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8 de diciembre de 2024

[¿Y si no te hubieras ido?] Capitulo V: «El inicio del primer año»

 Capítulo V: «El inicio del primer año».

Siempre le dijeron que el primer día sería algo inolvidable, pero hasta ese momento no se sentía nada por el estilo. Ninguno de los tres. La verdad es que no hubo mucho cambio, llegaron a la conclusión de que era por el hecho que la universidad pertenecía al mismo complejo del instituto y ya habían estado allí muchas veces antes de graduarse. La mayoría de las asignaturas las compartían entre los tres, tendrían clases, prácticamente, todos los días juntos, pero había otras en que estaban los tres por separado y algunas en que solo coincidían las chicas. Y una, tristemente por Alexander, solo una la compartía con Narel sin Ashley.

Aquel primer día, más que otra cosa, solo fueron a adaptarse y conocer. En parte también por eso fue aburrido. Cuando les tocó la clase en que Alexander se separaría de ella, las chicas terminaron antes y se fueron a dar una vuelta por el instituto, Ashley tenía ganas de ver a unas amigas de grados inferiores y Narel aprovecharía de ir a ver a Nicholas, quien le hizo prometer pasaría en algún momento, y para saber cómo iba Garreth. Los encontró a ambos en la cancha.

—¿Qué hacen? —les preguntó, los chicos no la habían visto y ambos se pusieron de pie para saludarla.

—Mirábamos el juego —contestó Nicholas, al abrazarla.

—¿Y Alex? —Garreth la abrazó luego de que Nicholas la soltara.

—No lo sé, en clases quizás… Vine con Ashley que fue a ver a unas amigas. Vamos a tomar helado.

Los tres se fueron a la cafetería, Nicholas le tomó la mano —más que nada por costumbre, ya que Narel siempre lo llevaba de la mano por ser solo un niño para ella—. Garreth, en cambio, solo caminó al lado de ellos. Narel había notado, cuando lo recogieron en el aeropuerto, que estaba más maduro que la última vez que lo vio, a pesar de que no había pasado un año de eso. Aun así le dejó una mano en el hombro, medio abrazándolo. Garreth la miró y le sonrió, Narel sabía que solo le faltaba volver a tomar confianza, ella no sabía cómo lo educaban en donde vivía. Estaba acostumbrada a Thomas, Alexander y Nicholas, pero Garreth y Leah se la pasaban más con su padre en Francia, sobre todo desde hace dos años, que apenas pisaban suelo londinense algunas pocas semanas en el año. Era su madre la que se iba a Francia. Por eso Nicholas quedaba a cargo de Thomas y Helen, aunque él prefería que así fuera, según lo que le contó a Narel, no le gustaba Francia. Aunque dijo que la llevaría y soportaría todo eso que no le gustaba solo por ella.

—¿A qué hora salen hoy? —Narel les preguntó, estaban sentados en la cafetería tomando helado, ya casi era hora de almuerzo y los chicos estaban afuera porque eran los primeros días y no harían mucho, en realidad.

—A la hora normal —dijo Nicholas—. ¿Almorzarás con nosotros?

—Claro, aunque ya nos tomamos el postre. —Le sonrió a ambos—. Garreth, ¿te acostumbras?

—Claro que sí, no es que me fuera por mucho tiempo y el idioma solo es práctica.

—¿Te gustaría venir a estudiar aquí este otro año? ¿Cuándo empieces la universidad?

—No lo sé aún, sé lo que quiero estudiar, pero no sé dónde… me gusta estar con mi hermana y mi madre…

—Pero ellas pueden volver aquí… Nick, ¿tú no las extrañas?

—¿Eh? —Pero el mencionado estaba pendiente de tomar helado, que ni en cuenta tenía la conversación de su hermano con su amiga.

—Nada, nada… olvídalo, sigue traga que traga. —Garreth sonrió, Narel lo miró divertida—. Es raro verte tan caballero…

—¿Por qué? —Garreth la miró sonriente.

—Porque estaba acostumbrada a jugar contigo, a pelear en la tierra, a lanzarnos nieve cuando hay, a pelear en la piscina…

—A cazar lagartijas. —Narel miró a Nicholas, que había hablado, y asintió.

—Nos divertíamos, ahora pareces un estirado…

—Como Thomas… —Nicholas estaba adornando la conversación con las palabras precisas, Narel asentía.

—Sí, exacto, como Thomas…

—No soy como Thomas —reclamó Garreth cruzándose de brazos.

—Claro que sí, te volviste aburrido como Thomas. —Nicholas fue el que siguió reclamando—. Cuando fui a Francia ni jugamos ni nada, no hicimos nada divertido, te la pasaste leyendo y con tu padre y me ignoraste todo el tiempo…

—Porque ya no puedo estar jugando a todo, Nick. Ahora ya tengo responsabilidades.

—¿Responsabilidades de qué? —preguntó Narel mirándolo, Garreth le devolvió la mirada—. Solo eres un niño, no puedes tener tantas responsabilidades.

—Pero yo sí las tengo…

—Garreth, entiendo que Thomas sea un estirado, apenas tenía dieciocho cuando fue papá y se tuvo que hacer cargo de muchas cosas mientras estudiaba, y aún lo sigue haciendo y yo creo que es el mejor ejemplo que cualquiera puede tener. —Nicholas asintió, a pesar de ser un niño y de no entender mucho cuando pasó todo aquello, él tenía a Thomas como referencia de padre, ya que el de ellos no se preocupó nunca por ninguno—. Entiendo a Alex porque fue un tonto que tuvo a Joshua con apenas quince años… ¿Pero tú? Tú no vas a seguir esos pasos, y mucho menos tú, Nicholas Russ. Mucho menos tú. —Nicholas se atoró al escuchar su nombre completo, negando rápidamente con la cabeza—. Solo eres un niño y tenemos que divertirnos…

—Yo haré la misma promesa que tú, Nar.

—¿También te pondrás un arete? —Garreth le preguntó, imaginando la cara de Thomas si Nicholas se apareciera con un arete.

—Por supuesto que sí. —Narel sonrió, no por las ocurrencias del niño, sino que por ese perfecto acento británico que a veces le salía de la nada.

—Solo vamos a divertirnos.

—¿Divertirnos con qué? —Narel dio un brinco al escuchar a Alexander tras ellos—. ¿Qué le estás diciendo a mis hermanos?

—Que nos vamos a divertir… —Alexander tomó una silla y se sentó entre Narel y Garreth, separándolos.

—Ustedes no harán nada, Thomas le prometió al padre de Garreth que no se saldrían de su horario para que no perdiera sus clases en las que está.

—Tú no te metas, Alexander. Esto es entre ellos y yo.

—Le diré a Thomas que le estás enseñando cosas raras a Garreth, así como lo hiciste con Nick. —Su amigo la miró, Narel frunció el ceño.

—Yo no le he enseñado nada raro a Nick…

—¿Estás segura? —Narel fijó su vista en Garreth por aquella interrupción—. Nick acaba de decir que se pondrá un arete como tú.

—¿Qué? —Alexander miró a su hermano pequeño—. Thomas te matará si haces eso y a ti por darle esas ideas. —Terminó mirando a Narel.

—No es…

—Me pondré mi areta de la promesa y ninguno de ustedes lo impedirá. —Nicholas interrumpió el hablar del Narel, los demás lo miraron—. No tendré hijos hasta el matrimonio, como Nar.

—¿Estás hablando de la promesa de la pureza? —preguntó Alexander con una sonrisa.

—Sí, como Nar, haré mi promesa de la pureza.

—Tú no tienes permiso de quitarte ese arete hasta el día en que mueras. —Narel frunció el ceño al escuchar aquello de Alexander como si fuera una orden—. Y tú —continuó mirando a su hermano—, hablaremos de eso cuando seas más grande.

—Te lo dije, Garreth. Todo es más divertido cuando no está Alexander, él siempre arruina todo. —Pero fue Nicholas el que rompió la pelea, ganándose una mirada de odio por parte de su hermano mayor, una sonrisa por parte de Narel y un Garreth que lo miraba un poco extrañado por lo sucedido.

—¿Qué dicen si mejor almorzamos? —Narel se puso de pie—. Iré a pedir hamburguesas para todos.

—Pero yo quiero pizza. —Nicholas reclamó—. Yo quiero pizza.

—Yo también quiero pizza. —Le siguió Garreth—. Si no es mucha la molestia —añadió, provocando una sonrisa en Narel.

—Bien, bien, será pizza entonces… No, tú no tienes derecho a decidir —dijo mirando a Alexander antes que hablara, logrando que frunciera más su ceño.

—Iré contigo a pedir… —Alexander se puso de pie y la miró.

—Bien… —Fue lo único que dijo y caminaron para pedir el comestible—. Es verdad lo que dije, no tienes permiso de quitarte ese arete hasta el día en que mueras.

—Déjame en paz.

—Nar se ve triste, ¿verdad, Nick? —Garreth preguntó aprovechando que estaban solos, pero siguiendo con la mirada a los dos que se fueron, Alexander le tomaba el arete a Narel y ella, por la mirada que le dio, se enojó y lo golpeó. Alexander frunció el ceño y continuaron caminando.

—Hoy empezaron las clases en Glasgow también, ella hubiera estado allí… Está triste por eso, a mí me gusta que se quedara, pero no la quiero ver triste por eso. Alexander es un pesado, pero al menos no la deja llorar.

—¿Y tú qué haces por ella?

—¿Yo? —preguntó Nicholas sorprendido—. Yo me voy a casar con ella.

Garreth sonrió, su hermano era inocente, por eso se llevaba bien con Narel. Pero él tenía más edad y entendía mejor las cosas, además había crecido en otro lugar muy diferente a lo que tenían sus hermanos. Dudaba mucho que Alexander dejara que eso pasara, primero muerto a dejar que Narel se casara, eso era más que seguro. Garreth no sabía si Nicholas notaba que Alexander sentía algo diferente por su amiga, pero estaba seguro de que Thomas se daba cuenta, por eso muchas veces prefería tenerlos separados. Alexander había sido un bobo, no porque Marianne tuviera algo malo, en realidad le agradaba mucho y su madre siempre hablaba bien de ella, pero se le veía mejor con Narel, con ella él brillaba.

—No iré, Alexander, ya te lo dije. —Y la voz de Narel lo trajo a la realidad de sus pensamientos. Ella se sentaba donde antes.

—Será lo mismo que cuando estudiábamos aquí, solo que será en la cancha de la universidad…

—No me interesan tus prácticas de fútbol, tengo muchas cosas que hacer los sábados…

—Es verdad. —Nicholas se unió a la pelea, ambos chicos lo miraron—. Iremos al cine todos los sábados ¿verdad, Nar?

—Vendrá a mis prácticas los sábados —dijo Alexander en tono de orden, mirando a su hermano—. Tienes que venir, para que todo sea igual que antes… —añadió al mirarla.

—Yo no quería que todo fuera como antes. Yo me quería ir a Glasgow. —Y Garreth lo notó, eso era lo que tenía, estaba triste por Glasgow, tal y como lo dijo Nicholas, esperaba que Alexander arreglara las cosas.

—Ya deja de pensar en Glasgow, ya no te fuiste y ya no te irás. —Garreth suspiró, su hermano era un estúpido. Nicholas se le quedó mirando con la boca abierta, de seguro Narel lloraría por eso. Alexander medio se arrepintió al ver que se le aguaban los ojos.

D’autres hommes, ont dit avoir vu des anges, mais moi je t’ai vu toi et cela me suffit. —Pero fue Garreth quien logró que lo mirara y sonriera.

—Ojalá te quedes conmigo para toda la vida. —Fue la respuesta de Narel, Alexander notó que su hermano enrojecía. Frunció más su ceño.

—No te gusta el francés —interrumpió con claro enojo.

—No, pero eso no quiere decir que no sepa algo… Eso fue hermoso, Garreth. Por eso cuando crezcas, serás el amore mio.

—Pero eso es italiano. —Garreth sonrió al mirarla.

—Por eso, yo te hablaré en italiano y tú en francés y viviremos felices para toda la vida.

—Miren, ya llegaron las pizzas. —Alexander abrió las cajas, interponiéndose entre las miradas que se estaban dando su hermano y su amiga.

—¡A comer! ¡A comer! —dijo Nicholas sacando un trozo, sin darse cuenta de nada de lo sucedido.

Alexander se prometió no dejar sola a Narel con Garreth nunca en la vida. Pero se tranquilizó cuando comenzaron a comer, ya que tanto Nicholas como Narel continuaron molestando a Garreth con que estaba hecho un estirado. Él también se unió a eso, hasta que lograron que Garreth volviera a decir alguna tontera como antes, demostrándoles que no era un estirado como decían. Almorzaron entre risas, luego se separaron. Los chicos seguirían con sus clases, mientras que Alexander y Narel ya habían acabado. Ashley no se apareció de nuevo con ellos en todo el día, además estaba viviendo con sus padres y solo iba de vez en cuando al departamento, como habían quedado desde el inicio.

Alexander tomó de la mano a Narel y salieron del instituto, irían a la oficina porque quería mostrarle cómo había quedado. Ya estaba lista y era hora de presentársela. Narel también aprovecharía para hablar con Thomas unos temas de dinero, por los asuntos del pago del departamento, ya que como aún no era mayor de edad a veces tenía problemas para sacar dinero y quería ver otra opción que fuera más fácil. Thomas era su tutor legal en todo sentido, así que debía conversarlo con él.

Caminaron hablando de las clases que tuvieron durante el día, Alexander seguía intentando convencerla de que fuera a las prácticas, pero ella se negaba. Alexander nunca entendería que todo debe cambiar, más aquello que le quitaba el sueño. Quizás si le decía lo que sentía él comprendería… pero cada vez que se le pasaba esa idea por la cabeza, recordaba aquella conversación en Canadá… Alexander nunca debía enterarse de esos sentimientos.

Llegaron al edificio de oficinas y se fueron directo a la de Alexander, saludando a Norma para que después la señora no reclamara que no le avisaban nada. Narel notó que la oficina de su amigo era más pequeña que la de Thomas, pero no tanto. Y también tenía baño privado, hasta con ducha y un pequeño armario. Aun así había algo que no le gustaba, la de Alexander era más apagada que la de Thomas, su amigo no sabía combinar colores. Le gustó ver la colección de figuritas de futbolista en la repisa, ella había contribuido en la compra de varias de esas, se acercó para mirarlas. Grandes jugadores de fútbol estaban allí, de todos los países, de todos los tiempos… Narel tomó la figura de su favorito, el que ella consideraba el mejor de todos, aquel brasileño…

—Sabía que te gustaría eso. —Alexander se paró a su lado, Narel dejó la figura donde antes.

—Está genial. Tu oficina no tiene colores agradables, no me gustan esos grises, pero esto está genial. Tan genial como la repisa de Thomas llena de libros.

—No puedo competir contra eso…

—Claro que no, nunca podrás competir contra eso. —Narel le sonrió y se giró para seguir mirando, notó que Alexander tenía un sillón de tres cuerpos igual que el de Thomas, donde ella se sentaba a leer cuando iba a molestarlo y a veces se dormía esperándolo.

—Como te duermes en el de Thomas, traje uno para que duermas aquí. —Alexander notó que ella se quedaba mirando el sillón—. Mira esto. —Le tomó la mano y la acercó al escritorio.

Narel se dio cuenta que quería que viera las fotografías que había puesto de adorno. Tenía un cuadro grande con fotografías de sus hijos, desde recién nacidos hasta la edad que tenían en ese momento. Otras de sus hermanos, de todos, pero más de su pequeña Leah a quien veían poco. Tenía una sola fotografía con Marianne, que fue la del día en que tuvieron su ceremonia de boda, en la que no se le veía para nada feliz, pero él decía que sí lo estaba. Narel recordó ese día, había sido una ceremonia más que nada simbólica, no fue en iglesia ni nada, solo en el jardín de la casa de los abuelos de Marianne donde dijeron sus votos. Aquel día, menos de una semana después de graduarse del instituto, fue considerado el más triste para ella de los que llevaba de vida. Fue cuando la esperanza de aquel amor no correspondido terminaba de derrumbarse. Aun así se vistió de varón para ser el padrino de Alexander y sonrió durante todo el rato que los acompañó. Todo su interior se derrumbaba, pero su exterior debía brillar más que una estrella por Alexander, por su amigo…

—Mira esta. —Alexander notó que ella se quedó pegada mirando la fotografía de su boda, ese fue el regalo de Marianne para su oficina. Narel miró lo que le enseñaba.

—¡¿De dónde sacaste eso, Alexander Russ?! —Narel intentó quitarle el pequeño cuadro que el mencionado tenía en sus manos, pero este no la dejó, alzándolo. Como la pasaba por más de una cabeza, ella no lo alcanzaba a tomar—. Alexander, devuélveme eso. —El chico se la pasó, ella lo tomó y sacó la fotografía del cuadro, rompiéndola en miles de pedazos, Alexander sonrió.

—Eso solo era una copia, mira aquí tengo otra —le dijo sonriente mientras tomaba otra del cajón y se la enseñaba. Narel arrugó la frente—. Puedes romper todas las copias que quieras, pero sigo teniendo la original.

—Te mataré, Alexander Russ…

—¿Qué tiene de malo? —preguntó de manera inocente al verla enojada, sabía que esa fotografía de ella no le gustaba, apenas tenía dos años y vestía por completo de rosado, hasta la bicicleta que montaba era rosada. Aquella fotografía estaba guardada en el rincón más oscuro de sus tesoros, y él la había robado—. Mira esto. —Alexander encendió la computadora y apareció la foto, en mosaico, como fondo de pantalla.

—-Te mataré, Alexander. Te mataré y te haré picadillo, nadie te reconocerá en la vida. —Narel husmeó en los cajones, buscando hasta la última copia de la fotografía para romperla, y así lo hizo, aunque sabía que Alexander volvería a imprimir más.

—¿Qué pasó? —Alexander dejó la risa al verla romper los papeles, ya que ella se había quedado quieta.

—Esa foto… —Alexander miró, era una fotografía de ellos dos, Narel lo abrazaba por atrás con fuerza y Alexander parecía que estaba siendo ahorcado. Fue tomada por Thomas en el árbol de la casa de campo, aquel había sido el último año en que se divirtieron, luego de eso apareció Marianne y todo fue diferente—. Y las otras… —Narel se dio cuenta que ese sector, junto a la pantalla, tenía fotografías de los dos desde que se conocieron hasta las últimas que se habían tomado. De ellos juntos eran las que más tenía.

—Pensé que te irías a Glasgow… —Alexander susurró mirando las fotografías al igual que Narel—. Necesitaba sentirte cerca…

—Te falta una… —Él la miró, estaba seguro de que había puesto todas las más importantes—. Te falta la que tiene Thomas en su escritorio, la de nuestra graduación…

Alexander se quedó mirándola, era verdad, le faltaba esa fotografía. No la había olvidado, pero no la quería allí. Esa fotografía fue tomada luego que ella le dijera se iba a Glasgow, él estaba triste por ello y quería llorar, pero antes de que Thomas apretara el botón, la abrazó y la besó en la mejilla, así que fue en esa posición en la que salieron. Narel tenía los labios entreabiertos porque no se esperaba eso y Alexander sonreía feliz por tenerla en sus brazos. Aun así no le gustaba esa fotografía, representaba el hecho que estuvo a punto de perderla.

—Iré a hablar con Thomas.

Alexander no la detuvo, había notado que otra vez estaba triste, debió recordar Glasgow… Esperaba que de una vez por todas ya dejara eso atrás. Se dejó caer con pesadez en la silla, miró la pantalla y sonrió al ver la fotografía como fondo. La buscó en donde la tenía guardada y le dio a imprimir, varias copias salieron, tomó una y las otras las guardó, y volvió a dejarla en el cuadro adornando su escritorio. Sonrió, claro que se veía bien allí, se veía más que bien. Ya luego pensaría qué hacer para que Narel dejara de sentirse triste por algo sin importancia como Glasgow.

Norma no le dijo nada cuando llegó y entró a la oficina de Thomas, al parecer ya se había acostumbrado a que ella hiciera lo que quisiera, Narel recordó que una vez la escuchó decir que ni Helen se comportaba de esa manera, pero ella no era Helen y no podía comportarse igual. Thomas estaba al teléfono, lo saludó con la mano y se sentó en el sillón, tomando un libro, el que estaba leyendo cuando iba a la oficina, y se enfrascó en ello. Pensó en el sillón de Alexander, estaba loco si creía que ella iría a dormir allí, si se iba donde Thomas para no tener que verlo por un rato y a él se le ocurrían esas cosas. Se dio cuenta que no había entendido nada de lo leído, así que retomó la lectura.

—¿Qué te trae por aquí? ¿No estabas en clases? —Narel le hizo una seña a Thomas para que se silenciara, quería terminar el capítulo. El mayor rodó los ojos y esperó sentado junto a ella.

—Sí… Estaba en clases, pero es el primer día y solo fueron presentaciones, me fui a almorzar con Garreth y Nick y luego llegó Alexander… Él está en su oficina. —Thomas notó que dijo todo eso casi sin respirar—. Este libro está buenísimo, Thomas, es lo mejor que te has comprado últimamente.

—Me gusta verte feliz, por eso te dejo comprar libros que sé que te gustarán. —Thomas sonrió y meneó la cabeza, Narel rio fuerte, esa repisa estaba allí por ella, casi todos los libros los había comprado ella, por eso a los dos les daba risa que dijera esas cosas.

—Thomas, vine por una cosa del dinero de las cuentas…

—¿Qué pasó? ¿Tuviste problemas otra vez?

—Sí, no sé qué pasa, no me deja simplemente sacar… ¿Puedes hacer algo? Sino moriré de hambre. —Thomas rodó los ojos, nuevamente, por la exagerada que tenía de amiga.

—¿A qué hora tienes clases mañana?

—Tengo un rato libre como a las 11, ¿vengo a esa hora?

—Sí, así vamos a ver qué pasa y solucionamos todo. Sino ya se me ocurrirá algo… Te pasaré una de las tarjetas mientras. —Thomas se levantó y caminó al escritorio.

—¿En serio? —Narel lo siguió, él buscaba unas cosas en los cajones con llave.

—Claro, no son para jugar, pero tú ya sabes eso. Además, tengo acceso a todo lo que tienes, no puedes robarme.

—No lo digo por eso…

—Sé que serás responsable.

—Tampoco es por eso…

—¿Entonces? —Thomas la miró arqueando una ceja, ya tenía lo que buscaba.

—Alexander quiere una tarjeta y me la darás a mí… —Thomas rodó los ojos.

—No te preocupes por eso, yo me encargo de mi hermano. —Le extendió la tarjeta—. Ya sabes la contraseña, es la misma que la mía y esa la conoces demasiado bien.

—Claro, si con esa compro libros y libros. —Recibió lo que le pasaba Thomas—. Gracias, Thomas. No sé qué haría sin ti…

—Vivirías bajo un puente.

—Lo más probable. —Thomas se dio cuenta que guardaba la tarjeta en su billetera mientras caminaba al sillón.

—¿Qué harás ahora?

—Seguir leyendo, obviamente. El libro está buenísimo. —Thomas suspiró, no podía tener un poco de privacidad en ningún momento.

—¿Y por qué no vas a leer a otro lado?

—Tienes aire acondicionado.

—Tengo que trabajar.

—Ni notas que estoy aquí, si ni yo noto mi presencia. Déjame leer.

Thomas suspiró al sentarse, ya nada podía hacer. Narel se había acostado de espalda a leer. En parte tenía razón, cuando se metía en los libros, nadie notaba su presencia y ella ni se percataba de lo que sucedía alrededor. Continuó con lo suyo, quería ganarse un trabajo y estaba a punto de lograrlo, con eso la empresa que tenía con sus hermanos y el padre de Garreth y Leah, se posicionaría de tal manera que prácticamente se mantendría sola. Estaba dando todo de sí para lograrlo. Narel lo admiraba por eso, había terminado el instituto y luego sacó una carrera mientras se hacía cargo de su familia y comenzaba con la empresa. En los estudios le iba más que bien, porque aún le quedaba una que otra asignatura ya que, a pesar de ser casi perfecto, según Narel, seguía siendo humano y se cansaba. Pero se estaba esforzando al máximo con todo. Thomas notó que Narel se había dormido leyendo, no hizo nada por despertarla, simplemente la dejó. Tampoco podía hacer mucho más, todos ellos sabían que estaba triste y que se esforzaba por ya superar lo sucedido. Aunque Thomas sabía que lo que más la afectaba era lo sucedido en Canadá, Glasgow ya estaba superado porque podía ir en cualquier otro momento, pero Canadá le dolía en el corazón y solo con él y Helen podía hablar de aquello. Sabía que también por eso se la pasaba con ambos. Llamó a Helen para avisarle que llevaría a Narel a cenar, luego de eso siguió trabajando.

Alexander entró al rato después, Thomas le hizo una seña para que guardara silencio y le indicó con la mano que Narel dormía en el sillón. El recién llegado frunció el ceño y caminó donde ella, le sacó el libro de la cara y le acomodó los rizos tras la oreja.

—No te preocupes, yo la llevaré a casa —le dijo Thomas al ver que su hermano se quedaba observándola—. Vete tranquilo.

—Pero… —Alexander lo miró—. La llevaría a tomar helado…

—Tienes que buscar otra táctica, no irá a las prácticas solo por el helado, ya creció.

—Se me acaban las ideas… —Thomas sonrió, su hermano se desesperaba por tonteras.

—No exageres, Alexander, solo es fútbol… Solo son prácticas…

—Tú tampoco lo entiendes, Thomas. —Alexander se sentó en la silla frente a su hermano—. Es para que se distraiga y piense en otra cosa que no sea Glasgow… Ya no quiero seguir viéndola triste por eso…

—¿Y no has pensado que la mejor solución para eso es que la dejes vivir su vida? —Thomas miró a su hermano fruncir el ceño.

—Yo la dejo vivir su vida, que la cuide no quiere decir que no la deje vivir. No se me olvida lo que pasó con la moto. —Thomas continuó mirándolo fijamente, si lo decía de esa manera lo entendía perfectamente, por suerte no sabía de lo sucedido en Canadá.

—Ve a casa, ve a jugar con tus hijos, ve a ver a Marianne. distráete con ellos, ya se te ocurrirá algo. —Thomas notó que el cuerpo de Alexander se tensaba al mencionar a Marianne—. Yo me encargo de Nar.

—Bien, bien… —Se puso de pie y la miró dormir—. Le dices que me avise cuando llegue al departamento.

—Claro. Nos vemos mañana.

Alexander salió cerrando tras de sí. Lo más probable era que Narel no se fuera al departamento esa noche, Thomas la llevaría a cenar a su casa y allí se quedaría jugando con Elijah, Nicholas y Garreth. Ahora que ya estaba viviendo en su nueva casa, sus hermanos menores se fueron con él y Alexander con su familia se quedaron en el departamento hasta nuevo aviso. Thomas y Helen decidieron que sería bueno para Alexander y Marianne que se hicieran cargo de sus cosas, para ver cómo les funcionaba todo, no podían estar toda la vida bajo la sombra de los mayores. Aunque por lo que le decía Alexander a Thomas, pasaban gran parte del tiempo con los padres de Marianne y eso lo aburría. Pero ya no era problema de Thomas, el único problema que él tenía era sacar la empresa adelante, y en eso estaba.

Aquella noche, tal y como lo pensó el mayor, Narel se quedó a dormir con sus hermanos menores. Olvidando que debía avisarle a Alexander que estaba en casa.


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