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2 de noviembre de 2024

[¿Y si no te hubieras ido?] Capítulo III: «El principio del cambio».

 Alexander sabía que aquello que haría estaba mal, muy mal, pero ¿qué más podía hacer? En realidad, sí era posible algo más y eso era dejarla ir, pero no quería, esa no era una posibilidad para él. Ya había conversado con ella, con Thomas, con todos… Pero las respuestas ninguna era satisfactoria para él… Él simplemente quería que alguien le dijera que estaba bien que no quisiera que se fuera y que se quedara en Londres estudiando, con él… o más bien no con él, pero en la misma universidad.

Estaba fastidiado de todo mientras miraba por la ventana del departamento en donde vivía con Thomas, tenía pensado que, una vez terminados sus estudios universitarios, comenzaría con la búsqueda de una casa para su familia, y si podía antes mucho mejor. Ese era un tema que había hablado con su hermano ya que los dos querían comprar una casa en lugar de seguir viviendo en departamentos, a ninguno le agradaba. Sabía que Thomas había estado mirando unos lugares por las cercanías del Richmond Park, y que no estaba nada de mal… Le diría que fueran a dar una vuelta.

—Estaría bien, ¿verdad, princesa? —Alexander cargaba a su pequeña Stephanie, quien ya tenía poco más de un año encima—. Irnos a vivir a una casa, con patio y de todo para que jueguen en lugar de un departamento. —La bebé le sonrió, él le besó la frente y continuó mirando por la ventana.

—Alexander. —Y justo se aparecía su hermano, como si lo hubiera llamado—. ¿Qué harás el fin de semana?

—Este fin de semana es la presentación de los equipos de fútbol en la universidad, quiero ir a mirar eso.

—Me gustaría que ya te empieces a meter más en el tema de la empresa, para que estés al tanto de las cosas luego que te gradúes y ya te hagas cargo de lo que te corresponde.

—Lo haré, Thomas. Te lo prometo. —Alexander lo miró, Stephanie le sonrió a su tío, Thomas le acarició la mejilla—. Sabes que lo haré, que con eso compraré la casa para la familia…

—Hablando de eso, ¿te parece si vamos a verla en la tarde? Me dijeron que la de junto a la que vi está en venta igual, quizás nos podrían conseguir buen precio por ambas.

—Vamos entonces, sabes que podré estar estudiando y sacando mi profesión, pero me haré cargo de lo que me corresponde, por mis hijos.

—Vamos a ver cómo están y qué podemos hacer…

—¡Thomas! —Ambos hermanos se giraron a ver al menor, que corría gritando—. Nar ya viene por mí, acaba de llamarme.

Alexander volvió a mirar por la ventana, precisamente era eso lo que había estado esperando, sabía que su mejor amiga iría por su hermano para ir al cine y luego a comer algo. Él no iría, pero Nicholas tenía las instrucciones bien claras.

—¿Ya estás listo? —preguntó Thomas mirando a su hermano pequeño—. ¿Llevas todo lo que te dijo Helen?

—Solo voy al cine, Thomas…

—Sí, solo vas al cine, Nicholas. —Alexander se acercó a ellos—. No quiero llamadas después diciendo que te quieres quedar en casa de Nar o algo parecido.

—Eso no es problema tuyo, Alexander. Si me molestas no haré nada de lo que dijiste.

—¿Qué le dijiste que hiciera? —Thomas se acercó a su hermano, Alexander dio la media vuelta y volvió a la ventana.

—Nada, solo son ocurrencias de Nick.

—Nicholas…

—Allí viene Nar —dijo Alexander, pero fue Nicholas quien corrió a la puerta a esperar que el ascensor se abriera.

—¿Qué estás tramando, Alexander? —Thomas se detuvo junto a su hermano, que se acercaba a la puerta.

—Nada, solo tengo pensado ir contigo a ver las casas…

—Eso espero, Alexander. Eso espero… —El sonido de las puertas del ascensor al abrirse, los interrumpió.

—¡Nar! —Nicholas corrió a su encuentro—. Vamos, vamos, ya estoy listo.

—¿No vas a dejar que salude a Thomas, Nick? —preguntó riendo, mientras sentía que el pequeño la jalaba al ascensor.

—Bueno… pero es que también está Alexander, y sabes cómo es de pesado… —El mencionado frunció el ceño, Narel lo miró.

—Solo será un momento, Nick…

—Nicholas. —Alexander usó su voz de mando, había estado practicando y sonaba más madura.

—Te dije que es un pesado, Nar.

—Ya lo sé, pero Thomas no. —Nicholas dejó de jalar, eso lo sabía, su hermano mayor no era un pesado. Soltó la mano de Narel y la dejó ir a saludar—. Hola, Thomas —dijo y lo abrazó para besarlo en la mejilla—. ¿Dónde está Helen?

—Cambiando a Elijah, iremos a dar una vuelta.

—¿A dónde?

—¿A mí no me saludas? —Alexander se interpuso entre su amiga y su hermano, había sido mucho de abrazo.

—Hola, Alexander. ¿Cómo amaneces? —Aquello fue con notoria burla, al fin y al cabo, lo primero que hacía Alexander por las mañanas era mandarle un mensaje saludándola. Se iría, y si no hacía algo pronto, no podría detenerla—. Hola, pequeñita preciosa. —Narel le hizo gestos a la bebé de Alexander, la niña sonrió y le mostró los brazos para que la cargara.

—Vámonos, Nar. Se nos hace tarde. —Pero Nicholas volvió a jalarla y no pudo tomarla en sus brazos, les sonrió a los hermanos y movió la mano como despedida. Nicholas se volvía realmente desesperante cuando les tocaba ir al cine.

—Nick, como si no nos viéramos nunca —le dijo cuando se cerraron las puertas del ascensor.

—Te irás… Te irás muy lejos, ya no podré verte como ahora… —El niño la abrazó, Narel se agachó y lo besó en la cabeza. Nicholas había crecido bastante en el último tiempo, y cuando la abrazaba, quedaba a la altura de su pecho, por eso Alexander no dejaba que la abrazara.

—Vendré a verte…

—Pero no será como ahora… nada será igual… y vendrás solo cuando no tengas mucha tarea o exámenes o algo… Quizás no vengas nunca… —Las puertas volvieron a abrirse, Nicholas la soltó y le tomó la mano, Narel notó que el niño había derramado algunas lágrimas.

—A ti no te abandonaré, Nick. A ti nunca te dejaré… —Narel lo abrazó a la altura del cuello, Nicholas la rodeó por la cintura—. Puedes ir a verme también, vas con Thomas y se quedan un fin de semana… O más días, no lo sé, pero se pueden quedar… Glasgow no queda tan lejos.

—Lo sé… pero es que no será lo mismo, no será lo mismo solo salir y verte y jugar e ir al cine y todo eso…

—Aún no me voy, Nick. Todavía estoy aquí. —Narel lo abrazó más fuerte y lo besó en la cabeza—. Vamos a divertirnos hoy.

Alexander miraba todo desde la ventana. Le había dicho a ese bobo de su hermano que no la estuviera abrazando. Frunció el ceño, ya se las pagaría cuando regresaran a casa. Continuó mirando fijamente mientras Stephanie le jalaba del cabello y reía por las caras de su padre.

—Papi. —Joshua lo distrajo de donde miraba al llegar corriendo de las habitaciones a la sala—. Papi —repitió y se lanzó a los brazos al ver que Alexander se agachaba.

—Alexander. —Marianne venía tras Joshua—. Josh ya está listo, dame a Steph para vestirla y podamos ir donde mis padres.

—Iré por la tarde a ver unas cosas con Thomas —dijo al entregarle a la niña, que se abrazó a su madre al instante. No le quiso decir que iría a ver las casas porque quería darle una sorpresa.

—Bueno, puedes dejarme en casa de mis padres y salir con Thomas. Cuando estés libre puedes ir por mí. —Marianne le sonrió a su esposo—. No dejes que Josh se ensucie.

—Está bien —contestó y tomó a su pequeño en los brazos, volvió a mirar por la ventana, pero el motivo ya había desaparecido. Bufó y se sentó a mirar televisión para mantener a su hijo tranquilo.

 

**********

 

Hacía calor, y mucho, aquel verano era uno de los más calurosos que recordaba de los vividos en Londres… ¿por qué simplemente no tenía frío, lluvia y nieve todo el año? La vida era un asco. Estaba sentada en su cama divagando, abrazando un cojín, cuando se dejó caer acostada de espalda, tapándose la cara con lo que tenía en sus brazos y se quedó lamentando por la horrorosa vida que llevaba.

—¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí? —susurró escondiendo lo más que pudo la cara en el cojín—. ¿Por qué?

El teléfono, sobre la mesa de noche, comenzó a vibrar de manera incesante. Lo ignoró. No tenía ganas de hablar con Alexander.

No era justo, había hecho todo bien, pero allí estaba lamentándose por lo sucedido. No lo entendía… Se sentó a la orilla de la cama y dejó el cojín a un lado. Agarró una remera de pabilo, unos pantalones cortos, ropa interior y se metió a la ducha. El agua fría la calmaría y después iría con Thomas, siempre encontraba solución a todos sus problemas con él. Fue por eso por lo que cuando terminó de arreglarse, agarró un pequeño bolso en donde guardó el teléfono, billetera y llaves, y fue rumbo a las oficinas de los Russ, allí estaría quien buscaba.

No era necesario avisar, es decir, ella era parte de la familia y Thomas siempre le había dicho que, si necesitaba algo, simplemente fuera a buscarlo. Y ahora necesitaba algo… o más bien a alguien… necesitaba conversar con Thomas. Fue por eso por lo que llegó rápidamente a la oficina, y también porque el calor para ella era insoportable y sabía que Thomas tenía aire acondicionado.

Saludó a la secretaria, una señora algo mayor, como si la conociera de toda la vida y giró el pomo. La señora, atrás, le decía que no podía llegar y entrar porque Thomas estaba en una llamada importante. Narel solo le sonrió y cerró tras de sí, dejando a la secretaria con la palabra en la boca. Pero, tal y como indicó la señora, Thomas estaba al teléfono, le hizo un gesto con la mano en señal de saludo y se sentó en el sofá de dos cuerpos que había en la oficina, tomó uno de los tantos libros que tenía Thomas allí y esperó a que se desocupara.

—Debiste avisar. —Thomas se dejó caer en el sofá junto a ella y le besó la frente, interrumpiendo la lectura, que al parecer estaba buena porque ni notó que el mayor había terminado de hablar.

—Dijiste que, si te necesitaba, viniera, y te necesito.

—No a mí, a Norma, sabes cómo se pone cuando algo no funciona como quiere.

—Ya tiene muchos años esa señora, tiene que relajarse un poco. —Thomas le sonrió, Helen tenía razón cuando le decía que la loca esa llegaba a desordenar todo.

—¿Qué es lo que sucede?

—Sucede que hace calor, y tú tienes aire acondicionado.

—Interesada.

—Soy mujer…

—Dime qué te pasa. Tienes los ojos hinchados, estuviste llorando.

—Puede ser que estuviera fumando marihuana —le sonrió, Thomas meneó la cabeza.

—Quieres tener hijos sanos, siempre lo dices, no te meterás porquería al cuerpo.

—Por eso vine, Thomas. Porque no hay nadie como tú para saber qué me pasa. —Y Thomas lo supo, no solo había estado llorando, sino que estaba triste y mucho. Se le notaba porque después de decir aquello, lo abrazó con fuerza para refugiarse en él y seguir llorando. Él simplemente la dejó, una vez que dejara salir todo eso, le contaría lo sucedido, y así fue luego de varios minutos—. Thomas… mi beca fue revocada… La de Glasgow…

—¿Qué? —Thomas la abrazó fuerte, él sabía muy bien lo que significaba aquello para ella, ya tenía todo listo y planificado, se iría a estudiar a la universidad de sus sueños—. Pero… ¿cómo?

—Me llamaron ayer por la tarde y me dijeron que, por problemas de presupuesto, habían tenido que cancelar algunos programas, entre ellos el que me gané yo… y quedé fuera, Thomas. Fuera… —Volvió a echarse a llorar con todas las ganas—. ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Por qué no me puede resultar algo bien?

—Quédate tranquila, veremos qué hacer… Haré unas llamadas…

—Llamé a todos los otros lugares en donde postulé, ya no hay cupo para ninguna, solo hasta el otro año… La única que queda es…

—Donde irá Alexander. —Terminó de decir Thomas, eso lo sabía porque su hermano se había encargado de guardarle un lugar porque tenía la esperanza que ella no se fuera.

—¿Por qué a él siempre le resulta todo lo que quiere para su vida? ¿Por qué, Thomas? ¿Por qué?

Thomas no supo responder frente a eso, él también se lo preguntaba, porque su hermano tenía una suerte asombrosa. Siempre le terminaba funcionando todo como esperaba, ninguno de los otros podía decir algo parecido.

—¿Quieres estudiar este año? —Thomas le preguntó cuando estuvo un poco más calmada.

—Sí, Thomas. No quiero alargar todo esto tanto, tengo mucho por hacer aún.

—Entonces inscríbete en donde irá Alexander… Sé que no es lo que quieres, pero al menos es algo. —Thomas la tomó de los hombros y la miró, le limpió un poco la cara.

—Ya lo hice. —Narel susurró, Thomas simplemente se quedó mirándola. Si había algo que le agradaba de ella, era que siempre pensaba en su futuro y como lograr lo que se proponía—. Iré donde mismo Alexander, como él tanto quería, pero no estudiaremos lo mismo.

—Eso lo tengo más que claro…

—Mis padres ya vendieron la casa, pensando que me iría a Glasgow… —Narel miró un punto perdido en la camisa de Thomas—. Se supone hay que desocuparla en dos semanas más, que es cuando viajaría…

—Puedes quedarte en mi casa…

—Lo sé, Thomas. Sé que tú me recibes con los brazos abiertos, igual Helen y Nick… pero no quiero estar con Alexander… Sabes que no…

—¿Qué tienes en mente?

—Hablaré con mis papás y le pediré mi parte de la herencia… y…

—¿Y qué? —Thomas la miró bajar la cabeza y morderse el labio, él sabía que ese gesto solo lo hacía cuando quería pedir un favor—. Solo dime…

—¿Puedes pedir un crédito para pagar lo que me falte de un departamento? A mí no me lo darán, no tengo ni dieciocho cumplidos aún, y tú tienes todo eso y una empresa y eres tan genial, Thomas.

—Claro que sí, enana, te ayudaré con todo eso. Pero primero veamos lo de tus ahorros.

—Trabajaré y estudiaré y pagaré todo, te lo prometo Thomas. De la misma manera que tenía pensado hacer en Glasgow, lo haré aquí.

—Eso ya lo sé, pero ahora mi concentración está en ir a inscribirte a la universidad para que no te quedes sin curso, así que vamos. Ve a lavarte la cara y vamos. —Narel le sonrió al ponerse de pie y caminó al baño personal que tenía la oficina de Thomas.

Se quedó unos minutos allí, limpiándose el rastro de llanto y tranquilizándose un poco. Era tiempo de comenzar con otra etapa de su vida, que no esperaba que fuera así, pero que no le quedaba de otra más que aceptar y mejorar en el futuro. Con todo el ánimo posible, suspiró y abrió la puerta.

Alexander estaba de pie junto a su hermano, ella no escuchó cuando llegó, tampoco le prestó mucha atención. Él, en cambio, la miró cuando abrió la puerta del baño de pies a cabeza, es decir, no estaba acostumbrado a verla así fuera de casa, él no la dejaba salir de esa manera por mucho calor que hiciera, pero entendió que se estuviera derritiendo, como solía decir siempre su amiga.

—¿Qué haces aquí? Te estuve llamando…

—Lo siento, Alexander, estaba ocupada. —Narel caminó donde Thomas—. ¿Vamos?

—Claro, guardo unas cosas y vamos. —Thomas se acercó a su escritorio para tomar sus documentos, Alexander fue donde su amiga.

—¿A dónde vas?

—Thomas me invitó un helado.

—Yo también voy.

—¿No tienes nada mejor que hacer en casa?

—¿Mejor que un helado? Claro que no.

—Iremos a que me inscriba en la universidad a la que irás…

—¿Qué? —Alexander se acercó a ella con una enorme sonrisa—. ¿De verdad? ¿No te irás? —preguntó al abrazarla.

—No te pongas tan feliz por ver mis sueños derrumbarse, Alexander. —Narel se separó de él y caminó a la salida—. Thomas, te espero afuera.

—Un momento. —Thomas le tomó el brazo a Alexander, que iba tras su amiga—. Si me entero de que tuviste algo que ver con que ella no pueda ir a Glasgow, te mataré.

—¿Cómo voy a tener algo que ver si ni siquiera sé por qué no irá? —Alexander lo miró frunciendo el ceño—. ¿No es solo porque no quiere irse lejos?

—No quiero que la estés molestando, Alexander. Estás advertido. —Thomas lo soltó y pasó por su lado.

—Thomas… —Su hermano volteó a mirarlo—. Estaba llorando, ¿verdad?

—Nunca la vi tan triste desde que la conozco.

Thomas lo miró, tratando de descifrar si su hermano había tenido algo que ver con lo sucedido, pero no encontró nada. Suspiró y salió de la oficina, acompañaría a Narel a hacer todos los trámites necesarios para que pudiera estudiar. Alexander, a su lado, simplemente lo siguió. No dejaría a su amiga sola con su hermano, no después de verla como andaba. Era más que seguro que Thomas no la cuidaría como él y andaba mucho loco suelto. Además, aprovecharía el viaje para mirarle las piernas. De los tres, él único que salió sonriente fue Alexander.

 

**********

 

Habían pasado dos semanas desde que se enteró de que la beca fue revocada. Ya estaba inscrita en la universidad donde iría Alexander, que era parte del mismo establecimiento donde habían estudiado todo lo que llevaban de vida. Era el sueño de su amigo, seguirían juntos —aunque no revueltos— en esa nueva etapa de sus vidas. Aunque también estaría Ashley, por lo que se enteró cuando se encontró con ella en el departamento de Thomas, esos días se la pasaba allí, pues la casa de sus padres tuvo que ser desocupada, ellos se irían a recorrer Europa en una caravana que se habían comprado y Narel simplemente tenía que buscar qué hacer. No era algo que le molestara, la verdad es que llevaba bastante tiempo pensando en vivir sola, sabía que no podría hacer nada antes de la mayoría de edad, pero desde hace años que hacía una y otra cosa —sobre todo manualidades— que le generaban algo de dinero. Si bien no era como para vivir con los lujos que tenía con sus padres, sí le servía para algo y peor era nada.

Sus padres le dieron la herencia que le correspondía por ser su hija, cuando se enteraron de lo sucedido en Glasgow, le dijeron que cancelarían la venta de la casa, pero ella se negó. Cuando les contó que había sido aceptada en Glasgow, sus padres estuvieron de acuerdo en pasarle su parte de la herencia para que se pudiera ir acomodando en Escocia, pero con la condición de que haría todo lo posible por trabajar y estudiar —aunque con preferencia en estudiar—, para que fuera recuperando lo invertido. Sus padres siempre fueron bien claros con el asunto de la herencia, se la querían dejar para que la disfrutara viajando y recorriendo como ellos, no para que se comprara casas o departamentos, eso debía ganárselos y obtenerlos con su propio esfuerzo.

Aunque sabían muy bien que su hija hacía diferentes cosas para ir juntando dinero, aparte de la mesada que ellos le daban, por algo nunca les pidió un centavo para ir a Canadá o para salir con los Russ. Ellos tenían la confianza de que haría las cosas bien, como siempre, pero también tenían claro que ya su parte como padres había terminado —si se puede decir de alguna manera— y querían recorrer y disfrutar por todos los años trabajados. Narel no tenía ningún problema con eso, ella prefería estar sola, así que cuando le dijeron que viajarían por Europa y luego el mundo, ella no pudo más que desearles lo mejor de la vida.

Thomas conversó con los padres de Narel, les prometió que estaría al pendiente y se haría cargo de ella, que la cuidaría y vigilaría. Fue por eso por lo que cuando escogieron un departamento, no muy grande, pero con lo necesario para ella —según lo que dijo Thomas, porque él lo encontró y los llevó a visitarlo— y cercano a los Russ, los padres de Narel le dieron el visto bueno y la dejaron en manos del mayor. Ellos confiaban en Thomas, no así en Alexander. El mejor amigo de su hija había dejado de ser una maravilla cuando embarazó a Marianne a sus apenas quince años, pensaron que podía influenciar en Narel aquellas conductas y prefirieron mantenerlo lejos. No pudieron, pero se dieron cuenta de que su hija estaba muy lejos de seguir aquellas costumbres, por eso dejaron de intentarlo. Thomas también firmó como tutor en la universidad, Narel se sintió adoptada por el mayor de los Russ y eso, en parte, la hizo sentir felicidad, dentro de todo lo que la hacía sentir mal.

Sus padres se fueron aproximadamente un mes antes que ella entrara a la universidad, prácticamente se fueron a los dos días luego de vendida la casa. El mismo día en que Thomas la llevó a conocer el departamento. Narel estuvo viviendo con los Russ poco más de una semana, situación que tenía feliz a Nicholas porque dormía con él, a una Helen un poco histérica porque decía que esa loca volvía toda la casa en un desastre al enseñarle travesuras a Elijah, y a un desesperado Alexander porque todo el tiempo que ella se quedó en el departamento, él se fue con Marianne y los niños de vacaciones con los padres de ella. Thomas, por otro lado, sentía paz por aquello.

—Thomas, ¡está genial! —Narel abría las puertas de todas las habitaciones del departamento, apenas lo estaba conociendo—. Cuando dijiste que era pequeño, pero con lo necesario, pensé que sería un departamento-estudio. Con apenas una habitación para todo y un baño. Pero esto. —Giró en medio de la habitación que daba la impresión de ser la sala de estar—, todo esto está genial. —Narel se acercó a Thomas y lo abrazó.

—¿Qué pensabas, que te dejaría viviendo bajo un puente?

—Claro que no, Thomas. Siempre he sabido que quieres lo mejor para mí, por eso te escucho siempre y te hago caso en casi todo. —Narel lo soltó—. Esta sala es enorme, me costará un poco llenarla… apenas tengo una cama y las cosas de mi antigua habitación, tendré que trabajar mucho.

—Con Helen te regalaremos unas cosas, en realidad las vamos a reciclar contigo.

—¿Ya está lista tu casa? —Narel seguía abriendo las puertas de todos los lugares—. Oh, vaya, esta cocina está espectacular. Está amueblada, no necesitaré pensar en eso. Como no invitaré a gente, solo compraré una taza, un plato, un tenedor, una cuchara y un cuchillo. —Thomas se echó a reír.

—Sabes que Nick ya está haciendo planes para venir a quedarse contigo, ¿verdad?

—Lo tengo más que claro, pero será cuando pueda mantenerlo, ahora seguirá viviendo bajo tu jurisdicción. —Narel volteó y volvió a abrazarlo—. Esto que elegiste para mí está genial, dos habitaciones, dos baños, sala, comedor, cocina… Es casi como una casa…

—¿Por qué casi?

—No tiene patio para cazar lagartijas. —Thomas echó a reír más fuerte, la abrazó y la besó en la cabeza.

—Ahora esto es tuyo. —La soltó un poco y le pasó un juego de llaves—. Solo te daré una de las copias, la otra me la dejaré yo en caso de cualquier emergencia.

—Bien… pero no tienes permitido pasárselas a Alexander.

—No te preocupes por eso. Vamos a casa, mañana comenzaremos con el traslado de todo y pasado te cambias.

—No me dijiste de tu casa. —Narel salió y llamó al ascensor, el departamento estaba en el piso diez, Thomas la siguió cerrando tras de sí.

—Está todo listo, pero no sabemos si nos mudaremos aún. Helen quiere hacer algunos arreglos antes.

—¿Qué tipo de arreglos?

—En el jardín y el patio. —El ascensor llegó, Thomas le hizo un gesto para que ella pasara primero—. Quiere plantar algunas cosas, como rosales y flores…

—Helen tiene tan mal gusto. —Narel se cruzó de brazos—. Creo que eres la única cosa buena que eligió bien.

—¿Cosa? ¿Soy una cosa?

—No seas delicado, sabes a lo que me refiero. —El mayor sonrió, dejando la mano en la puerta del ascensor para que Narel pasara al subterráneo, donde se había estacionado—. Tiene que plantar árboles. Árboles, Thomas. Los árboles dan vida.

—No me meteré, será su casa…

—Le tienes miedo a Helen. —Esta vez fue Narel quien se echó a reír y Thomas frunció el ceño al abrir el auto.

—Claro que no, pero llegamos al acuerdo. Yo elegí la casa, ella ahora le toca el decorado. —Ambos subieron y Thomas arrancó.

—Le tienes miedo… pero no te preocupes, no le diré. —Thomas observó que Narel echaba el asiento hacia atrás para acostarse.

—Solo estamos a unos metros y te acuestas, si vinimos en auto solo fue porque antes fuimos a firmar los papeles.

—Es por el sol, está muy fuerte y así no me llega. —Thomas meneó la cabeza, Alexander tenía mucha razón cuando decía que ella tenía respuesta para todo—. Yo le diré a Helen que tiene que plantar árboles, le regalaré algunos para que no sea tan huraña con esos de las flores. ¡Flores! Como si sirvieran de algo… —Thomas sonrió de medio lado—. En las flores no se puede trepar ¿cómo se va a divertir Elijah así? Helen está loca, ¡loca!

—Si quieres que reciclemos contigo, no la molestes tanto…

—Bien… pero igual le diré…

—Alexander llega hoy… —Thomas notó, al estar en el semáforo, que Narel fruncía el ceño.

—Se debió quedar hasta que empezaran las clases, ahora no me dejará tranquila.

Thomas le revolvió el cabello, habían llegado ya al subterráneo del edificio donde estaba el departamento de los Russ, descendieron y fueron al ascensor. Narel había sacado bien las cuentas: del departamento de Thomas al de ella había aproximadamente veinte minutos de viaje caminando. Del departamento de ella a la universidad, era como treinta minutos caminando, y desde el departamento de ella hasta la nueva casa de Thomas, había aproximadamente quince minutos caminando. Sabía que a los Russ les gustaba estar todos cerca, pero a veces exageraban con eso. De todas maneras, no le molestó, si pasaba algo solo le bastaba caminar.

 

**********

 

—¿Ya le dijiste a Alexander? —Ashley estaba acostada sobre la cama mirando al cielo, se encontraban en la habitación de Nicholas, supuestamente ayudando a Narel a terminar de empacar, pero solo se había dedicado a hablar.

—No tengo por qué decirle todo a él. —Narel continuó metiendo ropa en una mochila—. Siempre le sale todo bien, todo. No quiero que empiece con las tonteras que no puedo ir y le salga todo bien, como siempre.

—Te irás a Canadá casi por un mes, apenas volverás dos días antes de empezar las clases… ¿Crees que se lo tomará como una buena idea?

—Que se joda, Ash. —Narel la miró y se lanzó a la cama de la misma manera que Ashley, las dos se quedaron viendo al cielo—. Que se joda, necesito descansar… Descansar de él… Además, iré a Canadá a ver cómo está todo por allá y a desahogarme un poco. Suena aprovechado ¿verdad? Pero ellos ven las cosas de otra manera y siempre es bueno otra perspectiva.

—Alexander es un bobo… simplemente debió…

—Yo no soy ningún bobo, Ashley. —Alexander abrió la puerta sin siquiera golpear—. Y no sé qué haces aquí, deberías estar en tu casa.

—Iré a preguntarle a Thomas si ya está listo para llevar estas cosas. —Narel se puso de pie, ignorando al recién llegado. Alexander la tomó de un brazo.

—Yo te llevaré.

—Thomas dijo…

—Da lo mismo, yo te llevaré. —Narel se encogió de hombros, de verdad que necesitaba descansar de él.

—¿Estás lista? —Thomas llegó como llamado mentalmente, Narel le sonrió.

—Sí, tengo listas estas cosas que no son tan pesadas, solo ropa. Lo que puede llevar el auto. —Como pudo se soltó de Alexander y caminó donde Thomas.

—Alexander, te toca la parte pesada, algunos de los muebles. —Thomas lo miró, Alexander frunció el ceño para reclamar—. Dijiste que ayudarías, bien, puedes ir con el camión y los muebles. —Ashley echó a reír a carcajadas.

—¡Ash! Ya basta. —Su amiga la miró, entendía por qué le decía que parara, eso solo haría que Alexander se pusiera más fastidioso de lo normal—. Si viniste a ayudar, entonces llevemos las mochilas al auto de Thomas.

—¿Por qué tengo que ir en el camión? —preguntó Alexander mirando a su hermano.

—Porque dijiste que irías, solo nos falta alguien que vaya en el camión.

—Está Ashley también…

—Ella ya se apuntó a ayudarme con la ropa, Alexander. —Narel fue quien le contestó, pasando junto a él con dos mochilas. Ashley, tras ella, le sonrió con burla al otro Russ. Ella también llevaba dos mochilas.

—¿Es lo único que tienes de ropa, Nar? Creo que necesitarás una renovación de armario, ahora que iremos a la universidad, necesitamos vernos de manera espectacular para llamar la atención de todos los chicos.

A pesar de ir caminando a la salida, Ashley se encargó de hablar bien fuerte para que Alexander la escuchara. Ella siempre dijo que Alexander era un bobo al quedarse con Marianne siendo que estaba enamorado de Narel, y lo molestaría por aquello toda la vida, aunque Alexander lo negara. Pero, si no estuviera enamorado ¿por qué se comportaría de esa manera con tantos celos? Ashley estaba segura de que el cuñado de su hermana estaba completamente enamorado de su amiga, y como no la podía tener, dejaba salir su frustración de esa manera. Y… ¿por qué no molestarlo? En parte sería venganza por todo lo que la molestó durante la época de colegio. Buena venganza.

Thomas, que manejaba, iba en el auto junto con su esposa Helen y Elijah, la hermana de esta, Ashley; y el pequeño Nicholas —aunque de pequeño ya nada, si con sus trece años ya estaba más alto que sus hermanos a la misma edad—, los cuatro sentados en los asientos traseros. Mientras que Narel iba de copiloto. Se escuchaban risas y palabras de buenos deseos para la nueva vida de «vivir sola». Y justamente por eso decidieron pasar a tomar un helado a la nueva heladería que estaba cerca del departamento, Thomas ya le había dicho a Narel que ese se transformaría en su lugar favorito. Ninguno se acordó que Alexander iba con el camión, Thomas había acordado con la gente de la mudanza que ellos subieran todo, de todas maneras, no salieron al mismo tiempo, quienes viajaban en el auto, emprendieron rumbo aproximadamente quince minutos antes y, aun así, no hubo mención del otro Russ.

Obviamente Narel si lo recordó, pero no diría nada, de verdad necesitaba descansar de él… aunque más que descansar, era dejar de sentir lo que sentía por él, por eso Glasgow era la mejor opción… pero si no se pudo, simplemente no se pudo y había que seguir avanzando. Tomaron helado tranquilamente y se fueron a seguir con el trabajo en el departamento, Thomas pensó que ya estaría todo listo.

Cuando llegaron al edificio, el camión se estaba marchando y un enojado Alexander de brazos cruzados, esperaba junto al ascensor. Narel tomó a Elijah en sus brazos, sabía que de esa manera su amigo no le diría nada, y todas —junto con Nicholas— subieron al ascensor rumbo al departamento. Thomas fue el encargado de calmar a la bestia, y qué mejor que haciéndolo trabajar al subir las cosas desde el auto.

El departamento se comenzó a ver mucho mejor una vez que los muebles que heredó de Thomas y Helen se fueron acomodando, ya no se veía para nada vacío y comenzaba a sentirse como un hogar. Narel estaba feliz, se notaba porque daba pequeños saltos y sonreía por todo, además le parecían bien todas las ideas de Nicholas, tanto que Alexander se interpuso en un momento reclamándole que, si a Nicholas se le ocurría pintar de líneas de todos los colores que existen, ella diría que sí. Y no estaba equivocado, pero solo era la emoción del momento, saber que eso era de ella, que lo había comprado con sus ahorros y que tendría que trabajar para seguir creciendo, la emocionaba aún más. Cuando terminaron, Thomas los llevó a todos a comer a un restaurante, esta vez Alexander sí estaba invitado.

—¿Cómo que te vas a quedar con Nar? —Alexander le preguntó a Ashley, ya que al parecer las chicas hicieron planes que no le fueron informados.

—Pues… quedándome… —Alexander frunció el ceño—. ¿Quieres que se quede sola la primera noche? Desde que dijo se vendría a vivir sola, planeamos que la primera noche yo dormiría en su nueva casa.

—¿Por qué no me lo dijeron?

—No son cosas que tenemos que contarte a ti, Alexander. —Narel, que se estaba despidiendo de los demás a la salida del restaurante, le respondió—. Lo pensamos, no había nada más que hacer y se hizo solamente.

—Pero…

—¿Acaso querías tener tu primera noche con ella? —Ashley lo miró subiendo y bajando las cejas, Alexander frunció mucho más su ceño—. Yo sé que te mueres de ganas porque eso pase…

—¿Qué susurras, Ash? —Narel llegó junto a Alexander, lo abrazó y lo besó en la mejilla, el chico hizo lo mismo al abrazarla fuerte—. Buenas noches y descansa, nos vemos después. Vamos, Ash. Para que no se nos haga tarde.

—Pero yo las acompaño…

—Adiós, Russ —le dijo Ashley agitando la mano y caminando junto a su amiga—. Nos vemos después y disfrutaré tu primera noche.

Ashley disfrutó aquel momento como el mayor de los placeres, Narel a su lado no entendió nada de lo que hacía o decía, Alexander en cambio, apretó con fuerza sus puños y se quedó mirando hasta que se perdieron en el horizonte. Luego de eso, giró y se subió al auto de Thomas, quien lo miró y sonrió al verlo enojado sentado a su lado de copiloto. No era que le gustara ver a su hermano de esa manera, pero se lo merecía y Ashley, si había algo bueno de su cuñada, era precisamente que le daba en el clavo a su hermano.

 

**********

 

El incesante zumbido del celular vibrar en la mesa de noche, despertó a ambas chicas que dormían en la cama. Apenas habían alcanzado a ordenar algunas cosas, Narel decidió que armaría la habitación contigua para visitas, pero después de volver del restaurante solo se dedicaron a ver la ropa y cosas sin sentido, no les dio tiempo de armar dos camas. De todas maneras, no era la primera vez que compartían cama, cuando Ashley se quedaba en casa de Narel, dormían de la misma manera, o cuando se iban de campamento de verano. Ashley era su mejor amiga, así como lo era Alexander. La diferencia es que de Alexander estaba enamorada y necesitaba olvidarlo.

Y el teléfono vibraba…

—Es el bobo ¿verdad? —Ashley se tapó la cabeza por completo—. Ha estado llamando desde que nos separamos ayer, es un odioso.

—Por eso necesito descansar de él —dijo tomando el aparato y viendo el nombre de quien llamaba, había finalizado y la pantalla marcaba más de cien llamadas perdidas—. Tal vez me quede a vivir en Canadá para siempre. —Dejó caer el celular e imitó a su amiga tapándose hasta la cabeza, el teléfono volvía a vibrar. Ashley pasó por encima de ella y lo tomó.

—¿Qué quieres, Russ? Nar está ocupada, no te puede atender.

—Solo pásamela.

—No puede, está con un chico.

—No le digas esas cosas. —Narel le quitó el teléfono de las manos a Ashley, que sonreía—. Hola, Alexander. ¿Qué quieres?

—Saber cómo va todo.

—Va espectacular, nos vemos después. —Y le colgó, sin dejar que al otro lado dijeran o hicieran algo, por eso volvió a vibrar, Narel lo apagó—. No le digas esas cosas, Ash. Sino lo tendremos afuera de la puerta amenazando con que la echará abajo.

—¿Crees que apagando el teléfono no hará lo mismo?

—No lo hará. Irá a decirle a Thomas que viene porque el teléfono está apagado y nos pudo pasar algo, Thomas entenderá que eso significa que no queremos hablar con Alexander y no lo dejará salir, y te llamará a ti para saber cómo estamos.

—¿Cómo sabes…? —Pero no pudo seguir hablando porque su celular comenzó a sonar, Ashley le mostró la pantalla y echó a reír, era Thomas—. Cuñado… Sí, estamos bien… No, creo que se le descargó. Sí, no te preocupes. —Y cortó, luego miró a su amiga—. Ustedes sí que se conocen bien.

—Te lo dije, Ash. Te lo dije. Sigamos armando todo, que mi avión sale mañana.

—Lo sé, lo sé… Quiero ver la cara de ese bobo cuando se lo digas…

—Quizás se la veas, porque no tengo pensado decirle nada.

Ashley se quedó con la boca abierta frente a eso y miró a su amiga salir de la habitación. Eso era extrema rebeldía y se moría de las ganas por ver la cara de Alexander al no enterarse. Aunque sabía que eso no pasaría, sabía que Narel le terminaría diciendo quizás solo unos minutos antes, pero le diría. Se puso de pie y fue con su amiga, ella se quedaría en el departamento por todo el mes que su amiga estuviera fuera, se encargaría de terminar de decorarlo, recibir las cosas que estaban por llegar y de prepararlo todo. También tenían pensado que Ashley se quedara a dormir en algunas ocasiones cuando tuvieran tareas o trabajos que hacer, si bien no estudiarían lo mismo, ninguno de los tres, había muchas asignaturas que eran comunes y estaban juntos. Al fin y al cabo, no sería tan malo, la pasarían bien y harían su mejor esfuerzo, de esa manera el que le revocaran la beca de Glasgow, no parecía tan malo.

Alexander llegó pasado el mediodía con pizzas, debía llevar una buena excusa para que lo dejaran entrar y sabía que las chicas tendrían hambre por estar trabajando en el departamento. Ashley fue quien le abrió y cerró, al mismo tiempo, la puerta. Por eso cuando ya lo dejó entrar, Alexander entró echando humito y reclamando a los cuatro vientos. Narel lo silenció al besarlo en la mejilla y quitarle las cajas de la mano, se fue a la cocina a preparar todo.

—Cómo te hubiera gustado que te besara en los labios, ¿verdad? —Ashley lo miró, él estaba con la vista perdida en su amiga que se desvanecía en el vaivén de la puerta de la cocina.

—No fastidies, Ashley. Solo vete a tu casa.

—No te dejaré solo con ella. Jamás.

—Solo molestas.

—Vamos a comer. —Narel salió de la cocina con servilletas y las cajas—. Ash, trae unos vasos por favor.

—¿Aún no tienes platos? —Alexander siguió a su amiga, se sentaron en el suelo, alrededor de la mesa de centro en la sala. Era el lugar que más ordenado estaba.

—Claro que sí, pero no quiero juntar más cosas por ordenar, además las cajas de pizza vienen diseñadas para ser platos.

Ashley llegó con el resto de las cosas y comieron con tranquilidad, extrañamente sin pelear. Se rieron y pensaron que las cosas serían algo parecido a eso que estaban haciendo de ese momento en adelante. Lo más probable es que los tres pasaran más tiempo allí que en cualquier otro lado, haciendo trabajos, tareas, estudiando. Eso que hacían en ese momento, solo era el principio de lo que les quedaba por un par de años, que esperaban no se alargara mucho.

Narel sabía que ese era el día, el momento y la oportunidad para decirle a Alexander que iría por unos días a Canadá. Al fin y al cabo, el vuelo saldría al otro día antes de las 12:00 horas, si no le decía, Alexander no la dejaría tranquila en mucho, mucho tiempo. Ashley también lo sabía, fue por eso por lo que cuando Alexander dijo que ya se marcharía, o más bien cuando Narel le dijo que ya empezara a irse porque se estaba volviendo tarde, Ashley bajó con la excusa que debía tirar la basura.

—Alexander. —Su amigo la miró, estaban de pie, él se preparaba para ir a su casa a pesar de que no quería—. Me iré por unos días a Canadá.

—¿Qué? —Dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella—. ¿Para qué?

—Necesito ir a ver cómo están, sabes que antes iba todos los años, necesito ir porque los extraño.

—Pero… ¿cuándo quieres ir?

—El vuelo sale mañana…

—¿Qué? ¿Y por qué me dices hasta ahora? ¿Por qué ya no me estás diciendo nada de estas cosas?

—Porque todo lo exageras, como ahora… solo iré por unos días y volveré, solo quiero saber que todos siguen bien por allá, tú sabes lo que significan ellos para mí.

—¿Y yo qué significo para ti? —Alexander se acercó hasta tomarla de los brazos, Narel lo miró a esos ojos celestes—. ¿Qué significo para ti? —Volvió a preguntar, tomándole del rostro.

—Sabes que eres lo más importante para mí…

—Entonces por qué no solo te quedas conmigo… —Alexander susurró, Narel podía ver esos ojos cada vez más cerca.

—Porque yo no significo lo mismo para ti, Alexander. —Él lo notó, a ella se le aguaron los ojos y se soltó, dándole la espalda—. Estudiaremos juntos como tanto querías… solo déjame ir a Canadá tranquila sin tus tontas advertencias ni nada, por favor.

—Nar… —Alexander la tomó de un brazo y la jaló a su cuerpo, abrazándola protectoramente—. Si me hubieras dicho, te hubiera acompañado.

—Ya lo sé, pero son cosas que necesito hacer sola, luego de eso estaremos juntos para toda la vida…

—Prométeme que te cuidarás.

—Obvio que sí.

—Mañana te iré a dejar al aeropuerto. —Alexander le besó la frente, justo al momento en que la puerta se abría y entraba Ashley—. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana —le dijo Narel y lo besó en la mejilla, pero no lo miró.

—Adiós, Russ. Que llegues bien a casa.

—Si ves que está mal, o le pasa algo raro, me avisas, no importa la hora. —Alexander se detuvo junto a Ashley y le susurró.

—Ya lo sé, vete tranquilo, no dejaré que nada le pase.

Y salió, no le gustaba para nada esa idea de que se fuera a Canadá sola, pero ¿qué más podía hacer? Thomas tenía razón, Ashley tenía razón, con todo su comportamiento demostraba su enamoramiento hacía su mejor amiga, y no era así, él amaba a su esposa, él amaba a Marianne y solo a Marianne.

Con todo eso en la cabeza, se fue caminando al departamento. El teléfono le vibró en el bolsillo, era Narel recordándole por mensaje que le avisara cuando llegara a la casa. Él solo sonrió y suspiró al volver a meter el aparato al bolsillo, ¿y cómo simplemente olvidar lo que sentía? La vida se había complicado demasiado, demasiado.

El vuelo salió a la hora señalada, después de despedirse de todos en el aeropuerto, subió con lágrimas en los ojos porque siempre era difícil, además tenía muchas ganas de quedarse al otro lado del continente y no volver hasta sacar todo lo que sentía y sentirse libre. Pero sabía que no podía… aunque nunca se sabía de las vueltas del destino. La esperaba un largo vuelo de más de doce horas, así que preparó música, audífonos y su libro de fantasía favorito. Y si el sueño y el cansancio la vencían, dormiría sin problemas. Estaba ansiosa por llegar y ver a los muchachos una vez más, esperaba de todo corazón que las cosas estuvieran bien por allá, ellos ya habían pasado por mucho como para seguir estando mal y era hora de poner en orden todo. Además, quería conversar con ellos por todo lo que le había sucedido. Esperaba que todo saliera bien. Cerró los ojos y se durmió sin siquiera pensarlo.

Era normal, que siempre que pisaba suelo canadiense, no hubiera nadie de a quienes iba a ver esperándola. En parte porque siempre llegaba sin avisar y en parte porque no le gustaba estar molestando. Es por eso por lo que casi siempre tomaba un vuelo que llegaba por las tardes/noches y se iba a un hotel, y no era hasta el otro día que partía rumbo a la casa de sus amigos. Y esa vez no fue la excepción.

Había pasado un tiempo desde la última vez que fue, como también había pasado un tiempo desde la última carta, así que dejó las cosas en el hotel y se fue temprano a la casa de sus amigos, la idea era llegar a despertarlos y tomar desayuno con ellos. Aunque lo más probable es que terminara cocinándoles. Vio la casa a lo lejos, sonrió y se apresuró en llegar. Sabía dónde dejaban la llave escondida, así que simplemente entró.

Y quizás, si ella hubiera tenido la suerte de Alexander, aquel viaje pudo ser lo que quería: quedarse allí y arrancar de sus sentimientos, pero fue todo lo contrario. Había estado enojada con ella misma porque tanto el abuelo como los padres de los muchachos, fallecieron y ella no logró viajar a tiempo para acompañarlos y eso era algo que se reprochaba día tras día, y era la razón por la que cada vez que iba, lo primero que hacía era ir al cementerio. Y aquel viaje no fue diferentes. Pero su mente no estaba pensando bien desde lo sucedido con Glasgow, la diferencia es que en Londres tenía a Helen y a Thomas que la obligaban, a veces, a poner los pies en la tierra, en Canadá —si bien sus amigos se preocupaban por ella— no sabían del todo lo que sucedía y a pesar de que estaban en conocimiento de que ella no bebía, no se drogaba y no fumaba, en aquella fiesta a la que fueron simplemente no se les pasó por la cabeza que ella agarraría unos vasos de tequila y se le subirían, y mucho menos imaginaron una pelea la dejaría inconsciente por estar en el lugar equivocado en el tiempo equivocado.

Narel despertó a los dos días, en el hospital, luego de lo sucedido. A su lado estaban los chicos, todos menos el mayor, ella lo suponía, se parecía bastante a Alexander en ese sentido. Uno de ellos le comentó todo lo que sucedió desde antes y después de la pelea, el estado de su salud y de que llevaba, prácticamente, dos días inconsciente por el golpe en la cabeza. Pero, para su desgracia, no la dejaron salir sino hasta los tres días luego de haber despertado. Para cuando eso sucedió, el mayor de todos fue por ella, siendo extraño que no llegara ninguno más. Narel, en esos días en el hospital, notó lo que no vio desde que llegó: sus amigos no la estaban pasando bien desde la muerte de sus padres. Aquello la hizo tomar la decisión de quedarse para siempre y se lo diría al mayor de todos de camino a casa.

—Me quedaré en Canadá, no volveré al otro mundo, me quedaré aquí y te ayudaré a sacar todo esto adelante. —Narel le comentó mientras caminaban a la casa, su amigo iba en completo silencio desde que se vieron en el hospital, aparte de eso, tenía una cara de enojo mayor que la de Alexander.

—No. —La palabra fue pronunciada tan cortante, que ella pensó que la culpaba por algo o la odiaba—. No harás eso, volverás a Londres y seguirás con tu futuro, tus sueños…

—¡Pero me necesitas! —interrumpió casi con un grito y sintiendo que en cualquier momento echaría a llorar, quería con todo su corazón quedarse en Canadá y ayudar a arreglar las cosas, aunque también era porque se estaba arrancando de todo.

—No te necesito —respondió, tan seco y cortante como antes.

—¡Necesitas toda la ayuda posible!

—¡No necesito de tu ayuda! —gritó y ella dio un paso atrás—. ¡Lo único que quiero es que te vayas y no vuelvas jamás! ¡Jamás!

Y continuó caminando, con la misma mirada seria y fría de antes, ignorando a aquella chica que dejó llorando a su espalda. Ella llegó a la casa unos minutos más tarde, limpiando su rostro antes de entrar, no sabía muy bien qué hacer, quizás recoger sus cosas y volver al hotel… Quizás tomar un avión de regreso a Londres… Quizás al otro día la escucharía… En el hospital había escuchado todos los problemas por los que estaban pasando ellos y ella tenía como ayudarlos. Podría quedarse allí para toda la vida si ellos quisieran… Abrió la puerta y quedó boquiabierta al ver a Thomas sentado a la mesa bebiendo un té. El resto de sus amigos sentados alrededor de él.

—Aquí no se toma té, Thomas. Aquí se toma café. —Con una broma esperaba saber el motivo por el que se encontraba allí.

—Arregla tus cosas, nos vamos cuando termine mi té.

—Pero…

—Eres menor de edad, estás a mi cargo. Arregla tus cosas porque nos vamos.

Y Narel no dijo nada más, fue a la habitación y ordenó todo. Aquella había sido una buena jugada de parte del mayor de sus amigos, que Thomas estuviera allí significaba que no la querían de vuelta en Canadá y que Thomas se encargaría de mantenerla alejada. Era más que seguro que él ya estaba enterado de todo. Suspiró con frustración al colgarse la mochila al hombro, serían unas largas doce horas de regreso… doce horas de sermones.

Intentó fingir una sonrisa cuando se despidió de todos, pero no pudo. Terminó llorando porque lo más probable es que no los volviera a ver en la vida. Thomas notó aquello y la ayudó con las cosas. Llamaron a un taxi y se fueron rumbo al aeropuerto.

Cuando el avión despegó, ella cerró los ojos y guardó en su memoria todos los recuerdos de Canadá, los buenos y los malos, porque ya nunca más los volvería a tener ni a sentir. Quizás, en el futuro, la perdonarían… Quizás… pero por el momento, Canadá solo podría ser un recuerdo… Thomas no le dijo nada en un buen rato, hasta que la vio más tranquila, luego de eso comenzó el sermón. Narel lo escuchó en silencio, sabía que tenía razón. Aunque no fue tan duro, prefirió dejarla dormir y que olvidara un poco lo sucedido, ya tendrían tiempo de conversar en Londres.

—¿Le dijiste?

—No, solo Helen sabe que vine. No le diremos nada de esto a Alexander ni a nadie en Londres, será nuestro secreto.

—Gracias, Thomas.

—Aunque…

—Ya lo sé, Helen me matará apenas aterricemos.

—Así es… Dijo: «mataré a esa boba apenas ponga un pie en Londres». Descansa ahora, estarás bastante ocupada con Helen por el resto de lo que te queda de vida.

Narel suspiró, ni sus padres eran tan aprensivos como Thomas y Helen. Quizás que quedaran como sus tutores no fue tan buena idea… Se cruzó de brazos y se acurrucó en el asiento. Thomas, a su lado, solo sonrió.

De esa manera, Canadá se convirtió en un lugar muy lejano y algo más que no le resultaba como quería.



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