Alexander sabía que aquello que haría estaba mal, muy mal, pero ¿qué más podía hacer? En realidad, sí era posible algo más y eso era dejarla ir, pero no quería, esa no era una posibilidad para él. Ya había conversado con ella, con Thomas, con todos… Pero las respuestas ninguna era satisfactoria para él… Él simplemente quería que alguien le dijera que estaba bien que no quisiera que se fuera y que se quedara en Londres estudiando, con él… o más bien no con él, pero en la misma universidad.
Estaba
fastidiado de todo mientras miraba por la ventana del departamento en donde
vivía con Thomas, tenía pensado que, una vez terminados sus estudios
universitarios, comenzaría con la búsqueda de una casa para su familia, y si
podía antes mucho mejor. Ese era un tema que había hablado con su hermano ya
que los dos querían comprar una casa en lugar de seguir viviendo en
departamentos, a ninguno le agradaba. Sabía que Thomas había estado mirando
unos lugares por las cercanías del Richmond Park, y que no estaba nada de mal…
Le diría que fueran a dar una vuelta.
—Estaría
bien, ¿verdad, princesa? —Alexander cargaba a su pequeña Stephanie, quien ya
tenía poco más de un año encima—. Irnos a vivir a una casa, con patio y de todo
para que jueguen en lugar de un departamento. —La bebé le sonrió, él le besó la
frente y continuó mirando por la ventana.
—Alexander.
—Y justo se aparecía su hermano, como si lo hubiera llamado—. ¿Qué harás el fin
de semana?
—Este fin
de semana es la presentación de los equipos de fútbol en la universidad, quiero
ir a mirar eso.
—Me
gustaría que ya te empieces a meter más en el tema de la empresa, para que
estés al tanto de las cosas luego que te gradúes y ya te hagas cargo de lo que
te corresponde.
—Lo haré, Thomas.
Te lo prometo. —Alexander lo miró, Stephanie le sonrió a su tío, Thomas le
acarició la mejilla—. Sabes que lo haré, que con eso compraré la casa para la
familia…
—Hablando
de eso, ¿te parece si vamos a verla en la tarde? Me dijeron que la de junto a
la que vi está en venta igual, quizás nos podrían conseguir buen precio por
ambas.
—Vamos
entonces, sabes que podré estar estudiando y sacando mi profesión, pero me haré
cargo de lo que me corresponde, por mis hijos.
—Vamos a
ver cómo están y qué podemos hacer…
—¡Thomas!
—Ambos hermanos se giraron a ver al menor, que corría gritando—. Nar ya viene
por mí, acaba de llamarme.
Alexander
volvió a mirar por la ventana, precisamente era eso lo que había estado
esperando, sabía que su mejor amiga iría por su hermano para ir al cine y luego
a comer algo. Él no iría, pero Nicholas tenía las instrucciones bien claras.
—¿Ya estás
listo? —preguntó Thomas mirando a su hermano pequeño—. ¿Llevas todo lo que te
dijo Helen?
—Solo voy
al cine, Thomas…
—Sí, solo
vas al cine, Nicholas. —Alexander se acercó a ellos—. No quiero llamadas
después diciendo que te quieres quedar en casa de Nar o algo parecido.
—Eso no es
problema tuyo, Alexander. Si me molestas no haré nada de lo que dijiste.
—¿Qué le
dijiste que hiciera? —Thomas se acercó a su hermano, Alexander dio la media
vuelta y volvió a la ventana.
—Nada, solo
son ocurrencias de Nick.
—Nicholas…
—Allí viene
Nar —dijo Alexander, pero fue Nicholas quien corrió a la puerta a esperar que
el ascensor se abriera.
—¿Qué estás
tramando, Alexander? —Thomas se detuvo junto a su hermano, que se acercaba a la
puerta.
—Nada, solo
tengo pensado ir contigo a ver las casas…
—Eso
espero, Alexander. Eso espero… —El sonido de las puertas del ascensor al
abrirse, los interrumpió.
—¡Nar! —Nicholas
corrió a su encuentro—. Vamos, vamos, ya estoy listo.
—¿No vas a
dejar que salude a Thomas, Nick? —preguntó riendo, mientras sentía que el
pequeño la jalaba al ascensor.
—Bueno…
pero es que también está Alexander, y sabes cómo es de pesado… —El mencionado
frunció el ceño, Narel lo miró.
—Solo será
un momento, Nick…
—Nicholas.
—Alexander usó su voz de mando, había estado practicando y sonaba más madura.
—Te dije
que es un pesado, Nar.
—Ya lo sé,
pero Thomas no. —Nicholas dejó de jalar, eso lo sabía, su hermano mayor no era
un pesado. Soltó la mano de Narel y la dejó ir a saludar—. Hola, Thomas —dijo y
lo abrazó para besarlo en la mejilla—. ¿Dónde está Helen?
—Cambiando
a Elijah, iremos a dar una vuelta.
—¿A dónde?
—¿A mí no
me saludas? —Alexander se interpuso entre su amiga y su hermano, había sido
mucho de abrazo.
—Hola, Alexander.
¿Cómo amaneces? —Aquello fue con notoria burla, al fin y al cabo, lo primero
que hacía Alexander por las mañanas era mandarle un mensaje saludándola. Se
iría, y si no hacía algo pronto, no podría detenerla—. Hola, pequeñita
preciosa. —Narel le hizo gestos a la bebé de Alexander, la niña sonrió y le
mostró los brazos para que la cargara.
—Vámonos, Nar.
Se nos hace tarde. —Pero Nicholas volvió a jalarla y no pudo tomarla en sus
brazos, les sonrió a los hermanos y movió la mano como despedida. Nicholas se
volvía realmente desesperante cuando les tocaba ir al cine.
—Nick, como
si no nos viéramos nunca —le dijo cuando se cerraron las puertas del ascensor.
—Te irás…
Te irás muy lejos, ya no podré verte como ahora… —El niño la abrazó, Narel se
agachó y lo besó en la cabeza. Nicholas había crecido bastante en el último
tiempo, y cuando la abrazaba, quedaba a la altura de su pecho, por eso Alexander
no dejaba que la abrazara.
—Vendré a
verte…
—Pero no
será como ahora… nada será igual… y vendrás solo cuando no tengas mucha tarea o
exámenes o algo… Quizás no vengas nunca… —Las puertas volvieron a abrirse, Nicholas
la soltó y le tomó la mano, Narel notó que el niño había derramado algunas
lágrimas.
—A ti no te
abandonaré, Nick. A ti nunca te dejaré… —Narel lo abrazó a la altura del
cuello, Nicholas la rodeó por la cintura—. Puedes ir a verme también, vas con Thomas
y se quedan un fin de semana… O más días, no lo sé, pero se pueden quedar…
Glasgow no queda tan lejos.
—Lo sé…
pero es que no será lo mismo, no será lo mismo solo salir y verte y jugar e ir
al cine y todo eso…
—Aún no me
voy, Nick. Todavía estoy aquí. —Narel lo abrazó más fuerte y lo besó en la
cabeza—. Vamos a divertirnos hoy.
Alexander
miraba todo desde la ventana. Le había dicho a ese bobo de su hermano que no la
estuviera abrazando. Frunció el ceño, ya se las pagaría cuando regresaran a
casa. Continuó mirando fijamente mientras Stephanie le jalaba del cabello y
reía por las caras de su padre.
—Papi. —Joshua
lo distrajo de donde miraba al llegar corriendo de las habitaciones a la sala—.
Papi —repitió y se lanzó a los brazos al ver que Alexander se agachaba.
—Alexander.
—Marianne venía tras Joshua—. Josh ya está listo, dame a Steph para vestirla y
podamos ir donde mis padres.
—Iré por la
tarde a ver unas cosas con Thomas —dijo al entregarle a la niña, que se abrazó
a su madre al instante. No le quiso decir que iría a ver las casas porque
quería darle una sorpresa.
—Bueno,
puedes dejarme en casa de mis padres y salir con Thomas. Cuando estés libre
puedes ir por mí. —Marianne le sonrió a su esposo—. No dejes que Josh se
ensucie.
—Está bien
—contestó y tomó a su pequeño en los brazos, volvió a mirar por la ventana,
pero el motivo ya había desaparecido. Bufó y se sentó a mirar televisión para
mantener a su hijo tranquilo.
**********
Hacía
calor, y mucho, aquel verano era uno de los más calurosos que recordaba de los
vividos en Londres… ¿por qué simplemente no tenía frío, lluvia y nieve todo el
año? La vida era un asco. Estaba sentada en su cama divagando, abrazando un
cojín, cuando se dejó caer acostada de espalda, tapándose la cara con lo que
tenía en sus brazos y se quedó lamentando por la horrorosa vida que llevaba.
—¿Por qué
me tienen que pasar estas cosas a mí? —susurró escondiendo lo más que pudo la
cara en el cojín—. ¿Por qué?
El
teléfono, sobre la mesa de noche, comenzó a vibrar de manera incesante. Lo
ignoró. No tenía ganas de hablar con Alexander.
No era
justo, había hecho todo bien, pero allí estaba lamentándose por lo sucedido. No
lo entendía… Se sentó a la orilla de la cama y dejó el cojín a un lado. Agarró
una remera de pabilo, unos pantalones cortos, ropa interior y se metió a la
ducha. El agua fría la calmaría y después iría con Thomas, siempre encontraba
solución a todos sus problemas con él. Fue por eso por lo que cuando terminó de
arreglarse, agarró un pequeño bolso en donde guardó el teléfono, billetera y
llaves, y fue rumbo a las oficinas de los Russ, allí estaría quien buscaba.
No era
necesario avisar, es decir, ella era parte de la familia y Thomas siempre le
había dicho que, si necesitaba algo, simplemente fuera a buscarlo. Y ahora
necesitaba algo… o más bien a alguien… necesitaba conversar con Thomas. Fue por
eso por lo que llegó rápidamente a la oficina, y también porque el calor para
ella era insoportable y sabía que Thomas tenía aire acondicionado.
Saludó a la
secretaria, una señora algo mayor, como si la conociera de toda la vida y giró
el pomo. La señora, atrás, le decía que no podía llegar y entrar porque Thomas
estaba en una llamada importante. Narel solo le sonrió y cerró tras de sí,
dejando a la secretaria con la palabra en la boca. Pero, tal y como indicó la
señora, Thomas estaba al teléfono, le hizo un gesto con la mano en señal de
saludo y se sentó en el sofá de dos cuerpos que había en la oficina, tomó uno
de los tantos libros que tenía Thomas allí y esperó a que se desocupara.
—Debiste
avisar. —Thomas se dejó caer en el sofá junto a ella y le besó la frente,
interrumpiendo la lectura, que al parecer estaba buena porque ni notó que el
mayor había terminado de hablar.
—Dijiste que,
si te necesitaba, viniera, y te necesito.
—No a mí, a
Norma, sabes cómo se pone cuando algo no funciona como quiere.
—Ya tiene
muchos años esa señora, tiene que relajarse un poco. —Thomas le sonrió, Helen
tenía razón cuando le decía que la loca esa llegaba a desordenar todo.
—¿Qué es lo
que sucede?
—Sucede que
hace calor, y tú tienes aire acondicionado.
—Interesada.
—Soy mujer…
—Dime qué
te pasa. Tienes los ojos hinchados, estuviste llorando.
—Puede ser
que estuviera fumando marihuana —le sonrió, Thomas meneó la cabeza.
—Quieres
tener hijos sanos, siempre lo dices, no te meterás porquería al cuerpo.
—Por eso
vine, Thomas. Porque no hay nadie como tú para saber qué me pasa. —Y Thomas lo
supo, no solo había estado llorando, sino que estaba triste y mucho. Se le
notaba porque después de decir aquello, lo abrazó con fuerza para refugiarse en
él y seguir llorando. Él simplemente la dejó, una vez que dejara salir todo
eso, le contaría lo sucedido, y así fue luego de varios minutos—. Thomas… mi
beca fue revocada… La de Glasgow…
—¿Qué? —Thomas
la abrazó fuerte, él sabía muy bien lo que significaba aquello para ella, ya
tenía todo listo y planificado, se iría a estudiar a la universidad de sus
sueños—. Pero… ¿cómo?
—Me
llamaron ayer por la tarde y me dijeron que, por problemas de presupuesto,
habían tenido que cancelar algunos programas, entre ellos el que me gané yo… y
quedé fuera, Thomas. Fuera… —Volvió a echarse a llorar con todas las ganas—.
¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Por qué no me puede resultar algo bien?
—Quédate
tranquila, veremos qué hacer… Haré unas llamadas…
—Llamé a
todos los otros lugares en donde postulé, ya no hay cupo para ninguna, solo
hasta el otro año… La única que queda es…
—Donde irá Alexander.
—Terminó de decir Thomas, eso lo sabía porque su hermano se había encargado de
guardarle un lugar porque tenía la esperanza que ella no se fuera.
—¿Por qué a
él siempre le resulta todo lo que quiere para su vida? ¿Por qué, Thomas? ¿Por
qué?
Thomas no
supo responder frente a eso, él también se lo preguntaba, porque su hermano
tenía una suerte asombrosa. Siempre le terminaba funcionando todo como esperaba,
ninguno de los otros podía decir algo parecido.
—¿Quieres
estudiar este año? —Thomas le preguntó cuando estuvo un poco más calmada.
—Sí, Thomas.
No quiero alargar todo esto tanto, tengo mucho por hacer aún.
—Entonces
inscríbete en donde irá Alexander… Sé que no es lo que quieres, pero al menos
es algo. —Thomas la tomó de los hombros y la miró, le limpió un poco la cara.
—Ya lo
hice. —Narel susurró, Thomas simplemente se quedó mirándola. Si había algo que
le agradaba de ella, era que siempre pensaba en su futuro y como lograr lo que
se proponía—. Iré donde mismo Alexander, como él tanto quería, pero no
estudiaremos lo mismo.
—Eso lo
tengo más que claro…
—Mis padres
ya vendieron la casa, pensando que me iría a Glasgow… —Narel miró un punto
perdido en la camisa de Thomas—. Se supone hay que desocuparla en dos semanas
más, que es cuando viajaría…
—Puedes
quedarte en mi casa…
—Lo sé, Thomas.
Sé que tú me recibes con los brazos abiertos, igual Helen y Nick… pero no
quiero estar con Alexander… Sabes que no…
—¿Qué
tienes en mente?
—Hablaré
con mis papás y le pediré mi parte de la herencia… y…
—¿Y qué? —Thomas
la miró bajar la cabeza y morderse el labio, él sabía que ese gesto solo lo
hacía cuando quería pedir un favor—. Solo dime…
—¿Puedes
pedir un crédito para pagar lo que me falte de un departamento? A mí no me lo
darán, no tengo ni dieciocho cumplidos aún, y tú tienes todo eso y una empresa
y eres tan genial, Thomas.
—Claro que
sí, enana, te ayudaré con todo eso. Pero primero veamos lo de tus ahorros.
—Trabajaré
y estudiaré y pagaré todo, te lo prometo Thomas. De la misma manera que tenía
pensado hacer en Glasgow, lo haré aquí.
—Eso ya lo
sé, pero ahora mi concentración está en ir a inscribirte a la universidad para
que no te quedes sin curso, así que vamos. Ve a lavarte la cara y vamos. —Narel
le sonrió al ponerse de pie y caminó al baño personal que tenía la oficina de Thomas.
Se quedó
unos minutos allí, limpiándose el rastro de llanto y tranquilizándose un poco.
Era tiempo de comenzar con otra etapa de su vida, que no esperaba que fuera
así, pero que no le quedaba de otra más que aceptar y mejorar en el futuro. Con
todo el ánimo posible, suspiró y abrió la puerta.
Alexander
estaba de pie junto a su hermano, ella no escuchó cuando llegó, tampoco le
prestó mucha atención. Él, en cambio, la miró cuando abrió la puerta del baño
de pies a cabeza, es decir, no estaba acostumbrado a verla así fuera de casa,
él no la dejaba salir de esa manera por mucho calor que hiciera, pero entendió
que se estuviera derritiendo, como solía decir siempre su amiga.
—¿Qué haces
aquí? Te estuve llamando…
—Lo siento,
Alexander, estaba ocupada. —Narel caminó donde Thomas—. ¿Vamos?
—Claro,
guardo unas cosas y vamos. —Thomas se acercó a su escritorio para tomar sus
documentos, Alexander fue donde su amiga.
—¿A dónde
vas?
—Thomas me
invitó un helado.
—Yo también
voy.
—¿No tienes
nada mejor que hacer en casa?
—¿Mejor que
un helado? Claro que no.
—Iremos a
que me inscriba en la universidad a la que irás…
—¿Qué? —Alexander
se acercó a ella con una enorme sonrisa—. ¿De verdad? ¿No te irás? —preguntó al
abrazarla.
—No te
pongas tan feliz por ver mis sueños derrumbarse, Alexander. —Narel se separó de
él y caminó a la salida—. Thomas, te espero afuera.
—Un
momento. —Thomas le tomó el brazo a Alexander, que iba tras su amiga—. Si me
entero de que tuviste algo que ver con que ella no pueda ir a Glasgow, te
mataré.
—¿Cómo voy
a tener algo que ver si ni siquiera sé por qué no irá? —Alexander lo miró
frunciendo el ceño—. ¿No es solo porque no quiere irse lejos?
—No quiero
que la estés molestando, Alexander. Estás advertido. —Thomas lo soltó y pasó
por su lado.
—Thomas… —Su
hermano volteó a mirarlo—. Estaba llorando, ¿verdad?
—Nunca la
vi tan triste desde que la conozco.
Thomas lo
miró, tratando de descifrar si su hermano había tenido algo que ver con lo
sucedido, pero no encontró nada. Suspiró y salió de la oficina, acompañaría a Narel
a hacer todos los trámites necesarios para que pudiera estudiar. Alexander, a
su lado, simplemente lo siguió. No dejaría a su amiga sola con su hermano, no
después de verla como andaba. Era más que seguro que Thomas no la cuidaría como
él y andaba mucho loco suelto. Además, aprovecharía el viaje para mirarle las
piernas. De los tres, él único que salió sonriente fue Alexander.
**********
Habían
pasado dos semanas desde que se enteró de que la beca fue revocada. Ya estaba
inscrita en la universidad donde iría Alexander, que era parte del mismo
establecimiento donde habían estudiado todo lo que llevaban de vida. Era el
sueño de su amigo, seguirían juntos —aunque no revueltos— en esa nueva etapa de
sus vidas. Aunque también estaría Ashley, por lo que se enteró cuando se
encontró con ella en el departamento de Thomas, esos días se la pasaba allí,
pues la casa de sus padres tuvo que ser desocupada, ellos se irían a recorrer
Europa en una caravana que se habían comprado y Narel simplemente tenía que
buscar qué hacer. No era algo que le molestara, la verdad es que llevaba
bastante tiempo pensando en vivir sola, sabía que no podría hacer nada antes de
la mayoría de edad, pero desde hace años que hacía una y otra cosa —sobre todo
manualidades— que le generaban algo de dinero. Si bien no era como para vivir
con los lujos que tenía con sus padres, sí le servía para algo y peor era nada.
Sus padres
le dieron la herencia que le correspondía por ser su hija, cuando se enteraron
de lo sucedido en Glasgow, le dijeron que cancelarían la venta de la casa, pero
ella se negó. Cuando les contó que había sido aceptada en Glasgow, sus padres
estuvieron de acuerdo en pasarle su parte de la herencia para que se pudiera ir
acomodando en Escocia, pero con la condición de que haría todo lo posible por
trabajar y estudiar —aunque con preferencia en estudiar—, para que fuera
recuperando lo invertido. Sus padres siempre fueron bien claros con el asunto
de la herencia, se la querían dejar para que la disfrutara viajando y
recorriendo como ellos, no para que se comprara casas o departamentos, eso
debía ganárselos y obtenerlos con su propio esfuerzo.
Aunque
sabían muy bien que su hija hacía diferentes cosas para ir juntando dinero,
aparte de la mesada que ellos le daban, por algo nunca les pidió un centavo
para ir a Canadá o para salir con los Russ. Ellos tenían la confianza de que
haría las cosas bien, como siempre, pero también tenían claro que ya su parte
como padres había terminado —si se puede decir de alguna manera— y querían
recorrer y disfrutar por todos los años trabajados. Narel no tenía ningún
problema con eso, ella prefería estar sola, así que cuando le dijeron que
viajarían por Europa y luego el mundo, ella no pudo más que desearles lo mejor
de la vida.
Thomas
conversó con los padres de Narel, les prometió que estaría al pendiente y se
haría cargo de ella, que la cuidaría y vigilaría. Fue por eso por lo que cuando
escogieron un departamento, no muy grande, pero con lo necesario para ella —según
lo que dijo Thomas, porque él lo encontró y los llevó a visitarlo— y cercano a
los Russ, los padres de Narel le dieron el visto bueno y la dejaron en manos
del mayor. Ellos confiaban en Thomas, no así en Alexander. El mejor amigo de su
hija había dejado de ser una maravilla cuando embarazó a Marianne a sus apenas
quince años, pensaron que podía influenciar en Narel aquellas conductas y
prefirieron mantenerlo lejos. No pudieron, pero se dieron cuenta de que su hija
estaba muy lejos de seguir aquellas costumbres, por eso dejaron de intentarlo. Thomas
también firmó como tutor en la universidad, Narel se sintió adoptada por el
mayor de los Russ y eso, en parte, la hizo sentir felicidad, dentro de todo lo
que la hacía sentir mal.
Sus padres
se fueron aproximadamente un mes antes que ella entrara a la universidad, prácticamente
se fueron a los dos días luego de vendida la casa. El mismo día en que Thomas
la llevó a conocer el departamento. Narel estuvo viviendo con los Russ poco más
de una semana, situación que tenía feliz a Nicholas porque dormía con él, a una
Helen un poco histérica porque decía que esa loca volvía toda la casa en un
desastre al enseñarle travesuras a Elijah, y a un desesperado Alexander porque
todo el tiempo que ella se quedó en el departamento, él se fue con Marianne y
los niños de vacaciones con los padres de ella. Thomas, por otro lado, sentía
paz por aquello.
—Thomas,
¡está genial! —Narel abría las puertas de todas las habitaciones del
departamento, apenas lo estaba conociendo—. Cuando dijiste que era pequeño,
pero con lo necesario, pensé que sería un departamento-estudio. Con apenas una
habitación para todo y un baño. Pero esto. —Giró en medio de la habitación que
daba la impresión de ser la sala de estar—, todo esto está genial. —Narel se
acercó a Thomas y lo abrazó.
—¿Qué
pensabas, que te dejaría viviendo bajo un puente?
—Claro que
no, Thomas. Siempre he sabido que quieres lo mejor para mí, por eso te escucho
siempre y te hago caso en casi todo. —Narel lo soltó—. Esta sala es enorme, me
costará un poco llenarla… apenas tengo una cama y las cosas de mi antigua
habitación, tendré que trabajar mucho.
—Con Helen
te regalaremos unas cosas, en realidad las vamos a reciclar contigo.
—¿Ya está
lista tu casa? —Narel seguía abriendo las puertas de todos los lugares—. Oh,
vaya, esta cocina está espectacular. Está amueblada, no necesitaré pensar en
eso. Como no invitaré a gente, solo compraré una taza, un plato, un tenedor,
una cuchara y un cuchillo. —Thomas se echó a reír.
—Sabes que Nick
ya está haciendo planes para venir a quedarse contigo, ¿verdad?
—Lo tengo
más que claro, pero será cuando pueda mantenerlo, ahora seguirá viviendo bajo
tu jurisdicción. —Narel volteó y volvió a abrazarlo—. Esto que elegiste para mí
está genial, dos habitaciones, dos baños, sala, comedor, cocina… Es casi como
una casa…
—¿Por qué
casi?
—No tiene
patio para cazar lagartijas. —Thomas echó a reír más fuerte, la abrazó y la
besó en la cabeza.
—Ahora esto
es tuyo. —La soltó un poco y le pasó un juego de llaves—. Solo te daré una de
las copias, la otra me la dejaré yo en caso de cualquier emergencia.
—Bien… pero
no tienes permitido pasárselas a Alexander.
—No te
preocupes por eso. Vamos a casa, mañana comenzaremos con el traslado de todo y
pasado te cambias.
—No me
dijiste de tu casa. —Narel salió y llamó al ascensor, el departamento estaba en
el piso diez, Thomas la siguió cerrando tras de sí.
—Está todo
listo, pero no sabemos si nos mudaremos aún. Helen quiere hacer algunos
arreglos antes.
—¿Qué tipo
de arreglos?
—En el
jardín y el patio. —El ascensor llegó, Thomas le hizo un gesto para que ella
pasara primero—. Quiere plantar algunas cosas, como rosales y flores…
—Helen
tiene tan mal gusto. —Narel se cruzó de brazos—. Creo que eres la única cosa
buena que eligió bien.
—¿Cosa?
¿Soy una cosa?
—No seas
delicado, sabes a lo que me refiero. —El mayor sonrió, dejando la mano en la
puerta del ascensor para que Narel pasara al subterráneo, donde se había
estacionado—. Tiene que plantar árboles. Árboles, Thomas. Los árboles dan vida.
—No me
meteré, será su casa…
—Le tienes
miedo a Helen. —Esta vez fue Narel quien se echó a reír y Thomas frunció el
ceño al abrir el auto.
—Claro que
no, pero llegamos al acuerdo. Yo elegí la casa, ella ahora le toca el decorado.
—Ambos subieron y Thomas arrancó.
—Le tienes
miedo… pero no te preocupes, no le diré. —Thomas observó que Narel echaba el
asiento hacia atrás para acostarse.
—Solo
estamos a unos metros y te acuestas, si vinimos en auto solo fue porque antes
fuimos a firmar los papeles.
—Es por el
sol, está muy fuerte y así no me llega. —Thomas meneó la cabeza, Alexander
tenía mucha razón cuando decía que ella tenía respuesta para todo—. Yo le diré
a Helen que tiene que plantar árboles, le regalaré algunos para que no sea tan
huraña con esos de las flores. ¡Flores! Como si sirvieran de algo… —Thomas
sonrió de medio lado—. En las flores no se puede trepar ¿cómo se va a divertir Elijah
así? Helen está loca, ¡loca!
—Si quieres
que reciclemos contigo, no la molestes tanto…
—Bien… pero
igual le diré…
—Alexander
llega hoy… —Thomas notó, al estar en el semáforo, que Narel fruncía el ceño.
—Se debió quedar
hasta que empezaran las clases, ahora no me dejará tranquila.
Thomas le
revolvió el cabello, habían llegado ya al subterráneo del edificio donde estaba
el departamento de los Russ, descendieron y fueron al ascensor. Narel había
sacado bien las cuentas: del departamento de Thomas al de ella había
aproximadamente veinte minutos de viaje caminando. Del departamento de ella a
la universidad, era como treinta minutos caminando, y desde el departamento de
ella hasta la nueva casa de Thomas, había aproximadamente quince minutos
caminando. Sabía que a los Russ les gustaba estar todos cerca, pero a veces
exageraban con eso. De todas maneras, no le molestó, si pasaba algo solo le
bastaba caminar.
**********
—¿Ya le
dijiste a Alexander? —Ashley estaba acostada sobre la cama mirando al cielo, se
encontraban en la habitación de Nicholas, supuestamente ayudando a Narel a
terminar de empacar, pero solo se había dedicado a hablar.
—No tengo
por qué decirle todo a él. —Narel continuó metiendo ropa en una mochila—.
Siempre le sale todo bien, todo. No quiero que empiece con las tonteras que no
puedo ir y le salga todo bien, como siempre.
—Te irás a
Canadá casi por un mes, apenas volverás dos días antes de empezar las clases…
¿Crees que se lo tomará como una buena idea?
—Que se
joda, Ash. —Narel la miró y se lanzó a la cama de la misma manera que Ashley,
las dos se quedaron viendo al cielo—. Que se joda, necesito descansar…
Descansar de él… Además, iré a Canadá a ver cómo está todo por allá y a
desahogarme un poco. Suena aprovechado ¿verdad? Pero ellos ven las cosas de
otra manera y siempre es bueno otra perspectiva.
—Alexander
es un bobo… simplemente debió…
—Yo no soy
ningún bobo, Ashley. —Alexander abrió la puerta sin siquiera golpear—. Y no sé
qué haces aquí, deberías estar en tu casa.
—Iré a
preguntarle a Thomas si ya está listo para llevar estas cosas. —Narel se puso
de pie, ignorando al recién llegado. Alexander la tomó de un brazo.
—Yo te
llevaré.
—Thomas
dijo…
—Da lo
mismo, yo te llevaré. —Narel se encogió de hombros, de verdad que necesitaba
descansar de él.
—¿Estás
lista? —Thomas llegó como llamado mentalmente, Narel le sonrió.
—Sí, tengo
listas estas cosas que no son tan pesadas, solo ropa. Lo que puede llevar el
auto. —Como pudo se soltó de Alexander y caminó donde Thomas.
—Alexander,
te toca la parte pesada, algunos de los muebles. —Thomas lo miró, Alexander
frunció el ceño para reclamar—. Dijiste que ayudarías, bien, puedes ir con el
camión y los muebles. —Ashley echó a reír a carcajadas.
—¡Ash! Ya
basta. —Su amiga la miró, entendía por qué le decía que parara, eso solo haría
que Alexander se pusiera más fastidioso de lo normal—. Si viniste a ayudar,
entonces llevemos las mochilas al auto de Thomas.
—¿Por qué
tengo que ir en el camión? —preguntó Alexander mirando a su hermano.
—Porque
dijiste que irías, solo nos falta alguien que vaya en el camión.
—Está
Ashley también…
—Ella ya se
apuntó a ayudarme con la ropa, Alexander. —Narel fue quien le contestó, pasando
junto a él con dos mochilas. Ashley, tras ella, le sonrió con burla al otro Russ.
Ella también llevaba dos mochilas.
—¿Es lo único
que tienes de ropa, Nar? Creo que necesitarás una renovación de armario, ahora
que iremos a la universidad, necesitamos vernos de manera espectacular para
llamar la atención de todos los chicos.
A pesar de
ir caminando a la salida, Ashley se encargó de hablar bien fuerte para que Alexander
la escuchara. Ella siempre dijo que Alexander era un bobo al quedarse con Marianne
siendo que estaba enamorado de Narel, y lo molestaría por aquello toda la vida,
aunque Alexander lo negara. Pero, si no estuviera enamorado ¿por qué se
comportaría de esa manera con tantos celos? Ashley estaba segura de que el
cuñado de su hermana estaba completamente enamorado de su amiga, y como no la
podía tener, dejaba salir su frustración de esa manera. Y… ¿por qué no
molestarlo? En parte sería venganza por todo lo que la molestó durante la época
de colegio. Buena venganza.
Thomas, que
manejaba, iba en el auto junto con su esposa Helen y Elijah, la hermana de
esta, Ashley; y el pequeño Nicholas —aunque de pequeño ya nada, si con sus trece
años ya estaba más alto que sus hermanos a la misma edad—, los cuatro sentados
en los asientos traseros. Mientras que Narel iba de copiloto. Se escuchaban
risas y palabras de buenos deseos para la nueva vida de «vivir sola». Y
justamente por eso decidieron pasar a tomar un helado a la nueva heladería que
estaba cerca del departamento, Thomas ya le había dicho a Narel que ese se
transformaría en su lugar favorito. Ninguno se acordó que Alexander iba con el
camión, Thomas había acordado con la gente de la mudanza que ellos subieran
todo, de todas maneras, no salieron al mismo tiempo, quienes viajaban en el
auto, emprendieron rumbo aproximadamente quince minutos antes y, aun así, no
hubo mención del otro Russ.
Obviamente Narel
si lo recordó, pero no diría nada, de verdad necesitaba descansar de él… aunque
más que descansar, era dejar de sentir lo que sentía por él, por eso Glasgow
era la mejor opción… pero si no se pudo, simplemente no se pudo y había que
seguir avanzando. Tomaron helado tranquilamente y se fueron a seguir con el
trabajo en el departamento, Thomas pensó que ya estaría todo listo.
Cuando
llegaron al edificio, el camión se estaba marchando y un enojado Alexander de
brazos cruzados, esperaba junto al ascensor. Narel tomó a Elijah en sus brazos,
sabía que de esa manera su amigo no le diría nada, y todas —junto con Nicholas—
subieron al ascensor rumbo al departamento. Thomas fue el encargado de calmar a
la bestia, y qué mejor que haciéndolo trabajar al subir las cosas desde el
auto.
El
departamento se comenzó a ver mucho mejor una vez que los muebles que heredó de
Thomas y Helen se fueron acomodando, ya no se veía para nada vacío y comenzaba
a sentirse como un hogar. Narel estaba feliz, se notaba porque daba pequeños
saltos y sonreía por todo, además le parecían bien todas las ideas de Nicholas,
tanto que Alexander se interpuso en un momento reclamándole que, si a Nicholas
se le ocurría pintar de líneas de todos los colores que existen, ella diría que
sí. Y no estaba equivocado, pero solo era la emoción del momento, saber que eso
era de ella, que lo había comprado con sus ahorros y que tendría que trabajar
para seguir creciendo, la emocionaba aún más. Cuando terminaron, Thomas los
llevó a todos a comer a un restaurante, esta vez Alexander sí estaba invitado.
—¿Cómo que
te vas a quedar con Nar? —Alexander le preguntó a Ashley, ya que al parecer las
chicas hicieron planes que no le fueron informados.
—Pues…
quedándome… —Alexander frunció el ceño—. ¿Quieres que se quede sola la primera
noche? Desde que dijo se vendría a vivir sola, planeamos que la primera noche
yo dormiría en su nueva casa.
—¿Por qué
no me lo dijeron?
—No son
cosas que tenemos que contarte a ti, Alexander. —Narel, que se estaba
despidiendo de los demás a la salida del restaurante, le respondió—. Lo
pensamos, no había nada más que hacer y se hizo solamente.
—Pero…
—¿Acaso
querías tener tu primera noche con ella? —Ashley lo miró subiendo y bajando las
cejas, Alexander frunció mucho más su ceño—. Yo sé que te mueres de ganas
porque eso pase…
—¿Qué
susurras, Ash? —Narel llegó junto a Alexander, lo abrazó y lo besó en la
mejilla, el chico hizo lo mismo al abrazarla fuerte—. Buenas noches y descansa,
nos vemos después. Vamos, Ash. Para que no se nos haga tarde.
—Pero yo
las acompaño…
—Adiós, Russ
—le dijo Ashley agitando la mano y caminando junto a su amiga—. Nos vemos
después y disfrutaré tu primera noche.
Ashley
disfrutó aquel momento como el mayor de los placeres, Narel a su lado no
entendió nada de lo que hacía o decía, Alexander en cambio, apretó con fuerza
sus puños y se quedó mirando hasta que se perdieron en el horizonte. Luego de
eso, giró y se subió al auto de Thomas, quien lo miró y sonrió al verlo enojado
sentado a su lado de copiloto. No era que le gustara ver a su hermano de esa
manera, pero se lo merecía y Ashley, si había algo bueno de su cuñada, era
precisamente que le daba en el clavo a su hermano.
**********
El
incesante zumbido del celular vibrar en la mesa de noche, despertó a ambas
chicas que dormían en la cama. Apenas habían alcanzado a ordenar algunas cosas,
Narel decidió que armaría la habitación contigua para visitas, pero después de
volver del restaurante solo se dedicaron a ver la ropa y cosas sin sentido, no
les dio tiempo de armar dos camas. De todas maneras, no era la primera vez que
compartían cama, cuando Ashley se quedaba en casa de Narel, dormían de la misma
manera, o cuando se iban de campamento de verano. Ashley era su mejor amiga,
así como lo era Alexander. La diferencia es que de Alexander estaba enamorada y
necesitaba olvidarlo.
Y el
teléfono vibraba…
—Es el bobo
¿verdad? —Ashley se tapó la cabeza por completo—. Ha estado llamando desde que
nos separamos ayer, es un odioso.
—Por eso
necesito descansar de él —dijo tomando el aparato y viendo el nombre de quien
llamaba, había finalizado y la pantalla marcaba más de cien llamadas perdidas—.
Tal vez me quede a vivir en Canadá para siempre. —Dejó caer el celular e imitó
a su amiga tapándose hasta la cabeza, el teléfono volvía a vibrar. Ashley pasó
por encima de ella y lo tomó.
—¿Qué
quieres, Russ? Nar está ocupada, no te puede atender.
—Solo
pásamela.
—No puede,
está con un chico.
—No le
digas esas cosas. —Narel le quitó el teléfono de las manos a Ashley, que
sonreía—. Hola, Alexander. ¿Qué quieres?
—Saber cómo
va todo.
—Va
espectacular, nos vemos después. —Y le colgó, sin dejar que al otro lado
dijeran o hicieran algo, por eso volvió a vibrar, Narel lo apagó—. No le digas
esas cosas, Ash. Sino lo tendremos afuera de la puerta amenazando con que la
echará abajo.
—¿Crees que
apagando el teléfono no hará lo mismo?
—No lo
hará. Irá a decirle a Thomas que viene porque el teléfono está apagado y nos
pudo pasar algo, Thomas entenderá que eso significa que no queremos hablar con Alexander
y no lo dejará salir, y te llamará a ti para saber cómo estamos.
—¿Cómo
sabes…? —Pero no pudo seguir hablando porque su celular comenzó a sonar, Ashley
le mostró la pantalla y echó a reír, era Thomas—. Cuñado… Sí, estamos bien… No,
creo que se le descargó. Sí, no te preocupes. —Y cortó, luego miró a su amiga—.
Ustedes sí que se conocen bien.
—Te lo
dije, Ash. Te lo dije. Sigamos armando todo, que mi avión sale mañana.
—Lo sé, lo
sé… Quiero ver la cara de ese bobo cuando se lo digas…
—Quizás se
la veas, porque no tengo pensado decirle nada.
Ashley se
quedó con la boca abierta frente a eso y miró a su amiga salir de la
habitación. Eso era extrema rebeldía y se moría de las ganas por ver la cara de
Alexander al no enterarse. Aunque sabía que eso no pasaría, sabía que Narel le
terminaría diciendo quizás solo unos minutos antes, pero le diría. Se puso de
pie y fue con su amiga, ella se quedaría en el departamento por todo el mes que
su amiga estuviera fuera, se encargaría de terminar de decorarlo, recibir las
cosas que estaban por llegar y de prepararlo todo. También tenían pensado que
Ashley se quedara a dormir en algunas ocasiones cuando tuvieran tareas o
trabajos que hacer, si bien no estudiarían lo mismo, ninguno de los tres, había
muchas asignaturas que eran comunes y estaban juntos. Al fin y al cabo, no
sería tan malo, la pasarían bien y harían su mejor esfuerzo, de esa manera el
que le revocaran la beca de Glasgow, no parecía tan malo.
Alexander
llegó pasado el mediodía con pizzas, debía llevar una buena excusa para que lo
dejaran entrar y sabía que las chicas tendrían hambre por estar trabajando en
el departamento. Ashley fue quien le abrió y cerró, al mismo tiempo, la puerta.
Por eso cuando ya lo dejó entrar, Alexander entró echando humito y reclamando a
los cuatro vientos. Narel lo silenció al besarlo en la mejilla y quitarle las
cajas de la mano, se fue a la cocina a preparar todo.
—Cómo te
hubiera gustado que te besara en los labios, ¿verdad? —Ashley lo miró, él
estaba con la vista perdida en su amiga que se desvanecía en el vaivén de la
puerta de la cocina.
—No
fastidies, Ashley. Solo vete a tu casa.
—No te
dejaré solo con ella. Jamás.
—Solo
molestas.
—Vamos a
comer. —Narel salió de la cocina con servilletas y las cajas—. Ash, trae unos
vasos por favor.
—¿Aún no
tienes platos? —Alexander siguió a su amiga, se sentaron en el suelo, alrededor
de la mesa de centro en la sala. Era el lugar que más ordenado estaba.
—Claro que sí,
pero no quiero juntar más cosas por ordenar, además las cajas de pizza vienen
diseñadas para ser platos.
Ashley
llegó con el resto de las cosas y comieron con tranquilidad, extrañamente sin
pelear. Se rieron y pensaron que las cosas serían algo parecido a eso que
estaban haciendo de ese momento en adelante. Lo más probable es que los tres
pasaran más tiempo allí que en cualquier otro lado, haciendo trabajos, tareas,
estudiando. Eso que hacían en ese momento, solo era el principio de lo que les
quedaba por un par de años, que esperaban no se alargara mucho.
Narel sabía
que ese era el día, el momento y la oportunidad para decirle a Alexander que
iría por unos días a Canadá. Al fin y al cabo, el vuelo saldría al otro día
antes de las 12:00 horas, si no le decía, Alexander no la dejaría tranquila en
mucho, mucho tiempo. Ashley también lo sabía, fue por eso por lo que cuando Alexander
dijo que ya se marcharía, o más bien cuando Narel le dijo que ya empezara a
irse porque se estaba volviendo tarde, Ashley bajó con la excusa que debía
tirar la basura.
—Alexander.
—Su amigo la miró, estaban de pie, él se preparaba para ir a su casa a pesar de
que no quería—. Me iré por unos días a Canadá.
—¿Qué?
—Dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella—. ¿Para qué?
—Necesito
ir a ver cómo están, sabes que antes iba todos los años, necesito ir porque los
extraño.
—Pero…
¿cuándo quieres ir?
—El vuelo
sale mañana…
—¿Qué? ¿Y
por qué me dices hasta ahora? ¿Por qué ya no me estás diciendo nada de estas
cosas?
—Porque
todo lo exageras, como ahora… solo iré por unos días y volveré, solo quiero
saber que todos siguen bien por allá, tú sabes lo que significan ellos para mí.
—¿Y yo qué
significo para ti? —Alexander se acercó hasta tomarla de los brazos, Narel lo
miró a esos ojos celestes—. ¿Qué significo para ti? —Volvió a preguntar,
tomándole del rostro.
—Sabes que
eres lo más importante para mí…
—Entonces
por qué no solo te quedas conmigo… —Alexander susurró, Narel podía ver esos
ojos cada vez más cerca.
—Porque yo
no significo lo mismo para ti, Alexander. —Él lo notó, a ella se le aguaron los
ojos y se soltó, dándole la espalda—. Estudiaremos juntos como tanto querías…
solo déjame ir a Canadá tranquila sin tus tontas advertencias ni nada, por
favor.
—Nar… —Alexander
la tomó de un brazo y la jaló a su cuerpo, abrazándola protectoramente—. Si me
hubieras dicho, te hubiera acompañado.
—Ya lo sé,
pero son cosas que necesito hacer sola, luego de eso estaremos juntos para toda
la vida…
—Prométeme
que te cuidarás.
—Obvio que
sí.
—Mañana te
iré a dejar al aeropuerto. —Alexander le besó la frente, justo al momento en
que la puerta se abría y entraba Ashley—. Nos vemos mañana.
—Hasta
mañana —le dijo Narel y lo besó en la mejilla, pero no lo miró.
—Adiós, Russ.
Que llegues bien a casa.
—Si ves que
está mal, o le pasa algo raro, me avisas, no importa la hora. —Alexander se
detuvo junto a Ashley y le susurró.
—Ya lo sé,
vete tranquilo, no dejaré que nada le pase.
Y salió, no
le gustaba para nada esa idea de que se fuera a Canadá sola, pero ¿qué más
podía hacer? Thomas tenía razón, Ashley tenía razón, con todo su comportamiento
demostraba su enamoramiento hacía su mejor amiga, y no era así, él amaba a su
esposa, él amaba a Marianne y solo a Marianne.
Con todo
eso en la cabeza, se fue caminando al departamento. El teléfono le vibró en el
bolsillo, era Narel recordándole por mensaje que le avisara cuando llegara a la
casa. Él solo sonrió y suspiró al volver a meter el aparato al bolsillo, ¿y
cómo simplemente olvidar lo que sentía? La vida se había complicado demasiado,
demasiado.
El vuelo
salió a la hora señalada, después de despedirse de todos en el aeropuerto,
subió con lágrimas en los ojos porque siempre era difícil, además tenía muchas
ganas de quedarse al otro lado del continente y no volver hasta sacar todo lo
que sentía y sentirse libre. Pero sabía que no podía… aunque nunca se sabía de
las vueltas del destino. La esperaba un largo vuelo de más de doce horas, así
que preparó música, audífonos y su libro de fantasía favorito. Y si el sueño y
el cansancio la vencían, dormiría sin problemas. Estaba ansiosa por llegar y
ver a los muchachos una vez más, esperaba de todo corazón que las cosas
estuvieran bien por allá, ellos ya habían pasado por mucho como para seguir
estando mal y era hora de poner en orden todo. Además, quería conversar con
ellos por todo lo que le había sucedido. Esperaba que todo saliera bien. Cerró
los ojos y se durmió sin siquiera pensarlo.
Era normal,
que siempre que pisaba suelo canadiense, no hubiera nadie de a quienes iba a
ver esperándola. En parte porque siempre llegaba sin avisar y en parte porque
no le gustaba estar molestando. Es por eso por lo que casi siempre tomaba un
vuelo que llegaba por las tardes/noches y se iba a un hotel, y no era hasta el
otro día que partía rumbo a la casa de sus amigos. Y esa vez no fue la
excepción.
Había
pasado un tiempo desde la última vez que fue, como también había pasado un
tiempo desde la última carta, así que dejó las cosas en el hotel y se fue
temprano a la casa de sus amigos, la idea era llegar a despertarlos y tomar
desayuno con ellos. Aunque lo más probable es que terminara cocinándoles. Vio
la casa a lo lejos, sonrió y se apresuró en llegar. Sabía dónde dejaban la
llave escondida, así que simplemente entró.
Y quizás,
si ella hubiera tenido la suerte de Alexander, aquel viaje pudo ser lo que
quería: quedarse allí y arrancar de sus sentimientos, pero fue todo lo
contrario. Había estado enojada con ella misma porque tanto el abuelo como los
padres de los muchachos, fallecieron y ella no logró viajar a tiempo para
acompañarlos y eso era algo que se reprochaba día tras día, y era la razón por
la que cada vez que iba, lo primero que hacía era ir al cementerio. Y aquel
viaje no fue diferentes. Pero su mente no estaba pensando bien desde lo
sucedido con Glasgow, la diferencia es que en Londres tenía a Helen y a Thomas
que la obligaban, a veces, a poner los pies en la tierra, en Canadá —si bien
sus amigos se preocupaban por ella— no sabían del todo lo que sucedía y a pesar
de que estaban en conocimiento de que ella no bebía, no se drogaba y no fumaba,
en aquella fiesta a la que fueron simplemente no se les pasó por la cabeza que
ella agarraría unos vasos de tequila y se le subirían, y mucho menos imaginaron
una pelea la dejaría inconsciente por estar en el lugar equivocado en el tiempo
equivocado.
Narel
despertó a los dos días, en el hospital, luego de lo sucedido. A su lado
estaban los chicos, todos menos el mayor, ella lo suponía, se parecía bastante
a Alexander en ese sentido. Uno de ellos le comentó todo lo que sucedió desde
antes y después de la pelea, el estado de su salud y de que llevaba,
prácticamente, dos días inconsciente por el golpe en la cabeza. Pero, para su
desgracia, no la dejaron salir sino hasta los tres días luego de haber
despertado. Para cuando eso sucedió, el mayor de todos fue por ella, siendo
extraño que no llegara ninguno más. Narel, en esos días en el hospital, notó lo
que no vio desde que llegó: sus amigos no la estaban pasando bien desde la
muerte de sus padres. Aquello la hizo tomar la decisión de quedarse para
siempre y se lo diría al mayor de todos de camino a casa.
—Me quedaré
en Canadá, no volveré al otro mundo, me quedaré aquí y te ayudaré a sacar todo
esto adelante. —Narel le comentó mientras caminaban a la casa, su amigo iba en
completo silencio desde que se vieron en el hospital, aparte de eso, tenía una
cara de enojo mayor que la de Alexander.
—No. —La
palabra fue pronunciada tan cortante, que ella pensó que la culpaba por algo o
la odiaba—. No harás eso, volverás a Londres y seguirás con tu futuro, tus
sueños…
—¡Pero me
necesitas! —interrumpió casi con un grito y sintiendo que en cualquier momento
echaría a llorar, quería con todo su corazón quedarse en Canadá y ayudar a
arreglar las cosas, aunque también era porque se estaba arrancando de todo.
—No te
necesito —respondió, tan seco y cortante como antes.
—¡Necesitas
toda la ayuda posible!
—¡No
necesito de tu ayuda! —gritó y ella dio un paso atrás—. ¡Lo único que quiero es
que te vayas y no vuelvas jamás! ¡Jamás!
Y continuó
caminando, con la misma mirada seria y fría de antes, ignorando a aquella chica
que dejó llorando a su espalda. Ella llegó a la casa unos minutos más tarde,
limpiando su rostro antes de entrar, no sabía muy bien qué hacer, quizás
recoger sus cosas y volver al hotel… Quizás tomar un avión de regreso a
Londres… Quizás al otro día la escucharía… En el hospital había escuchado todos
los problemas por los que estaban pasando ellos y ella tenía como ayudarlos. Podría
quedarse allí para toda la vida si ellos quisieran… Abrió la puerta y quedó
boquiabierta al ver a Thomas sentado a la mesa bebiendo un té. El resto de sus
amigos sentados alrededor de él.
—Aquí no se
toma té, Thomas. Aquí se toma café. —Con una broma esperaba saber el motivo por
el que se encontraba allí.
—Arregla
tus cosas, nos vamos cuando termine mi té.
—Pero…
—Eres menor
de edad, estás a mi cargo. Arregla tus cosas porque nos vamos.
Y Narel no
dijo nada más, fue a la habitación y ordenó todo. Aquella había sido una buena
jugada de parte del mayor de sus amigos, que Thomas estuviera allí significaba
que no la querían de vuelta en Canadá y que Thomas se encargaría de mantenerla
alejada. Era más que seguro que él ya estaba enterado de todo. Suspiró con
frustración al colgarse la mochila al hombro, serían unas largas doce horas de
regreso… doce horas de sermones.
Intentó
fingir una sonrisa cuando se despidió de todos, pero no pudo. Terminó llorando
porque lo más probable es que no los volviera a ver en la vida. Thomas notó
aquello y la ayudó con las cosas. Llamaron a un taxi y se fueron rumbo al
aeropuerto.
Cuando el
avión despegó, ella cerró los ojos y guardó en su memoria todos los recuerdos
de Canadá, los buenos y los malos, porque ya nunca más los volvería a tener ni
a sentir. Quizás, en el futuro, la perdonarían… Quizás… pero por el momento,
Canadá solo podría ser un recuerdo… Thomas no le dijo nada en un buen rato,
hasta que la vio más tranquila, luego de eso comenzó el sermón. Narel lo
escuchó en silencio, sabía que tenía razón. Aunque no fue tan duro, prefirió
dejarla dormir y que olvidara un poco lo sucedido, ya tendrían tiempo de
conversar en Londres.
—¿Le
dijiste?
—No, solo
Helen sabe que vine. No le diremos nada de esto a Alexander ni a nadie en
Londres, será nuestro secreto.
—Gracias,
Thomas.
—Aunque…
—Ya lo sé,
Helen me matará apenas aterricemos.
—Así es…
Dijo: «mataré a esa boba apenas ponga un pie en Londres». Descansa ahora,
estarás bastante ocupada con Helen por el resto de lo que te queda de vida.
Narel
suspiró, ni sus padres eran tan aprensivos como Thomas y Helen. Quizás que
quedaran como sus tutores no fue tan buena idea… Se cruzó de brazos y se
acurrucó en el asiento. Thomas, a su lado, solo sonrió.
De esa manera, Canadá se convirtió en un lugar muy lejano y algo más que no le resultaba como quería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Me vas a dejar tu opinión?
Los comentarios no son moderados, aparecerán apenas lo envíes, pero si faltan el respeto o son dañinos hacia alguien en especial o la que escribe, será borrado o contestado, todo depende de los ánimos de quien responde.
Intentaré responder los comentarios apenas pueda.
¡Muchas gracias por opinar!