano, pero Narel solo les sonrió a ambos y dio la media vuelta,
caminando rápido en dirección contraria a donde ellos estaban. Alexander miró a
Ashley y luego corrió tras su amiga, la abrazó por la espalda y le besó la
cabeza, sintió el cuerpo de Narel relajarse en sus brazos. Ashley simplemente
los miró desaparecer, si había alguien que la traería de vuelta, ese era sin
duda Alexander, aunque fuera un bobo. Luego de eso, fue al departamento.
Narel y Alexander
llegaron al árbol donde siempre se sentaban, había crecido bastante en los
últimos años y tenía ramas que colgaban hasta el piso, pasaron por entre estas
y se sentaron apoyados en el tronco. Alexander le pasó un brazo por el hombro,
dejando que Narel se acomodara entre su cuello y su hombro. No se dijeron nada
en un buen rato, solo se quedaron así. Alexander le besaba la frente de vez en
cuando.
—No voy a
dejarte sola —le dijo en un momento, al parecer solo lo estaba pensando.
—¿Nunca?
—Nunca en la
vida. Voy a cuidarte hasta el día en que muera, porque eres mi tesoro.
—Y tú eres
el chico más importante en mi vida.
—Va a salir
todo bien, aquí en Londres, ya verás que serás la mejor…
—Lo sé… —Narel
escondió su rostro en el cuello de Alexander y lo abrazó con fuerza—. Tuve
problemas en Canadá… y no creo que pueda solucionarlos esta vez…
—¿Qué fue
lo que pasó?
—No me
adapté… no sé si ellos cambiaron mucho o fui yo, pero no me adapté… Creo que
Julián me odia y no me quiere volver a ver en la vida…
—No creo
que él te odie, por lo que me has contado, no se ve de ese tipo de personas. —Alexander
la abrazó protectoramente, pegándola más a su cuerpo, como acto reflejo, Narel
dejó una de sus piernas entre las de Alexander—. Solo tuvieron diferencias de opiniones,
ellos crecieron de una manera y tú de otra, te guste o no, son mundos
diferentes…
—No quiso
mi ayuda…
—No puedes
salvar a todo el mundo… no puedes ayudar a quien no quiere ser ayudado… no
puedes curar de una enfermedad al enfermo que no acepta que la tiene… —Alexander
susurró y le besó la frente, ella guardó silencio un poco asombraba—. Esas
fueron tus palabras, las dijiste en el discurso de despedida del instituto.
—Pero
podemos salvar lo que nos queda…
—Sé que
hablabas de la Tierra, de lo que pasa, de los cambios en materia ecológica…
Pero esas palabras se pueden aplicar a muchas cosas, muchas… Todo va a estar
bien, deja que pasen un par de días, quizás meses, no lo sé, pero este otro año
iremos los dos a Canadá y estará todo como siempre.
—¿Por qué
los dos? —Alexander sonrió—. Iré sola, tú no tienes por qué ir, son mis amigos,
no los tuyos… —Narel se levantó para mirarlo, él le acarició la mejilla y se
quedó viéndola a los ojos.
—Te
extrañé, mi preciosa. Me alegra que estés de vuelta. —Y Alexander lo notó,
volvía a brillar.
—No me
digas así, es incómodo, sabes que no me gusta. —Alexander solo sonrió, le tomó
la cara y le apretó las mejillas.
—No sé qué
haría sin ti…
—Yo haría
muchas cosas sin ti, eres un molestoso que no me deja ser, y me estás apretando
muy fuerte.
Alexander
le soltó la cara luego de reírse al verla hablar con las mejillas apretadas.
Después la jaló hacia su cuerpo para abrazarla y besarla por todos lados en la
cabeza, frente y mejillas. La había extrañado, no solo por el tiempo que estuvo
en Canadá, sino que de antes, llevaban varios meses que no podían estar así de
tranquilos, siempre pasaba algo que los interrumpía y él estaba acostumbrado a
tenerla siempre. Se sentía feliz, allí en su árbol, se sentía feliz por volver
a tenerla como antes, como siempre.
Narel se
separó un momento de él y lo miró a los ojos, Alexander notó que los de ella se
aguaban, no quería que llorara, él se sentía bien allí. Tampoco la podía
obligar a hablar si no quería. Le acarició las mejillas tratando de demostrarle
que todo estaría bien, pero al parecer Narel no sentía lo mismo y las lágrimas
cayeron.
—Yo me
quería ir a Glasgow… —susurró, Alexander borró su sonrisa y su cuerpo se
tensó—. Yo debería estar en Glasgow…
Y él no
supo qué hacer, Narel comenzó a llorar soltando grandes sollozos. Alexander
notó que sus ojos se apagaban. La volvió a jalar contra su cuerpo abrazándola
con fuerza, de manera protectora, Narel se acurrucó en él mientras seguía
llorando, Alexander pensó que el llanto no cesaría nunca, simplemente la dejó
soltar todo, lentamente ella se fue tranquilizando hasta que su respiración fue
tan suave que Alexander creyó se había dormido, pero no fue así. Narel estaba
aferrada a la camisa de Alexander, apretándola a la altura del pecho con
fuerza, se levantó de pronto y lo miró, demasiado cerca según pensó él, ella
estaba solo a unos centímetros. Alexander se fijó en sus labios. Solo a unos
centímetros…
—¿Qué fue
lo que llegó? —Alexander volvió a mirarla a los ojos—. ¿Lo que llevaste al
departamento?
—No lo sé.
—Él tenía sus manos en la cintura de Narel, no dejaba que se alejara de él, la
quería así para siempre—. Marianne lo recibió… —Y fue entonces que recordó que
él tenía quien lo esperaba en casa, aun así su cuerpo no le permitió soltar a
su amiga—. Como iba a la oficina, pasé a dejarlo.
—¿Cómo vas
con lo de la oficina? —Alexander continuó mirándola a los ojos, si bajaba la
vista tenía miedo de perder el control y no soltarla jamás.
—Bien, te
llevaré a conocerla. Mañana no, porque supongo vas a ir con nosotros por Nick y
Garreth ¿verdad?
—Sí, Thomas
dijo que irá por mí para ir al aeropuerto…
—Yo iré por
ti… —Alexander apretó sus dedos en la cintura de Narel—. Vas conmigo… —susurró,
Narel le sonrió. Maldijo en su mente, no se había dado cuenta de cuánto la
necesitaba. Apretó con más fuerza. Las hojas del árbol se mecieron y se escuchó
un sonido, Narel miró en esa dirección, Alexander suspiró aliviado y soltó el
agarre.
—Mira, es
un colibrí. —Narel se levantó para mirar al ave más de cerca, pero este se
escabulló por entre otras ramas y desapareció. Ella suspiró frustrada y se
encogió de hombros, sintió a Alexander pararse a su lado—. Quiero un colibrí…
cuando tenga una casa, una casa, casa y no un departamento, llenaré de vasos
con agua y azúcar para ellos, para llenar todo de color. —Alexander la miraba
sonriente, ella volvía a brillar—. ¿Sabes cuántos aleteos por segundo? Setenta,
son setenta por segundo, son increíbles.
—Tan
rápidos como tu corazón…
—¿Qué cosa?
—preguntó al mirarlo, pero Alexander solo sonrió y la abrazó, luego le besó la
cabeza.
—Vamos a
casa, se hace tarde y mañana nos espera un largo día.
Le dejó la
mano en la cintura y comenzaron a caminar, la pasaría a dejar y luego se iría a
casa, no caminaría muy rápido porque necesitaba tranquilizarse antes de ver a Marianne.
Odiaba sentirse así y esperaba un día poner en orden todo su cuerpo para que
dejara de reaccionar así frente a su amiga. Llegaron al edificio donde vivía Narel
y la abrazó con fuerza, le besó la frente y le dijo la hora para recogerla al
día siguiente, luego de eso esperó que ella entrara y se fue. La vida era una
complicación constante. Tal vez, si solo hubiera sido sincero años atrás
diciéndole lo que sentía en lugar de decirle que nunca la miraría de esa
manera, todo sería diferentes. Pateó una piedra del camino y continuó caminando
con los manos en los bolsillos. Definitivamente la vida era una complicación
constante.