Bien, veamos que tal sale esta cosa. No es la
primera vez que escribo, pero sí es la primera vez que hago esto, y no sé cómo
irá a salir… Primero, me presento, me llamo Matías Leighton y estoy aquí para
hacerle un favor a mi hermana. Se lo debo… Le debo mucho más que eso…
Y la razón por la que yo escribo y no ella, es
simplemente porque ella ya no puede… ya no…
Lo que sucedió en el gimnasio aquel día fue
algo confuso, ya han pasado más de cinco meses de eso y aún sigo pensando en
que las cosas no debieron ser así. Nunca pensé que todo sería así, yo creía que
sería un momento lleno de felicidad cuando conocí a Sarah, pero no lo fue,
nunca lo fue.
Yo llegué con Sarah, pensando que con ella
podría tratar de detener a su hermano, ella había escuchado que tenían algo que
hacer en el gimnasio y me lo dijo, lo que no imaginé es que ese algo tuviera
que ver con darle una paliza a Kevin y que mi hermana… mi hermana… a quien más
amo en este mundo y en todos los otros… que a ella le pasara eso. No, nunca lo
imaginé y nunca lo quise. Yo nunca quise hacerle daño, yo sólo no pensé bien
las cosas cuando acepté el trato de Brian, yo pensaba que eso sería una broma,
algo que se le olvidaría al día siguiente y podría estar con Sarah y a mi
hermana no le pasaría nada. Si yo hubiera sabido que él estaba así de loco,
nunca hubiera dicho que sí. Nunca.
Ahora, por mi estupidez, mi hermana… mi pequeña
hermana… Y todo por andar de estúpido con una chica, una que por segunda vez no
me apoyó, tal y como dijo Tony, cuando la necesité me volvió a dar la espalda y
se fue, nuevamente, con su hermano, con su familia…
Me arrepiento, aunque sea tarde para eso y no
sirva de nada a estas alturas. Me arrepiento y me odio por todo esto.
Mis padres no me perdonarán, mis tíos tampoco.
Nick perdonó lo que le hice a él, pero no lo hará por lo que le hice a mi
pequeña. Y mi pequeña… No, ella no me perdonará nunca. Y de todos ellos es el
de ella el que más me duele, el que más se cuela dentro de mí, el que me hace
llorar todas las noches en las que no logro dormir. Chris dice que ya parezco
un zombie, pero no le digo nada,
puedo ver en sus ojos la decepción hacia mí, como también la veo en los de
Kevin, y como sentí en el golpe que me dio Kevin cuando llegué aquel día… Aquel
día que no pude hacer nada.
Cuando llegamos con Sarah, Caleb y Danko, el
disparo retumbó en el gimnasio con fuerza, justo en el momento en que abría la
puerta y mi hermana caía a los brazos de Kevin. Corrí a su encuentro olvidando
todo, era mi pequeña, mi pequeña hermanita, que se le manchaba su ropa con la
sangre que le escurría por la espalda. Mi hermanita… Y el grito desgarrador de
Kevin cuando ella cerró los ojos… Yo ni siquiera pude vérselos por última vez…
Yo ni siquiera pude decirle cuánto la amo.
Recuerdo que me agarré el pelo con ambas manos
y me lo jalé con fuerza, luego grité un «no» largo y prolongado. Después vino
el silencio, y eso fue acompañado con un momento de furia que no supe nada de
nadie, sólo sabía que Brian estaba allí, como en estado de shock, y me lancé al
ataque. No me importó nada, la pistola salió volando cuando lo agarré por el
cuello y lo alcé para dejarlo caer unos metros más adelante. Él no se defendió
ni opuso resistencia, estaba como en otro mundo. Tampoco hizo mayor esfuerzo
cuando lo tomé de la camisa y comencé a golpearlo sin perdón ni olvido, yo sólo
quería dejar mi puño estampado en su cara, que nunca se olvidara del peso de
mis nudillos. Quería romperle todo.
Pero no pude…
Sentí una cosa fría en mi cabeza y me detuve.
Sarah agarró la pistola y la puso en mi cabeza y me pidió que me detuviera
entre lágrimas, y lo hice. Alcé mis manos en señal de rendición y Brian cayó
inconsciente sobre el piso. Me puse de pie lentamente, la pistola dejó de
apuntarme a la cabeza, pero continuó dirigida a mí.
No era necesario que hiciera eso, si ella me
hubiera pedido que me detuviera, lo hubiera hecho sin pensarlo. Pero puso esa
pistola en mi cabeza… Y me demostró que su amor por mí era tan falso como todos
ellos, con excepción de Tony y los muchachos. Y me di cuenta que del amor al
odio sólo hay un pequeño paso, uno que crucé cuando sentí ese frío en mi cabeza.
Sarah susurró un «lo siento», en el mismo
momento en que los amigos de Brian lo tomaban y se lo llevaban. Ella no dejó de
apuntarme hasta que salieron del gimnasio. Y fue cuando recobré la consciencia
y me giré para ver a mi pequeña, y entonces fue cuando sentí aquel dolor, uno
que nunca esperé y que espero no volver a sentir jamás. Kevin me golpeó con
todas sus fuerzas en el estómago, caí de rodillas y en forma fetal al suelo,
apenas podía respirar. Pero me lo merecía, me merecía estar en el lugar de mi pequeña,
a quien lograba ver en el suelo sin moverse. Sentí mis lágrimas cubrir mi
rostro, a lo lejos una ambulancia y muchos pies correr.
Desperté en una camilla de hospital, dos días
después de todo eso, y a mi lado alguien a quien no esperé volver a ver en mi
vida. Y menos en aquel momento en que me sentía tan… tan… tan porquería.
—Hey, Math. ¿Qué dices, chaval? —Fue como me
saludó, y yo sentí que por un momento todo estaba bien, ella tenía esa cualidad
con cualquiera de nosotros, nos daba paz. Aunque eso sería algo que jamás
admitiría y menos en frente de ella. Miré el cielo y sentí mis lágrimas rodar—.
Todo va a estar bien ahora, mi kokoro.
Todo va a estar bien.
Y ella se acercó y secó mis lágrimas. Yo lloré
aún más cuando me abrazó con fuerza y me besó la frente, sentí sus lágrimas
chocar en mi rostro.
—Viniste… —susurré, ella me miró con aquella
enorme sonrisa que sobresalía por entre sus lágrimas.
—Yo jamás los abandonaré, kokoro. Pase lo que pase, yo voy a estar junto a ustedes.
—No debiste… La última vez…
—Julián no está bien.
No me dejó seguir hablando y entonces la miré,
su voz había sonado apagada y su sonrisa desapareció. Algo extraño, pero no
raro, ella haría cualquier cosa por Julián, incluso cruzar el océano y echarse
a todo el mundo sobre la espalda. Lo hizo aquella vez hace años atrás y lo
volvería a hacer en ese momento.
—¿Dónde está? —pregunté, él sólo tenía permiso
para estar fuera mientras Franco… y entonces lo recordé—. ¡Franco!
—Tranquilo, tranquilo, chaval. Los dos están
afuera, Franco en recuperación, pero ya despierto y Julián aún con permiso.
—¿Y…?
—Kevin está algo roto, como es lo normal y
común en él. —Y volvió a sonreírme, y así fue que entendí qué intentaba hacer,
subirme el ánimo con cosas chistosas sobre los chicos, a pesar que la situación
no era chistosa—. Chris anda de un lado a otro ayudando a encargarme de todo,
creo que es la primera vez en su vida que es útil. —Y ahora yo sonreí, ella
logró hacerlo, otra vez—. Y Thais… Ya sabes, Math… —Su voz se quebró y las
lágrimas atiborraron su rostro, las mías también regresaron—. Voy a inventar
una máquina del tiempo, sabes que soy capaz. Como el auto ése. Y te daré una
vuelta en él, a pesar que seas un maldito demonio que no me deja en paz.
Y no aguantó más y estalló en lágrimas y en un
llanto silencioso. No se puede decir que nuestra relación siempre ha sido
buena, tampoco mala, pero los insultos suaves y con cariño siempre han estado
presentes. Nos queremos a nuestra manera, y a pesar de nuestras constantes
peleas sin sentidos, ambos sabemos que el otro haría cualquier cosa por ver
bien y feliz al otro. Yo la abracé con fuerza, porque sabía que una vez que
apareciera Julián o los demás, ninguna lágrima aparecería en sus ojos. Sería la
fuerte del grupo y dejaría que mis hermanos liberaran sus sentimientos.
—Ya, no seas llorona… —se dijo a sí misma y
luego me sonrió—. Yo debería estar feliz, en un mes me caso…
—¡¿Qué?! —pregunté asombrado—. ¡¿Y quién es tan
idiota como para hacer eso contigo?!
Yo sé que eso estuvo mal y que por eso el dolor
del golpe en mi cabeza no iba a desaparecer, pero era verdad. Nadie en su sano
juicio podría casarse con ella, estaba mal de la cabeza, una loca de manicomio.
—¿No me digas qué…? —Y ella me volvió a
sonreír, con esa sonrisa despampanante que la caracterizaba, esa sonrisa que le
robó el corazón a papá hace años atrás y por eso ella prácticamente vivía con
nosotros el tiempo que duró su estancia por estos lugares.
—Sí, al fin, después de mucho tiempo, al fin
estamos juntos.
—Estás feliz.
—Por eso sí, pero…
—Quédate así, feliz, Julián te necesita así.
—Lo sé…
Y la puerta se abrió de golpe y yo no pude
sostener la mirada de Julián, me sentía culpable por todo y en sus ojos rojos e
hinchados se notaba todo su dolor. Además de las inmensas ojeras, su cabello
despeinado y su barba crecida. Ella se levantó al instante. Mi hermano no venía
sólo, un tipo alto, aunque no más que yo, y de cabellos rojizos lo acompañaba.
Tenía una mirada seria y me parecía conocido de algún lado. Ella caminó junto a
Julián y lo besó en la mejilla, después se paró junto al tipo y éste le tomó la
mano al instante, entrecruzando los dedos, y así recordé esos ojos fríos, de
aquella fotografía que ella traía guardada en su billetera aquella última vez
que vino a visitarnos, cuando cumplió dieciocho años, al igual que mi hermano y
Chris, hace más de siete años ya. Cuando los cuatro hicieron la promesa de que
ella no volvería a pisar estos lugares, una promesa rota.
Salió junto con el tipo y Julián se sentó a la
orilla de la cama, yo bajé la cabeza porque no podía con la culpa, y él
reflejaba todo el dolor, yo creo que Julián arrastraba sobre sus hombros el
dolor de todos, y era por mi culpa. No pude más y eché a llorar, como un bebé,
como el bebé que era, como me decía Kevin… Él me odiaba… Julián no hizo nada
más que sentarse a mi lado.
—Julián…
—No digas nada… —susurró y supuse que miraba el
suelo—. Kev ya nos dijo todo lo que pasó.
—Pero…
—Ya el daño está hecho, Matías. Ya nada se
puede corregir.
—Julián… —sollocé, casi suplicante—. Yo no
quería… De verdad que no quería…
—Era tu hermana, Matías. ¡Tu hermana! —Sentí
que se puso de pie y lo miré, con mis ojos llenos de lágrimas.
—Soy lo peor… Ojalá yo estuviera en su lugar… O
en el de Nick… Los dos… Los dos por mi culpa.
—¡¡No digas eso!! —Y no sé por qué, pero sentí
que quiso golpearme, pero no lo hizo—. ¡No vuelvas a decir eso! ¡Ya mucho
tenemos con todo esto! Y ahora sólo necesito… sólo necesito que Franco salga
bien de esto… Sólo necesito eso…
Y la puerta se abrió de pronto, miré en esa dirección
y Chris entró con cara de pedir disculpas por interrumpir, pero con unos ojos
que, al igual que los de mi hermano, delataban su incesante llanto. Las ojeras
de Chris eran tan grandes como las de Julián.
—Hermano, ya llegaron… —susurró y Julián lo miró
con gesto triste. Asintió con la cabeza y se acercó a mí, nos miramos a los
ojos y así supe que me había perdonado. Besó mi frente y caminó cabizbajo a la
salida, así fue como me di cuenta que sus manos seguían esposadas. Luego de eso
sólo lo pude ver un par de veces, no tenía permitidas visitas hasta que todo se
aclarara—. Chaval, qué bueno que despertaste.
—Chris —susurré al verlo caminar a mi lado para
abrazarme—. ¿No estás enojado conmigo?
—Claro que sí, todos lo estamos, pero eso no es
bueno para ninguno. Nadie se enoja con nuestro bebé. —Y fue cuando sentí a
Chris llorar por primera vez en mi vida, y quizás los únicos que han sido
testigos de esto han sido mis padres y Julián. Su abrazo fue apretado y sus
lágrimas empaparon mi bata de hospital. Después de un rato se levantó y se secó
las lágrimas—. Tuve que romper la promesa ¿viste?
—Sí, la vi, y no llegó sola.
—Va a casarse pronto, ¿pero ya ves que por
Julián ella es capaz de dejar hasta su felicidad de lado?
—Es porque está loca. —Y Chris sonrió, poco
pero lo hizo.
—Ella lo va a traer de vuelta con nosotros, yo
lo sé. Ella va a sacar a mi hermano de ese encierro que no se merece. Ella lo
traerá a nosotros.
—¿Dónde está Kevin?
—Con Franco… Yo me estoy encargando de todo
esta vez… Y Franco está controlando a Kevin, con ayuda de ella, claro está, y
del tipo serio ese que será su marido.
—¿Ella lo está controlando?
—Ella lo golpeó para que entendiera. Kev se
echó a llorar, eso le recordó a… a nuestra pequeña… ya sabes…
Y las lágrimas volvieron a aparecer en los ojos
de Chris, que miró el suelo para no mirarme a mí.
—Lo siento, Chris…
—Tú al menos la viste antes… Tú la sacaste de
donde la tenían… Y Julián… De Julián se despidió y le dijo que te perdonara
porque ella ya te había perdonado por todo… —Y mis lágrimas aparecieron, eso no
lo sabía, pero yo no tenía perdón—. Y también se despidió de Kev… Pero Franco y
yo… Nosotros… Nosotros sólo la vimos después… Y… Y…
—Tengo que interrumpirlos, pero viene el
médico. —Ella entró sin siquiera golpear, y lo único que hizo fue ir al lado de
Chris y abrazarlo. No lloró, se hizo la fuerte, sólo lo abrazó muy fuerte, así
como él a ella, y lo dejó llorar hasta que ya no le quedaron lágrimas. Incluso
lloraba mientras el médico me decía que ya podía ir a casa... a casa… dudo
mucho que eso se pueda volver a llamar casa de nuevo, y mucho menos hogar…
Ella salió junto con Chris mientras yo me ponía
mi ropa, entre lágrimas y maldiciones hacia mi persona. No tenía perdón, no lo
tenía. Golpeé muchas cosas en pocos minutos, rompí varios instrumentos que allí
había, caí de rodillas más de un par de veces, y me seguí odiando por el simple
hecho de respirar. Pero no podía rendirme, tenía que ser fuerte porque Julián
me necesitaba, nos necesitaba, teníamos que sacarlo de donde estaba, así mismo
como sacamos a Thais cuando se la llevaron. No me podía rendir.
Y con ese pensamiento en mi cabeza, giré el
pomo y salí de aquella habitación.
Lo primero que vi fueron los ojos de Kev, y por
primera vez en mi vida tuve miedo de él, y me sentí como mi pequeña, como esas
veces que me decía que Kevin le daba miedo, en ese momento lo comprendí
completamente. No supe qué hacer, sus ojos me demostraban todo el dolor inmenso
que sentía, y el odio que sentía, y el perdón inexistente…
Y después desfallecí, mis rodillas chocaron con
el piso cuando Kevin me abrazó con fuerza, y lloré, lloré como no lo había
hecho desde que desperté, como no lo había hecho desde que tenía memoria, sólo
lloré abrazado de mi amigo, de mi hermano. Desde allí pude ver que Chris seguía
llorando abrazado a ella, y que ella no pudo aguantar y comenzó a llorar
también, aunque de manera silenciosa y esperando que nadie lo notara. Pero no
le funcionó porque su casi esposo le besó la cabeza y la abrazó por los
hombros.
Cuando me tranquilicé, me llevaron con Franco.
Él, en su habitación con televisión propia y atendido de la mejor manera, veía
aquella serie que a mi pequeña tanto le gustaba.
—Hey, chaval, mira, mi adorado Dean —dijo
cuando me vio entrar.
—Que no es tuyo, es mío. —Ella reclamó entrando
tras de mí—. Si sigues con eso, mandaré a decir que te quiten todas las
comodidades que te puse.
—Pero mi amor, si sabes que tú eres la única
para mí. —Y no sé por qué, pero la situación me robó una pequeña sonrisa.
—No le vuelvas a decir «mi amor», ¿cuántas
veces tengo que decírtelo? —Y escuché la voz del tipo serio por primera vez, él
estaba parado cerca de ella, que tenía agarrada la mano de Franco acostado con
conexión en sus venas.
—No seas celoso, si a ti también puedo decirte
«mi amor». Y a ti te amo más. —Franco le guiñó un ojo, el tipo puso cara de
asco.
—Franco… —Me acerqué para mirarlo, él se veía
demasiado feliz para todo lo que pasaba—. Franco…
—Bebé, ¿ya la fuiste a ver? Yo estoy bien… pero
la pequeña… deberías ir a verla…
Y sentí la mano de ella sobre la mía, me
sonrió. Me dejé guiar por los pasillos, cruzamos algunos y mi mente vagó.
Anduvimos en ascensores, llegamos a un lugar frío y ella me señaló con la mano
una habitación. Me indicó que entrara simplemente, que todo estaría bien. Pero
hacía demasiado frío. Me dijo que no había problema, que habían avisado que yo
iría porque estaba inconsciente y necesitaba verla antes… Y las lágrimas
aparecieron en mi rostro, así como a ella, a pesar que sonreía. Me armé de
valor y entré a aquella fría habitación…
Hoy, más de cinco meses después de eso, aún
sigo llorando y reprochándome todo eso. Soy el único culpable de que Julián
siga tras las rejas y de que ella ya no esté con nosotros. Y Kevin… Kevin se
fue al mes después… Ahora en casa sólo estamos Franco, Chris y yo haciéndonos
cargo de todo.
Ella regresó a Londres una semana después de
que salí del hospital, debía volver porque no podían aplazar la fecha de la
boda, además que ya tenían todo un plan y no era correcto que todo se le
arruinara por culpa mía. Ella había esperado por años aquel momento, no tenía
derecho a quitárselo. Pero prometió volver y que, a pesar de que estuviera
ocupada con todo eso, no descuidaría a Julián.
Hoy es sábado 18 de diciembre del año 2010.
Estamos a una semana de Navidad y mi familia está hecha trizas, y es por mi
culpa. Tengo un cuchillo en la mano, pero no sé qué es lo que me detiene. Estoy
sentado en el sillón de la sala, y en la televisión Dean mata monstruos. Me
dijeron que todo estaría bien, pero nada lo está… Nada…
—¡Chaval! —Aquella voz me trajo a la realidad y
solté el cuchillo—. ¿Pero qué haces? Te di instrucciones claras de que hicieras
tu maleta y empaquetaras todo. No nos retrases, pequeño demonio o… o…
Y se silenció, yo la miré que se llevó la mano
a la panza y otra a la boca, luego corrió al baño. Franco venía tras ella y se
apresuró en acompañarla, lo escuchaba diciéndole que no se preocupara, que todo estaría bien, que
ya pasaría. No entendí nada. Seguido de él venía Chris, que me miró y rodó los
ojos.
—Bebé, tenías instrucciones claras…
—Sí lo hice, mi maleta y mis cosas ya están
listas. Pero no quiero ir, no sin Julián.
—¿Qué pasa con Julián? —preguntó ella, que
venía con Franco que la traía abrazada.
—¿Qué te pasa a ti? —La miré al levantarme, era
muy raro que ella estuviera enferma.
—Tengo un parásito.
—No le digas parásito a mi hijo. —El ahora
esposo de ella, entró y le pasó unas llaves a Chris.
—¿Estás…? —dije al mirarla.
—Voy a tener un bebé.
—¿Y verdad que se ve más hermosa aún?
Aquella voz… No podía ser cierto… La sentencia
sería para varios años y él tenía todas las de perder. Me giré rápidamente a la
puerta, y allí estaba mi hermano, sonriendo y sin esposas. Estaba libre. Y se
veía bien, muy bien. No pude evitarlo y corrí a abrazarlo, él me respondió de la
misma manera.
—Ya estoy aquí, bebé. Ya regresé y no me iré.
—Pensé…
—Eres un demonio muy torpe, Math. Dudaste de
mí, dudaste que podía sacar a Julián de donde lo tenían, sabiendo que a mí nada
me detiene, menos si se trata de alguno de ustedes.
—¿Cómo…?
—Tengo acciones por ser hija de mis padres, que
no se te olvide que ellos tienen tanto poder aquí como aquel maldito. Y vamos,
vamos, que perderemos el vuelo.
—Espera, espera —dije al mirarla—. Me tienes
que explicar por qué no me dijiste nada de Julián ni del bebé.
—Porque lo de Julián tenía que ser sorpresa, y
funcionó, todos participamos en esto. —Y todos me sonrieron, yo fruncí mi ceño,
iba a rechistar pero ella me interrumpió—. Y lo del bebé… no creo que tenga que
explicarte cómo se hacen… —Se puso las manos en la cara, ocultándose el
rostro—. Me da vergüenza… —Rodé los ojos.
—No quiero saber eso, quiero saber por qué no
me dijiste si me llamas todos los días sólo para decirme «pequeño demonio».
—No tengo por qué darte explicaciones.
Y fue cuando comprendí que era inútil conversar
con ella.
—¿Cómo se llamará el bebé? ¿Ya sabes lo que es?
—No queremos saber… —contestó el esposo.
—Se llamará Julián —añadió ella, tocándose la
panza y mirando a mi hermano, éste sonrió de medio lado.
—¿Y cuántos meses tienes? —pregunté al ver
aquella mirada que se echaron esos dos.
—Voy a cumplir cinco…
—¡Julián! —grité con regaño al mirarlo—. ¿Acaso
tú y ella…?
Y no alcancé a terminar, porque el coscorrón
que recibí por parte de ella lo tenía muy merecido. La miré con enojo, pero
ella me abrazó con fuerza.
* * *
* *
Dos días nos demoramos en tener todo
empaquetado. Volaríamos a Londres y no regresaríamos. Dejaríamos todo allí,
ahora con Julián libre ya no habría nada que nos retuviera. Antes de partir,
nos fuimos a dar una vuelta por el cementerio, nos quedamos allí durante
bastante rato, Julián le contó a papá que aquella loca niña de orígenes latinos
que tanto lo deslumbró, sería madre. Y después se mantuvo en silencio
simplemente mirando los nombres allí escritos. Después fuimos a donde estaban
los Sheldon. Yo sólo lloré al mirar los nombres, al igual que Julián.
De regreso a casa, nos topamos con que Franco y
Chris estaban metiendo todo lo que nos llevaríamos a un camión, y ayudaba el
esposo de ella. Mientras que la loca aquella apenas nos vio caminó hasta
nuestro encuentro, nos obligó a entrar a la casa de Kevin, ya vacía, y a
recordar los juegos que tuvimos en la infancia. Cruzamos por el muro a nuestra
casa, que también estaba vacía, y nos reímos al recordar las peleas y risas que
tuvimos de niños. Sólo cosas buenas, no recordamos aquella vez que ella vino e
hicieron la promesa de no volverse a ver.
Luego echamos llave a todo y partimos para no
volver y comenzar con una nueva vida, lejos de todo lo que una vez creímos
sería para siempre. Allá en Londres me encontraría con Tony y Ale, ellos se
irían a estudiar allá. No estaría tan solo…
Y pensando en eso, en el avión, me dormí…
Me despertó un zarandeo en mi hombro, abrí los
ojos con enojo y le reclamé, pero ella sólo me sonrió y se sentó a mi lado. Se
supone que Julián iba conmigo, pero esta loca siempre hace lo que quiere.
—Pequeño demonio, te tengo una sorpresa —dijo y
pude ver una radiante sonrisa y en su mano me enseñaba un sobre—. Es un regalo
de parte de mi amorcito y yo.
—¿Qué es? —pregunté al recibirlo—. Si es otra
de tus bromas… —Pero cuando lo abrí quedé sin palabras. Era una beca, un papel
que decía que mis estudios estaban pagados por completo, para estudiar lo que
yo quisiera y donde quisiera en Europa—. Esto es… Esto es mucho y… y no me lo
merezco… tú sabes que no me lo merezco…
—No seas torpe, y no puedes rechazarlo o te
botaré por el avión.
—Gracias… —Y mis ojos se llenaron de lágrimas.
—No llores, que ando sensible con esto del
embarazo y no quiero llorar también.
—Es que…
—No te culpes por siempre, todo estará bien
ahora, ya verás cuando lleguemos a Londres, que ya queda poco…
Y, tal y como dijo, la azafata anunció que
estábamos a punto de aterrizar. Así que nos pusimos el cinturón y esperamos.
No fue un buen aterrizaje para ella, el bebé le
jugó una mala pasada y la mandó al baño directamente apenas puso un pie en
suelo londinense. Obviamente su marido la acompañó, y Franco por atrás
molestando a ambos. Con Chris y Julián fuimos por las maletas, pero antes de
seguir avanzando, una silueta conocida nos detuvo el paso.
Era alto, pero no más que yo, su cabello
trigueño lo tenía más largo que la última vez que lo vimos y de cómo solía
usarlo, y sus ojos no mostraban ese enojo ni ese odio. Julián pasó adelantándome
y lo abrazó con fuerza, ellos no se habían visto desde que fue encerrado,
estaba en todo su derecho de ser el primero. Chris se unió al abrazo. Yo
simplemente miré a los tres reunirse.
—Bebé, ¿acaso tú no me vas a abrazar?
—Kev…
Y con eso supe que ya me había perdonado, que
ya no había rencor por lo que hice y pude abrazarlo con total libertad, y me
sentí bien, libre y feliz. La Navidad sería mejor de lo que esperaba.
—Bien, bien, entiendo que saluden a éste cara
de duende feo, pero yo soy su hermana y no me han visto en muchos meses y ni
una mirada me dan.
Y allí estaba, nuestra pequeña, recuperándose.
De brazos cruzados y sentada en una silla de ruedas. No tenía movilidad de la cintura
para abajo porque la bala rozó una vértebra, pero luego que se recupere de las
operaciones por la extracción de eso, comenzaría la rehabilitación. No por nada
ella había hecho todo lo humana e inhumanamente posible por sacarla del
hospital de Maple Creek para traerla a la mejor atención en Londres. La dejó en
manos de los mejores especialistas y ahora mi hermana se veía radiante, feliz y
llena de vida. Y se notaba que Ale había estado con ella porque la silla tenía
muchas decoraciones.
Chris y Julián la abrazaron y la llenaron de
besos, hubo muchas lágrimas también. Kevin se mantuvo cerca para darles
espacio, él estuvo acompañándola durante todo momento, no la dejó sola en
ningún momento. Y ahora ya era mi cuñado oficial.
Después la abracé yo, pero la alcé de aquella
silla y ella me pudo abrazar con ganas, seguía teniendo la misma fuerza de
antes y que no podía perder para seguir avanzando en su recuperación, en donde
todos nosotros ayudaríamos, ahora que volvíamos a estar juntos de nuevo, como
siempre debió ser.
—Math, te extrañé. Kev no es buen diario de
vida.
—Oye, te aguanto todos tus shows…
—No hay nadie como mi Math.
Y lloramos, porque ambos nos perdonamos, y
estuvimos de acuerdo en que no nos volveríamos a hacer daño y que siempre
estaríamos juntos. Luego la dejé en su silla, justo en el momento en que Franco
llegaba junto con ella y el tipo serio. Obviamente Franco casi la bota de la
silla cuando corrió a abrazarla, Julián simplemente rodó los ojos, Chris soltó
una carcajada, Kevin lo regañó y yo sonreí. Sonreí porque estábamos juntos de
nuevo, y porque en Londres todo sería diferente y mejor.
Aunque, al verla de la mano de Kevin y con los
dedos entrecruzados, supe que la promesa de Julián con ella no era la única
promesa que no se cumplió, sino que aquella que Thais le hizo a Nick de no
volver a enamorarse, también se rompió.
Así fue como Londres se convirtió, para mí, en la
ciudad de las promesas que no se cumplirían.
—¿Y ahora qué sigue? —preguntó Franco
mirándonos.
—Convencer a Alex que debe venir con nosotros
—dijo ella, y todos la miramos sin saber qué decir—. ¿Qué me miran así? Aquí es
la manera más fácil que tengo para vigilarlos y que no vuelvan a hacer
tonteras, un momento que les quite los ojos de encima y ya miren lo que pasa…
Dioseses, no los puedo dejar de vigilar.
Y entre risas nos fuimos caminando a la salida
y, una vez fuera, respiré un nuevo aire, de una nueva vida. Le quité la silla a
Kevin y yo empujé a mi hermana, era mi turno, él ya la tuvo mucho tiempo sólo
para él y había mucho por conversar…
Fin.
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