Capítulo V: «El inicio del primer año».
Siempre le
dijeron que el primer día sería algo inolvidable, pero hasta ese momento no se
sentía nada por el estilo. Ninguno de los tres. La verdad es que no hubo mucho
cambio, llegaron a la conclusión de que era por el hecho que la universidad
pertenecía al mismo complejo del instituto y ya habían estado allí muchas veces
antes de graduarse. La mayoría de las asignaturas las compartían entre los
tres, tendrían clases, prácticamente, todos los días juntos, pero había otras
en que estaban los tres por separado y algunas en que solo coincidían las
chicas. Y una, tristemente por Alexander, solo una la compartía con Narel sin
Ashley.
Aquel
primer día, más que otra cosa, solo fueron a adaptarse y conocer. En parte
también por eso fue aburrido. Cuando les tocó la clase en que Alexander se
separaría de ella, las chicas terminaron antes y se fueron a dar una vuelta por
el instituto, Ashley tenía ganas de ver a unas amigas de grados inferiores y Narel
aprovecharía de ir a ver a Nicholas, quien le hizo prometer pasaría en algún
momento, y para saber cómo iba Garreth. Los encontró a ambos en la cancha.
—¿Qué
hacen? —les preguntó, los chicos no la habían visto y ambos se pusieron de pie
para saludarla.
—Mirábamos
el juego —contestó Nicholas, al abrazarla.
—¿Y Alex? —Garreth
la abrazó luego de que Nicholas la soltara.
—No lo sé,
en clases quizás… Vine con Ashley que fue a ver a unas amigas. Vamos a tomar
helado.
Los tres se
fueron a la cafetería, Nicholas le tomó la mano —más que nada por costumbre, ya
que Narel siempre lo llevaba de la mano por ser solo un niño para ella—. Garreth,
en cambio, solo caminó al lado de ellos. Narel había notado, cuando lo
recogieron en el aeropuerto, que estaba más maduro que la última vez que lo
vio, a pesar de que no había pasado un año de eso. Aun así le dejó una mano en
el hombro, medio abrazándolo. Garreth la miró y le sonrió, Narel sabía que solo
le faltaba volver a tomar confianza, ella no sabía cómo lo educaban en donde
vivía. Estaba acostumbrada a Thomas, Alexander y Nicholas, pero Garreth y Leah
se la pasaban más con su padre en Francia, sobre todo desde hace dos años, que
apenas pisaban suelo londinense algunas pocas semanas en el año. Era su madre
la que se iba a Francia. Por eso Nicholas quedaba a cargo de Thomas y Helen,
aunque él prefería que así fuera, según lo que le contó a Narel, no le gustaba
Francia. Aunque dijo que la llevaría y soportaría todo eso que no le gustaba
solo por ella.
—¿A qué
hora salen hoy? —Narel les preguntó, estaban sentados en la cafetería tomando
helado, ya casi era hora de almuerzo y los chicos estaban afuera porque eran
los primeros días y no harían mucho, en realidad.
—A la hora normal
—dijo Nicholas—. ¿Almorzarás con nosotros?
—Claro,
aunque ya nos tomamos el postre. —Le sonrió a ambos—. Garreth, ¿te acostumbras?
—Claro que
sí, no es que me fuera por mucho tiempo y el idioma solo es práctica.
—¿Te
gustaría venir a estudiar aquí este otro año? ¿Cuándo empieces la universidad?
—No lo sé
aún, sé lo que quiero estudiar, pero no sé dónde… me gusta estar con mi hermana
y mi madre…
—Pero ellas
pueden volver aquí… Nick, ¿tú no las extrañas?
—¿Eh? —Pero
el mencionado estaba pendiente de tomar helado, que ni en cuenta tenía la
conversación de su hermano con su amiga.
—Nada,
nada… olvídalo, sigue traga que traga. —Garreth sonrió, Narel lo miró
divertida—. Es raro verte tan caballero…
—¿Por qué?
—Garreth la miró sonriente.
—Porque
estaba acostumbrada a jugar contigo, a pelear en la tierra, a lanzarnos nieve
cuando hay, a pelear en la piscina…
—A cazar
lagartijas. —Narel miró a Nicholas, que había hablado, y asintió.
—Nos
divertíamos, ahora pareces un estirado…
—Como Thomas…
—Nicholas estaba adornando la conversación con las palabras precisas, Narel
asentía.
—Sí,
exacto, como Thomas…
—No soy
como Thomas —reclamó Garreth cruzándose de brazos.
—Claro que
sí, te volviste aburrido como Thomas. —Nicholas fue el que siguió reclamando—.
Cuando fui a Francia ni jugamos ni nada, no hicimos nada divertido, te la
pasaste leyendo y con tu padre y me ignoraste todo el tiempo…
—Porque ya
no puedo estar jugando a todo, Nick. Ahora ya tengo responsabilidades.
—¿Responsabilidades
de qué? —preguntó Narel mirándolo, Garreth le devolvió la mirada—. Solo eres un
niño, no puedes tener tantas responsabilidades.
—Pero yo sí
las tengo…
—Garreth,
entiendo que Thomas sea un estirado, apenas tenía dieciocho cuando fue papá y
se tuvo que hacer cargo de muchas cosas mientras estudiaba, y aún lo sigue
haciendo y yo creo que es el mejor ejemplo que cualquiera puede tener. —Nicholas
asintió, a pesar de ser un niño y de no entender mucho cuando pasó todo
aquello, él tenía a Thomas como referencia de padre, ya que el de ellos no se
preocupó nunca por ninguno—. Entiendo a Alex porque fue un tonto que tuvo a Joshua
con apenas quince años… ¿Pero tú? Tú no vas a seguir esos pasos, y mucho menos
tú, Nicholas Russ. Mucho menos tú. —Nicholas se atoró al escuchar su nombre
completo, negando rápidamente con la cabeza—. Solo eres un niño y tenemos que divertirnos…
—Yo haré la
misma promesa que tú, Nar.
—¿También
te pondrás un arete? —Garreth le preguntó, imaginando la cara de Thomas si
Nicholas se apareciera con un arete.
—Por
supuesto que sí. —Narel sonrió, no por las ocurrencias del niño, sino que por
ese perfecto acento británico que a veces le salía de la nada.
—Solo vamos
a divertirnos.
—¿Divertirnos
con qué? —Narel dio un brinco al escuchar a Alexander tras ellos—. ¿Qué le
estás diciendo a mis hermanos?
—Que nos
vamos a divertir… —Alexander tomó una silla y se sentó entre Narel y Garreth,
separándolos.
—Ustedes no
harán nada, Thomas le prometió al padre de Garreth que no se saldrían de su
horario para que no perdiera sus clases en las que está.
—Tú no te
metas, Alexander. Esto es entre ellos y yo.
—Le diré a Thomas
que le estás enseñando cosas raras a Garreth, así como lo hiciste con Nick. —Su
amigo la miró, Narel frunció el ceño.
—Yo no le
he enseñado nada raro a Nick…
—¿Estás
segura? —Narel fijó su vista en Garreth por aquella interrupción—. Nick acaba
de decir que se pondrá un arete como tú.
—¿Qué?
—Alexander miró a su hermano pequeño—. Thomas te matará si haces eso y a ti por
darle esas ideas. —Terminó mirando a Narel.
—No es…
—Me pondré
mi areta de la promesa y ninguno de ustedes lo impedirá. —Nicholas interrumpió
el hablar del Narel, los demás lo miraron—. No tendré hijos hasta el
matrimonio, como Nar.
—¿Estás
hablando de la promesa de la pureza? —preguntó Alexander con una sonrisa.
—Sí, como
Nar, haré mi promesa de la pureza.
—Tú no
tienes permiso de quitarte ese arete hasta el día en que mueras. —Narel frunció
el ceño al escuchar aquello de Alexander como si fuera una orden—. Y tú
—continuó mirando a su hermano—, hablaremos de eso cuando seas más grande.
—Te lo
dije, Garreth. Todo es más divertido cuando no está Alexander, él siempre
arruina todo. —Pero fue Nicholas el que rompió la pelea, ganándose una mirada
de odio por parte de su hermano mayor, una sonrisa por parte de Narel y un Garreth
que lo miraba un poco extrañado por lo sucedido.
—¿Qué dicen
si mejor almorzamos? —Narel se puso de pie—. Iré
a pedir hamburguesas para todos.
—Pero yo
quiero pizza. —Nicholas reclamó—. Yo quiero pizza.
—Yo también
quiero pizza. —Le siguió Garreth—. Si no es mucha la molestia —añadió,
provocando una sonrisa en Narel.
—Bien,
bien, será pizza entonces… No, tú no tienes derecho a decidir —dijo mirando a Alexander
antes que hablara, logrando que frunciera más su ceño.
—Iré
contigo a pedir… —Alexander se puso de pie y la miró.
—Bien… —Fue
lo único que dijo y caminaron para pedir el comestible—. Es verdad lo que dije,
no tienes permiso de quitarte ese arete hasta el día en que mueras.
—Déjame en
paz.
—Nar se ve
triste, ¿verdad, Nick? —Garreth preguntó aprovechando que estaban solos, pero
siguiendo con la mirada a los dos que se fueron, Alexander le tomaba el arete a
Narel y ella, por la mirada que le dio, se enojó y lo golpeó. Alexander frunció
el ceño y continuaron caminando.
—Hoy
empezaron las clases en Glasgow también, ella hubiera estado allí… Está triste
por eso, a mí me gusta que se quedara, pero no la quiero ver triste por eso. Alexander
es un pesado, pero al menos no la deja llorar.
—¿Y tú qué
haces por ella?
—¿Yo?
—preguntó Nicholas sorprendido—. Yo me voy a casar con ella.
Garreth
sonrió, su hermano era inocente, por eso se llevaba bien con Narel. Pero él
tenía más edad y entendía mejor las cosas, además había crecido en otro lugar
muy diferente a lo que tenían sus hermanos. Dudaba mucho que Alexander dejara
que eso pasara, primero muerto a dejar que Narel se casara, eso era más que
seguro. Garreth no sabía si Nicholas notaba que Alexander sentía algo diferente
por su amiga, pero estaba seguro de que Thomas se daba cuenta, por eso muchas
veces prefería tenerlos separados. Alexander había sido un bobo, no porque Marianne
tuviera algo malo, en realidad le agradaba mucho y su madre siempre hablaba
bien de ella, pero se le veía mejor con Narel, con ella él brillaba.
—No iré, Alexander,
ya te lo dije. —Y la voz de Narel lo trajo a la realidad de sus pensamientos.
Ella se sentaba donde antes.
—Será lo
mismo que cuando estudiábamos aquí, solo que será en la cancha de la
universidad…
—No me
interesan tus prácticas de fútbol, tengo muchas cosas que hacer los sábados…
—Es verdad.
—Nicholas se unió a la pelea, ambos chicos lo miraron—. Iremos al cine todos
los sábados ¿verdad, Nar?
—Vendrá a
mis prácticas los sábados —dijo Alexander en tono de orden, mirando a su
hermano—. Tienes que venir, para que todo sea igual que antes… —añadió al
mirarla.
—Yo no
quería que todo fuera como antes. Yo me quería ir a Glasgow. —Y Garreth lo
notó, eso era lo que tenía, estaba triste por Glasgow, tal y como lo dijo Nicholas,
esperaba que Alexander arreglara las cosas.
—Ya deja de
pensar en Glasgow, ya no te fuiste y ya no te irás. —Garreth suspiró, su
hermano era un estúpido. Nicholas se le quedó mirando con la boca abierta, de
seguro Narel lloraría por eso. Alexander medio se arrepintió al ver que se le
aguaban los ojos.
—D’autres hommes, ont dit avoir vu
des anges, mais moi je t’ai vu toi et cela me suffit. —Pero fue Garreth
quien logró que lo mirara y sonriera.
—Ojalá te
quedes conmigo para toda la vida. —Fue la respuesta de Narel, Alexander notó
que su hermano enrojecía. Frunció más su ceño.
—No te
gusta el francés —interrumpió con claro enojo.
—No, pero
eso no quiere decir que no sepa algo… Eso fue hermoso, Garreth. Por eso cuando
crezcas, serás el amore mio.
—Pero eso
es italiano. —Garreth sonrió al mirarla.
—Por eso,
yo te hablaré en italiano y tú en francés y viviremos felices para toda la
vida.
—Miren, ya
llegaron las pizzas. —Alexander abrió las cajas, interponiéndose entre las
miradas que se estaban dando su hermano y su amiga.
—¡A comer!
¡A comer! —dijo Nicholas sacando un trozo, sin darse cuenta de nada de lo
sucedido.
Alexander
se prometió no dejar sola a Narel con Garreth nunca en la vida. Pero se
tranquilizó cuando comenzaron a comer, ya que tanto Nicholas como Narel
continuaron molestando a Garreth con que estaba hecho un estirado. Él también
se unió a eso, hasta que lograron que Garreth volviera a decir alguna tontera
como antes, demostrándoles que no era un estirado como decían. Almorzaron entre
risas, luego se separaron. Los chicos seguirían con sus clases, mientras que Alexander
y Narel ya habían acabado. Ashley no se apareció de nuevo con ellos en todo el
día, además estaba viviendo con sus padres y solo iba de vez en cuando al
departamento, como habían quedado desde el inicio.
Alexander
tomó de la mano a Narel y salieron del instituto, irían a la oficina porque
quería mostrarle cómo había quedado. Ya estaba lista y era hora de presentársela.
Narel también aprovecharía para hablar con Thomas unos temas de dinero, por los
asuntos del pago del departamento, ya que como aún no era mayor de edad a veces
tenía problemas para sacar dinero y quería ver otra opción que fuera más fácil.
Thomas era su tutor legal en todo sentido, así que debía conversarlo con él.
Caminaron hablando
de las clases que tuvieron durante el día, Alexander seguía intentando
convencerla de que fuera a las prácticas, pero ella se negaba. Alexander nunca
entendería que todo debe cambiar, más aquello que le quitaba el sueño. Quizás
si le decía lo que sentía él comprendería… pero cada vez que se le pasaba esa
idea por la cabeza, recordaba aquella conversación en Canadá… Alexander nunca
debía enterarse de esos sentimientos.
Llegaron al
edificio de oficinas y se fueron directo a la de Alexander, saludando a Norma
para que después la señora no reclamara que no le avisaban nada. Narel notó que
la oficina de su amigo era más pequeña que la de Thomas, pero no tanto. Y
también tenía baño privado, hasta con ducha y un pequeño armario. Aun así había
algo que no le gustaba, la de Alexander era más apagada que la de Thomas, su
amigo no sabía combinar colores. Le gustó ver la colección de figuritas de
futbolista en la repisa, ella había contribuido en la compra de varias de esas,
se acercó para mirarlas. Grandes jugadores de fútbol estaban allí, de todos los
países, de todos los tiempos… Narel tomó la figura de su favorito, el que ella
consideraba el mejor de todos, aquel brasileño…
—Sabía que
te gustaría eso. —Alexander se paró a su lado, Narel dejó la figura donde
antes.
—Está genial.
Tu oficina no tiene colores agradables, no me gustan esos grises, pero esto
está genial. Tan genial como la repisa de Thomas llena de libros.
—No puedo
competir contra eso…
—Claro que
no, nunca podrás competir contra eso. —Narel le sonrió y se giró para seguir
mirando, notó que Alexander tenía un sillón de tres cuerpos igual que el de Thomas,
donde ella se sentaba a leer cuando iba a molestarlo y a veces se dormía
esperándolo.
—Como te
duermes en el de Thomas, traje uno para que duermas aquí. —Alexander notó que
ella se quedaba mirando el sillón—. Mira esto. —Le tomó la mano y la acercó al
escritorio.
Narel se
dio cuenta que quería que viera las fotografías que había puesto de adorno.
Tenía un cuadro grande con fotografías de sus hijos, desde recién nacidos hasta
la edad que tenían en ese momento. Otras de sus hermanos, de todos, pero más de
su pequeña Leah a quien veían poco. Tenía una sola fotografía con Marianne, que
fue la del día en que tuvieron su ceremonia de boda, en la que no se le veía
para nada feliz, pero él decía que sí lo estaba. Narel recordó ese día, había
sido una ceremonia más que nada simbólica, no fue en iglesia ni nada, solo en
el jardín de la casa de los abuelos de Marianne donde dijeron sus votos. Aquel
día, menos de una semana después de graduarse del instituto, fue considerado el
más triste para ella de los que llevaba de vida. Fue cuando la esperanza de
aquel amor no correspondido terminaba de derrumbarse. Aun así se vistió de
varón para ser el padrino de Alexander y sonrió durante todo el rato que los
acompañó. Todo su interior se derrumbaba, pero su exterior debía brillar más
que una estrella por Alexander, por su amigo…
—Mira esta.
—Alexander notó que ella se quedó pegada mirando la fotografía de su boda, ese
fue el regalo de Marianne para su oficina. Narel miró lo que le enseñaba.
—¡¿De dónde
sacaste eso, Alexander Russ?! —Narel intentó quitarle el pequeño cuadro que el
mencionado tenía en sus manos, pero este no la dejó, alzándolo. Como la pasaba
por más de una cabeza, ella no lo alcanzaba a tomar—. Alexander, devuélveme
eso. —El chico se la pasó, ella lo tomó y sacó la fotografía del cuadro,
rompiéndola en miles de pedazos, Alexander sonrió.
—Eso solo
era una copia, mira aquí tengo otra —le dijo sonriente mientras tomaba otra del
cajón y se la enseñaba. Narel arrugó la frente—. Puedes romper todas las copias
que quieras, pero sigo teniendo la original.
—Te mataré,
Alexander Russ…
—¿Qué tiene
de malo? —preguntó de manera inocente al verla enojada, sabía que esa fotografía
de ella no le gustaba, apenas tenía dos años y vestía por completo de rosado,
hasta la bicicleta que montaba era rosada. Aquella fotografía estaba guardada
en el rincón más oscuro de sus tesoros, y él la había robado—. Mira esto. —Alexander
encendió la computadora y apareció la foto, en mosaico, como fondo de pantalla.
—-Te
mataré, Alexander. Te mataré y te haré picadillo, nadie te reconocerá en la
vida. —Narel husmeó en los cajones, buscando hasta la última copia de la
fotografía para romperla, y así lo hizo, aunque sabía que Alexander volvería a
imprimir más.
—¿Qué pasó?
—Alexander dejó la risa al verla romper los papeles, ya que ella se había
quedado quieta.
—Esa foto…
—Alexander miró, era una fotografía de ellos dos, Narel lo abrazaba por atrás
con fuerza y Alexander parecía que estaba siendo ahorcado. Fue tomada por Thomas
en el árbol de la casa de campo, aquel había sido el último año en que se
divirtieron, luego de eso apareció Marianne y todo fue diferente—. Y las otras…
—Narel se dio cuenta que ese sector, junto a la pantalla, tenía fotografías de
los dos desde que se conocieron hasta las últimas que se habían tomado. De
ellos juntos eran las que más tenía.
—Pensé que
te irías a Glasgow… —Alexander susurró mirando las fotografías al igual que Narel—.
Necesitaba sentirte cerca…
—Te falta
una… —Él la miró, estaba seguro de que había puesto todas las más importantes—.
Te falta la que tiene Thomas en su escritorio, la de nuestra graduación…
Alexander
se quedó mirándola, era verdad, le faltaba esa fotografía. No la había
olvidado, pero no la quería allí. Esa fotografía fue tomada luego que ella le
dijera se iba a Glasgow, él estaba triste por ello y quería llorar, pero antes
de que Thomas apretara el botón, la abrazó y la besó en la mejilla, así que fue
en esa posición en la que salieron. Narel tenía los labios entreabiertos porque
no se esperaba eso y Alexander sonreía feliz por tenerla en sus brazos. Aun así
no le gustaba esa fotografía, representaba el hecho que estuvo a punto de
perderla.
—Iré a
hablar con Thomas.
Alexander
no la detuvo, había notado que otra vez estaba triste, debió recordar Glasgow…
Esperaba que de una vez por todas ya dejara eso atrás. Se dejó caer con pesadez
en la silla, miró la pantalla y sonrió al ver la fotografía como fondo. La
buscó en donde la tenía guardada y le dio a imprimir, varias copias salieron,
tomó una y las otras las guardó, y volvió a dejarla en el cuadro adornando su
escritorio. Sonrió, claro que se veía bien allí, se veía más que bien. Ya luego
pensaría qué hacer para que Narel dejara de sentirse triste por algo sin
importancia como Glasgow.
Norma no le
dijo nada cuando llegó y entró a la oficina de Thomas, al parecer ya se había
acostumbrado a que ella hiciera lo que quisiera, Narel recordó que una vez la
escuchó decir que ni Helen se comportaba de esa manera, pero ella no era Helen
y no podía comportarse igual. Thomas estaba al teléfono, lo saludó con la mano
y se sentó en el sillón, tomando un libro, el que estaba leyendo cuando iba a
la oficina, y se enfrascó en ello. Pensó en el sillón de Alexander, estaba loco
si creía que ella iría a dormir allí, si se iba donde Thomas para no tener que
verlo por un rato y a él se le ocurrían esas cosas. Se dio cuenta que no había
entendido nada de lo leído, así que retomó la lectura.
—¿Qué te
trae por aquí? ¿No estabas en clases? —Narel le hizo una seña a Thomas para que
se silenciara, quería terminar el capítulo. El mayor rodó los ojos y esperó
sentado junto a ella.
—Sí… Estaba
en clases, pero es el primer día y solo fueron presentaciones, me fui a
almorzar con Garreth y Nick y luego llegó Alexander… Él está en su oficina. —Thomas
notó que dijo todo eso casi sin respirar—. Este libro está buenísimo, Thomas,
es lo mejor que te has comprado últimamente.
—Me gusta
verte feliz, por eso te dejo comprar libros que sé que te gustarán. —Thomas
sonrió y meneó la cabeza, Narel rio fuerte, esa repisa estaba allí por ella,
casi todos los libros los había comprado ella, por eso a los dos les daba risa
que dijera esas cosas.
—Thomas,
vine por una cosa del dinero de las cuentas…
—¿Qué pasó?
¿Tuviste problemas otra vez?
—Sí, no sé
qué pasa, no me deja simplemente sacar… ¿Puedes hacer algo? Sino moriré de
hambre. —Thomas rodó los ojos, nuevamente, por la exagerada que tenía de amiga.
—¿A qué
hora tienes clases mañana?
—Tengo un
rato libre como a las 11, ¿vengo a esa hora?
—Sí, así
vamos a ver qué pasa y solucionamos todo. Sino ya se me ocurrirá algo… Te
pasaré una de las tarjetas mientras. —Thomas se levantó y caminó al escritorio.
—¿En serio?
—Narel lo siguió, él buscaba unas cosas en los cajones con llave.
—Claro, no
son para jugar, pero tú ya sabes eso. Además, tengo acceso a todo lo que
tienes, no puedes robarme.
—No lo digo
por eso…
—Sé que
serás responsable.
—Tampoco es
por eso…
—¿Entonces?
—Thomas la miró arqueando una ceja, ya tenía lo que buscaba.
—Alexander
quiere una tarjeta y me la darás a mí… —Thomas rodó los ojos.
—No te
preocupes por eso, yo me encargo de mi hermano. —Le extendió la tarjeta—. Ya
sabes la contraseña, es la misma que la mía y esa la conoces demasiado bien.
—Claro, si
con esa compro libros y libros. —Recibió lo que le pasaba Thomas—. Gracias, Thomas.
No sé qué haría sin ti…
—Vivirías
bajo un puente.
—Lo más
probable. —Thomas se dio cuenta que guardaba la tarjeta en su billetera
mientras caminaba al sillón.
—¿Qué harás
ahora?
—Seguir
leyendo, obviamente. El libro está buenísimo. —Thomas suspiró, no podía tener
un poco de privacidad en ningún momento.
—¿Y por qué
no vas a leer a otro lado?
—Tienes
aire acondicionado.
—Tengo que
trabajar.
—Ni notas
que estoy aquí, si ni yo noto mi presencia. Déjame leer.
Thomas
suspiró al sentarse, ya nada podía hacer. Narel se había acostado de espalda a
leer. En parte tenía razón, cuando se metía en los libros, nadie notaba su
presencia y ella ni se percataba de lo que sucedía alrededor. Continuó con lo
suyo, quería ganarse un trabajo y estaba a punto de lograrlo, con eso la
empresa que tenía con sus hermanos y el padre de Garreth y Leah, se
posicionaría de tal manera que prácticamente se mantendría sola. Estaba dando
todo de sí para lograrlo. Narel lo admiraba por eso, había terminado el
instituto y luego sacó una carrera mientras se hacía cargo de su familia y
comenzaba con la empresa. En los estudios le iba más que bien, porque aún le
quedaba una que otra asignatura ya que, a pesar de ser casi perfecto, según Narel,
seguía siendo humano y se cansaba. Pero se estaba esforzando al máximo con
todo. Thomas notó que Narel se había dormido leyendo, no hizo nada por
despertarla, simplemente la dejó. Tampoco podía hacer mucho más, todos ellos
sabían que estaba triste y que se esforzaba por ya superar lo sucedido. Aunque Thomas
sabía que lo que más la afectaba era lo sucedido en Canadá, Glasgow ya estaba
superado porque podía ir en cualquier otro momento, pero Canadá le dolía en el
corazón y solo con él y Helen podía hablar de aquello. Sabía que también por
eso se la pasaba con ambos. Llamó a Helen para avisarle que llevaría a Narel a
cenar, luego de eso siguió trabajando.
Alexander
entró al rato después, Thomas le hizo una seña para que guardara silencio y le
indicó con la mano que Narel dormía en el sillón. El recién llegado frunció el
ceño y caminó donde ella, le sacó el libro de la cara y le acomodó los rizos
tras la oreja.
—No te
preocupes, yo la llevaré a casa —le dijo Thomas al ver que su hermano se
quedaba observándola—. Vete tranquilo.
—Pero… —Alexander
lo miró—. La llevaría a tomar helado…
—Tienes que
buscar otra táctica, no irá a las prácticas solo por el helado, ya creció.
—Se me
acaban las ideas… —Thomas sonrió, su hermano se desesperaba por tonteras.
—No
exageres, Alexander, solo es fútbol… Solo son prácticas…
—Tú tampoco
lo entiendes, Thomas. —Alexander se sentó en la silla frente a su hermano—. Es
para que se distraiga y piense en otra cosa que no sea Glasgow… Ya no quiero
seguir viéndola triste por eso…
—¿Y no has
pensado que la mejor solución para eso es que la dejes vivir su vida? —Thomas
miró a su hermano fruncir el ceño.
—Yo la dejo
vivir su vida, que la cuide no quiere decir que no la deje vivir. No se me
olvida lo que pasó con la moto. —Thomas continuó mirándolo fijamente, si lo
decía de esa manera lo entendía perfectamente, por suerte no sabía de lo
sucedido en Canadá.
—Ve a casa,
ve a jugar con tus hijos, ve a ver a Marianne. distráete con ellos, ya se te
ocurrirá algo. —Thomas notó que el cuerpo de Alexander se tensaba al mencionar
a Marianne—. Yo me encargo de Nar.
—Bien,
bien… —Se puso de pie y la miró dormir—. Le dices que me avise cuando llegue al
departamento.
—Claro. Nos
vemos mañana.
Alexander
salió cerrando tras de sí. Lo más probable era que Narel no se fuera al
departamento esa noche, Thomas la llevaría a cenar a su casa y allí se quedaría
jugando con Elijah, Nicholas y Garreth. Ahora que ya estaba viviendo en su
nueva casa, sus hermanos menores se fueron con él y Alexander con su familia se
quedaron en el departamento hasta nuevo aviso. Thomas y Helen decidieron que
sería bueno para Alexander y Marianne que se hicieran cargo de sus cosas, para
ver cómo les funcionaba todo, no podían estar toda la vida bajo la sombra de
los mayores. Aunque por lo que le decía Alexander a Thomas, pasaban gran parte
del tiempo con los padres de Marianne y eso lo aburría. Pero ya no era problema
de Thomas, el único problema que él tenía era sacar la empresa adelante, y en
eso estaba.
Aquella
noche, tal y como lo pensó el mayor, Narel se quedó a dormir con sus hermanos
menores. Olvidando que debía avisarle a Alexander que estaba en casa.
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