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30 de abril de 2017

[Hasta el día de ayer] Capítulo II: «Malos presagios»

Al despertar al otro día, Nick ya no estaba a mi lado, era costumbre que cualquiera durmiera en la cama que fuera, y tanto Math como Nick y yo, empezamos a tener demasiadas pesadillas luego de la muerte de nuestros padres.
Primero fue mi novio, que para ese entonces sólo éramos amigos. Solía llegar en medio de la noche a mi cama porque tenía miedo, días después de la muerte de sus padres. Ni mi mamá, ni mi papá le dijeron algo, se nos hizo costumbre dormir juntos, aunque después que nos hiciéramos novios la vigilancia por parte de Julián aumentó.
Me levanté y fui a la cocina, donde estaba Math, se acercó a mí y me abrazó.
—Kevin llamó a Nick —dijo cuando me soltó—. Algo le paso con la computadora y es por culpa de tu noviecito.
—Otra vez —reí pensando en qué podía decir en contra de mi novio—, siempre es por culpa de la pornografía que se pone a ver.
—¿De qué hablas? —Se escuchó la voz de Nick—. ¿Para qué pornografía si te tengo a ti? —preguntó al abrazarme por la espalda.
—Anda a bañarte —ordenó Julián que salía del baño y se iba a la cocina—. Se les hace tarde para la escuela.
—Voy —respondí mientras me intentaba soltar de Nick.
—Vamos —añadió mi novio cerca de mí oído.
—Va ella sola —dijo Julián agarrándolo de un hombro y jalarlo para separarlo de mí.
—Ya vengo —reí de la situación.
—Que malo eres, Julián —fue lo último que escuché proveniente de la cocina, Nick seguía reclamándole a mi hermanito por no dejar que se bañara conmigo.
Me metí al cuarto de baño e hice lo de todas las mañanas: «bañarme y ponerme linda», como me dice Kevin. Salí y me fui a poner ropa en mi habitación, aquel uniforme del Instituto que hace tan sólo un año habían cambiado, es el mismo que uso ahora y me gusta mucho más que el anterior. Consta de una falda escocesa con dos tablas delanteras y tres traseras, de color verde petróleo. Una camisa de color azul marino con los bordes de las mangas y el cuello del mismo género de la falda, y la insignia del Instituto al lado del corazón. Suelo usar la falda como dice el reglamento, me acato a las leyes internas, debo tener un historial impecable para poder postular a más becas para la Universidad. La mayoría de las chicas usan la falda tres dedos más abajo del trasero.
Una vez lista, al desayuno, la comida principal del día.
Caminé en dirección al comedor, por aquel pasillo que une la sala con el resto de las habitaciones y el baño. Llegué a la mesa, en donde estaban los demás sentados, y Julián servía el desayuno. Es el que cocina más rico, además le gusta hacerlo, nadie se queja. Pero si cocino yo, todos reclaman, y no sé por qué, si no me queda tan mal, alguna que otra vez se me quemaron los tallarines, pero es lo de menos, además le dan otro sabor.
—¿Qué hay de rico hoy? —pregunté al llegar a la mesa.
—Todo —respondió Nick con la boca llena.
—¿Dónde están tus modales? —Lo regañó su hermano dándole un golpe en la cabeza por atrás.
—¿Quién lo dice? —Rió Chris mientras se sentaba en la silla.
—Lo digo yo —contestó Kev mientras le lanzaba un pedazo de miga de pan a Chris.
—Compórtense —dijo Julián que venía con un par de huevos revueltos.
—Háganle caso al papi —se burló Math llegando a la mesa y dándole un golpe en la espalda al mayor.
—Te quedaras sin desayuno —lo amenazó como respuesta a su burla.
—Tan temprano y ya con amenazas —dijo Franco que venía con el periódico en la mano.
—Ya llego la mami —sonrió Chris mirando a Franco.
—Mami —habló Nick levantando la cabeza para ver a Franco—, Kevin me golpeó en la cabeza —le dijo poniendo voz de niño pequeño y fingiendo un llanto.
—Kevin, estarás castigado por el resto de tu vida. —Franco frunció su ceño mientras dejaba la cabeza de Nick en su regazo y le hacía cariño en el cabello.
—Mami —susurró Nick aún con la voz de niño pequeño—. ¿Qué es lo que tienes entre las piernas?
Franco le dio un golpe en la cabeza mientras reía junto a todos los demás. Chris se atoró con lo que comía, Math lo trató de ayudar, pero sólo provocó más risas y más se atoraba el chico.
Una vez que ya nos calmamos, logramos terminar de desayunar algo tranquilos.
Julián y Franco siempre han sido los «papis», todo porque Julián es el mayor y aparenta más edad de la que tiene, y Franco tiene cara de niña. Situaciones como la de este desayuno, son típicas en todas las horas de comida y me encantan.
Terminé y caminé por el pasillo en dirección al baño, tomé mi cepillo de dientes, color blanco con verde, agarré el dentífrico, dejé un poco sobre los pelos del cepillo y cepillé mis dientes.
Salí de aquella habitación y seguí caminando por el pasillo hasta entrar por una puerta, llena de dibujos de Sonata Arctica junto con Avalanch, y el grupo favorito de Julián, Metallica. Cuando miro ese pedazo de madera, pienso que es más de mis hermanos que mía, por suerte Franco no había puesto nada, o la tendría llena de chicas en bikini.
Abrí y entré a una habitación color azul piedra, con un ropero al lado de la puerta, una cama en el centro junto a una mesita de noche, en el fondo una ventana y, a los lados, un escritorio con libros y cuadernos. Al otro mi computador, «mi joyita» como solía decirle, lo había comprado con los ahorros de mi primer trabajo, lavando autos todos los años junto a Nick y Math, y con eso molesto a Nick, ya que él tuvo que llorarle a Kev que le comprara uno, y mi cuñadito con todo el esfuerzo de su trabajo pudo hacerlo.
Mi habitación estaba, y sigue estando, decorada con posters gigantes de anime, como Dragon Ball, tengo un Goku gigante, en toda su gloria y majestad; unos cuantos posters de Slam Dunk, junto a la frase típica de Hanamichi, «te mataré con la mirada», y uno enorme de Kaede Rukawa; y junto a Rukis, el más lindo de todos, Sesshoumaru, el más bello de los youkais.
Tenía muchos más pequeños de Inuyasha, Dragon ball, DnAngel, Samurai X, y por supuesto, Supernatural, ahora sólo quería mi gigantografía de Dean, para ser completamente feliz.
—¿Ya estás lista? —interrumpió la voz de Nick mientras observaba mi habitación.
—Sí, ya —respondí mientras agarraba mi bolso—. Vamos.
Salimos y afuera nos esperaba Math, con su parada de niño malo, junto a la puerta de la calle.
—Ya era hora —dijo mirándome.
—¡Adiós, Kev, Julián, Chris y Franco! —grité a mis hermanos antes de cerrar la puerta.
—Otro día de escuela —suspiró Nick mientras tomaba mi mano.
—Otro día de cárcel —seguí yo.
—Otro día de estudio —añadió Math seguido por una carcajada.
Caminamos un rato en silencio, hasta que mi hermano se acercó y me abrazó, así quedé en el centro.
—¿Conozco al que te molestó ayer? —preguntó rompiendo el silencio.
—No sé —contesté tratando de recordar la cara del sujeto de la noche anterior—. No me acuerdo como era, ni nada, sólo su voz.
—¿Recuerdas si lo has visto en otro lado? —Ahora quien hablaba era Nick.
—No… —respondí con duda—. Creo… no sé, no estoy segura, pero podría ser, alguno de los jugadores de fútbol.
—La mayoría de ellos son los que andan haciendo alboroto por los lados donde vivimos —añadió Math—. De seguro fue uno de esos.
—¿Así que te dijeron niño? —Nick rió con ganas—. Es mejor así, eres mi niñito. —Me besó con suavidad.
Llegamos al Instituto sin mayores problemas, y en la entrada una chica esperaba. Estaba sentada en el borde de la escalera junto a la puerta. Es más o menos de mi estatura, cabello castaño, pero muy claro, casi rubio, desde que la conozco lo ha tenido hasta los hombros. Su piel es blanca, aunque no al extremo. Es mi mejor amiga, compañera desde que entré al Instituto, siempre juntas, amigas por siempre como sale en varias partes por ahí.
—¡Ale! —grité moviendo mi mano para saludarla.
—Escandalosa —gruñó Math.
—¡Tee! —respondió gritando parándose y caminando hacia mí.
—¿Cómo estás el día de hoy? —pregunté a mi amiga mientras la abrazaba.
—Bien, bien —contestó con su sonrisa típica.
—¿Dónde está Tony? —Nick miró en rededor y arqueó una ceja.
—No lo sé —suspiró Ale—. Aún no llega, se tiene que haber quedado dormido.
—Kian y Dom, dijeron que hoy no vendrían —le dije a mi amiga—. A lo mejor Tony se fue con ellos.
—Ése es un irresponsable —añadió Math con su típico tono de adulto responsable que usaba para molestar a los demás—. Si se fue con ellos, no hará el examen de hoy.
—¿Quién se quedó dormido? —Se escuchó una voz parecida a un niño, pero con un toque de mayor—. ¿Quién no dará el examen?
—¡Tony! —gritó Ale mientras se lanzaba a sus brazos.
—Yo también te amo —le dijo Tony mientras la abrazaba y besaba.
Entramos al Instituto y cada uno para su salón, me despedí de Nick y de Math, mientras Ale seguía abrazada de aquel muchacho que había robado su corazón desde que lo conoció, años atrás. Aquel niño de cabellos rizados y rubios, cortos durante nuestra estadía en el Instituto, y largos en los meses de vacaciones. De ojos castaños claros, que por ser tan claros no veía bien, como le decíamos para molestarlo porque usaba lentes. Él gigante egoísta, lo llamábamos, con sus apenas diecisiete años, era el más alto de todo el grupo, y casi del mismo tamaño de Julián, aunque Math lo seguía de bastante cerca.
Con Ale nos fuimos a clases y ellos a su salón.
El día pasó lento, empezábamos con una entretenida clase de matemáticas, mi materia favorita, luego al laboratorio de computación, otra clase de mis preferidas, para seguir con ciencias, que no me gusta, y toda la tarde con lengua, que lo odio.
Al salir, mientras esperábamos sentadas en la escalera de entrada a los demás, le contaba a Ale, lo que me había pasado la noche anterior.
—¿Qué te dijo Julián? —preguntó con algo de asombro luego de toda la historia.
—Que no tengo permiso de salir sola —le dije con cara de frustración.
—Es lo mejor —añadió Ale—. Ya sabes lo que ha pasado a las niñas que viven a los alrededores de tu casa.
—Sí, lo sé —miré a mi amiga con seriedad.
—¿Y, sospechas de alguien? —consultó. Siempre escuchábamos comentarios de casos similares, nunca pensamos que hablaríamos de algo así porque nos sucediera.
—No —respondí—. Más bien, no sé. No recuerdo bien su cara, ni su cuerpo, ni nada físico, sólo su voz, con eso lo reconozco.
—Ya estamos listos —dijo Nick mientras se sentaba a mi lado.
—Al fin salieron —me acerqué a él para besarlo—. ¿Cómo les fue en el examen? —pregunté a los tres.
—A mí, bien —respondió Math.
—A él siempre bien —reclamó Tony que se había sentado junto a Ale—. Yo prefiero no decir nada hasta tener mi nota.
—A mí me fue excelente —dijo Nick para seguir molestando.
Nos quedamos un rato los cinco hablando, cuando pasaron los del equipo de fútbol, me quedé observándolos mientras Nick me tenía abrazada, y entre ellos pude notar un cuerpo que se me hacía familiar, pero al no estar segura no dije nada.
—Vamos a casa —suspiré con cansancio.
—Vamos —me siguió Math.
Nos despedimos de Ale y Tony, como siempre y comenzamos a caminar hacia la casa. Es lo bueno de vivir casi en el centro, todo queda relativamente cerca. El Instituto está como a media hora de nuestro hogar, caminando, en locomoción colectiva serán unos diez minutos, pero la verdad,es que preferimos caminar a estar gastando dinero que podemos ahorrar, nunca se sabe cuándo vamos a tener para comer y cuando no.
El Instituto al que vamos es uno de los mejores de la ciudad y también uno de los más caros. Entramos aquí porque nuestros padres querían lo mejor para nosotros, y como papá era uno de sus trabajadores, teníamos una beca interna y pagábamos mucho menos de lo que deberíamos. Julián fue el primero al que le regalaron los estudios, por sus notas decidieron premiarlo.
Fue un gran peso menos para mis padres quienes esperaron lo mismo de Franco, pero no fue así. A Math y a mí también nos regalaron la beca de estudios completos pagados, a mi hermano un poco antes que mis padres murieran, y a mí luego de aquel accidente, ya que Julián no podría costear todo él solo, y para que no quedáramos sin estudios, la orientadora hizo todo lo posible porque siguiéramos allí y gratis, aunque Franco no hizo caso y se retiró.
Al llegar a casa no había nadie, todos estaban trabajando. Así que decidimos salir a dar una vuelta, me quité la incómoda falda y me puse mis jeans favoritos, esos que están tan desgastados que dan la impresión que se romperán al más leve rasguño, una vez lista, nos fuimos.
Caminamos un rato y llegamos a la vieja gasolinera abandonada, que está cerca de casa.
La historia de la gasolinera y cómo quedó en el olvido, es algo extraña: fue un día en que caminábamos por aquí, Chris, Math, Nick y yo, cuando vemos que estaba vacío, el señor que amablemente nos regalaba dulces para «el día de brujas», no se encontraba en el asiento que acostumbraba usar día tras día para observar los autos pasar.
Nosotros, de curiosos, entramos a ver qué pasaba, Math dijo que a lo mejor le había dado un ataque y estaba tirado en el suelo esperando por ayuda. Mi hermano tiene mucha imaginación.
Entramos y miramos el lugar, no había rastro del señor, era como si se lo hubiera tragado la tierra y nadie abandona una gasolinera así como así.
Chris salió y revisó los contenedores de petróleo
—¡Están vacíos! —gritó agitando su mano.
—Estamos en una película de terror —susurró Math en mi oído con tono de meter miedo.
—Sí, sí —le respondí sin prestar la mayor atención al miedo—. Ahora nos saldrá un zombie y nos comerá.
—¡Waaaaaaaack! —dijo Nick atrás de mí—. Te lanzaré sticky mucus.
—¡Fire bolt! —grité riendo y moviendo mis manos como lanzando un poder—. Bye, bye, zombie de Ragnarok, soy una Sage de level 99, con un Fire bolt level 1 te hago puré.
—Y yo apenas un novice —escuché a Chris tras de mí—. Pero, con mi super knife, te mataré —añadió mientras hacía como que me enterraba un cuchillo en la espalda.
—Ya los tengo a todos enviciados con el Ragnarok —sonreí por el espectáculo.
—Definitivamente —suspiró Math revisando la caja registradora—, algo le pasó al viejo John.
—¿Por qué lo dices? —pregunté caminando hacia él.
—La caja estaba abierta y no hay dinero. —En su cara se reflejó la preocupación.
—¿Vamos a preguntar al hospital, a los policías, bomberos, morgue? —pregunté mirando a mis amigos.
—No —respondió Chris con la misma cara de preocupación de Math—. Se hace tarde y no es bueno andar contigo a estas horas.
—Otra vez —dije a regañadientes—, la discriminación por ser mujer.
—No es discriminación —sonrió el segundo al mando—, es sobreprotección, eres sólo una niña.
—Y miedo —añadió Nick, pude notar un pequeño escalofrió de su parte.
—¿Miedo? ¿Por qué? —cuestioné curiosa y sin entender, olvidando lo dicho por Chris.
—Todos hemos visto los músculos de Julián —respondió con una sonrisa nerviosa.
Reí fuertemente, Math me siguió, mientras que Chris y Nick no lo veían tan chistoso. Cuanto respeto y temor le tenían a los músculos de mi hermano.
Salimos de la pequeña tienda que tiene la gasolinera y comenzamos a caminar rumbo a casa.
Al otro día nos enteramos por los rumores locales que el señor de la gasolinera, John, había sido asaltado por un grupo de jóvenes que lo hirieron gravemente dejándolo en coma por varios días, para luego pasar a mejor vida. Lo único sospechoso que habían visto, era un carro que daba muchas vueltas por el sector.
Nunca se supo qué pasó con el petróleo, y mucho menos quienes habían matado al viejo John. Aunque todos por aquí pensábamos que fueron aquellos que les gusta molestar y hacer sufrir a las personas por el simple hecho de creerse los dueños del mundo.
La vieja gasolinera se vació al poco tiempo de la muerte de John, no tenía familia, por lo que sus vecinos le preparamos una partida digna. Los víveres y demás cosas que se encontraban en la tienda, fueron repartidas en diferentes casas de por aquí, todo dependiendo de las necesidades de cada uno. Eso sí, los dulces y cigarros los sacamos antes que empezaran a decidir quién se llevaba tal y tal cosa, Yo no fumaba, tampoco lo hago ahora, pero Chris, Franco y Kevin eran y son adictos, aunque no al extremo.

* * * * *

Nos recostamos sobre el viejo techo de la tienda, no hay lugar en la ciudad donde se vean mejor las estrellas que en la gasolinera. Completamente a oscuras, se puede distinguir una noche preciosa cuando no hay nubes. Como aquella, aunque el frío que llenaba el ambiente era capaz de estremecer hasta el fuego, el invierno nos mostraba su gran poder.
Comenzamos a mirar las constelaciones y a ver quién creaba más objetos con las estrellas, y así pasó el tiempo.
—Quiero columpiarme —dije dejando de lado el bello cielo.
—Vamos un rato a la plaza —sugirió Math.
—Está cerca —siguió Nick—. Aún es temprano. —Miró su reloj—, no creo que haya problemas.
Nos paramos y caminamos en dirección a la pequeña plaza que estaba a unas cuadras de mi casa. Sólo dos personas se veían en el lugar. Era pequeña, en el centro tenía una pileta que se usaba en el día, y en la noche, quedaba el agua acumulada abajo. A los lados de ésta, había series de asientos junto con los caminitos de maicillo, y un poco más lejos de la pileta, los juegos infantiles, donde estaban mis preciados columpios.
Corrí a sentarme en uno, mientras Nick y Math me seguían, se acostaron en el césped cerca de los columpios, mientras yo intentaba llegar al cielo. Como me gustaba sentir el viento chocando en mi cara, mientras el columpio se elevaba cada vez más, me daba la impresión que volaba y me sentía feliz, al simple contacto del viento chocando en mi rostro con los ojos cerrados.
Pasaron las horas y ya la plaza estaba vacía.
—¿Qué hora es? —pregunté deteniendo el juego.
—Son las 22:15 —respondió Nick.
—Creo que es hora de irnos —dije mientras me bajaba del columpio.
—Sí, ya es tarde. —Mi hermano se puso de pie.
Pero, en ese momento, un ruido de auto se escuchó, no le prestamos atención hasta que se sintió más cerca. Nos quedamos observando para ver de dónde venía, ya que por la hora, y por el lugar que estábamos, era difícil ver autos.
Cuando al fin lo divisamos, era un típico coche tipo taxi, un Audi A5, como recién salido de donde los hacen. Al verlo supimos que eran los «hijitos de papá» que andaban presumiendo su auto nuevo en las calles de nuestro barrio.
—¡Eh!, miren ese carro —exclamó Math en tono de burla.
—Un Audi A5 —respondió Nick—. Por cortesía de papá.
—Son mejores los que arma Kev —añadió mi hermano mientras empezábamos a caminar en dirección a casa.
—Estás callada, pequeña —dijo Nick, pasando su brazo por mi cuello—. ¿Te pasa algo?
—No, nada —contesté intentando ocultar mi preocupación.
—¿Te querías quedar en los columpios? —consultó Math.
—No —me apresuré en decir—. Yo fui la que tuve la idea de irnos a casa. —Mientras seguíamos caminando, el auto se sentía más cerca.
—Esto es raro —susurró mi hermano.
—Ese auto está dando vueltas sólo por la plaza. —La voz de Nick sonó preocupada.
—Es… —añadí entrecortadamente—. Es el auto del tipo que me molestó —terminé de decir al recordar bien cómo era el coche que había visto la noche anterior.
—Vamos más rápido —ordenó Math.
Pero de nada sirvió, mientras más rápido, más veíamos al auto que parecía estar en todos lados.
No podíamos salir de aquella plaza, nos dábamos vueltas y vueltas, en cada salida estaba. Al final sólo quedamos en la pileta, como si nunca nos hubiéramos movido de allí.
—¿Qué hacemos? —pregunté mirando a Math.
—No sé —contestó dejando ver lo preocupado que se encontraba—. Lo que sí sé, es que a ti no te pasará nada. —Me abrazó con fuerza.
—Quedémonos aquí —sugirió Nick—. A lo mejor sólo quieren lucir su carro nuevo y se van.
Y eso hicimos, nos sentamos en el borde de la pileta a esperar, mientras el auto seguía dando vueltas y vueltas alrededor de la plaza. Tratamos de olvidarlo por un rato y continuar conversando. Pero un sonido fuerte nos interrumpió.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Math, aún con su tono preocupado mientras no dejaba de mirar el auto.
Nos paramos, pero no podíamos movernos, el fuerte sonido que habíamos escuchado era del carro, botaron la pequeña reja que cubre la plaza y entraron con él arrasando con todo.
A los minutos llegaron donde estábamos cerca de la pileta.
Uno se bajó del auto, era el chofer.
—Te dije que nos volveríamos a ver. —Hablaba al caminar con las manos en los bolsillos de su pantalón gris.
—¿Tú quién eres? —preguntó Nick mientras se ponía por delante de mí.
—No te pongas enfrente de ella —dijo con una pequeña sonrisa dibujada en su cara.
—¿Qué quieres aquí? —consultó Math que me tenía más oculta que Nick—. Estos no son tus territorios —añadió con tono amenazante y esa mirada que es idéntica a la de Julián cuando se enoja y que da miedo a la mayoría de las personas.
—No es asunto de ustedes —respondió el tipo mientras hacía una seña y cinco más bajaron del auto—. Además, ¿qué territorios no son de nosotros? —preguntó riendo—, si gracias a nosotros ustedes comen —soltó una carcajada.
—Vámonos —dije mientras agarraba de la mano a Nick y a Math.
—Tú no vas a ningún lado —ordenó el tipo con esa sonrisa en sus labios.
—¡Ja! —solté con burla en su cara—. No es asunto tuyo —continué jalando las manos de mi hermano y mi novio para que caminaran.
—Vamos —repuso Math, pero su voz era distinta, era una voz un poco nerviosa.
—Dije que tú no vas a ningún lado —ordenó nuevamente el tipo con tono prepotente, volviendo a meter sus manos en los bolsillos.
—Ya déjala, Brian —se escuchó otra voz, era el copiloto el que hablaba—. Estás demasiado ebrio —le jaló del brazo.
—¡No te metas! —gritó mientras se soltaba de las manos de su amigo.
—Como quieras —contestó el copiloto—. Pero yo me voy, no estaré en otra de tus locuras.
Brian lo tomó del brazo y algo le susurró al oído, su amigo se quedó a su lado.
Mientras pasaba todo esto, nosotros empezamos a caminar, pero los otros que bajaron del auto nos detuvieron.

—¡Hey, Brian! —exclamó uno que estaba atrás de nosotros—. Se te arranca —dijo riéndose y el olor a alcohol le salía hasta por los poros.

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