Cuando sonó el despertador en la mañana, me
interrumpió del sueño que tenía con Dean cazando demonios. Suspiré, lo apagué y
volví a meterme en las sábanas. Perezosamente me puse de pie luego de unos
minutos y me fui al baño antes que alguien decidiera ocuparlo.
Como todos los días me preparé para lo que me
esperaba, tropezando de vez en cuando con Julián, el resto duerme hasta tarde.
Una vez que estuve lista miré el reloj y me di cuenta que aún faltaba poco más
de quince minutos para irme. El mayor de mis hermanos apareció desde la cocina.
—¿Me voy sola? —pregunté sentada en el sillón
con el bolso en las piernas.
—Ni lo sueñes —contestó para perderse en el
baño.
Suspiré y dejé mi espalda apoyada en el
respaldo con fastidio. Observé la sala y noté que Alex no estaba, de seguro se
fue a su casa luego de comer anoche. Todo se mantenía con mucha calma, se
notaba que algo malo había pasado en cada rincón de la casa. Julián salió del
baño.
—¿Alex no durmió aquí? —consulté al ver pasar a
mi hermano a la cocina.
—Sí, pero se fue mientras te bañabas —respondió
antes de perderse tras la puerta.
—¡Tan temprano! —exclamé al momento en que de
la habitación de Franco y Math salía Kevin hacia el baño.
Una punzada en el estómago fue lo que recibí,
ya que ni una mirada de parte del mencionado tuve. Sí que estaba enojado, todo
por una mentirita piadosa por su propio bien. Me puse de pie y colgué el bolso
de mi hombro, era hora del fastidio.
—¡Julián! —grité antes de llegar a la puerta de
la cocina—. Me voy.
—Deja de gritar tanto —dijo Math por atrás de
mí con cara perezosa—. Creo que aquí no tenemos problemas de audición —terminó
de hablar para besar mi frente y entrar a la cocina.
—Julián —repetí siguiendo al menor e
ignorándolo.
—Bien sabes que no te vas sola —respondió el
mayor terminando de preparar el desayuno para los demás.
—Pero se hace tarde —protesté inflando mis
mejillas—, no quiero llegar tarde.
—Escandalosa —cantó Math mientras mordía un
pedazo de pan—. Todavía es temprano.
—No quiero agrandar el castigo y terminar
limpiando todo el Instituto —reclamé cruzándome de brazos.
—¡Qué injusta es la vida! —exclamó Julián con
burla.
—No sé cómo los soporto. —Fruncí mi ceño al
mirarlos.
—Porque somos tus hermanos. —Sonrió el menor—.
Además, si hablamos de quién soporta a quién… —Besó mi mejilla—, creo que sales
perdiendo.
Iba a reclamar, pero la puerta de la cocina se
abrió e impidió que siguiera hablando. Kevin entró directo a tomar una tostada,
saludando a Math revolviendo su cabello y con una seña con su mano a Julián. A
mí me ignoró como lo suponía, suspiré.
—Pobre de ti —susurró el bebé en mi oído.
Rodé mis ojos y me crucé de brazos, esperando
alguna señal de mis hermanos, pero al parecer poco les importaba la hora.
Suspiré y fijé mi vista en Kevin, se movía de un lado a otro, mascando una
tostada, tomando café, no se quedaba quieto. Tenía unas ojeras notorias, no lo
veía así desde que… Mejor ni pensarlo. Quizás a qué hora llegó anoche.
—¿Te paso una sábana? —preguntó Math en susurro
cerca de mi oído. Lo miré confundida—. Ya se te cae la baba por Kevin. —Sonrió
sin poder aguantar una carcajada.
Había olvidado hace cuanto tiempo no le pegaba
a mi hermano en el brazo. Sus músculos aumentaron, me dolió el puño, de seguro
el golpe lo sentí más yo que él. Pero ¿cómo se le ocurría decir eso? Kevin sólo
es mi cuñado. Math apretó mis mejillas, fue cuando me di cuenta que me ardían,
estaba sonrojada. ¿Por qué?
—Dejen de pelear —gruñó Julián al voltearse y
mirarnos.
—Él empezó —dije inmediatamente recordando
nuestra niñez.
—No me interesa —contestó el mayor siguiendo con
el desayuno—. Quiero que dejen de hacerlo y punto.
—Vamos —musitó Kevin al pasar junto a mí,
logrando que diera un respingo. Salió de la cocina.
—Julián, ¿es una broma? ¿Verdad? —pregunté
temerosa y casi tartamudeando.
—¿Qué? Casi todos los días te va a dejar Kev
—respondió mi hermano caminando hacia mí—. No le veo nada de raro. —Me guiñó un
ojo y besó mi frente—. Suerte con la limpieza. —Volteó, pero alcancé a notar su
sonrisa burlona.
—Math —supliqué viendo mi última opción.
—¡Ni lo sueñes! —exclamó negando con los
brazos—. Tengo cosas que hacer, ¿por qué crees que ando levantado?
—Bien, bien, envíenme a mi calvario. —Fruncí mi
ceño. El menor de mis hermanos besó mi mejilla.
—Exagerada. —Alcancé a escuchar de la boca de
Math, segundos antes de que la puerta de la cocina nos separara.
La entrada estaba abierta, suspiré y avancé.
Cuando estuve afuera cerré tras de mí y vi a quien me iría a dejar esperando
apoyado en su auto con mi bolso en su hombro. Eso sólo significaba una cosa:
caminaríamos. Lo único que me faltaba, con lo tarde que era y además junto a
Kevin, que ni siquiera se dignaba a mirarme.
Una vez que llegué junto a él, dio un paso al
frente y comenzó a caminar de una forma rápida, sin decir absolutamente nada.
Definitivamente éste sería un largo viaje. Me apresuré en llegar cerca de mi
amigo y me mantuve unos pasos tras él. No me hablaría, eso era obvio.
—Idiota —musité de forma que sólo escuchara yo
y por lo visto lo logré.
No entendería que lo hago por su bien. Si le
cuento lo que realmente pasó ayer, de seguro iría directo a matar a Brian Cox.
Meneé mi cabeza, eso no lo podía permitir, no dejaría que otro más cayera en
sus manos. No es que crea que Kevin no fuera capaz de hacerle frente, en
realidad sería el indicado para hacerlo trizas, pero no se puede, aquello no
era una solución, sólo traería más problemas.
Levanté mi mirada y la fijé en la espalda de mi
amigo, no aguantaría que él también cayera. No él, no Kevin.
—¿Cómo está la madre de Derek? —pregunté para
hacer el camino un poco más agradable.
—Mal —contestó cortante sin siquiera dirigirme
una mirada.
Nuevamente el silencio fue mi gran compañía.
Suspiré y me crucé de brazos, mejor hablar con mi conciencia. Comencé a sacar
cuentas del tamaño del gimnasio y cuánto me tardaría en limpiarlo, ¡eso sí que
será un fastidio! Lástima que Math ya no estudie allí, sino lo obligaría a
ayudarme. Sonreí de medio lado, tal vez Ale me puede dar una mano, ésa es una
buena idea.
No me di cuenta que Kevin se había adelantado
tanto, y cómo no, si aproximadamente tres pasos de los míos son uno para él.
Corrí hasta alcanzarlo y pude divisar el Instituto. Quién diría que caminando
con el enojón tardaría tan poco en llegar. Me situé junto a mi amigo y le
sonreí, si no me hablaría, ¿por qué no molestarlo? Bajó su vista e hizo una
mueca de desagrado, volvió a fijar su mirada al frente. Yo también.
Lo único que me separaba de mi lugar de
estudios era la calle, podía ver a Ale sentada en la escalera como siempre.
Kevin avanzó cuando no se lograba apreciar ningún auto y yo lo seguí. Al otro
lado detuvo su paso, volteé a mirarlo y me extendió el bolso.
—No sé quién vendrá a buscarte —dijo fríamente
al recibir lo que me entregaba—. De todas maneras sabes que debes esperar.
—Sí, lo sé —contesté colgando el pesado peso en
mi hombro—. ¿Irás al hospital?
—Que te vaya bien —respondió ignorándome. Le
hizo una seña de saludo a Ale, supongo, le sonrió y se dio la media vuelta.
—A mí que me parta un rayo —suspiré antes de
seguir mi camino.
—¿Tanto se enojó por lo que hiciste ayer? —preguntó
mi amiga cuando llegué junto a ella.
—No por lo que imaginas. —La abracé para
saludarla—. Sino por lo que pasó después.
—Algo bastante feo como para que te trate así
—agregó con un gesto de preocupación.
El timbre sonó al momento en que le iba a responder,
así que entramos rápidamente antes que cerraran las puertas y mi castigo
aumentara. Miré al frente y suspiré cuando el gimnasio apareció en mi visual.
Un largo, muy largo día me esperaba. Sentí que jalaron mi brazo, me detuve para
ver quién se atrevía a hacer eso.
—Hola —saludó Danko con claras muestras de su
llanto.
—¿Qué haces aquí? —pregunté confundida.
—Estudio aquí. —Intentó sonar divertido, pero
no lo logró.
—No me refiero a eso. —Fruncí mi ceño—. ¿Por
qué no estás en el hospital?
—Le harán la autopsia —contestó bajando la
mirada—. No quería estar allí. Se quedó su madre, sus hermanitos están en casa
de mi tía —suspiró y me miró—. De todas maneras tenía pensado faltar sólo si se
llevaban a cabo los funerales. Tengo un castigo pendiente.
—¡Jóvenes a sus salones! —Se escuchó la voz de
uno de los inspectores.
—Vamos —dijo Ale tomando de mi mano y jalándome
al interior de nuestra aula—. Creo que tienes muchas cosas que contarme.
—Muchas es poco —añadí al momento de entrar.
Observé a mis compañeros y divisé a quienes faltaron el día anterior, sentados
juntos, en el penúltimo lugar de la fila doble—. Suerte para estos dos —le dije
a mi amiga—, sino los hubiera corrido a empujones de mi asiento al final.
Ale sonrió a mi lado y caminamos hasta llegar al
lugar indicado. Los vagos nos saludaron y después de entablar una mini
conversación sobre la galería que fueron a visitar y lo que pasaron de clases
los profesores el día anterior, voltearon para seguir discutiendo no sé qué
cosa.
—No te parece raro —suspiró mi amiga clavando
sus ojos en mí.
—¿Qué cosa? —pregunté al no entender.
—Que aún no llegue la profesora —señaló con la
mirada el asiento y escritorio vacío frente al pizarrón.
—No es raro —contesté con algo de risa—. De
seguro viene caminando a paso de tortuga, ya sabes cómo es, ten en cuenta que
es la profesora más veterana de todos. —Ale soltó una pequeña carcajada—. Dale
tiempo.
—Podrías aprovechar el tiempo y comenzar a
decirme lo que pasa —sentenció frunciendo el ceño.
—No tienes para qué arrugarte tanto. —Le sonreí
con malicia—. Bien sabes que te…
—Jóvenes —interrumpió el inspector general—. La
profesora no podrá asistir hoy a realizar sus clases por motivos de fuerza
mayor…
—Ya se murió la anciana —se escuchó la voz de
un compañero. Cómo se notaba que no tenían un poco de respeto por nadie, de
seguro es de la misma calaña que Brian Cox. Suspiré.
—Para suerte de usted, joven —respondió con voz
autoritaria quien acababa de entrar—. La señora sigue en perfectas condiciones,
y estoy seguro que sabrá aplicar castigos cuando regrese. —Nos miró a todos,
hizo una pausa y continuó—. Dejó un trabajo que tendrán que realizar en parejas
y durante toda la hora que dura la clase. Cuando llegue el receso vendré por
ellos y se los entregaré mañana a la profesora.
Cuando terminó comenzó a repartir las hojas con
la actividad mencionada. Ale la recibió, le echamos una rápida mirada y
empezamos a trabajar casi al instante. Si algo habíamos aprendido de los
regaños de Julián, de todas las veces que hacíamos tareas en casa, era que
mientras antes termináramos, mucho mejor.
Relaté lo que sucedió desde el momento en que
nos separamos del Instituto por la
tarde, hasta lo que vio por la mañana. Omitiendo que me encontré con Brian Cox,
eso sólo lo comentaría con Math. No nos dimos cuenta cuando ya habíamos acabado
con mi historia y, a la vez, con el trabajo.
—Kevin es un cabezota —me dijo al terminar de
poner nuestros nombres a la hoja—. Enojarse porque confundiste a ese
innombrable.
—Sí, es verdad —suspiré con cansancio—. Pero
así es él, un enojón.
—Pero hay una cosa que no me dijiste. —Me miró
pícaramente, intuí a lo que se refería—. ¿Quién es el chico que te detuvo en la
entrada?
—Sí te hablé de él —contesté con fastidio—. Te
dije que un chico quiso golpear a Alex en la heladería.
—No mencionaste que fuera el mismo. —Frunció su
ceño.
—No pensé que tendría que hacerte los dibujos
de toda la historia. —Sonreí con burla.
—¿De qué hablan? —Dom se giró una vez que
terminaron el trabajo.
—Del castigo de Thais —respondió mi amiga.
—¿Castigo? —preguntó Kian intrigado—. ¿De
Julián o de Kevin?
—Ninguno de los anteriores —susurré dejando mis
codos apoyados en la mesa y mi mentón sobre mis manos—. De la directiva del
Instituto. —Mis amigos me miraron con extrañeza—. Por fugarme el otro día,
¿acaso no lo recuerdan?
—Lo mejor es lo que debe hacer —intervino Ale
con notoria burla. La maté con la mirada.
—Cuenta, cuenta —dijo emocionado Dom.
—Tengo que limpiar el gimnasio por dos semanas
—solté con rapidez, para qué demorar tanto.
Los chicos estallaron en risas, mi amiga no
pudo aguantar e hizo lo mismo. Junté mi entrecejo, suspiré y me crucé de
brazos. Tropa de idiotas molestosos.
—Que sigan así y tendrán que hacerlo conmigo
—los amenacé para que dejaran de reír.
—¿Quién nos obligará? —interrogó arqueando una
ceja Kian.
—El inspector —contesté con una sonrisa de
medio lado.
—Sí, sí claro —bufó Dom respirando agitado por
tanta carcajada.
—Respóndame una cosa. —Los miré con astucia—.
Si le digo al señor que ustedes me ayudaron a fugarme, ¿qué creen que les
hagan?
—No serías capaz. —Ale me dio una palmada en la
espalda. Volteé para mirarla, soplé mi flequillo y arqueé una ceja—. ¿Verdad?
—cuestionó al tragar saliva.
—Si siguen molestando —añadí seriamente, la
idea era causar miedo—, no tendré problemas en decir eso.
—Bien, bien. Nos quedaremos tranquilos. —Kian
se cruzó de brazos—. Razón tenía Math, y también Nick, cuando decían que eras
una manipuladora.
—¿Era? —preguntó con sarcasmo Dom—. Lo es, y
dudo mucho que cambie.
—No es ser manipuladora —protesté mirándolos
reclamar—. Es defender lo justo.
El timbre sonó avisando que la hora había
finalizado y teníamos que ir a dejar los trabajos a la oficina del inspector,
porque a pesar que dijera que él los buscaría, no era verdad. Bien lo
conocíamos y lo mejor que podíamos hacer era dejar la tarea sobre su
escritorio.
Aquello fue una gran suerte, sino los reclamos
por parte de esos tres continuarían por mucho rato. Suspiré y me puse de pie,
invitando a Ale para ir a la oficina. Se levantó y comenzamos a caminar a
nuestro destino.
Desde la distancia vi a Danko salir de la
oficina a la que nos dirigíamos, con las manos en los bolsillos y la cabeza
baja caminó en dirección al baño. No le di importancia, ya que Ale me jaló del
brazo y me obligó a correr hasta llegar al lugar. Golpeó con suavidad,
escuchamos la ronca voz del inspector diciendo que pasáramos. Mi amiga abrió la
puerta y, prácticamente, la empujé al interior y yo esperé afuera.
—Mala persona —susurró Kian en mi oído—. La
mandaste sola al Infierno.
—Blah, blah —contesté sin siquiera mirarlo—.
Mucho tendré cuando acaben las clases. De seguro él será quien me vigile.
—De todas maneras no es motivo para que…
—reclamó mirando fijamente.
—Vamos Kian, muévete —ordenó interrumpiendo
Dom.
—Anda solo —respondió el otro con una sonrisa.
El hermano de Tony meneó la cabeza y entró a la oficina.
—Como te decía —prosiguió—, no tienes…
—¿Con qué moral me dices eso? —Fruncí mi ceño
al clavar mis ojos serios en él—. Acabas de dejar solo a Dom y me vienes con reclamos…
¡Auch! —Dos dedos apretaron mi brazo con fuerza.
—Y debería haber sido más fuerte. —Ale me miró
con enojo—. ¡Me dejaste sola!
—¡Los gritos para otro lado! —Se escuchó desde
dentro la oficina.
—¿Vamos a comer algo, Kian? —preguntó Dom al
salir.
—Claro —contestó el mencionado, y se marcharon
rumbo al casino.
—¿Y bien? —susurró Ale tomando de mi brazo y
comenzando a caminar a algún lugar del patio.
—¿Ah? ¿Qué cosa? —interrogué confundida al no
saber de qué hablaba.
—¿Qué pasa con ese chico? —Otra vez esa mirada
pícara. Suspiré, detuve mi paso y me senté en el césped—. ¡Vamos, Thais! Está
húmedo, enfermarás.
—¿Y qué si no me levanto? —La desafié
lanzándome de espaldas.
—Le diré a Kevin —respondió con una sonrisa. Me
puse de pie al instante, sí que sabía dar en el clavo.
—Bien, ¿qué quieres saber? —suspiré, ella
volvió a tomar mi brazo y caminamos a uno de los asientos de hormigón que
estaban bajo techo.
—¡Todo! —exclamó con efusividad, y fue cuando
entendí que no supe dar a entender lo que realmente pasó.
Intenté explicarle lo vivido el día anterior,
pero al parecer, ella sólo quería comprender lo que su loca mente procesaba.
Lamentablemente eso estaba errado. Suspiré con cansancio la quinta vez que
repetí todo, mas el timbre sonó y fui salvada nuevamente por aquel aparato.
Definitivamente le haría un altar cuando acabara el Instituto.
Mientras caminábamos al salón, choqué con los
ojos de Danko. Lo que me faltaba. Me hizo una seña que no entendí, fruncí mi
ceño por eso, Ale a mi lado sonrió. Continuamos avanzando y el chico corrió
hasta nuestro lado.
—Necesito hablar contigo —dijo con la
respiración algo agitada—. Búscame a la salida.
Y, tal como llegó, se fue, sin siquiera poder
contestarle. Apreté mis puños al escuchar las molestas risitas de mi amiga a mi
lado, no le di importancia y seguí caminando.
—Después dices que no hay nada entre ustedes
—se burló cuando entrabamos al salón.
Pero no le respondí nada, simplemente suspiré.
Ale era un caso perdido. Con pesadez me senté en la silla y esperé, escuchando
todas y cada una de las idioteces que murmuraba mi amiga a mi lado. Todo lo que
quedaba de clases serían eternas junto a ella. Me di ánimos mentalmente
pensando en la información que podría sacarle a cambio a Danko, eso sí que
sería un buen trato.
* * *
* *
Al fin el timbre sonó, indicando que las clases
habían acabado, por lo menos por el día. Sentía mi oído hinchado, Ale si era fastidiosa
en ocasiones. Me dispuse a guardar todas mis cosas, los chicos frente a mí
hicieron lo mismo, mientras que a mi amiga le volvió el síndrome de la
verborrea y no paraba de hablar.
—¡Ya basta! —exclamé elevando mi voz, acabó con
mi paciencia—. Ya te conté todo lo que pasó, bien sabes cómo pienso y no tengo
que repetirte una y otra vez que no me enamoraré de nuevo.
—Pero… —susurró sorprendida a la reacción que
le mostré.
—Pero nada. —La corté colgándome el bolso del
hombro derecho—. Desde que Nick ya no está… —suspiré— te has encargado de
buscarme pareja. Y ya basta. —Me miró confundida y con puchero, pero no caería,
no esta vez—. Te estoy hablando en serio.
—Ya entendí —respondió y comenzamos a caminar a
la salida.
Me despedí de los chicos a la salida del salón.
Ellos marcharon a sus casas, yo volteé y avancé al gimnasio, suspirando por el
castigo. Iba tan concentrada pensando en la cancha de basquetbol que se
encontraba en el interior, que no me percaté que alguien caminaba junto a mí
hasta que abrí la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó distrayéndome.
—Cumplo un castigo —contesté confusa—. ¿Y tú?
¡Olvidé que te tenía que ver a la salida!
—Así me doy cuenta —susurró Danko intentando
mostrar una sonrisa—. También debo cumplir un castigo: limpiar el gimnasio.
—¿En serio? Será mejor que nos dividamos el
trabajo, así acabamos más rápido —dije al entrar y dejar mi bolso en uno de los
asientos.
—¿Por qué te castigaron? —indagó con curiosidad
dejando sus cosas junto a las mías.
—Por arrancarme del Instituto —suspiré mirando
todo lo que debía quedar reluciente—. ¿Y a ti?
—Por golpear a un compañero. —Logré notar una
pequeña sonrisa que desapareció al instante—. Pero fue en defensa propia, por
eso no me corrieron.
—¿Y el golpeado? ¿Lo castigaron? —consulté mientras
caminábamos a donde suelen guardar los artículos de limpieza.
—Sí, pero él debe limpiar la multicancha que
está al aire libre.
—Creo que tuvimos suerte. —Sonreí tomando los
instrumentos y pasándole algunos al chico—. Limpiar esa cosa es un fastidio, y
más cuando llueve o hace mucho sol.
—Lo imagino —musitó al momento en que la puerta
del gimnasio se abría. Ambos clavamos nuestras miradas hacia ese lugar.
—Jóvenes. —La voz ronca y dura del inspector se
hizo presente—. Cuando terminen me avisan para venir a revisar. Veo que ya
saben dónde está cada cosa.
—Sí —le respondí con cansancio.
—Entonces los dejo trabajar. —Sonrió con
malicia para luego marcharse.
Danko, a mi lado, soltó varios insultos en
palabrotas hacia la persona que acababa de marcharse. Suspiré y comencé a
trabajar, no pretendía estar toda la tarde limpiando. No, claro que no.
—Tú esa mitad y yo ésta —ordené al ver que el
chico no hacía nada.
—Como digas —respondió y avanzó a su parte de
la cancha.
El silencio se hizo presente mientras cada uno
limpiaba en las esquinas contrarias. La curiosidad por saber qué quería conmigo
aquel chico crecía en mi interior, las ganas por investigar me sobrepasaban.
Pero no iba a estar gritándole las cosas, si algo aprendí de Chris, es que
nunca se sabe quién te puede escuchar, ya sea para bien o para mal.
Lentamente comenzamos a acercarnos, cada uno
sumidos en nuestros propios pensamientos. O por lo menos ése era mi caso. Hasta
que estuvimos tan cerca que lograba escucharlo tararear una canción, mas no pude
adivinar cuál. Meneé mi cabeza, el momento no estaba para eso, sino para las
investigaciones.
—¿De qué quieres hablarme? —pregunté rompiendo
el silencio, pero sin dejar de trabajar. Danko, en cambio, detuvo todo lo que
hacía.
—De la pelea y lo que pasó después —contestó
con voz sombría y fría.
—Sobre la pelea no te puedo decir nada, no
estuve presente y casi no me informaron del asunto —dije sin detener el paño
que pasaba por el suelo—. Esperaba que tú me dijeras algo al respecto. —Volteé
para fijar mi mirada en él.
—Mucho no te puedo decir, eso lo sabes.
—Frunció su ceño y me miró amenazante—. Tal vez pueda contarte más tu amigo
Alex, él sí estuvo en el lugar.
—Él estaba inconsciente y casi no recuerda nada
—respondí volviendo a mi trabajo y recordando lo escuchado hace unas noches.
—Lo único que puedo decirte, es que ese día los
chicos estaban tranquilos tomando cerveza cerca de la gasolinera —musitó
imitándome, ya que continuó limpiando—. Eso te lo aseguro, yo me encontraba
allí. —Se detuvo y suspiró—. Derek me envió a mi casa con la excusa que debo
asistir a clases. No sé cuánto tiempo pasó desde que me fui, pero por lo que me
contaron los demás, llegó un auto, de él bajaron unos tipos y empezaron a
fastidiar. —Noté un poco de rencor en su voz—. Según lo que me dijeron, no les
prestaron atención y eso los enfureció, en pocos minutos ya estaban todos
peleando sin razón alguna.
—¡Vaya, qué novedad! —exclamé con ironía—.
Ellos no necesitan razones para pelear, está en su sangre, son así y no
cambiarán. Lamentablemente por nosotros que debemos soportarlos.
—¿Crees que esto es un juego? —preguntó
volviendo a detener lo que hacía y con brusquedad.
—No eres el único que ha perdido a alguien
querido por causa de ellos —contesté sin siquiera mirarlo—. Y no, no creo que
sea un juego, ¿pero qué quieres que te diga? ¿Qué te pinte un mundo color rosa
cuando las cosas son azules? —Me detuve para clavar mis ojos en él—. Conmigo no
conseguirás eso.
—No quiero que me pintes nada. —Comenzó a
caminar hacia mí—. Dime —soltó con burla cuando lo tuve al frente—, ¿a quién
perdiste tú? ¿Al amigo de tu amigo u otro lejano? —Sonrió de medio lado.
Fruncí mi ceño, no tenía por qué aguantar esas
cosas. Mi puño cerrado avanzó hasta chocar con su mejilla derecha, tampoco
podía dejar que manchara la memoria de Nick.
—Eres un idiota —añadí con molestia en mi voz,
el chico miraba hacia un costado, tal y como le dejé la cabeza luego del
golpe—. Si no sabes, mejor no hables. —Sentí las lágrimas querer salir, pero no
se lo permitiría—. Fue mi novio…
Danko volteó su cara y me miró con melancolía y
arrepentimiento, mas yo volví a mi trabajo, poco me quedaba para terminar.
Comencé a tararear una canción de Sonata Arctica, aún podía sentir al chico
tras de mí sin moverse.
—Lo siento —susurró con una débil voz—. Yo no
quería…
—Será mejor que no digas más. —Lo detuve, me
había quitado todos los ánimos.
—Como sea, debo hablarte de una cosa importante
—dijo con enojo y continuó limpiando.
—Que bien, pero yo no quiero seguir hablando.
—Suspiré, pasé mi mano por mi frente y me dispuse a guardar las cosas
utilizadas, ya había acabado.
—Es de lo que te tenía que decir desde un
principio. —Sentí su mano en mi brazo, deteniéndome.
—¿Me sueltas, por favor? —ignoré sus palabras y
lo miré con odio, el chico hizo caso.
—En serio es importante. —Me siguió, al parecer
también había terminado.
—¿Y por qué no lo dijiste antes de empezar con
tanta estupidez? —consulté lanzando, prácticamente, los utensilios a la pequeña
bodega.
—No pensé que las cosas se tornarían de esa
manera —susurró dejando lo que había usado donde debían ir.
—Eres un desconocido para mí. —Comencé a
caminar en dirección a mi bolso, dándole la espalda—. Mis hermanos siempre me
enseñaron que no debo hablar con gente que no conozco.
Corrí hasta mis pertenencias, tomé mi mochila y
la colgué de mi hombro. Suspiré con cansancio por el rumbo que tomaron las
cosas con Danko y me apresuré en salir del gimnasio.
—Es precisamente de tus hermanos de lo que
tenemos que hablar —dijo tras de mí casi gritando.
Me detuve en secó y apreté mis puños. Primero
hablaba de Nick y ahora mis hermanos. ¿Quién se cree éste? Ni lo conocemos y ya
piensa que lo sabe todo. No lo tomé en cuenta y seguí con mi paso. Escuché que
gritó mi nombre, pero continué avanzando, hasta llegar a la oficina del
inspector. Golpeé la puerta.
—Pase. —Obedecí a la ronca voz que se hacía
presente desde dentro.
—Ya está listo —anuncié olvidando la rabia que
sentía—. ¿Me puedo retirar?
—Claro, ya váyase a casa —contestó levantando
la mirada de los pápeles que tenía al frente—. Usted también puede irse, joven.
Bajó la vista y continuó con lo que hacía. Le
di las gracias y empecé a caminar a la salida. Sentí al chico correr tras de
mí, apresuré mi paso. Definitivamente no aguantaría más tonteras. El guardia de
la puerta abrió, dejándome salir y dirigiéndome unas cuantas palabras de
despedida, las cuales respondí con cortesía. Al poner un pie afuera, vi a Chris
moviendo su mano desde el paradero al otro lado de la calle, sonreí y avancé.
—Es solo una pregunta. —Danko volvió a tomar de
mi brazo, logrando que me volteara para mirarlo.
—Bien —dije con cansancio soltándome del agarre
y cruzando mis brazos en señal de fastidio—. ¿Qué quieres?
—Ese hermano tuyo. —Frunció el ceño y habló con
seriedad—, Kevin…
—¿Qué con él? —interrumpí, primero con mi novio
y ahora mi cuñado.
—¿Qué tiene que ver con el tipo que apuñaló a
Derek? —preguntó con enfado notorio en su voz. Abrí mis ojos por el asombro,
Kevin y Brian era imposible—. ¡Vamos, responde! —gritó tomándome de los hombros
y apretando un pocos sus dedos.
—¡Ni siquiera sé quien hirió a Derek! —exclamé
mintiendo, bien sabía sobre el culpable—. Ahora, suéltame.
—¡Sé que sabes algo! —Continuó alzando su voz—.
¿Por qué no…?
—¡Te dijo que la soltaras! —Chris se hizo
presente empujando a Danko, dejándome libre—. ¿Qué crees que estás haciendo?
—Hablábamos —respondió algo sorprendido.
—Yo te voy a enseñar a hablar —gruñó mi amigo
tomándolo del cuello de la camisa y alzándolo unos centímetros del suelo.
—Chris —murmuré al llegar a su lado—, suéltalo,
no merece tu tiempo.
Lo dejó caer con brusquedad, Danko dijo algunas
palabrotas que ignoramos, se incorporó, sacudió su ropa y siguió su camino.
Chris me abrazó por la cintura y emprendimos nuestro viaje a casa. No sin antes
recibir mi beso en la mejilla.
El silencio nos acompañó mientras caminábamos,
al igual que una inusual mirada seria en mi amigo. Suspiré, no parecía él en
esos momentos. Clavé mis ojos en su perfil y me dispuse a hablarle.
—¿Estás segura que me quieres interrogar a mí?
—interrumpió antes que lograra articular palabra alguna.
—No mucho —contesté con una sonrisa—. Pero no
tengo otra opción.
—No sé qué te pueda contestar —dijo mostrando
su burla, ése sí era Chris.
—Sólo responde mis preguntas —intenté
convencerlo—. Esto quedará entre tú y yo.
—Sabes que no traiciono a Julián.
—Si mi hermano no tuviera músculos, otro gallo
cantaría. —Mi amigo soltó grandes y estrepitosas carcajadas, de allí aprendió a
reírse Math—. Como sea, ¿sabes quién atacó a Derek?
—No muy bien —respondió, no lo noté dubitativo
así que supuse me decía la verdad—. En realidad ninguno de los chicos que
estaban allí lo conocen, o están seguros de quien pueda ser.
—¿Por qué? —pregunté sin saber si Chris
añadiría algo más.
—Alex nos contó que el tipo éste llegó después
—continuó hablando, detuvimos el paso y me miró fijo—. Se supone que no debemos
contarte para no preocuparte, pero qué más da, tienes que explicarme lo que
pasaba con ese tipo. —Sonrió con burla, fruncí mi ceño y asentí. Chantaje,
después Julián me pregunta de dónde aprendo esas cosas—. Como te dije,
simplemente apareció. Alex supuso que podía ser el némesis de Kevin…
—El némesis de cualquiera de nosotros —le
interrumpí. Mi amigo sonrió.
—Por como Math describió al tipo ese día, y
cuando Alex se enteró de lo sucedido con Nick. —Se detuvo y su rostro mostró
melancolía. Recordé que Alex esos días andaba de visita donde su abuela—. Él no
alcanzó a verlo bien, como conoces, cayó inconsciente después del golpe que
recibió y que lo dejó marcado.
—Es verdad, el otro día que le corté el cabello
le vi la cicatriz. —Volví a detener la conversación—. Pero no me dijo qué le
pasó.
—Sí, eso es la marca de guerra —se burló—. El
punto es… —Me miró con el ceño fruncido para que no lo volviera a interrumpir, simplemente
le sonreí—, que según lo que recuerda del tipo, tiene las características del
maldito. La única diferencia es que éste se ve más moreno, tanto de piel como
de cabellos.
—Es él —aseguré mirándolos a los ojos—. Es él.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó asombrado—. ¿Por
qué tanta seguridad?
—Lo vi —confesé mi secreto, Chris palideció.
—No puedes contarle a Kev —ordenó, más como una
súplica.
—Eso lo sé muy bien —suspiré bajando la mirada,
para levantarla momentos después—. Por eso estoy pagando por su desprecio.
—Sonreí—. Todo sea por su bien.
—¡Ah, sí! —Todo su rostro reflejó burla—. Algo
me estuvieron diciendo, que no te toma en cuenta y no sé qué más y me mandaron
por ti. Lo del némesis será un secreto hasta que sepamos qué hacer. —Me guiñó
un ojo—. Supongo que nadie más sabe ¿verdad?
—Math lo sabe.
—Sin contar al bebé, todos sabemos que entre él
y tú no hay secretos. —Me volvió a tomar de la cintura y continuamos
caminando—. Tu turno de los cuentos.
—Danko quería saber unas cosas —comencé a
relatar—. Me estuvo buscando cuando llegué y luego en los recesos, me dijo que
necesitaba hablarme, que nos juntáramos a la salida.
—Imagino cómo se divirtió Ale molestándote.
—Sonrió con un brillo especial en los ojos.
—Sí, bastante —contesté de mala gana—. La cosa
es que él también tenía castigo de limpieza y tengo la desafortunada suerte que
cumplir sentencia con su compañía. —Chris estalló en risas por mi manera de
hablar, siempre lo hacía—. Se empezó a burlar que nosotros, más bien yo, que no
habíamos perdido a nadie importante. No como él, ya que Derek está muerto…
—Es un idiota de primera —interrumpió mi amigo
meneando la cabeza en forma negativa.
—Sí, lo sé —aseguré para proseguir con el
relato—. Le di un buen golpe en la cara. —Las sonoras carcajadas de Chris a mi
lado, no me dejaron continuar hasta unos minutos después—. Luego de eso lo
ignoré. Tenía pensado hacerle un interrogatorio por lo sucedido en la pelea.
—Miré a mi amigo para ver su reacción, frunció el ceño—, pero con todo eso que
dijo no me dieron ganas de seguir en su compañía. Terminé con lo que debía
hacer y me fui a dar aviso de eso. Después ya sabes lo que pasó, cuando tú
interviniste.
—¿Por qué te tenía de esa manera? —preguntó un
poco enojado—. Sabes que no te pueden tocar, que eres nuestro mayor tesoro y…
—Ya basta, Chris. No exageres. —Lo detuve para
que se callara—. Sí que eres fastidioso cuando te pones así.
—Es verdad. —Sonrió con burla.
—Sí, como no —bufé con ironía—. Me preguntó la
relación entre Kevin y Brian Cox.
Mi amigo detuvo el paso de pronto, volteó para
mirarme fijo a los ojos. Por varios minutos nos quedamos así, sin hacer
absolutamente nada, él tampoco se creía esas palabras, ellos dos no podían
estar involucrados en ningún tipo de relación. Nada de nada.
—¿Te nombró al tipo? —consultó luego de salir
del asombro.
—No. Se refirió a él como el que apuñaló a
Derek —respondí en un susurro.
—Entonces puede que sea otro y no su némesis
—murmuró con suavidad—. ¿Qué crees tú?
—Que es Brian Cox —aseguré recordando lo
pasado—. Lo vi en el hospital, antes que Derek muriera. La enfermera lo
confirmó, no dio nombres pero sí descripción. Y sí, está cambiado, ahora es más
moreno —susurré al ver la cara de Chris.
—No sé si habrá algún lazo entre él y Kevin.
—Se pasó las manos por el cabello, haciéndoselo hacia atrás—. Pero creo que no
debemos decir nada hasta que tengamos pruebas.
—Tendré que limpiar por dos semanas el gimnasio
con Danko, tal vez le pueda sacar información.
—Eso es un paso, aunque no creo que sea lo
único —respondió mientras volvíamos a caminar—. Sólo se me ocurre que lo haya
conocido en un bar…
—Es raro —lo interrumpí—. Es decir, odiamos a
ese tipo, Kevin sabe cómo es, dudo que su apariencia nueva lo oculte de él. Y
sí… —suspiré, no quería decirlo.
—Si tal vez lo buscó para llevar a cabo su
venganza —completó la oración con un deje de preocupación.
—Me asusta todo esto —susurré al ver mi casa.
—A mí también —contestó—. A mí también.
Cruzamos la calle y llegamos al hogar. Entré,
seguida de Chris, para ver a Math acostado en el sillón de tres cuerpos
observando la televisión. Me acerqué a él, besé su mejilla y fui a dejar el
peso que colgaba de mi hombro a mi habitación y, a la vez, aprovechar el viaje
para quitarme la falda.
—Pequeña, olvidé cargar tu bolso. —Sonrió Chris
dejando ver su rostro tras el respaldo del sillón de dos cuerpos. Al igual que
mi hermano, estaba acostado en él.
—Si me di cuenta. —Fruncí mi ceño.
—Alguna vez que lo cargue ella —reprochó Math
sin dejar de mirar el aparato eléctrico.
—Idiota —musité al dejarme caer en el sillón
pequeño. Él me imitó con muecas—. ¿Por qué no has ido a trabajar? —pregunté
mirando a Chris.
—Tengo la semana libre —contestó sin mirarme—.
Bebé, ¿por qué no pones algo interesante?
—Porque lo interesante para ti —recalcó la
palabra interesante— no es apto para menores, y la enana está presente.
—Veamos…
—¡No! —gritaron al unísono, interrumpiéndome y
sin dejar que terminara. Me crucé de brazos.
—No queremos ver Supernatural —sentenció
Chris—. ¿Verdad que no, bebé?
—El payaso tiene razón —agregó mi hermano—.
Estamos cansados de ver a Dean y además recoger tu baba.
—Qué antipáticos son —reclamé mirándolos, a
pesar que ellos tenían la vista fija al frente—. Iba a decir que pusieras un
canal de cultura o algo así.
Los chicos estallaron en risas frente a mi
pequeña mentira, más bien, cambié la verdad. La puerta se abrió y entró Franco,
acompañado de su insoportable novia, y como si su vida dependiera de ello,
tanto Math como Chris se silenciaron en el instante.
—Pensé que llegarías más tarde, pequeña —dijo
al llegar a mi lado y besar mis dos mejillas.
—Lo hubiera hecho, pero tengo castigo
compartido —musité con enojo al recordar aquello.
—Es decir que tienes compañero de limpieza
—añadió al saludar a los otros dos.
—A veces, sólo a veces —intervino Math—,
realmente me asombra tu inteligencia.
—Hola, Marla, ¿qué tal? —saludó Chris sonriendo
por lo que dijo mi hermano.
—Bien, gracias —contestó arqueando una ceja y
de mala gana—. Franco —lo llamó con tono autoritario.
—Voy —respondió el perrito faldero corriendo a
su habitación.
El ambiente se volvió tenso, ninguno decía
palabra alguna, hasta que apareció mi hermano y le entregó una cosa, salieron
de la casa. Pocos minutos después entró solo y se sentó junto a Math, que tuvo
que levantarse para darle un espacio.
Tuve que aguantar que se pusieran a ver esas
peleas fingidas que dan en la televisión, no me quedaba de otra, cuando Franco
y Chris se juntaban no se podía hacer nada. Las horas comenzaron a pasar hasta
que Julián apareció con la comida.
Mientras ordenábamos para cenar, llegó Kevin
junto con Alex, y como llevaba haciendo todo el día, mi cuñado me ignoró por
completo. No así Alex, que me ayudó a terminar de arreglar las cosas para
comer. Los otros tres vagos seguían viendo televisión.
—¿A qué no adivinan la sorpresa que me lleve
hoy? —preguntó Chris cuando estuvimos sentados a la mesa, comiendo.
—Ni idea, sabio maestro —contestó con burla
Franco—. Ilumínanos.
—Esto está muy bueno —dijo con una gran
sonrisa. Tomé el vaso para beber un poco de jugo—. Vi a la pequeña con un
chico… muy acaramelados.
Lo que bebía me salió hasta por la nariz al
escuchar aquello. Julián me pasó un paño para que me limpiara, Math y Franco
estallaron en sonoras carcajadas, qué decir de Chris. Alex se tapaba la cara
con el brazo aguantando la risa. En cambio, Kevin, se movió en la silla sin
emitir sonido alguno, y siguió comiendo como si nada.
—¡Ahora sí te mato! —exclamé mirando al bufón,
poniéndome de pie. Pero el fuerte agarre de Kevin me impidió moverme.
—Tranquilízate y siéntate —ordenó sin despegar
la vista de su plato. Le obedecí sin chistar.
Le saqué la lengua al bufón y continué
comiendo. El resto, con excepción de Kevin, emitían pequeñas risas de vez en
cuando. Hablaban de su día, de lo que hicieron, cosas sin importancia. También
di mi aporte una que otra vez, pero en ningún momento se tocó el tema de Derek,
ni lo que habló Chris que hizo que me ahogara, ese idiota ya me las pagaría.
Me levanté con el pretexto de que tenía tareas
y deberes que realizar, Julián dio el consentimiento y me fui a la habitación a
jugar en el computador. No tenía ganas de estar presente mientras el estúpido
de Kevin no me dirigía ni la mirada. Comencé a jugar Ragnarok Online, de seguro
matando a mis enemigos y subiendo de nivel olvidaría lo vivido por unos
instantes.
* * *
* *
A la mañana siguiente, nuevamente, Kevin no me
hablaba, lo ignoré en todo el camino a pie al lugar de estudios. En el
Instituto tuve que soportar todo el día las molestas miradas de Ale, además de
sus comentarios sin sentidos, parecidos a los de Chris. Fastidiada comencé a
ignorarla, si debía decirle lo que realmente pasó sería otro día. De aguantar
sus molestias a sus constantes preguntas, optaba por la primera opción.
Llegada la hora de salir, fui al gimnasio a
cumplir mi condena. Suspiré al entrar y dejar mi bolso donde mismo el día
anterior y caminé a la bodega a sacar los utensilios. Tenía en mis manos ya lo
que necesitaba cuando escuché la puerta abrirse, observé para ver quién era y
se apareció Danko, con una gélida mirada. Dejó sus cosas junto a las mías y
avanzó hacia mí.
—Hola —dijo al pasar por mi lado.
—Hola —respondí empezando a limpiar.
Sólo había una cosa que me haría hablarle, y
tenía pensando hacerlo cuando finalizáramos las labores. Así que me dispuse a
hacer todo lo más rápido que pude. Y al parecer, él pensaba lo mismo: acabar
pronto.
Tarareé una que otra canción de Sonata Arctica
mientras dejaba el piso reluciente, ignorando por completo a mi acompañante que
hacía lo mismo. Hasta que al fin acabé. Suspiré y pasé mi brazo por la frente,
como limpiando un sudor que no existía, pero era una pequeña manía que se
presentaba cuando limpiaba o trabajaba. Y fui a guardar las cosas utilizadas.
Danko lo hizo una vez que salí.
Caminé hasta donde estaban mis cosas, colgué
del hombro mi bolso y me dispuse a dirigirme al chico que no tenía expresiones
en su rostro. Lo miré confusa por unos momentos, hasta que sentí su mirada en
mí.
—¿Qué quieres? —preguntó con voz fría.
—Tengo una duda que quiero me resuelvas
—contesté frunciendo mi ceño.
—Habla —ordenó caminando a la salida.
—¿Qué harás si encuentras al culpable de la
muerte de Derek? —Detuvo su paso y me miró fijamente a los ojos.
—Lo mismo que haría cualquiera —susurró
caminando hacia mí—. Matarlo.
Abrí mis ojos con asombro, esas cosas no las
realizarían cualquiera, sólo sujetos como esos, como Brian Cox. Di unos pasos
hacia atrás.
—Si tu hermano tiene algo que ver —continuó
hablando—, si llega a interponerse en mi venganza para defender a su amigo,
correrá la misma suerte. —Dio la media vuelta y salió del gimnasio.
El temor se apoderó completamente de mí, no
podía moverme, estaba estática en aquel sitio mientras en mi cabeza se repetía
la amenaza de Danko. Una lágrima rodó por mi mejilla, no dejaría que le hiciera
algo a Kevin. Eso nunca. Limpié mi cara y fruncí mi ceño, apreté mis puños y
corrí a la oficina del Inspector a dar cuentas que había acabado, por lo menos
por ese día.
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