Un demonio de rojos ojos caminaba junto a
un ser de negras alas. Él, un paso adelante guiando a la chica de fría mirada,
quien después de mucho negarse, había sucumbido ante la ira y ahora obedecía
los mandatos del que iba al frente.
—Bienvenida al Infierno —susurró una vez
que llegaron a la gran puerta.
Ella no respondió, ni siquiera con algún
gesto. Su mirada naranja estaba dirigida al frente, observando a todos aquellos
demonios que esperaban órdenes. Nunca había visto de esos seres con color de
ojos grises verduzcos y fue la primera vez —después de haber cambiado de
apariencia—, que mostró algo de sentimiento: el asombro se apoderó por unos
segundos de su rostro.
—¿Te sorprende? —preguntó el de rojos ojos
al ver la cara de la chica. Ésta frunció su ceño y le dio la espalda.
—¿Ahora qué? —La voz de Seth se hizo
presente frente al demonio.
—Esperar —respondió fijando su vista en el
que había hablado—. Pronto los soldados del Cielo llegarán y la batalla
comenzará.
—¿Nosotros qué? —Frunció su ceño el
anterior chupador de sangre—. El trato era que Bastian se uniera a ti, para que
no existiera algún ser capaz de detener tu ascenso a los Cielos. —Fijó su
mirada de seriedad en el de rojos ojos, éste, en cambio, bajó la mirada y
sonrió—. Pelear aquí no nos interesa.
—Tal vez si les importe —contestó clavando
su mirada en el que una vez fue vampiro—. Como bien dijiste, ustedes debían
traer a Bastian a mi lado, cosa que no hicieron. —Sus ojos se volvieron serios
y por unos momentos asustó a Seth—. Digamos que… me deben un favor —sonrió—, y
más les vale que me lo paguen o volverán al lugar de donde los saqué. —Ambos
hermanos se miraron con asombro y miedo.
—Haremos lo que ordenes —susurró el mayor
cruzándose de brazos, odiaba que lo mandaran de esa manera.
—Eso espero. —Fue la única respuesta que
salió de la boca de Belial—. Mi querida Hayley. —Volteó para mirar la espalda
de la mencionada—. Tú me apoyarás en todo, ¿no es así? —preguntó con ironía,
pero la chica no hizo gesto alguno, cerró sus ojos y guardó sus alas—. Como lo
suponía.
Se mantuvo tranquila, de pie, con sus
párpados cerrados. Cualquiera diría que se encontraba dormida, pero en realidad
distaba mucho de estarlo. Concentrada se quedó sintiendo y escuchando todo a su
alrededor y un poco más lejos. No tenía la menor idea de cuánto tiempo había
pasado y su cabeza era un mar de confusiones, donde lo único que dominaba era
la palabra venganza. Ni siquiera sabía con exactitud contra quien.
—¿Sabes quiénes son los culpables que te
pasara esto? —La voz de Belial, a su espalda, la hizo salir de su pequeño
letargo. Abrió sus ojos—. Aquella estatua fue un poderoso demonio, su nombre
era Abigor. El primero en querer volver a los Cielos y yo lo seguí —su voz
sonaba suave, cerca de la medio ángel—. Esa vez tu destino se creó. Un
arcángel, perteneciente al Coro, lo derrotó y convirtió en piedra. —La seriedad
se hizo presente en el demonio—, para terminar profesando que la única manera
de que volvieramos a los Cielos es teniendo de nuestro lado al ser mitad ángel
y humano, es decir, tú. Así que si buscas a un culpable, es él.
Se dio la media vuelta mostrando una gran
sonrisa mientras que la chica asimilaba todo lo dicho por aquel ser; ahora ya
sabía contra quien debía vengarse: el arcángel. Volvió a cerrar los ojos,
retomó la concentración en cada de una de las presencias que lograba percibir.
Varios minutos pasaron, quizás horas, cuando los sintió, se acercaban sus
medios hermanos de sangre. Abrió sus ojos y una sonrisa se le dibujó en el
rostro, a pesar de todo, no había olvidado a quien la golpeó hasta dejarla
inconsciente. Dio un salto y sacó sus alas, frente a la mirada de asombro del
demonio que no se esperaba aquello.
—¡Maldición! —exclamó al ver como la chica
se alejaba.
Se dejó caer con lentitud hasta apoyar sus
pies contra el rocoso suelo, varios metros más adelante logró divisar su
objetivo: aquella vampiro. La observó, retrocedía mientras gritaba a otros de
su misma especie, no podía verlos con claridad y poco le importaba, su única
finalidad era acabar con ella. Esperó tranquila hasta que estuvo a unos
centímetros, al parecer la vampiro poco se daba cuenta de las presencias que
habían a su alrededor, sonrió.
—Bienvenida —susurró cerca de Janice, no
le gustaba acabar con alguien sin previo aviso, por más mínimo que fuera. En un
abrir y cerrar de ojos, su arma derecha se enterró en la espalda de la mayor,
atravesándole el estómago—. Sé que es de cobardes atacar por la espalda, pero
te avisé que me encontraba tras de ti —musitó al momento de retirar con
lentitud el arma—. Nos vemos en el lugar donde pagaremos por todo lo que hemos
hecho —frunció su ceño y con su afilada aguja izquierda cortó el cuello de la
vampiro, su cabeza rodó por varios metros, su cuerpo cayó sin vida a los pies
de la medio ángel.
Guardó aquello que por años juró usar sólo
si fuera estrictamente necesario, esos dos trozos de hierro bastante útiles
habían sido para acabar con algunos demonios, y también contra otros seres. A
pesar que prefería usar las armas tradicionales: las dagas y las pistolas.
Clavó su mirada al frente pero no logró distinguir con claridad con quienes se
encontraba la vampiro. La presencia de Belial llegó a su lado.
Bastian, fue lo que escuchó de la boca del
demonio y recordó que hace unos instantes creyó oír su voz pronunciando su
nombre, pero eso no podía ser cierto, él estaba muerto. No hizo movimiento
alguno y continuó escuchando las palabras del ser a su lado, hasta que lo
escuchó a él, pero ya era tarde. El fuerte brazo de Belial rodeó su cintura, y
con rapidez volvieron al lugar donde se encontraban hace unos momentos.
—¡¿Se puede saber que hacías?! —gritó con
molestia el ser de rojos ojos al soltar a la chica—. ¡Te dije que debes seguir
mis órdenes!
—Yo no sigo mandatos de nadie. —La voz
ronca de Hayley se hizo presente ignorando todo tipo de comentarios, cerró sus
ojos.
—De mí sí las seguirás. —Se puso frente a
ella y la miró amenazante.
—Gran Belial. —Mostró su naranja mirada
llena de odio clavada en el mencionado—. Cuidado a quien le gritas. —Con un
rápido movimiento sus dos armas estuvieron a pocos milímetros del cuerpo del
demonio, una a la altura de su corazón y la otra en su cuello.
—Mátame —sonrió burlonamente—, y tendrás
al Infierno sobre ti.
—Siempre lo he tenido sobre mí —contestó a
la vez que cambiaba de posición las agujas que tenía como armas, una apuntando
su propio corazón y la otra en el estómago de Belial—. Te repito, cuidado a
quien le levantas la voz. Si yo muero, tus planes se pierden.
—Está bien —suspiró con cansancio—. Haz lo
que quieras, pero acaba con los ángeles. —La chica guardó sus armas y cerró sus
ojos, ignorando por completo las palabras del demonio—. Cuando llegue el último
arcángel comenzará la batalla —habló a sus seguidores con voz firme y fuerte,
las trompetas resonaron en el cielo del lugar, varios gritos de algarabía se
propagaron entre los demonios.
Una gran presencia apareció, el décimo
había llegado. Aquel que convirtió al gran Abigor en piedra, volvía, una vez
más, al campo de batalla. Se posicionó frente a los nueve que se mantenían
suspendidos en el aire y mostró sus fieros ojos rojos a todos los que lo
miraban con asombro.
—Es él —agregó Belial—. El último, la
batalla dará comienzo…
—Tú serás el siguiente —la voz de Hayley
lo interrumpió, al momento que batía con fuerza sus alas y volaba en dirección
al recién llegado.
—¡Detente! —Fue lo que escuchó de parte
del demonio, pero ella ya no recibía órdenes de nadie.
*
* * * *
No lograba salir aún del trance, el ver a
Hayley de esa manera lo había alejado de todos sus sentimientos. El ángel,
junto a él y a Ethan, lo miraba esperando alguna reacción luego de sus
palabras, pero no obtuvo respuesta.
—Sus alas están completamente negras
—susurró mirando al suelo, el de ojos grises clavó su mirada en él.
—En el diario del cazador —añadió con voz
suave—, menciona en una parte muy pequeña, casi al final de todo, que si ella
llegara a formar parte de los demonios, sus alas se volverían negras. Es la
marca que la diferencia del resto de sus hermanos —sonrió dándole una pequeña
mirada burlona al ser que los había llevado hasta ese lugar—. Esa información
estaba suelta en una hoja, creo que el padre de la chica no quería que se
supiera.
—Es lo más probable —interrumpió el
ángel—. Nosotros le pedimos que no contara lo que sabía, sólo le permitimos que
tuviera dos ayudantes, aquellos dos hermanos, que resultaron ser un sacerdote y
un cazador, que luego se convirtió en demonio.
—¿Por qué? —Fue lo que salió de la boca de
Bastian mirando con odio al ser que mostraba sus dorados ojos—. ¿Por qué tanto
misterio? ¿Por qué tantas mentiras alrededor de la vida de Hayley? ¿Acaso no
tenía derecho a saber lo que es y lo que le pasaría?
—Porque no lo creímos conveniente
—respondió sin mostrar el menor sentimiento, sus palabras sonaban vacías—.
Saber o no lo que sería en un futuro poco influía en sus decisiones, ella al
igual que tú, terminarían donde se encuentran ahora…
—¡Eso no es verdad! —gritó con furia, sin
dejar que el ángel terminara de hablar—. Ella no quería ayudar a Belial, algo
tiene que haber hecho ese ser cuando se la llevó para que ahora se encuentre en
tal estado.
—Su alma estaba corrompida desde el
momento de nacer. —El ser de ojos dorados continuó hablando—. Su destino
siempre fue estar de lado de los demonios, a pesar que dijera y afirmara lo
contrario. Su padre dijo que él la guiaría por el camino correcto, y lo hizo,
pero bien sabíamos todos nosotros que eso no duraría, la chica se uniría a
Belial y su ejército como está escrito. ¿Sabes lo que le pasa a un ángel cuando
es dominado por la ira?
—Sí, lo sé —contestó sin quitar su mirada
de odio hacia el ser.
—Ella al ser medio ángel, no tiene los
mismos efectos que nosotros —habló con la vista perdida al frente, en dirección
a donde se encontraba Hayley—. Sus alas se volverían completamente negras, como
bien mencionó Evans, y así tomarían su color de origen, ya que ella nació con
ira en su corazón. —Los dos vampiros lo miraron asombrados—. Sus alas siempre
fueron negras, como sus ojos naranjas, pero al nacer como humana, sus poderes
se vieron reflejados varios años más tarde, por ello apenas tenía unas manchas
negras. Ahora, simplemente, volvió a sus orígenes.
—¿Qué es eso? —La voz de Mía, que se
encontraba hablando con otros vampiros
en las cercanías, los interrumpió. Fue cuando sintieron la gran presencia que
se aproximaba. Los dos vampiros miraron hacia arriba, la preocupación y el
asombro se reflejaron en sus ojos.
—Digamos que… nuestro general —respondió
el ser de ojos dorados—. Uno de los más poderosos arcángeles pertenecientes al
Coro.
—¿Lo esperaban a él? —preguntó Ethan sin
dejar de mirar al recién llegado—. ¿Por eso nadie había atacado? Dejando de
lado a la chica, ya que al parecer, es un caso especial…
—¡Hayley! —gritó con fuerza Bastian,
interrumpiendo a su tutor, al ver que la mencionada volaba a toda prisa en
dirección al arcángel—. ¡Maldición! —Apretó sus puños y se dispuso a ir tras
ella, pero nuevamente lo detuvieron.
—¿Cómo pretendes llegar hasta ella? —Fue
la pregunta formulada por su maestro—. Que yo sepa no vuelas. —Su mirada de
seriedad se había vuelto negra y agarraba con firmeza el brazo de su pupilo.
—¡No sé, algo se me ocurrirá! —exclamó,
estaba perdiendo la paciencia, sus ojos se volvieron negros y se asomaron sus
colmillos—. Si no hago algo la matará.
—A lo mejor es al revés —sugirió Ethan
tratando de calmarlo y apretando cada vez más el agarre, bien sabía que el
chico era fuerte y sentía que su poder había aumentado.
—Eso es imposible —interrumpió el ángel—,
nada ni nadie puede ganarle a un arcángel, mucho menos a uno perteneciente al
Coro.
—Siempre hay una primera vez para todo
—las palabras de Mía hicieron que el ser de dorados ojos clavara su vista en
ella, la vampiro volvió sus ojos negros y mostró sus colmillos, al igual que
los demás de su raza—. Varios demonios se aproximan.
En un fugaz parpadeo, el ángel desapareció
del lugar. Los vampiros se pusieron en posición de defensa, la batalla
comenzaría. Muchos de ellos —por no decir casi todos—, nunca se habían
enfrentado a un demonio, pero estaban dispuestos a hacerlo con tal de ayudar a
Bastian. Varios gritos eufóricos provenían de los que se acercaban a atacar,
encabezados por dos figuras bien conocidas por ellos.
—Veo que nos creen débiles —sonrió Ethan
al ver la cantidad de demonios de ojos negros—. Yo me encargo de Kate —musitó
frunciendo el ceño y soltando el brazo del chico—, tengo una pelea pendiente
con ella. —Pero le terminó hablando al viento, apenas soltó a su pupilo, éste
salió a gran velocidad al ataque de Seth, ahora sí que lo mandaría a un lugar
del cual nunca más podría regresar—. Son como ciento cincuenta demonios de los
más débiles —habló a los vampiros que estaban tras él—, sé que muchos de
ustedes jamás han enfrentado a uno de esos seres, en tan poco tiempo sólo les
puedo dar un consejo: si derriban a uno, beban de su sangre —las miradas de
asombro se clavaron sobre Ethan—. Sí, escucharon bien, muérdanlos y su fuerza aumentará…
Una enceguecedora luz en forma de
relámpago, seguida por un estrepitoso sonido de dos espadas chocar, quebraron
los gritos de los demonios y el silencio de los ángeles, la ráfaga de luz
cubrió el lugar donde estaba el arcángel, la chica había llegado a su destino.
La rápida carrera de Bastian se detuvo de golpe, miró hacia arriba y apretó los
puños, más no podía hacer que apurarse, frunció su ceño y continuó corriendo a
donde un sonriente demonio lo esperaba con los brazos cruzados.
—Nos volvemos a encontrar, querido primo
—se carcajeó cuando su oponente estuvo como a dos metros de distancia.
—Por última vez —contestó, deteniendo su
paso y dejando a la vista, a través de sus ojos, toda la ira que sentía.
Los demonios continuaron avanzando a grandes
zancadas, con ahora, pequeños gritos de euforia. Seguían a la que una vez fue
vampiro, quien portaba una sonrisa en su rostro y sus negros ojos brillaban
mirando hacia adelante donde varios colmillos los esperaban con tranquilidad.
*
* * * *
Caminaba de un lado a otro, cual león
enjaulado, frente a las miradas de los que formaban parte de la baja estirpe,
todos inferiores a él y sus rojos ojos. El arcángel había llegado, la batalla
comenzaría en cualquier momento, y la medio ángel, aquella chica a quien creyó
controlar, decidió ir a atacar al ser que convirtió a Abigor en piedra. Apretó
los puños con fuerza y ocultó, bajo una sonrisa, la ira y rabia que sentía.
—En vista que Hayley se marchó —habló con
voz fuerte y clara a sus seguidores—, Seth y Kate irán por los vampiros, ya que
ustedes los conocen muy bien —suspiró esperando que esta vez esos dos hicieran
algo bueno—. Ustedes —miró a un grupo de demonios de negros ojos, no eran
muchos, aproximadamente ciento cincuenta—, los acompañarán y seguirán sus órdenes.
Ahora, ¡vayan! —La orden sonó con molestia los demonios temieron y partieron en
el acto—. El resto de ustedes, los de ojos negros, irán por los ángeles —se
giró para mirar al frente, hacia sus enemigos—, dependiendo de eso, veremos
quienes siguen.
Su vista se perdió en lo alto, la chica
estaba a punto de llegar a su objetivo, maldijo por lo bajo, nunca se imaginó
que las cosas tomarán ese rumbo.
*
* * * *
Se conformó con ver la presencia tan
fuerte detenerse y quedarse estática sobre sus peones para saber su destino:
ella debía acabarlo, por el único motivo de ser el culpable —junto al demonio—,
de lo que era. El odio llenó su corazón, sus naranjas ojos resplandecieron con
fuerza, segundos antes que sus alas salieran, se abrieran y la elevaran en dirección
a su, ahora, enemigo. Pero antes soltó algunas pocas palabras para el ser de
rojos ojos que había desatado su oscuridad, luego se alejó con rapidez,
ignorando el grito de Belial.
Sabía muy bien que a pocos metros de ella
se encontraba Bastian, lo había escuchado, aún así no entendía lo que pasó, en
su mente aún predominaban las imágenes de aquel ángel cortando la cabeza del
vampiro, apretó sus puños con fuerza, debía apurarse, quedaban varias venganzas
por delante.
Batía sus alas con fuerza, por primera vez
—en todos los años que tenía aquellos adornos en su espalda—, que las usaba con
tanto afán. Frunció su ceño, sus ojos relampaguearon, de sus puños salieron sus
dos armas que permanecieron —al igual que sus brazos—, a los costados de su
cuerpo. Su vista se perdía en los párpados cerrados del que había decidido como
su oponente a pocos metros de ella.
El arcángel se mantuvo tranquilo, daba la
impresión que se encontraba dormido, pero no era así. Sus fieros ojos se
abrieron sólo en el momento en que la medio ángel lanzó su ataque. Sus dos
filosas armas de hierro chocaron con las de la chica, provocando un gran
destello de luz, seguido por un sonido ensordecedor que no molestó a ninguno de
los contrincantes, pero sí a los que se encontraban bajo sus pies.
Unos ojos naranjos, llenos de ira,
chocaron con unos rojos que no mostraban nada. Sólo fueron unos segundos que
permanecieron frente a frente con sus armas entrelazadas, y luego ambos cuerpos
retrocedieron debido a la fuerza que ejercían el uno contra el otro.
Desde la distancia cada uno observaba a su
oponente con detenimiento, más de tres metros los separaban mientras flotaban
en las alturas de aquel lugar. Desde el suelo lo único que se lograba
distinguir eran las negras alas de Hayley y las blancas del arcángel.
El de rojos ojos frunció su ceño, la chica
se puso en guardia, mostrando sus resplandecientes armas frente a ella, su
entrecejo se juntó y esperó el ataque que no tardó en llegar. En un rápido
movimiento el arcángel se situó frente a ella, dándole un fuerte golpe de
energía y viento en el estómago que la envió varios metros atrás. Una vez que
controló su cuerpo, voló hacia su enemigo, que se acercaba velozmente en
posición de ataque. Sus armas volvieron a chocar, provocando, nuevamente, un gran
destello de luz junto al estrepitoso sonido. Pero, a diferencia de la primera
vez, ninguno de los dos oponentes ejercía fuerza suficiente, sus miradas se
encontraban fijas en el otro, mientras sus mentes se escudriñaban a fondo.
Pocos minutos después de aquel encuentro,
el cuerpo de la chica retrocedió por iniciativa propia. El arcángel la observó,
la medio ángel guardó sus armas y con sus manos apretó fuertemente su cabeza,
el ser frente a ella se había encargado de darle bastante información, pero eso
no hizo más que confundirla. Cerró sus ojos con fuerza e introdujo sus finos
dedos en su cabello, agarrándolo en un intento desesperado por quitarse el
dolor provocado.
—Lo único que han hecho es jugar con
nosotros —musitó al momento que se incorporaba y clavaba su vista en el ser que
se encontraba al frente, pero respuesta no obtuvo, el arcángel simplemente
cerró sus ojos.
Entendía las cosas un poco mejor, lo que
había pasado con Bastian estaba claro en su cabeza, aun así el destino que se
creó seguía intacto: continuar con su venganza. Decidida se aventuró en un
nuevo ataque, tenía que vencer para seguir con su cometido.
—¡¿Cuántos más serán necesarios para su
diversión?! —gritó con furia mientras se abalanzaba sobre el de rojos ojos—.
¡¿Cuántos?!
Su oponente no contestó, lo único que hizo
fue detener el ataque de la chica, que con su poder mental intentó enviarlo lo
más lejos posible, aunque sólo lograra moverlo unos pocos metros hacia atrás.
Cruzó sus brazos por delante de su rostro y se cubrió de la ráfaga de viento
ejercida por el poder de la medio ángel, no alcanzó a percibir que ya la tenía
encima, una vez que la ventisca disminuyó, sacó sus brazos y la vio, sobre él,
con sus armas a la vista, un rápido movimiento detuvo el filoso pedazo de
hierro que salía de la mano izquierda de Hayley, pero no logró hacer lo mismo
con el derecho, éste se incrustó en el hombro del arcángel.
Sus ojos resplandecieron, pero la ira de
la chica era más potente, aunque no lo suficiente para detenerlo. En un abrir y
cerrar de ojos, con su poder mental, logró hacer que la arma izquierda de ella
retrocediera y se posicionara en el corazón de Hayley, ésta lo miró temerosa,
estaba siendo controlada y no podía detenerlo, aun así su mirada continuó
mostrando furia.
—Yo no puedo morir —susurró sin
sentimientos—. Un ángel sí, supongo que no debo explicar lo que le sucede a uno
que sólo es medio.
—¡No me dejaré vencer con tanta facilidad!
—gritó rompiendo el lazo que la mantenía presa de las órdenes del ser frente a
ella—. ¡Acabaré contigo y con Belial, aunque eso signifique mi muerte!
Bruscamente sacó su arma derecha del
hombro del arcángel, éste no hizo gesto alguno de dolor, ni siquiera cuando la
sangre comenzó a salir de su herida, que lentamente desapareció. Hayley
retrocedió un par de metros, frunció su ceño y esperó, con sus dos armas
cruzadas frente a ella. Su oponente la observó por unos minutos, hasta que de
pronto, con la rapidez de un pestañeo, estuvo a centímetros de ella, mientras
su filoso cuchillo derecho atravesaba el estómago de la chica, que reflejó
dolor en su rostro a la vez que una delgada línea de sangre comenzaba a
escurrir por su labio inferior.
—Eso era lo que quería —musitó con
dificultad y palabras entrecortadas, mientras con lentitud sus armas se
guardaban en sus puños y agarraba con fuerza el hierro que atravesaba su
cuerpo.
El arcángel, por primera vez en su larga
existencia, mostró confusión en su rostro, a pesar de estar herida, la chica
había logrado poner una barrera en su mente y ya no podía leer lo que pensaba,
a diferencia de cuando empezó la batalla, ya que sus pensamientos estaban
disponibles para cualquiera que se pudiera introducir en su cerebro. Ni
siquiera imaginaba lo que la medio ángel deseaba hacer.
Un fuerte grito de dolor, rabia y enojo
fue lo que salió de la boca de la chica, mientras jalaba con fuerza el arma de
su enemigo y con su poder mental al máximo lo empujaba hacia atrás. Fueron unos
pocos minutos —que a ella se le hicieron interminables—, de agonía por el
escozor en su estómago y la molestia en su cabeza. El arcángel, por otro lado,
luchaba contra la fuerza mental ejercida por Hayley mientras aguantaba el ardor
provocado en su brazo por el hecho que la chica jalara lo que la atravesaba. De
un momento a otro, y luego de mucho batallar, el de rojos ojos salió disparado
hacia atrás, dando unas cuantas volteretas en el aire, su arma había quedado
dentro de la medio ángel.
Sonrió, logró hacer lo que nadie a la
fecha: quitarle un pedazo de hierro a un arcángel perteneciente al Coro. Sintió
su cuerpo desfallecer al momento de quitar con lentitud aquello que sólo tenían
los de su media especie. Por ello no se dio cuenta cuando el dueño de lo que le
molestaba estuvo frente a ella, con unos ojos rojos brillosos y deseosos por
acabar con la vida de la medio ángel. Le había quitado algo que sólo le
pertenecía a él, y no estaba dispuesto a perdonar que se lo arrancaran.
Un puño cerrado fue lo que recibió con
fuerza en el lugar donde antes tenía el arma del arcángel, su cuerpo se
retorció de dolor, tambaleándose en las alturas, pero un fuerte agarrón de su
cabello le impidió caer al rocoso suelo, obligándola a levantar su vista y
fijarla en su enemigo. La levantó hasta dejarla a la altura de sus ojos y
estampó su rodilla en el mismo lugar de antes. El cuerpo de la chica respondió
tosiendo sangre con fuerza, mientras por inercia, abrazaba su estómago quedando
en posición fetal.
Aprovechando ese momento, el arcángel le
dio un fuerte y último golpe con ambos puños en la espalda, provocando que un
fuerte grito de dolor escapara de los labios de la chica, quien soltó su
estómago y comenzó a caer con lentitud hasta chocar de frente con el suelo,
golpeando su rostro. Todo esto sin soltar el arma que le había arrancado al ser
alado.
Con los ojos cerrados, su mejilla derecha
apoyada en el suelo y aguantando el dolor en su cuerpo, Hayley aferró con
fuerza lo que había robado, no lo soltaría por nada. Con lentitud comenzó a
incorporarse, lograba sentir la presencia del ser que la había golpeado en las
alturas, sonrió, aquel tenía el ego demasiado alto como para bajar a mezclarse
con los de raza inferior. Abrió sus ojos y lo observó, imponente en las
alturas, frunció su ceño y miró alrededor, se encontraba en el centro, tanto
los ángeles, como los demonios y los vampiros, la escudriñaban con la mirada.
Varios estaban en el suelo, de los tres bandos, aún no entendía como los de
colmillos habían llegado allí.
Cuatro de sus medios hermanos de sangre
intentaron detener su lento avanzar, varios demonios se abalanzaron sobre
ellos, gritando que a la elegida para llevarlos a los Cielos no la tocarían. Ella
aprovechó el momento y continuó caminando hacia donde sus naranjas ojos le
indicaban, más adelante una figura conocida peleaba con una demonio y estaba
segura que aquella arma le sería de utilidad.
Dos vampiros le mostraron sus colmillos,
impidiéndole que se acercara a su destino, ella sólo los miró, no tenía pensado
pelear con ellos y tampoco quería. Detuvo su paso, no era necesario seguir
acercándose, desde donde se encontraba, el ser bebedor de sangre la escucharía
y recibiría sin problemas lo que debía entregarle.
—No me interesa pelear con ustedes
—frunció su ceño mirando a quienes tenía al frente.
—A nosotros tampoco —contestó uno
mostrando su dentadura afilada—. Pero si estás en contra de Bastian, creo que
tendremos que hacerlo.
—¡Ethan! —gritó ignorando a los dos seres,
el mencionado se giró a mirarla, antes de que tuviera encima, nuevamente, a su
rival—. ¡Esto te será de ayuda! —Le lanzó con fuerza lo que le pertenecía al
arcángel, el vampiro lo recibió sin problemas y algo confundido. Un gesto con
su mano fue la señal de gracias, luego continuó con su pelea.
Quienes detenían su paso observaron todo
con asombro, se suponía que la chica era su enemigo —por lo poco y nada que
lograron entender—, pero le había entregado un arma a Ethan. Se miraron y luego
fijaron su vista al frente, aunque lo único que vieron fue el suelo rocoso, una
rápida brisa pasó cerca de ellos, la medio ángel había desaparecido de su
visual.
*
* * * *
Frente a frente se encontraban nuevamente,
hace varios años él había sido parte de aquel plan: cuidar y convertir al
humano nacido de dos vampiros, un caso único en la especie. El trato con el
demonio fue contactado por su padre, pero éste se encariñó demasiado con el
pequeño, así que decidió tomar las riendas de la misión y acabó con quienes le
dieron la vida, sólo continuó con sus fieles hermanos. Suspiró al recordar al
menor, que por cosas del destino, las dos veces que su vida se había extinguido,
fue a manos de Bastian, el rival a quien tenía que exterminar.
Apretó
sus puños con fuerza, en las alturas la chica peleaba y él necesitaba ir en su
ayuda, bien sabía que era fuerte, pero protegerla se había convertido en su
único deseo. Observó a su primo cerca, con las manos en los bolsillos de su
chaqueta y una pequeña sonrisa en sus labios. Esta vez sí se acabaría todo. No
tenía pensado siquiera entablar una conversación con aquel ser, mientras más
rápido terminara la pelea, mejor para todos.
El vampiro frunció su ceño y no hizo
esperar a Seth, que lo miraba con odio. Avanzó con rapidez, olvidando todo a su
alrededor, donde ángeles y demonios comenzaban a batallar, unos por volver a
los Cielos y otros protegiendo el lugar sagrado donde vivían.
—Así que tienes prisa —susurró Seth al
verlo llegar frente a él, protegiéndose de los puños de su primo colocando sus
brazos cruzados frente a la cara.
El
chico no lo tomó en cuenta, dio un salto hacia atrás y lo observó, se sentía
diferente luego de haber bebido sangre de la medio ángel, y algo le decía que
acabar con su primo no le costaría trabajo. Suspiró y sonrió al ver que su
rival se acercaba a pasos lentos. Un gran destello seguido del estruendoso
sonido idéntico al que hace unos momentos rompió en las alturas, la curiosidad
le ganó y no pudo evitar voltear y mirar hacia donde provenía aquello, y vio a
Hayley con sus armas frente al arcángel. Apretó sus puños y dientes con fuerza,
se estaba tardando demasiado. Una patada en la espalda lo mandó rodando varios
metros adelante, su primo aprovechó la distracción del vampiro para atacarlo.
—Vaya, después de tanto tiempo —sonrió con
burla—, sigues distrayéndote en medio de las peleas —caminó acercándose al que
se encontraba en el suelo, boca abajo.
Nuevamente ignoró las palabras que salían
de la boca del demonio, arrastró sus dedos por la tierra del lugar, dejando a
la vista pequeños caminos de polvo. Se levantó y sacudió su ropa, volteó y
clavó su mirada en su primo, éste se detuvo al instante, no porque quisiera,
sino que el poder mental de Bastian le impedía seguir avanzando. Lentamente
comenzó a estrangularlo, sin hacer movimiento alguno que no fuera con su
mirada, mientras su enemigo intentaba inútilmente zafarse de aquel agarre
invisible.
—Ahora entiendo porque tú eres el elegido
—musitó con dificultad y palabras entrecortadas—. Eres tan fuerte como
cualquiera de los ángeles y los demonios.
—Te equivocas —su voz sonó dura y con
odio—. Si yo soy así, fue porque sabía que un día llegaría esto, conocía todos tus
movimientos de vampiro, mi único deseo era acabarte, y lo hice —una sonrisa de
medio lado se apareció en su rostro al recordar el día en que acabó con los
tres seres que se hacían llamar sus primos—. Hoy, aquí, sólo tengo un propósito
—el cuello de su rival se apretó más—, y no es precisamente divertirme contigo,
sino que ayudar a quien pelea en las alturas.
—¿Al arcángel? —preguntó intentando ser
burlesco, pero el agarre del chico se lo impedía.
—No —contestó sin dejar de mirar a quien
tenía al frente—. A Hayley.
—Ella no tiene salvación —sonrió a pesar
del dolor que sentía.
—Yo tampoco —susurró acercándose más a su
primo, apretando con fuerza—. Pero no dejaré que ella termine haciendo lo que
Belial le ordene.
—No creo que tengas problemas con eso
—articuló mientras tosía, demostrando dolor.
—¿Por qué lo dices? —La curiosidad se hizo
presente, logrando que soltara un poco el cuello de su primo.
—La medio ángel no está obedeciendo las
órdenes de Belial —sonrió, había encontrado un punto débil en Bastian.
—Pero… —musitó con asombro, aflojando cada
vez más el agarre—, está peleando con el arcángel.
—¡Exacto! —exclamó con euforia, ya podía
respirar sin problemas—. Esa no era una orden del demonio, él ni siquiera se lo
esperaba —el ataque de Bastian había cesado por completo, lo miraba perplejo—.
Al igual que tú, a aquella chica no le interesa en lo más mínimo lo que mande
ese ser.
A pesar que sabía que no debía bajar la
guardia, de todas maneras giró y miró a las alturas, donde logró apreciar la
imagen de dos seres batallando cuerpo a cuerpo, pero la lejanía era tal, que
apenas distinguía unas alas negras y otras blancas.
Aprovechando que el vampiro se encontraba
distraído, levantó su mano y el cuerpo del chico a la vez, con el poder de su
mente lo azotó con fuerza contra el suelo, a pesar de todo, su primo continuaba
siendo demasiado confiado.
—A diferencia de ustedes —susurró al
momento en que se ponía de pie—, a nosotros no nos gusta ser peones de nadie
—se burló al momento en que avanzaba a gran velocidad al encuentro de Seth.
Cuando estuvo a escasos centímetros de su
adversario, sonrió, podía sentir en todo su cuerpo como aumentaba su poder, no
entendía tal cosa, pero le gustaba. Chocó con fuerza su puño cerrado en el
estómago de su primo, éste se quejó del dolor dando un grito, mientras apretaba
el lugar lastimado con sus brazos. Tomó los cabellos de Seth y levantó su
cabeza, para que sus ojos se fijaran en los de él.
—Todo es diferente ahora —musitó con una
sonrisa al ver el rostro suplicante de su rival—. No soy el mismo de la última
vez que nos vimos, y mucho menos queda de aquel niño que ustedes solían
maltratar —sostuvo con fuerza lo que tenía agarrado con su mano derecha y
estampó su rodilla en el rostro del demonio, que dejó caer un escupitajo de
sangre con algunos dientes—. Te dije que no tengo tiempo de estar jugando
contigo, tú ya eres historia, y no nos volveremos a ver hasta que todo esto
acabe y nos reunamos en aquel lugar donde pagaremos por todo lo que hemos hecho
—en los negros y serios ojos del vampiro, su primo creyó ver por unos instantes
un débil resplandor dorado, apretó sus párpados con fuerza y meneó su cabeza,
aquello no podía ser cierto—. Adiós, querido Seth —se burló al momento que un
destello blanco cubría ambos cuerpos.
*
* * * *
La chica de naranja mirada detuvo su paso
y volteó a mirar al lugar que se iluminaba dejando una estela de luz hacia las
alturas, no podía creer lo que veía, el vampiro no tenía semejantes poderes,
esos pertenecían a los de su media raza.
Unos ojos negros se volvieron grises y se
guardaron sus colmillos, en su rostro se reflejó asombro al sentir la energía
que emanaba de su pupilo, y más cuando
vio lo que pasaba, su cuerpo estaba envuelto en una luz blanca que amainaba con
lentitud, para dejar a la vista de todos, los que detuvieron los ataques para
fijar la vista en lo que pasaba, a un vampiro con su puño apretado, mientras el
polvo, en que se había convertido su rival, volaba por el lugar, esparciéndose
hasta desaparecer por completo.
Miró sus manos con incredulidad, no
entendía qué había pasado, lo único que sabía era que debía acabar con Seth, se
concentró y luego se vio cubierto de aquel resplandor, segundos después el
cuerpo de su primo había desaparecido convertido en polvo.
—¿Bebiste sangre de la medio ángel? —El
ser que los había llevado hasta ese lugar se hizo presente, distrayéndolo de
sus pensamientos.
—Un poco —respondió algo aturdido—. Ella
me la ofreció cuando la necesitaba con urgencia.
El ser alado se desvaneció de la vista del
chico, dejando a un aturdido y confundido Bastian que miraba a su alrededor,
sin lograr comprender qué pasaba. Su mirada se perdió más adelante, cuando vio
a una chica de negras alas, naranja mirada y ceño fruncido que clavaba sus ojos
en él, se acercaba con lentitud. Apretó sus puños, ella estaba herida, caminó a
su encuentro, no sabía qué pasaría, pero si tenía que pelear, lo haría.
*
* * * *
La demonio avanzaba a paso decidido, sus
cabellos rizados danzaban al son de la suave brisa que acompañaba a todos los
que se encontraban en el campo de batalla, los de su misma especie la seguían
unos cuantos metros más atrás.
—Acaben con todos los vampiros —ordenó
deteniendo su paso, ya había fijado su objetivo—. Cuando terminen, vayan por
los ángeles.
Los seres de negros ojos avanzaron feroces
hacia sus rivales, que los esperaban atentos mostrándoles los colmillos. El
miedo se podía reflejar en algunos de sus rostros, aun así pelearían por
Bastian y le harían caso a Ethan, morderían a los demonios cuando pudieran.
El de grises ojos se encontraba unos pasos
al frente de los demás, hace sólo unos segundos su pupilo se había esfumado
para acabar de una vez por todas con su primo, y él se encargaría de aquella
mujer que esperaba tranquila mientras los demonios pasaban por su alrededor.
Miró a sus semejantes y les hizo un gesto con la mano en señal de despedida,
estos asintieron con la cabeza y se pusieron en guardia. Se volvió a adelante y
corrió a toda velocidad, esquivando a los seres que iban a atacar a los
vampiros, hasta llegar a unos pocos metros de la demonio que lo esperaba con
una sonrisa en su rostro.
—Nos volvemos a ver —musitó mostrando sus
negros ojos.
—Por última vez —sonrió de medio lado al
momento en que se desvanecía y aparecía frente a la mujer propinándole un sorpresivo
golpe en el estómago—. ¿No esperabas eso? —preguntó con burla al ver cómo se
retorcía de dolor—. En esta pelea no hay tiempo que perder —se burló golpeando
en la nuca de la demonio con sus puños juntos, enviándola directo a comer
tierra.
Dio un salto y retrocedió unos metros,
dándole un poco de tiempo para que se pusiera de pie, la demonio lo hizo sin
perder segundos y aprovechó de sacudirse la ropa. Pasó con brusquedad su puño
por su labio superior, donde una delgada línea roja de sangre comenzaba a
aparecer, el vampiro le había roto la boca, frunció su ceño y lo miró con odio,
cuando pelearon en la posada la golpeó bastante, no estaba dispuesta a pasar
por lo mismo. Apretó sus puños y se abalanzó sobre su rival.
Con tranquilidad la esperaba Ethan, llevaba
muchos años ya entre pelea y pelea, y sabía que desesperarse no es un buen
camino cuando se encuentran en esas circunstancias, con paciencia la victoria
estaría de su lado y necesitaba aprender los movimientos de la mujer, ya que
dudaba bastante que cambiara su estilo de golpes de un momento a otro, además
sólo hace unos pocos días volvió a la vida como demonio, sus poderes como tal
no debía dominarlos en su totalidad. Sonrió, tenía la ventaja.
El puño cerrado que la prima de Bastian le
estampó en la cara, no hizo más que afirmar sus pensamientos, su seria mirada
se clavó en los ojos de su enemigo y con su poder mental, la envió varios
metros hacia atrás. Kate se cubrió con sus brazos cruzados el rostro mientras
retrocedía, una espesa nube de polvo apareció por el arrastre de sus pies.
El destello y estruendo proveniente de la
pelea que se llevaba a cabo en las alturas se hizo presente al momento en que
la demonio bajaba sus brazos, ambos miraron el lugar donde batallaban los seres
alados, pero ninguno le dio más importancia que una fría mirada.
—La pequeña nena de Seth no sabe usar sus
nuevos poderes —se burló Ethan, sabía que enfureciéndola la pelea sería mejor.
—¡Calla! —gritó, el vampiro sonrió al ver
que su plan daba resultado—. El juego apenas comienza —una sonrisa de medio
lado se dibujó en su rostro al momento de desvanecerse.
A los pocos segundos apareció tras el
castaño, quien no alcanzó a esquivar el golpe que le regaló con sus puños
cerrados en la espalda, provocando que su cuerpo se fuera hacia adelante y un
gesto de dolor apareciera en su rostro, pero se detuvo antes de chocar con la
tierra y de un salto se alejó de su enemigo, quien sonreía de forma burlesca.
La heridas de la mujer, después de la
última pelea que tuvo con el vampiro antes de ir al Infierno, aún no cerraban
en su totalidad, si bien era una demonio eso no significaba que tuviera algún
poder especial fuera de los que tienen los de su raza. Eso lo sabía muy bien
Ethan, podía ver la cara magullada de Kate luego de todos aquellos golpes que
le dio, convirtiéndose en otra ventaja, aunque no se confiaba.
La escudriñó con la mirada segundos antes
de ir al ataque, pero no alcanzó a acercarse menos de un metro, cuando su
cuerpo comenzó a elevarse. Batalló intentando soltarse de aquel agarre, mas le
resultó imposible, flotaba a varios metros del suelo. La demonio reía a grandes
carcajadas mientras lo miraba moverse de un lado a otro, al compás de lo que
ella mandaba.
—¿Aún piensas que no sé usar mis poderes?
—Su voz burlesca, entremedio de las risas, resonó en la cabeza del vampiro.
—Sí, aún lo pienso —contestó a pesar de
encontrarse, prácticamente, en las manos de Kate.
—¡Eres un estúpido! —bufó con furia, no
aguantaría que nadie se burlara de ella. Arrojó al vampiro contra el suelo, éste
se estrelló con fuerza, golpeando todo su cuerpo sobre el rocoso suelo,
provocando múltiples heridas y cortes en todo su cuerpo, pero más en su cara,
donde se podía ver un hilo de sangre escurrir desde su ceja hasta su mejilla
izquierda.
Se levantó con dolor, aun así no era
suficiente como para que lo hiciera con dificultad, sacudió sus ropas y se dio
cuenta que parte de su pantalón y chaqueta estaban rasgadas, suspiró al pensar
en que siempre su ropa terminaba siendo inservible.
Clavó su mirada de seriedad y superioridad
en la demonio, ésta retrocedió unos pasos, al igual que en la posada, esos ojos
lograron atemorizarla. Avanzó a grandes zancos hasta llegar bastante cerca de
la mujer, quien no dejaba de mirarlo, atenta a cualquier movimiento. De un momento
a otro, el vampiro saltó quedando frente a Kate para darle un fuerte golpe en
el estómago con su rodilla, provocando que tosiera con dolor y apretara con sus
brazos el lugar golpeado. Aprovechando el momento de debilidad, la tomó de sus
largos cabellos rizados y la levantó hasta dejarla colgando, la demonio soltó
su estómago para intentar zafarse del agarre, mientras gritaba de dolor y movía
sus pies con frenesí, pero no lo logró, el vampiro la arrojó con fuerza sobre
varios demonios que se encontraban en los alrededores, dispuestos a atacar a
los que tenían colmillos.
Pasó con suavidad sus dedos por la parte
de su rostro herido cuando la mujer lo lanzó contra el piso, había logrado
romperle un poco del labio y rasguñarle la nariz, después de todo seguía siendo
de carne y hueso, y la sangre saldría cada vez que algo la incitara a hacerlo.
Miró hacia donde se encontraba su pupilo, su rival se tardaría en ponerse de
pie, y lo vio conversando con su primo. Suspiró, el chico no tenía remedio.
Observó al frente y dio un salto para llegar a la demonio que se incorporaba
con lentitud, entre gritos y manotones para los que habían servido de pared al
momento de chocarlos. Sonrió y la elevó con su poder mental, era hora de
recitar aquellas palabras para acabar con la mujer y, de paso, si su fuerza no
le fallaba, mandaría a unos cuantos más que se encontraban en los alrededores de
vuelta al Infierno, pero al lugar donde se llevaban a cabo las torturas que
debían pagar por todo el daño realizado.
Kate pataleó con rabia, intentando
soltarse del agarre que sostenía el vampiro en su cuello, pero le resultaba
imposible, al igual que cuando ella lo utilizaba. Ethan, al frente, sonreía de
manera escalofriante, lamentablemente por ella no lograba leer su mente por más
que lo intentara, sabía que como demonio tenía ese poder, pero no aprendió a
usarlo, a diferencia de Seth, que los controlaba desde su anterior vida.
Maldijo en su mente todo lo que pudo, los únicos que se salvaron fueron sus hermanos, su apreciado Reid, que
siempre acababa muerto y perdiéndose de la diversión, y su querido y adorado
Seth, que hizo todo lo posible porque ellos tuvieran un lugar en los Cielos, una
lágrima rodó por su mejilla al ver que el vampiro comenzaba a recitar unas
palabras en latín. Ése sería su fin.
Unos demonios se lanzaron contra el ser de
colmillos, apenas pronunció una de las palabras en aquel idioma, tres de
aquellos seres decidieron que debían callarlo por el bien de todos. Uno colgaba
de su espalda y los otros los le daban varios golpes en el cuerpo, aun así
Ethan no soltaba a la mujer pero se debilitaba, y eso lo notó ella, que
aprovechó el momento en que él aflojó el agarre y le propinó una fuerte patada
en el mentón, enviándolo varios metros lejos junto con los seres que tenía encima.
La demonio cayó de espaldas contra el suelo, golpeándose con fuerza, para luego
levantarse y sacudir sus ropas con una gran sonrisa dibujada en su rostro al
ver el cuerpo de su rival tendido sobre la tierra.
Cuando sintió que aquellos seres se
avecinaban, no podía hacer más que resistir, los tenía muy encima como para
enviar a la prima de Bastian un poco lejos y continuar con el párrafo en latín.
El que se lanzó a su espalda sujetó con fuerza su cuello, intentando quitarle
el aire, aun así no flaqueó con el agarre a la demonio, pero un golpe en el
estómago debilitó sus defensas. Envió su puño cerrado contra quien osaba
molestarlo cuando se encontraba ocupado, chocando contra la nariz del ser, mas
no fue suficiente, ya que en ese mismo instante, el que quedaba libre, estrelló
su rodilla contra el pecho del vampiro, provocando que tosiera con fuerza y un
poco de sangre se asomara por sus labios. Su cuello se apretó aún más mientras
dos fuertes puños volvían a golpear su estómago. Ni su cuerpo ni su mente resistieron,
y a pesar de todo el esfuerzo por no soltar a su rival, ésta logró golpearlo en
el mentón, enviándolo lejos junto a los tres demonios, el que se encontraba en
su espalda le sirvió para amortiguar el golpe, los otros dos quedaron en el
camino.
Comenzó a ponerse de pie con dificultad,
pero lo más rápido que pudo. Kate se acercaba con una sonrisa y triunfo
reflejado en sus ojos, y no estaba dispuesto a que aquello se hiciera realidad.
Su pecho y estómago le dolían lo suficiente como para derribar a cualquier
humano, y el hilo de sangre de su labio no cesaba a pesar que ya lo había
limpiado varias veces. Se puso a la defensiva y observó con atención a su
rival, fue cuando escuchó su nombre, volteó con rapidez a la voz que lo
llamaba, y allí, a unos metros, estaba la chica a quien su pupilo buscaba, unos
naranjas ojos adornaban su rostro y sus negras alas se mecían poderosas con la
suave brisa que reinaba en el lugar. Le lanzó una especie de aguja plateada, la
recibió sin problemas, un gesto de agradecimiento con su mano fue lo único que
alcanzó a hacer, pues su rival ya estaba sobre él.
Unos pocos segundos le bastó para darse
cuenta de lo que tenía en su poder, sonrió, no le importó nada más que enterrar
aquel pedazo de hierro en el cuerpo de aquella demonio. Pero en el momento en
que ella se abalanzó sobre él, una fuerte energía se apoderó del lugar, ambos
cesaron el ataque y miraron el destello proveniente de donde peleaban Bastian y
su primo.
—¡¡Seth!! —gritó eufórica, histérica y con
rabia Kate, una vez que la luz disipó, habían acabado con lo único que le
quedaba y no podía creerlo.
Ethan —luego de pasar por su etapa de
asombro—, sonrió a su lado por el triunfo de su amigo, mas no le importó la
manera en que lo hizo, como tampoco se puso a pensar en el porqué la medio
ángel le había entregado esa arma. Esperó paciente a que la demonio terminara
de enfurecerse por su hermano y se dispuso a terminar con la batalla.
Desesperada, dolida, confundida, se
abalanzó sobre el vampiro, que la esquivó en todas las ocasiones en que intentó
golpearlo tanto en la cara, como en el resto del cuerpo. Él sabía que de esa
manera la mujer no llegaría a ningún lado y estaba dispuesto a aprovechar eso.
Detuvo con su palma izquierda el puño derecho de Kate, que quería incrustarse
en su mandíbula y lo apretó con una fuerza tal que la demonio dejó ver una cara
de angustia y dolor.
—Nos vemos —musitó segundos antes de
enterrar la aguja en el corazón de la prima de Bastian, atravesándola.
Giró el hierro en el interior de su atacante
para sacar con lentitud el arma del cuerpo convulsionante de la mujer que
empezaba a escurrirle sangre de la boca. Sus ojos llenos de asombro fue lo
último que se hizo polvo frente a la mirada atenta del vampiro que se erguía
triunfante, después de aquella pelea.
Se sacudió y limpió sus heridas
superficiales, le dolía todo el cuerpo, sobre todo su parte delantera, pero eso
no sería impedimento para seguir con la batalla. Además, había una pequeña cosa
que su pupilo le ocultó y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por saberlo.
Observó a su alrededor, el espectáculo que
tenía al frente se veía prometedor a sus ojos. Los vampiros peleaban rudos
contra los demonios, a pesar de ser más débiles demostraban que sus fuerzas no
debían ser menospreciadas, sonrió por eso, varios se mantenían en pie, no así
sus rivales que caían lento, pero lo hacían.
Continuó mirando, más allá de donde se
encontraba, estaban los ángeles peleando contra sus hermanos caídos, muy
diferente a la batalla frente a sus ojos, pues los demonios eran vencidos con
total facilidad, aunque sólo eran de clase baja. Suspiró, al parecer Belial
tenía una estrategia bajo la manga, no se explicaba el porqué habían mandado a
tan pocos de sus aliados y sólo de aquellos con ojos negros.
Volteó y de golpe su mirada se clavó en lo
que tenía al frente, asombrado abrió la boca y el arma entregada por la medio
ángel resbaló de sus dedos, chocando contra el suelo, meneó su cabeza y se
agachó a recogerla, sin perder de vista lo que pasaba. Su pupilo, frente a la
chica, ella mostraba sus armas, él sus colmillos, varios metros los separaban,
una distancia que se reducía cada vez más, pues ambos avanzaban a gran
velocidad al encuentro del otro y sus ojos no mostraban más que indiferencia y
venganza.
*
* * * *
No le quitó al arcángel su arma para
entregarla precisamente a ese vampiro, no claro que no, pero al verlo tan
atareado con sus rivales, decidió que le sería de ayuda para quitarse a
aquellos de encima y a los próximos que vendrían.
Desapareció de la visual de aquellos que
intentaban detener su paso, ya nada más tenía que hacer en el lugar, su batalla
aún no terminaba y ella debía volver a elevarse. Pero una gran energía detuvo
su caminar de golpe. Volteó a mirar con estupor el lugar y lo vio, Bastian
emanaba de su cuerpo un poder sólo comparado al de sus medios hermanos de
sangre, y al de ella. Con la boca abierta notó como acababa con un demonio de
la misma manera que utilizaba desde hace años atrás, cuando su padre le enseñó
a exterminar aquellos seres con sus poderes de ángel. Sus ojos volvieron a ser
verdes, meneó su cabeza y salió del asombro, su naranja mirada se hizo
presente, nuevamente.
—Mi sangre —susurró al momento de fijar un
nuevo rumbo.
Se dispuso a caminar, pero el demonio de
rojos ojos se paró frente a ella, deteniendo su avance. Lo observó con el ceño
fruncido, no tenía ganas de entablar una charla o pelea con aquel ser, lo único
que le importaba era ir a ver al vampiro.
—¿Qué pasó con el arcángel, mi querida
Hayley? —preguntó con algo de molestia en su voz, fijando sus ojos en los de la
chica.
—Sé muy bien que no perdiste detalle de
cada golpe dado —respondió con firmeza, sin darle importancia al demonio—. Como
también sé la verdadera historia detrás de todo esto —el ser de rojos ojos sonrió,
la medio ángel mostró ira en su mirada.
—Entonces no debo decirte que tienes que
acabar con Bastian —suspiró sin dejar de mostrar su sonrisa.
—No, no debes —contestó sin sentimientos,
imitando a su media raza—. Ahora déjame el camino libre, que mientras más
pronto acabe con el vampiro, menos tiempo queda para tu final.
—Al igual que al arcángel, mi querida
Hayley —susurró en el oído de la chica—, no podrás conmigo.
—Eso ya lo veremos —sonrió apoyando su
mano en el pecho del demonio y con un rápido movimiento su arma se clavó en el
ser, aunque sólo entró unos centímetros—, ya lo veremos —repitió
desvaneciéndose y apareciendo unos metros más adelante, para continuar con su
camino hacia el vampiro.
Belial continuó con su típica sonrisa
dibujada en su rostro, aquel ataque por parte de la medio ángel había sido tan
insignificante como cualquiera otro recibido, aunque sabía muy bien —al igual
que la chica—, que las heridas de ella eran importantes, si no tuviera su mitad
de ángel, ya habría muerto. Giró para mirarla caminar hacia su destino, debía
ganar por el bien de todos los demonios y estaba seguro que lo lograría.
Avanzó lentamente, pudo ver más adelante
al vampiro hablando con el ángel que hace unas horas había cortado su cabeza, a
los pocos minutos desapareció, dejando a Bastian solo, era el momento, todo
estaba listo para acabar con aquella profecía de una vez por todas, se
encontraba cansada de tantos juegos de parte de esos seres. El chico la vio, su
mirada mostraba confusión, pero la medio ángel ya había decidido y si tenía que
pelear, lo haría.
Ambos se detuvieron como si algo se los
hubiera ordenado, más de cinco metros los distanciaban, pero sus miradas se
encontraban unidas. La chica intentaba meterse en la mente del vampiro, a pesar
que sabía muy bien que era imposible, aun así no cesaba de hacerlo. Él, por
otro lado, la miraba intrigado, sus ojos naranjas lo descolocaban y a la vez no
podía creer que la pelea entre los dos estuviera a punto de comenzar, no
después de tanto decir que no lucharía con Hayley. Empezó a sentir el
cosquilleo típico en su cabeza de cuando alguien desea meterse en sus
pensamientos, sonrió, sabía que era ella, pero no se lo pondría tan fácil, no
dejaría que leyera su mente y así lograra tener ventaja.
—Ya veo —se atrevió a decir rompiendo el
silencio reinante, ella simplemente lo miró—, lo único que quieres es pelear.
Me encantaría saber qué fue lo que te pasó, pero al parecer se lo tendré que
preguntar a Belial cuando acabe contigo —habló con pausa, para ver si la medio
ángel le decía algo, pero no fue así, ella se mantenía en silencio y con su
ceño fruncido—. Te juro que no quería llegar a esto —terminó de decir al
momento que comenzó a correr al encuentro de Hayley.
Al ver que el vampiro se acercaba listo
para el ataque, se dispuso a hacer lo mismo. Clavó su mirada en el ser que se
le abalanzaba y corrió lo más rápido que pudo a su encuentro, mientras sus
armas se asomaban de sus puños. Al parecer sólo tenía una opción para entrar en
la mente del chico, y aunque no le gustaba, debía hacerlo. Lograba sentir en
las cercanías a Belial, no era necesario verlo, imaginaba que su sonrisa
adornaba su rostro, otro punto a favor de su idea, no debía permitir que aquel
ser se diera cuenta de sus intenciones.
—¡Le dije a Noah que te llevaría de
regreso sana y salva, sin ningún rasguño! —gritó con dolor y molestia al
momento en que su puño derecho era detenido por el arma izquierda de la chica—.
Lamentaré por el resto de mis días estos —una lágrima escurrió por su mejilla
cuando lanzó un golpe certero al estómago de la medio ángel que no alcanzó a
detener, provocando que aflojara su defensa, pues se encontraba indefensa y
herida en esa parte.
Un demonio que se encontraba en los
alrededores se abalanzó sobre Bastian, arrojándolo unos metros lejos de la
chica, que cayó de rodillas al suelo apretando el lugar golpeado, sus manos
resplandecieron con suavidad de un color dorado, pero esa herida no sería
curada, tal vez podría medio cerrarse, pero la profundidad no sanaría, no en
ese momento.
Se encontraba tan absorto en sus
pensamientos para con Hayley, que no sintió cuando aquel demonio de negros ojos
se abalanzó sobre él lanzándolo varios metros lejos de la chica, de un golpe
intentó quitárselo de encima, pero fue cuando tres más se unieron a la pequeña
riña que se había formado. Escuchó un grito de parte de uno de los demonios,
reclamando y alegando que a la medio ángel no la tocaba, sonrió para sí desde
el suelo en el que se encontraba de espalda mientras recibía una que otra
patada en sus costillas y el resto de su cuerpo. Por inercia cubrió su rostro
con sus brazos, mientras con sus piernas intentaba quitarse a aquellos seres de
encima.
—Siempre salvándote, pupilo más idiota me
tocó —la voz de Ethan logró sacarle una sonrisa entre tanto golpe.
Un gran alivio se apoderó de su cuerpo
cuando las patadas cesaron, su maestro le había quitado a un demonio de encima,
pero aún tenía a tres. Luego de varios golpes fallidos, logró dar en el blanco
y envió a uno de aquellos seres lejos. Observó con atención a los dos que
quedaban y asombrado vio como uno de ellos se elevaba pataleando e intentando
zafarse del agarre en el cuello. Giró su cabeza para mirar a su tutor, pero
éste se encontraba entretenido golpeando al ser que le había quitado de encima,
lanzó una patada que dio en las rodillas del único que tenía al frente,
provocando que cayera al suelo de espalda. Se puso de pie con rapidez y se dio
cuenta de quien le había quitado al otro de encima, no pudo evitar sonreír de felicidad,
nunca imaginó que ella lo ayudaría.
—¿Cómo fue qué llegaste aquí? —preguntó
mientras golpeaba a uno de los demonios que se había puesto de pie.
—Sentí tu energía —respondió al momento de
golpear con el puño el rostro de aquel ser, que se notaba bastante cansado, al
parecer Ethan lo había golpeado demasiado—. ¿Crees que me quedaría tranquilo
sin saber qué pasaba? —El menor de los vampiros sonrió, esa respuesta no
necesitaba darla—. Vi lo que pasó entre tú y la chica, no aguantaría que a ella
la ayudaran y a ti no.
—Gracias —fue lo que dijo en respuesta a
Ethan a la vez que su mano cubría el rostro de su enemigo y la luz anterior lo
bañaba por completo, el ser de desvaneció junto al resplandor—. Sorprendente
—susurró mirando sus dedos moverse.
—Estúpido —musitó el de ojos grises al ver
cómo Bastian acababa con su rival—. Creo que es hora que sigas a tu hermano —le
dijo al que tenía al frente, lo golpeó con el codo en el rostro para luego
enterrarle el arma que la medio ángel le había entregado, en el corazón.
—Soy tan genial —el sonriente vampiro sólo
recibió como respuesta, un ceño fruncido de su maestro.
*
* * * *
Una vez que el dolor amainó lo suficiente
como para seguir peleando, la medio ángel se puso de pie y observó como los
demonios tenían al vampiro en el suelo, dándole varias patadas. Frunció su
ceño, una de las cosas que más le molestaba era que la interrumpieran en sus batallas.
Dio un paso al frente y se detuvo al sentir a otro de los seres de colmillos
acercarse a gran velocidad, no le quitó su vista de encima, corrió hasta llegar
donde los demonios y de una patada envió lejos a uno, de un salto llegó junto
al ser en el suelo y continuó peleando.
Avanzó con lentitud, sus ojos clavados en
uno de los seres que golpeaban a Bastian, logrando así elevarlo a las alturas
con su mente, lo alejó y dejó caer mientras el ser movía sus brazos y piernas
con frenesí para terminar golpeando todo su cuerpo contra el suelo. De un salto
llegó frente al demonio, lo tomó del cuello y una luz los cubrió, para acabar
dejando a la vista de todos a la medio ángel con el ceño fruncido. Se giró para
dirigirse al lugar donde se encontraba el vampiro.
—¡¿Qué haces?! —Belial se apareció de
pronto interrumpiendo su paso.
—Fuera de mi camino —fue lo que obtuvo
como respuesta.
—¡Estás acabando con mi paciencia! —gritó
bastante cerca de la chica—. Haz lo que te ordené o me veré en la obligación de
acabar contigo.
—Hazlo —sonrió, colocando su arma a la
altura de su corazón—. Debe ser así ¿no? La única manera que tengo de morir, ser
atravesada por una de estas cosas en el corazón.
—Acaba con el vampiro —se acercó y tomó a
la chica del cuello, la sonrisa del demonio se había apagado.
—Acabaré con quien interfiera en lo que
debo hacer —respondió sin hacer molestia alguna por el agarre—. Sin importarme
raza.
El de rojos ojos la soltó empujándola
hacia atrás para luego desvanecerse y, por ende, desaparecer. La medio ángel no
hizo algún gesto, fijó su mirada al frente y pudo ver a ambos vampiros hablando
de lo mejor, meneó la cabeza, uno de los demonios atacantes seguía con vida y
ellos conversando de la vida.
De un salto llegó donde el ser que
pretendía atacarlos por la espalda, lo jaló del brazo y enterró su arma derecha
en el lugar donde debería tener su corazón, los seres de colmillo voltearon a
mirar qué pasaba.
—Vampiros estúpidos —musitó guardando
aquellos pedazos de hierro.
—Sabía que no te pasarías del lado de
Belial —sonrió Bastian dando un paso para acercarse a ella.
—La única que puede matarte soy yo
—contestó mirándolo con odio y retrocediendo.
—¿Para qué me diste esto? —preguntó Ethan
mirando a la chica, dejando de lado a un confundido vampiro que no entendía a
la medio ángel.
—Para que me mates cuando acabe con tu
amigo —esbozó una pequeña sonrisa al ver la cara perpleja de ambos seres—.
Vampiros estúpidos —volvió a repetir antes de fijar su vista en las alturas.
Abrieron la boca para protestar frente a
la ofensa de Hayley, pero el sonar de unas trompetas sobre ellos lograron que
se mantuvieran en silencio. Los ángeles y demonios cesaron su ataque, todos con
excepción de los que peleaban con los vampiros, que continuaron sin darle
importancia al sonido. Lentamente los alados comenzaron a retroceder, para dar
paso a los arcángeles de más bajo rango y, a la vez, unos fuertes y pesados
golpes hicieron retumbar la tierra, los demonios de ojos azules oscuros y
grises verduzcos corrían al encuentro de sus enemigos, enviando lejos a algunos
de sus hermanos de baja categoría.
—Ahora es cuando empieza la diversión.
—Ethan le dio un pequeño golpe en la espalda a Bastian—. La pregunta es: ¿te
unes a nosotros o nos matas? —Sus ojos se clavaron en la medio ángel, pero ésta
tenía su mirada perdida en las alturas, observando al ser que flotaba sobre
ellos.
—Ni se te ocurra —el Príncipe de las
Tinieblas dio un paso al frente, acercándose a la chica.
Hayley fijó su mirada en él, pero antes de
hacer cualquier movimiento, el chico fue arrastrado y enviado lejos, una fuerza
sobrenatural había sido la culpable.
—¿Qué demonios? —susurró Ethan al ver lo
que pasaba, pero al igual que su pupilo, fue empujado lejos del lugar.
La chica observó todo con asombro, no
entendía lo que pasaba ni quien había sido capaz de alejar a los dos vampiros.
Una fuerte ráfaga de viento se hizo presente, obligándola a cubrirse con ambos
brazos la cara. Una vez que amainó, sintió una presencia poderosa frente a
ella, descubrió su rostro y lo vio, el arcángel resplandecía con un brillo
dorado, con sus ojos fieros y temerarios clavados en ella. No le dio tiempo ni
de pestañear cuando los puños del recién llegado estaban sobre el pecho de la
medio ángel, arrojándola varios metros hacia atrás, cayendo con fuerza contra
el suelo.
A los pocos segundos, sin siquiera darle
algunos momentos para incorporarse, el arcángel elevó a Hayley con su mente, la
chica forcejeaba por intentar quebrar aquella unión, mas le resultaba imposible.
Su cuerpo golpeado le quitaba fuerza y la debilitaba a cada instante. Su rival
avanzó con lentitud mientras la bajaba, sin dejar que tocara el suelo, hasta
que estuvieron frente a frente.
El ser de rojos ojos le pasaba como por
una cabeza y media, pero al estar suspendida en el aire parecían de la misma
estatura, clavó sus ojos en ella mientras continuaba batallando por soltarse.
—¿No te quedó claro lo que tienes que
hacer? —preguntó con aquella vacía voz—. ¿O piensas seguir con este juego por
más tiempo?
—Yo hago lo que quiero, no lo que me
ordenen —fue la respuesta que obtuvo, la chica no daría su brazo a torcer.
—Un chasquido de mis dedos y eres polvo
—amenazó mirando con ira los ojos de la medio ángel.
—Un chasquido de tus dedos y su diversión
se pierde —imitó molestando al ser frente a ella—. Si tanto quieren que acabe
con el vampiro, dejen de interrumpir.
Como respuesta el arcángel la dejó caer
bruscamente, para luego desaparecer y posicionarse en las alturas, a observar
todo. La chica, en el suelo, miró a su alrededor hasta encontrar a Bastian, se
puso de pie, suspiró y avanzó a paso lento hacia él, era hora de acabar con
todo de una vez por todas, aunque no como el demonio y arcángel deseaban,
esbozó una pequeña sonrisa en sus labios esperando que el vampiro cooperara con
su plan.
*
* * * *
Habían sido arrastrados a esquinas
opuestas, podría decirse, ambos cayeron frente a seres de ojos grises verduzcos,
para su mala suerte. Se levantaron con rapidez y miraron a su alrededor, con el
golpe lograron derribar a varios de los demonios que se incorporaban
observándolos con odio.
El mayor sonrió con nerviosismo al verse
rodeado, mostró su filosa arma regalada por la chica, esperando causar un leve
asombro en sus rivales, pero no fue así, estos fruncieron lo más que pudieron
su ceño y lo miraron con ira.
—¡Creo que tendremos problemas aquí!
—gritó, sabía que su pupilo con su audición sobrenatural, lo escucharía a la
perfección.
—¡Así parece! —respondió al verse en las
mismas condiciones que su maestro—. Bien, que empiece la diversión —musitó
poniéndose en guardia, no sin antes dar una pequeña ojeada a la chica y a la
fuerte presencia que se sentía cerca. Apretó sus puños, debía acabar, o por lo
menos hacerse camino por entre todos esos demonios.
—¿De en uno en uno? —preguntó Ethan con
tono burlón, observando a cada uno de los que tenía al frente.
Mas no obtuvo respuesta que un gruñido de
parte de tres seres que se le abalanzaron con rabia, otros se quedaron a
observar y el resto marchó al frente, a su propósito desde un principio. Lo que
acontecía a su pupilo no era diferente a lo de él, pero éste tenía a cuatro
demonios encima. El problema, básicamente, era que se sacaban uno de encima e
inmediatamente tenían otro dando golpes e intentando golpear alguna parte, de
sus ya, malheridos cuerpos.
Ethan lanzaba puñetazos y patadas por
doquier, algunos daban en el blanco, con fuerza, mientras que otros —la
mayoría—, se perdían en el camino. Aun así no se daría por vencido y menos se
dejaría matar por aquellos demonios de tan alto rango, no después de las
palabras de la chica, si resultaba verdad que le había dado aquella arma para
lo que mencionó, no dudaría en hacerlo. Bastante cariño le había tomado al
chico, desde que lo encontró hace años en aquel galpón, algo en el fondo le
decía que debía cuidarlo y, a la vez, sentía que su propósito en su vida
vampírica era ayudarlo en todo lo que pudiera.
No dudo en usar aquel pedazo de hierro,
por supuesto que no, cada vez que tenía la oportunidad, lo enterraba en los
cuerpos de los demonios, aunque con dificultad, lograba insertar y atravesar al
punto de acabar con aquellos seres.
La situación de Bastian, por otro lado, se
parecía mucho a la de su maestro y amigo, la diferencia era que él tenía aquel
poder que le robó a la medio ángel, al momento en que bebió de su sangre. Mas no
le sería fácil usarlo, ya que los demonios no le daban descanso entre golpe y
golpe, y para que su cuerpo resplandeciera, necesitaba de su concentración.
Continuó lanzando puñetazos y patadas al aire, a la vez que recibía los
enviados por sus rivales.
—¡Deténganse! —La orden sonó con poder y
los demonios debían obedecer, el ser de rojos ojos le había dicho que ella
tenía que ser tomada en cuenta—. Si no quieren morir, será mejor que vayan por
los ángeles —los seres la miraron con odio, no tenían ganas de seguir sus
mandatos, pero si no lo hacían, les iría mal—. ¡Ahora!
El grito detuvo la golpiza a ambos
vampiros, los de ojos grises verduzcos se irguieron y avanzaron con pesadez
hacia sus hermanos alados, pero uno, el más alto y corpulento de todos, se
detuvo frente a la medio ángel y la observó con ira, ésta no se dejó intimidar.
—Espero, por tu bien —vociferó con
arrogancia—, que cumplas con llevarnos al Cielo —sonrió con maldad y sus ojos
relampaguearon—. No me gustaría romper tu delicado cuello.
—Dudo que puedas hacerlo —contestó
levantando la mirada para clavar sus ojos en quien había hablado—. Antes que me
pongas un dedo encima, serás polvo.
El demonio frunció lo que más pudo su ceño
y pasó junto a ella dándole un pequeño empujón en el hombro derecho, pero
Hayley ni se inmutó, fijando su vista al frente, donde un vampiro se sacudía su
ropa con una mirada de dolor en sus negros ojos, se encontraba herido.
—Usa tus poderes y recupérate —ordenó
caminando al encuentro de Bastian—. No pelearé contigo si estás en esas
condiciones.
—No hables mucho —sonrió de medio lado
mirándola—. Tú tampoco te encuentras en perfectas condiciones.
—Pero por lo menos lograré mantenerme en
pie durante varios minutos —detuvo su paso como a dos metros del chico e
intentó entrar en su mente.
—No sigas con eso —frunció su ceño al
sentir el cosquilleo nuevamente—. Sólo si estuviera muy herido podrías entrar
—sonrió al momento que cerraba sus ojos y se concentraba en sus heridas,
cicatrizando las superficiales que emanaban sangre y amainando el dolor de las
interiores.
—Sólo hay una solución para todo esto…
—sonrió avanzando hacia su rival.
—Y es que uno de los dos muera —terminó de
decir el vampiro cruzando sus brazos a la altura de su rostro para detener el
ataque de la chica.
—No precisamente —musitó para luego
dirigir su puño con fuerza al estómago de Bastian.
—¿Qué quieres decir? —preguntó con
dificultad luego de aquel golpe.
—Que mientras uno de los dos continúe con
vida, ninguno de los dos bandos se detendrá —contestó dando un salto hacia
atrás, dejando que el chico se restableciera e intentando, nuevamente, entrar
en su mente.
Los
ojos naranjas de la medio ángel y los negros del vampiro se miraron por unos
segundos, sin que el ser de las Tinieblas abriera su mente. Una ráfaga de
viento fue lo que se percibió en los alrededores, levantando el polvo que
cubrió a las dos figuras, para luego de unos minutos dejar a la vista de todos
los que presenciaban la pelea, a los dos seres destinados a matarse, deteniendo
sus golpes. El chico sostenía y apretaba con fuerza la mano derecha de ella
destinada a su rostro, y la medio ángel hacía lo mismo pero deteniendo el puño
de Bastian dirigido a su estómago.
Se observaron con cautela, se escudriñaron
con la mirada, sonrieron y retrocedieron, aquello no era más que medir sus
fuerzas, el verdadero ataque comenzaría de un momento a otro. Y así fue, un
pestañeo bastó para que cada uno se abalanzara sobre el otro, dando y
esquivando puños y patadas, que por más empeño que pusieran, no lograban dar en
el blanco. Un poco más lejos, y olvidando toda la batalla que se encontraba a
su alrededor, Ethan observaba, sentado en el suelo, cada uno de los movimientos
de ambos, sus ojos danzaban al igual que las figuras que intentaban golpearse.
—Serán estúpidos —suspiró al momento en
que su cuerpo se relajaba, sus ojos volvían a ser grises y sus colmillos
desaparecían.
—¡Un poco de ayuda no nos vendría mal! —La
voz de Mía lo distrajo y clavó su mirada en ella.
Frunció su ceño y se puso de pie, sin
olvidar el arma del arcángel, y caminó a paso lento al encuentro de la vampiro,
miró a su alrededor, aún quedaban de pie varios de su raza, algunos bastante
malheridos y otros con magulladuras leves, pero los demonios habían aumentado,
al parecer los de más alto rango los dejaron a un lado y la única diversión que
encontraban era con los seres de colmillos. Suspiró con cansancio y mostró su
impecable y filosa dentadura, a la vez que se abalanzaba sobre unos cuantos
demonios usando aquel pedazo de hierro al que le había tomado tanto cariño.
*
* * * *
Más de tres metros los distanciaban, luego
de varios minutos intentando golpearse, sus cuerpos les pedían a gritos que se
detuvieran a descansar. Ambos respiraban agitados, sin dejar de mirarse,
parecía que en cualquier momento alguno caería de rodillas y no se levantaría
más, pero no fue así. El vampiro esbozó una pequeña sonrisa, que fue respondida
por la medio ángel, se divertían, y eso ninguno podía negarlo. La chica
continuaba batallando por meterse en la mente del ser de colmillos, pero no lo
lograba.
En las alturas podían percibir al arcángel
observando con cuidado la pelea, un poco más lejos, sobre la estatua de Abigor,
el que no perdía detalle era Belial, con una sonrisa de oreja a oreja, había
dejado a sus más poderosos seguidores para el final, y a pesar que los
arcángeles eran fuertes, sus demonios de azules ojos y los grises verduzcos los
superaban en número, y por varios cientos. Se carcajeó, no podía estar más
cerca de los Cielos.
—¡Acabemos con esto de una vez! —gritó
Bastian al momento de correr a toda velocidad contra su rival.
La chica lo esperó tranquila, observando
los movimientos de quien se avecinaba, al parecer había decidido que su pelea
sería cuerpo a cuerpo, ya que ninguno hacía el intento por usar sus poderes
mentales en el otro.
—Lo siento —musitó al momento que una
lágrima resbaló de sus naranjas ojos por sus mejillas.
El vampiro, con su agudo oído alcanzó a
escucharla, pero ya era tarde. Al verlo sobre ella, y al no tener más opción
para entrar en su mente, la medio ángel sacó su arma izquierda cuando Bastian
estuvo a pocos centímetros, lanzó su puño contra la cara de la chica, ésta se
agachó y enterró su filoso pertrecho en el estómago del vampiro, logrando así
que escupiera sangre.
No le permitió caer de rodillas sin
quitarle el pedazo de hierro, lo sostuvo de los hombros, mientras un sin fin de
imágenes comenzaban a pasar por la mente del ser de las Tinieblas, que había
puesto inconscientemente su brazo alrededor del cuello de la chica, sujetándose
para no caer al suelo.
—¡¡Bastian!! —Fue el grito ensordecedor de
su tutor que se abalanzó a toda prisa contra Hayley, pero ésta lo miró y se
detuvo, asintió y retrocedió, donde la pelea con los demonios de mayor rango
continuaba.
—¿Por qué peleas? —Era la pregunta que
sonaba una y otra vez en su cabeza, pero no había respuesta, la dichosa voz
volvió a cuestionar sin descanso.
—¡Para que me dejen en paz! —Fue la
respuesta que obtuvo después de un rato, era la medio ángel quien respondía,
pero aún no lograba entender lo que pasaba.
Sentía un dolor agudo en toda su parte
delantera, mas no se veía herido, en realidad no alcanzaba a percibir
absolutamente nada de su cuerpo, lo único que llegaba su ser eran aquellas
voces, una pertenecía a aquella chica que conoció en su niñez y no pudo
olvidar, y la otra le era desconocida.
—¡¿Por qué peleas?! —preguntaron
nuevamente alzando la voz—. ¿A quién proteges?
El silencio reinó en el vacío en que se
encontraba, deseaba poder entender lo que sucedía, pero al parecer no había
rastro de aquello.
—A Rachel, Noah, y a… —la suave voz de
Hayley se hizo presente, sonaba triste.
—El vampiro ha muerto a manos de uno de
tus medios hermanos —el otro ser que hablaba con tono seco y vacío, la
interrumpió—. ¿Qué harás al respecto?
—Acabarlo, vengarme, ¡matarte! —Fue la
respuesta de la chica y los sonidos se apagaron, quedando sumido en la más
profunda de las oscuridades.
Una pequeña luz comenzó a aparecer con
lentitud, poco a poco se hizo más notoria, hasta que de un momento a otro se
vio sentado sobre un árbol, mirando una escena que hace poco había vivido,
frente a él tenía a Belial entrando a la habitación de hierro en busca de
Hayley.
Minutos después salió con ella a su lado,
pero eso no encajaba, no en sus recuerdos, el demonio la sacó en sus brazos aún
inconsciente. Se concentró en todo lo que veía, no quería perder detalles. El
ángel que los llevó al Infierno se hizo presente cuando él se dirigía donde
Belial, mas en lugar de ayudarlo, le cortó la cabeza bajo la atenta mirada de
la medio ángel, quien desapareció junto a todos los demonios que se encontraban
presentes.
—¡¿Qué es esto?! —gritó con furia al no
entender nada y al ver aquel teatro que le montaban en su cabeza—. ¡¿Qué
pretendes?!
La oscuridad volvió a cubrirlo por
completo, sintió mojadas sus mejillas, estaba llorando, aunque no entendía el
porqué.
—Fue la única manera que encontré —la voz
de la chica se hizo presente, mas no podía verla—. No me dejaste entrar a tu
mente, hubiera sido todo más fácil —la escuchó suspirar—. Lo que viste, es lo
que yo vi antes de despertar de mi transformación de humana a medio ángel.
Belial al verme en tan mal estado se aprovechó para jugar con mis pensamientos,
de esa manera lograría con facilidad sacar mi poder y manipularme.
—¿Cómo creerte si me estás atacando?
—preguntó al vacío.
—No tengo mucho tiempo, no puedo dejar que
el demonio o el arcángel se den cuenta de esto —la sintió sonreír—. Ayúdame a
acabar con todo esto de una vez por todas, si nosotros no lo hacemos, ellos
continuarán con este juego por siempre.
—¿Cómo? —Su voz sonó más calmada, estaba
dispuesto a hacer lo que fuera para que esa tonta guerra se acabara.
—Aún debes ver algunas imágenes —dijo con
suavidad—. Pon atención a todo lo que irá apareciendo, sólo tendremos una
oportunidad.
El vacío se disipó, para dejar frente a la
mirada atenta del vampiro lo acontecido hace siglos, cuando Abigor fue
convertido en piedra.
*
* * * *
Aquel fino y plateado pedazo de hierro que
adornaba sus muñecas, se encontraba atravesando al chico a quien por tanto
tiempo buscó. Varias lágrimas bañaban su rostro y muchas otras imploraban por
salir. La punta de aquella arma goteaba la sangre del vampiro, así como su puño
comenzaba a sentir el tibio contacto de aquel espeso líquido y de a poco se
tiñó por completo de rojo.
Pero no era momento de pensar en eso, se
concentró y se introdujo, nuevamente, en la mente de Bastian, ya le había
mostrado lo que ella vio, para luego enseñarle las imágenes que el arcángel,
torpemente, puso en su consciente, sonrió por eso, era una ventaja. Mas, sentía
que era el instante en que debía enterarse a través del testigo principal de lo
que realmente ocurrió. Además, lograba percibir que tanto el demonio como el
ser alado, comenzaban a impacientarse, el tiempo se le agotaba. Escudriñó los
recovecos del cerebro del chico, hasta que encontró aquellos recuerdos.
La última imagen que tenía en su memoria
era la de ella perdiendo el conocimiento después que Bastian bebiera de su
sangre, se encontraba débil luego de la batalla con la vampiro, y él, al
parecer, no había sido capaz de soportar el olor que su cuerpo emanaba debido a
su sangre. Vio su mano caer y al chico asustarse frente a sus palabras, y como
si estuviera viendo una película adelantada, se enteró de todo lo que el ser de
las Tinieblas había vivido buscando sangre y sobre el diario de su padre. Por
unos momentos deseó que todo fuera un
sueño, por más que le decían que su progenitor estaba enterado de cada detalle
de lo que a ella le pasaría, no podía aceptarlo, él era su héroe, su único
consuelo, lo que más quería, su ejemplo de vida. Pero debía seguir adelante y
en esos momentos lo importante era acabar con aquella batalla.
Las imágenes continuaban avanzando, hasta
que llegaron al momento en que Belial se hizo presente en la posada, observó la
pelea de los vampiros, pero su rabia aumentó cuando el demonio tomó a los tres
humanos, acabando con Richard y tener casi sin aire a Rachel y Noah. Se
tranquilizó y continuó observando la batalla que se formó mientras ella dormía,
hasta que llegó al punto en que las historias se dividían, al fin sabría lo que
realmente pasó.
El chico intentó detener al ser de rojos
ojos para que no entrara a la habitación de hierro, pero no lo logró, en
cambio, enfureció por unos instantes al demonio, que destruyó por completo el
lugar. Suspiró pensando en el dolor que debió sentir Rachel en ese momento. Vio
cuando la elevó con su poder mental hasta tomarla en sus brazos, con su típica
sonrisa en su rostro, miró con burla al vampiro y desapareció, llevándose
consigo a los otros demonios que lo acompañaban.
Se desligó de los pensamientos de Bastian,
aunque él continuaba viendo imágenes, apretó su puño libre con fuerza y aguantó
un grito de rabia, si los seres de ojos rojos notaban lo que ella hacía, de
seguro intentarían separarlos y aún no era tiempo.
—Maldición —susurró para luego volver a
introducirse a la cabeza del vampiro.
De a poco se fue enterando de cómo se
encontraban los humanos, de la llegada de los vampiros al lugar y del verdadero
motivo que llevó al ángel junto al ser de colmillos, totalmente diferente al
que a ella le habían mostrado. Su mente fue presa de una ilusión por parte de
Belial, debido a su estado de humana débil, sus pensamientos eran manipulables
con facilidad, los deseos de venganza contra aquel aumentaron.
—Ya sé lo que debo hacer —la voz del chico
la interrumpió y dejó de escudriñar la mente.
—¿Estás listo? —preguntó una vez que
desligó por completo sus pensamientos.
—Lo estoy —contestó con seguridad—. Es
tiempo de acabar con todo esto.
El vampiro reunió sus fuerzas, bajó sus
manos de los hombros de la medio ángel y agarró con firmeza el pedazo de hierro
que lo atravesaba, observó fijo a los ojos naranjas que tenía tan cerca, y con
su mirada pidió permiso para lo que debía hacer, la chica simplemente asintió.
Segundos después, un dolor intenso apareció en su muñeca, no logró aguantar el
grito al sentir como a cada instante que pasaba su arma salía de su cuerpo,
abandonándola lentamente, mientras era empujada hacia atrás por el poder mental
del chico, quien observaba la escena con estupor al ver como sufría Hayley.
—¡¿Qué estás haciendo?! —La voz del
demonio los hizo percatarse que el tiempo se les agotaba.
—Hazlo de una vez —musitó la medio ángel—.
En poco instantes estarán sobre nosotros.
El chico obedeció en el acto y junto a un
grito, jaló lo último que le quedaba al arma para terminar de salir del cuerpo
de ella, en sus manos tenía aquello tan poderoso para un ángel. Lo sacó de su
estómago y observó a la chica, de rodillas en el suelo, apretando su muñeca que
no paraba de sangrar.
—Sólo tendremos una oportunidad —levantó
la mirada y la clavó en Bastian—. Y creo que es ahora, tanto el arcángel como
el demonio se aproximan.
—Sí, los percibo moverse —añadió
extendiendo su mano para que ella se apoyara.
—Tu herida… —susurró al momento de aceptar
la ayuda del vampiro.
—No es nada —contestó intentando sonreír—,
ya sabes, sólo con el corte de mi cabeza. La tuya…
—Lo mismo —respondió tocando con suavidad
su estómago—, sólo enterrando eso —señaló con la mirada el pedazo de hierro que
portaba el vampiro—, en mi corazón. ¿Nos volveremos a ver? —preguntó poniéndose
en posición de ataque.
—Claro que sí —susurró esperando que el
momento llegara.
Se miraron y sonrieron, y entonces, los
seres de rojos ojos quedaron a pocos metros de ellos, avanzaban a gran
velocidad dispuestos a acabar con ambos, el demonio por la espalda de Bastian y
el arcángel por atrás de Hayley, los dos con su ceño fruncido y sus miradas
llenas de rabia. Fue cosa de segundos para que estuvieran sobre ambos chicos,
pero a diferencia de lo que pensaban, una sorpresa los esperaba.
Belial dio un salto, dispuesto a cortarle
la cabeza de una vez por todas al vampiro, pero recibió el arma de la medio
ángel directa en el corazón, atravesándolo, su cara de asombro se grabó en
todos los seres que se encontraban en los alrededores, observando lo que
pasaba. El arcángel, que acabaría con Hayley, recibió la estocada por parte de
Bastian, al igual que al demonio, directo en el corazón, pero sólo había una manera
de hacerlo, y era pasando aquel pedazo de hierro por la chica. No alcanzaría a
hacerse a un lado, el ataque debería ser lo más rápido posible y, a diferencia
de él, ella se encontraba en el camino del arma y el arcángel.
Su pecho sangraba y de su boca se podía
ver un hilo de sangre caer, sus ojos volvieron a ser verdes y sus alas se
guardaron. El vampiro, frente a ella, intentaba contener las lágrimas que
terminaron por salir de todas maneras, sus ojos volvieron a la normalidad y sus
colmillos desaparecieron entre sus encías.
—¡Bastian! —Fue lo último que se escuchó
proveniente de Ethan, al momento que una enceguecedora luz cubrió absolutamente
todo.
Tantos los demonios como los vampiros y
los seres alados cubrieron su rostro con sus brazos, intentado no dañar sus ojos
con aquel destello, hasta que desapareció por completo.
*
* * * *
Con lentitud, comenzó a bajar sus brazos
una vez que sintió que aquella luminosidad que por poco lo deja ciego,
disminuyó. Un gesto de asombro se le reflejó en el rostro cuando miró a su
alrededor, refregó sus ojos al no creer lo que veía, aun así la imagen no
cambiaba, por unos momentos llegó a pensar que era una mala pasada de sus ojos
encandilados.
—¿Ethan? —Esa voz lo hizo girar y darse
cuenta que era real lo que se encontraba a su alrededor.
—No preguntes, yo tampoco entiendo nada
—respondió al ver la cara llena de desconcierto—. Hace unos segundos estaba
matando demonios —fijó su vista en su mano, el arma había desaparecido—, y
ahora estoy aquí, frente a ti —se dejó caer al suelo, sus heridas comenzaron a
molestar.
—¿Te encuentras bien? —consultó llegando
con rapidez a socorrerlo.
—Lo estoy —esbozó una pequeña sonrisa—.
¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Desde que se fueron yo diría que apenas
unos segundos. —Secó algunas lágrimas que seguían en su rostro.
—¡Apenas unos segundos! —gritó pasmado—.
Pero si han pasado tantas cosas.
—¿Dónde está Hayley? —Una voz de chico los
interrumpió, mientras avanzaba hacia ellos.
—¿No volvió? —El desconcierto sonó en su
voz—. No sé qué pasó, pero una gran luz nos cubrió por completo, en medio de la
pelea, y luego aparecí aquí.
—No fuiste el único —musitó fastidiado,
dejándose caer junto al vampiro.
—¡Vamos!, ¿no te alegra verme? —La voz de
Mía apareció tras el chico y se sentó frente de él.
—¿Has visto a Bastian? —preguntó mirando a
la vampiro que no dejaba de mirar a Noah.
—Lo último que vi fue lo mismo que tú
—contestó clavando sus serios ojos en los grises del mayor—, atravesando con
ese hierro a la chica que quiso matarlo.
—¡¿Qué?! —gritaron el chico y Rachel a la
vez.
—Tenías que ser tan suave para decir las
cosas —regañó a la vampiro, ésta bajó la mirada—. No es tanto como ella dice
—volvió sus ojos para fijarlos en la mujer—. Les contaré lo que ella me mostró
al momento en que enterró su arma en el cuerpo de Bastian, atravesando su
estómago —se silenció, para observar con atención los rostros de ambos humanos,
el asombro los hacía abrir la boca a más no poder. Aprovechó el momento y miró
a su alrededor, varios de su raza se encontraban acostados en el suelo,
descansando después de tan dura batalla, no todos habían logrado volver, pero
sí varios continuarían bebiendo sangre de humano o animal.
—Me estás impacientando —Noah reclamó
junto a Ethan, éste clavó sus ojos en él.
—Centenares de demonios, ángeles y
arcángeles fue lo que encontramos cuando llegamos a la división entre el
Infierno y el Cielo —comenzó a relatar con voz suave, los humanos lo observaron
sin perder detalle—. Entre los malvados —sonrió, los demás lo miraron con
extrañeza—, se encontraba su preciada Hayley, que apenas llegamos acabo con la
vida de Janice.
—¿Esa fue la que culpable de su estado?
—preguntó Noah interviniendo en el relato del vampiro.
—Sí, ella fue quien la golpeó —contestó el
de grises ojos, con algo de molestia por haber sido interrumpido.
—Entonces se lo merecía —sentenció el
chico cruzándose de brazos.
—Al parecer la chica se había pasado del
lado de los demonios —continuó contando la historia—. De un momento a otro se
elevó a las alturas y atacó, directamente al arcángel que lideraba todo…
—¡¿Qué?! —Esta vez fue Rachel quien cortó
la historia—. ¡¿Cómo hace eso?! ¿Acaso nunca entiende?
—No lo sé, ustedes la conocen mejor que yo
—respondió el vampiro frunciendo el ceño fastidiado.
—Lo que me parece raro es que volviéramos
aquí sin ellos dos, además de que no ha pasado el tiempo —añadió Mía, quien no
dejaba de molestar a Noah.
—Quizás esas sean cosas que nunca sabremos
—suspiró con cansancio—. ¿Me dejarán seguir con lo que pasó?
—¡Oh sí, claro! —exclamó Rachel con
entusiasmo.
—Como les decía —miró a los presentes
antes que lo volvieran a interrumpir—, la chica atacó al arcángel y al parecer
desobedeció las órdenes de Belial. No sé muy bien cómo fue esa pelea, yo me
encontraba acabando con Kate, la demonio prima de Bastian, y él hacía lo mismo,
pero con Seth, su primo —esperó unos segundos antes de seguir, por si a alguien
se le ocurría hacer una pregunta—. Pero debe haber estado buena, ya que el
choque de sus armas resplandecía en las alturas. Después de varios minutos, la
escuché llamarme, haciéndome entrega de uno de aquellos filosos pedazos de
hierro plateados, vaya que me sorprendí, y me sirvió de mucho…
—Nos debería haber dado a todos uno —Mía
frunció el ceño al pensar en lo fácil que hubiera sido acabar con los demonios
al tener eso.
—No era su responsabilidad —la seriedad de
Ethan se notó en cada palabra pronunciada—. Ahora, seguiré contando —volvió a
observar a cada uno, dispuesto a lanzar un golpe a quien osase interrumpirlo—.
Con esa arma logré acabar de una buena vez con Kate y fue cuando me di cuenta
que Bastian y Hayley se enfrentarían —se detuvo por inercia, esperando la
intromisión, una que no llegó—. Ella estaba herida, no sé cómo ni cuándo, pero
su estómago sangraba —miró a la mujer, unas cuantas lágrimas comenzaban a
aflorar—, aun así, recibió el ataque de mi pupilo y unos demonios de negros
ojos entraron a ayudarla —sonrió al recordar aquello—. Yo me encontraba observando
la escena un poco lejos y cuando vi que Bastian era atacado por ellos, entré en
su ayuda, quitándole uno de encima, y la medio ángel hizo lo mismo, fue cuando
nos confundimos, no sabíamos si ella estaba de nuestro lado, o era enemiga…
—Algo debe haber estado planeado —añadió
Rachel—, ella no actuaría así si no tuviera algo en mente
—Eso es algo que nosotros no podríamos
descifrar —clavó sus ojos disgustados en la humana—. No la conocemos tan bien.
Continuaré —carraspeó, esperando que al fin lo dejaran terminar—. Y comenzó la
diversión, los demonios de más alto rango se hicieron presentes, feroces y
temidos, su fuerza no se compara con ninguno de los que se ven por estos lados
—algunos vampiros se pusieron de pie y se acercaron a donde Ethan relataba la
historia—. Fuimos alejados de Hayley por un poder extraño, nos dejaron caer en
el centro de los demonios con ojos grises verduzcos, y allí nos quedamos
intentando dar batalla, hasta que la chica se hizo presente y ordenó a los
seres que se marcharan, ella debía acabar con Bastian…
—Por eso no la quería dejar pasar, pero al
ver que le entregó eso a Ethan, pensé que sería de las nuestras —esta vez quien
interrumpió fue unos de los vampiros que habían llegado.
—Seguro hubieras podido detenerla —se
burló de mala gana, ya estaba cansado de los cortes en el relato—. La pelea
cuerpo a cuerpo comenzó entre los dos chicos, fue algo que no pude presenciar
en su totalidad, lamentablemente —clavó sus ojos en Mía, para hacerla sentir
como la culpable de aquello—. A los pocos minutos, Hayley atravesó con su arma
a Bastian —la cara de espanto que mostró Rachel, fue una que nunca en su vida
Noah había visto—, obviamente me fui lo más rápido que pude a socorrerlo, pero
me detuve —suspiró, aquello aún no lo entendía—. No sé cómo, pero ella logró
introducirse en mi mente y con suavidad me habló, sus palabras fueron:
«—Quédate
tranquilo, no es una herida que pueda matarlo pero es la única manera que tengo
de hablarle sin que los dos responsables de todo esto se den cuenta,
lamentablemente, este estúpido no me dejaba entrar en sus pensamientos —sonrió—.
Necesito mostrarle cosas importantes, sólo hay una posibilidad de acabar con
todo esto y espero que Bastian coopere, sino no sé qué pasará. ¡No quiero que
el mundo que conozco se destruya por culpa del egoísmo de esos dos! Por favor,
no interrumpas —sollozó—. Dile a Rachel y Noah que los quiero y que nunca los
olvidaré».
El silencio se hizo presente, la humana
bajó la mirada intentando ocultar el mar de gotas saladas que brotaba de sus
ojos, no podía refugiarse en su sobrino, el vampiro los separaba. Noah apretó
sus puños con fuerza, conteniendo las lágrimas que pedían salir, ya era
definitivo, nunca más volverían a verla.
—El arcángel y el demonio, al parecer, se
dieron cuenta de lo que ella hacía —continuó una vez que notó que ambos humanos
se calmaban—. Se lanzaron al ataque de los dos chicos, pero ellos los
recibieron enterrando sus armas en los de ojos rojos…
—¿Sus armas? —preguntó Rachel secando un
poco de lágrimas—. ¿De dónde sacó una de esas cosas Bastian?
—Eso fue algo que me perdí —frunció su
ceño al darse cuenta que no debió haberse levantado del suelo, la mejor de las
peleas se encontraba frente a sus ojos y él no pudo mirarla—. Creo que se la
arrancó a Hayley…
—¡¿Qué?! —Nuevamente la humana dio un
grito, cortando la historia—. ¡Pero si miden como un metro, debió dolerle!
—Eso no lo sé y tampoco me interesa, yo
simplemente intento contar lo que vi —su voz de enojo sonó con fuerza, a la vez
que sus ojos se clavaban con odio en la mujer—. Hayley atravesó a Belial en el
corazón, no tengo idea si eso lograría matarlo o hacerle algún daño profundo,
pero obtuvo su venganza —miró a su alrededor, más vampiros se encontraban allí
y al parecer no lo interrumpirían—. Bastian atacó al arcángel, pero la chica se
encontraba en su camino, tuvo que atravesarla al mismo tiempo que su rival…
—¡Estúpido vampiro! —gritó Noah con odio—.
¿Dónde la hirió? Me las pagará cuando lo vea —apretó sus puños, ignorando la
mirada de Ethan que dejaba ver todo el enfado que su ser emanaba.
—La atravesó en el pecho, no sé más de eso
porque fuimos cubiertos por una gran luz —suspiró y apretó sus dientes, eso no
le había gustado—, y luego aparecimos aquí, como si nada hubiera pasado.
—¿Dónde crees que estén? —preguntó Rachel
con suavidad, intentando asimilar que la medio ángel no había regresado, a
pesar que cuando se la llevó el demonio se hizo la idea de no volverla a ver.
—No lo sé —contestó el vampiro—. Si supiera
de dónde salió ese resplandor tal vez entendería algo más, pero no es así.
Estoy tan confundido… —se silenció, olfateó a su alrededor, disimuladamente,
que ninguno de los presentes se percatara y sonrió de medio lado—. Pero bueno,
la vida continua ¿no es así? —Se puso de pie y miró a la humana—. Estoy herido
y me levanto una y otra vez, no dejaré que unos cuantos golpes me derroten.
—Pero, no entiendo —susurró Noah al
ponerse de pie, seguido de Mía quien no lo perdía de vista, fastidiado suspiró.
—No hay nada que entender. —Ethan le
regaló una sonrisa y golpeó su espalda con la palma de su mano—. Porque no tendremos
explicaciones de lo que pasó, sólo nos queda seguir adelante por aquellos
caídos.
—¿Qué haremos ahora? —cuestionó Mía,
dejando de lado al humano y caminando hacia el vampiro—. Ya no tendremos a
Bastian, ¿a quién seguiremos?
—El niño dijo que cuando termináramos
aquella guerra, por decirlo de alguna manera —sonrió de medio lado—.
Reconstruiríamos este lugar, así que eso haremos por ahora. Todos pónganse de
pie. —Juntó sus palmas emitiendo un fuerte sonido que molesto a la audición
sensible de aquellos seres que se levantaron en el acto—. Hay trabajo que
hacer, busquen lo que nos pueda servir y a levantar la posada junto con las
otras habitaciones.
—Pero… —musitó Rachel sin poder creer lo
que escuchaba y veía, ya que los de raza de colmillos comenzaban a obedecer a
Ethan, buscando cosas entre tanto escombro.
—¿No necesitas ayuda? —preguntó mientras
observaba que todos los de su especie se levantaran.
—¡Claro que sí! —Se apresuró a responder—.
Pero no tengo cómo pagarles.
—Tal vez, si alguno de ellos llega un día
a pedirte ayuda o un simple techo, le puedas pagar —le guiñó un ojo, la humana
sonrió.
—Vamos, cazador. —Mía tomó de la mano a
Noah—. Debemos construir nuestra habitación —sonrió, mientras comenzaba a
arrastrarlo.
—Yo contigo ni a la esquina —reclamó, aun
así no soltó su mano y la siguió a donde lo llevaba.
—Eso ya lo veremos —susurró con una
sonrisa más grande—. Ya lo veremos.
—Bien, yo debo marcharme. —Ethan levantó
sus brazos y movió un poco sus huesos, sus heridas superficiales ya no
sangraban y las internas no eran graves, no para él.
—¿Cómo? ¿No ayudaras? —indagó una
confundida Rachel.
—Yo no soy albañil ni carpintero —sonrió
mirándola—, simplemente doy órdenes.
—¿Y si deciden atacarnos cuando te vayas?
—Su voz sonó preocupada—. Sabemos cómo matarlos, pero son demasiados y no
tenemos ¡nada!
—No te preocupes —contestó intentando
aguantar una carcajada—, no les harán daño, confía en mí. —Aquella mirada de
seguridad tranquilizó a la humana.
—¿A dónde irás? —Se atrevió a preguntar, a
veces es bueno tener aliados fuertes.
—Un estúpido me debe una explicación, ya
que mientras peleaba, un poder extraño apareció de sus manos —clavó su seria
mirada en Rachel, ésta lo miró con extrañeza—. Algo, que según leí en el diario
del cazador, sólo es comparable con lo realizado por los ángeles. Bien sabes,
supongo, que los de nuestra raza obtienen poderes de la sangre que beben —sus
ojos brillaron con suspicacia, la humana sonrió.
—Eso quiere decir que… —musitó, sin saber
si sentirse feliz o triste.
—Es lo que quiero averiguar —contestó al
darse cuenta que la mujer se había dado cuenta de lo que intentaba decirle—.
Para que te tranquilices, no está sólo.
La sonrisa de la morena se amplió,
prácticamente, de oreja a oreja. El vampiro le guiñó un ojo, se dio la media
vuelta y desapareció dejando una suave brisa.
—¿A dónde se fue? —La vampiro preguntó
desde atrás.
—No lo sé —respondió al voltearse para
mirarla y ayudar en todo lo necesario—. Dijo que tenía unos asuntos pendientes.
—¿Por qué estás tan feliz? —Noah indagó
frunciendo el ceño, no entendía aquella sonrisa si Hayley, al parecer, estaba
muerta.
—¿Por qué ha de ser? —Lo miró con
reproche, sin borrar su felicidad de su cara—. Reconstruiremos nuestra posada y
hogar, y nuestro mundo continuará tal y como está. No tendremos que
preocuparnos de que unos seres vengan a destruirlo.
—¿Segura que sólo es por eso? —Aquella
respuesta lo había dejado con más dudas, bien sabía que a su tía poco le
importaba si los demonios o ángeles ganaban, ella pelearía hasta el final.
Mas no tuvo respuesta que una gran
sonrisa, Rachel lo abrazó con fuerza y fue en la ayuda de los vampiros, quienes
cooperarían con la reconstrucción de todo. Quién lo diría, que aquellos seres
que un día cazó junto a su difunto esposo, levantarían lo que fue destruido por
aquel demonio. Observó a su alrededor mientras las estrellas, en lo alto,
brillaban dándoles un poco de luz.
*
* * * *
Su pie derecho se encontraba apoyado sobre
la cabeza de la gran bestia convertida en piedra, mientras que el izquierdo
estaba en el cuello de la criatura. Su sonrisa había desaparecido por completo,
en su lugar el ceño fruncido se mostraba en todo su esplendor. Sus ojos se
perdían en el infinito que lo rodeaba, que sólo dejaba ver rocas por doquier.
Apretó sus puños y dientes, era hora de abandonar aquel cuerpo que una vez
perteneció a un reconocido abogado.
Con un suave pestañeo, su verdadera forma
se hizo presente, dejando a la anatomía sin alma caer a un costado de la
criatura alada. Suspiró, mientras su cola se movía de un lado a otro y sus
largos cuernos resplandecían al verse libres, una vez más.
El cansancio lo obligó a sentarse sobre el
cuello de la bestia, en su espalda se podían ver las cicatrices que se formaron
al momento de perder sus alas y en sus muñecas se reflejaba el dolor que sintió
al dejar sus armas. Pero otra marca de guerra, sobre el corazón, le habían
dibujado hace poco, pasó con suavidad los dedos sobre aquella hendidura y la
furia llenó su ser, estuvo a punto de volver a los Cielos, mas la medio ángel
actuó de una forma totalmente distinta a como él quería y a lo que demostró
cuando estuvo a su lado.
—Te tardaste —musitó y su sonrisa se hizo
presente—. No me digas que el vampiro te dañó más de la cuenta —se burló.
—Bien sabes que ni tú ni yo podemos morir
—se posó con suavidad sobre la punta del ala izquierda de la bestia—. Debía
dejar las cosas en orden, me costó bastante enviar a los vampiros de vuelta a
la Tierra y dejar a los ángeles en su sitio, al igual que los demonios.
—¿Qué opinas? —preguntó clavando sus ojos
rojos en los que tenía a un costado, del mismo color que los suyos, pero estos
eran fieros y sin vida—. Esta vez perdimos ambos. No como la anterior, que se
puede decir fue un empate.
—Jamás imaginé que se revelarían —su voz
sonaba con poder y daba temor—. Los ángeles no recordarán lo que pasó, mucho
menos los arcángeles, incluidos los del Coro —esbozó una casi imperceptible
sonrisa—. Al igual que los demonios, los únicos que tienen memoria de todo, son
los vampiros, pero de aquí, a que todo vuelva a pasar, nos encargaremos que
ellos no existan.
—Olvidaste algo importante, querido
hermano —sonrió, el arcángel lo miró con inquietud—. Ellos quedaron con vida y
bien sabes que son inmortales.
—Querido hermano caído —musitó al momento
de agacharse y quedar a la altura del otro—, su destino no será diferente al de
los demás vampiros.
—Se nota que no entiendes nada —se
carcajeó con burla, provocando un ceño fruncido del alado—. Ellos saben lo que
hacemos, se encargarán de hacer todo lo posible porque no se repita.
—Y es cuando los quitamos del camino, como
las simples basuras que son —se irguió con poder.
—Piénsalo bien —suspiró con cansancio—, si
no pudimos hacerlo una vez, ¿realmente crees que lo lograremos en otra ocasión,
teniendo en cuenta que ellos saben nuestros propósitos?
—Tiempo al tiempo, querido hermano —dejó
ver una sonrisa—, y verás que todo resulta como queremos.
—Bueno —musitó al momento de levantarse—,
no se puede decir que la pasamos mal, a pesar de todo, fue una gran batalla,
mucho mejor que la última.
—En eso estoy completamente de acuerdo
contigo. —Ambos seres se quedaron frente a frente, eran de igual altura,
mientras flotaban en el aire—. El ángel bajará a la Tierra en unos centenares
de años más. Lo sabrás, como siempre.
—Y yo la seguiré para sembrar mi semilla
de maldad —sonrió ampliamente.
—Nos vemos, hermano, en la siguiente
Profecía. —Una sonora carcajada llenó el ambiente, momentos después, el
arcángel desapareció.
—La próxima vez si ganaré, querido hermano
—susurró y sus ojos centellearon más rojos de lo normal—. Recuerda que todo
esto fue ideado por mí, tuve que sacrificar al gran Abigor, pero valió la pena
—sonrió—. ¡Quién diría que la mejor entretención para un arcángel sería jugar a
las guerras contra demonios! —Las sonoras carcajadas retumbaron con fuerza en
el lugar, mientras su cuerpo se retorcía con tanta risa—. Nos vemos, querido
hermano, y recuerda que la tercera es la vencida. —Su risa se perdió, para dar
paso a la seriedad que poco lo caracterizaba, segundos después, desapareció.
—Gran Belial. —Un demonio lo detuvo al
momento de llegar frente a la gran puerta del Infierno, éste sólo lo miró y le
señaló que hablara—. Un gran número de almas corrompidas están llegando desde
hace unos días.
—Y llegarán más —sonrió—, debes estar
preparado.
El ser inferior hizo una reverencia y se
marchó a su lugar de trabajo, vigilar y guiar a los que llegaban. Mientras que
el de rojos ojos entró a sus dominios, donde lo recibieron como se lo merece un
gran Rey, entre alabanzas y gritos de prosperidad, él simplemente sonreía a la
vez que pensaba en todos los seres que comenzarían a llegar, aquella medio
ángel no se quedaría tranquila con tanta aberración en su mundo, y junto al vampiro
acabarían con todo lo que se les pusiera en el camino. Se carcajeó, a pesar de
todo aquella pareja le agradaba bastante, y aún tenía la posibilidad de unirlos
a su ejército cuando llegara el momento para la siguiente batalla. Sí, eso
haría, debía entretenerse con algo durante varios siglos y qué mejor que
molestarlos a ellos. Suspiró, tenía muchas cosas que planear para el futuro y,
sobre todo, aprender de los errores de esta Profecía.
Fin
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