Un extraño
escalofrió recorrió todo mi ser luego de haber golpeado esa puerta, tenía un
mal presentimiento desde que me fueron a buscar al salón, un muy mal
presentimiento.
—Pasa —escuché la
voz de la orientadora.
Tomé aquella
manilla, la giré y lentamente fui abriendo la puerta. No quería entrar, tenía
ganas de salir corriendo de aquel lugar, estaba asustada. Entré y cerré tras de
mí, cuando volteé pude ver a los dos tipos de ayer, aquellos del servicio
social. Al verme se pusieron de pie en señal de saludo, la orientadora seguía
sentada en su lugar, al otro lado del escritorio.
—¿Thais Leighton?
—preguntó el tipo calvo.
—Sí —le respondí—.
¿Usted es?
—Jack Shawn
—contestó mientras volvía a sentarse, y su voz no sonaba nada cordial ni amable—.
Somos del servicio social.
—Warren Lee —me dijo
el más joven extendiendo su mano para saludar, a lo que le respondí juntándola
con la mía.
—Ayer estuvimos en
tu casa —habló el mayor luego de hacer un sonido en señal de desapruebo al
saludo que me dio su compañero—. ¿Te contó tu hermano?
—Sí, algo me dijo
—respondí con antipatía.
—Entonces… —Cruzó
sus brazos y sonrió—. Ya sabes a lo que venimos.
—Sí —contesté
cortante.
—Thais —interrumpió
la orientadora—, quiero que sepas que estos señores no pueden llevarte sin mi
consentimiento, y no pienso dárselos.
—Gracias —sonreí
caminando hacia ella y parándome junto a su silla.
—Señora. —La voz del
calvo sonó a antipatía, el ambiente se notaba tenso, al parecer habían estado
discutiendo antes que llegara. No me gustaba que la orientadora tuviera
problemas por mi culpa—, ya le dije que no puede oponerse —gruñó remarcando el
no.
—Y yo le mencioné
—se defendió sin dar su brazo a torcer—, que no puede llevarse a un alumno sin
ser su tutor o familiar.
—Ella pertenece al
estado —reclamó el tipo—. Nosotros somos el estado.
—Ustedes son dos
señores vestidos de traje —le reprochó poniéndose de pie, y diciendo con burla
la palabra señores. Sonreí de aquello—. Pueden retirarse —les señaló la
puerta—. Ya no tienen nada que hacer aquí.
—¿Sabía usted que
podemos cerrar su Instituto? —amenazó el mayor, mientras se paraba y ponía sus
manos sobre la mesa.
—Inténtenlo —lo
desafió la orientadora.
—Jack, creo que
deberías calmarte —habló el más joven que había estado tranquilo durante todo
el rato—. Tú sabes bien a lo que venimos y no es precisamente a llevarnos a
Thais.
—¿Cómo es eso? —pregunté
curiosa al que tiene por nombre Warren.
—Lo que nos mandaron
a averiguar… —alcanzó a decir antes que el calvo lo interrumpiera.
—Cállate —le
ordenó—. Eso no deberías decirlo.
—Por favor —le dije
poniéndome frente a él—. Continúe hablando.
—Nos mandaron a ver
tu situación académica —respondió sin importarle la orden de su compañero.
—Su situación es
excelente —señaló la orientadora volviendo a sentarse—. Tiene grandes
posibilidades de entrar el próximo año a la universidad, al igual que su
hermano Matías que entró éste año con todo pagado por sus notas —continuó
hablando la orientadora con orgullo—. Todo esto es por el mayor de sus
hermanos, que los ha guiado por el buen camino dejando todas las oportunidades
que le ofrecieron de lado.
—Necesitamos un
informe de eso —le dijo el oficial Lee—. Si es tan amable por favor.
—En unos minutos se
lo entregó. —La orientadora sonrió con triunfo.
—Señor… —Miré al
oficial.
—Dime —respondió con
una sonrisa.
—¿Esto quiere decir
que no me separarán de mis hermanos? —pregunté nerviosamente por la respuesta.
—Esto quiere decir
que todo está en proceso —contestó con calma—. Mi compañero aquí presente.
—Señaló al calvo—. Anda algo alterado. —Al decir esto el otro oficial frunció
el ceño y salió de la oficina—. Por eso ayer discutió con tu hermano y hoy con
la señora. —Miró a la orientadora pidiéndole perdón.
—¿Aún pueden
llevarme a un hogar? —indagué con más nerviosismo.
—Sí, aún se puede
—respondió mirándome fijo a los ojos—. Aunque, con lo que dice la orientadora,
puede ser una gran pared a que te separen de ellos. ¿Alguna otra pregunta?
—No —le dije
sonriendo—. ¿Me puedo ir a clases? —Miré a la señora.
—Sí puedes —me
respondió sonriente.
—No me lo tome a mal
—hablé al señor estrechando su mano—, pero ojalá no nos volvamos a ver.
—Con sólo un adiós
basta —me dijo riendo.
—Adiós —sonreí y
salí por la puerta rumbo al salón.
Caminé por los
pasillos del Instituto hacia donde tenía mis clases, doble para cruzar el patio
y acortar camino. La sonrisa dibujada en mi rostro no se me veía de hace mucho
tiempo, me sentía realmente feliz porque eso de que me separarían de mis
hermanos se veía más lejano. Casi doy un salto de felicidad.
—No te saldrás con
la tuya —escuché una voz de hombre adulto a la vez que me agarraban el brazo.
—¿Cómo? —pregunté
confundida y volteándome para mirar quien era, apagando toda la felicidad que
sentía.
—¿Sabes? —dijo el
oficial llamado Jack Shawn—. Brian Cox es el mejor amigo de mi hijo.
—Y eso a mí qué
—respondí soltándome del agarre.
—Que pagarás por lo
que hiciste. —Dio una gran calada al cigarro que tenía en su mano.
—Aquí no se puede
fumar —ignoré su amenaza—. Y sobre lo otro, yo no tengo nada que ver en las
idioteces que hace su hijo y con sus amigos.
—Mira niñita
insolente. —Me agarró de los hombros y me apoyó contra la pared—. Si crees en
todas las estupideces que dijo mi compañero allá adentro. —Podía sentir su olor
a tabaco por la cercanía que tenía su rostro con el mío—, estás mal, en tú
caso, yo soy el dios del servicio social.
—Bien, señor dios
—contesté con sarcasmo—, pero aquí no es más que un intruso abusando de una
estudiante, si no quiere tener problemas, será mejor que me suelte.
—¿Llamarás a tus
hermanitos? —preguntó con burla a la vez
que me soltaba.
—No son necesarios
en el Instituto. —Reí de mala gana mientras me acomodaba la ropa—. Aquí hay
suficientes guardias como para detener una gran pelea.
—Tarde o temprano te
llevaré a un orfanato —dijo dándome la espalda—. Será mejor que tengas cuidado
a la salida —terminó de decir mientras caminaba y reía.
Lo miré al alejarse
y en mi mente sólo tenía una pregunta «¿por qué?». No entendía qué había hecho
para que todo esto pasara. Seguí caminando a mi salón y las últimas palabras
del oficial retumbaron en mi cabeza.
—Me tengo que ir —susurré
al momento de detener mi paso.
Observé todo a mi
alrededor, no había ningún guardia cerca, lo que haría estaba mal, muy mal para
mi historial, pero estaba segura que si mañana le explicaba a la orientadora
todo, ella me perdonaría.
Es la hora en que
los guardias se turnan para ir a comer, y si algo aprendí bien de Chris, Kevin
y Franco, fue a salirme del Instituto y tenía pensado ponerlo a prueba, el
problema es que la única salida que tiene es la del frente, y corría el gran
riesgo que el tipo estuviera allí.
Caminé y me aseguré
que no estuviera en la puerta, miré hacia la izquierda y lo pude ver de espalda
a mí, mirando en dirección a la oficina de la orientadora. Fui a la puerta
caminando sigilosamente, observé que el guardia continuara de espalda y me
agaché, pasé por delante de la caceta pegada a la lata debajo la ventana, abrí
cuidadosamente un poco de la puerta y salí.
Corrí y corrí sin
parar, no sabía a dónde, pero ya me había arrancado Instituto. A los pocos
minutos me detuve en una esquina, a respirar un poco más tranquila, no soy
buena en los deportes así que me canso con facilidad, aunque muevo mis piernas
con rapidez cuando es necesario. Todo por dejar de practicar basquetbol.
—Idiota —me dije
dándome un golpe en la frente con la palma de la mano—. Dejaste todo en el
Instituto, espero que Ale y los demás se acuerden de mí.
Continué moviendo
mis piernas, ahora un poco más tranquila, hasta que llegué a un taller
mecánico. Dos autos estacionados afuera, uno en mitad de la vereda y de la
entrada al taller, otro un poco más atrás y adentro habían cinco. Miré la
fachada del lugar, las paredes blancas con letras azules indicando lo que eran,
y lo que hacían, entré y pude ver una figura familiar de espalda a mí, con
medio cuerpo metido en el motor del Peugeot 206 que tenía en frente.
Me acerqué y lo
abracé por la espalda.
—¿Qué haces aquí?
—preguntó dejando de darles golpes al motor con la llave inglesa.
—Me arranqué
—respondí mientras lo soltaba.
—¿Por qué? —Se dio
la media vuelta y me miró directo a los ojos con reproche.
—Me asusté —contesté
y pude sentir que unas lágrimas salieron de mis ojos.
—No llores, no
llores —me dijo abrazándome con fuerza, sequé mis mejillas.
—¿Trajiste una
colegia compañera de Thais? —Se escuchó una voz de chico burlesca—. Cuando se
entere se armará la grande, Kevin. —Rió mientras molestaba.
—Yo no hago
escándalos. —Fruncí mi ceño y salí de los brazos del mencionado, y mirando al
chico que había hablado.
—¿Thais? —preguntó
sorprendido—. ¡Tanto tiempo que no venías!
—Desde que Julián
armó su auto —respondí caminando hacia él para saludarlo.
—¿Julián armó su
auto? —Soltó una carcajada con burla al momento de abrazarme.
—Está bien. —Lo
solté—. Tú, Kevin y Franco armaron el auto de Julián.
—Así suena mejor —me
dijo el chico de cabellos negros y ojos del mismo color que tenía en frente.
—Se quedará aquí un
rato, Sam —añadió Kevin limpiándose las manos con un paño.
—Cuanto quieras —me
dijo guiñándome un ojo.
Sam era un chico de
la edad de Kevin, le encantaban los autos y mucho más le gustaba armarlos y
desarmarlos. El taller automotriz lo había heredado de su padre hace unos años
atrás, luego que éste enfermara y luego de unos meses muriera. Kevin lo conoció
en las carreras y a los pocos días comenzó a trabajar con él. Eso hace ya unos
años atrás, si no me equivocó estaba por terminar el último año del Instituto.
Físicamente no es muy alto, me pasa por apenas unos pocos centímetros, su
cabello negro le cuelga liso hasta las orejas, tiene nariz respingona y labios
anchos, su tez es morena. Su vestimenta, al igual que la de mi amigo, es el
típico traje de mecánico color azul eléctrico manchado con grasa de vehículos,
pero a diferencia de Kevin, lo lleva bien puesto, completamente ordenado. En
cambio mi cuñado, suele ponerse bien el pantalón, la parte de arriba se la
amarra a la cintura y dejando a la vista la camisa blanca manga corta, que ya
parece color marrón.
—¿Por qué no te
pones el traje completo? —pregunté desatando el nudo con que amarraba las
mangas a la cintura—. Así no te ensucias tanto.
—Ni cinco minutos y
ya te mandan —se burló Sam mientras desaparecía bajo un auto.
—Porque así me veo
más sexy —respondió mientras volvía a amarrarse la parte de arriba del traje. Me
sonrojé y no entendí el porqué, el chico se dio la vuelta y continuó mirando el
motor del auto—. ¿Me vas a decir por qué te arrancaste?
—Ya te dije
—respondí sentándome en la orilla del auto—. Me asusté y corrí.
—¿Cuál fue el motivo
por el que te asustaste? —preguntó riendo mientras apretaba una tuerca.
—Servicio social
—contesté suavemente y mirando el suelo.
—¿Qué? —Se levantó
rápido, golpeando la cabeza con el capot del auto—. Eso dolió —dijo pasando su
mano por su cabeza.
—Sí eres bruto. —Reí
y me acerqué a él, pasé mis manos con suavidad por su cabeza lastimada—.
Deberías tener más cuidado —lo regañé frunciendo mi ceño.
—¿Qué pasó con
servicio social? —indagó mirándome directo a los ojos.
—Fueron por mí al
Instituto —respondí nerviosa.
—Estás temblando.
—Me miró extrañamente—. Ayer ya te dijimos que no te llevarán lejos. —Pasó su
mano por mi mejilla.
—No es por eso…
—contesté bajando la mirada.
—¿Entonces?
—interrogó con curiosidad y yo me hacía la misma pregunta en mi mente.
—No lo sé —respondí
abrazándolo fuerte, él hizo lo mismo.
—¿Qué fue lo que te
dijeron? —preguntó pasando sus manos por mi espalda.
—Eran los mismos
tipos que fueron ayer a la casa —hablé sin salir de su abrazo—. El calvo me
dijo que me llevarían a un hogar, mientras que el otro mencionó que por mi
rendimiento académico era un poco difícil que me apartaran de ustedes.
—Tu hoja académica
no está manchada. —El chico me abrazó más fuerte—. Hasta ahora. —Pude sentir
una pequeña sonrisa.
—El calvo se retiró
antes de la oficina de la orientadora, no le gustó que su compañero hablara de
más. —Mi voz sonó suave—. Una vez que salí, me agarró y amenazó.
—Ése se está ganando
una pasada por mis puños —sonrió, imaginé lo que pasaba por su cabeza, una
buena pelea.
—Su hijo era el
mejor amigo de Brian Cox —dije y sentí una lágrima rodar por mi mejilla—. Y
según él, debo pagar por lo que hice.
—Otra vez aquel. —Me
soltó y dio una patada al carro.
—Yo ni siquiera lo
maté —susurré con la cabeza hacia abajo—. ¿Qué es lo que tengo que pagar? ¿Qué
fue lo que hice? —pregunté confusa, aunque más para mí misma.
—Nada, tú no hiciste
nada —respondió parándose frente a mí y tomándome de los hombros.
—Sólo es mi culpa lo
que pasó con Nick —musité mirándolo a los ojos.
—Eso tampoco es tu
culpa. —Su voz sonaba molesto, aunque no creo que por mí—. El imbécil está
muerto, que ya dejen el tema en paz.
—Ahora que lo
recuerdo. —Sequé las lágrimas que habían salido sin querer—, el tipo dijo es el
mejor amigo de Brian Cox —recalqué la palabra es—. Tiempo presente, será que
está…
—Vivo —terminó la
frase Kevin—, nunca supimos lo que pasó con ellos.
—Pero si está vivo,
¿por qué me molesta servicio social? —cuestioné con seriedad pensando en el
motivo por el cual me querían separar de mis hermanos.
—¡Já! —respondió con
sarcasmo y mirando el suelo con una sonrisa torcida—. Porque ellos son los
dueños del mundo. —Volvió a su trabajo.
—Julián me matará
cuando sepa que me salí del Instituto —dije apoyándome en el auto y dando
pequeñas patadas al suelo.
—Sí. —Soltó una
pequeña carcajada—. Y de paso a mí, por aguantarte aquí.
—Pero esta vez… —Mi
voz sonó a triunfo—, tengo una buena excusa.
—Ninguna excusa es
buena para Julián —habló con la cabeza metida dentro del auto—. Por cierto. —Asomó
su cabeza para mirarme a los ojos—, ¿qué viste antes de entrar al Instituto?
—No me acuerdo
—respondí levantando mis hombros—. ¿Por qué lo preguntas?
—Cuando te despedías
de mí. —Volvió a meter su cabeza en el
auto—, fijaste tu mirada hacia un punto por atrás de donde estaba yo y en tu
cara se reflejó preocupación.
—Ya me acordé —dije
levantando mi dedo índice y dando pequeños golpes en mi mejilla derecha—. Había
una persona en el paradero y me resultó conocido, pero no sé de dónde, pasó un
bus y luego ya no estaba, así que no supe quién era.
—Un fantasma. —Rió
Kevin, haciendo eco en el interior del auto.
—Eso creo —le
respondí riendo—. Ahora soy más rara. ¿Te fuiste inmediatamente a la casa?
—No —contestó al
salir a buscar una llave más pequeña—. Me encontré con un compañero de las
carreras, hablamos un rato y luego me fui. ¿Por qué preguntas?
—Curiosidad —sonreí
mientras lo veía entrar en el auto, nuevamente—. ¿Qué compañero?
—No lo conoces
—escuché decir varias veces, debido al eco—. ¿Es un interrogatorio?
—No, claro que no
—respondí rápidamente—. Quiero saber con quién andas para quitarte el mal
hábito. —El sonido de la llave caer se escuchó con fuerza por culpa del eco,
había sorprendido al chico con eso, se levantó.
—Enana fastidiosa.
—Una voz familiar interrumpió el sermón que me daría Kevin—. Julián te dará el
regaño de tu vida.
—¡Math! —grité al
ver a mi hermano entrar en el taller—. Ale y Tony, todos vienen a visitarme
—dije de buena manera como si fuera la dueña de casa.
—Te traje las cosas
que dejaste en el Instituto. —Sonrió mi amiga pasándome el bolso.
—Ale, quiero mi
falda. —Fruncí mi ceño, llevaba todo el día con la de ella y me sentía
demasiado incómoda.
—Ten esto. —Mi
hermano me entregó una bolsa.
—No sé qué haría sin
ti. —Me lancé a sus brazos luego de mirar que me había traído unos jeans
negros—. De todas formas quiero mi falda. —Miré a mi amiga.
—Sí, sí, ya lo sé.
—Sonrió con algo de fastidio—. Me lo has dicho toda la mañana.
—Y nada que me la
pasabas —dije mirándola acusadoramente—. Le preguntaré a Sam si me deja usar su
baño.
—¿Otro Peugeot 206?
—preguntó Math a Kevin al momento que me giré para caminar a donde estaba Sam.
—Te acompaño y así
me quitó la falda —añadió Ale llegando a mi lado.
—¿No pasarán a mi
casa? —consulté curiosa mirando a la chica.
—No, hoy no —me
respondió con una sonrisa—. Tony tiene una comida familiar.
—Tony y tú, querrás
decir. —Reí mientras seguíamos caminando al auto que arreglaba Sam—.
Prácticamente ya eres de la familia de tu novio.
—Sí —contestó sin
poder evitar el sonrojo.
—¿Sam? —pregunté al
no ver nada del chico.
—Dime —escuché una
voz que parecía de ultratumba que venía del pozo.
—¿Podemos usar tu
baño? —Elevé un poco mi voz para que me escuchara.
—Claro —respondió el
chico—. ¿Tengo que decirte dónde está?
—No, ya conozco el
camino —contesté caminando en dirección al lugar nombrado.
Caminamos pasando
por entre los pozos y todos los instrumentos que hay en un taller automotriz.
Al llegar a un pasillo entramos y abrí la primera puerta a la derecha, era nuestro
destino. Si continuábamos llegábamos a la casa de Sam, donde deberían estar sus
hermanos y hermanas, y probablemente sus sobrinos.
Entramos a la
pequeña habitación, me quité su falda y me puse mi jeans, y ella sacó de su
bolso mi falda, que estaba tal cual como se la entregaron a Julián.
—Suerte que tienes
de tener dos faldas —le dije con cara de pocos amigos.
—No es mi culpa que
no revisarás bien —se defendió.
—Estabas con apuro
de irte —respondí con la misma cara de gruñona.
—Si exageras.
—Sonrió con una mirada extraña en sus ojos—. Es sólo mostrar un poco de pierna.
—Me molesta. —Le
extendí la falda frunciendo mi ceño por sus gestos con los ojos—. Vamos.
Ale asintió y
recibió la falda. Caminamos fuera del baño, al pasar frente al auto donde
estaba Sam le di las gracias con un grito, llegamos donde los demás.
—Nosotros nos vamos
—dijo Tony una vez que Ale llegó a su lado.
—Nos vemos mañana
—me despedí de mi amiga abrazándola—. Suerte en la comida.
—Hasta mañana. —Besó
mi mejilla y se fue a despedir de Math y Kevin.
Tony hizo lo mismo
que su novia, me besó la mejilla y estrechó su mano con la de Math y Kevin, se
dieron media vuelta, subieron al auto y desaparecieron en la carretera.
—Y bien —dijo Math—.
¿Cuál es tu excusa?
—Susto —respondió
Kevin por mí entrando nuevamente en el auto.
—No me digas. —Mi
hermano hablaba con burla—. Viste una araña y saliste corriendo.
—No, menso —respondí
dándole un pequeño golpe en el brazo.
—Mejor que te cuente
cuando lleguen a la casa. —Kevin volvió a salir del auto, su movimiento ya me
estaba mareando—. Así aprovecha la oportunidad de contarle a Julián.
—Si es verdad —añadí
mirando a mi hermano—. Así ahorro palabras.
—Math —habló Kevin
con la mirada clavada en el menor—, ayúdame un momento y pon a andar el motor,
cuando te diga aceleras al máximo.
—Está bien —dijo
Math a ambos.
—Quédate un poco
lejos —me sugirió Kevin—. Te puede saltar aceite.
—Voy a dejar mis
cosas en tu auto —le sonreí pidiendo su permiso.
Kevin asintió y le
di la espalda para caminar rumbo a donde acostumbraba a dejar su auto botando
el aceite. Al llegar, abrí la puerta del copiloto y dejé mis cosas, así
aseguraba viajar en ese lugar y Math debería ir atrás.
Me quedé un rato
allí, me senté en el lugar del piloto mientras escuchaba al Peugeot 206 rugir
con fuerza, el tiempo comenzó a pasar, apoyé mi cabeza en el respaldo del
asiento y cerré mis ojos esperando que el ruido de aquel auto desapareciera…
—Despierta —escuché
la voz de Math y algo apretaba mi nariz.
—¡Duele! —grité
sacando la mano de mi hermano de mi cara—. Sólo bastaba con hablarme —le
reclamé.
—Llevo cinco minutos
hablándote —se defendió—. Ya nos vamos, ve a despedirte de Sam.
—Sí sé lo que tengo
que hacer. —Me bajé del auto y le saqué la lengua.
—¡Math! —escuché que
lo llamó Kevin no sé de dónde—. ¡Saca el auto!
—¡Claro! —respondió
mi hermano felizmente.
—¡Qué tarde es!
—exclamé al ver el sol anaranjado que casi desaparecía atrás de las montañas.
—No te diste ni
cuenta cuando Kevin cambió el aceite. —La voz de Sam sonó tras de mí, haciendo
que diera un pequeño salto—. Supongo que dormiste bien.
—Sí —le respondí
avergonzada—. No sé cómo me dormí.
—Ven otro día a
saludar —dijo sonriendo y besando mi mejilla.
—Claro, claro
—respondí abrazándolo.
—Nos vemos mañana.
—La voz de Kevin interrumpió—. Vamos, pequeña.
—Adiós —le dije al
chico antes de darme la vuelta y caminar a la salida del lugar.
Kevin me abrazó por
la cintura y yo hice lo mismo con él, así caminamos hasta llegar al auto y vi
como Math estaba instalado en el copiloto con el cinturón puesto y su sonrisa
de triunfo burlona dibujada en el rostro.
—Tramposo —susurré
mientras subía a la parte trasera.
—Llegaste tarde.
—Sonrió al momento que Kevin arrancó el auto rumbo a casa.
—Yo tenía mis cosas
asegurando mi lugar. —Le jalé un poco de su cabello.
—Yo veo tus cosas
allá atrás. —Rió sin darle importancia a mis golpes.
—Feo. —Fue lo último
que le dije apoyando mi espalda en el respaldo y frunciendo mi ceño.
Crucé mis brazos y
miré el espejo retrovisor de Kevin, pude ver una sonrisa en sus labios sin que
perdiera la vista del camino, mientras Math encendía la radio. Fijé mi vista en
el paisaje, en un abrir y cerrar de ojos ya estaba en mi casa.
—Julián ya llegó
—dijo Kevin estacionando su auto detrás del de mi hermano.
—Prepara tu excusa
—se burló Math mientras bajaba del auto.
Agarré mis cosas y
bajé, no tenía que preparar ninguna excusa, Julián no se molestaría conmigo por
lo que hice, no después que le contara cómo pasaron las cosas. Seguí a Math que
caminaba a la delantera y entramos a la casa.
En la sala se
encontraba Chris sentando en el sillón de tres cuerpos, junto a él estaba Alex.
De pie cerca del mueble Julián los observaba y Franco, en el suelo, frente a
los otros dos chicos. Se miraban de manera extraña, todos se encontraban
serios, de algo hablaban, pero se callaron cuando entramos.
—¿Qué se traen? —pregunté
frunciendo el ceño al ver sus actitudes.
—Nada —respondió el
mayor de mis hermanos clavando sus ojos en mí.
—¿No saludas?
—reclamó Chris fingiendo una sonrisa.
—Hola —les dije de
mala gana, sentí que me ocultaban información de algo importante.
—Creo que tienes
algo que contarnos. —La voz de Julián sonó a enfado mientras se sentaba en una
de las sillas del comedor.
—Tengo hambre.
—Kevin rompió la tensión del momento—. ¿Hay algo para comer?
—En la cocina
—respondió Franco poniéndose de pie—. Revisa qué quieres, Julián dejó varias
cosas ricas. ¿Qué has hecho, pequeñita? —preguntó al llegar a mi lado y besarme
la mejilla.
—Esto va a estar
bueno —se burló Math al sentarse junto al mayor de mis hermanos.
Suspiré, tenía a la
audiencia atenta a cada palabra que pudiera salir de mi boca, Chris y Alex
continuaban en el sillón, con la mirada fija en mí. Franco, a mi lado, me
sonreía de manera burlona. Math me sacaba la lengua, Kevin había desaparecido
en la cocina y Julián me miraba con seriedad y enojo.
—¿Llamó la
orientadora? —pregunté de forma sutil.
—Sí —respondió
Julián—, y será mejor que me expliques tú lo que pasó. —Cruzó sus brazos y
frunció su ceño.
—Me arranqué del
Instituto —musité con un poco de miedo, Franco soltó una carcajada, que fue
callada con la mirada de pocos amigos que le regaló el mayor.
—Más te vale que me
cuentes todo muy bien, Thais. —Me asusté, él sólo me llamaba por mi nombre
cuando se enojaba, el resto de los chicos dejaron de hacer sus muecas para
mirarlo con respeto.
—Fueron del servicio
social a buscarme —respondí con rapidez—. Me asusté cuando uno de ellos me
amenazó por la muerte de Brian Cox, porque su hijo es el mejor amigo de él y
ellos…
—Tranquilízate y
habla con calma. —El mayor sonrió de medio lado—. No te estamos entendiendo
nada.
—Si no le pusieras
esas caras, no la asustarías —dijo en mi defensa Franco, mientras me abrazaba.
La puerta de la
cocina se abrió, dando a paso a un chico cargado de comida, una taza de té,
unos panes y huevos revueltos, todo firmemente agarrado no sé cómo con las
manos, lo observé por un rato y volví mi mirada a la de Julián.
—No la regañes que
no fue su culpa —añadió Kevin al sentarse a la mesa, dejando toda su carga en
un lugar estable.
—Cuando quiera tu
opinión, te lo haré saber —respondió mi hermano sin mirarlo.
Julián, con su tono
autoritario, se impone frente a cualquiera, pocos son capaces de llevarle la
contra cuando se enoja, y eso incluye a Kevin, quien es el que más se opone a
sus palabras, a veces pueden estar días discutiendo del mismo tema, sin que
ninguno dé su brazo a torcer. El chico empezó a comer con calma y yo respiré
profundo.
—Fueron los
oficiales, que estuvieron aquí ayer, a buscarme al Instituto —dije lentamente—.
El menor, no recuerdo su nombre… —Levanté mi ceja y puse mi dedo índice en mi
labio en señal de pregunta.
—Warren Lee —aclaró
con voz fuerte y ronca Julián.
—Sí, ese —contesté—.
Él dijo que por mis notas era poco probable que me separen de ustedes, el calvo
se enojó y salió de la oficina, antes habían estado discutiendo con la
orientadora y ella me dio todo su apoyo —hablé con calma al principio, pero no
me di cuenta que la velocidad aumentó de pronto, bastó la mirada de Julián para
percatarme que debía pausarme—. Una vez que me informaron eso, volví a clases,
o eso tenía pensado…
—Fue cuando te
acordaste que en el taller de Sam se pasa mejor y te fuiste para allá —añadió
riendo Math, Kevin se atoró.
—Guarda silencio.
—La mirada fulminante de Julián apagó inmediatamente su risa.
—No, idiota —le
contesté de mala gana y frunciendo el ceño, los ojos de mi hermano me
atravesaron a mí—. Al salir de la oficina —continué relatando calmada—, el
calvo me agarró y me amenazó, dijo que debía pagar por el daño a Brian Cox, ya
que es el mejor amigo de su hijo, que tuviera cuidado a la salida…
—¿Cómo que es?
—interrumpió Math—. ¿Acaso no murió?
—Así parece
—respondió Kevin con tono seco—. Lo único que sabemos es que Nick le enterró el
cuchillo, nunca averiguamos que pasó después.
—¿Será el mismo?
—preguntó con tono de voz muy bajo Alex mirando a Chris.
—No lo sé —le
respondió con el mismo tono.
—¿Será quién?
—indagué mirándolos, odio que me oculten cosas.
—Concéntrate aquí.
—La voz de Julián me hizo desviar la mirada hacia él
—Pero… —suspiré no
tenía sentido discutir con él, era una batalla perdida, mejor después
averiguaba de lo otro—. Me asusté y corrí hasta donde Kevin, es el que más
cerca me quedaba —le sonreí.
—Así que sólo fue
por eso. —El mencionado clavó sus ojos en mí—. Si no fuera por eso, ¿te
hubieras ido con Franco o Chris?
—Claro que conmigo
—contestó Franco soltándome de sus brazos y caminando hacia Kevin—. Soy su
hermano, él que la cuida y protege…
—Y que la cambia por
Marla —interrumpió Math con burla.
—Una cosa no tiene
nada que ver con otra. —Frunció su ceño y miró con reproche al menor.
—Sí tiene —contestó
alzando un poco su voz—. Y más cuando la castigas sin motivo por culpa de ella.
Golpeé mi frente con
la palma de mi mano, creí que ese tema había quedado en el olvido ayer, pero al
parecer a ellos les gusta traer de vuelta una y otra vez lo mismo, y yo, la
única que resultó castigada, no he dicho nada al respecto.
Caminé hacia Julián
y me senté en el suelo mirándolo de frente.
—No quise arrancarme
por capricho. —Lo miré con seriedad, el respondió de la misma manera—. Tuve
miedo que aquel oficial me hiciera algo, así que corrí arrancándome de todo.
¿Me perdonas?
—Depende de lo que
me diga la orientadora mañana. —Revolvió mi cabello con suavidad—. No sé si te
perdiste alguna clase importante.
—¡Cuándo tengas
novia ya verás que harás lo mismo! —gritó Franco, dejando a todos boquiabiertos
con la vista fija en él, pero desvié mi mirada a mi otro hermano, por unos
instantes vi sus ojos tristes…
—Math no tendrá
novia. —La voz burlona de Chris llenó el ambiente y me distrajo de mis
pensamientos para poner atención en las tonteras que decían.
—Cuando eso pase, se
acabará el mundo —añadió Kevin soltando unas carcajadas.
—No lo molesten.
—Alex estaba serio—. Si él quiere ser sacerdote, déjenlo. —Los tres chicos
estallaron en risas.
—Prefiero estar
solo, a ser engañado por la que se supone es mi novia —respondió Math con aires
de triunfo, los tres chicos apagaron sus carcajadas, se sintieron
identificados.
—Así se habla, hermanito.
—Le sonreí lanzándole un beso—. Julián, tengo hambre. —Hice pucheros mirando a
mi hermano.
—No ha comido nada
en todo el día —añadió Kevin recogiendo las cosas de la mesa.
—Voy a ver que dejó
este zángano. —Mi hermano se puso de pie y caminó a la cocina.
—No soy ningún
zángano —reclamó siguiendo a Julián—. Trabajo todos los días para ayudar a
mantener este hogar. —Fue lo último que escuché de la cocina.
Me puse de pie y me
senté junto a Math, lo abracé por el cuello y apoyé mi mentón en su hombro derecho.
—Yo no quiero que
tengas novia —susurré, él sonrió—. Tú eres mío y sólo mío. —Besé su mejilla.
—Algún día tendrás
que acostumbrarte a que no serás la única mujer en esta casa —musitó con la
vista fija en la mesa.
—Algún día muy
lejano —agregué sin soltarlo—. Yo sé que tú no elegirás a cualquiera como
novia, a diferencia de ese menso. —Clavé mi mirada en Franco que se sentaba
junto a Chris y Alex.
—¿Qué te hace estar
tan segura de eso? —preguntó volteando su mirada para dejarla sobre mí.
—Que no te dejaré.
—Le sonreí—. Si no es una niña bien, no tienes permiso. —Le saqué la lengua, él
esbozó una sonrisa torcida.
—¿Imaginabas que
seguía con vida? —En el rostro de mi hermano se reflejó la preocupación y en
sus ojos la ira, volvió su mirada a la mesa.
—No —contesté sin
darle muchas vueltas al asunto—. No quería acordarme del tema.
—Vaya que me
sorprendió eso —dijo frunciendo el ceño y dando un pequeño golpe en la mesa.
—Esperemos que no
pase nada —suspiré pensando en todo el odio que crecía en el corazón de Kevin a
causa de aquel accidente—. No quiero que le suceda algo Kev. —Mi hermano me
miró interrogante y con una pequeña risita—. A ninguno de ustedes —me apresuré
en decir.
—Hasta cuándo te
engañarás —suspiró poniéndose de pie.
—¿A qué te refieres?
—pregunté con el ceño fruncido.
—Basta con que
pienses bien en lo que sientes y te darás cuenta. —Me dio la espalda—. A no ser
que lo hayas hecho y no quieras aceptarlo. —Se giró y me guiñó un ojo—. Yo
diría que es la segunda opción.
—Dejaron un poco de
pasta. —Julián interrumpió la comunicación con Math, quien se fue junto a los
demás en el sillón.
—No importa
—contesté girándome hacia el plato que mi hermano había dejado en la mesa—, de
todas maneras no tengo tanta hambre.
—Pero acabas de
decir… —Julián suspiró al mirarme—. Mujeres, nadie las entiende. —Fruncí mi
ceño.
—Aliméntate, no has
comido nada desde el desayuno —agregó Kevin saliendo de la cocina.
—Eso no es verdad
—respondí molesta—. Almorcé en el Instituto.
—¿Qué cosa?
—preguntó acercándose—. ¿Ensaladas?
—Ricas y apetitosas.
—Me puse de pie para poder mirarlo a los ojos.
—Por eso ya pareces
un palo de flaca —se burló enterando sus dedos en mi estómago.
Math carraspeó, lo
observé y me regaló una mirada acusadora, me sonrojé.
—Come —ordenó Julián
que se había sentado a la mesa.
—Voy —dije
sentándome donde antes, miré a Math que me sonreía de manera extraña. Kevin se
sentó a mi lado.
—¿Por qué no la
mandaste a casa? —Mi hermano clavó su seria mirada en el chico junto a mí.
—Se quedó dormida en
el auto —contestó con algo de burla—. ¿Qué querías que hiciera?
—Ya estuvo bien,
Julián —reclamé mirando a mi hermano—. Yo me arranqué, a mí me tienes que
castigar y regañar, los otros no tienen culpa en nada.
—Bien —respondió
cruzando sus brazos—, terminas de comer y te vas a tu habitación.
—Pero… —alcancé a
decir, antes que la mirada seria de mi hermano me callara—. Está bien —dije de
mala gana.
Y así lo hice, comí
en silencio, en parte porque sí tenía hambre y porque no quería más conflictos
con el mayor, quien hablaba con Kevin de autos y de los trabajos, mientras que
los otros chicos susurraban cosas con miradas serias. Una vez que terminé, me
puse de pie tomando los trastes sucios y los llevé a la cocina. Los limpié y me
fui a mi habitación, tal y como lo ordenó Julián. De todas maneras lo haría,
debía hacer mis deberes escolares. Encendí el computador y saqué mis cuadernos,
y a estudiar se ha dicho.
Unas horas más tarde
acabé con todos, extrañamente no se sentían ruidos provenientes de la sala. Miré
mi reloj, marcaba las 22:16 p.m. Suspiré y salí lo más silenciosa que pude de
mi habitación, es raro que estén tan callados, ni siquiera cuando ven una
película reina el silencio, siempre hay uno que otro gritando o haciendo
ruidos.
Caminé en puntillas
y escuché que susurraban, me acerqué un poco más y me senté en el suelo, ya
lograba escuchar con claridad lo que hablaban.
—No recuerdo como
era —el susurro de Alex llenaba el ambiente—. Ya les dije, me golpearon en la
cabeza y caí inconsciente, hasta que todo acabó.
—¿No viste a
ninguno? —preguntó cortante Kevin.
—Sólo al que me
golpeó —respondió elevando un poco su voz—. Pero, por lo que me dijeron,
alguien se encargó de darle una buena paliza.
—Ya que tú ni lo
tocaste —se burló Chris.
—¿De qué te
acuerdas? —Esta vez quien preguntaba era Julián.
—Estábamos
divirtiéndonos un rato, cerca de la plaza —contestó el chico en susurro—,
algunos chicos tomaban cervezas, yo fumaba. Cuando sentimos un auto acercarse,
no le dimos importancia, no era muy tarde —suspiró—. A los pocos minutos estaban
sobre nosotros, eran varios. De pronto siento el golpe en mi cabeza, me habían
dado con una botella.
—Por suerte sólo fue
eso —añadió Math.
—Sí, bastante suerte
—contestó con algo de melancolía en su voz—. Lo peor fue para Derek.
El silencio reinó en
la habitación, yo apenas respiraba, no quería que se dieran cuenta que me
encontraba espiando, pero a la vez, tenía muchas ganas de saber qué había
pasado con Derek.
—Tendremos que
esperar a ver qué pasa. —La voz de Julián rompió el silencio.
—¿Esperar? —consultó
molesto Kevin—. Otro está a punto de morir a manos de ellos y tú quieres
esperar.
—¿Y qué pretendes?
—indagó levantando el tono de voz—. ¿Qué vayamos y ataquemos tal y como lo
hacen ellos, provocando más muertes?
—Yo tampoco estoy de
acuerdo con esperar —habló Chris sin burla, sonaba bastante serio—. Pero creo
que esta vez musculitos tiene razón.
—Será mejor que
bajen la voz —musitó Franco—, si no quieren que ella escuche.
—Voto por esperar
—interrumpió Alex—. Mejor averiguamos quiénes son y luego la pelea. Además…
—Guardó silencio por un rato y suspiró—, si es verdad que aquel sigue con vida,
no es bueno exponernos, y si está detrás de lo que pasa con Thais, es mejor
mantenernos tranquilos.
—¿Quién está detrás
de lo que pasa conmigo? —pregunté poniéndome de pie—. ¿Por qué me ocultan esas
cosas?
—¿Hace cuánto que
estás allí? —interrogó Kevin asombrado caminando hacia mí.
—El suficiente
—respondí cortante, mirando a cada uno de los chicos que me observaban algo
asombrados.
—No es nada importante,
pequeña —añadió Chris con una sonrisa fingida, Kevin llegó a mi lado.
—¿Nada importante?
—pregunté con burla—. Alex dijo que lo peor fue para Derek, si a él lo
golpearon con una botella, ¿qué le hicieron a Derek para que sea lo peor?
—Thais. —La voz de
Julián sonó seria—, no es nada importante.
—¡Ya basta, Julián!
—grité cansada de que no me respondieran—. ¡¿Hasta cuándo me sobreprotegen?!
—Kevin intentó abrazarme—. ¡Suéltame! —exclamé mirándolo con enojo, quitando mi
brazo de sus manos—. Bien, sigan con su estúpida reunión —terminé de decir al
ver las caras de cada uno. Me di la vuelta y caminé a mi habitación, sentí unas
lágrimas salir de mis ojos.
—¡Thais! —llamó el
chico de quien me escabullí de sus brazos, lo sentí caminar.
Abrí la puerta y entré,
cerrando de un portazo, puse llave, apoyé mi espalda y me deslicé hasta quedar
sentada en el suelo. Abracé mis piernas y dejé mi frente sobre las rodillas.
Podía sentir con claridad los golpes del chico en la puerta, todos se
reflejaban en mi columna, los ignoré, al igual que sus gritos. Tenía rabia, ese
sentimiento inundaba todo mi ser, intentaba controlarlo, pero no podía. Odiaba
que me ocultaran cosas y más cuando tenían que ver conmigo. Dejé mi cabeza
apoyada en la puerta, di unos cuantos golpes al suelo con los puños cerrados y
lloré por todo lo que pasaba mientras imaginaba lo que vendría.
Me levanté y me puse
pijama, abrí mis cobijas, me arropé hasta la cabeza y quedé en posición fetal,
abrazándome a mí misma mientras seguía llorando.
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