Sinopsis:Song fic con la canción de Sonata Arctica con el mismo nombre. Relata la historia de un valiente caballero embrujado por una de las princesas del reino. A través de él, ella espera convertirse en reina, y él sólo espera tener el amor de aquella hechicera, sin darse cuenta que lo engaña. Narrado en tercera persona omnisciente.La letra de la canción Wolfs&Raven, pertenece a sus respectivos autores en Sonata Arctica. A diferencia del resto de la historia que me pertenece por completo. Cualquier alcance de nombre, con personas ficticias o reales, es mera coincidencia.
Wolf & Raven
El suave viento acariciaba
sus cabellos en la oscuridad de la noche, en lo profundo del bosque. Se
encontraba sentado apoyado en un árbol esperando el momento justo en el que
debía llevar a cabo su cometido.
Era él, sólo él y su
caballo, aquel fiel corcel que lo había acompañado en todas las misiones que
ella le encomendaba.
Tenía su espada enfrente,
enterrada en la húmeda tierra. Podía ver su reflejo en ella, la de un hombre al
que la vejez le estaba llegando a pasos agigantados. Su cabello, el que una vez
fue negro, se estaba volviendo gris blanquecino; de su barba y bigote marrón ya
no había rastro, ahora eran grisáceos. Sus ojos azul zafiro mostraban un dolor
irreparable en su alma.
Frunció su ceño mientras
recordaba todas y cada una de las cosas que realizó por ella, esperando algún
día tener el perdón de los Cielos y, a la vez, pidiendo que ése fuera el último
de los mandatos.
Nunca se negó a algo que le
pidiera, nunca pidió explicaciones, sólo obedeció y cumplió con lo ordenado, aunque
eso, a veces, le llevara varios meses. Lo único que le importaba era volver a
ver aquellos ojos grises.
Grant me a wish, my master, take
heed of me, I have been loyal servant, heartfelt, humble.
Un gran caballero pudo haber
sido, ése era el destino que su padre, un fiel sirviente de la corona, tenía
destinado para él. Pero las cosas no son siempre como uno las desea, bastaba
que aquella mujer se luciera despampanante —como siempre— frente él, para que
quedara hechizado de por vida.
Terminó su entrenamiento de
caballero con honores, todo para que ella lo viera con mejores ojos, y lo hizo,
pero no de la forma que a él le hubiera gustado.
Fue una tarde de invierno
cuando lo citó, él saltaba de la felicidad, al fin su sueño se volvía realidad.
Llegó contento al lugar,
allí estaba ella, con su vestido color turquesa, su cabello liso castaño claro
colgando suelto por sus hombros, sus bellos ojos grises y la pequeña corona que
demostraba que era una de las princesas del reino.
A los alrededores había uno
que otro sirviente, estaba estipulado por ley que las princesas no debían salir
solas del castillo.
Al llegar a su lado, se
arrodilló frente a ella.
—Estoy a vuestro servicio,
princesa —le dijo con su voz ronca, lleno de felicidad.
—Levantaos —ordenó con
autoridad—. Quiero ver vuestros ojos.
Obedeció inmediatamente, se
paró junto a ella, permitiéndole que le mirara aquellos resplandores azules
zafiros que brillaban ese día como nunca antes lo habían hecho.
—Os he visto mirándome
—habló la princesa con su tono de orgullo.
—Lo lamento —se disculpó
bajando la cabeza avergonzado—. No ha sido mi intención molestaros.
—Decidme, valiente
caballero. —Buscó los ojos de él con su mirada—. ¿Qué os sentís por mí?
—¡Admiración, princesa!
—exclamó efusivo—. Desde que os vi, vuestros ojos han sido mi razón de vivir,
vuestra sonrisa es lo que me alienta, vuestro aroma me embriaga, ni siquiera el
mejor de los licores es capaz de lograr tal efecto. —Cada cosa que decía, lo
hacía mirando a la princesa a los ojos, sentía que era el momento que esperaba
de hace tanto tiempo y ella no lo rechazaría—. Os amo, princesa.
—¡Oh, valiente señor!
—contestó sorprendida o por lo menos eso demostró—. Me dejáis sin habla frente
a tales confesiones. Decidme ahora, mi caballero. —Tomó las manos de él—. ¿Qué
estaríais dispuesto a hacer por mí?
—Lo que gustéis, mi
princesa. —Se arrodilló, frente a la dama, tomó sus manos y las besó con
suavidad.
—¿Estáis seguro de lo que
decís? —preguntó con una sonrisa.
—Os aseguro, mi princesa
—respondió, aún arrodillado, con la mirada clavada en el suelo—. Desde que os
vi, todos mis anhelos se convirtieron en uno. Serviros.
Gave up what belongs to me, gave up
my greed, my self-examination, made me see, to be me.
Se puso de pie, mostrando su
plateada armadura, tal vez aquella noche sería la última que la usaba. Tenía en
el centro una insignia, la del rey, el tío de su amada princesa, que siendo muy
pequeña quedó huérfana. Sus tíos la educaron y le dieron el lugar como una más
de las princesas, era otra de las hijas.
Miró la luna, aún faltaba un
poco para que estuviera en la posición indicada para el momento en que debía
realizar su ataque, suspiró y sacó su espada de la tierra para guardarla en su
vaina, llamó a su corcel y acarició la cabeza de éste, le sonrió.
—Esta noche, amada mía —dijo
mirando las estrellas—, vuestro deseo de ser reina cumpliré.
Montó su caballo y, a paso
lento, avanzó hacia el castillo.
I am now like Judas, done ashamed of
what I've become, fear for life I wear as a ring, to bask in your favor, I will
kill the king.
El ruido de los pasos de
aquel corcel era lo único que se escuchaba entre la neblina que cubría el
frondoso bosque. Unos kilómetros más adelante se encontraba su destino, su pase
a la felicidad.
—Mi princesa —dijo arrodillándose
al llegar junto a ella, como hacía siempre que la veía.
—Valiente caballero
—contestó tomando el mentón para que se levantará—. Os he llamado porque quiero
pediros un favor. —Miró a sus sirvientes para que se fueran un tanto lejos.
—Lo que gustéis. —Hizo una
pequeña reverencia en señal de respeto.
—¿Seriáis capaz de matar por
mí? —preguntó inocentemente.
—Lo que sea por vuestra
felicidad —respondió sin importarle nada más que aquellos ojos.
—Matad a la mayor de las
princesas —susurró cerca del oído sin el menor sentimiento de culpa.
—Pero… —La sorpresa por
aquellas palabras lo obligó a abrir los ojos a más no poder.
—Dijisteis que haríais lo
que yo os mandará —reprochó la princesa con autoridad, pero no dejó de parecer
una niña mimada pidiendo que se hiciera otro de sus mandatos—. ¿Lo haréis?
—Sí —contestó con seguridad,
ella sonrió con malicia.
—Tomad —dijo extendiéndole
unos pequeños frascos—. Una gota de veneno bastará.
—Como digáis, mi princesa
—musitó al recibir lo que ella le había pasado.
—No os preocupéis —sonrió,
sus ojos brillaban con maldad—. A mi lado seréis invencible, yo os protegeré
contra cualquier mal.
—Mi vida es vuestra, mi
princesa. —Hizo una reverencia, sabía que aquello estaba mal, pero estaba
seguro que ella valía todo—. Mi cuerpo y mi mente sólo obedecen a vos.
You say I am invincible, I cannot
die, I know, but anyway the words, they maim me.
Así fue como comenzó todo,
primero fue la mayor de las princesas, años más tarde le siguieron las demás.
Ahora sólo queda ella, la bella hechicera que enamoró al joven caballero.
Volvió a mirar la luna,
estaba en posición y, frente a él, el gran castillo del rey y, a la vez, el
lugar donde habitaba la princesa.
Bajó de su caballo, sacó los
pequeños frascos que tantas otras veces había usado en nombre de su amada y se
encaminó entre las sombras hacia el castillo.
Avanzó en silencio,
esperando que el momento en que ella usaría uno de sus tantos hechizos en él.
Continuó tranquilo hasta que sintió su cuerpo cambiar, abrió sus enormes alas negras
y voló hasta la habitación donde descansaban el rey junto a la reina.
—Princesa —dijo él
arrodillándose cuando ésta llegó.
—Aún no cumplís con mi
mandato —le reprochó extendiéndole la mano para que la besara.
—Lo siento —musitó apenado
con la cabeza hacia abajo—. El castillo me ha dado problemas.
—Desde esta noche, valiente
caballero. —Lo tomó del mentón para que se pusiera de pie—, seréis un cuervo
cada vez que yo os mande.
—Como ordenéis, princesa
—terminó haciendo una reverencia, como cada vez que ella ordenaba algo.
Grant me a wish, my master,
compassion, please, I'd like be a human, ...maybe one day.
Llegó a la ventana de la
habitación donde estaban los siguientes en morir, observó desde allí el dormir
de aquel ser al que le había jurado lealtad.
Entró, aún convertido en el
ave de la muerte, caminó lento y subió a la cama donde descansaban el rey y la
reina. Los observó con melancolía, sus respiraciones lentas y calmadas, sin
imaginarse el destino que tenían enfrente.
El ave negra llegó hasta la
almohada donde el rey reposaba su cabeza, continuó mirándolo durante unos
minutos con sus ojos rojos y recordó la primera vez que mató a alguien a pedido
de su princesa.
Una noche oscura entró por
el castillo como una sombra, nadie lo notó, nadie lo percibió. Llegó a la
habitación de la mayor de las princesas, la vio acostada en su cama durmiendo,
lentamente se acercó, hasta el punto de estar junto a ella, y abrió su boca. La
princesa lo vio, pero ya era demasiado tarde, dos gotas del veneno habían
entrado por su cavidad bucal y el efecto era inmediato.
Se murió en sueños, fue el
diagnóstico que le dieron a los reyes que lloraban sin consuelo.
Dio algunos saltos hasta
llegar a la ventana, continuó mirando al rey y la reina dormir, mientras seguía
recordando las muertes de las otras tres princesas.
No se arrepintió, claro que
no, todo era por el bien de ella, y eso era el futuro que el reino necesitaba,
con su amada en el poder, todo sería mejor.
I am now like Judas, done ashamed of
what I've become, fear for life I wear as a ring, to bask in your favor, I will
kill the king.
Abrió sus alas y voló rumbo
a la única ventana en la que se podía ver una débil luz. Se paró en el alfeizar
de piedra y miró en su interior.
—Valiente caballero —dijo ella
volteándose a mirarlo.
—Os traje lo que me pidió
—le entregó un pequeño bolso de cuero.
—Vuestra ayuda —susurró
pasando sus finos y largos dedos por el mentón de él—, veréis recompensada.
—Sólo pido volveros a ver
—se inclinó frente a la hechicera.
—¿No queréis ser mi rey?
—Sus ojos coquetos se clavaron en él.
—Nada me haría más feliz
—respondió el caballero de brillante armadura, sin poder ocultar su felicidad—,
que pasar el resto de mis días a vuestro lado.
—Os haré feliz —le dijo con
el mismo tono de voz—, cuando vos, me hagas feliz a mí.
Entró por la ventana y se
dirigió a la cama que había en el centro de la habitación, en ella había una
pluma negra y una nota.
Tenía hasta el amanecer para
llevar a cabo su mandato, según la hechicera, el veneno sólo duraría hasta el
primer rayo del sol.
Volvió a la ventana y miró
todo a su alrededor, adentro la hermosa habitación de su princesa, afuera el
reino que a la mañana siguiente quedaría sin mandatarios.
Voló en dirección a la
ventana de los reyes, sabía que ellos serían otros protagonistas de sus
pesadillas, al igual que eran todos los otros que había matado. Definitivamente
no tendría el perdón de los Cielos y nunca volvería a dormir como lo hacía
antes de ser el fiel cuervo de la loba que vivía en el castillo.
Una lágrima brotó de sus
ojos de ave, que se volvieron aún más rojos, el odio y la ira llenaron su
corazón, todo por el ser al que amaba.
Let me go Master, I hate you so how
can I sleep my nights when my whole being cries.
Ya había olvidado cuantas
veces su padre le mencionó que aquella princesa no le daba confianza, él era
uno de los más cercanos caballeros al rey y éste le tenía mucha confianza. Un
gran observador era, y como tal, sabía del crecimiento de cada una de las cinco
princesas, y ella era la única que en su mirada se reflejaba la avaricia y el
odio.
Su hermano mayor también se
lo advirtió, pero él, cegado por el amor incondicional hacia aquella, no
escuchó a ninguno.
—Vuestro padre y hermano...
—le dijo ella, en uno de aquellos días en que él la visitaba en el jardín
especial de la princesa—. ¿No me quieren con vos?
—Todo lo contrario, princesa
—mintió—. Os adoran.
—Decidme la verdad —ordenó
cerca de sus labios—. ¿No me quieren con vos?
—No, princesa —respondió
bajando la mirada.
—Matadlos —susurró sin el
menor sentimiento.
—Son mi familia —contestó
aterrado, intentando asimilar las palabras de la mujer a quien amaba.
—¿No lo haréis por mí?
—sollozó a punto de derramar lágrimas—. ¿Aguantaréis que os separen de mi lado?
—¡No, nunca! —gritó con algo
de odio, jamás permitiría eso.
Aquellas palabras resonaron
en su cabeza durante días, no podía acabar con la vida del ser que le dio vida,
y menos con la de su hermano, que siempre lo ayudó.
Se alejó de ella por unos
días —aguantando todo el dolor que eso le provocaba y olvidando sus palabras—,
cuando lo llamaba, no acudía, intentó ser normal, un valiente caballero que
luchaba por el honor de la corona y su rey. Pero no pudo, el poder, la avaricia
y todo el veneno que le había inyectado aquella hechicera, tenían su corazón
corrompido por completo.
Una fría noche enterró su
daga en el corazón de su padre, su hermano murió desangrado por la cortadura de
una espada en el cuello. Ambos mientras dormían. Ninguna lágrima se apareció en
sus mejillas al momento de perder a su familia.
Sólo pensaba en ella,
aquella hermosa princesa que sería de él cuando al fin fuera completamente
feliz, ya no le importaba nada más que cumplir con su rosa negra.
I tried to be like everyone, open my
soul, but what I had to give resulted loathing. Enchanted by the power, licked
by the grace one beautiful black flower, were the end of the human race.
Entró por la ventana de
piedra, caminó por la suave alfombra de pelos rojos hasta llegar a la cama
donde descansaban sus próximas y, con suerte, últimas víctimas.
Llegó a la cama, dio un
salto y con su largo pico negro sacó del pequeño bolso que llevaba amarrado a
la espalda el frasco con veneno, ya sabía muy bien cómo usarlo, después de
todas las veces que lo había hecho.
La primera vez que lo hizo,
convertido en el ave, le dio mucho trabajo ya que corría el riesgo de derramar
el contenido o tomárselo. Pero nada era imposible para él, o así lo pensaba,
luego de un rato su cuerpo de humano volvió y así pudo verter el contenido en
las bocas de sus víctimas.
Miró a los reyes,
nuevamente, dormidos. Su cuerpo de caballero se hizo presente para que llevara
a cabo su cometido, abrió el pequeño frasco y depositó una gota dentro de la
boca de la reina, que dormía abrazada a su esposo.
Era el turno del rey,
suspiró y algunas lágrimas ignoraron sus órdenes dejándose ver por sus
mejillas. Abrió lentamente la boca del señor al que le debía lealtad y dejó
caer unas gotas dentro de su cavidad bucal.
Se levantó del suelo felpudo
en el cual estaba de rodillas, les dio la espalda a los reyes, guardó el frasco
dentro del bolso y abrió sus brazos. En unos segundos había vuelto a ser un
cuervo de la desgracia. Caminó orgulloso, con la frente en alto y sus ojos
rojos, dio un salto a la ventana y voló en dirección a la habitación de antes.
With pride now face my faith King
and Queen now lie in state, this fear of life I wear as a ring, I bask in your
favor, I have killed the King.
Se detuvo en el alfeizar de
piedra, la luz ya se había extinguido y en la cama descansaba una doncella de
largos cabellos y sus hermosos ojos grises cerrados. Entró y se paró junto a la
cama, miró desde allí unos minutos y se atrevió a saltar para quedar junto a
ella.
Con su pico le acarició el
rostro, haciendo que ésta se moviera; volvió a tocarla hasta que la hechicera
despertó.
—Adorable cuervo —le dijo
ella con una sonrisa—. ¿Habéis realizado lo que os pedí?
El ave asintió con su cabeza
y la princesa lo acarició en señal de aprobación.
—Valiente caballero —habló
con sutileza—, mañana llegará mi felicidad.
Deseó con todo su ser volver
a ser humano y, a los pocos minutos, lo logró. Abrazó con fuerza a la princesa
que tenía enfrente, ella le respondió pero fríamente, como siempre. Mientras
que él no dejaba de pensar en lo que vendría, en unos días estarían juntos por
siempre, se convertiría en su esposo y nada podría separarlo de ella.
La hechicera lo alejó de su
lado y lo miró.
—Debéis estar cansado
—susurró con una sonrisa—. Iros y descansad en un árbol, mi fiel cuervo.
Sus ojos brillaron amarillos
y él volvió a ser el ave de la desgracia.
Se sintió humillado y
avergonzado. La rabia y la ira volvieron a reflejarse en sus ojos, abrió sus
alas y voló lo más rápido que pudo a donde su fiel corcel lo esperaba.
Let me go Master, I hate you so how
can I sleep my nights when my whole being cries.
Se acurrucó en el lomo de su
caballo, cerró sus rojos ojos y trató de calmar su ira, aquella había vuelto a
sonreír luego que él hiciera el trabajo sucio, y ni siquiera las gracias le
había dado.
La pequeña ave no se dio
cuenta cuando Morfeo se la había llevado a su reino, un enorme castillo era
donde se encontraba, rodeado de finas esculturas talladas en columnas. Una
larga mesa alumbrada con varios candelabros y muchas velas la adornaban, junto
a varios platos, todos con algún tipo de manjar diferente.
Había una silla en la
esquina, se encaminó para ver quien estaba sentado en el lugar. Se sorprendió
al ver en ella a su princesa, le sonreía y, sobre su cabeza, se encontraba la
corona de la reina.
Le hizo una seña para que se
acercara. Él, como siempre, lo hizo arrodillándose al llegar a su lado.
—Poneos de pie —susurró a la
vez que lo invitaba a mirar la bandeja frente a ella.
Él la observó y vio que
estaba vacía, le llamó la atención ya que en la mesa tenía de los mejores
manjares que cualquiera pudiera tener.
—¿Queréis que os sirva?
—preguntó dudoso.
La hechicera comenzó a reír
a estrepitosas carcajadas, tan fuertes que el caballero se tapó los oídos
tratando de aminorar el molesto sonido que salía de la boca de su amada.
La miró y vio que sus
colmillos crecían, a la vez que su boca se volvía puntiaguda y los brazos se le
llenaban de pelos. A los pocos minutos tenía frente a él un hermoso lobo color
blanco y ojos grises.
La bestia gruño, él abrió
sus alas y trató de volar, pero le fue imposible, de un salto lo había apresado
con su hocico, ya no había vuelta para el cuervo, sería devorado.
Un débil rayo de sol llegó a
los ojos del ave, los abrió lentamente a la vez que volvía a ser humano, bajó
de su corcel y observó el cielo, ya era de mañana, ya era el momento en que
todos descubrirían lo que había hecho.
Agarró a su caballo y se
internaron en el bosque.
I had a nightmare, the Wolf eating
the Raven, entrails of life on my plateand I ate 'em..
Habían pasado ya tres días
desde que los reyes murieron, era la hora de volver a donde se encontraba ella,
en el jardín donde secretamente le entregaba las órdenes que debía realizar.
Cabalgó lentamente hasta llegar a su destino, pero esta vez no la encontró. Le
preguntó a unos de los sirvientes y le indicaron el camino que debía seguir.
El castillo, en el que hace
unos días había matado a sus señores, lucía radiante y lleno de vida. Muy al
contrario de como pensó que lo vería, aún debían estar de luto por la muerte de
sus dueños. Se asustó y pensó que tal vez el veneno no había surgido efecto.
Caminó en la dirección
indicada y a los pocos minutos pudo ver una figura conocida, aquella mujer
vestida completamente de negro y sentada a la sombra de un gran sauce. Corrió
para abrazarla y tenerla a su lado para siempre, pero se detuvo al ver a un
hombre llegar a su lado, sentarse y abrazar a la princesa que lloraba
desconsoladamente.
La ira lo embriagó por
completo y se fue al ataque de aquel ser que le robaba el corazón de su amada.
Ella lo vio y se puso de pie, seguida por el caballero a su lado. Él detuvo su
ataque.
—Él es, mi señor —dijo la
doncella con voz sutil—. El asesino de mis queridos tíos. —Rompió en llanto
fingiendo inocencia.
—¿Qué decís, mi princesa?
—consultó el caballero sorprendido.
—¡Guardias! —gritó el señor
junto a la hechicera—. ¡Apresad al traidor!
No opuso resistencia, su
corazón se había roto en mil pedazos. Todo lo que tenía se lo había entregado a
ella, cegado por su belleza no fue capaz de escuchar los consejos de quienes
verdaderamente lo apreciaban.
Cayó de rodillas al suelo
mientras los guardias le ataban las manos a su espalda, levantó la cabeza y
pudo ver a la persona que tanto amaba sonriendo, esta vez sí lo hacía con
felicidad, se le notaba en sus ojos. Le regaló su última mirada de amor,
mientras los guardias lo llevaban a empujones a los calabozos.
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Abrió sus
alas y voló por el castillo, sonriendo porque aquella mujer había olvidado
quitar el hechizo y él seguía siendo cuervo cuando quería.
Al otro día sería su
ejecución, luego de una semana de juicios, donde la hechicera lo había culpado
de todas y cada una de las muertes que realizó bajo su nombre, indicando que él
se las confesó la noche en que murieron sus tíos, porque quería quedarse con
ella y con el trono.
Él solo sonreía frente a
cada palabra que salía de la boca de la mujer a quien tanto amó.
Entró por aquella ventana
una vez más, la doncella dormía tranquila en su cama, volvió a su forma de
hombre y se acercó a la durmiente.
La observó con ira y
despreció, acarició su mejilla y besó sus labios, la mujer abrió sus ojos
sorprendida, una daga había atravesado su frágil y suave cuello.
—Siempre fui el lobo, mi
princesa —le susurró el caballero a la vez que abría sus alas y volvía a la
fría celda que se había convertido en su hogar.
Se acurrucó en el rincón más
oscuro del lugar y en su forma de cuervo
sonreía, la felicidad y el odio formaron uno sólo, hasta que el primer rayo
cruzó por la única ventana que allí había.
A empujones lo sacaron de la
celda, era el momento de su fin, no le importó, sería libre.
La gruesa soga cruzaba su
cuello, las manos atadas fuertemente a su espalda y un saco cubría su cabeza. A
lo lejos escuchó gente gritar, no entendía qué decían, hasta que el sonido se
hizo más claro.
—La princesa ha muerto
—escuchó entre llantos y sollozos.
Sonrió a la vez que sus pies
quedaban colgando y la soga lo dejaba sin respiración.
Había llegado el fin para el
caballero de brillante armadura que fue engañado por la bella loba convertida
en humano.
No consiguió el perdón de
los Cielos, pero sí arrastró consigo al ser que tanto amó y odió en su vida.
Let me go Master, I hate you so how
can I sleep my nights when my whole being cries.
Entre la neblina del bosque,
se ve un lobo correr tras un cuervo, con un rápido movimiento lo atrapa y lo
muerde, el ave grita de dolor, sus ojos se llenan de odio y picotea con todas
sus fuerzas la cara del cuadrúpedo. Lo enceguece al picotearle un ojo, el lobo
aúlla del dolor. En pocos segundos los papeles cambian, ahora es el cuervo el
que se come al lobo.
Un joven observa todo
escondido entre unos matorrales, ve al cuervo salir volando luego de devorar al
lobo, se esconde aún más para que aquella criatura con alas no lo vea, vuelve a mirar, pero el lobo ya no está. Se
asusta y agazapado se aleja del lugar, avanza unos pasos y se pone de pie,
corre unos metros y un blanco lobo de ojos grises se le cruza en el camino
mostrando sus afilados colmillos, el chico grita de la sorpresa al ver a aquel
cuadrúpedo devorado de pie como si nada le hubiera pasado, ni un rastro de
sangre tenía. Unos suaves aleteos se escuchan y un cuervo negro de ojos rojos
se posa sobre la cabeza del lobo. Ambos miran al joven, él cae de rodillas al
suelo, cierra fuerte sus ojos y espera…
Fin
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